parecida a una catedral del medioevo. Hay unos chicos que tambin
estn de traje y llevan una valijita negra. Con el saquito y la corbata
parecen hombrecitos en miniatura. A la rastra, llego al saln principal
que tiene una gran alfombra roja. Desde un atril un orador tambin
de traje les indica a los hombres que me suban al escenario. Hay
mucha gente mirando, tan prolijamente sentadas que parecen
habitantes de un extrao planeta Aleluya! gritan todos los
presentes. Arriba del escenario el orador de traje pone su mano en mi
cabeza y vuelve a gritar Aleluya! Increblemente ya no estoy
mareado y mi herida de la frente ya no sangra. Siento una enorme
paz. Aleluya! grito, y mientras me arrodillo, beso la mano del pastor
por haberme salvado.