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espectáculos. La lucha de gladiadores
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El anfiteatro
El anfiteatro era una construcción ovalada donde se ofrecían espectáculos de gladiadores, luchas con
fieras, combates navales, etc. Consta de las siguientes partes:
- el subterráneo: lo forman las construcciones que se encuentran bajo la arena y que
sirven para guardar los decorados, las jaulas de las fieras... Está cubierto por un tablado de
madera que lo oculta a la vista del público.
- la arena: espacio donde se desarrolla el espectáculo. A su alrededor hay una reja
metálica para defender al público de los ataques de las fieras.
- la cávea: las gradas, que tienen unos metros de altura con respecto a la arena. Están
divididas en tres sectores, separados por un pasillo o un pretil. Se accede a través de
escaleras que desembocan en unas amplias puertas, uomitoria.
El más famoso de todos es el anfiteatro Flavio (Coliseo), en Roma, donde, en caso necesario, se podía
tender un toldo para proteger al público del sol.
Los principales espectáculos sangrientos eran las luchas de gladiadores (munus gladiatorum\ de
origen itálico. Introducidas por primera vez en Roma en 264 a.C, cobraron tal desarrollo, que llegaron a ser
elemento casi obligatorio en todo programa de festejos. Los gladiadores eran cautivos de guerra, criminales
sentenciados, esclavos e incluso hombres libres que hacían de la lucha una profesión. Vivían en escuelas de
gladiadores, sometidos a dura disciplina y adiestramiento, dirigidos por un entrenador (lanista). El
espectáculo comenzaba con un desfile (pompa) hasta el palco imperial, ante el que saludaban con la fórmula Aue,
Caesar, morituri te salutant!. La lucha podía ser por parejas o por grupos. El vencido solicitaba del público el
indulto levantando el brazo izquierdo con el índice extendido. El público agitaba los pañuelos y gritaba Mitte!
("Déjalo libre"), si se lo concedía. Si hacía señales con el pulgar hacia abajo (pollice uerso\ el caído era rematado
por su rival o por un esclavo. Otros siervos conducían el cadáver al spoliarium, mientras el vencedor agitaba la
palma de la victoria.
Entre ellos destacaban las uenationes, las naumaquias y los condenados.
Las uenationes era un espectáculo matutino que precedía a los gladiadores. Tenía varias modalidades:
exhibición de animales exóticos, luchas entre animales, combates entre hombres y bestias y ejercicios de doma.
Las naumaquias eran combates navales. A tal efecto, se llenaba de agua la arena, o bien se acudía a
algún lago natural o artificial. Los combatientes solían ser gladiadores y criminales condenados.
En el anfiteatro también se llevaban a cabo las ejecuciones de los condenados. Los delincuentes eran
arrojados a las bestias o ajusticiados públicamente en medio de los más rebuscados y espectaculares suplicios.
Más tarde fueron también protagonistas de tan horribles muertes los cristianos.
Exhibición de animales
"En los juegos de gladiadores ofrecidos por Domiciano, los elefantes ejecutaron algunos desmañados
pasos como si danzaran. Lo normal era que tiraran al aire armas que el viento no podía levantar, y que simularan
combates de gladiadores entre ellos mismos... Después, también caminaron sobre cuerdas, e incluso, de cuatro
en cuatro, llevaron en literas a otro que fingía ser una parturienta y fueron a tumbarse entre los divanes en unos
triclinios llenos de gente, con pasos tan medidos que ninguno de los que estaban ahí bebiendo fue tocado
por ellos."
Plinio el Viejo, Historia natural, 8, 2
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EQUITES Túnica, yelmo semiesférico con Lanza, escudo semicircular y espada larga.
ala circular y protecciones en las
piernas
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SAMNIS (samnita) Escudo grande y oblongo Espada corta, casco con visera, manica en el
brazo derecho y pernera u ocrea en la
izquierda.
EDITOR: estos eran los organizadores de los combates. Mediaba con el Lanistae para comprar el evento.
LANISTAE: instructor de los gladiadores, y persona que los compraba en el mercado de esclavos.
MAGISTER: era el encargado de adiestrar a los gladiadores y a arbitrar los espectáculos.
LORARII: eran quienes se encargaban de golpear a aquellos gladiadores que no demostraran valor en la
lucha.
LUSORII: asçi se designan los combates que no eran a muerte y que se usaban a modo de calentamiento.
PANOPLIA: elementos de cada gladiador referentes a su equipamiento.
RUDIS: espada de madera, muy pesada, empleada para el entreno.
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Y es que, como sucede no pocas veces en las películas de Hollywood, la realidad . MARCO VALERIO. 24
histórica se encuentra a notable distancia del espectáculo contemplado en la pantalla. AÑOS. 1,68 METROS. 90
KILOS. Complexión
Para empezar, con su constitución física, Russell Crowe apenas le hubiera durado unos pesada. Su dieta se
instantes a un gladiador como Marco Valerio Hispanico. basa en pan, cereales,
gachas y,
excepcionalmente,
Gigantes. Porque, por increíble que pueda parecer, muchos de los participantes en los frutos secos y carne roja
para conseguir ganar
munera gladiatoria de los tiempos romanos debían adquirir una consistencia física más peso y corpulencia
cercana a la de un luchador japonés de sumo que a la de un atleta al uso. Según las
armas, existían distintos tipos de gladiadores, algunos de ellos obligados a ser
extremadamente flexibles. Pero eran numerosos los que en el combate se limitan a
dejarse azuzar como los elefantes para, en el momento menos esperado, caer sobre su rival y aplastarlo, en
ocasiones incluso literalmente.
