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Carta, fechada en 1662, de la superiora de las Carmelitas de Blois a una dama de Pars sobre la situacin de hambruna existente.

Sabemos ciertamente que la miseria actual ha producido un nmero tan grande de pobres que se cuentan 3.000 en la ciudad y sus alrededores. Todas las calles resuenan con sus gritos lamentables; sus lamentaciones llegan a nuestros muros y sus sufrimientos a nuestras almas llenas de piedad. El trigo se vende aqu a 200 escudos el tonel, y todos los das se encarece. Los pobres del campo parecen esqueletos desenterrados, el pasto de los lobos es hoy el alimento de los cristianos, porque cuando poseen caballos, asnos y cualquier otro tipo de animales muertos o ahogados se alimentan de esta carne corrompida que les hace ms morir que vivir. Los pobres de la ciudad comen como los cerdos un poco de sus desperdicios en agua pura, y se consideran felices de tener su sustento. Recogen en los arroyos y en el fango pedazos de coles a medio pudrir y para hacerlos cocer con sal piden con insistencia el agua del bacalao salado que se tira, pero se les niega. Cantidad de familias honestas tienen hambre, pero sienten vergenza en decirlo. Considerad, os ruego, los tristes efectos de una pobreza que se puede decir general. Un hombre, despus de estar varios das sin comer, encontr un caritativo labrador que le hizo cenar; pero como tena el estomago demasiado dbil y las entraas retorcidas, se muri de repente. Otro hombre se dio ayer un navajazo, desesperado de morirse de hambre. Se ha encontrado una mujer muerta con su hijo en el regazo, todava mamando despus de su muerte, y que muri tambin tres horas despus. Un hombre miserable a quin tres de sus hijos le pedan pan con lgrimas en los ojos, los mat a los tres y se mat el mismo, fue juzgado y arrastrado al patbulo. Otro, a quin su mujer haba cogido un poco de pan que reservaba para s, le dio seis golpes de hacha, la mat a sus pies y huy. De verdad, no hay ningn da en que no se encuentren pobres muertos de hambre en sus casas, en las calles o en los campos. En fin, la miseria y la escasez se vuelven tan universales, que se asegura que en los lugares vecinos la mitad de los campesinos se ve reducida a pastar hierba y que hay pocos caminos que no estn bordeados de cuerpos muertos.

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