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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO CARO Y CUERVO

GONZALO JIMENEZ DE QUESAD~

EL A TIJ VIO
EDICIO DIRIGIDA

POR

RAFAEL TORRES QUL TERO

ESTUDIO PREUMl~AR

POR

MANUEL BALLESTEROS GAIBROlS

BOCOT.
1952

®Biblioteca Nacional de Colombia


®Biblioteca Nacional de Colombia
Preside/He Titular de la República

EXCELENTÍSIMO SEÑOR DoCTOR LAUREANO GÓMEZ

Encargado de la Presidencia de la República

EXCELENTÍSIMO SEÑOR DOCTOR ROBERTO URDA NETA ARBELÁEz

Ministro de Educación Nacional

SEÑOR DOCTOR LucIO PABÓN NÚÑEZ

Director del Instituto Caro y CUe1"VO

SEÑOR DOCTOR JOsÉ MANUEL RIVAS SACCONI

®Biblioteca Nacional de Colombia


GONZALO JIMENEZ DE QUESADA

EL ANTI]OVIO

®Biblioteca Nacional de Colombia


Lám. 1: GONZALO )IME lEZ DE Q ESAD.\

Pintura al óleo del siglo X\'l. Lien;w <.le 2 x 64 CIl1S.


Perteneció en el siglo XIX a la dama españula D0I13
María Carlota Muñoz Fernandez de Henesrrosa v Que-
sada. (Colección de D. Guillermo Hernández de Alba).

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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO CARO Y CUERVO
X

GONZALO JIMENEZ DE QUESADA

EL ANTIJOVIO
EDICION DIRIGIDA

POR

RAFAEL TORRES QUINTERO

ESTUDIO PRELIMlNAR

POR

MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

BOCOTA

1952

®Biblioteca Nacional de Colombia


1 5 MAR. 2002

ES PROPIEDAD

q"" ",Tt.C" IMIOIW. .. 001. . .


FONDO
.~ ', CIO RODRlGVKZ PLA'l 'A

IMPRESO EN COLOMBIA PRI N TED I N COLOMBIA

TALLERES E DITORlALES DE LA LI~RERI A VOLU NTAD, S. A., llOGOTA.

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ESTUDIO PRELIMINAR

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PREAMBULO

Tenemos en nuestras manos uno de los documentos más


interesantes que se hayan escrito en los tiempos modernos y
que es pieza singularísima en la historia polémica de nuestra
cultura. El Antijovio de Gonzalo Jiménez de Quesada, fun-
dador de Santa Fe de Bogotá y Mariscal del Nuevo Reino
de Granada, quedará - desde el momento en que gracias a
esta edición sea de todos conocido - como modelo de escrito
político e histórico, ejemplar único en su género, lleno de
pasión y de verdad, por primera vez conjugadas con tanto
acierto y genio.
Escrito por uno de los hombres que hicieron la gesta es-
pañola en Indias, no es un libro sobre éstas; no es siquiera un
libro más con ellas relacionado. Podríamos decir que, incluso,
pudo haber sido escrito en cualquier sitio, y mejor si no hu-
biera sido en las Indias; tan entrañablemente europeo es, tan
Íntimamente relacionado se halla con la historia de Europa.
El Antzjovío ha estado hasta ahora inédito, pese a que su
conocimiento no era ningún secreto y a que, incluso, como
luégo veremos, ya se intentó darlo a la luz en una ocasión,
aunque sin fortuna. Por lo tanto lo que ahora se dirá de él no
pudo decirse hasta este momento. ¡Y es mucho! Por esta razón
el lector no sabe a ciencia cierta qué es lo que va a encon-
trarse en las páginas siguientes y a qué aspecto de su interés
intelectual puede referirse el contenido de la obra. Ya he
dicho que no se trata de un libro sobre las Indias, pese a la

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' XIV MANUEL BALLESTEROS GAIBROlS

calidad conquistadora de s~ autor, pero mentiría si dijera que


por este hecho no interese a la historia de las Indías, y en es-
pecial a la del antiguo Nuevo Reino de Granada, actual re-
pública ' de Colombia, a cuyas expensas se edita.
El interés para Colombia no descansa en el simple hecho
sentimental - aunque esto ya sería suficiente, como muestra
de sensibilidad en este mundo materializado - de que quien
escribió El Antijovio sea d conquistador y fundador de la Na-
ción, sino en que a través de las páginas, involuntariamente,
sin querer hacer obra autobiográfica, el Ma~iscal va soltando,
noticia a noticia, datos sobre su propia persona, especial-
mente sobre el oscuro período de su vida del que menos
sabemos: su estancia en Europa. Este valor es por sí sufi-
ciente para que el lector colombiano y español Lean con placer
la narración de unos hechos y la descripción de unos am-
bientes en muchos de los cuales tomó parte, o fue testigo
presencial, este gran héroe de la raza, del que Raimundo Ri-
vas lamentaba que se hiciera menos vanagloria y loa, por el
triste hecho o circunstancia de que su acción de conquista
hubiera sido posterior a la de Cortés y Pizarra, y que el ha-
berse puesto en claro los detalles de su gesta ante la ciencia
fuera también en tiempo posterior, cuando ya la historia de
la conquista de las Indias estaba estereotipada en la compren-
sión de todos, 1ú que hizo que apareciera más pálida o con
menos valor que las otras.
No es fácil anotar una edición de texto de tal naturaleza,
ya que en ella múltiples facetas se presentan a la considera-
ción del comentador, y muchas son las exigencias del erudito
lector en su deseo de COnocer todos los aspectos del manus-
crito, desde el meramente material hasta el de la elaboración
y proceso mental del autor. Para que resaltaran los puntos
verdaderamente interesantes de la obra, se hacía preciso des-

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ESTUDIO PRELIMINAR xv

conectarla por completo de lo europeo, dejar toda esta ma-


teria para los historiadores del mundo moderno y limitarse
a la estimación del libro en función de su autor, es decir, dejar
a los historiadores de lo europeo moderno la tarea de ir
valorando cada uno de los actos que narra o rectifica Jiménez
de Quesada en El Antijovio, tomando nosotros solamente la
parte que atañe a la biografía que el propio autor va pro-
porcionando sobre su persona.
En este orden de cosas nuestro estudio preliminar ha de
estar orientado hacia el conocimiento de Jovio y su obra, es-
pecialmente la que sirve de tema a las rectificaciones de
Jiménez de Quesada. Luégo a dar una noticia exacta, y lo
más acabada posible, del manuscrito que se reproduce en esta
edición, de tal manera que su descripción y estudio propor-
cione al erudito lector una imagen e información comple-
tas, con indicación de todo el proceso de descubrimiento,
hasta que la Providencia ha permitido que pueda salir a
luz por el esfuerzo conjunto de colombianos y españoles.
Seguirá un estudio crítico de la obra como documento que-
sadino o, en otras palabras, como texto que nos revela la
mentalidad, psicología, conocimientos del autor, finalidad al
escribir la obra, y otros detalles relativos a su confección, tales
como la fecha, información, fuentes, estilo, etc. Por último
vendrá la valoración de la obra en orden a la importancia
que tiene como fuente, según venimos diciendo, acerca de la
vida misma de Gonzalo Jiménez de Quesada.

I. PAULO ]OVIO. SUS ESCRITOS. SU VALOR COMO


HISTORIADOR.

El Antijovio de Jiménez de Quesada va encaminado a


establecer la verdad que, según él, había sido vulnerada por

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XVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROlS

el escritor lombardo Paulo Jovio en las Historias de su tiempo.


El hecho de que una obra de más de cuatrocientos folios,
como es la de Jiménez de Quesada, vaya dedicada íntegra-
mente a poner en su sitio la verdad histórica maltratada, nos
impulsa a preguntarnos en qué consistía el quehacer de este
escritor lombardo, tenido por historiador y conceptuado por
tal por otros historiadores. Dediquemos, pues, unas líneas a
centrar la valoración de este tema.
Los datos fundamentales de la vida de Jovio podemos en-
contrarlos en cualquier tratado de historiografía. Puede ser-
virnos para el caso la obra de Eduardo Fueter, parte y tomo
1 de la edición dirigida por G. von Below \ en la cual, en el
capítulo especialmente dedicado al estudio de l'a significación
de este escritor (Jovius und die journalistische Beharrdlung
der Geschichte) 2, se nos dice que Paolo Giovio (que tal fue
la manera italiana de llamarlo) nació en Como en el año de
1483. Su primera ed.ucación fue fundamentalmente humanís-
tica; luégo estudió medicina en Padua y en París y en 1516
se dedicó al ejercicio de su profesión en Roma, donde León
X 10 nombró profesor de la Universidad.
Los servicios prestados por Paolo Giovio a los Pontífices
fueron premiados por Clemente VII con el nombramiento
en 1528 de Obispo de Nocera. En el año de 1552 moría en
Florencia. Hasta aquí los datos esenciales de su curriculum
vitae, datos que hay que rellenar con la noticia de que este
médico pontificio siente muy pronto la comezón interna de
ponerse a escribir un relato, o varios relatos, de todo el com-
plejo conjunto de acontecimientos que en su torno se pro-
ducían en tanta abundancia, y a narrar asimismo las gestas

1 Handbuch da Mittelalterlichen und NeUere,¡ Gesch ich te, tomo


1: Gesohichte der Neueren Historiographie . .. Zürich - MÜllohen, 1925.
2 Op. cit., pág. 51.

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Lám. 2: GONZALO ]IMENEZ DE QUESADA,

según la edición de la Historia general de los hechos


de los castellanos por Antonio de Herrera, Madrid,
Juan de la Cuesta, 1615 (arriba); y según la HIstoria
de las conquistas del Nuevo Reino de Granada por
Lucas Fernández de Piedrahita, Amb:res, Juan Bau-
tista Verdussen, 168 (abajo).

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ESTUDIO PRELIMINAR XVII

y vidas de los principales hombres que le fueron contempo-


ráneos. Esta nueva profesión, y la amistad de los Pontífices,
le proporcionó la relación con grandes e importantes perso-
najes, entre los cuales se contó ¡nada menos! el propio árbitro
del mundo: el César Carlos V, el César Carlos en sus mo-
mentos de mayor brillantez e importancia, cuando pasaba
por Italia para reverdecer los lauros imperiales, que venían
coronando a los monarcas germánicos desde el tiempo de
los O tones.
Los escritos de Giovio toman la forma de Historia que
llega hasta el año de 1547, cuyos seis primeros libros, según
dice él «se perdieron en el famoso sacco di Roma», aunque
hay quien piensa que nunca existieron y que se excusó de
no escribir los sucesos de los años correspondientes a estos
seis capítulos, porque aquellos que podían informarle sobre
los sucesos acontecidos entonces, ya habían muerto. Estas
historias corrieron primeramente en forma manuscrita, casi
diríamos de libelo, hasta que por fin se decide a darlas en
forma impresa, apareciendo entonces una serie de obras cuya
nómina principal damos en nota 3. El éxito fue fulminante

3 Commentarii delle cose de' Turchi, di PAULO JOVIO, Vescovo di


Nocera, a Carlo Quinto lmperatore Augusto, nuovamente rivisto & con
somma diligentia impresso. S. 1. y s. a. (in-8).- La vita di Gonzalvo
Ferdinando di COl'dova, detto il Gran Capitano, seritta pet· Mons ...
Vescovo di Nocer'a & tradoUa per M. Lodovico Domenichi. Fiorenza,
Lorenzo Tonentino, 1551 (398 págs, in-8).-Abregé de l'histoire des
Vicomtes et ducs de Milan, le droict det-quels appartient a la couronne
de France, extl'aict en partie du liIl1'e de P AUL JOVE , écrít en latín el
traduit en jranrais par Charles Estienne. París, Ch. Estienne, 1552
(Sign. A4 - L4 + M2 - L9 23 oms.).-La vida y chronica de Gon-
ralo Hernandez de Cordova, llamado por sobrenombre el Gran Ca-
pitan, por PABLO JOVIO, Obispo de Nocera , agora tt'aduzida en nttestro
vulgar [Pedro Bias Torrellas], C;:arago~a, Estevan G. de Nagera, 1554
(24 + LXX1X fols. in-fol. 27,5 cms. Muy raro)-PAuLI IOVII, Novo-
comensis, Episcopi Nucerini, Historiarum sui temporis tomi duo. Ar-
gentorati, Agustín Frisio, 1555-6 (2 vols, in-8) .-PAULI IOVIl, Novo-

1I

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XVIll MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

y muy pronto sus libros fueron traducidos a casi todos los


idiomas cultos y se simultaneaban las edici~nes en latín, que

comensiJ, Episcopi Nucerini, Histodarttm slli temporis tomtts primus,


XXXIII libros complectens, cum in dice plCllissimo. [Idem, ídem, tomus
secutldus]. Lutetiae Parisiorum, Michael Vascosani, 1558-60 (2 vols.
in-fol. 34 cms. perg.) .-PAULI IOVIl, Novocomensis, Episcopi Nucerini,
vitae illustrium virorum tomir duo bus compl'ehensae 6' propriis ima-
ginibus illustratue. Basileae, 1559-60 (3 vols. in-8) .-Historia general
de todas las cosas succedidas en el mundo en estos cincuenta años de
nuestro tiépo: en la cual se escril/en particularmente todas las victorias
y successos que el inuictissimo Emperador Don Carlos Uno, dende
que comenfo a reynar en España hasta que pl'elldio al Duque de Sao
xOllÍa, escrita ·en lengua latina por el doctissimo PAULO 10VIO, Obispo
de Nochera, traduzida de latín en castellano por el Licenciodo Gaspar
de Baefa. Salamanca, Andrea de Portonarijs, 1562-3 (2 vals. in-fol.).-
Libro de las historias, y cosas a¡;ontescidas en Alemaiía, ESpOlia, Fran-
cia, Italia, Flandres, Inglaten'a, Reyl70 de Artois, Dacia, Grecia, Scla-
uonia, Egypto, Polonia, Turquia, India, y mundo nueuo, y en otros
reinos y señorios: comen~O(1ldo del tiempo del Papa Lean, y de la
venida de ... Carlos quinto en España, hasta su muerte. Compuesto
por PAULO 10VIO, Obispo de Nochera, en latin y traduzido en 1'Omance
castellano por Antonio loan Villafnl1lca, medico valenciano: y pat' el
mismo añadido lo que faltaua en lovío hasta la mt~rte del invictissimo
Emperador Carlos quinto ... Valencia, loan Mey, 1562 (10 hs. +
CCLX fols. Texto a dos cols. Letra gótica) .-Dialogo de las empresas
militares y amorosas, compuesto ell lengua italia/lO, por el illustre
Obispo de Nucera. En el 'qual se tmeta de las devisas, armas, motes o
blasones de linages, con su razonamiento a esS(' proposito del magnifico
Señor Ludovico Domenrqui. Todo nueuamente traduzido en romano
ce castellano, por Alonso de Vlloa. Añadimos a esto las empresas
heroicas, y morales, del señor Gabriel Symeon, Leon de Francia, Gui·
lIielmo Roville, 1562 (Sig. X4 - x..,'{4 + 263 págs. ¡nA. 22 cms. Muy
curiosa ed.).-[Primera] y Segunda parte de la historia general de
todas las cosas succedidas en el mundo e1l estos cinquenta años de
nuestro tiempo. En que se escriven particularmente {as vjctOl't'as del
invictissimo Empe1'Odor Don Cados ... por PAULO JOVIO, Obispo d~
Nocera, tt'aduzido de latin en castellano por el Licenciado Gaspar de
Baefa. Granada, Antonio de Librixa, 1566 (2 tomos, 1 vol. in-fol).-
Elogios o vidas brettes, de los Caualleros antiguos y modernos, illustres
e11 valor de guerra, q. estan al billo pilltados en el Museo de PAULO
lOUIO. Y tradllxoZo de latin en castellano, el Licenciado Gaspar de
Baefa. .. [Dirigido a Felipe Ir]. Granada, Hugo de Mena, 1568
(4+ 222 fols. in-fol.).-PAULI IOVIl, Novocomem;s Episcopj Nucu'Íni.

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ESTUDIO PRELIMINAR XIX

manej aba con soltura, y en italiano, francés y español, enn-


quecidas e ilustradas con los retratos de grandes personajes,
que iba atesorando en su colección, la cual hlegó a ser muy
famosa a este respecto.
Jovio se nos presenta, en primer término, pues, como un
gran polígrafo, en el sentido directo de que escribía mucho.
Ahora bien, ¿es digno de fe? Este punto, muy delicado e
importante para nuestro objeto, en el momento en que tene-
mos entre manos una obra como El Antijovio, que pone en
duda su veracidad, es preciso que quede dilucidado antes
de seguir adelante. Jovio indudablemente tuvo a mano in-
formación directa de todo lo que luego iba a contar en sus
obras, e incluso, como nos informa algún escritor, montó en
Roma una verdadera agencia de información, a base de es-
cribir cartas a todo el mundo, solicitando informes, que luego
vertía en los libros. Esta agencia de información tiene tanto
parecido con los procedimientos periodísticos, que Fueter 4
no duda en titular la parte que a él dedica: lovio y la forma

elogia vimrum bellica vil"tute illustrium, septem libris iam olim ab


Authore compl'ehensa, et nunc ex eiusdem Musaeo ad viuum expressis,
imaginibus exornata. Basil[eae], Petrus Perna, 1575 (4 hs., 2 láms. +
392 págs. 7 hs. in-foL 34 cms.).-Edición de la -obra sobre varones
ilustres de las letras, en 1575 (6 hs. + 392 págs. + 6 hs. y grabados).
-PAULI IOVIl, Novocomensis Episcopi Nucerini, vitae illustrium vi-
rorum tomis duobus comprehensae & pmpriis imagillibus illustratae.-
PAULI IOVIl, Novocomensis Episcopi Nucerini, elogia virorum literis
illustrium, quotquot vel nostra vel aVOI'Utn memoria vixere. Ex eius-
dem Musaeo ... ad viuum expressis imaginibus exornata. Basil[eae],
Petrus Perna, 1577 (6 hs. + 232 págs. + 2 hs. in-fa!.). (Port. grabada
y grabados interiúres) .-PAULI IOVII, Novocomensis Episcopi Nucerini
l'egionum et insularum atque locorum: Descriptiones... Basilea, Pe-
trus Perna, 1578 (158 págs. + 0002 + 1 h. in.f-o!. 34 cms.). De las edi-
ciones españolas del libro que nos interesa, hablaremos luégo, por des-
cansar sobre su conocimiento gran parte de la argumentación, que nos
fecha el momento de ser elaborada la obra de Quesada.
4 Op. cit., pág. 5l.

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xx MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

periodística de hacer la Historia. Es más, para Fueter no se


puede incluir siquiera a Jovio entre los historiadores, aunque
tenga la importancia grande de significar el momento en
que el historiador deja de ser un mero espectador de lb que
las fuentes le van presentando y se convierte en un activo
inquiridor de la verdad, «tomando la iniciativa».
Ahora bien, se puede ser joumal¡st, periodista, y decir la
verdad en la narración que se tenga entre manos, aunque
siempre exista, por parte del lector, la duda de que n o s e
c u e n te t o d o, ya que el periodista es hijo del interés del
momento y en mucho depende del favor de sus irIformadores
y vive estrechamente unido a los personajes políticos de su
mundo. Esto le resta naturalmente posibilidades de veracidad
completa, aunque - como a veces sucede - no incurra en
ninguna deliberada falsedad.
Esta cualidad de Jovio como periodista es un aspecto en
el que coinciden la mayoría de los que han tratado sobre su
obra. Morel Fatio 5 dice tajantemente que e s m á s b i e n un
pe r i o d i s t a 6, provisto de las dotes de observación pro-
pias de tal profesión, y que merece por ello ser considerado
«le créateur du journalisme moderne» 7. Periodista, pues, en
el sentir de los historiógrafos modernos, ya que es, como
afirma uno de ellos, «der erste grosse Reporter und Inter-
vieweu 8, que domirIaba como nadie d estilo periodístico,
sin perderse nunca en reflexiones poco gratas y pesadas. Sin
embargo, debemos volver a preguntarnos, si estos «reporta-
jes», como los llama Fueter 9, eran o no verídicos, estaban

5 ALFRED MOREL FATIO, Histoyiographie de Charles Quint, Pre-


micre partie. .. París, 1913.
6 Op. cit., pág. 46.
7 MOREL FA TIa, op. cit., pág. 121.
FUETER, op. cit., pág. 53.
9 Op. cit., pág. 54.

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ESTUDIO PRELIMINAR XXI

O no llenos de la sana verdad histórica, que es la saVIa que


alimenta el conocimiento de la posteridad.
Morel Fatio dice a este respecto que sobre Jovio pesa
«une sorte d'interdit>, especie de entredicho que vemos con-
firmada en Fueter cuando nos asegura que aquellos que no
eran buenos pagadores tampoco eran bien tratados en los
escritos del obispo de Nocera, a no ser los florentinos. Tuvo,
pues, «como periodista, una ilimitada confianza en la credu-
lidad y tontería del público» 10. Estos juicios ya nos hacen
pensar seriamente que su obra no estuvo desprovista de pa-
sión interesada, de motivos menos dignos que los de la serena
exposición, objetiva y seria, de los acontecimientos que iban
pasando en su torno. La impresión se torna má:. oscura si
pesamos 10 que dicen de su dbra otros críticos, que dan ya
por supuesta su caLidad de periodista, y pese a ello, desean
averiguar si hay algún destello histórico, entero y honrado,
en su producción. El veredicto no es muy alentador.
Gentile 11 nos cuenta cómo los mismos contemporáneos
de Jovio 10 tuvieron como aventajado discípulo de los cínicos,
y que Varc'hi llegó a llamarlb un gran pazzo con el mismo
valor que hoy diríamos un gran desahogado. Este tipo de jui-
cios se corrobora por la crítica, que ve de qué modo, pese
a 10 ambicioso de sus títulos, a la buena presentación tipográ-
fica, e incluso al modernísimo sistema de ilustraciones me-
diante retratos, Jovio ignora por igual lo que es La historia
y el movimiento de los astros. La armazón política de los
acontecimientos que él mismo cree que historía, le es des-
conocida. Los hombres los entendía como un repórter o como
Un médico, no como entes operantes de la historia.

10 FUETER, op. cit., pág. 53.


11 M. Lupo GENTrLE, Studi sulla storiografia fiot'entina, 1905, pág.
95.

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XXIl MANUEL BALLESTEROS GAlBROIS

No es más afortunado en manos de Pastor, que nos habla


de él en el tomo IV de su Historia de los Papas, ni en l'as de
Ranke, que en su obra Zur Kritik neuerer Geschichtschrei-
ber, viene a decir casi lo mismo: «Die Lage der offentli-
chen Geschafte wird nie ergründet, die Politik fehlt, das
Geheimniss bleibt unaufgeschlossen ...>, es decir, que no
funda la razón de los acontecimientos, que le falta 10 poLí-
tico, que el secreto sigue inaprensible.
¿Por qué nos ha interesado tanto el puntualizar el valor
de Jovio como historiador? No ha sido simplemente porque
sea su obra sobre la que se ejerza la acción escrita de Jiménez
de Quesada, y queramos cumpllir un deber de curiosidad,
sino por algo más importante: porque Jiménez de Quesada,
como veremos luégo, hace eje de su argumentación la certeza
de que Jovio no es veraz y tiene maJa voluntad a 10 español,
e incluso al Emperador mismo. Si logramos asegurarnos de
que Jovio es historiador endeble, tendremos ya mucho ade-
lantado para entender la intención de Jiménez de Quesada, y
para adentrarnos en sus páginas con la tranqui1idad serena
de que vamos por camino bien trillado y sin posibles baches
y dificultades. ¿Cuál pudo ser la causa de la animadversión
de Jovio a los españoles y a su César?
Algo debió haber en las reLaciones de Jovio con los espa-
ñoles para decidirlo a actuar de modo tan desconsiderado
con ellos, en unos libros y escritos en que se hablaba cons-
tantemente de gestas y sucesos en que España, su rey y sus
hombres intervenían de continuo. Este algo era común a
todos los italianos y Jovio no podía sentirse fuera del general
sentimiento. Los italianos ha1laban humillante la dominación
española, sentían hasta qué punto ellos eran superiores en
formas, delicadeza, inspiración, cultura, conocimientos, e in-
cluso en armas; y sin embargo aquellos «rústicos> los habían

®Biblioteca Nacional de Colombia


ESTUDIO PRELIMINAR XXlII

dominado, aprovechándose de sus divisiones, del eterno des-


tino de Italia de estar a merced de los reyes extranjeros. Muy
reciente estaba todavía la acción de Fernando II de Aragón
(el esposo de Isabel de Castilla, el Rey Católico) al desposeer
a sus parientes del reino de Nápoles, para que no doliera
en el alma italiana el haber defendido la causa de una di-
nastía extranjera, que a la postre iba a deparar la interven-
ción total de los aragoneses y la subyugación de los italianos
a ellos. Jovio mismo había dado, en sus Vidas de varoneJ' ilus-
tres por los hechos bélicos, prueba de este sentimiento, al
hablar de Fernando de Avalas, Marqués de Pescara 12.
La reacción de los italianos frente a la invasión española,
que no fue simplemente en Nápoles, sino también en Roma,
por obra de los Borjas dos veces pontífices, viene manifestada
en infinidad de escritos de la época, que ha estudiado minu-
ciosamente, en un libro no carente de pasión, Benedetto Croce,
con el título España en la vida italiana durante el Renaci-
miento 13, cuyo capítulo VI, La protesta de la cultura italiana
contm la bárbara invasi6n eJ-pañola, nos presenta el dolor que
en sus escritos volcaron los más sensibles hombres deL mo-
mento. De todos ellos el más significativo, que pudo muy
bien ser tomado como modelo, es Antonio de Ferraris, llamado
Galateo, cuya obrita De educatione H es un llanto continuo
por la inundación de costumbres pervertidas, uso~ moriscos,
molicies y otros excesos que, a su juicio, eran propios de los
españoles.

12 La vita del marchese di Pescara, Vite di XIX uomini i/lltstri.


13 Traduoción de 1- Sánchez-Rojas (Madrid, Mundo Latino). La
edición italiana es de Bari, 1917,
11 Este breve tratado apareció en los Seriai inediti o rari di dÚlcrsi
autor; trovati nelle prov. di Otranto, publ. por F. Carotti, Nápoles,
1885. Igualmente aparece en la Collana di scn'ttori di ten'a d' Otranto,
Lecce, 1867. CROCE tiene una nota sobre él en el vol. XXIII, págs. 394,
97 del C;onlale Storico della Lettel'atura Italiana.

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XXIV ¡"[ANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

Los italianos, especialmente los cultos, entre los cuales


podemos hacer un sitio, aunque no muy amplio, a Paulo
Jovio, sentían pues un sordo malestar contra los españoles y,
cuando podían, lo demostraban, ya fuera con la franqueza
de un Galateo, ya fuera con la insidia de un periodista que
hace que los acontecimientos cobren un aspecto diferente
del que en verdad tuvieron: este último caso es el de nuestro
obispo historiador.
Tenía, pues, Jovio una razón de fondo para escribir como
lo hizo (si dejamos a un lado todos los principios éticos de
una profesión, la de historiador, que él desconocía), pero
además razones más inmediatas y personales, dirigidas con-
tra el propio César.
Jovio se entrevistó varias veces con Carlos V y en un prin-
cipio fue decidido admirador suyo, lo cual luégo se trocó
en aversión al sentirse menospreciado por el Emperador. En
agosto de 1529 lo conoce en Génova, al año siguiente 10 ve en
Bolonia, donde lo vuelve a recibir en 1532 y 33 cuando re-
gresaba de Alemania. Entonces Carlos V parece que hizo
algún comentario que no fue del agrado de Jovio, ya que en
él no se hacía la ciega alabanza de que se creía merecedor.
Nuevamente acompaña al Emperador cuando éste pasa por
Roma en 1535, y le sirve de guía en su visita arqueológica
por la Ciudad Eterna. Aún ha de ver a Carlos, en calidad de
intérprete y auxiliar, en Niza en 1538 y por último en Busseto
en junio de 1543. Esta relación con el Emperador, no todo lo
cordial que él hubiera deseado, le sirve por una parte para
cobrar por él un solapado odio, que irá vertiendo lentamente
en sus escritos 15, y por otra parte para preciarse de recibir

15 En una ocasión, de la que se hace eco Morel Fatio, llega ]ovio


a decir que de qué les servía a los españoles que sus ejércitos se cubrie-
ran de gloria, si el país se empobrecía mientras gobernaba Carlos (op.

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ESTUDIO PRELIMINAR xxv

la información de manos del Emperador mismo 16. Lo cierto


es que a lo más que llegó - y otra cosa hubiera sido asom-
brosa, con persona tan reservada como Carlos V, según pone
de relieve Carlos Brandi 17 - fue a tener correspondencia con
algunos hombres de armas del César, especialmente con Giam-
battista Gastaldo.
Hubo, sí, una intervención deL Emperador en la obra de
Jovio, y no fue atendida. Nos referimos al relato de la cam-
paña de Túnez (1550) que fue revisado por Carlos V en per-
sona, a través de un erratum de Luis de Avila 18 y Guillermo
van Male. Jovio no hizo caso de las correcciones Avila-Male,
según hace notar G. Voigt 19, especialmente en aquello que
perjudicaba o dejaba en mal puesto a los españoles ...
Este es el hombre, autor del libro que mereció El Antijo-
vio de Jiménez de Quesada. Leamos los argumentos del
Mariscal y esperemos a terminarlos para poder decir si tenía
o no razón Pierre Bay1e al tildarlo de venal y mendaz.

11. EL ANTIJOVIO.

En el prólogo que ]iménez de Quesada hace a su libro,


dirigido Al lector, dice:

cit., pág. 118), lo que nos pone de manifiesto dos cosas: que aprove-
chaba cualquier ocasión para zaherir al César y que la acción de Que-
sada al escribir su Antijovio está plenamente justificada.
16 Lettere volgan di Mons. PAULO GIOVIO, da Como ... Venezia,
1566.
17 Kaiser Karl V. Werden und Sclúcksal einer Personlichkeit und
eines Weltreiches. München, 1937. La traducción castellana, ed. Nacio-
nal, Madrid, 1941, ha sido efectuWa por el autor de estas notas.
18 LUIS DE AVILI.. tiene un Comentario de la guerra de Alemaña,
Amberes, 1550.
19 Die Gesc}¡ic/¡tsc}¡reibullg liber den Zug Ka,.!'s V gegen Tunis,
pág. 33.

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XXVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

avnque en el nonbre de mi libro parec;:e que escribo contra el


Jobio llamándolo Antijobio y aprobechándome de aquella dic;:ión anti,
que quiere dezir contra, como dec;:imos Antechristo por aquel hijo
de perdic;:ión, y como escribió el primer yésar su Anticatón, contra
Catón, pero que en ninguna manera (quimdo aparte el desear que
se sepa la verdad y quitar los oprobios de que quiso cargar a mis
españoles) no quiero con él otra conpetenc;:ia, sino que conozco yn-
genuamente la parte tan grande que en mucha multitud de sc;:ienc;:ias
este señalado barón ha alcanzado (fol. V v.).

Esto nos coloca ya en el plano de conocer el título de la


obra, nada menos que a través del propio criterio y juicio de
su autor, exculpándonos de toda cábala o conjetura sobre este
particular.
Hemos de hacer, no obstante, el estudio que anunciába·
mos en el P,-eámbulo, siguiendo una discriminación analí·
tica de todo lo que puede interesarnos en relación con los di·
versos aspectos de la obra, a saber: de qué manera llegamos a
conocer la existencia de obra tan peregrina, su descripción
material y crítica interna de aquelilos elementos fundamentales
que nos revelen la dinámica, las motivaciones y la forma por
qué y en que fue hecha. Entremos, pues, en materia.

A) DE COMO SE LLEGO AL CONOCIMIENTO DEL MANUSCRITO.

Al editar hoy el original de El Antijovio del Mariscal Ji-


ménez de Quesada, sin pretender decir que se trata de una
obra de la que en absoluto se careciera de noticias, sí podemos
asegurar que aportamos una interesante novedad al campo
de los estudios americanistas e historiográficos, novedad que
reside en lo poco difundido en sí del manuscrito que hoy
damos a conocer y en el hecho, verdaderamente importante
y cuyo mérito cabe por completo al Gobierno colombiano, a
través de su Instituto Caro y Cuervo, de que, al cabo de 385
años de haber sido escrita la obra, por fin puede ver la luz

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ESTUDIO PRELIMINAR XXVII

y llegar aL conocimiento de todos, cumpliéndose así póstuma-


mente la voluntad de su autor, que desde un principio la des-
tinó para las prensas.
Ya hemos dicho que no es una novedad la noticia de que
existiera esta obra del Mariscal, pero que sí lo es la de la exis-
tencia del manuscrito que damos a conocer. Para que enten-
damos bien 10 que queremos decir, procedamos por orden
cronológico, exponiendo los momentos en que se tuvo noti-
Cla de que ]iménez de Quesada había escrito esta obra.

1. PRIMERA NOTICIA.

Juan Bautista Muñoz, ese teólogo valenciano convertido


por la voluntad de Carlos III en historiador de Indias, nos
da noticia de que vio un manuscrito que contenía El Anti-
jovio. La referencia de esta nota de Muñoz nos viene dada
por Enrique Otero D'Costa 20, que se pregunta en qué sitio
vio Muñoz este libro, y conjetura «que la descripción del se-

20 Gonzalo Ximellez de Quesada, editorial de Cromos, Bogotá, sin


año. Juan Bautista Muñoz nos ha dejado constancia de un estudio de
El Antijovio en el tomo 92 de su colección, conservada como es sabido,
en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia (Madrid). Se
halla la referencia en el fol. 254 recto y verJ"O. De los manuscritos que
hay, vio sin duda el que utilizamos, aunque anota como título de él:
Apuntamientos i anots. sobre la Ha de Paulo ¡ovio ... Dedic. a D.
Luis Quijada PI'eS te del ConsC de Yndias, señor de Villagal·cía. Es raro
que haya escapado a su reconocid3J perspicacia lo que era obra del
propio Jiménez de Quesada y lo que era postiza añadidura del entro-
metido corrector, como más adelante estudiamos y razonamos, por lo
que deducimos que su examen debió ser muy rápido. Como lo que
perseguÍ3J J. Bta. Muñoz era recoger datos para su Historia del Nuevo
Mundo, anota aquello que pueda ser útil a su intento y por ello con-
signa la opinión de Quesada en lo relativo a los justos títulos que
tuvo España a la posesión de las Indias. Es curioso 10 que impresio-
na a Muñoz el poder averiguar lo que en la obra de Quesada pudiera
referirse a Indias, y por ello escribe: "cap. 9. Guerra de Solimán en
Hungría. Cita en este capítulo Ellibm qe. lIamos / haciendo intit. Las

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XXVIII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

ñor Muñoz, que publica De la Espada, está trunca, bien por-


que se perdieran algunos folios de eLla, bien porque no la
concluyera el erudito historiógrafo. De modo, pues, que la
obra pudo haber tenido más de los treinta y siete capítulos
descritos por Muñoz~. Contestemos a las preguntas del escri-
tor colombiano acerca de c u á n d o y d ó n d e pudo ver Mu-
ñoz «este valioso libro>. Hoy ya sabemos d ó n d e: en Va-
lLadolid, que es en donde se hallan los m a n u s c r ita s de
la obra 21. El c u á n d o no nos parece tampoco difícil, ya que
como ha estudiado con ,detenimiento Antonio Ballesteros-
Beretta, en su investigación sobre las correrías, de Juan Bau-
tista Muñoz 22, éste permanece en las cercanías de Valladolid,
en Simancas, desde fines de abril de 1781 hasta 14 de noviem-
bre de 1783. Don Antonio BaLlesteros dice en un determi-
nado momento, relativo al verano de 1782, que «sabemos que
estuvo también en el Colegio de San Bartolomé y sin duda
investigaría en la Universidad y en el Archivo Catedral, y
quizás asimismo escudriñaría los fondos documentales del
Municipio. En Salamanca estaba el 9 de julio .. .> 23. Es decir
que en eL verano de 1782 Muñoz tuvo la posibilidad de acce-
so a la Biblioteca Universitaria de Santa Cruz y, entonces,
hubo de conocer el manuscrito.

diferencias de la guerra de los dos mundos. Sin duda habla de las


conqs. de Indias".
Casi al final observa que en el cap. 37, fol. 238 v. y sigs. habla de
los conquistadores, lo que prueba dos cosas: a) que tuvo en sus manos
(como puede comprobar el lector) nuestro manuscrito; b) que esta
mención, como última nota, al cap. 37, es lo que hizo pensar a los es-
tudiosos de nuestro tiempo que la obra consultada por J. Bautista
Muñoz sólo tenía 37 capítulos.
21 Nótese bien que decimos los mDnuscntos, lo que merecerá ex-
plicación más detallada al final de este párrafo.
22 Don !uat¡ Bautista Muñoz, dos facetas científicas, en Revista
de Indias, núm. 3, págs. 5 y sigs. Madrid, 1940.
23 Artículo citado, pág. 18.

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ESTUDIO PRELIMINAR XXIX

2. SEGUNDA NOTICIA.

La tenemos por don Marcos Jiménez de la Espada en su


obra luan de Castellanos y su Historia del Nuevo Reino de
G"anada 24. Otero D'Costa 25 se pregunta a este respecto (y
volvemos a copiar el párrafo): «Parece que la descripción del
señor Muñoz, que publica De la Espada, está trunca, bien
porque se perdieran algunos foLios de ella, bien porque no
la concluyera el erudito historiógrafo. De modo, pues, que la
obra pudo haber tenido más de los treinta y siete capítulos
descritos por Muñoz:$. Acierta y yerra a la vez el historiador
colombiano, sin saberlo. Evidentemente la obra no sólo
p u d o, sino que t u v o más de los treinta y siete capítulos,
como podemos apreciar por esta edición, pero la nota de Juan
Bautista Muñoz no está trunca: «e! erudito historiógrafo~
vio más de los treinta y siete capítulos, como hemos demos-
trado en La nota 20, pero sólo se refirió a treinta y siete y
aquí está el error de Otero.

3. TERCERA ETAPA DE NOTICIAS.

Desde entonces no vuelve a hablarse de la obra del Maris-


cal, hasta e! año 1927, en que se hace mención de ehla del
modo siguiente, según copiamos de! citado autor colombiano
por preferir, por razones particulares, su cita a la que nos-
ot.ros pudiéramos hacer: «Este manuscrito fue hallado en
España en 1927, según comunicación que hizo a la Academia
Colombiana de Historia la distinguida dama colombiana
doña Mercedes Gaibrois de Ballesteros. La Academia resolvió
entablar diligencias para la publicación, como consta en e!

24 Madrid, 1889.
25 Op. cit., pág. 47.

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XXXI! MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

en la nota de la pág. LXVII, lo siguiente, al hacer nueva reseña


de la historia de}¡ descubrimiento de lo que creíamos se titu-
laba Apuntamientos: «El título es el siguiente: Apuntamien-
tos y noticias sobre la Historia de Paulo ¡ovio por el Licenciado
Gonzalo Giménez de Quesada, Adelantado y Capitán del
Nuevo Reino de Granada. De este interesante manuscrito,
que se conserva en la Biblioteca de Vahladolid, trató Marcos
Jiménez de la Espada, y últimamente se ocupa en su estudio
el Catedrático de la Universidad de Valladolid don Joaquín
Pérez Villanueva). En efecto, cuando esto escribíamos, a co-
mienzos del año 1947, teníamos noticia de que el docto de-
cano de la Facukad de Filosofía y Letras de Valladolid se
ocupaba del estudio histórico de este manuscrito, en colabo-
ración con el gran americanista, promesa de nuestra juven-
tud erudita, don Demetrio Ramos Pérez 29.
Pero entonces surgió en Colombia la idea de dar a cono-
cer por completo la inmortal obra de don Gonzalo. Fue el
Director del Instituto Caro y Cuervo, editor de esta trans-
cripción y estudio, don José Manuel Rivas Sacconi, el que
promovió la empresa que hoy se lleva a cabo, encargándonos
de todos los trabajos, materiales y eruditos, conducentes a
este fin.
Preciso es hacer breve historia de la concurrencia que se
establecía entre nuestro intento y la renovación de iniciativas
en la Universidad de Valladolid. Por razones de compañe-
rismo científico y de delicadeza en la investigación, con-
venía dejar a los universitarios vallisoletanos la primacía, que
ellos habían demostrado con la nonnata edición, anterior a
la guerra civil española (1936-39). Esta consideración era

29 Guiados por las notiCIas de! P. Bayle y conocedores de un


ejemplar de la edición nonnata, supimos que e! título era el citado y
no Antijovio según lo escribió e! propio Quesada.

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ESTUDIO PRELIMINAR XXXIll

preCISO llevarla tan lejos como el servicio de la ciencia per-


mitiera y, por ello, la edición que ahora aparece sufrió más
de un año de retraso, esperando que la Universidad de Valla-
dolid cumpliera su tarea. Razones de índole particular im-
pidieron a los universitarios vallisoletanos el colmar su justa
aspiración y derecho, y en vista de ello, el Instituto Caro y
Cuervo decidió emprender la labor que ahora se presenta
a lJa consideración del público científico.
Hagamos, sin embargo de 10 dicho, una salvedad: lo que
al historiador europeo interesa de manera preferente es el
conjunto de noticias que respecto al reinado de Carlos V con-
tiene la obra del Mariscal, al tiempo que al historiador ame-
ricanista 10 que de verdad apasiona es poder conocer de visu
su manuscrito, gozarse en su estilo y extraer noticias relati-
vas a la propia persona del conquistador del Imperio de los
chibchas. Por esta razón nuestra edición, destinada al público
científico americano y americanista, cubre esencialmente este
objetivo y deja a un lado todo lo referente a la historia euro-
pea, que interesa de un modo más especial, como se ha dicho,
al que historía los acontecimientos deL mundo moderno euro-
peo. Esta será la tarea que no dudamos cumplirán con todo
decoro los universitarios de Valladolid.

B) DE LOS MANUSCRITOS EXISTENTES Y SUS EDICIONES.

En esta exposición cronológica hemos dejado a un lado,


de intento, el artículo citado del P. Constantino Bayle y el
Catálogo de manuscritos de la Universidad de Valladolid 30.
Este último corresponde al año 1935 y el primero al año 1942,

30 Catálogo de mantlSCI-itos de las Bibliotecas Universitaria.; y de


Santa Cruz de Valladolid, en Anales de la Universidad de Vallado/id,
segunda época, julio-diciembre 1935, año VlII, núms. 24-25, conclu-
sión, págs. 30-172.

III

®Biblioteca Nacional de Colombia


XXXIV MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

pero ambos se halllan estrechamente vinculados en algunos


detalles de forma que nos conducirán al establecimiento de la
existencia de los dos manuscritos de El Antijovio, a que hemos
venido haciendo referencia a 10 largo de las líneas anteriores.
El Catálogo, obra del citado archivero vallisoletano, don
Saturnino Rivera Manescau y de don Paulina Ortega Lama-
drid, dice, al catalogar el ms. 285 (Papeles Varios Ms.), en el
folio 341 r., lo siguiente:

ApUNTAMIENTOS y ANOTACIONES SOBRE LA HISTORIA DE PAULO


JOVIO OBISPO DE NOCHERA, en que se declara la verdad de la~ cosas,
que opassa / ron en tiempo del Emperador D . Carlos V~ desde que
co/menzó á reinaT en España, hasta el año de M.DXLIIrr con descar-
go de la Nación Española/ lo qual escrivia y ordenava D . Gon/
zalo Ximénez de Quesada, Adelantado y Capitán Gene/ral del nuevo
Rej/no de Gm/nada.

En la descripción de este manuscrito misceláneo, en el


folio 357 r., se continúa con la mención de los «auditores de
la Sacra Rota por la corona de Castilla». Es decir, que los
Apuntamientos, tal es el nombre que allí aparece, compren-
dían algo así como 16 folios. En la descripción que de todo eL
tomo hacen los catalogadores se dice que es un «Manuscrito
en papel de trescientos cincuenta y ocho fol. a 43-24 líneas de
305 por 205 mm. Caja de 280 por 147. Letra del siglo XVII y
XVlII ... FaLta el 313. Perg.». Se indican además algunos

folios en blanco, aunque a nuestro intento interesan solamen-


te los 355 y 356, finales del manuscrito de Jiménez de Que-
sada.
No hace falta insistir, porque por sí mismo se declara,
que este manuscrito no comprende toda la obra y que tam-
poco es original por la fecha, bien atribuída, que se da a la
letra. Una inspección de visu realizada por mí muestra cla-
ramente que se trata de una copia.
El P. Bay1e en el artículo citado copia a la letra esta ficha,

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ESTUDIO PRELIMINAR xxxv

tomándola sin duda del mismo catálogo. Notemos sin em-


bargo que tanto el doctor Rivera Manescau como el P. Bayle
conocieron los dos manuscritos aunque sin decirlo expresa-
mente, el primero porque preparaba su edición y el segundo
porque tomó la «edición nonnata» como impresión del ma-
nuscrito descrito en el Catálogo. El P. Bayle, que copia esta
ficha, hace en el artículo citado un estudio completo de toda
la obra, ya que tuvo en su mano las capillas de la edición que
hemos llamado nonnata. Don Saturnino Rivera, que hace el
Catálogo antedicho, fue el autor de ta nonnata edición y por
10 tanto lector también del otro manuscrito, el completo y
original. Pero esto precisa de alguna nueva explicación.
Sin duda después de Ita publicación del Catálogo en 1935,
o simultáneamente con ella, apareció el segundo manuscrito,
completo, y se decidió entonces su edición. Puesto que iba a
aparecer transcrito íntegramente, no se dio noticia de él y por
ello el P. Bayle, aunque tuvo en su mano los citados pliegos
fue inducido a error. Otras razones, entre ellas lo poco apta
de la edición intentada, impidieron hasta la feoha la publica-
ción y el conocimiento de la existencia de este segundo ma-
nuscrito.
Llegamos ahora, tras esta larga pero necesaria explicación,
al momento de nuestro trabajo. Cuando el Instituto Caro y
Cuervo decidió realizar la presente edición, nosotros teníamos
los mismos datos que la bibliografía mencionada permitía
conocer, es decir: a) que existía una obra inédita del Maris-
cal; b) que su título era el de Apuntamientos, etc.; c) que
su intento era rebatir las Historias de Paulo Jovio; d) que
existía una copia en la Biblioteca de ValladoLid; e) que la
obra estaba incompleta. La realidad nos deparó una gran
sorpresa cuando en diciembre de 1947, en Valladolid, nos
dispusimos a sacar la copia fotográfica para la edición que

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XXXVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

hoy ofrecemos. La sorpresa fue que, además de la copia que


sabíamos, existía el original, firmado por el Mariscal, del cual
se había tomado, sin decirlo, la transcripción para la edición
nonnata.
De descubrimiento trascendental pudimos calificar tal
hallazgo, aunque la existencia del manuscrito fuera conocida
de unos cuantos, e incluso del Padre Bayle, que había habla-
do de este original por su transcripción impresa, pero sin
saber que se trataba de él. Descubrimiento trascendental
porque nos permitía disponer, sin discusión posible, de la
auténtica redacción, tal como la ideara el Mariscal, salvo las
correcciones posteriores que en elLa se habían hecho, debidas
naturalmente a otra mano, y de las cuales hablamos más de-
tenidamente al hacer la descripción del manuscrito.
Con posterioridad a nuestra visita, es decir a la toma de
las fotografías que ilustran esta edición, el competente facul-
tativo, varias veces mencionado en estas notas, de la Biblio-
teca vallisoletana, don Saturnino Rivera Manescau, publicó
en el Boletín de Archivos, Bibliotecas y Museos de Vallado-
lid 31, una descripción completa del manuscrito y noticias so-
bre el descubrimiento.
Si al señor Rivera le guió, 10 que sinceramente no creemos,
un deseo demostrativo de prioridad, no queremos regatear-
le los méritos, ya que en su mano ha tenido el manuscrito

31 Universidad de Valladolid. Año II, núm. 4 y 5, correspondien-


te a abril-septiembre de 1947, publicado en 1948. Lleva el artículo el
título Una obra original, autógrafa y desconocida del c01NJllistador del
Nuevo Reino de Granada, D. Gonzalo Ximénez de Quesada. La colabo-
ración del Sr. Rivera debió precipitarse, ya que figuran pegados los fo-
lios en la encuadernación y asimismo el título del sumario, por ha-
berse retirado, sin duda, el original an terior para incluir este otro. Su-
ponemos que un muy lícito deseo de anticiparse en la publicación de
la noticia fue lo que decidi6 esta precipitación, después de veinte años
que su autor conocía el manuscrito.

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ESTUDIO PRELIMINAR XXXVIl

durante varias décadas, en las cuales pudo publicar la nota


citada, y a él se debe el primer intento, aunque no fuera acom-
pañado por eL éxito, de publicación del mismo. No queremos
regatearle el mérito, repetimos, que en disponer del manuscrito
pueda existir. Atribuímos, eso sí, una mayor importancia
al hecho de la edición del mismo, y este mérito corresponde
por entero al Instituto Caro y Cuervo, patrocinador de esta
edición, ya que lo verdaderamente interesante no es saber
que existía el manuscrito, sino el hacerLo asequible a todos,
por medio de este poderoso instrumento de difusión cultural
que es la imprenta.

C) DESCRIPCION DEL MANUSCRITO.

Aunque el lector ha de ver las características de la obra


manuscrita por las reproducciones que acompañan a esta edi-
ción, he querido proporcionarle una información completa
de cómo es, materialmente, el manuscrito realizado por ese
hombre extraordinario que fue Jiménez de Quesada. Note-
mos, en primer lugar, que en este Ms. hay que distinguir
dos cosas fundamentales: la obra escrita por el Mariscal y las
correcciones posteriores. Del criterio que los editores han se-
guido para diferenciar unas de otras se hablará en otra parte.
Hago esta distinción porque importa, y mucho, no confundir
lo que es el estilo del Mariscal y el pulimento de su corrector.
El Ms. se halla hecho en papel, dispuesto del modo si-
guiente:
Cubierta: anverso, blanco;
reverso, de letra moderna: «Faltan a este Ms. desde
el f9 64 al 111, ambos inclusive) 32;

32 Fo!. 63 "capítulo diez y seis, de las rrebeliones ... "; fol. 112 ("
mano, lápiz moderno: "capítulo veinticuatro") "y se la ofre~ía como
hombre . .. ".

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XXXVJII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

Doce fols. sin numerar: fol. 1.- «El Antejovio»


fol. 2.- roto,
fol. 3.- comienza la dedicatoria,
fol. 4.- «Al lector»,
fol. 5.- (continúa),
fol. 6.- «A la y glesia católica Rromana»,
fol. 7.- versos latinos.
fols. 8 a 11.- blancos,
fol. 12.- título de la obra;
Seis folios numerados en romanos:
Fol. 1 r. (Dedicatoria a D. Luis Quijada),
v. (Al lector) 33;
436 folios numerados en la margen superior.
Cada plana, de escritura muy desigual, suele tener de vein-
tiuna a treinta y seis líneas, en hojas de 29 cms., 5 mm. por
22 cms., con caja de escritura también desigual. El papel va
dispuesto en cuadernillos con diversas filigranas, a saber:
a) Mano y estrella (papel de origen valenciano o se-
tabense, muy frecuente en América);
b) Escudo y letras B. E. P. al pie
c) Hombre hacia la izquierda, en círculo, sobre letras
A. A. ARA;
d) Idem idem, barbado, en círculo, sobre letra H
(fols. 2 a 216);
e) Escudo, cruz inscrita y L. A. a los lados (fols.
217-386) ;
f) Hombre a la izquierda, con bandera al hombro,
muy frecuente en América (fols. 426-436);

33 Hay que observar que toda esta parte ha estado totalmente

desconocida hasta que. se ha hecho esta edición y que nunca se hizo


transcripción, copia ni reproducción de ella.

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ESTUDIO PRELIMINAR XXXIX

g) Escudo, cruz inscrita y G. M. laterales (fols. 405-


425).
En el fol. 1, como he dicho, se halla escrito el título que
sin duda le dio Jiménez de Quesada: El Antijovio. El correc-
tor, del que hablamos seguidamente, juzgó mejor el escribir
en el verso de este folio el siguiente título:

Apuntamientos y anotaciones sobre la Historia del Jovio, obispo


de Nochera, en que se declara la verdad de las cosas que passaron
en tiempo del Emperador Don Carlos V, desde que comen"ó a reynar
en España, y se desagravia la nación española de los cargos que por
falsas rdaciones les carga el dicho Jovio. Lo qual escrivía, y ordena-
va don Gonzalo Ximénez de Quesada, adelantado del Nuevo Reyno
de Granada y capitán general dél en las Indias Occidentales.

Varias razones me hacen creer y asegurar que esto es obra


de! corrector: a) la letra (de que se habla en seguida), b) la
nota marginal, y c) e! intento dulcificador del que corrige.
Vayamos por partes.
Toda la obra se halla corregida, y esta abundancia de co-
rrecciones hizo decir - a mi modo de ver con imperdonable
ligereza - al señor Rivera, en la nota citada del Boletín va-
llisoletano, que e! Ms. «lleva numerosas tachaduras y correccio-
nes interlineales y marginales, como obra que, una vez escrita,
ha sido objeto de una cuidada revisión que no satisface, sin
embargo, plenamente a su autor, por incompleta, pero que
suspende, ante el deseo de que la abra llegue a España y se
imprima ... ). Este aserto es, lamento tener que declararlo,
totalmente errado. La corrección está heoha con morosidad y
llega hasta el final, es obra de hombre pulido y sin la sangre
caliente del Mariscal, y no f 'u e s u s p e n d ida, ya que
maroha hasta el fin, sin decaer, sino, por el contrario, au-
mentando a medida que avanza en la obra. Y, además, lo
que es concluyente, es de letra por lo menos ochenta años

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XL MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

posterior. No fue, el que corrigió, el propio autor no satisfe-


oho, sino un clérigo (casi podría asegurar) que deseaba
limar los excesos verbales de ] iménez de Quesada.
La nota marginal de este fol. 1, verso, dice: «este será el
título del libro>, de la misma letra. No cabe la menor duda.
El Antijovio es muy duro títuilo, y el corrector imagina este
otro, largo y conceptuoso, y él es el responsable de que sobre-
salga la palabra Apuntamientos. La prueba la tenemos en
que los capítulos, cuyos títulos van escritos en letra - grande
y generosa - de!l Mariscal, llevan después la fórmula general
«con los apuntamientos ... >, de mano del corrector 34.
Y por último, el tono dulcificador. El corrector no llega
a desvirtuar el texto de ]iménez de Quesada, pero intenta por
todos los medios ablandar sus epítetos, substituidos por otros
más suaves. Por dIo, en lugar de El Antijovio, tajante, el
ignorado corrector construirá todo un largo y conceptuoso
título: «Apuntamientos y anotaciones sdbre la historia del
Jovio ...>, hasta llegar a decir que en ellos «.•. se desagravia
a la nación española de los cargos que por falsas relaciones
les carga el dicho Jovio>, lo cual es una flagrante contradic-
ción con todo el mismo libro y nunca puede admitirse que
fuera - o pudiera ser - escrito por el propio ]iménez de
Quesada. El Mariscal nunca dudó - y se hallaba muy en lo
cierto, por 10 que hemos dicho de ]ovio - de la mala volun-

34 Que en esta edición se ha conservado en notas. En las repro-


ducciones fotográficas se observa nítidamente. Hagamos una anota-
ción final respecto a las correcciones. Parece evidente que éstas fueron
motivadas, en tiempo posterior, por el deseo de dar a luz la obra
del Mariscal, como lo indica, en los primeros folios, la apostilla "no
se ponga", por si no fuera ya suficiente el hecho mismo de la co-
rrección. En un principio debió pensar el corrector que lo mejor era
refundir nuevamente todo el escrito, y por ello reescribió los tres
primeros capítulos, decidiendo luégo sólo enmendar y suavizar el
vehemente estilo del Mariscal.

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ESTUDIO PRELIMINAR XLI

tad del obispo lombardo y, por tanto, no es suyo el decir que


si éste echó cargos a los españoles fue «por falsas relaciones)
como si su intención fuera pura. Las palabras mismas de El
Antijovio vendrán luego a desvirtuar esta piadosa idea de
que Paulo Jovio procediera movido «por falsas relaciones~.
Confirma todo este aserto el que al final se diga: «lo qual
escrivÍa y ordenava don Gonzalo Ximénez de Quesada), prue-
ba evidente, por el tiempo verlbal pretérito, de que es una se-
gunda persona la que ha construído, facticiamente, el título.
Queda ahora un dato del mayor interés y que contribuye
a acrecentar la importancia del Ms. En el verso del folio 79,
sin numerar, de los doce de este tipo que hayal principio
de la obra, según vimos, hay una poesía, Lector; candido,
debida a la pluma de Juan de Castellanos, el soldado metido
a clérigo y versificador. El corrector, sin duda ignorante de
la personalidad del «presbyteu, ordenó tajante en el margen:
«no se ponga). La presencia de estos versos latinos de Juan
de Castellanos (como se verá luego) ayuda notablemente
a saber d ó n d e escribió Jiménez de Quesada El Antijovio.
Juan de Castellanos tenía entonces (había nacido en 1522)
unos 45 años y es posible que pasara a Indias - casi un ni-
ño - con el mismo Mariscal cuando éste hizo su primer
viaje 35.
Hay un dato de interés: la letra de estos ver s o s 1 a t i-
n o s - redonda y bien perfilada - no es la misma del resto
de los folios de El Antijovio y es - ¡dato importante! - la

35 Sobre Juan de Castellanos pueden consultarse M. A. CARO, Re-


pertorio Colombiano, III, Bogotá, 1879, 358-68 y 435-56; MENÉNDEZ y
PELA YO, Antología de poetas hispano-americanos, IIl, 8-23; MARCOS JI-
l\1ÉNEZ DE LA ESPADA, luan de Castellanos y su historia del Nuevo Reino
de Granada, Madrid, 1889, y la edición que hace A. González Palencia
del Discurso del Capitán Francisco Draque, Madrid, ) 921.

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XLII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

mIsma del amanuense que usó para sus obras Juan de Cas-
tellanos 36. Luego volveremos sobre estos datos.
Estos son los extremos que más pueden interesar en la
descripción material del Ms., ya que el carácter de la letra,
etc., quedan patentes en la reproducción facsimilar.

D) FINALIDAD DE JIMENEZ DE QUESADA EN "EL ANTIJOVIO".

Existe un bien elaborado libro de Benedetto Croce, ya


citado, que lleva por título, en la traducción de Sánchez
Roj as al castellano, España en la vida italiana del Renaci-
miento. En sus páginas pone de relieve el luminoso escritor
italiano hasta qué punto el primer contacto de dos pueblos,
por tantos conceptos hermanos, fue penoso para unos y para
otros. Bien es cierto que la soldadesca no es siempre el mejor
vehículo de aoercamiento de los pueblos, y también es exacto
que los ejércitos conquistadores, aunque admiren a los pue-
blos conquistados, suelen despreciarlos, así como los pueblos
dominados hallan casi siempre bárbaros y viciosos a los ocu-
pantes. Un ejemplo, tomado al azar, es el del libelo de Pablo
Luis Courier 37 sobre los eruditos florentinos, en que el hele-
nista francés muestra su desprecio por ellos, en corresponden-
cia alodio que ellos sentían por él.
Es, pues, un heoho que el siglo XVI, aunque propiamente
en él no se puede hablar, y en Italia particularmente, de ve n-
ce d o r e s y ve 11 cid o s, es teatro de una rivalidad nacional

36 Esta identidad se observa cotejanDo la letra de estos versos la-


tinos y la que aparece en la ed. cit. de González PaJencia, en sus láms.
rr, III y especialmente IV, que es una carta, al final de la cual estam-
pa el propio Castellanos su firma, lo que demuestra que no es de su
mano la letra., sino de un amanuense.
37 Lettre ti Monsieur Renouarde, ed. de Armand Carrel, París, Fir-
min Didot, 1863. Ed. española de Dolores Palá (Histona de una man-
cha de tinta, Valencia, 1948).

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ESTUDIO PRELIMINAR XLlll

muy acusada entre italianos y españoles. Esta rivalidad se


hubiera desarrollado por los cauces normales si no hubiera
habido la circunstancia extraordinaria, que parece una cons-
tante en la historia italiana, desde los lejanos tiempos de
güelfos y gibelinos, de que siempre hay italianos al lado del
vencedor, con plenos derechos y con la altiva cabeza erguida.
Así ocurría que, mientras muchas ciudades italianas sufrían las
molestias de los ejércitos españoles de ocupación, capitanes, ge-
nerales y soldados italianos combatían j unto a ellos, en contra
de los franceses o en defensa de la cristiandad ultrajada.
Esta circunstancia extraordinaria suscitó una rivalidad de
igual a igual entre italianos y españoles, fomentada en aque-
llos, muchas veces, por la insidia de los franceses . En otras
palabras, 10 que ha historiado Benedetto Croce es lo que
motivó la obra de Jovio. Ya estudiamos la posición nacional
e individual del Obispo de Nocera. Tenemos, pues, en la pa-
lestra pública las Historias de Paulo Jovio, un elemento más
en medio de una rivalidad no expresa, solapada, disfrazada
de amor a España, de admiración por el Emperador. El arte
de desprestigiar con eficacia a los españoles consistía esen-
cialmente en no descubrir el objetivo que el autor se había
propuesto, procurando rebajar en cada caso, so color de ob-
jetividad histórica, el valor de los heohos españoles, mostran-
do, siempre que se pudiera, que en las glorias imperiales
había cabido un subido porcentaje de colaboración a los ita-
lianos y que, por el contrario, los españoles eran mucho más
dañinos, incivilizados, bárbaros, peligrosos, menos valientes
y eficaces que los propios italianos.
D esde este punto de vista queda claro el objetivo de Ji-
ménez de Q uesada, y su Antijovio halla explicación y se sitúa
perfectamente como el elemento de réplica española en esta
no expresada rivalidad, que la sinceridad de un castellano

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XLIV MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

pone a las claras, manifiestamente, sobre el tapete de la dis-


cusión pública. Desde este punto de vista la simpatía que
despierta la persona del Mariscal, siempre atento a la defen-
sa de España, hasta sus últimos años, en que, pese a su asma 38,
empuña nuevamente la espada para combatir a los indios re-
beldes, crece enormemente en el concepto de todos los que
se honran con ser descendientes de su raza.
El Antijovio es, pues, un documento elocuente para ilus-
trar esta rivalidad, aunque con una ligera variante de matiz,
que conviene poner de manifiesto: que a Jiménez de Que-
sada no le interesa menospreciar a los italianos, aunque no
sienta demasiada simpatía por ellos, si bien, cuando algún
heoho ha sido deformado por Jovio, no perdona la ocasión
de poner de relieve cuán pocos eran a su juicio los méritos
que adorn~ban a los italianos de su tiempo. Un ejemplo claro
nos viene dado en el capítulo XXVII, del que transcribimos
un párrafo que habla por sí solo:

y en verdad que yo no sabía ,lo qu'el Jobio quenta de un va-


lera [so] hecho de Mar\=io Colana, que compró por dineros al capi-
tán Amico de Arsoli, ferruchano, que hera prisionero de otro solda-
do, para matallo, como lo mató por su propia mano, por haver muer-
to mucho tiempo ~ntes éste a <;ipión Colana, pariente del Mar\=io
(f. 150 r.).

Notemos - aunque del estilo se hablará más adelante-


cómo Jiménez de Quesada no emite juicio, sino que con
una sola palabra califica toda la baj eza de la cobardía del
Colonna: valeroso hecho. Pese a ello, no es un alegato el de
Jiménez de Quesada contra los italianos, sino la más pon-
derada defensa que se haya hecho jamás de las acciones de los
españoles, ~a1orando debidamente la colaboración de los

S8 $obre esta enfermedad existe una declaración del propio Que-


sada, en que explica que no se casa por razón de ella.

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ESTUDIO PRELIMINAR XLV

demás, aunque sean italianos, a los que no regatea los elogios


cuando es necesario.
Leamos un párrafo del capítulo LIII:

y boluiendo a Dura, digo que dize Paulo Jouio que e! cuidado


del asalto se dio a españoles e yta1lianos, todos juntos mezclados; y
dize hJ¡ verdad, porque lo quiso e! que ordenava las cossas de aque-
lla guerra, que hera el ytalliano Don Hernando de Gonzaga, y no per-
dieron en esto nada los españoles en lIeuar tan buenos compañeros
consigo y tan valientes soldados, y na~ión por muclla.s maneras me-
res~edora de ser alabada (fol. 408 r.).

Tenemos pues que el principio fundamental, la finalidad


inicial que mueve a Jiménez de Quesada es la defensa de su
nación, ofendida por los escritos de Paulo Jovio, pero tanto
para defenderla como para dejar establecida la verdad que
siente ultrajada por el escritor lombardo. Claro queda este
concepto si copiamos, aun a riesgo de parecer pesados, parte
del párrafo inicial del capítulo XXXVI:

y no es mucho que aoontezca esto [el equivocarse] en autores


modernos y antiguos quando los hierros son pocos y pequeños, y no
como los de! Jobio, el qual es sólo a mi jui~io el que se lIeuó el pri-
mado (no por na,lta de sus letras y de otras muchas buenas partes
que tenía) d'escrebir ystoria vi~iosamente. y así me pare~ió obra
conviniente, como en los prin~ipios d'estJa obra queda dicho, sacar
la verdad en linpio en este tienpo donde podía hauer muchos testi-
gos d'ella. y lo mesmo en sus ystorias y libros creo yo que harán
otros algunos d'esta mesma edad (fol. 226r.).

No teme pues una polémica, no recela que nadie le pueda


dejar por mentiroso, por lo cual hace la dedicatoria a don Luis
Quijada, que estuvo en las guerras de Italia y avalaría sus
palabras, como luego razonaremos. Le mueve, sí, el amor a
España, pero también, y con tanta fuerza, el de la verdad,
cumpliendo el adagio latino de ser mayor amigo de ésta que
de Platón. Otro largo párrafo, tomado del mismo capítulo

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XLVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

LIlI,nos declara bien abiertamente cómo veía Jiménez de


Quesada la posición antiespañola de Jovio, refiriéndose nue-
vamente al asalto del pueblo de Dura, en que el autor lom-
bardo emite juicio también sobre los alemanes. A este pro-
pósito dice:

y dize (que esta y otras muchas vezes lo a dicho) que los ale-
manes como son pesados no balen tanto para arremeter a la batería. y
rrefiero este su dicho, no porque no diga verd-:Jd, sino porque me
rría quán diferentes potajes haze de nosotros en esta su Historia;
que si bien se a mirado en ello, se hallará que con los ytalianos nos
halla la ligereza, con los alemanes nos da la crueldad, con los moros
la liviandad y poca constan¡;:ia, y con las otras na¡;:iones estrañlas nos
da .Ja baruarerí-a, y así lindamente nos guisa a su plazer, pero sien-
pre con agro, si no es quando somos vn mesmo guisado CaD ytia!lia-
nos, que entonyes nos echa vn sabor de dul¡;:e, pero sienpre haz e vna
gentil chimera / de nosotros (Es. 409 r. y v.).

Aunque luégo lo veremos, al tratar del estilo, destaquemos


ahora cuánto le irrita la pertinaz tendencia a la falsedad que
descubre en Paulo Jovio. Así tomemos dos ejemplos del ca-
pítulo L, en uno, fol. 393 r., al referirse a una oración hecha
por los Bajás turcos, dice que «es apócrifa como la demás
ystoria», y en otro folio asegura indignado, casi como una
disculpa para la mentira del periodista metido a historiador :
«pero el Jovio siempre es el que suele)).
Ahora bien, no hemos de olvidar que además de ser un
español ilustrado, Jiménez de Quesada tenía en sí madera de
historiador, aunque los tiempos presentes no hayan tenido la
fortuna de conocer, yeso hasta el momento actual en que
aparece esta edición de El Antijovio, obra alguna suya. Esta
calidad de historiador, de crítico y enjuiciador de los acon-
tecimientos le lleva al cumplimiento de otro fin que segura-
mente él mismo no se propuso realizar en este ltbro, por te-
ner sitio para ello destinado en sus Anales: el justificar los
actos de los españoles y valorar los acontecimientos de su

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ESTUDIO PRELIMINAR XLVII

tiempo. Así, por ejemplo, da su opinión sobre la marcha de


Lautrec a Roma y justifica el saqueo de la guerra y la codicia
de oro de las gentes de su tiempo, procurando así un bello
argumento contemporáneo en favor de las gestas indianas.
El final del capítulo XXVI está lleno de la argumentación ex-
plicativa del porqué de las violencias de la guerra:
Así que Ynpol fue balerosamente ganada, y con el mesmo balor
(no se lo neguemos) defendida. y entrados dentro, pregúntole yo
IlJI Jobio: ¿qué habían de hazer los soldados sino saquear el lugar?
¿Ha visto él por bentura otra cosa, ni por ventura ase oydo jamás,
;;después de garntdo vn pueblo por la fuerc;a de las armas?;; Dígolo
porque encare~e mucho el saco y manera d'él, y dize que les quita-
ron a las mugeres hasta las ajorcas y anillos y n6minas que trayan
por de~i6n, contándolo por crueza. Y no es muy bueno qu'este
ytaliano quente ~t'o por cosa estraña, como si los soldados vbieran
de dejar las joyas de oro por tomar las sartenes y calderas de las
cozinas (flol. 139 r.).

Luego se extiende en establecer una comparaclOn entre el


modo de saquear los españoles y los italianos, diputando a
éstos como mudho más sanguinarios y crueles, aunque hace
la salvedad de que habla de la generalidad y «bulgo de sol-
dados de cada nacrión, que de particulares y personas de
quenta muchos soldados de lustre y de gran valor alcancra la
nacrión yta1iana~.
Para cerrar este esclarecimiento de las finalidades, por
otra parte bien patentes, que movieron al viejo Mariscal
septuagenario a escribir su obra, digamos que él pensó siem-
pre, mientras la redactaba, que había de ser inmediatamente
impresa, y no le pasó por la cabeza ni debemos por lo tanto
pensarlo nosotros, que aquellos sus renglones estaban desti-
nados a la lectura particular de algunos eruditos o políticos.
Bien claro lo dice al finalizar su capítulo XIV, fol. 59 V., que-
jándose de los insultos «y otros nonbres ynfames» que Jovio
atribuye a los españoles, asegurando que él no lo hará, «por-

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XLVIII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

que no acostumbro a quebrar así, especialmente en escrito


perpetuo, a la onestidad». ¿Qué otro «escrito perpetuo» puede
haber, dentro de 10 perecedero de las cosas humanas, que e!
que se ha multiplicado por virtud de la imprenta? Así, pues,
lo que Jiménez de Quesada quería hacer era un alegato ante
la posteridad y ante la historia.
¿ Cuándo nació en el Mariscal la idea? Lo dice claramente
en e! prólogo Al lector: en e! momento en que lee la tra-
ducción. Sobre todo ello hemos de volver luégo, pero de mo-
mento nos interesa e! precisar que, si la idea de objetar al
]ovio surge entonces, esto no quiere decir que sólo en aquel
momento llegue a conocer la obra, ya que dice en este pasaje:
«con hauer visto años abía a Paulo Jabio en su original y
latina lengua, no meneaba yo la mía» . Sólo hasta que vio la
traducción, es decir, cuando supo que se difundía en España
y su Imperio, tomó la pluma para contradecirlo. «Pero quan-
do ya bide en mi propia lengua al Jobio, parerrióme que no
hera tiempo de dilatar más este negorrio, esperrialmente que
para el lugar donde yo tenía guardada mi venganza [los Ana-
les] hera mucha dila~ión, según aquella cosa yva despa~io;
y así dí luego en hazer este mi Antijobio . .. » (fol. v r.).
El deber de hacerlo él se le presenta entonces claro y así
lo declara en el capítulo 1, cuando añade a todos los motivos
ya expuestos:
y no solamente todo lo qu'está dicho, pero avn a la mesma
na~ión española en general, llamándola bárbara, cruel, ynica y sin
piedad, y otras muchas cosas d'esta tra~ que teniendo yo la que
tengo, quizá de honbre de bien, estaua obhgado a bolber por mi pa-
tria, cosa que ya que no lo supiese harz.er, a lo menos no se me puede
negar el buen deseo d'ello (fuI. 4v.).

j Bella
frase! ]iménez de Quesada se convierte en andante
caballero de una ultrajada dama, quijotismo puro, varios
años anterior a Cervantes.

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ESTUDIO PRELIMINAR XLIX

Tiene, pues, plena conciencia de la obra que hace y del


móvil que le empuja, según declara en la dedicatoria a don
Luis Quijada, en Al lector y en los capítulos iniciales; pero la
tiene también de la valía intelectual del autor de la obra que
objeta y humildemente así la confiesa, cuando dice, en el fol.
269 V., en una parte tachada por el corrector: «pues me cupo
mi suerte litigar con el Jobio, que merec;:ía otro competidor
más instruto que yo~, terminando con unas frases que son la
honra de Jiménez de Quesada, como lo serían de cualquiera
que en su caso lo hiciera, prueba de su nobleza, de su hom-
bría y de su espíritu cristiano; son aquellas en que dice, en
el último folio:

Al qual Paulo Jouio pido perdón humillíssimamente, pues bee


que el bolber por mi na,<ión me hizo tomar el coraje que he tomado
para atreverme a querer yo penden,<ias con quien podía yo tomar,
con gran honra mía, nombre de su des¡¡;ípulo (fol. 436 v.).

Conocimiento del valor de la obra que acota, de las con-


diciones intelectuales de su autor, y, sin embargo, por «volver
por mi nación~, todo esto se deja a un lado y se lanza, vale-
rosamente, como en los días de sus batallas homéricas, contra
el enemigo, fiado más en la justicia de su causa que en el
vigor de sus fuerzas .
¿Por qué dedica su Antijovio a don Luis Quijada? Lea-
mos toda la dedicatoria, pero sobre todo las primeras líneas:

Buscando en la memoria vn soldado que tomar y alegar por tes-


tigo entre Pauto Jobio y mi . .. topándome con él, me topé con vn
cavallero y señor a quien podella dirijir (fo\. 1lI r.).

Este «caballero y señOr> - no lo olvidemos - era de la


más allegada cercanía del Emperador (por el cual tan ciega
devoción tuvo Jiménez de Quesada) y por ello el Mariscal,
que entrevé la animosidad de Jovio contra Carlos V, para que
tengan más fuerzas los argumentos que aduce en su favor, se

IV

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L MAN t;EL BALL EST EROS GAJBROlS

busca como testigo y valedor a quien goza de toda la amistad


del César.
En efecto, Luis Méndez Quijada, señor de Villagarcía,
caballerizo mayor del príncipe y luego Presidente del Con-
sejo de Indias (tampoco echemos en olvido este detalle, para
ulteriores argumentaciones), había sido paje y mayordomo
de Car,los V, y casi su confidente, ya que él y su esposa Mag-
dalena de DUoa fueron de los primeros en tener noticia del
naómiento del futuro don Juan de Austria, al que luego
educaron consigo bajo el nombre de leromín. No fue sólo un
aldegamiento subalterno el de don Luis Méndez Quijada, ya
que es enviado a investigar ciertos asuntos de herejía a Va-
lladolid, lo que es prueba de otro género de confianza 39.
Don Luis Quij ada aún aparece en la inmediata cercanía
del Emperador cuando éste se traslada a Yuste, a donde le
acompaña 40, aunque a veces hacía alguna escapada a Villa-
garcía, junto a su mujer, hasta que ésta decide en 1558 trasla-
darse a Quacos, junto a Yuste, para llevar consigo a Juan de
Austria a fin de que éste pueda ver a su imperial padre 41.

E) ELABORACrON DE "EL AN'I1JOVIO".

Entremos ahora en un punto crítico de extraordinaria


importancia y trascendencia para conocer a fondo el verda-
dero valor de la obra: el proceso de su elaboración.
Jiménez de Quesada se propone, como hemos visto, en
el apartado anterior, escribir un alegato en defensa de España,
y lo hace a lo largo de más de cuatrocientos folios, capítulo

39 Vid. A. BALLESTEROS BERETTA, Historia de España y su influen-


cia en la Histo ria tmiversal, tomo IV, 2;1 parte, pág. 244.
40 KARL BRAND!, Kaiser Karl V, Werden tmi Schicksal einer Pe/'-
sonlicJlkeit lmd eines WeltreicheJ. München , 1937, pág. 547.
41 K. BRANDI, op. cit., pág. 549.

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ESTUDIO PRELIMINAR LI

por capítulo de la obra joviana. Dos aspectos interesa poner


en claro, 1) el lugar y la fedha en que escribió Jiménez de
Quesada, y 2) las fuentes e información de que se valió para
que los argumentos que empleaba hicieran que su obra fuera
digna de crédito y veraz. Ninguno de estos dos aspectos es
absolutamente fácil, porque Jiménez de Quesada escribe sin
cuidado y con el solo interés de poner de relieve la menda-
cidad de Paulo Jovio, sin farragosas pedanterías sobre su
propia obra.

1. LUGAR y FECHA DE LA ELABORACIÓN.

Entrando en el primer punto creo que la primera parte


no ofrece demasiadas dudas, pues, dada la fecha en que se pu-
blicó la traducción del libro de Jovio que Jiménez de Que-
sada contradice, sabemos que para entonces el Mariscal se
hallaba ya en América, para no volver. Pero, por si esta con-
vicción no fuera suficiente, tenemos, como más adelante vere-
mos, la repetidísima mención que hace en su manuscrito de
que tiene que terminar rápidamente su obra, porque va a
salir la armada para la metrópoli.
Si esto no nos bastara, tenemos el aserto que, en su capí-
tulo XXXVI, fol. 226 V., nos brinda a·l decir, sobre Gonzalo de
Yllescas, autor de la Historia pontifical, que también critica,
que no lo conoce «por hauer tanto tiempo que salí de la tierra
donde le pude conoc¡:eu. Escribía en América, retirado de
los negocios del mundo, y sintiendo en su pecho, ante el
falso relato de los hechos que tan bien él conocía, la misma
santa indignación que sufriera aquel otro valetudinario con-
quistador y escritor que se llamó Bernal Díaz del Castillo.
La convicción de que es en las Indias donde escribe, por
si no fuera bastante lo ya dicho, se aumenta con las palabras
de la dedicatoria a don Luis Quijada:

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LIl MANGEL BALLESTEROS GAIBROIS

Pues suplico muy encare\=idamente a Vuestra Señoría vea eso,


que allá va a la barvaresca, que pues se trata acá con estos bárvaros,
de ne\=e\=idad se nos a de pegar algo d' ellos; y lo mismo temió el otro
peheta, con menos rrazón que yo, en su destierro. En fin, como quiC} .
ra que sea, allá lo enbío desde esta prostera parte del mundo (fol.
111 r.).

Falta, no obstante, el poder precisar dentro de las Indias


(aparte de saber que es en el Nuevo Reino de Granada) en
qué punto concreto escribe. Aunque la lógica hace pensar en
Tunja, hay un dato que apoya esta hipótesis, y es la presen-
cia en el Ms. del Antijovio de unos versos de Juan de Caste-
llanos, del mismo puño y letra (según dijimos antes) que
los restantes escritos del vivaz clérigo. Esta presencia tiene
importancia porque desde 1561 Juan de Castellanos no se
mueve de Tunja y por 10 tanto es lícito pensar que residiendo
en aquella ciudad, y por lo tanto, redactando en ella su Anti-
jovio, Jiménez de Quesada pidió a su culto amigo Juan de
Castellanos que adornara su escrito con unos versos latinos.
Aunque también puede pensarse que pudo pedirlos por carta
y que se le enviaran por el mismo conducto, lo más sensato
es lo dioho anteriormente, con lo cual hacemos a Tunja esce-
nario de las «empresas literarias» del viejo Mariscal.
Lo raro, ya que suponemos amistad entre ambos con-
quistadores, es que Juan de Castellanos no resulte luégo, en
sus escritos sobre la conquista, tan abiertamente amistoso.
La segunda parte de este punto, la fecha, no sería tan sen-
cilla como la anterior y precisaría de mayor detenimiento si
no tuviéramos la indicación misma de Quesada en su prólogo
Al lector, en que nos dice que comenro a trabajar el día de
San Pedro y San Pablo (29 de junio) y terminó el de San
Andrés (30 de noviembre) «d'este año de 1567». No obstan-
te esta declaraci6n, hemos de hacer alguna objeci6n a las pa-
labras mismas del Mariscal y pensar que la fecha puede ser

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ESTUDIO PRELIMINAR LIll

muy bien 1569, por algunas razones de peso que vamos a


analizar.
Anotemos en pnmer lugar un hecho importante: que el
Mariscal, que revela tener tan buena memoria en general,
tiene una idea un poco vaga de los años con relación a sí
mismo, como podemos ver por el ejemplo siguiente: en 30
de julio de 1566 hace Jiménez de Quesada la declaración,
que antes mencionábamos, respecto a su asma 42 y en ella
dice respecto de su propia edad que «... por el aspecto parece
aver yo sesenta años, poco más o menos ...:., lo que corro-
bora el testigo Diego Romero, vecino de Santa Fe, diciendo
que le parece «que ha más edad de sesenta años y asy lo pa-
rece por su aspecto». Quitado el hecho en sí de que el propio
conquistador no sepa ciertamente su edad, el mismo Anti-
jovio nos demuestra su confusionismo en esta materia, ya que
en el último capítulo 43 dice que tiene «sesenta años», lo que
no' puede ser si escribe en 1567, como dice, o en el 69 o 70
como creemos y - esperamos poder probar - ya que hemos
visto que en el 1566 confiesa sesenta.
Antes, sin embargo, de seguir adelante es preciso que
mencionemos la única conjetura que se ha hecho hasta el mo-
mento sobre la fecha de confección de la obra. Me refiero al
artículo, ya citado, del P. Bayle en la Revista de Indias 44 que,
tomando como datos orientadores la dedicatoria a don Luis
Quijada y la edición de la Historia pontifical de Gonzalo de
Yllescas (de que luego nos ocupamos más extensamente) hace
la siguiente argumentación:

La primera [edición], según Nicolás An tonio, salió de las pren-


~as salamanquinas en 1574. Llegó la Historia pontifical cuando ya lIe-

42 Pub!. por OrERO D'CoSTA, op. cit., pág. 247.


43 Fo!. 421 V.
44 NI' 7. Madrid, 1942, pág. 111.

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LlV MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

vaba metido en su escritura uno o dos meses: «.;:ierto, yo qUlslera


avello visto un mes o dos antes, para ir ha.;:iendo lo mesmo desde los
tiempos que Carlos V comen.;ó a ymperar y rreynar, qu'es desde
cuando yo me encontré con el Jovio... ~. Hilando, pues, deducimos
que el Yllescas debió rendir viaje y caminata en Bogotá hacia 1575
y que en este año tenía Quesada la urdimbre en el telar hacía un par
de meses. Si algún curioso desea apurar más el punto, averigüe en
qué mes salió aquel año la flota de Tierra-Firme y descuente lo que
a ojo de hombre bueno empleó Quesada en rematar su diatriba, y el
espacio para que la petaca con los mamotretos llegase a Nombre de
Dios ...

He copiado este largo párrafo del P. Bayle para que se


vea en qué basa su razonamiento. Fía demasiado en Nicolás
Antonio y por ello nos coloca a Jiménez de Quesada escri-
biendo en el mismo año en que en vez de la pluma empu-
ñaba nuevamente la espada para castigar un levantamiento
de los indios, partiendo no de Bogotá sino de Suesca o de
Limba, a donde se había retirado. Ahora bien, Nicolás Antonio
cita sin duda la edición completa de Salamanca y da poca
importancia a las dos primeras partes, editadas en Dueñas por
Bernardino Domingo en el año 1565. Hagamos ahora el mis-
mo razonamiento del P. Bayle y podemos calcular la llegada
del «mamotreto», a que hace referencia, en los finales del
1566 o principios del 67, coincidiendo con la del Jovio.
Mejor diríamos todavía: coincidiendo, retrasada dc;>s meses,
con el comienzo de los trabajos de Jiménez de Quesada en
su obra contra Jovio, según dice en su propio texto.
El otro argumento del P. Bayle o sea la dedicatoria a don
Luis Quijada, que muere en 25 de febrero de 1570 peleando
contra los moriscos de las Alpujarras, según nos cuenta el
sabio jesuÍta, tomando el dato de la obra de Schiifer 4ú, le hizo

45 ERNST SCHAFER, De/' Konigl. Spanische oberste Indienrat Con-


sejo Real y Supremo de las Indias, Hamburg, lbero-amerikanisches
Institut, 1936. Edición española, pág. 351.

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ESTUDIO PRELIMINAR LV

exclamar que «cuando el Licenciado dirigía su libro al Pre-


sidente del Consejo de Indias, el bueno del señor de Villa-
garcía llevaba cuatro o cinco años bajo tierra. Así eran de
rápidas las estafetas ... ~. En verdad es para asombrarse que
aceptemos por un lado que los libros de Jovio e Yllescas, ob-
jeto de comercio privado, tardaran poco menos de un año
en llegar a las Indias y que por otro admitamos que la muerte,
precisamente del presidente del Consejo de Indias, fuera
desconocida durante cinco años en las propias Indias. A este
error fue conducida la argumentación del P. Bayle por el
defecto informativo de Nicolás Antonio y por culpa del poco
cuidado con que se imprimió la edición nonnata, cuyas ca-
pillas manejó el P. Bayle. En esta fallida edición se había
utilizado la copia seleccionada y corregida y en ella, puesto
que el corrector es posterior al Mariscal, se quita lo de «Ca-
ballerizo Mayor del Príncipe nuestro SeñOr» y se lo substi-
tuye por el título de «Presidente del Consejo de Indias».
Así pues toda la argumentación del P. Bayle, que hac.e
obra tardía (de 1575 por lo menos) al Antijovio, cae por su
base, a causa de la defectIuosa información que se le propor-
cionó. Y no podía ser de otro modo, ya que esta obra, vigo-
rosa y entera, no puede ser producto de los últimos años, casi
diríamos los últimos meses, de la vida del conquistador, co-
mo pretende, por el razonamiento que hemos detallado, el
P. Bayle. Energías, y grandes, tenía Jiménez de Quesada
cuando podía estampar en esta obra palabras como las si-
guientes, referentes a su deseo de escribir:
y tanbién, avnque 10 pudiera rremitir a los Anales, y para las
otras corónicas yruperiaJes que abrá de más propósito, no lo quise
ha~er en quanto este paso, porque me puedo morir antes (que ansÍ
10 an d'esperar los de mi edad), y quedarse los Anales en banda
(f. 241 v.).
Fijémonos que da como posible su muerte, como hombre

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LVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

de edad que era, pero no como inmediata, tal como había de


esporar un hombre que hubiera escrito en el año 1575, como
piensa el P. Bayle, inducido involuntariamente a error.
Pasemos ahora a dilucidar nuestros puntos de vista par-
tiendo de la edición castellana de la Historia de Jovio a la
que dedica Jiménez de Quesada su obra. Existe una edición
en Salamanca, en casa de Andrea de Portonarijs, de 1562,
y una segunda parte del año siguiente. No debió ser ésta la
utilizada por Jiménez de Quesada, porque no coinciden las
observaciones de El Antijovio con los libros del obispo de
Nocera. Por ello debemos creer que la Historia general de
todas las cosas sucedidas en el mundo en estos cincuenta años
de nuestro tiempo que utilizó Jiménez de Quesada debió de
ser la traducida por el licenciado Gaspar de Baec¡:a 46, impre-
sa· en Casa de Antonio de L ibrixa en Granada en 1566, en
dos partes, la segunda dirigida al muy ilustre Señor Fran-
cisco de Erasso, del Consejo de Estado y Secretario de Su
Majestad 4í.
Haciendo el razonamiento de que por lo menos un año
después recibiera Jiménez de Quesada la edición, la fecha
de redacción podría quedar colocada entre fines de 1566 y
principios de 1567, tal como nos dice en su prólogo Al lector,
si no hubiera una fuerte consideración que nos impidiera
creer sin reparos lo que asegura el Mariscal. Esta fuerte con-
sideración es que en este mismo prólogo, antes de dar la fe-
cha de redacción dice:
y así di luego en hazer este mi Antijobio, ,pero con neg~ios, o
con ~ios diría más berdad, que después se me ofre~ieron, dilaté la

46 El mismo Mariscal, aunque no da la fecha, declara que usa la


traducción del Licenciado Baeza.
47 He usado para el cotejo un ejemplar de esta edición citada, con-
servado en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Ma-
drid, signatura 3, 1790.

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ESTUDIO PRELIMINAR LVII

hexecu~i6n de mi pensamiento, en lo qual se me pasaron dos o tres


años 48 después que nos lo truxeron trasladado a este Nuevo Mundo
de las Yndias donde yo rresido [Eol. vr.].

Está claro que se refiere a la traducción (trasladado), si


no lo supiéramos ya por otros pasajes del mismo Mariscal,
y es evidente también que si hemos supuesto que (dado que
la traducción se editó en 1566) llegó a las Indias en 1567
(año en que el Mariscal pretende escribir), o fines del mismo
1566, el transcurso de estos «dos o tres años» en que se le va
el tiempo sin comenzar a traibajar, nos lleva al año 1568 ó
1569. ¿Cuál de los dos? Veamos algunas reflexiones que nos
permitan llegar a una mayor precisión sobre la fecha.
En el capítulo XII, fol. 53 r., dice; «Cosme de Médizis, que
al presente es duque de Florenc;:ia». Cosme, que muere en
1574, había sido nombrado Duque en 1569 y lo coronaba San
Pío en 13 de marzo de 1570. Según esto, al escribir Jiménez
de Quesada, podía referirse simplemente a la designación o
a la coronación, pero es más posible que se refiera al nom-
bramiento, como vamos a ver, pues la otra fecha es muy tar-
día para ajustarla con la redacción del manuscrito.
La segunda reflexión es que la dedicatoria, que supone-
mos he¿ha al terminar el libro, pues se refiere a él como obra
hecha, va dirigida - como hemos visto - a don Luis Quijada,
pero como «caballerizo mayor del Príncipe ... », es decir,
cuando todavía no había sido designado para el cargo de
Presidente del Consejo de Indias, lo que no sucede hasta
1568 49 • Suponiendo que la noticia tardara algún tiempo

48 Vemos aparecer nuevamente la imprecisi6n crono16gica, muy


propia en la edad senil en lo que se refiere a hechos cercanos, al
tiempo que, por contraste, a,parece vivo y con relieve el recuerdo de
los hechos lejanos.
49 ANTONIO DE LEÓN PINELO, Tablas o'onol6gicas de los Reales
Conseios Stlprcmo y de la Cámara de las Indias Occidentales. D. O. C.

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LVIlJ MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

- no mucho, por tratarse de su Presidente - en llegar a


Indias y visto que da por conocida la designación de Cosme
de Médicis (1569) como primer Gran Duque de Toscana,
no puede suponerse que El Antiiovio se redactara más allá
del 1569, con lo cual rectificamos al propio Mariscal en su
declaración de que es el 1567 50, pero aceptamos el que estuvo
dos años sin llevar a cabo su intento, una vez conocida y lle-
gada a las Indias la traducción del licenciado Baeza.
Recapitulemos los datos. Las ediciones de Jovio y de Ylles-
cas pudieron llegarle desde fines de 1566, pero es más lógico
pensar que llegaran después; Luis Quijada comienza a ser
Presidente en 1568 y Cosme de Médicis es nombrado Duque
en 1569. En 1569 (de junio a noviembre) escribió Jiménez
de Quesada su Antiiovio. Con todo esto queda dilucidado uno
de los puntos que parecían más oscuros. No es ya un leproso
moribundo el que se lanza a la empresa de escribir su alegato,
sino un anciano vigoroso, rodeado de libros, en plena inquie-
tud intelectual, el que escribe El Antiiovio.
Siguiendo el estudio de la elaboración del Antijovio y antes
de entrar en la consideración de las fuentes informativas que
pudo tener a mano el Licenciado para objetar con tan pro-
fundo conocimiento de los hechos los malévolos asertos de
Jovio, hemos de detenernos en la consideración de la manera
como Jiménez de Quesada escribió su libro, consideración
que nos pondrá de manifiesto, tanto como el estilo, de que
luégo se habla, hasta qué punto la obra del Mariscal es algo
espontáneo y realizado sobre la marcha. En efecto, el Licen-
ciado no compuso su libro de la manera como se concibe una
obra, ordenadamente, sino que se fue plegando a razones de

Al Rey Nuestro Seíior e/I SI/S dos Reales Consejos de las Indias. El
licenciado. .. Madrid, 1892, pág. 5. En 1570 cesa D. Luis Quijada.
50 Por otra parte es muy plausible el aceptar una fácil confusión
verbal, o un lapsus calami, y escribir siete por nueve.

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ESTUDIO PRELlMlNAR LIX

tiempo, que le exigían imprimiese a !>u trabajo una velocid ad


incompatible con la serenidad. Este hecho nos revela al mis-
mo tiempo hasta qué grado era profundo el conocimiento
que el Mariscal tenía de los acontecimientos de que iba es-
cribiendo. Veamos por sus propias palabras de qué manera
actúa en la lucha contra el reloj durante la composición de
la abra.
En el capítulo XXXIII dice:

y con esto acaua el Jobio su libro, no poco lleno de yerros e


ynadbertcllI;:ias, de las quales yremos contando algunas, porque todas
en la horden y priesa que llevo, no se podría hazer (E. 204 r.).

¿Qué prisa era esta? Nos lo dice más explícitamente en el


capítulo XXXVI, fol. 227 v.: «porque se van las naos en que ha de
yr esta obra». Lo aclara más aún en el capítulo XLVII, di-
ciendo:

Acábaseme el tiempo, que si éste no se acabara (con la partida


de las naos, qu'es el término que tengo puesto a este libro), mucho
más me hubiera estendido y vbiera¡ mostrado al mundo quán yn-
mundo anduvo el Jobio contra la na~ión española (fol. 350 r.).

La partida es indudablemente la de los galeones. Podría-


mos aún precisar si se trata de una de las flotas regulares o
de una armada, si damos valor de exactitud a las palabras del
propio autor, que en el capítulo XLI se queja así:

y dexo tamvién en estas bistas de Ni~ de contar muchas cosas


más que avía que de\=ir, sino que ya mi cansan\=io y el poco tiempo
que me queda has ta que se parta esta armada en que han de ir es-
tós papeles, no me dan lugar a ello (fol. 283 r.).

El agobio, la prisa, el plazo fijo acongojaban al bueno del


Mariscal y a cada paso lo demuestran sus palabras. En el ca-
pítulo LIII, fol. 412 r., lo manifiesta: «.. . porque ya yo no boy
(con la priesa que llevo) para más que para correr arrienda

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LX MANUEL BALLESTEROS GAIBROrS

suelta,,; en d LII, fol. 402 r., lo ha dicho también : «... y eso


poco que huuiere, se hará con toda breuedad, porque ya no
rrequiere el tiempo mas dilacriónl>. Agobio y prisa que le pro-
ducen cansancio, como en la cita heoha del capítulo XLI y que
en d XLVI, fol. 336 V., le hará decir: «Menester ha sido hazer
paradero en lo que se acavó el capítulo pasado, para descansar
vn poco de la congoja en qu'el Jobio nos dexó». Congoja te-
rrible para el hombre metódico que aún tiene brevísimo
tiempo para apostillar aquello que le parece más importante
y que se manifiesta en el capítulo XXXVI, ya citado, cuando
da la razón de ella, diciendo:

y no me quedando tiempo para bolber ha\=ia atrás, porque se


van las naos en que ha de yr esta obra (si acaso mere\=iere este non-
bre), podría ser que en los márgenes de mis capítulos pasados pu-
s.iese algunas apostilas para mayor declaI1a~ión de lo que ~erca de
aquellas materias queda dicho 61 (fols. 227 v. y 228 r.).

Queda, sin embargo, ignorada la razón fundamental de


la prisa. La accidental la sabemos, las naos, la armada que
sale para la Península, pero ¿por qué precisamente en esta
armada y no en ninguna posterior? Jiménez de Quesada no
aclara si algún impresor de la Península espera sus papeles,
si la amistad con don Luis Quijada, a quien iba dirigida la
obra, le hacía suponer que su Antijovio había de ser rápida-
mente impreso. Debió existir, no dbstante, esa razón funda-
mental, que desconocemos.
Para terminar con esta materia de la manera que tuvo
de escribir El Antijovio nuestro autor, nos queda por consi-
derar el tempo, la «media» de redacción que empleó, para
darnos cuenta de la calidad espontánea de todo el escrito. En

51 Lo que sólo muy contadas veces hace, como se puede ver en las
reproducciones. Las largas apostillas d¿ corrector no cuentan a este
efecto.

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ESTUDIO PRELIMINAR LXI

el prólogo Al lector dice acerca de los días empleados en re-


dactar su libro, que fueron breves, ya que si nos atenemos a
sus propios datos, fue comenzado el día de San Pedro y San
Pablo (29 de junio) y concluído el de San Andrés (30 de
noviembre), es decir cinco meses y un día. Si hacemos, fi-
nalmente, una sencilla operación aritmética, sobre la base de
los 443 folios que tiene el libro y los 154 días que integran
estos cinco meses, Uegaremos a la conclusión de que, entre-
gado a un trabajo sin interrupción, realizó un promedio de
cerca de tres folios (seis páginas) diarios, conclusión que
compruelba la frase del prólogo, fol. v r., pág. 12, en que dice
que la obra fue «cosa tan de priesa y tan de corrida echa».
Esta velocidad avalora los méritos del libro y disculpa las
faltas.

2. FUENTES, CONOCIMIE TOS E INFORMACIÓ~

DE ] IMÉNEZ DE Q UESADA.

Tenemos ya precisada con cierta exactitud la fecha más


probable de elaboración y también las condiciones de prisa
con que se hizo. Nos falta ahora un aspecto muy interesante,
que no conviene dejar a un lado, ni subestimar: los medios
de elaboración interna de que se valió Jiménez de Quesada
para conseguir una obra tan jugosa, tan llena de noticias y
de espontaneidad como la que tenemos entre manos . El que
lea El Antijovio queda maravillado por la magnitud de los
conocimientos que sobre la historia de su tiempo - por em-
plear el mismo título de Jovio -=-- poseyó el viejo Mariscal 52.

52 Y de la que no era de su tiempo, ya que continuamente está


haciendo alusiones a ejemplos históricos, como verá el lector. Una
muestra de la calidad, no superficial, de su sabiduría histórica, la te-
nemos en el cap. III (fol. 8 r.) en que habla, con seguridad de iniciado,
del fecho del lmperio de Alfonso X y de la rebelión del infante don
Sancho, luégo IV de su nombre. Como los grandes historiadores, Ji-

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LXII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

En el capítulo que hemos dedicado a estudiar la finalidad


de la obra ya tratamos de las motivaciones que lo indujeron
a escribirla; aparte de · ellas y aunque admitamos todo su
su valor, Jiménez de Quesada no hubiera podido redactar ni
una de las refutaciones que integran su libro si no hubiera
contado con un magnífico conocimiento de los hechos de
que iba tratando, y no hubiera poseído una espléndida informa-
ción sobre ellos.
Lo que ahora nos interesa precisar es en qué consistía esta
información, adelantando algunas ideas sobre ella, antes de
que las mismas palabras de! Mariscal - nuestra única fuen-
te - nos pongan en camino de entender de qué naturaleza
pudieron ser. Las fuentes posibles de manejar para cualquie-
ra que se hubiera puesto a realizar e! intento que cumplió
Jiménez de Quesada son de tres clases: a) libros, similares
al de Jovia, escritos sobre la materia; b) informes hablados,
o escritos, tomados de testigos presenciales, o de protagonis-
tas de los hechos; y c) recuerdos y memorias personales del
autor. Siguiendo este orden de ideas, intentemos localizar la
posibilidad de las tres modalidades de fuentes, rastreando,
como hemos dicho, las palabras mismas de! autor.

1. L i b r o s s o b r e 1 a h i s t o r i a d e s u t i e m p o.

¿Estuvo en la mano de Jiménez de Quesada e! utilizar


libros sobre la historia para su trabajo? Si lo estuvo ¿en qué
medida? La contestación de estas dos preguntas es del ma-

ménez de Quesada se nos revela como un profundo conocedor de la


geografía y de las características y psicología de los pueblos, sin cuyo
bagaje la historia no pasa de ser un mero montaje cronológico. Un
ejemplo de ello lo tenemos en el fo!. 2 r. cuando h;¡bla de los diversos
pueblos europeos.

