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¿Sabes que es Caracolía?

Es mi tropa de caracoles llenos de melancolía.

Caracolía I

Mi tropa, mis catorce caracoles formados en dos líneas, arrastraban el patín


izquierdo de aquella niña, la dueña de la jardinera, la que se reía y
alegraba mi alma, aquella niña había olvidado su patín izquierdo en el
parque, eso fue en la tarde de un domingo. Del cielo, la lluvia descendió con
fuerza, pero mi tropa fue aun más fuerte… dos hilos de plata quedaban
como huella de su travesía (ellos necesitaban agua, mucha agua, eso les
permitía moverse y al hacerlo dejaban una huella de plata, ellos decían que
un día los hombres entenderían que el agua seria más valiosa que la plata),
Fue una gran travesía; atravesamos ríos que parecían rezagos de
aguaceros, bosques que parecían prados y montañas que parecían
escaleras para llegar a la puerta de aquella casa. ¡¡¡Capitán!!! Exclamó el
cabo de mi tropa, ¡permiso para descansar! mi capitán, la tropa está muy
cansada, pedimos que por favor complete la misión. Me encontraba
petrificado, lleno de miedo, unos minutos largos caminaron en mi frente, así
que decidí tocar el timbre. Al momento, ella, sin mirar mis caracoles y con
arrogancia, dijo: Siiiii… No pude articular palabra, ella miró mis manos, no
mis ojos y al ver aquel patín exclamó: “mi mamá ya me compró otros
patines, gracias” cerrando la puerta, con su jardinera, riéndose y cerrando
mi Alegría. ¡¡¡Capitán!!! Exclamó el cabo de mi tropa, ¡permiso para llorar,
mi capitán!, ese día, fue el día de la primer melancolía, nuestros cabellos
estaban empapados y se confundieron las lágrimas de plata de mis
caracoles y las mías, con las gotas de la lluvia de aquel día gris…

Caracolía II

Mi tropa, mis catorce caracoles formados en dos líneas, arrastraron la velita


y una caja de fósforos, cuando llegamos por fin ante aquella ventana,
encendí aquella velita, la ubiqué justo en el centro de su ventanal, mi tropa,
previamente camuflada esperó en silencio. Cuando a la noche se le indagó,
sobre su testimonio, ella respondió: “En aquella noche, un niño, una vela
encendió y tras su hazaña cometida, emprendió presuroso su partida y tras
un árbol su humanidad escondió, Una niña, al abrir la ventana de un soplo
apagó aquella velita, al mismo tiempo que se oscureció el altar lumínico de
un infante, que con voz doliente exclamó:¡Oh Dios mío! sí con el soplo de
una niña se apagase las llamas de un amor, en aquella ventana no hubiese
dejado una velita si no mi corazón”, ese fue el día de mi Caracolía segunda,
aunque los caracoles solo estaban tristes.

Caracolía III

Dejé mi tropa descansando en la caja de cartón, con hojas de lechuga, ellos


me enseñaron a cultivar, pues decían que algunas lechugas estaban
contaminadas con un polvo que los hombres aplicaban para matarles y que
le llamaban VENENO. La Maestra, era la madre de aquella niña, en aquella
melancolía, nos entregó los exámenes finales de matemáticas, ¡No pierdan
el Tiempo! nos repitió tres veces, 10 ejercicios, 10 problemas, 10 dolores de
cabeza, medité, sin lamentarme empecé, ejercicio 1: Un caracol sube un
escalón en 8 minutos ¿cuántos minutos tardará en subir 30 escalones?
depende, respondí en silencio, depende de los caracoles, los míos son lentos
a la primera, pero luego lo hacen mucho mas rápido, para ello el piso debe
estar mojado, pero ella no entendería… bien seria multiplicar 8X30=240
minutos y Ah... si eran 240 escalones del pueblo aquel, que los estudiantes
teníamos que recorrer, era el desafío gigante que atrever pudiese una pulga
o pigmeo, el bochorno de aquel pueblo se escondía bajo la copa de los
árboles, pocas aves a cantar se atrevían y nosotros estudiantes de la vida
sin almorzar, emprendíamos el viaje rumbo al rancho de la abuela, (eso fue
antes que mi padre nos llevara para la gran ciudad). Los primeros escalones
eran los más difíciles, lo aprendí de los caracoles, en el escalón 50, había
una piedra grande, el descanso, nuevo aire nos daba, se observaban los
balcones y los tejados oxidados de las casas blancas, en el escalón 150
veía el almacén Santafé donde algunas veces unos helados nos dieron vida
extra, en el escalón 200, el aliento nos faltaba, se veía el campanario y los
montes lejanos de la provincia, recordaban las frases de la abuela, “el
tiempo perdido los santos los lloran” en esos momentos los últimos
escalones eran los de la gloria, 237, solo los victoriosos, 238 solo los
invencibles, 239 y 240, yo era el campeón, fue allí cuando la maestra
pronuncio: bueno entreguen sus exámenes, se les acabo el tiempo.

Caracolía IV

1,2,3,4,5,,,,91,92,93 y 94, sí, hay 94 pasos y 188 metros de hilo de plata


de caracol entre la puerta de mi Casa y la tuya, doy un suspiro profundo y
sí, en verdad que sí, que están tan cercanas la puertas de nuestras casas,
pero están tan lejanas las puertas de nuestras almas.
Caracolía V

Aprendí que las arañas grises atrapan los sueños de los hombres cuando
duermen, por ello están en las esquinas, cuando los sueños eran sin fuerza
y sin fe, se convertían en polillas, cuando los sueños dependían de la suerte
estos eran mariposas grises con números en sus alas, las abuelas
aconsejaban buscar estos números para jugarlos en la lotería, pero los
buenos sueños se convertían en mariposas de colores que debían
alimentarse del néctar de las flores, para que fueran siempre dulces. Los
caracoles, aprendieron a sanar sus heridas con la ayuda del tiempo, ellos
llevaban sus casas porque eran peregrinos en la tierra al igual que los
humanos, aunque estos ignorasen estas dos cosas, por eso ni sanaban las
heridas de sus almas, ni sanaban las heridas, de su propia casa.

Caracolía VI

Animado por mi tropa, en un papel pude expresar, lo que el alma por


tiempos y caracolías supo guardar, para mi infortunio, la maestra de clases,
madre de aquella por quien latía mi alma, buscó en la mano de su niña,
unas letras que pudo leer “hoy quiero volver a hacer el amor contigo, en
el recreo” ¡Dejeneraooooo! Gritó la maestra, frente a todos los padres,
sentado en una banca, me preguntaban ¿Qué significa esto? Y mi voz
temblorosa, solo y sin mis caracoles, pude tan solo decir “es... que... hacer
el amor con ella, es cuando comemos un helado y caminamos cogidos de la
mano en el recreo”.

Caracolía VII

En mi caracolía séptima y final, animado por mi tropa, pude preguntarle a


ella, directamente ¿Que sientes por mí? ¡Siento un sueño!, respondió y se
retiro sonriendo y saltando con su jardinera, se retiró la niña del patín
izquierdo, la dueña del altar, de las velas, de mi abstracción parcial, de la
distancia, la dueña del desamor, por ello mi tropa acostumbrada a las
melancolías, a las derrotas, a dejar huellas con hilos de plata, vieron una
sonrisa y de mis labios broto una exclamación…

Duerme, mi niña, mientras sigo soñando despierto…

¿Sabes que es Caracolía?


Es mi tropa de caracoles llenos de Alegría.

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