Anda di halaman 1dari 209
Traducido por Jorge Bayona 9. B, HIBEHKOB Awanexriueckast sornKa Quepxu ueTOpHn 4 TeOpHA Ha ucnaucrom sseKne © Traduccién al espafiol Editorial Progreso 1977 Impreso en la URSS 1050281 oe ay Fy 82 EST TUR ee errs eNES Sues OR UR oe Be eT De INTRODUCCION La creacién de la Légica con maytscula, la exposicidn detallada y sistematica de la dialéc- lica, entendida como légica y teoria del co- nocimiento del materialismo contemporaneo, (urea que nos legara V. J. Lenin, adquiere en nuestros dias agudeza especial. El caracter dia- léctico manifiesto de los problemas que surgen en todas las esferas de la realidad social y del conocimiento cientifico obliga a comprender vada yez mas claramente que sélo la dialéctica ser método de cono- dimuento clentifico y actividad practica, que ayuda en forma activa al cienttfico en la inter- pretacion tedrica de los datos experimentales, en la solucién de los problemas que brotan en el proceso de la investigacién cientifica. iin los ttimos dos-tres lustros se han pu- blicado no poecas obras destinadas a sectores que forman parte de aquel todo en el cual so- amos; cllas podrian considerarse plenamente como parrafos e incluso como capitulos de la futura “Légica”, como bloques mas o menos mMAFxiatit-leninista puede r 8 terminados del edificio en construccién. Claro esta que tales “bloques’” no se puede unir en uno solo en forma puramente mecanica, Y por cuanto Ja tarea de la exposicidn sistemati- ca de la logica dialéctica puede ser Ievada a término sélo con un esfuerzo colectivo, se im- pone Ja necesidad de definir aunque sea los principios mas generales del trabajo conjunto. En los ensayos que ofrecemos a los lectores tratamos de concretar algunos de los principios de partida de esta faena comin. En filosofia, observé con ligera tristeza He- gel en su Fenomenologia del Espiritu, mas a menudo que en cualquier otra ciencia “caen en la ilusién de que en los fines y dltimos resulta- dos se expresa el quid mismo de la cuestién, incluso en su esencia perfecta, al lado de lo cual la practica, propiamente hablando, no es esencial”’t, Lo dicho es muy exacto. Mientras conside- ren la dialéctica (la légica dialéctica) como simple instrumento de prueba de una _ tesis adoptada de antemano, indiferentemente de si es propuesta al principio, como lo exigian las reglas de las disputas de la Edad Media, o se revela sdlo al final del razonamiento, para crear la ilusién de imparcialidad (lo que, al parecer, nadie esperaba), ella contintia siendo algo “no esencial”. Transformada en simple medio de prueba de una tesis adoptada (0 de- 1G. Hegel. Phdnomenologie des Geistes, Leipzig, 1921, 8. 3. 4 EE SES ee Ree ETT ae er eee eT TED RRA Ree ERT TI terminada) de antemano, ella deviene en sofis- tica, parecida sélo exteriormente a la dialécti- ca, pero vacta en realidad. Y si es cierto que la verdadera Idgica dialéctica toma vida no cn “Jos resultados desnudos” ni en la “ten- dencia” del movimiento del pensamiento, sino sdlo en la forma del efecto “conjuntamente con su proceso de formacién’’?, es necesario también tener en cuenta esta verdad en el curso de la exposicién de Ja dialéctica como LLégica. Ademds, no hay que caer en el otro cxtremo, aparentando que no nes proponemos ningtin fin, que determina, desde el principio, cl modo y carActer de nuestras acciones en el curso del andalisis del problema, que nos permitimos nadar irreflexivamente, Y por eso estamos ya obligados, de todos modos, a decir claramente qué representa el “objete” en el cual queremos descubrir su necesaria desmem- bracién interior. A prandes rasgos, nuestro “objeto” es el pendamiento, y la Légica dialéctica tiene como fin desarrollar su reflejo cientifico en aque- llos momentos necesarios y en aquella sucesién necesaria que en nada dependen de nuestra vo- luntacd ni de la conciencia. En otras palabras, la Légica esta obligada a mostrar cémo se desa- rrolla el pensamiento, si es cientifico, si refle- ja, es decir, reproduce en los conceptos el ob- jelo existente, fuera e independientemente de la conciencia y la voluntad, is crea su reproduc- 2 Véase ibid., 8. 5. ia bE eel Ce a cién espiritual, crea su autodesarrollo, recons- truyéndolo en la Idgica del movimiento de los conceptos, para luego reconstruirlo en la realidad: en el experimento, en la prdctica. La Légica también es el reflejo tedrico de tal pensamiento. De lo dicho se desprende que comprende- mos el pensamiento como un componente ideal de la actividad real del hombre social, que transforma con su trabajo la naturaleza exterior y a si mismo. La Légica dialéctica es por eso no sélo un esquema general de la actividad subjetiva, que transforma creadoramente a la naturaleza, sino también, simultaneamente, un esquema general del cambio de cualquier material na- tural e histérico-social, en el cual esta activi- dad se ejecuta y por necesidades objetivas siempre esté ligada. He ahi en qué, a nuestro modo de yer, consiste el sentido verdadero de la tesis leninista de la identidad (no de la “unidad” solamente, sino de Ja identidad, de la plena coincidencia) de la dialéctica, de la légica y de la teoria del conocimiento de la ideologia cientifica, materialista, contempora- nea. ‘Tal enfoque conserva, como una de las definiciones de la dialéctica, la definicién que dio Engels de la dialéctica como ciencia de las formas y leyes generales de todo desarro- Ilo, comunes al pensamiento y al “ser”, 0 sea con un desarrollo histérico-social y natural, y no de las formas y leyes del pensamiento “es- pecificamente subjetivas”, 6 Pensamos que precisamente asi puede unirse la dialéctica con el materialismo y mostrar ae la Légica, devenida en dialéctica, es no se la ciencia sobre el “pensamiento’, sino tam itn sobre el desarrollo de todas las cosas, tanto materiales como “espirituales”. _ ha Topica comprendida de esa manera también pue e ser verdadera ciencia sobre el pensamiento, cien cia materialista sobre el reflejo del movimien- to del universo en cl movimiento de los conecplos. De otro modo, ella se transforma, inevitublemente, de ciencia sobre el pensamicn- to, en una disciplina puramente técnica, en tina descripcidn de sistemas de acciones con {évminos lingiifsticos, como ocurrié con la 1é- gica cn manos de los neopositivistas. al La concretizacién de la definicién general de la Légica, arriba expuesta, debe, eviden- temente, consistir en el descubrimiente de los conceplos que entran en. ella, ante todo del concepto “pensamiento”. Aqui surge otra vez una dificultad puramente dialéctica: definir ernteramente este concepto, concretarlo, y tam- hién significa mostrar la esencia de la Légica, pucs la verdadera definicién puede darse no en la “definicién”, sino en el “descubrimiento de la esencia de la cuestién”. : Con el concepto pensamiento linda, de modo muy cercano, el concepto de] mismo “concepto”. Dar una “definicién” aqui es facil, pero gsera de mucha utilidad? Si adhiriéndonos a una conocida tradicién en Légica, por 1 concepto nos inclinamos a entender no un “signo”, no 7 rea CRE SERENE ETRE saiaiaieeenieiiaeniarieas un “término, determinado por otros términos”, ni simplemente el “reflejo de los rasgos esen- ciales de la cosa” (pues, en este caso, surge inmediatamente a primer plano el sentido de Ja pérfida palabra “esenciales”), sino Ia com- prensién de la esencia de la cuestién, nos pa- rece que serfa mAs correcto limitarse a lo dicho con respecto a las definiciones y empezar a examinar la “esencia de la cuestién”, partien- do de las definiciones abstractas, sencillas, y, en lo posible, indiscutibles para cada quien, y pasar luego a lo “concreto”, En este caso, a la comprensién marxista-leninista de la esencia de la Logica, concretamente, a su “concepto” desarrollado, Con todo lo dicho se determina Ia intencién y el plan de trabajo. A primera vista puede parecer que éste, si no enteramente, en medida considerable es una investigacién histérico- filoséfica, Sin embargo, las colisiones “histd- ricas” de la realizacién de Ios “asuntos de la Légica” no son Para nosotros el objetivo, sino apenas el material factico, a través del cual Surgen, poco a poco los contornos Precisos de la “légica del Asunto”, aquellos mismos con- tornos generales de la dialéctiea como Légica que, criticamente corregidos, evaluados de nuevo, de modo naterialista, por Marx, En- gels y Lenin, caracterizan también nuestra comprensidn de esta ciencia, ee RE EE Primera parte DE LA HISTORIA DE LA DIALECTICA Primer ensayo SOBRE FL. OBJETO DE LA LOGICA. COMO SURGIO Y EN QUE CONSISTE EL PROBLEMA? 1 método mas perspectivo de resolver cual- quier problema cientifico es el de su enfoaue histérico. En nuestro caso tal enfoque res , ademas, muy actual. La cosa es que ahora se denominan con el nombre de légica docirinas que se distancian considerablemente en la rensién de los limites del objeto de esta comprensién de los limites , ‘a ciencia. Por supuesto, cada una de e las pr tende no sélo y no tanto a la denominacién, cuanto al derecho de considerarse el unico peldafio moderno en el desarrollo del Pensa miento légico mundial. Por eso hay que le- vantar la historia del problema. , El término “légica”, aplicado ala ciencia del pensamiento, fue introducido por primera vez por Jos estoicos, que distinguian con esta denominacién aquella parte de la doctrina de Aristételes que coincidfa en realidad con sus propias ideas sobre la naturaleza del pensa- 9 miento. La denominacién “légica” Ia toma- ron del término griego “logos”, que significa literalmente “razén”, y la indicada ciencia se aproximaba al objeto de la gramatica y la retérica. La escoldstica de la Edad Media formalizé y legalizé de una vez por todas esta tradicién, transformando la logica precisa- mente en simple instrumento (“organon”) de disputas verbales, en un medio de interpreta- cién de las “Sagradas escrituras”, en un apa- rato puramente formal. Como consecuencia de esto quedé desacreditada no sdlo la inter- pretacién oficial de la légica, sino incluso su misma denominacién. Por eso la “légica aris- totélica”, castrada, perdié mucho a los ojos de todos los prominentes naturalistas y filéso- fos de la nueva época. Por la misma causa, la mayorfa de los filésofos de los siglos XVI-XVIII evitaban en lo posible utilizar el término “légica” para nombrar la ciencia del pensamiento, del intelecto o la razén. Este nombre no figura en los titulos de las gran- des obras sobre el pensamiento de aquel en- tonces. El reconocimiento de la inutilidad de la versién oficial de Ja légica escoldstica formal como “érganon” del pensamiento real, del desarrollo del conccimiento cientifico, es el leitmotiv de todo el pensamiento filosdéfico avanzado de aquel tiempo. “La Iégica de que ahora se siryen mas bien Ileva al fortalecimien- to y conservacién de los errores, que tienen su fundamento en conceptos generalmente 10 BSR ECE Se rT AR AAT, aceptados, que a la busqueda da Ja verdad. Por eso ella es mas perjudicial que util %, hacia constar Francisco Bacon. “... La légica, sus silogismos y gran parte de otros de sus Pre ceptos ayudan mas bien a explicar a otros *s cosas que ya saben, o incluso, como en el ar ¢ de Lulle, a razonar torpemente sobre lo que ignoran, en vez de estudiarlo”?, le hace ee Renato Descartes. Juan Locke supone que “i silogismo, en el mejor de los casos, ¢s sélo e arte de Ilevar la lucha con ayuda del pequefio conocimiento que poseemos, sin agregarle nada”, Fundados en esto, Descartes y Locke consideraban necesario incluir toda la proble- matica de la légica anterior en la esfera de la retérica. Por cuanto la [dgica se conserva como ciencia especial, se interpreta undnime- mente no como ciencia del pensamiento, sino como ciencia de las reglas del uso de las pa- labras, los nombres y los signos. Hobbes, por ejemplo, desarrolla Ja concepcion de la légica como cémputo de palabras-signos*. . Haciendo el balance de su Experiencia sobre la razén humana, Locke define el objeto y la 1. Bacon. Bacon’s Novum Organnn, Edited by Thomas Fowler. Second Edition, Oxford, 1889, p. 197. 2 R. Descartes. Discours de la méthode, Paris, 1950, . 53, BS J. Locke, An Essay Concerning Human Understan- ding. Vol: Il, London, 1710, p. 299, * Véase T. Hobbes. Leviathan or The Matter, Form and Power of a Gommonwealith, Ecclesiastical and Ci- vil, London, 1894, p. 27. iW Haat sib tarea de Ja légica asi: “La tarea de la légica es el examen de la naturaleza de los signos que empleamos para comprender las cosas 0 para transmitir su significacién a otros”§, El inter- preta la légica como “teorfa de los signos”, como semidtica®, Pero la filosofia, por fortuna, no encajaba en tal nocién. Las mejores inteligencias de aquella época comprendian muy bien que si la légica se interpretaba en el espiritu arriba descrito, serfa cualquier cosa, menos la ciencia del pensamiento. Es cierto que a los represen- tantes de la concepcién puramente mecanicis- ta sobre el mundo y el pensamiento tal com- prensién de la légica les conyenia, Por cuanto interpretaban la realidad objetiva geométrica- mente abstracta (consideraban objetivas y cien- tificas sélo las caracterfsticas puramente cuan- titativas), los principios del pensamiento en las ciencias naturales y mateméticas se fun- dian, a su modo de ver, con los principios 16- gicos del pensamiento en general. Esta ten- dencia aparece en forma acabada en Hobbes. Descartes y Leibniz enfocan esta cuestién mucho més cautelosamente, A ellos también Jos dominaba Ja idea de crear una “matema- tica. universal” en vez de Ja ridiculizada y des- acreditada légica anterior, También sofiaban con Ja institucionalizacién de una “lengua uni- versal” y un sistema de términos, univalentes > J. Locke. Obra citada, p. 339, Ibid, eC ee y rigurosamente definidos, y por eso suscep- tibles de operaciones puramente formales. Sin embargo, tanto Descartes, como Leib- niz, a diferencia de Hobbes veian perfecta- mente las dificultades de principio que se al- zaban en el camino de la realizacién de esta idea. Descartes comprendia que definir los iérminos de una “lengua universal” no podia ser producto de un acuerdo amistoso, sino ob- tenerse sélo como resultado de un anilisis esmerado de las simples ideas con las cuales, a modo de ladrillos, se forma todo el mundo intelectual de los hombres; que la lengua mas exacta de la “matematica universal” puede ser apenas algo derivado de la “filosofia de la verdad”, Sélo entonces se lograria sustituir cl pensamiento sobre las cosas, dadas en la imaginacién (o sea, segin la terminologia de entonces, en la contemplacién), y, en general, en Ja practica material-sensitiva real de los hombres, por una especie de “calculo de los lérminogs y aserciones” y hacer deducciones tan exactas como la solucién de ecuaciones. Adhiriéndose en este punto a Descartes, Leibniz limitaba categéricamente la esfera de aplicacién de la “matematica universal’ sélo a aquellas cosas que entran en la esfera de accién de Ja fuerza imaginativa. La “matema- tica universal” debe exhibir, segun él, la 16- gica de la fuerza imaginativa, y nada mas. Pero justamente por eso se excluyen de su incumbencia la metafisica, las cosas proporcio- nadas sélo ala raz6én, come pensamiento y 13 MODCER: ii RS tie RI ee eas Bas eG TEE RS TST Ree Ta accién, y la esfera de la matemAtica habitual. iLimitacién muy sustancial! El pensamiento, en tode caso, queda aqui fuera de los limites de la competencia de la “matemAtica univer- sal”. No es asombroso pues que Leibniz, con iro- nia no disimulada, incluyera la légica expucs- ta por Locke em cl enfoque puramente no- minalista, segtin el cual la légica se comprende come ciencia especial de los signos. Leibniz descubre las dificultades que conlleva tal com- prensién de la ligica, Ante todo, constata él, “la ciencia del razonamiento, de la formacién de los juicios, de la invencién, por lo visto, se diferencia mucho del conocimiento de la eti- mologia de las palabras y de su uso que cons- tituye un no sé qué indeterminado y arbitra- rio, Ademas, al explicar las palabras hay que hacer incursiones a la esfera de las ciencias, como es visible en los diccionarios; de otra parte, es imposible estudiar las ciencias sin definir al mismo tiempo los términos”?, Por eso, en vez de dividir a filosofia en tres ciencias distintas (légica, fisica y ética), cosa que Locke copia de los estoicos, Leibniz prefiere hablar de tres aspectos distintos de una misma ciencia, de unas mismas verdades: tedrico (fisica), prdctica (ética) y terminold- gico (légica). A la légica anterior corresponde aqui simplemente el aspecto terminolégico de 7 'W. Leibniz, Newe Abhandlungen tiber den men~ schlichen Uerstand, Leipzig, 1915, S. 640. 14 fa ciencia, o, segtm expresién de Leibniz, la sislematizacién del conocimiento segin los tér- minos del vademécum®, Es de suponer que tal sistematizacién, incluso Ja mejor, no es una ciencia sobre el pensamiento, pues Leibniz te- nfa sobre éste una idea mas profunda. Pero la verdadera doctrina sobre el pensamiento la inclufa en la metafisica, siguiendo en este sen- tido la terminologta y la esencia de la légica de Avistételes, y no la de los estoicos. Pero (por qu debe estudiarse el pensamien- to en los marcos de la “metaffsica’? La ctiestién, naturalmente, no radica en sefialar «| “departamento” en el cual “figura” la com- prension tedrica del pensamiento, sino en el modo determinado de enfocar la solucién de un problema filoséfico esencial. Esta dificul- tad, que surge constantemente ante cada ted- rico, consiste en la comprensién de cémo se re- lacionan uno con otro el conocimiento (la totalidad de conceptos, especulacio- nes tedricas e ideas) y su objeto, si concuerda uno con otro o no, si corresponde a los con- ccptos con los cuales opera el hombre algo real que se halla fuera de su conciencia. (Es posible comprobar esto? Y si es posible, icémo hacerlo? Las preguntas son complejas en grado sumo. Responderlas afirmativamente, con toda su aparente claridad, no es muy facil que diga- mos. En cambio, las respuestas negativas pue- 5 Ibid. 8. 644-645. 