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Tengo una pequea biblioteca de la que, me gusta pensar, posee un surtido amplio de temas y

gustos. Su orden es variable pero va desde la literatura a la filosofa, de los manuales de ortografa
a las enciclopedias especializadas, de las editoriales importadas a las nacionales; la gran mayora
proporcionadas por un sinnmero de proveedores. De lo que s habr de decir es que ms de la
mitad de ella es de segunda mano.
No es raro encontrar en los libros de segunda mano una pequea leyenda, quiz una dedicatoria a
una persona al momento de ser regalado. Es posible que la dedicatoria hubiese sido escrita con
mucho cario, aunque guardo mis reservas respecto a si fue recibida con el mismo cario. En
muchos casos. Es curioso encontrar entre sus "ex libris" a abogados, contadores, psiclogos y
simples amas de casa. Algunos de los cuales ya llevarn mucho tiempo de haber muerto. No sera
extrao contar entre la biblioteca los nombres de un par de personas olvidadas ya hace mucho.
He de confesar que a veces busco los nombres que estn escritos sobre ellos en internet, slo para
darle un rostro a la persona que le perteneci. Me pongo a pensar en que (quiz) esa personas
amaron tanto a sus libros como yo amo los mos, pero que (quiz tambin) al morir, sus herederos
no encontraron un buen uso para ellos por lo que, en su momento, los vendieron al mejor postor.
Un padre podra heredarle sus libros a sus hijos pero no su amor por ellos.
Buscarlos en internet me da un poco de satisfaccin pese a que, supongo, no son los mismos
dueos. Simplemente quiero darles un rostro. Y aunque el rostro que me aparezca no sea
precisamente el rostro que yo hubiese esperado para un tratado de poltica renacentista, s que
puedo sonrerle, como se le sonreira aun cmplice, y decirle: ahora es mo.

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