Pero, ¿qué hace Marco Valerio, un hombre libre, entre mirmilones, retiarios, tracios o samnitas? Desde que
en el año 264 a.C. se celebró el primer combate de gladiadores en Roma los luchadores habían sido esclavos
como el general Maximus del filme de Ridley Scott , algunos comprados específicamente para ese fin,
delincuentes condenados a la pena de combatir y prisioneros de guerra. Carne de cañón ideal para que
prendiera la revuelta cuando surgía un líder como Espartaco, capaz de capitanear un ejército de más de
100.000 hombres y sembrar el terror en toda Italia en los años 70 del siglo I a.C.
También llegaron a la arena del anfiteatro algunos de los primeros cristianos, aunque su acendrado pacifismo
les llevaba a negarse a combatir con hombres y terminaban obligados a luchar con fieras.
Sólo más adelante empezaron a surgir hombres libres como Valerio que se alquilaban a los lanistas los
apoderados de la época para escapar al hambre o hacer frente a las deudas. Unos pocos llegaron a hacer
fama y un pequeño peculio suficiente para comprar su libertad a base de victorias, pero fueron los menos. En
general, lejos de ser heroico, el de gladiador nunca fue un oficio digno entre los romanos.
Dieta. Marco Valerio, en cualquier caso, nunca ha pasado hambre. Contra lo que puedan pensar muchos, los
romanos comen mal, pero un mirmilón como él ha de ser corpulento y en la escuela de entrenamiento se le
ceba: polenta, pan, cereales, gachas y, de manera más excepcional, aceitunas, frutos secos y carnes rojas
constituyen su dieta.
Pareja a esa dieta, se imponía un riguroso entrenamiento diario para potenciar el físico y en el manejo de las
armas, una rigurosa disciplina y un riguroso catálogo de castigos para los más irreductibles. Las condiciones
de vida en las escuelas o ludi gladiatorii inicialmente privadas, posteriormente propiedad del Estado ante la
necesidad de proporcionar cada vez más luchadores para unos juegos de popularidad creciente eran tan
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duras que los pupilos habían de ser estrechamente vigilados para evitar suicidios.
Pero nada de eso importa ahora, minutos antes del combate. En el carro que le conduce en desfile desde la
escuela al anfiteatro, Marco Valerio, un joven veinteañero, no puede evitar pensar en la muerte. Sabe que,
en teoría, los combates no deben acabar con la vida del derrotado. Tras unos minutos de dura batalla en la
que han podido producirse heridas, el gladiador que se considera vencido puede alzar la mano en señal de
rendición, lo que detiene el combate y coloca al que se ha reconocido derrotado a merced de un público que,
se espera, sabrá reconocer sus méritos como gladiador y pedirá al presidente de los juegos que le perdone la
vida.
Tongos. Ésa es sólo la teoría, no obstante. Marco Valerio Hispanico no ignora que la práctica es muy distinta.
Las razones son diversas. Por un lado están las prácticas viciadas de algunos gladiadores que fingen combatir
pero han pactado que uno se rendirá. De esa manera, salvan la vida a cambio de algunos arañazos, pero el
espectáculo pierde mucho.
También está la gente que se siente desilusionada si a medida que pasan los días de juegos no se producen
muertes en combate. Aburridos, insisten en que los combates acaben con la muerte de alguien y,
naturalmente, los presidentes de los juegos, que suelen ser los que los han costeado para obtener réditos
políticos, ceden ante sus deseos. No han realizado una inversión costosa para que dos fulleros den al traste
con sus propósitos.
Por eso hacer trampas es muy arriesgado. Si el árbitro o el presidente tienen la menor duda de la veracidad
del combate proceden a ordenar el degollamiento del sospechoso sobre la arena, una sentencia que se
ejecuta ipso facto. Poquísimos gladiadores se atreven a reconocerse vencidos y a arriesgarse a ser
degollados. Marco Valerio Hispanico sabe que sale a morir o matar y que, salvo que le asista una enorme
suerte, no sobrevivirá más de media docena de combates. Aunque ya se acabaron las reflexiones. El carro ya
ha llegado al Coliseo. Las trompetas anuncian que va a dar comienzo el paseíllo previo a la lucha. En unos
instantes, vestido de púrpura y oro, se plantará ante el emperador Cómodo y gritará: «¡Ave, César; los que
van a morir te saludan!».
El emperador sabrá qué siente. Hijo de Marco Aurelio, Cómodo participó en más de 1.000 luchas en la arena
con el nombre de Hercules Romanus. No murió en batalla al hierro de ningún general Maximus como fabulan
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los guionistas de Hollywood, sino estrangulado en el cuarto de baño, víctima de una conspiración dirigida por
su concubina.
Pero todo eso vendrá después de que Marco Valerio Hispanico se juegue la vida en la arena del Coliseo. No
sería el primero ni el último en morir. Hasta que en el año 404 Honorio suprimió los combates de gladiadores
millares de desdichados como Valerio se dejaron la vida en los al menos 70 anfiteatros que se sabe que hubo
en el imperio
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