Jacqueline y Amadeo
PERSIGUIENDO LA ESPERANZA
Su vida pasada desapareció entre las llamas. Ahora, guiada por un espíritu tenaz y
la devoción de su padre, Jacqui lucha cada día por su recuperación.
Hist oria: Da
Historia: vid Haf
David etz
Hafetz F ot ogr
otogr afía: Rodolf
ografía: Rodolfoo G onzález
González
c AUSTIN AMERICAN STATESMAN
Jacqueline and Amadeo
CHASING HOPE
Los niños siempre miran. Siempre se voltean a Su cuello está abolsado, los labios delgados y
mirar. arrugados. Sus mejillas están manchadas, ásperas en
Algunos gritan. Otros les preguntan a sus madres algunos lugares y suaves en otros.
qué fue lo que le pasó. Algunos la siguen. Otros se En el lugar donde debiese estar su oreja derecha,
esconden. tiene una delgada media luna de cartílago alrededor de
En una ocasión en un supermercado un niño se un pequeño agujero negro. En el lado izquierdo, sólo
le acercó y le dijo: “monstruo.” tiene el agujero.
Es peor aún cuando los niños lloran. Las aperturas de su nariz consisten de dos
“Por dentro me siento una persona normal”, dice círculos planos. Una capa de piel esconde su ojo
Jacqueline Saburido. izquierdo. Por más de dos años el ojo izquierdo, casi
Hay días que se queda en casa, recostada en ciego, destapado y sin párpado, estuvo cubierto por una
cama, recordando el pasado. Sus últimas horas en Austin. gafa de plástico transparente. Un velo de cicatrices le
Nadar en las islas con amigos y familia. Bailar flamenco. impide la vista del ojo derecho.
Manejar rápidamente por las caóticas calles de Caracas, Su piel quemada ya no puede sudar ni protegerla
Venezuela. Contemplar las estrellas desde el barco de su del frío o del calor. La piel la siente caliente y apretada,
padre. como si estuviera cubierta por algo.
Por un momento, medita sobre su vida pasada Las incontables cicatrices que cubren su cuerpo
— la vida que se esfumó en las llamas. se detienen a la altura de las rodillas antes de alcanzar los
Sería fácil desaparecer ahora, a los 23 años. pies — pies que el fuego no tocó. Ha aprendido a usar
Las preguntas la acosan. sus pies como si fuesen manos. Sus dedos son los que
¿Seré alguna vez independiente? sienten la cobija suave y el agua de la regadera.
¿Seré alguna vez normal? Los dedos de sus manos los han amputado. Lo
¿Por qué me tuvo que pasar esto a mí? que queda de los dedos de su mano derecha están
Cada día tiene la opción de quedarse en cama, o fundidos los unos con los otros, haciendo la mano
de seguir luchando por vivir mejor. “Tú escoges” dice parecer un mitón.
ella. El daño causado a nervios ha dejado partes de su
Y cada día Amadeo, su padre, está allí, cuerpo sin sensación. Jacqui logra reconocer algunas
calmándola, empujándola, alentándola. texturas con la palma de su mano derecha. En la mano
“Él es un ángel conmigo”, dice ella. izquierda sólo siente pinchazos, que según ella, se sienten
Juntos se enfrentan a las preguntas y a las “como miles de agujas.” Las manos le duelen todos los
miradas. días, pero no toma calmantes.
Ella entiende por qué la gente mira. Le gusta tocar y sujetar con sus palmas las manos
Todos tienen curiosidad. Ella también siente de las personas que está por conocer. Con la ayuda de
curiosidad, y quiere verse a sí misma. amigos, sigue adelante.
Después de un año, se acerca al espejo y mira su “Abrázame fuerte,” piensa Jacqui. “No me voy a
reflejo. romper.”
En Venezuela, donde Jacqui creció, sus amigos
recuerdan una belleza delgada, de 5 pies y 4 pulgadas de
LA CARA DE JACQUI estatura, de cabello liso color café y con los ojos negros.
Jacqui era la hija única que se rehusaba a aceptar el “no”
como respuesta.
A la distancia, Jacqui parece ser una persona
Al hablar, sus amigos reconocen a Jacqui. Su voz
vieja. Pero de cerca, no se sabe qué edad tiene.
es la misma.