15 den apuntalarse con argumentos muy sdlidos. Veamos como: por cuanto el objeto, en el pro- ceso de su comprensién, se refracta a través del prisma de la “naturaleza especifica’ de los érganos de percepcidn y de juicio, por tanto conocemos cualquier objeto sélo en el aspecto que adquiere como resultado de la refraccién. EL “ser” de las cosas fuera de Ja conciencia no es indispensable refutarlo aqui. Se refuta “solamente” esto: la posibilidad de comprobar si tales cosas existen en realidad o no como nosotros las conocemos y compren- demos. Una cosa, tal como se refleja en la conciencia, no se puede comparar con la cosa que existe fuera de la conciencia, pues es im- posible comparar lo que hay en la conciencia con Jo que no esta en la conciencia; no se puede confrontar lo que yo conozco con aquello que no conozco, no veo, no percibo ni comprendo. Antes de yo poder comparar mi representa- cién de Ja cosa con la cosa, debo comprender también esta cosa, o sea, transformarla tam- bién en representacién. Fn resumidas cuen- tas, yo comparo y confronto siempre la repre~ sentacién sdlo con la representacién, aunque pienso que comparo la representacién con la cosa. Naturalmente, se puede comparar y con-: frontar sélo objetos homogéneos. Seria absurdo comparar puds con arshines, 0 el sabor de un bistec con la diagonal del cuadrado. Y si qui- siéramos, de todos modos, comparar el bistec con el cuadrado, comparariamos no ya el “bis- | 16 tec” y el “cuadrado”, sino dos cosas que po- seen una forma espacial geométrica igual. En la confrontacién, las propiedades “especifi- cas” de.una y otra cosa no pueden participar. “Seria absurdo, por ejemplo, hablar de la distancia que hay entre el sonido A y una mesa. Siempre que se habla de la distancia existente entre dos objetos, se trata de una distancia dentro del espacio... Se supone que los dos objetos existen dentro del espacio, como puntos de éste. Y sdlo después de que los unamos sub specie spatii (bajo el punto de vista de espacio. —N. de la Edit.), los dis- tinguimos como distintos puntos de Espacio. El hecho de hallarse dentro del espacio, es precisamente lo que constituye su unidad’”. Dicho con otras palabras, cuando se quiere establecer cualquier relacién entre dos cbje- tos, ‘se confronta siempre no las cualidades “especificas” que hacen que un objeto sea el “sonido A”, y el otro una “mesa”, un “bistec” o un “cuadrado”, sino sélo las propiedades que expresan algo “tercero”, distinto de su ser en la cualidad de las cosas enumeradas, Las cosas confrontadas también se consideran como mo- dificaciones distintas de esta “tercera” propie- dad, comtin a todas ellas, dirfase de su inte- rior. Si en la naturaleza de dos cosas no hay un “tercero”, comin a ambas, las diferencias entre ellas son un absurdo completo. 9 C. Marx, El Capital, C. Marx y F. Engels. Obras, t. 26, parte TIT, pags. 145-146. 2180 "7 éDénde interiormente se correlacionan entre si objetos tales como “concepto” (“pensamien- to”) y “cosa”? En qué “espacio” singular ellos pueden confrontarse, compararse y di- ferenciarse? ¢Existe aquel “tercero”’, en cl cual ellos son “lo: mismo”, a pesar de todas sus diferencias evidentes? Si no existe esa substan- cia comin, que expresan de distintos modos el pensamiento y la cosa, entre ellos no se puede establecer ninguna correlacién necesa- ria interna. En el mejor de los casos, se puede “percibir” sélo una relacién exterior como aquella que establecian entre la posicién de un astro en la béveda celeste y los aconte- cimientos en la vida personal, una relacién entre dos series de acontecimientos absoluta- mente distintos, cada una de las cuales trans- curre de acuerdo con leyes rigurosamente especificas. Entonces tendria razén Wittgen- stein, cuando dijo que las formas Iégicas eran misticas, inexpresables. Pero en el caso de Ja relacién entre el pen- samiento y la realidad se afiade todavia otra dificultad. Sabemos a qué puede conducir y conduce la busqueda de una tal substancia especial, que no seria ni pensamiento, ni rea- lidad material, pero, al mismo tiempo, for- maria la substancia comtin de ellos, el “terce- ro”, que una vez apareceria como pensamiento ¥ otra como ser. Pues el pensamiento y el ser son conceptos que se excluyen mutuamente. Lo que es pensamiento, no es ser, ¥ viceversa. {Co- mo es posible, en tal caso, confrontarlos uno 18 nna generar TREN RGSEE RUBS TERS UTNE PE RAY TEL REDEAT T. con otro? ¢En qué puede fundarse su interac- cién, en qué son ellos “lo mismo”? Esta dificultad fue elocuentemente expre- sada por Descartes, en una forma légica franca. Mila constituye el problema central de toda filosofia: el problema de Ja relacién del “pen- samiento” con Ia realidad existente fuera ¢ independientemente de él, con el mundo de las cosas en el espacio y en el tiempo, el proble- ma de la coincidencia de las formas del pen- samiento con las formas de la realidad, el pro- blema de la verdad, 0, apelando al lenguaje liloséfico tradicional, el “problema de Ja iden- lidad del pensamiento y el ser”. Para cada uno es claro que el “pensamiento” y las “cosas fuera del pensamiento” estan le- jos de ser lo mismo, Para comprender esto no sen ta ser filésofo. Cada uno sabe que una cosa es tener cien rublos en el bolsillo, y otra sofiar con ellos, tenerlos sdlo en el “pen- samiento”. El “concepto” es, evidentemente silo el estado de Ia substancia especial que colma el crineo (no importa cémo se inter- prate cata substancia: como tejido cerebral, o finisimo éter del “alma”, que se aposenta alli, como en un apartamento; como “estructura del tejido cerebral” o formal “estructura del discurso interior”, en forma del cual se realiza el pensamiento en el “interior de la cabeza”) pero el objeto se halla fuera de la cabeza en cl espacio, mas alld de los limites de la cabeza y representa un algo completamente distinto que el “estado interior del pensamiento”, de 19 TREE sce eamesAiIneRT® la “representacién”, del “cerebro”, del “dis- curso”, etc. Para comprender y tomar en cuenta con claridad cosas tan evidentes de por si, no es necesario en absoluto poseer la inteligencia de un Descartes. Sin embargo, es necesario poseer la rigarosidad analitica de su intelecto para determinar exactamente el hecho de que el “pensamiento” y el “mundo de las cosas en el espacio” no son sdélo y simplemente fend- menos ‘“‘distintos”, sino también abiertamente opuestos, El intelecto claro y légico de Descartes es tanto mds necesario para comprender la di- ficultad que de aqui le resulta al problema: gde qué manera estos dos mundos (de una parte, el mundo de los conceptos, el mundo de los “estados internos del pensamiento”, y, de otra, el mundo de Jas cosas en el espacio exterior) se conforman, no obstante, entre si? Descartes expresa tal dificultad del siguien- te modo. Si el ser de las cosas se determina por su extensién y las formas geométricas espaciales de las cosas son las dnicas formas objetivas de su ser fuera del sujeto, el pensa- miento no se revela de ninguna manera por su descripcién en formas del espacio. La ca- racteristica “espacial” del pensamiento no tiene ninguna relacién con su naturaleza espe- cffica, La naturaleza del pensamiento se re- vela por los conceptos, que no tienen nada de comin con la expresién de modelos geométri- cos espaciales de ningtin género. Para Descar- 20 tal concepcidn tiene la siguiente formula: cl pensamiento y Ja extensién son dos sub- stancias distintas, y substancia es lo que existe y se determina sélo por si mismo, y no por “otro”. Entre el pensamiento y la extensién no hay nada “comin”, que pudiera expresarse en una determinacién especial. Dicho de otro modo, en Ja serie de determinaciones del pen- samiento no hay ni un solo rasgo que entre en la determinacién de la extensién y vice- versa. Pero si tal rasgo comin no existe, es imposible deducir racionalmente del pensa- miento al ser y viceversa, porque la deduccién exige un “término medio”, que entraria en la serie de determinaciones del pensamiento y en la serie de determinaciones del ser de las cosas fuera de Ia conciencia, fuera del pensamiento. El pensamiento y el ser no pueden focarse uno con otro, pues en tal caso su divisoria (linea o punto de contacto) seria lo que simultaénea- mente los divide y liga entre si. En virtud de la ausencia de tal divisoria, el pensamiento no puede “limitar” a la cosa extendida, ni la cosa a la idea, a la expresién mental, Ellos, diriase, se penetran y atravie- san libremente uno a otro, sin encontrar en ninguna parte limite. El pensamiento, como tal, no es capaz de interactuar con la cosa extendida, ni Ja cosa, con el pensamiento, cada uno gira en el “interior de s{ mismo”. Surge inmediatamente el problema: :cémo estan relacionados entre si el pensamiento y las funciones corporales en el individuo? Que al ellos estan relacionados, es un hecho evidente. FE] hombre gobierna conscientemente su cuerpo, determinado espacialmente, entre otros cuer- pos, sus impulsos cspirituales se transforman en movimientos espaciales, y los movimientos de los cuerpos, provocando cambios en el or- ganismo humano (sensaciones), se transforman en modelos mentales. Entonces, el pensamiento y el cuerpo extendido, sin embargo, icémo que interacttian? ¢Pero cémo? ¢En qué con- siste la naturaleza de esta interaccién? ¢Cémo se “determinan” ellos, es decir, “limitan” uno a otro? iCémo ocurre que la trayectoria estructu- rada por el “pensamiento” en el plano de la imaginacién, por ejemplo, la curva, trazada en conformidad con su ecuacién, resulta con- gruente (coincidente) con el contorno geomé- trico de la misma curva en el espacio real? Vale decir, la forma de Ja curva en el pensa- miento (es decir, en forma de “valor” de si- gnos algebraicos de wna ecuacién) es idéntica a la curva correspondiente en el espacio real, o sea a la curva trazada sobre un papel, en el espacio fuera de la cabeza. Esto es, pues, una y la misma curva, s6lo que una vez esta en el pensamiento, y otra, en el espacio real. Por eso, actuando de acuerdo con el pensa- miento (comprendido como sentido de las pa- labras, de los signos), yo actio, simultanea- mente, en rigurosfsimo acuerdo con la forma (en este caso, con el contorno geométrico) de la cosa fuera del pensamiento. 22 iCémo puede ser cso, si la “cosa en el pen- samiento” y la “cosa fuera del pensamiento” no sdlo son “distintas”, sino también absolu- mente epuestas? ¢¥ los contrarios absolutes gnifican, precisamente, no tener entre si nada “comtin”, idéntico, ninguna determina- cién que simultaneamente entre, en calidad de rasgo, en el concepto “cosa fuera del pen- samiento”, y en el concepto “cosa en el pensa- micnto”, “cosa mental”? gGémo pueden con- cordarse entre si —y no de modo casual, sino sistematica y regularmente— dos mundos, que no tienen entre si nada de “comtin” o “idén- tice’? Este es el problema, en torno al cual ira el cartesianismo: el mismo Descartes, Geu- lincx, Malebranche, y la masa de sus disci- pulos. Malebranche, con la graciosa manera que le es propia, expresa la dificultad de princi- pio, que de aqui resulta, asi: durante el sitio de Viena por cl ejército turco, los defensores n, indudablemente, sdlo “tivooa tivideendentales’”’. Sin embargo, los itiertos eran tureos de pura cepa... La difi- cullad aqui ¢s clara, y absolutamente insoluble para el punto de vista cartesiano sobre el pen- samiento, pues los defensores de Viena apun- taban y disparaban en concordancia con la imagen de turcos que tenfan en sus cabezas, en concordancia con los turcos “pensados”, “‘tras- cendentales”, y con Ia trayectoria de las ba- las computada en la mente, haciendo blanco en turcos de verdad, no sdlo en el espacio tle la citelad vel 23 bvinate wii Hai as! mas alla de su craneo, sino también fuera de los limites de las murallas de la fortaleza... iCémo asi, por qué concuerdan dos mundos que no tienen entre si nada de comin: el mundo “pensado”, el mundo en cl pensamiento, y el mundo real, el mundo en el espacio? Sdlo Dios lo sabe, responden Descartes, Malebran- che y Geulincx, desde nuestro punto de vista, esto es inexplicable. Este hecho puede expli- carlo tmicamente Dios. El concuerda entre sf dos mundos contrarios. El concepto “Dios” sirve aqui de construccién tedrica, con ayuda de la cual se expresa el hecho evidente, pero enteramente incomprensible, de la unidad, de Ja coincidencia, de la “congruencia”, identi- dad, si nos place, de fenémenos que por defi- nicién son absolutamente contrarios... Dios es lo “tercero”, lo que en calidad de “eslabén intermediador” ata y concuerda el “pensa- miento” con el “ser”, el “espiritu” con el “cuer- po”, el “concepto” con el ‘‘objeto”, las accio- nes en el plano de los signos y las palabras con las acciones en el plano de los cuerpos reales, geométricamente determinados, fuera de Ja cabeza. Aferrada sin rodeos a un hecho dialéctico en forma desnuda: el “pensamiento” y el “ser fuera del pensamiento” son contrarios absolu- tos, que se hallan, sin embargo, en concordan- cia entre si, en unidad, en relacién mutua ne- cesaria e interaccién (y por consiguiente, que se subordinan a una misma ley superior), la escuela cartesiana capituld ante la teologia y 24 airibuyé el hecho inexplicable, desde su punto de vista, a Dios, declardndolo “milagro”, o sea, intervencién abierta de fuerzas sobrenaturales cn la cadena causal de los procesos naturales, Por eso, Descartes —creador de la geome- trfaanalitica— no pudo explicar racional- mente la causa, segtin la cual la férmula al- gebraica de Ia curva, con ayuda de la ecua- cién, “corresponde” a la (“en-st-idéntica”) imagen espacial de esta curva en un dibujo. Aqui en realidad, no puedes arreglarselas sin Dios, pues las acciones con signos y a base de signos, en concordancia sélo con los mismos ‘nos (con su sentido matematico) es decir, acciones en el éter del “pensamiento puro”, iw tienen, segiin Descartes, absolutamente nada de comtin con las acciones corporales reales en Ta esfera de Ias cosas determinadas espa- cialmente, en concordancia con sus contornos veales, Las primeras son “acciones puras del cupfritu” (o del “pensamiente como tal”), y lay segundas son acciones del cuerpo, que re- piten los contornos (los rasgos geométeicos eapaciales) de los cuerpos exteriores, y por eso estdin plenamente subordinadas a las leyes del mundo “exterior”, material-espacial. (En la actualidad, este problema esté no menos agudamente planteado en la Mamada “filosofia de la matemdtica”. Si las especula- ciones matematicas se interpretan como con- strucciones del intelecto creador de los mate- maticos, “libres” de toda determinacién exte- rior, que trabaja exclusivamente con reglas 25 “I5gicas” —y los mismos matematicos, siguien- do a Descartes, se inclinan muy a menudo a interpretarlas precisamente asi—, se hace completamente enigmatico ¢ inexplicable por qué los hechos empiricos, los hechos de la “experiencia exterior”, en todo momento con- cuerdan, coinciden, en su férmula matemati- camente numérica, con los resultados obteni- dos mediante cdlculos puramente ldgicos, me- diante acciones “puras” del intelecto. Esto es muy confuse. Sélo Dios puede ayudarnos aqui.) Dicho con otras palabras, la identidad de Jos indicados contrarios absolutos (“pensa- miento”, “espiritu” y “extensién”, “cuerpo”) también la reconoce Descartes como. principio real —sin 1 seria imposible (y no sdlo inex- plicable) incluso su idea de la geometria ana- Iftica—, pero se explica como*asunto de Dios, como un modo de intervencién suya en las relaciones mutuas del “pensamiento y el ser”, del “espiritu y el cuerpo”. Ademds, Dios, en la filosofia cartesiana, especialmente en Ma- lebranche y Geulincx, puede sobrentenderse mas que tradicionalmente, catélicamente or- todoxo, que desde fuera, sentado en un ele- vado trono celestial, gobierna los cuerpos y las “almas” de los hombres, concuerda las ac- ciones del “espfritu” con las acciones del “cuerpo”. Esa es la esencia del célebre problema psi- cofisico, en el cual no es dificil descubrir la formula especifica concreta, y por eso, histé- ticamente limitada, del problema central de 26 la filosofia. Por consiguiente, Ia cuestién de la comprensién tedrica del pensamiento (de la légica), y no en manera alguna de las reglas de operar con signos verbales u otros, se apoya en Ja solucién de los problemas cardinales de la filosofia, de la metafisica, expresdndonos un poco al modo antiguo. Y esto presupone dominar la erudicién del pensamiento tedrico verdadero, tepresentado por los cldsicos de la filosofia, que sabian no sélo plantear los problemas con extremada exactitud, sino tam- bién resolyerlos, Segundo ensayo EL PENSAMIENTO COMO ATRIBUTO DE LA SUBSTANCIA Espinosa jugé un inmenso papel, no eva- luado todavia hasta el fin, en el desarrollo de la légica, en la preparacién del punto de vista actual sobre el objeto de esta ciencia. Gomo Leibniz, Espinosa estuvo muy por en- cima de Ja limitacién mecanicista de las cien- cias naturales de su tiempo. Fue ajeno tam- bién al afan de universalizar, simplificando, las formas y métodos de pensamiento parti- culares, titiles sélo en los marcos de las cien- cias naturales mecanico-matematicas. El interpretaba la Iégica como una discipli- na aplicada, por analogfa con la medicina, por cuanto ella se conserva al lado de la teo- a7 tia de la substancia, porque su obligacién no esta en la invencién de reglas artificiales, sino en concordar el intelecto humano con las le- yes del pensamiento, comprendido como *atributo” de lo integro natural, sdlo como un “modo de expresién” del “érden universal y la concatenacién de las cosas”. Espinosa hizo la tentativa de estudiar los problemas légicos a base de tal enfoque. El comprendia el pensamiento en una forma mas rica de contenido y, en esencia, dialécti- camente. Para la historia de la dialéctica, pre- cisamente, la figura de [Espinosa presenta mucho interés. El es casi el tinico de los gran- des pensadores de la época premarxista que supo enlazar brillantes modelos de agudo pensamiento dialéctico con el principio ma- terialista, realizado consecuente y rigurosa- mente a través de todo su sistema de Ja com~ prensién del pensamiento y sus relaciones con el mundo exterior, que se extiende en el espa- cio, fuera de la cabeza humana. Es dificil so- brestimar la influencia de las ideas de Espinosa en el desarrollo posterior del pensamiento dialéctico, “Ser espinosista, es principio esen- cial de todo filosofeo... —manifestaba cate- géricamente el gran dialéctico Hegel—, el pensamiento deberia estar necesariamente en el punto de vista del espinosismo’”4. 1G. Hegel. Werke in xwanzig Banden, Bd. 20, Vor- lesungen aber die Geschichte der Philosophie, Frank- furt a. M., 8. 