PRESENTACIÓN
Por iniciativa del doctor Luis López de Mesa se fundó en 1959
el Colegio Máximo de las Academias de Colombia, con la
intención de unir los esfuerzos de todas ellas en favor del
progreso nacional.
Se pensó al principio en una serie de conferencias de cada
uno de los académicos por turno, y aunque las primeras
estuvieron muy bien concurridas, pronto se vio que era
relativamente pequeño el sector de la capital que se aprovechaba
de ellas, y se pensó entonces en utilizar el medio más poderoso
de comunicación que hoy se conoce, o sea la radiodifusión, para
llevar hasta los últimos rincones del país, en pequeñas dosis,
nuestra campaña cultural.
Desde el primer momento contamos con la generosa
contribución del Banco de la República y con el desinterés de
las radiodifusoras que se ofrecieron a transmitir estos programas
diariamente y sin costo alguno. Hoy día son más de 50 las
estaciones de radiodifusión que en diversas horas transmiten los
programas del Colegio Máximo.
Los más variados temas se tratan en ellos: educación cívica,
historia patria, historia general de la cultura, higiene,
actualidades técnicas y científicas, buen uso del lenguaje,
agricultura, y hasta problemas filosóficos puestos al alcance del
pueblo.
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EL AMOR
–– ¿Cómo puede decirse que el amor es una virtud social?
–– Hasta tal punto es el amor una virtud social que Santo Tomás
de Aquino no tuvo vacilación ninguna para afirmar que las
sociedades se sostienen directamente por el amor e
indirectamente por la justicia.
–– ¿Y algo semejante no había dicho ya San Agustín?
–– San Agustín define la ciudad como la multitud de hombres
unidos por la comunidad de los objetos que aman.
–– ¿Entonces, cómo opera el amor?
–– Piense usted en una sociedad en que no haya amor. Mientras
la justicia consiste en dar a cada cual lo suyo, el amor consiste
en dar a los demás lo nuestro. Y hay tantas cosas que son
nuestras y que por un acto de amor podemos comunicarlas a los
demás.
–– ¿Cómo puede ser esto?
–– Porque sólo por amor hacemos que el bien se difunda, que el
bien sea compartido por el gran número de hombres que nos
rodea.
–– Muéstrenos eso con ejemplos.
–– Vea usted. Nada mejor que reconocer en los demás sus
propias cualidades, sus virtudes, sus dones y facultades. Pues
cuando nos falta el amor, nuestros labios se sellan. Pero cuando
poseemos amor, ese reconocimiento sale hacia fuera, lo
proclamamos aquí y allí, divulgamos por todas partes las
excelencias de la persona amada, las virtudes del amigo, los
dones que advertimos en el simple conocido. Incluso, sin herir la
modestia, sabe el amor que no es adulación demostrar ante el ser
que se quiere que somos los primeros en reconocerle tales o
cuales cualidades.
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LA JUSTICIA
–– ¿Qué relaciones hay entre la justicia y el amor?
–– Por de pronto, le respondo diciendo que así como se afirma
que si en todos los hombres hubiera amor, sería innecesaria la
justicia, también se ha dicho que si en el mundo hubiese justicia,
el amor sobraría.
–– ¿Pero es esto exacto?
–– No lo creo. Aunque no niego que el amor parte de una
realidad de justicia puesto que reconocemos en el objeto amado
que es digno de ser amado, y que esta dignidad la tiene por sí, y
no porque el amante se la otorgue.
–– ¿Y eso qué tiene que ver con la justicia?
–– Porque por la justicia reconocemos lo que es ajeno. Y el amor
parte de la base de que lo amado tiene su propia dignidad. O
cree Ud. que sería amorosa la actitud del amante que empieza
por creer que el amado es un miserable, y que toda su dignidad
le viene de que yo lo amo? Eso no sería amor sino el mayor acto
de desprecio.
–– ¿Pero entonces la justicia y el amor son iguales?
–– No, en absoluto. Lo que he dicho es que el amor parte de un
acto de justicia, pero desborda a la justicia.