Jacqueline Saburido no tiene orejas ni nariz, su visión es limitada, posee cabos en lugar de dedos y el dolor es
constante. Sin embargo ella sobrevivió el incendio del choque en 1999 que mató a dos de sus amigas en el camino
RM 2222 en Austin. Ella ha progresado mucho desde el verano pasado cuando todavía luchaba para realizar tareas
tan básicas como el limpiarse la cara. En su casa cuelga un crucifijo tallado por una tía, él es uno de los muchos
símbolos de fe que conserva cerca.
Antes que su madre se de cuenta y se los lleve, los niños siguen cada movimiento de Jacqui, mientras se dirige a la
oficina de su sicólogo en Galveston. Es algo que ocurre a menudo y que Jacqui comprende. Allá, en Venezuela, ella
también acostumbraba a mirar. Si veía alguien sin un brazo, ella miraba, aún sabiendo que ello incomodaría a la
persona. “Soy muy curiosa”, dice.
La madre de Jacqui, Rosalía, vino a visitarla por un mes a Galveston en junio de 2001. Jacqui,
quien bromea diciendo que ahora es más como niña que nunca antes, ha tenido a veces
relaciones difíciles con su madre. Después de la separación de sus padres, Jacqui a los 17
años, se fue a vivir con su padre haciéndose cargo de su penthouse en Caracas.
El 19 de Septiembre de 1999, Jacqui acosó a su amiga Johanna para asistir con ella a una
celebración de cumpleaños en el Lago Travis. La fiesta parecía ser como una de aquellas en su
país, con Jacqui, la segunda desde la izquierda, y sus amigos. Desde la izquierda, Luis Crespo;
Julio Daal; Johanna Gil; Luis Cardozo; Laura Guerrero; y John Daal, al frente - bailando salsa y
merengue. Unas horas más tarde un choque de autos dejaría muertos a Laura y otra
celebrante, Natalia Chpytchak Bennett, y heridos a Jacqui, Johanna y Johan.
La piel en la cabeza de Jacqui está muy estirada sobre la superficie del cráneo y se raja fácil-
mente. Esto hace que se requieran vendas y tratamientos frecuentes. Ella se siente como si
estuviese empezando a crecer de nuevo, pero dice que ahora no sabe si llegará a la madurez.
“En realidad”, he vuelto a nacer nuevamente, y es como si hubiese muerto. He vivido todas las
etapas de un bebé”, dice ella.
A medida que se recobraba, los médicos querían que Jacqui extendiera su codo y sus manos
cinco veces diariamente. Cuando Jacqui se cansaba, su padre le reclamaba por qué ella no
hacía los ejercicios.“Es porque duele”, Jacqui contestaba. Pero Amadeo continuaba ayudán-
dola con sus ejercicios. Padre e hija saben que aumentar la flexibilidad y la movilidad es
crucial para que Jacqui pueda ser más independiente.
El verano de 2001: Con un poco de ayuda de una tablilla de Velcro en su mano, Jacqui es capaz
de servirse Fetuccini Alfredo por si misma. Cada vez que logra hacer algo nuevo, su padre la
aplaude.“Mira, estás comiendo por ti misma”, exclamó Amadeo un día que le limpiaba la
mayonesa alrededor de la boca.“Sí, pero tienes que limpiarme la cara como si fuera niña una
pequeñita”, se quejó.
Mes tras doloroso mes, Jacqui se empeña en volverse más independiente. Inicialmente, una
de las cosas que Jacqui podía realizar sin ayuda era el limpiarse la cara con una toallita de
limpieza. Ella espera recobrar más de su visión. Antes de la operación de este año que le
cubrió el ojo con un trozo de piel, ella solo veía sombras; su ojo derecho es capaz de distinguir
mayor detalle.
Mientras espera ver al cirujano plástico, el Dr. Luis Scheker en el Jewish Hospital
en Louisville, Kentucky, Jacqui examina una foto de su ojo izquierdo, cubierta de
notas escritas por su especialista en ojos. Su prioridad: encontrar la forma de crear
un nuevo párpado para ‘el. Una vez que obtenga esto, podrá comenzar el trabajo
de recobrar algo de su visión.
