Su régimen estuvo marcado por logros importantes, pero también por un gobierno
severo. Durante el mandato de Díaz, la economía de México se estabilizó y el país
experimentó un desarrollo económico sin precedentes: se invirtió capital extranjero
(sobre todo estadounidense) en la explotación de los recursos mineros del país; la
industria minera, la textil y otras experimentaron una gran expansión; se construyeron
vías férreas y líneas telegráficas; y el comercio exterior aumentó aproximadamente en
un 300%. Muchos de los méritos del buen estado de la administración financiera
pública cabría atribuírselos a quien desde 1893 fuera secretario de Hacienda, José Ives
Limantour.
Entre las personalidades que ocuparon destacados cargos en sus gabinetes deben ser
también mencionados Ramón Corral, quien desde 1903 desempeñó el cargo de
secretario de Gobernación, y a partir de 1904 se convirtió en vicepresidente de la
República, funciones ambas que ejerció hasta 1911; Justo Sierra, secretario de
Instrucción Pública y Bellas Artes entre 1905 y 1911, y fundador de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM); el suegro de Díaz, Manuel Romero Rubio,
secretario de Fomento desde 1884 hasta 1895; Matías Romero, secretario de Hacienda
en dos ocasiones (1877-1879 y 1892-1893); y el general Bernardo Reyes, secretario de
Guerra y Marina entre 1900 y 1902.
Por otra parte, durante el porfiriato, los inversores extranjeros agotaron gran parte de la
riqueza del país, casi todos los antiguos terrenos comunales (ejidos) de los indígenas
pasaron a manos de un pequeño grupo de terratenientes y se extendió la pobreza y el
analfabetismo. Las manifestaciones del descontento social fueron reprimidas por Díaz
con mano de hierro, como muestra su actuación en las huelgas que tuvieron lugar en
1906 y 1907 en la localidad minera sonorense de Cananea y en la zona industrial
veracruzana de Río Blanco.
Aunque en 1908 anunció que no volvería a presentarse a la reelección, dos años más
tarde consiguió proclamarse ganador de los comicios presidenciales. No obstante, la
publicación del Plan de San Luis en octubre de 1910 significó el comienzo de la que
habría de dar en llamarse Revolución Mexicana, encabezada inicialmente por el
fundador del Partido Antirreleccionista Francisco Ignacio Madero, quien había sido
detenido durante la campaña de los comicios presidenciales de 1910, a los que se había
presentado como el principal oponente del régimen.
Tras la conquista de Ciudad Juárez por los revolucionarios, Díaz se vio obligado a
renunciar al cargo pocos días después, el 25 de mayo de 1911. Fue sucedido de forma
interina por su secretario de Relaciones Exteriores, Francisco León de la Barra, y seis
días más tarde abandonó el país. Exiliado, falleció el 2 de julio de 1915 en París.
Una vez en el poder tuvo que enfrentarse a muchos de sus seguidores de primera hora y
no fue capaz de llevar a cabo ninguna de las reformas políticas y sociales que había
prometido, tanto por la oposición de algunos de sus partidarios como por las propias
limitaciones de su administración. Sobrevivió a varias insurrecciones, como la que
implicó la proclamación del Plan de Ayala, el 28 de noviembre de 1911, no
reconociendo su gobierno y erigiendo como jefe a Pascual Orozco. Asimismo, en 1912
estallaron rebeliones en el norte y en el sur de México protagonizadas, respectivamente,
por los dirigentes revolucionarios Francisco (Pancho) Villa y Emiliano Zapata.
El 9 de febrero de 1913 tuvo lugar el inicio de la que dio en llamarse Decena Trágica,
que comenzó con una sublevación militar en la ciudad de México. Madero designó
comandante de la plaza al general Victoriano Huerta, pero éste decidió el día 18 pasarse
finalmente a los sublevados y detener a Madero. Entre tanto, los sediciosos arrestaron al
influyente hermano del presidente, Gustavo A. Madero, que fue asesinado. Al día
siguiente, los rebeldes detuvieron al propio Francisco Ignacio Madero y a su
vicepresidente, José María Pino Suárez, obligando a ambos a dimitir. Huerta asumió la
presidencia ese mismo día, tras los breves minutos de ejercicio de la misma a cargo de
quien fuera secretario (ministro) de Relaciones Exteriores del gobierno maderista, Pedro
Lascuráin. Madero fue asesinado en la ciudad de México el día 22 de febrero de 1913,
al igual que Pino Suárez, cuando los dos se hallaban a la espera de ser juzgados.
Victoriano Huerta: participó en la campaña contra los indios mayas en Quintana Roo.
En 1910 combatió a los zapatistas del estado de Morelos. Permaneció en el Ejército
durante el gobierno de Francisco Ignacio Madero, quien le nombró gobernador militar
de la ciudad de México. Sin embargo, en febrero de 1913, durante los incidentes de la
llamada Decena Trágica, trató con el embajador estadounidense en México, Henry Lane
Wilson, y se unió a los sublevados contra Madero. Huerta mandó aprehenderlo, así
como al vicepresidente, José María Pino Suárez, y les obligó a dimitir. Convocado el
Congreso, éste aceptó la renuncia de Madero y eligió presidente a Pedro Lascuráin,
quien, a su vez, nombró secretario de Gobernación a Huerta. Durante ese mismo día, 18
de febrero de 1913, Lascuráin dimitió y Huerta asumió la jefatura del Estado. Pocos
días más tarde, Madero y Pino Suárez fueron asesinados al ser trasladados desde la
Intendencia de Palacio a la Penitenciaría.