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ESTUDIO PRELIMINAR LXIII

yor interés para entender hasta qué punto ]iménez de Que-


sada estaba en condiciones de refutar con éxito los asertos
mendaces, según él, de Paulo Jovio.
Comencemos, para contestar a la primera pregunta, afir-
mando que tuvo la posibilidad material e intelectual Jimé-
nez de Quesada de utilizar libros sobre la historia contempo-
ránea. Veamos por qué. La tuvo porque él, por formación,
era dardo a las letras, de sólida formación humanística, como
pondera Juan de Castellanos en sus Elegías de varones iluJ"-
tres de Indias, al decir, a propósito de los conocimientos lite-
rarios del Mariscal:

y él porfió conmigo muchás veces


Ser los metros antiguos castellanos
Los propios y adaptados a su lengua,
Por ser hijos nacidos de su vientre,
y éstos, advenedizos, adoptivos,
De diferente madre, y extranjeros.

Era hombre, pues, don Gonzalo aficionado a las letras,


gustoso de las lecturas y que se recreaba con los libros 53. Esta
cualidad de fondo pudo verse interceptada por una dificultad
material: la carencia de libros. Sabemos que esto no fue así
y nos lo prueba la existencia misma de El Antijovio, que fue
posible porque al Nuevo Reino de Granada llegó un buen
día la traducción castellana de Jovio, quién sabe si también
la latina, que Jiménez de Quesada da a entender que conoció
y leyó, e incluso la Historia pontifical del licenciado Gonzalo
de YIlescas. En otras palabras, la información bibliográfica
de que se disponía en el Nuevo Reino era excelente, y si tuvo
a manos estos libros el Mariscal, es lógico pensar que también

53 Lo que dice, como veremos luégo, del libro Quísti6n de amor


es buena prueba de dIo.

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LXIV MANUEL BALLESTEROS CAIBROIS

dispondría de los otros que, como vamos a ver seguidamente,


va citando a lo largo de su obra.
Nos queda, sin embargo, antes de especificar en qué con-
sistió la información bibliográfica de don Gonzalo, una con-
sideración que hacer: ¿por qué, aunque existiera esta biblio-
grafía, el autor de El Antijovio se hallaba tan enterado de su
contenido? Si no tuviéramos otras razones, podríamos decir
que había leído todos los libros relativos a las guerras euro-
peas por su simple afición a la historia y a conocer los suce-
sos que habían acontecido en Europa entre su patria y las
demás naciones. Pero hay una razón de má,s profundidad,
que llamaríamos de m1tier, de oficio, que obligó a Jiménez
de Quesada a estudiar profundamente los libros de historia
contemporánea, permitiéndole citarlos rápidamente al correr
de su pluma, en el momento de escribir una obra elaborada
tan precipitadamente como El Antijovio. Esta razón, que ya
habrá adivinado el lector erudito, es que el propio Mariscal
preparaba un libro donde se historiaba el reinado de Carlos
V y especialmente sus empresas militares. Son los célebres
Anales del Emperador Carlos V, de que hablan varios autores
y que, sensatamente, debemos dar por perdidos, y de cuya
elaboración da abundantes datos el propio Jiménez de Que-
sada, como veremos luego, al tratar de las empresas literarias
del conquistador del Nuevo Reino.
Entremos ya en la consideración de los libros que pudo
manejar Jiménez de Quesada, valiéndonos, como hasta ahora,
de las propias declaraciones del autor y no efectuando una
crítica del texto, buscando su filiación, ya que esto excede
en realidad del intento presente y es tema que dejamos al
crítico o erudito que se sienta tentado por el atrayente te-
ma de valorar El Antijovio como fuente para la historia de los
sucesos del reinado de Carlos V. Jiménez de Quesada hace

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ESTUDIO PRELIMINAR LXV

constante referencia al hecho de que posee información to-


mada de los libros, ya sea de un modo generala de un modo
concreto, lo que quiere decir que no tiene una preocupación
de tipo bibliográfico como la que pudiera sentir un historia-
dor contemporáneo. Se trata simplemente de mostrar, de vez
en cuando, que aquello de que habla tiene un fundamento y
está apoyado en una autoridad. Así en el capítulo XXXII, fol.
194 V., dice: «... y en las corónicas del Carlos debe d'estar es-
crito (y si no yo sé donde se hallará)>>, refiriéndose a la
muerte de! capitán Machicao. En el capítulo XXXIV, fol. 216 r.,
hace referencia a la amplitud de sus lecturas: «Habraym Baxá,
que fue e! que más priuó con su prÍnc¡:ipe de quantos yo e
oydo, ni leY.do», referencia general que vuelve a repetirse en
el capítulo XXXVIII, fol. 241 V., cuando, al hablar de la guerra
con Francia, nos dice: «... no la he visto tratada por nadie de
los que an escrito cosas del tiempo presente», clara afirmación
de que sus lecturas no eran casuales, sino producto de un sis-
temático propósito.

Jiménez de Quesada, pues, se precia, en términos gene-


rales, de ser un hombre leído y quiere infundir en sus lecto-
res la confianza de que lo que dice se halla cimentado en am-
plias lecturas. No desaprovecha momento para hacerlo pre-
sente y en el capítulo XLV, fol. 333 V., al hablar del hijo del
duque de Orleans, lo demuestra: «.•• hijo de Ludivico, duque
de Vrliens, que mató al duque de Borgoña a puñaladas (n e-
goc¡:io ya muy sabido en las historias franc¡:esas ) >> . En ocasiones
no sólo pretende demostrar que se guía por autoridades, sino
que inyecta en el lector nueva confianza de que se halla ante
un escritor ducho en conocimientos históricos; así cuando
habla en el capítulo XLVIII, fols. 363 r. y V., de la vieja amistad
de Castilla y Francia, dice que «se considera en las corónicas
escritas, y en las de bulto de nuestra memoria>. En verdad

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LXVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

]iménez de Quesada poseyó una vastísima erudición histó-


rica, no limitada a los tiempos que estudia, sino a los ante-
nares y en especial de la época clásica, como ya hemos in-
dicado.
Pasemos ahora a la cita de aquellas obras que aparecen
expresamente mencionadas en El Antijovio. Al hablar en su
capítulo VI, fa!. 21 V., del saco de Génova, cita a Agustín Jus-
tiniano, obispo de Nebio, entre los que según Jovio perdieron
allí la vida a manos de los españoles. Jiménez de Quesada
niega la imputación y añade, como comprobación de que así
no fue, el heoho de que Justiniano escribió luego unos Anales
narrando estos sucesos. En el capítulo VII, fa!. 28 V., menciona
la obra del propio Jovio sobre el marqués de Pescara y en
el XIV no sólo hace mención de una obra, sino que demuestra
haberla leído, y se lanza, con su estilo llano y desgarrado a
hacer una crítica de su contenido. Dice así:
y párase a dezir muy sin vergüenza en este paso Galea~o Ca-
pela, en el libro qu'escriuió de las guerras milanescas, escritor lonbar-
do y de yntinc;ión tanvién ytaliana, que I Anronio de Leyva hizo
aquella muestra de ánimo de querer defender a Milán (fols. 59 r.
y v.).

Se trata del libro de Galeaza Capella Historia de las cosas


q. han passado en Italia desdel año MDXXI de nra. redention
hasta el año XXX, sobre la restitution del duque Francisco
Sforfia en el ducado d' Milan: en el ql. se "ecuentan las gran-
des victorias del Emperador don Carlos . .. traduziola d' Latin
en castellano el maestro Bernardo Perez 54.
Si leemos con ,detenimiento El Antijovio nos daremos
cuenta de que en general trata con más desenvoltura los
acontecimientos del Mediterráneo que los de Centroeuropa,

54 Valencia, 10 de marzo de 1536, fol. gótico, 49 folios a dos


columnas.

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ESTUDIO PRELIMINAR LXVII

para los cuales la a,ducción de testimonios es más frecuente.


Así, en el capítulo xxv, fol. 125 V., nos muestra que para los
sucesos de Hungría consultó obras contemporáneas, pues
dice que sobre ellos han tratado «algunos modernos ystoria-
dores, en espe~ial españoles».
No hablamos de la cita que hace en el capítulo XXXVI
de la obra de Gonzalo de Yllescas porque de ella ya hemos
hecho bastante mención al comienzo. Copiemos sin embargo
10 que escribe, porque nos muestra de qué manera le preocu-
paba tener una información al día de lo que se iba publi-
cando. Dice así:

y quando comen~é este trauajo yo pensé que con vno abría la


rrefriega, que bera con nuestro Paulo Jobio, pero h~nse ofre~ido des-
pués en el discurso tratar de otros autores que ansímesmo han es-
crito ystorias de nuestro tiempo, pero con mod=~ión quando se
ofre.¡:ió de yrles a la mano, porque ninguno a ydo tan ynmoderado
como nuestro avtor, con quien vamos contrastando (fol. 226 r.),

Como vamos viendo, la información bibliográfica de Jimé-


nez de Quesada era amplia y no se detenía sólo en autores
españoles o traducidos, sino que también abarcaba escritores
extranjeros, leídos en su propia lengua. Una comprobación
de esto nos la da en la cita que hace al final 'de su capítulo
XXXVIII de la obra de Guillermo Paradino, cita que vale

la pena copiar por lo acerada y despectiva:

no solamente lo de~ían [los franceses soore emenenamiento del


Delfín] pero algunos lo escrebían y escribieron en sus libros y yst().
rias, y entr'ellos Guillermo Paradino, con gran cargo de su con~ien.¡:ia
en dexar semejante cosa escrita perpetuamente. Pero no me espan-
taré de escrituras fran.¡:esas, quando enton~es con plumas dul.¡:es y
sabrosas 10 escribían contra españoles, nonbre ynfestísimo para ellos
(fol. 252 r.).

Tampoco era autor español Nicolás Villagoz, ni lo pudo


leer en castellano (citado en el capítulo XLVIll, fol. 367 r.).

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LXVIII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

Lo menciona como historiador de la expedición de Argel


(<< . •• Nicolás Villagog, cauallero de la horden de San Juan
qu'escribió esta expedi~ión ... ~) que no es otro que Nicolás
de Villegagnon, autor en efecto de esta obra 55.
Citemos la última obra importante que menciona Jimé-
nez de Quesada en su Antijovio. En el capítulo LIf, falo 402 V.,
dice que la Historia de Jovio es seguida por Vicente Roca,
«cauallero balen~iano que escriuió la historia de los turcos~ .
En efecto, existe una obra de este autor dedicada a ese tema,
cuyo título es Hystoria en la cual se trata de la origen y gue-
rras que han tenido los turcos, desde su comienzo hasta mees-
tros tiempos con muy notables successos que con dz'uersas gen-
tes y nasciones les han acontescido: y de las costumbres y vida
dellos. Dirigida al iilustrisimo señor don Carlos de Borja
duque de Gandía y Marqués de Lombay. Recopilada por
Vicente Rocca cauallero valenciano. Vista y examinada por
mandado de los Señores Inquisidores deste Reyno de Va-
lencia. 1556 56 • Es indudahle que la mención que hace Jimé-
nez de Quesada, en su cita, de «cauallero valencial1o~, está
tomada de la portada misma del libro, lo que es prueba eVI-
dente de que fue consultada por él.

55 El título de la obra es Cal'oli V lmperatoris expeditio in Afri-


cam ad Argeriam. París, 1542, 12 hojas. Hay otra edición del mismo
año, de Nuremberg, y otras de Amberes y Venecia, esta última parte
de la colección Aldina. En el mismo año apareció la traducción fran-
cesa, impresa en Lyon. Hay una edición con notas de H. D. de Gram-
mont, París, 1875. Como se ve, para consultar esta obra, Jiménez de
Quesada pudo hacer uso del latín o del francés.
56 En el colofón se indica que fue impresa el último día de oc-
tubre del año 1555. Tiene cuatro hojas más 153 folios. En opinión
de Salvá está impresa por Juan Navarro. La segunda parte es la que
interesa, pues está dedicada al reinado de Carlos V. La primera se
refiere a las Cruzadas y la tercera a las costumbres de los turcos.
Existe un buen ejemplar en la Biblioteca Universitaria de Valencia,
'donde he podido consultar esta obra.

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ESTUDIO PRELIMINAR LXIX

II. Informes hablados o escrit05.

Entremos a continuación en el estudio del punto b), o


sea de las fuentes que consideramos pudo utilizar el Maris-
cal para la redacción de su libro, tales como informes habla-
dos o escritos de testigos presenciales o protagonistas de los
hechos, como indicábamos al comienzo de nuestra disquisi-
ción sobre las fuentes de esta obra. Seguiremos usando para
ello el testimonio del propio don Gonzalo. A lo largo de to-
da su obra se desprenden claramente dos hechos: que trató
con personas que tomaron parte en los acontecimientos, las
cuales le informaron ampliamente sobre ellos, y que, además
de la bibliografía de que hemos hecho mención, tuvo en su
poder memoriales y escritos relativos a la historia contem-
poránea. Sobre estos dos hechos seguros, como vamos a ver,
cabe aún una disquisición crítica, que interesa más bien al
que quiera puntualizar la biografía literaria del Mariscal,
pero que no creemos ocioso traer ahora a colación. Esta dis-
quisición es saber en qué momento pudo surgir en la mente
de don Gonzalo la idea de allegar materiales para sus Anales
y adquirir entonces el conocimiento que lució en su Antijo-
vio: ¿fue en Europa, durante su estancia de algunos años, o
fue ya de regreso en América? Es de creer que un hombre de
e~píritu inquieto e inteligencia discreta, como el Mariscal,
sintiera, en las cercanías de la corte imperial, la comezón de
escribir algo sobre todo lo que iba viendo y que, entonces,
se pusiera a la tarea de tomar anotaciones por su cuenta y de
pedir a unos y a otros memoriales, cuadernos, etc. También
pudo suceder, pues en hipótesis hay que admitirlo todo, que
esto aconteciera en América, pero entonces habría tenido
que acudir a aquellos conquistadores que antes hubieran
estado en Europa, e iniciar una larga correspondencia con
capitanes y diplomáticos cuyo paradero le sería muy difícil

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LXX MANUEL BALLESTEROS GA1BROlS

precisar desde las lejanas Indias, entorpeciendo así su tarea


de una manera enorme 57 . Dejemos a un lado este semibi-
zantinismo y vayamos al establecimiento del hecho cierto de
que poseyó fuentes manuscritas, ya fueran propias o propor-
cionadas por otros.
Una prueba de que poseyó papeles nos apareoe clara en
el capítulo XXIX, en el que, al hablar de las campañas contra
los turcos durante el año de 1532, proporciona detalles mi-
núsculos que sólo es factible adquirir del relato de testigos
presenciales. Si estos testimonios los consiguió por experien-
cia propia, por información que solicitó de quienes la tenían,
de un modo verbal o escrito, intentaremos dilucidarlo al con-
siderar los datos personales que cabe desprender de este libro
para el enriquecimiento de la biografía de Quesada. Adelan-
temos que las referencias que hace a fuentes manuscritas son
siempre vagas y el lector no sabe a ciencia cierta si los pape-
les que menciona son obra suya o de otros, salvo en los casos
en que expresamente lo dice. En el capítulo XXX, fol. 174 v.,
esta vaguedad queda bien patente cuaooo dice: «no se me
ofre~e su nombre [de aquel turco] de presente, por hauérse-
me perdido ~iertos memoriales». ¿De quién? De igual ma-
nera en el capítulo XXXIV, fol. 218 r., también sobre historia
turca, dice: «no hemos estado en Costantinopla (que bien sé
qu'él no 10 estubo), y este nego~io a de yr por rrela~iones e
yllforma~iones>.
En otras ocasiones el testimonio que aduce es de perso-
nas que estuvieron presentes. Tal ocurre en el capítulo XXXIX,
foI. 259 V., cuando asegura: «sé bien ~ierto de personas que
allí se hallarom; lo cual puede interpretarse de dos maneras,
o bien que se enteró en Europa, o que hahía en el Nuevo

117 Y cuyo rastro se hubiera conservado de algún modo en archi-


vos, menciones, legajos de correspondencia, etc.

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ESTUDIO PRELIMINAR LXXI

Reino de Granada alguien que le dio referencias. También


ocurre que la autoridad y testimonio presentado sea de per-
sonas que tomaron parte en los acontecimientos, como cuan-
do dice, capítulo XL, fol. 276 v.: «si no me mintió a mí An-
tonio Rrincón, embaxador del Rrey de Fran~:ia en aquella
corte ynfieh, y agrega en el fol. 277 v.: «especrialmente siendo
tal persona, como en sauer las cosas de 1a corte turquesca, hera
el que he nombrado y vno de los que me dieron rrelacrión
d'esta jornada». Si la relación que le proporcionó el emba-
jador francés fue simplemente la que cuenta un amigo a
otro, o en verdad fue demandada por ]iménez de Quesada,
en virtud de un deseo historial, es cosa que por el momento
no podemos precisar.
Tuvo además ]iménez de Quesada documentación en el
sentido directo que hoy damos a tal palabra, es decir, se pro-
veyó de aquellas piezas fundamentales que es preciso conocer
para hacer historia. En muchas ocasiones menciona cartas,
tratados, bulas, etc. Un ejemplo característico nos viene dado
en el capítulo LI, fol. 396 r., a propÓsito de la bula convoca-
toria del Concilio de Trento y de la contestación de Carlos
V, de todo lo cual dice textualmente: «... y así lo rrespondió
a la bula quando le fue notificada, cuya notificacrión y rres-
puesta se porná para este propÓsito a la letra en los Anales».
Este mismo capítulo LI es noticioso para mostrarnos cómo se
proveyó de manuscritos que le sirvieran de información. Así,
por ejemplo, al hablar de la gestión de Granvela en la dieta
de Nuremberg, fol. 397 r., confiesa: « . . . digo que si mis me-
morias que me an dado ( y la que Dios me dio a mí en par-
ticular) no me engaña ... >. En el folio 340 v. había dicho ya
con relación a la muerte del rey de Hungría: «ni yo la hallo
en mi memoria, ni en mis papeles>.
En el capítulo LIV, fol. 423 v., aún hace alarde de docu-

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LXXII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

mentación diciendo: «son estos [refiriéndose a los términos


de la rendición de Cariñán a Enghien] trasladados de la
escruptura que aquí va a la letra, Ua qual es ésta que sigue ...:..

III. 1 n f o r m a ció n p e r s o n a l.

Hasta aquí nuestro punto b), es decir, la documentación


que pudo allegar ]iménez de Quesada en virtud de su acu-
ciosidad por conocer y poseer informes. Ahora bien, el Ma-
riscal - como hemos de valorar después - tuvo otro tipo de
información que hemos de diputar como la más valiosa y
la mejor: la personal. En los párrafos citados antes hemos
visto la referencia que hace a la memoria que Dios le dio, y
esta memoria se le fijó y retuvo en virtud de una presencia
personal en algunos de los acontecimientos, lo que será pues-
to de relieve al estimar la aportación que El Antijotlio sig-
nifica para la biografía del conquistador del Nuevo Reino.
En efecto, ]iménez de Quesada fue testigo presencial, o re-
cibió informaciones de primera mano, que rezuman por toda
su obra, única histórica suya conservada hasta la fecha. El
conocimiento de generales, capitanes, maestres de campo y
soldados de que hace continua y repetidísima gala sólo puede
haber sido adquirido, dada la soltura con que lo luce, en un
contacto directo con la realidad. La mención de los verdade-
ros títulos de los monarcas y jerarquías orientales, como el
bayboda, y la genealogía de Francisco 1 de Francia, por
ejemplo, expuesta con enorme claridad y razonamiento cuasi
docente, en el capítulo XLV, no han sido sabidos por lectura, sino
aprendidos en la gran escuela de historia que es la vida misma.
Hecha esta consideración, veamos de qué manera ]imé-
nez de Quesada se refiere con frecuencia a su personal expe-
riencia y recuerdo. En el capítulo XXIX, fol. 168 r., nos dice:
«enbió el Emperador, y si no me acuerdo mal, fue desde

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ESTUDIO PRELIMINAR LXXlll

Ag usta ... ). Casi las mismas palabras utiliza en su capítulo


LIII, ,fol. 409 V., en que dice «.. . que fueron los capitanes Pal-

ma y otro que, si no me acuerdo mal, hera don Fran~isco de


Castelví). Aún en el mismo capítulo, fol. 412 r., hará una de-
claración terminante: «referiré solamente los que más presto
se me binieren a la memoria:p. Nos hallamos, pues, ante un
verdadero historiógrafo que nos relata, so color de corregir
a Jovio, los acontecimientos de que fue testigo. Por ello es
muy acertada la comparación que de su figura, en este as-
pecto, hace el P. Bayle con la de Bernal Díaz del Castillo.
Diríamos más, Jiménez de Quesada, conquistador de Indias
como Bernal, realiza su misma función, pero su tema, por
paradójico que parezca, no es americano sino europeo. Com-
prendiéndolo así, partiendo de la base de que estuvo presen-
te, podremos exJplicarnos inverosímiles detalles que nos apor-
ta a cada paso, como cuando en el capítulo xxx, fol. 176 r.,
narra : «. . . . y con vna enboscada que se puso en vno d'ellos
[de los caminos], hasta dejar pasar obra de sesenta d'ellos
[de los turcos], (y derrocar luégo un olibo que tenían cortado
para el hefeto, con que quedó atajado el paso ... ):.. Así nos
explicamos, repetimos, precisiones onomásticas y toponímicas
incomprensibles en quien no hubiera estado allí, como en el
capítulo XXXIII, fol. 203 V., al mencionar, corrigiendo a Jovio
«vn pueblo qu'él llama Meges (y yo le llamo, como todos
los de aquella tierra, Meduuiseh):., o en el capítulo XLVIII, fol.
365 v., la cita de «Musiur Munini, que el trasladador llamó
Moninio ...:P.
Fue, pues, un testigo presencial extraordinario de tantas
y de tantas cosas interesantes, como el saco de Roma (<<no
me acuerdo el día señalado:., dice a este propósito en el ca-
pítulo XI, fol. 51 v.), la intranquilidad de la corte imperial en
los graves momentos de crisis por la cercanía de los turcos,

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LXXIV MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

etc. Este carácter es el que avalora de un modo extraordina-


rio 'la importancia que, en or.den a la historia de los orígenes
de la Europa moderna, tiene la obra de nuestro Mariscal.
Pero dejando aparte esto, y como crítica de la obra misma,
hagamos resaltar el hecho extraordinario de que nos hallamos
frente, como dijimos al principio de este prólogo, a una de
las obras más vivas y espontáneas de la historiografía mo-
derna. El plagio sistemático a que se dedicaron tantos otros
historiadores, incluso de la talla de un Antonio de Herre~a,
no halla acogida en los procedimientos constructivos y de
elaboración del gran don Gonzalo, cuyo especial sistema his-
tórico-dial6ctico de refutar a Jovio no le permite otra cosa
que decir la verdad tal cual él la conoce, sin entregarse a la
copia de clichés de cosecha ajena.

F) ESTII1STICA DE "EL ANT!JOVIO".

Es hoy un movimiento de la crítica literaria muy exten-


dido el de valorar las obras estilÍsticamente. La estilística no
es sólo una crítica simple, y >casi estadística, del empleo de
tales o cuales giros o de la frecuencia en el uso de determina-
dos vocablos, o la comprobación de la sintaxis del escritor.
Dámaso Alonso ha demostrado que es algo mucho más vivo
y ambicioso, que intenta llegar, mediante el estilo de un
autor, a captar lo que hay escrito entre líneas, el calor con que
escribió e, incluso, su propia psicología. A través de este pris-
ma, bajo la luz de este foco, vamos a valorar El Antijovio que
ya hemos estudiado en otros aspectos.
Adelantemos en primer lugar que, como ya estimamos
antes, la obra de Jiménez de Quesada está escrita a vuela
pluma, presionado el autor por una prisa inaudita de entregar
el original a las naos que van a partir. Esta condición presta
a la obra un forzado tinte de descuido e incorrección que,

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ESTUDIO PRELIMINAR LXXV

SI para un purista puede resultar censurable, para nosotros

tiene el enorme valor de mostrarnos con la claridad de un


cristal todo el proceso imaginativo y literario del Mariscal.
Esta prisa se va acusando a lo largo de la obra y llega a ad-
quirir proporciones de congoja, como cuando, en los comien-
zos del capítulo XXXII, dice:

'Puesto qu'él trata otras muchas [oosas] sin que en ninguna se de-
viera de dexar de / poner la mano. Pero yo ya boy cansado y querríaJ
acabar presto con este ytaliano porque boy con~iendo quánto daño
me haze su contradi~ión, 'pues por su causa pierdo en cosas de letra5
otms de más prouech0 58 , a lo menos para mí propio, en que me
pudiera ocupar (fols. 190 r, y v.).

Esta congoja se deshace en el último capítulo, fol. 432 r.,


cuando comenta su propia alegría diciendo: «pero yo ya no
puedo yr más adelante, que la alegría de verme ya entrar por
el puerto me haze no acordarme de cossa ninguna).
Casi 'Sobra el comentario, ,puesto que todo lo que es el
Mariscal queda retratado en estas cortas líneas: escritor can-
sado de continuar una vana polémica a larga distancia, pa-
triota entusiasta que pese a ello sigue adelante, autor que
ansía volver a sus ocupaciones y que ve con alegría el final de
su intento.
La prisa vuelve a a.parecer en el mismo capítulo XXXII,
fol. 190 v.: «no rrecopilaré lo que dize ~erca d'esto, por aca-
var más presto», incluso en la redacción, como cuando nos
dice «. .. y con Fulano de Mendoza», o en el capítulo XXXIV,
cuando menciona a un «Fulano de Vargas ... », o en el ca-
pítulo XL, fol. 275 v., en el que la repetición de palabras (<<en
las más de las guerras que se ofre~en, se nos ofre~e la gloria
del ~ielo») es buena prueba de cómo casi no tuvo tiempo de

58 Se refiere, a no dudarlo, a los Anales, que tenía empezados


diez y siete años antes, como veremos luégo.

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LXXVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROlS

corregir. Ya sabemos, por lo visto en páginas anteriores, que


si efectuó alguna corrección, en forma de apostillas, no .fue
de carácter estilístico sino de fondo, es decir para incorporar
las críticas que juzgaba necesario hacer a la obra del licen-
ciado Yllescas 59.
Aunque el lector podrá deleitarse en seguida con el estilo
mismo del Licenciado, no se crea por lo dicho que la prisa y
el descuido, que con algunos ejemplos hemos caracterizado,
convierten la obra de don Gonzalo en uria sarta de inco-
rrecciones de pesada lectura, ni tampoco se crea que con los
ejemplos aducidos se ha intentado calificar peyorativamente
una obra que, por todos los conceptos, no merece un enjui-
ciamiento de tal naturaleza. Por el contrario, lo dicho viene
a valorar de un modo extraordinario el libro del Antijovio,
porque una obra realizada en estas condiciones, escrita sin
cuidado, concebida más por su fondo que por su forma, es,
contra lo que podría esperarse, un modelo de estilo caste-
llano y sin duda figurará con el tiempo entre las obras clá-
sicas de nuestra literatura.
Entremos en el análisis. Notamos en el estilo de Jimé-
nez de Quesada los siguientes aspectos, que procuramos de-
mostrar con ejemplos: 1) muestra de descuido y llaneza; 2)
algún culteranismo y empleo de palabras poco usuales; 3) una
cierta elegancia natural no afectada; 4) empleo de algunos
dictados tópicos y refranes, y 5) gran claridad expositiva. To-
dos estos aspectos los referirnos a lo que se entiende general-
mente por estilo, es decir al empleo de términos y vocablos y
a la construcción, porque lo interno del estilo es preciso con-
siderarlo aparte.

U9 El lector atento del texto del AlItijovio se dará cuenta de la ra-


z6n que en muchas ocasiones asiste al corrector, que evita repeti-
ciones, aclara períodos el sic de ceteris.

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ESTUDIO PRELIMINAR LXXVII

1. LLANEZA DE ESTILO.

Empezando por nuestro punto 1) notamos en primer lu-


gar e! abuso de la conjunción y, especialmente en e! comien-
zo de los párrafos. Las bellezas estilísticas de la abra mu-
chas veces se hallan oscurecidas por esta superabundancia
de copulativas que van esmaltanoo todo e! escrito.
Veamos ahora los ejemplos de la llaneza de estilo. En e!
capítulo XIV, fol. 58 V., dice por ejemplo: «pasó el Po y tiró
hazia Parma), así como en e! xxv, fol. 127 r., escribe: «para
que d'él [de Lasco], e! obispo no nos haga muchos pota-
jes . . .). Potaje es palabra con la que nos hemos encontrado
ya en otras ocasiones que van citadas, pero que no puede
decirse que pertenezca precisamente al lenguaje académico.
En el capítulo xxx, fol. 177 V., incide nuevamente en la ter-
minología familiar cuando exclama: «pero es lo bueno, en
lo d'este motín:., al igual que en e! XXXI, fuI. 188 v., emplea
un vocablo que, de no haherlo leído en 'l etra de! siglo XVI, du-
daríamos en creerlo oe aquel tiempo, cuando dice: «¿ con
qué cara dize que los españoles faltaron este día a su ánimo
y valor ?). En e! mismo capítulo vuelve a repetir lo de «es lo
bueno) (<< . •. y es lo bueno que da a entender), así como en
e! capítulo XXXVIII, fol. 251 r., utiliza una palabra que no po-
demos conceptuar ni mucho menos como irreprochable, cuan-
do dice que al De!fín de Francia, le dieron «muy gentiles ca-
lenturas que le despacharon d'esta vida).
Este mismo estilo se tiñe a veces de la energía de los tér-
minos usuales en la vida militar, de los ternos y exclamaciones
de! soldado. Buena prueba de ello nos la da e! capítulo XLIl,
en e! cual escribe: «y si no quiso creer al tiempo presente
i pese al diablo! creyera a todos .. .).
Citemos, ¡para terminar, dos ejemplos más de la llaneza
de su estilo, uno tomado del capítulo XLVl y otro de! XLIX. En

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LXXVIII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

el primero, .fol. 337 V., estampa: «entiéndalo Dios que lo hizo,


como suelen dezir ... ~. y en el segundo, fol. 378 r., interro-
ga: «quisiera que me dixera el Jobio si ... comen más los es-
pañoles y si son más tragones y más borrachos que los fran-
~eses ... ~.

Es inapreciable el valor que a nuestros ojos, como docu-


mento lingüístico, tienen, por todo 10 dicho, las frases de El
Antijovio, cuya crítica estilística vamos intentando hacer. Toda
la literatura picaresca del XVI Y del XVII refleja, sí, es verdad,
el lenguaje popular, pero éste aparece en ella siempre a tra-
vés del arte representativo y reconstructivo de algún escritor,
que puede impregnar de esta su calidad artístico-literaria lo
que escribe. No ocurre así con Jiménez de Quesada; su obra
es espontánea y nos revela algo que no nos había podido pro-
porcionar hasta ahora ningún otro documento lingüístico:
el idioma llano y familiar del hombre medio, culto, de la
segunda mitad del siglo XVI.

2. CULTISMO.

Pasemos ahora a nuestro punto segundo, al estudio de los


rastros que podríamos llamar cultos y al empleo de palabras
poco frecuentes. No son muchas. En el capítulo XLI, fol.
277 V., utiliza prepostera por adelanta, y en el XLV, fol. 325 r.,
desaperrochar por quitar o arrebatar.

3. ELEGANCIA NATURAL.

Lo más importante, Sill embargo, del estilo del Mariscal


es la elegancia natural, no afectada, que constituye nuestro
apartado 3). Maravilla la claridad con que va construyendo
sus frases; cómo, a impulsos del entusiasmo por las gestas es-
pañolas, movido por el patriotismo, de que luégo hablaremos,
surge la frase rotunda, elegante y hasta grandilocuente pero,

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ESTUDIO PRELIMINAR LXXIX

insistamos, SIn afectación. Un ejemplo de emoción en el es-


tilo lo tenemos en el capítulo XXXII, fol. 199 r., al hablar de
«~o .. los españoles de la Morea, que rrepresentaban en aquella
probin~ia la lealtad y honra y estima de su na~ión ... ~. El
estilo vivo aparece, por ejemplo, en el capítulo XLV cuando
rasga sus vestiduras exclamando: «iY que sea tanta la soltura
de vn desbergon~ado lombardo, que diga, en vn libro pues-
to en molde, que disimulabas las eregías alemanas por causa
de apartar algunos de aquella na~ión de la amistad fran~esal:.
(fol. 336 r.). Esta elegancia natural aparece por último en el
capítulo L1II, fol. 416 r., del que tomamos al azar un ejemplo:
«Pero aquel día los alemanes murieron como buenos, los es-
pañoles pelearon como balientes, ganando la victoria del es-
quadrón y esquadrones con quien pelear. Sólo los ytalianos
huieron gentilmente).

4. DICTADOS TÓPICOS.

Nuestro punto cuarto, o sea los refranes y dictados que


emplea ]iménez de Quesada, es del mayor interés. Son muy
abundantes, aunque no pretendomos que tantos como en
Don Quijote, por boca de Sancho. ]iménez de Quesada no
tiene ningún personaje al que hacer hablar y por eso los que
utiliza tienen la misma característica de natural expresión y
estilo llano del lenguaje familiar a que veníamos haciendo
referencia. Tomemos algunos ejemplos de refranes y tópicos
de lenguaje. En el capítulo XII dice que «hacen dar acá den-
tro el pecho un buelco, acordándose de la miseria humana ... ),
frase ésta - «dar un vuelCO) - que hoy comprendemos per-
fectamente. En el capítulo XLIX dice que escribe «para que
se vea que no hablamos al sabor del paladar:., y en el LIII, foI.
408 v., que «quien no quisiere creer a la olla que bea a los
cascos quebrados de los españoles:..

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LXXX MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

Cierto es que este (tltimo apartado podría sumarse al de


la llaneza y familiaridad de lenguaje de que hacíamos men-
ción antes, pero hemos preferido desglosarlo, con el fin de
que avisado el lector tenga la inteligencia despierta y com-
prenda el valor que pueda tener cada una de las frases que
vaya leyendo de este inmortal escrito del Mariscal. Mucho
más !podría decirse, aduciendo ejemplos que casi consistirían
en una repetición de la obra, pero creemos que con 10 ex-
puesto sobre el lenguaje y estilo propiamente dicho, ya hay
suficiente 60.

5. SISTEMÁTICA ESTILÍSTICA.

Estudiemos ahora el conj unto general del estilo y la di-


námica que lo mueve e inclina a tomar un aspecto u otro.
En primer lugar notamos la gran claridad sistemática que
mueve la marcha de sus frases, y que en ocasiones recuerda
el procedimiento discriminatorio empleado por su contem-
poráneo Ignacio de Loyola en el santo Libro de los ejercicios.
El capítulo x:xx nos dará la medida de esta claridad siste-
mática. En él leemos dos frases esclarecedoras de cómo su
mente guiaba la marcha de la redacción. La primera, fol. 174 V.,
dice: «Pero bolvamos la !proa a lo prin~ipal d'este libro, que
es la toma de Cerrón ... ~. La segunda, fol. 174 r., es aún más
típica; «En el qual quento hay yerro en tres cosas; la vna
en el quento prin~ipal y las dos en el discurso del su~eso~ .
Esta misma correlación y distribución de términos se ve tam-
bién en el capítulo XII, fol. 53 V., al decir: «en este tiempo
grandemente flore~ieron, porque tanvién ay flores malas como

60 Podría hacerse la observación de algún otro vocablo como -es-


guízaros» por suizos, pero esto debe tomarlo de la traducción de
Baeza, ya que al final de la obra escribe casi siempre «suizos ...

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ESTUDIO PRELIMINAR LXXXI

buenas, y de malo como de buen olor» . Otro ejemplo lo tene-


mos en el capítulo II, que dice textualmente:

y lo primero es que, como en los Añales del quinto Carlos lo


tratamos, si Dios fuere seruido que se vean acauados para salir a luz,
las guerras qu'd gloriosísimo don Carlos, Enperador de Rroma y de
Alemania y d'E9paña, trujo en nuestros tienpos, fue con dos mane-
ras de gentes: con fieles e ynfieles. y quanto a la primera manera se
noma a dibidir, que la trujo o con rreyes estraños sus vezinos, o con
basallos suyos rreuelados; y lo mesmo en lo que toca a la ynfiedeli-
dad, porque la trujo con turcos y la trujo con moros (fol. Sr.).

Vemos claramente de qué modo la mente distributiva y


clasificativa de Jiménez de Quesada organiza, pese a la prisa,
los temas de que trata. Del transcrito párrafo se deduce que
en la mente de nuestro Mariscal se hallaba claro el siguiente
cuadro:

a' reyes extraños

El Emperador
a) fieles
l a" vasallos r~belados

trujo guerras con


b) infieles
1b' turcos
1b" moros
¿Q ué es lo que mueve a Jiménez de Quesada, aparte de
la finalidad general de la obra, para construir su estilo tal
como es? Esencialmente el patriotismo, la devoción a su prín-
cipe y su calidad de militar. Quisiéramos dejar bien en claro
qué es lo que nos proponemos contestar a esta pregunta. Se-
gún sea lo que mueva a emoción a un escritor, así resulta su
estilo. No nos referimos pues a las rarones generales que le
movieron conscientemente a escribir, sino a aquellas emo-
ciones que impregnaban su espíritu, a medida que iba pene-
trando en el tema. Y estas emociones son las indicadas. Así,

VI

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LXXXII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

como hemos visto en cita anterior, dice que va conociendo


«quánto daño» le hace la contradicción de Jovio; aSÍ, al ha-
blar de soldados y capitanes muertos, al mencionar los hechos
de generales vivos o de héroes que fueron, brilla en su estilo,
aparte de un claro patriotismo, vinculado conscientemente a
la defensa de todo lo español, u n e s p í r i t u d e e u e r p o,
d e mil i c i a, de compañerismo hacia los soldados que ha-
bían guerreado en Europa. Así también sale por encima de
su estilo su calidad de soldado, cuando nos muestra clarivi-
dentemente sus condiciones militares en e! capítulo XXXVIII,
al dar por su cuenta todo un plan de invasión de Francia, o
cuando, en e! capítulo XL, dice estas frases sublimes:

y siendo esto así, está claro quánto mirnremos por la cosa ama-
da, teniéndola delante en la pelea, y qué fuer¡;:as sacaremos de las
fuer¡;:as, y quando no las hubiese de la Haqueza, para batallar y ha<;:er
lo que se nos mandare por nuestro prín<;:ipe, cara a cara, saviendo
que está entre nosotros con la espada en la mano. Y en conclusión,
dexernos las rrazones que ay para esto que son muchas / y vengamos
a los enxemplos ... pues si venimos / con esta quenta, aquel que
Dios tiene en liU gloria, Carlos Quinto, sernos ha enxemplo (o por
mejor dezir de<;:isión) de lo que tratamos (fols. 274 v., 275 r. y 275 v.).

El lector cobra la misma emoción cuando llega al final


de! capítulo XLV y encuentra las siguientes frases, dirigidas
al Emperador:

y en esto no ay otra cosa que dezir, pues tienen todas las gentes
del siglo presente los cora¡;:ones llenos y los ojos mojados, cada vez
que nos acordamos d'ello, de lo qu'el Emperador hizo sobre esta
materia. Lo qua! se berá bien largamente escrito en todas las co-
rónicas del mundo hasta en las de los enemigos del mcsmo Carlos,
SI no es en la del Jobio sola (fol. 336 v.).

Siguiendo adelante con e! conjunto de! estilo, nos damos


cuenta de la gran claridad de conceptos con que se mueve
Jiménez de Quesada. Docenas de ejemplos podrían aducirse,

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ESTUDIO PRELIMINAR LXXXIII

porque la argumentaci6n en contra de Jovio no va basada


exclusivamente en la refutaci6n de hechos con he¿h.os sino,
en infinitos casos, con razonamientos. Esta claridad de con-
ceptos y de procedimientos se manifiesta en una propiedad
singularísima, que es el esdlo perifrástico que emplea para
verificar primeramente una especie de resumen del capítulo
de Jovio, como identificándose con el criterio de él, para pasar
inmediatamente a la contradicci6n. Lo vemos, por ejemplo,
en el capítulo xxv, fol. 122 v., cuando, después del resumen,
dice: «agora que hemos dicho la sustan~ia, digamos la poca
que tienen muchas d'estas cosas que e dicho). Por ello es
por lo que, en páginas ailt'eriores, diputábamos El Antijovio
como un modelo de polémica hist6rica, no s6lo por su fondo
de verdad, por su finalidad eminentemente defensora de la
fama de España, sino también por la pureza de su proceder
estilístico.
Esta claridad de conceptos de que venlmos haciendo mé-
rito, la tenemos verbi gratia cuando en el capítulo IX, hacien-
do menci6n de los acontecimientos de la guerra, no tiene la
osadía de ,dictar una norma, y estampa ese modelo de pru-
dencia, que a continuaci6n copiamos:

y por heso las .leyes de la guenra no se pueden da'r bien por


escrito, como las otras de la gouernat¡:ión de la rrepública, porque ne-
t¡:esariamente no consiste la exposit¡:ión / y glosa d'ellas en materia
que se puede escreuir. Porque esta declarat¡:ión consiste en los acae-
t¡:imientos ynfinitos, y tanbién ynfinitamente diuersos, que la mesma
guerra trae consigo que no están subjetos a negla ninguna. Y estas,
que llamo t¡:ircunstant¡:ias, son tantas y tan diversas, que no se puede
dar aviso para todas, avnque algunas generalidades no ay duda sino
que pueden estrecharse 'aJ rreglas y pret¡:eptos (fols. 44 v. y 45 r.).

Esta conciencia de que la vida en sus diversas manifesta-


ciones es muy difícil que se la someta a leyes, menos aún por
los mismos que la viven (lo que es en verdad modernísimo

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LXXXIV MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

modo de pensar), parece que corre subterráneamente por todo


. el escrito de don Gonzalo, y así lo vemos aflorar en el ca-
pítulo XLI, fol. 285 r., cuando, con su gracejo acostumbrado,
nos dice: Q:Todo esto es del alforja del de Nochera, porque
ni él puede saber, ni los lonbardos tanpoco, la causa d'estos
acontecrimientos quando acontecren~. Recalquemos estas últi-
mas dos palabras: «c U a n d o a con t e ce 11», es decir, que
la razón de los acontecimientos queda oscura a los mismos
que los viven.
A 10 largo de toda su dbra Jiménez de Quesada nos va
dando pruebas de esta ponderación que hemos llamado
d aridad de juicio y de concepto, que le per-
mite moverse con toda soltura, como en casa propia, a través
de los sucesos que narra. Tomemos un ejemplo del capítulo
XLVI, cuando habla de la Dieta de Ratisbona y en pocas pala-
bras ilustra a~ lector sobre la psicología del pueblo alemán, en
comparación con el español. Dice así:

Comenzóse, pues, esta junta y tratáronse en ella doze artículos


qu'en la priesa que llevamos no se puede dezir, ni avn ay para qué
tanpoco en historia que no lo es sino adi~ión y enmienda de otra.
y después de muy disputado, y en verdad no con muchas vozes ni
gritos, ni cólera, ni con palabras ningunas oprobiosas, sino al V50
flemático de aquella na~ión que, ~ierto, ver a los d' ella sustentar
qualesquier conclusiones, no pareze sino que es diferente cosa de
nuestros actos públicos, y más pare~e rrazonamientos de conven;a-
~ión y conferen~ia que de disputa (fol. 348 r.).

Igual juicio certero lanza en el capítulo xxx contra los


italianos amotinados en Corón, a los que pinta como aca-
bados modelos de condotieros y soldados profesionales a quie-
nes no importaría ir Q:a servir al turco~.
Extraña ver en toda la obra de Jiménez de Quesada, pese
a su apasionamiento por el tema, la impersonalidad con que
procede y cómo se ajusta en rigor de buen escritor al tema
que se ha propuesto, y no se sale de él a ninguna invitación.

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ESTUDIO PRELIMINAR LXXXV

Decimos esto especialmente porque en la marcha cronoló-


gica toca con años en que él o sus compañeros realizaban
gestas prodigiosas al otro lado de los mares y, sin embargo,
nada dice de ellas, salvo en una declaración general, al prin-
cipio, en el capítulo 1, al explicar la importancia de la con-
quista de las Indias occidentales:

y si se mira en 0110, se hallará que en lo ya dicho [la antipatía


hacia España] se comprende la mayor parte de todo el mundo, pues
solas las Indias O~identales de España y subjetadas por ella es más
tierra que la que contienen las otras tres partes del mesmo mundo,
Asia, Africa y Evropa (fol. 3 r.).

Esta es una de las pocas menciones de las Indias, en cuya


conquista tanta parte había él tomado, que se halla en toda
su obra.
Aunque ya hemos hecho alusión a la información biblio-
gráfica y a la cultura general histórica que poseía Jiménez
de Quesada, volvamos sobre el tema para enjuiciarlo desde
el punto de vista estilístico, es decir, el modo como él luce
sus conocimientos literarios, sus lecturas y su cultura, en
una palabra. No lo hace cortando la secuencia de la frase o
de la idea, sino sobre la marcha misma, sin interrumpir para
nada el discurso y la comprensión del lector. Así aparece en
el cap. XLVI, foL 343 V., la cita de «aquel libro bien sabido
(y que en la mo~edad luégo nos lo ponen delante) llamado
Quistión de aman 6\ de igual modo las referencias al des-
arrollo del Concilio de Trento, o la cita, en el capítulo XLIV,

61 El título de esta obra es Quistion de amol' de dos enamorados:


al uno era mHerta su amiga : el otro sirve sin espemnza de galardón.
Dispu/.nn cual de los dos su/re mayol' pena. Hay ed. de Valencia (Die-
go de Gumiel) de 151 3 (fol. góti co, 39 hs.) ; de Salamanca, 1519 (fol.
gl. tico, 38 hs.); de Toledo, en 1527, etc. Dada la edad en que escribe
el Mariscal, es lícito suponer que usará cualquiera de las dos primeras.

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LXXXVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

fol. 313 V., de los principales desafíos del pasado, desde el


de David y Goliat, y la mención de personajes de la historia,
como Alejandro y Julio César, en e! capítulo XL, fol. 275 r.
Hemos dejado para el final, de intento, el trato que de
palabra y concepto hace del obispo de Noohera. Un hombre
que como Jiménez de Quesada dice, despreocupadamente,
falo 284 r., que a los soldados «se les devían VD mundo de
pagas», o que «como no es muy derecho el camino de aquel
derecho» (capítulo XXXVIII, fol. 241 v.), o que, al narrar algu-
na cosa, fol. 132 r., Jovio lo debió de soñ1ar, «como ello pasó
de noche», etc., etc., no había de tomar con mucha seriedad
el insultar a Jovio, sino que más bien eohó mano de su lim-
pia gracia andaluza para ridiculizarlo, o tomarlo a broma.
El lector se encontrará constantemente con frases en que se
le llama «el Jobio», «este lombardo», «el Nochera», etc. Esto
es producto de la ,poca importancia que le da; como cuando
en el capítulo L, fol. 388 V., lo llama «este gentil honbre de
Como».
Vayamos entresacando de los diversos capítulos ejemplos
de este menosprecio alegre que el Mariscal sentía por el autor
que iba contradiciendo. En e! capítu:lo XXVI, fol. 131 V., se
permite hacer un chiste y dice que «... todos los que leen la
y storia jobiana, qu'él llamó de su tiempo (que mejor llamara
de su cabeza)>>, para luego, en e! mismo capítulo, fol. 137 r.,
notificar que Jovio cuenta que «murieron quinientos de cada
parte aquel día, por ser tan buen arismético como coronista».
Más adelante, en e! capítulo XXIX, falo 169 V., finge curiosidad
por conocer e! desarrollo de la historia tal como la cuenta
Jovio y se anima diciendo: «pero démonos priesa al motín
de los ytalianos, que ay mil quentos buenos de nuestro Jobio
en ello».
La broma sobre Jovio, pese a la serie.dad de! tema, estalla

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ESTUDIO PRELIMINAR LXlL'{VII

en los comlenzos del capítulo xxxv, en que aparenta dis-


culpar al lombardo diciendo:

no pongo culpa a Paulo Jobio en que aya perdido el nombre de


ystoriador, y se nos aya¡ buelto en barias formas, hecho otro Proteo,
ha~iéndosenos gra~ioso vnas bezes, oU'as trágico, y otras bien cómico
y de otras diferentes maneras, porque fue heoho todo para ensal~
sus ytalianos y para otras gentile~'s como ésta (fol. 218 v.).

Adelante, en el mismo Céllpítulo, fol. 223 r., simula con-


dolerse y exclama: «10 triste Jobio! ¡Quán dulc¡:e trae siempre
la péñola para estas cossas y para desbariar a su plac¡:er quando
le parec¡:el». Esta ironía llega al menosprecio cuando no se
explica las razones por las cuales Jovío incurre en el error,
y así, en e! capítulo XLIV, se expresa sobre ello:

y aunque huuiera acontes~ido quando él lo quenta, no tenía máj¡


que ber con lo de Zésar Agusto que él dize, ni tenía que ver el
un día con el otro, más qu'el Jouio tiene que ber con Suetonio Tran-
quilo (fol. 320 v.).

A veces le saca de qUICiO la inexactitud y cuando ve, en


e! capítulo XLV, fa!. 324 V., que Jovio disminuye la cantidad
de grano que se cargaba en Venecia y en Sicilia, exclama:
«vaya él y cargue quanto quisiere».
Otro ejemplo lo tenemos en e! ca,pítulo Il, fo!. 5 r., en que
dice que Jovío «. .. queriendo escrebir unas D écadas de Tito
Libio bino a escreuír un Ovidio de Metamorfoseos».
y así sigue haciendo chanzas a «este galán lombardo» y
a las gentes que él defiende : «porque a tan buen batallador
como San Pedro Corc¡:o, hera menester tan buen ystoriador
para ello como Paulo Jobio» (capítulo L, fa!. 389 v.).
Pero no siempre es la broma, que otras veces le llena e!
pecho 'la santa indignación y el desprecio, y dirá, fa!. 195 v.:
«de! qual lo que ay más que dec¡:ir es la maldad (que así la
tengo de llamar desvergonc¡:adamente) de! de Nochera»; o

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LXXXVIlJ M ANUEL BALLESTEROS GAIBROlS

exclamará: «esta serpiente italiana~, fol. 196 r.; o, al hablar


de Luis Griti, dirá: «no sé yo de qué alaban~a, sino de la de
Paulo ]obio, puede ser digno), capítulo XXXIII, fol. 205 v. En
la cita que hicimos del final del capítulo XLV recordemos que
viene a llamar felón a ]ovio, porque siendo vasallo del Em-
perador, es el único que no le alaba; y luégo, en el C<IJpítulo
L, fol. 389 r., se escandaliza y exclama: «i y que sea posible
que vn obispo y sacrerddte se atreua a escreuir esto en el tiem-
po que ello pasó! ¿Y qué hiziera en otro tiempo adelante?~,
o expresa su convicción sincera de que lo que cuenta el histo-
riador italiano «es una fábula compuesta en las chimeneas
de Como o de Nochera~.
He aquí efectuada, con algunos ejemplos, la crítica esti-
lística de El Antijovio de Gonzalo ]iménez de Quesada. A
través de ella se nos ha presentado la personalidad entera y
recia del hombre y del escritor, de su lenguaje y de las santas
pasiones que lo movieron. Toda su alma y todo su espíritu
español están encerrados en las líneas apretadas de su Anti-
jovia, que nos permiten conocerlo más a fondo que cualquie-
ra de sus escritos dirigidos al Rey o de los testimonios de sus
contemporáneos. Gracias a esta obra hemos ganado la ima-
gen de un ]iménez de Quesada zumbón y alegre que con-
serva, hasta los días de la ancianidad, intactas las fuentes de
su humorismo.

III. IMPORTANCIA AUTOBIOGRAFICA DE


"EL ANTI]OVIO".

Como anunciábamos al principio de estas notas, uno de los


aspectos más interesantes de la obra del Mariscal Jiménez de
Quesada reside en que, sin proponérselo, don Gonzalo nos
informa sobre hechos de su propia vida. Así como el P. Bayle

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ESTUDIO PRELIMINAR LXXXIX

en el artículo citado echa de menos en El Antijovio, que llama


Apuntamientos, siguiendo la errónea información que le fue
dada, noticias o referencias a las gestas americanas, lo que in-
dica la objetividad del viejo Mariscal, que solamente quería
poner en su punto aquellas inexactitudes en que había incu-
rrido el obispo de Nochera, nosotros hemos de destacar el
hecho de que a lo largo de la exposición histórica y para re-
forzar en muchas ocasiones la autoridad de lo que dice, Jimé-
nez de Quesada echa mano de su propio testimonio, alegán-
dose como testigo presencial para ser mejor creído y refutar
así los asertos de Paulo Jovio.
Al proceder del modo indicado Jiménez de Quesada, que
modestamente calla toda información sobre su propia acción
en Indias, nos abre impensados veneros en los que aprendemos
parte de sus correrías por Europa, precisamente en los años
oscuros en que menos se sabe de su biografía.
Antes de entrar en la consideración pormenorizada de este
interesante aspecto del Antijovio, consignemos un extremo
crítico por adelantado. No siempre Jiménez de Quesada nos
ilustra taxativamente diciendo que en talo cual ocasión él se
hallaba presente, sino que es frecuente que el crítico haya de
colegir esta circunstancia por el modo de hacer la referencia,
por la manera de prestar, diríamos en términos judiciales,
la declaración de su conocimiento de los sucesos. Ante este
hecho, el crítico debe preguntarse si el profundo conocimiento
de los hechos que en tantas ocasiones demuestra el autor del
Antijovio es producto de la información de apuntes y cuader-
nos, como hemos pensado anteriormente, o el resultado de su
experiencia personal. Es evidente que todo aquello que se re-
fiere a negociaciones, tratos, genealogías, etc., pudo conocerlo
por información indirecta o por medio de apuntes y lecturas
de libros, pero es igualmente claro que las descripciones vivas,

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xc MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

llenas de noticias, sólo .pueden ser hijas de una experiencia


personal y en contacto con la realidad. Dilucidemos pues e!
punto crítico diciendo que, aunque taxativamente no dijera
Jiménez de Quesada, como vamos a ver que dice, que se
halló presente en las campañas, nos bastaría una consideración
estilística simple para poder asegurarlo.
Pasemos ahora a una ex.posición considerativa de aquellos
testimonios que sobre su propia biografía aporta el Mariscal
en El Antijovio.

A) ESTANOIA EN EUROPA ANTES DE LA CONQUISTA


DE NUEVA GRANADA

¿Qué se sabe del Mariscal antes de que figure en Canarias


como parte de la expedición que ha de marchar a la futura
Nueva Granada? 62. No vamos a repetir lo que todos saben :
que era de familia cordobesa 63, que tenía sólida instrucción
y que su profesión eran las Leyes. Aparte de que esto nada
nos ilustra, ni nos aclara por qué este golilla y posible leguleyo
se convierte en hábil y eficaz c~pitán . Otros hubo en la con-
quista del Imperio español que no procedían de la milicia y
que sin embargo desempeñaron lucido papel en el ejercicio
de las armas. En Quesada, sin embargo, algo no ajustaba en
la secuencia de hechos que todos sabemos y este algo es la
naturalidad con que sus contemporáneos aceptan su capita-
nía, que no es precisamente, como podemos comprobar, y
de un modo exclusivo, hija de! azar.
El Antijovio, sin que dé una sola noticia concreta, nos

02 ALONSO DE SANTA CRUZ (Crónica IJI, pág. 543) da referencia de


cómo formó con el Adelantado clon Pedro de Lugo, en su viaje para
Sta. Marta.
63 ÜTERO D'COSTA, en su obra citada, p:íg. 323, publica parte del
testamento del Mariscal, en que éste se declara vecino de Granada.

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ESTUDI{) PRELIMINAR XCI

aclara por sí solo gran parte del enigma y disculpa la igno-


rancia de todos los historiadores. Es tan grande el conoci-
miento militar que revela, tan sabia la ciencia (valga el pleo-
nasmo) que vierte a cada instante el Mariscal en sus líneas
sobre cosas de guerra, que a nadie le cabe la menor duda de
que se halla frente a un verdadero técnico en la materia,
como 10 pudo ser el doctor Diego GarcÍa del Palacio en sus
Diálogos militares 64. Pero es que hay aún más: Jiménez de
Quesada no nos da sólo esta prueba indirecta de su calidad
de militar, sino que en determinados pasajes nos va a infor-
mar real y verdaderamente de que se halló en las contiendas
donde esta sabiduría militar se aprende, y que también se
versó en las de la política donde se valora. Pasemos a su aná-
lisis.
La primera noticia que encontramos es por demás inte-
resante. Refutando lo que dice Paulo Jovio en su libro XXI,
capítulo IX (<<Toman los españoles Génuova, y saquéanJa»,
fol. 165 v. de la edición usada por Quesada), no~ dice:

y es lo bueno que, por no dexar a sus ytalianos de la mano, dize


que por aquella parte entraron en Génoba los de aquella na~ión, y
los españoles todos juntos, cosa que no pasó, ni 1IIVía honbre de aque-
lla probin~ia ytalianG en aquel quarte!, sino más avajo buen peda~o.
Pero después d'entrados en Génoba, sólo / a los españoles dexa para
las fuer~as y malos hechos de! saco, que los ytalianos, como sanctas
y justos, y vna na"lOn tan piadosa (y tan piadosa en estas cosas de
la guerra quanto todo e! mundo sabe), no devieron de ha~er cosa
ninguna. y así quenta en particular que "iertos españoles quisieron
for~ a ~ierta señora ginobesa, y qu'el marqués corrió a los gritos
y a el escándalo, y que los hizo pedazos. Cosa es que yo no bi ni
supe; y deviera de sabello tan bien como el avispo. Pero avnque ovie-
ra aconte<;ido, no m'espanto, porque no puede en vn exén;ito ni en
"na congrega<;ión de gente en cantidad, dexar de hauer rruynes y

G~ Colección de Incunables Americanos, Madrid, Ediciones Cultura


Hispánica, volumen VII, 1944.

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XCII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

buenos, y de otras mudhas mezclas, saluo entre ytalianos, qu'éstos,


según el pare\=er del Jobio, en nmguna manera puede haver ninguno
de ellos de desastradas costumbres; y si hubiera muchos Jobios que lo
dixeran, no perdieran nada los ytalianos en ello.
La noticia no deja lugar alguno a dudas: en 30 de mayo
de 1522 el futuro Mariscal se encontraba entre las tropas es-
pañolas que guerreaban en Italia. Es más, por el resto del
texto se viene en conocimiento de que además peleaba, como
analizaremos ,luégo, a las órdenes del luégo famoso Juan de
Urbina. Ahora queda explicado todo. Se nos muestra un
Jiménez de Quesada muy joven, adiestrándose en la milicia
nada menos que en la mejor escuela que podía existir en su
tiempo, es decir, la de las campañas italianas del Emperador.
Esta presencia de Jiménez de Quesada en Italia viene a
comprobar la vieja teoría del proresor Ballesteros-Beretta de
que la mayoría de los conquistadores españoles del primer
ciclo americano se había curtido no sólo en la vega grana-
dina (los más viejos), sino también, y preferentemente, en
las guerras de Italia.
Es extraño que habiendo confesado una vez Jiménez de
Quesada que había sido testigo presencial de hechos tan
importantes, se refugie en una modestia exagerada y no vuel-
va a aducirse a sí mismo como testimonio de fuerza ante los
hechos siguientes. Cabe una pregunta y en ella una contes-
tación de conjetura: ¿fue porque ya viejo y cargado de ho-
nores quería velar su humilde condición de soldado en las
guerras italianas?
Este dato, aportado ,para su propia biografía por el mismo
Mariscal en este libro, que no tiene carácter autobiográfico,
abre al investigador insospechadas posibilidades para rebuscar
las ulteriores actuaciones en Italia del conquistador del Nuevo
Reino. No es éste lugar para realizar las investigaciones:
háganse éstas en los archivos militares del tiempo, averíguese

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ESTUDIO PRELlMINA~ XClll

allí la nómina de soldados, los roles de enganche, etc., que


seguramente se deparará interesante resultado. Apuntemos
solamente que sabido ya que en 1522 Jiménez de Quesada
se hallaba en Italia, siguiendo los movimientos que pudo
tener la compañía de Juan de Urbina estaremos en camino
de más certeras conclusiones. Avanzando en esta línea de
cosas anotemos los datos que (hasta los tiempos en que sa-
bemos que Jiménez de Quesada parte para el nuevo conti-
nente) nos permiten sospechar, aunque sin la taxativa se-
guridad de la confesión anterior, que el futuro Mariscal se-
guía en Italia.
En el capítulo x, fol. 47 L, donde se habla dd desembar-
co de Gaeta y cerco de Frosalón parece, aunque pueda darse
diversa interpretación, que pudo estar allí Quesada. Dice así:
«que, sin enbargo de las ystorias de nuestros ojos y de nues-
tras manos, diga que fueron rrompidos los ynperiales y es-
pañoles~ . De igual naturaleza es la noticia que da, fol. 51 v.,
al hablar del saco de Roma (mayo 1527), en que dice: <<la
que fue mediado marc¡:o (no me acuerdo el día señalado».
y el mismo valor tienen las noticias que da en su capítulo
xxV}, al hablar de las escaramuzas del sitio de Florencia, muy
minuciosas y detalladas, como cuando exclama, fol. 133 v.
«avn si supiesen vien los que leen esto cuánta fue, se espan-
tarían ~ ;
o más ad51ante, fol. 137 L : «y es así qu'el capitán
Varragán murió de una piec¡:a de artillería>. De haber estado
allí, este dato nos situaría a ]iménez de Quesada en Italia
en 1530.
Igualmente en el capítulo XXV11I, fol. 156 v., al hablar de
la derrota de los turcos, dice que «la conclusión que tuvo
este negoc¡:io, en que yva tanto como está dicho, ya se save,
pues nuestros ojos y oydos vieron y oyeron aquel moderno
COntento de ver venc¡:idos (que venc¡:idos se pueden llamar)

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XCIV MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

los ynfie!es». Aquí queda muy oscuro si e! «moderno conten-


to» es el hecho en sí de la derrota y retirada de los turcos, o
simplemente la noticia del acontecimiento. En uno u otro caso,
en 1532, a los diez años del sitio de Génova, aún tenemos
por Europa al Mariscal, ya que no es ele suponer que tuviera
noticia de! acontecimiento en tierras canarias, puesto que se
refiere a él como corresponde a quien se halló en medio,
o de los hechos, o de la universal alegría que ellos produ-
Jeron.
Cierto es que e! único elato seguro que poseemos es el
primero¡ e! de 1522, y que es conjeturable que e! conocimien-
to de todo lo demás lo adquiriera, como ya hemos valorado
debidamente al hablar de los maleriales usados para El An-
tijovio, en textos, apuntes y papeles que después le fueron
dejados. Ahora bien, si comparamos la parte italiana del
Antijovio con e! resto, veremos que ésta es más nutrida que
la referente a la política centroeuropea o alejada de estos tea-
tros de operaciones, como ya dij imos antes.
T ras esto se nos esfuman las informaciones autobiográ-
ficas, hasta reaparecer en momentos en que para el historiador
de Indias se pierde nuevamente el rastro de! conquistador de
Nueva Granada, es decir, cuando de regreso a Europa, para
dilucidar sus derechos a la conquista que había realizado,
deja de tenerse referencia exacta de sus movimientos.
En e! capítulo XL aparece una frase ambigua, que obliga
a alguna atención, aunque no nos detenga mucho;

y en este tiompo fue la muerte de HabraYn. Y no sé yo, y que-


rría que me lo dixesen estos autores, pues esto es así, y lo bimos, qué
guerras fueron tas que HabraÍn quitó y disuadió al turco para que
no las hí~iese contra la chrístiandad (fol. 265 v.).

¿Qué quiere decir «y lo v i m o s» ? No puede ser testi-


monio presencial, pues se trata, como dice al comienzo del

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ESTuDIO PRELIMINAR xcv

capítulo, ddl año «que fue el de treynta y siete y parte del


de treinta y seis», en que ya el Mariscal andaba por las Indias.
Se trata pues de ese recurso expositivo tan corriente en autores
de historia, que para referirse a lo que se ha dicho o escrito,
emplean la frase «como vimos», o «y lo vimos», etc.

B) ESTANCIA EN EUROPA TRAS LA CONQUISTA 65.

En este tiempo nuevamente El Antijovio adquiere Im-


portancia otra vez como fuente para la biografía del Maris-
cal, llevándolo a los mismos lugares que él había conocido
nueve o diez años antes, cuando era un soldado de las gue-
rras de Italia. La dbra, bien leída, nos revela que ]iménez
de Quesada, al hablar de este período, adquiere otra vez no
sólo mayor información, lo que en verdad es asombroso a
lo largo de toda la obra, sino mayor soltura, mayor profundi-
dad. En otras palabras, toma el sello evidente del escrito de
una persona que se halla en contacto con las altas esferas de
la política.
¿Por qué razón ]iménez de Quesada puede hallarse en
contacto con las altas esferas políticas? Contestemos a esta
pregunta con otra dirigida a nuestro propio conocimiento.
¿ Qué traía a ]iménez de Quesada a Europa? Sabemos que
le había traído el deseo de hacer reconocer sus derechos por
el Emperador, y tal circunstancia nos lo aclara todo. Sin duda
con posibilidades económicas 66 y sin ninguna atadura fija,

65 En el Floreto de anécdotas y noticias diversas que recopiló tlll


fraile dominico l'esidente en Sevilla a mediados del siglo XV/. Pub!.
con prólogo, notas e Índices por F. Sánchez Cantón, tomo XL VIII del
Memorial Histórico Español. Madrid, 1948, fol. 41. Se tiene noticia de
lo que hizo en Madrid en 1539 "'pretendiendo un govierno", pero
sin más detalles.
66 La misma obra citada en la nota anterior nos habla de los miles
de ducados que gastó en España y de las esmeraldas que trajo.

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XCVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

el conquistador del Nuevo Reino de Granada se adscribe en


cierto modo a la Corte Imperial y sigue sus movimientos e
incluso desempeña misiones de ella. Para poder probar esto,
que de momento no tiene más que el carácter de una hipó-
tesis, es preciso que compulsemos los datos que El Antijovio
nos vaya proporcionando con lo que sabemos de la historia
y movimientos del Emperador y de su corte, a la que supo-
nemos se halla vinculado nuestro protagonista y autor. Si-
guiendo este razonamiento pasemos al análisis de los hechos.
El primero que nos salta a la vista es el contenido en el
capítulo XLV de la obra, en que dice con respecto a Rincón,
embajador de Francisco 1 ante el turco, a propósito de las
intenciones que pudieron haber movido a este español rene-
gado a salir de Turquía:
y en quanto al pesar del turco, yo también lo creo, pero no lo
demás de huÍrse el envaxador (si soy obligado a creher a él mesmo),
d qual me lo contó de aJlí a nueve o diez meses, después que avía
pasado la magestad ymperial por F~an~ia. Antes preguntándole yo
de mi cosecha, etc ... (fol. 334 v.).

Nuevamente Jiménez de Quesada da fe de su estancia en


tierras italianas. Sabemos por el capítulo XLVII que Antonio
Rincón enfermó en TurÍn, cuando iba camino de Venecia,
con toda su familia, para reintegrarse a su embajada ante el
turco. ¿Cuándo y cómo vio Quesada a Rincón, y qué hacía
allí?
Podemos contestar en parte a las preguntas del párrafo
anterior. é Cuándo? Si el Emperador pasó por Francia en 19
de enero de 1540, «nueve o diez meses~ después nos acercan
a final de año. Sabemos que Rincón y su acompañante Fra-
goso son muertos por los españoles en junio de 1541 67, Y

67 Quesada, muy hábilmente, justifica la necesidad política de es-


tas muertes como castigo a unos renegados, cuyas cabezas habían

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E5TUDIO PRELIMINAR :XCVII

sabemos también que este acontecimiento produciría luego


una guerra con Francia.
¿Dónde? También es fácil contestarlo, ya que dice más
adelante, fol. 357 r.: «agora avía poco tiempo, que serían como
seis meses, qu'él avía bellido a comunicar s:iertos negos:ios
de su delegas:ión con su rreY:l). Ve Quesada a Rincón cuando
está éste de regreso de Turquía, camino de Francia, y el único
paso posible es Italia, como en los mismos capítulos nos
cuenta Quesada que solía hacer Rincón. Es evidente que fue
en el Norte de Italia, y posiblemente en la LombardÍa, donde '
el futuro Mariscal se entrevistó con Rincón.
¿Cómo? No podemos suponer una misión oficial en Que-
sada, aunque la paz con Francia no la 'hacía imposible, pero
hipotetizando en esas palabras fina:les del párrafo antes co-
piado, que se completan de esta manera: «antes, preguntán-
dole yo de mi cosecha cómo se avía tomado este negos:io, me
dixo s:iertamente esta particularidad ... ~, podemos suponer
que pudiera realizar una misión oficiosa, no exenta de ciertas
relaciones con el Marqués del Vasto (al que alaba de tal ma-
nera a lo largo de su libro, que hace suponer pudiera haber
estado a su servicio) que decidieran a éste, en vista de la po-
sición de Rincón, a planear las muertes que a mediados del
1541 se perpetraron en las personas de él y de Fragoso.
Que se hallaba Quesada muy conocedor de las intimida-
des :políticas, nos 10 revelan las siguientes palabras, en que
justifica los ases~ramientos que e! Marqués de! Vasto tomó
antes de decidir la acción que desembocó en la muerte de
Rincón: «Pero ayla [la duda] en si este negos:io fue primero
por el Marqués comunicado por cartas con el Emperador, que
a la sazón estaua en Alemania».

sido puestas a precio, y por el hecho de que el viaje en que murieron


no tenía carácter diplomático.

VlI

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XCVIII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

Si seguimos el itinerario del Emperador, sabemos que éste


se halló del 6 de enero al 29 de julio de aquel 1541 en Ratis-
bona, que es a lo que se refiere Jiménez de Quesada cuando
dice vagamente: «que a la sazón estalla en Alemania~.
ConcluÍmos de todo esto lo siguiente, que conviene des-
menuzar ordenadamente:
a) que en octubre de 1540 Jiménez de Quesada ve a An-
tonio Rincón en el Norte de Italia;
b) que al verlo es posible sirviera de enlace informativo
del Gobernador españolo de los jefes militares españoles;
c) que si esto era así, como parece demostrarlo el cono-
cimiento de las cartas que se escribieron en la primavera de
1541 para que Rincón pudiera ser muerto en junio de aquel
año, las relaciones de Jiménez de Quesada con la Corte, sus
intrigas y su política, debían datar de algo antes, lo que es
lógico sucediera hacia 1539, a su regreso del Nuevo Reino de
Granada en solicitud de recibir la gobernación de las tierras
por él descubiertas, lo que es posible que le hiciera trabar
estos conocimientos y contactos;
d) que esta estancia en Italia, aunque no desconocida,
viene fijada en el tiempo por esta nota autobiográfica del
Antijovio 68.
Aunque Jiménez de Quesada no lo dice, cabe pensar
también que no fuera él quien se dirigiera a Rincón, sino
que éste, sabeDor de la presencia en Italia de un hombre que
había traído fabulosos tesoros de las Indias, se apresurara a
buscarlo para interrogarle sobre algo que a él, Rincón, como
renegado y huído del servicio de su señor natural, le estaba
vedado para siempre poder ver. Objetemos no obstante que

68 Cfr. la obra de LUCAS FERNÁNDEZ PIEDRAHlTA, Historia general


de las conquistas del nuevo Reino de Granada (Amberes, 1688; Bogotá,
Medardo Rivas, 1881).

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ESTUDIO PRELIMINAR XCIX

el tono del relato del A ntijovio hace más bien suponer que el
interrogador es Quesada y no Rincón, aunque la modestia
acostumbrada del viejo Mariscal al escribir oculte el porqué
inicial y sustantivo de la entrevista.
Ya tenemos situado a Jiménez de' Quesada en Italia, a
finales de 1540, y podemos presumir que a lo sumo estuviera
hasta mediados de 1541, en que es muerto Rincón, por el de-
talle de saber que el Marqués del Vasto consultó al Em-
perador acerca de la medida que había que tomar con el re-
negado español al servicio de Francia. Entonces surge nueva-
mente la noticia autobiográfica por la cual, en el capítulo
XLVI, Jiménez de Quesada confiesa nuevamente la localidad

o región en que se halla, que es Centroeuropa, sin duda, en


las cercanías de Viena o quizás de Hungría.
Anotemos que en 23 de junio de 1540 había muerto el
rey de Hungría, Juan Zapolya, dejando viuda e hijo pequeño.
Solimán se incauta del reino, al que en verdad ya conside-
raba como cosa propia desde que el Vayvoda pidiera su auxi-
lio contra Fernando de Austria, y aunque éste intenta opo-
nérsele por las armas, Solimán lo derrota. Fernando se creía
con derechos al trono de Hungría, contra la usurpación del
turco, y envía entonces una embajada a éste, en la persona de
Jerónimo Lasco, del que Jovio, según pone de relieve el Ma-
riscal, habla largamente. A propósito de esta embajada, en
el capítulo citado, dice el Mariscal:
r
aquella embajada] que quenta del año anres de la muerte del
rrey Jhoan, ni yo la hallo en mi memoria ni en mis papeles, tenien-
do tanta rrazón para estar en ellos 69 como en los del Jobio, por
hallarme yo en aquella sazón ~erca de adonde ello abía de pasar y
de adonde la envaxada se avía de fraguar. y como otras muchas cosas

69 Estas palabras podrían indicar, lo cual es útil para el e5tudio


de la elaboración de El Antijoflio, que entonces Quesada comenzó a
tornar notas de lo que oía y vda.

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e MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

más menooas quedaron rregistradas adonde he dicho, paré~eme (si


la memoria, que del suyo es deleznable, no lo fue mucho más en mí
que lo horrunario) que DO pudiera dexar de quedar allí rregistrado.
Pero en lo vno y en lo otro ba poco, y barto más le fue al mesmo
embajador (fol. 340 v.).

Al darnos la fecha de la embajada, ]iménez de Quesada


simultáneamente nos proporciona también la de su estancia
en tierras de Centroeuropa. ¿Qué debemos entender por
«~erca de adonde ello abía de pasar, y de adonde la envaxada
se avía de fraguar» ? Sin duda la Corte de Fernando de
Austria. Dejemos esto un momento y pasemos a la conside-
ración de la serie de sucesos que simultáneamente sigue na-
rrando ]iménez de Quesada.
Son éstos los acontecimientos de la dieta de Ratisbona,
que cuenta con todo detalle, para escribir después sobre e!
paso de! Emperador a Italia y la desgraciada empresa de Argel.
Tantc? de una como de otra empresa da abundantes detalles,
y al crítico e historiador le cabe la duda razonable de que,
al decir que se hallaba cerca de donde la embajada se fra-
guaba, esta cercanía podía ser solamente relativa; y por lo
tanto hallarse en Ratisbona, 10 que podría explicarse por el
deseo de permanecer en la proximidad de Carlos V para con-
seguir ventajas y concesiones en América o por algún otro
género de vinculación. Para creer esto habríamos de admitir
que la razón que movía a Jiménez de Quesada a pasar de
un punto a otro de Europa, es decir, de Italia al Imperio, era
la de hallarse cerca de Carlos. Pero si queremos saber si esto
es verdad o no, conviene que puntualicemos el itinerario del
Emperador durante e! año 154l.
El Emperador estuvo del 6 de enero al 29 de julio en Ra-
tisbona, del 30 de julio al 6 de agosto entre Freysing, Munich
y Mittenwalden, e! 6 de agosto en Innsbruck, del 7 de agosto
al 22 de octubre entre el paso del Brenner, Lombardía, Milán,

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ESTUDIO PRELIMINAR el

Pavía, Génova, Lucca, Córcega y Argel, del 22 de octubre al


primero de noviembre en Argel, con la subsiguiente retirada,
y el 2 de noviembre lo tenernos ya acogido a la· protección
de Bugía ,o.
Teniéndose en cuenta esto, es compatible, hasta el 29 de
julio, que Jirnénez de Quesada estuviese en las cercanías del
Emperador en Ratisbona, y que, por ello, relate con tanta
precisión lo que allí sucediera y al mismo tiempo pudiera
tener noticias de la embajada de Jerónimo Lasco. Pero más
bien parece que sea a la inversa y que en vez de hallarse en
la Corte Imperial se hallara en Viena o en la corte de Fer-
nando de Austria. ¿Qué nos hace creer que fuera así? Sim-
plemente la lógica y la imposibilidad de que poseyera el don
de la ubicuidad, corno vamos a ver.
Si se hallaba con el Emperador y era militar experimen-
tado, corno lo demostró, lo probable es que hubiera marchado
con el César a campaña que prometía tanta gloria como era
la argelina; y que no fue a ella nos lo viene a demostrar nega-
tivamente el que, a 10 largo de las líneas dedicadas a historiar
el fracasado desembarco, no dice nada acerca de que estu-
viera por allí. Entonces la lógica hace pensar que ni antes ni
después de la empresa de Argel ]iménez de Quesada se en-

70 Aunque, como dije al pnnClplO, no es rru mtento el tocar los


temas de historia moderna de Europa, que con tanta amplitud relata
y critica el Mariscal en su Antzjovio, hemos de detenernos en estos
puntos necesarios de la historia del reinado de Carlos V, que nos son
necesarios para la biografía de Jim.énez de Quesada. Sobre el Empe-
rador y su itinerario es utiHsirna la obra de don MANUEL FORONDA y
AGUlLERA, Estancia y viajes de Carlos V desde el día de Slt 1lacimien-
to hasta el de su muerte, Madrid, 1895 (hay una edición posterior,
de 1914). Es también notable el trabajo de PH. BRUGNE, REcits de
l' histoire de Charles-Quint, un reclteil chronologique des principam:
faits et des principaux ¿vénements qui ont ¡Ilustré son reglle. Namur,
1851.

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Cll MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

contraba con el Emperador y que su estancia en Centroeuropa


se debía menos que a razones de provedho personal, a mo-
tivos de un ameno viajar o a causas políticas. En cuanto a
que Jiménez de Quesada no poseía el don de hallarse a la
vez en dos sitios, nos lo prueba el que inmediatamente vamos
a considerar su estancia en el Imperio en el mes de noviem-
bre de aquel año 1541, 10 que nos viene a corroborar que no
se había movido de aquellas tierras para acompañar al Em-
perador a Argel, donde éste se hallaba hacía días.
En el capítulo XLIX dice, con respecto a los pactos del Rey
de Francia con Cristián III de Dinamarca:

y no contentándose con esta ayuda sola, anduvo en tratos (bien


según mi jui~io a despropósito) con el rrey de Dignamarca, y i~ie­
ron allá vna liga, la sustan"ia de la qual, avnqu'enton"es no estava
yo lejos de aquella tierra, no a venido a mi noti"ia (fol. 371 v.).

Por esta nueva nota autobiográfica sabemos que en no-


viembre de 1541 Jiménez de Quesada se hallaba en Alema-
nia, ya que el 19 de este mes se firmaba en Fontainebleau el
convenio entre el Rey de Dinamarca y el de Francia. El hecho
de que se firmara en Francia no quita valor al mismo aserto
de Jiménez de Quesada de que en verdad tenía su importan-
cia el hallarse en las cercanías de Dinamarca para poderse
haber enterado de la «sustancial) del acuerdo. Dos conclusio-
nes interesantes surgen por sí solas: a) que no podía estar
con Carlos V, que de Bugía había pasado a Espaila, y b) que
Jiménez de Quesada se encontraba en Alemania, cerca de
Dinamarca. Lo que sigue siendo conjeturable es dilucidar si
estaba fijo en un lugar de Alemania o por el contrario se
movía como un viajero por los diversos estados del Imperio.
Hemos llegado con estas informaciones a finales del año
1541. Tomamos nuevamente contacto con el posible itinerario
del Mariscal, a través de sus escritos, por una nueva noticia

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ESTUDIO PRELIMINAR CIJl

que aparece en su capítulo L, al hablar, rectificando a Jovio,


del sitio de Perpiñán, en los términos siguientes:

y no puooo pensar a quién llama el avispo el capitán Mendoza,


y le haze maestre de campo, porque si yo no tengo olvidado quanto
ay en el mundo, no avía allí en Perpiñán capitán ni maestre de cam-
po d'este nonbre, ranpoco como otro que la Historia Pontifical llamó
Machicao en esta mesma defensa (rol. 386 r.).

Este texto es extraordinariamente ambiguo y el crítico se


queda algo perplejo ante él. Jiménez de Quesada es siempre
minuciosísimo y muy detallista en la mención de las personas
que toman parte en los hechos de armas y por ello este pasaje
no tiene a nuestros ojos valor de testimonio personal por la
minucia o por el detalle ya que, como decimos, esto no signi-
fica en sí ninguna novedad en el texto quesadino. Lo que hace
pensar que tras las palabras del Mariscal se encierre un re-
cuerdo vivido es aquella parte copiada de «si yo no tengo
olvidado quanto ay en el mundo), que sugiere una mayor
insistencia en la certeza de que en el sitio de Perpiñán no
podía haber ningún capitán Mendoza, porque él lo había
aprendido por experiencia personal. Sin darnos a partido
creyendo que el Mariscal estuviera en Perpiñán, hagamos
un poco de historia de las fechas en que esto ocurría.
Siguiendo los datos que proporciona Carlos Brandi en su
Historia de Carlos V 71 sabemos que el sitio de Perpiñán
por los franceses fue un fracaso para éstos, gracias a los pre-
parativos realizados por los ejércitos imperiales bajo la di-
rección del Duque de Alba. Las fechas son las siguientes: el
31 de agosto de 1542, llegada del ejército atacante; el 2 de
septiembre de 1542, da comienzo el ataque, que finaliza antes
de terminar el mes, con la retirada de los sitiadores. Sin de-

71 Carlos V, vida y ¡ortlllla de una pe/·sol/alidad y de un imperio


mU1Idial. Trad. de M. Ballesteros. Madrid, 1943, pág. 395.

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CIV MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

tenernos en consideraciones de orden histórico general, que


escapan al interés que como fuente para la biografía del Ma-
riscal tienen los datos por él proporcionados, tales como la
,j
ficción francesa de aguardar una intervención papal para
hacer aparentar que su retirada era voluntaria, estudiemos
las ¡posibilidades que hubo, a nuestro juicio, para que el Ma-
riscal se encontrara en el ejército defensor o, al menos, en tal
proximidad de la organización de la campaña que su testi-
monio y sus palabras puedan ser tomados como signo de
recuerdo personal.
Por los datos aducidos hasta ahora y según el propio decir
del Mariscal, él se hallaba en Alemania a finales del 1541: a)
¿pudo encontrarse en el verano y comienzos del otoño del
1542 en el Sur de Francia, o región catalana?; b) ¿qué ra-
zones pudieron moverle a hallarse allí?; c) ¿fue la casua-
lidad, su curiosidad o un designio definido lo que produjo
sus viajes? Procedamos ordenadamente. Posibilidad sí que
la tuvo Jiménez de Quesada para abandonar a Alemania y
pasar a España y desde allí, por una o por otra razón, hallarse
con las tropas que defendían a Perpiñán. Y nos referimos,
claro está, a posibilidad material, ya que en aquellas guerras
(tan distintas de las nuéstras con frentes estabilizados y di-
ficultades fronterizas, que aparecen también en los países neu-
trales) no era difícil el trasladarse de una nación a otra, in-
cluso entre las beligerantes. Contestada pues la pregunta de
la posibilidad, y admitido que evidentemente fue humana-
mente factible que Jiménez de Quesada estuviera en Per-
piñán, veamos qué podemos decir de las otras preguntas.
La razón primordial que podemos apuntar para que aban-
donara a Alemania y viniera a España es que lo hiciera por
seguir al Emperador, quizás guiado por la esperanza de con-
seguir de él, como ya hemos apuntado antes, algún beneficio

®Biblioteca Nacional de Colombia


ESTUDIO PRELIMINAR cv

en orden a lo que él había hecho en tierras del Nuevo Reino


de Granada o quizás por que de un modo u otro se hallara
vinculado a sus empresas 72. Hay, sin embargo, una objeción
seria que oponer a esta posibilidad y es que si esto era lo que
podía haberle movido, ocasión mejor y más brillante se le
había presentado cuando el César abandonó las tierras del
Imperio para dirigirse a la campaña de Argel. Pero, de-
jando a un lado esta objeción, y pensando que quizás hubo
razones que no permitieron de momento a }iménez de Que-
sada seguir al Emperador, estimemos la posibilidad de que,
vencidas estas dificultades, ignoradas por nosotros, decidiera
marcharse .a la Península, donde ya se hallaba de regreso de
Bugía el César Carlos.
Es decir, que podemos admitir provisionalmente que el
deseo de hallarse cerca de Carlos V pudo ser causa de que se
encontrara por tierras hispano-francesas en el verano de 1542.
¿ El itinerario de Carlos V permite admitir esta teoría? En
cierto modo sí. Aunque Brandi nos informe que Carlos en el
mes de mayo de ese año escribe a su hermano Fernando ad-
mitiendo la posibilidad de trasladarse a Hungría para diri-
gir personalmente la defensa del Imperio, sabemos que no
llega a realizar este deseo y que se queda en España, asis-
tiendo a las Cortes del Reino de Aragón. Como vemos, re-
side en España y en su zona oriental, cerca, por lo tanto, de

72 Esta conjetura asalta al lector del Antijovio con insistencia. No


puede un hombre como ]inlénez de Quesada, de sus dotes, de u im-
portancia y de su riqueza, estar cerca de los grandes personajes y de
los acontecimientos inlportantes (como vamos probando que estuvo)
sin que sea lícito pensar que esta cercanía es debida a funciones de
tipo más o menos secreto (servicio de inteligencia o espiollaje diría-
mos hoy, o información), pero no por ello menos oficial. Así explica-
ríamos su entrevista con Rincón y el que callara al escribir sobre estos
hechos, en los cuales la discreción le vedaba revelar por escrito la
tramoya en la que él mismo había tomado parte.

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CVI MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

donde podemos suponer fue factible se hallara ]iménez de


Quesada, caso de haber sido testigo presencial de! sitio de
Perpiñán, o, al menos, haber estado muy relacionado con
él y con las gentes que en su defensa intervinieron.
Toda esta disquisición y conjetura no quita que, a la pos-
tre, podamos admitir que nuestra última pregunta pueda ser
contestada afirmativamente, interpretando la ambigua frase
del pasaje citado en e! sentido de que nos inclina a aceptar
como buena la presencia o cercanía de Jiménez de Quesada
en e! sitio de la ciudad francesa, o que las razones que ex-
pliquen este hecho sean simplemente las de la casualidad.
Resumiendo todos los datos que llevamos dichos hasta
ahora y que hemos entresacado de los propios testimonios
de! Mariscal, tenemos lo siguiente:
a) que del texto de El Antijovio aprendemos la noticia
trascendental de que ]iménez de Quesada fue soldado de las
guerras de Italia y que como tal estuvo en ellas en 1522 y es
conjeturable se hallara hasta 1530;
b) que del texto de esta obra sale la precisión de algunos
lugares en que e! Mariscal se encontró en Europa mientras
permaneció en ella, antes de su regreso a las Indias;
c) que es posible conjeturar con algún fundamento que
las causas que motivaron su estancia en el Imperio y luégo
en España fueron el hallarse en las proximidades del propio
Emperador, lo que es lícito pensar por e! hecho de que se
halla simultáneamente con e! César en una y otra tierra, según
se mueve éste, y según otras fuentes dejan creer, como el
Floreto de anécdotas. .. ya citado.

C) OTROS DATOS AUTOBIOGRAFICOS.

A lo largo de la obra de Jiménez de Quesada, como podrá


observar e! lector que la recorra atentamente, salta de un

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ESTUDIO PRELIMINAR CVIl

modo constante el testimonio personal, el JUICIO del escritor


que al mismo tiempo ha sido protagonista y conocedor directo
de lo que va narrando. Citemos algunos ejemplos que vengan
a reforzar lo dicho hasta el presente acerca del profundo co-
nocimiento directo y personal que Jiménez de Quesada tenía
de los acontecimientos de Italia y de Europa, prueba irrefu-
table de su participación en muchos de ellos, quién sabe con
qué importante papel.
Tropezamos en primer lugar con la defensa ardorosa que
en el capítulo XIV hace del «señor Antonio», que no es otro
que don Antonio de Leyva. Inicia su argumentación to-
mando pie de la obra de Galeaza Capella 73, y se extiende
luégo en una apología del capitán español, que hace pensar
juiciosamente que pudo haberse hallado Quesada entre los
que sirvieron a sus órdenes.
Más adelante, en el capítulo XXVII, al rectificar al Obispo
de Nochera, dice textualmente:

y de tal manera fue este rrebatir, que casi fue vergon~oso según
la manera y priesa con que fue la rretirada, sin haver primero hecho
aquellas barraganadas qu'e1 Jobio quenta, que avnqu'él eslava en
Rroma, ~erca de Floren<;ia, lo saven mejor los qu'estavan más yerca,
y avn los qu'estavan más lejos qu'él (fol. 146 v.).

Párrafo que sugiere la idea de que él, Jiménez de Quesa-


da, era uno de éstos que se hallaban más cerca, empeñado
en las campañas florentinas. Esta idea se afirma en el mismo
capítulo, fa!. 148 V., cuando dice: «y el de Orange enton~es,
con las congojas y desespera~iones suyas acostumbradas, y con
aquel ympetuo que solía ... ~. Pasaje evidentemente revelador
de un contacto directo con el personaje descrito; experiencia

73 Historia de las cosas que han passado en Italia desde el año


MDXXI de nra. Redemption hasta el año XXX sobre la restitution del
Dt~qt~e Fra1/cisco Sforpa en el Ducado de Milán ... Valencia, 1536.

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CVIII MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

y contacto que se aclara aún más en una frase subsiguiente:


«dando a los que huyan al diablo, avo creo que a sí tanvién
(porque aquel hera su juramento)~, en que la información
tiene la reminiscencia de algo propio y vivido y no de noticia
tomada de papeles o memoriales ajenos.
En el capítulo XXXIII, saltando ya de Italia al centro de
Europa, vuelve a revelarse la experiencia personal de Que-
sada en muchos pasajes. Tal cuando habla del pueblo de
Meges, citado por Jovio, del que dice, fol. 203 V., como vimos:
</: ••• Y yo le llamo, como todos los de aquella tierra, Meduui-

seh». En esta información no hay tampoco referencia de se-


gunda mano. De todos es conocida la incapacidad del español
para transcribir nombres tomados al oído, como no sea que
se haya querido fijar en ellos intencionalmente. La rectifi-
cación que hace Quesada se refiere concretamente a algo que
él aprendió directa y personalmente y no a noticia que re-
cogiera en escritos hispánicos, tan poco minuciosos en general
en este aspecto. El mismo Mariscal, por otra parte, no guarda
cuidado alguno en la grafía de los nombres propios.
Cuando en el capítulo XLV y hablando de los sucesos dd
año 1540 dice:

y en verdad que me pesa, quando pude saver esto del Jouio,


con otros pasos de su Historia (no de los / que me admiran, que éstos
son ynfinitos, sino de los que me desatinan) no auello sabido y en-
tender de aquel prin~ipal ystoriador en qué se fundó para dezir y
dexar escrito semejantes cosas (fols. 326 v. y 327 r.).

Es elocuente este párrafo no sólo porque como ya sabe-


mos nos lo sitúa en Italia, sino porque además nos lo presen-
ta como hombre preocupado por entender la política de su
tiempo. ¿ Intentó Jiménez de Quesada, hombre de letras y
grandes dotes en el trato de los hombres, como lo demostró
en la sabana neogranadina, figurar en la política europea?

®Biblioteca Nacional de Colombia


ESTliDIO PRELIMINAR CIX

Las palabras copiadas y otras que vendrán después nos per-


miten al menos lícitamente mantener la pregunta.
En el mismo orden de cosas, hablando casi de los mismos
temas, nos dirá en el capítulo XLVII, fol. 360 V., que «... para
que tubiese nadie enbidia de los echos de <;:ésar Fragoso. Al
qual todos cono~imos ser vn caballero harto prin~ipal y me-
re~edor de harto buen lugar en la mili~ia), lo que tiene esti-
lísticamente un valor muy grande, que es preciso poner de
relieve. Un observador superficial podrá creer que lo inte-
resante de esta frase es el que Jiménez de Quesada conociera
a César Fragoso o tuviera contacto con las gentes que le co-
nocían; una crítica más profunda se detendrá sin embargo
en la forma de emplear el verbo; conocimos. Este pI ural, en
primera persona, cuando se hace narración de tipo histórico,
impersonal o, a lo sumo, de vez en cuando, surge hablando
en primera persona del singular el propio autor, significa
que se refiere a los contemporáneos y presentes a los hechos
que narra. En otras palabras, que Jiménez de Quesada in-
consciente e involuntariamente nos revela en este conocimos
que se hallaba en medio de la gente principal a la que podía
interesar la marcha politica de los acontecimientos.
En el capítulo XLIX se nos revela una noticia inesperada
y de la mayor importancia; el conocimiento del futuro Maris-
cal con Carlos de Orleans, hijo de Francisco 1. El párrafo
interesante se refiere al juicio que Paulo Jovio tenía del de
Orleans y dice;
y hallólo tanbién liberal, y héralo, ~ierto, pero hera menester
que lo fuese para que el Jobio escribiese esto, y dejóle de pintar de
otras buenas partes que tenía, por ponelle algunas que no le con-
venían. Porque en lo de avisado yo DO lo sé, ni se puede sauer, avn-
que hu viese tenido con él dos o tres neg~ios, sobre que fue menes-
ter / hablalle otras tantas vezes (fols. 381 r. y v.).

No cabe la menor duda que Jiménez de Quesada con-

®Biblioteca Nacional de Colombia


ex MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

fiesa haber tenido relación con el de Orleans. ¿Cuándo «fue


menester hablalle»? Pudo muy bien ser inmediatamente des-
pués de su regreso de las Indias, cuando, con sus riquezas
aún frescas, pasó camino de Flandes, o también pudo ser
en el año de 1540, acompañando al Emperador, aunque esto
no parece probable, pues, por muy humilde que fuera don
Gonzalo, no hubiera dejado de consignarlo como nota im-
portante. Para el que quiera conjeturar la fecha brindamos
aún otro pasaje interesante del fol. 381 v.: «... antes me acuer-
do qu'estando su padre en Anbuesa» [Amboise], que puede
interpretarse de varias maneras.
Tenemos, finalmente, un dato que calificamos, sin temor
a equivocarnos, de «autobiográfico»; es el siguiente:
La rrcina de Fran~ia embió a frai Grabiel de Guzmán, estudian-
te en París, con cartas a su hermano suplicándole por la paz para
su marido. Y pasa todo al contrario: que primero vino el ffrai Gra-
vieJ que acontes~iese lo de Vertobilla y a éste no sé yo si le dixieron
el M6di¡;:is y el Somalla las palabras que 61 dize, pero sauemos que
ningún rrumor bubo de paz hasta que el ffraile vino y se. boluió
sin rrespuesta, y tornó segunda vez al campo y habló con ffrai Pedro
de Soto, comfesor del Emperador, ffraile de su mesma orden, y des-
pués vino vn secretario del rrei de Fran¡;:ia con otro rrecaudo, que
no me acuerdo si se lJamaua Rroberto o Bayart (fol. 433 v.).

Parece evidente la presencia de Jiménez de Quesada en


todo esto de lo que va hablando, no ya sólo por la minucia
de los detalles sino tambi.én por la elocuente frase relativa
al Secretario del Rey de Francia, del «que no me acuerdo si
se llamaba Roberto Bayart ... », afirmación que sólo puede
referirse al recuerdo de una memoria adquirida directamente.
Por si esto fuera poco, más adelante, siguiendo con el mismo
Fray Gabriel de Guzmán y sus cualidades, dice que sabía un
poco de alquimia y
y ¡;:ierto hizo plata, e yo la vide hecha de su mano, a cuio pro-
pósito, tratando d'esta materia, hize men¡;:ión d'este rreligioso en el

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ESTUDIO PRELIMINAR CXI

libro que intitulé Los n·atos de Suesca, y con rrazón, por ser tan se-
ñaliadaJ persona (fol. 434 v.).

Luégo nos asegura - y esta precisión es importante para


nuestro razonamiento - que Fray Gabriel de Guzmán había
estado toda la guerra sin poder salir de París. ¿Dónde pudo,
pues, ver la plata que «afirmaban ser hecha de su mano»?
Sin duda en Francia y poco después (no es posible pudiera
ser antes) del 17 de septiembre de 1544, fecha de la paz de
Crépy.
¿Qué papel desempeñaba en todo esto Jiménez de Que-
sada? No podemos ya creer en su «turismo»; son muchas
las casualidades. Recapitulemos:
1. Se halla cerca de Rincón poco antes de su muerte y
conoce (lo que ningún otro autor) el texto de las cartas
dirigidas al Emperador;
2. «No se halla muy lejos de donde se fraguó» la emba-
jada de Lasco al Turco;
3. Se encuentra próximo a Dinamarca cuando ésta se
halla a punto de enrolarse en la órbita francesa;
4. Se debe hallar en Perpiñán cuando la ataca el Delfín,
al que confiesa conoce y con el que tuvo asuntos;
5. Demuestra haber conocido a Fray Gabriel de Guzmán,
uno de ,los artífices de la Paz de Crépy.
Todo ello es demasiado significativo para que creamos
que Jiménez de Quesada era simplemente un peticionario
que importunaba al Emperador - ¡precisamente en los mo-
mentos más graves! - con súplicas. No. El Mariscal, hombre
fino y buen político, en la flor de su madurez, con sus cua-
renta y pico de años, al borde de la cincuentena, prestaba
servicios valiosos a la política del César. y no de otro modo,
sino porque estuvo muy cerca y lo vivió y sintió, podemos

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CXI! MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

explicar su anhelo de escribir los Anales, y su adoración sin


límites por la persona y la obra del Emperador 74.

D) ESCRITOS DE jIMENEZ DE QUESADA.

Para completar la visión autobiográfica que cabe captar


a través del Antijovio, es necesario hacer resaltar las citas que
de sus propios escritos hace el viejo Mariscal.

1. ANALES.

En sus Anales, a los que tantas veces se refiere, vale la pena


de detenerse un poco con más amplia consideración, tomando
el terna desde el principio.
Aunque Enrique Otero D'Costa en su libro ~obre el con-
quistador del Nuevo Reino de Granada ¡o dice textualmen-
te «compuso, pues, Quesada una obra sobre el César de las
Españas, que, como los Apuntamientos de Paulo Jovio, se
ha perdido~, nada autorizaría hasta ahora a aseverar taxati-
vamente que don Gonzalo llegara a c o m pon e r 1 a, en el
valor de redacción definitiva que debemos dar a este voca-
blo, si no fuera por la noticia que aportamos al final de este
razonamiento. Todos los testimonios que a continuación
vamos a ver, salvo el último, a lo más que nos permiten lle-
gar es a asegurar que tenía todos los materiales preparados
y que en la fecha de la redacción del Antijovio - es decir,
hacia 1570 - se disponía a terminarlos en forma orgánica.
¿En los pocos años que aún vivió el Mariscal, llegó a ter-

74 Sobre todos los sucesos de la guerra puede consultarse la obra


de L. CAl\DANUS, Von Nizza bis Crépy, Roma, 1923, perteneciente a la
Bibliothek des Preussischen historischen InstÍttlt in Rom. Tomo XV,
con e.xpresa referencia a Fr. Gabriel de Guzmán en la pág. 344.
70 Op. cit., pág. 48.

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ESTUDIO PRELIMINAR CXIIl

mLDar de escribir los Anales? Es cuestión ésta que excede de


nuestro intento actual.
El Antijovio es la única fuente de donde tomamos la no-
ticia de la existencia de este propósito literario del Mariscal
y así lo consignan Otero D'Costa y el P. Bay le en los tra-
bajos citados. Aunque el lector tiene en sus manos el texto
del Antijovio, no es ocioso destacar aquellas ocasiones en que
el propio autor va mencionando su propósito. Vienen citados
los Anales en el capítulo VII, fols. 32 r., 33 r., 34 r. y 38 r., y
más adelante, en numerosos pasajes a través de toda la obra.
Jiménez de Quesada establece la diferencia entre su propia
obra y las que puedan escribir otros, idea que destaca en el
capítulo XXXIV cuando dice: «como se berá bien cumplida-
mente en las corónicas carlescas), que no son naturalmente
sus Anales, a los que vuelve a referirse en el capítulo XXXVIII,
fol. 241 V., como obra que aún no ha terminado, pero que
le corre prisa realizar, en un trozo que cita el P. Bayle tam-
bién y que dice así: «avnque lo pudiera rremitir a los Anales,
y para las otras corónicas ymperia1es, que abrá de más pro-
pósito, lo quise ha~er en quanto a este paso [la guerra con
Francia] porque me puedo morir antes (que ansÍ lo an d'es-
perar los de mi edad) y quedarse los Anales en banda). Este
mismo sentimiento es el que se acusa en el capítulo 11, fol.
5 r., cuando exclama: «... como en los Añales del Quinto
Carlos lo tratamos, si Dios fuere seruido que se vean acauados
para salir a luz», y en el III «como se berá en Jos Añales
ya alegados (si Dios da lugar a qu'el mundo los bea)), fol. 7 v.
¿ Cómo eran o qué contenían estos Anales? La admiración
por Carlos Quinto, y la repetidísima mención que hace de
su obra como centrada en la persona del César, hacen pensar
en una obra de carácter biográfico, o, al menos, en la que los
hechos históricos están dispuestos en torno de la persona del

VIJI

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CXIV MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

héroe. Leamos las propias palabras del autor, cuando justifica


su redacción del Antijovio:

Verdad es, porque se diga todo, que me pensaba satisfa~er en


].os Anales del quinto Carlos (nonbre que más propiamente cae sobre
provin~ia que sobre persona) que boy (avnque debaxo de nonbre
casi ynpropio) hordenan<lo (fol. v r.).

