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¿Cómo reconocer a los falsos Publicado por:juanstam 04/01/2009


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profetas?
La mejor manera para distinguir entre profetas falsos y profetas verdaderos es compararlos con los profetas bíblicos.

¿Cómo reconocer a los falsos profetas?

Personalmente, creo que Dios habla hoy por medio de mensajes proféticos. ¡Claro que sí! Dios no se ha quedado mudo
ni ha dejado de hablarnos por su Espíritu. Creo en el don profético, pero no creo para nada en la mayoría de las
adivinaciones maquilladas de "profecía" que abundan en nuestro tiempo. No creo en profetas sin mensaje profético, ni
en "movimientos proféticos" en los que se mueve cualquier otro espíritu que no sea el Espíritu que inspiraba a los
antiguos profetas de Yahvéh.

A través de la historia, la profecía fiel y verdadera siempre ha estado acompañada por la falsa profecía, como si fuera
su propia sombra. Nuestra época no es ninguna excepción.

La profecía es un don muy peligroso e incómodo, por muchas razones. Una de ellas es lo difícil de distinguir entre
profecía fiel y falsa profecía. La misma Biblia, desde Deuteronomio hasta Jeremías, da una variedad de criterios muy
distintos pero no parecen ser definitivos o incondicionales; casi siempre hay excepciones a cualquiera de ellos. Pero a
la vez, la existencia de las dos "profecías", la falsa y la que realmente es de Dios, nos obliga a optar a favor o en contra
de cada pretendida profecía. Y en el caso de profecía falsa, la misma exigencia implacable del mensaje profético no nos
permite callar. El mismo Espíritu de los profetas nos obliga a levantar la voz en denuncia valiente, pero ... ¿si nos
hemos equivocado, como siempre es posible, podríamos estar oponiéndonos a una auténtica palabra de Dios?

En mi lucha personal por ser fiel al Señor, al Yahvé que también hoy nos habla, lo que más me ha ayudado es medir a
todo supuesto profeta por su prototipo normativo, o sea, compararlos con los profetas bíblicos para ver si se parecen. Si
no corresponden a ese modelo, tengo razones para sospechar que estoy frente a un caso de profecía falsa. Sin pretender
dar respuestas finales, me permito sugerir algunas de las pautas bíblicas que nos pueden orientar para reconocer a los
falsos profetas:

(1) Cuando un dizque profeta se limita al vaticinio, sin traer un mensaje de Dios para nuestra vida, hay que dudar de él
o ella. En la Biblia, la profecía predictiva nunca es una finalidad en sí sino que es sólo una parte, casi siempre (o
siempre) muy secundaria, del mensaje profético. El mensaje no está en las predicciones mismas, sino ellas vienen en
función del mensaje. Los profetas no son astrólogos sino predicadores. Como hemos señalado en otros artículos,
citando a "La lectura eficaz de la Biblia", no más de cinco por ciento de los escritos proféticos tiene que ver con el
futuro, visto desde el tiempo del profeta, y menos de un por ciento puede ser futuro todavía para nosotros hoy. ¿Y qué
del otro 95 por ciento? Bueno, junto con las mismas profecías predictivas, todo eso tiene carácter ético, como mensaje
al pueblo y sus líderes. Podemos decir, sin exagerar mucho, que frente a un cinco por ciento que es predictivo, un cien
por ciento de los escritos proféticos es ético, mayormente social, económico y político. Basta leer esos libros, y los
relatos de Samuel, Natán, Elías y Eliseo, para descubrir esta verdad muchas veces olvidada.

Jeremías plantea muy claramente un criterio ético para reconocer a los falsos profetas: "Si hubieren estado en mi
consejo, habrían proclamado mis palabras a mi pueblo: lo habrían hecho volver de su mal camino y de sus malas
acciones" (Jer 23:22). Cuando oímos o leemos supuestas profecías, siempre debemos preguntarnos: ¿Cuál es el mensaje
ético de esta profecía? Los profetas fieles no perdían tiempo en simples predicciones; dejaban eso a los adivinos.
Profecía predictiva sin mensaje ético profético, huele muy fuertemente a profecía falsa. Casi seguro es adivinación en
vez de profecía fiel. Cuando Dios habla proféticamente, es para algo serio, no para entretenernos o impresionarnos con
predicciones triviales.