Estuvo en el exilio en Europa y más tarde en Estados Unidos, siendo detenido en dos
ocasiones en este último país, por su presunto contacto con agentes alemanes. Falleció
en El Paso (Texas, Estados Unidos), cuando se hallaba cumpliendo la condena impuesta
por la justicia estadounidense, tras reunirse con su familia debido a una grave
enfermedad.
Pancho Villa: (1878-1923), líder revolucionario mexicano. Nació en Río Grande (San
Juan del Río, Durango) y fue bautizado con el nombre de Doroteo Arango. Se dedicó a
las labores agrícolas y destacó como un excelente caballista. Quedó huérfano muy
pronto, y por defender a su hermana, agredida por el dueño de la hacienda en la que
trabajaba, tuvo que huir a la sierra de la Silla perseguido por la justicia, que le calificó
de bandido y delincuente. Fue en ese momento cuando cambió su nombre por el de
Francisco (o Pancho) Villa. Aproximadamente en 1900 se desplazó al estado de
Chihuahua, donde los hacendados empezaban a apropiarse de las mayores y mejores
tierras. Este proceso se agudizó entre 1907 y 1910 y, al tornarse crítica la situación,
comenzó a gestarse el que se ha dado en llamar movimiento de Guerrero, considerado el
foco principal de la Revolución Mexicana en el estado de Chihuahua.
Para entonces, y en tal contexto, Villa ya era uno de los bandidos más famosos del
estado. La amistad con Abraham González le inclinó a apoyar decididamente la causa
de Francisco Ignacio Madero, candidato a las elecciones presidenciales de 1910 en
abierto desafío al continuismo de Porfirio Díaz. Tras su marcha hacia sierra Azul, el 22
de noviembre de 1910 tenía ya a punto su primera tropa para luchar por la Revolución.
A finales de marzo de 1911, conoció a Madero en la hacienda de Bustillos (Chihuahua).
Sus dotes como líder y combatiente quedaron de manifiesto en numerosas batallas
victoriosas, que le valieron el grado de coronel. Durante la administración de Madero,
sirvió a las órdenes del general Victoriano Huerta, encargado por el gobierno de
someter a los seguidores de Pascual Orozco. Por su lealtad y méritos en campaña
ascendió a general brigadier honorario. El recelo de Huerta estuvo a punto de costarle la
vida; condenado a muerte por insubordinación, en 1912 se fugó de la cárcel militar en la
que había ingresado.
Huyó a Estados Unidos y se instaló en El Paso (Texas), pero en 1913, al ser asesinado
Madero, cruzó clandestinamente la frontera y, con la firme intención de combatir contra
Huerta, se unió a la oposición revolucionaria que encabezaba Venustiano Carranza. Al
frente de un improvisado ejército, durante ese mismo año se hizo con el control del
estado de Chihuahua y formó la División del Norte, a cuyo frente ocupó las ciudades de
Torreón (donde, el 7 de octubre, contrajo matrimonio con Juana Torres) y Juárez. En
1914 tomó Zacatecas, hito de las armas revolucionarias que tuvo como consecuencia
inmediata la caída de Huerta. A continuación entró en contacto en Xochimilco con
Emiliano Zapata, y ambos entraron en la ciudad de México en noviembre de ese año,
tras rechazar la autoridad de Carranza. En 1915, Villa controlaba todo el norte de
México. Cuando Carranza retomó el poder en 1916, Villa se mantuvo en la oposición,
pero sufrió graves derrotas en la región del Bajío frente a las fuerzas del general Álvaro
Obregón, por lo que se retiró a Chihuahua. Allí luchó para arrebatar a los grandes
terratenientes sus propiedades, mostrándose de nuevo como el temido guerrillero de los
primeros años.
En 1913, después de que Orozco fuera declarado traidor por haberse unido a Huerta, se
convirtió en jefe de la Revolución. Al año siguiente, junto con Francisco (Pancho) Villa,
quien había aceptado el Plan de Ayala, entró en la ciudad de México al frente del
llamado Ejército Libertador del Sur. En 1915, Zapata se retiró a Morelos, donde
continuó defendiendo sus posiciones frente a las tropas constitucionalistas.
El movimiento zapatista llegó a contar con aproximadamente 15.000 hombres. En
general, estaban bien armados y, aunque su entrenamiento y organización pudieran ser
deficientes, lucharon con un elevado grado de solidaridad bajo la consigna “tierra y
libertad”. Zapata defendía que las propiedades nacionalizadas fueran entregadas a los
campesinos sin tierras o que sus rendimientos sirvieran para proteger a las viudas y
huérfanos de los caídos por defender los ideales del Plan de Ayala. En la Convención de
Aguascalientes (1914)se pretendieron imponer, sin éxito, estos postulados.