Me parece concluyente la declaración: se trata de una his-


toria de los hechos de los españoles (tmonbre que cae más
propiamente sobre provin<;:ial») o de España, aunque sea en
tiempo del Emperador Carlos V. Gracias a estas palabras
podemos tener una idea de lo que fueron estos, hasta ahora,
perdidos Anales.
Por toda esta relación vamos viendo que los Anales no
son algo ya hecho y concluÍdo, terminado y cerrado, sino
un proyecto bastante adelantado pero aún por hacer en parte.
Pese a la distinción que antes hemos hecho, hay algunas fra-
ses que hacen dudar si además de los Anales que preparaba,
el Mariscal tenía el propósito de escribir unas Crónicas ce-
sáreas, título que ya hemos visto mencionado antes. La duda
surge en e! capítulo XLIV, fol. 318 r., cuando leemos: «con
éste ha<;:e e! Jobio final a las cosas de Piamonte, dejando de
contar otras muy princ;:ipales que antes y después aconte-
<;:ieron; en los Anales y en las .corónicas <;:esáreas serán vistasl).
Si estas corónicas no fueran obra suya sería anómalo que las
mencionara en futuro, cuando no dependía de él el que apa-
recieran, aunque muy bien podía partir de! supuesto lógico
de que personalidad tan destacada como e! Emperador me-
reciera en lo futuro crónicas especiales. Así parece hacerlo
creer otra frase suya, del capítulo XLVI, fol. 340 r.: «las co-
rónicas ~esarianas 10 dirán, y quizá tanbién mis AnaleSl). Este
pronombre posesivo aplicado sólo a los Anales da por supues-
to que las corónicas no hayan de ser obra suya.

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ESTUDIO PRELIMINAR CXV

La referencia en futuro, para hablar de los Anales como


obra completa, sigue apareciendo a lo largo de su obra. En el
mismo capítulo XLVI, fol. 348 V., al hablar de una incidencia
del Interin dice: «la qual historia de lo tocante a esta materia
del ynterin (que no es pequeña sino bien grande) nos la dará
en las manos los Anales», y poco después, fol. 350 f . : «no tengo
yo para qué tratalla hasta otro lugar más sazonado». Así con-
tinúa y, en el capítulo XLVII, fol. 359 V., vuelve a hablar en
futuro de su obra : «De lo quallos Anales tocarán la parte de
que se ~ufriere dalla». y en el L, fol. 393 V., lo mismo: «Lo
qual no huuo lugar, por 10 que se dirá en los Anales", ter-
minando en el capítulo LIII, fol. 410 V., consciente de que ha
insistido casi en demasía en la cita de sus Anales, diciendo:
«verse ha en los lugares que tengo tantas bezes alegados", y
en el capítulo LIV, fol. 420 v.: «y lo demás rremito a los
Anales" .
y ahora llegamos, después de esta farragosa letanía, que
110S hace ver la razón por la cual Jiménez de Quesada cono-

cía tan profundamente los libros fundamentales pertinentes


a la historia de su tiempo y hazañas del Emperador (por-
que los había desmenuzado con esta finalidad historial, pro-
pia de sus Anales), a la noticia concluyente de que en verdad
los Anales existieron, y en una fase muy adelantada de su
elaboración, aunque no sabemos si se concluyeron. Se halla
en el capítulo LV y dice así:

Pero todo esto se quede en buen ora, hasta que yo dé la ' budta
Con mis Añales en la mano; sino que la fflaqueza de la vida y mi
hedad de sesenta años, que me ayuda a este temor, me haze sospe-
char que no he de ver cossa de mí tan desoada (foJ. 431 v.).

Párrafo concluyente. Los Anales eran un hecho en gran


parte, pero razón teníamos en nuestra insistencia acerca de
la futuridad de la mención que de ellos hace el propio Ji-

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CXVI MANUEL BALLESTEROS CAIBROIS

lnénez de Quesada. No estaban concluídos y tenlía que la


edad no le dejara llegar a término tan deseado. Edad 110
obstante que le había permitido redactar en «poco más de
~inco meses~ el vigoroso texto del Antijovio. Por ello los
puntos de la pluma se le van al Mariscal hacia una conside-
ración más amplia de los sucesos, pero el recuerdo de los
Anales en gestaci6n frena la fluidez del recuerdo o de la ex-
posici6n. Por desgracia se han perdido. Si algón día aparecie-
ran, sin duda podríamos - y deberíamos - incluir al con-
quistador de! Nuevo Reino de Granada con todos los hono-
res, entre los cronistas que historiaron el glorioso reinado del
César de Europa.

2. DIFERENCIAS DE LA CUERRA DE LOS Dás :-'·fUNDOS.

Este fue el título de otra obra, también perdida, del Ma-


riscal. Obra de tema curioso para un hombre de letras, pero
no extemporáneo. Entremos en su análisis.
En primer lugar notemos que e! hombre había hecho la
guerra en Italia, que había combatido con éxito en Indias y
que, finalmente, había presenciado de cerca las grandes con-
tiendas contra los turcos y contra los franceses: era en verdad
un entendido en materia de milicia y de re bellica, como lo
muestra acabadamente, y ya hemos puesto de relieve, en el
texto de su Antijovio. No debe, pues, extrañarnos que, al
tratar de estas materias, refiriéndose a un caso concreto, diga:
«El qua! dicho anpliamos y rrestringimos en el libro que
bamos haziendo, tocante a esta materia, que yntitulamos Las
diferenfias de la guerra de los dos mundos), cap. IX, fol. 45 r.
El P. Bayle, en el artículo citado, exclama dolorido: «Lás-
tima que se haya perdido esta obra que tanta luz podría dar
sobre las campañas de Indias!). Nosotros no podemos hacer
otra cosa que sumarnos a la lamentaci6n del admirado pa-

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ESTUDIO PRELIMINAR CXVIl

dre jesuíta. Notemos, sin embargo, que en este caso no se


trata de un proyecto a realizar, sino ya iniciado, como lo per-
miten colegir sus palabras «bamos haziendo».

3. DEL PRÍNCIPE y LA GUERRA.

Otra obra similar a esta de Las diferencias, y que vendría


a la vez a darnos el calibre de los conocimientos históricos
de Jiménez de Quesada, es la que anuncia en el cap. XL,
con las palabras siguientes:
y doy agora en vn pensamiento, escriviendo esto: que no sería
mal discurso (y quizá lo haré teniendo salud y tiempo para ello)
de escrebir algún tramdo sobre esta materia particular, por vía de
diálogo, yntrudiziendo a Traxano y Adriano, emperadores sU(;:esivos
el vno del otro, que tuvieron (según por sus birlas lehemos) dife-
rentes pare~eres en esto, teniendo el Traxano la vna opinión, y el
Adriano la otra, y proseguir por este yntento hasta adonde el dis-
curso del yngenio alcan~are, si otras materias más pláticas no me
estorvaren este propósito (fol. 236 r.).

Se trata de esclarecer la discusión sobre el tema de si el


Príncipe ha de tomar parte o no en la guerra, y ello le su-
giere, como vemos por este párrafo, el recuerdo de otros
príncipes y le hace pensar en la posibilidad de un nuevo tra-
tado. ¿Lo hizo? Quedará por siempre - sólo en caso de
hallarse se sabría - sin resolver este punto.

4. HISTORIA DE LAS INDIAS.

Donde verdaderamente podía mostrarse la pericia y co-


nocimientos de ]iménez de Quesada era en materias ameri-
canas (ya vimos cómo pensó en una obra comparativa de las
guerras de los dos mundos), y por ello todo dato que nos
hable de las empresas literarias del Mariscal en este sentido,
tiene un interés extraordinario. Con tal carácter es preciso
destacar lo que dice en el cap. XXXVII:

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CXVIll MANUEL BALLESTEROS CAIBROIS

y ya podrá ser, si la ventura me con~ediere oportunidad o bida


para ello, que tanbién tome yo algún día al mis cuestas vn peda~o
d'este trauaxo, porque todo tomallo vno, y escrebir de todas las Yn-
días ystoria general, como se a hecho por algunos 76, no puede ha-
~rse, sino con muchas menguas, como lo diximos y dimos a enten-
der en los Rratos de Suesca, en el quarto rrato, en el capítulo pri-
mero (fol. 239v.).

Como vemos es la segunda ocasión en que habla de las


Indias, y como muy bien observa el P . Bayle, es posible que
el hecho de que PauIo Jovio silencie su intervención, le en-
fade, y no quiera detenerse a rectificarlo por menudo y que,
entonces, nazca en su cerebro la idea de escribir una Historia
general de las Indias (que es el título que él propone), o por
lo menos de todos los hechos que él bien conocía. La misma
objeción de imposibilidad de encerrar en una sola obra ma-
teria tan grande nos ha de hacer pensar, juiciosamente, que
no la escribió nunca, y que ni siquiera allegó materiales para
ella.

76 Esta referencia es oua prueba de la buena informaci6n biblio-


gráfica de Jiménez de Quesada y puede s610 referirse a la obra de
FRANCISCO LÓPEZ DE C6MARA, Histon·a general de las Indias (Zaragoza,
Agustín Millán, 1552, fol. Git. 4 h., 122 fols.), por ser anterior a la
fecha de redacción del Alltijovio, o (aunque es menos posible) a la
Historia general de las Indias de FRAY BARTOLOMÉ DE L.\S CASAS, escrita
entre 1552 y 1561, pero no impresa entonces, ya que sólo sería dada a
luz en el siglo XIX, por el Marqués de la Fuensanta del Valle y don
Jo é Sancho Rayón, en Madrid, 5 vols., 1875-76. Es posible que Jimé-
nez de Quesada tuviera noticia de esta obra del obispo de Chiapa, si
bien es más creíble que se refiera al capellán de Hernán Cortés, incluso
por el tono de censura que omplea, que es el que los conquistadores
suden adoptar con respecto a Gómara, que escribe de cosas que no ha
vivido. Véase sobre estos autores la obra general de B. SÁI'CHEZ ALONSO,
Historia de la llistoriografía e.'paño/a. Madrid, 1944, tomo n, pág. 97
(Las Casas) y pág. 101 (L. de Gómara), y también la particular de
M. BALLESTEROS GAIBROIS, Escritores de Indias, 2 vols. Zaragoza,
1940-41, tomo 1, pág. 91 (Las Casas) y pág. 106 (L. de GÓmara).

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ESTUDIO PRELIMINAR CXIX

5. Los RATOS DE SUESCA.

Ahora bien, en el párrafo citado habla de otra obra suya,


en que trata de temas indianos: Los ratos de Suesca, de que
ya se tenían noticias. Se trata de una obra ya concluída (lo
que es muy interesante, para fijar la cronología de los escritos
del Mariscal,· para cuando se haga su biografía compl:eta)
antes del año 1570 77 . ¿Cómo era este libro? De su estructura
sabemos algo al decir que habla del asunto de la historia de
las Indias en su Cuarto rato, cap. l. Ahora bien, ¿qué con-
tenía la dbra? El Sr. Otero D'Costa se apoya en unas pala-
bras de la licencia 78 para creer que estaba dedicado el texto
a «materias y cosas tocantes a Indias). Otro párrafo del mis-
mo Jiménez de Quesada, fol. 434 V., nos dice bien claro que
no, al hablar de la intervención en la paz de Crépy del re-
ligioso fray Gabriel de Guzmán: «hize mencrión d'este rre-
ligioso en el libro que intitulé Los rratos de Suesca, y con
rrazón, por ser tan señalada persona).
Otero D'Costa (op. cit., pág. SI) cree que se trata «más
bien de unas páginas trazadas por un hombre retirado del
mundo que en la paz de la aldea mata sus ocios tratando
ciertos temas político-histórico-filosóficos, que de un libro
dedicado al relato y estruendo de guerras, batallas y proezas).

77 El Sr. Otero D'Costa en su libro cit., pág. 50, da la fecha de


4 de nov. de 1568 como día en que se concedió licencia para impri-
mir dicha obra, en España, que es donde, por lo tanto, hay que bus-
carla. Lo que abo[]a que El Antijovio .se escribió en el 69 y no en el
67, pues da Los ratos como obra ya concluída.
78 El texto copiado por Otero D'Costa dice: .El Rey: por cuanto
por parte de vos el Mariscal Gonzalo Ximenez de Quesada, Adelan-
tado del Nuevo Reino de Granada, nos ha sido hecha relación que
vos habeis compuesto un libro titulado -Los Ratos de Suesca» sobre
materias y cosas tocantes a Indias, el cual era muy util y provechoso,
y en el habiades gastado mucho tiempo y puesto mucho trabajo ... »,
etc.

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cxx MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

Las palabras de ]iménez de Quesada sobre Fray Gabriel,


que contribuye a establecer la paz entre los dos eternos ri-
vales europeos - Carlos y Francisco -, son prueba de que
en Los ratos de Suesca también tenían cabida los asuntos
europeos y en éstos los de índole política y militar.
Como vemos, El Antijovio es asimismo muy noticioso en
lo que se refiere a las obras escritas por el Mariscal, tanto que
puede decirse que, salvo esta última obra, todas las demás
eran ignoradas hasta el momento presente, en que El Anti-
jovio nos brinda la información de que en un tiempo fueron
escritas.

IV. CONCLUSIONES

Después de estas notas y comentarios, ¿a qué conclusiones '


llegamos? Seguramente eL lector ya las habrá formulado por
su cuenta. Esto no obstante, hemos de cerrar nuestro trabajo
con unas cuantas sugerencias personales, a título de conclu-
siones sobre el valor, significación y trascendencia del Antí-
¡OVlO.

l. El Antijovio, libro único. No cabe la menor duda de


que en nuestra literatura polémica - incluyendo al farra-
goso y tantas veces equivocado Las Casas - es El Antijovio
una pieza rarísima, tan jugosa y rica, aunque es anterior,
como El Quijote mismo.
2. El Antzjovio, fuente inapreciable para la historia mo-
derna. Aunque no hemos insistido sobre ello, por juzgar que
~'{cede de nuestro cometido actual, hemos de destacar en
estas conclusiones el gran valor que tiene el testimonio de
un hombre veraz, penetrado del honor de su palabra y, ade-
más, testigo presencial o juez de mayor excepción de gran
parte de los hechos que historÍa y pormenoriza.
3. El Antíjovio es la más importante fuente quesadina.

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"E STUDIO PRELIMINAR CXXI

No creemos sea necesario insistir en ello. Ningún otro libro


o documento, después de todos los ya conocidos, ha sido tan
importante en los últimos cien años para el conocimiento del
Mariscal como su propio y, hasta este momento, inédito
Antijovio. Por este libro conocemos datos desconocidos de
la biografía del gran don Gonzalo, tomamos noticias de mu-
dhas obras que escribió o se propuso escribir.
4. Poseemos una nueva y más completa imagen de la per-
sonalidad del Mariscal. Esta es quizá la más importante de
todas nuestras conclusiones. El Antijovio no ya como fuente,
sino por 10 que deja ver, en el estilo inclusive, nos brinda una
imagen viva y nueva de la persona de Jiménez de Quesa-
da. Nos afirma en el conocimiento de algunos aspectos que ya
conocíamos por referencias indirectas y nos informa de otros
inéditos. Hagamos un breve examen sintetizador.
a) Humor y gracia natural del conquistador, revelados en
su estilo y en sus pullas al obispo de Nochera. Gracia de sal
fina, andaluza.
b) Amp1ios conocimientos históricos y literarios, incl u-
yendo entre los primeros todas las citas de que hace gala y
entre los segundos no sólo su alusión a amplias lecturas, sino
también su excelente estilo como escritor.
c) ]iménez de Quesada no fue un logrero afortunado,
sino que, indudablemente, tuvo un puesto destacado en Eu-
ropa durante las guerras de Carlos V, como se desprende del
Antijovio. Puesto perteneciente a la diplomacia secreta, a lo
que - en términos modernos - llamaríamos servicio de in-
teligencia, razón por la cual ]iménez de Quesada - ante todo
hombre de honor - no revela nunca su verdadero papel,
aunque se le escapen por entre los puntos de la pluma frases
elocuentísimas, probatorias de su directa intervención en los
hechos, y de que no era un simple espectador.

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CXXIl MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS

A esta su intervención - muchas veces quizás decisiva-


se debió sin duda el que fuera, de los tres grandes conquista-
dores (Cortés, Pizarro y él), el único que recibió efectiva
compensación política a sus hazañas en Ultramar. Su trato
directo con las gentes de peso de la corte y milicia de Carlos
V fueron indudablemente los mejores informes que pudiera
haher deseado el Emperador para concederle premios en el
Nuevo Reino de Granada. Observemos - por muy noble
que fuera el corazón del Mariscal- que el tono de religiosa
devoción hacia el Emperador no habría surgido en un pecho
resentido, capaz de pronunciar, por creerse postergado, las
frases que la leyenda (interpretando sus verdaderos senti-
mientos) pone en boca de Hernán Cortés.
En otras palabras, para concluir, de la lectura detenida
y con el ánimo atento, de El Antijovio, surge ante nuestros
ojos un nuevo Jiménez de Quesada, combatiente de las gran-
des contiendas europeas, literato insigne, conocedor de lenguas
y de hombres, hábil diplomático, enriqueciendo en un mil
por ciento - si se nos permite emplear esta frase - lo que
ya de él dijeron y sintieron sus contemporáneos.

MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS.

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LA EDICION

Esta edición ha sido hecha sobre la copia microfotográ-


fica que nos fue remitida de España por el señor Manuel
Ballesteros Gaibrois, encargado por el Instituto desde un
principio de la localización y envío de los originales, así
como del estudio preliminar. El Instituto Caro y Cuervo no
ha dispuesto, pues, del manuscrito mismo de Quesada, sino
de las citadas fotografías, tomadas en Valladolid y leídas en
el aparato lector de micropelícula. Ha sido también auxiliar
para la transcripción la copia mecanográfica hecha por el
mismo señor Ballesteros, con criterio modernizador.

TIPOS DE LETRAS.

El manuscrito, tal como se ve en la fotografía, presenta


varios tipos de caligrafía, que pueden clasificarse así: a) la
del propio Jiménez de Quesada, identificable en la firma al
final de todo el escrito, en los títulos de muchos capítulos y
en numerosas acotaciones marginales; b) la de sus escriba-
nos (dos por lo menos), que alternan irregularmente a tra-
vés de los 436 folios; c) la de un corrector principal, que
cambia a su arbitrio la redacción primitiva, tachando pala-
bras, líneas, párrafos o capítulos enteros, sustituyéndolos a
veces por otros, añadiendo y trasponiendo, y d) la de un
segundo corrector cuya ingerencia parece advertirse en el
folio 11 r. y en otros dos pasajes.

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CXXIV RAFA EL TORRES QUINTERO

CRITERIO DE LA TRANSCRIPCIÓN.

Conocido de esta manera el importante documento, era


necesario adoptar para la transcripción un criterio unitario
que consultara simultáneamente el rigor crítico y la necesi-
dad de divulgar, dentro de un público culto, la trascendental
obra del letrado-conquistador. Dos caminos se ofrecían para
hacer viable ese criterio en la edición: o transcribir el ma-
nuscrito tal como aparece hoy, tomando como texto el que
resulta de aceptar las correcciones hechas por mano distin-
ta de la de Quesada, o restablecer la redacción primitiva del
Mariscal y prescindir de las correcciones. Pareciónos que no
había lugar a duda en la escogencia. Lo capital era lo escrito
por Quesada, tal como él lo redactó y sus amanuenses lo ca-
ligrafiaron, aunque estuviera, como de hecho está a través
de toda la obra, tachado, sustituído o traspuesto. Nos impusi-
mos por tanto la tarea de leer, a veces con dificultad extrema,
la versión primitiva, para que el público conociera en toda
su autenticidad la prosa de nuestro primer humanista.

LAS CORRECCIOr-TES.

En cuanto a las intervenciones del corrector, realizadas


con el patente propósito de limar la rudeza de estilo del Ma-
riscal, fue menester también en esta edición darles alguna
cabida, pues no dejan de tener un interés documental como
interpretación que hace del pensamiento de Quesada una
persona culta no muy distante de su época. Ahora bien,
como ese desconocido corrector empleó un sistema casi in-
variable para su tarea pulidora, nos fue relativamente fácil
recoger, casi con todos sus pormenores, las correcciones por él
realizadas. Son ellas reconocibles por el tipo de letra, la orto-
grafía y el lenguaje mismo, muy diferentes a los usados por

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LA EDICIÓN CXXV

Quesada. Nuestra labor ha consistido a este respecto en pre-


sentarlas al final de cada capítulo, a manera de variantes,
numeradas en el orden en que aparecen y en correspondencia
con llamadas al texto. Hemos reducido tales intromisiones a
cuatro tipos principales y las hemos señalado con las abre-
viaturas latinas comúnmente aceptadas para indicar variantes
en los manuscritos. Son las siguientes:
a) Add. (addidit). Cuando el corrector añade algo de su
propia cosecha para completar el pensamiento o la redacción
de Quesada.
b) Del. (delevit). Cuando se limita a tachar con una lí-
nea horizontal o con rayas cruzadas 10 que desea suprimir,
aunque generalmente sin hacer del todo ilegible el pasaje.
c) Mut. (mutavit). Cuando redacta entre línea~ o al mar-
gen nuevas palabras o frases con las que busca sustituir las
empleadas por el Mariscal.
d) Transp. (transposuit). Si la corrección consiste en una
simple transposición del orden de los vocablos dentro de la
oración.
Este sistema de enmendaturas que acabamos de explicar
sólo comienza desde el tercer capítulo de la obra en adelante.
Los dos primeros, y auri en parte también el tercero, el tí-
tulo, la dedicatoria y el prólogo fueron sustituÍdos totalmen-
te por otros que el corrector redactó de nuevo, en folios
aparte, y se conservan juntamente con el manuscrito de Que-
sada. Por igual razón a la que nos movió a recoger cada caso
de corrección, resolvimos también dar a conocer esas partes
que habían sido rehechas, como en efecto lo hicimos en el
apéndice que aparece en la página 613 de nuestra edición. Cree-
mos que quedan de este modo claramente deslindadas las
dos versiones que corren paralelas del principio al fin del
manuscrito: la del Licenciado Jiménez de Quesada, que im-

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CXXYI RAFAEL TORRES QuINTERO

portaba ante todo restaurar, y la de su acucioso corrector, que


ofrece un significativo contraste de estilo y maneras.

EL LENGUAJE.

Enfrentados al propósito de dar exclusivamente el texto


de Quesada, dejando al corrector el lugar secundario que le
corresponde, nuestro empeño permanente consistió en darlo
de tal manera que lo impreso fuera trasunto fiel de la grafía
original.
Lo primero que había que respetar Íntegramente era el
lenguaje. Las formas léxicas y sintácticas usadas por el Li·
cenciado son en general las propias del siglo en que vivía, y,
para cualquiera que esté medianamente familiarizado con
ese tipo de lenguaje, no resultarán exóticos ciertos vocablos
corrientes en su época, ni le causarán impresión fenómenos
fonéticos o morfológicos entonces frecuentísimos, ni cons-
trucciones que tienen más que ver con el habla culta de
los siglos de oro españoles que con el estilo de los escritores
de hoy.
A esos respectos el texto de Quesada es un documento
más que quizá pocas novedades ofrezca con relación a otros
muchos del mismo período. Pero importa ante todo destacar
que este singular escritor es un español cultivado que ha
vivido la parte más fecunda de su vida en el Nuevo Reino
de Granada y que, puesto a escribir en su vejez y en la mis-
ma tierra de sus hazañas, no podrá menos de reflej ar en
su lenguaje algo o mucho de sus experiencias vitales. El
mismo lo sentía así y pedía excusas por ello al superior a
quien dedicaba la obra: "que pues se trata acá con estos
bárvaros, de nec;e'ridad se nos ha de pegar algo dellos".
De todos modos, y sea lo que fuere de esa influencia del
medio sobre el escritor, es 10 cierto que para la literatura

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LA EDICIÓN CXXVIl

colombiana Jiménez de Quesada es e! primero en e! tiempo


y su obra merece ser conocida en toda su autenticidad y
pureza. Convencidos de esto juzgamos de la mayor trascen-
dencia conservar rigurosamente inalterado e! lenguaje de!
manuscrito, aun con las manifiestas incorrecciones, vacila-
ciones o incoherencias en que a veces incurre, porque sólo
así podría acopiarse material de primera mano para futuras
investigaciones.
Por otra parte, siendo e! lenguaje testimonio directo e
íntimo de la psicología de! escritor y medio excelente para
ahondar en su verdadera personalidad, en su vida y en sus
obras, nuestra reproducción debía aspirar ante todo a presen-
tarse como un documento de valor eminentemente humano.

LA ORTOGRAFÍA.

La confusión y aun anarquía de! sistema gráfico reinan-


tes en e! manuscrito están determinadas igualmente por el
tiempo en que él se produjo. No privaba entonces e! con-
cepto de ortografía a que hoy estamos habituados y, si por
una parte cada escriba utilizaba su peculiar sistema cali-
gráfico, por otra buscaba reflejar la pronunciación indivi-
dual. De tal manera que, si e! estudio de los rasgos de las
letras y su clasificación ha permitido a los paleógrafos crear
la moderna ciencia de la grafonomía, la crítica de las va-
riantes gráficas ha suministrado a los lingüistas indicios
para penetrar en la historia de la pronunciación l. Esto jus-
tifica e! que, al hacer la transcripción de la obra de Quesada,
y puesto que no era dable hacer una edición facsimilar com-

1 Véase AMADO ALONSO, Historia dd "ceceo" y "seseo" espaiiolcs,


en ThesauTtls, Boletín del Instituto Caro y Cuervo, VII (1951), págs.
149 Y sigs.

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CXXVlIl RAFAEL TORRES QUINTERO

pleta, hubiéramos preferido conservar, con la misma exac-


titud que el lenguaje, la ortografía original del manuscrito.
Habría sido un atentado a la fe del documento lanzarnos a
una modernización a todas luces inconveniente. Creemos
prestar a historiadores y críticos un servicio mayor con la re-
producción exacta de las grafías caprichosas del manuscrito,
que si hubiéramos acometido la fácil tarea de nivelar con el pa-
trón ortográfico actual la extensa producción de Quesada. Se-
guimos además en esto autorizados y tradicionales ejemplos.
No obstante, y con miras a facilitar la lectura de un texto
que ojalá sea por muchos conocido, nos permitimos intro-
ducir algunas adjetivas modificaciones que nos cumple ahora
explicar.

L a p u n t u a ció n.

El texto original de los amanuenses de Quesada sólo


emplea un signo de puntuación: la raya oblicua (f) indica-
dora de una pausa equivalente a nuestra coma, punto, o
punto y coma (véase lám. 8). Los signos que hoy usamos
no se generalizaron sino hasta muy entrado el siglo XVII, y,
aunque eran conocidos ya los dos puntos, como explica
Cuervo 2, no todos los escribanos se sujetaban a su uso. D e
manera que en términos generales la puntuación en un texto
del siglo XVI no acusa sino la mano de los editores modernos
y constituye una especie de interpretación del documento. En
este sentido hemos querido aceptarla y, por consiguiente,
hemos separado párrafos q~e en el original no existen; hemos
empleado los signos de puntuación hoy corrientes; escribi-
mos mayúsculas según el uso actual y distinguimos con tipos

2 Carta a D. Januari<! Henao, en Colombia, núm. 24, Medellín,


~6 de noviembre de 1907.

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LA EDICIÓN CXXIX

CUrsiVOS de imprenta los títulos de obras. Con esto propone-


mos una determinada interpretación que nos parece en cada
caso la más aconsejable, pero el lector podrá prescindir por
completo de nuestra intervención en este particular y pro-
poner, cuando así lo considere oportuno, nuevas formas de
entender el texto de Quesada que se juzguen más acordes
con su pensamiento. En todo caso, nuestras hipótesis sobre
puntuación podrán tomarse en cuenta como base o punto de
partida para sugerir otras quizá más acertadas.

L a a c e n t u a ció n.

Tampoco el uso de la tilde era común en el siglo XVI y


apenas si fue adoptándose lenta y arbitrariamente en los tiem-
pos posteriores, hasta recibir una primera reglamentación en
el reajuste de la ortografía intentado por la Academia a me-
diados del siglo XVIII. El manuscrito de que nos ocupamos no
tiene ningún signo de acentuación. Toda la que aparece en
el impreso es nuéstra y la damos, lo mismo que la puntua-
ción, como interpretación que quizás en algunos casos du-
dosos admita reformas o modificaciones. Unicamente en las
partes escritas por el corrector pueden verse algunos signos
de puntuación y acentuación que no concuerdan siempre con
los del uso actual. Hemos preferido también uniformar esos
casos con una sola práctica.

L a s con t r a c c ion e s.

De índole completamente distinta es el sistema que he-


mos adoptado para reproducir las contracciones de palabras,
que en el manuscrito de Quesada son de una extraordinaria
frecuencia. Esa materia podría dar asidero para que en ca-
pítulo aparte se estudiara el valor fonético o puramente grá-

IX

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cxxx RAFAEL TORRES QUINTERO

fico de esas abundantes y variadas fusiones de vocablos de


la lengua del Mariscal. En esta edición seguimos un método
uniforme para reproducirlas, consistente en suplir con un
apóstrofo la letra (o sonido?) elidida. Con esto hemos que-
rido evitar el desconcierto y la confusión que podrían pro-
ducirse en cualquier desprevenido lector al tropezar con
formas tan peregrinas como destar, sobrel, quel, ques, don-
del, mespanta, sescapó, etc., por 'de estar' 'sobre el', 'que el',
'que es', 'donde el', 'me espanta', 'se escapó', que nosotros he-
mos regularizado así: tI'estar, sob/el, qu'el, qu'eJ", dond'el,
m 'espanta, s'escap6 , etc. Entiéndase pues que dondequiera
gue empleamos apóstrofo para indicar contracciones de pala-
bras, el original presenta las formas contractas sin ningún
signo. Adviértase finalmente que la elisión de letras o so-
nidos no es absolutamente regular en los casos de encuentro
de una misma vocal al final y al comienzo de palabra, pues
se ven también abundantes pasajes en que la contracción no
se realiza (de España, que eJ', ete.).

LAS ABREVIATURAS.

En éste como en todos los manuscritos de la época, son


muy frecuentes las abreviaturas de palabras y los signos con-
vencionales o siglas. Con ellas hemos seguido la práctica de
resolverlas sin indicar con distinto tipo de imprenta las letras
suplidas, como 10 recomiendan diversos manuales sobre la
materia 3.
Así, por ejemplo, cuando hay sustitución de la n post-
vocálica con un trazo horizontal sobre la vocal afectada

3 Véase entre otros: Normas de transcripción y edición de textos


y doC'umrotos. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Ma-
drid, 1944, págs. 6-7.

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LA EDlCIÓN CXXXI

(econtrar, e, etc.), transcribimos la forma actual (encontrar,


en, etc.). Igual cosa hacemos en casos como capo., capítulo;
nro., nuestro; casamo., casamiento; Xpo., Xpno., Christo,
christiano, formas latinizantes de Cristo, cristiano, etc.

OrRAS IKDICACIONES.

Algunas palabras o líneas de esta impresión se hallan en-


cerradas ent're asteriscos. Tal práctica indica que lo compren-
dido por los asteriscos corresponde en el original a una nota
marginal puesta por la propia mano de Quesada, según lo
advierte él mismo en el folio 227 v. de su obra 4.
En tres o cuatro ocasiones la fotografía está tomada en
forma que no permite la lectura total y hubo necesidad de
suplir, en cuanto era posible, por el contexto las letras fal-
tantes, encerrándolas en paréntesis cuadrados 5. La fotogra-
fía del folio II r. (pág. 3), muestra una rotura insalvable del
original, como puede verse en la lámina 5. Por idéntico pro-
cedimiento hemos intentado hacer una parcial reconstrucción
de ese pasaje.
El folio 318 r. del manuscrito no está en la fotografía
aunque sí en el original. Para incluirlo nos valimos de la
copia mecanográfica mencionada al comienzo de esta nota
(véase la página 457). El mismo recurso empleamos para
dar la transcripción del folio 229 v., cuya fotografía resultaba
absolutamente ilegible. No podemos garantizar en estos dos
casos la fidelidad de la transcripción.
Del manuscrito desaparecieron 48 folios, lo cual ocasiona
la lamentable interrupción que va explicada en la página 173.
La falta del folio 411, recto y verso, es únicamente un error

4
_ V'ea se el caso en la lám. 9, (01. 32 \. (pág. 91).
n Véase fol. 13l v. (pág. 209).

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CXXXIl RAFAEL TORRES QUINTERO

de paginación que se halla también en el original y no afec-


ta el sentido.
Réstanos presentar los más rendidos agradecimientos a las
personas que prestaron su eficaz ayuda para la realización de
esta labor que tantas vicisitudes ha sufrido y tantos esfuerzos
ha exigido. En primer término al señor Germán Posada,
auxiliar del Instituto Caro y Cuervo en los meses en que la
edición se adelantaba, quien juntamente con el suscrito tra-
bajó en la lectura y transcripción de los manuscritos foto-
grafiados, con asiduidad y aguda comprensión. A la señorita
Carlota Bustos Losada, experta paleógrafa del Archivo His-
tórico Nacional, quien colaboró en buena parte a la lectura
e interpretación de pasajes difíciles, sin rehuir trabajo y con
la más exquisita gentileza. A la señorita Anita Rueda, del
mismo Departamento, siempre atenta a prestar las luces de
su experjencia. A don Enrique Ortega Ricaurte, Director del
Archivo, quien facilitó notablemente el trabajo. A los cola-
boradores del Instituto, Rubén Páez Patiño e Ismael Del-
gado T éllez, inteligentes y laboriosos correctores de las difí-
ciles y largas pruebas de imprenta. Al doctor Jorge Garcés,
Director del Museo Histórico de Quito, quien mediante un
valioso estudio grafonómico, que aparecerá en el tomo VIII
de Thesaurus, Boletín del Instituto Caro y Cuervo, identificó
los autógrafos del Mariscal. Finalmente a los señores Geren-
te y Administrador de 1a Editorial Voluntad y a su hábil
equipo de colaboradores, listos a vencer dificultades y a pro-
curar la más pulcra presentación de la trascendental publica-
ción. Todos ellos y cuantos en alguna forma contribuyeron a
llevar a término esta empresa, no por grata menos dificultosa y
delicada, prestaron un servicio eminente a la cultura y a la pa-
tria, del que nos place consignar aquí el recuerdo agradecido.
RAFAEL TORRES QUINTERO.

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PAVLI IOVII
E f f la lES.

lo

<:edite &cundí .Mutuum gloria. nra.


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NOIllo " • o mil (\lb gcmino ale prior.
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Lím. 3: P.\ULO )0\'10, OH1SPO DI~ ~()CI:R.\.

RLtratu que aparece en la edicún de una uc su, ubras.

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BIBLIOGRAFIA DE GONZALO JIMENEZ DE
QUESADA

La bibliografía de D. Gonzalo Jiménez de Quesada pre-


senta para su esclarecimiento completo dificultades excepcio-
nales, porque las obras del Mariscal han desaparecido casi
en su totalidad o son sólo conocidas por referencias, a veces
contradictorias. La mayoría de ellas no Uegaron a publicarse
y todas pasaron "por los ultrajes de manuscrito" como dice
el obispo Piedrahita refiriéndose al Compendio historial.
Hemos intentado, con todo, hacer una enumeración comple-
ta de las publicadas y de las perdidas, aunque de estas últi-
mas no se sepa siquiera si fueron concluídas. Las catalogamos
por un aproximado orden cronológico de composición y ha-
cemos un apartado especial de aqueLlas que no fueron es-
critas con propósitos literari~s ni históricos, sino que son sim-
plemente cartas y memoriales, declaraciones o solicitudes y
demás documentos que quedaron firmados de su mano con
ocasión de sus importantes actividades políticas y militares
o de sus numerosos pleitos y negocios. El historiador co-
lombiano Enrique Otero D'Costa ha sido quien más a fondo
ha trabajado sobre bibliografía de Quesada, haciendo mi-
nuciosos análisis y cotejos laboriosos para dilucidar el tema
de las empresas literarias del Adelantado. Debemos hacer
constar que de sus investigaciones e hipótesis nos hemos
aprovechado en gran parte, así como de sus observaciones y
sugestiones personales.

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CXXXIV RAFAEL TORRES QUINTERO

En cuanto a la bibliografía sobre el conquistador sólo


hallarnos las dificultades comunes a toda obra de esta clase,
aumentadas quizás un tanto por la circunstancia de ser el
personaje tratado un escritor del siglo XVI sobre quien to-
davía no se dispone de una documentación suficiente. La
búsqueda en los archivos americanos y españoles de docu-
mentos referentes a Quesada está realizándose hoy con in-
terés creciente y puede esperarse aún mucho fruto de tales
investigaciones. Hay que suplir entretando la escasez de datos
y la dificultad de su consulta con la diligencia necesaria para
ordenar y clasificar los existentes, en forma que este primer
intento sirva de base para ulteriores trabajos bibliográficos. Es
lo que hemos procurado hacer con la mejor voluntad posible,
ofreciendo al público por primera vez, con motivo de la
trascendentali publicación de El Antijovio, la nómina - ojalá
completa, o por lo menos fundamentaI- de cuanto se ha
escrito directa o indirectamente sobre el fundador de Bogotá,
desde los tiempos mismos de su heroica gesta. Utilizamos
también en esta parte los datos del Dr. Otero D'Costa y los
que suministra el señor Ballesteros Gaibrois, introductor de
esta edición. Agradeceremos a historiadores y letrados la indi-
cación de las fallas que aquí adviertan, así como la referen-
cia a fuentes que no hayan estado a nuestro alcance.

PARTE PRIMERA, BIBLIOGRAFIA DE QUESADA.

1539. EpEtome de la conquista del Nuevo Reino de Granada,


en luan de Castellanos y su "Historia del Nuevo Reino
de Granada" por Marcos Jiménez de la Espada, Madrid,
1889, págs. 88-106; en Revista Literaria, Bogotá, enero-
febrero de 1891, págs. 144-159 y 214-231; en Documentos
inédito,,' sobre la Geografía y la Historia de Colombia re-

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BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉN EZ DE QU ESADA cxxxv

copilados por Antonio B. Cuervo durante su permanencia


en España como Ministro de la República, tomo II, Bo-
gotá, 1892, págs. 205-218; en Boletín de Historia y Anti-
güedades, tomo XIII, núms. 150-151, págs. 345-361.

Su primer editor afirma: "Se guarda entre los papeles de nuestro


Arohivo Histórico. Procede de los llamados del Arca de Santa C"UZ,
que pasaron, ¡por muerte de este insigne cosmógrafo de Indias y cro-
nista del Emperador, a formar parte del rico depósito de documentos
del expresado consejo en octubre de 1572". Luégo añade: "La relación
original debió escribirla Ximénez de Quesada el año de 1539 y pre-
sentarla en ,la Corte o en el Consejo de Indias ese año al llegar de su
conquista o poco después". A pesar de esta segura atribución del señor
Jiménez de la Espada, la ¡paternidad del escrito ha sido posteriormente
muy discutida y continúa aún en tela de jui-cio. Tampoco puede esta-
blecerse si es este mismo Epitome la fuente que utilizó el cronista D.
Antonio de Herrera en sus Décadas, o existió un manuscrito distinto
de Quesada que se supone titulado Relación de la conquista del Nuevo
Reino de Granada, escrito también ,hacia 1539. [1]

1539-1547. [Gran Cuaderno].

Con este título han venido denominando los historiadores el des-


aparecido libro de apuntes originales de Quesada que el cronista
Fernández de Oviedo afirmó haber tenido en sus manos. Las pala-
bras de éste son las siguientes: "Quise informarme dél [de Quesada]
de algunas cosas viva voce, y él no solamente de palabra, pero por
escripto, me mostró un gran cuaderno de sus s~esos, y lo tuve mu-
chos días en mi poder, y hallé en él muchas cosas de ,las que tengo
aquí dichas en los capítulos pre~edentes" (Historia general y natural
de las Indias, Islas y Tierra FÚ'me del mar océano. Edición de la Real
Academia de Historia, Madrid, 1851-1855, 4 vols. Tomo n, libro
XXVI, capítulo XXVIII, pág. 379). Fernández de Oviedo utilizó el
cuaderno de Quesada en su H isto/·ia tan pOI1menorizadamente, que
bien puede afirmarse que en el libro XXVI de la 2;< parte de ésta se
halla contenido el escrito del conquistador. El dicho del cronista se
refiere a su estancia en Madrid en 1547. [2]

1549. [Indicaciones para el buen gobierno], en Boletín de


Historia y Antigiiedades, tomo XIV (1922-1923), núm.

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CXXXVI RAFAEL l~RRES QUINTERO

162, págs. 345-361. Véase la documentación conservada en


el Archivo Nacional que se pubLica al final de la Biblio-
grafía, núm. 36.
A .la Academia de Historia había sido enviado por el señor Luis
Rubio y Moreno quien lo tomó del Archivo General de Indias de Se-
villa, Sección 1, Patronato, estante 2, cajón 2, le.gajo 2-17. [3]

1550-1567. Anales del Emperador Carlos V.


Las referencias de! propio Quesada a esta obra suya perdida, y
quizás no concluí da, pueden verse, con gran frecuencia repetidas, a
través de todo El Antijovio. La fecha la deducimos de las palabras
de Quesada en esta obra, fol. 431 v. (pág. 603). [4]

1567. El Antijovio.
Publicado ahora por ,primera vez y <:onocido antes con el falso
nombre de Apuntamientos y noticias sobre la Histol"ia de Paulo lovio.
[5]

1567. Las diferencias de la guerra de los dos mundos.


Las palabras con que Jiménez de Quesada da noticia de esta obra,
se leen en la -pág. 124 de esta edición. De ellas se deduce con aproxi-
mación la fecha en que estaba redactando e! libro, probablemente no
terminado. [6]

1568. Los ratos de Suesca.


Véanse los dos pasajes, -págs. 10 y 606 de esta edición, en que
Quesada hace mención de su obra con el título que queda anotado.
No obstante, una Real Cédula que le concede permiso para imprimir
el libro, lo llama Los tres ratos de Stu:SlY1. Esta licencia fue trascrita
por e! señor José Torre Revello en El libro, la imprenta y el pelio-
dismo e1l América durante la dominación española, Buenos Aires,
1940, Apéndice, págs. XVllI-XIX y reproducida por José Toribio Me-
dina en Biblioteca Hispano-americana, Santiago de Chile, 1898 a
1907, 7 vals.; tomo VI, págs. 542-543. El documento está fechado
en 4 de noviembre de 1568 y se conserva en el Archivo General de
Indias de Sevilla, Sección V, estante 139, cajón 1, legajo 11. El P.

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BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CXXXVII

Simón en sus Noticias historiales, Prólogo al lector, 1, IX, dice que


Quesada "escribió su descubrimiento y cosas de él en unos tomos que
intituló los Ratos de Suesca". Fundados en estos datos, casi todos los
historiadores mencionan la obra de Quesada de cuyo paradero no se
tiene noticia. M. Jiménez de la Espada, op. cit., pág. 62, trascribe
otra cédula de licencia, completamente distinta de la anterior, copiada
al pie de Ja letra, según dice, de los Papeles Históricos de! señor
conde de Valencia de don Juan. Esta no señala día ni mes, sino sólo
e! año de 1568; ,llama a la obra Los Ratos de Suesca y dice que trata
"sobre materias y cosas tocantes a Indias", frase que no está en la
otra cédula. Añade que debajo de ella -puso Fel~pe II de su letra:
"Dígase al Cardenal que por decirse que trata de cosas de Indias,
haga que se mire bien, no sea cosa de inconveniente imprimirse".
Véase documentación do! Archivo Nacional, núm. 63. [7]

1572-5. Compendio historia.l.


Son numerosos los testimonios de cronistas e historiadores sobre
ésta que parece haber sido la obra fundamental de Quesada sobre la
conquista y que también desapareció. Valga por todas la noticia dada
por el obispo Lucas Fernández de Piedrahita en el Prólogo de su
Historia general del Nuevo Reino de Granada: "Me encontré en un a
de las librerías de la Corte con el Compendio historial de las conquis-
tas del Nuevo Reino, que hizo, escribió y remitió a El/paña el Ade-
lantado D . Gonzalo Ximénez de Quesada; ¡pero con tan mala estre-
lla que -por más de ochenta años había pasado por los ultrajes de ma-
nU9Crito entre e! concurso de muchos libros impresos". Sobre la suer-
te que corrió el Compendio, véase el documentado estudio del señor
Otero D'Costa en su obra abajo citada, págs. 82-96. El mismo esta-
blece la diferencia entre esta obra y Los ratos de Suesca que aLgunos
han identificado. La fecha está deducida de las historias de Piedrahita
y de Zamora. [8]

1576. Memoria de los descubridores i conquistadores que en-


traron conmigo a descubrir i conquistar este N ueuo Reyno
de Granada, en Compendio hist6rico del descubrimiento
y colonizaci6n de la Nueva Granada en el siglo décimo-
sexto por el coronel Joaquín Acosta, París, 1848, Apén-
dice, documento 29 , págs. 398-404; en Documentos z'né-
ditos para la historia de España, tomo V, Madrid, 1947,

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CXXXVlIl RAFAEL TORRES QUINTERO

Papeles de Indias, edición, prólogo y notas de M. Balles-


teros Gaibrois, págs. 242-258.
Las dos publicaciones están hechas según copia de Juan Bautista
Muñoz, pero e! corone! Acosta afirma que vio e! documento firmado
de mano de Quesada en el Archivo de Indias de Sevilla. El mismo
lo fechó en 1576; e! señor Ballesteros, interpretando una frase de!
texto, le da la fecha de 1566. [9]

? ... [Sermones sobre Nuestra Señora para ser predicados los


sábados de cuaresma].
El testimonio eJCJplícito sobre estos escritos del Adolantado nos vie-
ne dado por e! P. Simón en sus Noticias historiales de las conquista!
de tierra firme en las Indias occidentales, Bogotá, 1891, tomo II, pág.
226. Dice e! cronista que Quesada dejó en su testamento un legado
cuya renta cobrarían e! Deán y Cabildo de Santa Fe "con obligación
de decir por toda ola vida, todos los sábados de cuaresma, una misa
cantada de Nuestra Señora, con música, sermón y responso al fin de
olla 'Por todos los conquistadores vivos y difuntos, y más una misa
de requiem e! día que muriese alguno de los conquistadores, y sus
hijos, haciendo conmemoración por los caciques e indios difuntos de!
pueblo de Bogotá, la cual memoria hizo el Adelantado cumplir en
vida y hizo sermones diferentes por su mano y ingenio de las festi-
vidades de Nuestra Señora para que se predicasen en aquollos sába-
dos". La fecha de su composición no puede ser precisada. Según
Vergara el ms. existía en Bogotá a fines del siglo xvnr. [10]

? . . [Un ettaderno].
Las referencias sobre este libro de apuntes de! Mariscal, también
desaparecido, y de muy dudosa cronología, se encuentran en Castella-
nos y el P. Simón; pero no resulta claro, como lo demuestra el señor
Otero D'Costa (véase su obra, págs. 54-56) si se trata de! mismo
Gran Cuaderno a que se refiere Oviedo, o si era ésta una obra dis-
tinta. Las palabras de Castollanos en el canto r de la ouarta parte de
sus Elegías, son las siguientes:
Otros riros ternán acerca desto
Que por no los saber no los escribo;
Mas uno hallé puesto por memoria
En los papeles de! Adelantado

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BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CXXXIX

Don Gonzalo Jiménez de Quesada


En un cuaderno de su propia mano,
y es poner cruces sobre los sepulcros
De aquellos que murieron de heridas
De víboras y sierpes ponzoñosas.
(Obl"as de Juan de Castellanos, ed. de Caracas, 1932, tomo II,
pág. 354). [11]

? .. [Una traducción].
Por las palabras de Quesada, fol. IV v. sin numerar, pág. 9 de
esta edición, se sabe ahora de esta desconocida obra del Mariscal: la
traducción, no del latín, acaso del toscano, de un Jibro "en el qual
se trataba de anbas filosophías y avn de la terc;:era tanbién del mundo
todo". Nos dice además que "yva ya bien al cabo della", mas no la
conoluyó. [12]

EsCRITOS VARIOS

1539. Declaración del Licenciado liménez, en Gonzalo limé-


nez de Quesada por E. Otero D'Costa, págs. 145-149. Ar-
chivo de Indias de Sevilla, estante 50, cayón 2, legajo 49, 4.

Rinde esta declaración Quesada en el pleito con Juan Castellano


por participación en el botín de la conquista. [13]

1539. Declaración en un JUlClO de pedimiento, en Colección


de documentos por Juan Friede, tomo V, vol. I (1536-1551),
págs. 97-100. Archivo de Indias de Sevilla, Patronato, lega-
jo 27, Ramo 18, fols. 50 r. a 53 r.

Esta Colección pertenece a la Academia de Historia de Bogotá y


se halla inédita. Véase segunda parte: Documentos inéditos sobr,
jiménez de Quesada. [14]

1547 (?). Carta al rey (fragmento), en Boletín de Historia


y Antigüedades, tomo XV (1925-1926), págs. 740-741.

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CXL RAFAEL TORRES QUINTERO

Reproducida por Otero D'Costa en su libro citado, págs.


113-115. Archivo de Indias, estante 54, cajón 4, legajo 29.
La carta fue enviada a la Academia de Historia por el P. Andrés
Mesanza y publicada con un informe del señor Otero en 1926. En
nota al pie del documento, posterior, según e! mismo autor, se dice
que es "incerti temporis" y escrita después de 1540. El informante
añade que con seguridad es también posterior a 1547. [15]

1550 (?). U na carta, en eolecci6n de documentos inéditos


relativos al descubrimiento, conquista y colonización de
las posesiones españolas en América y Oceanía, sacados en
su mayor parte del Real Archivo de Indias, bajo la di-
rección de los señores Joaquín F. Pacheco, Francisco Cár-
denas ... Y Luis Torres de Mendoza, tomo X, pág. 179.
La carta no tiene fecha, aunque en opinión de! señor Otero, que
es quien da noticia de olla, debió escribirse hacia 1550. El mismo
afirma que es confusa y no contiene deta'¡¡es de mucha importancia.
[16]

1561. Seis memoriales al rey, en Gonzalo liménez de Quesa-


da por Enrique Otero D'Costa, Bogotá, 1931, págs. 214-
225. Tomados deL Archivo Nacional, Miscelánea, tomo 19,
fols. 964-992.

Son solicitudes de encomiendas y repartimientos de indios, ale-


gando ante e! rey diversas razones y derechos. Los presentaba ante
la Real Audiencia de Santafé en e! citado año. [17]

1562. Poder a Francisco Velásquez, en Otero D'Costa, op.


cit., págs. 226-229. Archivo de Indias, estante 2, cajón 1,
legajo 3. Véase documentación del Archivo Nacional,
núm. 58.

Es una carta de poder para recabar mercedes ante la Corte para


e! Mariscal, otorgada en Santafé y refrendada por los escribanos reales
en 1563. [18]

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BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CXLI

1563. Petición de aumento de renta, en Otero D'Costa, op.


cit., págs. 231-234. Archivo de Indias, ib. Documentación
del Archivo Nacional, núm. 59.
Pide al rey aumento sobre la renta de tres mil ducados y perpe-
tuar la gracia a sus herederos. [19]

1563. Petición del título de Adelantado, en Otero D'Costa, op.


cit., págs. 235-237. Archivo de Indias, ib. Documentación
del Archivo, núm. 59.
Solicita del rey el título de Adelantado del Nuevo Reino que tuvo
en vida D. Alonso Luis de Lugo, o en su defecto la provincia de los
Llanos. [20]

1566. Información sobre impoúbilidad para contraer matri-


monio, en Otero D'Costa, op. cit., págs. 247-253. Archivo
de Indias, 75-5-10.
Presentada ante testigos y ,por escrito en SantaÍé en el año dicho,
para solicitar del Arzobispo Fray Juan de Barrios la declaratoria de
que está en imposibilidad para casarse, no obstante las leyes existentes
al respecto, debido a su enfermedad del asma y a su edad de más
de sesenta años. A continuación se halla la aceptación por 01 Arzo-
bispo de la exención pedida. [21]

1567. Solicitud de aumento de renta, en Otero D'Costa, op.


cit., págs. 254-259. Archivo de Indias, 72-5-10.
Pide a S. M. aumentarle la renta en otros tres mil ducados o darle
l:s encomiendas de Sogamoso, Hontibón y Guasca en perpetuidad para
SI y sus SUcesores. Envía ,la información comprobatoria sobre la impo-
sibilidad matrimonial. [22)

1569. Concesión de un título, en Otero D'Costa, op. cit., págs.


263-265. Archivo Nacional, Encomiendas, vol. XVI, fol.
958.
En su calidad de Mariscal y Adelantado del Nuevo Reino, Gober-
nador y Capitán General de la provincia de Papaneme y Pauto, con-

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GXLlI RAFAEL TORRES QCINTERO

cede a Rodrigo Suárez Sabariego el título de capitán de caballos para


la jornada del Dorado. Fue expedido en Santafé en julio de 1569, poco
antes de marchar ,para su expedición de El Dorado. [23]

1576. Probanza de servicios, en Otero D 'Costa, op. cit., págs.


266-274. Archivo de Indias, 2-1-8.
Información al rey sobre sus servicios prestados a la Corona y so-
licitud de varias mercedes. Sobre este memorial el Presidente y Oidores
de la Real Audiencia mandan tomar la información de oficio con las
declaraciones de siete testigos; esta segunda parte del documento queda
reseñada en la bibliografía sobre Quesada. [24)

1576. Dos memoriales, en Ensayo biográfico de Gonzalo Ji-


ménez de Quesada por Pedro María Ibáñez, Bogotá, 1892,
capítulo VII, reproducido en Monumentos patt·ióúcos de
Bogotá por Ignacio Borda, Bogotá, 1892, págs. 179-181.
El primero de estos memoriales está fechado en 1576 y el segundo
no tiene fecha . Fueron presentados por Quesada a ,la Real Audiencia
en solicitud de auxilio para hacer volver a sus encomiendas a algunos
indígenas. Su primer editor dice haber poseído los originales de la
demanda en que fueron presentados. [25]

1578. Dos cartas a D. Alvaro Jorge, en Boletín de Historia y


Antigiiedades, tomo IX (1914), núm. 103, págs. 385-393.
Archivo Nacional. Testamentarías de Cundinamarca, vol.
XIII, fols. 471-573.
Las cartas las publica D. Manuel M. Tobar y están dirigidas al
señQr Alvaro Jorge, Administrador y Mayordomo de las tierras que
Quesada poseía en Chita. Versan sobre asuntos de la administración.
En el mismo Archivo, dice el señor Tobar, halló un contrato entre
Jorge, a nombre del Adelantado, y Diego Mejía, albañil, para la cons-
trucción de la iglesia de Chita. [26]

1578. Una carta, en Pedro M. Ibáñez, op. cit., cap. VII (Borda,
págs. 181-184).

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BIBLIOGRAFÍA DJ:. J lMÉN EZ DE QU ESADA CXLllI

Está fechada en Mariquita y dirigida probablemente al mismo se-


ñor Alvaro Jorge. Versa sobre diferentes negocios de la administración
de sus bienes. El editor dice haber poseído el original por cesión que
le hizo su amigo D. Nicolás J. Casas. [27]

? ... Un escrito.

En El Antijovio, fol. IV v. sin numerar (pág. 9 de esta edición),


menciona Quesada la traducción que arriba señalamos y explica que
ella le quitaba tiempo para "otra cosa mía en que yo a la sazón yba
entendiendo". Qué cosa fuera y a qué época se refiera, no puede sa-
berse por tan vaga alusión, pero es de presumir que se tratara de algún
escrito de su juventud. [28]

1579. Testamento, parcialmente en Otero D'Costa, op. cit.,


págs. 323-328. (Datos del Dr. Ernesto Restrepo Tirado).
Este fragmento del testamento de Quesada está tomado del expe-
diente sobre oposiciones a la canongía penitenciaria de Santafé, presen-
tado por Luis Berrío descendiente en línea colateral femenina del
Adelantado, para com~robar su ascendencia y los der~chos que le asis-
tían a los beneficios de S. M. El P. Simón declara haber tenido en
su poder el testamento, que fue otorgado en Mariquita el 6 de fe-
brero de 1579 (Noticias historiales, Il, 226). [29]

PARTE SEGUNDA: BIBLIOGRAFIA SOBRE QUESADA.

ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA.-Acta del 19 de febrero


de 1927.

En esta Acta, que reposa en la Secretaría de la Academia, quedó


la constancia de la comunicación enviada por D. Antonio Gómez
Restrepo, Secretario del Ministerio de Rolaciones Exteriores, en que
anuncia que <la ilustre historiadora colombiana Doña Mercedes Gai-
brois de Ballesteros, en carta de Madrid del 18 de octubre de 1926,
le participa el hallazgo del ms. de Quesada titulado Antijovio. Véase
el Extracto del Acta en Boletín de Historia y Antigüedades, tomo
XVI, pág. 173. [1]

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CXLIV RAFAEL TORRES QUINTERO

ACOSTA, JOAQuÍN.-Compendio histórico del descubrimiento


y colonización de la Nueva Granada en el siglo décimo-
sexto, París, 1848. Cap. X, págs. 172-186; caps. XII-XIII,
págs. 211-248; cap. XVI, págs. 291-293; cap. XVIII, págs.
344-348; cap. XX, págs. 370-374.

Contiene un interesante mapa con indicación de la ruta de Que-


sada. Hay 211 ed. de Bogotá, 1901. [2]

ACUERDO MUNICIPAL nI? 4 de 30 de enero de 1891, sobre erec-


ción de un monumento a Gonzalo Jiménez de Quesada,
en Monumentos patrióticos de Bogotá; su historia y des-
cripción por Ignacio Borda, Bogotá, 1892, págs. 105-106.
[3]

AGUADO, FRAY PEDRo.-Recopilación historial, Bogotá, 1906.


Prólogo de Eduardo Posada. (Biblioteca de Historia Na-
cional, voL V). Libro JI, caps. 1-12, págs. 57-113; libro I1I,
caps. 1-14, págs. 115-183; libro IV, caps. 1-3, págs. 185-196
y cap. 13, págs. 248-249.

Hay otra ed. con el título de Historia de Santa Marta y Nuevo


Reino de Granada, con prólogo de J. Bécker, Madrid, 1916-17. (Véase
Ballesteros). [4]

AGUILERA, MIGUEL.-La presidencia de D. Lope Dfez de


Armendáriz, en Curso superior de historia de Colombia
(1492-1600), tomo V, Bogotá, 1951, págs. 39-91.
La referencia a Quesada es incidental, para referirse a su muerte
y a su posición frente a la Real Audiencia, págs. 73·74. [5]

- Elogio del Fundador de Bogotá, en Boletín de Historia y


Antigüedades, tomo XXXVIII (1951), núms. 441-443, págs.
501-509. [6]

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CXLV

ANóNIMo.-Exhumaez'ón de los restos de Gonzalo liménez


de Quesada, Fundador de esta ciudad de Bogotá, en El
Orden, año V, núm. 224, Bogotá, enero 1<:> de 1891, págs.
6-8. [7]

- Gonzalo liménez de Quesada, en Enciclopedia unive1'sal


ilustrada europeo-americana (Espasa), Madrid, 1926. To-
mO' XXVIII. [8]

ARANGO FERRER, JAVIER.-La literatu1'a de Colombia, Facul~


tad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires, Buenos Aires, 1940, págs. 26-29. [9]

ARANGO, RUBÉN.-Mi literatura, Medellín, 1950, págs. 13-15.


[10]

ARBOLEDA, GusTAvo.-Manual de historia de Colombia, Cah,


1934, págs. 7-10. [11]

ARCINIEG'AS, GERMÁN.-liménez de Quesada, Bogotá, ABC,


1939. 347 págs.
Es ésta una biografía anovelada del conquistador. Hay segunda
ed. con el título: El Caballero de El Dorado. Vida del conquistad01~
liménez de Quesada, Buenos Aires, Edit. Losada, 1942; otra ed. de
Buenos Aires, 1950. Véase Caballero Calder6n, Eduardo. [12]

ARCINIEGAS, ISMAEL ENRIQuE.-Romancero de la conquista y


y la colonia. Edición conmemorativa de la fundación de
Bogotá. Ministerio de Educación Jacional, Bogotá, 1938,
sin paginación. La subida por el río Magdalena. En tierras
del Zipa. El templo de Sugamuxi. Teusaquillo.
Son todas poesías en romance relacionadas con Quesada y su con-
quista. [13]

®Biblioteca Nacional de Colombia


CXLVl RAFAEL TORRES QCINTERO

AruAS ARGÁEZ, D ANIEL.-Presidencias de D . Antonio Gonzá-


lez y de D . Francisco Sande, en Curso superior de historia
de Colombia (1492-1600), tomo V, Bogotá, 1951, págs.
121-160.
Referencia ligera a la suerte que han corrido .las cenizas de Que-
sada. Menciona la oración fúnebre del Mariscal pronunciada por "el
mejor orador de aqueJla época, Fray Leandro García", págs. 143-144.
[14]

ARIAS ARGÁEZ, ISAAc.-Fundación de Bogotá (Romance), en


Boletín de Historia y Antigüedades, tomo XXV (1938),
núm. 285-6, págs. 601-606. [15]

AruAS, JUAN DE DIOs.-Historia de la literatura colombiana,


Bogotá, Librería Stella, 1947, págs. 9 y sigs. [16]

BALLESTEROS - BERETrA, ANTONIO .-Don Juan Bautista Mu-

ñoz, dos facetas científicas, en Revista de Indias, núm. 3,


Madrid, 1940, págs. 5 y sigs. . [17]

BALLESTEROS GAIBROIS, MANUEL .-Estudio pt·eJiminar sobre


El Antijovio. Se publica por primera vez en este volumen,
págs. xm-GXXII. [18]

- Documentos inéditos para la historia de España, publi-


cados por los señores duque de Alba, etc. [véase Bibl. de
Quesada nI' 9], págs. 217-218.
Se encuentra aquí una corta pero importante bibliografía de Que-
sada, pág. LXVI, que utilizamos para la nuestra con indicación del
nombre del señor Ballesteros en aquellas obras que no han estado a
nuestro alcance. [19]

BAYLE, CONSTANTI 'o.-Un libro nuevo de Gonzalo Ximénez


de Quesada, en Boletln de Historia y Antigüedades, tomo

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ DE QCESADA CXLVIl

XXIX (1942), págs. 338-346; en Revista de Indias, núm.


7, Madrid, 1942, pág. 120.

Contiene los comentarios del P. Bayle al ms. de Quesada a que


se refiere el señor Ballesteros ~n su estudio preliminar. [20]

- El Dorado fantasma , Prólogo del Dr. José Joaquin Casas,


segunda ed., Madrid, 1943. Capítulo IX, La familia de los
Quesadas, págs. 201-232.
Serio y documentado estudio sobre la conquista y las expediciones
de Quesada, especialmente ,la de El Dorado. [21]

BAYONA POSADA, JORGE.-DiscurJo en honor de Bogotá, en


Santafé y Bogotá, año VI, tomo XII, núm. 68, Bogotá,
agosto de 1928, págs. 73-78. [22]

BAYONA POSADA, NICOLÁs.-Panorama de la literatura colom-


biana, 2~ ed., Bogotá, 1944, págs. 18-21. P3]

BERMÚDEZ, JosÉ ALEJANDRo.-Compendio de la historia de


Colombia, 2~ ed., Bogotá, 1931, págs. 36-38. [24]

BORDA, IGNAClO.-Monumentos patri6ticos de Bogotá. Su his-


toria y descripci6n, Bogotá, Imp. de La Luz, 1892, 106-
206 págs.

Recopila aquí el señor Borda documentos diversos relacionados


con Quesada que hemos citado bajo el nombre de los diversos autores.
Hay que señalar entre éstos, por breves discursos pronunciados en la
inauguración del mausoleo a Quesada en 1892, a los concejeros de Bo-
gotá, Aibrahám Aparicio y Rafael Ortiz, además del señor Bernardo
de J. Cólogan, ministro español en Bogotá, cuya oración fue ldda
por D. Marco Fidel Suárez como ministro de Relaciones Exteriores.
Con el título Cenizas de Gonzalo liménez de Quesada reúne el señor
Borda actas diversas sobre los varios traslados de los restos del con-
~uistador; estos documentos quedan agrupados y resumidos bajo el
tItulo Documentos sobt·e los restos de Quesada. [25]

®Biblioteca Nacional de Colombia


CXLVIU RAFAEL TORRES QUINTERO

BORDA, JosÉ JOAQUÍN.-Fundaci6n de Bogotá, en Monumentos


patt'i6ticos de Bogotá por Ignacio Borda, Bogotá, 1892,
págs. 204-206. [Poema]. [26]

BRICEÑO, MANUEL.-A Gonzalo liménez de Quesada [sone-


to], en Papel Peri6dico Ilustrado, año V (1886-1888), núm.
97, Bogotá, 6 de agosto de 1886, págs. 3-4. [27]

CABALLERO CALDERÓN, EDUARDO.-El quijotismo de Quesada,


en El Tiempo (Suplemento Literario), Bogotá, 20 de agos-
to de 1939.

Comenta el libro de Arciniegas y hace un paralelo entre Quesada


y Don Quijote. [28]

CAICEDO ROJAs, J osÉ.-U na ¡amasa asonada en Santa¡é, en


Santa¡é y Bogotá, año II, tomo IV, núm. 20, Bogotá, agos-
to de 1924, págs. 111-115 (reproducción).
Presenta a Quesada actuando como mediador en una asonada de
sus capitanes contra el cabildo de Santafé en 1564. [29]

CARBOXELL, J. M.-Gonzalo de Quesada, Habana, 1916 (da-


to de Ballesteros). [30]

CASTELLANOS, JUAN DE.-Elegías de varones ilustres de Indias,


Madrid, 1589, 382 págs. Sólo la 1" parte; la 2~ y 3~ en Bi-
blioteca de Autores Españoles de Rivadeneira, tomo IV,
1847, 1850 y 1874; la cuarta, por A. Paz y Me!ia en Co-
lecci6n de escritores castellanos, comprende la Historia del
Nuevo Reino de Granada, 2 vals., Madrid, 1886. Las cua-
tro partes en Obras de luan de Castellanos, edición de
Parra León Hermanos en homenaje al Libertador Simón
Bolívar con motivo de! centésimo aniversario de su muer-

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE JI MÉNE Z DE QUES ADA C XLlX

te. Prólogo del Dr. Caracciolo Parra, Caracas, edito Sur-


América, 1932, 2 tomos. De Quesada trata la Elegía IV
de la segunda parte y casi todos los cantos de la cuarta
parte. En la ed. de Caracas los lugares son: tomo 1, págs.
418-462 y tomo II, págs. 342-410.
Para las ediciones de Castellanos y el comento de ellas véase El
latín en Colombia por J. M. Rivas Sacconi, Bogotá, 1949, págs. 14 y
sigs. [31]

CORTÁZAR, ROBERTO.-Los cronistas del siglo XVI, en Curso


superior de historia de Colombia (1492-1600), tomo V,
Bogotá, 1951, págs. 305-347. Lo referente a Quesada es eb
cap. VII (págs. 330-334). [32]

CROW, JOHN A.-Colombia y "El caballero del Dorado", en


Revista de América, vol. VII, núm. 20, Bogotá, agosto de
1946, págs. 262-272.
Comentario al libro de Arciniegas. [33]

CUERVO, LUIS AUGUSTo.-Santa¡¿ de Bogotá, en Boletín de


Historia y Antigüedades, tomo XXV (1938) , núms. 285-
286, págs. 403-408. [34]

- Quesada y Bolívar, en Boletín de Historia y Antigüedades,


tomo XXV (1938), núms. 287-288, págs. 607-612.
"Palabras ,pronunciadas en la Quinta de Bolí var el día de la con-
memoración del IV centenario de la fundación de Bogotá, en c:l ho-
menaje que la Academia Colombiana de Historia y la Sociedad de
Mejoras y Ornato rindieron a la memoria del Fundador y a la gloria
del Libertador". [35]

CUNNI NGHAME GRAHAM, R. B.-The Conquest 01


New Gra-
nada, being the Lile 01 Gonzalo liménez de Quesada,
Londres, 1922. [36]

®Biblioteca Nacional de Colombia


eL RAFAEL TORRES QUINTERO

DE LA TORRE y DEL CERRO, JosÉ.-Una gesta cordobesa: el


descubrimiento y la conquista del Nuevo Reino de Gra-
nada. Conferencia leída el día 26 de octubre de 1935, en
la apertura del curso de la Academia de Ciencias, Bellas
Letras y Nobles Artes de Córdoba, Córdoba, 1936. [37]

- Gonzalo Jiménez de Quesada, en Boletín de Historia y


Antigüedades, tomo XXIII (1936), núm. 258, págs. 97-103.
El autor ha hecho minuciosas investigaciones en los archivos cor-
dobeses de donde ha extraído numerosÍsimos documentos referentes
a los antepasados de Quesada. Con ellos ha querido comprobar que
fue Córdoba, y no Granada, la patria del conquistador. Esta copiosa
documentación reposa en los archivos del MW1icipio de Bogotá. Sobre
el estado actual de la investigación histórica a este respecto, véase
Juan Friede, citado adelante. [38]

DE LA TORRE VASCON!, JosÉ R.-Gonzalo Jiménez de Quesa-


da. El lugar de su nacimiento, en Boletín de la Real Aca-
demia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, año XX,
núm. 61, Córdoba, enero-junio de 1949, págs. 125-128.
Se hace eco de la tesis del señor De la Torre y del Cerro sobre la
patria cordobesa de Quesada y resume el resultado de sus investiga-
clOnes. [39]

F. T. D.-Hútoria Universal, 2~ ed., Barcelona, 1932, págs.


345-346. [40]

FERNÁKDEZ DE OvIEDO y VALDÉS, GONZALO.-Historia general


y natural de las Indias, islas y Tierra-firme del mar océa-
no. Publícala la Real Academia de la Historia cotejada
con el códice original, enriquecida con las enmiendas y
adiciones del autor, e ilustrada con la vida y el juicio de
las obras del mismo por D. José Amador de los Ríos. 4
volúmenes, Madrid 1 51-1855. Segundo vo1., libro XXV,

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CL!

cap. XVII, págs. 319-320; libro XXVI, caps. I-XXXI, págs.


332-412.
Por su antigüedad, .por la categoría del cronista y por haber uú-
!izado él como fuentes los manuscritos de Quesada, según queda di-
cho en el NQ 2 de la primera pte. de esta Bibl., el libro de Oviedo
y 01 de Piedrahita, que a continuación se reseña, son las dos más im-
portantes fuentes rpara la biografía de Quesada. Una 2~ ed. de Oviedo
se hizo en Asunción (Paraguay) por J. Natalicio González entre
1944 y 1945 en XIV tomos, roproduciendo fielmente la de Madrid.
Lo pertinente a Quesada está en el tomo VI. [41]

FERNÁNDEZ DE PIEDRAHITA, LucAs.-Historia general de las


conquistas del Nuevo Reino de Granada, Amberes, Juan
Bautista Verdussen, s. a. [1688], 599 págs. 2~ ed. hecha
sobre la de Amberes, Bogotá, Medardo Rivas, 1881. Con
prólogo de Miguel Antonio Caro. Al lector; libro I1I, cap.
V, págs. 67-74; libro IV, caps. IIl-V, págs. 84-98; libro V,
caps. I-VII, págs. 99-130; Libro VI, caps. I-V, págs. 130-156;
libro X, cap. VII, págs. 290-291; libro XI, cap. I1I, págs.
307-308, cap. VII, págs. 325-326; libro XII, caps. V-VI,
págs. 360-367. (Las páginas remiten a la ed. de Bogotá).
Véase la 'primera pte., n 9 8. Existe otra edición de Bogotá, Biblio-
teca Popular de Cultura Colombiana, 1942, 4 tomos, hecha por la
de 1881. [42]

FLÓREZ DE OCARIZ, JUAN.-Libro primero de las genealogías


del Nuevo Reino de Granada, Madrid, por Joseph Fernán-
dez de Buendía, 1674. Preludio, § 35: Población de Santa
Marta y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada,
págs. 61-71; § 46, págs. 116-119; Ar'bol primero, de Don
Gonzalo liménez de Quesada, págs. 275-276 .

. El libro segundo de las G~nealogías fue impreso en 1676 en Ma-


dnd y no con tiene directamente nada sobre Quesada. Una segunda
edición de las Genealogías forma los tomos XIV y XV de las Publi-

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLIl RAFAEL TORRES QUINTERO

caciones del Archivo Nacional de Colombia y fue dirigida e ilustrada


por D. Enrique Ortega Ricaurte. Bogotá, prensas de la Biblioteca
Nacional; tomo 1, 1946, JUIIA77 págs.; tomo Ir, 1944, xVI-282 págs.
[ 43]

FORERO, MANUEL JosÉ.-Mariquita la antigua, en Santafé y


Bogotá, año IV, tomo VII, núm. 37, Bogotá, enero de 1926,
págs. 19-25. [44]

- Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. Bogo-


·tá, 1941, págs. 47-52. [45]

- Hallazgo de un libro de liménez de Quesada, en Estudios


de filología e historia literaria, Boletín del Instituto Caro y
Cuervo, tomo V (1949), págs. 411-421. [46]

FRANOO QUIJANO, J. F.-La poesía más antigua del Nuevo


Reino de Granada, en Rev. del Col. Mayor de N. S. del
Rosario, romo XIV (1919), núm. 139, págs. 528-536.
Trascribe un Romance de Ximénez de Quesada y se lo atribuye
al P. Lez.gámez o Lescanes, capellán de Quesada en su expedición,
afirmando que dicho clérigo trajo consigo un libro de medicina que
\·ino a parar a manos de Fray Cristóbal de Torres y se ha conservado
en la Bibl. del Col. del Rosario. En las márgenes de este libro dice
haber hallado el romance trascrito. La autenticidad ha sido discutida
por Otero D'Costa en el lugar adelante citado. [47]

FRIEDE, JUAN.-El archivo general de Indias, en Boletín de


de Historia y Antigiiedades, vol. XXXVIII, núms. 441-443,
Bogotá, julio-septiembre de 1951, págs. 549-562.
Informa a la Academia de Historia sobre el cumplimiento de su
comisión en Sevilla y da nuevos datos sobre Quesada que se deducen
de los documentos por él hallados. Destaca la importancia del Arch.
de Indias para la historia americana. [48]

- Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada, en Boletín

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRA FÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CLlI!

de Historia y Antigüedades, vol. XXXVIII, núms. 441 a


443, Bogotá, julio-septiembre de 1951, págs. 524-531.
Demuesu'a las muchas inexactitudes que se han conservado en la
historiografía colombiana, debido al desconocimiento de los docu-
mentos originales, e indica los valiosos datos que se deducen para
la vida y obra de Quesada de los documentos bailados nuevamente.
Se revalúa la conducta del mariscal con P. Fernández de Lugo y con
Federmán. Hay que relacionar este informe del Sr. Friede con otro
del mismo Bol., págs. 514-520, titulado Testimonio de los croflistas
de Indias. [49]

- El verdadero lugar de nacimiento [de] Gonzalo liménez


de Quesada, en El Tiempo, Bogotá, agosto 31 de 1952.
Hace un recuento del estado en que se encuentran las investiga-
ciones sobre la verdadera patria chica de Quesada y concluye que
todavía no es posible decidirse entre Granada y Córdoba, pues faltan
documentos, especialmente los que se refieren a Granada y que darán
ia clave para decidir 01 pleito. [50]

-- La ruta de los conquistadores, en El Tiempo, Bogotá, sep-


tiembre 28 de 1952.
Expone cuáles eran las ideas geográficas de Quesada, Federmán
y Belalcázar al tiempo de su descubrimiento. [51]

GARCÉS C., A.-Identificación de dos manuscritos atri-


JORGE

buídos al Adelantado liménez de Quesada, en Thesaurus,


Boletín deL Instituto Caro y Cuervo, tomo VIII (1952).
Los manuscritos a que se refiere el título son las firmas de Que-
sada (una de El Antijovio y tres de diversos documentos) y el título
del capítulo X de El Antijovio y la nota marginal del foL del mismo
]¡bro.
[52]

GÓ~fEZ Hoyos, RAFAEL.-Elogio fúnebre de D. Gonzalo li-


rnénez de Quesada, en Boletín de Historia y Antigüedades,
VoL. XXXVII (1950), núms. 429-431, págs. 474-482. [53]

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLlV RAFAEL TORRES QUINTERO

- El indio en la conquista, en Curso supen'or de historia de


Colombia (1492-1600), tomo V, Bogotá, 1951, págs. 161-
192.
A Quesada se refiere el párrafo 12 con el subtítulo: úgislación"
peninsular inspirada por [iménez de Quesada. [54]

- Jiménez de Quesada, hombre de armas, de letras y de le-


yes, en Revista de Indias, año X, vol. V, núm. 42, Madrid,
1950, págs. 849-856 y en Revista del Colegio Mayor de N.
S. del Rosario, núm. 430, enero-marzo de 1951, págs. 84-
89. [55]

Gó},{EZ RESTREPO, ANTo~IO.-Discurso en la inauguración de


la estatua de Quesada, en El Tiempo, Bogotá, 13 de octu-
bre de 1924. [56]

- Breve reseña de la liter·atura colombiana, en Revue His-


panique, tomo XLIII; 3~ ed., Biblioteca de Autores Co-
lombianos, 7, Bogotá 1952, págs. 11-12. [57]

- Hútoria de la literatura colombiana, 2? ed., Bogotá, 1945,


tomo 1, págs. 15-29. [58]

GONzÁLEZ BRUN, GUlLI..ERMo.-Gobernantes de Colombia,


Bogotá, 1936. Gonzalo Jiménez de Quesada, págs. 5-8. [59]

GRILLO, MAx; HOLGUÍN y CARO, HERNANDO; PÉREZ, CARLOS M.

-Manuscritos de Jiménez de Quesada (Informe presen-


tado a la Cámara de Representantes en 1920), en Boletín
de Historia y Antigüedades, tomo XN (1922-1923), núm.
160, págs. 210-212.
Comentan la obra de Otero D'Costa sobre Jiménez de Quesada.
El informe se refiere a un ¡proyecto de ley "por el cual se dictan al-

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE ] lMÉNEZ DE Qt: ESADA eLV

gunas medidas para la consecución de una obra histórica", presenta-


do a la Cámara por el Representante Luis Cotes. En ese proyecto se
destinaba la suma de dos mil pesos del Erario "con el fin de comprar,
a quien los presentare, los manuscritos de ]iménez de Quesada". Los
informantes concluyen: "No juzgamos eficaz el medio que propone
el distin.guido autor del proyecto para llegar a la adquisición de los
manuscritos del Adelantado, que se consideran perdidos". Proponen
dar 29 debate al proyecto "teniendo en cuenta las modificaciones que
en pliego separado tenemos el honor de presentar a la honorable
Cámara". _ No conocemos ni el proyecto original de Cotes que se
presentaba con motivo de las investigaciones de Otero D'Costa, ni
el pliego suelto de objeciones que presentaron los informantes. [60]

GROOT, JosÉ MANUEL.-Historia eclesiástica y civil de la Nue-


va Granada, escrita sobre documentos auténticos, Bogotá,
Imprenta de Foción Mantilla, 1869. 3 tomos. Tomo 19,
caps. III-V, págs. 22-70; cap. VIII, pág. 100; cap. IX, pág.
109; cap. X, pág. 121.
De esta importante Historia existe, además, otra edicrón ligeramen-
te aumentada, Bogotá, Casa Editorial de M. Rivas, 1889-1893, en 5
volúmenes. Una reimpresión del tercer volumen de la 1~ ed. se hizo
en Caracas en 1941. Véase Bibliografía de losé Manuel Croot por el
Dr. Antanas Kirnsa en Historiadores de Amé/·jea. D. losé Manuel
Groot, Bogotá, 1950. [61]

GUTIÉRREz DE ALBA, J.
M.-Gonzalo Jiménez de Quesada.
conquistador de los chibchas y fundador del Nuevo Reino
de Granada, en Pro Patria, 1895. (Dato de Ballesteros).
[62]

HENAO, JESÚS MARÍA y ARRUBLA, GERARDO.-Historia de Co-


lombia para la enseñanza secundaria, 7~ ed. corregida y
aumentada, Bogotá, 1952, cap. IV, págs. 92-106. [63]

HERNÁNDEZ DE ALBA, GUILLERMo.-EI momento de Don Gon-


zalo Jiménez de Ouesada en Senderos, vol. IV, núms. 18
- '
y 19, Bogotá, julio y agosto de 1935. [64]

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLVI RAF.\EL TORRES QUlNTE.RO

- Traslación de los restos de liménez de Quesada del ce-


menterio central a la Basílica Primada. Acta, en Boletín
de Historia y Antigüedades, tomo XXV (1938), núms.
285-286, págs. 571-575.

El acta fue escrita por el señor Hernández de Alba, secretario


ad-hoc para la ceremonia de traslación. La firma también el Excmo.
Señor Arzobispo Ismael Perdomo. (Véase abajo: Documentos sobre
los restos de Quesada). [65]

HERRÁN, PEDRO A.-[ Compilación de opiniones sobre el lu-


gar donde se dijo la primera misa J, en Las crónicas de
Bogotá por Pedro M. Ibáñez, Bogotá, 1891, págs. 6-9. [66J .

H.Eruu:RA, ANTONIO DE.-Historia general de los hechos de los


castellanos en las islas y tierra firme del mar océano. En
cuatro décadas, desde el año de 1492 hasta el de 1531. En
Madrid, en la imprenta real de Nicolás Rodríguez Fran-
co, 1726-1730, 5 volúmenes. Tomo 39 , Década sexta, libro
1, caps. I-II, págs. 1-5; libro 111, caps. XIII-XIV; libro V,
caps. V-VI; Década quinta, libro X, cap. XVII; Década
octava, libro 1, cap. VIII; libro IV, cap. XI.

Aunque esta edición, por la que hemos citado, dice "en cuatro
Décadas", la Histon·a comprende ocho, que van hasta 1554. El nom-
bre con que ordinariamente se conoce la Historia de Herrera es el
de Décadas y de éstas las que tratan de Quesada son la quinta, sexta
y octava, en los libros y capítulos citados. Hay Ulla edición de Am-
be res, 1728, y la primera es la de Madrid, 1601, de gran rareza. [67]

IBÁÑEZ, PEDRO M.-Las crónicas de Bogotá y sus inmediacio-


nes, Bogotá, 1891, págs. 4-11.

Trascribe una compilación de opiniones formada por el doctor


Pedro A. Herrán sobre el lugar de la Sabana donde se dijo la pri-
mera misa. (Véase Herrán) . [68]

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAI'ÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CLVII

- Ensayo biográfico de Gonzalo liménez de Quesada, Bo-


gotá, 1892. Reproducido por Ignacio Borda, Monumentos
patrióticos de Bogotá, Imp. de La Luz, 1892, págs. 121-190.
Este importante libro sobre el conquistador incluye varios docu-
mentos originales de Quesada que citamos en la primera parte. Trae
también el primer ensayo iconográfico de Quesada y es en general
obra rica en datos y documentación de primera mano. [69]

]IMÉNEZ DE LA ESPADA, MARcos.-luan de Castellanos y su


historia del Nuevo Reino de Granada, Madrid, 1889.
En esta obra publicó el señor De la Es.pada por primera vez el
Epítome de la conquista, atribuyéndoselo a Quesada, así como otros
documentos relacionados con el mismo conquistador. La obra está
escrita a manera de carta a D. Antonio Paz y Melia a propósito de
la publicación hecha por éste de la Historia del Nttevo Reino de Gt"a-
nada de Castellanos. Acerca de Jiménez de Quesada trata en las págs.
46-66. [70]

LARCa, A. DE.-El conquistador Gonzalo liménez de Quesa-


da, La Alhambra, 1918. (Dato de Ballesteros). [71]

MAC DOUALL, ROBERTo.-La conquista, en Monumentos pa-


trióticos de Bogotá por Ignacio Borda, Bogotá, 1892, págs.
191-198.

Es un poema en quintillas; describe la conquista del Nuevo Reino


y la fundación de Santafé. [72]

MALDoNADO PLATA, ]oAQUÍN.-Gonzalo liménez de Quesada,


Bogotá, 1913.

Poema de XXX estrofas, de ClOCO versos endecasílabos cada una.


[73]

MENÉNDEZ y PELAYO, MARCELlNO.-Historia de la poesía his-


panoamericana. Consejo Superior de Investigaciones Cien-
tíficas, Santan der, 1948, págs. 409-413. [74]

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLV III RAFAEL TORRES QUINTERO

NIETO CABALLERO, LUIS EDuARDO.-Dos libros de Cunnin-


ghame Graham, en Santafé y Bogotá, aJ.lo 1, tomo 11, núm.
7, Bogotá, julio de 1923, págs. 57-72.

Comenta e! libro del señor Graham mJ.lY favorablemente, aunque


haciéndole algunos reparos (págs. 60-67). [75]

NÚÑEZ, JosÉ AruSTIDES, S. l.-Gonzalo liménez de Quesada,


capítulo 29 de la obra Literatura colombiana, destinada
a la enseñanza, próxima a publicarse. En Revista laveria-
na, tomo XXXVII, núm. 181, Bogotá, febrero de 1952,
págs. 57-61. [76]

ÜRBEA, FERNAKDO DE.-Comedia nueva. La conquista de Santa


Fe. Copiada fielmente según su insigne original. Ms. en
la Biblioteca Nacional de Madrid.

Uno de los personajes principales de la comedia es Quesada. Da


noticia de esta pieza, que se conserva en la Biblioteca Nacional de
Madrid, D. Eduardo Posada, en Boletíll de Historia y Antigüeda-
des, tomo XIV (1922-1925), núm. 167, págs. 700-702 (apostillas).
El señor Paz y Me!ia cita esta pieza dramática en sus notas a la
Historia del Nuevo Reino de Granada por Juan de Castellanos. El
señor Posada dice no haber hallado dato ninguno sobre Orbea. [77]

ORTEGA DAKIEL.-Ruta de Gonzalo liménez de


RICAURTE,

Quesada, en Boletin de Historia y Antigüedades, tomo


XXV (1938), núms. 285-286, págs. 409-452.
El escrito está adornado con dos retratos de Quesada, uno de Ri-
cardo Acevedo Bernal (Concejo Municipal de Bogotá) y otro de
Ricardo Gómez Campuzano; la Fundación de Bogotá, cuadro de Pe-
dro A. Quijano; retrato de la cota de malla que usó Quesada, conser-
vada en el Museo Nacional; retrato de la daga y e¡;puela que usó
Quesada (Museo Nacional), y un mapa en colores, obra de! mismo
autor del estudio, que muestra la ruta de Quesada en su descubri-
m iento y conquista. [78]

®Biblioteca Nacional de Colombia


B.I BLIOGRAFÍA DE J IMÉNEZ DE QUESADA CLIX

ORTEGA TORRES, JosÉ J.- Historia de la literatura colombiana,


2~ ed. aumentada, Bogotá, 1935, págs. 6-8. [79]

OSPINA JOAQuÍN.- Diccionario biográfico y bibliográfico de


Colombia, Bogotá, 1937-1939. Tres tomos. Tomo II: limé-
nez de Quesada, Gonzalo, págs. 451-454.
Este artículo sobre Quesada está tomado de Belisario Matos Hur-
tado. Debe relacionarse con otro sobre Alonso Luis de Lugo, págs.
583-584, por Ricardo Castro. [80]

OrERO D'CoSTA, ENRIQUE.-El Licenciado liménez de Quesa-


da . Algunas viejas novedades y ciertas nuevas vejeces sobre
las empresas literarias y militares de Don Gonzalo limé-
nez de Quesada, Mariscal y Adelantado que fue del N . R .
de Granada, con acopio de documentos inéditos, en Bo-
letín Historial de la Academia Histórica de Cartagena de
Indias, año II, núms. 18-19, Cartagena, octubre-noviembre
de 1916, págs. 209-295 . Se hizo edición separada en opús-
culo de 89 págs. con un A p-én dice, Cartagena de Indias,
Mogollón Editor, 1916, con el seudónimo E. de Saldanha.
[81]

- Esgematología conquistadora y colonial, en Archivo His-


torial de Manizales, núm. 5, Manizales, diciembre de 1918,
págs. 207-213, condensado bajo el título El retrato de Que-
sada, en Gonzalo liménez de Quesada ... cit., págs. 168-
174. [82]

- Los conquistadores del imperio chibcha, en La Prensa,


Manizales, julio 22 de 1922; en Boletín de Historia y An-
tigüedades, tomo XIV (1922-1925), núm. 159, Bogotá,
septiembre de 1922, págs. 177-180; en Gonzalo liménez de
Quesada (citado adelante), págs. 153-160. [83]

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CLX RAFAEL TORRES QUINTERO

- Los fundadores de Bogotá, en Santafé y Bogotá, año IlI,


tomo V, núm. 26, Bogotá, febrero de 1925, págs. 87-90.
Comentaríos a un artículo del P. Constantino Bayle, S. 1. en la
revista Razón y Fe de Madrid, en los que se defiende el libro del
doctor Raímundo Rivas, criticado por el insigne religioso español. Se
hace además un comento desfavorable sobre la biograña de Mr. CUD-
niughame Graham atrás citada. [84]

- Informe sobre la nómina de los fundadores de Bogotá.


Presentado a la Academia de Historia el 14 de mayo de
1928 y publicado en Gonzalo liménez de Quesada ... cit.,
págs. 161-167.
Este informe versa sobre el estudio del Dr. Raimundo Rivas Los
compañeros de Quesada (véase adelante), mas, aunque fue aprobado
por la Academia, no se publicó en el Boletín , a petición del autor,
porque el Dr. Rivas lo consideró desobligan te. [85]

Una carta de liménez de Quesada (informe), en Boletín


de Historia y Antigüedades, tomo XV (1925-1926), págs.
738-740; en Gonzalo liménez de Quesada . .. cit., págs. 110-
112 (sigue la carta comentada que se cita en la pnmera
parte, núm. 14). [86]

Gonzalo liménez de Quesada, Editorial Cromos, s. 1. n. a.


[Bogotá, 1931], 334 págs. y corrigenda.
Recopilación de los estudios y de los documentos publicados por
el autor hasta 1931, con la adición de otros ensayos y documentos
inéditos. Esta obra es la más completa publicada hasta hoy sobre
Quesada, si bien adolece de algunos errores, muy excusables si se
atiende a la diñcil situación personal en que el autor se vio precisado
a adelantarla, aquejado por grave dolencia. Así por ejemplo el artículo
De la escuadrilla de bergantines. .. (pág. 102) quedó aquí inconcluso.
Se halla completo en el opúsculo citado como primer trabajo del
autor. [87]

- El fundador de Bogotá. Oración recordatoria ante la tum-

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE ]IMÉNEZ DE QUESADA CLXI

ba de ]iménez de Quesada, pronunciada en nombre de


la Junta de festejos patrios, para conmemorar la fecha de
fundación de la ciudad en 1931, en Boletín de Historia y
Antigüedades, tomo XIX (1932), núm. 220, págs. 258-
2M. [~J

- Romancero apócrifo del Padre Antón de Lezcámez, en


Boletín de Historia y Antigüedades, tomo XIX (1932),
núm. 219, págs. 195-202.
Crítica histórico-literaria al artículo de D. J. Franco Quijano (véase
Franco). El autor desglosa esta crítica de su libro inédito Teatro in-
c6gnito biobibliográfico del NI/evo Reino de Gra7lada, presentado al
Congreso Nacional de Historia de Bogotá, 1930. [89]

- Informe sobre la obra "Gonzalo Ximénez de Quesada and


the conquest of Nueva Granada", en Boletín de Historia
y Antigüedades, tomo XIX (1932), núm. 224, págs. 625-
627.
La señorita Virginia Melba Walter escribió, para su tesis de Master
of Arts de la Universidad de California, la obra mencionada y obse-
quió el manuscrito a la Academia de Historia. Otero D'Costa rinde
informe sobre el valor de dicha tesis. [90]

- ¿Dónde nació liménez de Quesada?, en Boletín de His-


toria y Antigüedades, vol. XXXV (1948), núms. 404-406,
págs. 442-445.
Informe a la Academia de Historia, en que el autor, invocando una
declaración atribuída al mismo Quesada, afirma que fue Granada y
no Córdoba la cuna del Adelantado. [91]

- Segundo informe sobre la cuna del Adelantado D. Gon-


zalo liménez de Quesada, en Boletín de Historia y Anti-
güedades, tomo XXVII (1950), núms. 423-425, págs. 190-
196.

XI

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLXII RAFAEL TORRES QUINTERO

Continuación de! trabajo anterior en refutación de las opiniones


de D. José de la Torre y del Cerro. [92]

- Don Gerónimo Hurtado de Mendoza, poeta sutil, en


Conferencias académicas dictadas en 1946-1947.
El personaje tratado fue un sobrino muy querido de Quesada a
quien acompañó en sus campañas y a cuyas órdenes murió en la
guerra contra los gualíes, con gran sentimiento del tío. [93]

- (Inédito): La obra literaria de 1iménez de Quesada.


Conferencia dictada en la Biblioteca Nacional e! 21 de marzo de
1952. Comprende once puntos en los que analiza cada una de las
obras del Mariscal. [94]

OrERO MUÑoz, GusTAvo.-Historia de la literatura colom-


biana, Bogotá, 4i1 ed., 1943, págs. 7-12. [95J

- [Notas a la] Historia de la lite1'atura en Nueva Granada


por José M. Vergara )' Vergara, Y ed., Bogotá, 1931, págs.
36, 38, 39, 40, 44. [95-bis]

Ors CAPDEQUI, JosÉ MARÍA.-Vida, muerte y resurrección de


liménez de Quesada, en Revista de las Indias, 2~ época,
núm. 8, Bogotá, agosto de 1939, págs. 113-118.
Comentario sobre el libro de Germán Arciniegas. [96]

PEÑA, JosÉ SEGU ' DO.-La tumba de Quesada, en Papel Pe-


riódico Ilustrado, año II, núm. 26, Bogotá, septiembre de
1882, págs. 26-27. [97]

POOz DE BARRADAS, JosÉ.-Los escritos de liménez de Quesa-


sada, en Los muiscas antes de la conquista, Madrid, Con-
sejo Superior de investigaciones científicas, 1950, cap. In,
págs. 212·221.

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFíA DE ]IMÉNllZ DE QUESADA CLXIII

Una buena 'Parte es reproducción de lo de Otero D'Costa. [98]

PLAZA, JosÉ ANToNlO.-Memorias para la historia de la Nue-


va Granada desde su descubrimiento hasta el 20 de julio
de 1810, Bogotá, impr. del Neogranadino, 1850. Cap. V,
págs. 59-80; cap. VI, págs. 81-95; cap. VII, págs. 96-97;
cap. XI, pág. 163; cap. XIII, pasJim; cap. XIV, pág. 218.
Esta importante historia del señor Plaza fue editada por segunda
vez en Bogotá. [99]

POSADA, EDUAROO.-Apostillas (Biblioteca de Historia Nacio-


nal, vol. XXXIX), Bogotá, 1926. Apostillas LXV y XCIII.
En eL Boletín de Historia y Antigüedades, tomo V (1909),
núm. 58, págs. 578-582, se había publicado la apostilla
LXV sobre la expedición de Quesada y en el mismo Bo-
letín, tomo VI (1911), núm . 69, págs. 546-547 se publicó
la XCIII sobre el mismo tema. [100]

- [El estandarte de Quesada], en Boletín de Historia y An-


tigüedades, tomo XIII (1920), núm. 146, págs. 116-117.
[101]

QUINTERO PEÑA, ARCADlO.-Lecciones de historia de Colom-


bia. Tomo 1, La Colonia. Bogotá, 1939, págs. 41-47. [102]

RESTREPO CANAL, CARLos.-Romances históricos de Santafé


de Bogotá, en Boletín de Historia y Antigüedades, tomo
XXV (1938), núms. 285-2 6, págs. 528-600. [1031

- liménez de Queo-ada y el sentido de la conquista, en Con-


ferencias académicas dictadas en 1948. Publicación de la
Academia de Historia, Bogotá, 1949. [104 ]

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLXIV RAFAEL TORRES QUINTERO

RESTREPO TIRADO, ERNEsTo.-Descubrimiento y conquista de


Colombia, Bogotá, Imprenta Nacional, 1919. 2 tomos.
Tomo I1, cap. XXXVI, págs. 71-82; caps. XXXVIII,
XLIII, págs. 94-159; caps. XLX-LI, págs. 216-256; cap.
LVII, págs. 318-321. [105]

- De Gonzalo Ximénez de Quesada a don Pablo Morillo.


Documentos inéditos sobre la historia de la Nueva Grana-
. da, París, 1928.
Incluye aquí el documento sobre Armas para el Lict:nciado Xi-
mt:ncs, cuya reÍerencia queda dada en Documentos, 1546. [106]

- Historia de la Provincia de Santamarta, primera parte:


Conquista, s. a. [Sevilla, 1929], págs. 108 y sigs. [107]

- Documentos del Archivo de Indias, en Boletín de Histo-


ria y Antigüedades, tomo XXIII (1936), núms. 259-260
págs. 297-302 y núms. 264-265, págs. 617-623.
Debe advertirse que el doctor Restrepo Tirado fue uno de los más
diligentes investigadores que ha tenido nuestra historiografía y a él
se deben multitud de documentos copiados en el Archivo de Indias
de Sevilla, ciudad en la que ejerció el cargo de Cónsul de Colom-
bia. [108]

RESTREPO, VICENTE.-Páginas de la vida del Conquistador Ji-


ménez de Quesada, en Revista Literart'a, año IV, entregas
42, 43, y 44, Bogotá, octubre y noviembre de 1893, págs.
275-284 y 313-320. [109]

- Apuntes para la biografla del Fundador del Nuevo Reino


de Granada, Bogotá, 1897.
Es una reconstrucción y ampliación del trabajo anterior con este
título. [110]

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CLXV

REVOLLO, PEDRO M., PBRo.-Historiadores del Nuevo Reino


de Granada, en Boletín de Historia y Antigüedades, tomo
XIV (1922-1923), núms. 161 y 162, págs. 269-279 y 321-
345 respectivamente.
En los números 9, 12, 14 y 15, págs. 275-277 se refiere a Quesada.
(I11]

RrVAS, RAIMUNDO.-Los fundadores de Bogotá (Diccionario


biográfico), Biblioteca de Historia Nacional, vol. XXXI,
Bogotá, 1923 (Prólogo de Eduardo Posada), xm-442
págs.
El libro fue presentado al Congreso de Historia de Sevilla en 1921.
Sólo la Introducción trata sobre Quesada; el resto versa sobre sus
compañeros en la conquista, seguros y -probables, a manera de dic-
cionario; es una de las fuentes más ricas para el estudio del descubri-
miento y conquista del Nuevo Reino. Lo comenta el P. Bayle en
Razón y Fe de Madrid y se ,lamenta de que no le diera más ampli-
tud a la biografía de Quesada, cargo del que lo defiende Otero
D'Costa con el argumento de que la biografía del Mariscal necesita
e-studio extenso y por separado (véase Otero D'Costa). [112]

- Los compañeros de Quesada, en Santafé y Bogotá, año


IV, tomo X, núm. 59, Bogotá, noviembre de 1927, págs.
218-230.
Hace algunas rectificaciones a su obra anterior, fundado en nue-
vos documentos, y presenta el escalafón completo de los compañeros
de Quesada. [1l3]

- La estatua de liménez de Quesada, en El Tiempo, Bogo-


tá, 12 de octubre de 1924. [114]

- La Ciudad de Granada, luégo Santafé de Bogotá, fue fun-


dada solemnemente el 6 de agosto de 1538, en Boletín de
Historia y Antigüedades, tomo XXV (1938), núms. 2 5-
286, págs. 454-458. [115]

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLXVl RAFAEL TORRES QUINTERO

RIVAS SACCONI, JOSÉ MANuEL.- E I latín en Colombia. Bos-


quejo hist6rico del humanismo colombiano, Publicaciones
del Instituto Caro y Cuervo, III. Bogotá, 1949. Cap. 1,
Conquistadores humanistas, págs. 1-9. [116]

RIVERA MANESCAU, SATURNINo.-Catálogo de manuscritos de


de las Bibliotecas Universitarias de Santa Cruz de Valla-
dolid, en Anales de la Universidad de Valladolid, segun-
da época, julio-diciembre de 1935, año VIII, núms. 24-25,
conclusión, págs. 30-172. [117]

- Una obra original, aut6grafa y desconocida del conquzs-


tador del Nuevo Reino de Granada, D. Gonzalo Ximénez
de Quesada, en Boletín de Archivos, Bibliotecas y Museos
de Valladolid. Universidad de Valladolid, año II, núms.
4 y 5 correspondientes a abril-septiembre de 1947, publi-
cados en 1948.
Son ambos datos dados por el señor Ballesteros en el estudio pre-
liminar, notas 30, 31. [118]

RODRÍGUEZ FRElLE, JUA!'<.-El carnero. Conquista del Nuevo


Reino de Granada de las lndia,- Occidentales del mar océa-
no, y fundaci6n de Santajé de Bogotá, primera deste Rei-
no. Edición de Jesús M. Henao, Bogotá, 1935. Cap. 1,
págs. 21-25; cap. VI, págs. 45-54; cap. VII, págs. 61-62;
cap. X, pág. 84; Catálogo de los gobernadores ... , pág.
232.
La primera edición fue hecha por D. Felipe Pérez en Bogotá,
1859; fue reimpresa en la misma ciudad en 1884 y existen otras
varias ediciones de este importante ms. que se conserva en el Archivo
Nacional. Citamos ,por la del señor Henao que se tiene como la mejor,
con grabados e índices. [119]

S .\:"{CHEZ MOGUEL, A.-Gonzalo liménez de Quesada en la

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFíA DE JIMÉN EZ DE QUESADA CLXVIl

poesía y en la historia, Madrid, 1895. (Dato de Balles-


teros). [120]

SANÍN CANO, BALDOMERo.-Letras colombianas, México, Fon-


do de cultura económica, 1944, págs. 27-28. [121]

SIMÓN, FRAY PEDRO.-N oticias historiales de las conquistas


de Tierrafirme en las Indias Occidentales, 5 vals., ed. de
Medardo Rivas, Bogotá, 1882-1892. Tomo JI, pte. 11, 1~
Noticia, cap. IX, pág. 32; caps. XVII-XXXIV, págs. 56-112;
2~ Noticia, caps. I-XL, págs. 113-240; P Noticia, caps. 1-
IX, págs. 241-274; 5~ Noticia, cap. 1, pág. 335. Tomo 1Il,
pte. II, 7~ Noticia, cap. XIV, pág. 188; caps. XXVII y
XXVIII, págs. 234-240; cap. XXXIV, págs. 261-264. [122]

TAMAYO, JOAQUÍN.-Don Gonzalo Ximénez de Quesada, en


Boletín de Historia y Antigüedades, tomo XXV (1938),
núms. 285-286, págs. 459-476.