165, 28 . En cambio, la escolastica religiosa ortodoxa, aliada con la filosofia idealista subjetiva no a de maltratar a Espinosa como a un “perro muerto”, lo vapulea como adversario vivo y peligroso para ella. Un andlisis elemental muestra que los principios fundamentales del pensamiento de Espinosa se oponen en toda la linea a la comprensién del “pensamiento”, que fomenta el positivismo contemporaneo. Con- lra Espinosa chocan también hoy dia, en agudo antagonismo, los mas modernos sistemas del siglo XOX. Esto nos obliga a analizar con espe- cal atencién el ingrediente teérico de sus con- ccpciones y a revelar en ellas aquellos princi- pos que, aunque en otras formas, un tanto distintas de expresién, contindan siendo prin- cipios valiosisimos de todo pensamiento cien- t{ffico en la hora de ahora y, como tales, se iinpugnan muy emocionalmente por los ad- veriarios contemporaneos del pensamiento dialéctico, Hn su tiempo, Tegel hacia notar que Ia fi- lowoffa de Espinosa es muy sencilla y se puede comprender con facilidad, Efectivamente, los prin pios del pensamiento de Espinosa, que encierran el principio esencial de todo filoso- feo, o sea, el fundamento verdadero, sobre el cual es posible solamente levantar el edificio de la filosofia como ciencia, son geniales jus- famente por su claridad cristalina, ajena a cualesquiera reservas y doble sentido. Sin embargo, revelar estos geniales princi- pios no es tan facil, pues est4n envueltos en 29 Br Aibab tL GUL ite una sélida coraza de especulaciones légicas formales y matemA&tico-deductivas, que inte- gran el “cascarén” del sistema de Espinosa, su caparazin defensivo, por asi decirlo. Dicho de otra manera, la légica real del pensamicn- to de Espinosa no coincide de ninguna ma- nera con la Iégica formal de seguimiento de sus “axiomas”, de sus “teoremas”, de sus “no- tas” y de sus pruebas. “Incluso en filésofos que dieron a sus tra- bajos forma sistematica, como, por ejemplo, Espinosa, la estructura real interna de su sis- tema es completamente diferente... de la forma en la cual 1 la presenté consciente- mente”? — escribié Carlos Marx. De modo que nuestra tarea no puede con- sistir en la repeticién de las bases tedricas, de las cuales parte Espinosa para elaborar su obra fundamental: Etica, ni las consecuencias, que de ellas extrae, con ayuda de la prueba, me- diante su célebre “método geométrico”. En tal caso, serfa mds correcto copiar simplemente otra vez el texto de la Etica. Nuestra faena 2 Garta de C. Marx @ Ferdinando Lassatle, 81 de mayo de 1858, CG. Marx y F. Engels, Obras, t. 25, pag. 457. Esta misma idea la repitié Marx once afios después, en una carta a M. M. Kovalevski: “...es mecesario. .. distinguir lo que un autor cualquiera da en realidad, y lo que da sélo como nocidén propia. Esto es justo in- cluso para los sistemas filosdficos: asi, son dos cosas completamente distintas, lo que Espinosa consideraba piedra angular de su sistema y lo que en realidad con- stituye esta piedra angular’. (C. Marx y F. Engels. Obras, t. 84, pag. 287.) 30 consiste en ayudar al lector a comprender la “estructura interna real de su sistema”, que no coincide de ninguna manera con su expo- sicién formal, es decir, a ver la “piedra angu- lar” yerdadera de sus reflexiones y mostrar eudles conclusiones valederas también en el dia de hoy, que conservan toda su actualidad, se deducen de ellas o pueden deducirse. ‘sto puede hacerse sélo por una tinica via. A saber: mostrar el problema real, al cual se afcrraba el pensamiento de Espinosa, absolu- lumente independiente de cémo lo comprendia él mismo, y de los términos en los cuales lo expresaba para s{ y para los demas (es decir, cxponer el problema en el lenguaje de nues- iro siglo XX), y, luego, examinar qué prin- cipios reales (una vez mds, independiente- mente de las férmulas propias de Espinosa) coloca en la base de la solucién del problema. Mntonces se vera claro que Espinosa logré en- contrar la inica formula exacta (para su siglo) de aquel problema real, que continga siendo Un gran problema cn nuestros dias, sélo que en otra formulacién. liste problema fue formulado por nosotros cn ef ensayo anterior. Y Espinosa halla una solucién muy sencilla, genial en su sencillez no sélo para su siglo “oscuro”, sino tam- bién para nuestro préspero siglo—: el proble- ma es insoluble sélo por que ha sido plan- teado falsamente. No hay que devanarse los sesos acerca de como Dios “une” en un com- plejo el “espiritu” (el pensamiento) y el 81 TURN RARER NUE “cuerpo”, presentados, desde los tiempos mas remotos (y por definicién) como — principios distintos e incluso contrarios, que existen al parecer separadamente uno de otro, antes del acto de tal “unién’. (Y, por consiguiente, pue- den existir también después de su “separa- cién”, pero esto es sélo otra formulacién de la tesis sobre la inmortalidad del alma, que es una de las piedras angulares de la teologia y de la ética cristianas). En realidad, tal ai- tuacién, francamente, no existe; por eso tam- poco existe el problema de la “unién”, de Ja “concordancia”’. Desde tiempos inmemoriales, no son dos objetos distintos, opuestos, de investigacién —el cuerpo y el pensamiento—, sino sola- mente un tinico objeto, a saber: el cuerpo pen- sante del hombre vive, real..(o de otra cria- tura andloga a él, si ella existe en alguna parte del Universo), sélo examinable por dos aspectos o puntos de vista distintos ¢ incluso opuestos. El hombre pensante real, vivo, ¢8 el tinico cuerpo pensante que conocemos, ¥ no se compone de las dos mitades cartesianas: del “cuerpo privado de pensamiento” y de “pensamiento privado de cuerpo”. Con respecto al hombre real, lo uno y lo otro son abstrac- ciones igualmente falsas, Y de dos abstraccio- nes igualmente falsas ya, naturalmente, no modelas al hombre pensante, real... En esto consiste la verdadera “piedra angu- Jar” de todo el sistema, verdad muy sencilla, que puede comprenderse facilmente. 82 Piensa no un “espiritu” especial, domici- liado por Dios en el cuerpo humano, como vivienda temporal, (y directamente, como en- seiié Descartes, en el espacio de la “glandula pineal” del cerebro), sino ef cuerpo mismo del hombre. El pensamiento es una propiedad, un modo de la existencia del cuerpo, como su ex- tensién, es decir, como su configuracién espa- cial y su posicién en medio de otros cuerpos. Esta idea sencilla y profundamente exacta la expresa Espinosa, en el lenguaje de su época, asi: pensamiento y extensién no son dos substancias especiales, como ensefié Descar- tes, sino sélo dos atributos de una y la misma substancia; no son dos objetos especiales, que pueden existir aisladamente, por completo in- dependientes uno de otro, sino sdlo dos aspec- tos distintos e incluso opuestos, bajo los cua- les aparece do mismo, dos modos distintos de existencia, dos formas de manifestacién de algo tercero, éQué es lo tercero? La Naturaleza real infi- nita, responde ['spinosa. Na se extiende, pre- cisamente, en el espacio y piensa, Toda la di- ficultad de la metaffsica cartesiana resulta de que la diferencia especifica entre el mundo real y el mundo imaginado, pensado, se con- sidera en la extensidn, en la determinacién geométrica espacial. Entre tanto, la extensién, como tal, existe, precisamente, sdlo en la ima- ginacién, sdlo en el pensamiento. Pues, como tal, ella puede ser pensada sdélo en forma de vacio, es decir, en forma puramente negativa, 8-790 33 i j ; i { RT como ausencia completa de cualquier forma geométrica determinada. Atribuyéndole a la naturaleza tmicamente propiedades. geométri- cas espaciales, la picnsan también en forma defcctuosa, come decia Espinosa, 0, sea, anti- cipadamente le niegan wna de sus perfecciones propias. Y Juego preguntan de qué manera podria afiadirse a la naturaleza la perfeccién que le han arrancado, Ese mismo razonamiento se refiere también al pensamiento. FE] pensamiento, como tal, ¢s Ia misma abstraccién falsa como el vacio. En la practica, es solamente propiedad, predicado, atributo de aquel mismo cuerpo, al cual per- tenecen las determinaciones espaciales, Dicho con otras palabras, sobre el pensamiento como tal, puede decirse muy poco: él no es una re- alidad existente independiente y separada de los cuerpos, sino Unicamente un modo de exis- tencia de los cuerpos de la naturaleza. Real- mente existen no el pensamiento y el espacio por si mismos, sino sdélo los cuerpos de la na- turaleza, atados con las cadenas de la interac- cién en un todo infinito ¢ ilimitado, que posee lo uno y lo otro. E] pensamiento de Espinosa, con un simple giro, corta el nudo gordiano del ‘‘problema psicofisico”, que atormenta hasta ahora, con su insolubilidad mistica, a una masa de ted- ricos y de escuelas filoséficas, psicolégicas y fisiolégicas (de la actividad nerviosa supe- rior), amén de otras ciencias contiguas, obli- gados de una u otra manera a tocar el deli- 54 cado tema-de Ja relacién del “pensamiento” con el “cuerpo”, del “espfritu” con lo “mate- rial”, de le “ideal” con lo “real”, ete, Espinosa muestra que no se puede resolver este problema tnicamente porque ha sido plan- teado en forma absolutamente falsa, Y en tal planteamiento no hay nada mas que fruto de la imaginacién. La naturaleza, precisamente en el hombre, realiza en forma evidentisima la accién que habitualmente llamamos “pensamiento”. En cl hombre, en forma de hombre, en su per- sona piensa la misma naturaleza, y no es en absoluto ningtin ser, principio singular, que de fuera viene a domiciliarse en su existencia. Por eso, en el hombre, la naturaleza misma piensa, se comprende a si misma, se siente @ si misma, acta sobre st misma. Y el “juicio”, la “conciencia”, la “representacién”, la “sen- sacién”, la “voluntad” y todas las demas ac- ciones singulares, que Descartes definia como “modos de pensamiento”, son simplemente dis- tintos modos de revelaci6n de una de las pro- piedades inalienables de la naturaleza, de uno de sus atributos propios, Pero si el pensamiento es siempre accidn, realizada, por consiguiente, por un cuerpo espacial determinado natural, entonces é mismo es accién, expresada también espacial- mente. Precisamente por esa razén, entre el pensamiento y la accién corporal no hay ni puede haber la relacién de causa y efecto, que buscaban los cartesianos.: Ellos no la encon- at 38 wi eat a i fai Weta aad Staal aMua las traron por la sencilla razén de que tal rela- cién en la naturaleza no existe ni puede exis- tir; buscaron, pues, lo que en realidad no existe. Y no puede haberla sencillamente, por- que el pensamiento y el cuerpo no son dos cosas distintas, que existen aisladamente y por eso pueden interactuar, sino que son una y la misma cosa, sdlo que expresada por dos modos distintos 0 examinable en dos aspectos distintos, Entre el cuerpo y el pensamiento no existe una relacién de causa y efecto, sino una rela- cién de un érgano (es decir, del cuerpo orga- nizado espacialmente) con el modo de su ac- cién propia. El cuerpo pensante no puede pro- vocar cambios ev el pensamiento, no puede influir sobre el pensamiento, pucs su existen- cia en calidad de “pensante”’ ‘también es pen- samiento, Si el cuerpo pensante esta inactivo, dejar4 de ser cuerpo pensante, sera un cuer- po, simplemente. Si actita, no sera de ninguna manera sobre el pensamiento, pues su accidn misma es pensamiento. Como el pensamiento es accién expresada espacialmente, por eso no puede separarse del cuerpo que Jo realiza, en calidad de “substan- cia” especial distinta de él, digamos, como la bilis se separa del higado o ec] sudor, de las glandulas sudoriparas. El pensamiento no es producto de Ja accién, sino la accién misma, considerada en el momento de su realizacién, como, por ejemplo, el andar es el modo de ac- cién de los pies, cuyo “producto” resulta ser 86 cl espacio andado. Asi pasa también aqui. Pro- ducto o resultado del pensamiento puede ser, exclusivamente, el cambio expresado espacial- mente, fijado espacial y geométricamente en uno u otro cuerpo, o en su posicién con respecto 1 otros cuerpos, Seria absurdo hablar aqui de que lo uno proveca (“causa”) lo otro, E] pen- samiento no provoca el cambio expresado cspacialmente en el cuerpo, sino que existe por él (en su interior), y viceversa: el mas leve cambio en el interior de este cuerpo, provocado por la influencia de otros cuerpos sobre él, se cxpresa inmediatamente para él como cierta mutabilidad en su modo de accidn, es decir, cn el pensamiento. La posicién aqui formulada es importante cn grado sumo, ademas, por que ella excluye directamente toda posibilidad de interpretarla cn el sentido mecanicista del materialismo vul- gar, a saber: identificar el pensamiento con los precesos materiales que ocurren en el in- lerior del cuerpo pensante (de la cabeza, de la corteza cerebral), comprendiendo, no ob- stante, que el pensamiento se realiza preci- samente a través de estos procesos. spinosa comprende claramente que en ¢l interior del cuerpo pensante en la forma de cambios espaciales-estructurales se expresa y realiza no un cierto pensamiento que trans- curre fuera e¢ independientemente de ellos, y al contrario: en los cambios del pensamicn- lo no se expresan en absoluto los movimien- los inmanentes del cuerpo en cuyo. interior 37 clon brotan. Por eso, ni el pensamiento se puede comprender por el examen, ojala sea el mas exacto y minucioso, de aquellos cambios geo- métricos espaciales, en forma de los cuales se expresa en el interior del cuerpo del cerebro, ni, al contrario,, los cambios geométricos espaciales en el tejido del cerebro se pueden comprender, asi sea por el mas detallado exa- men de la composicién de las ideas. No se puede, precisamente, porque esto es una y la misma cosa, s6lo que expresada de dos modos distintos, repite una y otra vez Espinosa, Intentar la explicacién de lo uno a través de lo otro significa, francamente, duplicar Ja descripcién anterior del mismo hecha no com- prendido e incomprensible. Y aunque tenemos dos descripciones, enteramente adecuadas, equivalentes una a otra, de un mismo aconte- cimiento, éste quedé fuera de las dos descrip- ciones, como aquel “tercero”, aquel “lo mismo” que, como antes, no es comprendido ni expli- cado, Pues explicar, comprender, propiamente, el acontecimiento descrito dos veces (una, en el lenguaje de la “fisica del cerebro”, y otra, en el lenguaje de la “légica de las ideas”), es posible sdlo si se revela la cause, que provoca el acontecimiento descrito, pero no compren- dido. Berkeley sefiala a Dios como causa, Lo mis- mo hacen Descartes, Malebranche y Geulincx. E] materialista vulgar intenta explicar todo por efectos puramente meecdnicos de la cosa exterior sobre los érganos de los sentidos y 38 sobre el tejido cerebral. Fl toma por causa la cosa concreta, el objeto tmico, que en un mo- mento dado influye sobre nuestra organiza- cién corporal, provoca el cambio correspon- «diente en nuestro cuerpo, que experimenta~ mos interiormente como pensamiento nuestro. Rechazando Ja primera explicacién como una capitulacién de la filosofia ante el par- loteo teolégico religioso, Espinosa se retiere muy criticamente a la explicacién superficial materialista ~-mecanicista— de la causa del pensamiento. F.] comprende muy bien que ello es apenas un “pedacito” de la explicacién, que deja ‘en las tinieblas las mismas dificulta- des que Hevaron a Descartes a introducir en la explicacién a Dios. Para explicar el acontecer que Ilamamos “pensamiento” y descubrir su causa real, hay que incluirlo en la cadena de acontecimientos en cuyo interior surge come una necesidad, y no casualmente, De suyo se comprende que el “principio” y el “fin” de esta cadena se hallan no en el interior del cuerpo pensante, sino mucho mas lejos, mds alla de sus lfmites. Declarar ‘como causa del pensamiento un hecho aislado, tinico, percibible sensorialmente, que nos salta a la vista en un momento dado, ¢ incluso a una masa de tales hechos, signifi- ca no explicar absolutamente nada. Pues ese mismo hecho ejerce su influencia (digamos, mecanica o luminosa) también sobre una piedra, Sin embargo, en la piedra no surge en absoluto la accién, determinada por nosotros a9 BUCS AR UUM UIE RG Gea ida como “pensamiento”. Por consiguiente, para la explicacién hay que incluir también las rela- ciones de causa y efecto, que engendraron como una necesidad nuestra propia organiza- cién fisica, capaz —a diferencia de la piedra— de pensar, es decir, de refractar asi las in- fluencias exteriores, de transformarlas as{ en el interior de sf misma, de modo que se experi- menten por el cuerpo pensante no sélo como cambios, que surgen en el interior de él mismo, sino como cosas exteriores, como formas de las cosas que se hallan fuera del cuerpo pen- sante... Pues si fa accién, producida en la retina de nuestro ojo por un haz luminoso, reflejado por la luna, la percibe el ser pensante no simple- mente como una irritacién mecanica en el in- terior del ojo, sino como forma de la cosa mis- ma, como disco lunar, colgado en el espacio, fuera del ojo, eso significa que YO —el ser pensante— experimenta directamente no la influencia que produjo en él la cosa exterior, sino algo muy diferente: la forma (0 sea, la configuracién geométrica espacial) y la posi- cién de este cuerpo exterior, que surgié en nues- tro interior como resultado de la influencia mecdnica o Juminosa, He ahi en qué consiste el enigma y la esencia del pensamiento como modo de accién del cuerpo pensante, a dife- rencia del cuerpo no pensante. Es facil com- prender que un’ cuerpo provoca con su accién cambios en otro cuerpo, esto se explica con los conceptos de la fisica, Es dificil de expli- 40 car e imposible desde el punto de vista de con- ceptos “puramente” fisicos (y en la época de Espinosa, incluso “puramente” mecanicos, geo- métricos), céOmo y por qué el cuerpo pensante experimenta y percibe la accién provocada por un cuerpo exterior en e] interior de si mismo come cuerpo exterior, como se configuracién y posicién en el espacio, y no como estos mo- mentos del cuerpo pensante. Ese es, em Lineas generales, el enigma, en torno al cual Leibniz y Fichte, mds tarde, se devanaron los sesos. Pero Fispinosa halla la solucién plenamente racional, aunque sdlo tedrica ‘general, E] comprende muy bien que este problema lo puede resolver completa- mente y hasta cl fin sdlo una investigacién asaz concreta, incluso anatémico-fisioldgica, de los mecanismos materiales, con ayuda de los cuales el cuerpo pensante (el cerebro) se las ingenia para producir (desde el punto de vista de los conceptos puramente geométricos) un juego de manos verdaderamente mistico, incomprensible, Pero que él produce tal juego de manos —al ver [a cose—, y no las muta- ciones en. las particulas de la retina y del ce- rebro, que, en el interior de 1, esta cosa pro- vocé con su influencia luminosa—, es un hecho indudable, que requiere una explicacién de principio, sefialadora, en forma general, del camino ulterior para un estudio mas concreto. éQué puede decir aqui categéricamente el filésofo, que contintia siéndolo, sin transfor- marse en fisidlogo, anatomista u éptico? Y 41 decirlo exactamente, sin caer en el juego de la imaginacién, sin intentar construir en la fantasfa los mecanismos hipotéticos, con ayuda de los cuales “podria realizarse” el citado juego de manos. Decirlo, apoyandose en el terreno firme de los hechos establecidos, ptiblicos an- tes e independientemente de cualquier inves- tigacién fisiolégica concreta de los mecanis-~ mos internos del ser pensante e imposibles de refutar 