Una buen prueba para las profecías puede ser preguntarnos, ¿Cómo obedezco esta profecía? Claro, una profecía falsa
puede exigir también una obediencia errada, pero si una profecía no exige ninguna acción de obediencia, muy
probablemente es adivinación y no verdadera profecía.

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(2) Los profetas bíblicos profetizaban a partir de un profundo conocimiento de la realidad de su nación y generalmente
daban razones bien fundadas para su mensaje. Cuando uno lee a los profetas hebreos con una óptica socio-política,
resulta sumamente impresionante su dominio analítico y crítico (o sea, profético) de las condiciones imperantes de la
sociedad y de la historia de su tiempo. Otro tanto puede decirse de Juan de Patmos. Por su análisis económico del
imperio romano, por ejemplo, Juan merece un doctorado en ciencias económicas (Ap 6:5-6; 13:16-18; 17:4; 18:3,7,11-
17,23; ver "Apocalipsis y el imperio romano", en este sitio web). Los profetas eran los sociólogos, economistas y
politólogos de su tiempo, aunque por la inspiración divina eran más que sólo eso.

Igualmente, con las profecías de hoy, debemos plantearnos tres preguntas: ¿En qué análisis de la realidad histórica se
basan? ¿Qué actitud asumen hacia esa realidad? y ¿Qué acción proponen para nosotros en medio de la coyuntura que
vivimos?

La profecía bíblica no ocurre en el vacío, sino en medio de la historia y vinculada esencialmente con la historia de la
salvación. Cualquier "profecía" desconectada de la historia, y de la voluntad de Dios para nosotros en medio de ella,
muy probablemente es profecía falsa. Mejor entonces recurrir a Nostradamus o el horóscopo, y no meter a Dios en tales
especulaciones.

(3) Los profetas falsos se acomodaban al sistema vigente, muchas veces poniéndose incondicionalmente a las órdenes
de los poderosos. En cambio los profetas verdaderos, debido a su honestidad, vehemencia y valentía, mantenían
relaciones muy tensas con las autoridades y con los profetas del sistema. Las palabras del rey Acab a Elías valen para
todos los profetas: "¿Eres tu el perturbador de Israel?" (1 R 18:17). Me parece que la gran mayoría de las profecías que
escuchamos hoy día son sedantes y no podrían perturbar a nadie, ni mucho menos a los poderosos.

Más adelante, cuando los profetas profesionales de la corte profetizaron sólo bendiciones y éxito para Acab, éste quiso
rechazar al profeta Micaías ben Imlá porque "me cae muy mal, porque nunca me profetiza nada bueno: sólo me anuncia
desastres" (1 R 22:8). El rey envió a un mensajero para traer a Micaías, y éste le dijo, "Mira, los demás profetas a una
voz predicen el éxito del rey. Habla favorablemente", a lo que Micaías respondió, "Tan cierto como que vive Yahvéh,
ten la seguridad de que yo le anunciaré al rey lo que Yahvéh me diga" (22:13-14). Micaías lo hizo, después de mofarse
del rey y de los falsos profetas, y el rey se enojó tanto que ordenó al gobernador "echar en la cárcel a ese tipo, y no
darle más que pan y agua" (22:27).

Amós ofendió tanto a los ricos y cómodos de Samaria que lo sacaron por la fuerza del reino del norte. (¡Qué ofensivo,
llamar a las ricas de Samaria "vacas de Basán"!). Cuando el falso profeta Jananías profetizó, en nombre de Yahvéh
Todopoderoso, que Dios iba a quebrar el yugo del rey de Babilonia, para devolver a los exiliados y los utensilios del
templo, Jeremías le respondió; "A pesar de que Yahvéh no te ha enviado, tú has hecho que este pueblo confíe en una
mentira. Por eso, así dice Yahvé: 'Voy a hacer que desaparezcas de la faz de la tierra. Puesto que has incitado a la
rebelión contra Yahvéh, este mismo año morirás'" (Jer 28:16). En el capítulo 23 Jeremías lanza una feroz denuncia
contra los reyes como "pastores que destruyen el rebaño" (23:1) y después contra los profetas mentirosos (23:9-32) y
contra las profecías falsas (23:33-48).