Se ilustra con el retrato de las Décadas de Herrera. [123]

TOBAR, MANUEL M.-Cartas del Adelantado don Gonzalo li-


ménez de Quesada, en Boletfn de Historia y Antigüedades,
tomo IX (1914), núm. 103, págs. 385-386.

El señor Tobar presenta con una breve introducción dos cartas


de Quesada halladas por él en el Archivo Histórico Nacional, de las
que se da referencia precisa en el lugar correspondiente de la Biblio-
grafía de Quesada . [124]

TORRES QUINTERO, ROBERTO.-El Adelantado Gonzalo limé-


nez de Quesada y su obra hist6rica "El Antijovio", en
Revista de la Policía Nacional, Epoca 1I, núm. 2, Bogotá,
diciembre de 1951, págs. 57-59.

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLXVIll RAFAEL TORRES QUINTERO

Comenta un pasaje de El Antijovio particularmente significativo


para ilustrar sobre las ideas militares de Quesada. [125]

URDA NETA, ALBERTo.-Restos de Don Gonzalo liménez de


Quesada, en Papel Periódico Ilustrado, año I1, núm. 36,
Bogotá, 15 de marzo de 1883, pág. 195. [126]

- Gonzalo liménez de Quesada, ibid., año V, núm. 97, Bo-


gotá, 6 de agosto de 1886, págs. 3-4.

Aquí transcribe los conceptos sobre Quesada de Vergara y Verga-


ra, Plaza, Acosta y Diccionario Larousse. Trae el soneto del señor
Briceño de que se da cuenta en su lugar. [126bis]

VALLEJO, ALEJ ANDRo.-La cita de los aventureros. Gesta de


Don Gonzalo liménez de Quesada. Edición conmemora-
tiva de la fundación de Bogotá, Bogotá, Litogr. Colom-
bia, 1938. 100 págs. [127]

VERGARA y VERGARA, JosÉ MARiA.-Historia de la literatura en


Nueva Granada, Bogotá, Echeverría Hnos., 1867, págs. 5-
11. 3" ed., con notas de Antonio Gómez Restrepo y Gus-
tavo Otero Muñoz, Bogotá, 1931, págs. 35-47.

En esta última ed. se hallan las notas del señor Otero Muñoz
incluídas bajo su nombre e.n esta Bibliografía. [128]

- Fundación de Bogotá (fragmento de una Carta a Fernán


Caballero), en Monumentos patrióticos de Bogotá por Ig-
nacio Borda, Bogotá, 1892, págs. 199-203. [129]

ZAMORA, FRAY ALONso.-Historia de la Provincia de San An-


tonino del Nuevo Reyno de Granada del Orden de Predi-
cadores por el P. M. Fr. Alonso de Zamora, su coronista
hijo del Convento de N. Señora del Rosario de la ciudad

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BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CLXIX

de Santa Fe, su patria, y examinador synodal de su ar~o­


bispado. En Barcelona, en la imprenta de Joseph Llopis,
año 1701. Libro JI, caps. V-XII.

Edición de Caracas con prólogo de Caracciolo Parra y notas del


mismo y del P. Andrés Mesanza, 1930. Esta misma fue reimpresa
en Bogotá por la Biblioteca de Cultura Popular Colombiana, nos. 62
a 65, 4 tomos, 1945. Lo relativo a Quesada en esta ed. se halla en el
tomo 1, págs. 227-291. [130J

DOCUMENTOS PUBLICADOS REFERENTES A JIMÉNEZ DE QUESADA

1538. Expedici6n de liménez de Quesada. Reparto de oro y


esmeraldas, en Boletín de Historia y Antigüedades, tomo
XVI (1927), núm. 191, págs. 662-687. Reproducido en His-
toria de la Provincia de San Antonino del Nuevo Reino de
Granada, por Fray Alonso de Zamora, ed. de Parra León
Hnos., reimpresa en Bogotá en 1945 por la BibLioteca Po-
pular de Cultura Colombiana, tomo IV, págs. 156-191.
Es una especie de acta, hecha por el escribano Gil López, de la
repartición del botín de oro y esmeraldas conseguido por Quesada y
sus compañeros desde que salieron de Santa Marta hasta junio de
1538 en que se hace la repartición. El documento fue enviado por
el señor Salazar de! Camino y copiado por e! señor Rubio y Moreno.
Obedece al pleito que promovió el licenciado Pedro Fernández Ga-
llego contra ]iménez para reclamar recompensas, en el cual fue ab-
suelto el Licenciado. [1 J

1538. Poder concedido a liménez de Quesada por "el consejo,


justicia y regimiento desta ct'udad Nueva de Granada, en
el valle de los alcázares de Bogotá, a treze dfas del mes
de agosto de mili e quinientos e treynta e ocho afias". Co-
pia fotográfica, en Boletín de Historia y Antigüedades, to-
mo XXV (1938), núms. 285-286, pág. 452.

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CLXX RAFAEL TORRES QUINTERO

Este documento se conserva en el Archivo de Indias de Sevilla


y fue enviado en copia fotográfica debidamente autenticada por el
general Ernesto Restrepo Tirado, Cónsul de Colombia en Sevilla. [2]

1539. Carta del Cabildo de Santa Marta, en Boletín de Histo-


ria y Antigüedades, tomo XIV (1922-1923), núm. 160,
págs. 248-250.
Está dirigida al Emperador el 28 de julio de 1539 para solicitarle
que la ciudad de Bogotá quede dentro de los límites de la Goberna-
ción de Santa Marta. El Alcalde y los Regidores se quejan de que
Quesada no los tuvo en cuenta en la repartición de! botÍn de la con-
quista. El documento fue copiado en Sevilla por e! Dr. Restrepo Ti-
rado (estante 2, cajón 2, legajo 3, 18, núm. 16). [3]

1539. Carta de los capitanes Lebrija y San Martín, en His-


toria general y natural . .. por Gonzalo Fernández de Ovie-
do (véase Fernández de Oviedo); en la 2? ed. de esta obra,
1944, tomo VI, págs. 143-161; en Revista Geográfica de
Colombia, año 1, núm. 1, Bogotá, noviembre de 1936, págs.
51-66, edición ilustrada y con reproducción autógrafa de
las firmas de los autores, tomada de otros documentos.
(Véase documentación del Archivo, n9 3).
Esta carta, escrita en 1539, es uno de los documentos mas lffipor-
tan tes para e! conocimiento de la conquista del Nuevo Reino, por
tratarse de personas que tomaron parte acti\'a y muy destacada en
ella. Está incluída también en la Colección de documentos por Juan
Friede, perteneciente a la Academia de Historia, tomo I, vol. 1, págs.
167-171 . [4]

1539. Proceso de Juan Castellano contra Jiménez de Quesa-


da, en Boletín de Historia y Antigüedades, tomo XI
(1917), núm. 130, pág. 610, con una breve explicación del
señor Otero y el título: Un pleito de la conquista neogra-
nadina, reproducido por el mismo señor Otero en el libro
citado, págs. 116-152.

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ .DE QUESADA CLXX[

Contiene las declaraciones de Francisco de Sanmartín, Cristóbal


de Roa, Licenciado Diego Hernández de Gallegos, el escribano Gil
López, Gonzalo Jiménez de Quesada (véase Escritos varios, 1539),
y Juan de Albarracín. Las declaraciones se tomaron en Sevilla en
1539. [5]

1540. Consulta del Consejo de Indias aL rey, en luan de Cas-


tellanos y su Historia del Nuevo Reino de Granada por
Marcos ]iménez de la Espada, págs. 53-55 y en Ensayo bio-
gráfico, etc., por Pedro M. Ibáñez, cap. V.

Pregunta al Rey si se le puede dar a Quesada e! gobierno de!


Nuevo Reino en oposición con D. Alonso Luis de Lugo y conceptúa
que lo merece. El Rey a pesar de eso nombró a Lugo. Fechado en
1540. [6]

1546. Armas para el Licenciado liménez de Quesada, en De


Gonzalo Ximénez de Quesada a don Pablo Morillo por
Ernesto Restrepo Tirado, págs. 9-11; en Gonzalo liménez
de Quesada por E. Otero D'Costa, págs. 328-330.

Cédula real fecha en Madrid, mayo de 1546. [7]

15·+7. Título de Mariscal del Nuevo Reino de Granada, en


Gonzalo liménez de Quesada por E. Otero D'Costa, págs.
199-204.
Cédula real fechada en mayo de 1547 concediéndole el título de
Mariscal y la constancia de su presentación ante el Alcalde Ordinario
de Santafé en el año de 1563. [8]

154 . Merced de renta de dos mil ducados anuales, en Gon-


zalo liménez de Quesada por E. Otero D'Costa, págs.
205-209.
Cédula real expedida en Valladolid, 1548, que ordena dar al Li-
cenciado Jiménez dos mil ducados de renta por año y constancia de
que la presentó ante el Alcalde Ordinario de Santafé en 1563. [9]

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CLXXII RAFAEL TORRES QUINTERO

1549. Aprobación de los términos señalados por el Licenciado


a los pueblos que él ganó y conquistó en el Nuevo Reino
de Granada, en Revista del Archivo Nacional, tomo V,
núms. 53 a 56, Bogotá, septiembre-diciembre de 1943, págs.
359-360.
Cédula real eX'pedida en Valladolid el 9 de junio de 1549. Sa-
cada y corregida por el escribano Juan Marúnez en 1551. [10]

1556. Nombramiento de Gobernador de Cartagena, en Ubro


de acuerdos de la Audiencia Real del Nuevo Reino de Gra-
nada ... Publicación del Archivo Nacional de Colombia
dirigida por Enrique Ortega Ricaurte, tomo 1, Bogotá,
1947, pág. 269.
Junto con el nombramiento hay otro acuerdo del mismo año dis-
poniendo que se escriba a Su Majestad sobre el asunto. [11]

1557. Recibimiento por Oidor al señor doctor luan Maldona-


do, en Libro de Acuerdos de la Audiencia Real, etc. cit.,
tomo II, págs. 28-32.
El Mariscal figura como testigo en la presentación de la provisión
real en Santafé en 1557. Adviértase que en muchos de los acuerdos
publicados en este tomo, así como en algunos de los contenidos en
el primero, aparece el nombre del Mariscal fugazmente, bien como
testigo, bien como persona de máxima autoridad en el Reino, a quien
debían notificarse los acuerdos y disposiciones de la Audiencia. Véase
tomo 1, págs. 23, 231, 270 y tomo TI, págs. 61, 69, 77, 89, 118, 159
165 Y 272. [12]

1560. Merced de renta en encomiendas de tres mil ducados al


año, en Gonzalo liménez de Quesada por E. Otero D'Cos-
ta, págs. 210-214.
Cédula real expedida en Aranjuez en 1560 que ordena concederle
al Licenciado Jiménez un repartimiento de indios que rente tres mil
ducados al año en cambio de los dos mil que se le habían dado en
1548. Constancia de su presentaci6n en 1563. [J3]

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE ]IMÉNEZ DE QUESADA CLJL'{llI

1563. Encomienda de varios repartimientos de Indz'os a Don


Gonzalo liménez de Quesada, en Revista del Archivo Na-
cional, tomo V, núms. 53 a 56, Bogotá, septiembre-diciem-
bre de 1943, págs. 367-371.

Real provisión dada en Santafé el 16 de febrero de 1563, hecha


en ejecución de la Real Cédula de 1560 (véase número anterior) que
aquí se trascribe de nuevo. [14]

1565. Título de Adelantado para el Licenciado liménez de


Quesada, en Gonzalo liménez de Quesada, por E. Otero
D'Costa, págs. 238-242.

Memorial de petición presentado a nombre de Quesada por Fran-


cisco Velásquez y la cédula real concediéndole el título expedida en
J 565. Véase documentación del Archivo Nacional, núm. 60. [J 5]

1566. Título de encomienda de los indios de Honda, en Gon-


zalo liménez de Quesada por E. Otero D'Costa, págs. 243-
246.

Cédula de la Real Audiencia de Santare concediendo la enco-


mienda a Quesada, en 1566. [16]

1568. Encomienda de los Llanos, en Revista del Archivo N a-


cional, tomo V, núms. 53 a 56, Bogotá, septiembre-diciem-
bre de 1943, págs. 371-374; en Gonzalo liménez de Que-
sada por E. Otero D'Costa, págs. 259-263.

Real provisión concediendo al Adelantado la encomienda que fue


de Alonso Martín Cobo, dada por el Presidente de la Real Audiencia,
Venero de Leiva, en Tunja el 21 de febrero de 1568. Diligencia de
posesión de la encomienda. [17]

1576. Información de oficio sobre los servicios de D. Gonzalo ,


en Gonzalo liménez de Quesada por E. Otero D'Costa,
págs. 274-319.

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLXXIV RAFAEL TORRES QUINTERO

Contiene el interrogatorio formulado por el Presidente y Oidores


de la Real Audiencia para allegar documentación en la probanza de
servicios de Quesada. Declaran el Mariscal Hernán Vanegas, el Ca-
pitán Joan Tafur, el Canciller Pedro del Azebo Sotelo, el Capitán
Pedro de Mora del Pulgar, el Escribano Juan de Párraga, Gonzalo de
Martas, el Capitán Diego de Ospina y se añade un memorial de Me!-
chor de Quesada, hermano del Adelantado. Todos los declarantes
coinciden en ponderar los méritos del peticionario y la justicia de sus
reclamaciones. Se hizo esta información en Santafé en julio de 1576.
[ 181

1578. Cédula real para que el Adelantado pueda nombrar he-


rederos, en Gonzalo liménez de Quesada por E. Otero
D'Costa, págs. 320-322.
Fecha en San Lorenzo a 23 de mayo de 1578. [ 19]

1579-1938. [Documentos sobre los restos de liménez de Que-


sada] , en Monumentos patrióticos de Bogotá por Ignacio
Borda, Bogotá, 1892, págs. 107-120 y en Boletín de Histo-
tor'ia y Antigüedades, tomo XXV (1938), núms. 285-286,
págs_ 571-575.
En los lugares indicados se encuentran diversos documentos que
demuestran cuál ha sido el itinerario de los despojos mortales del
Mariscal. Pueden resumirse en la forma siguiente: 1579. Muere y es
sepultado en la iglesia parroquial de Mariquita. 1597. Se trasladan
sus ceruzas de Mariquita a Bogotá y son depos.itadas en el presbiterio
de la Catedral, al lado de la Epístola. 1824. Al reconstruirse la Basí-
lica, sus restos son guardados en una bóyeda del mismo presbiterio.
1890. Son trasladados al panteón de la Catedral. 1892. Las autorida-
des municipales de Bogotá erigen un mausoleo en el Cementerio
Central, donde colocan las cenizas del Fundador. 1938. Con motivo
del centenario de la fundación de Bogotá, los restos del Mariscal son
conducidos de nuevo con gran solemnidad a la Basílica Primada,
donde actualmente reposan. [20]

e ... Pedimientodado por el Fiscal Licenciado Villalobos. en


Boletín de Historia y Antigüedades, tomo XIV (1922-
1923), núm. 160, páO's. 252-254.

®Biblioteca Nacional de Colombia


BIBLIOGRAFÍA DE JIMÉNEZ DE QUESADA CLXXV

Se queja de los delitos que cometieron el Licenciado ]iménez


(Gonzalo) y su hermano Hernán Pérez de Quesada. Fue copiado
por el Dr. Ernesto Restrepo Tirado y se conserva en Sevilla, estante
2, cajón 2, legajo 1-16, R. 34. [21]

? ... Floreto de anécdotas y noticias diversas que recopiló un


fraile Dominico residente en Sevilla a mediados del siglo
XVI. Publicado con prólogo, notas e índices por F. Sánchez
Cantón. T. XLVIII del Memorial Histórico Español. Ma-
drid, 1948, fol. 41. (Dato de M. Ballesteros Gaibrois, véase
estudio preLiminar). [22]

1926. Casas de Quesada y de Mutis, en Boletín de Historia y


Antigüedades, tomo XV (1925-1926), núm. 174, págs. 381-
383.
Se halla aquí el contrato celebrado entre Ricardo Galvis por parte
del Municipio de Mariquita y Enrique Otero D'Costa en nombre de
la Academia Colombiana de Historia para ceder a ésta la casa que
habitó y en Ja que murió Jiménez de Quesada. Firmado ante testigos
en Bogotá, a 26 de febrero de 1926. [23]

DOCl;MENTOS INÉDITOS REFEREK'TES A

JIMÉN""EZ DE QUESADA.

Colección de documentos por Juan Friede. Academia Colom-


biana de Historia. Diez tomos, algunos en tres volúmenes,
escritos en máquina. En esta copiosa documentación sobre
la historia del Nuevo Reino, copiada en el Archivo de
Indias por el señor Friede, se encuentran abundantes do-
cumentos relacionados con Quesada entre los que convie-
ne destacar los siguientes;

- Relación del descubrimiento y poblaci6n de la provincia

®Biblioteca Nacional de Colombia


GLx..\:VI RAFAEL TORRES QUINTERO

de Santamarta, tomo 1, vol. 1, págs. 106-166, especialmente


págs. 144 y sigs. ( anónima). [1 ]

- Declaración citada en la primera parte, núm. 14. En el


mismo tomo V, vol. 1, hay numerosos documentos que de
algún modo se reliacionan con Quesada. V éanse págs. 253,
255, 263. [2]

- Carta de recomendación dirigida a la Real Audiencia, in-


formándole que un hermano de Quesada va a servir allá.
Fechada en febrero de 1549. Tomo V, vol. III, pág. 278.
[3]

Documentación sobre los progenitores y la patria de Quesa-


da. En artículo del señor Friede publicado en El Tiempo
de Bogotá, agosto 31 de 1952, informa que "la copiosa do-
cumentación que recogió don José de la Torre sobre los
progenitores de Jiménez de Quesada fue gentilmente re-
galada por el investigador al municipio de Bogotá, donde
reposa aún sin ser publicada". Véase además el artículo,
citado en su lugar, de José de la Torre Vasconi. [4]

El Adelantado Ximénez de Quesada. Documentos para su


biografía estudiados en el Archivo General de Indias por
D. Francisco Cervera Jiménez-Afaro.
En 1919 el señor Cervera se interesó, a petición de D. José María
Rivas Groot, en la búsqueda de documentos sobre Quesada y escribió
para la revista Raza Española un artículo que luégo desistió de pu-
blicar en vista de la abundancia del material hallado. Cabe advertir
que desde esta época el señor Rivas Groot estaba en la pista del
manuscrito de El Anti;ovio y él mismo escribió una conferencia sobre
Quesada. El escrito del señor Cervera y la correspondencia con el
doctor Rivas Groot se guardan en el archivo de familia del doctor
J. M. Ri\'as Sacconi. [5]

RAFAEL TORRES QUINTERO.

®Biblioteca Nacional de Colombia


DOCUMENTACIÓN SOBRE GONZALO JI}'lÉNEZ DE QUESADA

PERTENECIENTE AL ARcmvo NACIONAL l.

Desde hace ya varios años el Ministerio de Educación Nacional


estaba interesado en recoger en uno o varios volúmenes toda la do-
cumentación existente en los archivos españoles, principalmente en el
Archivo General de Jndias, de Sevilla, sobre el fundador de esta capital,
a quien todavía no se ha rendido el homenaje a que se hizo acreedor
por la conquista, colonización y evangelización de estas comarcas, que
hoy llevan, afortunadamente, el nombre del descubridor de América.
Fue entonces cuando para bien de esta ciudad el señor Juan Friede,
miembro muy distinguido de la Academia Colombiana de Historia, en-
tonces en Madrid (España), ofreció trasladarse a Sevilla y estudiar allí,
gratuitamente, toda aquella documentación que hoy, gracias a su labo-
riosidad y competencia, se encuentra en poder del Archivo Nacional
de Colombia y que, en el curso de uno o más años, podrá darse a co-
nocer. Consta de cuatro mil cuatrocientos setenta y nueve (4.479) micro-
films, todos ellos de excepcional importancia histórica, distribuídos así:
Exposiciones
1. Documentación NQ 6. Libro de apuntes de la jornada
que hizo Jiménez de Quesada. 1536 a 1538 (Escribanía de
Cámara 1006 A.). Carretes Nos. 2 y 3. Comienza en la foto
número 1 . . .. .. . . 40
2. Hojas sueltas en el pleito con el Fiscal. Año de 1538
(Escribanía de Cámara 1006 A.). Carrete NI? 3. Comienza
en la foto NI? 31 3
• 3. Relación de los Capitanes San Martín y Lebrija sobre
la jornada de Jiménez de Quesada. Año de 1539 (Patronato
27, Ramo 14). Documentación NQ 66 (Segunda relación),
Carretes números 39 y 40. Comienza en la foto NQ 29 .. 14
4. Documentación número 67 (Segunda. relación). Ex-
tracto del relato anterior (Patronato 27, Ramo 15). Carretes
números 40 y 41. Comienza en la foto número 12 .. 44

1 Debernos a la gentileza de D. Enrique Ortega Ricaurte, Director


del Archivo Nacional de Colombia, el poder dar a conocer la lista com-
pleta de los documentos referentes al fundador de Bogotá que se con-
servan en esa importante dependencia. De esos documentos, cuyo origen
explica el mismo Director del Archivo, algunos pocos se hallan ya pu-
blicados, circunstancia que hacemos notar señalándolos con un asterisco.

XII

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLXXVIIl DOCUMENTACIÓN DEL ARCHIVO NAClONAL

Exposiciones
5. Documentación NQ 4 (Primera relación). Recibo,
fundición y venta del oro traído por Jiménez de Quesada.
Fecha: 29 - XI - 1539 (Contratación 4676) . Carrete NQ 1;
comienza en la foto número 6 . . 5
6. Documentación número 18 (Primera relación) . Rela-
ción de las esmeraldas que trajo Jiménez de Quesada (Pa-
tronato 195, Ramo 14). Carrete número 49; comienza en
la foto número 14 .. .. .. .. 3
7. Documentación número 22 (Primera relación) . Re-
lación original hecha por Jiménez de Quesada sobre los
conquistadores del Nuevo Reino de Granada. Año de 1539
(Patronato 27, Ramo 39). Carrete número 50; comienza
en la foto número 7 . . 9
8. Documentación número 39 (Primera relación). Pro-
banzas hechas contra Jiménez de Quesada en Cartagena.
Año de 1539. (Justicia, 599) . Carretes números 52 a 57;
comienza en la foto número 1 . . 152
9. Documentación número 40 (Primera relación) . Pro-
banzas hechas contra Jiménez de Quesada en Santa Marta.
Año de 1540. (Justicia, 599). Carretes números 57 a 59;
comienza en la foto número 2 .. 74
10. Documento número 44 (Segunda relación). Dili-
gencias hechas por Jiménez de Quesada contra el embargo
de sus bienes. Año de 1540. (Justicia, 731) . Carretes nú-
meros 14 y 15; principia en la foto número 9 . . .. 17
11. Documentación número 45 (Segunda relación) . Di-
ligencias hechas y fianzas dadas por Jiménez de Quesada
para el desembargo de sus bienes. Año de 1540. Carretes
números 15 y 16; empieza en la foto número 9 .. .. . . 46
12. Documentación número 50 (Segunda relación) . Pa-
peles del pleito entre Juan de Castellanos y ]iménez de
Quesada. Años de 1539 a 1561. (Justicia, 744). Carretes
números 28 a 31; principia en la foto número 34 .. .. 90
13. Documentación número 1 (Relación primera). El
Fiscal contra Jiménez de Quesada por haber traído oro clan-
destinamente a España. Fecha: 26 - 1 - 1540 (Contratación,
5009). Carrete número 1; principia en la foto número 1 . . 2
14. Documentación número 2 (Primera relación). El
Fiscal pidiendo informes sobre el oro que registró Jirnénez
de Quesada. Fecha: 3 - XI - 1540. Carrete número 1; em-
pieza en la foto número 2 . 2

®Biblioteca Nacional de Colombia


DOCUMENTACiÓN DEL ARCHIVO NACIONAL CLXXIX

Exposiciones
15. Documentación números I3 y 14 (Relación prime-
ra). Documentos sueltos del pleito con el Fiscal (Escribanía
de Cámara, Leg. 779 A). Carrete número 33; empieza en
la foto número 1 20
16. Documentación número 43 (Segunda relación). Pa-
peles del pleito entre el Licenciado Jiménez de Quesada y
el Licenciado Gallegos. Años: 1539 a 1561. (Justicia, 599).
Carretes 1 a 14; principia en la foto número 1 .. 612
17. Documentación número 8 (Primera relación). In-
formación hecha contra el Licenciado Jiménez de Quesada
por Gonzalo Pérez, Alcalde ordinario de Santa Marta.
7 - IV - 1541 (Escribanía de Cámara, 1006 A). Carretes
números 3 a 7; principia en la foto número 15 143
18. Documentación número 3 (Primera relación). Or-
den de arresto contra el Licenciado Jiménez de Quesada.
Fecha: 4 - IV - 1542 (Contratación, 5010). Carrete núme-
ro 1; principia en la foto número 4 . . . . 2
19. Documentación número 19 (Relación primera).
Acusación del Fiscal contra Jiménez de Quesada. Año de
1542 (Patronato 195, Ramo 34). Carrete número 49; prin-
cipia en la foto número 17 3
20. Documentación número 47 (Segunda relación).
Probanzas de Juan de Castellanos contra el Licenciado Ji-
ménez de Quesada. Año de 1543 (Justicia, 744). Carretes
números 17 a 24; principia en la foto número 1 .. 299
21. Documentación número 48 (Justicia, 744). Rela-
ción segunda. Probanzas presentadas por Jiménez de Que-
sada contra Juan de Castellanos. Año de 1544. Carretes nú-
meros 25 a 27; principia en la foto número 1 95
22. Documentación número 49 (Segunda relación). Re-
lación sacada por el Relator del Consejo de las probanzas
hechas por las partes (Sin fecha). (Justicia, 744). Carretes
números 27 a 28; principia en la foto número 24 .. .. 47
23. Documentación número 61 (Segunda relación). In-
formaciones hechas por el Capitán Lázaro Fonte sobre su
prisión. Año de 1544 (Justicia, 1123). Carretes números
34 y 35; principia en la foto número 1 40
24. Documentación número 9 (Primera relación).
Fianzas que dio el Licenciado Jiménez de Quesada en su
pleito con el Fiscal. Fecha: 1545 y 1546 (Escribanía de

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLXXX DOCUMENTACIÓN DEL ARCHIVO NACIONAL

Exposiciones
Cámara, 1006 A). Carretes números 7 a 10; principia en
la foto número 15 .. .. .. . . .. 103
25. Documentación número 11 (Primera relación).
Descargos que hizo el Licenciado Jiménez de Quesada y
sus procuradores en el pleito contra el Fiscal. Años de
1546/1564 (Escribanía de Cámara, 1006 A) . Carretes nú-
meros 13 a 24; principia en la foto número 33 .. .. 305
26. Documentación número 62 (Segunda relación).
Fragmentos del pleito entre don Luis Alonso de Lugo y el
Licenciado Jiménez de Quesada. Año de 1546 (Justicia,
1162). Carrete número 35; principia en la foto número 26. 10
27. Documentación número 63 (Segunda relación).
Fragmentos del pleito entre el Fiscal y don Luis Alonso
de Lugo por una piedra esmeralda que había pertenecido
a Jiménez de Quesada. Año de 1546 (Justicia, 115). Ca-
rrete número 36; principia en la foto número 1 . 46
28. Documentación número 10 (Primera relación).
Probanza de! Fiscal en su pleito contra e! Licenciado Ji-
ménez de Quesada. Año de 1547. Agosto 13 (Escribanía
de Cámara, 1006 A). Carretes números 11 a 13; principia
en la foto número 1 .. .. .. . . .. 90
29. Documentación número 28 (Primera relación). Tí-
tulo de regimiento a favor del Licenciado Jiménez de Que-
sada. Fecha: 21- V -1547 (Indiferente, 2859 . Libro 1, fo-
lio 181). Carrete número 50; principia en la foto número 28. 2
30. Documentación número 64 (Segunda relación). Va-
rias actas y peticiones referentes a Jiménez de Quesada.
Años de 1547/1566 (Santafé, 81). Carrete número 38;
principia en la foto número 1 . . 21
31. Documentación número 23 (Primera relación). Li-
cencia otorgada al Licenciado Jiménez de Quesada para
llevar cien esclavos negros. Fecha: 23 - IV - 1548 (Indife-
rente, 424. Libro 21, folio 148). Carrete número 50; prin-
cipia en la foto número 16 .. . 4
32. Documentación número 25 (Primera relación).
Constancia de una receptoria en el pleito con el Fiscal,
pedida por éste. Fecha: 9 - XII - 1548 (Indiferente, -124.
Libro 22, folio 46 vuelto). Carrete número 50; principia
en la foto 23 .. .. 2
33. Documentación número 29 (Primera relación). Cé-
dula Real referente al pago del salario del Licenciado Que-

®Biblioteca Nacional de Colombia


DOCUMENTACiÓN DEL ARCHIVO NACIONAL CLXXXI

Exposiciones
sada. Feoha: 15 - XII -1548 (Santafé, 533 . Libro 1, folio
5). Carrete número 50; principia en la foto número 20 . . 3
34. Documentación número 30 (Primera relación) . Real
Cédula que favorece a ]iménez de Quesada con las enco-
miendas de Sogamoso, Guatavita y Fontibón. Fecha; 22-
XlI - 1548 (Santafé, 533. Libro 1, folio 6 vuelto). Carrete
número 50; principia en la foto número 33 .. .. 2
35. Documentación número 46 (Segunda relación). De-
claración jurada de ]iménez de Quesada sobre lo sucedido
en el reparto del botín de Santafé. Año de 1548 (Justicia,
742). Carrete número 16; principia en la foto número 18. 9
* 36. Documentación número 20 (Primera relación). In-
forme original hecho por el Licenciado ]iménez de Quesada
de lo que se debe hacer para el buen gobierno del Nuevo
Reino de Granada. Año de 1549 (Patronato, 195, Ramo 30).
Carretes números 49 y 50; principia en la foto número 20. 20
37. Documentación número 21 (Primera relación) . Re-
ceptoria en el pleito del Fiscal. Fecha; 9 - XlI - 1549 (Pa-
tronato 280, número 1, Ramo 10). Carrete número 50;
principia en la foto número 3 . . 4
38. Documentación número 24 (Primera relación). Real
Cédula por la que se acorta en dos años la suspensión
de oficios a que había sido condenado ]iménez de Quesada.
Fecha; 12 -1II - 1549 (Indiferente, 424. Libro 21, folio
317). Carrete número 50; principia en la foto número 20. 3
39. Documentación número 26 (Primera relación). Carta
receptoria en el pleito con el Fiscal, pedida por Jiménez de
Quesada. Fecha: 9 - XII - 1549 (Indiferente, 424. Libro 22,
folio 47) . Carrete número 50; principia en la foto número 25. 2
40. Documentación número 27 (Primera relación).
Constancia de haberse despachado otra carta receptoria. Fe-
cha; 18 - XlI - 1549 (Indiferente, 424. Libro 22, folio 50
vuelto). Carrete número 50; principia en la foto número 27.
4l. Documentación número 31 (Primera relación). Dos
cédulas inspiradas en las sugerencias de ]iménez de Quesada
para el buen gobierno del Nuevo Reino de Granada. Fecha:
2 - VI - 1549 (Santafé, 533. Libro 1, folio 57 vuelto). Ca.
rretes números 50 y 51; principia en la foto número 35 . . 2
42. Documentación número 32 (Primera relación). Real
Cédula por la cual se prorroga a Jiménez de Quesada el tér-
mino para presentarse al Oficio de regimiento. Fecha; 13-

®Biblioteca Nacional de Colombia


CLXXXIl DOCUMENTACIÓN DEL ARCHIVO NACIONAL

Exposiciones
IV - 1549 (Santafé, 533. Libro 1, folio 47 vuelto). Carrete
número 51; principia en la foto número 3 . . 3
43. Documentación número 33 (Primera relación). Real
Cédula ordenando pagar el salario de Jiménez de Quesada
de los tributos de los indios. Fecha: 9 - VI - 1549 (Santafé,
533. Libro 1, folio 67 vuelto). Carrete número 51; prin-
cipia en la foto número 5 . . .. ... . . . .. .. ..
44. Documentación número 41 (Primera relación). Pro-
banzas hechas contra Jiménez de Quesada en España. Años
de 1549 a 1550 (Justicia, 599). Carretes 59 a 62; principia
en la foto número 4 .. . . .. .. 127
45. Documentación número 42 (Primera relación). Dos
relaciones de las acusaciones puestas a Jiménez de Quesada
y hechas por los Relatores del Consejo de Indias. Año de
1550 (Justicia, 599). Carretes números 62 a 64; principia
en la foto número 22 .. 112
46. Documentación número 51 (Segunda relación). Doce
cédulas inspiradas en las informaciones hechas por Jiménez
de Quesada. Año de 1549 (Santafé, 533. Libro 1). Carrete
número 31; principia en la foto número 11 24
47. Documentación número 52 (Segunda relación).
Tres cédulas inspiradas en las informaciones hechas por Ji-
ménez de Quesada. Año de 1549 (Santafé, 533. Libro 1).
Carretes números 31 y 32; principia en la foto número 35. 6
48. Documentación número 53 (Segunda relación). Real
Cédula prorrogando a Jiménez de Quesada el término de su
presentación al Oficio de regidor. Año de 1550 (Santafé, 533.
Libro 1). Carrete número 32; principia en la foro número 4. 2
49. Documentación número 5 (Primera relación). Cons-
tancia de haberse presentado el título de Mariscal en la Casa
de Contratación de Sevilla. Fecha: 8 - VIII - 1550 (Contra-
tación, 5787). Carrete número 1; principia en la foto nú-
mero 11 ...... . 2
50. Documentación número 12 (Primera relación). Ac-
tas de la Real Audiencia sobre los trece mil ducados en que
fue condenado el Mariscal Jiménez de Quesada. Años de
1550 a 1572 (Escribanía de Cámara, Leg. 779 A). Carretes
números 24 a 41; comienza en la foto número 2 .. 639
SI. Documentación números 34 y 35 (Primera relación).
Dos Reales Cédulas que prorrogan el término dado a Jimé-
nez de Quesada para presentarse en Santafé. Fechas 17-

®Biblioteca Nacional de Colombia


DOCUMENTACIÓN DEL ARCHIVO NACIONAL CLXXXIlI

Exposiciones
IV - 1550 y 15 - V -1550 (Santafé, 533 . Libro 1, folio 67
vuelto). Carrete número 51; principia en la foto número 7. 2
52. Documentación número 36 (Primera relación). Car-
ta del Consejo Supremo de las Indias al Mariscal Jiménez
de Quesada contestando a sus quejas contra el Oidor de la
Real Audiencia de Santafé D. Juan de Montaña. Fecha:
31- VII - 1556 (Santafé, 533. Libro 1, folio 431 vuelto).
Carrete número 91; principia en la foto número 9 .. ..
53. Documentación número 37 (Primera relación). Pro-
yecto de la Real Cédula por la cual se concede escudo de ar-
mas al Mariscal D. Gonzalo Jiménez de Quesada; va acom-
pañada de dos diseños a pluma de las mismas (Santafé,
1249). Carrete número 51; principia en lafoto número 10. 7
54. Documentación número 69 (Segunda relación). Or-
denanzas de Jiménez de Quesada sobre la boga en el río
de la Magdalena. Años de 1556 y 1557 (Justicia, 601).
Carrete números 49/51; principia en la foto número 26. 81
55. Documentación número 15 (Primera relación). Di-
ligencias y capitulación para la expedición a "El Dorado".
Años de 1557 a 1569 (Patronato, 29, Ramo 21). Carrete
números 42/49; principia en la foto número 1 .. .. 238
56. Información de Jiménez de Quesada sobre el Go-
bierno de Venezuela (Documentación número 70). Sin fe-
cha (Santo Domingo, 207). Carrete número 51; principia
en la foto número 36 .. . . .. . .
57. Documentación número 38 (Primera relación). Pes-
quisas sobre las actividades de Jiménez de Quesada en el
tiempo en que fue Gobernador de Cartagena. Fecha: Años
de 1557 a 1562 (Justicia, 599). Carrete números 65/76;
principia en la foto número 1 .. 398
• 58. Documentación número 16 (Primera relación).
Poder otorgado por Jiménez de Quesada a Francisco Velás-
quez. Fecha: 30 - 1 - 1562 (Patronato, 155. NQ 1, Ra-
mo 14). Carrete número 43· principia en la foto número 4. 4
• 59. Documentación número 17 (Primera relación).
Dos peticiones de Jiménez de Quesada. Años de 1562 y 1563
(Patronato, 155. NQ 1, Ramo 14). Carrete número 49;
principia en la foto número 8 .. 6
• 60. Documentación número 54 (Segunda relación).
Título de Adelantado. Año de 1565 (Santafé, 533. Lib. 2).
Carrete número 52; principia en la foto número 6 .. . . 2

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CLXXXIV DOCUMENTACiÓN DEL ARCHIVO NACIONAL

Exposiciones
61. Documentación número 55 (Segunda relación). Real
Cédula a los Oidores de la Real Audiencia de San tafé con
relación a la expedición de "El Dorado". Año de 1568
(Santafé, 534. Libro 3). Carrete número 32; principia en
la foto número 8 .. . . .. .. 5
62. Documentación número 56. Documentos sobre el
mismo asunto. Año de 1568 (Santafé, 534. Lib. 3). Carrete
número 32; principia en la foto número 13 .. ..
" 63. Documentación número 72 (Segunda relación).
Licencia para imprimir los tres R-\TOS DE SUESCA. Año
de 1568 ... (Indiferente, 425. Lib. 24). Carrete número 51;
principia en la foto número 37 3
64. Documentación número 68 (Segunda relación) .
Pleito de ]iménez de Quesada con el Fiscal de la Real
Audiencia sobre las sumas que adeudaba a las Cajas Reales.
Años de 1565 a 1574 (Justicia, 513) . Carretes números 41
a 49; principia en la foto número 18 347
65. Documentación número 57 (Segunda relación). Real
Cédula para que después de la muerte de Jiménez de Que-
sada se paguen sus deudas con los tributos de los indios.
Año de 1569 (Santafé, 534. Libro 3). Carrete número 32;
principia en la foto número 14 21
66. Documentación número 58 (Segunda relación). Real
Cédula confirmando las instrucciones de la expedición a
"El Dorado". Año de 1571 (Santafé, 534. Lib. 3). Carrete
número 33; principia en la foto número 1 .. 7
67. Documentación número 59 (Segunda relación). Real
Cédula sobre los límites de las jurisdicciones de las Go-
bernaciones de cáceres y Jiménez de Quesada. Año de 1574
(Santafé, 534. Lib. 4). Carrete número 33; principia en la
foto número 8 .. .. .. .. .. .. .. .. 2
68. Documentación número 60 (Segunda relación). Li-
cencia dada al Mariscal don Gonzalo Jiménez de Quesada
para poder dejar sus encomiendas a sus acreedores por dos
vidas. Año de 1578 (Santafé, 534. Lib. 5). Carrete nú-
mero 33; principia en la foto número 10 3
69. Documentación número 65 (Segunda relación). Pro-
banzas de servicio del Capitán Me1chor de Quesada. Año
de 1576 (Patronato, 160. NQ 2, Ramo 1). Carrete números
38/39; principia en la foto número 22 43
TOTAL DE DOCUlIfEKTOS . 4.479 Exp.

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.. o.. l ,.

Lám, 4: PO RTADAS DE ALGU;-.JAS OBRAS DE JO \ '¡O,

Las reproducciones on tomadas de ejemplares e.Xlll-

ten tes en la Real Academia de la H istoria, Madrid,

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[f. 1 r.]

EL ANTE]OVIO

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[f. 1I r.]
EL ANTEJOBIO 1

El libro llamado Antijobio, en el qual se contiene


todas aquellas cosas en que Paulo Jobio, obispo de No-
chera, andubo herrado, esp~ialmente en las que dixo
mal (contra la berdad de la historia acahe\=ida) de los
españoles y na\=ión español[a]; rreduzidos los acae\=imien-
tos a la berdad de como p [ asaron] ... harte que queda
sabida, y no al contrari[ o] ... como hasta aquí sino en-
teramente qued ... [aca]he\=ió en nuestro tiempo, dende
qu'el ynf[ante]. .. rromano y rrey d'España comen-
~[ó] '"
Contiénense asimesmo... en algunas obras de au-
[tares] . .. que sin esta obra o ... de entender al rrebés ...
Compuesto y... [don Gon~alo XimenesJ de Quesa-
da Adel [antado] . .. [capi] tán general del ...

1 En la margen superior derecha, de letra diferente: "448


foxas", con dos rúbricas; en la izquierda, de letra del corrector: "No
se ympríma esto"; el texto está anulado por el mismo con rayas trans-
versales. La foja está rota en forma que hace imposible la lectura
total; se ha suplido, en lo posible, entre corchetes, el texto perdido.
El fol. 1 v. contiene, de letra del corrector y con la anotaci6n al
margen: "Este será el título del libro", el texto siguiente:
"Apuntamientos y anotaciones sobre la Historia del Jovio, obispo
de Nochera, en que se declara la verdad de las cosas que pasaron en
tiempo del Emperador don Carlos V, desde que comen~ a reynar
en España, y se desagravia la naci6n española de los cargos que por
falsas relaciones les carga el dicho Jovio. Lo qual escrivía, y ordenava
don Gonsalo Ximénez de Quesada, Adelantado del Nuevo Reyno
de Granada y capitán general d'él en las Indias Occidentales".

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[f. 111 r.] AL MUY JLLUSTRE SEÑOR LUIS QUIXADA,
CAUALLERIZO MAYOR DEL PRINc;IPE NUES··
TRO SEÑOR Y DEL CONSEJO DE GUERRA Y ES-
T ADa DE SU MAGESTAD, SEÑOR DE VILLA-
GARc;IA, ETC., MI SEÑOR 2.

Muy jIlustre señor:


Buscando en la memoria vn soldado que tomar y ale-
gar por testigo entre Paulo Jovio y mí, para qu'es ver-
dad lo que aquí escriuo contra él en esta obra, si acaso
mere~iere este apellido, topándome con él, me topé con
vn cavallero y señor a quien podella dirijir; dos cosas
que juntas en vn sujeto, quienquiera con~erá que lo
digo por Vuestra Señoría, en el qual solo concurren ay
anbas, más perfetamente que en otro de los que yo co-
nozco ni e jamás cono~ido; y pluviera a Dios que la
uentura cunpliese al sujeto con lo uno, digo con la gran-
deza del estado que se mere~e, como cunplió con lo otro
vI
de la soldadesca, pues dio el timo grado en esto que
vmanamente se puede dar. A mí a lo menos, devotísimo
servidor de Vuestra Señoría, por sola vna afj~ión anti-
gua sin más tratan~a, que no sé cómo na~e muchas vez~s
en los ombres, paré~eme que lo que Vuestra Señoría
alcan~a en lo vno y mere~e en lo otro, fuera aparte toda
la baxeza y vileza de lisonjas, no se puede cómodamen-

2 En la margen izquierda, de letra del corrector: "No se ponga,


sino la emendada"; el texto de toda esta dedicatoria está anulado por
el mismo con rayas trasversales.

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6 EL ANTIJOVIO

te escreuir. Pues suplico muy encare~idamente a Vuestra


Señoría vea eso, que allá ua a la barbaresca, que pues se
trata acá con estos bárvaros, de ne~e~idad se nos a de
pegar algo d'ellos; y lo mismo temió el otro poheta, con
menos rrazón que yo, en su destierro. En fin, como quie-
ra que sea, allá lo enbío desde esta prostera parte del
mundo, qu'es muy bien que tal persona como Vuestra
Señoría tenga por tod'él derramados servidores, porque
no supe para las dos cosas qu'he dicho mejor soldado
para que vea si pasó así lo que aquí digo, pues fue testigo
de vista de la mayor parte de todo ello, ni mejor señor
para saberlo anparar y defender, no con la dire~ión, como
munchos dizen quando escriuen estas cartas qu' ellos lla-
man prólogos, porque ya veo quitada la avtoridad aparte
por grande que sea como lo es en este caso la de a quien
se dirije, que esto quando la obra no lo mere~e haze poco
al caso, sino para defendello por rrazones quando se
[f. nI v. ] ofre~e el contrariallo, I pues las que Vuestra Señoría en
este caso diese bastarían por leyes para quedar conde-
nados los que lo mere~en y hazer callar a ellos y a mí y
a todos los que porfia~en lo contrario.

Fyn.

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[f. IV r.]
AL LECTOR 3

Bien sé (que no lo ynoro), quán fá~il cosa es el dezir


mal y el ser ~ensor y poner faltas en obras agenas; pero
~iertamente yo estoy seguro en mi con~ien~ia qu'este
trauaxo que he tomado a mi cargo no ba por hese cami-
no, sino por el derecho y rreal de querer bolber por mi
na~ión, a quien befa por el mundo andar cargada sin
propósito ninguno; antes allegaua a tanto mi cobardía
y poco ánimo que, con hauer visto años abía a Paulo
Jobio en su original y latina lengua, no meneaba yo la
mía pare~iéndome en alguna manera a vnos honbres
que quando entienden que nadie bee lo que pasa, pasan
ellos tanbién por su ynjuria, fingiendo en mí que como
el libro no andaua entendido del bulgo me vastaba; hasta
que bide al obispo de Nochera (de quien tratamos) ha-
blar en rroman~e y andar trasladado por las calles y aVD
mn apriesa que por miedo que otros no hurtasen la
bendi~ión, o por concurrir diversos en vna mesma yma-
gina~ión, bide dos trasla~iones juntas; pero S"iertamente
la que bi más de propósito, que es la del li~en~iado Gas-
par de Baep, es vna de las buenas cosas que d'este yn-
tento a mi jui~io he bisto en mi bida; porque atiende de
que el traductor guardó bien el decoro, husó de linpios
vocablos y muy significatibos a lo moderno de lo que

8 En la margen izquierda, de letra del corrector: "No se ponga,


sino la emendada"; todo el texto de este pr61ogo está anulado por
el mismo con rayas trasversales.

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8 EL ANTIJOVIO

quería dezir, y la berdad del latín muy castamente puesta


en el castellano. Pero dexó sobre roda la mesma mages-
tad, grauedad y propiedad al Jobio español que al latino,
de tal manera que con venir este harmado de mexor
lenguaje, no le podía huír el nuestro la cara, cosa que
pocos traductores lo han hecho (avnque confieso que
algunos, pero rraros); y así en este mi Antijobio sigo la
tradu~ión de quien yo tanto contento he rre~ebido.
Digo que lo he rre~ebido ya que avía de ber traduzida
esta obra, pero ninguna del latín ni de otra lengua que-
rría ber, si posible fuese, en nuestro rroman~e; y esto no
sólo por lo que algunos dizen y escriben, qu'es humilde
cosa el traduzir y por otras dificultades que ponen, sino
por muchas causas bastantes que a mi pare~er lo son y
ay para ello, como es que en ninguna manera, ya que
pueda alguno arribar a trasladar el autoridad y la pro-
piedad, no puede y es ynposible trasladarse la dul~ura y
elegan~ia de aquella lengua ni aquellos con~eptos (lla-
mémoslos ansí) de su original auctor. Y lo que más es
que si se mira vien en ello, tan poco se puede alcan~ar
vn fin prin~ipal y no es fin (que no sé cómo me 10 lla-
me) que no le hallo bocablo propio, qu'el auctor de aque-
lla cosa tradu~ida pretendió en el argumento y palabras
de su libro. Pero sobre todo por 10 que yo desamo estas
tradu~iones (saco las del griego y hebrayco al latín o al
contrario por la e~elen~ia de aquellas lenguas no bulga-
res), es porque se acortan mucho los yngenios y hauién-
dolos tan prósperos en nuestra España hazémoslos muy
lazerados y queda hecha la tal avilidad vn rrico aba-
riento; porque el trasladar (mire en esto el que traslada
[f. IV v.] y hallarlo a así), entor- / pe~e el entendimiento para otras
cosas más altas, y está como a sido, y queda bozal para,
salido de aquello, saberse desenbolber a otras cosas de

®Biblioteca Nacional de Colombia


AL LECTOR 9
más tomo. Porque los grillos de ir atado a guiarse por
otro le haze que, ya qu'está suelto, no pueda menearse
ni sepa andar por sus pies quien buscó los agenos para
ello. y es como los que nuebamente se abe~an a nadar
que, en quitándoles las calaba~as o las manos de la barba,
se ban a lo hondo. y como esprimentado hablo, que me
acuerdo que di vna bez en en querer traduzir vn libro
que me dio en el gusto de su lenguaje (y no hera el la-
tino, que no creo que allegara a tanto mi lan~a, sino
otro), en el qual se trataba de anbas filosophías y avn de
la ter~era tanbién del mundo todo, mezclada, y e~elen­
temente, en aquella su original lengua, y de grande en-
señamiento, y avnque me yva tanto como he dicho sa-
boreando, cansábame algunas be~es y bolbía los ojos a
otra cosa mía en que yo a la sazón yba entendiendo, y
allávame para estotro con mnta rrude~a (sobre la mía
natural) que cono~í de mi yngenio (si por bentura tengo
alguno) que presto daría con él al trabés, y por tanto
di yo primero con mi tradu~ión, avnque yva ya bien al
cabo d'ella. y júntase con todo lo dicho que se pierde
gran tiempo en obras agenas y no serbimos haziendo lo
semexante, más de ser jornaleros y no pastores de nues-
tro ganado, porque nos aprovechemos de aquella con-
para~ión del Saluador del mundo a otro más e<;elente
propósito traYdo. Y piérdese asimesmo gran tiempo para
el de nuestros estudios y aprouechamientos, porque to-
mando a nuestro cargo vna birtuosa ymagina<;ión y ar-
gumento, hemos menester aprobecharnos de las letras
y del estudio para caminar por ella adelante; y haziendo
vna obra digna del nonbre y abilidad d'español queda-
mos (dexado aparte aquella hUl.'ilidad) muy enseñados
en otras cosas de las s<;ien<;ias. Y no haze al caso dezir
que an traduzido muchos y pasado obras a lenguas buI-

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10 EL ANTlrOVIO

gares, porque no aconsexaría yo a ninguno a que hur-


tase, porq ue otros han tenido fama de honbres de bien
que lo han sido en otras cosas ayan hurtado; y con todo
esto digo que de honbres doctos se aliarán pocos, y hesos
pocas vezes, que ayan abaxándose a este ofi~io de tra-
dus:iones; y si alguna vez alguno lo ha hecho, se abrá
hartas arrepentido d'ello y haríalo por descansar enton-
s:es con el yngenio y después qui~á se alIó burlado. Torno
a des:ir que saco d'estos negos:ios a la comutas:ión de las
lenguas latina, griega y hebrayca; pero rríome agora de
quán disfamados tenemos los españoles pasados de no
hauer en aquellos tiempos antiguos escrito cosa ninguna
ni avn darse a la latinidad, lo qual atribuymos a estar
ocupados entons:es nuestros antes:esores en la guerra de
los moros; pero no lo has:ía heso, como creo diximos en
el libro que yntitulamos Los rratos de Suesca} porque
si avía de ser como lo que sus su~esores hemos escrito
(que a sido tanto que a vsadas que los siguientes siglos
no nos culpen d'esto), baliera más que no se hubiera
hecho y la mesma quexa que tenemos d'ellos deven ellos,
si pudiesen tenella, tener de nosotros de lo mucho que
escrebimos pues es todo por la mayor parte, o trasladar
obras agenas o escrebir por rreportorios qu'es casi todo
vno, rrecopilando antiguas o modernas cosas, humilísimo
género d'escritura; dexo aparte algunos de nuestra nas:i6n
que an yllustrado nuesl1'a hedad con sus escritos en di-
[f. V r.] versas lenguas, y así en la / latina como en la bulgar, de
los quales tenemos pensamiento de hazer vn catálogo, si
Dios nos diere vida, y allí quis:á por bentura anpliaremos
más esta materia de rreprobas:i6n de tradus:iones.
De manera (que a este propósito lo digo), que si se
me preguntase quál es más d'estimar: el tienpo pasado
donde los españoles no escrebían nada, o éste, rrespon-

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AL LECTOR Il

deré según mi pare~er, y hablo en general y no en parti-


cular, que tengo por más dichoso aquel siglo donde no
se escribía cosa, qu'éste donde se escribe mucho. Porque
en fin, con callar podían leer y aprobecharse de buenos
libros y agora ablando, alliende de no ha~er casi nada,
damos causa a que se rrÍan de nosotros las otras na~io­
nes. Rrecojámonos, digo, pues que si en esto del trasladar
no fuere creydo, que a lo menos lo sea en que no se deben
de tradu~ir obras tan perjudi~iales que nos ofendan,
avnque falsamente, como lo hizo Paulo Jobio, dond'este
honbre tuvo por prin~ipal yntento dezir mal de nuestra
na~ión tan contra rrazón y, lo que peor es, tan contra la
verdad de 1a historia; la qual (téngolo así por ~ierto)
escribió y se metió en offi~io ageno (avnque después le
fue propio suyo) solamente por de~ir mal d'españoles, y
esta ynten~ión encúbrela; y descúbrela quando bee la
suya y es menester grande adberten~ia para entendérsela;
y yo que le cono~í qui~á más qu'el doctor Villafranca
que fue el segundo tradutor, ni qu'el li<;:en~iado Vae~a,
dende que bide su obra escura en la luz del molde, en-
tendí su fin y a qué tiraba el de<;:ir a rratos bien de nues-
tro prÍn<;:ipe (y avn de noso~ros otras be~es) para poder
luégo, como buen maestro, derramar la pon~oña. Y como
he dicho yo me pasaba mi congoja, avnque lo beya en
dos lenguas, como no fuese en la mía. Verdad es, porque
se diga todo, que me pensaba satisfa¡;er en los Anales
del quinto Carlos (nonbre que más propiamente cae
sobre probin¡;ia que sobre persona) que boy (avnque
debaxo de nonbre casi ynpropio) hordenando. Pero
quando ya bide en mi propia lengua al Jobio, pare¡;ióme
que no hera tiempo de dilatar más este nego<;io, espe-
¡;ialmente que para el lugar donde yo tenía guardada mi
vengan¡;a hera mucha dila¡;ión, según aquella cosa yva

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12 EL ANTIJOVIO

despa~io; y así di luégo en hazer este mi Antijobio, pero


con neg~ios o con o~ios diría más berdad, que después
se me ofre~ieron, dilaté la hexecw¡:ión de mi pensamien-
to, en lo qual se me pasaron dos o tres años después que
nos lo truxeron trasladado a este Nuevo Mundo de las
y ndias donde yo rresido. y agora, tornando sobre mí y
acordándome de aquella mi pasada ynten~ión, tomé la
pluma el día de los apóstoles San Pedro y San Pablo y
comen~é este nego~io y acabélo ay, día de San Andrés,
lo vno y lo otro d'este año de sesenta y siete, pare~iéndo­
me que ya hera frialdad dilatarlo más, y que si más lo
difiriese se pasaba la sazón, si ya por bentura no es pa-
sada.
Rresta agora que se considere que cosa tan de priesa
y tan de corrida echa no puede (sin las hordinarias qu' en
ser mía tuviera), dexar de tener otras muchas ynperfi~io··
nes; y si dixo el otro auctor (con toda su e~elen~ia), es-
cribiendo sobr'esta propia materia del escrebir, que des-
pués de acabadas las obras se debrÍan d'estar durmiendo
algunos años antes de publicallas, porque así frescas con
el calor y ardor de la ynven\=ión no se podían ber las
faltas d'ellos hasta después de mucho tienpo, ¡qué hará
vna cosa que, no bien acabada ni avn, lo que más es, no
trasladada sino así en cueros rrebuelta en su original,
[f. V v.] sale como / desbergon~ada por hese mundo! y demás
d'esto quiero que se adbierm que yo aquí en este nego~io
no haga la persona de Momo (¡Dios me guarde!), sino de
vn honbre allegado a rrazón que no pretende otra cosa
sino que se sepa la verdad, la qual de tal manera falta
en las Historias jobianas quanto puede ser, pues hablan
de nuestros tiempos, los d'éllo pueden hauer bisto, y para
qu'esto entendiese el mundo benidero, me fue ne~esario
(ya que otros que lo pudieran hazer mejor no 10 hac¡:ían),

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AL LECTOR 13

tomar yo la mano; y en esto el rreverendísimo de Noche-


ra ganó mucho, pues le salió al campo conpetidor más
flaco. y terc¡:era cosa tanbién pretendo que se entienda,
y es que avnque en el nonbre de mi libro parec¡:e que es-
cribo contra el Jobio llamándolo Antijobio y aprobechán-
dome de aquella dic¡:ión anti, que quiere dezir contra,
como dec¡:imos Antechristo por aquel hijo de perdic¡:ión,
y como escribió el primer <;ésar su Anticatón contra
Catón, pero que en ninguna manera (quitado aparte el
desear que se sepa la verdad y quitar los oprobios de que
quiso cargar a mis españoles) no quiero con él otra con-
petenc¡:ia, sino que conozco yngenuamente la parte tan
grande que en mucha multltud de sc¡:ienc¡:ias este señalado
barón ha alcanc¡:ado y qu'es digno que su nonbre sea
~elebrado entre las personas doctísimas de nuestra hedad
perpetuamente.
Hago fin con que mi libro (líbrele Dios de 10 que
yo le temo) tal qual es, ba con sola vna buena yntenc¡:ión
a berse en las manos de las gentes, y son gentes, y avn
no todas, que algunas son gentalla; a los primeros, divi-
didos en dos partes, suplico que si hallaren qué enmen-
dar se acuerden de la flaquec¡:a humana y que la costun-
bre de hauer tanto que trato con báruaros me puede
hauer hecho barbarizar; y tanbién a que fui atado -a obra
agena y que así no pude yo mostrar más (avnque tubiera
la avilidad que me falta) de vnas encomiendas o adic¡:io-
nes (o como las quisieren llamar) que aquí van puestas;
y a los segundos asimesmo rruego que hagan lo que qui-
sieren, porque mi Antijobio, avnqu'ellos hablen d'él, él
no habla con ellos.

Fyn.

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· VI r.) A LA YGLESIA CATOLlCA RROMANA <l

Católica madre mía: en este libro que he con puesto,


llamado Antijobio, avnque de cosas e historias profanas,
podría ser que las ofensas que e cometido causasen aver-
me descuydado en algo que tocase a herrar o cosa mal
sonante o ofensora de orejas pías, o alguna otra d'esta
tra~a; lo qual si así fuere, dende luégo rretrato lo seme-
jante y me pongo devaxo de vuestra cobrre~ión, protes-
tando, como protesto, de hazer qualquier otra rretrata-
~ión y anula~ión que fuere ne~esaria, y por vuescros
ministros me fuere mandado, como hijo (avnque yn-
digno) pero obidientÍsimo de vuestros pre<;:eptos y man-
datos, y como quien cono~e y confiesa que fuera de vues-
tra ovidien~ia es escusado pretender el ~ielo y gloria para
que fuymos criados.

Fyn.

4 En la margen izquierda, de letra de! corrector: "No es menes-


ter que se ponga"; e! texto está anulado por el mismo con rayas cru-
zadas.

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/ (

Um. 5: ENCABEZAt.!lEl'\TO DEL A:--1Tljm"IO.


(Fo!. II r. sin numerar).

La grafía y las rúbricas ~on de los escribanos de Quesada.

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[f. VII r.) ADMODUM REVERENDUS PATER FRATER
ANDREAS DE SANCTO THOMA,
IN SACRA THEOLOGIA PRESENTATUS 5,
CANDIDO LECTORI.

Vera serit falsis Jovius, rres luce micantes


Suprimit et nostros Paulus vbique nomt;
Mordet hic hispanos, la~erat vel dente canjno
Nostra, suis italos ducit ad astra libris;
Vnus at ex nostris, ~ircum precordia tactus,
Carpere nostrorum for~ia male tulit,
Fe~it et hunc codi~em quo nos defendere curat.
Rres fa~it apertas, en liber ipse tibi,
Lector, adest; ~ernes oculis edoctus in cunctis
Que prius obscura vel minus apta forent.
Rrara fuit cunctis breuitas cujus luce rreperta,
Quodque fuit rrarum continet iste libero

Finis.

5 En la margen izquierda, de letra del corrector: "No se ponga";


el texto está anulado por el mismo con rayas cruzadas.

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[f. VJI v.l
JOANNES DE CASTELLANIS, PRESBITER,
LECTORI CANDIDO 6

Magna canit doctus Jovius, sed maxima transit


Invidia et' forsam commemoranda silet;
Non puduit quoniam ~ecis velare tenebris
Hesperie nostre grandia gesta virum.
At novus his scriptis ostendit lumjna Phebus
Queis reserat fraudes nubila falsa fugans.
Estque novo in reguo pre cunctis ille Quesada,
Qui indorum ducum gloria suma fuit,
Insuper atque cui donarunt numina celj
Quidquid habent Muse, prelia quid quid habent.

Finis.

6 En la margen izquierda, de letra del corrector: "No se ponga";


el texto está anulado por el mismo con rayas cruzadas.

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f. 1 C.
CAPITULO PRIMERO 1

De cómo en este tiempo presente los españoles son odiados de


todas las na<¡:iones de la tierra por aber sujetado a casi toda la
rredondez d'ella, y de todas las más de las na<¡:iones que
en ella ay pobladas, y de las demás causas que ay para
esto.

¿Por dónde caminará ya el día de oy el español que


pueda contar senzilla y verdaderamente sus hazañas?
¿Qué gente ni qué na~ión le querrá oyr sin mezclalle mil
fábulas en los quentos berdaderos, y milI cosas que no
pasaron con las que pasaron?; de manera que a esta quenta
no se hallará la ~ierta casi en ninguno de los estraños es-
critores.
¡O rromanos!, que en este paso os quiero llamar con
ynvocación de vuestro nonbre, i quánto os deue el mundo,
no porque lo conquistastes sino porqu'en él dexastes es-
critas berdades, avnque fuesen contra vosotros quando se
ofre~ía el contallas! Lo qual tan poco negaré a mucha
parte de los griegos y alguna parte de los bárbaros de
otras na~iones. Sólo a este ynfeli~e tiempo d'este postrer
ter~io del mundo se le a ydo la berdad d'entre las manos,
prin~ipalmente en esto de la ystoria, de suerte qu'el tien-

1 En la margen izquierda, de letra del corrector: "No se ponga


sino el emendado"; el texto de todo este capítulo está anulado por
el mismo con rayas trasversales.

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22 EL ANTlJOVIO

po benidero deverá pOCO al presente y los españoles tan-


vién a casi todos los escritores modernos. Pero dije vi en
a casi todos, porque algunos no faltan, ni primitirá Díos
que falten en cosa tan ynportante, para que escriban
verdades, las quales oyllas en fauor d'España es la cosa
más azeda para las otras na~iones de las quatro partes
del mundo, que se puede ymaginar. Pero saquemos bien
en linpío esta proposi~ión y vos, español, para esto salí
de vuestra España y comen~ad a caminar. En topando
luégo con nuestra vezina Fran¡¡:ia, en todas las bitorias
1. 1 v. que de aquella na~ión gloriosamente / hemos avido las
enbuelben luégo los d'ella con vnas frialdades, ya que
por guardar la onestidad común no les llamemos otro
nonbre, que si vbiese otra ter~er gente sin pasión que nos
oyese, pararían aquellas cavila¡¡:iones en vna muy des-
baratada rrisa. Pero ya esta na~ión pare~e que, para es-
caparse de ser ben'í=idos tantas vezes, tienen vna 'í=ierta
disculpa en el quererse escabullir, avnque sea a costa de
la uerdad para dar color y desculparse de los ben'í=imien-
tos que d'ellos se an tenido. Y en fin, así como la muger
se pone colorada, y avn el honbre, quando le dan en cara
con algún yerro, que busca disculpas avnque fengidas
para no ponerse la culpa y fa'í=ilitar asÍmesmo el pecado,
haziéndolo menor de lo que fue, así el fran'í=és se ba por
el mesmo camino para el mesmo hefecto. Pero vos, fla-
menco, y el de los otros estados comarcanos a éste, ¿qué
os a hecho España para que en ninguna mesa borgoñona,
como aya español en ella, no se trate luégo de otra cosa
sino d'estas diferen'í=ias y pre'í=eden'í=ias? ¿ España por ven-
tura n'os a enbiado la gente con que sustentáis vuestras
tierras, su dinero con que mantengáis vuestras guerras,
sus granjerías con que multipliquéis vuestros comer'í=ios
y hazienda? Pero pasemos adelante a los alemanes, a

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CAPÍTULO 1

quien confesamos por conpañeros de nuestras bitorias, si


ellos se contentasen con sola esta conpañía; pero, con
ser en lo demás vna gente tenpladísima en sus alaban-
~as, para con solos los españoles piden la banagloria
enprestada a otras na~iones, haziéndose ellos solos los
prin~ipales avtores de los ben~imientos y a los españoles
no más de aconpañados d'ellos; como quiera qu'está
f. 2 r. sauido en el vnyberso jugar / en esto al trocado con nos-
otros, y avn todabía lo porfiaran si en sus casas mesmas
y probin~ias no vbiera determinado la ben~ura, o Dios por
mejor dezir, lo contrario. Los vngaros, bengamos a ellos,
no les negaré en esto más tenplan~a, y lo mesmo a los
polacos, y a los de la probin\=ia de Dinamarca y las otras
rregiones setentrionales; pero todavía tienen vna aspere-
za en esta cosa de que tratamos, que con dificultad pue-
den oyr mansamente ~anta buena dicha de los españoles.
Pero entrando por Ytalia, probin\=ia prin\=ipalísirna
entre todas las d'Europa, se allará que no ay cosa que con
más ynpa\=ien\=ia sea oyda de sus oydos que contar feli-
~idades bélicas y militares de los españoles, y ninguna
cosa ay de mayor ynfortunio para los vnos que contar la
buena fortuna de los otros. y pasa adelante tanto este
nego~io, que no solamente se litiga esto hartas vezes con
rrazones, sino con las manos, queriendo en fjn atribuir-
se así la gloria de las vitorias que en nuestro tienpo a ellos
les costaron poca sangre. E ya que en la yntrudi~i6n
d'esta obra emos comen~ado por este yntento, pásese la
mar, y en dando con nosotros en Gre~ia y en Turquía,
se hallará que no ay cosa en la vaca de vn turco más abo-
minable que la de vn español, quiriendo la bentaja con
los d'este nonbre como la quieren con las otras na~iones
del mundo, e\=eID que con el español va por otra bía,
quiriendo deshazer la gloria española y con los del rres-

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EL ANTIJOVIO

tante del mundo les pare~e que basta sin rrazones nin-
gunas ten ellos en poco. Los persas y sus Sophi, bien se
huelgan con qualesquier alaban~as que oygan de nos-
otros, pero sienpre las entienden sin perjui~io de su de-
recho y de ser ellos los primeros del mundo en este caso.
y cosa más d'espantar, que caminando por Lebante ade-
f. 2 v. lante y bolbiendo a la y ndia Oriental, / por ella está tan-
vién derramado vn menospre~io que más berdaderamente
se llama miedo, senbrado de algunas gentes que poseen
aquella costa, con que tienen por vna parte espantados
aquellas estrañas na~iones y por otra odiados con nos-
otTos hasta las yslas de los Malucos, qu'es lo prostero del
mundo, si en cosa rredonda vbiese postrero ni primero.
Allá tanbién se an senbrado estas di~ensiones, haziéndo·
les entender a los naturales de allí que nosotros no somos
de tener en nada. y lo que más d'espantar es que en
nuestras Yndias Ho~identales pasa lo mesmo, y que los
bárbaros de ellas quieren diminuyr la grandeza de aque-
llos que los conquistaron poniendo escusas :l su subge-
~ión. y si desde ellas damos vn salto hasta Africa, ha-
llaremos lo mesmo entre los moros, queriendo avaxar
nuestra estima~ión y alegando rrazones por donde no
son mucho d'estimar nuestras bitorias.
Hasta nuestros vezinos y connaturales los portugue-
ses, tanbién ellos, sin querer nosotros penden~ia con
ellos, luégo tratan quán de poco es de pre~iar el ánimo
de vn castellano, porque les llamemos como ellos nos
llaman, y quánto más es el bigor, coraje y ánimo de vn
portugués, que de muchos castellanos juntos. y para esto
traen luégo por memoria no sé qué vatalla de Aljuba-
rrota, que no lo está agora sino tan sana en su memoria
d'ellos, como quando más lo estubo, y avn por más rre-
corda~ión ~elebran aquella cosa con fiesta particular cada

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CAPÍTULO I

año; avnque en esto yo les desculpo, porque en la ver-


dad tienen rrazón y qu'es bien que sienpre se quente
aquel milagro, que así le llaman ellos, y avn no vno sino
muchos según los que cuentan que allí pasaron, de que
haze men~ión su predicador, quando festejan aquella
festibidad. y no ay cosa que más enfade a vn portugués
f. 3 r. que oyr / las bitorias de los españoles cas~eltanos; que no
sólo quando con ellos fuese la conpeten~ia les daría pe-
sadunbre, qu'esto pase en buen ora, pero dásela muy
grande tanbién las bitorias que he dicho, de qualquiera
na~ión qu'el español las aya. y a todas las del mundo
tenemos los españoles este poco cargo, ablo en general
y no en particular, de muchos de cada na~ión de los que
he contado; y si se mira en ello, se hallará que en lo ya
dicho se conpreende la mayor parte de todo el mundo,
pues solas las Yndias O~identales de España y subjeta-
das por ella es más tierra que la que contienen las otras
tres partes del mesmo mundo, Asia, Africa y Evropa,
dexado aparte todos los otros rreynos y probin~ias que
en est'as tres divisiones de la tierra los españoles an su-
jetado o ven~ido a los d'ellas.
Pero beamos si esta enbidia, llamémosle su nonbre
propio por no andar por rrodeos ningunos, que las otras
na~iones tienen de los españoles, si es por culpa o defecto
de los mesmos españoles. No por ~ierto, sino que como
se lo dize el pandero vien claro, todos o los más d'ellos
an sido muchas y dibersas vezes sujetados de la mesma
España y de su prín~ipe, avnque vnos más vezes que los
otros, y dádoles leyes en que biban algunas na~iones de
ellos. y así por fuer~a está luégo el desgusto y desamor
en la mano contra los ben~edores, porque aviendo bisto
sus banderas en sus probin~ias tan lejos d'España canpear
por todas o por muchas d'ellas ben~edoramente, no ay

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EL ANTIJOVro

que dudar sino que se sigue luego de ello el audia mesma


que qualquiera tiene contra quien le ben~ió, y avnque
este nego~io de la guerra sea de tal calidad, que vnas bezes
va bien en ella a los que la tratan y otras mal, como en
todos los otros nego~ios humanos; pero como, en fin, se
bee que se alcan~ó la pretensión que se deseaba y la su-
f. 3 v . jeb~ión de lo que se pretendía, / en algunas na~iones de
las dichas está muy notorio que de aquello se sigue la
congoja que los estrangeros tienen de ber puesta el día
de ay la grande~a d'España donde la ben puesta.

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CAPITULO SEGUNDO 1

De c6mo entre las otras na~íones que aborre~en y están mal


con el ynperio de los españoles es la na~i6n ytaliana, y la
causa dello, y de algunos presupuestos qu'es menester para
entender al Jobio, y de otros que son menester para en-
tender esta obra.

Sobre todas las na~iones contadas y sobre todas las


demás que ay derramadas por el mundo, tienen este odio
particular que emos dicho contra España los ytalianos,
cuya probin~ia y gente de ella en otras cosas muchas es
feli~ísima, y en esto de la guerra lo es harto, y sería harta
falta de entendimiento negar esto a gente que por tant'as
maneras mere~en ser alabados. Pero ~iertamente este par-
ticular defecto de pesalles de nuestras feli~idades y con-
tentos y vitorias y atribuirse a sí parte de la suje<;ión de
su probin~ia, en 10 qu'España en ella a sujetado, no se
puede negar si no fuere por quien estubiere tan apasio-
nado en esto como ellos, de los quales ya e sacado los
particulares por no metellos con la generalidad de que
tratamos. Así que Ytalia, qu'es probin~ia dichosísima,
es la que más desdichadamente quiere tratar de nuestras
cosas; de la qual, como se sabe y es notorio, y en parti-

1 En la margen izqu ierda, de letra del corrector : ' o se ponga,


sino el emendado"; todo el texto de este capítulo está anulado por
el mismo con rayas transversales.

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EL ANTIJOVIO

cular de Novo Como, hablando en latín (y en bulgar


Como solamente), tierra del estado de Milán, en Lon-
bardía, Paulo Jobio, obispo de Nochera, hystoriador mo-
derno, hera natural.
El qual no sólo hystoria, pero otras muchas partes aJ.·
can~aba en dibersas ~ien~ias dignas de grande alaban~a,
y \=iertamente no le faltó parte ninguna de bueno y es-
coxido coronista, si estas partes que él tenía las juntara
f. 4 r. con el todo de la mesma / historia, qu'es la b€rdad d'ella
y ánima suya. Tubo este prin~ipal barón de nuestro tien-
po ~elente discurso; fue admirable geógrafo quando le
conbino sello en su corónica; fue grande ynqueridor de
sitios antiguos; dispuso las materias que se le ofre~ieron
con mucha claridad y hizo en su ystoria todas las otras
cosas que conbenía hazer. Pero fue todo esto en vn barón
tan escogido, como quando en algunos se hallan algunas
birtudes muy perfectas con vn bi\=io muy abominable,
con que quedan las otras buenas partes dest'ruydas y nos
queda sienpre de las semejantes personas vna manzilla,
en quien alcan\=aua tanta grandeza de buenas cosas. Así
nuestro Jobio alcanc;:ando muchas y muy ec;:elentes, quiso
caber en vn bic;:io con que mucha parte de su Historia
queda por el suelo, en los buenos entendimientos y en
lo que bimos por nuestros ojos y en lo que trataron nues-
tras manos, estándolo mirando el rrestante del vniberso.
De manera que avnque para este negoc;:io que he tomado
entre las manos me e hecho autor d'él, pero el Antijobio
berdadero el general estado de todos los honbres mo-
dernos lo es, si el mesmo mundo vbiera de h:lZer lo que
yo hago. Pero bisto qu'el Jobio dexó su corónica escrita
para los tienpos benideros y que entonc;:es los de aquella
hedad no pueden saber lo que pasó en ésta, como lo
saben los de agora, si no es por corónicas, fueme nec;:e-

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CAPÍTuLO II

sario, avnque otros muchos 10 a~ertaran mucho mejor


a hazer, de dar la quema que doy en esta obra. Y ~ier­
tamente es digno de grande culpa, por que nos tornemos
a ello, vna persona de tanta doctrina que aya querido
dexar en escrito perpetuo, i gran cargo de con~ien~ia 1,
tantas cosas como contra rrazón y onestidad dexó escritas
contra españoles, al rrebés de 10 aconte~ido. Y avn no
bastó contar los aconte~imientos al contrario y a los ben-
~edores muchas vezes hazelles ben~idos, y a los acome-
tedores acometidos, y a los heridos sanos, y a los muertos
f. 4 v.
bibos, y en fin, bolbiendo / de abajo para arriua todo el
hedefi~io de lo su~edido, pero poniendo tanbién epítetos
y nonbres a los españoles, feos e ynjuriosos las más vez es
de las que se le ofre~ió abiar d'ellos. y no solamente todo
lo qu'está dicho, pero avn a la mesma na~ión española
en general, llamándola bárbara, cruel, ynica y sin pie-
dad, y otras muchas cosas d'esta tra~a que, teniendo yo
la que tengo, quizá de honbre de bien, esmua obligado
a bolber por mi patria, cosa que ya que no lo supiese hazer,
a 10 menos no se me puede negar el buen deseo d'ello.
y sobre todo, como ya está dicho, llamándose ystoriador,
mudar en los quentos la sustan~ia de cómo pasaron, si
no se disculpa con que an hecho y harán 10 mesmo casi
todos los escritores de su na~ión en lo que tocare a Es-
paña. Pero otra mayor daría yo por él si me la admitiese,
y bien sé que cara a cara no me la puede él negar. Esta
es que quiso esta su Ystoria ponella en los cantones del
mundo para que ganase públicamente. y como los prín-
~ipes son los que avían de encontrar con ella, porqu'ellos
son los que se enbuelben con las semejantes bestidas y
adornadas de adu1a~iones, por fuer~a avía de conpone1la
de lisonjas y de halagos, con que ~ebar a los rreyes y a
los otros potentados para salir con su yntento. y siendo

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EL ANTlJOVIO

esta Ystoria mer~enaria, tráese la disculpa escrita en la


frente; y así, si se mira en toda ella, no se hallará que
de prín\=ipe poderoso ni de persona semejante diga el
menor mal del mundo. A lo menos si dize alguno, no por
lo grueso y caudaloso, anres contentando a todos, avnque
sean vnos enemigos de otros, los alla a todos llenos de
bertudes y quando mucho vn mal tan tenplado que en
él se muestra la destenplan~a del autor. Sólo a los solda-
dos ynpone los vi~ios y los malos hechos y las cosas abo-
minables sacando con todo heso sienpre a los ytalianos,
de quien habla con la modera\=ión que por la mesma
f. 5 r. Historia se puede ber, / quando se ofre\=ió tratar de algunas
yniquidades suyas, como aconte~e entre gente de guerra,
quando ya no pudo dexar de tocar en ellas. y ojalá pa-
rara aquí el nego~io, pero el mesmo tronco de la berdad
10 chapoda y 10 desgaja de tal manera, que queriendo
escrebir vnas Décadas de Tito Libio, bino a escrellÍr vn
Ovidio de Metamorfoseos.
y agora que somos benidos en canpo con persona
tan prin~ipal en erudi~ión y doctrina, será ne~esario que
para qu'él y yo seamos mejor entendidos, se presuponga,
sin lo que dixe primero en los prólogos, que yo no trato
ni contiendo con él sino dende mi tienpo, porqu'él comen-
~ó su Ystoria antes del mío, y se adbiertan asímesmo otras
algunas cosas que son ne~esarias. Y lo primero es que,
como en los Añales del quinto Carlos lo tratamos, si
Dios fuere seruido que se vean acauados para salir a luz,
las guerras qu'el gloriosísimo don Carlos, Enperador
de Rroma y de Alemania y d'España, trujo en nuestros
tienpos, fue con dos maneras de gentes: con fieles e yn-
fieles. y quanto a la primera manera se torna a dibidir,
que la trujo o con rreyes estraños sus vezinos, o con ba-
sallas suyos rreuelados; y lo mesmo en lo que toca a la

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CAPÍTULO II

ynfiedelidad, porque la t:rujo con turcos y la trujo con


moros, que avnque biben anbas maneras de gente debajo
de vna mesma supresti~ión, ban por diuersos caminos,
avque hayan anhos a parar a vn su Mahoma. Tanhién
se a de prosuponer que quando el mesmo Rrey y Empe-
rador tomó a cargo los rreynos d'España, avía años que
se abía guerreado con Fran~ia, con Luis, duodé~imo rrey
de allí, que avía litigado por el rreyno de Nápoles con el
Católico; de lo qual andando los tienpos se avía deribado
otras guerras qu'el mesmo Rrey Católico en defensión
de la Yglesia Católica y del papa Julio segundo que la
tenía a cargo, se avían hecho, las quales se avían acauado
con las muertes de los mes mas rreyes Luis y Hernando. /
f. 5 Y. Y ase de prosuponer asímesmo muy pren~ipalmente
que, como la muerte del mesmo Rrey Católico don Fer-
nando le tomó al Carlos en sus estados de Flandes donde
na~ió y se crio hasta los diez y siete años de su hedad
que pasó a rreynar a España, fuele ne~esario antes que
pasase a ella tener por amigos a sus vezinos, espe~ialmen­
te al rrey de Fran~ia Fran~isco, primero d'este nonbre
que nuevamente avía heredado aquel rreyno como pa-
riente más propinco, porqu'el duodézimo Ludihico no
tubo hijo barón, sino dos henbras, y éstas no heredan
aquel rreyno. Claudia, que hera la mayor de las hijas,
hera casada con el mesmo rrey Fran~isco, y Rrenata, que
hera la segunda, casó después andando el tienpo con
Ercules d'Este, hijo del duque de Ferrara. y para con-
cordarse anvos rreyes, Carlos y Fran~isco, sin enbargo
que primero, por el año de quinze, en heredando el Fran-
~isco y no avn el Carlos, se ahían concordado y hecho
la capitula~ión que llaman de París, se hizo agora quan-
do digo vn largo contrato entre ellos por sus procurado-
res en Noyon, lugar de Picardía, en que se le dieron

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EL ANTIJOVIO

grandes bentajas al fran~és, por no estar adbertidos los


comisarios del nuevo rrey Carlos de las cosas d'España.
y después se hizo, sin ésta, otra capitula~ión que llaman
de Londres, en que estos dos prín~ipes tomaron al de
y ngalaterra por ter~ero para que ayudase al que la que-
brantase. y tanbién, yendo adelante con estos prosupues-
tos, ha de haver otro muy ne~esario y es que a la sazón
qu'el Carlos estaba en Flandes, antes de benir a tomar
la posesión de sus rreynos, estaua en España su hermano
el Ynfante don Hernando. Porque quando vino su padre
el glorioso don Felipe con su muger la prin~esa doña
Juana la primera vez a ser jurados por prín~ipes herede-
ros de los rreynos d'España (que muerto el prín\ipe don
f. 6 r. Juan y la prin~esa doña Ysauel y su hijo I el niño don
Miguel vino a parar la su~esión d'España en doña Juana,
segunda hija, madre de nuestro Carlos, casada en Flan-
des (qu'es esto vn peda\o del fundamento y basa de la
corónica carlesca), y fue esta benida de los ya prín~ipes
el año de quinientos y dos) , parió la prin~esa acá aquel
niño Hernando, * por mar~o del año siguiente *, y después
de buelto el Felipe a sus estados y la muge! vn poco
después d'él, quedó el mochacho en Castilla, criándose
con sus hagiielos los Rreyes Católicos, de los quales,
siendo muerto el vno el año de quatro que fue la rreyna
doña Ysauel y buelto otra bez el rrey Felipe a España
con su consorte aromar la posesión de su rreyno y to-
mádola, gozó poco de la heren~ia de su muger, porque
murió aquel benditísimo prín~ipe, que tal 10 fue . él; en
Burgos el año de ·seis, como ya · sesaue, aviendo dexado
a su hijo mayor nuestro Carlos, quando él vino a rreynar,
allá en sus estados de Flandes con otras hijas enbras que
tanbién allá quedaron. y muerto el bendito rrey don
Felipe, y quedando la muger y rreyna nuestra señora

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CAPÍTULO 1I 33
preñada de vna hija que de allí a poco tíenpo pari6,
fuele ne\=esario enbiar por su padre el Rrey Cat6lico a
Nápoles, la qual probin\=ia avía ydo a visitar por abella
ganado poco antes por persona de sus capitanes, para
que gouernase los rreynos d'España por estar ella ynpe-
dida de graue y perpetua enfermedad y de las que ynabi-
litan para rreynar. Y así el Cat6lico bino y los gouern6
hasta el prin\=ípío del año de diez y seis que muri6, que-
dándosele la rreyna doña Juana su hija, nuestra señora,
con la mesma enfermedad yncurable que antes pades\=ía.
Por lo qual, muerto ya el agüelo, y después de hauer
nuestro Carlos capitulado en Noyon como está dicho,
le conbino pasar a España a tomar a cargo los rreynos
d'ella el año adelante de diez y siete, abiendo él otros
tantos de hedad y abiendo su hermano el ynfante Her-
nando que en España rresedía, al qual su hermano en
allegando en España le mandó pasar a Flandes a tener
1. 6 v, cargo de aquellos estados / y así fue hecho. y otras cosas
hartas hera menester prosuponerse, pero por no yr en~r­
\=ando y encadenando prosupuestos vnos de otros, dexallos
hemos y encaxarse an a su tienpo, quando fuere m~~esa­
no; y ya lo es que bengamos a comen~ar nuestro yn-
tento.

3
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CAPITULO TERyER0 1

De las Comunidades y rrebeliones 2 que vbo en los rreynos


d'España poco después que el rrey don Carlos bino a
rreynar en ella y de las causas de las dichas Comunidades ;;
y de cómo en aquellos tienpos las hubo en toda la rredol1-
dez de la tierra 4.

En la primera parte de su corónica, en el libro beinte


de ella, en el capítulo primero que trata de la benida
del nuestro 5 Carlos a rreynar en España, que es el lugar
y tiempo de donde yo puedo barajar, si me es lí¡¡:ito ha-
zello 6, con el dotÍsimo Jobio, y dende más atrás baraje
quien pudiere, dize este doctísimo barón 7 en sustan¡¡:ia
qu'el Emperador don Carlos pasó a rréynar a España y
tomó la posesión de sus rreynos y que, como se bolbiese
a Flandes, los pueblos d'España se rreuelaron por causa
de que los flamencos que venían cabe su magestad y es-
pec;ialmente musiur de Gebres, su ayo e camarero mayor
y sumo 8 priuado, se avían mos~rado muy codi¡¡:iosos du-
rante el tienpo que abían estado en España y que las
Comunidades (que así fue llamada comúnmente esta
rrebelión), tomando por capitanes a Juan de Padilla y
a Juan Brauo y Maldonado, abían proseguido su yn-
tento, de lo qual se siguió que quedó quemada por An-
tonio de Fonseca la villa de Medina del Canpo, y qu'el
Condestable don Yñigo de Belasco y Almirante don
Fradrique Enrríquez rrompieron el exér¡¡:ito de los co-

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CAPÍTULO 1lI 35
rnuneros cabe o Villalar, y que de Juan de Padilla y de
sus conpañeros que quedaron presos se hizo públicamen-
f. ? r. te justi~ia, y que después no les faltó / ánimo a los comu-
neros para que doña María Pacheco, muger del muerto
Juan de Padilla, lebantase vandera para qu'ellos se man-
tubiesen en su rrebelión, y que a la fama d'estar alterada
España 10 al rrey Fran~isco de Fran~ia le pares~ió 11 buena
ocasión para rrestituir en su rreyno de Nauarra a Enrri-
que de Labrid qu'estaua d'él despojado, y que así enbió
exér~ito que entrase por aquella probin~ia y entró 12, y
avnque tubo al prin~ipio próspero su~eso la enpresa, al
fin los fran~eses fueron ven~idos por los dichos Condes-
t:able y Almirante y su capitán Asparros preso, y 13 con
esto se apa~iguó España y tornó a su antigua tranquili-
dad por la singular pruden~ia del cardenal Adriano
Floren~io (que por otro nonbre llaman el cardenal de
Tortosa), que después fue Papa, a quien el Emperador
avía dexado por gouemador de sus rreynos d'España.
Esta es la sustan~ia d'este capítulo, en la qua! ay muchas
cosas que dezir para declara~ión de la berdad y de lo que
pasó, lo qual él quenta de otra manera de como ello
aconte~i6.

y presupongo primero 14 que no le pongo culpa en


que no tubiese noti~ia de las Comunidades d'España de
la forma que pasaron, por ser él estraño d'esta na~i6n
y porque de las particularidades d'esta guerra no temía
entera rrela~ión. En lo que se la pongo es en querer es-
creuir poco ni mucho d'ello, no teniendo el aviso que
conbenía de lo que avía pasado u'. y si todabía cunpIía
a su Ystoria no dexar guerra por escrebir de las que pa-
sasen en el mundo en su tienpo (avnque todabía dexó
hartas más de las qu'él piensa, como se berá en los Aña-
les del quinto Carlos) , pudiera dezir que en aquel tienpo

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EL ANTIJOVIO

avía habido vna altera~ión en España y se abh apa~igua­


do y esto bastaua, sin de~ender a particularidades, que
passaron de otra manera que las puso en su corónica 16.
y para confuta~ión d'ellas diré en este paso lo que pasa,
avnque primero digo que yerra notablemente el Jobio
en dezir en el prin~ipio de su capítulo qu'el Empera-
dor don Carlos vino a tomar la posesión de los rreynos /
f. 7 v. d'España elegido y hecho ya Enperador, porque pasa lo
contrario. y es así, que la magestad de nuestro 17 Carlos
bino con solo título de rrey, que tan solamente hera 18 a
rreynar en España, a diez y nueve de otubre del año de
nuestra rredem~ión de mill y quinientos y diez y siete y
es tubo de aquella vez en sus rreynos hasta mayo del año
de beinte. y el de diez e nueve antes, murió el ynbitísi-
mo 19 Emperador Maximiliano su agüelo y por jullio d'él
fue eleto su nieto al mesmo ynperio. De manera que
después de rresidir dos años en España fue la el~ión del
Emperador, y no bino hecho Emperador a rreynar en
ella, como el Jobio dize, lo qual pensara que lo avía que-
rido dezir por rrecapitula~ión, si no me desengañara
d'ello el capítulo treynta de su libro diez y ocho y el ca-
pítulo segundo del libro diez e nueve de la mesma parte
primera donde trata de la muerte del Emperador Maxi-
miliano, sin hauer tratado de la benida de su nieto a
rreynar a España, y donde trata de la capirula~ión de
Noyon y de otras cosas que allí pone como presupuestos
para la benida del rrey don Carlos a rreynar.
Pero biniendo a tratar de las Comunidades digo
qu'd docto 20 Jobio se engañó en asignar por causa de las
altera~iones españolas la cobdi~ia de los flamencos. Por-
que como se berá en los Añales ya alegados (si Dios da
lugar a qu'el mundo los bea), avnque vbo algo d'esta
codi~ia en algunos, otros bibieron muy moderadamente

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CAPÍTU LO III 37
y como personas que mere~ían tener el lugar que tenían
cabe 21 su prín~ipe. y está claro que aquella no hera
bastante ocasión para vna general rrebelión, porque la
codi~ia de ningunos particulares puede mober a 22 los'
ánimos de todos y al ánimo general de todo el rreyno
(llamémosle así) a rrebelarse. Las causas d'estas Comu-
nidades fueron muchas y avnque ninguna bastante (por-
que ninguna puede hauer que lo sea para levantarse los
pueblos contra el theniente que Dios tiene puesto en
aquella probin~ia, qu'es el que allí rreyna y rreside) pero
f. 8 r.
a 1o menos a los ojos y cora~ones ~egad os 23 / d e paSlOn
./
como los comuneros lo estaban, pares~íales a ellos y a otros
~iegos 24 de la mesma enfermedad que heran sufi~ien­
tes, las quales abemos de hurtar 25 agora a los Añales
pero no de rraíz. y así le conberná bien el nonbre de
hurto porque apañaremos de allí sin que nadie lo sienta,
a hurtadas, no todo lo que fuera menester, pero lo que
pudiéremos así de priesa, para ponello aquí y lo de pro-
pósito quedarse a allá en su lugar 2 6.
Fueron pues las causas en suma y en sustan~ia que
mobieron a los comuneros, tres las prin~ipales: la prime-
ra el querer su rrey, ya nuevo Emperador, salir de sus
rreynos para yr a tomar las primeras ynsignias de su dig-
nidad en Alemania, porque ésta hera vna purga de tan
mal sabor para los estómagos españoles (avnque hera
como después se bio para sanar todo el cuerpo de la chris-
tiandad, que si aquel bendito prín~ipe esta y otras salidas
no hiziera 27, ella estubiera casi acabada), que no podían
llevar a la boca 2 esta salida. y en la berdad pares~ía,
mirándolo humanamente y sin considera~ión de lo que
después Dios quiso descubrir a España, que tenían rra-
zón de congojarse (avnque no de rrebelarse porque para
esto no puede hauer rrazón ninguna) de ber salir a su

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EL ANTlJOVIO

prín~ipe de su tierra y rreyno, cosa a qu'estavan muy


desabezados 29 desde el rrey don Pela yo, primer rrey
d'España después de los godos, si no fue vno que con sólo
querello hazer pasó por la mesma 30 calamidad, siendo
elegido para la mesma dignidad; por 3 1 el rrey don Alon-
so el Sabio, digo, al qual 32 su hijo don Sancho persiguió,
entre otras causas por ésta prin~ipal, teniendo los pue-
blos d'España diferentes opiniones, vnos teniendo la del
padre, que fueron los menos, y otros la del hijo. y aque-
llas fueron 33 berdaderas Comunidades de temer 34, por-
que todas las demás 35 donde no ay voz de dos rreyes,
f . 8 v. son de tener en / poco, como tanbién fueron tenidas d'este
arte 36 las nuest'ras españolas de que tratamos, digo de
los sabios y discretos juizios d'España 37 . Y ~ierto, tor-
nando a nuestro propósito, era cosa estraña ber vn rrey
estrangero (digo 38 na~ido en estraña tierra, avnqu'el na-
tural rrey d'España) 39 benir a rreynar a ella sin avella
visto jamás, y junto con esto gobernarse por aquellos sus
connaturales estrangeros, y belle bolber luégo fuera
d'ella 40 y pasar por España como de corrida, o como ca-
minante si así se pudiera de~ir, y pares~ía cosa harto bien
rre~ia 41 a los oydos y a los ojos y a los ánimos de todas
las gentes. La segunda comunera 42 causa, que tanbién
la pamemas abrebiada 43, fue el darse ofi~ios y benefi-
~ios a est-rangeros que, como la magestad del Carlos 44 los
traya cabe 45 sí, y se abía criado con ellos, y estaua obli-
gado a gratificalles sus serui~ios, pares~íale que se les
podrían pagar a costa d'España; y sí podían, avnque bien
questa arriba, la qual no querían subir los españoles con
el entendimiento, sino 46 andarse por aquel espa~ioso
llano de los rreyes pasados de gloriosa memoria. y
pesábales en lo yntimo de sus corazones ber aquellas
mer~edes tan largas en los pechos y ha~iendas y personas

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CAPÍTULO rn 39

de aquellos que no cono~ían ni avn entendían y que sus


pasados d'ellos 47 las abían tenido y poseYdo. Y, por que
abrebiemos esta materia, fue la ter~era causa (qu'estas
tres y no más pornemos en este yntento) 48, ber sacarse 49
el dinero del rreyno en grandes cantidades, qu'es cosa
que qualquier rrey y rreino debe mirar mucho para 50 que
no se haga, como vna de las cosas 51 más sustan~iales que
puede hauer para su consisten~ia. Y hera grande azedia
1. 9 r.
en los ojos españoles ber desfrutada / España para que
Flandes se hi~iese jardín de Evropa y se contase por vna
de las fe1i~es tierras del mundo.
Y d'estas causas que he contado se deribaban otras
muchas, que se an de buscar con las rrespuestas d'ellas
en los Añales que tengo alegados, y muy mejor en las
corónicas del mesmo 52 Carlos. Pues juntas estas causas
todas 53, acordó Toledo (~iudad prin~ipalísima de nues-
tra probin~ia), de armar la fragua para est-as disensiones,
acudiendo tanbién a dar sus ~iertas martilladas algunos
pueblos, y no todos, como el Jobio quiere sentir, harto
Contra la honrra d'España. Y de la manera que pasó la
capitanía de Juan de Padilla, de qu'él haze min~ión, es
cosa que no se puede contar en la priesa que yo llebo;
baste saber qu'es diferente de la manera 54 qu'el Jobio
la 55 quent-a. Y que la quema de Medina fue antes que
fuesen estotros capitanes de la Comunidad, como él quie-
re dar a entender, y 56 pasaron asímesmo otras muchas
cosas hasta qu'el Almirante y Condestable, que tanbién
heran gouernadores d'España como el cardenal de Tor-
tosa a quien él haz e vnico gouernador, los desbarataron
y ven~ieron. y lo que quenta, que después de ben~idos y
degollado Juan de Padilla, su muger doña María Pacheco
lebantó bandera para fauor~er a las Comunioades, es al
contrario, porque aquella señora, muger de bien rrezia

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E L ANTIJOVIO

condi~ión más que de letras, como el Jobio la haze,


sinenbargo de que todos sus hermanos y deudos (que
fueron como después el mundo a visto e~elencisimas y
señaladas personas) andaban sirbiendo a su rrey, ella con
corazón enpedernido quería estarse en su dure~a, no para
ayudar a los rrebeldes, porque ya no los avía, porque
f. 9 v. después de algún tiempo que / fueron ven~idos t'anbién
aquella ~iudad se abía allanado, pero quería ella en aquel
pueblo tener y 57 quedarse con el avtoridad y lugar qu'ella
y su marido allí 58 abían tenido 69. Y como esto no se
podía hazer sin gran rriesgo de la rredur;ión de Toledo,
fue ner;esario qu'el mesmo Toledo nuevamente rredu~ido
y otras gentes que abía metido consigo don Grauiel
Merino obispo de Jaem, gouernador de aquella tierra,
for~asen a la dicha doña María a más allanarse, la qual
se quiso poner en alguna defensa, pero al fin fueron des~
baratados los que la ayudaban y a ella le fue for~ado
dexar el pueblo y salirse del rreyno donde fuera d'él
murió. Y este alboroto particular que duró dos oras en
la r;iudad de Toledo y pasó a tres de hebrero del año de
beinte y dos, pasadas y acabadas ya las Comunidades en
Castilla y acabada la guerra de los fran~eses en Nauarra
de que en este capítulo el Jobio haze min~ión 60, le llama
él 61 nuevo alboroto y ayuda de las Comunidades, harto
sin propósito, pues nunca doña María Pacheco ni dio ni
pudo dar ayuda a las Comunidades d'España; pues 62 a
las particulares de Toledo tanpoco pudo 63, después de
ya allanado y entregado en poder de don Antonio de
C;úñiga, prior de San Juan, que dexó allí por gouernador
al avispo ya dicho. Dignos este cauallero y perlado y los
demás que sirbieron a su rrey en estas altera~iones de
ynmortal gloria. Las quales no son tanto d'espantar,
abido rrespeto a que no se hallará rreyno en el mundo

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CAPÍTULO III

que dure ~inquenta años sin algún alboroto, y ansí se


berá por todas las corónicas antiguas del mundo 6\ si no
es Ja mesma España, de quien agora bamos tratando 6 5,
f. 10 r. que después de pasadas estas rrebulu~iones, a perse- / bera-
do en su quietud y sosiego por benefi~io particular del
mesmo don Carlos su señor 66, que de tal manera fue
después temido y amado y cono~ido, que nunca más hubo
ni abrá semejante desgra~ia.
y en fin, por que diga lo que siento, yo creo que
permitió Dios las Comunidades españolas para vna gran-
deza del Emperador don Carlos nunca bista ni oyda
jamás desde qu'este nonbre de prín~ipe se yntroduxo
entre los honbres: y es que con ser señor de gran parte
de la tierra y tener anpliada su poten~ia en todas las qua-
tro partes del mundo, en las quales tenía tanta diuer-
sidad de rreynos y probin~ias y estados prin~ipalísimos,
ninguno de los dichos estados ni rreynos se le dexó de
rrebelar durante el discurso de su bida o hauer rrebelio-
nes en ellos; porque las vbo en España, como hemos
visto; húbolos andando el tienpo más adelante 67 en al-
gunas ~iudades de Flandes; húbolos ansÍffiesmo 68 en su
ynperio de Alemania; húbolos 69 corriendo más el tienpo
en Ytalia y espe~ialmente en su rreyno de Nápoles, y
rre~ién muerto el rrey don Fernando Cat6lico y él he-
redado 70, hubo tanbién otros pocos de alborotos en la
ysla de <;i~ilia, y en las otras yslas que posee España en
el mar Mediterráneo; húbolos tanbién 71 en Africa por
algunos rreyes de aquellos bárbaros tributarios d'España
que no acudían a las fortalezas que Su Magestad allí tenía
con el debido tributo; y hubo tanbién alborotos y Comu-
nidades, prosiguiéndose el tiempo muy más adelante en
las Yndias O~identales del mesmo Emperador. Y en fin,
no quedó señorío suyo sin que alcan~ase en él esta plaga,

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EL ANTiJOVro

para que se pudiese contar esta vnica feli~idad del Car-


los 72, que por su persona sola, con su capa y espada no
más, sin deber nada a sus prede~esores que le dejaron el
derecho para ello (avnque les deue otras muchas y sustan-
f. ID v. ~iales cosas), alcan- / ~ase 73 (dexándole la fortuna hecho
cauallero sen~illo que así se puede dezir), a hazerse 74 a
pesar d'ella señor de la mayor parte de la tierra criada 75,
sujetando a aquellos que de justi~ia y rrazón heran sus
basallos. Pues ningún estado tubo que en todo o en pane
no 10 ganase de nuevo, como si no se lo hubieran dexado
por heren~ia sus pasados. y por que concluyamos con las
Comunidades d'España, digo que para que las hubiese
en ella lo debió de causar tanbién algún ynflujo ~eleste
que por aquellos años aconte~ió de rreynar sobre el hu-
niberso orbe de acá abajo 76, porque se allará y se berá
en los Añales bien largamente que no hubo probin~ia,
ni rreyno de christianos ni de ynfieles, ni ningún género
de gente de los que abítan en la rredondez de la tierra 77,
en los quales desde el año de beinte que comen~aron las
Comunidades en España hasta el año de treinta, no hu-
biese rrebeliones y Comunidades contra sus señores y
rreyes y rrepúblicas en cada prouin~ia, sin faltar ninguna,
ni hauer e~esión la menor del mundo en esto, contando
a 78 España para esto por sola vna probin~ia, por no sacar
a Portugal donde no las hubo, y en todos los otros rreynos
y probin~ias del mundo sí las hubo, como ya tengo di-
cho 79, de adonde se siguió en muchas partes grande mu-
dan~a d'estados y señoríos, las quales rrebeliones parti-
cularmente se berán contadas donde tengo ya alegado.