0 poner en tela de juicio por nin- gan escudrifiamiento posterior en cl interior del ojo y del craneo. En este caso particular, aunque muy carac- teristico, se presenta otro problema mas co- min: el de la relacién de la filosofia —como ciencia especial— con las investigaciones cien- tifico-naturales coneretas. A la posicién de Espinosa, sobre el problema que nos interesa, es imposible darle una explicacién de princi- pio, partiendo de la idea positivista, segin la cual la filosofia hizo y hace todos sus grandes adelantos, invariablemente, sdlo por medio de la “sintesis puramente empirica de los éxitos de las ciencias naturales contemporaneas a ella”. Pues Jas ciencias naturales ne se acer- caron a la solucién del problema que nos in- teresa, ni en el siglo XVII, siglo de Espinosa, ni incluso en nuestros dias, trescientos afios después. Es mas, las ciencias naturales de en- tonces ni sospechaban la existencia de tal pro- blema, y si lo sospechaban, conocfan sélo su formulacién teolégica. En cuanto al “espiritu” y, en general, en cuanto a lo que en una u C2) otra forma estaba relacionado con la vida “espiritual”, psiquica, los naturalistas de aque- lia época, incluso tan eminentes como Isaac Newton, se hallaban prisioneros de las ilusio- nes teolégico-religiosas dominantes. La vida “espiritual” y “moral” la dejaban a gusto en manos de la Iglesia y sumisamente reconocfan su autoridad, Jllos se interesaban exclusiva- mente en las caracterfsticas mecdnicas del mundo. circundante. Y todo Io que era inex- plicable desde el punto de vista puramente mecanico, no se sometia a explicacién cienti- fica, se incluia enteramente en la esfera de competencia de la religién. Y si Espinosa hubiese tratado, en realidad, de estructurar su sistema filoséfico con el mé- todo que le recomendaria el positivismo de nuestros dias, no es dificil imaginarse qué “sistema” hubiera traido al mundo, Sélo hubie- se reunido las “ideas generales” puramente mecanicas y mistico-religiosas, por las cuales se guiaban en su tiempo todos (0 casi todos) los naturalistas. Espinosa comprendia muy claramente que la mistica teolégico-religiosa es un complemento inevitable de la compren- sin puramente mecanica (geométrico-mate- matica) del universo, es decir, desde el purito de vista que considera que las tnicas propie- dades “objetivas” del mundo real son apenas las formas geométricas espaciales y las rela- ciones de los cuerpos, Espinosa es grande por no haber marchado a Ja zaga de Ias ciencias naturales de su tiempo, es decir, a la zaga del 43 i pensamiento mecanicista unilateral de los co- rifeos de la ciencia de entonces y por haber sometide ese método de pensamiento a. una profunda y fundada critica, desde el punto de vista de los conceptos especiales de la fi- losofia como ciencia especial. Federico Engels sefialé clara y categéricamente esta particu- laridad del pensamiente de Espinosa: “Hay que sefialar los grandes méritos de la filoso- fia de la época que, a pesar de la limitacién de las Ciencias Naturales contemporaneas, no se desorienté y —comenzando por Espinosa y acabando por los grandes materialistas fran- ceses— esforzése tenazmente para explicar el mundo partiendo del mundo mismo y dejando la justificacién detallada de esta idea a las Ciencias Naturales del futuro’. Por eso, Espinosa entré a la historia de la ciencia con pleno derecho, como participe de su desarrollo, junto con Galileo y Newton, y no como epigono de éstos, que repite con ellos las “ideas generales” que podian extracrse de sus obras. El mismo investigaba la realidad desde un punto de vista filosdfico especial y no “sintetizaba” Ios resultados, ya conocidos, de las investigaciones ajenas; no se limitaba a juntar las ideas generales de Ja ciencia de entonces y los métodos de investigacién, ca- racteristicos para ella, ni sintetizaba la meto- dologia y la légica de la ciencia contempora- * Ty. Engels, Introduccién a “La Dialéctica de ia Na- turadeza”. C. Marx y F. Engels. Obras, t. 20, pag. 350. 44 nea. Comprendia que tal camino conduce a la filosofia, como ciencia, a un atolladero, la con- dena al papel de convoy, que Ileva a la cola del ejército atacante sus propias “ideas y mé- todos generales”, incluyendo todas las ilusio- nes y prejuicios, que encierran dichas ideas y métodos. .. A ello obedece el haber desarrollado “ideas generales y métodeos de pensamiento”, hasta los cuales las ciencias naturales de su tiempo no habian legado, dotando a las ciencias na- turales del futuro con ellos, cuya grandeza reconocid tres siglos después Alberto Einstein, quien escribié que quisicra tener como arbitro de su disputa con Niels Bohr, sobre los pro- blemas fundamentales de la mecanica cudntica, al “viejo Espinosa”, y no a Carnap o Russell, aspirantes al papel de “filésofos de la ciencia moderna”, que se refieren con desdén a la filosofia de Espinosa como a un punto de vista “envejecido”, “que en nuestro tiempo, ni la ciencia ni la filosoffa pueden aceptar™. La comprensién espinosista del pensamiento como accién de aquella misma naturaleza a la cual corresponde también la extensién, es un axio- ma de la verdadera filosofia moderna de nues- tro siglo, a la cual empieza a inclinarse, cada vez mas segura y conscientemente, en nuestros dias, la verdadera ciencia, no obstante todas las tentativas para desacreditar este punto de vista del materialismo verdadero. ‘ B. Russell. History of Westera Philosophy... Lon- don, 1946, p. 601. 45 EAM intent statin ow Nib ali Baal at La solucién genial del problema sobre la relacién del pensamiento con el mundo de los cuerpos en el espacio fuera del pensamicn- to (es d fuera de la cabeza del hombre), formulada por Espinosa en forma de tesis: “pensamiento y extensién no son dos substan- cias, sino sélo dos atributos de una y la misma substancia”, es dificil de sobrestimar. Tal so- Jucién desecha inmediatamente todas las po- sibles interpretaciones e investigaciones del pensamiento segtin la ldgica de las especula- ciones espiritualistas y dualistas, permitiendo encontrar una salida real del atolladero del dualismo del alma y el cuerpo y del atolla- dero especifico de los hegelianos. No es una casualidad que la profunda idea de Espinosa pudieran apreciarla en lo que vale, por pri- mera vez, solo los materialistas dialécticos Marx y Engels. No estaba incluso al alcance de Hegel. In este punto decisivo regresaba otra vez al punto de vista de Descartes, a la tesis de que el “pensamiento puro”, “incor- péreo-no extendido”, es la cause activa de to- dos les cambios que surgen en el “cuerpo pet- sante del hombre”: en la materia del cerebro, de los érganos de los sentidos, en el lenguaje, en las actitudes y en sus resultados, incluyen- do aqui los instrumentos de trabajo y los acontecimientos histéricos. Desde el punto de vista de Espinosa, el pen- samiento antes y fuera de su expresién espa- cial en la materia favorable para ello, sim- plemenie no existe. Por eso, todas las frases 46 sobre un pensamiento que primero surge y luego busca el material favorable para su en- carnacién, prefiriendo el cuerpo del hombre con su cerebro, como el material mas comodo y flexible, todas las frases acerca de que el pensamiento primero surge y luego “se ex- presa con palabras”, con “términos” y “opinio- nes”, y después en acciones, en asuntos y sus productos, todas las frases semejantes, desde cl punto de vista de Espinosa, son sencilla- mente absurdas 0, Jo que es lo mismo, simple- mente atavismos de la idea teoldgico-religiosa del “alma incorpérea” como causa activa de las acciones del cuerpo humano, Dicho con otras palabras, la tnica alternativa al enfoque espinosista seria la idea de que el pensamiento puede existir en alguna parte, primero fuera del cuerpo del pensamiento e independiente- mente de él, y ya después “manifestarse” en las acciones de este cuerpo. Asi pues, ¢qué es el pensamiento? ¢Como hallar la respuesta exacta a esta pregunta, es decir, dar la definicién cientifica de este con- cepto, y no enumerar simplemente todas las acciones que unimos por costumbre bajo esta denominacién: juicio, voluntad, fantasia, etc., como hizo Descartes? De la posicién de Espi- nosa se desprende una recomendacién. abso- lutamente cierta: si el pensamiento es modo deaccién del cuerpo pensanie, para definir el pensamiento debemos investigar minuciosa- mente el modo de Jas acciones del cuerpo pen- sante, diferencidndolo del modo de las accio- AT nes (del modo de existencia y movimiento) del cuerpo no pensante. Y en ningtin caso inves- ligar la estructura o la textura espacial de este cuerpo en estado inactive. Pues el cuerpo pensante, cuando est& en estado inactivo, ya no es cuerpo pensante, entonces es simple- mente un “cuerpo”. La investigacién de los mecanismos (deter- minados espacialmente) materiales, con cuya ayuda se realiza el pensamiento en el interior del cuerpo humano, es decir, el estudio ana- tomico-fisiolégico del cerebro, es un problema cientifico interesantisimo, por supuesto, pero ni su éxito mds completo tiene relacidn directa con la respuesta a la pregunta hecha: a“qué es el pensamiento”? Pues aqui se pregunta otra cosa. Se pregunta no acerca de cémo est4n estructuradas las piernas, capaces de andar, sino gqué es la andadura? iQué es el pensa- miento como accién aunque inseparable de los mecanismos materiales, con ayuda de Jos cua- les se realiza, sin ser idéntico en absoluto a estos mecanismos? En un caso se pregunta sobre la estructura del érgano, y en el otro, sobre la funcién que desempefia, Se comprende, naturalmente, que la “estructura” debe ser tal, que él pueda realizar Ja funcién correspon- diente: los pies estan estructurados de modo que puedan andar, pero no de modo que pue- dan pensar. Sin embargo, la mas completa descripcién de la estructura del 6rgano, es de- cir, su descripcién en estado inactive, no tiene ningtin derecho de hacerse pasar, aunque sea 48 eT e ee una descripcién aproximada, por aguella fun- cién que él cumple, por descripcién de aquel acto real que él hace. Para comprender el modo de las acciones del cuerpo pensante, hay que examinar el modo de su interaccién activa de causa y efecto con otros cuerpos “pensantes” y “no pensan- tes”, y no su estructura interior, ni las corre- Jaciones geométrico-espaciales, que existen en- tre las células de su cuerpo, entre los érganos colocados en el interior de su cuerpo. La diferencia cardinal entre el modo de ac- cién del cuerpo pensante y cl modo de movi- miento de cualquier otro cuerpo fue sefialada muy claramente, pero no comprendida por Descartes y los cartesianos, y consiste en que el cuerpo pensante traza (construye) activa- mente la forma (la trayectoria) de su movi- miento en el espacio, en conformidad con la forma (con la configuracién y posicién) de olre cuerpo, concordando la forma de su mo- vimiento (de su accién) con la forma de este otro cuerpo, y de cualquiera. Por consiguiente, Ja forma propia, especifica, de accién del cuer- po pensante consiste en la universalidad, en aquella misma propiedad que Descartes sefialé precisamente como diferencia principal de la accién' humana con respecto a la accién del automata que copia su superficialidad, es de- cir, del mecanismo adaptado estructuralmente para uno u otro circulo limitado de acciones incluso mejor que el hombre, pero justamente por eso incapaz de hacer “todo lo restante”. 4-790 49 Jit Ulla Asi, la mano humana puede hacer movi- miento en forma de circulo, en forma de cua- drado y cn forma de cualquier otra figura ge- ométrica tan complicada y caprichosa como se quicra, revelando con ello que no fue des- tinada de antemano estructural y analémica- mente para alguna de las “acciones” mencio- nadas y precisemente por eso ella es capaz de realizar cualquiera. Esto la diferencia, diga- mos, del compas, que traza una circunferen- ¢ia mucho mas exactamente que la mano, pero, en cambio, no puede trazar un tridngulo 0 un cuadrado... Dicho con otras palabras, la ac- cién (asi sea en forma de desplazamiento espa- cial, en forma del caso mas simple y evidente) del cuerpo “no pensante” se determina por su mecanismo interior propio, por su “naturale- za”, y no concuerda en absolutocon la forma de otros cuerpos, entre los cuales se mueve. Pot eso, o rompe las formas de otros cuerpos, © se rompe ¢1 mismo al estrellarse con un obs- taculo insuperable para él. El hombre —cuerpo pensante— construye su movimiento segtin la forma de cualquier otro cuerpo. No aguarda a que la resistencia insuperable de otros cuerpos lo obligue a des- viar el camino; el cuerpo pensante contornea libremente cualquier obstdculo de la forma mas complicada. Le capacidad de construir activamente su propia accién segiin la forma de cualquier otro cuerpo, de concordar activa- mente la forma de su movimiento en el espa- cio con la forma y la disposicién de todos los 50 demas cuerpos, se considera por Espinosa como rasgo distintivo del cuerpo pensante, como rasgo especifico de la accién que llama- mos “pensamiento”, “razén”. Como tal, esta capacidad tiene sus grada- ciones y niveles de “perfeccionamiento”, en el hombre se manifiesta en grado maximo, en todo caso, en grado mucho mayor que en cualquier otra de las criaturas que conocemos. Sin em- bargo, el hombre no esta separado absoluta- mente de las criaturas inferiores por el lfmite intraspasable, que entre ellos trazé Descartes con su concepto del “alma”. Las acciones de los animales, especialmente de los superiores, también caen, aunque en grado limitado, en la definicién espinosista del pensamiento. Esie es un punto muy importante, cuyo exa- men. presenta.el mas actual interés, Segin Des- cartes, el animal es nada mas que un autd- mata, es decir, todas sus acciones estan prede- terminadas de antemano por la organizacién corporal innata preparada para ¢1 y por la disposicién de los érganos, que se hallan en el interior de su cuerpo. Por eso, ellas pueden y deben ser completamente explicadas en un esquema: influencia exterior —movimiento de las partes interiores del cuerpo— reaccion exterior. Esta ultima es la accién reciproca {movimiento) del cuerpo, provocada por la ac- cién exterior que, en esencia, se transforma sélo con el funcionamiento de las partes inte- riores del cuerpo, acciones que transcurren también segin un esquema rigurosamente ” 51 11 A AISI TONER SSA Gad SLA A Tee MeL AL DS Bh ibd ay baibel bisa programado en su organizacién. Aqui es com- pleta la analogia con el funcionamiento del mecanismo autopropulsor: apretadura del bo- ton — funcionamiento de las partes en el in- terior del mecanismo — movimiento de sus par- tes exteriores. Tal explicacién excluye la ne- cesidad de un “alma” incorpérea, pues todo se explica maravillosamente y sin su interven- cién. Tal es a grandes rasgos el esquema ted- rico del reflejo, que fue realizado en las cien- cias naturales por Séchenovy y Pavlov dos- cientos afios después. Pero este esquema no es aplicable al hom- bre, el mismo Descartes lo comprendia muy bien, porque en Ja cadena de los aconteci- mientos (accién exterior — funcionamiento de los drganos corporales internos segtin un ¢s- quema preparado, estructuralmente programado en ellos — reaccién exterior) interviene arbitra- tiamente, intercala una cujia, un eslabén com- plementario, la “reflexién”, rompiendo la ca- dena preparada y luego uniendo sus extre- mos rotos de nuevo, cada vez en otra parte, cada vez conforme a nuevas condiciones y cir- cunstancias de la accién exterior, no previstas de antemano por ningtin esquema ad hoc, Y la “reflexion” es precisamente esa accién exte- rior no expresada de ningvin modo, que va en- filada @ Ia reestructuracién de ios esquemas mismos de transformacion de la influencia ini- cial sobre la accién reciproca. Aqui ed cuerpo hiene como objeto de sus acciones a st mismo, En el hombre, los mecanismos de la “accién 52 de respuesta” no se conectan en absoluto con sdlo “apretar el botén correspondiente”, tan pronto experimenta la accién de fuera, Antes de responder, reflexiona, es decir, no actta inmediatamente segtin uno u otro esquema ad hoc, como un autémata o un animal, sino que considera criticamente el esquema de las ac- cienes inminentes, aclarando hasta qué punto corresponde a las exigencias de cada vez nue- vas condiciones y corrigiendo activamente, incluso construyendo de nuevo toda la estruc- tura de las acciones futuras, su esquema, en conformidad con Jas circunstancias exterio- res, con las formas de las cosas. Y por cuanto estas formas de las cosas y las circunstancias de la accién constituyen, en general, una cantidad infinita, entonces el “alma” (es decir, la “reflexién”) debe ser apta para una cantidad infinita de acciones. Sin embargo, es imposible prever de antemano una cantidad infinita de acciones, en forma de esquemas corporales programados ad hoc. EL pensamiento también es la capacidad de construir y reconstruir activamente esquemas de accién exterior conforme a cualquier nueva coincidencia de circunstancias, y no actuar segin un esquema ad hoc, como lo hace el autémata o cualquier cuerpo inanimado. “\. .Mientras que la razén es un instrumente universal, que puede servir bajo cualquier gé- nero de circunstancias, estos érganos (“cor- porales”. — EF.) necesitan de cierta disposi- cién especial para cumplir cada accién espe- 53 cial”5 —dice Descartes, Por eso, no esta en condiciones de imaginarse el érgano del pen- samiento corporalmente, como estructura or ganizada cn el espacio. Pues, en tal caso, seria necesario suponer que contiene tantos esque- mas de acciones estructuralmente programa- dos ad hoc, cuantas cosas exteriores, combina- clones suyas y circunstancias pueden hallarse en el camino de la accién del cuerpo pensante, és decir, en general, una cantidad — infinita, De aqui se ve claro que moralmente es im- posible tener drganos suficientes en una ma- quina, para que la obligasen a actuar en to- das las circunstancias de Ia vida lo mismo que Ja razén nos permite actuar a nosotros”®, es decir, conformandose cada vez de nuevo con cualesquiera condiciones y circunstancias de ac- cién exterior, infinitas por su cantidad. (La palabrita “moralmente”, que figura en esta frase, no significa en absoluto inadmisibilidad desde el punto de vista de la moral”, “de los principios morales”; Io “moral? en francés significa lo “espiritual”, lo “inteleetual”), Espinosa: toma en consideracién los motivos plenamente razonables que obligaron a Des- cartes a aceptar el concepto “alma”. Pero épor qué no suponer que el érgano del pen- samiento, quedandose enteramente corporal y por ende incapaz de contener Jos esquemas on ene Discours de ta méthode, Paris, 1950, p. 90, § Thidem. 