–– ¿Cómo la desborda?
–– Porque la justicia se limita, como ya dijimos, a dar al otro lo
que es suyo, mientras por el amor damos al otro lo que es
nuestro.
–– ¿Entonces qué valor le queda a la justicia?
–– Desgraciadamente, todo el campo de la vida humana. Claro
que si hubiera amor, sería innecesaria la justicia. Pero, el amor...
¿Quién niega que es difícil? ¿Quién puede negar que en la
mayoría de los hombres no se da el amor? Pues cuando el amor
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LA SOLIDARIDAD
–– ¿Qué es eso de la solidaridad?
–– ¡Cuán poco conocemos la naturaleza humana! Porque su
pregunta parece que ya implica una solidaridad. Una solidaridad
con mi respuesta1.
–– ¿Cómo va eso a ser así?
–– Pues muy sencillamente. Cuando Ud. me pregunta algo, ya es
Ud. solidario con lo que yo le responda. Si le respondo una
estupidez, es Ud. en alguna forma causante de esa estupidez. Si
le respondo con una inmoralidad, Ud. es copartícipe de ella. Si,
en cambio, le doy una respuesta acertada, correcta, clara,
ejemplarizante, Ud. que formuló la pregunta, tiene buena parte
en esas buenas cualidades de mi contestación.
–– ¿Y eso qué tiene que ver con la solidaridad?
–– Que si ya en el solo hecho de enfrentarnos a otro para
preguntarle algo, somos solidarios con él, ¿cuánto más no los
seremos en nuestros actos, en nuestra restante conducta?
–– Ilústrenos su teoría.
–– Pues bien: aparentemente nunca estamos tan solos como
cuando nos recogemos en la oración. Allí, sólo Dios está con
nosotros. Nada en torno de nosotros parece que existiera. Y sin
embargo, esa actitud de humilde reverencia ante lo divino es una
actitud solidaria. Aprendimos a orar en un hogar. Tal vez nada
nos ligue tanto al recuerdo de nuestra infancia como cuando
imaginamos a nuestra madre con su boca puesta a nuestro oído
musitando oraciones, diciéndonos levemente y como en un
susurro, cómo elevar el corazón a Dios. Después de esto, ¿qué
son las oraciones mismas que la mayoría de los hombres
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J.C.: este texto mismo, escrito con un lenguaje sencillo como lo resalta el P. Félix Restrepo, es un vivo
ejemplo de solidaridad.
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LA FIDELIDAD
–– Empiece por decirnos qué es la fidelidad.
–– No creo saberlo mejor que usted. Pero un sutil filósofo
alemán, Jorge Simmel, decía de ella que es el poder de
preservar el alma en un camino, una vez emprendido, aún
después de desaparecer la tendencia que nos indujo a seguir
ese camino.
–– No se me hace esto nada claro.
–– El filósofo habla de camino en el sentido de sentimiento. Por
la fidelidad hacemos sobrevivir el mismo sentimiento,
aunque ya no nos asista ese sentimiento con la misma fuerza
con que se inició. ¿Qué es ser fiel a un amigo? ¿Qué es ser
fiel a la persona amada? ¿Qué es ser fiel al jefe o al patrono?
–– Ya empiezo a ver un poco más claro.
–– Sí. Porque ya usted adivina que la fidelidad mantiene la
relación social anterior, y el sentimiento que en ella se
albergaba y le daba fuerza. Puede que ya el amigo no lo
veamos con la misma frecuencia con que solíamos en otras
épocas, y si esto ocurre, a menudo la amistad se esfuma y
perece. Pero si nuestra amistad es fiel, justamente por la
fidelidad, mantenemos a nuestro amigo ligado a nosotros
mismos, a despecho de que ya no alimenta su amistad la
presencia misma del amigo. Y así, en el amor y en todas las
demás relaciones.
–– ¿Entonces la fidelidad nace de la voluntad?