De los falsos profetas exclama Jeremías, "En cuanto a los profetas: Se me parte el corazón en el pecho y se me
estremecen los huesos. Por causa de Yahvéh y de sus santas palabras, hasta parezco un borracho... Los profetas corren
tras la maldad, y usan su poder para la injusticia. Impíos son los profetas y los sacerdotes... Entre los profetas de
Jerusalén he observado cosas terribles... viven en la mentira; fortalecen las manos de los malhechores... Los profetas de
Jerusalén han llenado de corrupción todo el país" (23:9-15). ¿Qué diría Jeremías de nuestros profetas de hoy? ¿Y de
nuestros partidos cristianos y políticos evangélicos? (Todo el capítulo de Jeremías 23 está lleno de enseñanzas para la
iglesia hoy).

Para los profetas fieles, callarse no estaba dentro de sus posibilidades. La Palabra de Dios ardía en sus corazones y
martillaban sus huesos (Jer 23:29). No todos los profetas vaticinaron el futuro, pero todos ellos denunciaron el pecado,
la corrupción y la injusticia. Profeta no puede ser quien encubre o calla esas cosas. Por eso, los profetas sufrieron la
persecución, la cárcel, el exilio y hasta el asesinato (Mt 23:30-31). Los profetas falsos tuvieron mucho mejor suerte,
porque sólo decían lo que la gente quería escuchar y se cuidaban especialmente de no ofender a los poderosos. "Curan
la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz., paz; y no hay paz" (Jer 6:14). Igualmente los profetas de hoy, si
nunca ofenden a nadie podemos estar seguros de que son profetas falsos. Un "profeta inocuo" es una contradicción de

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términos.

(4) Este mismo capítulo de Jeremías nos da otra clave para contestar nuestra pregunta: los falsos profetas pueden
reconocerse porque usan livianamente el nombre de Dios. En un sorprendente epílogo al capítulo 23, Dios prohíbe
tajantemente que se usa la expresión "Oráculo (o Carga) de Dios" (23:33-40 hebreo). Aunque ese mismo término es
muy frecuente en otros pasajes, queda obvio del pasaje que los seudo-profetas la repetían frívola e irreverentemente
para cualquier opinión caprichosa que se les ocurriera, y por eso el Señor les prohibió totalmente hablar en su nombre.

Hoy en día es alarmante la facilidad ligera con que nuestros profetas anuncian que "el Señor me ha dicho" o "tengo una
palabra profética de Dios". ¿No será eso tomar en vano el nombre del Señor? Debe preocuparnos que nuestra situación
se parezca tanto a los falsos profetas del tiempo de Jeremías. ¿No sería mejor un moratorio sobre las pretensiones de
hablar en nombre de Dios, como el que Yahvé, evidentemente enojado, impuso sobre Israel?

(5) Para los profetas fieles, su misión era un sacrificio, más que un privilegio. En ningún momento buscaban su
beneficio propio. Muchos de ellos no querían ser profetas (Moisés, Isaías, Jeremías), pero Dios los obligó. En cambio,
los falsos profetas disfrutaban como privilegio su oficio y su rango, y hasta lucraban de él. Se creían dueños de su
carisma, que empleaban no para servir sino para servirse, como seguidores del mercenario Balaam. Por eso buscaban
siempre agradar al público y complacer a los ricos y poderosos a quienes debían más bien denunciar. Para los mismos
fines pretendían manipular a la gente, y aun manipular a Dios.

¡Qué parecido a nuestro tiempo!

CONCLUSIÓN: El discernimiento entre profetas falsos y profetas verdaderos es uno de los problemas más difíciles de
la teología y de nuestra vida cristiana. No hay fórmulas mecánicas ni criterios invariables; todos tienen alguna
excepción, incluso los que planteamos aquí. En eso está la libertad de Dios de actuar dónde, cuándo y cómo él quiere.
Pero creo, y he visto, que estas orientaciones nos ponen el alerta contra abusos del oficio profético. Al fin es un acto de
fe, en la sincera convicción del corazón de cada cual, aceptar o no una supuesta profecía. Pero estamos obligados a
optar, y creo que es mayor el peligro de creer y seguir una falsa profecía que el de posiblemente mantener sanas
reservas ante una profecía incierta, aunque pudiera ser verdadera. En ese caso, Dios podrá seguir hablándonos y
guiándonos hacia mayor certidumbre.

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