54 ad hoc, de sus presentes y futuras acciones, innatos a él junto con su estructura corporal organizada, es capaz de construirlos activa- mente cada vez de nuevo, en concordancia con la forma y la disposicién de las “cosas exte- riores’? iPor qué no suponer que la cosa pen- sante esta estructurada de modo singular: no teniendo en su interior ningin esquema ad hoc de accién, ella actia, precisamente por eso, en concordancia con cualquier esquema, al cual le dictan en el momento dado las formas y combinaciones de otros cuerpos que se ha- Ilan fuera de la cosa pensante? Pues en esto consiste el papel real o la funcién de la cosa pensante, Ja determinacién funcional del pen- samiento, la Unica que corresponde a los he- chos que'no puede deducirse del anAlisis es- tructural del érgano, en el cual y con ayuda del cual (el pensamiento) se realiza. Es mas, la determinacién funcional del pensamiento come accién segtin la forma de cualquier otra cosa orienta también el estudio estructural espacial de la cosa pensante, es decir, en par- ticular, del cuerpo del cerebro. Fn la cosa pensante es necesario revelar y descubrir aque- llas mismas particularidades. estructurales que le permiten realizar su funcién especifica, es decir, actuar no segtin el esquema de su orga- nizacién propia, sino segtin el esquema de la estructura “y disposicién de todos los demas cuerpos, incluyendo aquf también a su propio cuerpo. En esa forma acttia claramente el enfoque 55 a“ cut ith | eR AEM MATA TSUNE Wiser a ld abd Ue i ieee (stltobatsee Cwcaist iti dans 8 Sh materialista en Ja investigacién del pensa- miento, Tal es la verdadera determinacién fun- cional materialista del pensamiento, o su de- terminacién como funcién activa del cuerpo de la naturaleza, organizado en forma espe- cial, que apunta tanto a la légica (al sistema de las determinaciones funcionales del pensa- miento) como a la fisiologia del cerebro (al sistema de conceptos que reflejan la estructura material del érgano en el cual y con cuya ayu- da se realiza esta funcidn), a la investigacién realmente cientifica del problema del pensa~- miento y que excluye toda posibilidad de in- terpretar el pensamiento y su relacién con cl cerebro segin la légica de las especulaciones de los espiritualistas y dualistas y de las es- peculaciones de los mecanicistas vulgares. Para comprender el pensamiento como una funcién, es decir, como modo de las acciones de la cosa pensante en el mundo de todas las cosas restantes, es necesario ir mds alld de los limites del estudio de qué y cémo ocurre en el interior del cuerpo pensante (sea el cerebro del hombre, 0 el hombre como un todo, que posee cerebro, es indiferente) y examinar el sistema real, en cuyo interior se realiza esta funcién, el sistema de las relaciones: cuerpo ponsante y se objeto. Ademas, se sobrentiende no cualquier objeto tinico, en concordancia con cuya forma ha sido organizada la accién del cuerpo pensante en uno u otro caso parti- cular, sino cualquier objeto en general, y, co- rrespondientemente, cualquier “accién mental” 56 oot ete posible o accién conforme con la forma de su objeto. . Por eso, es posible comprender el pensamien- to sdlo a través de la investigacién del modo de sus acciones en el sistema: cuerpo pen- sante — naturaleza como un todo (para Espi- nosa, ella misma es “substancia”, ella misma es “Dios”). Si estudiamos el sistema del me- nor volumen y escala, es decir, la relacién del cuerpo pensante con una esfera amplisima de “cosas” y sus formas, pero no obstante li- mitada, no entenderemos qué es el pensa- miento en general, en toda la plenitud de sus posibilidades, relacionadas con su naturaleza; apenas entenderemos el modo limitado de pensamiento, que tiene lugar en un caso dado, y, debido a esto, aceptaremos como definicio- nes cientificas del pensamiento en general silo definiciones de algun case particular de pensa- miento, sdlo su “modo”, segtin la terminologia de Espinosa. Pues el quid de la cuestién consiste en que “conforme a la naturaleza” el cuerpo pensante no est& atado en absoluto con su organizacién estructural anatémica a ningtin modo particu- lar de accién, a ninguna forma particular de los cuerpos exteriores, cualquiera que ella sea. Fsta relacionado con ellos, pero sélo en forma actual, en el momento dado, y de ningtin modo secularmente o para siempre. El modo de sus acciones tiene un claro y manifiesto caracter universal, es decir, se amplia constan- temente, abarcando cada vez nuevas y nuevas aT th ‘l jpg Maa aia aa la Wiel lial tdi a: i cosas y sus formas, adaptandose a ellas de una manera activa y plastica. Por eso Espinosa define el pensamicnto como atributo de la substancia, y no como modo, no como caso particular. Por eso mismo afirma, en el lenguaje de su siglo, que e] nico sistema en el interior del cual el pensamiento tiene lugar como una necesidad, y no por oca- sién, que puede no ser, es, no un cuerpo sin- gular, incluso no un circulo, tan amplio como se quicra, de tales cuerpos, sino tinica y sola- mente la naturaleza como un todo. Un cuerpo individual posee pensamiento solo en virtud de la casualidad, de la confluencia de circuns- tancias. El cruce y la combinacién de la masa en Ja cadena causa y efecto puede conducir en un caso a la aparicién del cuerpo pensante, y en otro, a la aparicién simplemente de un cuerpo, de una piedra, un arbol, ete. De modo que el cuerpo individual —incluso el humano— posee pensamiento en absoluto no como una necesidad. Unicamente la naturaleza como un todo es aquel sistema que posee todas sus perfecciones, incluso el pensamiento, ya como una necesidad absoluta, aunque no realiza esa perfeceién en cada cuerpo singular, ni en cada momento de tiempo, ni en cada uno de sus modes Al definir cl pensamiento como un atributo, Espinosa se yergue sobre cualquier represen- tante del materialismo mecanicista y se ade- lanta a su siglo por le menos en doscientos aitos, planteande la tesis que formulé Engels 58 ‘ *... Pero lo gracioso del con otras palabras: caso es que el mecanicismo (incluyendo al materialismo del sigho XVIII} no se desprende de la necesidad abstracta ni tampoco, por tanto, de la casualidad. Fl que la materia de- sarrolle de su seno el cerebro pensante del hombre constituye, para él, un puro azar, a pesar de que, alli donde esto ocurre, se halla paso a paso, condicionado por la necesidad. En realidad, es la naturaleza de la materia Ja que lleva consigo el progreso hacia el de- sarrollo de seres pensantes, razén por la cual sucede necesariamente siempre que se dan las condiciones necesarias para ello (las cuales no son, necesariamente, siempre y donde quie- ra las mismas)’””?. He ahi en qué se diferencia el materia- lismo sensato, dialéctico, del materialismo mecanicista, que conoce y acepta sélo una va- tiedad de la “necesidad”, precisamente aquella que se describe en el lenguaje de la fisica y la matematica, interpretada de manera me- canicista. Pues sélo la naturaleza como un todo, comprendida todo lo infinito en el espa- cio y en el tiempo, gue engendra de si misma sus propias formas particulares, posee en cada momento de tiempo, aunque no en cada punto del espacio, “toda la riqueza de sus atributos’’, es decir, propiedades tales que se reproducen en su composicién como wna necesidad, y no 7K Engels. La Dialéctica de la Naturaleza. GC. Marx y F. Engels, Obras, t. 20, pags. 523-524. 59 ! f j i: igi! slat ie at GUase Wit le ald. Al act i babi! a ch i como una coincidencia, de circunstancias, ca- sual y maravillosa, que bien podria no ocurrir, De aqui brota, légica e inevitablemente, la tesis de que “... la materia ser4 eternamente la misma en todas sus transformaciones, de que ninguno de sus atributos puede jamas perderse y que por ello, con la misma necesi- dad férrea con que ha de exterminar en la Tierta su creacién superior, la mente pen- sante, ha de volver a crearla en algin otro sitio y en otro tiempo’’, Y en esta misma posicién esti “el viejo Espinosa”, Esta cireunstancia, por lo visto, le dio a Engels fundamento para responder a la pregunta de Plejénov categérica e inequivo- camente: “Asi pues, segtin usted —pregunté yo—, el viejo Espinosa tenia razén, al decir que el pensamiento y la extensidm-na son otra cosa que dos atributos de una misma substan- cia?” — “Naturalmente —respondiéd Engels—, el viejo Espinosa tenta toda la razén’®, La definici6n de Espinosa significa lo si- guiente: que en el hombre, como en cualquier otra posible criatura pensante, piensa aquella misma materia que en otros casos (en otros modos) sélo se “extiende” en forma de piedra o de cualquier otro “cuerpo no pensante”; que el pensamiento no se puede separar en rea- lidad de La materia universal, oponiéndole a aE, Engels. Introdnectén a “La Dialéctica de la Na- turaleza”, , Marx y T. Engels, Obras, t. 20, pag. 363. ® J. Plojanov. Obras, t. XI. M.-L, 1998, pag. 26, 60 “ond cL ll angen he ORR Ete RESIS IST ella misma, en forma de “espiritu’ incorpé- reo singular, lo que es (el pensamiento) su propia perfeccién. Precisamente asi compren- dian a Espinosa Herder y Goethe, La Mettrie y Diderot, Marx y Plejanov, todos los gran- des “espinosistas”, incluso el joven Schelling. Tal es, subrayamos de nuevo, la posicién me- todolégica general, que m4s tarde permitiera a Lenin declarar que en el fundamento mismo de la materia podia suponerse con razon una propiedad afin con la sensacién, aunque no idéntica a ella: la propiedad del reflejo, El pensamiento es, segin Lenin, la forma su- perior del desarrollo de esta propiedad uni- versal, es decir, atributo, extraordinariamente importante para la materia. Y si se niega a la materia este importantisimo atribute suyo, entonees la misma materia se pensara, como diria Espinosa, “como una forma imperfecta” 0, como escribieron Engels y Lenin, sencilla- mente errénea, de manera mecanicista, unila- teral. Y, en tal caso, como resultado de ello, se caerd, infaliblemente, en el mds crudo ber- kelianismo, en la interpretacién de la natura- leza como “complejo de mis sensaciones’, de ladrillos absolutamente especfficos para la “criatura animada”, de los cuales se forma todo el mundo de las representaciones, es decir, el mundo, tal y como lo conocemos... Pues el berkelianismo es un complemento entera- mente inevitable de la comprensién mecani- cista, unilateral, de la naturaleza, un castigo por los pecados del “modo imperfecto de con- ol ‘i F MTA Utd Ltd cM ag NR spi Ete tc ec Jl: iL a tas ! ue iy ; . sos : . ‘ cror? Esta cuestié anteaba mw il cebir la substancia”... Por eso, Espinosa dice ‘ con el error? Esta cuestion se, Plantes yen a4 | | que la substancia, es decir, la materia univer- { agudamente, debido a que oan vcblena del ih sal, posee no sdlo la propiedad de “extender- teologia ella aparece Pee Ahea lel espinosis- sll se”, sino también muchas otras propicdades, “pecado” y el “mal”, La ert "os. se enfilaba ii ne : * og : ’ jesde el lado de los tedlogos, se enfilaba “iit atributos, igualmente imprescriptibles _(inse- mo, desd a ‘ nto. la doctrina 4 parables de ella, aunque separables de cual- invariablemente hacia a ee centido ala : ape ee ty Veninnen —_dectane Drive se a quier cuerpo “finito”), de las cuales nosotros, en de Espinosa —decian bike wa ial wal”, “del + roe 4 1 Can te ’ ee e ¢ a realidad, conocenios tinicamente dos. diferencia misma i . te a vended yal [ Espinosa reiteradamente hace la reserva de pecado y la religtosic a Je distinguen ellos, en " : : : . an : ak que el pensamiento como atributo es inadmi- error’. Entonces gen que se dusting’ ° i Shin tented : : “ealidad? i sible imaginarsclo a imagen y semejanza del vealidad? . il i a respues' “spinosa, como toda respues- wd pensamiento humano, cuando se trata apenas La respuesta de Espinost exacta. E] avon i de una propiedad universal de la substancia, ta de principio, es we nd d “pecado”) if que es fundamento de cualquier “pensamien- (y por consiguicnte ¢ del dea la accion i to finito”, incluso del pensamiento humano, no es una caracteristica de la 1 . * soiedad HL pero en ningtin caso idéntico a él. Imaginarse por su estructura propia, no . oven akin | el pensamiento en general a imagen y seme- positiva. La persona que se cq forma de | j i “ también en riguroso acuerdo con la forma ie Janza del pensamiento humano —de su “mo- ambien 46n consiste en saber qué he do”, de “caso particular’— significa conce- la cosa, pero Ja cuestion consiste en sabi ere irlo- i t & i Pr ” es esa cosa. Si ella es “insignificante”, “imp | birlo. inexactamente, de “modo imperfecto”, e WORE es decir, casual, enton- i © t a : ' ¥ eg? a a et 4 aM ‘segiin un modelo” suyo, por asi decirlo en fecta” por si misma, oa ell tam- | ino en ; Z ces el modo de accion, adaptado a ella, es mingun caso el mas perfecto (pero sf el mas ces el mo! 3 1 | , vor fecto. Y si la persona traslada ta i | perfecto de cudntos conocemos). bién imper ecto. A sa, mete la pata a + ji : ns ac ra co a : a Esto estd relacionada —en Espinosa— con modo de accién a ot ent empieza Unica- HH su profunda teorfa de la verdad y el error, EL error, por consig d orrecto limitado alt minuciosamente desarrollada en la Etica, en mente allf donde el modo correcto, lin ‘sal. | ; es : de las acciones recibe significacién universal, el Tratado de depuracién det mtelecto, en el rue Jativo se toma por lo absoluto. Tratado teolégico-politico y en infinidad de alli donde lo relative se de Espinosa ! - Es comprensible la razon de que P} i cartas, yl P t la accién por analogia abs- Si el modo de accién del cuerpo pensant estime en tan poco Za acci¢ Be bensante tracto-formal, la deduccién formal, que se se determina enteramente por Ja forma de “idea” « ? : i ia abstracta. En la “idea “otro” y no por Ja estructura inmanente de apoya en Ja universal , . i a A fij e con mas frecuen- “este” cuerpo, surge una pregunta: qué hacer abstracta estd fijado lo-que 63 62 ij Hitachi sl nl LL cia “se mete en los ojos”. Pero puede tratarse de la propiedad y forma absolutamente ca- suales de una cosa. Y, entonces, cuanto mas reducida sea la esfera de la naturaleza como un todo, con la cual tiene que ver la persona, tanto mayor es la medida del error, tanto me- nor es la medida de la verdad. Por esa misma causa la actividad del cuerpo pensante se halla en proporcién directa con la adecuacién de sus ideas, Cuanto mas pasivo sea el individuo, tanto mayor poder sobre él adquieren las c! cunsiancias puramente externas que lo rodean, tanto mas su modo de accién se determina por formas easuales de las cosas. Y, al contrario, cuanto mas activamente amplia la esfera de Ja naturaleza, que determina sus acciones, tanto més adecuadas son sus ideas. Por eso, la po- sicién engreida del pequefio burgués consti- tuye el peor de los pecados. . . Sélo en un caso el pensamiento del hombre poseeria la “perfeccién maxima” —y enton- ces seria idéntico al pensamiento como aitri- buto de la substancia—, si sus acciones se con- formasen activamente con todas aquellas con- diciones que les dicta la totalidad infinita de las cosas que interacttian, y sus formas y com- binaciones, es decir, serian construidas en con- formidad con la necesidad universal absoluta de la naturaleza como un todo, y no tinica- mente con unas u otras de sus formas limita- das. Para esto, desde luego, nuestro hombre terricola se halla todavia muy pero muy lejos. Y, debido a eso, el atributo del pensamiento en 64 él se realiza apenas en una forma finita, muy limitada e “imperfecta”. Y seria errénea la idea sobre el pensamiento como atributo de la substancia a imagen y semejanza del pen- samiento humano finito. Mas bien es necesario que el hombre se esfuerce por construir su pensamiento finito a imagen y semejanza del pensamiento en general. Para el pensamiento finito, la definicién tedrico-filoséfica del pen- samiento como atributo de la substancia crea como una especie de modelo ideal, al cual puede y debe infinitamente acercarse el hom- bre, sin estar nunca en condiciones de igua- larse con él por el nivel de “perfeccién”, de llegar a ser “igual a Dios, por la fuerza y po- derfo de su pensamiento”.. . He ahi por qué Ja idea de la substancia, con su necesidad absoluta, aparece como principio del perfeceionamiento permanente del inte- lecto. Como principio tal, ella tiene enorme significacién, Cada cosa “finita” se comprende correctamente s6lo en calidad de “elemento que desaparece” en el seno de la substancia infi- nita; y ni a una sola de las “formas particu- lares”, no importa cuan frecuentemente se la encuentre, debe darsele significacion univer- sal, Para descubrir las formas comunes, verda- deramente universales de las cosas, en con- formidad con las cuales debe actuar el cuer- po pensante “perfecto”, se requicren otro eriterio y otro modo de conocimiento que la abstraccién formal. La idea de la substancia 5-700 65 ps Madina aaa aa od tl dll Di cE Udi cL se forma no por medio de la abstraccién del rasgo idéntico, que pertenece al pensamiento y a la extensién. Lo abstracto-comin entre ellos se limita a que existen, a la existencia en general, es decir, a una definicién absoluta- mente vacia, que no revela la naturaleza ni de uno, ni de otro. Comprender realmente la relacidn comtn (infinita, universal) entre el pensamiento y Ja realidad geométrico-espa- cial, es decir, Megara la idea de la substan- cia, es posible tinicamente a través de la com- prensién de veras del modo de su interrelacién en el interior de Ja naturaleza. Toda la doc- trina de Espinosa descubre, precisamente, esta relacién “infinita”. La substancia, pues, resulta ser condicién absolutamente necesaria, sin cuya admisién es imposible, por principio, cotprender el modo de interaccién entre el cuerpo pensante y el mundo en cuyo interior actéa como cuer- Po pensanie. Este es un momento profunda- mente dialéctico. Sélo partiendo de la idea de la substancia, el cuerpo pensante puede com- prenderse a s{ mismo y comprender Ja reali- dad en cuyo interior y con la cual éf actiia, sobre la cual piensa. De otro modo, el cuerpo Pensante no puede comprender ni lo uno, ni lo otro, quedando impelido a recurrir a la idea de la fuerza ajena, a “Dios”, al milagro, interpretado teolégicamente, Comprendiendo el modo de sus acciones (es decir, el pensa- miento), el cuerpo pensante comprende, justa- mente, Ja substancia como condicién absoluta- 66 mente necesaria de la interaccién con el mundo exterior. . EL método de conocimiento descrito por Espinosa se lama “intuitivo”, Al crear la idea adecuada sobre sf mismo, es decir, sobre la forma de su propio movimiento per los con- tornos de los objetos exteriores, el cuerpo pen- sante crea también la idea adecuada sobre Jas formas, sobre los contornos de los objetos mis- mos. Pues esto es uza misma forma, un mismo contorno. El comprender de ta] manera la in- tuicién no tiene absolutamente nada de pare- cido con la introspeccién subjetiva. Justamente es lo contrario, Para Espinosa el conocimiento intuitivo es sindnimo de conocimiento racio- nal por el cuerpo pensante de la regularidad de sus acciones en el interior de la naturaleza. Dandose cuenta racional acerca de qué hace en realidad y cémo, el cuerpo pensante crea simulténeamente la idea verdadera sobre el objeto de su actividad. _ De aqui brota una conclusién consecuente~ mente materialista: “La definicién correcta de cualquier cosa no encierra ni expresa nadz, excepto la naturaleza de la cosa determinada . Por eso, la definicién correcta (la idea) puede ser slo una, a diferencia y por oposicién ala multiplicidad y variedad de los cuerpos sin- gulares de esa misma naturaleza. Los dltimos son tan reales, como la unidad (identidad) de su “naturaleza”, expresada como definicién 10 B, de Spinoza. Ethik, Leipzig, 1919, 8. 