Su mandato estuvo marcado por una serie de conflictos con los inversores exteriores,
surgidos por sus intentos para limitar la propiedad privada extranjera y conseguir la
nacionalización de la titularidad de los depósitos petroleros y de las minas. Preocupado
asimismo por el problema de la tierra, la ley del 6 de enero de 1915 marcó el comienzo
de la reforma agraria mexicana. Al plantearse la sucesión presidencial en 1920 se
enfrentó a los generales Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón, anteriormente
subordinados suyos. Presionado por las maniobras de éstos, se vio obligado a abandonar
la ciudad de México. Se dirigió al puerto de Veracruz y el 21 de mayo de 1920, cuando
se internaba en la sierra de Puebla, fue asesinado en la población de Tlaxcalantongo.
Recuento histórico: Bajo este periodo, conocido como porfiriato, se dieron importantes
avances en el desarrollo económico y comercial: nuevas plantas industriales, extensión
de las vías de ferrocarril, obras públicas, mejoramiento de puertos y construcción de
edificios públicos. Muchas de las nuevas empresas fueron financiadas y manejadas por
extranjeros, ya que otorgó concesiones al capital francés, estadounidense e inglés que
llegó a acaparar casi la totalidad de la minería, el petróleo y los ferrocarriles, entre otros
sectores, sin permitir que los trabajadores mexicanos ocuparan puestos de
responsabilidad. Esto contribuyó al descontento de las clases desfavorecidas que,
ahogadas en deudas, soportaban malos tratos, despidos injustificados, largas jornadas de
trabajo y explotación.
Además, Porfirio Díaz favoreció a los ricos terratenientes de los grandes estados,
incrementando sus propiedades por medio de la asignación de terrenos comunales que
pertenecían a los indígenas que quedaron en precarias condiciones, trabajando como
peones en los latifundios. El dictador desatendió la educación popular y favoreció a la
Iglesia, prestando poca atención a la política de secularización de 1859. El descontento
y el espíritu de rebelión se extendieron por todo el país, con brotes que fueron
reprimidos violentamente, como los de los indígenas yaquis y mayos, despojados de sus
tierras, y las huelgas de 1906 y 1907 de los obreros de Río Blanco y Cananea.
En 1908, enterado de ese descontento, Díaz anunció que recibiría con gusto un
candidato opositor para las elecciones de 1910, a fin de demostrar su respeto por la
democracia. El candidato propuesto por el grupo liberal fue Francisco Ignacio Madero.
La influencia de Madero aumentó y, a pesar de que estuvo un tiempo encarcelado, el
dirigente liberal se volvió cada vez más activo. Después de que Díaz fuera reelegido en
1910, Madero fue reconocido como el líder de la revolución popular. Díaz fue obligado
a renunciar en 1911 e inmediatamente después abandonó México.
Madero fue elegido presidente en 1911, pero no fue lo suficientemente enérgico para
terminar la contienda política y militar. Otros líderes rebeldes, particularmente Emiliano
Zapata y Francisco Villa, se negaron a someterse a la autoridad presidencial, y el
embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson, le retiró su apoyo cuando vio que no
era posible la negociación, optando por respaldar a sus opositores. Victoriano Huerta,
jefe del ejército de Madero, conspiró con los líderes rebeldes y en 1913 se apoderó del
control de la capital. Huerta se convirtió en dictador y, cuatro días después de asumir el
poder, Madero fue asesinado.
Comenzaron nuevas rebeliones armadas bajo los mandos de Zapata, Villa y Venustiano
Carranza, y Huerta renunció en 1914. Carranza tomó el poder ese mismo año y Villa al
momento le declaró la guerra. Además de las ambiciones de los líderes militares rivales,
se sumó a la confusión la intervención de algunos gobiernos extranjeros velando por la
protección de los intereses de sus nacionales. En 1915 una comisión representada por
ocho países de América Latina y Estados Unidos reconoció a Carranza como la
autoridad legal en México. Los líderes rebeldes, con excepción de Villa, depusieron las
armas. Éste perdió la ayuda del gobierno de Estados Unidos, que le suspendió el envío
de armas. En respuesta, Villa asesinó a 16 estadounidenses en 1916 e invadió
Columbus, Nuevo México, donde dio muerte a otra decena de personas. Como resultado
fue enviada una expedición compuesta por un cuerpo del ejército bajo el mando del
general John Joseph Pershing, pero fueron rechazados por las tropas de Carranza,
también hostil hacia Estados Unidos. Villa siguió creando inestabilidad en el campo
mexicano hasta 1920 y en julio de 1923 fue asesinado.
La nueva Constitución de 1917 propició la formulación de un código laboral, prohibió
la reelección presidencial, expropió las propiedades de las órdenes religiosas y
restableció los terrenos comunales a los indígenas. Muchas de las condiciones de la
negociación para el bienestar social y laboral fueron muy avanzadas y radicales para su
época. Algunas de las más drásticas estaban encaminadas a frenar la injerencia
extranjera en las propiedades mineras y de la tierra.