EL CASTILLO DE LA ESTRELLA DE MAR

Haba una vez un castillo encima de una montaa tan alta que acariciaba las nubes. Rodeaba
al castillo un foso, y ste estaba rodeado a su vez por una muralla. A lo largo de la muralla un grupo
de soldados andaba de aqu para all, algunos con armadura dorada y espada, otros con calecos de
piel y arcos, casi todos con gorros de plumas, que olgazaneaban, fumaban, !ugaban a los dados y,
ocasionalmente, oteaban el orizonte para asegurarse que no ubiera un e!ercito enemigo
apro"imndose.
#i un p!aro sobrevolara el castillo, se tratara de un p!aro lo suficientemente grande como
para soportar el peso de este umilde narrador, estuviera equipado si no es muco pedir de una silla
de montar, un arns y estribos donde su!etarse, este umilde narrador contara con el arro!o y
estupidez necesarios para montarse en susodico p!aro gigante y, negligentemente, mirara acia
aba!o $%o, qu vrtigo&$ vera que el castillo dibu!aba sobre el terreno la forma de una estrella de
mar, en cada punta una enorme torre, el estandarte real tremolando en las alturas de los te!ados
almenados.
'l #eor del castillo, vasallo feudal del reino, tena un mago como conse!ero. Algo para nada
inusual en aquellos tiempos. (ucos seores feudales tenan un bru!o, mago, arcimago o
ilusionista que, gracias a su astucia y carisma, ganaban puestos de confianza dentro de la corte. 'l
seor del castillo, muy ocupado en tareas tan trascendentales como la caza, presidir banquetes o
asistir a torneos, delegaba en el mago las tareas ms fastidiosas, tales como la gesti)n de la
acienda, la recaudaci)n de impuestos, la organizaci)n de !uicios o la instrucci)n de sus i!as.
*e este modo, (elquisedec, discpulo de 'liasib, uno de los magos ms poderosos del reino,
era, en ausencia del #eor, la m"ima autoridad en el feudo. Aquel da, despus de un frugal
desayuno, (elquisedec se visti) con una elegante t+nica turquesa con ribetes dorados y se dirigi) al
sal)n central donde atenda, como cada maana, los asuntos de estado.