6. af 67 en el “‘atributo del pensamiento” y como va- riedad real en el “atributo de la extensién”. La variedad y la multiplicidad se comprenden claramente aqui como modos de realizacién de su propio contrario: de la identidad »y ta unidad de su “naturaleza’’. Tal es la compren- sién dialéctica clara de la relacién entre ellas, a diferencia de la férmula ecléctico-vulgar (que se hace pasar frecuentemente por dialéc- tica), segtin Ja cual existen igualmente “tanto la unidad, como la multiplicidad”, ‘tanto la identidad, como la diversidad”. Pues la seu- dodialéctica ecléctica, cuando el asunto Hega hasta la solucién del problema del conoci- miento y la “determinacién”, Mega justamente a la solucién contraria (en comparacién con la espinosista): a Ja idea de que la “determi- nacién del concepto” es una forma de expre- sién fijada verbalmente en la conciencia, en el pensamiento, de la variedad real sensorial- mente dada. EL parloteo sobre la identidad objetiva de la naturaleza del cfrculo dado de fendmenos singulares y contrarios, que existe fuera de la cabeza, se limita felizmente, por eso mismo, al parloteo sobre la unidad puramente formal (es decir, sobre el parecido y Ja identidad pu- ramente exterior) de las cosas contempladas sensorialmente, dadas empiricamente, de los hechos singulares, formalmente puestos en “concepto”. Y entonces se hace absolutamente imposible el examen de las “determinaciones del concepto” como definicién de la natura- 68 leze de la cosa determinada, Entonces el punto de partida resulta ser no Ja “identidad y uni- dad” de los fenémenos, sino la “variedad y multiplicidad” de hechos singulares, que exis- ten, al parecer, primero completamente n= dependientes” uno de otro y sdlo después son unidos de modo puramente formal, cogidos, como con una cuerda, por la “unidad del con- cepto”, por la “identidad del nombre”. Aqui el tinico resultado es el de la identidad en la conciencia (0 mas exactamente, en el nombre) de hechos heterogéneos desde siempre, su “uni- dad” puramente verbal. Por eso no es dificil comprender el por qué del disgusto de los neopositivistas con Espinosa. Ellos atacan el principio idgico de su pensa- miento: “La metafisica de Espinosa es el me- jor ejemplo de lo que puede Namarse “mo- nismo Iégico”, a saber, de la doctrina acerca de que el mundo como un todo es una substan- cia unica, ninguna de cuyas partes es apta para existir independientemente. La piedra angu- lar de esta concepcién es e] convencimiento de que cada oracién tiene sujeto y predicado, lo que nos leva a la conclusién de que las conexiones y la pluralidad deben ser iluso- vias”, La alternativa al punto de vista de Espinosa es realmente la conviccién de que cualquier “parte” del universo no sélo'es “apta”, sino 1B, Russell. History of Western Philosophy... pp- 600-601. 69 Pla Addn ita iN Lan fri leat nlc aL AVL ain Beall que también debe “existir” absolutamente in- dependiente de todas las demas. Como postula otra autoridad de esa misma corriente, “el mundo es una totalidad de hechos, y no de co- sas”, en virtud de lo cual “el mundo se divide en hechos” y, ademas, “cualquier hecho puede tener lugar o no, y todo lo restante continia siendo lo mismo” 2, De modo que, segtin la “metafisica del neo- positivismo”, el mundo exterior debe conside- rarse como una aecumulacién infinita, como un simple montdn de hechos “elementales” ab- solutamente independientes unos de otros, y la “correcta definicién” de cada uno de ellos debe ser independiente en absoluto de Ja de- finicién de cualquier otro hecho, La definicién (descripcién) contintia siendo “correcta” in- cluso bajo la condicién de que “todo"lo restan- te” “no hubiese tenido lugar”. Dicho con otras palabras, “el estudio cientffico del mundo” se limita a la unién puramente formal y ver- bal de un montén de hechos sueltos, mediante su puesta en un mismo término, bajo un mismo “comin”. Este “comtin’ interpretado como “significacién del iérmino o signo”, siempre resulta ser algo completamente arbitrario o “establecido de antemano por un acuerdo”, es decir, “convencional”... Por consiguiente, lo “comin” (la unidad y la identidad) como unico resultado de la elaboracién “cientffica- 2 L, Wittgenstein, Trectalus logico-philosophicus. ... Frankfurt am Main, 1969, S, 11. 70 mente légica” de los “hechos elementales” no es el resultado en realidad, sino la significa- cién de un término, convencionalmente esta- blecido de antemano. ¥ nada mas. Naturalmente, la posicién de Espinosa es jnenlazable con el principio del “andlisis 16- gico” de los fenémenos, dados en la contem- placién y la representacién. Lo “comin”, to “§déntico” y lo “tnico” no son para Espinosa una ilusién, creada sélo por nuestra habla (por el idioma), por su estructura de sujeto-predi- cado, como ocurre segtin Russell, sino, ante todo, la naturaleza comtin, real, de las cosas. Ella debe encontrar su expresién yerbal en la definicién correcta del concepto. Ademis, no es cierto que, segtin Espinosa, al parecer, “las conexiones y la pluralidad deben ser ilusorias”. Nada de eso hay en Espinosa, y tal afirmacién pesa sobre la conciencia de Russell, que a toda costa quisiera desacreditar “la concepcién de la substancia” a los ojos de la “ciencia contem- poranea”, mostrar que ella “es incompatible con la légica moderna y con el método cien- tifico”!, Pero una cosa aqui es indudable: lo que Rus- sell Hama “légica moderna y método cienti- fico” es realmente incompatible con el pensa- miento légico de Espinosa, con sus principios del desarrollo de las determinaciones cientf- ficas, con su comprensién de la “definicién 18° B. Russell, History of Western Philosophy... p G01. a il jf fs a Nad Wie Lie tl OL ls dL td! correcta”. Segin Espinosa, “las conexiones y la pluralidad” no son “ilusorias” (como le atri- buye Russell), ni “la identidad y la unidad” son ilusiones, creadas sdlo “por Ja estructura sujeto-predicado” (como piensa Russell). Lo uno y lo otro es plenamente real, lo uno y lo otro existe en “Dios”, es decir, en la naturaleia misma de las casas, absolutamente indepen- diente de no importa qué estructuras verbales de Ja Hamada “lengua de Ja ciencia”. Segtin Russell, lo uno y lo otro son igual- mente ilusiones, La “identidad” (es decir, cl principio de Ia substancia, de la naturaleza comtn de las cosas) es una ilusién, creada por la lengua, y “las conexiones y la pluralidad” son ilusiones, creadas por nuestra propia sen- sibilidad. ¢Pero qué existe en realidad, inde- pendicntemente de nuestras ilusiones? No sé y no quiero saber: no quiero, porque no puedo, vesponde Russell. Sélo conozeo cl “mundo” come me lo dan mis sensaciones y percepciones (aqui es algo “plural”), y mi lengua (aqui es algo “idéntico” y conectado), Pero dqué existe excepto de tal “mundo”? S6lo Dios Io sabe, responde Russell, repitiendo palabra por pa- Jabra la tesis de Berkeley, aunque sin arrics- garse a afirmar categéricamente, siguiendo a éste, que “Dios” lo “sabe” en realidad, pues no se sabe todavia si Dios mismo existe. . , He aqui en qué consiste la oposicién polar de las posiciones de Espinosa y las posiciones de Berkeley y Hume (que actualmente tratan de galvanizar los neopositivistas). Berkeley y Lit: Agen emia eARUN ATTET T Hume atacaban ante todo el concepto “sub- stancia”, declarandolo ser producto de un “‘in- telecto sacrilego”. Pues aqui se trata, realmente, de una alternativa inexorable, de dos solucio- nes polares de un mismo problema, que se ex- cluyen mutuamente: el problema de la rela- cién “del mundo en la conciencia’” (en parti- cular, en Ja “definicién correcta”) con “el ‘mundo fuera de Ia conciencia” (fuera de la “determinacién” verbal). Aqui toca ya esco- ger: o la naturaleza, incluyendo al hombre como “parte” suya, debe comprenderse segin la ldgica de la “concepcién de substancia’, o es necesario interpretarla como un complejo de mis sensaciones. Volvamos al examen de la concepcién de Espinosa, El] conoce muy bien todos los argu- mentos escépticos contra la posibilidad de ha- llar la unica _definicién correcta de una cosa, que nosotros tenemos derecho de considerar como definicién de la naturaleza de la misma cosa, y no del estado especifico y la disposi- cién de los érganos en nuestro interior, en ca- lidad del cual esta cosa estd representada “en nuestro interior”. Examinando las distintas va- riantes de las interpretaciones de unas mismas cosas, Espinosa hace una conclusién directa: “Todo esto demuestra sufictentemente que cada uno juzgé sobre las cosas conforme a la estructura de su propio cerebro 0, mejor dicho, las condiciones de su capacidad de imagina- cién las tomé por Jas cosas mismas”!, Dicho “HB. de Spinoza. Ethik, Leipzig, 1919, S. 41. 73 AA af tA A a i con otras palabras, en ¢] interior de si mismo, en forma de representaciones, no tenemos en absolute la cosa misma y su forma propia, sino sélo aquel estado interno que provoca en nuestro cuerpo (en el cerebro) la influencia de Ia cosa exterior. Por eso, en la representacién, que tenemos directamente del mundo exterior, estan enre- dadas y mezcladas dos cosas absolutamente distintas una de otra: la forma de nuestro pro- pio cuerpo y la forma de los cuerpos fuera de él, La persona ingenua toma este hibrido, in- mediatamente y sin critica, por la cosa exte- rior, y luego juzga sobre las cosas conforme a aquel estado especifico, que provocé una in- fluencia exterior en absoluto distinta a este estado en el interior de su cerebro y en el in- terior de los drganos de sus sentidos. Espinosa tiene en cuenta enteramente el argumento de los cartesianos (mas tarde esgrimido por Ber- keley) de que el dolor de muela no es en nada idéntico a la forma geométrica de la fresa dental, incluso a la forma geométrica de los cambios que ella produce en e] interior del diente y del cerebro, FE] cerebro de cada uno, ademas, esta estructurado y dispuesto de modo distinto, de donde resulta la conclusién escép- tica sobre la pluralidad de las verdades, sobre la ausencia de una y la misma verdad para. to- dos los seres racionales: “Incesantemente se repite: “tantas cabezas, tantas mentes”, “de su mente cada uno tiene mucho”, “en los ce- rebros de Jas gentes las diferencias no son me- 74 nores que en los gustos”. Estas expresiones muestran que las gentes juzgan sobre las co- sas de acuerdo con la estructura de su cerebro y mds gustosamente fantasean sobre cllas, que Jas comprenden™!, La tarea consiste en concebir y determinar correctamente la cosa misma, su forma propia, y de ninguna manera el modo en que ella esta representada en nuestro interior, es decir, en forma de desplazamientos geométricos en el cuerpo de nuestro propio cerebro, en sus microestructuras. ¢Qué hacer? @Puede ser que para obtener la forma depurada de la cosa, sea necesario “restar” simplemente de la com- posicién de Ja vivencia todo lo que aporta a la forma depurada de la cosa la organizacion y el modo de accién de nuestro propio cuerpo, de los érganos de sus sentidos y del cerebro? Mas, primero, acerca de cémo esta estructu- rado nuestro cerebro y qué aporta él precisa- mente a la composicién de la representacién de Ja cosa, sabemos tan poco, como sobre la misma cosa exterior. Y segundo, la cosa en general no puede ser dada a nosotros de otra manera como no sea a través de los cambios especificos que ella provoca en nuestro cuerpo. Si “estamos” todo lo que se obtiene con la cosa en el curso de su refraccién a través del pris- ma de nuestro cuerpo, de los érganos de los sentides y del cerebro, obtendremos un cero escueto. Em “nuestro interior” no queda nada, 46 Ibidem, S. 41. no queda ninguna representacién. De modo que no podemos ir por este camino. Sin embargo, a pesar de estar distintamente organizados el cuerpo y el cerebro del hombre en comparacién con cualquier otra cosa, con todo, ellos tienen algo comm uno con otro, y precisamente la actividad de la razén esta di- rigida a la bisqueda de ese algo comtin, es decir, aquella accién activa de nuestro cuerpo que Ilamamos “pensamiento”. Dicho con otras palabras, la idea adecuada es s6lo el estado comprendido de nuestro cuer- po, idéntico por su forma con la cosa fuera del cuerpo, Esto puede imaginarse muy cla- ramente. Cuando yo describo con ayuda de la mano una circunferencia sobre un papel (en el espacio real), mi cuerpo aparece en un esta- do completamente idéntico a la forma del cfrcu- lo fuera de mi cuerpo, en un estado de ac- cién activa segtin la forma del circulo. Mi cuer- po (mi mano) describe realmente la circun- ferencia, y la comprensién de este estado (es decir, de la forma de su propia accién segin la forma de la cosa) es precisamente la idea, por lo demas “adecuada”. Y por cuanto “el cuerpo humano necesita para conservarse de muchos otros cuerpos a través de los cuales es como si se regenerara ininterrumpidamente”, por cuanto “puede mo- ver y disponer de muchos modos a Jos cuerpos exteriores”!®, por tanto en la accién del cuerpo 4 B. de Spinoza, Eshik, Leipzig, 8. 61. 76 | ae 4 alata ROR RAR humano segtn la forma de otro cuerpo, exte- rior, Espinosa ve la clave para la solucién de todo el problema. Por eso “el alma humana estd capacitada para percibiy muchisimos y variados estados, y tanto mds capaz sea, cuan~ to mayor serd el niimero de éstos, que pue- den aparecer en six cuerpo”. En otras pala- bras, cuanto mayor sea el ntimero y la variedad de los modos que él tenga para “mover y dis- poner los cuerpos exteriores”, tanto mayor sera el “comin” suyo con otros cuerpos. Asi, el cuerpo que puede hallarse en estado de mo- vimiento en torno de la circunferencia, puede hallarse por eso en estado comin con el estado y la disposicién de todos los cuerpos exteriores circulares o que se mueven en circulo. Poseyendo conciencia del estado propio (de la accién segtin la forma de uno u otro con- torno), yo poseo una conciencia exacta (la idea adecuada) de la forma del cuerpo exterior. Hecho que ocurre, sin embargo, tnicamente en el caso de que yo determine activamente el estado de mi cuerpo, es decir, de su accién en conformidad con la forma del cuerpo exterior, y no conforme a la organizacién y disposicién de mi propio cuerpo y de sus “partes”. Cuan- tas mas acciones de ésas yo puedo realizar, tanto mds perfecto es mi pensamiento, tanto mas ideas adecuadas encierra el “alma” (con- tintia expresandose I'spinosa, empleando un lenguaje habitual para sus contempordaneos), 47 Tbidem. "7 o simplemente en los estados comprencdidos de mi cuerpo, pues el término “alma” Jo desci- fra, precisamente asi, en las pAginas siguientes. El dualismo cartesiano entre el mundo de los cuerpes exteriores y los estados interiores del cuerpo humano desaparece ya desde el principio de la explicacién. Es interpretado como una diferencia en el interior de uno y el mismo mundo, el mundo de los cuerpos, como diferencia segtn el modo de su existencia (“de la aceién”), Aqui se interpreta por primera vez la “organizacién especifica” del cuerpo humano y del cerebro, no como una barrera que nos separa del mundo de las cosas, abso- lutamente distintas a este cuerpo, sino, al con- trario, como aquella misma propiedad de uni- versalidad, que permite al cuerpo pensante (a diferencia de todos los dems) hallarse en los mismos estados que las cosas, poseer formas comunes con ellas. Espinosa mismo expresa esto asi: “La idea de que lo comin y propio para el cuerpo hu- mano y para algunos de los cuerpos exteriores, desde cuyo lado el cuerpo humano se somete habitualmente a influencias, y que de igual modo se halla en particular en cada uno de estos cuerpos, y en conjunto, serd para el alma también adecuada... De aqui se deduce que el alma es tanto ms apta para muchas per- cepeiones adecuadas, cuanto mas de comin tenga su cuerpo con otros cuerpos”!8, 8 Thidem, $. 77-78. 78 De aqui se deduce también “que existen al- gunas ideas y conceptos comunes para todos los hombres, porque... todos los cuerpos tie- nen algo de comin entre si, que.,. debe ser percibido adecuadamente por todos, es decir, precisa y claramente’”’!. Estas “ideas comunes” no pueden interpretarse de ningtin modo como formas especificas del cuerpo humano, acep- tadas sélo por error como formas de los cuer- pos exteriores (como ocurrié con los cartesia- nos y mas tarde con Berkeley), incluso a pesar de que “el alma humana percibe cualquier cuerpo exterior como realmente (actualmente) existente sdlo por medio de la idea sobre los estados de su cuerpo’, La cosa es que “los estados de su cuerpo” son plenamente materiales, siendo acciones del cuerpo en el mundo de los cuerpos, y no resultado de la accién de los cuerpos sobre algo no homogéneo con ellos, sobre lo “incor- poreo”. Por eso, lo “gue tiene cuerpo, apto para muy numerosds acciones, tiene alma, citya ma- yor parte es eterna’, De tedo esto se deduce que “enanto mds conocemos las cosas singulares, tanto mds co- nocemos a Dios’, es decir, a la naturaleza universal de las cosas, a la materia universal; cuanto mds cosas singulares abarque nuestra 3 Tbfdem, 8. 77. 2 Tbidem, 8, 70, 4 Thidem, 8. 271. ® Thidem, 8. 