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La hominización

La antropología biológica define la hominización como el proceso de cambios


morfológicos, fisiológicos, psicológicos y sociales que, promovidos por la evolución en el mundo de
los animales, han permitido la aparición de la especie humana (homo sapiens) tal y como la
conocemos en la actualidad.

El análisis de estos cambios sirve para establecer la filogenia de las diversas especies y
comprobar la estrecha relación que la especie humana guarda con aquellas con las que comparte un
antecesor común. Al mismo tiempo, este análisis sirve para observar las características específicas
que diferencian a la especie humana de las demás.
El lugar del hombre en el mundo animal

Hace 70 millones de años una serie de convulsiones geológicas facilitaron una enorme
expansión de los mamíferos que ocuparon los hábitats de los extinguidos dinosaurios. Como
consecuencia, un pequeño mamífero insectívoro se adaptó a vivir en los árboles huyendo de la
terrible competencia que se había establecido en el suelo terrestre.
Esta adaptación a la vida en los árboles se produjo simultáneamente a la adquisición de tres
rasgos diferenciales que tendrían una gran importancia evolutiva. Con estos cambios hace su
aparición el orden de los primates:
1. El desarrollo de manos prensiles (capaces de agarrar).
2. La visión tridimensional.
3. El cambio de orientación de la cabeza con respecto al cuerpo.

El segundo cambio medioambiental decisivo en el proceso de hominización tuvo lugar hace


unos 12 millones de años. En amplias zonas de África avanza la sequía, disminuyendo la superficie
arbolada, que es sustituida por la sabana. Algunos primates que habitaban las masas arbóreas
desaparecidas se ven obligados a vivir en la sabana, donde evolucionan para dar lugar millones de
años más tarde a los homínidos (entre los que nos incluimos los humanos), que poseen una serie de
características como el bipedismo que constituyen una ventaja adaptativa al nuevo medio.
De los homínidos se conocen dos géneros: Australopithecus (el más antiguo) y Homo, dentro del
cual ha aparecido nuestra especie: el Homo Sapiens. Veamos, ahora, algunas características
diferenciales que hacen del Homo Sapiens la singular especie que es:

1. Camina erguido, y, en consecuencia, tiene el organismo adaptado a tal fin: forma de la


pelvis y del pie adaptados a esa función, columna vertebral en forma de S, etc.
Para explicar la adquisición de la postura erguida hay que recurrir a la combinación de dos
factores:
 Factores medioambientales: La disminución de la superficie arbolada y la aparición
de la sabana.
 Factores genéticos: Algunos primates sufrieron cambios (mutaciones) en su
estructura genética (genotipo), cuya manifestación externa (fenotipo) fue la capacidad
de adoptar la postura erguida.
La postura erguida supuso en ese momento (tras los cambios en su hábitat) una ventaja
adaptativa al permitirle otear el horizonte para descubrir a los depredadores enemigos,
mantener el contacto visual entre los miembros del grupo o localizar agua y comida. Pero,
sobre todo, facilitó la liberación de la mano.
2. Como consecuencia de su bipedismo sus manos quedan libres. Esto es particularmente
importante dado que sus manos tienen capacidad prensil (pueden agarrar y transportar
objetos), capacidad que se ve reforzada por el hecho de poseer un pulgar oponible al resto de
dedos, lo que le permite hacer la “pinza”, con lo que se facilita el desarrollo de movimientos
muy precisos en la mano. Pero lo que hace a la mano todavía más ventajosa es que no está
diseñada para hacer nada en concreto. No está especializada en una única función, y de esta
forma, cada persona puede desarrollar habilidades muy diferentes con su mano, mientras
que otros animales sólo pueden realizar funciones muy concretas con sus extremidades
superiores.
Las habilidades de la mano humana no pueden explicarse al margen de su relación con el
cerebro; ya que es el cerebro el que orienta a la mano hacia tareas muy diferentes.
Simultáneamente, la posibilidad de manipular la naturaleza hace que un cerebro más
inteligente y creativo sea ventajoso. De ese modo se produce una interrelación mano-
cerebro que es, quizá, el elemento más decisivo en la evolución humana; ya que es esta
interrelación la que ha permitido a los primeros hombres la fabricación de instrumentos con
los que se inicia un primitivo despegue cultural.
3. Posee un cerebro de unos 1350 c.c., con un elevado índice de cerabralización (relación
entre el peso del cuerpo y el del cerebro). Más importante que el tamaño del cerebro, resulta
su estructura y organización, en la que destaca un gran desarrollo del neocortex, donde se
asientan una serie de capacidades (memoria, capacidad de aprendizaje, imaginación
creativa, capacidad de razonamiento, etc.) que sobrepasan cualitativa y cuantitativamente las
de cualquier especie conocida. La capacidad de pensar creativamente da la especie humana
una gran versatilidad y supone una gran ventaja adaptativa.
4. Posee una maduración lenta, con escasa especialización general de órganos e instintos.
El ser humano nace singularmente desvalido. El bebé humano es totalmente incapaz de
valerse por sí mismo durante un buen número de años., mientras que en la mayoría de las
especies pueden hacerlo nada más nacer o en muy poco tiempo. Esta invalidez humana está
en relación con su falta general de especialización. Al nacer desvalidos y no especializados
en nada, necesitamos imperiosamente la presencia de otros humanos para nuestro cuidado; y
por lo tanto se produce una inmersión del bebé en el mundo de la cultura; del lenguaje, de la
sociedad... De esta forma el ser humano puede recibir los saberes culturales de otros
humanos y puede adaptarse a casi cualquier medio, ya que lo puede modificar.
5. Usa un sofisticado lenguaje que le permite comunicarse y reflexionar mediante el empleo
de procesos lógico-simbólicos. La aparición del lenguaje humano vino posibilitada por el
desarrollo de un sistema físico fonador apropiado (posee una laringe que funciona como una
caja de resonancia), y la evolución de una serie de módulos cerebrales adaptados a tal fin.
6. Es un ser social. Esto es, su vida se desarrolla dentro de un grupo, en relación con los demás
miembros de ese grupo.
7. Es un ser cultural. Eso quiere decir que su imaginación creadora y su capacidad de
aprendizaje le permiten crear sus propias condiciones de vida al margen de la naturaleza.
Con la cultura, el ser humano es capaz de modificar el medio natural y adaptarlo a sus
necesidades.
8. Es un ser histórico. Esto es consecuencia de que sea un ser cultural, y que, por lo tanto, su
capacidad de cambio no está determinada exclusivamente por los factores naturales.

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