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Venganza griega
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Ebook140 pages2 hours

Venganza griega

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About this ebook

Había planeado hasta el último detalle de aquella venganza...

El objetivo del magnate griego Nikos Kyriades era llevarse a Janine Fareham a la cama. Para ello planeó una seducción para la que disponía de dos semanas en una soleada isla griega...
Nikos quería convertirla en su amante para asegurarse de que no volviera a acostarse con ningún otro hombre.
Pero si Janine descubría que no era más que una pieza del juego, se marcharía inmediatamente. Por tenerla en la cama junto a él, merecía la pena el riesgo.
LanguageEspañol
Release dateJun 21, 2012
ISBN9788468702032
Venganza griega
Author

Julia James

Mills & Boon novels were Julia James’ first “grown up” books she read as a teenager, and she's been reading them ever since. She adores the Mediterranean and the English countryside in all its seasons, and is fascinated by all things historical, from castles to cottages. In between writing she enjoys walking, gardening, needlework and baking “extremely gooey chocolate cakes” and trying to stay fit! Julia lives in England with her family.

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    Venganza griega - Julia James

    Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2004 Julia James. Todos los derechos reservados.

    VENGANZA GRIEGA, Nº 1584 - junio 2012

    Título original: The Greek’s Ultimate Revenge

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Publicada en español en 2005

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

    Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

    ® Harlequin, logotipo Harlequin y Bianca son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    I.S.B.N.: 978-84-687-0203-2

    Editor responsable: Luis Pugni

    Conversion ebook: MT Color & Diseño

    www.mtcolor.es

    Prólogo

    Nikos! ¡Tienes que hacer algo! ¡Tienes que hacerlo! Esa ramera tiene tan atrapado a Stephanos que él ya no ve nada claro.

    Nikos Kiriakis miró a la mujer tendida en el lecho del hospital. Su cara estaba pálida y fatigada y parecía diez años mayor de los treinta y nueve que en realidad tenía. Aunque la operación había sido sencilla le había dejado una fuerte repercusión psicológica.

    Y como si eso no fuera suficiente, al parecer su marido había escogido precisamente esos momentos para serle infiel.

    Los ojos oscuros de Nikos, salpicados de pequeños puntos dorados, se endurecieron. Su hermana mayor había sido una fiel esposa para Stephanos Ephandrou y no merecía algo así. Y menos en esas circunstancias.

    No cuando el médico le acababa de decir que los resultados de la laparoscopia indicaban que las trompas de Falopio estaban irreparablemente dañadas. Que el esfuerzo de todos esos años por dar a Stephanos el hijo que tanto anhelaba había sido totalmente en vano, como ella había llegado a temer.

    Nikos intentó mostrarse optimista. Le dijo que al menos los médicos habían descubierto la causa de su esterilidad. Se podía realizar una fecundación asistida que incluso a su edad tenía buen pronóstico. Todavía podía darle un hijo a Stephanos y no debía renunciar a sus esperanzas.

    Fue entonces cuando Demetria dejó caer la bomba.

    –¡Ya ni siquiera quiere un hijo mío! ¡Tiene otra mujer! –exclamó con profunda amargura.

    Nikos la escuchó estupefacto. De todos los hombres que conocía, Stephanos parecía ser el hombre menos inclinado a tener una amante. Siempre había sido un marido fiel. Incluso cuando se casaron declaró que le alegraba que Demetria no hubiera tenido hijos en su primer matrimonio.

    Stephanos se había casado con ella tras lograr persuadirla de que se divorciara de su primer marido, un mujeriego crónico que el padre, como última voluntad, había elegido para ella porque era una unión socialmente muy aceptable para un miembro de la familia Kiriakis.

    Y en la actualidad parecía que Stephanos se comportaba igual que el primer marido. O peor, porque, ¿qué se podía esperar de un hombre que iba a la caza de otra mujer cuando su esposa luchaba contra la infecundidad?

    Nikos inclinó su alto cuerpo enfundado en un traje impecable y tomó las manos de su hermana, acariciándolas con suavidad.

    –Demi, ¿estás segura de que no son imaginaciones tuyas? Stephanos no puede ser tan cruel, tan deshonesto.

    Su hermana le apretó las manos.

    –¡No son imaginaciones mías! Conoció a una rubia de veinticinco años en un aeropuerto, la ha instalado espléndidamente y va a visitarla cuando puede. En este momento está con ella. Te puedo decir que Stephanos está obsesionado, que ha cambiado completamente. ¡Te lo puedo asegurar! –dijo alzando la voz peligrosamente–. Tienes que ayudarme, Nik. ¡Tienes que hacerlo!

    Nikos le soltó las manos.

    –Dices que sabes dónde la ha instalado. Cuéntame todo lo que sepas –pidió con calma mientras se sentaba al borde del lecho. En su fuero interno intentaba acallar el instinto que le impulsaba a buscar a Stephanos y propinarle una buena paliza. Pero eso no ayudaría a su hermana.

    Demetria tragó saliva.

    –Se llama Janine Fareham –dijo respirando con dificultad–. Conoció a Stephanos en Heathrow la última vez que él fue a Londres. Y entonces él la trajo aquí.

    –¿A Atenas? –Nikos preguntó con brusquedad mientras su mente trabajaba a toda prisa.

    La chica tenía que ser muy lista. Había hecho un rápido trabajo al pescar a un hombre rico de mediana edad en un aeropuerto y conseguir verse instalada con todo lujo al día siguiente. Sí, muy lista. Inconscientemente, su bien dibujada boca esbozó un rictus de desprecio.

    –No, la instaló en el hotel que acaba de inaugurar en Skarios –explicó con una voz tensa y llena de amargura.

    –¿Cómo lo sabes? –preguntó al tiempo que fruncía el ceño ligeramente.