263, 79 fl ae al gi Wie A al AMG slit accién activa y cuanto ms profunda y multi- Jateralmente determinemos nuestro cuerpo por la accién segtin Ja forma de los objetos exterio- res, cuanto mas devengamos en activo compo- nente en la cadena infinita de las relaciones de causa y efecto del todo de Ja naturaleza, en tanto mayor medida aumenta Ja fuerza de nuestro pensamiento, tanto menos “de lo espe- cifico de la estructura” de nuestro cuerpo y cerebro se mezcla con las “ideas”, haciéndo- las “confusas e inadecuadas” (ideas de la ima- ginacién, y no del “intelecto”), Cuanto mas activo sea nuestro cuerpo, tanto mas univer- sal sera, tanto menos aportara “de si mismo”, tanto mas depuradamente revelaraé la verda- deta naturaleza de las cosas. Y cuanto mas pasivo sea, tanto mds se hard sentir en las ideas la estructura y la disposicién'de los érga- nos en el interior de nuestro propio cuerpo: del cerebro, el sistema nervioso, los érganos de los sentidos, etc. Por eso la composicién real de Jas acciones psiquicas (incluso la composicién légica del pensamiento) no se determina en absolute por la estructura y disposicién de las partes del cuerpo y del cerebro de la persona, sino por las condiciones exteriores de la accién humana universal en el mundo de los otros cuerpos. Tal determinacién funcional le da al andlisis estructural del cerebro un punto de referencia exacto, sefiala el objetivo general y da el cri- terio, con ayuda del cual se pueden distinguir las estructuras, que garantizan el pensamiento 30 en el interior del cerebro, de aquellas que no se relacionan en absoluto con el proceso del pensamiento, sino que conducen, digamos, la digestion, la circulacién de la sangre, etc. Por eso, Espinosa habla muy irénicamente sobre todas las hipdtesis “morfolégicas” de su tiempo, en particular, sobre la hipdtesis acerca del papel especial de la “gléndula pineal” como érgano preferencialmente corporal del “alma”, Aqui, dice directamente: por cuanto eres filésofo, no hagas hipdtesis especulativas acerca de la estructura del cuerpo del cerebro; deja mas bien la investigacién, de lo que ocurre en el interior del cuerpo pensanie, al médico, al anatomista y al fisidlogo, Tu, como fildso- fo, no sélo puedes, sino. que estas obligado a claborar para el médico, el anatomista y el fi- sidlego no la determinacién estructural, sino funcional del pensamiento. Y ests obligado a hacerlo en forma rigurosa y exacta, es decir, cientifica, sin recurrir a las oscuras ideas sobre “el alma incorpérea”, o sobre “Dios”, etc. Pero la determinacién funcional del pensa- miento puedes encontrarla sdlo en caso de que no hurgues en el interior del cuerpo pensante (del cerebro), y de que examines minuciosa- mente la composicién real de las acciones de- mostrativas del cuerpo pensante en medio de los otros cuerpos del universo, infinito en su variedad, En el interior del craneo no encuen- tras nada a que pueda aplicdrsele la deter- minacién funcional del pensamiento, pues el pensamiento es funcién de la accién demostra- 6—190 31 aR SMTA Ut bel wd oi oul |3h*s 1 A gpm nenerninerieeieeeratiniiitniicienniniiiiinieNnIRanAtinmRRmAnaAMmaiiniiiinienR aE: tiva exterior, Por esa razén ti debes investi- gar no la anatomia y fisiologia del cerebro, sino la “anatomia y fisiologia” de aquel “cuer- po”, cuya funcién activa es en realidad el pensamiento, es decir, “del cuerpo inorganico del hombre”, la “anatomia y fisiologia” del mundo de su cultura, del mundo de aquellas “cosas” que él produce y reproduce con su ac- tividad. E] unico “cuerpo” que piensa como una ne- cesidad, incluida en su “naturaleza” especial (es decir, en su estructura especifica), xo es en absoluto el cerebra aislado ¢ incluso ni el hom- bre integro con cerebro, corazén, manos y to- das las particularidades anatémicas innatas a él. Segtin Espinosa, tnicamente la substancia posee el pensamiento como una necesidad. El pensamiento tiene como premisa necesaria suya y como condicidn infalible (sine qua non) a toda la naturaleza en conjunto. Sin embargo, esto es poco, subraya Marx. Segtn él, sélo la naturaleza piensa como una necesidad, que alcanza en el estadio del hom- bre que produce su vida socialmente, la natu- raleza, que cambia y se comprende a sf misma en la persona del hombre o de cualquier otro ser semejante a él en este sentido, que modifi- ca universalmente a la naturaleza, tanto a la exterior, como a la suya propia. Fl cuerpo de la escala y “estructura compleja” inferiores no piensa. El trabajo —el proceso de modifi- cacién de la naturaleza por la accién del hom- bre social— es “sujeto”, al cual pertenece el 82 4 “pensamiento” en calidad de “predicado”. Y la naturaleza —la materia universal de la na- turaleza— es substancia suya. La substancia, que devino en hombre sujeto de todos sus cambios (causa sui), es causa de si misma. Tercer ensayo LOGICA Y DIALECTICA Ya dijimos que el camino mas expedito hacia Ja creacién de la légica dialéctica es la “repe- ticién de lo recorrido”, eno de experiencia histérica, la repeticién de lo hecho por Marx, Engels y Lenin, Ja revaluacién materialista critica de los adelantos que en Ia esfera de la Gran Légica la humanidad debe a la filosofia clasica alemana de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XLX, al proceso, asombroso por su rapidez, de maduracién espiritual, ja- lonado con los nombres de Kant, Fichte, Sche- lling y Hegel. “La materia de la légica” tomé aqui, en bre- yisimos plazos histéricos, un vuelo no visto desde los tiempos de la Antigtiedad, ostensible de por sf debido a la tensa dialéctica interior, que stt simple conocimiento continia hasta ahora educando el pensamiento dialéctico. Ante todo, conviene sefialar que precisa- mente en la filosofia clasica alemana fue com- prendido claramente y expresado con agudeza el hecho de que todos los problemas de la fi- losoffa, como ciencia especial, giran de uno u 83 otro moda en torno a la cuestién acerca de qué es el pensamiento y cudles son sus relaciones reciprocas con el mundo exterior. La com- prensién de este hecho, que habia madurado ya en los sistemas de Descartes y de Locke, de Espinosa y de Leibniz, aquf fue transformado en punto de partida, conscientemente estable- cido, de todas Ias investigaciones, en principio fundamental de la revaluacién critica de los resultades del desarrollo precedente. Dando cima con Kant a mas de dos siglos de investi- gacioncs, la filosoffa entré en una nueva etapa de principio en la comprensién y solucién de sus problemas especiales. La necesidad de examinar criticamente y analizar el camino recorrido dictabase, por su- puesto, no sélo por exigencias internas de la filosofia misma, ni por el afan deé’darle fin y orden, aunque los fildsofos Ia entendian jus- tamente asi, sino también por la presién au- toritaria de las circunstancias exteriores, por el estado de crisis, prerrevolucionario, de toda Ja cultura espiritual. El tenso conflicto de las ideas en todas las esferas de la vida espiritual, desde la polftica hasta las ciencias naturales, voluntaria o involuntariamente arrastradas a la lucha ideoldgica, excitaba cada vez mas in- sistentemente a la filosofia a llegar por fin hasta las raices mismas y las fuentes de lo que ocurre, a comprender dénde se oculta la causa de la discordia reciproca entre los hombres y Jas ideas, a encontrar y sefialar una salida ‘a- cional de la situacién creada. .. 84 0.1 1 Alpena een enerpeneneniremmnainenihiiiiiiiemminnitiadiiiahnimnatent ies Kant fue el primero que intenté abarcar en los marcos de una comprensién tinica todos los principios fundamentales opuestos del pen- samiento de la época, que se acercaba a su de- rrumbamiento catastréfico. Tratando de unir y conciliar estos principios en el interior de un solo sistema, él, independientemente de su vo- luntad, apenas pone mds claramente al descu- bierto la esencia de los problemas, insolubles con ayuda de los métodos probados y cono- cidos de [a filosofia. La situacién real de las cosas en la ciencia se proyecta ante Kant como una guerra de to- dos contra todos, como aquel estado “natural” que, siguiendo a Hobbes (pero ya aplicandolo a la ciencia), caracteriza como “falta de dere- chos y violencia”. En esa situacién, el pensa- miento cientifieo (la “razén”) “puede defender sus convicciones y pretensiones o garantizar- las no mds que por medio de fa guerra... En el estado natural, pone fin a la disputa la vic- toria, de la cual se jactan ambas partes, y después de la cual sigue en gran parte sdlo una paz inestable, establecida por la inter- vencién de la autoridad en el asunto...”! En otras palabras, precisamente la lucha tensa entre principios opuestos, cada uno de los cuales se desarrolla en cl sistema que pre- tende al valor y reconocimiento universal, cons- tituye, segtin Kant, el estado “natural” del ! Immanucl Kant. Sémmitiche Werke. Kritih der Reinen Uernunft, Leipzig, 1838, 5, 580-581, 85 pensamiento humano. Por consiguiente, el estado “natural”, de hecho y evidente del pen- samiento es la dialéctica. Kant no se preocupa en absoluto para que ella sea eliminada de la vida de la razén para siempre, es decir, de la ciencia, comprendida como cierto todo que se desarrolla, sino tnicamente para hallar al fin un modo “racional” correspondiente de resel- ver las contradicciones que surgen en el inte- rior de la ciencia, las discusiones, las disputas, les conflictos y antagonismos. {Puede la sa- zén misma, sin ayuda de Ja “autoridad”, su- perar el dolor de la discordia? Esta situacidén excita, como dice Kant, ‘‘a buscar al fin y al cabo la tranquilidad en cualquier critica de esta razon y en la legislacién, que se basa en ella”, El estado de eterno conflicto de las ideas, de discordia entre los tedricos, se lo imagina Kant como una consecuencia del hecho de que la “reptblica de los cientificos” no tenga hasta ahora una “legislacién” tinica, sistemAtica- mente elaborada y reconocida por todos, una especie de “constitucién de la razén”, que per- mitiese buscar la solucién de los conflictos no por el camino de la guerra “a muerte”, sino en la esfera de Ja discusién académica cortés, en forma de un “proceso”, donde cada partido respetase el mismo “cédigo” de tesis funda- mentales Iégicas y, reconociendo en el adver- sario a una parte igualmente idénea y respon- ? Tbidem. 86 sable ante él, contintase siendo no sélo critico, sino también autocritico, siempre listo a re- conocer sus propios errores y pecados contra el reglamento légico. Este ideal de las relacio- nes mutuas entre los teéricos —y contra él es dificil objetar algo, incluso hoy en dia— alum- bra como objetivo de todas las investigacio- nes de Kant. Por eso se halla en el centro de su atencién ante todo la esfera que tradicionalmente se entronca con la competencia de la légica. Para Kant era asaz evidente, por otra parte, e] hecho de que la légica, en la forma en que existia, no podia satisfacer de ninguna manera las nece- sidades ya maduras, no podia servir come ins- trumento de andlisis de la situacién creada. La misma denominacién “légica” se hallaba entonces tan desacreditada, que Hegel tenia pleno fundamento para hablar del menospre- general por tal ciencia, que a lo largo de “siglos y milenios... fue tan respetada como ahora desdefiada’®. Y sdlo Ia profunda refor- ma a que se sometid la légica en los trabajos de los clasicos de Ja filosofia alemana, le de- volvié el respeto y el mérito a la denominacién misma de ciencia sobre el pensamiento, Kant fue justamente el primero quien intenté plan- tear y resolyer el problema de la légica por la via del andlisis critico de su contenido y desti- 3G. Hegel. Werke in zwanzig Bénden, Bd. 19, Uorlesungen tiber die Geschichte der Philosophie, Frankfurt a, M., 1971, 8. 229. 87 nos histéricos. El bagaje tradicional de la la- | gica se confronté aqui por primera vez con los procesos reales del pensamiento en las ciencias naturales y en la esfera de los problemas so- ciales. Ante todo, Kant se propuso el objetivo de revelar y totalizar aquellas verdades indiscu- tibles, que nadie ponia en tela de juicio, las cuales habian sido formuladas en los marcos de la légica tradicional, aunque las desdefia- sen por su banalidad. El trataba, con otras pa- labras, de revelar en Ja composicién de la 16- gica aquellas “constantes” que quedaron sin tocar en el curso de todas las discusiones sobre la naturaleza del pensamiento, que se habfan prolongado durante siglos e incluso milenios, aquellas tesis que nadie ponfa en tela de jui cio: ni Descartes, ni Berkeley, ni Espinosa, ni Leibniz, ni Newton, ni Huygens, ni un solo individuo que piense teéricamente. Habiendo separado en la légica este “residuo”, Kant se convencié de que quedaba muy poco: una serie de tesis generales enteramente, que ha- bian sido ya formuladas, en esencia, por Aris- tételes y sus comentadores. Desde el punto de vista que consideraba Kant a la historia de la légica, cra imposible hacer otra conclusidén: desde lucgo, si se busea en la légica tmicamente lag tesis con las cua- Ics todos estan de acuerdo: Espinosa, Berkeley, el naturalista-racionalista y el tedlogo y se saca fuera de paréntesis todas sus diferencias, entonces en el interior del paréntesis no queda 88 NAAM MMs ea MAHL lal kia itd 111) AP hea le OORT nada, excepto aquellas ideas generales sobre el pensamiento, que parecian indiscutibles para todos los hombres que pensaban en una tra- dicién determinada. Aqui tenemos, pues, una generalizacién puramente empirica, que con- tiene, propiamente, apenas lo que hasta ahora ni uno solo de los tedéricos, que han estudiado el pensamiento, discute: cierto conjunto de afirmaciones. Si son exactas, sin embargo, estas tesis de por si, 0 son apenas ilusiones, di- fundidas y generalmente aceptadas por estas afirmaciones, queda en tinieblas. Es verdad que todos los teéricos han pen- sado hasta ahora (o aunque sdlo sea esforz4- banse por pensar) conforme a una serie de reglas. Kant, empero, transforma la genera- lizacién puramente empirica en juicio tedrico (es decir, universal y necesario) sobre el ob- jeto de la légica en general, sobre los limites legitimos de su objeto: “Los limites de la 1é6- gica se fijan perfecta y exactamente, por ser ella la ciencia que expone cireunstanciada- mente y demuestra con rigor tnicamente las reglas formales de cualquier pensamiento. . .””4 “Formales” significa aqui ser absolutamente independientes de como se comprende el pen- samiente, su origen y fines, sus relaciones con otras capacidades del hombre y con el mundo exterior, etc., ete., es decir, independientemente de como se resuelve la cuestién de las condi- 41, Kant. Kritik, der Reinen Uernunft, Leipzig, 1838, 5. 665. 89 ciones “exteriores”, en el interior de las cuales se realiza el pensamiento de acuerdo con las reglas, independientemente de las consider: ciones metaffsicas, psicolégicas, antropoldgi- cas y otras, Kant declara tales reglas como absolutamente exactas y universalmente obli- gatorias para el pensamiento en general, “no importa que él sea aprioristico o empirico... su origen y objeto y si encuentra obstaculos casuales o naturales en nuestra alma (Ge- anit)”, cualquier absurdidad, con tal que ésta no se contradiga a si misma. La absurdidad que no se contradice a sf misma debe pasar libremente por el filtro de la légica general. Kant subraya especialmente que “la légica general no contiene ni puede contener ninguna prescripeién para la capacidad de juicie”’, como la habilidad de “pon cir, de diferenciar si algo es er en regla, es de- t4 subordinado a la regla dada... 0 no”®. Por eso el conocimiento mas sdlido de las reglas (inc uso de las reglas de la Idgica general) no garantiza en absoluto su aplicacién sin errores. Por cuanto la “qusencia j de capacidad de juicio es, propiamente ha- blando, lo que Ilaman tonteria”, y por cuanto “contra este defecto no hay remedio”®, por } tanto la légica general no puede actuar no sdlo en calidad de “érganon” (de instrumento) de de la légica (“Ia Idgica debe sus éxitos a la fi- 1 | Habiendo trazado de esa manera los limites | ae : : | jacién de sus limites, merced a lo cual ella tiene | derecho e incluso debe abstraerse de todos los f objetos del conocimiento y de las diferencias entre ellos...”6), Kant investiga minuciosa- mente sus posibilidades de principio. Su com- petencia resulta muy estrecha, En virtud de la formalidad ya sefialada, ella, por necesidad, deja sin atencién la diferencia de las ideas que chocan en la discusién y permanece absoluta- mente neutral no sélo, digamos, en la disputa de Leibniz con Hume, sino también en la dis- puta del hombre inteligente con el imbécil, basta con que éste exponga “de manera justa” una idea que no se sabe de dénde y cémo Ilegé a su cabeza, aunque sea la mas desmaiiada y absurda, Sus reglas son tales, que ella estd obligada a suministrar justificactén Logica a 5 Thidem. © Tbidem. 90 conocimiento real, sino ni de “canon” suyo, en calida siquiera en calidad | de criterio de com- probacién del conocimiento acabado. Entonces, gpara qué sirve la Iégica? Exclu- sivamente para comprobar la correccién de los Mamados juicios analiticos, es decir, de los actos de exposicién verbal de las representa- ciones ya acabadas que existen en el cerebro, no importa cuan inconsistentes sean, manifies- ta Kant, en pleno acuerdo con Bacon, Des- ? Thidem, 8. 118. 