1 En la margen izquierda, de letra del corrector: "No se ponga,


sino el emendado"; el texto de todo este capítulo está anulado por

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CAPÍTULO III 43
el mismo con rayas trasversales, pero tiene además las correcciones inter-
lineales que se dan en notas. - 2 Del. ": y rrebeliones. - 3 Mut.: de las
dichas comunidades: que para ellas uva. - 4 Mut.: las hubo en toda . .. :
hubo semejantes rebeliones en las más partes del mundo y en qué
cosas yerra el Jovio y se deve corregir. - 5 Mut.: Rey Don. - 6 Del.: si
me es lí~ito hazello. - 7 Mut.: y dende más atrás ... : porque lo de más
atrás dexo para que otros lo averigüen, dize. - 8 Mut.: su gran. -
9 Mut.: cabo. _ 10 Add.: pareció. - 11 Del.: le pares~ió. - 12 Del.: y entrÓ.
13 Add.: que. - 14 Del.: primero. _ 1ú Del.: de lo que avía pasadu. -
1~ Dd.: en su corónica. - 17 Mut.: de nuestro: del Rey Don. _ 18 Del.:
que tan solamente hera. - 19 Del.: ynbitísimo. _ 20 Del.: docto. _ 21 Mut.:
cabo. - 22 Del.: a. _ 23 Mut.: ciegos. _ 24 Del.: ~iegos. _ 25 Mut.: abemos
de hurtar: hurtaremos. - 26 Del.: y así le conberná bien ... _ 27 Tra71sp.:
no hiciera esta y otras salidas. - 28 M1It.: llevar a la boca: tragar. -
29 Mut.: desvezados. _ 30 Mut.: por la mesma: gran. _ 31 Mut.: Este
fue. - 32 Mut.: digo al qual: a quien. - 33 Mut.: vnos teniendo la del
padre ... : Aquellas fueron de temer como. - 34 Del.: de temer. -
35 Del.: todas las demás. - 30 M ut.: tanbién fueron ... : lo fueron. -
37 Del.: digo de los sabios . .. _ 38 Del.: estrangero (digo). - 39 Del.:
avnqu'el natural rrey d'España. - 40 Del.: fuera d'ella. _ 41 Mut.: y
pares~ía cosa ... : esto pare~ió harto rezio. - 42 Del.: comunera. -
43 Del.: que tanbién ... _ 44 Mut.: Rey. _ 45 Mut.: cabo. _ 46 Mut.: a
costa d'España ... : de esta manera, lo qual se hazía muy cuesta arriba
a los españoles que procuravan. - 47 Del.: d'ellos. - 48 Del.: (qu'estas
tres ... ). - 49 Mut.: sacar. - 50 Del.: para. - 51 Del.: cosas. _ 52Add.:
Emperador. - 53 Transp.: todas estas causas. _ 54 Del.: manera. _ 55 Del.:
la. - 56 Add.: que. - 57 Del.: ella en aquel ... _ 58 Del.: allí. _ 59 Add.:
en aquel pueblo. - 60 Mut.: men~ión. _ 61 Add.: Jovio. _ 62 Mut.: ni. -
63 Del.: pudo. _ 64 Del.: del mundo. - 6.5 Mut.: bamos tratando: tra-
tarnos. - 66 Mut.: mesmo Don Carlos su señor: Emperador Don Car-
los. - 67 Mut.: húbolos andando ... : y poco después. _ 68 Mut.: hú-
bolos ansÍInesmo: y. - 69 Mut.: y. _ 70 Del.: y él heredado. _ 71 Mut.:
húbolos tanbién: y. - 72 Mut.: esta vnica ... : por vnica feli~idad suya. -
73 Del.: no más sin deber nada ... - 74 Mut.: a hazerse: se hiziesse. -
75 Del.: criada. _ 76 Mut.: acá abajo: la tierra. _ 77 Del.: ni ningún gé-
nero ... - 78 Mut.: ecesión la menor ... : ecepción contando a toda. -
79 Del.: y en todos los otros rreynos ... -

.. ABREVIATURAS EMPLEADAS

Mtlt. = mutavit. Add. = addidit. Del. = delevit. Transp. = transposuir.

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CAPITULO QUARTO

De las vistas que tubieron los rreyes Fran~isco de Fran~ia y


Enrrique de Yngalaterra en la probin~ia de Picardía, y
de las rriquezas y aparato con que se bieran, y de la
j unta de Calés hecha a pedimiento de todos tres prín~ipes,
y de la causa d'ella, y del mote que traya el rrey de Yn-
galaterra 1. /

f. 11 r. En el capítulo segundo luégo siguiente del mesmo


libro y parte, dize el ~elente ystoriador Paulo Jobio que
aquel estío mesmo los rreyes de Fran~ia e Yngalat:erra,
Enrrique y Fran~isco, con~ertaron vistas en los confines
de Teruana y que hubieron efeto, y se bieron aquellos
prín~ipes con grandes aparatos y ostenta~i6Il de fiestas
y rriquezas; y espe~ialmente encare~e el autor vna casa
mudable de madera que llebaba el ynglés, con grandes
salas, aposentos y adere~os y architetura 2, a la puerta de
la qual dize qu'estaua vn sagitario con arco y frecha (ar-
ma peculiar y particular de los yngleses que avn esro él
no dize y tenía alguna ne~esidad d'ello), con vna letra
que dezía cuy adhereo prest 3, que quiere dezir: aquel a
quien me llegare, lleuará 4 lo mejor. y qu'esto lo de~ía
el rrey de astu~ia y propósito, porque como ya el nuevo
Enperador y el fran~és avían echado los fundamentos de
la guerra y había na~ido la simiente d'ella, quiso Enrri-
que en aquel letrero mostrar que a quien él ayudase de
los dos, preuale~ería contra el otro, porque cada vno de

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CAPÍTULO IV 45
los dos nuevos henemigos trauajaba de traer al ynglés
en su opinión. Todo esto pasó de otra manera de como
él lo quenta, porque las vistas de que en este capítulo él
haze minc¡:ión 5 pasaron el año de beinte (avnque él no
quenta el año en esto ni en casi otra ninguna parte sino
rrarÍsimamente, cosa de grande manquedad para la ys-
toria). No fueron al Emperador de tanta hac¡:edia como
él las haze, avnque fueron de alguna, porque aviéndolas
conc¡:ertado los que las hic¡:ieron para juIlio, las antic¡:iparon
con priesa y las hefetuaron por mayo, que causó alguna
sospecha. y dezir que heran ya nac¡:idas las simientes de
la guerra, no lo heran, porque todavía estauan debajo de
la tierra, pues de tierra hera el corac¡:ón del rrey Fran-
c¡:isco donde podían entonc¡:es estar senbradas, sin haver
tratado cosa qu'el mundo biese ni el nuevo Emperador
f. II v. entendiese 6, / avnque se entendía auerle pesado al Fran-
c¡:isco de la elec¡:ión hecha en la persona del Carlos de la
dignidad ynperial, y ser éstos los primeros c¡:elos que en-
tr'ellos pasaron, que tan caro costaron después a la mayor
parte del mundo. Solamente 7 al tiempo o poco antes 8
quel Emperador partió d'Espafia, entonc¡:es que es el tiem-
po de que trata 9 este capítulo del Jobio, avía el rrey de
Franc¡:ia salido con vna nouedad, y hera que avía enbia-
do 10 su enbaxador particular, sin el hordinario, a Espa-
ña, a pedir al Carlos 11 que le diese rrehenes y segurida-
des bastantes para el casamiento de Ludibica, hija de vn
año quando lo de Noyon 12, y si ella muriese, como luégo
murió, para la que nac¡:iese hija del rrey de Fran~:ia, con
quien el Carlos 13, por la capitulac¡:ión ya dicha 14, estaua
conc¡:ertado de se casar quando fuese de hedad, y pedía
los mesmos rrehenes 15 para que satisfarea a Enrrique de
Labrid del derecho que pretendía al rreyno de Nauarra.
Las quales cosas pero no los rrehenes 18, estauan prome-

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EL ANTIJOVIO

tidas en la 17 capitula~i6n noyonense 18, en ~ierta manera


que no es de nuestro prop6sito el con tallo.
Pero avnque andaua Europa con estos dolores de par-
to no avía parido nada, ni avn las gentes pensaban que
avía preñez d'ello, más de hauer poco que le avía al
fran~és faltado su costunbre. Antes 19 bisto el pedimiento
nuevo de los rrehenes y otras cosas d'esta traza que entre
anbas partes pasaban sobre si se cunplía o no la capitula-
~i6n de Noyon, se acord6 estando el nuevo eleto Empe-
rador en Bar~elona y el rrey de Fran~ia en Anbuesa, que
se hiziese otro conbento para declara~i6n de las dificul-
tades de la conben~i6n de Noyon y qu'éste fuese en
Monpeller de Fran~ia. Y acordado esto por anbos prín-
~ipes 20 nonbraron comisarios para ello, y fueron de parte
del Emperador Mercurino de Gartinara, su gran Chan-
~iller, y Fran~isco de los Cobas, su secret'ario, que ya
f. 12 r. comenc;aba a tener mano / en los negoc;ios; pero sobre to-
dos yva como presidente de aquella congrega~i6n musiur
de Gebres, Carnerero Mayor yayo de nuestro Carlos.
y de la parte rreal 21 yvan tanbién otros delegados para
este prop6sito, como heran Guillermo Budeo, dotísimo
honbre de nuestros tienpos, y Christ6faro Ponchiero,
avispo de París, que después fue arc;obispo senonense;
pero sobre todos por prin~ipal musiur de Buysi que tenía
los mesmos ofi~ios con su prínc;ipe de Camarero yayo,
qu'el Gebres con el suyo 22, Y comenc;ados ya a llegar
los conbentuales, son los juizios de Dios tan ynconpre-
hensibles, que murió en el camino, biniendo a Monpeller,
aquel Buysi que emos dicho, con lo qual, como muerl'e
del 23 prin~ipal comisario y que traya el princ;ipal po-
der 24, se deshizo aquella comen~ada -2:; congrega~ión,
que 26 se cree que si se hefetuara, según los presidentes
d'ella Gebres y Boysi heran amigos de paz (que lo heran

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CAPÍTULO IV 47
rrealmente y que sus mO\=0s amos se gouernaban por ellos
y los avían criado) 27, dieran conclusión y rremate a
todas las dificultades que entre estos prínc;ipes podía
hauer, y que ya se olían, avnque no abían nac;ido, como
nuestro Jobio dize 28. De manera que con solos pocos me-
ses de vida más del Buysi, la daban él y Gebres a casi yn-
finito número de honbres que después murieron en la
desbentura de las guerras.
Pero tornándonos al Jobio, digo que en lo que toca
al mote del sagitario el ynglés se arreó en aquella jor-
nada y en aquella casa de aquel blasón para otro hefecto
del que el autor dize, avnque no dio muy lejos del blanco.
y el propósito hera que tomada la capitula~ión entre el
franc;és y el español en Noyon de allí a c;ierto tiempo,
como en el capítulo segundo diximos, se confirmó la
dicha capitulac;ión con otra nueva que se hizo 29 que lla-
maron de Londres, donde estos dos poderosos prínc;ipes
tomaron al terc;ero, qu'es e1 30 ynglés, a manera de pa-
drino de las pazes, para qu'el que las quebrantase rrom-
f. 12 v. piendo el contrato / de Noyon, el mesmo ynglés ayudase
al contrario y enemigo contra el quebrantador de la ca-
pitula~ión y de la paz christiana. y el mesmo Enrrique
dio su palabra y fee, entrando por terc;ero contrayente,
qu'él así lo haría y que ayudaría al biolador de aquella
conbenc;ión d~ Noyon, como a la letra despué5 subc;edió.
porque 31 comenc;adas ya las guerras entre Franc;ia y Es-
paña, cada prínc;ipe de los dos acudió luégo al terc;ero,
que hera el Enrrique 82, que se declarase por enemigo
del otro, hechando cada qual la culpa del comienc;o de
las guerras a su contrario. Y el rrey de Yngalaterra 33 quiso
sacar bien en linpio esta berdad para ber por quál de
los dos se abía de declarar, y así 34 entre todos tres, me-
diante sus enbajadores hordinarios, se conc;ertó 35 que en

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EL ANTlJOVIO

Calés, vltimos fines enton~es de y ngalaterra 36, VlilleSen


legados y enbajadores d"estos dos prín~ipes y qu'el ynglés
ynbiaría asímesmo 37 quien presidiese en aquella congre-
ga~ión, porqu'él hera el que avía de presidir rrespeto de
qu'él mesmo hera el que se havía de declarar por ene-
migo y a quien se pedía el ayuda 38. Y así enbió para
este hefecto allí a Calés 39 a Tomás, ar~obispo de Diort,
que comúnmente llamaban el cardenal de y ngalaterra 40,
con algunos otros de su casa, para que asistiese en aquel
conbento 41. Y por parte de Fran~ia, dexados otros dele-
gados 42, fue por prin~ipal d'ellos 43 Antonio de Prats,
Chan~iller de aquel rreyno, persona eminentísima. Y
por parte del Emperador fue también 44 su Chan~iller
Mercurino de Gartinara, ~elentísimo honbre de 45
todas ~ien~ias y en sus derechos harto espe~ial per-
sona, el qual fue también aconpañado de otros comisa-
rios ynperiales 46. Y avn el Papa León dé~imo, que en-
tonzes rresidía 47 en la vicaría de Jesuchristo, enbió tan-
bién a Gerónimo Genu~io, obispo de Asculi, su nu~io,
a ~ierto propósito que en las corónicas del que Dios tiene
en su gloria (o tenga por su misericordia divina) 48 será
f. 13 r. contado. / y t-anbién en los Anales se quenta el peda~o que
d'ello allí me cabe; en el qual conbento 49 se trató larga-
mente, por rrazones muy en forma tra'Mas, así por la
parte rreal como por la ynperial 50, quál de los dos prín-
~ipes avía sido el ynvasor de la guerra 51 y perturbador
de la paz, donde a cabo de algunos días que allí estuvie-
ron trataron largamente la materia 52. Y después de des-
pedidos, rrecogiendo el cardenal las rrazones de anbas
partes, las significó a su rrey, el qual de allí 5S algunos
meses, que fue el año de beinte y dos (porqu'el año antes
de beinte y vno por setienbre avía sido la junta de Calés)
declaró ser el acometedor de la guerra 54 y prin~ipiador

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CAPÍTULO IV 49

d'ella 55 quebrantando la capitula~ión de Noyon, el rrey


Fran~isco de Fran~ia, declarándose ansímesmo por su
enemigo como honbre que avía abierto la guerra entre
los christianos. y así ayudó en ella al Enperador muchos
años, hasta que sub~edieron otros tienpos que en esta
obra, o en otras de más propósito y que vinieren más a
é1 1l6, serán contados. Pues tornando añudar el hylo que
llebamos, digo que la causa de pre~iarse el ynglés de 111
aquel sínbolo del sagitario y su letra, dando a entender
que al qu'él se llegase llebaría lo mejor, hera por 118 que
él estaba tomado por padrino 119, como ya eSl'á dicho,
contra el quebrantador de las pazes de Noyon, y quería
de~ir que nadie de los dos las quebrantase (porque quan-
do las bistas de que en este capítulo se haze min~ión avn
no estaban quebradas) 60; porqu' el que las quebrase 61
llebaría lo peor, ayudando él a su contrario, conforme a
10 que tenía prometido en la capitula~ión de Londres.

1 Add.: y en qué cosas de éstas va muy errada la Historia del Jo-


vio. - 2 Mut.: y architetura: conforme a buena architetura. - 3 Mut.:
my adhereo prest: cui adhereo preest. - 4. Mut.: llegare, lleuará: llego,
lb·a. - 11 Mut.: él haze min~i6n: haze men~ión. - 6 Todo este folio
tiene correcciones de letra distinta de la habitual, con tachaduras e
intercalaciones parciales que dan por resultado una redacción dife-
rente, la cual alcanza a afectar las primeras líneas del folio siguien-
te y que, reoonstruída en lo posible, dice así: ''En el capítulo segundo
del mesmo libro y parte dice nuestro Jobio que los reyes de Fran-
~ia e Ynglaterra, Enrrique y Fran~isco, con<;:ertaron vistas en los
confines de Teruana para los meses del estío, en el qual se vieron

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50 EL ANTIJOVIO

aquellos pnn<;:lpes con grandes aparatos y ostenta<;:ión de fiestas y


riquezas. y esp~ialmente encarece qu'e! inglés traya vna casa de
madera, portátil, fabricada con bien dispuestas salas y aposentos,
conforme a buena architetura, y que en la puerta d'ella estaua vn
sagitario con su arco y frecha (arma particular de los yngleses) con
vna letra que dezía: cui adhereo preest, que quiere decir: aquel a
quien me arrimo, venze; lo qual dezía no sin grande fundamento y
propósito porque como entre Emperador y e! fran<;:és estaua ya de-
clarada la guerra y na<;:ida la simiente d'ella, quiso Enrrique en aquel
letrero mostrar que a quien él ayudase de los dos preuale<;:erfa contra
e! otro, por que cada vno d'ellos trauajase traer a su debo<;:ión; en lo
qua1 aduierto que nuestro Jobio omitió el poner el año de veynte
en que fueron estas reales vistas, que es la ordinaria falta de su His-
toria, las quales causaron alguna azedia en e! pecho del Emperador,
aunque no tanta corno Jobio pondera, porque auiéndolas publicado
para el mes de julio, las efetuaron en el de mayo. Tanpoco al tiempo
d'estas vistas era na<;:ida la simiente de la guerra, que todavía estaua
soterrada en el corazón de Fran<;:isco sin que el Emperador la en-
tendiese, aunque algunos de<;:ían auerle pesado al rey dE. Francia de
la e!e<;:ión de! de España a la dignidad imperial, y que envidia auía
de ser la que inquietase tan poderosos prín<;:ipes". - 7 Mut.: .solamente:
También es de saber que. - 8 Del.: o poco antes. - 9 Mut.: enton<;:es que
es el ... : de! qual se trata en. - 10 Mut.: y hera que avía enbiado: y
es que embió. - 11 Mut.: Emperador. - 12 Del.: quando lo de Noyon. -
13 Mut.: rrey de Fran<;:.ia ... : Emperador. - 14 Mut.: ya dicha: de
Noyon. - 15 Transp.: los mesmos rrehenes pedía. - 16 Del.: pero no los
rrehenes. - 17 Add.: dicha. _ 18 Del.: noyonense. - 19 Mut.: pero avn-
que andaua ... : baste decir que por ella no estava el Emperador
obligado a dar las rehenes que el fran<;:és pedía, así que sólo esto ...
nacido... donde se rendía a la voluntad de! fran~és y. - 20 Del.: y
acordado esto ... - 21 Mut.: de nuestro Carlos ... : del Emperador: por la
parte del rey Fran~isco. - 22 Mut.: Emperador. - 23 Mut.: que emos di·
cho... : por cuya muerte, como era. - 24 Del.: y que trafa el prÍn<;:ipal
poder. - 25 Del.: comen<;:ada. - 26 Mut.: y. _ 27 Del.: (que lo heran
rrealmente ... ). - 28 Del.: y que ya se ... 29 Del.: que se hizo. _ 30 Mut.:
al ter<;:ero qu'es el: por ter~ero al. - 31 Mut.: qu'e! que la~ quebran.
tase ... (fol. ant.): para que fuesse enemigo del que las quebran-
tasse, y ayudasse al que estuviese por lo capitulado en Noyon, de lo
qual dieron fe y palabra. / Por esto. - 32 Del.: que hera el Enrrique. -
33 Mut.: Ynglaterra. - 34 Mut.: y así: Con<;:ertóse. - 35 Del.: se con<;:ertó. _
36 Mut.: Ynglaterra. - 37 Mut.: ynbiaría asímesmo: embiaría. _ 38 Del.:
porqu'él hera el que ... - 39 Del.: allí a Calés. - 40 Mut.: Ynglaterra.

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CAPÍTULO IV

41 Del. : para que asistiese ... - 42 Del.: dexados otros delegados. -


43 Mut.: d'ellos: entre otros. - 44 Add.: por principal. - 45 Mut.: en. -
46 Del.: el qual fue tanbién ... - 47 Mut.: presidía. - 48 Mut. : que Dios
tiene ... : Emperador. - 49 Mut.: y tanbién en los Anales . .. : pues en
aquel. - 50 Mut. : rreal como por la ynperial: ynperial como por la del
rey. - 51 Del.: de la guerra. - 52 Del.: donde a cabo ... - 53 Add.: a. -
54 Del.: de la guerra. - 55 Mut.: d'ella: de la guerra. - Gil Del.: y que
vinieren más a él. - 57 Mut.: añudar el hylo ... : a la materia, digo que. -
58 Mut.: dando a entender ... : significava. _ 59 Mut.: ter~ero. 60 Del.:
(porque quando ... ). - 61 Mut.: las quebrase : tal hiziesse. -

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CAPITULO QUINTO

De las cortes primeras qu'el Enperador Carlos tubo en Ale-


mania, y del rremedio que en ella se puso a los comien~os
del heresiarca Lutero, y de los prin~ipios de las guerras
f. 13 v. d'entre el Emperador y el rrey / de Fran~ia, y cómo se
aliaron el Emperador y el Papa, y cómo la guerra se pasó
a Ytalia, y de algunas cosas que en esta guerra ytaliana
pasaron, y de la muerte del Papa León dézimo y ele~ión
de Adriano sesto l.

Pasando por nuestra con~erta~ión más adelante 2, en el


capítulo siguiente qu'es el ter~ero del libro ya tratado 3,
trata Paulo Jovio dibersas materias; y de las que se ha de
hazer min~i6n 4 para la berdad de la ystoria son que, des-
pués de hauer contado la toma de la ~iudad de Belgrado
por el turco Solimán, quenta luégo las cortes (o Dieta
como los alemanes la llaman), que Su Magestad tuvo en
la <;iudad de Vormes de Alemaña, que fue la primera vez
que se juntó con los prín~ipes de aquella na~ión después
de hauer sido eleto en 5 Emperador. Y, avnqu'él no 10
dize, las cortes alemanas se hizieron en aquel pueblo,
abiéndose de hazer en Nurunverga, porque, conforme a
la bula que los alemanes llaman A vrea, las primeras cortes
qu'el nuevo Emperador tuviese an de ser donde está dicho.
Pero la pestilen~ia que andava enton~es muy terrible por
la mayor parte de aquella probin<;ia, causó que no se hi-
ziesen donde por preuillegio y costunbre se avían de hazer,

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,
CAPITULO V 53
sino en Vormes, qu'estava más libre en ton eres de aquel mal
contagioso. Dize pues nuestro autor que en aquella Dieta
se le dio lierencria al heresiarca Martín Lutero, que nueva-
mente avía salido con sus herrores en Alemaña, para que
ablase y diese rrazón de lo que le avía mobido a semejante
maldad, y que dio las causas fríbolas que le parecrió, y
qu'el parecrer del Emperador fue que se buscase algún
sancto medio para rremediar la rrepública. y antes que
f. 14 r. pa- / semos a las demás cosas contenidas en este capítulo,
será vien en vna palabra dezir quán corto quedó el Jobio en
lo que hera necresario que más se alargase, en fauor de
aquel a quien no le costó menos que la vida, y primero
poco a poco su sangre y su salud 6, buscar .el rremedio
quando convino por mandatos, y después por rruegos y
persuasiones, y después 7 por las armas, para qu'esta plaga
nacrida en este postrer ter~io del mundo entre los chris-
tianos se rremediase 8.
Pero tratemos agora del punto que solamente trata el
Jobio, y quédese lo demás para las ystorias ynperiales. Y
así digo que en dezir él 9 qu'el Enperador en aquellas pri-
meras cortes, rrecrién nacrida la desbentura del 10 Lutero y
dada audiencria al mesmo herege, el Emperador buscó al-
gún medio para rremediar aquella pestilencria, si toma
medio por concordia o por alguna manera de asiento, es
engaño notorio; porque lo qu'el Emperador hizo des-
pués de oydo al 11 Lutero (al qual avía dado saluocondu-
to para que viniese allí a Bormes para 12 ber si por buenas
rrazones pudiera ser apartado de su herrado camino), y no
aviendo podido conseguir este hefeto, le mandó 13 que lué-
go se saliese de la corte y que dentro de beinte días se pu-
siese en lugar que a él le pare~iese estar seguro, porque
desde luego se le declarava que no durava más la fuer~
del saluoconduto. y hecho esto, el sancto Emperador

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54 EL ANTIJOVIO

mandó 14 por vn hedito rrigurosísimo, que se mandó pu-


blicar 15 por toda Alemaña, que ninguno sintiese ni con-
sintiese en aquellos herrares y heregías ni en ninguna
d'ellas, que ya la Yglesia Católica y el Papa, cave~a d'ella
a esta sazón, avía declarado por tales, so pena de muerte
y priua~ión de todos sus bienes. y demás d'esto se mandó
f. 14 v. que todos sus libros fuesen quemados, y así / lo fueron en
aquella pla~a de Vormes, mandando asímismo 16 a todos
los ynpresores y libreros que no los ynprimiesen ni ven-
diesen de allí adelante so la mesma pena, todo lo qual se
guardó así algún tiempo, y algunos luteranos fueron 17
quemados en Alemaña por el ynfante don Hernando, que
de Flandes avía ya pasado en Alemaña, y se avía casado
con María, hermana de Luis, rrey de V ngría, este mesmo
año que fue el de veinte y vno. Al qual ynfante, que los
alemanes llamavan el Archiduque de Austria, dexó el
Carlos 18 su hermano por su lugarteniente en el imperio,
porqu'el Emperador, llamado de 19 la guerra de Flandes
que ya el fran~és por aquella parte a este tiempo le avía
movido, le convino bol ver 20 aquellos estados, y de allí a
poco tienpo a España. Pero como después aquella lute-
rana plaga, por pecados de la christiandad 2\ se ampliase
por toda aquella prouin~ia de Alemaña, y avn brotase
otras heregías diversas y de diuersa manera 22 (cosa muy
natural y propia de los hereges porque no ay cosa, según
se a visto desde la primitiva Yglesia que más polule ni
heche 23 dibersidad de rramos 24 que las mesmas 25 here-
gías, que 26 vnas salen de otras y otras de otras), no pudo
el buen ynfante Archiduque castigar lo que ya yva cun-
dido por 27 todas las partes de aquella tierra, ni 28 el Em-
perador que tan justamente estava avsente tan poco 29. De
manera que rresolviéndonos, digo qu'en aquellos prin~i­
pios d'esta calamidad 30 allí en Vormes ni vbo rruegos ni

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CAPÍTU LO V 55
medios, sino mandatos con todo rrigor, como heran ne-
~esarios 31. Los rruegos y medios vinieron quando después
estuvo el mal general y 32 no se ovede~ía a lo mandado,
y los 33 que se buscavan y se les 34 ofrecrían a los herejes, he-
ran salva la verdad católica y las otras cosas que convie-
f. 15 f. nen 35 qu'estén en pie como lo han estado desde / el prin-
~ipio de la y glesia hasta agora. y quando rruegos ni me-
dios no vastaron, se tomó por el mesmo 3G Emperador el
vltimo rremedio 37 de las armas, que 38 lo que en ello su~e­
dió se alega para ello las corónicas ynpresas 39 en los cora-
~ones de los honbres del tiempo presente, y para el porve-
nir las que quedaren escritas de 40 la más sustan~ial gue-
rra que se bio en nuestros tiempos.
y vengamos agora a lo qu'el mesmo avispo 41 dize
más adelante en este mesmo capítulo, donde trata de la
capitulacrión que hi~ieron León y Carlos, Papa y Em-
perador, y avnque no lo quenta, hízose allí en Vormes.
y en esto lo que ay que dezir 42 es que fuera justo, guar-
dando la horden de buen ystoriador, pues ello hera tal 43,
que pusiera primero la primera guerra d'entre Fran~isco
y Carlos, que fue la de Flandes, fauorecriendo el francrés
a mizer Rroberto de la Marcha, vasallo en crierta mane-
ra del Emperador por la parte de aquellos estados, y que
nuevamente se le avía rrebelado, ayudándole el fran~és
con gente y dinero y capitanes para est:a rrebelión, ha-
ziendo guerra pública los fran~eses a los borgoñones. y
avnque haze de pasada men~ión d'esto, es fuera de pro·
pósito y del tiempo que lo avía de hazer, porqu'es en el
libro diez e nueve, en el capítulo segundo, antes qu'e1 44
Carlos viniese a rreynar en España. Lo qual pasa al con-
trario, porque después d'estar en España rreynando, y
ser elegido Emperador, y buelto otra vez a Flandes, y de
allí 45 Alemaña a tomar la primera corona que tomó en

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56 EL ANTIJOVIO

Aquisgrán (y avn hallándose el mesmo mizer Rroberro


en aquella solenidad como vasallo borgoñón del Car-
los 46), se partió de allí mediante los traros secretos que
traya con el fran~és, y se rrebeló como está dicho. Contra
la qua1 47 rrebelión se opusieron los de aquellos estados,
estando su Carlos 4 ocupado en las cortes de Vormes,
su~ediéndoles 49 muy vien el nego~io, porque le tomaron
f. 15 v. todas sus tierras al Rroberto y después entraron por / Fran-
~ia como prouin~ia ya públicamente su enemiga, y si-
tiaron a Masieres llevando por general a Enrrique, conde
de Nasao, y no a Fran~isco Sichino, como el Jobio dize,
el qual Fran~isco 50 no yva allí más que por coronel de
~ierta gente alemana. y es ansÍ que aquel lugar, qu'está
puesto junto al rrío Mosa, no se tomó enton~es por al-
gunas causas, y vna d'ellas fue la que nuestro autor dize
del esfuer~o y virtud de Pedro Bayardo, esforpdo capi-
tán de los fran~eses, y de otros capitanes que allí avía
que hi~ieron las defensas y rreparos ne~esarios. Pero es
bien que sepa el J obio que no hera el mesmo 51 Bayardo
el capitán prin~ipal que la defendía, como él lo quenta,
sino musiur de Memoran~i, a quien el rrey avía dado a
cargo aquel pueblo para que le defendiese de aquel yn-
pitu. Y ase de adbertir mucho, como punto 112 prin~ipa­
lísimo en estos nego~ios, que las 53 primeras guerras que
vbo entr'el fran~és y el Emperador enton~es 114, que des-
pués duraron casi quarenta años, con notable perdi~ión
de gran parte del género humano, travajaron 1111 estos dos
prín~ipes, y después d'ellos 56 todos sus afi~ionados de
Evropa y del vniberso 57, de cargallas el vno al otro, ha-
ziendo cada vno prin~ipiador de la guerra, de que tan
grandes males al mesmo mundo, qu'estava en paz mu-
chos días avía, se siguieron, a su contrario 58. Y no ay que
dudar sino qu'el que las comen~ó abrió la más pestilen-

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CAPÍTULO V 57
~ial cosa para 59 los honbres que se a leydo, avnque en-
tren en ellas 60 las guerras púnicas tan nonbradas de rro-
manos y cartagineses, ni las 61 de los griegos y persas,
ni 62 las de otras 63 na~iones ningunas 64 que sepamos
que ayan beligerado 65 vnas con otras. Pues agora nues-
t'fO Jobio, en el capítulo qu.e tengo alegado 66 del libro
diez y nueve, muy gentilmente, sin más propósito, falsí-
simamente 6\ da a entender por palabras bien claras (10
f. 16 r. qual 68 confirma por este capítulo ter~ero) I del libro vein-
te (en dezir 69 que la guerra que se abía comen~ado 70
en España se avía trasladado en Ytalia) 71, que la prime-
ra guerra que entre el Carlos 72 y Fran~isco huyo fue co-
men~ada por los ynperiales, ~ercando el lugar de Masie-
res en Fran~ia 73, como quiera qu'es notorio, savido y
entendido y palpablemente visto 7\ que pasa lo conl'ra-
rio; porque antes del sitio de Masieres, Rroberto de la
Marcha de quien hemos tratado, haziendo gente en Fran-
~ia y en París, caveza de aquel rreyno, públicamente ta-
cando atanvores y enarbolando vanderas, entró por los
estados de Borgoña, canpeando y tomando pueblos, sin
tener Flandes vn soldado hecho. Lo qual sabido por el
Emperador, qu'estava en Bormes entendiendo en apa~i­
guar la heregía luterana, cometió el rremedio y defensa
de aquellos estados al conde Nasao, el qual haziendo
gente y baxando alemanes, rrecuperó 75 lo perdido, y al
Rroberto tomó la mayor parte de su estado, y pasando
adelante tras él entró en Fran~ia y sitió al lugar de Ma-
sieres. Véase agora quién dio causa a esto; y avnque no
vbiera su~edido 76, después d'esto o casi en el mesmo
t>iempo, el rrey Fran~isco enbió exér~ito con musiur As-
parros sobre Nauarra y la tomó, y avn no contentándose
con Nauarra dio vista a Logroño, tierra patrimonial de
Castilla, avnqu'e1 77 exér~ito fran~és llevó el pago que

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58 EL ANTlJOVIO

convenía quedando perdido, y el general que lo gouer-


naua preso, y todos venc¡:idos de los españoles, que les
dieron la vatalla a postrero de junio d'este mesmo año
de veynte y vno. Y no vasta, para contraven~ión d'esto 78,
dezir que conforme a lo de Noyon podía el rrey, salva
la amistad del Carlos 79, ayudar al Enrrique de Labrid
para rrecobrar a Nauarra; porque no lo podía hazer sin
primero rrequerir al Carlos 80 que diese congrua 81 sa-
f. 16 \' . tisfac¡:ión al nauarro, / y que constándole que no hera bas-
tante, lo pudiese hazer, haziéndole primero al español 82
c¡:ierto del derecho del despojado. Todo lo qual no avía
prec¡:edido, ni parte d'ello, hasta qu'el exérc¡:ito entró por
Nauarra y la ganó. y avnque vbiera pasado los rrequisi-
tos nec¡:esarios, ¿qué obligac¡:ión o qué derecho tenía En-
rrique de Labrid a Logroño, para sitialla el rrey de
Franc¡:ia?
De manera qu'está muy claramente visto (como tan-
vién después lo declaró el rrey Enrrique de y ngalaterra en
el tiempo que atrás dexamos apuntado 83), qu'el princ¡:i-
piador d'estas guerras que tan nonbradas y perpetuadas
quedarán en la memoria de los honbres por!l4 peruersas
para la christiana rrepública, fue el rrey Franc¡:isco, y que
a él solo se le deve esta hazaña, sin tener más parte en
ella el Carlos 85 que la defensa natural y la obligac¡:ión
del anparo de sus vasallos, entre los quales entran tanvién
los lonbardos, probinc¡:ia qu'es feudo del ymperio. Lo
qual visto por S6 el Emperador, y qu'el Franc¡:isco 87 no
pedía ynbestidura al señor del feudo, como a yngrato
vasallo y que por el mesmo caso según derecho tiene
perdido el señorío útil de la cosa feudal, y que ya pú-
blicamente por diuersas partes de sus rreynos y estados
le hazÍa guerra, conc¡:ertaron él y 88 León dézimo y capi-
tularon 89 en Vormes para hechalle !lO al franc¡:és del es-

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CAPÍTULO V 59
tado de Milán que poseya, y que fuese anparado en los
derechos de aquel estado Fran¡;isco Esfor¡;ia, que d'él
estaua despojado; y para esto el Papa hizo capitán su-
perior de la y glesia a Federico, Marqués de Mantua,
que andando el tiempo 91 adelante el Emperador le hizo
duque d'ella. y asímesmo 92 el Emperador nonbró por su
general al Próspero Colana y coronel de la ynfantería al
marqués de Pescara, y de los honbres de armas hera su-
f. 17 r. perior Antonio de Leyva, y comisario del exér~ito / Her-
nando de Alarcón, todos quatro nonbrados capitanes y
e¡;elentes de nuest·ro tiempo. Y así 93 la guerra se trasladó
en Ytalia, quedando todavía 94 los originales en los lu-
gares contados de Flandes y España, de cuya trasla¡;ión
ytaliana es menester que ablemos vn poco en enmienda
del Jobio y de lo qu'él trata, en este capítulo por donde
agora corre nuestra obra, en el qual el avispo 95 dize al-
gunas cosas harto dignas de ¡;ensura, y juntando estas
con otras qu'escribió el mesmo autor 96 en vn libro que
hizo de la vida del marqués de Pescara, se hallará que
en ninguna tuvo rrazón.
Dize, pues, en las partes ya alegadas 97, qu'el prin¡;i-
pio d'esta guerra lonbarda 98 fue yr el exér¡;ito ymperial
sobre Parma, y que aviendo tomado la mitad de aquel
pueblo hasta donde lo parte el rrÍo que pasa por medio
d'él, el exér¡;ito 99 no prosiguió acavallo de 100 tomar todo,
con gran vergüenp y afrenta de aquel campo. y en esto
el autor 101 se engañó manifiestamente, porque la rreti-
rada de Parma y volverse alojar al rrío Len¡;a fue vna
cosa harto a¡;enada, según la opinión de muchos, como
después el su¡;eso lo mostró. Puesto caso qu'es verdad
qu'el Próspero (avnqu'este punto no toca el Jobio) fue
de pare¡;er contrario, y que la ~iudad se acabase de ganar,
costase lo que costase, sin envargo que por aquella parte

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60 EL ANTIJOVlO

estava muy fortificada. Pero ~iertamente, si muchos no


se engañan, fue más a~ertado el pare~er del de Pescara,
que dio muy de propósito en la rretirada 102, porque la
toma del pueblo avía de costar mucha gente, y después
ocupados en el saco, avía de ser grande enbara~o para de-
fenderse de musiur de Lutreque, que con el exér~ito
fran~és les venía en~ima, y dize más en aquel libro de
la bida del marqués (porque corramos toda la del Jo-
bio) 103; que vn alboroto que luégo, cabe el lugar de
Ponte Vico, huvo 10-1. entre los españoles y ytalianos del
exér~ito ~esáreo, que los españoles tomaron desaper~e­
vidas a los ytalianos, y que sin causa ninguna les aco-
f. 17 v. metieron, y que así, como desaper~ebidos, llebaron / lo
peor. Engaño notorio, mas no engaño, sino mali~ia pura,
que ya tanbién yo me boy desbergon~ando 105. Lo que
pasa es qu'estando rrefirmados los esquadrones en el te-
rritorio ya dicho, sin propósito ni causa ninguna, rrebuel-
ben los ymlianos y dieron en el bagaje de los españoles
que acaso estaba allí ~erca d'ellos, y saquéanlo como si
fuera rropa de enemigos, y los mo~os de los soldados die-
ron el aviso d'ello, y la grita lo dio primero, y buelben
los españoles de dos en dos, y de quatro en quatro, y es-
quadras enteras, a procurar por su hazienda y a cobra-
lla, y hizieron lo que hi~ieran qualesquier honbres por
justificados que fueran. y puesto ya el nego~io en las
armas su~edióles mal a los ytalianos, como el mesmo
obispo 106 dize, que llevaron lo peor; y tan 107 peor lo
llebaran, que ellos se espantaran bien del neg~io, por-
que quedaran allí más de los que quedaron 108, si no se
tubiera rrespeto al marqués de Mantua hazia donde se
fueron rrecogiendo, y al cardenal Jullío de Médizis, que
fue después Papa Clemente sécimo, que hauía poco que
hera venido al campo a rresidir en él 109 por legado del Pa-

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CAPÍTULO V 61

pa su primo, el qual acudi6 luégo al nego~io, y con su


autoridad, rruego y lágrimas (trayendo vna cruz delante
de sí), puso fin a la baraja. Trata más el obispo 110 en los
lugares ya alegados, que quando adelante 111 se aposen-
taron anbos campos, fran~és y ynperial, el vno tan \=erca
del otro que no avía más del rrío Ada en medio, que 112
quiriendo pasar los ynperiales y siendo defendida la otra
rribera por los contrarios, que los ytalianos fueron los
primeros que pasaron en ~iertas barcas, yendo y bolbien-
do por más soldados de aquella na~i6n, y que los espa-
ñoles pasaron después y tomaron ~ierta casa, y avn por
que no quedase primero 113 ytaliano en el campo de
aquesta banda del rrÍo, avn no haze su pasada tan pres-
to 114, hasta que Juanín de Médizis, capitán e\=elente de
f. 18 r. cauallos ligeros, se abentur6 / a la hondura del rrío y pas6
con su gente de cauallo de la otra banda 115 con gran
peligro. y es así, que ninguna persona pas6 primero el
rrío aquel día, qu'el capitán Juan de Hurbina, maestre
de campo de los españoles, con treynta soldados de su
na~i6n que 116 pusieron los pies primero que otro nin-
guno·117 en la otra van da 118, y luégo pasaron más arriba
los ytalianos en dos barcas, y más arriba luégo los es-
pañoles de golpe en otras, y el capitán Juan de Médizis
por el agua con harto gran peligro, que en esto sí lo
hubo 119, como el mesmo 120 Jobio dize.
Pero de lo que este notable autor más m'espanta a
mí 121 en este capitulo, es de que diga 122 qu'el marqués
de Mantua defendi6 a Pauía, sin hazer men~i6n de An-
tonio de Leyva qu'estava con él, a los quales anbos se
les hauÍa encomendado la defensa de aquella tierra. Y
quánto más conbenía aver hecho min~i6n del Anto-
nio 123 en defensa de Pabía que de otro ninguno, Dios lo
mostr6 después andando el tienpo, rrespondiendo por

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EL ANTIJOVIO

lo que sabía 124 que abía d'escrebir el Jobio, mostrando


quánto este nonbre de PauÍa 125 casi no se puede non-
brar 126 entre nac¡:iones estrañas, sin el nonbre de Anro-
nio de Leyba. Y si 127 dize por otra segunda guarnic¡:ión
que otra vez se enbió a la mesma Pauía, devajo de la
mesma milic¡:ia del mantuano 128, acordaráse que fueron
allí no 129 todos ytalianos, como él lo apunta, sino 130 tres
conpañías d'españoles, con sus capitanes Corbera, San-
tacruz y don Felipe de <;erbellón, los quales entraron en
el pueblo por medio de los enemigos. Pero avn más m'es-
panta que pone en este capí~ulo el Jobio a Marco Antonio
Colana, capitán baleroso que 131 serbía a franc¡:eses, muer-
to en el socorro del castillo de Pauía, habiendo sido
muerto de vn tiro de artillería en el socorro de la forta-
leza de Milán, queriendo por allí socorrer a los de aque-
lla fuerc¡:a, lo qual acontec¡:ió después de ser ya ganada
por los ynperiales Milán, en la qual se entró a beinte y
dos de nobienbre de aquel año de beynte y vno, tenien-
do la c¡:iudad los ynperiales y los franc¡:eses el castillo. y
f. 18 v. en fin I del capítulo dize tanbién 182 que luégo murió el
Papa León dézimo (y así fue la berdad, y avnqu'él no
pone el día, murió a primero de diziembre), y que en su
lugar suc¡:edió Adriano, con bergonc¡:oso fauor y apresu-
rados boros de los banderizos cardenales en preferir vn
honbre olando y que entonc¡:es estaua en España, a todos
los demás cardenales, contra la honrra de Ytalia.
Esro todo 133 no merec¡:e otro nonbre sino el de rrisa 13\
avnque en paso tan ynjusto no lo 135 sería que se leban-
tase la cólera a más que rreYrlo. Porque 186 aquella su-
prema dignidad y la 137 tenenc¡:ia de Jesuchristo en la tie-
rra, no la dexó el mesmo Dios 138 particularmente. a lo
que yo creo 189, a los ytalianos más 140 que a las ONas na-
c¡:iones. Esto 141 tan obligado estaba el obispo a sauello,

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CAPÍTULO V

como saber H2 escreuir ystoria; y así siempre hauido 143


diferentes na<¡:iones en el Sumo Pontificado. Y el H4
Adriano, de quien él trata, fue vn señalado barón y bas-
tante, si algún honbre por bentura en la tierra puede
hauer que lo sea, para aquel cargo, y de los ymperfetos,
porque en fin todos lo son según agora está el mundo
para tan grande dignidad, él fue perfetísimo 145. Y nac;er
en Olanda haze poco al caso, ni en lo más bárbaro que ay
en todo el setentrión, y para esto le alego la bulgar doc-
trina de San Pablo, qu'él mejor me puede alegar a mÍ.
Pero el mayor ynconbiniente qu'él devió de allarle, fue
estar enton<¡:es en España, qu'éstas son las postreras pa-
labras de su capítulo, porque ningún mal le pare<¡:e a
él que deja de tener España, hasta estar ynpedida de
sufi<¡:ien<¡:ia para que quepa en ella vn honbre merec;edor
de ser elegido en aquella alteza de dignidades 146.

1 Add.: y cómo en lo más de todo esto va el JlOvio fuera de ca-


mino. - 2 Del.: Pasando por ... - 3 Mut.: dicho. _ 4 Mut.: men~ión. _
11 Mut.: por. - 6 Mut.: no le costó menos ... : tanto costó. - 7 Mut.: al
fin. - 8 Del.: para qu'esta plaga . .. - 9 Del.: él. - 10 Mut.: de. _ 11 Del.:
al. - 12 Mut.: por. - 13 Mut.: y no aviendo podido ... : fue mandar. -
14 Mut.: el sancto Emperador mandó: mandó el Emperador. - 15 Mut.:
que se mandó publicar: publicado. - 16 Mt{t.: mandando asÍmesmo:
Mandóse también. - 17 Transp.: fueron algunos luteranos. - 18 Mut.:
Emperador. - 19 Mut.: porqu'el emperador llamado de: porque. _ 20
Mut.: le convino bolver: le for~ava bolver a. - 21 Del.: por pecados de
la Christiandad. - 22 Del.: y de diuersa manera. _ 23 De/. : polule ni
beche. - 24 Add.: eche. - 25 Del.: mesmas. _ 26 Mut.: porque. _ 21 Mut.:

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EL ANTIJOVIO

yva cundido por: avía ocupado. - 28 Add.: menos. - 29 Del.: tanpoco. -


30 Del.: rresolviéndonos digo ... - 31 Mut.: heran ne~esarios: era ne-
cessario. - 32 Mut.: general y: tan es tendido que. - 33 Add.: medios. -
34 De!.: les. - 35 Mut.: conviene. - 36 Mut.: se tomó por el mesmo: to-
rnó el. - 37 Add.: que fue. - 38 Del.: que. _ 39 Mut.: se alega para ello .. :
está impresso. - 40 Mut.: las que quedaren ... : quedará escrito en las
historias como. - 41 Mut.: mesmo avispo: Jovio. - 42 Mut.: notar. -
43 Del.: pues ello hera tal. _ 44 Add.: rey don. - 45 Add.: a. _ 46 Mut.:
Emperador. - 47 Mut.: la qual: esta. - 48 Mut.: su Carlos: el Emperador. -
49 Mut.: su~edióles. - 50 Mut.: el qual Fran~isoo: porque este. - 51 Del.:
el mesmo. - 52 Mut.: de aquel Ynpitu ... : El. - 53 Mut.: que las: es que
estas. - 54 Mut.: fran~és y el ... : Emperador y el franltés. - 55 Mut.: con
notable perdi~ión ... : trabajó cada vno de. - 56 Del.: después d'ellos. -
57 Del.: de Evropa y del vniberso. - 58 Del.: haziendo cada vno ... -
59 Mut.: cosa para: puerta para daño de. - 60 Mut.: entren en ellas:
se aleguen. - 61 Mut.: ni las: y. _ 62 Mut.: y. _ 63 Add.: qualesquiera. -
64 Del.: ningunas. - 65 Mut.: guerreado. - 66 Mut.: que tengo alegado:
tercero. - 67 Del.: sin más propósito ... - 68 Mut.: por palabras ... : y 10.-
69 Del.: (en dezir). - 70 Mut.: que se abía comen¡;aoo: comenltada. _ 71
Add.: y. - 72 Mut.: Emperador. - 73 Add.: lo qual es falsíssirno. _ 74 Del.:
savido y entendido. - 75 Mut.: recobró. _ 76 Del.: véase agora quién ... _i7
Mut.: avnqu'el: mas el. - 78 Del.: para contravención d'esto. _ 79 Mut.:
Emperador. - 80 Mut.: Emperador. _ 81 Mut.: bastante. _ 82 Del.: al
español. - ss Del.: en el tiempo .. . - 84 Mut.: que tan nonbra-
das ... : tan. - 815 Mut.: Emperador. - 86 Mut.: entre los quales
entran ... : Con esto se junta lo de Lombardía, que es feudo
del ymperio, porque viendo. - 87 Mut.: francés. - 88 Mut.: con-
Itertaron él y: capituló con el Papa. - 89 De!.: y capitularon. _ 90
Mut.: hechar. - 91 Mut.: que andando el tiempo: a quien. - 92 Del.:
asÍtnesmo. - 93 Mut.: y así: De esta manera. _ 94 Del.: todavía. _ 95
Mut.: de cuya traslaltión ytaliana ... : El Jovio en este capítulo. _ 96
Del.: el mesmo autor. - 97 Del.: en las partes ya alegadas. _ 98 Mut.:
de Lombardía. - 99 Del.: el exérltito. - 100 Mut.: acavallo de: para lo. -
101 Del.: el autor. - 102 Del.: que dio muy ... - lOS Del.: (por que co-
rramos ... ). - 104 MI/t.: luégo cabe el lugar ... : uva luégo junto a
Ponte Vico. - 1015 Del.: engaño notorio mas ... - 106 Mut.: Jovio. _
107 Mut.: mui - 108 Dd.: que ellos se espantaran ... _ 109 Mut.: ha-
uía poco que ... : poco antes vino a residir en el campo. _ 110 Mut.:
trata más el obispo: Dize más el Jovio. - 111 Del.: adelante. _ 112 Del.:
que. - 118 Del.: primero. - 114 Mut.: avn no haze ... : sin passar pri-
mero no haze la passada de los españoles. - lU! Mut.: parte. _ 116 Add.:
fueron los que primero. - 117 Del.: primero que otro ninguno. _ 118

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CAPÍTULO V

Mut.: parte. - 119 Del.: con harto gran . . . - 120 Del.: mesmo. _ 121 Mut.:
pero de lo que .. . : Pero lo que más m'espanta. - 122 Add.: el Jovio. -
123 Mut.: min<;:ión del Antonio: mención de Antonio de Leyva. _ 124
Mut.: por lo que sabía: a lo. - 125 Mut.: mostrando quánto . . .: y
mostrando que. - 126 Add.: Pavía. - 127 Add.: lo. - 128 Mut.: mantua-
no: Marqués de Mantua. - 129 Transp.: no fueron allí. _ 130 Mut.: lo
apunta sino: dice, porque estavan. - 131 Add.: enton<;:es. _ 132 Del.:
tanbién. - 133 Transp.: todo esto. - 134 Mut.: otro nonbre sino el de
rrisa: ser corregido sino con risa. - 135 Mut.: paso tan ynjusto no lo:
palabras tan ynjustas, razón. - 136 Del.: a más que rreyrlo porque. -
137 Del.: la. _ 138 Add. : más. - 139 Del.: a lo que yo creo. - 140 Del.:
más. - 141 Del.: esto. - 142 Mut.: obispo a sauello como saber: Jovio a
saber esto como a. - 143 Mut.: y así siempre hauido: siempre uvo. -
144 Del.: y el. - 145 Del.: y de los ymperfetos ... _ 146 Del.: y para
esto le alego... -.

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CAPITULO SESTO

De c6mo se tom6 por los españoles la <;:iudad de Génoba, y


de c6mo el Papa Adriano bino a Rroma, y de c6mo la
<;:iudad de Parma, después de abella perdido, no la pudie-
f. 19 f. ron ganar los fran<;:eses, y de / la nonbrada batalla de la
Bicoca que ven<;:ieron los ymperiales, y de la toma de Rro-
das por el turco, y de la prisi6n del cardenal de Bulterra
en Rroma, y de la crea<;:i6n del Papa Clemente sétimo, y
de los desgustos que mostr6 luégo, en siendo elegido, a
las cosas del Emperador l.

El 2 libro beinre y vno de aquella mesma parte pri-


mera se sigue luégo, donde 3 en el capítulo primero y
vnico, dize nuestro autor 4 que los fran~eses, vista la
muerte del Papa León, pensaron, antes de la ele~ión del
nuevo pontífi~e, poder rrecobrar durant'el conclave 5 a
Parma, y que la fueron a conbatir, y no pudieron toma-
lla. Dize asímesmo qu'el año siguiente (y avnqu'él no
lo dize se entiende por el de beinte y dos), visto por los
ynperiales, después de hauer ganado a todo el estado de
Milán, cómo Génoba estaba por Fran~ia, a causa d'estar
gobernada por los Fregosos, de pocos años antes 6 sus
afi~ionados, que fueron sobr' ella y la tomaron (y avn-
qu'él no lo quenta fue esta toma a treynta de mayo de
aquel año de beinte y dos). Tanbién dize cómo el Papa
Adriano, nuevamente elegido, estaua en España, y que
a grandes suplica~iones del pueblo rromano y persuasión

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CAPÍTULO VI 67

de los cardenales, vino a Rroma, y que en este tiempo


Solimán, señor de los turcos, convatía a Rrodas, y qu'el
nuevo Sumo Pontífís:e Adriano quiso enbiar en socorro
de aquella horden a la ynfantería que abía traydo d'Es-
paña, y que por persuasión de algunos banderizos la en-
bió a Lonbardía para rrefors:ar con ella las fuers:as del
Emperador, y que así fue fors:ado a 7 Felipo Villadamo,
maestre de la cavallerÍa de Rrodas, después de hauer sido
convatida brabísimamente, a rrendilla 8 con s:iertas con-
dis:ion~s, y qu'esta herida rres:ibió la christiandad por
causa de la locura, que así la llama, de los rreyes que
peleaban vnos con otros, sin poder por esta rraz6n sa-
correr a Rrodas 9, Y trata tanbién en el mesmo capítulo
de la pestilens:ia que vbo en Rroma, y de c6mo el Papa
f. 19 v.
prendió al cardenal / Frans:isco Soderino porque hera ene-
migo del Emperador, lo qual avía mostrado en ymbiar 10
gent:e a la Toscana contra el cardenal Jullio de Médizis,
y a Rrens:io Cherri, capitán famoso con ella, la qual
empresa dize que no tubo buen efeto, y que pocos meses
después d'estar preso el Soderino, el Papa Adriano mu-
ri6 11 , y que después de hauer durado 12 el conclave mu-
chos días, fue elegido el cardenal Jullio de Médizis, el
qual se llamó en su pontificado Clemente sétimo, y que
luégo, en tomando aquella suma dignidad a su cargo,
mostró estar de por medio entre el Emperador y rrey
de Frans:ia, para mostrar que hera padre comÚn de todos
y que no fauores:ía a ninguna de las partes.
Todas las quales 18 cosas, o a lo menos algunas d'ellas,
tienen nes:esidad de correpc;:i6n u, Y quanto a lo primero,
sin acordarse el autor 15 que en el capítulo pr6ximo 16
pasado avía dicho que los ynperiales y hexérs:ito del Papa
no avían podido tomar la ~iudad de Parma, dize agora
en el prins:ipio d'este otro siguiente 17 que, muerto el

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68 EL ANTIJOVIO

Papa León, quisieron los fran~eses rrecobralla; p.or-


qu'está claro 18 que no avía para qué rrecobrar lo que
no avían perdido. y sí 19 perdieron, pero no lo pone el
Jobio, y así deja la contradi~ión que e dicho. Pasa pues
así 20, que quando se rretiró el exén¡:ito ynperial de Parma
dexaron los fran~eses en ella a Federico Gonzaga, prín-
~ipe de Bo~ulo, ytaliano, que la guardase, y como des-
pués se tomó Milán por los españoles, diose el aviso a
Rroma d'ello 21 y el Papa desde allí a pocos días murió,
y 22 antes de saberse la nueva de la muerte del Sumo Pon-
tífi~e, musiur de Lutreque, general de Fran~ia, enbió a
llamar al Federico que biniese a rresedir 23 de guarni~ión
en Cremona, la qual nuevamente avía benido a sus manos
después de ~ierta rrebelión de los cremoneses. y salido
el prÍn~ipe Federico a cunp1ir este mandato (dexando
en Parma primero el mejor rrecaudo que pudo), bino la
nueva de la muerte de León dé~imo, la qual 24 sabida
por Lutreque, tornó a enbialle a mandar que se estubiese
quedo sin salir de Parma, como pla~a ynportante y fron-
tera de los enemigos. Pero como ya las cartas le tomaron
f. 20 r. fuera d'ella, / quando quiso bo1ber halló que Rroberto
Sanseberino, casado con vna parienta del Papa pasado,
sabiendo su muerte y haziendo ~ierta gente de priesa,
medio público y medio tray~ionadamente, se avía entra-
do en la ~iudad . y así el Bo~ulo no pudo entrar en ella
y prosiguió su camino y fuese 25 a Cremona y d'esta ma-
nera perdieron a Parma los fran~eses. La qual pérdida
abía de contar el Jobio ne~esariamente, aviendo dicho
que no la pudieron ganar los ymperia1es y diziendo ago-
ra que la querían rrecobrar los fran~eses. y este Rrober-
to de Sanseberino qu'emos dicho, y la gente que metió
de guarni~ión consigo, fue el que defendió a Parma
quando agora en este capítulo los fran~eses la tentruon

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CAPÍTULO VI

de rrecobrar, y no, como dize nuestro autor 26, el comi-


sario Guichardino, amigo que sé yo 27 que fue grande 28
del Jobio. El qual trata 29 luégo tras esto, de 30 la tomada
y saco de Génoba, sin hazer min~ión 31 de vna de las
prin~ipales cosas que en aquella guerra pasaron prime-
ro, que fue la vatalla nominatÍsima de la Bicoca, que se
dio de exér~ito a exér~ito, a veinte y siete de abril del año
de beinte y dos. y sí la pone, pero 32 escríbela en los ca-
pítulos antes, poniendo después de la batalla cosas que
pasaron en el año de veynte y vno, abiendo sido dada
quando e dicho. La qual los fran~eses perdieron, como
se sabe, y él la pone y escribe no ~ierto mal, sino muy
a~ertadamente 33, qu'esto no se lo negaré ninguna vez
que tubiere rrazón, en aquel su libro de Pescara. Y en
f. 20 \'. quanto a la tomada 34 de Génoba, ~ierto él dize / cosas en
ello que no pasaron, lo qual quenta en la mesma vida
del de Pescara, donde dize, entre otras gentilezas, que
mientras 35 se daua la batería al pueblo, se rretiró y estuvo
escondido el capitán Juan de Hurbina, maestre de cam-
po de los españoles. Lo qual no pasa así, porque no se
desbió el capitán qu'él dize durante aquella contienda
del lado del marqués, o tan ~erca d'él, que no avía quatro
honbres en medio; y si se desbiaba a prober algo, bolbía
luégo con presteza al puesto, y juntos anbos, marqués y
Vrbina, entraron en la ~iudad, vn poco más delantero
el marqués, quanto siete o ocho cuerpos de honbre.
Mas para qué gasto yo palabras en defensa d'este
~elente capitán, pues son harto más escusadas que las
ofensas que d'él en este paso trata el Jobio, avnque a mí
me cupo por suerte 10 vno y a él por maldad 36 lo otro.
y está muy savido y notori037 el valor, el ánimo, la des-
treza de aquel señalado barón, que por solas estas cosas
mere~ió alcanzar el grado que alcan~ó en la guerra. y

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EL ANTIJO VIO

es lo bueno que, por no dexar a sus ytalianos de la mano,
dize 38 que por aquella parte ent:raron en Génoba los
de aquella nas:ión, y los españoles todos juntos, cosa que
no pasó, ni avía honbre de aquella probin~ia ytaliana 39
en aquel quartel, sino más avajo buen pedas:o 40. Pero
f. 21 f. después d'ent:rados en Génoba, sólo / a los españoles dexa
para las fuer~as y malos hechos del saco, que los ytalia~
nos, como sanctas y justos, y vna 41 nas:i6n tan piadosa
(y tan piadosa 42 en estas cosas de la guerra quanto todo
el mundo sabe), no devieron de ha~er cosa ninguna. y
así quenta en particular que ~iertos españoles quisieron
. for~ar a ~ierta 43 señora ginobesa, y qu'el marqués corri6
a los gritos y a el escándalo, y que los hizo pedazos 44.
Cosa es que yo no 4 5 bi ni supe; y deviera de sabello 46
tan bien como el avispo 4 7. Pero avnque 4 8 oviera acon~
tes:ido, no m'espanto 4 9, porque no puede en vn exér~ito
ni en vna congrega~ión de gente en cantidad 50, dexar
de hauer rruynes y buenos, y de otras muchas mezclas,
saluo entre ytalianos, qu'éstos, según el pare~er del Jobio,
en ninguna manera puede haver ninguno de ellos
de desastradas 51 costunbres; y si hubiera muchos Jobios
que lo dixeran, no perdieran nada los ytalianos en
ello.
Pero béase de 52 vn escritor graue a qué propósito
pone vn egenplo tan ynfimo y tan vmilde 53, que en vn
saco de vna s:iudad tan grande quisiesen dos soldados
acometer a vna muger para sus suzios pensamientos,
f. 21 v. porque si no acontes:ió más de aquel/caso, no avía para
qué ponello, qu'era avajar la ystoria de su estima~ión. Y
si acontes:ieron muchos casos de aquellos, con des:ir que
en el saco avían aconte~ido mucha fuer~as de mugeres
y muchos rrobos bastaua, me paress:e a mL Pero no pa~
randa sólo en esto, tanvién es menester que maten los

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CAPÍTULO VI

españoles 54 tres o quatro biejos ginoueses, que d'esta he-


dad dize que heran, después de andar en hexecu\=ión del
saco por el pueblo. y tanvién hirieron a su quenta 55 a
vn obispo de vn arcabuzazo en vn muslo, que fue al avis-
po de Nebio (que avnqu'él no lo dize es en C6r\=ega
aquel avispado y él natural de Génoba, llamado Agustín
Justiniano ); el qual avispo no trata 56 tal cosa en los
Anales qu'el mesmo avispo 57 rrecopil6 de la Señoría de
Génoba, donde quenta él mesmo 58 esta toma y saco muy
a la larga. Antes dize (dejemos lo suyo de su herida de
que no trata, y tratara si aconte~iera) 59, que de quatro
vezes que se a tomado aquella \=iudad por enemigos, ésta
fue donde menos daño se hizo, y donde menos peligro
f. 22 r. corrieron todas las cosas / públicas y particulares y donde
(que así lo dize espresamente) fue guardada la honrra
de las mugeres enteramente. Pero qué no dirá el avispo
de Nochera 60, quando atribuye tanbién a los españoles
en aquel nego\=io; porque tras los males que quenta
d'ellos quenta estotra cosa, y de astu\=ia no tornó a d~ir
este nonbre: españoles, porque como le avían hecho los
tudescos, quiere a pesar del mesmo acahe\=imiento que
se atribuya (según su escritura) a los d'España. Dígolo,
porque da a entender que los españoles 61 fueron a rro-
bar la yglesia de San Loren~o, y a tomar aquella joya
tan estimada que los ginoueses tienen, de aquella piedra
pre\=iosa 62 qu'está a manera de plato, o casi escudilla, y
dizen algunos 63 qu'es en el que ~en6 Nuestro Rredemtor
su vltima \=ena sacratísima, conbertida después por Su
Magestad Divina en esmeralda (cosa a mi pare~er bien
ap6cripha) 64 . Y es cosa savida y notoria, y no negada
por las mesmas partes, que G5 los que quisieron hazer
aquello, avnque después no vbo hefeto porque la rres-
cataron 66 la presa antes de tomalIa y les dieron miU es-

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72 EL ANTIJOVIO

cudos, fueron vna banda de tudescos, y su coronel Jorge


de Frondesperge con ellos.
Pero 67 pasemos de Génoba a lo que más dize de las
persuasiones y rruegos que se hi~ieron al Papa Adriano
para que viniese a Rroma, cosa que tal no pasó, porque
no vbo allegado la carta del colegio de los cardenales
con la el~ión, la qual nueva le tomó en Vitoría, cabe~a
f. 22 v. de Alaba, / quando luégo se comen~ó aparejar para su
jornada porqu'él fue elegido a ocho de henero, y a diez
de hebrero tuvo la nueba ~ierta d'ello y luégo mandó
adere~ar armada en qué pasar, y sin enbargo de las ca-
lores del berano 68 luégo entró en camino la buelta de Ca-
talunia, y se enbarcó, y allegó por agosto a Génoba con
diez y ocho galeras, entre las quales yvan las suyas propias
rromanas, y llevó 69 tanbíén vna carraca y ~inco nawos
gruesos. Lo qual quento a propósito de 10 que más dize,
que a persuasión de ~iertas personas banderizas, no quiso
el mesmo 70 Pontífi~e enbiar la ynfantería que trujo
d'España al socorro de Rrodas por enbialla a Lonbardb
a rrefor~ar las fuer~s del Emperador. Lo qual es falso,
porqu'el 71 Adriano no llevaba ynfanterÍa de propósito,
porque 72 la mayor parte de la gente hera pasagera y que
yva a sus abenturas, y no condu~ida a sueldo ninguno,
y el mesmo Papa 73 no quiso dar 74 sus galeras para la
mesma 75 expedi~ión por no dexar la costa desanparada
y en manos de los cosarios que por allí la molestavan
harto enton~es, y avn agora, avnque 76 dio seys mill du-
cados en oro 77 para aquel socorro; y de los prín~ipes que
dize 78 que por su locura d'ellos 79 se perdió Rrodas, mi
fee 80, yo no lo atribuyo sino sólo a la desdicha 81 de la
christiandad y a pecados d'ella 2, porque avnque los dos
f. 23 r. rreyes no pelearan, como alguno d'ellos no fuera / en per-
sona, o enbiara grueso exér~ito para des~ercal1a, o grande

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CAPÍT U LO VI 73
número de galeras para desbaratar el armada de mar 83
turquesca, no bastara otro ningún rremedio. Y avn esto
se havía de hazer con suma diligenc¡:ia, avoque harta
gente de juizio común (que en esto 84 no es sólo el Jobio
el que lo 85 dize), piensan que las guerras de christianos
hic¡:ieron perder a Rrodas. Y sin envargo de las que tra-
yan Carlos y Franc¡:isco ynbió 86 el Emperador en su so-
corro quatro navíos gruesos con pertrechos nec¡:esarios y
lic¡:enc¡:ia para que pudiesen sacar armas de su rreyno de
Nápoles y munic¡:iones en la canüdad que fuese nec¡:esaria.
y el rrey de Franc¡:ia, no se lo neguemos 87, mandó con
gente y vas timen tos 88 armar seis nauíos medianos en el
puerto de Marsella, y Enrrique de Yngalaterra con harta
copia de moneda enbió tres vrcas gruesas.
Berdad es que todos estos socorros llegaron tarde, o
por mejor dezir no allegaron allá, porque los más de-
lanteros no pasaron de Sec¡:ilia, y allí 89 supieron la desgra-
c¡:ia acontec¡:ida. Porqu'el várbaro se dio mucha priesa a
sitiar aquella fuerc¡:a, tomando casi desaperc¡:evidos a los
cava lleras de aquella sagrada 90 rreligión, siendo llegado
f. 23 v. allá / nuevamente por maestre (porque le tomó avsente
su elec¡:ión en poniente), Felipo Valerio de Lisladan, fran-
c¡:és. y ni más ni menos se dio la misma priesa 91 a con-
batilla estando los que la avían de socorrer muy lejos;
y en fin, son desgrac¡:ias que nuestros pecados merec¡:en,
avnque 92 no niego que más desenvarac¡:ados se hallaran 9 3
los prínc¡:ipes para qualquier socorro grueso y de ynpor-
tanc¡:ia que quisieran hac¡:er, o enbiar para desc¡:ercar aquel
amparo de los christianos latinos con que teníamos c¡:e-
rrada la puerta a aquellos bár varos, que no lo an sido
en conquistamos, o al menos en debilitarnos de fuerc¡:as y
hinchimos de miedo. Y en 94 quanto a lo que dize qu'el
cardenal Soderino hera enemigo del Enperador, y que

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74 EL ANTIJOVIO

lo prendió el Papa Adriano por ello, es grande ympro-


piedad llamar a ningún particular, avnque 9~ puesto en
aquella prin~ipa1ísima dignidad, enemigo de vn prín~ipe
semejante. Quando 96 este nonbre enemistad a de caher
en persona alguna, es con otra su semejante 97, como es vn
rrey con otro o otras personas que puedan litigar ene-
mistad de muchas 98 maneras que se suele litigar 99 . Y si
f. 24 r. lo dixo el Jobio por I que hera afi~ionado a la par~ialidad
de Fran~ia, no avía más causa para llamalle 100 enemigo
del Emperador por eso 101, que a otros muchos cardena-
les que tienen la mesma afi~ión fran~esa, como otros,
tanvién 102 muchos, la española. Y no hera persona el
Emperador nuestro rrey d'España con quien avía de te-
ner particular enemistad el Soderino 103. Lo que pasa en
este caso es qu'es~e Fran~isco Soderino, que más común-
mente llama van el cardenal de Bulterra, hera grande
enemigo del cardenal Jullio de Médizis, que después
fue Papa Clemente, anvos florentines y por sus antiguos
bandos de Floren~ia grandes contrarios el vno del otro, de
tal manera que como al de Médizis le vbiese dado el
capelo su primo hermano León dé~imo, y no pudiese el
de Bulterra rreclamar de aquello, y su~ediese después la
muerte del mesmo Papa León, estando todos en concla-
be para elegir nuevo Pontífi~e (como de allí a poco eli-
gieron al Adriano), el Soderino pidió en aquel ayunta-
miento que hechasen fuera d'él al Médizis, porqu'el ca-
pelo se le avía dado contra las sancros ynstitu~iones y 104
f. 24 v. constitu~iones / de la Yglesia, por fauor de su primo el
Papa Loon, que proyben que aquella tan aventajada 105
dignidad eclesiástica no se dé a ningún bastardo, y que
así no se le pudo dar al Jullio, atribuyéndole en esto que
no era ligítimo. y para de~ir la verdad, sienpre huvo vn
escrúpolo de aquel hecho, porque 106 pasa así, que quan-

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CAPÍTULO VI 75
do Loren~o de Médizis, de cuya fama y loor las coróni-
cas modernas están llenas, y su hermano menor Juliano
de Médizis, hijos anvos de Pedro de Médizis y nietos
del nonbrado Cosme, gobernavan a Floren~ia y tenían
a cargo aquel estado, en vna conjura~ión qUe contra los
dos hermanos se hizo, por OtTOS ~iudadanos llamados los
Pa~is, y los acometieron estando oyendo misa mayor en
vna yglesia, quando el sa~erdote estava al~ando 107 la os-
tia. El Juliano, hermano menor, fue muerto a puñala-
das, y éste dexó preñada a vna muger, amiga o enemi-
ga 108 que tenía, que de allí a pocos meses parió a este
Jullio de quien tratamos. Pero después, quando el primo
le vbo de dar el capelo, se hi~o ynforma~ión y él dio tes-
tigos que su padre se avía casado con aquella su madre
f. 25 r. antes de su muerte. Y de crer es que no fal- / taría gente
que lo jurase; y así en el conclaue desecharon aquel pe-
dimiento del de Bulterra, y le dexaron al de Médizis en
su posesión, rreservando el derecho a su contrario de lo
que quisiese pedir en quanto al nego~io prin~ipal.
y elegido enton'í=es el 109 Adriano, luégo que vino a
Rroma, tubo gran quenta con el cardenal de Médizis,
por saber que le hera al Emperador afi~ionado 110, y que
avía sido legado en su campo, y así le dio a cargo y le
conseruó en la administra~ión de la rrepública florenti-
na, lo qual fue de tanta a'í=edia para el de Bulterra, que
luégo comen'í=ó a tratar con fran~eses. y esto es lo que
apunta el Jobio, sin oyr más de cantar el gallo y no saber
dónde, para que hechasen de aquella administra~ión de
Floren~ia al cardenal Médizis; y así enbiaron a Rren~io
Cherri con alguna gente, que no hizo hefeto ninguno.
La qual trama entendida por cartas, prendió el 111 Adria-
no a este cardenal Soderino, y hasta la muerte del mes-
mo Adriano estuvo en el castillo de Santángel preso. y

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76 EL ANTIJOVIO

como el Adriano murióse 112 a catorze de setienbre del


año de veynte y tres, el colegio de cardenales para ele-
f. 25 v. gir nuevo Pont-ífi~e le mandaron soltar de la prisión / y
venir al conclaue, donde se rrenouaron las barajas d'entre
el Soderino y Médizis su enemigo. Y fue la bentura del
1l3
VDO, que fue el Jullio, que allí lB enton~es saliese
elegido por Sumo Pontífi~e, y los cardenales todos 115,
biendo aquello, se echaron a los pies del lluevo eleto
que, como hemos dicho, se llamó Clemente sétimo para
que, pues Dios le avía subido en aquella alte~a, perdonase
al cardenal su enemigo, y él así lo hizo. Pero el otro, de
puro enojo de abelle su~edido mal todo, y haber benido
a parar el Sumo Pontificado en su antiguo y moderno
enemigo, murió de allí a pocos días, y éste es el caso de
los dos cardenales de Bulterra y de Médizis, en que
nuestro avispo mete tanvién al Emperador por enemigo
del vno bien sin propósito 116. Y en lo que dize 117 qu'este
mesmo Clemente sétimo, luégo nuevamente que fue ele-
gido, se mostró padre común d'entranvos prín~ipes,
Fran~isco y Carlos, digo que, así 118 como en otras cosas,
el ovispo 119 se engaña manifiestamente en esto. Porque
abiendo hecho el Emperador por el Clemente grande
ynfinidad de 120 buenas obras, corno fue av elle tenido
sienpre muy particular afic;ión, y hauer echo con Adria-
f. 26 r. no / que le tuviese la mesma, y que le pusiese en grandes
negoc;ios, como le puso y le tomó por sumo pribado suyo
ent're todos los cardenales, y haver el mesmo Emperador
tomado, luégo que supo lo de Bulterra 121, el neg~io tan
a pechos y tan a su cargo la familia de los Médizis, que
enbió luégo a mandar a los que tenían sus vezes en aque-
lla probin~ia que, dexadas las cosas de Lonbardía (quan-
do lo vno no se pudiese rremediar con lo otro), se en-
viase socorro a Jullio de Médizis a Floren~ia contra su

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CAPÍTULO VI 77

enemigo, para conservalle en la administra~ión de la


Toscana; y aviéndole dado asímesmo y consignado diez
milI ducados de pensión de rrenta sobre el anrovispado
de Toledo; y vltimamente enbió tres nonbrados quando
la muerte de Adriano, a su envajador don Luis de Cór-
doba, duque de Sesa, para que trauajase que vno d'ellos
fuese el elegido *( de todas est'as menuden~ias y parti-
cularidades podemos avisar al Jovio) *, el primero de la
memoria fue el mesmo Papa Clemente, y que quando
esto no pudiese ser, trabajase que lo fuese otro segundo,
que era el cardenal Colana, y quando esto tanpoco no 122
pudiese, lo fuese el cardenal Frenessio 123, que después,
andando los tiempos, fue Sumo Pontífi~e y se llamó
f. ¡6 v. Paulo / ter\io; dígolo para que se bea quánta hera el
amistad con el Clemente, que él fue puesto por cabe\a
entre todos los afi\ionados del Carlos, y con todas estas
subidas buenas obras, en tomando la silla de San Pedro
a su cargo, lo primero que hizo fue afi\ionarse a Fran-
\ia y ser enemigo encubierto y después, andando el tiem-
po, declarado, del Emperador. Y conforme a esto, aVll-
que fue rrequerido, en siendo electo, que aprobase la liga
hecha entre Adriano y el Emperador y vene\ianos para
la defensión de Ytalia, en la qual tanbién se contenía que
si el Pontífi\e muriese, el siguiente la aprobase, y aviendo
sido el mesmo Clemente, siendo cardenal, el que avía
soli\itado y entendido en el efecto de la liga, no lo quiso
hazer, antes de allí a poco tiempo rrebocó el exér\ito de
la y glesia y lo mandó rreduzir a las tierras d'ella y que
desanparase al del Emperador. y éstos fueron los prin-
\ipios del Papa Clemenre en lo que toca a este propó-
sito, y de allí adelante se fue más quitando la máxcara
hasta quedar del todo descubierto fran\és, con máxcara
de ytaliano, y enemigo público del Carlos 124.

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78 EL ANTIJOVIO

1 Add.: en que se notará.n las faltas que en e! cuento de todo esto


ay en la historia de! Jovio. - 2 Mut.: en el. - 3 Del.: se sigue luégo
donde. - 4 Mut.: nuestro autor: e! Joüvio. - 5 Del.: durant'e! conclave. -
6 Del.: de pocos años antes. - 7 Mut.: for~do a: necessario y for\=oso
que. - 8 Mut.: a rrendilla: la rindiesse. _ 9 Del.: sin poder por ... _ 10
Mut.: embiar. - 11 Transp.: murió e! Papa Adriano. - 12 Mut.: después
de hauer durado: durando. - 13 Mut.: las quales: estas. - 14 Mut.: ser
corregidas. - 15 Mut.: el autor: Jovio. _ 16 Del.: próximo. _ 17 Del.:
otro siguiente. - 18 Mut.: poürqu'está claro: Claro está. - lO Mut.: y sí:
la verdad es que la. - 20 Mut.: pasa pues así: Lo que passó es. - 21 Del.:
d'ello. - 22 Mut.: desde allí a pocos ... : murió desde allí a pocos días.
pero. - 23 Mut.: residir. _ 24 Mut.: la qual: y. _ 25 Dd: y fuese. _ 26 Del.:
como dize nuestro autor. - 27 Del.: amigo que sé yo. - 28 Add.: ami-
go. - 29 Del.: el qual trata. - 30 Mut.: escrive. - 31 Add.: en su lugar y
tiempo. - 32 Del.: y sí la pone pero. - S3 Del.: sino muy a\=ertadamente. -
34 Mut.: y en quanto ... : Quanto a la toma. - 35 Mut.: eL tanto que. -
36 Mut.: malicia o mala información. - 37 Mut.: y está. muy ... : Muy
savido y notorio es. - 38 Mut.: y es lo bueno que .... : Lo bueno es de-
zir. - 39 Mut.: de aquella ... : italiano. - 40 Mut.: más avajo buen pe-
da¡;o: mucho más abaxo. - 41 Del.: vna. _ 42 Del.: y tan piadosa. _ 43
Mut.: una. - 44 Del.: y qu'e\ marqués corrió ... - 45 Mut.: ni. -
46 Mut.: deviera de sabello: supiéral-o. - 47 Mut.: Jovio, pues me
hallé en aquel saco. - 48 Mut.: si. - 49 Mut.: m'espanto: me espantara. -
50 Del.: ni en vna congrega0ón ... - 51 Mut.: de ellos de desastradas:
de malas. - 52 Mut.: y si hubiera muchos ... : Mas. _ 53 Mut.: a qué
propósito ... : no deviera poner cosa tan ynfima y b<lxa; quién no
sabe. - .'í4 Mut.: quisiesen dos soldado$ ... (fol. ant.): suelen aconte-
cer casos desastrados, suzios y vergon~ozos? No pára sólo en esto,
también dize que los españoles mataron. [En e! margen y al frente
de esta corrección el anotador escribió: "No es menester dar conc¡:ejo"]. -
M Mut.: tanvién hirieron a su quenta: que hirieron. - 56 Mut.: el qual
avispo no trata: Mas este obispo que él dize no trata de. - 57 Del.:
ovispo. - 58 Del.: e! mesmo. _ 59 Del.: (dejemos lo suyo ... ). _ 60 M ut.:
avispo de Nochera: Jovio. - 61 Mut.: porque tras los males ... : que
ellos. - 62 Mut.: esmeralda. _ 63 Mut.: vulgarmente. _ 64 Del.: (cosa
a mi ... ). - 65 Mut.: y no negada ... : que fue vna vanda de tudescos
con su corone! Jorge de Frondesperge. - 66 Mut.: le rrescataron: se
rescató. - 67 Mut.: tomalla y les dieron ... : ser tomada en mil escudos
que les dieron. - 68 De/.: del berano. - 6,9 Del.: llevó. - 70 Del.: mesmo. _
71 Mut.: porqu'el: porque. - 72 Mut.: antes. - 73 Del.: el mesmo Papa. _
7'4 Add.: Adriano. - 75 Mut.: la mesma: aquella. - 76 Mut.: mas .. 77

Del.: en oro. - 78 Mut.: y de los prín~ipes que dize: lo que dize de los

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CAPÍTULO VI 79
pnn~lpes. - 79 Del.: d'ellos. _ 80 Del.: mi fee. - 81 Mut.: la desdicha:
pecados. - 82 D el.: y a pecados d'ella. - 83 Del.: de mar. _ 84 Del.: en
esto. - 85 Mut.: esto. _ 86 Mut.: que traYan ... : quales embió. - 87 Del.:
no se lo neguemos. - 88 Del.: C011 gente y vastimentos. - 89 Mut.: Se-
~ilia y allí: Si~ilia donde. - 90 Del.: sagrada. - 91 Mut.: y ni más ni
menos ... : la misma priesa se dio. - 92 Del.: yen fin son desgracias ... -
93 Mut.: que más ... : yo que se hallaran más desenvara¡;:ados. _ 94
Del.: para desc;:ercar aquel . .. - 95 Add.: fuese. - 96 Mut.: porque. -
07 Mut.: en persona alguna ... : entre semejantes. - 98 Mut.: las. -
99 Add.: que son muchas. - 100 Mut.: llamar a este. - 101 Del.: por
eso. - 102 Del.: tanvién. _ 103 Del.: y no hera persona ... _ 10.J. Del.:
ynstituc;:iones y. - 105 Mut.: tan aventajada: suprema. - 106 Del.: por-
que. - 107 Mut.: estava al ¡;:a ndo: al¡;:ava. - 108 Del.: o enenúga. _ 100 Del.:
el. - 110 Mut.: le hera . .. : era afic;:ionado al Emperador. - 111 Del.:
el. - 112 Mut.: y como el Adriano murióse: Como Adriano murió. -
118 Mut.: del vno que fue el: de. - 114 Del.: allí. _ 115 Del.: todos. -
116 Del.: en que nuestro avispo ... - 117 Mut.: y en lo que dize: Ya
está dicho. - 118 Del.: asÍ. - 119 Mut.: el avispo: tanbién. - 120 Mut.:
el Clemente ... : Clemente ynfinitas. - 121 Transp.: luégo que supo lo
de Bulterra tomado. - 122 Del.: no. _ 123/11ut.: Fernesio. _ 124 Del.:
con máxcara de ytaliano ...

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CAPITULO SETIMO

f. 27 r. De la causa sospechosa d'estar / algunos libros del Jobio tan


abrebiados, y de la guerra que el Almirante de Fran~ia
hizo en Ytalia, y de la pasada de musiur de Borbón al
servi~io del Emperador, y de la batalla y prisión del rrei
de Fran~ia.