    –Philip. Le obligué a contármelo. Últimamente Stephanos se comportaba de un modo tan extraño que empecé a sospechar que algo sucedía.

    –Ya veo –asintió, sin mayor sorpresa.

    Philip era el brazo derecho de Stephanos en la oficina, pero sentía debilidad por Demetria. Nikos pudo imaginar a su hermana acosándolo a fin de confirmar sus sospechas. Nikos lo maldijo silenciosamente. En esas circunstancias lo mejor habría sido que Demetria ignorase lo que ocurría. Sencillamente su hermana no podía permitirse más sufrimientos.

    Demetria volvió a apretarle la mano.

    –Harás algo, ¿verdad, Nik? Por favor, debes hacerlo. No puedo hablar con Stephanos. Simplemente no puedo. Él intenta ser agradable conmigo, pero no funciona. Está tan raro, tan encerrado en sí mismo. Es incapaz de mirarme a los ojos. ¡Y todo por culpa de esa mujer! ¡Lo tiene atrapado! ¡Es una de esas zorras que utilizan a hombres ricos sin tener en cuenta el daño que pueden causar! –exclamó en un tono casi histérico.

    Nikos volvió a tomarle las manos y oprimirlas con suavidad.

    –Vamos, vamos.

    –Ha logrado que el hombre se vuelva loco por ella. Lo sé. ¿Y cómo puedo culparlo? –dijo casi sollozando–. Mírame, una mujer de mediana edad y estéril. Soy una inútil para él. No me extraña que ya no sienta el menor deseo por mí –añadió al tiempo que sus mejillas se ruborizaban febrilmente y en sus ojos brillaba la angustia.

    Silenciosamente, Nikos presionó el timbre de llamada y luego se inclinó para besar a su hermana en la mejilla.

    –Cualquier hombre estaría orgulloso de tener una mujer como tú. Esto no es nada más que una estupidez de Stephanos –afirmó mientras se levantaba del borde del lecho–. La infertilidad también se cobra su cuota en un hombre, Demetria. Creo que se trata de una locura transitoria. Stephanos volverá a ti, estoy seguro.

    –Líbrame de ella, Nik. Tú eres el único que puede lograr que se aparte de Stephanos. Por favor, hazlo por mí. Te lo ruego. Haz lo que haga falta.

    Nikos pudo percibir perfectamente la histeria en la voz de su hermana y se sintió conmovido. Demetria era el único familiar que le quedaba desde la muerte de sus padres y la había visto sufrir demasiado. La había apoyado durante el proceso de divorcio del primer marido y le había dicho a Stephanos que no perdiera la esperanza, que la mujer que él amaba quedaría libre si contaba con su apoyo. Nikos no la iba a dejar sola en esos momentos en que peligraba su matrimonio, por mucho que su cuñado se comportara como un redomado estúpido.

    Nikos supo exactamente lo que su hermana le pedía. La miró fijamente, con el rostro en tensión.

    –Yo...

    –¡Puedes hacerlo, Nik! Sé que puedes –rogó en tono esperanzado–. Las mujeres siempre caen rendidas a tus pies. Puedes lograr que ésta haga lo mismo. Haz que se vuelva loca por ti y así dejará a Stephanos en paz. ¡Por favor, Nik, te lo suplico!

    –Podría hablar con Stephanos –dijo él, lentamente.

    –¡No, no! –exclamó Demetria mirándolo con temor al tiempo que negaba violentamente con la cabeza–. No podría soportar que se entere de que yo lo sé. Si sólo pudieras apartarla de Stephanos él volvería conmigo. Estoy segura. ¡Por favor, Nik! Si yo pudiera quedar embarazada, él volvería a ser feliz conmigo. Pero nunca volverá a mí si esa arpía no lo suelta. ¡Nunca!

    «Mal asunto», pensó Nikos. Demetria no debería inquietarse de esa manera, no en esos momentos. Había estado sometida demasiado tiempo a una fuerte tensión por su necesidad desesperada de concebir un hijo. Pero le estaba pidiendo que interfiriera en su matrimonio. No, sólo le pedía que interfiriera entre su marido y la amante. Nikos exhaló lentamente mientras le acariciaba las manos.

    –Te prometo hacer todo lo que pueda.

    La expresión de la hermana se relajó un tanto.

    –Sabía que podría contar contigo –dijo con un tono lleno de alivio y gratitud–. ¿Irás a buscarla inmediatamente y harás que aparte sus garras de Stephanos, verdad?

    Nikos aspiró una bocanada de aire.

    –Muy bien –dijo con voz sombría–. Pero tú debes prometerme que empezarás el tratamiento de inmediato. No más evasivas. Los médicos te han dicho lo que se puede hacer. Sabes que hay muchas esperanzas de lograrlo. Pero estas cosas llevan su tiempo, así que ya no puedes postergarlo más– añadió. De pronto sus ojos se entornaron–. Sería una buena idea consultar en el extranjero a un médico especializado en fecundación asistida, en un país que requiera un largo viaje. Estados Unidos, por ejemplo. Pide a tu médico que te recomiende un médico en ese país. Dile a Stephanos que es el mejor facultativo, que necesitas verlo y que te acompañe. Lo hará por ti, estoy seguro. Necesito tiempo, Demi. ¿Lo comprendes?

    Los ojos de la hermana cobraron vida al comprender lo que Nikos sugería.

    –¡La boda de la hija de Sofía! –exclamó de pronto–. Le dije que no me era posible asistir, pero ahora pienso que podríamos hacerlo, después de todo. Podríamos ir a Long Island tras haber consultado a un especialista en Nueva York.

    Nikos observó que el calor febril había disminuido, que su voz sonaba esperanzada y que se expresaba con ansiosa racionalidad.

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