1870 en
Guayaquil
Una larga hilera de elegantes villas en medio de espesos
bosquecillos y humildes chozas de caña techadas de bijao advierte
al viajero la cercanía del puerto. El golfo, enorme cavidad
geográfica. Muchas canoas y balsas transportan los productos de
las haciendas del país para consumo de la población y la gente es
tropical de bronceado torso.
El sol pega fuerte desde las 11 a.m. hasta las 5 p.m. y como no
había ventanas y entre las moradas existían espacios vacíos o
canalones por donde rugía el viento en las noches, se gozaba en los
interiores de un reconfortante fresco. El clima era templado en
verano pero en la estación de lluvias, que a veces comenzaba en
diciembre y decaía en mayo, la gente adinerada huía a Puná o
viajaba a sus haciendas, no tanto por el calor, sino por los
mosquitos y otras alimañas que llegaban y atormentaban.
El cacao constituía el primer renglón de exportación. La cosecha la
realizaban los hombres desgajando las matas con machete. I eran
los niños los encargados de "pepitear" para que las mujeres
desgranaran las mazorcas y las secaran en los tendales.
Las mujeres salían a las 6 a.m. a misa, para iniciar el día orando a
Dios, viendo gente y ejercitando los músculos con la caminata. Por
las tardes, a las cuatro, se tocaba a oración o "Angelus" y era de ley
el rezo del Rosario en toda casa.