El libro beinte y dos tanvién, como el pasado, no tiene


más de vn capítulo. Trata en él nuestro Paulo Jobio cómo
después de estar Lonvardía y Génoba por el Emperador,
y quedado roda el estado de Milán por él, y muerto el
Papa Adriano, bajó exér~iro poderoso de Fran~ia, y por
general d'él Guillermo Gonfier, Almirante de aquel
rreyno, y pasando los Alpes comen~ó a entrar por el es-
tado milanesco 1 (todo lo qual aconte~ió avnqu'él no lo
quenta en fin 2 de veinte y tres y prosecu~ión del año 3
beinte y quatro), y que 4 siendo muerto el Próspero Co-
lana vino por aquel mesmo tiempo a gouernar el exér-
~ito ymperial Carlos de Lanoy, flamenco, visorrey que
hera de Nápoles, y el marqués de Pescara con él, que
avnqu'él 5 no lo dize, avía nuevamente buelto d'España
donde avía ydo 6 a quejarse del Próspero y a dexar la
coronelía que tenía de los españoles por no estar a su
ovidien~ia. Y dize asÍmismo cómo allegó el Almirante
hasta 7 vista de la ~iudad de Milán, y que le fue for~ado
rretirarse, y que envió el mesmo Almirante al e~elente
capitán Bayardo a tomar a Cremona, y que no pudo, y

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CAPÍTULO VII 8r

que los bene~ianos enbiaron exér~ito en socorro del del


Emperador, y al duque de Hurvino, su general, con él,
por virtud de la liga defensiba que tenían hecha poco
f. 27 v. tiempo avía, de que en fin del capítulo / pasado hezimos 8
men~ión, y que los fran~eses fueron en algunas partes
rronpidos, avnque nunca vbo batalla entera. Y que los
emperiales 9 hizieron vna puente sobr'el Tesín, y el Al-
mirante otra para defender que los contrarios no acome-
tiesen los lugares que quedavan a las espaldas ha~ia
Nobara, y qu'el Juanín de Médizis, que ya serbía en el
campo del Emperador, juntando consigo ~ierta gente
del duque Esfor~ia, ganó a los fran~eses a Biagraso y que
no mucho después, pasando el TesÍn y juntándose con
el duque de Hurbino, ganó, avnque con muerte de mu-
chos, a Gar1asco, y que después de hauer rre~euido el
Almirante todos estos daños, fue rronpido y mal herido
en vna escaramuza cabe ellO rrío Sesia, y que dos días
después adelante fue muerto Bayardo, capitán ba1entí-
sima, y el artillería tomada, y que se hizo gran matan~a
en los esguÍ~aros que defendían la rret:aguardia, y qu'el
Almirante fue puesto en huída y su exér~ito destruydo
y bvelto él 11 en Fran~ia. y que en 12 esta sazón estaua
en el campo del Emperador, Carlos duque de Barbón,
fran~és, el qual poco antes se avía apartado malvadamen-
te, cometiendo tray~ión del serui~io de su rrey y echo
liga particular con el Emperador, para destruy~ión de su
rrey y de su patria, y que siendo descubierros sus disig-
nios, huyó de Fran~ia a Borgoña, estado del Emperador,
y de allí se avía benido a Ytalia, y andava en su campo,
y que agora, visto el exér~ito de los fran~eses ya ven~ido,
f. 28 r. y las rreliquias d'él rretiradas en / Fran~ia, quería pasar
con parte del campo ymperial en aquella probins:ia, y
entrar por aquella parte en daño de fran~eses, y que a

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EL ANTlJOVIO

don Carlos de Lanoy no le pares~ía bien esta jornada,


avnque al marqués de Pescara sí. y que así avían ydo
anbos, Borvón y marqués, con la ynfantería española y
tudesca y con algunos cauallos, y avían entrado por la
Proen~ia, y puesto ~erco a Marsella, y aviéndola con-
batido sin hefeto ninguno, y sauiendo qu'el rrey benía
en persona con poderoso exér~ito al rremedio, avía le-
bant-ado el sitio y buéltose por las Alpes marítimas a
Ytalia y al estado de Milán, y qu'el rrey Fran~isco tan-
bién con su campo abía pasado los Alpes tras los espa-
ñoles, y que abajado el vn exér~ito y el otro a Lonbardía,
ganó el fran~és con buen su~eso a Milán, y el marqués
de Pescara con los españoles se avía rretirado a Lodi, y
Antonio de Leyva abía tomado cargo con los alemanes
de defender a Pabía 13. Y que los bene~ianos y el Pap:l
Clemente no se enojaron de la mudanc;:a de la guerra,
porque siempre les avía pare~ido mal el aver acometido
a la Proen~ia y yn~itar a nueva guerra al rrey de Fran-
~ia, cosa no menos soberbia que próxima a locura. y que
siguiendo los ympiriales el consejo de vn honbre huydo
de su tierra, se avían mostrado más amigos de guerra
que de paz, y qu'el rrey du[ dó s]i yría a Lodi a rromper
los españoles o a Pabía a rronper los alemanes, y que
tomó el más ynfi1i~e consejo, y fue sobre Pauía donde
después de hauer estado quatro meses sobr'ella, y averse
dibidido y después divilitado sus fuerc;:as, por 14 haver
benido [a] los ynpiriales nuevos socorros que Barbón
trujo en este medio de Alemania, fue costreñido a venir
a batalla, en la qual fue venc;:ido y los más nobles capi-
t. 21) v. tanes y señores fran~eses / muertos, y el mesmo 1 5 su rrey
preso, y que se alegraron los españoles y alemanes con
esta vitoria por aver peleado felic;:emente en el mesmo
día en qu'el Emperador avía na~ido, y que luégo aca-

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CAPÍTU LO VII

bada la guerra con aquella vitoria y ganado el estado de


Milán, comen¡;:aron a pensar los españoles de quitar el
ducado a Fran¡;:isco Esfor¡;:ia, y que se dezía que con co-
di¡;:iosos ánimos pretendían hazerse señores de toda Yta-
lia, porque ensoberbe~idos con el próspero su~eso de sus
empresas, querían que pares9iese que avían hecho la
guerra para vtilidad propia suya y no para prouecho age-
no; conbiene a sauer, de Fran~isco Esfor~ia.
y antes que se trate de lo que ay que tratar en 16 este
capítulo, que no es poco, no se a de dexar de 17 considerar
quán apriesa corre 18 por todas estas vitorias españolas,
haziendo epítome d'ellas, avnque no pítima, para poner
sobre su corazón 19. Y para esto dize que se le perdie-
ron no sé qué libros de su libro 20 en el saco de Rroma,
como si las cosas que an pasado en nuestro tienpo y por
nuestras manos, y escritas ya por nosotros otra vez, se
pudiesen olbidar del todo 21 sin que todas o la mayor
parte d'ellas, o la 22 más sustan~ial, no se pudiese tornar
a trasladar del rregistro de la memoria. y el propósito
d'este neg~io y de 23 su yntento se prueva claro, porque
entre estos libros epi tomados está la guerra que hizo el
turco el año de veynte y seis a Vngría, quando el rrey
de allí fue muerto en ella, la qua1 pone muy por estenso
y con las particularidades a ystoria ne~esarias. Y acabado
aquello, y tornando a entrar en el curso de las feli~ida­
des ynperiales, torna luégo hasta el saco de Rroma a
epitomar los libros que tratan d'esto, avnque si avía d'es-
crebir estas guerras como las escribió en el libro que
yntituló del marqués de Pescara, no dexó ele hazer 24
pequeña buena obra a España en los epítomes, lo qual
f. 29 r. tanbién pluguiera a Dios hubiera allí hecho. I y tornando
al propósito que entre las manos tenemos 25, digo que en
este capltu, 1o ay muchas cosas en e, '1 que no so'1 o son 26

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EL ANTIJOVIO

dignas de enmienda, pero ay hartas de 27 considera~i6n


~erca de la ynten~i6n del Jobio. y porque la ensalada
sea de diuersas cosas, tanbién vbo otras olbidadas, y
d'éstas es vna la rrendida del nonbrado castillo de Milán,
de qu'él no ha~e min~i6n, y su~edi6 en el medio después
de concluídas las batallas de que musiur de Lutreque
fue general, y antes que bajase el Almirante a Lonbardía
con el nuevo y grande exér~ito, de cuya guerra se trata
en este capítulo. y fue así que biendo musiur de Mas-
caron, alcayde de aquella fortale~a, el mal su~eso de las
guerras fran~esas pasadas, y que ya no abía qu'esperar
en socorro ninguno, y que t'anpoco él no podía espe-
rallo, según él 28 estaua aIcan~ado de bastimentas, lo
rrindi6 el día del ap6stol Sanctiago, a veinte y ~inco de
jullio de aquel año de beinte y tres y se puso por alcayde
en él a 29 Juan Jacobo de Galara, prin~ipal cauallero mi-
lanés. Lo qual todo pasado 30, comen~6 el Almirante a
pasar los Alpes con el número de la gente qu'el Jobio
en este capítulo trata; avnque en la otra su obra del mar-
qués de Pescara, fundada de los mesmos ~imientos qu'es-
totra 3\ quit6 diez mill ynfantes al exér~ito de Fran-
~ia. Porque allí pone que baj6 el Almirante con treynta,
y en este capítulo dize que con quarenta milI. Pero bien
beo que en esto va poco, que puede ser yerro o de su
pluma o de su escriuano, pues pasado ya el Almirante
los Alpes, el Pr6spero, general del exér~ito de Carlos,
sali6 a defender el paso del rrío Tesín a el enemigo, y
avn con estar muy doliente por no faltar a su offi~io, se
hizo lleuar en vna litera, y antes de llegar a el rrÍo, avía
f. 29 v. puesto en guarda / de ~ierto paso d'él al capitán Villa Tu-
riel, con ~ien soldados solos, españoles de su conpañía.
y lo que alH pas6 quisiera yo que se le acordara a nues-
tro obispo; pero no quiso tener memoria 32, y en su libro

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,
CAPITULO VII

de Pescara donde solamente haze men~ión d'este artículo,


no cuenta otra cosa sino qu'este paso fue defendido por
su 33 Juanín de Médizis, capitán (y muy buen capitán) 34
ytaliano, y en esta otra corónica nuestra en que enten-
demos dize, en este mesmo punro, que todo el exér~ito
ymper.ial en este paso del Tesín fue rrebatido; y lo vno
ni lo otro pasó así. Porque aquel paso del rrío solamente
fue defendido y amparado 35 por el capitán y soldados
que he dicho. y es vna de las e~elen~ias que, entre otras
ynfinitas, se pueden contar d'españoles de nuestros tiem-
pos, y qui~á de los pasados asímesmo 36, que ~ien hon-
bres solos, con su capitán Fran~isco de Villa Turiel, de-
fendiesen el paso y puente que habían hechado los fran-
~eses sobre el rrío, a todo el exér~ito de Fran~ia día e
medio. Y avnque el golpe y peligro fue el día postrero, y
en este vltimo, es berdad que 37 errbió el Próspero a J ua-
nín de Médizis en socorro de los españoles, porque como
estauan sin cauallos hera menester enbialles algunos que
andubiesen entre los ynfantes, y así enbió al Juanín
(diestrísimo en aquella cauallería) que ayudó a el capi-
tán Villa Turiel, y hi~o muy bien su ofi~io, y se tomaron
algunos prisioneros en aquella bien rreñida escaramu~a.
y avn hubo en ella, y en la defensa de ~ien honbres a
quarenta mill, otra mayor gentilep, que según buena
horden de guerra, quando ya el Próspero enbió a man-
dar a Villa Turiel que se rretirase, se abían de rretirar
primero los ynfantes (que no ynfantes, sino prín~ipes
los llamo yo aquel día, porque hagamos equíbocos esros
bocablos), y después a la postre se abían de rretirar 38 los
cauallos, que avían de quedar escaramu~ando con la ban-
f. 30 r, guardia fran~esa, que pasaua ya de golpe, / mientras los
otros de a pie se ponían en cobro. Pero nunca aquel ca-
pitán español quiso que aquel día oviese ley de guerra,

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86 EL ANTIJOVIO

por quedar él estimado sobre todas las d'ella. y así, hasta


que Juanín de Médizis con toda su cauallería, y tanbién
~iertos yruantes que con él avían benido de su na~ión
se vbiesen rretirado, nunca él quiso rretirarse. Y los sol-
dados peones (como antiguamente los llamaban en nues-
tn España) fueron los cauallos aquel día, y los cauallos
fueron los 39 peones, que con solas estos dos géneros de
pie~as (sin enbargo de otras hartas de artillería con que
los españoles aquel día fueron ofendidos), se ganó el
juego. y en este punto 4 0 dize nuestro capítulo 41 que
todo el exér~ito del Emperador fue rrebatido enton~es
y rretirado a Milán; y es falso, porque el Próspero con
su campo nunca llegó a el rrío, ni más soldados de los
que están dichos que 10 defendieron. De manera que sin
ber el vn exér~ito el golpe del otro, se rretiró el Prós-
pero con su canpo en saluo a la ~iudad de Milán, sin ser
del exér~ito fran~s rrebatido. Donde antes de llegar
se enbió 42 de guarni~ión a Pauía Antonio de Leyba
(~iudad por secreto jui~io de Dios dedicada siempre a
aquel honbre), con ocho banderas d'españoles y con dos
estandartes de gente de armas y tres de cauallos ligeros.
y el Almirante fue 4 3 con su fran~és egér~ito 44 y sitió
aquella ~iudad de Milán, cabe~a de aquel estado, la qual
tubo dos meses ~ercada.
Pero tanbién en la continua~ión d'este ~erco le pare-
~ió a Paulo (y no en esto sino Saulo, perseguidor de
christian os españoles) 4 5, de dexar de poner las más
prin~ipales cosas (en anbas obras suyas, Pescara y coró-
nica) que en aquel sitio aconte~ieron, como fueron las
nonbradas escaramu~as y encamisadas sustan~iales que
allí sucredieron, que no fueron tan hordinarias que no
alcan~asen nonbre de grande espe~ialidad. Prin~ipal-
f. 30 v. mente vna, de que salió por / caudillo Juan de Vrbina con

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CAPÍTULO VII 87
selsC¡:lentos españoles, donde vna noche hic¡:ieron notable
daño en el exérc¡:ito contrario, avnque con muerte de los
capi~anes Sál1chez y Linares. Y como fue asÍlnesmo 46
otra muy nonbrada, donde se hic¡:o asímesmo semejante
perjuic¡:io 47, y avn mayor a los franc¡:eses, por el capitán
Martín Sánchez, digo 48 Mancho, y su conpañía d'espa-
ñoles, puesto caso que el mesmo capitán asímesmo 49
quedó allí muerto. Y avnque aquí nuestro Jobio pusiera
las hac¡:añas de quien este campo entonc¡:es rregía, por la
dolenc¡:ia del Próspero (que ya estaua muy al cauo de la
bida), que hera Hernando de Alarcón, no perdiera él
nada, ni avn lo perdió tanpoco el mesmo Alarcón en que
no lo hic¡:iese; pues no negará Dios (según se a de creer) 50
quien las escriba, como fue seruido de no negar 51 quien
las hic¡:iese. Y tanbién 52 en anbas obras no haze menc¡:ión
ninguna de las escaramuc¡:as y correrías que Antonio de
Leyua desde Pauía hac¡:ía y mandaua hac¡:er, corriendo
hasta el canpo de los franc¡:eses, siendo todas estas cosas
la causa que hic¡:ieron rret,irar al Almirante, a veinte y
siete de nobienbre de aquel año que hemos dicho. Porque
tanta priesa le dieron por todas partes (y el tiempo que
tanbién hera tenpestuoso no se la dio pequeña), que
fue forc¡:ado a 53 dexar la canpaña y aposentarse en po-
blado.
Pero antes de alc¡:ar el c¡:erco y rretirarse, calla el Jobio
(como diestro) 54 la conjurac¡:ión que c¡:iertos ytalianos,
siendo avtor dello vn Morgante de Parma, hic¡:ieron para
entregar a Milán vna noche, quando les cupiese la
guardia 55, descubierto el trato por otro, cuyo nonbre no
se me ofrec¡:e al presente úS, de la conpañía d'Estéfano
Calona, el qual lleuó el premio (y todos estotros 57 el
pago) de la maldad conc¡:ertada, pasándolos por las picas.
f. 31 r. y calla / asÍlnesmo la rrebuelta que vbo en Pauía entre'es-

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88 EL ANTIJOVIO

pañales 58 ytalianos, los quales asÍmesmo ú9 lleuaron el


pago d'esta tacañería (porque le demos su nombre pro-
pio) 60 que allí hi~ieron a estotra 61 nuest>ra na~ión. Y
lleuáranlo mejor (avnque lo lleuaron bueno), si en an-
bos días (que tantos G2 duró el nego~io) Antonio de
Leyba no pusiera su autoridad en medio.
Pero tornando a la rretirada de Milán de los fran-
~eses, no quiso tanpoco escrebir nuestro ytaliano coro-
nista 63 aquella solene molestia con que fue ha~iendo
carne 6 4 en los fran~eses Hernando de Alarcón, que fue
vna de las cosas notables de aquella guerra, hasta en~e­
rrar al enemigo en Biagraso, donde se quedó el Almi-
rante con la mayor parte del exér~ito, y el rrestante dio
a musiur Bayardo. El qual, primero que se vbiese leban-
tado el campo de Milán, avía sido enbiado a tomar a
Creman a, y sin podello hazer se abía buelto, y agora
se le dio comisión de aposentarse en Rrebeco, dos leguas
de adonde estaua su general, llebando de guarni~ión
allí 05 quinientas lan~as, y milI caballos ligeros, y gran
parte de la ynfantería fran~esa. En el qual medio, Carlos
de Lanoy, visorrey de Nápoles, y con él el marqués de
Pescara (buelto ya de España), por mandado ynpirial
benÍan a Lonbardía a causa de la dolenc;:ia del Próspero,
la qual fue tan grande, qu'el segundo día de Nauidad,
qu'el día antes comen~ó a ser, del año de beinte y qua-
tro, le lleuó Dios d'esta bida, avnque en ella esmndo ya
sin sentido 66, le alcan~aron a ver los birrey y marqués
ya dichos. y olbidósele tanbién al Jovio, digo a su plu-
ma, por no querérselo acordar su amo 6\ aquella enca-
misada notable (y si vbiera otro nonbre más acomodado
para esajerar este negoc;:io tan bién lo hi~iera) 68 qu'estos
nuebos gouernadores del campo, esp~ialmente el mar-
f. 31 v. qués de Pescara, / luégo rrec;:ién llegados mandaron hazer,

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CAPÍTULO VII

avnque en la bida del marqués no se le oluidó del todo,


pero quéntalo de otra manera de como pasó, sin tomar
este nonbre d'español en la boca, como nonbre a él pe-
sado y aborre¡¡:ible 69.
Esto de que t:rato es de quando el birrey y marqués
fueron con tres milI españoles sobre Rrebeco, y con dos
mil alemanes (no los dexemos olbidados ni paguemos
en la moneda que nos pagan) 70, abiendo enbiado pri-
mero a Juanín de Médizis con su cauallería para qu'es-
tubiese en el contorno de Biagraso, donde estaua el Al-
mirante, para que si los vnos fuesen a socorrer los del
otro lugar, no lo pudiesen hazer sin destrui¡¡:ión de los
que fuesen a ha¡¡:ello 71. Y así Rrebeco fue 7 2 aquella no-
che entrado y tomado por los españoles que llebaban
el abanguardia, y muerta gran cantidad de fran¡¡:eses, y
desballijados muchos, y tomado grande 73 cantidad de
bagaje y, en fin, deshecha toda aquella parte del exér¡¡:ito
que allí rresidía y el mesmo capitán Bayardo escapó a
pie y en camisa, y los que de allí saliendo 74 procuraron
yr a salbarse en Biagraso, toparon con Juanín de Médizis
que acabó de destruillos. Todos estos olbidos del Jobio
y faltas, bien se bee que, siendo suyas, pierde él el juego
ha¡¡:iéndolas, y no los españoles que ganaron aquel mes-
mo juego, en que se jugaua aquel estado de Lonbardía.
Pero boluiendo al curso de sus ynconsidera<;iones y lo
demás que d'él s'entiende, digo que 75 a el Almirante le
fue for<;ado salir de Biagraso, después de todo lo suso-
dicho (dexando allí guarni<;ión) y rretirarse a Nobara.
y desde allí hasta ser deshecho y metelle por los Alpes
adentro (perdida la mayor parte de su gente y el arti-
llería y banderas, y muertos dos prin<;ipales capitanes
fran<;eses, Bayardo y Bandenes, y el mesmo general he-
f. 3 2 r. rido / de vn arcabu<;azo), deha<;e a los españoles que todo

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9° EL ANTI]OVIO

esto hi~ieron, en aquel su libro de la bid a del de Pescara,


por vna manera que no la acabo d'entender. Vnas be~es
los haze 76 que se rretraen, otras que huyen, y otras que
hazen otros siniestros de mill maneras, por no dalles la
gloria que al cabo les da, sino mezclada con vna amar-
gura que parezca que no nos podamos atribuir (que
ést'es su yntento) 77 el primado de aquella bitoria. Que
cómo todo ello pasó y quán al rrebés de como él lo trata,
se deue de contar bien largo en las corónicas de nues-
tro rrey y Emperador, y en otras muchas partes. Y en
los Anales del quinto Carlos, que otras vezes tengo ale-
gados, tanbién confieso qu'está escrito el peda~o que
d'ello allí me cupo. Y lo que agora asÍmesmo me cabe
en este capítulo, es lo que 78 dize 79 este autor, que des-
pués de deshecho ya el Almirante y buéltose ¡lO en Fran-
~ia, que de los lugares que quedaban por fran~eses fue
a tomar el vno Juanín de Médizis, que fue a Biagraso
y lo tomó, en lo qual dize mucha 81 berdad, y que desde
allí fue a tomar a Garlasco. En esto se engaña, por que
aquella jornada se cometió a Fran~isco María de Mon-
tefeltro, duque de Vrbino, general del campo de bene-
~ianos, los quales en esta guerra ayudaban a los yn-
periales por birtud de 82 la liga que se hi~o poco avía 83
con el Papa Adriano para la defensa de Ytalia. La qual
ayuda murió bien rre~ién na~ida, y 84 en esta guerra del
Almirante se comen~ó y acabó, porque 5 buelto des-
pués en persona el rrey de Fran~ia a Ytalia, no se les dio
mucho a los de Bene~ia por ayudar al fran~és (que harta
ayuda fue no enbiar el ayuda que heran obligados en
quebrantamiento de la capitula~ión). Así qu'este gene-
f. 32 v. ral suyo agora es el que fue a tomar a Garlasco / y lo
tomó. Pero como se acordó d'estos dos lugares tomados
por ytalianos, no se acordara de Lodi y de Alejandra 6

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CAPÍTULO VI!

de la Palla, pla~as fuertes tomadas por españoles, toman-


do la vna enpresa a cargo el marqués de Mantua, y la
otra el de Pescara, y rrendiendo la vna Federico, prín-
~epe de Buzuli, al vn marqués, y musior de Bueyset la
otra, al otro.
y dexando esto 87, bengamos a lo que más dize el
obispo Paulo 88 en este capítulo de la pasada de Barbón
al serui~io ymperial, lo qual él llama maldad, y otros
bituperosos nonbres, no sólo en este paso, ma~ cada vez
que se le ofre~ió hablar en toda su corónica de aquel
generoso y e~elente capitán. Y avnqu'él en este capítulo
no pone las causas d'esta mudan~a de Barbón, que fuera
ne~esario pon ellas, pues que la tenía por mala y perber-
sa, pero pónelas 89 en su obra que ya muchas be~es te-
nemos alegada del marqués de Pescara. Y no puso las
que pasaron ni las que causaron la altera~ión de Barbón,
y si acaso apunta algo d'ellas, pónelas de otra manera de
lo que su~edieron, por ha~er culpado al que no tubo cul-
pa en ha~er lo que hi~o, '*' sólo sepa el lector en este ar-
tículo, que este nego~io tocante a Barbón, que sé yo que
porque lo dexara escrito de la manera que lo dexó le
pudiera ser bien gratificado al Jobio, que si lo fue [o]
no, yo sé quién sabe un peda~o d'ello; pero no dexemos
a
hecha tan a lo .. . la Historia Jovia * B9 , presupuesto (que
como él tanbién lo dize), el rrey Fran~isco y Carlos de
Barbón (que así se llamaba) 90 tenían estrechísima amis-
tad y hera grande a~epta~ión 91 lo qu'el vno alcan~aua
en su priuan~a con el otro. Pero todo esto no ha~ía al
caso, antes es 92 de más culpa el que hizo agrauios 93 por
donde mere~iese biolarse esta estrecha tratan~a y 94 fa-
miliaridad; y congójome, ~ierto, en que no puede yr esto
aquí sino a rremiendos 95. Póngase la culpa d'ello al Jobio,
que la tiene harto mayor que Barbón en ponerse la cruz

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EL ANTIJOVIO

rroja. El qual Jouio da 96 solas dos causas 97 d'esta rre-


belión (llamémosla como él la llama), avnque a la ber-
dad ellas 98 fueron tres o quatro, bien a la larga contadas
f . 33 r. en los Anales. Dize, / pues, nuestro autor 99 que sin pro-
pósito ninguno el Borbón hi~o aquella mudan~a, porque
le puso pleito Lubidica, madre del rrey, a ~iertos lugares
de su estado. y esto es engaño, porqu'el pleyto fue pues-
to a todos sus estados, que después de la casa rreal hera
la mayor que en Fran~ia abÍa, y así la demanda le fue
puesta a los ducados de Barbón y d'Albernia de Jatelarau,
y al condado de Claramonte, y al condado de Floreste,
y a la ~iudad de Molines, y a otros muchos que no non-
bro, sin dexalle vna almena sola fuera de litijio. y paré-
~ele al obispo 100 que de vn tan grande señor querello 101
dexar hecho vn senzillo escudero es pequeña causa. Y
que se vbiese bisto en Fran~ia el mayor señor d'ella, y
se esperase ber el más pobre del mesmo rreyno, y qu'el
su~eso avía de ser el que se sospechaua y estaua claro.
Porque su contrario hera la madre de vn rrey obedien-
risimo, como buen hijo, a su mesma 102 madre, y que
claramente se de~Ía por toda la corte &an~esa y por toda
aquella probin~ia, la boluntad que tenía el hijo de con-
pla~er a la madre en esto. Lo qual biera claramente
qualquiera, avnque no biera 103 tanto como 10 4 Borbón
en ello, porqu'el pleyto se siguía no en tribunales ordi-
narios, sino por comisiones particulares, contra las hor-
denan~as del rreyno, ante juezes sospechosos al Borbón
(avnque todos lo heran), pero prin~ipalmente lo 105 he-
ran aquéllos, muy llenos de sospecha. Pues el derecho
hera muy sustan~ial con que aquellos estados se le pe-
dían: pedíaselos la Ludibica por ser hija de Margarita
de Borbón, muger de Felipe, duque de Saboya, la qua!
Margarita fue hermana de Pedro, duque de aquel estado

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CAPÍTULO VI! 93

borbonesco 106 , biniendo el Carlos por línea derecha de


barones, siendo hijo de Giliberro, Señor de Monpensier,
que benía del tronco baroníll de los que he dicho. y no
f. 33 v. aviendo / cosa más sabida ni notoria en Fran~ia que, por
la ley qu'ellos llaman sálica y por el otro derecho que
los mesmos frans:eses dizen apenagio (que tray 107 origen
desde Faramundo su primer rrey), no puede heredar
muger estado frans:és ninguno (ni el mesmo rrey tan-
poco), quitados algunos estados que por costumbre, y
otros por preuillegio (que son los vnos y los otros bien
pocos) , están fuera de la ley que he dicho. y no hera
buena manera de cunplimiento la que apunta el Jobio
(yen la berdad pasó así), qu'el rrey prometiese al Barbón
de dalle de comer y estado, si la madre salía con el
pleyto, porque dexado ser, como está dicho, cunplimien-
to, no le podía dar equibalens:ia bastante si no le daua
casi el mesmo rreyno. Alliende de que ya se puede ber
quánto más se puede y 108 deue estimar vna almena de los
predes:esores, que vn castillo entero nuebamente adque-
rido. y la causa que pone el Jobio por vItima, qu'es
quando entró el frans:és por los estados de Flandes (y 109
fue en fin del año de beinte y vno, pasado ya 10 de Rro-
berta de la Marcha que ya tenemos tratado), qu'el Fran-
s:isco aquel día se presentó cabe Balens:ianas él los ynpe-
riales, y al conde Nasao su general, que contra la premi-
nens:ia de la condestablía de Barbón avía dado la ban-
guardia a musiur de Alans:on, es engaño como las otras
cosas suyas. Porqu'el Barbón no se agrauió de que se
diese la banguardia aquel día a quien el rrey quisiese,
sino porque aviéndosela dado a él, e yendo ya a confron-
tar con los enemigos, se la mandó quitar y que se pasase
a la batalla, y que al Alans:on entregase aquella primera
gente de la pelea 110 (notable ynjuria), espe\=ialmente

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94 EL ANTl]OVIO

que cono~lO ya que se ha~ía por sospecha que d'él se


tenía. y quánto se ganó en el trueque, el su~eso lo mos-
tró, pues perdió el fran~és en perder la coyuntura de
aquel día, todo lo que no pudo cobrar en quarenta años
1. 34 r. continuos que vbo después de guerra, que cos- / taran al
mundo más de quinientos milI honbres; todo lo qual se
escusaua, y el Carlos 111 quedaua sin Baja Alemaña aque-
lla ora, y avn no sé si sin más estados qu'éstos, si se vbie-
ra sauido por los fran~eses vsar de la ocasión. Pero tor-
nando a nuestro Barbón, él tubo justísimas causas para
dexar su antigua morada y de sus pasados, todas las
quales se berán bien a lo largo puestas en los Añales. Y
si todabía alguno tubiere algún escrúpolo, para que que-
de sin él sepa que después de otras cosas que de muy
mala y perbersa dijestión pasaron, que vlt·imamente se
abía puesto asechan~as a su bida y persona, la qual corría
notorio peligro. y así lí~itamente pudo el Barbón pro-
clamar en libertad, espe~ialmente ante, a vn prín~ipe el
mayor del mundo y Emperador d'él, y del mesmo Bar-
bón dos be~es su pariente, porque Felipo, duque de Bor-
goña, que llamaron el Bueno, hijo del duque Juan, casó
a su hermana Ynés con Carlos de Barbón, hijo de Juan,
duque de Barbón, de cuyo prajenie de~endía este Carlos
Barbón de quien tratamos. Y el segundo parentesco que
ay entre la casa de Borgoña y la borbonesca, es qu'el hijo
d'este Felipo el Bueno que hemos dicho y se llamó Car-
los (bien nonbrado por baleroso en las ystorias del
mundo), casó con Ysauel, hija de su tía y nés, y de aquel
Carlos, duque de Barbón, que hemos dicho, que por esta
quenta hera su prima hermana, del qual matrimonio
quedó sola María, agüela de nuestro Carlos Enperador.
y todo lo demás que ay que contar ~erca d'esta tras-
la~ión del Carlos al Carlos, debe de estar en las co-

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CAPÍTULO VII 95
rónicas del vno vien largamen~e escrito~ y es casi
ynposible podello contar en la horden que aIebamos,
donde no se trata otra cosa sino de la rreprobac;ión del
Jobio. El qual, continuando su manera d'escribir, dize
qu'el Barbón quiso entrar por Franc;ia (como de hecho
f. 34 v. entró) contra boluntad de don Carlos de Lanay, / virrey
y gouernador del exérc;ito. Lo qual pasa al contrario, y
al mesmo alego por testigo, que en la bida del marqués
de Pescara dize qu'esta entrada en Franc;ia se hic;o con
consentimiento del Emperador y del rrey de y ngalate-
rra, que se abía declarado en fauor e ayuda del mesmo
Emperador, y por fuerc;a el birrey avía de obedec;er a
su rrey, y avnque en aquella guerra y entrada por la
Proenc;ia no se pudo tomar Marsella, por estar muy for-
tificada, pero la destrec;a del marqués causó que todo el
exérc;ito se rreduxese seguro en Lonbardía, puesto caso
qu'el rrey franc;és, con poderosísimo exérc;iro, mayor que
ninguno de los que avían traydo sus capitanes pasados,
le biniese molestando por la rretaguarda, pero bien a
costa franc;esa. Que fue tanta, que dexando de seguir a
los c;esarianos, tomasen 112 otro camino de los Alpes, para
tomar la delantera a los españoles, y allegasen primero
qu'ellos al estado de Milán, y avnque no primero, pero
allegaron casi juntos el vn hexérc;ito y el otro. Y los
ynperia1es entraron en Milán a veinte y dos de ot:ubre,
casi noche, del año de beinte y quatro, y otro día en ama-
nec;iendo estava ya el campo franc;és a vista de Milán, o
a 10 menos la banguardia d'él. y abíase acordado, antes
d'entrar en aquel pueblo, viendo quán poca gente avía
en todo el exérc;ito, y quán poderoso el franc;és benya,
de guardar solos tres pueblos, y rrepartir en ellos la
mayor parte de aquel pequeño cam¡)o. El vno, que hera
Pauía, se le dio cargo Antonio de Leyba, que le guar-

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EL ANTIJOVIO

dase con quatro mili alemanes, y mili españoles, y do-


~ienros cauallos lijeros, y do~ientos de armas, tanbién
espaíloles, de los que el birrey avía traydo de Nápoles.
y a Lodi, que hera la otra ~iudad que se avía de guar-
dar, fuese el duque Fran~isco Esfor~ia, con ~ierto golpe
de honbres de armas. y la jente ytaliana, que heran dos
f. 35 r. mill / y tantos de aquella na~ión, fuesen a anparar la
ter~era pla~a, que hera Cremona; y todo así se efetuó,
y lo grueso del exér~ito, con el marqués de Pescara y
Barbón, se fuesen a Milán, donde entraron guando ten-
go contado. Pero como en amane~iendo biesen los fran-
~eses, y en Milán (por causa de ~ierta pestilen~ia grandí-
sima que avía abido) estubiese rodo perdido y destro-
~ado, y vbiese grande yncomodidad para ha~er trincheas,
y 10 que hera ne~esario para defender aquel gran pueblo,
acordaron (biéndolo yndefensible), de salirse d'él, y así
se fueron a Lodi, saliendo el canpo ynperial por vna puer-
ta y el fran~és entrando por otra, de tal manera y con
tanta preste~a lo vno y 10 otro, que se bieron aquel día
y aquella ora en Milán cru~es rrojas y blancas mezcla-
das, haziéndose prisioneros vnos a otros. Pero en fin, el
campo ~esáreo fue rredu~ido, seguro y saluo en Lodi,
syn perseguille los fran~eses, que se cree que lo pudie-
ran desha~er aquel día. En 10 qual no hazer consistió
toda la destruy~ión fran~esa que después su~edió. y el
rrey, entrado en Milán, contentándose con pare~elle que
abía hecho 10 que sus capit-anes no abían podido conse-
guir, y dexando puesto ~erco al castillo, consultó 10 que
se debía hazer para dar fin a la guerra, y tomó el más
ynfeli~e acuerdo, y fue sobre Pauía y sobre Antonio de
Leyba, con todo aquel su poderoso exér~ito v can po.
y en este neg~io y nueva guerra, Papa y bene~ianos
coligados con el Emperador, bien do tan pujante al fran-

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CAPÍTULO VII 97

~és, no qwsIeron enojalle y se avstubieron de enbiar el


ayuda que heran obligados al campo ynperia!. El qual,
siendo desanparado de todos, se conl:Ínuó el nego~io y el
~erco de Pauía, y así toda Lonbardía ardía con esta nue-
va guerra. Pero lo que no puede oyrse con pa~ien~ia nin-
guna, es lo que ~erca d'esto aquel obispo 113 dize, y no
sólo él, pero otro mayor obispo, y el mayor de la chris-
f. 35 v. tiandad, lo dixo tan- / bién enton~es, de quien estotro lo
tomó; el vno para sus fines y el otro para su escritura.
y es dezir qu'el Emperador e ymperiales abían dado
causa a la desbentura d'esta nueva guerra, y a que se
abrusase otra uez con ella Ytalia, por aver yrritado y
provocado al fran~és, entrando con su exér~ito por su
rreyno, no queriendo contentarse con que en la destruy-
~ión del Almirante se abía puesto fin a las guerras, que-
dando con lo que se pretendía, que hera hechar a los
fran~eses de la provin~ia ytaliana y sacalle de sus manos
el estado de Milán. Y que por estotra nueba causa, de
hauer entrado tan dentro por Fran~ia avía su~edido de
proueerse el fran~és de exér~ito, y después de aver he-
chado los ynperiales de aquella probin~ia, tornar él, con
el exér~ito que tenía hecho para su defensa, a entrar de
nuebo por Ytalia, lo qual se vbiera escusado, si el exér··
~ito del Carlos se vbiera contentado con lo de Ytalia. y
lo bueno es que dize que por esta causa los benec¡:ianos
y Papa se astubieron d'esta guerra. Es falsÍsllna cosa, pues
el vno se apartó por la liga secreta que con el franc¡:és
tenía, mediante Alberto, conde del Carpio, su grande
amigo dende su moc¡:edad de anbos. (El qual al princ¡:i-
pio de su Pontificado le hizo apartar del amistad car-
lesca 114 y ponella en el Fran~isco, como después an-
dando los ti en pos, y asÍmesmo enton~es, se vida vien
claramente, y más de lo que fuera menester vello) 115.

7
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EL ANTIJOVIO

y los otros, por miedo de no enojar al mesmo fran~és,


y las demás señorías y potentados menores mediante los
dichos, seguían la voluntad dellos. y en fin todos, vnos
y otros, dejaron desanparado el exér~ito. Pero pregunto
yo al señor obispo 116 (que ojalá, como hera obligado,
vbiera entendido no en ystorias sino en sus abejas, que
f. 36 r. como no / fueran españolas se a de presumir que lo hi-
~iera bien) 117, si la guerra del Almirante abía puesto
fin a las de Ytalia, y aquel avía sido atajo para qu'el
fran~és no bolbiese más a ella, como no lo fue quando
aconte~ió lo mesmo el año de beinte y vno que los ~esa­
rianos ganaron la ~iudad de Milán y a sus aderen~ias,
pues tanbién fueron los fran~eses hechados entonzes de
la mayor parte de aquel estado. Y, ¿por qué asímesmo
tornó el rrey a probar de nuevo la bentura, enbiando
otra vez al mesmo Lutreque, que abía sido general de la
guerra pasada con nuevo exér~ito? Y, ¿por qué la Bi-
coca no le fue freno a Fran~ia, de lo que allí fue Dios
seruido que quedase determinado? Y, p'ue1s en aquel
año, que fue el de beinte y dos, tanbién los fran~eses
fueron expelidos de toda Lonbardía y an por añadidura
tanbién de Génoba, ¿para qué bolbieron a Ytalia ter-
~era vez a tentar la fortuna, con el Almirante su gene-
ral? De manera que, avnque deuajo d'este mesmo go-
bierno del Almirante, tanbién fueron ben~idos y des-
truydos, y la guerra acabada, y ellos, sin quedar vno, bo-
tados de toda Ytalia, no dexara el rrey Fran~isco de yn-
tentar de nuevo lo que después yntentó, porque la por-
fía es ~ircunstan~ia de la obstina~ión. Y si la guerra del
Almirante (tornemos a ella) 118, avía de acauar las gue-
rras de Ytalia, como no la acauó después la del mesmo
rrey, señor del mesmo 119 Almirante y el que lo abía
enbiado, pues quedando deshecho su hexér~ito cabe 120

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CAPÍTULO VII 99
Pabía, y el mesmo rrey preso, e Ytalia sin guerra nm-
guna, y capitulado después en Madrid, y rrenun~iado los
derechos de Ytalia, no bastó tanpoco para que después
no yntentase cosas nuevas en la mesma probin\=ia, y me-
tiese dibersos exér\=itos en ella en diuersas bes:es. y si por
bentura dixese que por la rriguridad del contrato, y
para que se dulr;orase 121 lo que en Madrid ~e avía capi-
tulado, ¿por qué después, quando de nuevo se capituló
en Canbray, año de beinte y nueve, y cobró sus hijos y
se quedó con Borgoña, que hera en lo que consistía la
f. 36 v. mayor / dificultad, y rrenunr;ió a todas las cosas ytalia-
nas, y se apartó del derecho d'ellas? ¿ Por qué de nuevo
tornó después, el año de treynta y seis, a meter exér\=ito
en y talia, y a rrebolber lo ya quietado y asosegado?, y
¿por qué no bastaron las treguas del año de treynta y
ocho, para qu'el año de quarenta y dos no tornase a
ha\=er lo mesmo, ni la capitula\=ión de quarenta y cuatro,
para que adelante él y su hijo, que su\=edió en la mesma
guerra, no procurasen lo mesmo sin perder aquel pío de
Ytalia? De manera qu'entre jui~ios graues, y avn entre
bulgares por mucho que lo sean, es cosa de rreyr, y avn
mejor quir;á de llorar, pensar que la guerra en que el
Almirante fue deshecho, abía puesto fin a las guerras
de Ytalia, y que los españoles avían probocado con nueba
guerra a qu'el rrey la pasase en Ytalia; pues nunca bas-
taron los ben\=imientos de antes ni los de después, ni el
del mesmo rrey, ni tanto número de bitorías, y de capi-
tula\=iones, y juramentos, y palabras dadas, para matalle
la sed de Lonbardía; y para matalla fue menester matar
más de tre\=ientos milI honbres, y con todo no se mató
estotra que digo, sino hidrópico d'ello acabó la bida.
y bengamos aora a la mesma contienda tan nonbrada
y sabida, quando el rrey, no podiendo tomar a Pauía que

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100 EL ANTIJOVIO

tenía ~ercada, vino el exér~ito del Carlos 122 a dalle la


batalla, y se la dio, cuya memoria es vna de las nonbradas
que agora andan por el mundo, donde todo el exér~ito
del rrey fue destruYdo y hecho pe(la~os, y todos los gran-
des y señores fran~eses presos y muertos, y su rrey así-
mesmo 123 cariuo y traído a España. Pero, ¿por dónde
comen~aré a tratar esto, y a rrepunar 124 tre~ientas cosas
qu'el Jobio dize fuera de propósito? y esto pasara no-
rabuena 125, y caminara por sin propósitos quanto él
mandara. Pero no sólo esto, pero 126 dize gran número
de cosas contra lo que en rrealidad de berdad pasó, lo
qual quenta en aquella su obra de la uida del marqués,
que en estotro nuestro capítulo epitomado no haze más
de pasar por la posta, y bien aposta. Pero 121 con todo
f. 37 r. esto, dize en este / mesmo capítulo que hauiendo dibi-
dido el fran~és sus fuer~as, y por otra parte dibilitádose
a los ynperiales, abiéndoles 128 benido nuevo socorro 129,
se les dio la batalla. Sin saver el Jobio qué cosa es en la
guerra el dibilitar, avnque en los cuerpos vmanos bien
e~elentemente lo sabía, como honbre muy enseñado en
la medi~ina y en las otras partes con~ernientes a ella.
El llama dividirse las fuer~as rreales, porqu'el Fran~isco
avfa enbiado a Juan Estuardo, duque de Albania, con
~iertas lan~as ligeras y de armas, y con muy poca yn-
fanterÍa (porque la demás se había de ha~er en la co-
marca de Rroma como después se hi~o), para acometer
al rreyno de Nápoles. y llama dibilitar porque se le
hauÍan ydo tres milI y quinientos, y no más, grisones
de su can po, a poner cobro en sus tierras, que heran mo-
lestadas de Juan Jacobo de Médizis, que por rra~ón de
tener en su guarda el castillo de Mus, hera su frontero
y abía tomado en aquella comarca no sé qué pueblo. y
di~e tanbién que el exér~ito del Emperador se abí'acre-

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CAPÍTuLO VII 101

~entado con nuevos socorros, lo qual dize por seis mili


ynfantes que truxo Barbón, hauiendo nuevamente ydo
Alemaña por ellos. Pero con todo esto no considera, o
a lo menos no quiere considerar, que sin enbargo d'este
acre~entamiento de los vnos y dibilita~ión de los otros,
lo qual estiende bien y anplía en su libro de Pescara,
quedaua si se contauan anbas ynfanrerías (con otra nueva
que bino d'esguí~aros en aquellos vitimos días antes de
la batalla), con más de seis milI ynfantes más en el cam-
po del rrey, que no en el del Emperador. Pues en caua-
llería no ay que dudar sino que, no sólo en el número,
sino tanbién en la calidad (no lo negaré) 130 llebaua
bentaja la fran~esa, porque ya es sabido de todos quán
esmerada gente es la de aquella na~ión con vna lan~a
en el rristre. Y d'estotra parte, quitada las bandas que
truxo el birrey desde Nápoles, la demás avn no hera
hordinaria cauallería; que de todas estas menuden~ias
es menester dar quenta, para satisfa~er al }obio del acre-
~entamiento que quiere dar de gente a los ynperiales, y
de la cantidad que quiere quitar a los fran~eses. /
f. 37 v.
Pero vengamos a la pelea, y mientras los vnos y los
otros conbaten, quiero yo conbatir con el }obio, el qual
pone tantas cosas, y tan diferentes de como en la batalla
pasaron, qu'es mejor, pues ella está escrita por muchos
y tanbién muchos ay que en ella se hallaron, rremicillo
todo a lo que está escrito y a los ojos de los que lo bieron.
y ~iertamente d'este escritor, de algunas de sus cosas,
m'espanto y de otras me rrío; pero de otras singularísi-
mamente 131 me henojo y tomo cólera. y d'estas vltimas es
vna la manera y astu~ia que tubo en escrebir esta batalla,
en aquella bida del marqués, donde casi no toma el
nonbre español en la boca, sabiendo lo contrario todo
el mundo' y bien digo todo el mundo, porque hasta los

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102 EL ANTlJOVIO

bárbaros d'estrañas na~iones a corrido esta batalla, en la


qual, como se saue, los esquadrones no fueron hechos ni
rrepartidos, como el Jobio los pone, ni de las na~iones
que los haze todos. y lo ~elente es que con sus ytalia-
nos, que heran dos mill y quinientos, y se perdieron
con el artillería que trayan a cargo 132, a la entTada del
Parco, mezcla tres conpañías d'españoles, como quiera
que ni vn solo español benía en aquella rretaguarda,
que en ella benÍan los que he dicho, * y es notorio [y
que] dó visto * y escrito, qu' el primero esquadrón d' es-
pañoles y alemanes mezclados, éste fue a conbatir el
pala~io de Mirabel, avnque hecho esto bolbió luégo a
la batalla, y otro esquadrón de solos españoles, sin mez-
cla de otra na~ión ninguna, rronpió de parte a parte
otro de ~uy~os, que hera el primero de los contrarios. y
rronpido éste, y biniendo otro de la mesma na¡;ión a dar
de traués y por el lado en los españoles, les fue 133 ne¡;e-
sario dar medio 134 en rrededor vna buelta esquadrona-
damente, para boluer la cara a los enemigos, que yn-
advirtida y qui~á ma1i~iosamente, Galea¡;io Capella, es-
critor tanbién ytaliano, llamó rretirar; que avnque el
rretirar tanbién es cosa conbiniente y pr~epto sustan~ial
contenido en las leyes de la guerra, pero aquí no lo vbo,
porque no fue ne¡;esario, ni vbo más misterio de aquel
f. 38 r. que ay quando / vn honbre se buelbe cara a cara quan-
do es acometido por vn lado o por las espaldas; o como
quando en la batalla nabal (porque nos aprouechemos
de la conpara~ión que pusimos en los Añales) 135 dos
navíos anda el vno al otro por ganarse el biento, que pa-
res¡;e qu'el vno huye del otro, y es muy ynportante cosa
aquel nego\=io para aquella guerra de la mar. y así, es-
tando mezclados los vnos con los otros, bino otro es qua-
drón de alemanes en socorro de los españoles y luégo

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CAPÍTULO VII

todos los de vna banda y otra, ni más ni menos se mez-


claron peleando como devían, y los cauallos lo mesmo,
y con ellos a vn lado vnas conpañías d'españoles (pro-
uisión del marqués de Pescara), la qual fue la de don
Alonso de Córdoba y la de Rrodrigo de Rripalda, de ma-
nera que allegando los cauallos contrarios a encontrarse
con estotros, quedaron primero bien rro<riados de aque-
lla arcabu<rería española. Y por otra parte tanbién el ca-
pitán Quesada con quatr<><rientos españoles (por horden
del mesmo marqués), arremetió en el pren~ipio de la
batalla a la artillería enemiga y la ganó, y hechó de allí
a musiur de Alan<ron; qu'estaua acaso allí de rretaguarda
con sus cauallos y con ~ierta ynfantería gascona, donde
luégo llegó el marqués del Gasto con sus españoles y
alemanes, buelto ya de Mirabel, con el qual se acabó el
hecho del artillería con tan gran carga que se dio al de
Alan~on, que se hi<ro qu'él mesmo rronpiese su mesma
ynfanterÍa yendo huyendo. Al qual marqués del Gasto,
así en esta batalla como todas las vezes que se le ofre<re,
alaba con magníficas palabras, ha<riéndole poseedor de
grandes virtudes, y con rra<rón, por ~ierto, lo vno y lo
otro. Pero quiero que sepa el señor obispo, y bien sé que
lo sabe 136, qu'entre las otras sus muchas e~elen~ias al-
can<raua por estremo la de la liberalidad, tan grande-
mente, que con ser no más de vn señor, no le ha<ría ben-
taja la del rrey de Fran<ria, a cuya probin~ia caminó
tres be~es a ver esto por expirien<ria nuestro Jobio, y a
de<rille que avía muerto en esta batalla (en la qual el
Jobio no se halló) por sus manos a don Hernando Cas-
triote, marqués de <';ibita de Santángel, y a otros dozien-
tos mill alférez y capitanes, y que lo tenía puesto así en sus
escritos con otras grandes preczas [sic].
Pero tornando a la batalla, en ella puso a la letra

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1°4 E L ANTlJO V10

f. 38 v. lo que e dicho, / y de nada d'ello haz e men<;:ión el de


Nochera 137, como si los españoles enteramente no vbie-
ran ganado aquella vitoria, con <;:ierta parti<;:ipa<;:ión bien
honrrosa de los alemanes, y como si no vbiera español
en toda aquella contienda. y como si se vbieran queda-
do rodas en Lodi, qu'es de adonde salió el exér<;:ita, así
no haze min<;:ión 138 d'ellos, y si la haze es casi nunca, y 139
muy pocas bezes, y para cosas no nada ynportantes al
meollo 140 de la batalla, y para vnos disparates (perdó-
neme en este paso la grauedad del auctar) 14\ que si
no es por honbres del todo perdido el jui<;:io, verán cla-
rÍsimamente la ynten<;:ión que tubo. Pero hartas bezes,
luégo tras esto, en el fin d'este capítulo, los nonbra para
de<;:ir mal d'ellos, afirmando que ynchados d'esta bitoria
(no abiéndoles él dado ninguna parte d'ella), quisieron
quitar el estado a Fran<;:isco Esfor<;:ia y quedarse con él,
pares<;:iendo que avían peleado más por su prouecho que
por el del duque de Milin, contra todo lo qu'estaua ca-
pitulado, y así los haze vsurpadores de lo ageno, y que
avían militado para su vtilidad, y que contra la voluntad
de su amo 142 ha<;:Ían la guerra para su ganan<;:ia propia,
pretendiendo ¡con codi<;:iosos ánimos hazerse señores
( qu' es tanto como de<;:ir tiranos) de toda y talia. Engaño,
despropósito 143, mali<;:ia y disparate nunca bisto, ¿por-
que 144. qué parte heran los españoles para hazer seme-
jante hazaña contra la boluntad de los que los gouerna-
ban, y a cuya oviden<;:ia estaban? y si por los gouerna-
dores lo dize, ¿qué parte heran ellos 145 a cometer aquel
ynsulto contra la voluntad del Emperador su amo, de-
bajo de cuyas banderas militaban? Pero en este paso bien
entiendo yo al Jobio; él queda poner esta culpa a el Em-
perador, por conformarse con el pare<;:er de los ytalia-
nos que enton<;:es tubieron, y por desculpar al duque

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CAPÍTULO VII 10 5

Esfor~ia del crimen lese magestatis que de allí a poco


cometió contra vn prín~ipe que avía gastado más de d<><;e
millones de oro, con muerte de ynfinita gente de todas
na~iones y de balerosos capitanes d'ellas, por entregalle
a él su estado milanesco 146. Y el Jobio al Emperador no
f. 39 f. se la osa cargar, / por ber si podría él cargarse así de
benefi~ios de la liberalidad ymperial, porque escriuió en
su tienpo todas estas cosas, y cárgala a quien tenía tan
poca culpa como el mesmo Emperador, pues él ni ellos
no tubieron ninguna en este caso, como largamente será
bisto en el capítulo siguiente, y se berá allí la mayor yn-
gratitud del duque de Milán, Fran~isco Esfor~ia, contra
el Emperador, que de honbre jamás se a bisto ni a oYdo.

1 MilI.: de Milán. - 2 Add.: de! año. - 3 Mut.: y prosecuc;:ión del


año: continuándose en e! año de. - 4 Mut.: como. - 5 Mut.: avnqu'él:
avnque el Jovio. - G Mut .: donde avía ydo: donde fue. - 7 Mut.: a. -
8 Mut.: hizimos. _ 9 Mut.: imperiales. _ 10 Mut.: cabe el: jun to al. _ 11
Trrmsp.: él buelto. - 12 Mut.: a. - 13 Trallsp.: de defendet a Pavía con
los alemanes. _ 14 Mut.: y averse dibidido ... : y aver debilitado sus
fuerc;:as por las aver dividido. - 15 D el.: e! mesmo_ - 16 Mut.: de lo que
ay ... : de la censura de. - 17 Mllt.: poco, no se a ... : poca, se deve. -
18 Add.: el Jovio. _ 19 Mut.: epítome d'ellas ... : abreviaciones y suma-
rios de ellas. _ 20 Del.: de su libro. - '21 Del.: del todo. _ 22 Mut.: o la:
}'. - 23 Del.: de. _ 24 Mt/t.: dexó de hazer: hizo. - 25 Del.: qu ~ entre las
manos tenernos. - 26 Mut.: en él, que no sólo son: no sólo. _ 27 Mllt.:
ay hartas de: de mucha. - 28 Del.: él. _ 2!J Del.: a. _ 30 Mut.: Jo qua!
todo pasado: Después de esto. - 31 Del.: fundada de los . . . _ 32 Mut.:
obispo pero ... : Jovio. _ 33 Del.: su. - 34 Del.: (y muy buen capitán). -
aú Del.: y amparado. _ 36 Del.: asÍrnesmo. _ 37 Transp.: e~ verdad que
en este vltirno. _ 38 Mut.: (que no ynfantes ... ): ya la postre. _ 39 De/.:

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106 EL ANTIJOVIO

los. - 40 Add.: tan importante. - ~1 Mut.: Jovio. _ 42 Mut.: se enbi6:


fue ernbiado. - 43 Del.: fue. - 44 Tramp.: exér~ito fran¡;:és. _ 45 Mut.:
Paulo (y no ... ): Jovio. - 46 Del.: asímesmo. - 47 Mut.: asírnesmo ... :
semejante daño. - 48 Mut.: o. _ 49 Del.: asírnesmo. - 50 Mut.: negará
Dios ... : dexará de dar Dios. - 51 Mut.: no negar: dar. _ 52 Del.: y
tanbién. - 53 Del.: a. - J4 Del.: (como diestro). _ 55 Add.: y fue. _
56 Del.: al presente. _ 57 Mut.: los otros. _ 58 Add.: e. _ 59 Del.: así-
mesmo. - 60 Mut.: d'esta tacañería ... : de la tacañería. _ 6.1 Mut.: a
estotra: contra. - 62 Mut.: (avnque ... ): si en los días que. _ 63 Mut.:
ytaliano coronista: Jovio. - 64 Mut.: molestia con que ... : matan¡;:a que
hizo. - 65 Del.: allí. - 66 Del.: avnque en ella ... - 67 Del.: digo a su
pluma. .. - 6 Del.: (y si vbiera ... ). _ 69 Del.: como nonbre ... _ 70
Del.: (no los dexemos ... ). - 71 Mut.: destrui¡;:i6n de ... : perderse. -
72 Tmnsp.: fue Rrebero. - 73 Mut.: tomado grande: tomada gran. -
74 Transp.: saliendo de allí. - 75 Mut.: acab6 de destruillos ... los aca-
b6 de destruir a todos. - 76 Mut.: los haze: ruze. - 77 Del.: (que ... ). -
78 Del.: tanbién confieso qu'está ... _ 79 Add.: pues. _ 80 Mut.: buelto. -
81 Del.: mucha. _ 82 Del.: birtud de. _ 83 Mut.: antes. - 84 Mut.: por-
que. - 85 Mut.: y. - 86 Mut.: Alejandría. _ 87 Del.: y dexando esto. -
88 Mut.: obispo Paulo: Jovio. - 89 Mut.: pero p6nelas: aunque las
pone. - 89a Del.: pero no dexemos ... _ 90 Del.: (que así .. .). _ 91
Mut.: grande a¡;:epta~i6n: gran cossa. - 92 Add.: digno. - 93 Mut.: tal
agrauio. - 94 Del.: tratan~a y. _ 95 Add.: mas. - 96 Del.: el qual Jouio
da. - 97 Add.: da el Jovio. - 98 Del.: ellas. _ 99 Del.: nuestro autor. -
100 Mut.: Jovio. - 101 Mut.: quererle. - 102 Mut.: como buen hijo ... : a
su. - 103 Mut.: le fuera. _ 104 Add.: a. - 105 Del.: lo. - 106 Mut.: de
Borb6n. - 107 Mut.: trae. - 108 Del.: puede y. _ 109 Mut.: que. _ 110 Del.:
y que al Alan~on ... - 111 Mut.: Emperador. - 112 Mut.: tomaron. -
113 Mut.: aquel obispo: el Jovio. - 114 Mut.: del Emperador. _115 Del.:
vello. - 116 Mut.: señor obispo: Jovio. - 117 Del.: (que ojalá ... ). _ 118
Del.: (tornemos a ella). - 119 Del.: mesmo. _ 120 Mut.: junto a. _ 121
Mut.: mitigasse. _ 122 Mut.: Emperador. _ 123 Del.: asímesmo. _124
Mut.: notar. - 125 Mut.: en ora buena. _ 126 Mut.: mas. _ 127 Del.: y
bien aposta. Pero. - 128 Mut.: a los ynperiales ... : abiendo. _ 129 Add.:
a los imperiales. - 130 Del.: (no lo negaré). - 131 Del.: singularísirna.
mente. 132 Del.: a cargo.. 133 Del.: les. _ 134 Mut.: casi. _ 135 Del.: (por
que nos aprouechernos ... ). - 136 Mut.: señor obispo ... : Jovio ..lS7
Mut.: de Nochera: Jovio.. 138 Mut.: menci6n. - 1?9 Del.: casi nunca
y. - 140 Mut.: peso. - 141 De/.: (perd6neme ... ) . . 142 Mut.: rey. _
143 Mut.: y aun. - 144 Del.: porque. _ 145 Del.: ellos.. 146 Del.: mila.
nesco. -

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CAPITULO OCTAVO

De lo que su~edió estando el rrey de Fran~ia preso en Espa-


ña, y de la libertad del mesmo rrei fran~és 1, Y del ~erco
puesto al duque y castillo de Milán, y de la liga que el
Papa, fran~eses y vene~ianos hizieron contra el Enpera-
dor, y de cómo don Yugo de Moneada y coloneses sa-
quearon el pala~io sacro de Rroma 2.

No solamente en las cosas de la guerra, sino tanbién


las de la paz y en las del yntermedio de lo vno y de
lo Offo, quiso Paulo Jobio qu'esa ystoria quedase adul-
terada y llena de bi~ios. y así, en el capítulo que se si-
gue tras los ya contados (que es el primero del libro
beinte y tres), dize muchas cosas al contrario de como
aconte~ieron. y el epítome de su epítome es este: dize
qu'el rrey Fran~isco fue traydo a España por el birrey
Lanoy, y que pare~iéndole que el Emperador vsarÍa con
él de clemen~ia, tenía con~ebida grande esperan~a del
buen su~eso de sus neg~ios, y que el Emperador no le
quiso ber, y que burlado el rrey de sus esperan~as, cayó
en grande enfermedad, de la qual llegó tan al punto de
la muerte, que se cree que si el Emperador no fuera em
persona a belle, y le prometiera dalle luégo libertad, que
muriera. y que no mucho después se hi~ieron las capi-
tula~iones, en que el Emperador casó a su hermana
biuda, que abÍa sido rreyna de Portugal, con el rrey. El
qual (dexando dos hijos en rrehenes) se bolbió a su

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lOS EL ANTIJOVIO

rreyno, y que d'estas pa~es na~ió sospecha entre los yta-


lianas prín~ipes, porque se dezía qu'estotros dos tan gran-
des se abían ligado para destrui~ión de los otros. Y que /
f. 39 v. así, luégo qu'el rrey tubo libertad, le llegaron enbaja-
dores de todas partes dándole el parabién d'ella. Y el
Papa Clemente, y ben~ianos, y rrey de y ngalaterra, hi-
\ieron vna nueba liga para rresestir a el Emperador, de
quien se de\ía que pretendía ha~erse señor de toda Ytalia,
porque tenían por cosa nueva que los capitanes ynpe-
riales, pesándoles de ber a Fran\isco Esfon;ia señor de
Milán, le vbiesen acusado que trataua de rrebelarse con-
tra el Emperador, y de qu'estando enfermo grabísima-
mente, le vbiesen ~ercado en el casrillo de Milán y le
vbiesen tomado algunas ~iudades. Y qu'esta fuer~a, que
con grandísima maldad se ha\ía al duque, enojó gran-
demente al Papa y bene~ianos que, amedrentados, apa-
rejauan las armas, pare~iéndoles que los ynperiales, que
soberuia y arrogantemente y sin bergüen~a rronpÍan la
fee de la liga, debían de ser perseguidos con guerra. Y
que muriendo en este medio el marqués de Pescara, la
gente del Papa y de los bene~ianos llegaron hasta Milán,
para librar al duque Esfor\ia del peligro de la bid a y del
~erco, pero qu'el valor de Antonio de Leyba y de Alfon-
so Dáualos, marqués del Gasto (o Vasto qu' es el pro-
pio nonbre de aquel estado) avía sido tanto, que susten-
taran la furia de los enemigos, for\ando a Esfor~ia que se
rrendiese, el qual ya rrendido se fue a Cremona, y es-
tando allí pasando su desbentura, binieron alemanes por
tierra de Mantua con el capitán Jorge Franispergi. Y que
demás d'esto, don Yugo de Moneada y el cardenal Pon-
peyo Colana, entraron con \ierta gente de rrepente en
Rroma y oprimieron al Papa Clemente, qu'esmua con-
fiado en \iertas treguas que engañosamente le abían con-

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CAPÍTULO VIII

'redido, *le for'raron* a que se rretrujese al castillo de


Santángel, y que abiendo saqueado el pala'rio sacro y la
yglesia de San Pedro, y hecho ~ierta paz con el Papa,
con ~iertas condi'riones (no obstante qu'e! cardenal Co-
lana las contrade~ía), se bolbieron a salir de Rroma.
Hasta aquí es la sustan~ia del capítulo jobiano, sin te-
ner ninguna de 3 berdad, o a lo menos tan poca como
aora será bisto. y así digo \ quanto a lo primero, que 5 la
f. 40 r.
ernfermedad del rrey (qu'es lo primero / de su capítulo)
y aquel afligimiento de su ca tiberio la causase, enpero
no la caus6 esta particularidad de no querelle ber el
Emperador, como el Jobio dize, pues, como está claro,
dos prín'ripes tan grandes, teniendo el vno al otro en
prisi6n no se sufría berse ni tratarse sino con libertad de
anbos, porque antes se podría tener por escarnio yr a
ber el libre al catiuo, que no por onrra y de~en~ia. y
quando semejantes casos en el mundo an aconte'rido 6
(entre prín~ipes no bárbaros) por ter~eros (como en
este caso se hi~o), se tratan 7 los nego~ios, no abiendo
espe'rialidad por donde se dispense en 8 esta horden, antes
según vna fama del mundo (no sé desde quándo beni-
da a él ni dende qué tiempo trae origen) 9 se creía que
vn rrey, biendo a otro 10 su prisionero, en s610 abelle bis-
to quedaua libre. Así que no la falta de bistas caus6 al
rrey prisionero su dolen'ria, sino, según se cree, el mal
despacho de sus negos:ios. Porque pasa así, que quando
el rrey pas6 a la guerra de Ytalia dex6 a su madre Lu-
dibica por gouernadora de su rreyno, la qual estando
agora el hijo preso en España, abía enbiado diuersos en-
bajadores con ofre~imientos y capitula~iones que, co-
municadas primero con el rrey preso (porque para todo
esto se les daua larga libertad), se le ofre~ían al Carlos 11.
y cama la concordia no se concluyese, por las grandes

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lID EL ANTlJOVlO

dificultades que en semejantes nego~ios suele hauer hasta


la conclusi6n d'ellos, la rregente de Fran~ia (que ansÍ
la llamaban a la gouernadora), acord6 vItimamente con
más abentajados ofre~imientos enbiar a su hija, herma-
na del rrey, la qual hera frescamente biuda por la muer-
te de musiur de Alan~on su marido, nuevamente muer-
to en Fran~ia, por no hauer querido morir cabe 12 Pauía,
que sólo de los caualleros fran~eses fue el que se puso
en saluo durante la batalla. y esta señora benida en Es-
paña, y héchole el acojimiento que hera rra~6n, comen-
~áronse de nuebo a tratar los neg~ios rreales, y alleg6se
hasta lo bibo d'ellos, sin poderse tomar conc1usi6n nin-
guna, y así después de algunos días (que en esto y en
bisitar al rrey su hermano gast6), perdida la esperan~a
f. 40 v. de con~ierto, se bolbió en Fran~ia, que fue con lo / que
la perdi6 el preso, creyendo ya no aber ningún medio
de adonde le sw¡:ediese su libertad. y así, triste d'esto, y
allegando a lo vltimo de sus congojas, cay6 en la enfer-
medad de que nuestro autor trata, la qual fue de tanto
peligro, que se esperaua antes d'él la muerte, que no la
bida. y el Carlos 13, biéndole en este final trauajo (y
tomando la opini6n más segura en lo de las bistas de
los prín~ipes libre y cautibo) lo fue desde Toledo a ver
a Madrid, que se le abÍa dado por asiento para pasar su
ca tiberio. Después de lo qual, buelto a Toledo, y abiendo
Dios buelto la salud al fran~és, se torn6 a tratar de me-
dios y se concluy6 la paz, después de muchos neg~ios
que pasaron, no s6lo con que el rrey Fran~isco tomase
por muger a la hermana del Carlos 14 (como Jouío apun-
ta), sino tanbién con que rrestituyese el ducado de Bor-
goña, que en tiempo de nuestros agüelos fue vsurpado
por fran~eses, y por su rrey Luis vndé~imo a borgoñones
y a su señora la duquesa María, agüela del Emperador,

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CAPÍTULO VIII III

y muger primera de su agüelo el emperador Magimilia-


no, y con que el rrey rrenun~iase a t'Odo el derecho que
podía pretender a qualquiera estado de Ytalia, y con
otras muchas condi~iones, largamente plantadas en los
lugares donde suele ser el na~imiento de las cosas na-
~idas d'este propósito. Todo lo qual el rrey juró que
cunpliría dentro de ~ierto término, y que no cunplién-
dolo, daua su palabra de boluerse a la prisión de adonde
salía, y para ello dexó las rrehenes qu'el Jouio dize, que
fueron sus dos hijos mayores, y así se bolbió a su rreyno,
abiéndose primero casado con la rreyna biuda de Portu-
gal, dejando muger y hijos en España.
Agora entra tras esto lo qu'el obispo dize, que buel-
ro el rrey a su rreyno, se hi~o liga y confedera~ión entre
el Papa y bene~ianos y rrey de y ngalaterra, con el rrey
de Fran~ia, contra el Emperador, por tener los suyos ~er­
cado y acusado al duque Fran~isco Esfor~ia de que avía
cometido el crimen tese magestatis contra el Carlos 15,
pares~iendo que se quería hazer señor de toda Ytalia. y
fuera bien que no callara el rreberendísimo de Noche-
r a 16 otra l'19a antes d"esta, qu ,estan do e1 rrey avn en
I

España, mañeándolo el Papa Clemente, pretendieron de


hazer todos los prín~ipes yt'alianos contra el Emperador,
y los ofre~imientos que enbiaron a hazer a madama la
f. 41 r.
rregente de Fran~ia, ofre~iéndole fortale~as y esta- / dos
para la seguridad del ligarse con ellos. Pero esto, como
cosa bituperosa de ytalianos, cállalo el ytaliano. Porque
avnque el nego~io no fue de mucho efecto, fue de mu-
cho defecto para aquella na~ión, pues ellos y esto cau-
saron 17 la rrebelión del duque Fran~isco Esfor~ia, del
qual, si la cometió o no, se verá agora claramente.
y pasa así, que como la batalla de PallÍa acabó toda
la guerra, y el estado de Milán quedó pa~ífico en poder

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112 E L ANTIJ OVIO

de los ynperiales, luégo el duque Esfor~ia enbió a 18 su


enbajador, Juan Antonio Bilia, a España, y en los pri-
meros días de su comisión l'enbió el Emperador al du-
que, con el mesmo Juan Antonio, la ynbistidura de aquel
estado más anpla y más fauorable que ningún Empe-
rador la dio jamás en ningún estado ytaliano. Porque
no sólo fue para quedar ynbestido de aquel estado el
duque, sino tanbién con aproba~ión de qua~esquiera
ventas y agena~ión de bienes qu'el duque vbiese hecho,
con otras muchas largue~as que no son d'esre propósito
y sonIa de la corónica ynperial. y así, al duque le fue
1uégo entregado, conforme a este pre~epto 1 9, todo su
estado sin faltar en él quanto a 10 ynmueb1e 20 vna sola
almena, ni quanto al vsofruto vn solo rreal. E~epto qu'e1
Emperador mandaba al birrey que, puesto caso que tan-
to número de millones de oro se aliÍan gastado, y tanta
gente y ba1erosos capitanes muerto por rrestituylle en su
estado, que solamente cobrase por sus tiempos, y 10 me-
nos sin molestia del duque que ser pudiese, vn solo mi-
llón para pagar la gente y soldados con cuya sangre se
abía ganado. y estando el duque así quiero en su Milán,
conspira en la conjura~ión de los prín~ipes yta1ianos
contra quien le abía hecho de vn cauallero sen~il10 (y
avn cojo y tollido no sen~illamente, y que no tenía pies
para ganalIo por sus manos) , el mayor señor de toda
a
Ytalia. y enbía soli~itar con su Chan~il1er, Gerónimo
Moron, al marqués de Pescara, vnico capitán de aquel
tienpo, que se pasase a la liga de los ytalianos, y que le
prometían por ello el rreyno de Nápo1es, que todos los
de la liga lo ganarían a su costa para ello. Si este es
yndi~io contra el duque, o proban~ enrera, béa10 qua1-
quiera de buen jui~io. y torn[án]dole los superiores del
hexér~ito a rrequerir por la paga, o por la parte que en-

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CAPÍTULO VIlI

ton~es avía de dar d'ello, rrespondi6 que más confian~a


tenía en la liga que ha~ían los ytalianos, que no en la
f. 41 V.
paga de los soldados. y sin éstas, vbo otras / muchas 21
sospechas, que después mostr6 el tiempo c6mo no lo
fueron 22 sino ebiden~ias e notoriedades, de las quales
se dará quenta donde fuere ne~esario dalla. y con todo .
esto, y con estar abisado el Emperador d'ello con cada
posta, nunca permiti6 que por su parte se acometiese
al duque ni a los ytalianos, sino qu'ellos acometiesen
primero, e~epto que se asegurasen en lo de Fran~isco
Esfor~ia. y así la gente qu'estaua alojada en el Piamon-
te la lleu6 el marqués a Milán, donde el duque estaua,
encastillado en la fortale~a de allí, al qual dixo que se
allanase, por quanto estaua sospechado de trai~i6n, y se
cono~ería de su causa por jue~es sin sospecha, quales el
Emperador nonbrase, y no lo quiso ha~er, qu'es otro gran-
de yndi~io 23 de la trai~i6n cometida.
Pues pregunto yo aora al Paulo 24 Jouio, si estando
toda Ytalia puesta en armas, haziéndose gente por toda
ella de guerra para benir a contra, ¿los españoles por
qué no abían de asegurarse como lo hi~ieron, teniendo
tanta ~ertenidad de entrar el duque en la liga de los
demás ytalianos? Porqu'estaua claro que, si el duque tan-
bién estaua en la conjura~i6n, que los ynperiales queda-
ban tomados como en rred, sin tener pueblo en toda
aquella probin~ia donde se alojar, ni 25 sin tener honbre
en toda ella que no fuese su enemigo. y bisto esto, el
marqués (que de allí a muy pocos días muri6) ~erc6 al
duque; y ésta es la maldad del malbado ~erco, y la yn-
justi~ia, y todos los demás nonbres qu'el Jobio pone; que
quánto mejor pudiera poner otro a los ytalianos que yo
le dixera, estáse muy claro 26.
Pero pasemos adelante y quédese 10 que falta d'esto

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II4 EL ANTIJOVIO

para los Anales, si Dios fuere serbido que se acaben, y


bengamos a lo que más dize en este capítulo el auctor
d'él. Qu'el Papa y bene~ianos, y los demás potentados de
Ytalia, ynbiaron luégo a congratular de su libertad al
rrey, nuebamente buelto a su rreyno, lo qual fue así, y
avn se sabe bien la causa, y cong6jome no dezilla por
no quitalla a su propio lugar, lo qual cada momento me
aconte~e en esta obra. Pero digo de pasada ~erca d'ello,
qu'el Papa Clemente (qu'estaua mal con las cosas del
Emperador ya muy declaradamente), por ~iertas causas
que alguna vez se nos ofw;:erá de~illas (y avn qui~á en
este capítulo algunas d' ellas), '*' mañea [ba] toda '*' esta
mala queren~ia de los ytalianos con el Emperador; y así,
mediante la soli~itud suya, se hi~o la liga entre el fran-
f. 42 r. ~és y Papa y bene~ianos, donde I tanbién fue prometido
por los contrayentes que, en estando des~ercado el duque
Esfor~ia, entraría en aquella confedera~ión y ayudaría
con gente, y d'ello aseguró el Papa y bene~ianos al fran-
~és, para que se bea si el duque estaba a desprop6sito
acusado del crimen que le hera ynpuesto 27. Pero el rrey
de · y ngalaterra 28 no entró en esta liga, como el Jobio
dize, y es falso, porque puesto caso que en vn capítulo
d'ella se rruega al ynglés que éntre en esta confedera-
~ión, y que sea protetor de la liga, quando después fue
rrequerido para ello no lo quiso ha~er ni a~eptar, antes
escribi6 al Emperador que no se quería enpachar en
aquello, ni tener parte en aquel nego~io, y así 10 hizo.
Hasta que después, el año de beinte y ocho (por ~iertas
causas bien sabidas por nuestros pecados, pues pararon
en heregía y desobiden~ia de la Yglesia, qu'enton~es
comen~aban a brotar), enbi6 a desafiar al Emperador con
propio rrey de armas en Burgos, y juntamente tanbién
el fran~és, haziéndose anbos conpañeros contra el Car-

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CAPÍTULO VIII lIS
los 29, por las causas coloradas que en sus carteles dixe-
ron, y tan coloradas, que m'espanto yo cómo DO les que-
daron los rrostros de la mesma manera de pura ber-
güen~a. y sin ella, me pare~e que dize el Jobio (perdó-
neme su autoridad) 30, qu'el rrey de Yngalaterra entró
en estotra liga, siendo falso. Sólo pudiera de~ir (pero
tanbién confieso qu'esto no tocaua a su ystoria) 3\ qu'el
año antes, que fue el de beinte y ~inco (por qu'estotro
de la liga que se cuen~a fue concluyda y echa en Cona,
lugar del ducado de Angulema en Fran~ia, a beinte y
dos de mayo de beinte y seis), estando avn el rrey Fran-
~isco preso en España, el ynglés Enrrique y madama la
rregente de Fran~ia, en nombre de su hijo el preso, ca-
pitularon e hi~ieron nuebas pa~es, las qua les el Empe-
rador avn enton~es no tenía hechas con el Fran~isco. Por-
que desde qu'el rrey ynglés se declaró en el ayuda del
Carlos 32, abía siempre (avnque libianamente) molestado
a Fran~ia por mar y tierra, por los confines de Picardía,
y con ayudar al Emperador algunas vezes con dinero
para la guerra. Pero tornemos a ponernos en el puesto 33.
Dize el obispo 34 que, después de todo 10 susodicho,
entró don Yugo de Moneada y el cardenal Colana en
Rroma con gente de guerra, y saquearon la casa del
~apa, y a él rretruxeron al castillo, porque es~aua con-
fIado en ~iertas treguas que ellos engañosamente le avían
con~edido, 10 qual es falso. Porque las treguas qu'él dize,
se hi~ieron con Vespasiano y Ascanio Colon a solamente,
pero no con el cardenal, que rrequerido por el Papa, no
f. 42 V.
quiso entrar en ellas, ni con don Yugo, el qual / muy
Poca avía que hera buelto d'España a Rroma de parte
del Emperador, ofre~iendo al Papa todos aquellos capí-
tulos sobre que estaua a~edo con el Carlos 3'5, otorgán-
dolos conforme a la pretensión del Clemente, sobre lo

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II6 EL ANTIJOVlO

qual primero avía sido enbiado el Comendador Herrera


y no se auía concluído; y agora trara est'a conclusión don
Yugo en los puntos más sustan~iales, sobre los qua les
la Sanctidad y Magestad diferían, que entre otros heran
quatro prin~ipales. El vno sobre la distribu~ión de la sal
en el ducado de Milán, que hera ésta vna baraja anti-
gua, y cossa de grande ynterese que los duques de Milán
pretendían que hera suya, pues se ha~ía en su estado;
que lo que sea esta ynpusi~íón en algunos estados de
Ytalia, no ay propósito agora en que se pueda encaxar.
Y este tributo era el Carlos 36 obligado a defendello 37,
así por ser cosa que tocaua al ynperio, pues es fevdo suyo
el estado de Milán 38, como porque aquel derecho el
Esfor~ia lo avía con~edido ya a don Hernando, Archi-
duque de Austria, hermano del Emperador, por la ayuda
que awa enbiado a la guerra de Pauía. Lo otro hera lo
del hecho de las ~iudades de Módena y Re~o, qu'el Papa
pretendía qu'estaua la Yglesia despoxada d'ellas; y sin
enbargo de que el duque de Ferrara, que las posera, ale-
gaua otro fresco despojo hecho a él primero, quería el
Sumo Pontífi~e qu'el Emperador y su canpo, si el de
Ferrara lo defendiese, le con~ediese el vtil dominio de
aquellas tierras, como cosa del feudo ynperíal. La ter~e­
ra pretensión del Clemente hera la libermd del duque
Esfors:ia, avnque vbiese cometido el detestable delito de
trays:ión. Y la quarta, as:erca de ~ierta premática ·del rrey-
no de Nápoles sobre los benefis:ios d'estrangeros, y otras
cosas, qu'el Papa pretendía que hera contra la libertad
eclesiástica. Y allegado don Yugo con todos los ofre-
s:imienros que en los Anales serán contados bien a la
larga (que heran los que antes pedía el Sumo Pontífi~e
sobre estas materias), lo que rrespondió fue de~ir que ya
avían benido tarde (como si ningún tiempo vbiese 39

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CAPÍTULO VIII JI7
tardío para la paz, espe~ialmente para dalla el Pontífi\=e),
y que ya avía firmado y rratificado la capitula~ión con
los otros confederados contra el Emperador, y que no
se podía apartar d'ella. y así el don Yugo y el cardenal
Colana, ha~iendo gente secretamente dent'ro en Rroma /
y en la comarca d'ella, la juntaron cabe 40 San Juan de
Letrán en aquella ~iudad, y hizieron aquel ynsulto, que
tal fue él, pero no tan grande como pinta el Paulo 41,
porque sólo fue saqueado el pala~io, y no del todo, y al
Papa, rretirado en Santángel, le dixeron y abisaron, con
grande humi1ia~ión y obidien~ia, que aquello no se ha-
~ía contra su sanctísima persona, sino para for~alle que
no fuese contra el Emperador. Y así se con~ertó, entre
él y los ~ercadores, que vbiese treguas con el Emperador
por quatro meses, y que la gente de guerra que tenía en
Lonbardía en conpañía de los confederados contra el
ynperio, la mandase rretirar d'esta otra parte del rrÍo
del Po, y para lo vno y para lo otro dio rrehenes. Y así
se salieron don Yugo y cardenal con su gente de Rroma,
y todo quedó pa~ífico en vna tarde y otro solo día. Y
esto es lo qu'el Jobio tanto encare~e, y llama quebran-
tamienro de treguas donde no las vbo, y saco de la ygle-
sia de San Pedro donde no se hizo, y quán bien guar-
dadas fueron las treguas qu'el Papa con~edió (sin en-
bargo de las rrehenes que abía dado) en otro lugar d'esta
obra se uerá y si no en otro fuera d'ella que berná a más
propósito, si Dios con~ediere el tienpo para ello.

1 Mut.: la libertad . .. : su liber tad. _ 2 Add.: donde se notan mu-


chas faltas de l Jovio. _ 3 D el.: de. _ 4 Mut.: será bisto ... : se verá. -

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lI8 EL ANTIJOVIO

¡;Del.: que. - 6 Mut.: an aconte~ido: acontecieron. - 7 Mut.: trataron. _


8 Mut.: dispense en: mude. - 9 Del.: ni dende qué ... - 10 Mut.: vn
rrey biendo a otro: viendo vn rrey a otro rey. - 11 Mut.: Emperador. -
12 Mut.: junto a. _ 13 Mut.: Emperador. _ 14 Mut.: Emperador. _ 15
Mut.: Emperador. - 16 Mut.: rreberendísimo de Nochera: ¡ovio. _ 17
Mut.: de ytalianos cállalo ... : a su nación la calló, siendo cierto que
esto causó. - 18 Del.: a. - 19 Del.: conforme a este pre~epto. - 20 Del.:
quanto a lo ynmueble. - 21 Add.: no sólo. - \22 Del.: que después mos-
tró ... - 23 Mut.: otro grande yndi~io: otra gran prueva. _ :24 Del.: Pau-
lo. - 25 Mut.: y. _ 26 Del.: que quánto mejor ... - 27 Mut.: a despro-
pósito acusado ... : acusado sin propósito del crimen ya dicho. _ 2R
Mut.: Ynglaterra. - 29 Mut.: el Carlos: él. - 30 Del.: (perdóneme su avto-
ridad ) . - :)1 Del.: (pero tanbién ... ). - :J2 Mut.: Emperador. - 33 Del.: pero
tornemos . .. - 34 Mut.: Jovio. - 35 Mut.: a ~edo con el Carlos: mal con el
Emperador. - 36 Mut.: Emperador. - 37 Mut.: defender. - 38 Del.: el
estado de Milán. - 39 Mut.: ningún tiempo vbiese: algún tiempo fuesse. -
40 Mut.: cerca de. - H Mut.: ¡ovio. -

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CAPITULO NONO

De la guerra que Solimán, Gran Turco, hizo en Vngría, y de


la batalla que dio a los vngaros, y de cómo quedaron des-
baratados, y su rrei Luduvico muerto, y todo su exér~ito
muerto y ven~ido 1.

Dos capítulos bien en tras lo contado 2, qu'es segun-


do y ter~ero del mesmo libro beinte y tres, que anbos
tratan 3 bien a la larga la jornada qu'el turco hizo en
Vngría el año de beinte y seis, por donde agora corre
su ystoria en este artículo. y dize ansí, que considerando
el Gran Turco- Solimán las guerras d'entre christianos,
y la poca ovidien~ia que los vngaros suelen tener a sus
rreyes, y el poco cuydado de los alemanes que de suyo
son perezosos en nego~ios agenos; y biendo tanbién qu'el
Emperador y su hermano Don Hernando estauan ocu-
f. 43 v.
pados en otras / guerras y cosas, y que con el rrey Si-
gismundo de Polonia tenía treguas antiguas, y que no
querría quebraBas ayudando al vngaro, determinó de
hazer guerra en Vngría. y qu'el rrey Luis de allí, hon-
bre de yngenio flaco y sin espirien~ia, enbió a todas
partes a pedir socorro en bano, y que hizo cortes luégo,
y que los que lo suelen hazer truxeron las bandas de
gente que heran obligados, y que todas blasonauan te-
niendo en poco a los turcos, con vna brauosidad de loca
confian~a, espe~ialmente y sobre todos, fray PauIo To-
moreo, Ar~obispo de Calosa (que avnqu'él no lo dize

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12 0 EL ANTIJOVIO

hera fraile de San Fran~isco), el qual dio la horden,


consejo y modo, de toda aquella guerra, y que aliándose
el rrey con beinte y ~inco mill honbres de a pie y de a
cauallo, avn no cabales, pagada la mayor parte d'esta
gente por el Papa Clemente, que auía enbiado socorro
de dineros, osó el Ludibico salir en canpo contra el tur-
co que traya dozientos milI. Y que asentó su canpo para
esperar a los bárbaros cabe vn lugar pequeño llamado
Muga~io (otros pronun~ian Mogan~o), qu'est-á casi en
medio del camino d'entre 4 Buda y Belgrado.
y luégo continúa esta materia en el capítulo ter~ero,
diziendo cómo los vngaros, estando allí rrefirmados, tra-
taron si sería bien aguardar a Juan Sepus, gouernador
de la Trasilbania, que comúnmente llamaban el Bay-
boda de Vngría, qu'esperaban muy presto con socorro
de trassilbanos. y qu'el Tomoreo, viendo que si esto se
esperaua, por la calidad y dignidad de su ofi~io la auía
de obede~er, y que se le quitaua él el gouierno del exér-
~ito, aconsejó, y otros con él, que no vbiese dela~ión,
sino que con preste~a se diese la batalla en allegando los
enemigos. Los quales enbiaron delante quatro esquadro-
nes de cauallos, en que auía beynte y quatro milI hon-
bres que sin ~esar, partidas las horas del día y de la no-
che, escaramu~aban con los cristianos, sin dexalles comer
ni dormir, ni traer leña ni yerua para sus cauallos, ni
avn dalles a beuer en el Danubio qu'estaua allí junto. y
que en fin, abiendo ya llegado el campo del bárbaro, se
determinó Tomoreo de dalle la batalla, la qual hordenó
de la manera que se quenta en el capítulo, y que la ba-
talla se dio ynfeli~e y alocad amente, de tan pocos para
tan muchos, y que así los vngaros fueron ven~idos con casi
mortandad de toda la gente y del mesmo rrey Luis, !
f. 44 r. que cayendo su cauallo en~ima d'él, se ahogó en vn char-

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CAPÍTULO IX I21

co donde cayó, yendo ya huyendo, avnque de allí a mu-


chos días fue alIado y enterrado con ponpa rreal. y que
Solimán, aviendo ganado la vitoria, se rreya después
de la temeridad de los vngaros que con tan pocas fuer-
~as y gente oviesen osado esperar su poderoso hexér~ito.
y que después d'esto fue a Buda y la tomó, y se boluió
después a Costantinopla, con la qual buelta acaba todo
lo tocante a esta vngara 5 guerra.
De la qual yo confieso que puedo dar poca rra~ón,
si no es por rrela~iones, como el obispo 6; pero si a las
mías y a personas que en ello se hallaron se deue dar
crédito, como es rra~ón dalla, no la cien e nuestro auctor
en algunas cosas, alliende de otra falta qu'es suya muy
hordinaria, de nunca poner los tienpos de los acahe~i­
mientas, como la salida del turco de su casa, que fue a
nueve de mayo, y llegada a Belgrado (postrer lugar en-
tonzes de los enemigos y frescamente ganado por ellos),
a beinte y siete de julio. y luégo entró de allí por la
tierra de los fieles, y enbió delante los cauallos para co-
rrer qu'están contados. y a veinte y nueve de agosto se
dio la desgra~iada batalla, en la qual su~edió lo qu'e1
Jouio quenta, pero no con las faltas y temeridades que
él dize. Porque, quanto a lo primero, el no esperar la
gente de la Trasilbania no fue por la causa qu'él cuenta
de Tomoreo, sino porque auía (según el mesmo Vayvoda
avía enbiado a dezir) pasado ya quin~e días más de tér-
mino del que abía puesto para allegar con la gente al
hexér~ito del rrey. Y demás d'esto, el enemigo benÍase
a~ercando, y no hera posible rretirarse ya, a lo menos
hera dificultoso, y t'élnto se abenturaba en la rretirada
como en dar la vatalla, o poco menos qu'esto 7. Y tanbién
se comen~aua a dezir que aquel '*' Juan Sepus, Bayboda,
que tanvién hera conde de Jazigo *, se entendía con el

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122 EL ANTIJOVIO

turco, y que de astu~ia ha~ía aquella tardan~a. Y si ade-


lante, andando los tienpos, vbo rrazón para credo (de
quien después tanto se entendió con ellos), nuestros pe-
cados lo saben mejor que aquí se puede escreuir. Y así-
mesmo los vngaros, como honbres de guerra, conside-
raron que quando vn socorro se espera, casi a vista de
los enemigos, y no ay ~ertenidad de su benida, qu'es
mejor conforme a buena considera~ión, enplearse luégo en
el hecho d'armas con aquella duda, que no aguardar
f. 44 v. después a la ~ertidunbre / de la falta de socorro. Porque
lo vno pone ánimo en la gente, dándoles a entender que
por dalles a ellos solos el premio y la gloria de aquel
ben~imiento se haze; y lo otro segundo causa gran des-
mayo y gran falta de corage, biendo que entran a pelear
sin aquel socorro que esperauan. Y casi esto mesmo vsa-
ron Minu~io Rrufo y su conpañero A~ilio Glabrión, cón-
sules rromanos, para aver bitoria. y pr~epto de guerra
es ya muy sauido, que quando el enemigo sobrepuja en
el número muy abentajadamente, publicar y derramar
nueva que se esperan nuevas ayudas, y avn a bista del
enemigo hazer a parte de la gente apare~er por diuersa
parte, con nueva manera de trajes y de ynstrumentos,
como que bienen y entran nuebamente en el rreal, que
tanbién hizo esto mesmo algún capitán rromano. Y en
tienpo de nuestros padres lo hizieron los conde Cabra y
alcayde de los Donzeles, quando dieron la rrota a Muley
Bandilli (que por otro nonbre llamaban Chiquito) rrey
de Granada (el qual quedó allí preso), haziendo mos-
trarse gente por detrás de vn ~erro, y luégo encubrirse
por otro, y tornar a pare~er de nuebo, que fue causa que
los moros entrasen ya con gran miedo, y medio ven~idos
en la pelea. y ni más ni menos no 8 tiene rra~ón PauIo
Jouio en dezir y encare~er que fue gran temeridad y lo-

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CAPÍTULO IX 12 3
cura salir en canpaña con beinte y ~inco mill honbres a
dozientos milI. Pero este engaño no es solo suyo, sino
de toda la gente de aquel tienpo y d'este; y entre todos
los buenos y malos jui~ios (sino del mío qu'es d'estos
postTeros), quedó ya determinado por desatinado atrebi-
miento el de los vngaros aquel día, sin mirar vna rregla
que deue tenerse por prin~ipalísima en las cosas de la
guerra: que las ~ircunstan~ias en ella son más ne~esarias,
y tienen más fuer~a para guardarse, que las leyes prin-
~ipales de la mili~ia. De manera que puede acahe~er
que, por buen pr~epto de guerra, sea yo obligado, sien-
do capitán de vna jornada, a hazer vna cosa que las par-
ticulares menuden~ias que en el mesmo hecho an acon-
te~ido me quiten obliga~ión de obseruar aquello, y me
fuer~en a hazer lo contrario. Y por heso las leyes de la
guerra no se pueden dar bien por escrito, corno las otras
de la gouerna~ión de la rrepública, porque ne~esariamen­
f. 45 r.
te no consiste la exposi~ión / y glosa d'ellas en materia
que se puede escreuir. Porque esm declara~ión consiste
en los acae~imientos ynfinitos, y tanbién ynfinitarnente
diuersos, que la mesma guerra trae consigo, que no es-
tán subjetos a rregla ninguna. y éstas, que llamo ~ir­
Custan~ias, son tantas y tan diversas, que no se puede
dar aviso para todas, avnque algunas generalidades no
ay duda sino que pueden estrecharse a rreglas y pre-
~eptos.

Bengo al propósito. Los vngaros, según mi pare~er


(avnque sea en esto yo singular), pelearon aquel día
conforme a toda buena dis~iplina militar, y tubieron no
locas (como el Jouio dize), sino buenas considera~iones
para hazello, porque la multitud y demasía de la gente
contraria no hazía al caso, peleando gente bien ynstruta,
como lo hera la vngara, contra gente deshordenada, ca-

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EL ANTIJOVIO

mo lo heran aquellos bárbaros. Digo, que lo heran en-


ton~es, a lo menos no tan hordenados ni dis~iplinados
como agora lo están. Porque ba mucha diferen~ia en
quanto a su mili~ia, de quarenta años que a que aquella
jornada pasó, al 1:ienpo de agora, así en la guerra terres-
tre como en la nabal, avnque están muy más mejorados
en esta postrera, pero tanbién en la primera lleban gran-
de bentaja a lo d'enton~es. y ya se saue aquello de Pirro,
rrey de los epirotas, que fue el primero que puso la gue-
rra en arte y pre~eptos, el qual dezía que con quinze
mill honbres bien armados e ynstruydos acometería qual-
quier exér~ito de enemigos, por muy pujante que fuese
en la cantidad. El qual dicho anpliamos y rrestringimos
en el libro que bamos haziendo, tocante a esta materia,
que yntitulamos Las diferenfias de la guerra de los dos
mundos. Pues paré~eme a mí que no quinze milI (por-
que no pongamos la ventura tan en cal~as y jubón como
Pirro), pero que con beinte y ~inco mill, qu'es número
vastante de gente que sabe guerrear y está enseñada en
aquel arte, para pelear con dqientos mill que han, o
avían enton~es, de pelear a la barbaresca. Porque la dis-
~iplina suple grandemente el número, de la qual con-
clusión se saca aquel corralario, muchas vezes disputado
y agora no, por falta de propósito para ello, que vale
más el exér\=it:o avnque sea de gente ynávil, con capitán
diestro y baliente, que no el que tiene el capitán flaco y
sin yndustria, avnque la gente d'él sea animosa y di~i­
plinada en la guerra. Porque conforme al proberbio, a
este propósit:o por los mesmos antiguos escrito, más ben-
taja tienen las ovejas syendo su capitán el león, que no
los leones siendo su capitán el oveja.
f. 45 v. Pero no bamos / encadenando materias, que será des-
encadenar el propósito. Sino torno a dezir que beinte y

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,
CAPITULO IX 12 5
~inco mill honbres de la diziplina vngara heran bastan-
tes enton~es para pelear con do~ientos milI de la turques-
ca; y qu'éstos no bastaran a rronpellas, si no obiera otros
do~ientos milI pecados nuestros, o millones d'elIos, que
se abían pasado a la banda de los bárbaros a pelear con
ellos contra los christianos. y espe~ialmente que se a de
adbertir que en este caso (avn dejado lo que está dicho)
abía otras cosas que fa~i1itavan el nego~io para dar atre-
bimiento a la pelea, como hera en el lugar que se avía
escogido para ella, que hera con alguna ventaja de parte
de los vngaros, y así la poca artillería suya hi~o harto
daño en los ynfieles, lo que no hizo la d'ellos, con ser
mucha y muy pren~ipal, en los christianos, porque no
hizo casi ninguno, que toda pasaua por alto; avnque
~anbién quieren dezir qu'esto lo causó ser christianos
todos los artilleros qu'el Gran Turco enton~es trara, y
que de propósito asestaron muy arriba. Y asímesmo con-
sideraron los vngaros su bentaja de armas y cauallos en
quanto a la calidad. y tanbién, que rrepartida aquella
gente por guarni~iones en fortale[ zas], hera no dexar
fuerte ninguna de las que se abÍan de guardar, porque
luégo el turco abía de enbiar sobr'ellas apartadamente, y
las avía de tomar. Espe~ialmente siendo los vngaros más
acomodados para pelear en la canpaña que para defen-
der tierras. Y sobre todo que el sueldo de la gente se
acababa, y otras muchas cosas que no se escriben porque
se an d'escrebir en la parte que conbenga. y así la batalla
fue muy rreñida y porfiada. y en berdad que ay de~ir
a vn cauallero borgoñón, amigo mío, que se halló en
ello, que la mayor causa de la desgra~ia la causó, tanto
como la multitud de los enemigos, el cansan~io y trauajo
de los christianos con las escaramu~as hordinarias que
avían pre~edido, sin parar ninguna noche ni ningún

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126 EL ANTIJOVlO

día. y que hera su opinión que aquella molestia de los


cauallos qu'el turco avía enbiado delanteros a correr (que
de día ni de noche no parauan escaramu~ando por sus
ter~ios, sin jamás ~esar, hasta el día de la ba~alla), le
abían dado la bitoria.

1 Add.: con lo que toca al Jovio en estas cosas. - 2 Mut.: hienen


tras lo contado: se siguen. - 3 Mut.: que anbos tratan: en que se trata. -
4 Mut.: entre. _ 5 Del.: ~ngara. _ 6 Mut.: Jovio. _ 7 Del.: qu'esto. _ 8
Mut.: y ni más ni menos no: Tanpoco. -

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CAPITULO DE<;IMO

De la venida de vn armada españoLa a Ytalia y el virrei de


Nápoles con ella, y de la guerra que hizo el Papa Cle-
mente a los coloneses, y del sitio de Frosalón, y de lo que
hizieron los exén¡:itos ynperial y eclesiástico 1.

1. 46r. El vltimo libro de los epitomados del Jobio es el bein-


te y quatro y final de la parte primera, donde en el ca-
pítulo primero dize qu'el Papa Clemente, teniéndose por
muy ynjuriado del hecho de don Yugo y del cardenal
Ponpeyo, determinó de descomulgar a éste y hazer gue-
rra al otro y al rreyno de Nápoles sin enbargo de las
treguas y rrehenes que para ello les avía dado. Y que para
esto enbió por vn musiur de Baldemonte a Franc;:ia, her-
mano del duque de Lorena, que benía de los duques de
Anges, que en otro tienpo fueron rreyes de Nápoles, el
qual benido con la gente de qu'él le armó, entró por tie-
rra de labor, y corriendo por la de aquel rreyno napo-
litano tomó a Salema, y hera tan señor del campo que
hic;:o a don Yugo rretirarse dentro en Nápoles, y que por
otra parte la gente del Papa tanbién arruynó en la can-
paña de Rroma los castillos y pueblos de los coloneses, y
que en este tienpo el birrey Lanoy, pasando d'España a
Yt'alia con vna armada de soldados alemanes y españo-
les, le salieron tres armadas de galeras 2 de enemigos al
enquentro que heran: la de Andrea de Oria que seruÍa
entonc;:es a Franc;:ia, y la de la mesma Franc;:ia de que

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I28 EL ANTlJOVIO

benía por general el conde Pedro Nauarro (que avnqu'el


Jouio no lo dize hera rre~ién suelto de su catiberio en-
ton~es, en birtud de la capitula~ión de Madrid, en vn ca-
pítulo de la qual se contenía que los prisioneros de an-
bas partes fuesen sueltos) y la de V ene~ia que, como
está bisto, estava ya aquella señoría ligada con fran~eses
de que venía por general Paulo Justiniano. y que de
todas estas tres armadas se libró la española, por bene-
fi~io de vna tenpestad que sobrebino, la qual escapó y
aportó en puertos de la Toscana, y que desenbarcado el
birrey y su gente, se juntaron con él los coloneses y fue-
ron sobre Frosalón, y no lo pudieron tomar, y que de
allí a ~iertos días bino Rren~io Cheri con exér~ito y el
capitán Bitelo, y presentaron sus batallas hordenadas a
los ynperiales, los quales, visto aquello, al~aron el ~erco,
y que, siendo rronpidos, apenas conseruaron el artillería.
y 10 que 3 ~erca de la sustan~ia d'este capítulo avía que
dezir hera 4 muchas cosas, pero no soy obligado a des-
troncallas de mi obra pren~ipal, que son los Añales, ni
f. 46 v. cada ora desconponellos porque lo quiera / el Jouio. y
así hiré hilbanando todo 10 que pudiere por no descon-
poner cosa que yo tanto querría qu'estubiese sienpre con-
puesta y adornada; que sí estubiera (según el subjeto)
si yo no fuere el sastre que la vbiera bestido.
y tornando al yntento 5 digo qu'es berdad 10 qu'e1
Jobio dize qu'el Papa quebrantó las treguas, sin enbargo
de las rrehenes, y no por las causas qu'el obispo 6 dize en
el prin~ipio de su capítulo, sino por las que al mesmo
Sumo Poncifi~e le debieron de 7 pare~er. y la benida de
musiur de Baldemonte a Ytalia y a Rroma fue antes del
tiempo qu'el auctor la pone, porque si yo no me engaño,
avn no estaua suelto el rrey quando fue esta benida y
llamamiento, el qual tenía la ynte1igen~ia más honda de

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CAPÍTULO X

lo que piensa el de Nochera, como 8 en nuestros Anales


será visto 9. Y estoy espantado cómo quitó la gloria de
la toma de Salema a vn y~aliano, por dársela a vn fran-
~és; pero en fin, basta dalla a quien quiera, como no sea
español. Dígolo porque de aquella jornada no llebó car-
go el Baldemonte, sino Ora~io BaIlón, capitán vi en prin-
~ipal y cono~ido. Y a lo que dize Jobio, que después de
tomado Salema hi~ieron rretirar con su gente a Nápoles
a los ynperiales, pasa diferentemente de como él lo es-
cribe, porque antes presentaron la batalla los napolita-
nos, y don Yugo con ellos, a los contrarios y exér~ito del
Papa, y trabada vna escaramu~a se desparti6 la contien-
da, y se bolbieron los vnos a Salema y los otros a N ápoles.
Y lo que quenta después, de la benida del virrey con el
armada d'España, fue antes que 10 de Salema, y él todo
lo enboruja y lo prepostera 10, porque la toma de Saler-
no fue a beinte y nueve de henero del año de beinte y
siete, y el armada desenbarcó en Gaeta y en los contornos
a pr~n~ipio de dizienbre de beinte y seis. Y el yr sobre
Frosalón con los coloneses que luégo la acudieron, fue a
veinte de dizienbre, pero el su<;:eso no fue como el avispo
lo quenta, sino muy diferentemente, como haze todas
las demás cosas que tocan a españoles. Lo que pasa es
que, venido Rren~io Cheri con todo el exér~ito del Papa
a d~ercar a Frosalón, qu'estaba tan fortificado que beía
el birrey que hera escusado estar perdiendo allí tienpo,
levant6se de aquella en presa, y los de dentro, como se
suele hazer al rretirar, salieron a dar en la rretaguardia
l. 47 r. con poco prouecho I d'ellos mesmos, saluo si es prouecho
dos poco más que mosquetes que allí tomaron (qu'estoy
espantado cómo no se acordó d'ellos el Jobio para ha-
zellos grandes culibrinas e otros pre~iados tiros seme-
jantes), y algún bagaje, y bien poco y bien astroso, pues

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EL ANTIJOVIO

no lo llevaba consigo, que como acont~e quedaua entre


las tiendas del campo. y en este medio asom6 el capitán
Rrenr;io con su exér\=ito y estubo tan flaco, con no sello
él sino muy baleroso capitán, que no 056 dar la batalla,
ni quiso, a los españoles e yn periales; pero ni lo consin-
ti6, avnque los suyos se la pedían y se la aconsejaban. y
así el campo del Emperador se fue a <;eperano con sus
batallas hordenadas, y el del Papa se fue a Piperno.
i y que con ser esto así, aya tan poco enpacho y tan
poca conr;ien\=ia en vn escritor moderno que, sin enbar-
go de las ystorias de nueSffOS ojos y de nuestras manos,
diga que fueron rronpidos los ynperiales y españoles en
aquella rretirada! Pero pregúntole yo: ¿por qué no hizo
minr;ión en esta mesma guerra, de quando fue nuestro
Hernando de Alarc6n (o señor Alarc6n, por más cono-
\=ido nonbre 11, que avía bue1to d'España con el virrey)
a entrar por tierra de los enemigos desde <;eparano, con
españoles que llev6 para aquella correría, donde hizo
singulares ha~ñas? Ni 12 ¿ por qué no trata de quando
se tom6 Son sino por los coloneses, aviéndolo poco antes
ganádolo 13 los enemigos? Pero porque todas estas cosas
tocan a proer;as d'España, pare\=i6le que hera bien calla-
llas. Mas avnqu'él las deje encubiertas, des cabrillas an
otras cor6nicas, si no de t'd.llto ornamento como la suya,
a lo menos de más berdades qu'ella. y en lo que dize
asímesmo en vna parte d'este su capítulo, de la guerra
y arruynamiento de pueblos y castillos que h1<;0 el Papa
a los coloneses, pudiera tanbién dezir la defensa que a1l6
en hartos d'ellos, como fue en Monte Portino y en Rroca
del Papa y en otros algunos. Pero él es tan amigo de no
partir el sol, no sólo a españoles, pero tanbién a sus \=e-
cases, que avn no s610 parcillo, pero ninguna parte de
luz querría dalle, por pequeña que fuese, sino dexal10s

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CAPÍTULO X

a escuras, si fuese en su mano H . Y la rruyna, que llama,


de las tierras colonesas, no fue con mucha parte tánto
como él lo pinta; y fuera mucho menor, avnque fue harto
poca, si no vbiera Dios llevado en aquellos días d'esta
vida a don Luis de C6rdoba, duque de Sesa, enbajador
de la magestad del Emperador en Rroma. El qual sabía /
f. 47 v. muy bien dexar aquel ofi<;:io (como ya durante él lo
abía hecho dos o tres bezes quando rre<;:ebía algún agra-
uio la na<;:i6n española o las que le eran afi<;:ionadas), y
tomar el de capitán, y bolber por su rrey y por su tierra,
y por los seguidores d'ella.
Pero bolbiendo al prop6sito de las guerras del Clemen-
te que ofendía y del Carlos 15 que se defendía, es menes-
ter, para que se entienda mejor el capítulo siguiente,
que no se le olbide al lector 16 qu'el canpo ynperial es-
taua en <;;eperano y el eclesiástico en Piperno, como ya
está dicho. Pero lo que más falta que de<;:ir serca d'esta
materia y guerra pontifi<;:ia, y particulares d'ella, y to-
mas de pueblos, y daños de vna parte y otra, quedarse a
para otro lugar, qu'es para mí talanquera y guarida que
tengo contra el Jobio, que aora anda en el caso del mun-
do, y con ésta yo me contento, y más con saber que
abrá otras muy mejores.

1 Add.: donde se nota la mala relación del Jovio. - 2 Del.: de ga-


leras. - a Del.: y lo que. - 4 Del.: hera. - 5 Mut.: pero no soy obliga-
do ... (fol. ant.); las quales se quedarán para nuestros Atlales. Pues. -

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13 2 EL ANTIJOVlO

6 Mut.: Jovío. - 1 Del.: de. - 8 Mut.: piensa el de Nochera, como: él


piensa, como se verá. - 9 Del.: será visto. - 10 Mut.: enboruja y lo pre-
postera: embara~ y rebuelve. - 11 Mut.: nuestro Hernando ... : el
señor Alarcón. - 1'2 Mut.: y. - 13 Mtlt.: ganado. - 14 Del.: pero él es
tan amigo. " - 15 Mut.: Emperador. - 16 Mut.: que no se le ... : saber ..

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CAPITULO VNDE<;IMO

De la guerra y paz del Papa Clemente y el virrei de Nápoles,


y de la yda del exérc;:íto ynperial amotinadamente con mu-
siur de Borbón sobre Rroma, y de la toma y saco de aque-
lla sancta c;:iudad 1.

