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Admirado y querido

Maestro de Galilea:
“Tú fuiste docente itinerante, catequista de
tu pueblo. Yo, docente, quiero asomarme
al espejo de tu vida de maestro. Necesito
reafirmar mi vocación de educador,
reencontrarme con ella en lo más hondo,
renovar mi EROS pedagógico que tengo
adormecido y seguir creyendo que la
educación, hoy, aquí y ahora es posible y
es obra evangelizadora”.
“Tú, no esperaste que los discípulos vinieran al
maestro. Bajaste al lago, entraste a las aldeas;
convocaste a pescadores, banqueros, buenos
israelitas y a paganos e hiciste de tu comunidad
una escuela pluralista”.
“Estuviste genial cuando
enviaste a tus discípulos a
hacer las prácticas
docentes de dos en dos, de
pueblo en pueblo, con
objetivos, contenidos y
métodos estudiados y
probados: vayan,
prediquen, sanen…Y
volvieron sudorosos, con
algún fracaso en sus
mochilas, pero gozosos por
haber estrenado su misión
de docentes y por haberse
encontrado con su pueblo”.
“Jesús, te felicito porque eres doctor en metodología. En
la samaritana me enseñas como acercarme al que se
siente seguro, y lo tiene todo claro. En la mujer adúltera,
eres el maestro que perdona y olvida. En el buen
samaritano desenmascaras la hipocresía religiosa y nos
propones una ecuación desde la coherencia; a los sumos
sacerdotes les dijiste la verdad a costa de tu sangre”.
“Cómo me seduce tu
pedagogía de la proximidad:
Pedro a quien invitas a pasear
por la orilla del lago para
restituirle la confianza y
obsequiarle el perdón. Tomás,
que necesita reafirmar su fe
con una prueba de anatomía:
Pon tu dedo en mi llaga.
Judas, a quien anhelas ganar
con el privilegio de tu
confianza y con el pan de tu
amistad”.
“…El sembrador salió a sembrar…
Otros cayeron en terreno pedregoso,
con muy poca tierra, y brotaron en
seguida, pues no había profundidad.
Pero apenas salió el sol los quemó y,
por falta de raíces, se secaron.
Otros granos cayeron en buena tierra y
produjeron cosecha, unos el ciento,
otros el sesenta y otros el treinta por
uno. Mateo 13:1-8”

“Cómo aprendo de tu realismo didáctico: la


parábola del sembrador, la vid y los sarmientos;
el hijo pródigo, los talentos, y otras más”.
“Lo que más admiro en ti Maestro de
Galilea, es la pedagogía del saber
estar presente y el retirarse a tiempo
para dejarles crecer, tomar iniciativa,
pelearse por los primeros puestos …
y luego volver junto a ellos para
afianzar tu enseñanza y confirmar su
vocación”.
“Emaús es todo un
paradigma educativo:
sales al encuentro de tus
dos muchachos; haces
camino junto a ellos;
repasas la lección: ¿No
sabían que esto debía
suceder?...Aceptas
compartir su mesa, y Tú
les regalas el alimento.
¡Qué maestro!”
“Nunca les dejaste
huérfanos porque
además de llevar sus
nombres grabados en
tu corazón, les
enviaste el Espíritu
Santo que les confirmó
en su vocación de
docentes y de
apóstoles”.
“Maestro bueno, cuánto se aprende
en la escuela de tu evangelio. Es
pedagogía viva, mensaje nuevo,
formación permanente”.
“Maestro Jesús, pretendo ser humilde aprendiz de
educador. Disipa mis temores, confirma y aviva mi
vocación docente. Que sienta la educación como
campo fértil de la misión que Tú nos confiaste. Que
vea en cada niño, en cada joven, tu rostro Señor.
Que sepa transmitir a mis alumnos esperanza,
alegría y convicción.
Que los diferentes, los
excluidos tengan un
lugar en mi corazón
aunque me hagan sentir
la educación, más como
espina, que como rosa”.
Maestro de Galilea, te digo hasta luego, hasta
cada momento, porque eres el amigo fiel de cada
instante. Te pido por mí y por todos mis
compañeros, especialmente, en estos momentos.
Danos manos sembradoras, pies misioneros y
corazones solidarios para que nuestra misión sea
algo parecida a la Tuya. Así sea.

Eugenio Magdaleno, Hermano Marista.


Buenos Aires, Argentina
Febrero 2007

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