–– Buena parte debe tener la voluntad en la conservación de
nuestros sentimientos nobles hacia los demás, conservación
que llamamos precisamente fidelidad. Por eso es por lo que
la fidelidad es una virtud moral. Porque todas las virtudes
son hijas de la voluntad que persiste en el ejercicio de una
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para oír sus consuelos? ¿O aquel que jamás quiso oír hablar
de usted cuando él estaba en la cima del poder y de la gloria?
–– Casi que todo lo que ha dicho es una biografía.
–– Es una biografía, desgraciadamente, pero no de un solo
hombre, sin de la humanidad entera. Esto es cosa de todos
los días y de todas las latitudes. En esta falta de fidelidad a
las virtudes sociales radica en mucha parte el mal del mundo
actual. Este es un mundo que perece por olvido e
irresponsabilidad ante nuestros propios sentimientos. Porque
como empezamos diciendo, la fidelidad hacia un sentimiento
noble y generoso que un día mantuvimos hacia alguna
persona, es, asimismo, una fidelidad hacia nosotros mismos,
a lo mejor que existe en nosotros mismos. Cuando somos
infieles renegamos de nuestro yo mejor y tácitamente
reconocemos que hemos descendido en la escala de nuestra
propia estimación.
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LA VERACIDAD
—¿Por qué ha de ser la veracidad una virtud social?
— Porque por medio de la veracidad decimos a los demás lo
que pensamos, esto es, que la veracidad es la virtud que nos
lleva a no decir a otro lo que no pensamos, a decirle sólo lo
que pensamos, o en otras palabras, a no mentirle.
—¿Pero es esto una virtud social?
—Claro está. Fue Aristóteles el que primero advirtió que el
hombre es un animal social, un animal que sólo en sociedad
puede vivir. ¿Y sabe usted cómo probaba ese genio griego que
el hombre es un animal social? Justamente advirtiendo que el
hombre es el único ser que tiene lenguaje.
— ¿Y esto a qué lleva?
— Pues que el lenguaje es el vehículo de comunicación más
extraordinario que el hombre puede poseer para ponerse en
contacto con sus semejantes.
— ¿Y eso qué tiene que ver con la veracidad?
— Decía Aristóteles que para comunicarnos con los demás
poseemos los gritos, las exclamaciones, el llanto, la risa, etc.
Pero estas cosas no comunican a los demás sino nuestros
sentimientos privados: que estamos en un peligro, que algo
nos ha maravillado, que algo nos duele o algo nos alegra. Esto
puede interesar a muy pocos o en muchos casos no interesar a
nadie. Pero por el lenguaje, el hombre puede comunicar a los
demás no sólo estos mismos sentimientos privados,
particulares suyos, sino la verdad misma de las cosas, esto es,
lo que las cosas son y cómo son. Esta excelsa virtud del len-
guaje es la que lo hace, por tanto, esencialmente, el
instrumento de la verdad. De ahí que decir lo contrario de lo
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la persona que usted cree que es. En fin, que como ha dicho
Ortega y Gasset, nos movemos en un mundo de creencias y
sobre él edificamos nuestras propias y reales convicciones, las
que constituyen un mínimo en nuestro saber.
— Pero volvamos atrás: ¿ha dicho usted que toda expresión
contraria a lo que es, es mentira y, por tanto, un mal, una in-
justicia?
— Ciertamente. Pero a condición de que se trate de una
verdad debida al otro.
— ¿Y es que los demás no tienen siempre derecho a la
verdad?
— La doctrina más rigurosa sobre la veracidad la expusieron
Kant y algunos escolásticos como Taparelli. Para Kant, el
decir lo contrario de lo que se piensa es ya de por sí una
mentira, y por tanto un mal y una injusticia. Pero mientras los
escolásticos rigurosos aceptaban la restricción mental, Kant
rechazaba esta posible vía para no vernos obligados a revelar
muchos secretos que poseemos y que divulgados en nombre
de la verdad procurarían más males que los mismos bienes de
la veracidad.
— ¿Cómo es eso de la restricción mental?