8 Thidem. ® Thidem, S, 118-119, 91 cartes y Leibniz. La contradiccién entre el con- cepto (es decir, representacién rigurosamente determinada) y la experiencia, los hechos (sus determinaciones), es una situacién, por motive de la cual no tiene derecho de manifestarse la légica general, pues aqui se trata ya del acto de expresar los hechos en la determinacion del concepto, y no de descubrir el sentido que de antemano encierra el concepto. (Por ejem- plo, si yo estey convencido de que “todos los cisnes son blancos”, al ver a un ave, por todos los rasgos, excepto el color, idéntica a mi repre- sentacién sobre el cisne, me hallaré ante una dificultad que la légica general no puede ayu- darme a resolver. Una cosa es clara, que con mi concepto ‘‘cisne” no se. resume a esta ave sin contradiccién y yo estoy obligado a decir que ella no es cisne. Si la reconozco' como cis- ne, entonces la contradiccién entre el coneepto y el hecho se transforma ya en contradiccién entre Jas determinaciones del concepto, pues el sujeto del juicio (el cisne) serA determinado por dos predicados que’ se excluyen mutua- mente: “blanco” y “no blanco”. Pero esto es ya inadmisible y equivale a reconocer que mi concepto inicial era incorrecto, que es necesa- tio modificarlo para eliminar la contradic- cién). De modo que siempre que surge el problema de si se resume el hecho dado con el concepto dado 0 ne, no puede considerarse en absoluto la aparicién de Ja contradiccién como indica- dor de exactitud o inexactitud del juicio. El 92 jh LM a ili ile bic lll lee RR juicio pucde ser exacto precisamente porque la contradiceién en este caso deséruye el con- cepto inicial, revela su caracter contradictorio y, por lo tanto, la falsedad... Por eso no de- ben aplicarse irreflexivamente los criterios de la légica general alli donde se trata de juicios experimentales, de actos de resumen de hechos con determinaciones del concepto, de actos de concretizacién del concepto inicial con los datos de la experiencia, Pues en tales juicios el concepto inicial no simplemente se escla- rece, sino que se completa con nuevas deter- minaciones. Aqui tiene lugar la sintesis, la unién de las determinaciones, pero no el ana- lisis, es decir, la separacién de Ja determina- cién ya existente en detalles. Los juicios de Ja experiencia, todos, sin ex- cepcién, tienen cardcter sintético. Por eso la aparicién de la contradiccién en la trama de tal juicio es un fendémeno. natural e inevitable en el proceso de la precisién de los conceptos de acuerdo con los datos de la experiencia. En otras palabras, la logica general no tiene derecho de dar recomendaciones para la capa- cidad de juicio, pues esta capacidad tiene ra- zon de resumir con las determinaciones del concepto los hechos que contradicen directa o indirectamente a estas determinaciones. Por eso cualquier concepto empirico se halla siempre bajo la amenaza de ser refutado por la experiencia, por el primer hecho que salta a la vista. Por consiguiente, el juicio de ca- racter nada mas que empirico, es decir, ése 93 en que el sujeto aparece como cosa u objeto dado en forma empirica, contemplado senso- rialmente (por ejemplo, el mismo juicio sobre los cisnes), es exacto y correcto tinicamente con esta reserva: “son blancos todos los cisnes que hasta ahora han estado en el campo de nuestra experiencia”. Tal juicio es indiscutible, pues no pretende relacionarse con aquellas co- sas tinicas del mismo género que todavia no hemos logrado ver. Y la experiencia ulterior tiene razén de corregir nuestras determinacio- nes, de modificar los predicados del juicio. Efectivamente, nuestro conocimiento ted- rico tropieza las mas de las veces y tropezard siempre con semejantes dificultades. Pero si eso es asi, si la ciencia se desarrolla tnicamente a través de la confrontacién cons- tante de los conceptos con los hechos, a tra- vés de un proceso permanente, que nunca ter- mina, de resolucién del conflicto que surge aqui una y otra vez, entonces, en seguida surge agudamente el problema del concepto tedrico cientifico. {Se diferencia la generalizacién ted- rica cientifica (el concepto), que pretende a la universalidad y a la necesidad, de cual- quier “generalizacién” empirica inductiva? (Las complicaciones que surgen aqui las esboza graciosamente, cien afios después, B. Russell, en una parabola divertida: vivia en el galli- nero una gallina, todos los dias yenfa el amo y le traia granza para engordarla, de esto la gallina hara, sin duda, la conclusién: la apa- ricién del amo est4 relacionada con la apari- 94. cién de la granza, Pero un buen dia el amo aparece en el gallinero con un cuchillo en vez de granza, con lo cual demuestra conyincen- temente a la gallina, que a ella no le estorba- ria tener una idea mds sutil sobre los caminos de la generalizacién cientifica. ..) Dicho con otras palabras: son posibles las generalizaciones, que, aunque hechas tnica- mente a base de experiencia fragmentaria re- ferente a un objeto dado, pueden, sin embar- go, pretender al papel de conceptos, que ga- ranticen la previsién cientifica, es decir, ser “extrapolados” con garantia a la experiencia futura referente al mismo objeto (teniendo en cuenta, por supuesto, la influencia de todas las variadas condiciones, en cuyo interior él puede observarse en el futuro)? ¢Son posibles conceptos, que expresen no sélo y no simple- mente rasgos comunes, mds 0 menos casuales, que puedan en otro lugar y en otro tiempo fal- tar, sino el “ser” mismo, la aeisma “naturale- za” del género dado de objetos, la ley de su existencia? Es decir, gson posibles las defini- ciones con ausencia de las cuales esté ausente el objeto mismo (imposible ¢ inconcebible) del concepto dado, y se tiene ya otro objeto que, justamente por eso, no es competente ni para confirmar, ni para refutar las definiciones del concepto dado? (Como, por ejemplo, el estu- dio de los cuadrados o de los triangulos no tiene relacién ninguna con nuestra compren- sidn de las propiedades de la circunferencia o del eclipse, por cuanto en la definicién del 95 PM al A iG AN i i Ag Re iii RPS concepto “circunferencia” entran sélo Jos pre- dicados, que describen rigurosamente los li- mites del género dado de figuras, limites que no se puede pasar, sin pasar a otro género.) El concepte, por lo tanto, presupone “predi- cados” que no puede climinar (sin climinar el objeto mismo del concepto dado} ninguna fu- tura, segtin la terminologfa de Kant, “cual- quier posible” experiencia. Asi surge la diferencia kantiana de las ge- neralizaciones puramente empiricas y tedricas cientificas. Las definiciones de los conceptos deben caracterizarse por la universalidad y la necesidad, es decir, deben ser dadas de modo que no las pueda refutar ninguna futura expe- riencia, Las generalizaciones tedéricas cientificas y los juicios, a diferencia de los puramente em- piricos, pretenden, en todo caso, a la universa- lidad y la necesidad (a pesar de aclarar los fundamentos metafisicos, psicolégicos o an- tropolégicos de tal pretensién), con lo que ellos pueden ser confirmados por la experiencia de todos los hombres, que se hallan en su sano juicio, y no pueden ser refutados por esta ex- periencia. Pues de otro modo la ciencia no tendria mas valor que las exclamaciones del tonto de la fabula internacional, que a tiempo y destiempo pronuncia sentencias, oportunas y justificadas sélo en circunstancias rigurosa- mente restringidas, es decir, hace pasar irre- flexivamente un juicio, aplicable sélo a un caso particular, por absolutamente universal, exacto 96 en cualquier otro caso, en cualesquiera condi- ciones de lugar y de tiempo. . . La generalizacién teérica cientifica (y el juicio, que une dos 0 mas generalizaciones) debe indicar no s6lo la definicién del concepto, sino también el total de condiciones de su aplicabilidad, cardcter universal y necesidad. Pero aqui reside toda la dificultad. ¢Podemos establecer categéricamente que estan enume- radas todas las condiciones necesarias? Po- demos estar seguros de haber incluido. unica- mente las condiciones realmente necesa- tias? gNo puede ocurrir que incluyamos con- diciones que no son absolutamente necesa- vias? Kant deja esta cuestién también abierta. Y tiene razon, por cuanto aqui siempre se en- cierra Ja posibilidad de errores. Cuantas veces la ciencia toma en realidad lo particular por lo general. En todo caso, es claro que la ldgica “general”, es decir, puramente formal, tam- poco tiene derecho aqui de formular una regla, que permita distinguir simplemente lo comtin de lo universal; lo que se ha observado hasta ahora, de lo que se observara en adelante, no importa cuanto se prolongue nuestra experien- cia ni cuales amplias esferas de hechos abar- que. Para las reglas de la Iégica general, un juicio como “todos los cisnes son blancos” no se diferencia en nada de juicios como “todos los cuerpos de Ja naturaleza estan extendidos”, pues la diferencia aqui consiste no en la forma, sino exclusivamente en el contenido y origen T790 97 |All xia a i a anh a ss lal Rg Ri RSE OID = | i | de los conceptos que entran en la composicién del juicio. El primero es empirice y conserva plena vigencia apenas con respecto a la expe- riencia ya franscurrida (seein la terminolo- gia de Kant, es exacto sdlo “a posteriori”), el segundo pretende a mucho mds, a la justicia con respecto al futuro, a cualquier posible ex~ periencia futura con respecto a los cuerpos de la naturaleza (siguiendo aquella misma termi- nologia, sera exacto “a priori”, de antemano, antes de comprobarse por la experiencia), No- sotros, sin saber por qué, estamos convencidos (y Ja ciencia Je da a nuestra conyiccién un ca- racter de conviccién apodictica) que no importa cuanto viajemos en los espacios siderales y cuan profundamente penetremos en Jas entra- nas de la materia, nunca y en ninguna parte encontraremos “cuerpos de la naturaleza”, que refuten esta conviccién de la no existencia de “cuerpos no extendidos”. éPor qué? Porque no puede haber en la na- turaleza cuerpos no extendidos. Responder asi, dice Kant, seria imprudente. Aqui podemos decir apenas lo siguiente: si incluso en el uni- verso infinito existen tan asombrosos cuerpos, ellos, en todo caso, no podrdn nunca estar al alcance de nuestro campo visual, al alcance de nuestra experiencia. Y si estuvicran a nues- tro alcance, los percibiriamos como cuerpos extendidos 0, en general, no los percibirfamos de ningin modo. Pues nuestros érganos de percepcion, por su estructura, son capaces de percibir sélo cosas con forma espacial y tini- 98 camente extendidas y que se contintian (con la forma del tiempo). Puede ser que ellos “por si mismos” (an sich) scan asi. Esto, Kant no considera posible de negar o afirmar, Sin embargo, “para nosotros”, ellos son asi y no pueden ser de otra manera, pues en caso contrario no pueden ser inclui- dos, en general, en nuestra experiencia, ha- cerse objetos de experimento, y, por esa ra- zén, servir de fundamento para juicios y tesis cientificos, para la matematica, ffsica, quimica y otras disciplinas. Las determinaciones espaciales y temporales de las cosas (los modos de ser descritas mate- maticamente) se excluyen, por eso, de la ame- naza de ser refutadas por parte de cualquier posible experiencia, pues ellas son exactas con la condicién (o “bajo Jas condiciones”) de que sea posible esta experiencia. Como tales, todas las tesis tedricas (es decir, todos Jos juicios que unen dos o mas definiciones) adquieren un caracter universal y necesario y no necesifan ya ser confirmadas por la experiencia. Por eso, Kant define todas Jas tesis teéricas como juicies aprioristicos sintéticos. Precisamente, en virtud de ése su caracter podemos estar plenamente seguros de que no sélo en nuestra pecadora tierra, sino en cualquier otro planeta, 2X2=4, y no 5 6 6, y la diagonal del cuadrado es inconmensura- ble con sus lados; en cualquier rincén del Uni- verso se observaran lo mismo las leyes de Galileo, Newton y Kepler... Pues en la com- ™ 99 Al Uda I lg Wh lil 1 1 ee DRA capa NUGENT posicién de tales proposiciones se unen (se sin- tetizan) unica y exclusivamente definiciones universales y uecesarias, predicados del con- cepto (en el sentido arriba aclarado). Pero si cl problema esencial con que tropieza la ciencia no son los juicios analiticos, sino los juicios sintéticos, y la légica general es com- petente para juzgar sdlo la correceién analiti- ca, inevitablemente surge la conclusién de que. ademas de la légica general, debe existir una légica especial, que tenga que ver dnicamente con la aplicacién tedrica del intelecto, con las reglas de produccién de los juicios tedricos (se- gin la terminologia de Kant, aprioristicos sin- téticos), de los juicios que nosotros tenemos derecho de valorar como universales, necesa- rios y, por lo tanto, como objetivos. “...5i tene- mos fundamento para considerar' el juicio como necesario de importancia general... de- bemos reconocerlo también como objetivo, es decir, que expresa no sdlo la relacién de la percepcién por el sujeto, sino también la pro- piedad del objeto; en realidad, sobre qué ba- se los juicios de otros deberfan necesariamente concordar con los mios, si no hubiese unidad del objeto al que todos ellos se refieren y con el cual deben concordar, y concordar, por esa raz6n, también entre si””!, ‘ Es verdad que todavia no sabemos nada sobre el objeto como tal, es decir, fuera de la 7. Kant. Prolegomena 2u einer j. dirfei, Kant. jeden hiinftigon Metaphysik, die ais Wissenschaft wird auftreten hon, nen und Logik, Leipzig, 1838, 8. 58. 100 experiencia de todos los hombres en general; no obstante, en la experiencia de todos los hombres actuales y futuros, organizados lo mis- mo que nosotros, él Jucira sin falta exactamen- te lo mismo (y por eso cualquiera puede com- probar Ja exactitud de nuestro juicio), el juicio terico esti obligado a responder de esto. De aqui hace la conclusion Kant de que de- be existir una légica (0, m&s exactamente, una seccion de la légica), que trate especialmente de los principios y reglas de la aplicacién ted- rica del pensamiento, o de las condiciones de aplicacion de las reglas de la légica general en. la solucién de los problemas teéricos, en los actos de produccién de los juicios universales, necesarios y, por lo tanto, objetivos. Esa légica ya no tiene derecho, a diferencia de Sa ldgica general, a desdefiar Ja diferencia entre los conocimientos (entre las ideas) segém su con- tenido y origen, Ella puede y debe servir co- mo canon suficiente (0 como organon) para el pensamiento, que pretende a la universalidad y la necesidad de sus conclusiones, generali- zaciones y proposiciones. Kant la Nama légica trascendental, o ldgica de ta verdad. Aqui se halla en el centro de la atencién, naturalmente, el problema de las llamadas acciones sintéticas del intelecto, es decir, de las acciones por medio de las cuales se logra un nuevo conocimiento, y no un simple escla- recimiento de Ja idea ya metida en la cabeza. Fntendiendo por sintesis la “anién de distin- tas ideas una con otra y la comprensién de su 101 varie a ini eee acto unico de conocimiento”!! aa la sintesis el 1 i : ean ja papel y la impor- tancia de operacién fundamental del pensa 0, que precede de 5 le hecho i Frakes Preceded y en el tiempo a aalanie andlisis. Si el andlisis se limita ‘l ces a - CIO 1 ae Pr eso de la descomposicién de ideas y con- cept * eee la sintesis aparece como un de produccién de ; nUeVOS concept rea ae #eC y ptos. Las me S de la légica general tienen una relacién ‘onvencional con est ste acto le deci con las formas inici i ts de trabaj as iniciales primari 2 jo del pensamiento. Prparias de trabajo Kn realida i anh ealidad, dice Kant, donde el juicio de ani ano no ha unido nada, alli tampoco tiene nada que descomponer, y por eso “nuestras Pebresentaciones deben estar ya dadas con al ° rs 5 4 i ns tetioridad a cualquier andlisis de ellas, ni un me concepio de contenido puede surgir ana. camente” Entone 5 L —E es, las formas légi pricamer } ces, ormas ldgicas rundamentales primarias resultan ser no prine! ios a légi a ores ee a sees Beneral no principios funda- s de Jos juicios analiti ¢ i m 2 s icos (es decir, Ain : ; no “a Ace, de identidad ¢ interdiccién de la con adiccién), sino apenas formas generales, es. quemas y modos d id i ideas € unién de distintas id en la composicién de ci lea, esque. le cierta nueva idea en sicié @ ‘a idea, esque- mas ane garantizan la unidad en la variedad odos de identificacié i od ! n de lo distin unién de lo no homogéneo. ae 'T. Kant. Kritth der Wen vith der 42 Thidem, S. 77. ba teinen Uernanfi, Leipzig. 102 j PLE De modo que, a pesar del orden formal de su exposicién y a contrapelo del mismo, Kant afirma, en esencia, que las verdaderas formas légicas universales —primarias y fundamenta- les— no son aquellas formas que sc conside- raban como tales por la légica formal invete- rada. Ellas son mas bien el “segundo piso” de la ciencia ldgica y, por consiguiente, derivadas y secundarias, exactas sélo en cuanto concucr- dan con proposiciones mas universales ¢ im- portantes, que se refieren @ la sintesis de las determinaciones en la estructura del concepto y el juicio. Esta es una verdadera revolucién en las concepciones sobre el objeto de la ldgica co- mo ciencia del pensamiento. Habitualmente, se presta insuficiente atencién a este punto en las exposiciones de la teorfa kantiana del pensa- miento, aunque, justamente aqui, €1 resulta ser cel verdadero fundador de principio de la nue- va etapa dialéctica en cl desarrollo de la 1é- gica como ciencia. Kant es e] primero que ¢m- pieza a ver las formas Idgicas principales del pensamiento en las categorias, incluyendo de ese modo en la composicién del objeto de Ja Jégica, lo que toda la tradicién precedente con- sideraba de competencia de la ontologia y de la metaffsica, pero en ningin caso de Ja légi- ca. a unién de las ideas en la conciencia es uicio. Por consiguiente, pensar es lo mismo formar juicios o referir las ideas a los jui- 0 los juicies son: 0 sub- 103 un j que cios en general, Por ¢ jetivos, cuando las ideas se relacionan con la conciencia en un solo sujeto, y en él se unen u objetivos, cuando Tas ideas se unen en la Conciencia en general, es decir, son necesarios, Los elementos légicos de todos los juicios son distintos posibles modos de unir las ideas en la conciencia, Si ellas son conceptos, entonces son conceptos de la unién necesaria de las ideas en la conciencia, por lo tanto, son principios de los, juicios objetivamente significativos” !2. Las categorias son “precisamente principios de los juicios objetivamente significativos”, Justamente por eso es que la légica anterior se desentendia de la investigacién de estas for- mas légicas fundamentales del pensamiento; ella no sélo no podia ayudar con sus recomen- daciones al movimiento del conocimiento ted- tico cientifico, sino que tampoco pedia arre- glarselas en el interior de su propia teorfa, “Yo nunca quedé satisfecho con la definicién del juicio en general, dada por aquellos Iégi- cos que afirman que el juicio es la idea de la relacién entre dos conceptos. Sin entrar aqui en disputa con motivo de Io erréneo de esta definicién (aunque de ella surgicron muchas consecuencias graves para la légica)... diré solamente que en esta definicién no se indica en qué consiste esta relacién’” 3, “1. Kant. Protegomer i je tinfed, + Kant. 4 gomena 2u cimer jeden hiinfticen Metaphgsik. .» Leipzig, 1838, 8. 66. ie 8 E. Kant. Kvitik der Reinen Uerauft, Leipzig Saas fé, Leipzig, 1833, 104 ja ae Aa i nal a LT A UL i —_ i Kant planted correctamente el problema de la comprensién de las categorias como unida- des légicas, descubriendo sus funciones légicas en el proceso de produccién y circulacién del conocimiento. Es cierto, como veremos luego, que él tampoco manifesté casi ninguna actitud critica hacia las definiciones de las categorias, copiadas por la légica de Ja ontologia. Sin em- bargo, el problema fue planteado: las defini- ciones de las categorias fueron comprendidas como esquemas légicos (universales y necesa- rios) o principios de ligamento de las ideas en la estructura de los juicios “objetivos”. Las categorfas son precisamente aquellas formas universales (esquemas) de actividad del sujeto, por medio de las cuales se hace posible ligar la experiencia, cs decir, fijar las percep- ciones sueltas en forma de conocimiento: “\..como la experiencia es conocimiento a través de percepciones ligadas entre si —con- tinta Kant—, las categorias son las condicio- nes de la posibilidad de la experiencia y por eso son aplicables a priori a todos los objeti- vos de la experiencia’ (el subrayado es mio. —E.1,). Por eso cualquier juicio que pretende a la significacién universal, incluye siempre —clara o veladamente— una categoria: “No- sotros no podemos pensar ni una sola cosa co- mo no sea con ayuda de las categorias”!5, Y si la légica aspira al papel de ciencia del 46 Thidem, 8. 753, 6 Ibidem, 8. 756. 105

Anda mungkin juga menyukai