A Jacqui le encanta divertirse y ha hecho varias amistades a lo largo del camino. Un amigo de
la unidad de quemados en Galveston, Félix Rodríguez, recuerda haber pensado que Jacqui
estaba loca por bailar durante su terapia. Pero ella lo inspiró a continuar adelante cuando él
pensó en darse por vencido. Mientras se despiden después de una sesión terapéutica en
Galveston, Jacqui bromea con Felix por haber engordado y admira la dexteridad de manos
que ha desarrollado.“Tiene una fortaleza increíble”, dice Félix.“Ella no se permite rendirse”.
El teléfono es la línea de vida de Jacqui con su familia y amigos en Venezuela. Algunas cosas
no cambian: cuando crecía a ella siempre le gustaba hablar por teléfono. Su amiga íntima,
Sharon Rengel dice que ahora, ella siente que Jacqui está al otro lado del teléfono…
esperando que suene”.
Mientras crecía en Venezuela a ella le gustaba El viaje a Caracas en Diciembre de 2000 fue de a-
el vestirse en jeans y usar maquillaje liviano, legría y dolor. El entusiasmo de estar en su país y
es un país que genera una vasta cantidad de de volver a ver su gente fue moderado por la pre-
reinas de belleza. Ella nunca se arreglaba ocupación de lo que pensarían sus amigos y de la
exageradamente “pero siempre se veía per- realidad constante de que ella no podría hacer
fecta”, recuerda su ex novio. Jacqui, quien to- muchas cosas que sus amigos sí podían hacer. En
davía es meticulosa acerca de sus ropas, ho- la noche del año nuevo, Jacqui estuvo rodeada de
jea en Louisville en Agosto de 2001, la edi- amigos, incluyendo Marvin Arévalo, izquierda; el
ción de la revista People que trae los mejor y novio de Marvin, Adolfo Portilla, de pié; María
peor vestidos. Fue la primera revista que leyó Eugenia; y Sharon Rengel.
por sí misma, empleando un aparato magni-
ficador sobre su ojo derecho.
Durante su estadía en Austin para el juicio de Reggie Setephey en Junio de 2001, Jacqui se
despide de Jo Allison Bennett de la División de Testigos de las Víctimas del Condado del
Procurador del Distrito de Travis. Antes de volver a Galveston, Jacqui le mostró a sus padres su
antiguo dormitorio y la universidad. Ellos también visitaron el Hospital Brackenridge, donde
Jacqui fue tratada antes de ser transportada por aire a Galveston.
Jacqui ya no usa el traje completo de presión de cuerpo que por tanto tiempo compartió su
closet con su ropa — toda muy ordenadas. Ahora, solo necesita usar bajo sus prendas la
parte inferior del traje de presión.
La hora de partida de Galveston fué las 6:30 a.m. Jacqui se le queja a Amadeo: “no me tomas-
tes una foto en mi departamento, mi departamentito. “Le dice que el acoplado le parece muy
pesado. Él le responde: “Puedes bajarte a alivianarlo”. Luego de dos días de camino y casi 1.000
millas, Jacqui, Amadeo y su ama de casa, Angélica, arribarán a Louisville, Ky., a comenzar la
próxima etapa de sus vidas.
Después de un largo día en el hospital para la cirugía de la mano de Jacqui, Amadeo, bro-
meando se mete a la cama de hospital para un descanso.“¿Tito, quién es el paciente acá?”
pregunta ella. Amadeo se preocupa todo el tiempo por Jacqui. Si fuese independiente, dice él,
podría relajarse aunque fuera un poquito. Él teme morirse mientras ella aún lo necesite.
Para ayudar a Jacqui a desplazarse en sus nuevos alrededores, ella y Amadeo cuentan los
peldaños en su nuevo complejo de apartamentos: 17. Lo hacen juntos. Aún cuando algunas
veces la esperanza pareciera desaparecer en medio de la oprimente rutina diaria, Amadeo y
Jacqui aún tienen la esperanza que Jacqui se recobrará y será capaz de cuidarse completa-
mente por sí misma.
Ahora en la Universidad de Louisville, Jacqui escucha una canción de Ella Fitzgerald y escribe
su letra como parte de un ejercicio en su clase intensiva de “Inglés Como Segundo Idioma.” El
martes ella trabaja en una copia ampliada del texto mientras la instructora Leila Wells escribe
notas en el pizarrón. Finalmente, Jacqui no necesita tener a Amadeo con ella en cada mo-
mento, lo cuál le ha permitido a él realizar un corto viaje.