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(…) Abrió el paraguas por fin y se quedó un momento suspenso y pensando: «y ahora,

¿hacia dónde voy?, ¿tiro a la derecha o a la izquierda?» Porque Augusto no era un


caminante, sino un paseante de la vida. «Esperaré a que pase un perro ––se dijo–– y
tomaré la dirección inicial que él tome.»

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue,
como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. (…)

(…)Y siguieron los dos, Augusto y Eugenia, en direcciones contrarias, cortando con sus
almas la enmarañada telaraña espiritual de la calle. Porque la calle forma un tejido en que
se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio,
viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela
misteriosa que envuelve las almas de los que pasan. (…)

NIEBLA – MIGUEL DE UNAMUNO

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera


tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros,
que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué
hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se
queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos
apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae,
todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y
se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya
es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf,
deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el


marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus
piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada
del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós
gotas. Adiós.

Historias de Cronopios y de Famas / Aplastamiento de las gotas


– JULIO CORTAZAR

Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescuezo un


collar de bananas, y fumaban cigarros paraguayos. Los sapos se
habían pegado escamas de pescado en todo el cuerpo, y caminaban
meneándose, como si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por
la orilla del río, los pescados les gritaban haciéndoles burla. (…)Sólo los
flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y tienen ahora como
antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban tristes,
porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo
adornarse.

CUENTOS DE LA SELVA/LAS MEDIAS DE LOS FLAMENCOS – HORACIO


QUIROGA

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante

Fragmento LLUVIA – FEDERICO GARCIA LORCA

Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con las mínimas
distracciones. Dahlmann había conseguido, esa tarde, un ejemplar descabalado
de Las 1001 Noches de Weil, ávido de examinar ese hallazgo, no esperó que
bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó
la frente, ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió la
puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de
sangre. EL SUR – JORGE LUIS BORGES

Para mi corazón basta tu pecho,


para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
20 POEMAS DE AMOR Y UNA CANCION DESESPERADA –

PABLO NERUDA
La iglesia de San Bernardo yergue su torre única en la noche: cerrada está la
verja, desierto el atrio y sin más vida que la de sus palmeras desmelenadas al
viento. Adán Buenosayres se ha detenido allí, con el resuello agitado y el
corazón batiente. Prendido a la reja, mira en torno suyo y escucha: nadie y
nada: se han callado las voces y desvanecido las imágenes. Entonces la espesa
nube de sus terrores, angustias y remordimientos estalla en un sollozo que lo
sacude y ahoga, como la náusea de la curtiembre. Luego, sin abandonar la
reja, levanta sus ojos hasta el Cristo de la Mano Rota; y permanece así,
mirándolo y llorando suavemente-ADAN BUENOSAYRES – LEOPOLDO
MARECHAL

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