E l hombre y la muerte m uerte; lo cual perm ite al individuo del gnero animal go zar inm ediatam ente de toda

la inm utabilidad de la especie, no teniendo conciencia de s m s que como un ser sin fin. (4) Aadamos que, si bien el individuo es ciego en el seno de la especie, la especie ve, sabe, y por ello dura. La individualidad animal pues, p o r muy feroz y celosa que pueda parecer, no se opone a la especie, sino que la confirma. La especie est en ella. En trm inos hegelianos, se dira que esta individualidad ilustra la universalidad de esta especie, viviendo plenam ente como precisamente, es pcimen, retirndose luego del juego, negndose como p arti cularidad. Constituye el triunfo del momento cuando, plena de vida, se lanza a la naturaleza, y el triunfo del porvenir cuando, ya agotada, se retira para ceder el sitio a las nuevas generaciones. La individualidad animal no tiene sentido en ella misma. Y la ley de la especie que se defiende contra la m uerte no sufre cambio p o r la m uerte de los individuos, antes bien contina inmutable, y precisam ente p ara defen derse contra ella. As, el sector animal de clarividencia con respecto a la m uerte, como su sector de ceguera, poseen el mismo signi ficado de adaptacin de la individualidad a la especie. El ngel y la bestia Por el contrario, como hemos visto, la individualidad hu m ana que se m uestra lcida ante su m uerte, y a la que le afecta traum ticam ente, es la que se esfuerza por negarla elaborando el m ito de la inm ortalidad. Y esta lucidez no consiste en la toma de conciencia de un saber especfico, sino un saber totalm ente individual: una apropiacin de la conciencia. La conciencia de la m uerte no es algo innato sino el producto de una conciencia que aprehende la reali dad. No es por medio de la experiencia, como deca Voltaire, como el hom bre llega a saber que ha de morir. La m uerte hum ana es una adquisicin del individuo.
(4) Schopcnhaucr, Le m onde conune volontc ct representation, t. II I , pgi na 278. P.U.F.

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