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El Secretario del Chapo
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El Secretario del Chapo
Ebook73 pages1 hour

El Secretario del Chapo

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Narco Novela. Lacho es el Secretario del Chapo Guzmán, el narcotraficante más famoso y buscado del mundo. El Secretario tiene muchas tareas qué hacer y las hace todas a punta de pistola. Tiene sangre fría, don de mando y lo que es más importante mucho... motivos para hacerlo.
En México hay un poder oculto que mueve los hilos de la política, la educación, la policía y las fuerzas armadas. Ese poder surge poderoso en esta entrega, que más que una novela es una radiografía del México actual. Sin embargo, es usted quien decide si es un documento histórico o una Narco Novela...

LanguageEspañol
Release dateAug 26, 2012
ISBN9781476007069
El Secretario del Chapo
Author

Adolfo Sagastume

Construyendo Universos LiterariosCiudadano LatinoamericanoCiudadano de la República de LiberlandCiudadano de Asgardia The Space Kingdom

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    El Secretario del Chapo - Adolfo Sagastume

    Tabla de Contenidos

    Capítulo 1 - Bombazo

    Capítulo 2 - Patricia y Lacho

    Capítulo 3 - El Chapito y Mouriño

    Capítulo 4 - Lacho en Morelia

    Capítulo 5 - Los Pinos

    Capítulo 6 - El Chapito y Lacho

    Capítulo 7 - El Convivio en Zihuatanejo

    Capítulo 8 - Camelia

    Capítulo 9 - Houston, Texas

    Capítulo 10 - Casino Royale

    Capítulo 11 - Cinco Millones de Dólares

    Capítulo 12 - Huitzilac, Tres Marías, Morelos

    Capítulo 13 - La Retirada

    Capítulo 1 - Bombazo

    Las sombras líquidas de los terroristas se deslizaron como suspiros de moribundo en medio de la gente. Era el 14 de septiembre, el pueblo, reunido en la Plaza Melchor Ocampo, en la Av. Madero, frente a la ventana del Palacio de Gobierno, celebraba la Independencia de México.

    El Presidente había cancelado su presentación, por tener que dar el famoso Grito de la Independencia en el Palacio de la Presidencia de la República. El Grito aquí lo iba a dar el Gobernador en turno, de un partido de la oposición.

    Miles de personas entusiasmadas eran el espejo cristalino de la felicidad. Madres con sus hijos e hijas recorrían la Avenida Madero comprando antojitos para hacer tiempo, para esperar a que llegara la hora del grito.

    Los niños jugaban con las máscaras de luchadores que se vendían a veinte pesos. Las burbujas de jabón flotaban como ovnis intergalácticos por toda la avenida. Los vendedores de trompetas de plástico hacían sonar sus instrumentos como claxonazos de tren en descarrilamiento.

    La orquesta sinfónica del Estado de Michoacán amenizó con un repertorio florido, en donde no podía faltar el sonido patriótico que jala con imanes suspendidos en las nubes los pelos de la piel.

    Los taxis, repletos de familias felices, acarreaban a la gente como un éxodo que los conduce a la tierra prometida. Cuando llegaban al centro, bajaban a la gente por la Plaza del Carmen, por el lado norte; por la Librería Madero, del lado Poniente; por la Casa Natal de Morelos, del lado sur y en las Tarascas, por el oriente.

    La gente feliz caminaba el tramo restante. Era día de fiesta. Era la noche del grito para celebrar la grandeza de los próceres de la independencia. En México no se tiene dinero, pero se tiene patria, una patria grande y para todos.

    El evento de El Grito estaba programado para las once de la noche, había tiempo para saludar a los amigos, a los familiares y para estar pendientes del balcón en donde aparecería de un momento a otro el Señor Gobernador. La gente trazaba geometrías con el lente de sus ojos esperando con entusiasmo.

    Pero, en medio de todos, las sombras de la muerte se deslizaban como serpiente que está alerta para lanzar su dentellada en las pantorrillas.

    Había un poco de desencanto solamente por la noticia de que el Presidente de la República no se presentaría. Pero el mexicano es resignado y, en medio de su realidad, siempre termina por sobreponerse a cualquier circunstancia.

    Eran las nueve y dieciséis minutos cuando un grupo de sicarios del crimen organizado, que tenían el mandato de asesinar al presidente o matar a la población, tomaron la segunda opción y arremetieron contra el pueblo, allí junto a la fuente donde está el asta a la bandera de la Plaza Melchor Ocampo.

    Lanzaron granadas, bombas, contra la población. El ataque fue múltiple. Una persona murió en la Avenida Madero, a la altura de la Iglesia de San Francisco. La granada le cayó bajó los pies y lo hizo saltar como conejo perseguido por el fuego del infierno.

    En la Plaza, doscientas personas resultaron mutiladas y hubo quince muertos.

    El caos puso su

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