— Piense usted en la tremenda coyuntura en que se vería un
sacerdote, un médico, un abogado, o cualquiera otra persona
que hubiera recibido un secreto. Si dice lo contrario de lo que
piensa, resulta mintiendo, y si expresa la verdad, perjudica tal
vez de una manera irreparable a aquella persona con quien la
verdad se relaciona. Por eso se descubrió la frase equívoca,
que en sí tiene más de un significado. El que la oye puede
sentirse engañado, no por lo que la frase misma encierra, sino
por su falta de penetración que lo llevó a no entender sino un
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sentido de esa misma frase, siendo así que tenía dos o más. El
engaño es así del que escuchó, no del que habló.
— Pero esto es muy ingenioso.
—Sí, muy ingenioso. Así, si me preguntan como abogado si
un fulano cometió un delito, yo en la teoría rigorista, tendría
que revelar el secreto que el delincuente me confió, para no
decir mentira. O contestar con una frase equívoca, muy difícil
a veces de hallar adecuadamente, o no siempre posible de
pensarla, bien porque no tengamos la suficiente agudeza
mental para ello, o porque carezcamos de tiempo para
elaborarla, dado lo sorpresivo de la pregunta.
— ¿Y entonces qué hay que hacer?
— Fue un gran teólogo francés, el Padre Tanquerey, quien dio
a la veracidad su verdadero alcance cuando expuso que ella es
un deber de justicia, siempre que el prójimo tenga derecho a la
verdad. Y no tenemos derecho a las verdades que otros han
recibido en secreto o con las cuales, de saberlas, se producen
mayores males.
— ¿Pero entonces ya la mentira es otra cosa?
—Sí. Ya la mentira no será siempre decir lo contrario de lo
que se piensa, aún sin intención de engañar, como en Kant. Ni
decir lo contrario de lo que se piensa, con la intención de
engañar como en la escolástica rigurosa. La mentira, según el
teólogo católico que he citado, es "decir lo contrario de lo que
se piensa, con la intención injusta de engañar".
—Y esta nueva posición, ¿qué ventajas tiene sobre las
anteriores?
— Que en ella se destaca muy exactamente cuál es el fin de la
veracidad. La veracidad es aquella virtud por la cual damos a
los demás la verdad a ellos debida aunque no sea sino como
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LA AMISTAD
— ¿No había Ud. hablado ya del amor?
— Sí. Pero el amor es distinto de la amistad. Como vocablos,
tienen un mismo origen, una misma etimología. Pero como
realidades espirituales de interrelación entre los hombres, son
muy distintos.
— ¿En dónde está la diferencia?
— Pues podría decirse, usando un lenguaje ya gastado, que
los dioses, al no poderles dar amor a todos y cada uno de los
hombres, les dio la amistad. Esto quiere decir que la amistad
es una relación que imita al amor y a él se aproxima.
— ¿Es, entonces, un amor menguado?
— No es que la amistad sea un amor menguado, porque en el
reino del alma no se da el más o el menos, porque cada más o
cada menos se tornan en realidades distintas. Esto mismo pasa
en otros campos. A una figura humana de ciertas dimensiones
le decimos "muñeco". Pero si estas dimensiones son mayores,
ya no es un muñeco sino una estatua.
— ¿Entonces?
— Entonces, el amor es distinto de la amistad, aunque en la
amistad haya menos amor. Es más, tal vez, conforme al
mandato evangélico, podamos amar a todos los hombres. Pero
es imposible que de todos seamos amigos.
— Más claridad, por favor.
— Mire Ud. La amistad supone algo no tan íntimo como el
amor, pero sí una ecuación personal con el amigo que se
encamina a sus cualidades, a sus atributos, a sus dones
objetivos. El amor hacia una persona toca en carne viva al yo
de la persona amada. La amistad no penetra tan hondo.
— ¿La amistad no ama?
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LA GRATITUD
ÍNDICE
Págs.
Presentación .................... 5-7
El amor .......................... 9-16
La justicia ........................ 17-26
La solidaridad ..................... 27-34
La fidelidad ..................... 35-44
La veracidad ...................... 45-54
La amistad .......................... 55-64
La gratitud ....................... 65-74