En la liturgia de este domingo coinciden el Da del Seor con el da en que la Iglesia
recuerda a los fieles difuntos que han partido de este mundo. Es interesante esta coincidencia, pues vemos en una misma celebracin a la muerte junto aquel que la venci con su muerte y resurreccin. Antes de la venida de Cristo al mundo el hombre era, como lo denomin el filsofo alemn Martn Heidegger, un ser para la muerte. Y como se dice en el argot popular: Lo nico seguro en este mundo es la muerte. Ella es vista en el mundo del Nuevo Testamento como un enemigo del hombre, que llega al mundo a causa del pecado (Rm 5,12; 6,23; 1Co 15,56) y que acaba siendo vencido por Jesucristo Rey (1Co 15,26). Jesucristo entra a acompaar al hombre en ese ruinoso camino hacia la muerte para desviar ese destino y transformarlo en un destino glorioso. Para esto hace camino con nosotros, encarnndose en la humanidad. Desde ah marca el camino de solidaridad hacia el pecado, y llega al sufrimiento hasta la cruz y la muerte, para as resucitar, y con su resurreccin vence nuestra muerte. De modo que ahora todo el que vive y muere en Cristo, en Cristo tambin resucitar con l, llenando toda su vida de esperanza. Por esta razn, el Da de los Difuntos, reflexionado a la luz de la resurreccin, calma el dolor de la ausencia de nuestros seres queridos, y llena de jbilo celebrar, de manera anticipada, la participacin en el Cielo. Jess dice en la ltima Cena que quiere que donde est l estemos tambin nosotros. Felipe le pide seguridad para hacer el camino, y Jess nos dice que l es nuestra nica seguridad, l mismo es el camino. Su itinerario ser tambin el nuestro. Un poeta espaol, Antonio Machado, deca: Caminante, no hay camino, se hace camino al andar; pero a l y a toda persona desesperanzada se le puede decir: Caminante, s hay camino, y el camino es Cristo.