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Suponed entonces que yo no sea el único que pretende conocer el código idiomático (noción ya de por sí contradictoria) de este acontecimiento: que acá o allá se comparta presumiblemente este secreto de este no-secreto. Esto no cambiaría en nada la escena. Los complices morirán, no lo dudéis, y este texto puede permanecer, si es críptico y paródico (ahora bien yo os digo que lo es, de cabo a rabo, y puedo decíroslo porque no os va a servir de nada, y puedo mentir al confesarlo porque sólo se puede disimular diciendo la verdad, diciendo que se dice la verdad), indefinidamente abierto, críptico y paródico, es decir, cerrado, abierto y cerrado a la vez o alternadamente. Plegado/desplegado, un paraguas, en suma, que no llegaréis a utilizar, que podríais olvidar de pronto, como si nunca hubieseis oído hablar de él, como si estuviese situado por encima de vuestras cabezas, como si en definitiva no me hubieseis oído, puesto que no he dicho nada que hayáis podido oír. De este paraguas uno confía siempre poder desembarazarse, sobre todo porque no ha llovido. (Derrida, 1978/1981, pág. 92)
Suponed entonces que yo no sea el único que pretende conocer el código idiomático (noción ya de por sí contradictoria) de este acontecimiento: que acá o allá se comparta presumiblemente este secreto de este no-secreto. Esto no cambiaría en nada la escena. Los complices morirán, no lo dudéis, y este texto puede permanecer, si es críptico y paródico (ahora bien yo os digo que lo es, de cabo a rabo, y puedo decíroslo porque no os va a servir de nada, y puedo mentir al confesarlo porque sólo se puede disimular diciendo la verdad, diciendo que se dice la verdad), indefinidamente abierto, críptico y paródico, es decir, cerrado, abierto y cerrado a la vez o alternadamente. Plegado/desplegado, un paraguas, en suma, que no llegaréis a utilizar, que podríais olvidar de pronto, como si nunca hubieseis oído hablar de él, como si estuviese situado por encima de vuestras cabezas, como si en definitiva no me hubieseis oído, puesto que no he dicho nada que hayáis podido oír. De este paraguas uno confía siempre poder desembarazarse, sobre todo porque no ha llovido. (Derrida, 1978/1981, pág. 92)
Suponed entonces que yo no sea el único que pretende conocer el código idiomático (noción ya de por sí contradictoria) de este acontecimiento: que acá o allá se comparta presumiblemente este secreto de este no-secreto. Esto no cambiaría en nada la escena. Los complices morirán, no lo dudéis, y este texto puede permanecer, si es críptico y paródico (ahora bien yo os digo que lo es, de cabo a rabo, y puedo decíroslo porque no os va a servir de nada, y puedo mentir al confesarlo porque sólo se puede disimular diciendo la verdad, diciendo que se dice la verdad), indefinidamente abierto, críptico y paródico, es decir, cerrado, abierto y cerrado a la vez o alternadamente. Plegado/desplegado, un paraguas, en suma, que no llegaréis a utilizar, que podríais olvidar de pronto, como si nunca hubieseis oído hablar de él, como si estuviese situado por encima de vuestras cabezas, como si en definitiva no me hubieseis oído, puesto que no he dicho nada que hayáis podido oír. De este paraguas uno confía siempre poder desembarazarse, sobre todo porque no ha llovido. (Derrida, 1978/1981, pág. 92)
Suponed entonces que yo no sea el nico que pretende conocer el cdigo idiomtico
(nocin ya de por s contradictoria) de este acontecimiento: que ac o all se comparta
presumiblemente este secreto de este no-secreto. Esto no cambiara en nada la escena. Los complices morirn, no lo dudis, y este texto puede permanecer, si es crptico y pardico (ahora bien yo os digo que lo es, de cabo a rabo, y puedo decroslo porque no os va a servir de nada, y puedo mentir al confesarlo porque slo se puede disimular diciendo la verdad, diciendo que se dice la verdad), indefinidamente abierto, crptico y pardico, es decir, cerrado, abierto y cerrado a la vez o alternadamente. Plegado/desplegado, un paraguas, en suma, que no llegaris a utilizar, que podrais olvidar de pronto, como si nunca hubieseis odo hablar de l, como si estuviese situado por encima de vuestras cabezas, como si en definitiva no me hubieseis odo, puesto que no he dicho nada que hayis podido or. De este paraguas uno confa siempre poder desembarazarse, sobre todo porque no ha llovido. (Derrida, 1978/1981, pg. 92)