I
Pasión, caída y reivindicación del concepto chicha
Pero el término chicha, si bien pudo nacer en los sectores populares que los
caracterizó, muy pronto fue abordada y resemantizada por los agentes
culturales hegemónicos. El término chicha fue adquiriendo un tono denigratorio
e incluso hasta racista. “Chicha” se asociaba con el mal gusto, la huachafería,
lo chirriante, lo grotesco. Pero sobretodo “chicha” era el término con que los
sectores criollos postcoloniales utilizaban para reírse del protagonismo de este
sector emergente refocilándose en su supuesta torpeza estética. La
resemantización del término “chicha” y su posterior difusión por lo circuitos
culturales ha hecho que esta palabra, que bien pudiera ser un sonoro emblema
de los nuevos procesos culturales del Perú, mantenga una carga negativa que
la hace inabordable no solo para buena cantidad de intelectuales y artistas,
sino por muchos de los protagonistas que creen que el uso de la palabra
“chicha” ya, de por sí, caricaturiza y deforma un producto cultural.
II
Para entender mejor la cultura chicha
Como de noche todos los gatos son pardos, quizá para muchos científicos
sociales limeños, el proceso chicha fuera visto como un movimiento orgánico,
continuo y homogéneo; cuando quizá lo que ha sucedido es un desarrollo
diferenciado y paralelo, desigual y salpicado, que se mueve a sacudones y
embrollos, y cuyos sitios de partida y llegada son diversos y desordenados.
Todas estas preguntas las digo para hacer énfasis en la tremenda diversidad
del sujeto chicha en la cultura peruana y no encasillarla en estereotipos
televisivos o, peor aún, desbarrancar el término hacia sus connotaciones
peyorativas descritas ya líneas arriba. Ahora bien, tampoco quisiera caer en
una malagua conceptual inmanejable e inútil. Ergo, propondría una lista de
señales de identidad básica del sujeto chicha:
III
La lectura desde la cultura chicha
¿Se lee en el entorno chicha? ¿Cómo está la situación de los lectores en los
sectores populares urbanos?
¿Qué peso tiene el libro en los sujetos chicha? Si bien estamos alcanzando
tasas de escolaridad próximas al cien por ciento, estamos en el último puesto
en comprensión de lectura en todo el continente. El libro es un agente externo,
lejano, caro, impuesto, un auténtico extraterrestre en un planeta gobernado por
la escasez, la extrema pobreza y la violencia primaria. Es difícil hablar de
fomento a la lectura y expansión del libro en un entorno de ruina de la
infraestructura educativa, telebasura galopante, pandillaje cotidiano y anomia
social. Pero las condiciones materiales de extrema pobreza y alta precariedad
educativa no son las únicas razones para hablar del poco peso de la ciudad
letrada en los riscos y arenales de la ciudad real. Hay más.
Pero aún más. En el Perú, todavía hoy, tenemos una característica que ha
impulsado buena parte de nuestra cultura: La oralidad. Fue el principal soporte
comunicativo de las civilizaciones precolombinas, oralmente depositamos y
transmitimos todo el conocimiento andino, la oralidad fue también recordatorio
de sufrimientos y celebración excepcional, lo oral en se hizo canto, se
convirtieron en décimas de pie quebrada, en ampulosos discursos políticos,
Ricardo Palma la embalsó magistralmente en esa fuente que son las
Tradiciones Peruanas, se convirtió en replana popular, en consignas repetidas
en cárceles, en refranero transgeneracional, en el único canal informativo fiable
dentro de un país cuyos gobiernos siempre contaban mentiras.
La cultura chicha es una cultura oral por excelencia, todos los espacios
cotidianos donde se mueve (la combi, la radio, el vecindario, el lugar de trabajo,
las pollerías, el mercado barrial, los canchones reconvertidos en auditorios
musicales) son intensamente orales. La palabra escrita parece estar
circunscrita a los carteles que anuncian los conciertos, los titulares de los
periódicos sensacionalistas y determinados documentos de instituciones
municipales de obligatoria lectura.
IV
Chicha y literatura. Por un maridaje necesario.
El hecho que el personaje chicha haya sido tan poco tratado en la literatura
actual no debe solamente al elitismo intrínseco y falsamente cosmopolita de los
llamados escritores criollos. Hay que reconocer que el sujeto chicha no ha
llamado la atención del resto de los escritores peruanos, incluyendo a muchos
que se consideran “artistas del pueblo”. Sin embargo, aún dentro de quienes
escriben historias ambientadas en pueblos jóvenes, el carácter chicha brilla por
su ausencia.
Ahora bien, uno sí puede encontrar literatura chicha: En los cancioneros de las
cumbias, en el estilo de muchas columnas de los periódicos informales, en las
parrafadas de las radios AM de los conos y, me atrevo a decir, en los guiones
de programas y series de televisión producidas por algunos canales. Discursos
que, casi siempre, evidencia un estilo ampuloso de decir conceptos manidos,
un refocilamiento en la sordidez, una conducta ovejuna frente al verdadero
poder (fuerzas armadas, grandes empresario, Iglesia), un sensacionalismo
congénito, una fervorosa redundancia en el uso de la jerga y poco interés en el
manejo adecuado (y no digamos creativo) de la palabra. Pareciera ser solo
miseria de la literatura.
¿Hay alguna manera de salvar esta grieta? Quizá compitiendo en los espacios
de consumo cultural del sujeto chicha. Los kioscos, las ondas, las lozas
deportivas donde el sujeto chicha prodigue su ocio. Pero también aprendiendo
de esa cultura y no desdeñarla per se. ¿Y qué tiene la cultura chicha?: Las
combinaciones atrevidas, los nuevos espacios de ocio, las lógicas de su
estética, sus motivaciones simbólicas, etc. Son expresiones culturales que no
tienen que sernos ajenas.
Prefiero ver el vaso medio lleno a medio vacío. Veamos, pues, en la cultura
chicha un ejemplo más de la creatividad popular, de su vitalidad simbólica, de
su persistencia en aceptar nuevos productos culturales sin perder los propios,
su negativa en copiar directamente y su atrevimiento en apropiarse de
elementos externos. Eso hace la persistencia de géneros musicales propios,
ajenos al menú global de las grandes discográficas. Y su oferta estética ya ha
alcanzado a los artistas plásticos que ven en lo chicha un nuevo referente de
peruanidad. ¿Por qué los escritores no han de hacer lo mismo?
Hace casi ochenta años, los intelectuales y artistas peruanos descubrieron las
potencialidades estéticas y creadoras de la herencia andina y bebieron de ellas
para renovar radicalmente la cultura en el Perú. El Indigenismo fue un
poderoso revulsivo que peruanizó nuestro arte y lo salvó de consumirse en la
imitación patética de los productos occidentales. Salvando las distancias, nada
mejor que sumergirse en las enrarecidas aguas de la cultura popular urbana
contemporánea –y más aún, en los remolinos de la cultura chicha- para
encontrar nuevas formas, actitudes, éticas y expectativas que enriquezcan
nuestro arte y nos fortalezcan en la dura tarea de llevar el arete y la cultura a
todos, absolutamente, a todos los peruanos.