Basta que tomó más gusto 2 PauIo Jobio de escrebir


en el tiempo de que agora ba tratando su ystoria de las
cosas y sw¡:esos de la guerra que pasaba en la comarca
de Rroma, qui~á con el amor de su rresiden~ia, porque
allí en corte rromana estaua él enton~es, que no tratar
de las cosas de Lonbardía, donde estaba lo ma~i~o de la
guerra, sabiendo que la dama sobre quien diferían Fran-
~ia y España hera el estado de Milán. Así que dejó la
guerra prm~ipal por la a~esoria, como se vido en el ca-
pítulo pasado, que no trató de otra cosa smo de lo qu'está
dicho, no 3 sé por qué; y sí sé \ pero quédese agora por
dezir, cómo tanbién él dexó sm contar (a lo menos en
el tiempo debido) la rrendida del castillo de Milán por
el duque qu'estaua dentro, el qual, quitándose la másca-
ra (que para mí no se la quitó enton~es), se fue al can po
de los enemigos. Y tanbién dexa, sin hazer memoria
d'ello, de quatro exér~itos de la liga divididos y juntos
f. 48 r. quando hera menester / en el estado de Milán, por ocu-
pallo sm podello ocupar y sm conseguir su hefect'O, que
hera el canpo del Papa con su ~ Malatesta Vallón por
general, y el duque de Orbmo con el de bene~ianos, y el

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134 EL ANT1JOVIO

del duque de Milán el ten;:ero, y el postrero que vino y


entró en Ytalia fue el del rrey de Fran~ia, de que venía
por general Micael Antonio, marqués de Saluzo. y dexa
asímesmo de contar nuestro autor el sitio que pusieron
todos estos canpos a la mesma ~iudad de Milán, y lo
poco que les aprouechó sinenvargo de vna batería y
vataUa brabísima que dieron, donde después de perdida
y muerta mucha gente, perdieron tanbién quatro ban-
deras de ynfantería que les fueron tomadas en la mesma
vatería; y los hexér~itos después d'esto se rretiraron. Y
dexa de dezir la venida de Otabiano Esfor~a, ovispo de
Are~o, con cator~e miU esguí~aros en socorro de los he-
xér~itos ya contados. Y dexa asímesmo de contar cómo
durante todo el año d'esta guerra supieron los de la liga
pegalla tan mal a sus cosas, que si no fue a Lodi, por
tray~ión de Ludibico Bestarino, ytaliano, que lo bendió
vna noche a los bene~ianos, y así fue vendida hurtada-
mente y echado de allí Fabri~io Marramaldo con se-
te~ientos yt'alianos qu'estauan dentro, y a Cremona, por-
qu'estaua el castillo por el duque, que de otra manera
no la tomaran. y fue sobr'eUa Malatesta Vallón, gene-
ral del Papa, la qualle costó como tres mill honbres de los
mejores de su canpo, y así la vbo de rrendir el Comen-
dador VrrÍas porque no podían estm a la defensa de la
vaterÍa por aquella parte, que luégo del castillo no les
hi~iesen peda~os con el artillería. Nunca otra pla~a pu-
dieron tomar en todo aquel estado milanesco, si no fue
estas dos que he dicho, la vna bendida por trai~ión y la
otra por estar el castillo por los enemigos con su alcayde
y guarni~ión dentro. Y deja asímesmo de contar cómo
no teniendo de qué pagarse el exér~ito ~esáreo, y vinien-
do nuevos alemanes con su coronel Jorge de Frondes-
perg, fue n~esario buscar dónde se mantubiesen los vnos

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CAPÍTULO Xl 135

y los otros, y se sacó todo el exén;ito por esta rra\=ón de


Milán para danificar las tierras del Papa que se abía de-
clarado por su enemigo. Y así fueron sobre Plasen\=ia,
f. 48 v. pero entendido el designio por los contrarios, / fueron
la buelta d'ella a socorrerla, y así no vbo hefecto su pen-
samiento; y el Jobio (hechado todo esto qu'está dicho a
vna parte), no cura de más sino de contar la toma y saco
de Rroma en este capítulo, por bolvernos a la cara nues-
tra vergüen\=a; y pues él lo quiere, sea así, vengamos a
ello.
Dize pues, que dando algunos falsa esperan\=a de paz,
movieron el ánimo del Papa para que la tratase o la oyese,
hartándose de tener guerra ~an \=erca de sí, y que le movió
tanbién a esto sus ne\=esidades Y falta de dinero, porque
no le vastando la guerra que tenía en aquella su comarca,
mantenía otro exérerito en Lonbardía, e que asímesmo
mobió el ánimo del Sumo Pontífiere a la paz, ver que en
aquellos días el Emperador le avía escrito cartas desde
España con <;;ésar Ferramosca, llenas de mucha blandu-
ra y comedimiento y de rreligiosas escusas. y así envi6
a llamar al virrey Lanoy que, como en el capítulo pasa-
do se bio, estava con su exérerito en <;;eperano, y el Papa
le dio rrehenes para la seguridad d'esta venida (y avn-
que nuestro autor no lo dize, éstos fueron el cardenal
Tribulerio, que fue llevado a Fundi, tierra de coloneses,
mientras Lanoy estuvo en Rroma). Y en fin, dize qu'el
Papa y el virrey hi\=ieron vna paz desdichada para la
rrepública, con condieri6n que Lanoy fuese a la Toscana
a haerer rretirar el exérerito que musiur de Borb6n traya
para saquear a Rroma. Porque dize qu'el Borb6n venía
con este deseo y esperanera, aviendo poco antes los ale-
manes rrebatido el exérerito de Franeria y de Vene\=ia, bi-
niendo de Alemania a Lonbardía, en el qual rrenquentro

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EL ANTIJOVIO

fue muerto el valeroso Juanín de Médizis. Y dize más,


que le pare~ía a Barbón que no debía de temer mucho
a los exér~itos fran~és y vene~iano con sus generales,
marqués y duque, que le benían siguiendo. y que Bar-
bón, prosiguiendo su propósito y pasando el Apenino
por las montañas de Arezo, encontró el virrey allí con
él, y que la paz que traya con~ertada para que Barbón
la a~eptase, y la plática d'ella, fue ynterronpida con grita
y vozes de los soldados que no quisieron a~etalla, y que
así Barbón, viendo esto, llevó adelante su camino, porque
deseaua oprimir al Papa. El qual avía despedido fuera !
f. 49 r. de tiempo su exér~ito, y est>ava desarmado y sin ninguna
defensa, y que fauores~ió la fortuna al malvado engaño
y fa~inerosos designios, y caminando Barbón con esta
ynten~ión y priesa, llegó a Rroma a seis de mayo (en-
tiéndese del año de beinte y siete), y que llegó el exér-
~ito sin bituallas y sin artillería y qu'el Papa estava tur-
bado, sin saber modo cómo hUÍ!, y que en fin, entraron
los soldados de aquel exér~ito en el burgo, y después en
la ~iudad, no aprouechando las rruynes armas y medro-
sos ánimos de los ~iudadanos que lo rresistían. Y que así
entrados, que mataron crudelísimamente casi ynfinita
multitud de honbres, y tomaron los ornamentos de los
tenplos, y todos los vasos sagrados, y saquearon la ~iudad
con todo egenplo de abari~ia y crueldad, y que después
d'esto ~ercaron el castillo de Santángel, donde el Papa se
avía rrecogido, el qual después vino a sus manos. Y dize
luégo que se espanta su ánimo y rrehuye de contar las mi-
serias de varbáricos tormentos que pade~ió aquel ynfeli~e
pueblo, y que se pudiera pensar que Dios hera contrario a
su salud, si sus sanctas patrones queriendo su divinidad
hazer vna notable vengan~a, no vbieran (avnque el
consuelo fue en bano) hecho sacrifi~io, a la entrada de

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CAPíTULO Xl 137

la ~iudad, de aquel t-raydor, ladrón crudelísimo (que


todos estos nonbres le llama). Porque dize que luégo fue
muerto Barbón, pasado de vna pelota que le dio en la
yngle del muslo yzquierdo, estando con malvada mano
hechando vna escala a los muros, para que no se le alegrase
su tan gran sacrilegio, biendo que avía alcan9'ldo vitoria,
y ésta es la suma de su capítulo.
y para que se entiendan las cosas herradas que trata,
y ot'ras preposteradas, es menester presuponer que luégo
que fue traydo preso a España el rrey de Fran~ia, Vorbón
vino a ella a sus neg~ios con el Emperador, que enron-
~es estaua en Toledo, y durante la confedera~ión que se
tomó con el fran~és se trataron muchas COS1S tocantes
al Vorbón, que no son d'esta materia. Vaste sauer para este
propósito qu'el Carlos 6 se acordó d'él en la capitula~ión
honrrosísimamente, como en los Anales y corónicas yn-
periales será visto. Pero como después el Fran~isco, buelto
f. 49 v. a su rreyno \ / quebrase la capit'Ula~ión, y no se acordase
del cunplimiento de su palabra (sinenvargo de qu'el
Carlos 8 se lo envió a pedir y rrequerir con el virrey Lanoy
que enton~es estaua en España, y que fue para esto a
Fran~ia y bolbió después otra vez en España sin concluir
ninguna cosa), el Enperador mandó a musiur de Vorbón
que se tornase a Ytalia, con cargo de su teniente del yn-
perio en aquella probin~ia. El qual vino a Lonbardía,
pocos meses antes de su partida para Rroma, y asÍIDesmo
el Emperador, estando en Granada, despachó a Carlos
de Lanoy, su visorrey de Nápoles, con el armada de que
en el capítulo pasado se a hecho menc¡:ión, que allegó
después de conbatida de tres armadas (como está vis ro )
a Gaeta, y hizo los hefetos la gente d'ella qUE en el ca-
pítulo pasado están contados, aposentándose vltimamen-
te en <;eperano, y el exérc¡:ito papal (como tanvién en-

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EL ANTIJOVIO

ton~es se dixo) en Piperno, del qual hera caue~a y supe-


rior aquel valeroso Rren~io Cherri que hemos dicho. y
por otra part·e, en LonbardÍa trataron sobre las cosas de
la guerra muy pensadamente musiur de Borbón y el
marqués del Gasto, y Antonio de Leyba, y el prín~ipe
de Oranje, general de cauallos ligeros que nuevamente
avía benido a rresidir en la guerra de Ytalia, después de
~ierta prisión fran~esa que avía tenido. Y acordaron todos
los superiores que he dicho que, pues que no avía de qué
pagarse el exén;ito, que se desanparase LonbardÍa y se
fuesen ha~ia el rreyno de Nápoles asentar las cosas de
allá, que heran del Papa molestadas, como está visto, y
prouaron primero a Plasen~ia, tierra fuerte del Papa, en
balde. y Antonio de Leyva, que fue sienpre contrario al
desanparo de Milán, voluió a ella y se le dio cargo de
aquel estado con solos milI y quinientos españoles, que
los más d'ellos estavan en guarni~iones, y quatro mill
alemanes, y dos miU ytalianos, y do~ientos honbres de
armas tanvién españoles, y dozientos cauallos ligeros. y
así Antonio de Leyba se volbió a executar su cargo a
Milán; que quán vien en él lo hi~o, todos los siglos ve-
nideros lo dirán. y el Borvón y los demás, vjsto el poco
fruto que se esperaua de lo de Plasen~ia, por hauer benido
f. 50 r. el exér~ito / fran~és y vene~iano en su socorro, dexado
aquel yntento, caminan la buelm de la Toscana con ·seis
milI españoles, y tre~e milI alemanes, y tres milI ytalia-
nos, y seis~ientas 1ans:as, y milI cauallos ligeros. y así esto
todo presupuesto, para ynteligen~ia de nuestro capítulo,
bolbamos al Jobio.
y digo que, en quanto a lo primero que dize, que
devaxo de falsa esperan~a le aseguravan al Papa con con-
cordia, es burla, porque los capitanes ynperiales se la
ofres:ieran sienpre con ánimo sens:illo, y nunca dio aydas

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,
CAPITULO XI I39
a ella, has m que se vido alcan'rado de dinero, el qual él
de suyo hera enemigo de gas tallo. y en lo que más dize,
que tanbién le movió y hizo más al caso las cartas qu' el
Emperador l'enbió en aquellos días, digo que Su Señoría
vibe engañado, porqu'esto fue en el año antes, y no en
el tiempo que dize, y estas cartas fueron en rrespuesta de
otras del Sumo Pontífi're, hechas la vna en Rroma, a
veinte y tres de junio del año pasado de beinte y seis, y
la otra tres días después. En las quales dezÍa el Papa
muchas cosas de quexas y agrauios qu'el Emperador a
su pare'rer le abía hecho, y que por eso se avía ligado con
los ot'ros prÍn'ripes y abierto guerra contra él; y las del
Emperador, cuyas fechas heran a diez e siete del mes de
setienbre la vna, y la otra vn día después de aquel mesmo
año, eran en rrespuesta de las del Santo Padre, donde se
disculpaba de lo qu'el Clemente le oponía muy larga-
mente, y donde le daua a entender asÍmesmo, por pala-
bras bien claras, quién tenía la culpa de todo, y le su-
plicaua y le rrequería con la sangre de Jesuchristo, que
no se dixese d'él semejante cosa, como hera que abría
guerra entre los christian os la cabe~a d'ellos, y que dava
causa a tanta mortandad de gente, y que mirase qu'estava
enton~es lejos de la guerra, y que ya savÍa los ynsultos
d'ella, y cómo no está en manos del prín~ipe rremediallos
muchas v~es, espe'rialmente hallándose él fuera de Yta-
f. 50 v. lia. y que de su parte y mandato, él/presupusiese vna
cosa, que no he~edería los límites de la defensión, avnque
la ventura y coyuntura le diese ocasiones para más
qu'esto; pero que no podía poner él más rremedio qu'el
mandallo, por no poder adivinar los su~esos de las cosas,
y diziéndole otras muchas que, vistas, se berá cómo no
se escribieron sin lágrimas y con grande blandura chris-
tiana. y mnbién escriuió entonzes al colegio de los car-

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EL ANTIJOVIO

denales sobre lo mesmo, y enbió a hazer otras deligen-


~ias y rrequerimientos ne~esarios para su descargo per-
petuo. Todo lo qual no aprouechó nada, y el Papa Cle-
mente, sinenvargo ¿'ello, continuó la guerra contra el
Emperador y se ligó con el fran~és, y después continuán-
dolo, hizo guerra al virrey, hasta que oyó de~ir que mu-
siur de Borvón venía la buelta de la Toscana, al qual no
le pasó por pensamiento enton~es de venir sobre Rroma
ni saquealla (como el Jobio dize), ni hera su yntento
otro sino tomar a Floren~ia y dalla a saco a su gente, que
fuera poco menos bueno qu'el de Rroma, y qui~á tanto
y mejor. Pero como el campo o los campos de la ,liga le
vieron dexar a Plasen~ia, y la buelta que llevaba, luégo
entendieron el disignio borvonesco, y caminan tras él
trabajando como trauajaron por tomalle la delantera; y
llegados anbos hexér~itos, ynperial y el contrario a la
Toscana, y aposentándose en conbiniente lugar los ene-
migos, ~esó con aquello la esperan~ de lo de Floren~ia.
y pasadas otras cosas más menudas, que para aquí lo son
y no para las corónicas de Carlos 9, sino muy grandes,
tiró Barbón el camino de Rroma.
Pero antes es menester tornar a lo qu'el avispo dize
del acuerdo y paz tomada entre él y el visorrey. Lo qual
pasa ansí, qu'entre anbos se asentó y con~ertó la paz en
~ierta forma, que será en otros libros fuera d'esta obra
contada, y aquí tanvién es menester dezir algo d'ello.
Con~ertóse pues entre anbos tTeguas por ocho meses, con
f. 51 f. otras salsas en ellas que no son d'este pro- / pósito, si no
es la vna, que fue que Barbón rretirase su campo a Lon-
bardía como ya está dicho y que el Emperador rratificase
estas treguas; y así le fueron enbiadas y las rratificó (avn-
que quando vino la rratifica~ión ya Rroma estava per-
dida). y así, conforme a las treguas, el virrey rretiró su

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CAPÍTULO Xl

exér~ito desde C;eperano a Nápoles y el suyo el Papa a


tierras de la y glesia, y a esto llama el Jobio despedir la
gente. Quánto más que Rren~io Cherri, con otros mu-
chos capitanes señalados y con su gente y conpañías,
entraron y se alojaron en Rroma por mandado del mesmo
Sumo Pontífi~e. Y después se hallaron a la defensa d'ella,
como fueron los capitanes Tebaldo, y Juan Bautista, y
Nicolín de Floren~ia, y Cuyo Florentín, y Jullio de Fe-
rrara, y Tofano de Pistoya, y el Chechín, y Juan Anto-
nio, y Valerio (de casa Vrsina anbos), y Gerónimo Ma-
teyo, y Bra~io Valón, y Rranuzo Franes, y Fauio Petru-
~io, y Juan de Fano, y Alfonso de Perosa, y sobre todos
su general Rren~io. Todos los quales capitanes (de los
quales hartos murieron alH en la defensa de aquella co-
mún patria) e nonbrado a propósito del disparate jo-
biano, el qual se para a dezir, que por estar el Papa des-
apre~ebido por uirtud de las treguas, y hauer despedido
la gente, por esta causa le tomaron ynpensadamente. Lo
qua1 es falso, porque avía más de siete mill honbres de
guerra dentro; pero quando no vbiera ninguno, qué
ne~esidad tenía Rroma de quien la defendiese, pues en
vn pueblo como aquel se juntan beinte y treinta mill
honbres en vn momento a defendella, como la defendie-
ron, si les aprouechara. Pero el Jobio, por no dar esta
gloria (que no fue sino vituperio, que así lo confieso) a
las na~iones que la conbatían, haze a Rroma sin gente
ninguna que la defendiese. y espántome cómo tanvién
para este hefecto no sacó todos los vezinos y moradores
de Rroma a la campaña, y dejó las mugeres solas dentro.
Pero torno ter~era vez al trato de la paz o treguas (o
como quisiéremos llamallas). Digo, pues, que vna de las
condi~iones d'ella, como está contado, fue qu'el virrey
hi~iese bolber el campo de Barbón a Lonbardía y en

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EL ANTIJOVIO

f. 51 v. con- / cluyendo la que fue mediado mar~o (no me acuer-


do el día señalado), envió (qu'esto se le olvidó al avispo)
aquel <;ésar Ferramosca (de quien a otro propósito he-
mos tratado en este capítulo) a Borbón, a noteficalle el
acuerdo, y alIó al hexér~ito alojado en Castil de San
Juan, donde él ni Barbón, su superior, fueron de pare~er
de tomar la paz que les hera propuest-a, avnque algunos
dizen qu'el Carlos Borvón a~etara aquellas treguas, sino
que vida atreguados a los soldados y desatinados por yr
a su demanda, y así no pudo, por escusar mayor mal,
sino hazer lo que hizo en yr en su conpañía. Que si es
así o no, yo sé vn día en que creo yo que lo sabremos, y
hasta enton~es no se juzguen ynten~iones. Y en fin, como
aquello de Ferramosca no vastó, fue después el mesmo
virrey en persona y alcan~ó al Borbón y al hexér~ito a
la bajada a la Toscana, en vn lugar de fIorentines, donde
tornaron a tratar sobre el asiento que abía tomado con
el Papa, y el Vorbón no quiso azetar aquellas treguas y
sobreseymiento de guerra. y falta agora ~ratar si estava
obligado a~eptal1o o no (dexo la ynjusti~ia de la enpresa
aparte, quánto más que enton~es no avía determina~i6n
entera de lo de Rroma), y claro está, y engenplo tene-
mos de los que guerrearon a todo el mundo, que el vn
c6nsul no daua paz quando la daua, o treguas a sus ene-
migos, sino por la parte qu'él militaua, y la seguridad
hera de su exér~ito y no del colega su con pañero. Porque
cada vno tenía su juridi~i6n y su cargo aparte; y así
Lanoy, que hera general del Emperador, pudo quanto
a su hexér~ito y generalato y virrey nado hazer la paz
que le pares06; y musiur de Borv6n, que hera teniente
del Emperador y capitán general, así como pudiera dar
otra semejante en Lonbardía o en Toscana y no a~etalla
el virrey, pudo él tanvién hazer lo mesmo. Hablo todo

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CAPÍTULO XI

esto para la orden de la guerra, y solamente para que


no vbo quebrantamiento ninguno de treguas, que no
para atora cosa. Quánto más que aviendo el Papa que-
brantado la primera tregua que se tom6 con don Yugo
f. 52 r. de Moneada, / no ay rraz6n para que, avnque se oviera
quebrantado esta otra (que no se puede dezir tal), se
guardara ninguna que se oviera echo. Pues todos los de-
rechos dan 1i~en~ia que, al quebrantador de vna fee y
palabra, se le puede quebrar a él tanvién la que se le
diere. Y buelto el virrey, y enbiado a significar al Papa
la dureza de Borv6n, como lo hizo, no era más obligado.
Y después de la partida y buelta del virrey (que no fue
con aquellos gritos ni vo~es qu'el Jouio dize, ni avn casi
se supo la venida suya al exér~ito, que lo de las vo~es de
la gente fue quando 10 de Ferramoxca), se consultó, visto
que lo de Floren~ia avía salido en bano, qué se haría.
Y Borb6n, contra la voluntad y pares~er del marqués del
Gasto (que ya antes avía dado), fue de contrario voto,
y viendo el marqués el malo que se tomava (ya e dicho
que no juzgo la ynten~i6n de Borv6n), se fue a Ferra-
ra, a donde tanbién se fue Jorge, coronel de los alema-
nes, que avía a la saz6n caydo malo. Y el Borv6n, como
está dicho, acord6 de yr sobre Rroma (acuerdo malbado
e ynico) 10, sobre 10 qual vbo algún rrumor en el campo,
pares~iendo a muchos, y al erizamiento de sus cabellos,
rre~ia derermina~i6n. Pero otros muy muchos, o por
mejor casi todos, así españoles como alemanes (que no
saco a ninguna de las dos na~iones), viendo que no pa-
gauan su sueldo devido, ni avía manera tan poco como
pagárselo tan afna, adelante aprobaron, tá~ita y espre-
samente con grande aplauso, el acuerdo tomado. Y así
Borb6n parti6 con su gente (bien digo, ya no gente del
Emperador, sino suya del Vorbón, que así se puede dezÍr

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EL ANTI J OVlO

más propiamente que de otra manera) y caminan a la


buelta de Rroma, dejando burlados, con s:ierto designio
de querer todavía de cometer a Florens:ia a los exér-
s:itos frans:és y venes:iano, que devajo d'este engaño les
pudo cobrar dos jornadas o tres de bentaja. y así llegó
a Rroma a s:inco de mayo, y otro día adelante dio la ba-
talla al burgo con toda la defensa posible que vbo dentro,
y se entró y después, avnque vbo la mesma y mayor de-
f. 52 v. fensa en la s:iudad, asÍmesmo fue / entrada y saqueada
y hecho todo lo demás qu'el avispo dize.
Pero bien save él quánto menos fue en este caso y en
este día, y en los siguientes, lo de los españoles, que no
lo de los tudescos. y que muchos rromanos andavan bus-
cando españoles a quién rrendirse, y que con gran parte
no llegó la maldad de los vnos a la de los otros; quitado
lo de la cudis:ia aparte, en que todos fueron yguales. y
bien sé que avn en esto de la codis:ia boy contra mi na-
s:ión, pero quede contento el Jobio siquiera vn rrato, avn-
que sea a costa de la verdad, por que yo dé tanbién vn
poco tras ella, como él sienpre 11. Pero en lo demás de
fuers:as y escarnios, y tormentos y muertes, qu~ no fueron
con mucha parte tanros como dize, y otras cosas semejan-
tes qu'este autor y otros de su na~ión quentan, todo
aquello se quede para los tudescos, y hágales buena pro,
que no hará, sino muy mala, como la hizo a los vnos y
a los otros todo lo que alH ganaron. Porque con aver sido
el saco rriquísimo (si nunca otro en Ytalia lo vbo), nunca
ví por la mayor parte sino que muriesen de mal arte, y
sin aquella ganans:ia, todo quanto llevaron los vnos a
España, y los otros a su prouíns:ia de Alemania. Dios
perdone a los que tuvieron la culpa y a los que dieron la
causa d'ella. y así se concluye este capítulo con que aque-
lla hazaña fue abominable, sacrílega y crueL y que puso

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CAPÍTULO XI 145

espanto grande a las gentes. Y que fue llena de tanta


maldad como de vitoria, qu'ésta no se puede negar sino
que fue grandísima; pero nunca se vida este nonbre vi-
toria, ven~imiento e grande~a de gloria en la guerra, con
falta de pla~er en los prín~ipes, a quien se atribuye la
honrra (y por cuya causa se pelea por abella ganado),
sino enton~es.

1 Add.: con las notas necessarias contra el Jovio. - 2 Mut.: Basta


que . . .: Más gusto tomó. - 3 Mut.: bien. - 4 Del.: y sí sé. - 5 Del.: su. -
6 Mut. : Emperador. - 7 Mut. : Fran<;isco bueltQ a su rreyno: rey de

Francia. - 8 Mut.: Emperador. - 9 Mut.: de Carlos: del Emperador. -


10 Del.: (acuerdo ... ). - 11 Del. : avnque sea a costa ... -

10

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CAPITULO DUODE<;IMO

De la primera rrebelión que cometieron los florentines contra


el Papa Clemente séptimo, y de munchas cosas aconte~i­
das después de la toma y saco de Rroma, de que no hizo
men~ión el Jovio en sus Historias. /

f. 53· r. En el saco de Rroma, contado en el capítulo pasado,


acabó Paulo Jobio su primera parte. Y esta segunda que
agora se comien~a, y es tanbién por la quenta el comien-
~o del libro veinte y ~inco, en los ~inco capítulos prime-
ros d'él, trata nuestro autor el prin~ipio de las altera~io­
nes de Floren~ia, lo qual, con lo demás tocante aquella
~iudad y enton~es señoría, es vna de las cosas en qu'él
mejor puso la mano, a mi jui~io, y en que más a~ertada­
mente trató la berdad; y bien pare~e ser la dire~ión de
la obra echa a Cosme de Médizis, que al presente es duque
de Floren~ia, con el qual se quiso esmerar como a honbre
que no le podía hechar dado falso. y así como digo, en-
pleó muy bien su pluma en las guerras tocantes a la
Toscana. Pero esto se entiende hasta que entraron espa-
ñoles en aquella guerra, como después entraron, quando
el Emperador pasó en Ytalia. Porque abiendo españoles
en qualquier guerra qu'él tome entre las manos, avnque
aya aconte~ido de otra suerte, no haz e al caso para que
todo no baya perdido y se quente de otra manera de como
ello pasó. Pero en el entretanto podemos pasar estos ~inco
capítulos que e dicho, sin tener ne~esidad de rresumillos

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CAPÍTULO XII 147

ni sumallos como a los demás, pues no siento en ellos


cosa ninguna que tenga ne\=esidad, en estas cos·as que t'O-
can a Florenc;ia, de correc;i6n, si no es solamente vna en
que ba bien poco. y es que quando la primera rreveli6n
de los florentines contra los Médizis, antes que Rroma
fuese saque·ada, sino yendo Borb6n a hazello, pone la ca-
pitula\=i6n que hizo con florentines el prínsipe de Bozulú
y el duque de Vrbino a veinte y seis de abril y fue hecha
a primero de mayo de aquel año de beinte y siete; la qual
acabada, se fueron los exér\=itos fran\=és y bene\=ianos y el
del Papa tras Borb6n y su campo que llebava ya, como
está dicho en otro capítulo, dos o tres jornadas grandes
de bentaja. y con esta enmienda tan de poco peso como
se bee, pueden sin escrúpulo, si en mi crédito no ay al-
guno, leerse todos los ~inco capítulos primeros de la se-
gunda parte que, como he dicho, comien~ en las cosas
de Floren~ia.
En las quales tanta gana tubo de entrar con priesa el
Jobio, que dex6 olbidadas para buen ystoriador muchas
y diversas cosas que convenían a su ystoria y le heran
ne~esarias. / Fue la vna la ele~i6n y corona~i6n de don
Hernando, ·archiduque de A vstria, en rrey de Boemia;
que ni la persona elegida, ni las fiestas que en aquel acto
pasaron, ni las que después por aquella ele\=i6n se siguie-
ron, no merec;ieron que las dexase tan docto honbre 01-
bidadas. E y·a que no quiso dársele nada por Boemia, por
fuer\=a se le abía de dar por Vngría, pues tom6 a cargo
contar la ystoria d'ella y la muerte de su rrey, de la qual
ne~esariamente se seguía, no aviendo dexado, como no
dex6 hijos, dar quenta de quién su~edi6 en aquel rreino,
de adonde se siguía otra segunda cosa, sin la qual que-
daua destroncado todo aquello qu'él de aquella probin-
c;ia avía tratado, que hera contar los princ;ipios de las di-

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EL ANTIJOVIO

feren~ias que vbo sobré la su~esión de V ngría entre el


mesmo rrey archiduque y Juan Sepus, Bayboda de la
Trasilbania, que tomó tanbién como el Hernando non-
bre de rrey de Vngría. Porque avnque después adelante
contó algo d'dlo, no todo y haziendo ynjuria al tiempo
en que avía aconte~ido, y si lo hizo por no desbiarse esta
vez tanto de Ytalia (como otras que lo haze), asímesmo
en ella dexó otras cosas olbidadas, como fue el su~eso del
sitio del castillo de Santángel, y cómo a quatro de junio
fue rrendido y puesto allí castellano o alcayde (porque
ablemos a la española) por los españoles, que fue don
Felipe <;erveIl6n, y cómo el Papa se quedó en el castillo
todavía con aquella magestad y rreveren~ia y acatamien-
to que heran obligados a tenelle todos, teniendo cuydado
d'ello y de que así se hi~iese el señor Alarcón. y dexó
asímesmo olvidados los hechos de Napolión Vrsino, bien
con~ido por otro nonbre, y por éste poco, que hera el
abad de Farfa, los quales en la comarca de Rroma en
este tiempo grandemente flore~ieron. Porque tanvién ay
flores malas como buenas, y de malo como de buen olor.
y ~iertamente los aconte~imientos de aquel honbre fue-
ron en parte esfor~ados, y en parte donosos, }' en fin, él
fue vn hermoso cosario de tierm (hvrtemos este nonbre
a la mar) 1 por no llamalle el que él en la tierra, hazien-
do lo que en ella hazía, meres~ía. y tanvién se le olvidó
la muerte del virrey de Nápoles, don Charles de Lanoy,
el qual poco después de la desgra~ia rromana, cayendo /
f. 54 T. en Sena enfermo, e yendo a curarse a Nápoles no llegó
allá y en Anbersa se le agrauó la enfermedad y muri6
allí, dexando por su lugarteniente y virrey de Nápoles
hasta qu'el Emperador lo proueyese, a don Yugo de
Mancada. Y el olbido de nuestro autor que más m'espan-
ta en esta coyuntura, es no aver dado rrazón después del

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CAPÍTULO XII 149

saco de Rroma, lo que se hizo del exér~ito, o por mejor


dezir hexér~itos de. la liga, que yvan tras Borbón la buelta
de aquella santa ~iudad. El qual exér~ito, por que diga-
mos algo d'ello, luégo que supo la toma y saco de Rroma,
y que los enemigos estavan apoderados d'ella, medio ató-
nitos o qui~á del todo del su~eso, se fueron alojar a vn
lugar llamado la y nsula, donde estubieron algunos días.
y de allí después desbiándose más, tomaron alojamiento
en Coldipepo, rribera del Tíver, que de la ~iudad de Rro-
ma está veinte millas, donde les vino nueva del acuerdo
que avían tomado Papa y ynperiales, que fue hazelles
caer más las alas de lo que las tenían caydas (avnque las
tenían harto) 2. Y parte de la gente de Bene~ia se bolbió
a Lonbardía, y toda la demás quedó en aquellas comarcas
hasta la venida de musiur de Lutreque, de lo qual tra-
taremos en el siguiente capítulo.
Pero a quien más lástima le 3 tengo en este paso y en
esta cosa de los olvidos del Jobio (porque sé que no lo
fueron en quanto a esto), es a la memoria del buen An-
tonio de Leyva, cuyos hechos no contó desde que dende
Plasen~ia 4 le tornaron a enviar en guardia de Lonbar-
día 5, quando Borvón partió con la masa del exér~ito
para su ynfeli~e viaje, porque como enton~es diximos,
quedó Antonio de Leyva en el estado de Milán con tan
poca gente como allí se contó, quedando d'enemigos en
el meSillO estado harto sufi~iente número; porque heran,
sin las lan~as, quin~e miJl ynfantes con su duque Fran-
~isco Esfor~ia. Y fuera vien que nuestro Palllo contara
cómo, sinenvargo de la poca gente que tenía, salió con
ella de Milán y fue al Mariñano, donde ofre~ió la batalla
a los enemigos; y cómo los hizo rretirar de aquel aJo-
jamiento con gran rreputa~ión suya y perdida la de los
adbersarios; y cómo estuvo allí en canpaña al desabrigo

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:EL ANTIJOVIO

hasta que vinieron nuevos socorros de Vene~ia a los es-


f. 54 v. for~ianos; y cómo enton~es / rretraydo a Milán, y estando
allí sola vna noche, y dexando para guarda d'ella solos
d~ientos españoles, estando el exér~ito de enemigos
solas tres leguas de allí con la cantidad de gente qu'está
contada (que pare~e todo esto cosa más de fábula que de
ystoria si no las vbieran visto los ojos modernos) 6, fue
sobre Casán con su pequeño exér~ito, y aviendo partido
a prima noche llegó al esclare~er del día, y dio el con-
bate a la tierra y a los enemigos, y sin envargo d'estar
allí seys mili esguí~aros, y no con falta de buen capitán
(pues lo hera tal Juan Jacobo de Médizis que enton~es,
y después mucho mejor 7, le tuvo Ytalia por tal), fueron
todos rronpidos y deshechos, y la tierra lo mesmo. y avi-
da esta vitoria, y otras cosas de no menor ynportan~ia
qu'e! Jobio calla, se bolbió a Milán donde quando le
hera ne~esario estar en pueblos lo estaua, y quando en
canpaña lo meSillO, ganando cada día, y avn ti bezes cada
ora, nuebas bentajas y nuevas honrras con sus enemigos.
y tornando a los desaquerdos de nuestro obispo, digo
que no fue menor el no acordarse de la pestilen~ia gran-
dísima que enton~es vbo en Rroma (pago justo de Dios
contra los acometed eros de aquella mala ha~aña), y cómo
después de algún tienpo los 8 mandaron sus superiores
salir de la ~iudad y alojarlos en las comarcas d'ella, y
cómo tanbién después d'estar allí alojados, por ~erto
atrebimiento y furia que los alemanes comen~avan a en-
prender, de querer otra vez segunda bolver a Rroma a
prender los ya presos y a saquear los ya saqueados, fue
ne~esario, para rremedio d' esto, mandar a los españoles
tornar a entrar en Rroma como entraron. Y así ~es6 el
ynsulto comen~ado por los tudescos, sauiendo que los
españoles estavan en la defensa. Pero todos estos olvi-

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CAPÍTULO XU

dos del auror no sé yo a qué propósito los he rrecopilado


en este capítulo; y si me valiera hazer vna protesta~ión
para lo de adelante, la hiziera, para mostrar no ser yo
obligado a dar quenta de lo que al Jobio se le olbida,
cada vez que le acontezca, pues no me obligué yo, quan-
to tomé este trauajo, a boluer a la memoria de los hon-
bres los olvidos suyos, sino solamente para en aquello
f. 55 f. sólo que contó poner yo la / enmienda, que según la
verdad acae~ida fuese ne~esario ponerla 9.

1 Del.: (hvrtemos este ... ). - 2 Del.: (avnque las ... ). - 3 Del. : le.-
4 Del: dende Plasen~ia. _ 5 Add.: desde Plasencia. - 6 Mut.: de muchos
que viven hoy. - 7 Mut.: después mucho mejor: mejor después. - 8 Mut.:
les. - 9 Del.: Pero todos estos olvidos ... (fol. ant.). -

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CAPITULO TREZE

De la pasada de Lutreque en Ytalia con exér~ito de Fran~ia,


y de lo que hizo en Lonbardía, y del origen de las diferen-
~ias de entre el Enperador y el rey Enrrique de Yngalate-
rra 1.

Entra tras lo ya contado la entrada de musiur de Lu-


treque en Ytalia, con el más poderoso exér~ito que en
memoria de honbres presentes se a visto ni oydo, ni la
perdi~ión d'él tanpoco de la mesma manera, de cuyo pro-
pósito daremos agora quen~a, quando ayamos abrebiado
el capítulo del Jobio qu'es el sesto de aquel libro beinte
y ¡;inco donde dize ansÍ. Que los rreyes Fran~isco y En-
rrique, de Fran~ia e Yngalaterra, abiendo sauido la toma
y saco de Rroma y prisión del Papa, pares~iéndoles que
en ello ganauan grande honrra en librar al Sumo Pon-
Ufi¡;e, pues el vno se llamaba christ:Íanísimo y el otro de-
fensor de la fee, de hazer exér~ito y librar al Papa. Y que
para esto les 2 yn¡;itaban sendos cardenales que en cada
corte d'ellos estavan: Salbiate el vno (que avnqu'él no
lo dize, avía poco antes venido d'España y agora estava en
Fran¡;ia), y Gánbara el otro, qu'estava en Yngalaterra.
Los quales ponían grandes espuelas a los dos prm¡;ipes
para esta enpresa, trayéndoles delante el detenimiento de
nuestro muy sancto padre, las muertes ynfinitas de yn-
finitos honbres, hasta muertes de presos, porque no se
rrescatavan, degollándolos en la prisión, ynchendo así-

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CAPÍTULO XIII 153
mesmo de sangre los altares de San Pedro y de otros
tenplos, y sacando a vender en almoneda los obispos con-
sagrados y metidos en cadenas, las quales cosas oydas
por los honbres de aquellos rreynos, se paraban aronitos.
y dize más, que tanbién movió a estos prínr;ipes ver que
Enio Filonardo, legado del Pontífir;e (que avnqu'el Jobio
no lo dize, hera avispo de Berula) estaba en tierra es-
f. 55 v. guír;ara persuadiendo / a los r;uyzos a lo mesmo, como
enbaxador del Papa en aquella probinr;ia, en la qual es-
tava haziendo mucha gente de aquella na~ión para, en
pasando los fran~eses los Alpes, juntarse con ellos. y que
visto esto todo, y tomada por anvos rreyes la dicha de-
termina~i6n, hizieron a musiur de Lutreque (persona
valerosa de Fran~ia) capitán de aquella enpresa, el qual
pasó los montes, y con la gente que se le juntó de los es-
guí~aros, entró en Ytalia con vn poderosísimo exér~ito,
quanto otro semejante en nuestros tiempos no se avía
bisto, y entrando por el estado de Milán, tom6 a Bosco
y ech6 de allí la gente alemana qu'estava dentro, y al
capitán Ludivico de Lodr6n que la tenía a cargo, y que
de allí pas6 el exér~ito fran~és sobre Alexandría, y como
en ella vbiese poca defensa, la gan6 asímesmo, y que des-
pués se junt6 el exér~ito de vene~ianos con Lutreque, el
qual fue sobre Pauía y la tomó, batiendo vn peda~o del
castillo primero, y que el capitán Varbiano, qu'est,aba den-
tro, se rrindi6 con con~ierto lloroso para los de Pavía, en
la qual abiendo entrado los enemigos, como ~iudad abo-
rre~ida d'ellos (por la fresca memoria de aver sido allí des-
truído y preso su rrey), hizieron grandes crueldades en
la gente d'ella, saqueándola y prendiendo los ~iudadanos,
y mostrándose tan crueles que no perdonaron a los tem-
plos ni a los monesterios de monjas, avnque Lutreque
tenía gran cuydado de defender la honrra de las mugeres.

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154 EL ANTIJOVIO

y agora qu'está contada la sustan\=ia del capítulo, es


menester que se bea la mala ynten\=ión del autor d'é1 3
en muchas cosas. y para esto ase de presuponer y saver,
que al prin\=ipio de jullio del año de que vamos dando
quenta, le vino la nueva al Emperador del desastre rro-
mano y detenimiento del Papa, y estando en vno de lo~
mayores contentüs ocupado, y qui\=á el mayor de todos
los que en su bid a avía tenido, que hera el na~imiento
de su hijo el prín~ipe don Felipe (que avía como treinta
o quarenta días que Dios lo avía dado al mundo para
f. 56 r . bien / general d'él), sabida la desgra~ia rromana, mode-
ró su pla\=er y mandó ~esar las fiestas, que dibersas y nue-
vas maneras estavan ya comen~adas a poner en exer~i~io.
y que con aquella calamidad christiana todo zesase, como
\=esó, y luégo despachó para el virrey de Nápoles, que en-
ton~es no hera muerto, comisiones vastantes para qu'el
Sumo Pontífi~e fuese puesto en libertad. y ase de saber
tanbién qu'el rrey de Yngalaterra, dende la prisión del
de Fran~ia, se avía comen~ado a desgoznar de la amis-
tad ynperial, que avnque comen~aron estos desgustos
por lo que se leerá sin ninguno en las corónicas del Car-
los 4 de \=ierto casamiento de la hija vnica del ynglés con
el Emperador (el qual se casó de allí a poco tiempo con
la Enperatriz doña Ysauel de Portugal), vinieron des-
pués a su~eder las a~edias en vn amor desordenado, en
que el Enrrique dio con vna Ana de Bolén, por quien
desatinadamente se perdía. y porque a los prín~ipes nun-
ca les faltó la pestilen~ia de los lisongeros, no falt6 así-
mesmo enton~es en Yngalaterra esta meSilla dolen~ia,
espe~ialmente del sumo priuado del rrey (que a este po-
nen la mayor culpa), que hera aquel cardenal de Ynga-
laterra de quien otras vezes se a hecho menc;ión, el qual
estaua mal con el Emperador después de la muerte del

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CAPÍTULO XIII 155
Papa Adriano, por no abelle fauore~ido con los botas de
los cardenales sus afi~ionados, como él se lo avía enbiado
a pedir, para que fuese elexido en Sumo Pontífi~e. Sobre
lo qual se dexó de~ir contra el Emperador muchas pala-
bras; y si en ellas vbiera parado el nego~io, no fuera muy
malo, pero ynpuso asÍffiesmo a su amo Enrrique que le
beya abobado en la desbentura de su ~eguedad y amor,
que por hazer mayor agrauio al Emperador rrepudiase
a la rreyna doña Catalina su muger, da del mesmo Car-
los 5, hermana de su madre, con quien hera casado. y
que l'apartase de su coabita~ión, y que para esto avía justa
ocasión, pues el prín~ipe Artur, hermano del Enrrique,
que murió sin hijos, por cuya causa avía benido a parar
a él la su~esión del rreyno, abía sido casado con aquella
señora (espejo de toda vondad y virtud), y que así no podía
ser casada con dos hermanos, y que la despensa~ión que
f. 56 v. sobr'esto avía dado el Pontífi~e d'enton\=es, / no avía ba-
lido por falta de berdadera rrela~ión, y por ser el nego~io
yndispensable, por ser contra derecho dibino; que quán-
to todo esto fuese berdad o falsedad, las corónicas y los
Anales lo dirán. y como al rrey agradase darse así este
gusto y dar desgusto al Carlos 6, juntándose con esto la
causa de sus amores (que después en desamores pararon
de la fee, como se berá adonde tengo dicho), comen~ó
dende el año de veinte y seis pasado el ynglés est-as geu-
tile~as, y el de veinte y siete comen~ó a apartarse de
su muger, avnque no por p1eyto, qu "este comen~o, des-
pués, pero no se juntaua ya con la rreyna, teniéndola
apartada de su pala~io y de sus plazeres, procurando en
todo lo demás, sin esto, dar sinsabores al Carlos 7. Y
en este estado estavan las cosas de y ngalaterra en el
fin del año de veinte y siete y pren~ipio de veinte y
ocho.

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EL ANTl]OVIO

Pues presupuesto todo esro, al Johio es menester hol-


her 8, el qual en hefecto dize, por muy encare~idas pa-
labras, que para lihrar al Papa se juntaron los dos rreyes,
ynglés y fran~és, hiendo la prisión del Pontífi~e y la des-
t1"ui~ión rromana, que por tantas maneras él encare~e,
todo lo qual es contra verdad escrito, porque ni los males
rromanos fueron tantos como él en este capítulo enca-
re~e (avnque la maldad fue más de Jo qu'él la puede
encare~er), ni el exér~ito de Lucreque entró en Ytalia,
ni fue enbiado de Fran~ia, ni alimentado con el dinero
de Yngalaterra para librar al Papa del detenimiento,
avnqu'es berdad qu'éste hera el apellido que traYan. Y
si el Jobio dixera esto no más, pudiera pasar, porque no
hazía más de rreferir lo que Jos rreyes dezían ser su pre-
tensión. Pero afirmallo y no señalar otra causa de la ve-
nida de Lutreque a Ytalia, esto como digo, es falso, por-
que avnqu'ésta hera la voz de Jacob, mas qué digo, peca-
dor de mí, que la voz y las manos todo hera de Esaú. La
qual se prueva claramente, y que heran sus fines e yn-
tereses particulares su pretensión, por lo que agora se
dirá 9. Claro está qu'el pasar el exér~ito a Ytalia no hera I
f. 57 r. para lo qu'ellos dezÍan de librar al Papa, pues el rrey 10
Enperador ya lo ahí a mandado poner en su lihertad, lo
qual los fran~eses ni yngleses no podían ynorar, porque
anbos tenían enbajadores a~erca del Carlos 11 enton~es,
el vno Eduardo Leo, y el otro Juan de Calhimont, presi-
dente de Burdeos, que n~esariamente avían de hauer
hecho saver a sus amos el sintimiento con que se avía
tomado en España el desastre rromano y la libertad en
qu'el Emperador avía mandado luégo poner al Sumo
Pontífi~e. De más y 12 alliende de 13 qu'el mesmo Car-
los 14, con carta particular 1", avisó al mesmo Enrrique
de Yngalaterra d'este sentimiento suyo, y de la libertad

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CAPÍTULO XIII 157
que avía mandado poner en 16 la persona del Santo Padre,
hecha la carta en VaUadolid, a dos de agosto de aquel
año de veinte y siete 17. Y avnque todo esto no vbiera pa-
sado, así como en rrealidad de verdad pasó, ¿a qué pro-
pósito se auÍa de enbiar exér<¡:ito para la libertad del
Papa, sin rrequerir primero al mesmo Carlos 18 que lo
pusiese en libertad? y si para libertar al Papa se hazÍa,
¿qué ne~esidad avía, quando pasó Lutreque los montes,
ocuparse en las cosas del estado de Milán y tomar en él
las pla~as qu'el Jobio dize en este capítulo? Y para qué
asÍmismo 19 después de ynbernar en Bolonia este exér~ito,
sabiendo qu'el Papa estaba en Orbieto ya libre, y qu'él
de su mano lo avía escrito así a todos los rreyes christia-
nos, y que no tenía culpa el Emperador en el ynsulto que
en su persona y Rroma se avía hecho, ¿ para qué pasava
adelante a querer tomar el rreyno de Nápoles? Que quán
bien le salió el negos:io, adelante se verá 20. De manera
que, rresumiendo este artículo, no la libertad del Papa,
pues él s'estaua libre ya, sino los odios e yntereses par-
ticulares de anvos rreyes, les movieron a ello. y así en
los carteles de desafío que enbiaron a veinte y dos de
henero del año de veinte y ocho al mesmo Carlos 2\ es-
tando en Burgos, no sólo ponen para el hefecto d'ellos
la prisión del Papa por causa, sino otras muchas en
f. 57 v. aquellos / papeles contenidas. Que avn en esto estubie-
ron tan \iegos, que no cayeron en que no hera justo
(avnque vbiera otras muchas causas), mezclar ninguna
con la ' qu'ellos llamaban amor de la rreligión. Porque
puesto caso que otras cosas les quedaran en su pecho, pu-
dieran para mostrar al mundo presente y venidero (ya
que les 22 querían engañar), dar a entender que sólo los
negos:ios del Papa; sin acordarse el vno de sus hijos, ni
de Milán, ni el otro de sus dineros enprestados, avían He-

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EL ANTIJOVIO

bado, por julio de beinte y siete, que entonc;es es quando


paso a Lvtreque a Ytalia.
A la qual es menester que tornemos, y djgo que las
tomas todas de pueblos que quenta en este capítulo nues-
tro autor, todas pasaron de otra manera de como él lo
dize; porque Bosco, quanto a lo primero, fue ec;elente-
mente defendido por el capitán Ludibico de Lodrón; y
Alejandría, con no tener casi guarni<;iión ninguna, se
defendió asímesmo muy princ;ipalmente de sesenta mill
honbres que avía en aquel exérc;ito, y de quarenta y dos
piec;as de artillería con que batían el pueblo. El qual des-
pués de tomado, es berdad que fue Lutreque sobre Pauía
con todo su canpo, y abiéndola batido, como el Jobio
dize, se le rrendió Ludivico Barbiano, capitán de aque-
lla guarnic;ión, que tanbién hera ytaliana, y estando en
la tienda de Lutreque, ya rrendido el pueblo, pues se
abía rrendido el que 10 tenía a cargo, entraron 'los ene-
migos en el lugar rrendido (cosa que muchas vezes an
hecho ya franc;eses y es muy ordinaria suya), y saquéanlo
como si lo vbieran tomado por fuerc;a de armas, y hizie-
ron en él no las crueldades que dize el Jobio, sino tantas
más y mayores, que avn tengo asco de bol bellas yo a la
memoria. Pero por éstas bien es qu'el Jobio pase de pres-
to, pues él quiere que le devan menos los tenplos y los
sac;erdotes de Pauía que los de Rroma, adonde nunca se
tocó a honrra de monja a Dios consagrada ninguna, /
f. 58 r. que yo sepa, como en PallÍa. Y es lo bueno que dize, que
musiur de Lutreque trauajó lo que podía por defender
la honrra de las mugeres, como quiera que, hasta pasados
ocho días, nunca le movieron aquel capitán (que de suyo
sin esto hera ynexorable) lágrimas, ni vozes, ni gritos,
ni otras cosas, que avn agora escriuiéndose, hazen dar acá
adentro vn buelco, acordándose de la miseria vmana. y

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CAPÍTuLO XIII 159
puédese bien ber, si en ocho dfas b;asmvan sesenta
mill honbres a destruir toda Ytalia que tuvieran en sus
manos, saqueándola; dígolo para el rremedio tan a pro-
pósito que dio Lutreque, después de pasados los ocho
días. Vna cosa sé yo dezir al Jobio: que cada cosa en su
tanto, fue más cruel el saco de Pauía qu'el de Rroma, y
más mugeres desonrradas, y más sa~erdotes muertos y
heridos, y más gente destruída. Pero no se acabaron mis
espantos en el capítulo pasado, por que tanvién en éste
tengo rras:ón d'espantarme cómo el Jobio, siendo cosa
tan de su apetito, no hizo men~ión en este paso de la
toma de Génoba por los fran~eses, que dende Lonbar-
día enbió gente Lutreque a ello, y se hefetu6, por guar-
dalla para lo contar muy adelante por vía de rrecapi-
rulas:ión, y dexando burlado al tíenpo presente, hizo
banquete al por benír de lo que no le pertene~ía.

1 Add.: con las faltas que en esto haze el Jovio. - 2 Mut.: los .•
(1Del. : d'él. - 4 Mut.: Emperador. - 5 Mut.: mesmo Carlos: Emperador. _
6 Mut.: Emperador. - 7 Mut.: Emperador. - Transp.: es menester
bolber al Jobio. - 9 Mut.: de Jacob, mas qué digo ... : ctra era su pre-
tensión. - 10 Dd.: rrey. - 11 Mut.: Emperador. - 12 Del.: de más y. -
13 Del.: de. - 14 Mut.: Emperador.. 15 Add.: desde Valladolid a dos
de agosto de aquel año. - 16 Transp.: en que avía mandado poner. -
17 Del.: hecha la carta ... - 18 Mut.: Emperador. _ 19 Del.: asímismo. _
20 Del.: que quán bien .... 21 Mut.: Emperador. _ 22 Del.: les. _

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CAPITULO CA TORZE

De cómo musiur de Lutreque, dexando el estado de Milán,


fue a ynvernar a Bolonia, y de los diferentes parec¡:eres que,
así estando en canpaña como ynvernando, avía en su can-
po 1.

En el capítulo sétimo no tenemos qué tratar, porque


habla de vna estatua (como si los honbres lo fueran se-
gún la baje~a de yngirir 2 aquella menudenc;ia en su ys-
toria) que se conc;edió .1 vn Estasio de Rrabena por Lu-
í. 58 v. treque, / y lo que en ello acaec;ió, que avnqu'él no lo
pasó, podemos pasar sin ello nosotros, e beJür al otauo
capítulo, en el qual dize que tomada PauÍa le davan a
LutTeque diferentes parec;eres sobre si yría a Milán a to-
mallo y a tomar lo rrestante de aquel estado, o si yría al
negoc;io de Rroma y a hechar de allí los españoles. Y que
sobr'esto vbo grandes y diuersos parec;eres en su canpo,
que hac;ían estar a Lutreque suspenso, y que en fin, que
con vna ora~ión malvada (que él acordó de ponerla a la
letra no como ella pasó sino como él la hordenó) de vn
senador de Milán, llamado Anbrosio Florenc;io, que se
doblav.1 secretamente contra el duque Fran~isco Esfor-
~ia, y con otros parec;eres de otros qu'él nonbrase, de-
terminó de dexar a Lonbardía y de yr a lo de Rroma.
y así, dexando canpo d'esforc;ianos y venec;ianos en aque-
lla tierra lonvarda, para que hic;iesen la guerra y apre-
tasen Antonio de Leyva, pasó el Po y tiró hazia Parma,

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CAPÍTULO XIV 161

y de allí fue a Bolonia con determina~ión de ynbernar,


como ynvernó, en aquel pueblo, porque dizque 3 dezía
que pues avía de pelear con mayores fuer~as que las
suyas, que quería esperar en aquella tierra socorro nuevo
de Fran~ia, como de hecho después le vino. y que a mu-
chos de los comisarios de los confederados les pares~ía
qu'el hauer dexado atrás Lutreque las cosas de Milán,
avía sido por no rrestituir el duque Esfor~ia en su estado,
y por no enojar del todo al Emperador para apartallo de
paz y concordia, que le hi~iese no dar por dineros los
hijos del rrey, qu'estavan en España en rrehenes de su
padre. Porqu'el Emperador hera persona que no basta-
ban armas para for~arlo a hazer cossas contra su volun-
tad, y que visto por Lutreque que la barahunda de su
exércrito, ya tm adentro calado por Ytalia, no amedren-
f. 59 r. tava al Enperador / para traello a la paz y rrestitu~ión
de las rrehenes, el Lutreque y su amo, y todos los con-
federados, se rresolbieron en proseguir con gran bra-
vecra la guerra comencrada. De la qual sustancria toda no
se podrá sacar ninguna que ynporte mucho para el yn-
tento que en esta obra llevamos, si no es vna, que quisie-
ra examinar muy despacrio, si azertó o erró Lutreque,
según horden de guerra, en la delibera~ión que tomó de
dexar a Lonbardía e yr a la Rromaña, lo qual he visto
dudar a hartos pláticos de nuestro tienpo. Sé yo dezir a
lo menos vna cosa, y ésta yo se la crertifico aJ Jobio y a
los demás que se quisieren crertificar d'ella: que si Lutre-
que fuera con su canpo a Milán, como allegó la ban-
guardia, y el conde Pero Nauarro con ella, a veinte y
seis de setienbre del año de beinte y siete, hasta dos millas
de aquel pueblo, que no sé lo que Dios fuera seruido de
hazer. Pero que sé que fuera muy valerosamente defen-
dido, y que las probisiones que tenía hechas y horden

11

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EL ANTIJOVlO

que tenía dada Antonio de Leyva heran tales, que si sólo


a lo de los honbres miramos, pare~e que le fuera escusado
a todo su hexér~ito frant;és pensar de tomar por fuer~a
a Milán, puesto caso que la gente de guarni~ión hera tan
poca quanto se saue, pues no avía más de milI y quinien-
tos españoles, y avn éstos traydos de las guarni~iones de
Como, Leque y Tre~o, y tres milI alemanes, y dos mill
y t-antos ytalianos, y quatr~ientas lan~as, lo qual todo
hera casi nada para defenderse de sesenta mill honbres,
y para defender vn pueblo en tan gran manera grandí-
simo 4 . Y párase a dezir muy sin vergüent;a en este paso
Galea~io Capela, en el libro qu'escriuió de las guerras
milanescas, escritor lonbardo y de yntin~ión tanvién yta-
f. 59 v. liana, que / Ant'Onio de Leyva hizo aquella muestra de
ánimo de querer defender a Milán, pare~iéndole que al
menos, ya que todo le sut;ediese mal y rrindiese la tierra,
no podían dexar de otorgalle pactos onrrosos, como si
vbiera alguno en aquel trant;e que lo fuera, en el qual
se aventuraua toda la rreputat;ión española. Y como si
supiera Galeat;io el corat;ón del señor Antonio en quanto
a esta parte, como lo sabfa todo el mundo para la otra
de su valor y grandeza.
y en quanto a lo demás que nuestro avispo trata, po-
niendo muy elegantemente la ora~ión que hizo el sena-
dor de Milán en que llama a los españoles ladrones, y
otros nonbres ynfames, huélguese mucho con su elegan-
~ia, que por ventura hallará quien a los de su nat;ión les
diga (avnque no tan polidamente que basta, me pare~e
a mí), los mesmos nonbres y otros peores si los vbiere. y
no seré yo, d'esto le aseguro, por que no acostunbro a
quebrar así, espet;ialmente en escrito perpetuo, la ones-
cidad y el comedimiento comund que anda entre los hon-
bres de bien. Pero para esto escusárseme a el Jobio con que

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CAPÍTULO XIV

él no dize aquellas palabras, sino Anbrosio Floren~io en


su plática. Escusa es que quán bastante sea lo pueden ber
qualesquiera de qualesquier jui~ios . Y nótese el propósito
de rreferir en este capítulo por rrela~ión todos los pare-
~eres de cardenales y capitanes, y otras personas seme-
jantes, que se dieron a Lvtreque. Y sólo el de vn milanés
fue menester que palabra por palabra se pusiese escrito,
como si lo vbiera dado el otro por escrito para que lo
ynxiriera en su obra. y el propósito para que todo esto
f. 60 r. se hizo está muy bien entendido: / sólo los ytalianos no
son ladrones, ni tienen las otras faltas qu'el Jobio a cada
paso halla a los soldados españoles.
Pero no se nos quede entre rrenglones aquello que
dize que Lutreque dixo en Bolonia, que quería esperar
nuevos socorros, pues avía de pelear con mayores fuer-
~as que las suyas. ¡O pahbra ytaliana, y a ytaliano pro-
pósito dicha! ¡Y que aya tan poco rrecato en el pundonor
de vn escritor como el avispo, que teniendo Lutreque el
mayor canpo que se a bisto en Ytalia, y que de solos yn-
fantes avía sesenta milI y más número, y en Rroma que
ardía en pestilen~ia se abían muerto los más de los sol-
dados '*' ynperiales '*', que quando entraron en aquella
sancta ~iudad heran todos beinte y dos mill, y seis mill
que truxo el virrey, y que sin los muertos se abía ydo con
la rrique~a del saco la mayor parte de los biuos a su tie-
rra, diga muy sin pena, que heran mayores las fuerc;:as
yn periales que las fran~esas!

1 A dd.: donde se notan las faltas que sobre esto en la Historia del
Jovío se contienen. - 2 Mut.: ingerir .. 3 Mut.: dizen que.. 4 Mut.: en
ta n gran manera grandísimo: tan grande.•

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CAPITULO QUINZE

De cómo el Emperador don Carlos mandó soltar al Papa


Clemente y de las cosas que \=erca de su soltura aconte-
\=ieron 1.

Continuando la materia rromana, dize el Jobio en


el capítulo nono siguiente, qu'el Emperador tocado de
rreligión, o mobido del mal són que abía contra su per-
sona, o del gran peligro de sus neg~ios, determinó de
soltar al Papa; y que para esto enbió a fray Fran<;:isco de
los Angeles, general de los fran<;:iscos (que avnque no 10
f. 60 v. dize fue después dádole capelo 2 y llamado / común-
mente el cardenal de Santa Cruz) y musiur de Benrey,
con cartas para el prín<;:ipe de Orange, y don Yugo de
Mancada, y el señor Alarcón, en las quales se contenía
en suma que le pare<;:ía cosa justa que soltasen al Papa y
defendiesen de allí adelante y rreberen<;:iasen su sanc-
tísima sanctidad 3 y dignidad, con que de alguna parte
se vbiese dinero para pagar el exér<;:ito y sacallo de Rroma,
y que probeyesen qu'el Papa, después de suelto, no hi-
<;:iese a las cosas ynperiales mucho daño, sino al bid ando
su ynjuria se les mostrase enemigo. Y qu'el Papa estaba
muy alcan<;:ado y trauajado para pagar a los soldados, y
que tema poco crédito por rrazón de su prisión, y que
los alemanes amena <;:aban a todos los que estaban en el
castillo de Santángel con el Papa, diziendo que si no les
daban el dinero que los avían de matar a todos, y que

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I
CAPITULO XV

vino la cosa a términos qu'el Papa, por contentallos, y


para seguridad de la paga, les dio rrehenes, algunos de
los quales después quisieron ahorcar los mesmos ale-
manes, porque se tardaua la paga, y que después, estando
enbriagados los que los tenían en guardia, se soltaron e
huyeron de la prisión, y se fueron fuera de Rroma al
canpo de los fran~eses, qu'est'aua enton~es en los confines
de la VnbrÍa.
y dize luégo en el capítulo dézimo siguiente, que se
pone aquí por ser la vna materia conexa con la otra,
qu'el Papa buscando rremedios para aver libertad, puso
en venta pública algunos capelos, y que rrealmente se
vendieron a quien dio más por ellos, y que avnqu'el
modo fue ynfame, se juntó harta moneda, con que se
pagó a los soldados, los qua les sabiendo el gran poder
f. 61 r. que traya Lutreque, estaban ya apa- / ~iguados y a la
ovidien~ia de sus capitanes, y que demás d'esto, para
mostrar el Papa que no avía de apartarse del amismd
del Emperador, holgó de dar rrehenes d'ello y dio los
cardenales que en el mesmo capítulo se nonbran, que
fueron ~inco. Y que así el nego~io se hefectuó, y con
fa~ilidad, por no estar allí don Yugo de Moneada y mu-
siur de Venrrey, que heran ydos a Nápoles, honbres de
yn~ierto y malbado consejo, ni el prín~ipe de Orange,
qu'estaua ynvernando fuera de Rroma, honbre de con-
di~ión mudable, y sospechoso y perplejo. Y que así el
Papa, mediante el señor Alarcón que solo estaua con él
y solo 4 hizo el con~ierto 5, salió de la prisión después de
siete meses d'ella, y que abiendo pagado el dinero para
los soldados, aviéndose de partir otro día en público para
yrse fuera de Rroma, salió a medianoche sin esperar la
luz, y sin le ser bedada la puerta, y que salió medía rre-
b~ado y medio ascondido, temiendo (qu'esto es lo que

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166 EL ANT1JOVIO

quiere de<¡:ir en fin el Jobio) que después de pagado y


suelto no le tornasen a detener y a poner nuevos enbara-
<¡:os. y que Alarcón otro día se marabilló de la partida
del Papa, así arrebatada, y que a los soldados no se les
dio nada quando lo supieron, avnque algunos capitanes
y prin<¡:ipales personas de aquel exér<¡:ito quedaron co-
rridos, porqu'estaban aparejados para salir e yr acon-
pañando a Su Santidad aquel día, y que así el Papa se
fue a Orbieto, donde estubo algún tienpo. y éste es el
sumario d'estos dos capítulos, noveno y dézimo, que
anbos a dos están dando bozes a Dios y a los honbres,
clamando por corre<¡:ión.
Porque quanto a lo primero, que dezía que avía mal
són contra la persona del Emperador por la prisión del
Papa, él sólo es el que 10 haze malo, y los enemigos 6 yn-
periales tanbién enton<¡:es. Pero las demás gentes de Evro-
pa tan bueno lo hizieron, que todos baylaban a ese són de
pla<¡:er, biendo que ya que Dios fue seruido de dar aque-
lla plaga al Sumo Pontífi<¡:e y a Rroma, sin culpa ni sa-
biduría del Carlos \ que se hallase en el mundo prín<¡:ipe
tan christiano y tan buen hijo de la y glesia, que luégo
hechase en el rrega<¡:o de su madre todas estas bitorias,
f. 61 v. sin querer / él vsar d'ellas, sino que todo lo hi<¡:iese a
voluntad del Papa, y pidiendo perdón por más ovidien-
<¡:ia de la culpa qu'él no abía cometido. Y quanto a 10
que más dize de la delibera<¡:ión del Pontífi<¡:e Máximo,
y que para ello enbió Su Magestad a fray Fran<¡:isco de
los Angeles, y a musiur de Benrrey de su cámara, digo
que no sabe bien la orden de lo que pasó. Porque quando
éstos fueron despachados, avía ya el Emperador desde
la primera posta enbiado a mandar que soltasen y pusie-
sen en libertad al Papa, y como la comisión yva para el
birrey Lanoy, y le halló ya muerto, fue ne<¡:esaria más

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CAPÍTULO XV

dila~ión hasta qu'el Carlos 8 enbiase nueva comisión, y


ésta fue la causa d'estar los siete meses qu'el Jobio dize
detenido el Pontífi~e. Y así, bista la muerte del virrey,
tornó el Enperador a enbiar los segundos despachos, con
aquel cauallero qu'el autor nonbra. y el mandato d'estos
segundos mensajeros no fue, como nuestro Paulo lo
quenta, porque no vbo otro pre~epto, sino que luégo pu-
siesen a Su Santidad en su libertad, y que se mirase que,
si no quisiese olbidar cosas pasadas, que se asegurasen de
manera que las cosas ynperiales no corriesen nuevos pe-
ligros. y esto así se podía entender por poner alcaydes,
y entregarse de las fuer~as eclesiásticas que conbiniesen,
algunas de las quales estavan ya en poder de los españo-
les, como por rrehenes qu'el Papa vbiese de dar, o por-
que lo vno se diese, o porque lo otro no se alargase. Pero
de dineros y paga de soldados nunca abló el Emperador,
en la primera ni en la segunda comisión, puesto caso
que mandaua que a los soldados se les pagase su sueldo
debido. y para esto no abía de presente comodidad, ni
sabían los superiores de aquel exér~ito qué ha~erse. Es
berdad que los soldados no querían salir de Rroma sin
que les pagasen, ni alargar el castillo de Santángel, ni la
presa que allí tenían para seguridad d'esto. y así, benida
esta segunda comisión, a Íos qu'el Jobio nonbra en este
su capítulo, luégo se entendió muy de hecho en la liber-
tad del Sumo Pontífi~e. Y tras esto le pare~e de~ir en
estos ynfeli~es tienpos, y pon ello en libro que se benda,
que se bendían los capelos para cardenales públicamente,
f. 62 r. lo qual no pasó tan a lo disoluto como él/lo haze. y
házelo todo de astu~ia, para cargar todas estas culpas a
la fuente de donde manaron, avnqu'él tanpoco saue este
manaltial, sino los charcos que bid o correr por Rroma;
y si lo saue, quísolo callar y hechar la culpa a otras gentes.

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168 EL ANT1JOVIO

En esto yo confieso que hizo ofú;io de buen perlado,


pero no fue de tal lo que luégo dize adelante, que don
Yugo de Moneada hera honbre de yn¡;ierto y malvado
consejo. Pluguiera a Dios que a él se lo vbiera dado tan
bueno, que no ganara él poco en semejante trueque. Yo
sé a lo menos que si él rubiera el entendimiento de Mon-
eada, que no vbiera perdido nada en ello su ystoria. El
qual don Yugo fue vno de los a¡;ertados honbres que
nuestra hedad ha tenido en el exer¡;i¡;io de la paz y de la
guerra, y en la vida ¡;evil y la 9 militar, y VD honbre de
grandes a¡;ertamientos en todas las cosas agibles. Y por
no dexallo solo con tan buena opinión, dale por conpa-
ñero al prín¡;ipe de Oranje, al qual haze mudable y sos-
pechoso. Si me le llamara colérico, o ynpetuoso, y otros
nonbres que tiraran a esto, avn qui¡;á se lo dexara pasar;
pero mudable y sospechoso, cosas son que nunca cupie-
ron en aquel capitán.
Y es lo gra¡;ioso que todo esto dize a propósito que
por estar avsentes de Rroma, y no comunicarse con ellos,
el con¡;ierto se pudo concluir; lo qual es cosa rridiculosa 10,
porque ni vna puntada sola no se dio en el nego¡;io ni se
daba por el señor Alarcón (llamémosle como las gentes
le llamavan) 11, que no se comunicase con los otros dos;
qu'el vno estaba en Sena y no en Galera, como dize el
Jobio, y el otro en Nápoles. De manera qu'ellos dos, y
Hernando de Alarcón tres, fueron los que dieron fin y
rremate a la nego¡;ia¡;ión y mandato del Emperador,
porque avnqu'estaban avsentes, comunicábaseles el ne-
go¡;io por postas, cada ora que hera menester. Y en 10
que vltimamente dize, que después de pagados los sol-
dados por el Papa y dado rrehenes y seguridad, que con-
seruaría el amistad ynperial, que se fue secretamente del
castillo de Santángel sin querer aguardar a orro día que

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CAPÍTULO XV

avía de ser su partida, porque después de pagado no le


tornasen a poner nuevos ynconbinientes, y que así se
salió a media noche sin que las guardas les dixesen cosa
ninguna, son todo cosas del jaez y talle de las pasadas
f. 62 v. del mesmo / avtor, porque hecha y determinada la de-
liberacrión, que fue a ocho de nobienbre del mesmo año
de beinte y siete, y concrertada su partida para otro día,
porque rresidir en Rroma no conbenía por amor de la
pestilencria que ya algún tanto yva encarnada, y tanbién
para que Rroma se purgase de aquellos trauajos solda-
descos, y los d'este nonbre saliesen de aquel pueblo, acor-
dó el Papa, y vien consideradamente, de no aguardar al
día, sino madrugar y tomar, como dizen, la mañana,
porque salir público, y que Rroma le biera, parescrió que
se rrenobavan todos los desastres con su bista, y no con-
benía, avido rrespeto a que no parescrÍa cosa congrua
dexarse ber después de vna tan gran lástima por enton~es,
y qu'el pueblo que lo avía de mirar avía pade~ido otra
semejante por su causa. Y en fin, aquella tristeza del Papa
no la quería mostrar a sus criudadanos, ni ber tanpoco
él la d'ellos, hasta que el tienpo curase lo vno y lo otro
y no es cosa nueva a quien está de aquella manera, no
se dexar ber en público; y ansí lo enbió a dezir luégo a
la mañana a Hernando de Alarcón, que lo avía sienpre
aconpañado en el castillo todo el tiempo que allí es tubo,
el qual con los prin~ipales capitanes del campo, estaban
aparejados para yr aconpañándole. Y así, las guardas no
abía para qué a ningún desymulado le preguntasen quién
hera, porque ya desde el día antes el castillo no se guar-
daua, avnque no dexaua de hauer vna forma de guar-
dia. y para que se bea si el Papa yva huyendo con el
temor qu'el Jobio apunta, después se topó con el prín-
cripe de Orange en el camino, y se ablaron y trataron

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I7° EL ANTIJOVIO

acari¡¡:iadamente, y moderando el Papa su autoridad,


quiso qu'el prín¡¡:ipe lo abra¡¡:ase con gran rrego¡¡:ijo, sin
encobrirse, ni poderse tanpoco el Sumo Pontífi¡¡:e encu-
brir, según yva aconpañado, y todos los de su corte rro-
mana cada ora siguiéndole, y otro mundo de gente por
aquellos caminos, hasta llegar a Orbieto, donde estuvo
y rresidió algunos días. /

1 Add.: y muy de otra manera que el Jovio lo escrive. - 2 Mut .:


que avnque no ... : el qual, avnque el Jovio no lo clize, fue después
Cardenal. - 3 M!Il.: persona. _ 4 Del.: y solo. _ 5 Add.: y. _ 6 Add.: de
los. - 7 Mut.: Emperador. _ 8 Mut.: Emperador. _ 9 Del.: la. _ 10 Mut.:
de reír. - 11 Del.: (llamémosle ... ). -

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CAPITULO DIEZ Y SEIS

De las rrebeliones de Florenc;ia así contra el Papa como con-


tra el Emperador, y del número de ligas que hizieron en
favor o disfavor d'ellos, y de los tienpos en que las hizieron,
y del número de jente asÍmesmo con que entró musiur de
Lutreque, general de Franc;ia, a ocupar el rreino de Ná-
poles 1.

En este mesmo libro veinte y ~inco, pasado el capítulo


diez, de cuya verdad o de lo contrario 2 ya emos dado
quenta, se siguen tres capítulos que son onzeno, dozeno
y trezeno, que tratan nego~ios particulares de Floren~ia,
sobre la rrebili6n (si ansí la quisiéremos llamar), que
aquella rrepública auía hecho contra la administra~i6n
de los Médi~is, y por consiguiente del Papa Clemente,
cabe~ enton~es de aquel linage, las quales cosas, como
e dicho otra uez, el Jouio las escriui6 mui a~ertadamen­
te; y demás d'esto ellas son cosas particulares de aquel
pueblo, y no con~iernientes a ystoria general, avnque no
las uuiera escripto, no por eso perdía su cor6nica ningún
punto de honrra. y también, avnque estuuieran mal
puestas y con ne~esidad de alguna enmienda, yo confieso
que se la pudiera dar mala por falta de faltarme a mí 3
noti~ia de los enbara~os florentines; que en quanto a la
particularidad ~iudadana no an venido a mi noti~ia, has-
ta que después vino el golpe de la guerra, y españoles en
ella, sobre aquella señoría, que enton~es también sabré

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172 EL ANTIJOVIO

deúr lo que passó, como el Jouio, avnque no tan adorna-


da ni polidamente.
y ansÍ, vengamos al capítulo catorze y quinze, que
ambos yrán debaxo de vna mesma ~ensura, por ser toda
vna materia. Y abreuiándolos, digo que dize el autor,
que estando Lutreque en Bolonia, se juntaron allí los
comisarios de todos los confederados contra el Empe-
rador, para dar la horden que temían en hazelle la
guerra, ya que el otro nego~io de Rroma auÍa parado con
la libertad del Papa. La qual enpresa, avnque al prin-
f. 63 v. ~ipio auÍa sido debaxo de aquella pretensión I de liber-
tar al Sumo Pontífi~e, pero en la uerdad todos ellos dize
que se mouÍan con pasión, porque les en~endía los áni-
mos grandemente el arrogan~ia y crueldad grandísima
de los soldados del Emperador, los quales 2menazarían
que auían de destruir y arrumar las más nobles ~iudades
de Ytalia, y a Floren~ia entre ellas. y dize luégo que
aquellos ynsa~iables bárbaros eran yn~itados a ello de la
grandeza del saco de aquella rriquísima ~iudad, y que
esta fama mouió a los florentines a rrenouar la liga con
los 4 fran~eses y vene~ianos, lo qual hizieron con más
presteza de lo que conuenía, y ansí vuo ot:ros \iudadanos
de aquella rrepública que lo contradL"'{eron. Y quenta las
rrazones de ambas partes, y luégo torna a dezir cómo el
Papa Clemente se enojó muncho quando supo esta con-
federa~ión y que desde luego propuso de echarse en los
bra~os del Emperador, avnque estaua ynjuriado de su
exér~ito, para poder allanar a los florentines y auer la
administra~ión, como antes, de la Toscana. Y encare~e
luégo, por ~iertas palabras que él rrefiere auelle dicho el
Papa, lo que estimaua el mesmo Clemente tornar a en-
trar en aquel neg~io, y que estuviese a su deu~ión Flo-
ren~ia. Después de lo qual, en el capítulo quinze que se

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CAPÍTULO XVI 173

sigue, quenta cómo juntos todos los exérs;itos, salió Lu-


treque de Bolonia, después de auerle venido nueuos so-
corros d'esguís;aros y alemanes y de gascones, y tras esto
trata el camino que lleuó con su exén¡:ito y no sé qué
manera de pendens;ia entre Valerio Orsino y vn Orfeo
Aufido, de la facs;ión guivellina, en las montañas de Ca-
marino (cosa donosa, por que lo dexemos dicho agora
de pasada, que hasta los casos mui particulares de vnos
vandos con otros en qualquier pueblo, como los del Em-
perador ayan lleuado lo peor, lo a de contar, a fin de que
en tiempos venideros se piense aquellos acaes;imientos
auer sido cosas de más tomo). y quenta ansí mesmo
luégo s;ierto desastre que acontes;ió a trezientos soldados
venes;ianos en aquel viaje, y después a lo último trata
del número de los exérs;itos ligados contra la parte ym-
pirial, el qua! número quenta de la manera que en la de-
claras;ión d'ello luégo diremos.
y ansÍ tornando agora sobre el canto llano d'estos 5
dos capítulos ... /

[Falta en el manuscrito desde el folio 64 r. !Jasta el 111 /J. inclusive,


o sean los folios correspondientes a los capítulos: final del XVI, XVII,
XV/ll, XIX, XX, XXI, XX/l, XXI/l y principio del XXIV.]

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f.lln [CAPITULO VEINTE Y QUATRO]

... y se la ofre~ía como hombre que quería perdonar


a su patria, y que no quería que aquella rrepública pa-
de~iese por causa de algunos malos que la alborot·auan.
y en otra parte d'este mesmo libro dize, no sola vna
uez, que el mesmo Sumo Pontífi~e se contentaua con
muy onestas condi~iones y mui saludables para Floren-
~ia y que los dexaua en su liuertad como al pressente
estauan, con que le dexassen el derecho de ~iudadanos
a los Médi~is sus deudos, y gozar de las rrentas de su
patrimonio, y que fuessen admitidos a las dignidades y
ofi~ios públicos, y que le rrestituyessen a su sobrina que
estaua en Floren~ia, y que aquella rrepública no se me-
tiesse en quitar la liuertad eclessiástica y dezmar los ve-
nefi~ios por su propia autoridad. y que ansí mesmo sus 6
armas de los Médi~is que los florentines auÍan traído
de sepulcros y lugares públicos y particulares se tornasen
a poner como antes estauan, y luégo tras esro torna nues-
tro Paulo a tratar del camino que lleuó el de Oranje con
su exér~ito hasta llegar y sitiar a Floren~ia. Y dize cómo
fue este campo sobre algunos lugares antes de llegar en
el territorio florentino, que estauan (siendo de la y gle-
sia) rreuelados al Papa, y quenta cómo en vno d'ellos,
f. 112 v. que fue Yspelo, mataron en la toma d'él al maestre I de
campo Juan de Urvina, al qual ensal~ todo lo possible,
y no sé por qué segund su pluma lo ha tratado antes.
Mas en fin, quenta que fue hombre de gran fama, 10

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CAPÍTULO XXIV I75

qual dize que no alcan~ó por nobleza de linage sino por


sus ualerosos hechos de la guerra, y después viene a tratar
de otros lugares que se tomaron y entre ellos quenta la
toma de Perossa, c¡:iudad prin~ipal y nombrada, y luégo
adelante va contando el camino del exér~ito, y cómo
a~ercándose más hazia tierra de Floren~ia, tomaron los
españoles a Cortona y a Arezo y a otros lugares, y cómo
en fin llegaron a Florenc¡:ia, y de c¡:ierta escaramu~a que
uva al assentar del campo sobre aquella nombrada ~iu­
dad, y cómo los de fuera no perdían el esperanc¡:a de ga-
nalla, ni los de dentro duda van del felic¡:e sub~esso.
y luégo vltimamente quenta todos los capitanes muy
despac¡:io que se hallaron en este c¡:erco con el prín~ipe, y
a todos los halló ytalianos, que no pone de otra na~ión
ninguno. y con esto da 7 a su libro rremate, y yo por
tal le tengo, porque primero que este rremate, se hizo
esta Ystoria para vendersse en almoneda, donde se suelen
rrematar todas las cossas; y no llamo venta la del libro,
porque eso por fuerc¡:a se a de hazer siendo ympresso, sino
la de su pretensión y adula~iones, a la tratanc¡:ia de las
quales es bien que vengamos. /
f. Il3 r. Y antes que ninguna otra cossa 8, comen~emos por el
comien~o que trata, qu'es 9 la venida del Emperador la
primera vez en Ytalia. Para lo qual dize que fue me-
nester qu'el Papa se conc¡:ertase primero con el Carlos l0,
en las quales palabras, y en otras que pone ~erca d'esto,
da a entender que sin este consentimiento no se pudiera
hazer el biage. Grande 11 engaño. Pero mucho mayor
lo que tras esto dize: que la causa porqu'el Summo Pon-
tífi~e se ligó con el Emperador e vino en querelle coro-
nar, fue porque le rrestituyese en el princ;:ipado de Flo-
ren~ia no sólo como primero lo tenía, pero haziéndole
particular señor de la Toscana a él y a sus deudos per-

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176 EL ANTIJOVlO

petuamente. Y tratando otra vez esto 12, digo que nadie


no 1 3 bastaua a estorbar el biaje entons:es en la tierra 14
al Enperador por vía de contraste e ympedimenros hu-
manos. Porque en Ytalia exérs:ito no avía 15 que lo ym-
pidiese 16 ; todos estavan 17 acabados en Nápoles, así el
campo frans:és como el pontifis:io y tanbién el florentín,
sin quedar allí cosa que diese desgusto, si no es en la
rribera de la mar dos o tres pla~as que de allí a poco
binieron a poder d'españoles. y estauan enton~es los de
aquellas pla~as tan fuera d'ellas, que más se podía dezir
estar en rrincones escondidos que no en lugares públicos.
y en Lonbardía asímesmo el fran~és ya estava rroto, con
la batalla cabe el Landriano, sin quedar en toda aquella
tierra sino vnos pocos d'esfors:ianos y otros tantos vene-
~ianos, que en biendo rroros a los fran~eses pasaron el
f. 113 v. rrÍo Ada y se bolbieron y 1 8 tor- / naron a sus términos.
De manera qu'en toda Ytalia (~érquese en rrededor toda
la mar d'ella y atrabiésense los montes que la dividen
de Alemania y de Frans:ia), no avía exér~ito formado,
ni honbre de armas fran~és, ni ynfante ~uy~o, que pu-
diese defender el paso, no digo al Carlos 19 pero a vn
prín~ipe qualquiera por particular que fuera. Ni tanpo-
ca el Papa de nuevo lo pudiera hazer, porque alliende
de no tener aparejo ni dinero para ello, por los grandes
gastos pasados y le faltava esta comodidad 20, le faltava
mnbién el tiempo, porque quando los vltimos fran~eses
fueron rrotos, se alIaba el Emperador a la lengua del
agua en Bar~elona. y avnque hubiera tiempo, no avía
por dónde pasase el exér~ito d'enemigos, como fuera es-
trangero y vbiera de venir de fuera, parte porque por
LonbardÍa, por donde hera el camino, estaba ella vito-
riosa y 21 llena de las hitorias españolas, y ningunos ene-
migos pudieran por ella pasar seguramente, espe~ial acu-

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CAPÍTllLO XXIV 177
diendo allí luégo, como acudió, el mesmo Carlos 22 con
el exérr;ito que d'España traya y que de Alemania tan-
vién le vino. Todo 10 qual se dize a propósito del des-
con~ierto del Jobio, al qual le pare~e que sin el consen-
timiento de Clemente, no pudiera el Carlos 23 pasar a
su jornada. De 10 qual saca otra conclusión tan falsa
como la primera: y es dezir qu' el Papa consintió en esta
venida (avnqu'estava ynjuriado del Emperador), por-
f. 114 r. que le rrestituyese a / Floren~ia. Y verdad es que en la
capitula~ión así se trató, pero si se prometió esto fue sin
ne~esidad ninguna qu'en el Emperador vbiese, sino so-
lamente vn querer agradar al Summo Pontífi~e y mos-
tralle por obras cómo las pasadas no avían sido hechas
por su mandado. Pero esto tanpoco no bastara para
mober al Emperador a oprimir a Floren~ia y for~alla a
mudar rregimiento, porque quedara dañada en tal caso
la- con~ien~ia del 24 que sienpre la tuvo tan linpia, como
es notorio que la tubo el Carlos 25. Pero júntese con esto
la rrazón que tuvo el Emperador para bolber la gouer-
na~ión de Floren~ia en otra forma de la que hasta allí
avía tenido, avido rrespeto a la rrevelión que contra él
los florentines avían hecho, no sólo para desechar de sí
el yugo ymperial (cosa harto perbersa), pero lo que más
es, para enbiar a Nápoles exér~ito para 26 ocupar las tie-
rras patrimoniales del mesmo 27 Emperador, aviendo
hecho antes qu'esto otras muchas gentilezas y rrebelio-
nes, dende que el año de veinte y vno comen~aron Es-
paña y Fran~ia a litigar sobre el ducado de Milán. Y está
a cargo del señor del feudo proveer de la más conbiniente
manera de gouerna~ión a los lugares del mesmo 28 feudo.
y así poco antes d'este tiempo, que fue el año de veynte
y seis, se avía mudado por mandado del Emperador d
rregirniento de Sena, vezina a Floren~ia, y quitádolo /

12

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EL ANTlJOVlO

f. 1I 4 v. a los Petru~ios, porque convenía así a la mesma cossa feu-


dal. y considerando todo esto y el conpla~imiento del
Papa (que no se puede negar que se tuvo tanbién quenta
muy prin~ipal a esto), y hechas sobr'ello más de dos con-
sultas para seguridad de la con~ien~ia (de las quales sé yo
que ninguna noti~ia tuvo el Jobio ), se determinó el Em-
perador que en la Toscana, parte del feudo ymperial
de y talia (sinenbargo de la bana libertad que de los
pasados emperadores pretenden, la qual ningún empe-
rador pudo por dona~ión ni venta con~eder a Floren~ia
en perjui~io del mesmo ymperio) estuviese sujeta 'él vn
solo señor para el dominio vril, quedando el direto y lo
que más él en esOO probeyese ~erca del Emperador. y con
quánta rrazón todo esto se hizo 29, más de propósito se
verá en los Anales, si ellos se vieren algún tiempo.
Agora en éste no tratemos más d'esta materia, si no
es en qu'es así qu'el Papa enbió a Bar~elona los ofre~i­
mientas qu'el Jobio dize, y el Emperador hizo asímesmo
los qu'están contados y se asentó y capitu16 (entre otras
cosas qu'en los Anales se berá) que los Médizis (dados
por rrebeldes por los florentines) fuesen rrestituydos en
sus casas y de sus pasados, y que aviendo de mudarse
(como en echo de verdad se mudó después) el rregi-
miento de Floren~ia, pornía allí por cabe~ y prín~ipe
d'ella Alejandro de Médizis, y lo casaría con Margarita,
f. IISt. su hija natural, como todo a la letra / se cunplió. Des-
pués de todo lo qual, y de hauer pasado ya el Empera-
dor en Ytalia, estando en Plasen~ia, dize el Jobio que
le tomava codi~ia al Emperador del estado de Milán, tan
grande, que pare~ía que le hazÍa titubear, poniendo en
duda si cunpliría lo capitulado ~erca de la paz de Yta-
lia. Dicho, ~ierto, de descon~ertado jui~io, porque ni la
hermosura de aquel estado, ni la ne~esidad d'él. que ~ierto

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CAPÍTULO XXIV 179

es grandísima (para el prín~ipe que qUlSlere tener ne-


. gqios en Ytalia y conseruar qualquier otro estado que
allí tuviese), no basta van ni bastaron a mudar al Empe-
rador su prop6sito. Esto 30 ya se bido y por esto no dize
vien. Lo que quiero dezir es 31 que ninguna cosa bast6
en esta vida a hazelle 32 estar tibio al Emperador en lo
que vna vez hubiese prometido. Lo qual ni sus amigos
ni enemigos, que tubo hartos de los vnos y de los otros,
lo pudieron jamás negar. y si supiera el Jobio o cayera
quántas vezes dio el Emperador este estado durante su
vida a pedimiento de los mesmos 33 amigos y enemigos
suyos que agora dezíamos. Con que si se pudiera dar
caso (que no puede) 34, avía de dar antes vn peda~o
d'España, si se pudiera hazer 35, no dixera lo que dize.
y no lo digo por las vezes que se prometi6 este estado
al rrey Fran~isco, quando quería el Emperador que los
hijos del vno y del otro se casasen; ni tanpoco 10 digo
por la vez que agora de aquí a poco tienpo 36 lo bolvi6
al duque Esfor~ia, sino antes de todo esto, y si no vbo
1. 115 v. hefeto esta dádiba que quento, fue / porque Fran-
~isco Esfor~ia en aquel tiempo no muri6 quando es-
tuvo muy 37 doliente, tan ~erca d'ello qu'estuvo sin S8
esperan~a de vida. y tanbién porque en aquel mes-
mo tiempo no se avía determinado el nego~io de su
rrebeli6n y esperábase lo vno a lo otro para que vbiese
hefecto el prometimiento hecho a pedimiento de ve-
ne~ianos y Papa en caso que qualquiera de los dichos
dos casos su~ediese. Pero es toda esta materia de Añales
y más prin~ipalmente de la cor6nica ynperial, y así se
puede hasta enton~es quedar esta cosa.
y 39 viniendo a las que más trata Paulo Jobio, digo
que del mesmo jaez es lo que luégo dize después d'esto,
que el Emperador se movía a dar la paz a Ytalia que

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180 EL ANTlJOVIO

tenía prometida y a rrestituir J Fran~isco Esfor~ia en S:.l


estado *sin enbargo de su título de amigo y duque*, mo-
bido para ello de la guerra que los turcos hazÍan en
Austria y del ~erco que renÍan puesto sobre Biena, ca-
be~a de aquel est'ado, no acordándose este ystoriador,
ya que quiso tomar este ofi~io 40, de la concordan~ia
de los tiempos, qu'es vna de las más ne~esarias partes
de la ystoria. Porqu'el turco entró por aquella probin·
~ia qu'el Jobio dize, y puso ~erco a la Viena qu'él quenta
a veinte y vno de setienbre, y se lebantó d'él bolbiendo
a su Costantinopla a diez y seis de otubre. y el Empe-
rador quando 41 partió de Plasen~ia, dond'estuvo dos
meses poco más o menos, no avía memoria de turco en
f. 116 r. A vstria ni en su vezina VngrÍa, de manera / que la paz,
que después en Volonia dio a Ytalia, que fue por el
prin~ipio del año siguiente de treinta, y el bolber el es-
tado de Milán a Fran~isco Esfor~ia, fue quando el mesmo
Enperador estaua trivruando en la mesma 42 Volonia,
hecho el 43 señor en hefeto y virtualmente de toda Yta-
lia, sin tener vn enemigo en ella, si no fuese en los co-
ra~ones dañados de algunos. y éstos yo sé que heran
pocos, a los quales ningunas buenas obras, con ser las
mayores qu'ellos pudieron desear, les pudieron ha~er 44
rronper su dureza, que no sé cómo ni por qué causa se
les avía entrado en las entrañas.
y como dixe en el sumario, después d'esto nuestro
autor salta al agua y quenta el desdichado caso de Rro-
drigo Portundo y de las galeras españolas que llevaba
a su cargo, y de 45 cómo Andrea Doria, quando lo supo,
tuvo grande enojo y codi~ia de vengar aquel daño. En
el quento de lo qual quenta 46 dos yerros notables: el
vno dezir que de aquella presa y despojos avidos en aque-
lla vitoria enbió Barbarroja a Costantinopla vn presente

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CAPÍTULO XXIV 181

al Gran Turco; lo qual es falsísimo, porque ni enton\=es


Barvarroja trataua con el turco, ni tenía ni pensava tener
con él que ver jamás, ni pensava tanpoco bolver en ningún
tiempo a levante, ni tener cosas ni nego\=io en la corte
de aquel gran señor, hasta que después pasaron algunos
años, quando se comen\=aron por nuestros pecados los
tratos para esto, que no fueron de tan poca ynportan-
\=ia ni trayan consigo tan poca dificultad, que no dudó
f. 1I6 v. harto Barbarroja d'ellos, / antes que concluyese su ne-
go\=io Y su asiento con Solimán señor de Turquía. Pero
todas éstas son cosas que se le pasaron al Jobio, como
otras muchas. y la segunda es dezir que por vengar a
Portundo bolbió aquel berano Andrea Doria haúa po-
niente; y no bolvió a eso, ni a cosa que tocase a esas
vengan\=as (dejado lo común, enemistad que avía entr'él
y cosarios hordinaria). A lo que bolvió es a cunplir el
mandato del Emperador, su nuevo amo y 4 7 señor, que
aviendo quedado la costa d'España va\=Ía de defensa ma-
rítima por causa de la pérdida de las galeras d'España,
le pares\=ió que volbiese su nuevo general de la mar a
guardar, lo que rrestava de aquel berano, aquella 48 rri-
vera española, mientras se probeya de nuevas galeras. y
así bolvió a este cunplimiento con grandes poderes y co-
misiones del Carlos 49, y de camino le pares\=ió acometer
a Sargel, o Cherchelo como él le llama, y su\=edió lo qu'él
quenta a la letra. y después de todo esto trata de la par-
tida del Carlos 50 de Plasen\=ia para Volonia: donde el
Papa lo estaua esperando. y dize que dexa de contar lo
de Biena, que en este tiempo acae\=ió, quando el turco la
tuvo sitiada, por pare\=erle que se leerá confusamente,
como quiera qu'es al contrario, que de contarse cada cossa
en su tiempo (como él lo haze) se sigue la confusión que
en su Ystoria se bee. y tanvién en lo que quenta de aque-

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EL ANTIJOVIO

Ha primer vista, qu'el Carlos ~1 y el Clemente se vieron


a la entrada de Bolonia, en\=ima del tablado (que para
f. II7 r. esto es- / tava públicamente hecho), qued6 engañado de
sus ojos, porque no como él lo quenta, qu'el Papa súbito
que vio al Enperador se le alegr6 el rrostro, porque otros
que miraron mejor en ello que no él, vieron claramente
que así como se fue el Carlos para el Summo Poncifi\=e
y se vieron, se le demudaron al vno y al otro los rrostros,
no con turva\=i6n muncha 5 2 ni con enpacho. y par~e que
no hera posible menos, aviendo pasado tan grandes ne-
gq:ios entre anbos; y aquello ase de at1"ibuir a vna 53 bir-
tud, que no a faltado fil6sofho moral que le diese nonbre
propio. Pero luégo tras aquello, que casi se puede dezir
momentáneo (porque si más durara aquel ynpedimiento
fuera defecto) 64 entr6 el alegría de anvos prín\=ipes 55 en
sus caras, y aquel desenpacho y fa\=ilidad con que 56 se
vieron y hablaron 57, quando el vno lleg6 \=erca del otro.
y desde la entrada de Volonia prosigue este nuestro avtor
la paz que luégo de allí a poco tienpo hizo con vene-
\=ianos y Fran\=isco Esfor\=ia, y de c6mo el Emperador
bolvi6 a este su estado de Lonbardía. En lo qual yo, \=ierto,
quisiera qu'el Jobio gastara más palabras de 58 vn echo
semejante; d6n que fue hecho a vn deseruidor que avía
sido suyo, y de vna cossa que le costaua 59 más de doze
millones de oro y más de \=ien milI honbres, y entr'ellos
balerosÍsimos y estimados capitanes y soldados, y perdo.
nándole sobre todo su rreveli6n, para que viese Ymlia y
el mundo si aspiraba el Carlos 00 a la monarchía, como
f. 117 \ . sus enemigos / 10 publicavan y lo ha\=Ían derramar entre
todas las na\=iones de la tierra.
y luégo se sigue en el Jobio las fiestas y juegos que
en Volonia se hi\=ieron, antes y después de la corona\=i6n
del Carlos 61 . La qual quenta muy particularmente, con-

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CAPÍTULO XXIV

tanda asímesmo 62 las personas que en ella se alIaron.


Después de lo qual rrebuelbe sobre Floren~ia, contan-
do 6 3 el sitio qu'el exér~ito ynperial le puso, que con 64
esto se acava este su libro. Pero todavía es menester, antes
que quede sitiada, de~ir dos palabras sobre otras tantas 65
que dize de pasada. y es la vna que muy de propósito da
a entender, pero no da sino dízelo claro 66, qu'el Papa de
buena gana perdonaba los florentines y al~ava la mano
del castigo y suj~ión, qu'el Emperador la avía prome-
tido en Var~elona, por medio del avispo de Vasona, con
que tornasen a rre~ebir los Médizis en su pueblo y les
dexasen su derecho de ~iudadano, y con otras livianas
condi~iones que ya están dichas en el epílogo d'estos ca-
pítulos. Lo qual es burla notoria, porque dende 67 qu'el
Papa Clemente se vida ynjuriado y burlado de sus ~iu­
dadanos, hechados sus parientes los Médizis de aquella
rrepública, y afirmó con el Emperador la suje~ión d'ella,
nunca se dessitió vn solo punto d'esta pretensión, y al
mesmo Clemente se le hazían por los florentines singu-
lares partidos, estando él en Volonia y antes d'esto en
Rroma; y para esto 68 se le envió a Fran~isco de Portinario
f. 118 r. y a otros, con diversas lega~ías y enbajadas, / hasta tra-
tallo los mesmos florentines particular y escondidamen-
te por medio de algunos cardenales, y alguno d'ellos pa-
riente del mesmo Summo Pontífi~e 69, y nunca aprouechó
nada. Verdad es qu'el Clemente sienpre pretendió qu'este
señorío de Floren~ia se alcan~ase con largo sitio, y no en
ninguna manera más 70 rrigurosamente con destruy~ión
y saco de la mesma 71 Floren~ia. Y esto comunicó con el
prín~ipe de Oranje, y vien secretamente tratado, porque
los soldados no entendiesen que avían de perder el es-
peran~a del saco, que hera la cossa más deseada d'ellos
enton~es que se podía ymaginar. Y avn estoy por dezir

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EL ANTIJOVlO

vna cossa, que no afirmo avnque tengo 72 yndic¡:ios har-


tos 73 d'ella: qu'el mesmo 74 Emperador se algara d'este
perdón 75, el qual faltando 76, no podía él hazer el suyo 77 .
Lo qual se parec¡:e más 78 claro porque después de ~ercada
Florenc¡:ia, vinieron los pobres florentines a ofrec¡:er al-
gunos partidos en que se yncluyan las cosas qu'el Jobio
quenta, y nunca les fueron admitidos. Así qu'el prínc¡:ipe
vino a ~ercar la ~iudad y a señorearse de la Toscana en
nonbre de su amo 79, y de camino, como nuestro autor lo
quenta 0, fue tomada Perossa, qu'estava rrebelada a la
y glesia, siendo del patrimonio d'ella, y otros pueblos del
mesmo estado que sentían lo mesmo, y entr'ellos fue
Hispelo, en la toma del qual haz e min~ión el Paulo que
fue muerto el maestre de campo y capitán Juan de Or-
bina de vna herida de arcavuz, al qual alava de honbre
f. 11 S 1". muy / de guerra, aviéndolo desalabado (a costa de su
conc¡:ien~ia) otras vezes harto en estremo 1. Y dize que
el lugar qu 'en la milic¡:ia tenía lo avía alcan~ado por sus
esforc¡:ados hechos y no por noble~a de linage, dando a
entender claramente que le falta al de Vrbina esta ca-
lidad . y es falso porque, avnque pobre (digo su ac¡:en-
dencria), pero 82 de casta noble, y de hijosdalgo tan cono-
c¡:idos por tales en aquel pedazo de montaña que les cupo
por morada, como el mesmo 3 Jobio y qualquier otro
hijodalgo ytaliano. y deviera d'estar vien ~ertificado de
lo qu'escrevía, antes que quitara ni pusiera noblec¡:as co-
mo le paresc¡:ió en su Ystan·a.
A la qual tornando 84, digo que después qu'el exér~ito
entró por la Toscana, aviendo tomado los lugares y pue-
blos que ya están contados, se ac¡:ercó todo el campo ~ a
Florenc¡:ia. y dexó de contar, como suele nuestro avispo G,
la cautela de guerra de los florentin es, qu'en este artículo
tuvieron, la qual avnque cautela, no e T de culpar sino

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CAPÍTULO XXIV r8s

de alavar, ofre~iendo enton~es vnos partidos fingidos


como después los ofre~ieron verdaderos, para qu'el cam-
po se viniese deteniendo, y haziendo jornadas adrede
perezossas, para que en diez o doze días que supieron
sutilmente granjear por esta vía, se pudiesen mejor pro-
beer de lo ne~esario, así de vastimentos como en forcifi··
car mejor su ~iudad. y al fin llegó el campo al sitio flo-
f.lIg r. rentino (avnqu'el Jobio no lo pone), a diez e seis / de
setiembre del año passado 88 de quinientos y veinte y nue-
ve, y así allegado le 89 pare~ió a nuestro autor de contar no
todos los coroneles y capitanes qu'en este ~erco se alla-
ron en particular, y así pone aquÍ 91 vn grande número
d'ellos, pero todos ytalianos, porque de 92 las ocras na-
~iones, española y alemana, no le pares~ió a él que hera
de hazer caso de sus superiores 93, ni que se puede 94 con-
tar por gente; sino 95 que vastaba dezir a bulto (como lo
dixo), que abría en el campo seis milI españoles y ale-
manes, así a bulto y a carga ~errada 96. Lo qual prometo
de hazer al rrevés en los Anales, y de no pagalle 97 en la
mesma moneda.
y acabado el Jobio de sitiar a Floren~ia, dize que ni
el prín~ipe de Oranje perdía la esperan~a de ganar la
~iudad, ni Malatesta Vallón (éste hera el superior 98 prin-
~ipal, capitán de los florentines, y tenía buena guarni~ión
de gente de guerra dentro) de defender la ~iudad, y que
abría buen su~eso en esta defensa. y ésta es cosa del al-
java de las pasadas, porque si no se tubiera considera~ión a
lo prin~ipal que sienpre el Clemente pretendió, de que
no se diese a saco Floren~ia, viera claro el ovispo Paulo 99
quán de poco momento hera el misterio de haver estado
~ercada aquella ~iudad los meses que lo estuvo. Porque
venido después el segundo campo d'españoles y alema-
nes, los vnos y los otros visoños, los vnos con don Pero

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186 EL ANTIJOVIO

Vélez de Guevara, y los otros con el duque Félix de Vi-


tenverga, juntados con estotros alemanes y españoles plá-
ticos (como después vinieron y se juntaron), no ay que
f. II9 v. dudar / (según buen jui~io 100 de guerra, no sé yo el que
en esto será el de Nochera) 10\ srn6 que fuera muy fá~il,
a lo menos no muy difí~il102, el entrar por fuer~a de
armas en la tierra después de vatida y dada la vatalla y
saquealla. Pero túvose sienpre esta quenta encubierta
(y no mucho), de que aquel pueblo no pade~iese aques-
ta vltima calamidad. Porqu'el Papa para la firmeza del
señorío toscano qu'esperava, pretendía no quedar abo-
rre~ido para siempre de sus naturales, avnque lo quedó
después harto, y tanro quanto se puede encare~er . Pero
Floren~ia se quede agora rrezién ~ercada, que quando
fuere tiempo, nuestro Jobio y yo que voy en sus alcan~es,
sabremos rrebolber sobr'ella.

1 Add.: donde se da razón de las fallas que sobre esto se contie-

nen en la Histona del Jovio. - 2 Del.: o de lo contrario. - 8 Del.: fal-


tarme a mí. - 4 Del.: los. _ 5 Mut.: el canto llano d'estos: estos: _ 6 Mut.:
las. - 7 Add.: conclusión. - 8 Dd.: rremate y yo por tal ... (fol. ant.). -
9 Mut.: comien¡¡:o que trata qu'es: principio en que trata de. _ 10 Mut.:
Emperador. - 11 Mut.: gran. - 1.2 Del.: y tratando ... _ 18 Del.: no. _
14 Del.: en la tierra. - 15 Transp.: no avía exér¡¡:ito. _ 16 Add.: porque. _
17 Mut.: eran. - 18 Del.: bolbieron y. _ 19 Ml<t.: Emperador. _ 20 Del. :
y le faltava ... - 21 Del.: vitoriosa y. - 22 Mut.: Emperador. _ 28 Mut.:
Emperador. - 24 Add.: Emperador. - 25 Del.: que la tubo el Carlos. _
26 Mut.: que ayudase a. - 27 Del.: mesmo. - 28 Del.: mesmo. _ 29 Transp.:
se hizo todo esto.• 80 Mllt.: como. - 81 Mut.: y por esto ... : Es cierto. -

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CAPÍTULO XXIV r87
32 Mut.: hazer. _ 33 Del.: mesmos. _ 34 Del.: dar caso .. . _ 3:; Del.: si
se pudiera hazer. - 36 Del.: agora de aquÍ ... _ 37 Mut.: tan. _ 38 Mut.:
tan ~erca d'ello ... : que no tenía. - 39 Mut.: pues. - 40 Del.: ya que
quiso ... - 41 Y,·ansp.: quando el Emperador. _ 42 Del.: mesma. _ 43
Del.: el. - 44 Mut.: les pudieron ha~er: pudieron. _ 45 Del.: de. _ 46
Mut.: ay. - 47 Del.: amo y. _ 48 Mut.: la. _ 49 Mut.: Emperador. _ 50
Mut.: Emperador. - 51 Mut.: qu'el Carlos: quando el Emperador. _ 6~
Yransp.: mucha turva~i6n. - 53 Mut.: y aquello ase ... : lo qual se
deve atribuir a cierta. - 54 Del.: que no a faltado ... - 55 Del.: de
anvos prín~ipes. - 56 Del.: aquel desenpacho ... _ 57 Add.: con mucha
facilidad y desenboltura. - 58 Mut.: gastara más palabras de: se de-
tuviera más y encareciera. - 59 Mut.: d6n que fue hecho . .. : assÍ en
respeto de quien lo recebÍa que era vn vassallo deservidor ... que le
avía costado. - 6,0 Mut.: Emperador. _ 61 Mut.: Emperador. _ 62 Mut.:
contando asÍmesmo: nombrando. - 63 Mut.: escriviendo. - 64 Mut.: que
con: y. - 65 Mut.: otras tantas: lo. - 66 Del.: y es la vna ... _ 67 Mut.:
desde. - 68 Mut.: lo qual. _ 69 Mut.: mesmo ... : Papa Clemente. _ 70
Del: en ninguna manera más. - 71 Del.: la mesma. - 72 Add.: muchos. -
73 Del.: hartos. _ 74 Del.: mesmo. _ 75 Add.: sin. _ 76 Del.: faltando. _
77 Mut: hazer el suyo: perdonarlos. _ 78 Del.: más. - 79 Mut.: de su
amo: del Emperador. - 80 Mut.: lo quenta: dize. - 81 Del.: harto en
es tremo. - 82 Mut.: avnque pobre ... : era. _ 83 Del.: mesmo. _ 4 Mut.:
a la qual tornando: Pues. - 85 Mut.: aviendo tomado ... : acercándose. -
86 Mut.: Jovio. - 87 Mut.: tuvieron la qua!. .. : no son. - 88 Del.: passa-
do. - 89 Del.: y así allegado le. - 90 Add.: aquí. - 91 Del.: aquí. _ 92 Add.:
los superiores de. - 93 Del.: de sus superiores. - 94 Mut.: devÍa. 95
Mut.: mas. - 96 Del.: así a bulto y a carga ~errada. - 97 Mut.: le pagar. -
98 Add.: y. _ 99 Mut.: ovispo Paulo: Jovio. - 100 Add.: en las cosas. -
101 Del.: no sé yo el que ... - 102 Del.: a lo menos ... -

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CAPITULO BEINTE Y <';INCO

De lo que pasó después de la vatalla de Mogazo, donde el rrey


Luis fue muerto y los vngaros ben<¡:idos, y de los pretenso-
res que hubo al rreyno de Vngría, espe<¡:ialmente Jhoan y
Hernando; el vno archiduque de Austria, y el otro Bay-
boda de la Trassilbania; y de las cosas que <¡:erca desto pa-
saron, y de la segunda benida del Gran Turco sobre Vn-
gría, y de cómo pasó A vstria y puso <¡:erco a Biena, y sin
podella tomar, se bolbió a Costantinopla 1.

