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Por ms que lo nieguen por absurdo, yo s que las aves de mi patria conocen las fronteras del aire y que,

llegadas hasta ellas, se vuelven. Retornan a la tibieza de las nubes conocidas, a las manchas terrosas, a los cobrizos espejos de las lagunas que, desde lo alto, les son familiares. Yo s que no son celestes ni blancas las aves, pero que lo parezcan, me basta.

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