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El pescador de infancias

En el puerto de Coquimbo donde se refugia el violento Pacfico y su pulso espumoso en un espejo pequeo, existe un antiguo y arrugado pescador con la piel de jurel al sol y a veces una leve mirada de gaviota con sed. Huele a cebolla, limn y cilantro pero a nadie importa porque as es el olor de la niebla y el sudor humano en estas costas. Dicen que se dedica desde hace tiempo, desde que tom conciencia de haberla perdido y decidi no buscarla ms, a su infancia de bosques y lagos en una tierra muy al sur de esta baha. Como sea, el suceso le ha servido a muchos como acontece con algunas infelicidades propias que hacen agua la boca de otros que inadvertidos, hacen frente a la vacuidad del mar abierto, y ahora vuelve cada amanecer de su bsqueda inenarrable (aunque esta sea la primera vez) por el azogue de las salobres y aceitosas aguas. El mar bota contra los roqueras los cuerpecitos hilachosos de las infancias de otros pescadores como l, pero an inconscientes de su prdida, y que han trocado su tristeza por una felicidad ingenua bajo la forma de reinetas, jaibas, congrios y mariscos menores robados de los jardines submarinos. Otras infancias no son atrapables, en la silueta de pequeos lobos marinos gustan arrimarse al borde de madera y aguardan mirarse en la brillante mirada de los nios que asustan las gaviotas y desean esos bigotes en sus propias caras. El bote es colorido, a prueba de olvidos y resentimientos, con redes invisibles que alargan sus manos en la piel fresca que lo rodea a mar abierto. Pero nada vende cuando retorna. En medio del grito vivo que ofrece el men cotidiano a las patroncitas, pocos miran, sino apenas de reojo, la descarga matinal. No es carne para sopa de primero ni para platos a lo pobre. No es materia que se deje atrapar y ya francamente es insabora a paladar ajeno. Sabe bien la sangre mordida en propiolabio, todas las dems huelen al dolor de la humanidad. La pesca de infancias no est permitida, pero a l no lo detienen. Es un oficio en extincin. Guarda en su bolso de avos cotidianos una foto ilegible como inscripta en tinta de pulpo donde juega la vida en unos pequeos rizos negros y una mano que sostiene un barquito de madera azul tallado en un trozo de canelo que las olas descuidaron hasta dar en l.
Caleta San Pedro de Coquimbo, enero de 2013 Rubn Daro ROMANI

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