Bálame Dios, en qué gran trabajo me he metido, en


venir a las manos con este honbre; porque de diestro me
haze cada hora caer y volber la cara atrás, sin dejarme
descansar, c;:ercándome todo al rrededor como acometido
por todas partes. Que henos aquí bueltos 1:1 cara atrás
con nuestra ystoria, y hallándonos con ella 2 en el año de
treynta. En este libro veinte y ocho que agora entra 3, los
catorze capítulos primeros d'él gasta -l en lo que pasó el
año de veinte y seis y veinte y siete y veinte y ocho y vein-
f. 120 r. te / y nueve, qu'es 5 las cosas de V ngría y del turco su
émulo, dende 6 la muerte del rrey Ludivico de allí, que
ya se a 7 contado, hasta que fauorec;:iendo a Juan Sepus
(que más comúnmente fue conoc;:ido por Bayvoda de la
Trasilvarua) c;:ercó a Biena y le hizo yntruso del rreyno
de Vngría o de gran parte d'él. En todo el qual número
de capítulos dize cómo el Gran Turco Solimán, después
de la va talla de Mongazo, hizo gran burla de los que se

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CAPÍTULO XXV

la avían dado, y cómo le truxeron sus baxás siete cave<;as


de perlados delante, que todos avían muerto en aquella
vatalla, y que las pusieron en vnas gradas de madera por
su horden y calidad, y qu'e1 turco comen<;ó mirando cada
cave<;a, dezir de cada vna el oprovio que le pare<;ió según
la vida y condi<;ión de cada perlado, llamando al d'Es-
trigonia avariento, y a Tomorreo temerario y loco, y así
por es~a horden a todos los demás, 10 que según su pa-
re<;er les convenía. y que demás d'esto, los vaxás y otros
turcos prin<;ipa1es, dezían contra las mesmas cave<;as
muchas cosas, haziendo burla y dándose con la mano en
los pechos, y diziendo (mirando aquellos muertos) mu-
chos escarnios. y que demás d'esto, el Solimán fue a
Buda y entró en ella sin rresisten<;ia, en cuya comarca es-
tuvo algunos dfas haziendo correr la tierra, de adonde
llevó más de <;iento y <;inquenta mill ánimas cautivas. Y
f. 120 v. que echo esto, y llevadas <;iertas co1unas / que halló en
aquel pueblo y hartillería, se volbió a Costantinop1a. y
dize después, cómo dende algunos días pasada la vatalla,
vino el Bayvoda Juan Sepus con la gente de guerra de
aquella probin<;ia, y hallando el rrey muerto, y la tierra
destruyda, y al turco buelto a Costantinopla. que pre-
tendió de los vngaros que le eligiesen por rrey, y que
sobr'ello les hizo <;ierto rra<;onamiento qu'é1 pone en esta
su Ystoria.
y dize más, que le fue fá<;il persuadir esto a los de
aquella su na<;ión, porqu'Estéfano Vator, prin<;ipal per-
sona de Vngría, estava ausente en la corte del ynfante
don Hernando, archiduque de Austria, qu'est-ava enton-
<;es en Boemia ocupado en juntar cortes de aquel voemio 8
rreyno. y que los vngaros, después de hauer hallado a su
muerto rrey, y hec ' hose 9 como convel1la, •
sus oseqmas, se
juntaron a cortes y eligieron por rrey a este Vayboda. Y

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19° EL ANTlJOVIO

luégo quenta cómo fue coronado, y los ofí~ios que dio,


y tras esto !:rata cómo, savido por este nuevo rrey qu'el
archiduque don Fernando avía sido elepto por rrey de
Boemia y que pretendía sello tanvíén de Vngría, que
trauajó de dar fuer~as a esta su nueva dignidad. y dize
asÍmesmo luégo el derecho y causa por donde el don
Hernando pretendía a Vngría (avnque lo pone brebe y
confusamente, que siendo derecho lo puso harto tuerto),
y luégo más avajo pornemos las palabras formales que
dize a~erca d'este derecho 10 . Y demás ¿'esto dize,
f. 121 r. qu'entre / los mesmos 11 vngaros avía algunos que fa-
uore~ían al mesmo 12 archiduque, así por enbidía como
por otras caussas de enemistad y malqueren~ia que tenían
con el Bayvoda. Y en fin, quenta cómo el mesmo 13 ar-
chiduque y rrey de Boemia se yntituló tanvién de rrey
de Vngría, y fue con mucha gente de guerra contra su
enemigo, el qual no le osó esperar en Buda, pero el 14
Hernando, siguiéndolo 15 sienpre, lo alcan~ó cabe vn
castillo llamado Tocayo, y dándose vatalla los vnos a los
otros, los del rrey Juan (o por mejor dezir los del Bay-
voda) fueron venc¡:idos, perdida su artillería y vanderas,
y el mesmo 16 Juan Sepus huyendo s'escapó en los con-
fines de Polonia. Y así el rrey don Fernando s'entregó
pa~íficamente de Buda y de toda VngrÍa, y se coronó en
Alba Rreal.
y luégo después de aquesto, quenta cómo estando el
Bayvoda huído en Polonia, fue hospedado y acari~iado
de Gerónimo Lasco, polaco y varón famoso en aquel
rreyno, así por su linage como por sus le!:ras, de lo qual
no le pesava al rrey Sigismundo de Polonia, y pasaua por
ello, pero con disimulac¡:ión, por no ofender en público a
la vnión de parentesco qu'entre anvos rreyes avía, avnque
tanvién el mesmo 17 Sigismundo avía sido otra vez ca-

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CA PÍT U LO XXV

sado con hermana del Juan Sepus. y en fin, dize cómo


el Lasco y su güésped acordaron, viendo que no avía otro
rremedio, de pedir ayuda para rrecobrar el rreyno per-
E. 121 v. dido al / Gran Turco, haziéndose el mesmo 1 8 Juan y su
rreyno de Vngría (si lo rrecuperase) tributario aquel
ynfiel. y que se acordó entre anvos qu'el mesmo Lasco
fuese con esta nego~ia~ión a Costantinopla, y que fue y
que hizo su envaxada, y que mediante el fauor de algu-
nos baxaes, alcan~ó de aquel bárbaro lo que se pretendía,
y que bol viese con exér~ito para rrestituir al despojado
en el rreyno. y dize asÍmesmo 19, cómo savido por el
rrey don Fernando que su contrario avía enbiado enva-
jador al turco, enbió él asímesmo 20 a vn Juan Oberdans-
co, y que propuesta asímesmo 21 su lega~ía no tuvo he-
fecto, porqu'el Solimán pretendió tomar la otra parte en
su prote~ión y anparo, y que antes rrespondió malas pa-
labras al envajador 22, que rrefiriendo los títulos que su
amo tenía a Vngría, es llamado 23 atrevido en envialle
envajador, después de hauer mobido guerra en Vngría,
aviéndolo de hazer antes que la moviese. Y que los tí-
tulos y derecho con que la ha~ía, todos avían quedado
vanos y sin fuer~a por el derecho de la guerra, quando
él ganó aquella probin~ia muriendo en la vatalla el rrey
d'ella.
y trata asímesmo 24. luégo d 'esta guerra, y de cómo
aquel gran bárbaro con dozientos milI honbres de gue-
rra bolvi6 a Vngría, y cómo el rrey Juan le vino a ver
y vesar la mano, y a ofre~erse por su vasallo (como lo
hizo), y luégo dize cómo el prin~ipal de todo el exér~ito
f. 122 r. del turco hera Abrahín su priuado, y d'éste lo hera / vn
christiano que allí venía, llamado Luis Griti, na~ido en
Costantinopla pero de orijen vene~iano, porque hera hijo
de Andrea Griti, duque a la sa~ón de Vene~ia, que pri-

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EL ANTlJOVIO

mero siendo envaxador de aquella señoría, le avía na~ido


en Costantinop1a este hijo, y dexádo1e allí con su ma-
dre quando se bolvió a su rrepública. Del qual quenta
tantas alavan~as como aquí pone, y en la verdad con rra-
zón y a buen tiempo, biniendo con vn exér~ito 25 maho-
metanos y tales, por persona prins:ipal entr' ellos, para
contra christianos. y luégo adelante prosiguiendo esta
materia, describe 26 nuestro autor después de ganada sin
defensa ninguna, por el turco, Vngría, y rrestituyendo
en ella al Juan Bayvoda, el camino que hizo aquel yn-
fiel con sus ynfieles hasta llegar a la prouin~ia de A vs-
tria, y poner s:erco a Viena cave~a d'ella, y pone asímesmo
la horden del alojamiento y ~erco a los qu'estavan dentro
a la defensa de la ~iudad, y los que quenta son todos ale-
manes; digo, los superiores, y lo mesmo los soldados,
cuyo número pone de veynte mill honbres. y dize así-
mesmo cómo el turco puso este ~erco ~erca de los treze
de setienbre, y luégo quenta muy en particular todos los
asaltos, y vatallas, y aconte~imientos que pa~aron de los
de fuera a los de dentro. Entre las otras cosas dize cómo
dos españoles, vno llamado Avalas y otro Aguilera, hi-
zieron a buen propósito subir vna media culibrina a vna
parte del muro, con la qual hazÍan algún daño en las
tiendas de los turcos, y después quenta cómo aviendo po-
dido tomar el Solimán a Viena, levantó el sitio y se bol- I
f. 122 v. bió a Vngría, donde como está dicho, dexó hecho rrey
al Bayboda, devajo de su basallaje y tributo, y de Vngría
se bolbió antes qu entrasen los fríos del ynbierno a Cos-
tantinopla.
y agora que hemos dicho la sustan~ia, digamos la
poca que tiene 27 muchas d'estas cosas que e dicho. Quan-
to a lo primero, aquello que quenta de hauer puesto las
caues:as de los perlados y grandes señores que fueron

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CAPÍTULO XXV 193
muertos en la va talla con su rrey, delante la persona de
Solimán, sus baxaes, cada vna en su grado y grada por su
horden, y qu'el turco dixo a cada vna su plática particu-
lar, y que los bajaes les hablavan como bibos, haziendo
burla de su jornada, y dándose con las manos en los pe-
chos, diziéndoles palabras d' escarnio, ello lo es tratar se-
mejante cosa el avispo, y 28 son cosas ymaginadas de su
cave~a, como de la de Medusa. Y 29 pare~iéndole a él
que con aquesto adornava 30 la crueldad bárvara, quiso
hazer este entremés en su Ystoria. Porque ni aquel gran
señor ni los suyos 3\ avnque tienen por costunbre llevar
las cavezas muchas vezes a Costantinopla, y prin~ipal­
mente las de .personas prin~ipales para ostenta~ión de su
vitoria, pero 32 esto es quando el señor no se alIó en la
vatalla, porque hallándose, el mesmo hecho basta por
muestra, sin llevalle otra de su ven~imiento 33; pero en
ningún caso, avnque quiten estas cave~as a los muertos,
jamás se les dize 34 esos oprovios. Y avnque se les dixese,
no tan con~ertadamente ni dando a cada vno su epíteto
y nonbre, ni haziendo d'ello vn avto tan particular y tan
f. 123 r. con~ertado, qu'es gran / descon~ierto del entendimiento
creello. Mayormente de vn bárbaro y 35 várbaros que nos
tienen en tan poco, y enton~es muy en menos 36, que pa-
sada la vitoría entiendo que no se les acordó más de los
muertos que de los bivos. y ya que hi~iesen alguna burla,
sería en general por hauerse atrevido a dalles la batalla,
pero no detrendiendo a las particularidades con que el
Jobio le pare trió ynchyr su Ystoria. Ni creo a mi juitrio
que ay gente en lo criado, por várbara que sea, que avn-
que se atrevan a mirar a los que han muerto y hazer
burla d'ellos, y otras cosas semejantes, pero no con hor-
den y contrierto espe~ial, ablándoles y haziendo aquellos
avtos como en farsa, ni a que a tánto llegue la crueldad y

13
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EL ANTIJOVIO

varbarismo. Porque Dios quiso qu'éstos, y todos los demás


oprobios invsitados, quedasen rreservados para que se hi-
~iesen a sólo su hijo natural, Jesuchristo Nuestro Señor,
quando de los judíos en su pasión fue antes y después
de su muerte escarne~ido por tantas maneras como nues-
tra fee y evangelio quenta. y pare~e congrua cossa con-
siderar qu'este género d'escarnio, después ya de la muerte,
teniendo presente al muerto, no aconte~iese a otrie sino a
quien estavan amontonados rodas y guardados, para con
que nos rredimiese y con su muerte alcanzásemos la vida
eterna, si por nuestros deméritos no la perdiésemos 37.
Después de lo qual nuestro nobocomense Ionbardo 38
trata de la ele~ión que hizieron los vngaros en el Bay-
voda Juan Sepus, que avnqu'él no lo dize, hera tanvién
cande de Jazigo, lo qual quenta 39 todo al rrevés de como
f. 123 v. pasó, o a lo menos / con tantas faltas y menguas, que
hazen que sea lo que digo, porque dexa de dezÍr
tantas cosas y no ~ircunstan~ias, sino prin~ipales, que
en esto pasaron, que no las puedo yo contar todas.
Espe~ia1mente dexa de tratar de los otros pretensores que
vbo al mesmo rreyno, que fueron otros grandes señores
y rreyes camarcanos. Y quedósele tanvién en el tintero
los rrequerimientos y avtos que nuestro ynfante don Her-
nando envió a hazer, y la capia que se le dio, y la solene
envajada que envió Sigismundo, rrey de Polonia, con su
chanziller Christófaro Schydlovietz, y dexa tanvién
otras muchas cosas, que avnque tuviera tiempo y lugar
para escribillas, mis Anales me fueran a la mano en ello,
para los quales se rreserva todo esto, y avn las faltas tan-
bién de lo que adelante dize, qu'estando el Bayvoda
añadiendo fuer~as a su nueva dignidad, supo qu'el ynfan-
te don Hernando que avía sido electo por rrey de Voe-
mia pretendía tanbién sello de Vngría, qu'esto es bolver

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CAPÍTULO XXV 195
la cave~ de la ystoria avajo y los pies d'ella 40 arriba.
Porqu'es ansÍ, que antes qu'el 41 Fernando se partiese
de Avstria, que fue a diez e seis de henero del año de
veynre y siete para Vohemia, donde fue coronado con
la rreyna su muger en fin del mes siguiente, supo ya el
Juan, y no hera menester sabello qu'el pandero se lo
de~ía claro 42, la pretensión y el derecho qu'el 43 Fernan-
do tenía a Vngría. y en este paso pasa él por la cautela
qu'en esto tuvo el Bayvoda y sus sequa~es 44., para ase-
gurar / al archiduque, y las otras cosas que en este aro
tículo pasaron, con qu'el mesmo archiduque quedó ase-
gurado y hizo su jornada de Voemia.
Pero lo más malo y peruerso que quenta de todo lo
tocante a Vngría, es el fundamento que pone cel derecho
qu'el ynfante tenía aquel rreyno. Porque dize qu'este de-
recho se probaua por la antigua diferen~ia que vbo entre
Matía Corvino, rrey de Vngría y el Emperador Federico,
bisagüelo del Fernando, la qual tomaba prin~ipio de que
Vladislao fue en Boemia muerto con pon~oña, según se
dezía, el día de su desposorio, por amvi~ión y maldad
de Jorge Pojibra~io, el qual pretendía hazerse rrey de
Voemia y se al~ó con aquel rreyno. En las quales pala-
bras, si quiso dezir, como lo suena en latín y la trasla-
~ión que yo sigo lo mesmo, que por horden del Empe-
rador Federico, bisagüelo del Hernando archiduque, fue
muerto en Praga, cave~a de Boemia, donde ello aconte-
~ió, el rrey Ladislao de V ngría, sería maldad no de avis-
po sino de ynfierno, nunca vista ni oyda otra semejante;
porque era aver puesto la lengua en la más bendita
criatura que en la casa de A vstria (con aver sido todos
los d'ella por la mayor parte d'esta tra~a) jamás se vida.
Mas con todo, me acuerdo aora que vbo en ella el ma-
rido de la rreyna doña JU:llla nuestra señora, don Felipe

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EL ANTIJOVIO

rrey de Castilla, y avn qui~á me acuerdo de otro del mes-


mo nonbre que conviene agora callar; y la causa porque
lo callo plega a Dios que me dure a mí, y a todos los es-
critores presentes y su~esores de mi condi~ión, grande
f. 124 v. multitud de años. Pero / tornando al Emperador Fede-
rico, que llamaron por su bondad y birtud, o por el
mucho número de lo vno y de lo otro el Sancto Prín~i­
pe de la Paz, ymaginémoslo no d'esta suerte, sino todo
al contrario. A qué propósito avía de matar a Ladislao
con yeruas, quando rreynava, pues lo tuvo en su poder y
se entregó d'él desde que vbo quatro meses hasta que
hubo cator~e años, que salido de la tutela, y avn poco
antes que saliese, lo entregó a los vngaros para que rrey-
nase entr'ellos. Y el Emperador lo crió, podemos dezir,
a sus pechos, y por no entregallo antes de tiempo ni in-
consideradamente, padezió diversidad de molestias y gue-
rras y trauajos. De manera que quiero dezir, que si Fe-
derico quisiera matar con tan rruyn género de muerte a
Ladislao, ciempo tubo harto para ello, sin que se sintiese
ni se pudiese sentir, y sin aguardar a qu'el mozo fuese
honbre y estuviese rreynando en V ngrÍa y en Boemia, y
en la bÍspera de sus bodas qu'estaua para contraer, con
la hija del rrey de Fran~ia en la ~iudad de Praga. Trato
en caso que aya muerto de pon~oña, qu'esto no se puede
afirmar más de la sospecha que los escritores de aquel
tiempo nos dexaron puesta, qu'el que d'ellos más se atre-
vió fue ponella en vn Jorge Pograbra~io, que aviendo
sido gouernador, se hizo luégo elegir por rrey de Boe-
mía, por aver muerto el verdadero, así arrebatadamente,
en solas treynta y l'res oras avnque bien pudo ser averlo
f. 125 r. causado la pestilen~ia, de la qual andaua / enton~es en
aquella tierra.
Pero pongamos este neg~io en más fuertes términos,

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CAPÍTULO XXV

y qu'el Federico lo quisiera mandar hazer; pregunto:


¿ de qué seruía o qué derecho le pare~e al Jobio que se
le adquería, por muerte de Ladislao, al Federico en Vn-
gría? Pues sepa que ninguno se le adquirió, avnqu'él
con otros avtores e hartos, les pare~e que de aquella
muerte se siguió tener la casa de Austria derecho a la
de Vngría, no acordándose que Ladislao el muerto hera
hijo de Alberto, prÍn~ipe avstríaco y quinto d'este non-
bre en aquella casa, primo segundo del Federico. Fue
casado con Ysavel, del qual matrimonio na~ió el Ladis-
lao, muerto en Praga, los quales marido y muger, avn-
que fueron rreyes de V ngría por el~ión y falta de su-
~esión, pero hera la y sauel, por cuya cabe~a el negos;io
vngaro yba, hija de Bárbara, muger segunda del Em-
perador Sigismundo, tanvién prÍll~ipe austrial, y no de
la María, su muger primera, que hera la original rreyna
de Vngría y por cuya cabe~a el mesmo Emperador Si-
gismundo avía sido rrey de aquella probin~ia. y así el
Federico y su Austria, por otro derecho más alto y menos
entendido d'escritores, lo tenía al rreyno de los vngaros,
sin que hiziese para ello al caso la vida ni la muerte
del pobre mos;o Ladislao. En la qual muerte, tratar de
poner culpa al Federico, sería sólo vnico en el mundo
el obispo de Nochera el que lo hi~iese y vbiese dexado
escrito. Pero para dezir la verdad, quitado que suena
mal la letra (o yo de torpe la hago sonar así), no en-
tiendo ni creo que tal le pasó por la ymagina~ión en su
f. v.
125
ynten~ión al Jobio, porque aliende del disparate / y crue-
za fuera cosa de grande sinpropósito. y por esto en este
paso, salua el autoridad del traslador en pos de quien
boy, con aver a~ertado en su trasla~ión tan vi en y aben-
tajadamente, qu'es vna de las cosas qu'e visto mejor tras-
ladadas de lat'Íll en rroman~e, se declaró mejor en este

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EL ANTIJOVIO

punto el otro segundo trasladador valen~iano, y quitó


a mi jui~io más bien el escrúpulo que d'esto se podía
siguir al crédito y honrra de nuestro autor 45.
y bolbiendo al derecho que tratáuamos agora 46 que
tenía el archiduque don Fernando, ya rrey de Voemia,
al rreyno de Vngría, no es tanpoco el que an creído 47
algunos modernos ystoriadores, en espe~ial españoles,
que 48 lo an fundado sobre el con~ierto que hizo el Em-
perador ynvitísimo 49 Magimiliano 50 con el otro segun-
do Ladislao, hijo segundo de Casimiro, rrey de Polonia,
que después de la muerte de Jorge Pogiabra~io y de
Matía Corvino, éste rrey de V ngría y el otro de Boemia,
lo fue d'entranvos rreynos. El qual Ladislao fue padre
d'este Luis que agora murió en la vatalla, con el qua1 51
se con~ertó que, a falta de su~esión, entrase en la de
Vngría el Maximiliano y la suya porqu'esto 52 no se pudo
hazer en perjui~io de otro que tubiese derecho al mesmo
rreyno, y que según las constitu~iones vngaras fuese lla-
mado en aquel mayorazgo. y por eso el derecho más
asentado, a lo menos más bulgar y más carretero 53, por
donde el 54 rrey don Fernando le pertene~ía a 55 Vngría,
hera por ser casado con hermana del mesmo Ludivico
muerto en la vatalla, que hera la rreyna Ana, muger
del Fernando. Y es cosa de no 56 hazer caso, pensar
f. 1 26 r. como 57 algunos / lo eren, que son 5 las henbras ynca-
pa~es de la su~esión de aquel rreyno, porque no se puede
negar av ello ellas heredado muchas ve~es, como por las
ystorias pare~e. Y según ellas María, hija del rrey Es-
tevan, el quarto de aqueste nombre, que fue casada con
el Carlos, segundo de aquel apellido, rrey de Nápoles,
heredó aquel rreyno; y Carlos Martel su hijo, y su nieto
Carla Vnverto, después de hauerse muerto la su~esión
viril y venido a parar a estotra femínea, por cave~a de

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CAPÍTULO XXV

su madre y agüela María, y avn tanbién con este mesmo


Carla Vnberto, como está dicho, abiendo heredado por
cab~a de su agüela, truxo contienda sobre el mesmo
rreyno V n~eslao, rrey de Voemia, pretendiendo que su
muger Ana, avnque henbra, hera ligítima su~esora de
Vngría. y andando después el tiempo más adelante, Lu-
divico, hijo del Carla Vnverto, dexó vna sola hija lla-
mada María, que los vngaros llamavan el rrey María,
que de punta en blanco 59 heredó aquella probineria. y
este rreyno mesmo se le dio en dote con ella a Sigismundo,
hijo segundo del Emperador Carlos, quarto rrey de
Voemia, que tanvién el mesmo Sigismundo fue después
Emperador, y por caveera de su muger fue rrey de Vngría,
como está dicho, e Ysauel, hija d'este mesmo Sigismundo
(como agora acavamos de dezir), con no ser hija d'esta
María, qu'es harto más rr~io, sino de otra su segunda
muger, después de la otra muerta, vbo el mesmo rreyno
f. 126 v.
de Vngría, y ni más ni menos su marido / Alverto de
Avstria que tanvién fue emperador.
Así qu'es cosa muy sin duda y que en ningún enten-
dimiento, por flaco que sea, la puede hauer (como esté
algo diestro en las cosas vngaras), qu' el rreyno de V ngría
lo heredan mugeres a falta de varón; y si no es sólo el
de Franería (con tanvién negar esto los yngleses), no sé
otro que aya en la christiandad al qual las henbras no
sean admitidas. y según esto, está ·muy claro el rrey don
Fernando, por caueera de su muger Ana, muerto el her-
mano Luis, que quedaron marido y muger rreyes de
Vngría. Avnque otro, si no mayor, a lo menos tan buen
derecho tienen los príneripes avstriales 60, y por el consi-
guiente el mesmo 61 Fernando lo tenía al mesmo 6 2 rreyno
de Vngría, y éste agora 63 lo acavé de apuntar, y los
Anales no lo ternán guardado hasta su tiempo. En esto

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200 EL ANTIJOVIO

lo que ay que dezir es qu'el rrey don Fernando, luégo


que murió el rrey Luis su cuñado, envió a declarar su
derecho a los vngaros y ellos lo tuvieron por bien noto-
rio, si las mañas de Juan Sepus no lo estorbaran. Entre
las quales fue vna enbiar a Estéfano Bator a Boemia, a
significar al Hernando quán llano estava lo de Vngría,
para que avsente él, lo que presente no se pudiera hazer,
el Bayvoda hicriese lo que hizo, y ocupase la parte que
ocupó de aquella probincria, intitulándose rrey de toda
ella, avnque bien prestamente llevó el pago de su atre
bimiento. Pues buelto el rrey don Fernando a Austria y
f. 12 7 r. a Vngría, fue sobre el ynvasor y lo bencrió, / y le tomó
toda la tierra sin dexalle vna almena, y hizo después de
coronado su asiento en Buda, cabecra de aquel rreyno,
desanparando su enemigo a toda la Vngría y metiéndose
en los confines de Polonia. Donde nuestro Nochera 64
dize qu'estando allí perseguido de la fortuna, fue aco-
gido y ospedado de Gerónimo Lasco, cauallero polaco
a quien el Jobio haze muy grande honbre de consejo,
que en el que le dio en este caso se verá quán vien 10
prueva: que fue que se metiese por las puertas del turco
y se hicriese su tributario, y que así vernía con exércrito
a rrecobrar el rreyno perdido, y qu'el mesmo Lasco, de-
jándolo en su casa, fue a Costantinopla por envajador
de su huésped y concrertó con aquel gran várbaro (lo
qu'en hefecto hizo), que fue traer dozientos y crinquenta
mill honbres y destruyr a Vngría, y llevar ynfinitas áni-
mas catibas, y hechar del rreyno al don Hernando, que
no osó en él esperar tan grande poder de henemigos, y
pasando más adelante puso crerco a Viena.
y es menester, para conplir con las alabancras del Jo-
bio, dezir vn poco d'este Gerónllno Lasco, para que d'él
el obispo 6S no nos haga 66 muchos potajes. Pues es así

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CA PÍTULO XXV 20I

que este Lasco (que tanto nos encare<;:e nuestro autor,


que <;:ierto 67 no hera de mal entendimiento, si tan ynpía-
mente no lo vbiera aplicado, avnque después enmendó
f. 12
7 v. (quando ya no avía lugar) / el hierro, fue envajador
a<;:erca del Emperador don Carlos, por su rrey de Polo-
nia, el año de veinte y vno; el qual tubo otro hermano
llamado Jhoan Lasco, honbre harto sufi<;:iente, y qu'e
truxo entre manos negü<;:ios graues 68 y de graues prín-
<;:ipes, y a éste alabara yo de mejor gana si huviera de
alabar alguno d'ellos. Pero el Gerónimo, puesto caso que
tenía medianía en las letras y en el engenio, no tenía
aquellos estremos con qu'el 69 Jobio nos lo pi.nta. Y plu-
guiera a Dios que pintado hubiera él sido, y mobido para
hazer la enbajada que hi<;:o, avnque después él llevó su
pago, así del Bayvoda como del bárvaro, según por fuer-
<;:a se dirá alguna vez algo d'ello, andando con esta ystoria
adelante. Y a lo que más dize que le fue rrespondido a
Jhoan Overdansco, enbajador del irey don Fernando en
Costantinopla, estando anvos envajadores en aquella bár-
vara corte, diziendo que se le avía contado al Hernando
por grande atrebimiento (por el Gran Turco) 70 que
vbiese acometido a ocupar el rreyno de Vngría, qu'él
avía ganado por las armas, y que le dixeron que fue mal
hecho 71, sin primero avisar de su pretensión en Costan-
tinopla, tengo todo esto por cossa soñada de nuestro avtor.
Porque si aquello moviera a aquellos 72 ynfieles a tornar
a Vngría 73 contra el rrey don Fernando, por la mesma
f. 128 r. rrazón lo avían de hazer t·anvién / contra el rrey Jhoan
(llamémosle rrey al que vsurpa el rreyno), pues tanvién
él mesmo 74 avía ocupado el mesmo 75 rreyno primero
qu'el Hernando, después de hauer el Solimán ganado a
Buda y a toda aquella probin<;:ia. y la mesma rra<;:ón avía
en el vno qu'en el otro 76; quánto más que quando aque-

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202 E L ANTlJ OVIO

Has ynfieles venc¡:ieron en Mongazo, y mataron al rrey


vngaro 77, y se hizieron superiores en toda aquella tierra,
quando después se rretiraron a Costantinopla, no dexaron
ninguna guarnic¡:ión en Vngría ni quedó VD turco en
toda ella de Belgrado a esta parte. Y quedando la tierra
vacante (que vacante le llamo en quanto a este yntento),
y no estando ninguno en la posesión, ninguna ynjuria
rrec¡:evían los otomanos de quienquiera que lo ocupase
con buen título o sin ninguno. Y por eso creo (que de
credulidad hablo) 7 , que determinarse el ynfiel a ayudar
más al Joan que al Hernando, fue por las ynfames con-
dic¡:iones y perjudic¡:iales al christiarusmo 79 con que aquel
Bayvoda rrec¡:evía el ayuda turquesca, y hasí hágale el
prouecho que después le hizo los tiempos adelante, el
querer rreynar y tener grande fatiga por ello. y vna de
quatro causas que avido en mi tiempo y hedad, nota-
bles en perdimiento señalado de la christiandad, fue ésta
d'este rrey 0 80 Voybada Jhoan, porque fueron ynfinitos
f. J28 v. los males que causó a todos los christianos por aver / tor-
nado a meter turcos en Vngría, y rrec¡:ebir la corona y
el rreyno por su mano d'eIlos.
Pero quédese agora rreynando (si estar sujeto y 81 ser
vasallo y t:ributario a vn ynfiel es rreynar), y pasemos a
donde los mesmos ynfieles pasaron qu'es después de Vn-
gría 82, a A vstria y en ella a Biena, a la qual los ynfieles
pusieron sitio brabísimo, y no a trec¡:e de setienbre, como
el Jobio dize 83, ni se acauó a quinze de otubre, como él
mesmo quenta 48, porqu'el asiento del c¡:erco fue a veynte
y vno del vn mes, y el rretirarse a diez y seis del otro
'*' ... propósito que he dicho en el capítulo veinte y qua-
tro pasado *. En el qual sitio quenta y trata nuestro Pau-
lo 8!í Jobio, toda la gente qu'estava dentro en Biena a la
defensa, nonbrando los capitanes d'ellos, todos alema-

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CAPÍTULO XXV 2°3
nes, sin hazer memoria de capitán ni español ninguno.
y para que se vea la ynten~ión d'este enemigo del non-
bre español (que quiso hazer creher al mundo lo con-
trario) 86, nótese lo que 87 adelante (no contentándose
con querer dar a entender al mesmo 88 mundo qu'enton-
~es en Biena entre la guarni~ión d'ella no avía gente es-
pañola ninguna) dize 89, que dos españoles, no les non-
bra 90 capitanes ni cosa ninguna d'éstas (que en 91 la ma-
nera del contar da claramente a entender que heran dos
comunes españoles, como se hallan de muchas na~iones
en cada pueblo prin~ipal 92 semejante), los guales dize
que subieron vna media culebrina a la muralla con que
ha\=ían daño en el campo del turco, y no se piense que
f. 12 9 r, los nonbró por despre~io de la tra\=a / qu'está dicho 93,
sino que 94 como el neg~io se lo dize de suyo muy
claro 9", acauteladamente, para que si los honbres del
presente siglo (en el qual él quiso publicar su obra), o
las corónicas benideras le arguyesen de la gente espa-
ñola que allí avía dentro en guarni\=ión, con quatro ca-
pitanes tan señalados y valerosos quanto allí mostraron 96,
pudiese rresponder (o su ystoria por él) 97 que ya los
nonbró, y que así no se le puede poner esta falta a su
libro. y d'estas cosas hallaremos en el avispo ynfinidad
d'ellas 98. Es pues el caso 99 qu'en la guarni~ión que se
alIó en Biena para defensa de aquella tierra (qu'enton\=es
no lo fue, sino ~ielo, hablando por trasla~ión, pues el
mesmo y el que rreyna en él y en todo lo criado le fauo-
re~ió para que la ynfidelidad no le pudiese entrar y ga-
nar) 100, avía quatro conpañías d'españoles, en que avía 101
mill y dozientos honbres con sus capitanes balerosos y
valientes, Luis de Avalas, *que era el coronel de aquella
gente, y Aguilera, y Villarroel, y Salinas *, los quales,
por hablar atentadamente, hizieron aquello mesmo que

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E L AN TIJ OVIO

hizieron los alemanes; y los vnos y los otros trataron


esfor~adamente aquel neg~io, digno de ser alabado per-
petuamente. Y no creo qu'entiende vien el bulgo gene-
ral quán dignos son aquellos defensores d'esta alavan~a
que digo, ni a caydo el mesmo bulgo qui~á en la pérdida
que vbiera sido perderse enton~es Biena, en la defensa
de la qua} no me fuera mal contado contar yo 102 los
f. 129 v. echos particulares de algunos espa- / ñoles, y tanbién
no lo negaré (como el Jobio ni les quitaré su gloria) 103
de alemanes hartos 10-1 ; pero ni para los vnos ni para los
otros no 105 tengo propósito entre las manos, ni es éste su
lugar y coyuntura. Sólo en ésta 106 vaste sauer cómo 107
el turco, aviéndole sido defendida aquella ~iudad con es-
fuer~o christiano, se levantó del ~erco y se rretiró a V n-
gría, donde dexó a su tributario y vasallo el rrey Jhoan
sepusiense (lo mejor que pudo) confirmado en aquel
rreyno entre los vngaros. y después, a jornadas bien di-
ligentes, porqu'el ynbierno entrava a más andar y con
furia no poco terrible, se bolbió a su Cost-antinopla.

1 A dd .: con los apun tamientos sobre lo que en esto esc rive el

Jov io. - 2 Del.: Bálame Dios ... _ 3 Add.: gasta .. t D el.: gasta .. 5 Mut. :
que son . - 6 Mu t. : émulo dende: contrario desde. . j Mut.: de allí que
ya se a: que ya está.· Del.: voemio. - 9 Mut.: muerto rrey y héchose:
rey muerto y hechas. - 10 Del.: que siendo derecho . ... 11 Dd.: mes-
mas .. 1:' Del.: mesmo. - 13 Del.: mesIllO. - H Add.: rey don. _ 15 Mu t.:
siguiéndole.. 16 Dd.: mesmo. - 17 De/. : mesmo. _ 18 D el. : mesmo . .
19 Mut.: más. - 20 D el.: asÍmesmo. - '21 Del.: asÍmesmo. _ 22 A dd.: y. _

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CAPÍTULO XXV

23 Mut.: es llamado: le llamó. _ 24 Del.: asímesmo. _ 25 Add.: de. _ 26


Mut.: descubre .. 27 Mut.: tienen. _ 28 Del.: ello 10 es ... - 29 Mut.:
como de la ... : Que. - 30 Mut.: a él que con ... : adornava con esto. -
31 Del.: ni aquel .... 32 Del.: pero .. 33 Del. : sin Jlevalle... _ 34 Mut.:
dizen .. 35 Del. : vn bárbaro y. - 36 Add.: tanto. - 37 Del.: y ya que
hi~iesen alguna burla . . . - 38 Mut.: nobocomense lonbardo: Jovio. -
39 Mut.: lo qual quenta: y cuéntalo. - 40 Del.: d'ella. - 41 Add.: rey. -
42 Del.: y no hera menester .... 43 Add.: rey. _ 44 Mut.: amigos. -
45 Del.: pero lo más malo y peruerso ... (fol. 124 r.). El corrector

escribe al margen una nota que dice: "Todo esto se debe quitar,
como va rayado, porque el Jovio no dize nada de esto por que pueda
ser reprehendido: fol. 125 b." - 46 Mut.: Y bolbiendo al derecho ... :
Dize que el derecho. - 47 Mut.: no es tanpoco ... : era porque perte-
necía a la casa de Austria desde el Emperador Alberto. Otros.. 48
Del.: que ..49 Del.: ynvitísimo.. 50 Mut.: Maximiliano.. 51 Mut.: el
qual: quien .. 52 Mut.: porqu'esto: pero esto. - 53 Del.: y más carrete-
ro. - 54 Mut.: al.· 55 Del.: a. - 56Mut.: muger de!...: No es de. _ 57
Mut.: pensar como: de .. 58 Mut.: lo eren que son: que creyeron ser ..
59 Del.: de punta en blanco .. 60 Mut.: de Avstria. - 61 Mut.: rey don. -
62 Del.: mesmo. - 63 Mut.: y este aora: como agora . . 64 Mut.: Jovío. -
65 Mut.: d'él el obispo: el Jovio .. 66 Add.: de él. - 67 Del.: (que tanto
nos ... ) - 68 Mut.: grandes. - 69 Mut.: medianía en las ... : medianas
letras, no tenía engenio tan estremado como el. . 70 Del.: (por el .. .). -
71 Del.: y que le dixeron .... 72 Mut.: los turcos.. 73 Del.: a Vngría.•
74 Del.: mesmo . • 75 Mut.: el mesmo: aquel. . 76 Del.: y la mesma ... -
77 Mut.: de Vngría. - 78 Mut.: sin ninguno ... : con ninguno y por esto
creo .. 79 Mut.: al Christianismo: a la Cristiandad.. 80 Del.: rrey o. -
81 Del.: estar sujeto y. - 82 Del.: después de Vngría. - 83 Del.: como
el Jobio dize.. 84 Mut.: mesmo quenta: JO\1io dize. - 85 Mut.: quenta
y trata nuestro Paulo: pone nuestro.. 86 Mut.: d'este enemigo ... : del
Jovio. - 87 Add.: dice. ~ 88 Dei.: mesmo. - 89 Del.: ( ... n~guna) dize. -
90 Mut.: no les nonbra: sin las nombrar . . 91 Mut.: que en: antes. -
92 Del.: prin~ipal. _ 93 Mut.: dicha .. 94 Del.: que. _ 95 Del.: muy claro ..
96 Add.: se. - 97 Del.: (o su ... ). - 98 Mut.: ovispo ynfinidad d'eUas:
Jovío yofinítas. - 99 Transp.: Pues el caso es. - 100 Del.: (qu'enton~es
no ... ) .. 101 Mut.: en que avía: que eran. - 102 Mut.: contar yo: si
yo contase. - 103 Del.: no lo negaré ... _ 104 Mut.: alemanes hartos:
muchos alemanes. - 105 Del.: no. - 106 Del.: ni es éste su .... 107 Mut.:
que. -

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CAPITULO BEINTE Y SEIS

De la continua~ión del sitio de Floren~ia, y de los con~iertos


que sin efecto algunas vezes se trataron entre florentines y
Papa, y de algunas escaramups que en aquel ~erco pasaron.
y de la toma que hizieron españoles de los lugares Lastra e
y npoli, del territorio florentino 1.

Lo que rresta d'este libro beinre y ocho, qu'es dende 2


el capítulo quinze hasta el treynta y seis qu'es el final,
lo gasta Paulo Jobio en el \=erco que dejamos asentado
sobre Floren\=ia, y acaba el libro con la tomada 3 de y npo-
li, pueblo rrazonablemente fuerte de florentines, con 10
qual acavaremos tanvién nosotros este capítulo. Presupo-
niendo primero dos cosas (que falsamente cada momento
tray 4 nuestro autor en la boca de su Ystoria en las 5 to-
cantes a Floren~ia): y es la vna 6 que los vezinos popula-
f. 1J O r. res 7 de Florenc¡:ia / heran los que davan causa a esta
guerra, defendiendo como él dize vanamente el nombre
de libertad, y que los nobles de aquella rrepública es-
tavan de otra opinión muy allegados a la del Papa, 10
qual todo pasa al contrario. Porque, quitados algunos
c¡:iudadanos que heran vien pocos, y éstos estavan fuera
de Floren~ia, en el campo o en Rroma con el Pontífi~e
d'ella 8, todos los demás sentían y tenían vn mesmo pa-
re~er, y entr'ellos buena parte de los parientes de la
mesma casa de Médizis, por defender su libertad, qu'el
Jobio llama vana, que no sé yo quál será a su quenta

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CAPÍTULO XXVI 2°7
la maziza, si es banidad defender vna rrepúb1ica el bivir
según forma d' ella, sin rreconos:er señor particular sino
al supremo, y defender aquella horden de gouerna~ión
con que dende el na~imiento de aquellas murallas avían
bivido. y en fin, le pare~e a este autor (a quien le pa-
rezen todas las cosas a su dispusi~ión) 0, que tener amo
o no tenello y 10 bivir libremente, es cosa de ningún he-
fecto, juzgando él por bana toda la filosofía antigua y
moderna, digo la moral, que nos pone por rregla vni-
bersal en sus pre~etos que todas las rriquezas criadas
no se ygualan ni es bastante pre~io para conprar con
ellas la libertad de vn honbre, quánto más la de tantos
y de tan prin~ipal rrepública y estado 11. Pero no se en-
tiende ni entra en esta libertad el bibir libremente para
f. 130 v. los vi~ios y sin cabe~a / y superior, que por esto saque
el supremo, qu'es el Emperador, y enton~es tanbién éste
puede mudar, si bee que conviene la forma de gouerna-
~ión de aquella rrepública.
La otra cossa que ~erca d'esta materia florentina le
hallarán cada ora entre las manos al Jobio 12, es que los
florencines tenían esperan~a de buen su~eso, así como
los sitiadores teruan el mesmo, de adonde saca vn co-
rralario bien engañoso y no berdaderamente sacado de
la conclusión, qu'es dezir 13 qu'el prín~ipe d'Oranje no
quería batir la ~iudad, por el rrezelo que tenía de no
poder hazello cómodamente, de arte que pudiese salir
con su ynten~ión y enpresa y tomar el pueblo. Sabiendo
como save toda la Ytalia d'enton~es, y harta parte de
Europa de la que negos:ia y tiene tratos e ynteligen~ias
en la mesma probin~ia, que la rrazón de durar el sitio
de Floren~ia honze meses, y de no ser tomada y saquea-
da con fa~ilidad, a 10 menos no con muy notable difi-
cultad, fue querer el Papa (por cuya horden se hazía

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208 EL ANTlJOVIO

esta guerra por mandado del Emperador) 14, qu'este ne-


gos:io se llevase con aquella templan~a que se llevaba,
avnque fuese a costa de mucho dinero como lo fue,
que se consumía en la paga de los soldados 15, y no se
hablase ni tratase en ninguna manera por bÍa de vaterÍa
y va talla. y lo prin~ipal que se tratava hera qu'este trato
estuviese secreto a los soldados, que engolosinados con
f. I3 I r. la esperan~ del saco (que fuera vno / de los prouecho-
sos que se avían hecho en Ytalia), pasasen con menos
pesadunbre aquella prolixidad del sitio y peleasen de
mejor gana y no se enfadasen con la largueza. Porque
de otra manera, muy visto está si después que binieron
los soldados bisoños españoles con don Pero Vélez y los
alemanes con el conde Vautista de Lodrón (porque el
duque Félix de Vitenberga que los avía traydo 16 se avía
ya buelto Alemania) si pudiera tomarse la ~iudad sin
mucha pesadunbre, acre~entado el exérs:iro de la mane-
ra qu'está dicho. y si en esto m'engaño o no, de buena
gana lo dexo a quien mejor lo entiende que yo, como
entienda d'esta algarabía de la guerra, que lo será alga-
ravÍa para quien no lo entiende 17. Y a las dos cosas que
tengo dichas del Jobio se puede añadir otra ter~era, qu'es
que si se mira en todos estos capítulos, se alIará qu'en
todas las cosas sus:edidas en este ~erco, escaramuzas, co-
rrerías, escoltas, tomas de pueblos de florentines, y todas
las demás semejantes y no semejantes, en todas no non-
bra otra gente, así capitanes como particulares, sino a
sus 18 ytalianos; ni más ni menos 19 como si .::quella s:iu-
dad no estuviera ~ercada de otra na~ión, y quando biene
a nonbrar alguna vez alemanes o españoles, es a cavo
de muy gran nato y por muy gran milagro, y a cossa
bien desbiada de la materia prin9pal de que se trata.
Que me pare~e (no sé si 10 conparo bien) a vn barqui-

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CAPÍTULO XXVI

f. 131 v.
110 pequeño / en la mar que se ve de muy lejos de vna
grande y poderosa armada, que casi no se haze caso ni
miran en él los vnos ni los otros, '*' ... más que nos [hon-]
rrara y [en] tan pequeña manera se mentan [? ] de es-
pañoles y alemanes toda importancia ... dexa para sus ita-
lianos'*'. Que quando la persona 10 considera, y lo mesmo
creo que les aconte\erá a todos los que leen la Ystoria
jobiana, qu'él llamó de su tiempo (que mejor llamara
de su -cabeza), no puede algunas vezes dexar de tomar-
se vna nezesaria cólera, avnque otras vezes tanvién con-
fieso que me causa vna ynportuna rrisa.
y porque todo no se nos pase en lo vno ni en lo otro,
dezendamos a las particularidades que trata en estos ca-
pítulos, los quales no avía ne\esidad de ser sumados 20
como los demás, porque los prosupuestos que agora aca-
vamos de dezir, vastarán por suma. Y digo que después
de ayer sitiado el Jobio a su pla~er a Floren~ia, y puesto
el quartel de los españoles en el más seguro puesto, y a
los ytalianos en el más peligroso, siendo todo al contra-
rio, porque a la na~ión española de astu~ia y 21 de pro-
pósito (como a gente que ya se save por qué se haze esto
hordinariamente) se le dio la más peligrosa estan~ia y
la más junta a la muralla. Trata luégo de las escaramu-
~as que pasaron entre los de dentro y los de fuera, y en
vna d'ellas, qu'es en el capítulo diez y siete, trata de
quando Estéfano Colana salió vna noche a dar en los
ynperiales con mucha gente florentina, y de la 22 de guar-
ni~ión que avía dentro y quenta allí grande matan-
f. 132 r.
~ que hizieron los florentines, / y que si no fuera
por vn ganado que se soltó de vn corral (y es cosa de
corral el contallo de la manera que lo quenta) 23, que
salió dando bramidos y desbarató a los de la c;:iudad, que
avn se hiziera mayor matanp y mayor desbarato, y que

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210 EL ANTlJOVIO

así los florentines bolvieron muy vitoriosos al pueblo,


dando todos muy grande alavan\=a como autor d'este
hecho al Estéfano Colana. Y es el caso que en aquella
escaramuza o encamisada (o como la quisiere él llamar 24,
de aquella noche) no vbo más espe~ialidad que en otras
muchas que de poco efecto se hizieron por los de Flo·
ren~ia, sino que se le antoj6 al Jobio gastar en esto más
tinta y papel; y qui~á debi6 de causallo que como ello
pas6 de noche lo devi6 de soñar. y si llama vitoria de
florentines aquélla, g6zense mucho en buen ora con
ella, todas las vezes que se acordaren de aquel hecho.
y para que se les acuerde mejor, les acuerdo yo a ellos
que fue a veinte y ocho de novienhre del año de veynre
y nueve, y avn les puedo tanbién acordar c6mo después
de muertos aquella noche beinte o treynta d'ellos de la
barraganada (que no fueron la mitad muertos de la
gente contraria), los fueron los ~esarianos siguiendo hasta
en~errallos en la seguridad y sonbra de Floren~ia.
Pero bengamos ya a la tratan~a 25 de la toma de la
Lastra, lugar fuerte de florentines (para que se vea bien
quán avorr~ible nonbre le es el español al Jobio ). Dize,
pues, que al prín~ipe le par~i6 que se tomase la Lastra /
f. 13 2 v. y que enbi6 sobr'ella, y qu'estavan dentro para la de-
fensa tres capitanes qu'él nonbra, y en este nonbramien-
to haze dos cosas, y ojalá con ellas solas en este caso se
contentara. La vna, que no pone el número de la gente
que tenían, y la otra, que dize que Ferrucho les avía
prometido de socorrellos luégo con vastimento y muni\=io-
nes. Todo dicho a hefecto que los lectores tengan en este
yntento 26 al lugar por desprobeydo y mal guarne~ido.
y es así ~ierto, que avía en él nobe~ientos ynfantes yta-
lianas, que haziendo lo qu'eran obligados, podían de-
fender la pla~a que tenían a cargo, a vn canpo de veinte

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,
CAPITULO XXVI 2II

mill honbres, como le será notorio a qualquiera que en-


tendiere las cosas d'este exer~i~io militar y tubiere noti-
~ia del pueblo que tenían tomado a cargo el defendello 27.
Y en quanto a lo segundo, es cosa donosa, como si hu·
viera sido tomado por hanbre, así haze men\=ión de vas-
timentos, aviendo estado solos día y medio sobre aquella
fuer~a, y teniendo dentro (pues quiere el Jobia que todo
lo digamos)28 harta probisión, y que avnque no tuvie-
ran ninguna, vastaba la qu' ellos salían a rrobar cada día,
para mantenerse muchos meses. Porque d'estos rrobos
con que se estorvaba el vastimento que venía al campo
ynperial (porque todo lo salteaban los de la Lastra),
na~ió la causa, porqu'el prín\=ipe envió a tomalla. y para
esto dize nuestro novocomo (que creo que mejor le qua-
f. 133 r.
drara nuevo cómico) que envió la ynfantería / española
el prín~ipe a este neg~io (que no se puede sin cólera,
y no pequeña sino muy grande, leer 29 este autor quien
supiere lo que pasó, y ver 80 con qué ynten~ión tram las
cosas), porque dize que fue sobre la Lastra la ynfante-
ría española, por dar a entender que toda ella fue a este
neg~io. Y presupone y describe el número por este tér-
mino que e dicho, *llamándole la ynfantería española
absulummente*, porque se entienda así de los que no le
entienden a él. Y para conplir tanvién con los que le en-
tienden, no dixo tanpoco toda la ynfantería, por poderse
escapar, como aquel sa\=erdote de Hércules de quien se
quenta que jugaua con la mano derecha por sí y con la
izquierda por su adbersario. Y así, para poderse escapar
con vnos, no dize toda la ynfantería, y para hazer creer a
otros lo contrario, dize que fue la ynfantería española a
tomar la Lastra, avnque según el rrigor del bocablo bien
beo que se a d'entender toda la ynfantería, pero él haze
para conplir con todos semejante manera de discri~ión 31.

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212 EL ANTIJOVIO

El caso es que para aquel negoc¡:io enbió el prÍnc¡:ipe


solos mili soldados españoles, y llevó cargo d'ellos y de
la enpresa el capitán Rrodrigo de Rripalda, con los qua-
les fueron asímesmo 32 dos miU alemanes. y dize el Paulo
que allegados los españoles, que fueron rrevatidos, y
qu'entonc¡:es envió el capitán al prínc¡:ipe por artillería y
por más gente, el qual dize 33 que se la enbi6, y le envi6
asÍmesmo 34 dos mill alemanes. y es esto 35 como todas
f. 133 v. las / demás 36 cosas d'este honbre. Lo que pasa es que
los alemanes y españoles todos salieron juntos del campo,
y digo en vn día, y los vnos y los otros se detuvieron
en ganar vna casa fuerte qu' estava vna milla poco más
o menos antes del lugar, dond'estava vna poca de gente
que con gran fac¡:ilidad fue desecha, en el despojo de la
qual se detuvieron los alemanes algunas oras, y los es-
pañoles, que caminaron delante y llegaron primero, pu-
sieron algunas escalas para subir al pueblo, y fueron rre-
vatidos, como el Jobio dize, avnque casi que 57 en el co-
mienzo del negoc¡:io se vida luégo la fortalec¡:a del pueblo.
y para que las gentes que no 10 saven crean y entiendan
que no vastaron los españoles solos a tomar la fuerc¡:a,
dize que enbiaron al campo por alemanes para su so-
corro, aviendo salido todos juntos como he dicho, y avién-
doles dado el prínc¡:ipe quando salieron dos piec¡:as de har-
tillería, que avn entonc¡:es no heran llegadas, pero como
llegaron, y los alemanes lo mesmo, hizieron su batería
por la parte d'ellos, y con hazella rrazonable, los tudes-
cos no pudieron entrar hasta que los españoles sin va-
tería, sino a escala vista, entraron por la otra · parte, y
tomaron y ganaron muy esforc¡:adamente aquel pueblo.
y para escusar los de dentro d'esta flaqueza (que avn
si supiesen vien los que leen esto quánta fue, se espan-
f. 134 r. tarían), dize el autor que desmayaron / (que desmayo

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CAPÍTULO XXVI 21 3

le llama lo que avía de llamar otro nonbre, que yo tan-


vién por guardar la onestidad no llamaré)38 de ver que
Ferrucho no les avía socorrido de pólbora y manteni-
mientos; que 39 si estando peleando con los españoles en-
~ima de la muralla, y defendiendo que no les entrase, se
acordavan de comer y se desmayavan por no tenello, no
hera muy malo que otros quando se desmayan no se
acuerdan d'ello. En fin, los desmayados fueron muertos
y desvalijados, y tomado el pueblo. y es de notar quán
por la posta corre luégo a rrienda suelta por la vitoria
que huvieron los mesmos españoles de allí, quando vi-
niendo de allí a poco 40 el socorro, que venía (al 41 lugar
ya tomado) de ynfantería y cauallería en gruesa canti-
dad, viniendo a cargo lo vno 4 2 del capitán Montacuto y
lo otro del capitán Arsulaño, salieron a ellos y los ma-
taron y desbara~aron, y huyendo se escaparon los que pu-
dieron, y acabados estos dos aconte~imientos se bolvieron
al campo sin pérdida de vn solo honbre. y quenta más
adelante que Hércules d'Este, hijo del duque de Ferrara,
que los florentines tenían elegido por su general, y por
su ausen~ia rregía aquel cargo Malatesta Ballón, envió
gente con el conde Rrangón a los de Floren<¡:ia, y que no
fue él en persona por conpla~er al Emperador, Pero que
f. 134 v.
no se pudo acabar / con él que no enbiase gente. ¡Mise-
rable Jobio!, que ni él sabe en esto lo que pasó, ni las
desculpas qu'el ferrariense dio al Carlos 43 sobr'este ne-
g~io, ni los descargos qu'él envió a Floren~ia, ni el pro-
pósito de la gente de Rrangón. Y métese en hablar en
todo aquello que no entendió ni supo, pero entenderse
a en las ystorias y corónicas carlescas 44. Y hasta la quen-
ta de los años (hesas pocas ve<¡:es que la pone) acordó el
avispo que hera vien herralla, porque dize luégo en co-
rnen~ando el capítulo beinte, que pasado el año de mill

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21 4 EL ANTlJOVIO

y quinientos y treinta, fue elegido Rrafael Gerónimo por


supremo magistrado de la rrepública florentina, durando
el sitio de aquella ~iudad. y es ynposible, porque a la
quenta jobiana hera el año de treynta y vno, pues dize pa-
sado el año de treynta, y no hera sino el mesmo de treyn-
ta, porque en el postrer ter~io de veinte y nueve se puso
el sitio, y a los primeros días de agosto siguiente, que
fue en el de treynta, se acabó y concluyó aquel neg<>\io
y quedó Floren~ia y la Toscana toda hechada a vna parte.
y después de todo esto que a contado, pone la venida de
don Pero Bélez con los españoles visoños al campo, y
engáñase, porque muchas, o a los menos algunas de las
cosas que a contado, su~edieron después de aver allega-
do el don Pedro; y avn de allí a hartos días, el qualllegó
f. 135 r. al canpo con su gente a quinze de henero d'este I mesmo
año de treynta. Y por no los dexar mucho descansar en
paz el Jobio, en haziéndolos re~ién llegados, dize luégo
que despidió el marqués a ~iertas conpañías d'ellos por-
que no quisieron yr con el Emperador Alemania, y
ello así fue como él lo quenta. Pero añade que fueron
despedidos afrentosamente (por hechar su lan~e, como
suele, contra españoles), como si fuese afrenta la que me
haz e el que me tiene conduzido a sueldo en no querer
que gane más su salario. Bien es berdad que aquellos es-
pañoles despedidos, que con el saco qu'esperaban de Flo-
ren~ia no quisieron yr con su prín~ipe, lo hizieron mal,
pero d'este mal sacó la ventura después gran bien para
el mesmo neg<>\io florentino, como a pesar del Jobio y
de ytalianos 45 se contará, ya que no quiso contallo en el
libro siguiente, donde es la materia dello. y estos despe-
didos y por despedir de quien tra[tamos] mostraron des-
pués vien quando Alemania y la christiandad los vbo
menester, si rrehusaron la partida y el yr aquella pro-

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CAPÍTU LO XX VI 21 5
bin~ia y a la otra su vezina, quando vbo el peligro que
corrió el crist:ianismo. Pero todo se le perdone a nuestro
autor, con que luégo, vn poco adelant:e, quenta vna pie-
dad que hizo vn ytaliano (y d'éstas quente él muchas) 46
llamado Vitelo, que en vna escaramuza (que más fue
qu'esto) donde los ynperiales hizieron gran destrozo en
f. 135 v.
florentines, / no quiso tomar al capitán Anguiloto rren-
dido (avnque se le rrendía), porque savÍa que lo avían
de matar, por averse pasado del Emperador a los flo-
rentines. Y qu'el otro le rrogó que le matase, y que así
lo hizo; y con contar esto, le pare~e al Jobio que puede
llamar a los de las otras na~iones bárbaros, y plugiera
a Dios qu'en sólo este género de crueza parara el barba-
rismo de alguna na~ión.
Pero no se niegue qué maravillas y alaban~as quenta
luégo en otra escaramuza del marqués del Gasto, del
qual dize cómo yba muy señalado, y le conO\=ían todos
por vna bandereta que llevaba en la lan~a, y otras genti-
lezas d'esta traza, que no son poco de agrade~elle, ni
devieron de ser mal agrade~idas * por aquel generoso
prín~ipe *, mas con todo esto, luégo de allí a poco con-
tando el desafío que hubo entre los quatro florentines
(y con rrazón hizo memoria d'él por qu'él fue acto so-
lene en aquel género), dize al cavo, que se ynterpretó de
aquel su~eso que los ben~idos y ven~edores avían de llo-
rar, dando a entender que así su~edió después, como si
hubieran quedado perdidos los ymperiales después del
ven~imiento, o como si éste se hubiera avido con gran-
dísimas pérdidas y desastres, o como si quedaran tan
desechos y quebrantados después de aver sujetado a la
Toscana, que no avían tenido fuer~as para rrespirar a
nuevas empresas. /
Pero trátese agora de lo que nuestro auctor trata,

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216 EL ANTIJOVIO

qu'es de la prin~ipal contienda y escaramu~a señalada


por la muerte de Barragán, valeroso capitán de ynfante-
ría española. i O Dios, y 47 qué cosa es ber cómo la quen-
ta, y qué de cosas tras trueca ! i Quántas calla! i Qué de ver-
dades se le quedaron en el tintero, y qué de ynconbinien-
tes pone para contar por desdicha no ayer habido los
florentines la vitoria! Mas digamos en ello vna sola pa-
labra y quédese lo demás para la parte y obra donde con-
biene, y que esté más de rraÍz escrito esta escaramu~a,
pues 48 que avnqu'el autor no lo dize, fue a los seis de
mayo de aquel año de treinta, y fue vna de las solenes
que en aquel sitio pasaron. Y para escribilla el Jobio dize
de pasada qu'entre otras palabras que Malatesta Vallón
dezía a sus soldados animándolos, hera que no se le 49
diese nada de los españoles qu'estavan confiados en el
fuerte sitio de su alojamiento. y esto lo dirá el auctor
~ien ve~es si fuere menester por su pasaüempo, y d'este
talle pare~e esto 50 ; porque, como otra vez creo que 51 he
dicho, se les dio a los españoles el más peligroso asiento
y el más ~ercano a los enemigos, y luégo contando la es-
caramup de aquel día, después de otras galanías que
f. ] 36 v. trata sin / querer contar claramente cómo fue, y qu'el
quartel español fue acometido por tres partes, por la de-
lantera y espaldas y por vn lado, dize y da a entender
muy gentilmente que los florentines se tenían con los
españoles de firme a firme hasta que les allegó de soco-
rro ~ierta ynfanterÍa ytaliana del capitán Andrés Gas-
taldo, sin querer contar la verdad el pobre bonbre, por-
qu'este capitán Andrés quando allegó fue a socorrer aquel
lado y parte solamente de las tres por donde heran aco-
metidos los españoles; de manera que la cara y espaldas
del quartel, sin socorro ninguno se quedó, y solas manos
españolas fueron los que hizieron la rriza de aquel día.

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CAPÍTULO XXVI

y que no hubieran venido los ytalianos para en socorro


de aquella ter~era parte, hiziera poco al caso y poco hi-
zieron d'él los florentines, pues luégo en mat,ándoles a
vn capitán suyo llamado Pietro Con~io, se rretiravan y
avn rretiraron lindamente. Pero en el hervor d'esta es-
caramu~a, el Jobio (que sé yo bien que no la estava mi-
randa) dize que se tenían los de Floren~ia muy bien con
los españoles sin mostrarse ynferiores a ellos; lo qual es
conposi~ión de la suerte de las 52 pasadas sus cosas ;;3, pero
f. 137 r. ojalá con esto se contentara, más no quiso, sino dize / que
en matando al capitán Varragán (que allí murió enton-
~es), que los ytalianos ·cobraron ánimo y esperan~a de vito-
ria, y avn da a entender que yvan en seguimiento d'ella.
y es así qu'el capitán Varragán murió de vna pie~ de ar-
tillería, quanto a lo primero, y no de valor de enemigo
ninguno; y quanto a lo segundo es tanvién de sauer que
acudieron luégo quatro capitanes de ynfantería a la con-
tienda (pero quien se llevó toda la alaban~a o la mayor
parte d'ella fue el capitán Machicao), los quales no sólo
hizieron estar en el peso que se est·aba la pelea, pero luégo
los hizieron rretirar y rretraer a grande paso. y poco les
duró éste, porque luégo de allí a poco ¡¡4 el rretirar paró
en 55 correr y huír, derribándose y hechándose por las
laderas' de aquellas cuestas, y dexando muchos d'ellos las
armas en aquel campo.
y en este estado y punto (digo quando la rretirada
antes del huír) fue quando llegó Andrés Gastaldo, de
que tanta fiesta haze nuestro autor, el qual tanvién dize
que murieron quinientos de cada parte aquel día, por
ser tan buen arismético como coronista. Es el caso que
en aquel nego~io murieron como ~iento y treinta espa-
f. 137 v.
ñoles, seis más a menos. Y de los / contrarios es ~ierto
que murieron más ~erca de mill que de ochozientos; pero

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218 :EL ANTIJOVIO

el Jobio, por ygualar la sangre (que no sé según su con-


di~ión cómo la quiso ygualar con la española), pare~ióle
de partillos por medio. En lo de los capitanes nos hizo
honrra, porque de los ymperiales contó los dos muertos,
que no quiso fingir otros, avnque de los florentines no
pudo sostenerse 56 sin hurtar al número de capitanes
muertos vn par o 57 dos pares d'ellos, porque sin los qu'él
nonbra aquí heridos y muertos, que fueron quatro muer-
tos y siete heridos, murieron asÍmesmo 58 el capitán Ma-
rioto Corzo y el capitán Ascanio Pi~inelo y otros muchos
que mere~ían tener el mesmo cargo de gente.
Pero pasemos d'esto y de otras cossas hartas que tenían
no pequeña ne~esidad de corre~ión y vengamos a la en-
presa y presa de y npoli, lugar fuerte del territorio flo-
rent'Ín, qu'estava guarni~ionado 59 con mucha más 60
gente de guerra que yo podré dezir ni el Jobio callar, el
qual neg~io se cometió a don Diego Sarmiento, que fue
con vna parte de la ynfanterÍa española a hefetuallo y
con otra parte de ytalianos de la coronalía de Alejandro
Vitelo, el qual allegado a la tierra y batida por dos partes,
f. 138 r. a la segunda / batalla de las manos fue entrad e y saquea-
do. Pero, por avajar la escima~ión de la jornada, dize este
lonbardo que tenía poca defensa el lugar, aviéndola pro-
beydo Fran~isco Ferrucho, comisario florentÍn, no sólo
bien sino e~elentemente. y sin esto, les avía entrado de
socorro (quando apare~ieron los enemigos sobr'ellos)
tre~ientos soldados balerosos, con su capitán Borne de
Luca, que heran de los de la guarni~ión de Pisa. Y el
auctor, quando apunta algo d'esto, es por vnas palabras
escuras y menguando la cantidad, y por vna manera di-
cho, que pare~e que no vbo lugar el Socorro. Pero beni-
do al conbate es muy bueno lo que dize, y da muy claro
a entender que fueron más benturosos en la batería los

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CAPÍTU LO XXVI

españoles que los ytalianos, y que la hizo mejor su ar-


tillería que no la de los otros. Y al superior, y que tenía a
cargo aquel lugar, házelo 61 juez; y si para españoles
fuera 62 cosa conbiniente que lo fuera 63, hiziéralo capitán.
j O ceguedad de honbre, que 64 no considerara que haze
poco al caso el nonbre, pues hera superior de siete capi-
tanes qu'estavan dentro! y así 65 él, como capitán y no
como juez, defendió al SG pueblo muy honrrada y vale-
rosamente. y avn 67 avnque le fue rrogado y persuadido,
f. 138 v. no vna vez ni dos, sino más número, / que lo rrindiese
con honestas condi~iones, nunca lo quiso hazer. Pero pa-
ra esto se nos at'raviesa nuestro Davo teren~iano que to-
das las bitorias de nuestra na~ión quiere perturbar, y
dize (y si no lo dize claro, allá lo masca no sé de qué
manera sin acavar de digirirlo) que con estos asaltos de
Ynpoli, si se tomó el lugar fue porqu'estava ya medio
asentado el rrendimiento, y por esto se descuydó el ca-
pitán que hazÍa la guardia quando arremetieron los es-
pañoles. Y echándolo a este descuydo (por no descuy-
darse él de pon elle otro más fuerte apoyo) 68, dize tan-
bién que se ruxo qu'el capitán Orlandino avía traydo
trato secreto con los ymperiales para entregalles el lugar,
y porque en esto asÍIDesmo 69 levantaba vn brabo 70 tes-
timonio al otro pobre capitán (que avnque lo puso en
duda, ponella en escrito perpetuo 71 es gran rruyndad
quando no la vbo), échalo luégo por otro ter~er camino,
diziendo que se descuydaron los de dentro con el con-
c¡:ierto que se avía tratado, dando a entender que creyan
que vbiera hefecto. y todo, lo vno y lo otro Y lo ter~ero,
todas son cosas ynventadas 72 por el que ha ynventado
todas las demás, que ni el con~ierto llegó al medio, quán-
to más al cavo. y los ynpolenses y la guarní~ión d'ellos
siempre escuyieron firmes en no quererse rrendir avn- /

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220 EL ANTIJOVlO

f. 139 r. que vbo algunas opiniones entr'elIos; y los asaltos, si se


dieron con furia, con la mesma fueron defendidos. Y allí
murió en ellos vn capitán valeroso (avnque visoño) qu' el
Jobio no deviera callar, pues tenía tantas partes, fuera de
la de capitán, para hazer men~ión d'él. Este 73 fue Fran-
~isco de Avila, dellinage y casta de los que ay d'este ape-
lEdo en la ~iudad del mesmo nonbre, cavallero esfor~ado
y que avía su~edido en la conpañía de don Luis de Avi-
la, su pariente, a quien poco avía que su 74 magestad del
Emperador lo 75 avía pasado de la guerra al serui~io de
su cámara. Así que Ynpol fue balerosamente ganada, y
con el mesmo balar (no se lo neguemos) defendida.
y entrados dentro, pregúntole 76 yo al Jobio: ¿qué
habían de hazer los soldados sino saquear el lugar? ¿ Ha
visto él por bentura otra cosa, ni por ventura ase 77 oydo
jamás * después de ganado vn pueblo por la fuer~a de las
armas? * Dígolo porque encare~e mucho el saco y ma-
nera d'él y dize que les quitaron a las mugeres hasta las
ajorcas y anillos y nóminas que trayan por deb~ión,
contándolo por crueza. Y no es muy bueno qu'este yta-
Eano 78 quente esto por cosa estrma, como si los solda-
dos vbieran de dejar las joyas de oro por tomar las sar-
tenes y calderas de las cozinas. Y en 10 de los rrelicarios,
yo le aseguro que como ellos tuviesen algún pre~io por /
f. 139 v. rrazón de ser la obra d'estima, que sin mirar a las ora-
~iones que dentro tenían o rreliquias (por muy sanctas
que fuesen), que se avían de aprouechar los soldados de
aquel pr~io, que a más qu'esto llega la codi~ia solda-
desca. y no anda este buen honbre sino buscando modos
cómo cargarnos, como si hubiese cosa más sabida en la
guerra que los sacos, y en los sacos ninguna más que el
aver todo lo que se puede coger de cosas de oro, y de se-
da, y paño, y otras semejantes. Pero de lo qu'él pare~e

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CAPÍTULO XXVI 221

congojarse es que los ytalianos no se allaron en este saco


sino muy a la postre, porque no entraron en el pueblo
hasta que los españoles estavan dentro, y quánro gana-
ron los de y npoli en esto y en ser saqueados por espa-
ñoles y no por ytalianos, las otras na~iones que no sea
ninguna d'estas dos lo pueden juzgar, y avn los mesmos
ytalianos saqueados lo meSillO 79, quando an acontezido
sello o de sus naturales, porque como es notorio y la des-
benturada yspirien~ia se lo a mostrado, ninguna na~ión,
y meto en ella la turquesca, allega en ynpiedades y crue-
zas 81 al saco y destruymiento de pueblos tomados por
los mes mas ytalianos, y, lo que peor es R2, falta de rreve-
renr;:ia, qual nunca se a visto entre christianos 83, a los
tenplos y cossas sagradas. Sinenvargo d'él, i biba la gala
f. 140 r. del Paulo / Jobio, avispo de Nochera, que en esta su ys~oria
canta! 84. Hablo del vulgo de soldados de cada nar;:ión,
que de particulares y personas de quenta no la hay, según
es grande; quántos 85 soldados de lustre y 86 de gran
valor alcanr;:a la nar;:ión italiana.

1 Add.: con los apuntamientos de las faltas del Joyio. - 2 Mut.:


desde. _ 3 Mut.: toma. _ 4 Mut.: cada momento tray: trae siempre. _ 5
Del.: en las. _ o Transp.: la \'na es. - 7 Mut.: comunes. _ 8 Del.: d'ella. -
() Del.: (a quien le ... ). - 10 Mut.: amo o no teneIlo: señor o. - llDt:l.:
digo la moral ... : _ 12 Del.: que ~erca d'esta ... - 13 Mut.: saca vn
corralarío ... : viene a dezir. - 14 Del.: (por cuya ... ). - 15 Del.: que
se consumía ... _ 16 Mut.: avía traydo: truxo. - 17 Del.: que lo será ... -
1 Del.: a sus. _ 19 Del.: ni más ni menos. _ '20 Mut.: ser sumados: su-

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222 EL ANTlJOVIO

mar. - 21 Del.: de astu~ia y. _ 22 Del.: la. - 23 Del.: (y es cosa ... ): -


24 Del.: o como la quisiere ... - 25 Mut.: ya a la tratan~: a cómo tra-
ta 10. - 26 Del.: en este yn ten to. - ·27 Del.: el defendello. _ 28 Del.:
(pues quiere ... ). - 29 Mut.: sino muy grande, leer: leer a. - 30 Mut.:
viere. - 31 Del.: como aquel sa~erdote ... _ 32 Del.: asÍmesmo. _ 33 Mut.:
el qual dize: y. - 34 Mttt.: le envió asímesmo: más. - 35 Transp.: esto
es. - 36 Del.: demás .. 37 Del.: que. _ 38 Del.: lo que avía de ... _ 39
Del.: que. - 40 Mut: viniendo de allí a poco: viniéndoles. _ 41 Mut.:
que venía (al ... ): después del. - 42 Mut.: viniendo a cargo 10 vno: 10
vno a cargo. - 48 Mut.: ferrariense ... : de Ferrara dio al Emperador. _ 44
Mut.: del Emperador. - 45 Del.: y de ytalianos. - 46 Del.: (y d'éstas ... ).
47 Mut.: O Dios, y: válame Dios. - 48 Del.: pues. _ 49 Mut.: les. _ 50
Del.: y d'este talle ... - 51 Mut.: otra vez creo que: ya. _ 52 Add.:
otras. - 53 Del.: sus cosas.. 54 Mut.: de allí a poco: tras .. 55 Mut.:
paró en: vino el. - 56 Mut.: abstenerse. - 57 Mut.: y aun. - 58 Del.: así.
mesmo. - 59 Del.: guarnü;ionado. - 50 Mut.: mayor guarnición de . .
61 Mut.: házeles. - 62 Add.: esto. - 63 Del.: que lo fuera. _ 64 Del.: o
~eguedad de honbre que. - 65 Mut.: que.. 66 Mut.: el. - 67 Del.: aun. -
68 Del.: (por no descuydarse . .. ) . . 69 Del.: asÚTIesmo. - 70 Add.:
falso .. 71 Del.: perpetuo. _ 72 Mut.: fingidas. - 78 Mut.: que. _ 74 Mut.:
la. - 75 Mut.: le. - 76 Mut.: pregunto.. 77 Del.: por ventura ase. -
78 Mut.: lombardo. - 79 Del.: saqueados lo mesmo. - 80 Mut.: an acon·
tezido sello: aconteze ser saqueados .. 81 Mut.: y meto en ella ... :
llega en crueza. - 2 Mut.: los mes mas ... : soldados ytalianos con. -
83 Del.: qua! nunca se a ... - 84 Del.: sinenvargo d'él, biba ... _ 85
Mut.: no la ay según él ... : muchos .. 86 Add.: cavallería y. -

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CAPITULO VEINTE Y SIETE

De! c¡:erco todavía de Florenc¡:ia, y de cómo e! marqués del Gas-


to fue sobre Bulterra y no la pudo tomar, y de cómo el PrÍn-
c¡:ipe se fue a encontrar con Ferrucho que venía en socorro
de los c¡:ercados, y de lo que en este hecho acontec¡:ió, y de
la rrendida de Florenc¡:ia y coronac¡:ión del Archiduque don
Hernando en rrey de rromanos 1.

y continuando el sitio de Floren~ia


dize el Jovio en
el libro beinte y nueve, en los primeros capítulos d'él,
cómo el marqués del Gasto tomó a cargo el yr a tomar
a Bulterra, lugar vien fuerte de aquella comarca, que
hera y estava por florentines, sobre la qual avía días que
estava Fabri~io Maramaldo con vna coronelía de ynfan-
tería ytaliana, sin poder hazer hefeto ninguno, porque
estava dentro el comisario y capitán Fran~isco Ferrucho
con defensa vien bast:ante, y que para esto el marqués
llevó ynfanterÍa española y alemana y todo el rrecaudo
conbiniente para la jornada. y di~e cómo el marqués con
esta gente fue por Ympoli y llebó de allí a don Diego
Sarmiento, que avía ganado aquel lugar, con otra ~ierta
gente que allí tenía y cómo el del Gasto allegó allí y puso
su sitio, el qual pone el Jovio bien a la letra y no con
ninguna priesa, '*' y di~e cómo los de Bulterra salieron y
acometieron valientemente a los españoles que les venían
a ~ercar ... *, y quenta asÍmesmo la primera, segunda.
ter~era y quarta batería y asaltos que se dieron al pueblo

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224 E L ANTlJOVIO

f. 140 v. sin poderse tomar. Y en la primera dize / cómo por vna


parte arremetió la gente de Marramaldo, y que por aque-
lla parte estava ganado el pueblo, porque los defensores
se rretiravan ya a más andar, sino qu'el Fabri~io hizo
gran tardan~a en el mandato de arremeter y que, visto
aquel espa~io, tornaron los de dentro a tener ánimo y
bolber a la batería, y que por la otra parte los españoles
en aquel mesmo día y asalto arremetieron avnque no te-
nían tan buena vaterÍa hecha, y que pelearon con ánimo,
pero que fueron rrepelidos y rrevatidos (porque vsemos
del bocablo peculiar del trasladador) 2 con grandísima
valentía de los de dentro. De la segunda vatalla tanbién
dize cómo se dio por otras dos partes brabísimamente,
hasta poner los españoles algunas de sus banderas en lo
alto de la muralla. Pero dize que fueron tanvién mara-
villosamente rrepelidos, y que en aquel contraste murió
don Diego Sarmiento, y salió lleno de muchas heridas el
capitán Machicao, aviendo subido con los demás al mu-
ro, y que así se hizo señal de rretirar, como se rretiraron,
sin tener más feli~e su~eso, otra ter~era batalla que des-
pués adelante se dio, donde los españoles, biendo quán
dificultosa hera la entrada, dize que remiendo la fuer~a
de los enemigos, no obraron muy de constantes o ballen-
f. 141 r. tes, / y que así el marqués con grandísimo desgusto
(avnqu'él no save otro que se le siguió d'éste pocos días
después) se partió de Bulterra y se bolbió con la gente al
campo de Floren~ia. Y avnqu'él no lo quenta, el marqués
est:ubo allí en el campo después de venido de Bulterra
poco tiempo, porque dejado aquella guerra, por no te-
nelIa con el prín~ipe de Oranje, se bolvió a su casa por
enton~es.

y tornando al Jobio y a su Ystona trata después d'esto


de vna encamisada que dieron los florentines al quartel

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CAPÍTULO XXVII

de los tudescos por tres partes, donde quenta bien me-


nudamente todo el nego~io como pas6, si ello hubiera
pasado así. Pero en fin dize c6mo después de aver hecho
marabillas los florentines, y teniendo ya ganadas las trin-
cheas de los enemigos, y saqueando las tiendas de aquel
quartel, fueron tornados a rrevatir y ahechar d'él con
pérdida y muerte de hartos, dejando ellos muertos tan-
bién a muchos. y quenta después d'este neg~io c6mo los
fIorentines trataron de rrendirse, y que no se con~ertaron
en las condi~iones <::on el prÍn~ipe, y que visto esto toma-
ron por postrer rremedio enbiar a llamar al Ferrucho,
que después de lo de Bulterra se avía hido a Pisa donde
tenía gente harta junta, el qual llamamiento se ha~ía a
hefecto de que con aquella gente, y con la que avía en
Floren~ia, quando / Ferrucho allegase ~erca d'ella, salir
todos y dar la batalla a los enemigos. Y que rr~ebido
este acuerdo por el Ferrucho, junt6 tres milI ynfantes y
tanbién le acudi6 con algunas conpañías de otros algunos
pI áticos Paulo de Cherre, hijo del capitán Rren~io Cherri,
que de demás d'esta cantidad de ynfantería llebava qui-
nientas ~eladas y capeletes albaneses, cavallos ligeros los
vnos y los otros. Y que sabido esto en el exér~ito ynperíal,
el prín~ipe se determin6 (dexando bast:ante rrecaudo en
el campo) de yr en persona contra el Ferrucho y enbi6
a mandar a Marramaldo (que después de los de Bulterra se
avía ydo a pasar el estío con su gente en tierra de Pisa)
y Alejandro Bitelo que anbos con sus coronelías se vinie-
sen por las pisadas del Ferrucho para quando él le saliese
a el enquentro y le acometiese, tanvién ellos cargasen
por la otra parte; y que así 10 hizieron llevando consigo
vn capitán clauero, español, con algunos españoles pocos
desmandados. y qu'el de Orange después d'esto, dejado
a don Hernando de Gonzaga el cargo del sitio (porqu'el

IS

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EL ANTIJOVIO

marqués ya hera buelto a su casa) y dexándole para esto


casi toda la ynfantería española (que a esta quenta da a
entender falsamente que llevó alguna d'ella el prín~ipe
consigo) y dejándole asímesmo toda la ytaliana, llevó vna
f. 142 r. legión de soldados biejos / tudescos y ~ierta cantidad de
honbres de harmas y cauallos ligeros y que con esta gente
fue en busca del enemigo y se encontró con él, y le dio
la vatalla, la qual dize que pasó d'esta manera: qu'el prín-
~ipe yendo en busca de Ferrucho paró en vn lugarejo
llamad<? Lagón, donde eSMndo almor~ando, le vinieron
nuevas cómo los enemigos estaban ~erca, que hera en
San Mar~elo, vn lugar allí vezino, y qu'el prín~ipe co-
men~ó a caminar, y que sus caballos que yvan delante
corriendo allegaron a Caviñano, lugar dos millas del de
San Mar~elo, y que no queriéndoles los del pueblo abrir
(por detenellos en palabras mientras llegaba el <;id del
Jobio, que hera Ferrucho, cuya afi~ión ellos tanbién se-
guían) algunos caballos d'ellos corrieron adelante hazia
San Mar~elo del qual ya avía salido Ferrucho y se benÍa
con su gente a meter en el de Cabiñano; porque dize
que le cunplía mucho tener aquel pueblo por rrazón de
los bastimentas que en él avía. y qu'estando los vnos ca-
ballos con los otros escaramuzando, mientras las ynfan-
terías de anbas partes llegavan, qu'el Marramaldo y el
Bitdo que venían por los pasos de Ferrucho, avían ta-
mado ~iertos traveses y había entrado el vno ya en Ca-
villano quando el Ferrucho quería entrar en él, y que
f. 142 v. de hecho entró y que allí pelearon / Marramaldo y él
con sus gentes, y que acudió Bitelo a buen tiempo en
ayuda del Fabri~io, hasta qu'en fin el Ferrucho y su
gente fueron ven~idos, después de ser primero muertos
muchos y el Ferrucho rrendido, a quien dize que mató
por sus manos el mesmo Marramaldo y prendió a los

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CAPÍTULO XXVII 227

otros SUS capitanes. y quenta más, que al tiempo que


F errucho entr6 en Gabiñano, no pudieron entrar con él
hasta quinientos honbres ynfantes, los quales se rretru-
jeron a vnos castaños· qu'estaban cabe la muralla, y que
ha éstos acometi6 el príns:ipe con sus honbres de armas
y caballos, y que yban en la delantera, y que en arreme-
tiendo a ellos el príns:ipe fue herido de dos arcabus:azos
de que luégo muri6, y que los honbres de armas huye-
ron luégo (y entr'ellos el capitán Rrosales, que a éste en
espes:ial fue menester nonbrar por ser español, al qual
da la vitoria del huYr). Los quales cavallos dize que hu-
yeron tánto, que alleg6 la nueva al campo de Florens:ia
de la muerte del príns:ipe, y avnque añadieron que su
gente hera toda desbaratada. y dize por vltimo d'esta ba-
talla c6mo la gente del castañal, qu'estava por deshazer,
abiendo ya ganado la vitoria Marramaldo, fue desecha
por los honbres de armas que no avían huydo, y por la
f. 143 r.
ynfantería tudesca qu'estava todavía en pie. y dize / que
este negos:io todo fue muy rreñido y que murieron dos
mill honbres de cada parte.
y después d'este vens:imiento trata de s:iertas cosas
particulares acontes:idas dentro en Florens:ia, de que ya
algunas vezes e dicho que yo no he de tratar. Y después
pone la hanb.re que avía en la mesma s:iudad, y que al
fin se rrindió con las condis:iones que aquí dize, y ya
rrendida quenta vien a la larga (alargándose él harto en
ello) aquella famosa disensi6n que, ya rrendida Floren-
s:ia, antes rretirase los exérs:itos, pas6 entre españoles y
ytalianos del mesmo campo, donde quenta la cosa como
suele contar las otras, sin ponello yo en esto tanta culpa
por escusar aquel día de vergüens:a a su nas:ión. Avnque
ninguna causa ha de bastar en el mundo para dejarse
d'escrebir verdades por los que quieren tomar este ofis:io

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228 EL ANTIJOVIO

de ystoriadores, lo qual sinifica el mesmo bocablo griego,


como lo diximos en el libro que yntitulé Los rratos de
Suesca, en el capítulo primero del Quarto Rrato 3. Y lué-
go tornó a otros casos particulares de la mesma ~iudad
de Floren~ia, y del alegría que hubo el Papa de la muerte
del prínc¡:ipe de Orange, al qual haze el mayor 4 pla~en­
tero del mundo de muertes agenas, cada vez que se le
ofre~e que muera alguno. y trata así mesmo de la pro-
f. 143 v. bisión que luégo de allí a poco tiempo / el Emperador
enbió dende Flandes, mudando la forma del rregimien-
to de Floren~ia, mandando que de allí adelante tubiese
vna persona particular para cabe~a y prínc¡:ipe a quien
ovedec¡:iesen. y qu'éste fuese Alejandro de Médizis, so-
brino del Papa, y sus dec¡:endientes, y a falta d'éste su
pariente más propinco, la qual probisión dize que fue ove-
dec¡:ida y cunplida. y encaja en este tran~e vn terremoto
que vbo en Flandes y otro en Portugal, y por acabar sa-
brosamente su libro (el qual sin mirar en ello lo hemos
todo sumado) 11, quenta la ele~i6n y coronac¡:i6n del rrey
de Vngría y de Boemia, don Hernando, quando fue hecho
rrey de rromanos, donde dize que vbo muchas fiestas y
otras cosas d'esta traza. Y con esto ha quedado su libro
epitomado 6, y también yo epitomaré 7 lo mucho que (sal-
va la rreberen~ia del autor) 8 avía que contar.
y quanto a lo primero de la jornada y enpresa del
marqués sobre Bulterra, lo que ay que dezir es que no
parec¡:e sino que de astuc¡:ia y 9 de propósito 10 todos los
asaltos que se dieron a la tierra los herró o quiso herrar 11
con la ynten~ión que siempre a llevado, porque quando
se asentó el sitio y salieron los del pueblo a contrastar
con los sitiadores, solos los españoles que fueron los aco-
metidos fueron los que hizieron rretirar a los bolaterra-
f. J44 r. nos, / sin que fuese menester que biniese la gente de

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CAPÍTU LO XXVII 229

Fabri~io, como el Jobio dize. y avnque no fueran es-


pañoles los de aquel día, no vbieran menester socorro
de nadie, porqu'el nego~io no tubo tanto peso ni sus-
tan~ia como nuestro autor piensa, ni vbo más en ello de
salir los de dentro a dar a los de fuera vn arma tan falsa,
como tubo el hefecro no más de para cunplir con la
hordinaria costunbre que se tiene de salir los ~ercados a
hazer aquel aspabiento (que algunas vezes no lo es sino
ynportante), quando los que vienen a sitiar alguna pla~a
allegan nuevamente a ello 12, y están ocupados en hazer
sus alojamientos. y en este acahe~imiento avn fue menos
que ninguno otro semejante 1 3, porque casi que 14 no se
hizo más de salir y bolberse, siendo hecho tan presto lo
vno casi como lo otro. Y el mesmo herrar tubo en contar
la segunda contienda, quando salieron otra vez por dos
partes a dar por la vna en los ytalianos y por la otra en
los españoles, porque de tal manera les fue a los de Fe-
rrucho con esta salida, que ni a los ytalianos pudieron
hechar de la yglesia de Sant Andrés, junto aquel pueblo,
que hera su pretensión, ni con los españoles tanpoco tuvo
hefecto su acometimiento. Y defecto sí harto grande,
f. 144 v. pues / se quedaron en aquella ora, por no saberse enten-
der, dos (y avn qui~á tres) do~enas d'ellos, entre muer-
tos y heridos, sin quedar d'esta tra~a ningún español,
si no fueron quat'fO o ~inco y no muchos más de anbas
partes como el obispo dize.
y ~iertamente yo no sé en qué se estava pensando
quando escrevía este nego~io de Bulterra, que avn en
otros hierra y a~ierta, i en éste no vbo memoria de lo
postrero 15. Y conforme a esto escribe luégo las baterías
y arremetidas que se dieron al pueblo; y en la primera,
que dize que se dio por dos partes, fue ello así; y tanbién
lo que dize que si los ytalianos arremetieran, presto se

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23° EL ANTIJOVIO

tomara el lugar, porque tenían muy buena vaterÍa hecha


y el mesmo Ferrucho estaba herido y los defensores des-
mayados y aun se yvan ya rretirando de la mesma bate-
ría. Pero la causa de no hazello pregúntelo él aquellos
de su na~ión 16 y defiéndanse. y viniendo a los de la
mla/ 17
,que caSI• no teman
I batena
/ nmguna,
. 1
y en a que
tenían (con ser tan pequeña) estaban por deshazer dos
traveses que la hazían peligrosÍsima, y hera ynposible
por virtud d'ella hazerse ningún saludable hefecto, digo
qu'esto sí causó no entrar enton~es los españoles en el
pueblo, que no el ánimo qu'el Jobio dize que tuvieron
f. J45 r. los de / dentro, defendiéndose como él dize costantísi-
mamente. Y para esto, como aquel que alaba a su ene-
migo con quien ha tenido penden~ias, para que su áni-
mo se tenga en más en avelle ven~ido y sobrepujado,
así ni más ni menos 18, dize que los españoles animosa-
mente arremetieron y conbatieron, para dezir luégo la
costan~ia de los de dentro en la defensa.
Pero bengamos al prin~ipal asalto y de más tomo que
en aquel sitio de pocos días acont'e~ió, que fue el día
de la muerte de don Diego Sarmiento, cavallero bale-
roso, y de quien yo creo que si Bulterra no le atajara los
pasos, y él no dexara los de la guerra, que fuera en ella
vna de las señaladas personas que en aquella probin~ia
la na~ión española a tenido. Y es así como el Jobio lo
dize, que los españoles arremetieron por la parte y de
la manera qu'él quenta lo que se hizo, con tanto es-
fuer~o, que se vieron banderas ya en~ima de la batería
y de la muralla. Pero vbo quatro ynconbinientes bastan-
tes que los Añales nos conl'arán quando hablen 19, para
no poderse proseguir la vitoria (sin el de las pipas de
piedra qu'el Jobio quenta). y este día fue el que más
españoles fene~ieron convatiendo, y entr'ellos aquel ca-

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CAPÍTULO XXVII 23 I
vallero notable qu'está dicho, sin quedar el capitán Ma-
chicao herido de muchas heridas, como nuestro ovispo 2()
dize, ni de ningunas, si no fuese de alguna pedrada o
f. 145 v. otra cosa I semejante de poca calidad, porque no puede
haver memoria para tanta particularidad. Pero lo que
más es que notar, y para mi gusto de rrerr, es que con-
tando después le vltima vatalla y asalto que se dio al
lugar d'españoles e ytalianos, mezclados vnos con otros
(porque al marqués le pare~ió hazer aquel día aquella
ensalada que algunas vezes es probechosa y no sirve sólo
d'este manjar sino tanbién de fruta de postre, porque
con ella se acaba el nego<¡:io, avnque otras tanbién se
daña por ello), dize que arremetieron los d' estas dos na-
~iones rrebueltos vnos con otms, como está dicho, y que
fue defendiendo 21 el pueblo maravillosamente porque
los españoles (que d'estos solos trata, siendo los que con-
vatían tanbién ytalianos mezclados con ellos) vieron
quán dificultosa hera la entrada, y temiendo la fuer~a
de los enemigos no rresistieron balientemente quando
fueron acometidos. ¡Desventurado Jobio, que ~iego de
pasión no cae en que el asalro dieron 22 los vnos y los
otros mezcladamente, con acavallo de dezir 23, y que
ablando en general no podían pelear mal los españoles
ni ser rrebatidos sin que tanvién por los ytalianos no 24
pasase lo mesmo ne~esariamente, salvo si no quedaron
los ytalianos en la muralla para estatuas d'eJla 25, y los
españoles solos se rretiraron! y a tanto como esto llega
f. 146 r. la ~eguedad e ynconsidera<¡:iones I de nuestro perlado de
Nochera 26. Y es ~ierto así qu'en todo ,aquel ~erco ningún
día pelearon mejor los españoles y los ytalianos, ni más
ni menos 27; pero con todo esto la fortaleza del lugar
hera mucha, y tanpoco no tanta que se ponga por estre-
mo la dificultad de poderse tomar, pero son cosas y acon-

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EL ANTIJOVIO

te~imientos, gra~ias y desgra~ias de guerra que causan


diversos hefectos en ella. y en fin, el pueblo no se tomó
y el marqués se rretiró con su gente al sitio de adonde
la avía sacado, y de allí a pocos días, por desgustos
qu'entre él y el prín~ipe pasaron, de los quales en otra
obra que ya tengo muchas vezes alegada se dará quenta
d'ellos 28, se bolvió a su casa a Nápoles.
Después de lo qual nos da 29 quenta el Jobio de so la
encamisada (con las espe~ialidades d'ella) que los flo-
rentines dieron al quartel de los tudescos (y fue esto a
quinze de jullio de aquel año). y como no hera la con-
tienda con españoles allegóse más a la verdad, avnque,
por no perder su posesión, sienpre con defectos y 31 faltas.
Porque dexa de contar cómo fueron los tudescos enton-
~es acometidos en aquella madrugada por diversas partes
y 32 por más 38 que las qu'él quenta; y deja vna espe~ia­
lidad muy prin~ipal, y es cómo vna parte de aquellos
florentines que salieron a este he.cho, fue rrodeando aque-
llos campos y questas hasta dar en el camino que venía
f. 146 v. del quartel de los españoles al de los alemanes, / y cómo
quando comen~ava ya a andar la varaja y la grita, y los
tudescos dando priesa a su arma, vinieron éstos que digo
a grande priesa diziendo: ¡España!, ¡España!, como que
hera socorro del otro quartel que acudía a los tudescos,
que los hizo descuydar vn poco, hasta que viendo que
con el nonbre d'España heran tanbién acometidos como
por las otras partes, entendieron el engaño y rrevatieron
a los vnos y a los otros. y de tal manera fue 34 este rre-
batir, que casi fue vergon~oso según la manera y priesa con
que fue la rretirada 36, sin haver primero hecho aquellas
barraganadas 3 6 qu'el Jobio quenta, que aunqu'él estava
en Rroma, ~erca de Floren~ia lo saven mejor 37 los qu'es-
toaban más ~erca, y avn los qu'estavan más lejos qu'él;

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CAPÍTULO XXVII 233

y ~iertamente 38 los tudescos pelearon aquella mañana


esfor~adamente, hasta echar vituperas amente 39 de sí a sus
enemigos 40, y el conde de Ladrón no faltó en nada sino
sobró (si en esto pudiera aver sobra) a lo que devÍa a
su ofi~io y coronelía. y en quanto a lo demás de ~iertas
condi~iones que dize nuestro auctor que se trataron con
que los florentines se querían rrendir, yo me rremito a lo
que otra vez tengo dicho y todos (a lo menos muchos)
saben, que Floren~ia se rrendía de buena voluntad a la
del Emperador, con que les dejase su rrepública en for-
ma d'ella el gobierno, sin mudalles ni dalles nueva forma
1. 147 r. en el rregimiento / de su pueblo y de su Toscana; y
todo lo demás qu'el Jobio quenta es burlería, porqu'estos
ofre~imientos hir;ieron muchas vezes sin jamás querelles
ser admitidos.
Pero bengamos a la vltima rresulu~ión que los Ho-
rentines tomaron, biéndose ya muy apretados, que fue
enbiar a llamar a Ferrucho y que tomase toda la gente
de Pisa y de aquellas comarcas, y biniese con ella aFIo-
ren~ia para, quando estubiese a su vista, salir tanbién
ellos con la guarnic;ión que tenían, y juntos dar en los
enemigos a manera de desesperac;ión, biendo que no les
quedava otro rremedio; que si esto es así, lo qual yo no
sé, ni si para esto 41 los florentines llamavan aquel su
comisario 42, antes entiendo que hera para otro hefecto,
que se contaría en otra parte más conbiniente. Sé al 43
menos qu'el Jobio quenta este enquentro como si a él
se lo 44 dieran por 45 la bista, que de 46 desatentado no
supo contar lo que pasó, lo qual se dirá agora con tada
verdad y senzillez 47, pues lo digo en tienpo que ay mu-
chos que son testigos d'ello. Es, pues, el negoc;io 48 que
savido por el prínc;ipe y por los capitanes ynperiales, me-
diante 49 espías que para ello tenían, que Franc;isco Fe-

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234 E L ANTIJOVIO

rrucho junt·ava en Pisa toda la gente que podía aver, sin


la que avía sacado de Bulterra, y que tanvién le abÍa
acudido Juan Paulo de Cherri con ~ierta yruanterÍa, y
que por todos avía juntado quatro mill ynfantes poco
f. 147 v. más a menos, y ochozientos caua- / llos, los quinientos
d'ellos muy escojidos, para venir la buelta de Floren~ia
en socorro de los ~ercados, acordóse que fuese rresistido,
y que se le saliese al enquentro para este hefecto, sin de-
jalle llegar a ver su ~iudad sitiada. y el mesmo prín~ipe
quiso tomar a cargo la jornada y el que hiziese la rre-
sisten\=ia a Ferrucho, y así salió del campo llevando de
ynfanterÍa mill ytalianos, y mill y quinientos alemanes,
y mill españoles, y tres conpañías de caballos ligeros, y
algunos honbres de armas. Pero a ~inco millas del canpo
y de Floren~ia, en vna casa prin~ipal cuyo nonbre al pre-
sente no se me ofre~e, el prín~ipe mandó bolber los es-
pañoles a su sitio y que se quedasen; hecho a propósito
(avnque sin ninguno) 50, para que los españoles no al-
can~asen parte de aquella vitoria que él esperaba, ni se
les pudiese atribuir ninguna cosa d'ella, por odio par-
ticular que algunos de los que podían mucho con el prín-
~ipe tenían, y tanbién el mismo prín~ipe qui~á alguno 1\1,
no por enemistad contra españoles (como algunos creen),
sino por dependen~ia de los desgustos dentr'él y el mar-
qués que hera superior de la ynfantería española, el qual
sin este cargo lo avía tomado él muy grande de su afi-
~ión. y son los juy~ios de Dios tan escondidos a los hon-
bres, que mientras más quisieron quitar esta gloria a las
manos españolas, en fin Ca pesar del Jobio que lo quiso
f. 14 8 r. callar, y de los ytalianos 52 que lo / quisieren negar y
tranpear), vinieron los mesmos españoles por casos no
pensados aver aquella vitoria, de manera que perpetua-
mente a ellos les fuese devida esta honrra. Y para esto

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CAPÍTULO XXVII 235
es menester tener memoria de aquellos soldados despe-
didos, de qu'el Jobio y yo algunas ve~es hemos echo
min~ión 53, a los quales, por mandado de los capitanes
del Emperador, yva algunas ve~es, donde sabían que se
alojavan el capitán y maestre de campo Pedro de Gue-
vara, a hablalles y a trabajar con ellos qu'estubiesen rre-
cogidos porque no hi~iesen 54 e~esos de que se causase
yncomodidad al nego~io prin~ipal de Floren<;ia, y daño
a la comarca qu'estava por españoles. Así que, tornando
al prín~ipe, aviendo hecho bolber los milI españoles a su
alojamiento de Floren~ia, él continuó su camino en bus-
ca d'este Ferrucho, abiendo enbiado a mandar (como el
Jobio tanbién lo escribe) a Fabri~io Marramaldo y Ale-
jandro Bitelo, que con sus gentes ytalianas biniesen por
los pasos del enemigo, para que quando él le acometiese,
ellos tanbién se alIasen ~erca para moles talle por la atTa
parte. y así caminando allegó hasta topar con los ene-
migos en San Mar~elo, de adonde ya el Ferrucho salía
para Gaviñano. Y estando junto a este lugar y escaramu-
~ando los cavallos de la vna banda y de la otra, allegó
el prín~ipe con el golpe de su gente, y en la mesma co-
f. 148 v. yuntura Ferrucho con la suya, la ynfantería de la / qual
traya dividida en dos esquadrones, y como se comen~aron
a encontrar pegados los vnos y los otros a Gaviñano, el
prín~ipe, a vna banda de honbres de armas que traya
consigo, mandó arremeter a vno de los dos esquadrones
contrarios qu'estava más a mano yzquierda del otro, y
como fuesen a hazello y les oxeasen con los arcabu~es,
quedando muertos quatro honbres de harmas, los demás
comen~aron a rretirarse y avn a más qu'esto. y el de
Orange enton~es, con las congojas y desespera~iones su-
yas acostunbradas, y con aquel ynpetuo que solía, dando
a los que huyan al diablo, y avn creo que a sí tanvién

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