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-Muérete!
Exclamó Elisa mientras se desvestía parcialmente y arrojaba su celular a la cama.
Estaba cansada y mareada. Era tan tarde que ya era temprano. Ella no lo sabía
porque en su desordenado cuarto jamás entraba la luz. Las persianas se corrían
pero sólo en teoría. Estaba a punto de desplomarse sobre el montón de cosas que
estaban regadas en su cama cuando su celular sonó.
-Hey! Ya me habló Sandro y me dijo que sí, sí es cierto así que ahorita paso por ti.
Ya!
Y colgó.
Elisa dejó salir una maldición.
-Genial! Apenas me iba a acostar y este imbécil me llama, si no fuera porque es mi
amigo. . .
Y en ese entonces se volvió a poner los pantalones cortos con la membrana entre
los perniles blancos, una prenda clásica. El peto cuadrado hecho de algún
polímero que cubría sólo sus pechos pequeños y dejaba desnuda su espalda no
se lo había despegado todavía. Agarró los tirantes de los pantalones cortos que
colgaban de su cintura y los estiró para pasarlos sobre sus hombros.
Buscó todas sus tarjetas entre el tiradero de su cama y las depositó en la ranura
invisible de su peto rojo que ahora era morado. Mientras cerraba la puerta sonó su
celular.
-Hey! No voy a poder ir, no, no puedo ir hasta allá, no sé si ya todos saben o qué
pero hay un tráfico asqueroso, te veo en el muelle.
-Maldición!
Exclamó Elisa
-Ir hasta el otro lado de la ciudad? Genial, ahora tengo que atravesar toda esta
basura sólo porque aquel imbécil no puede pasarse los altos! Diablos! Me
prostituiría por un coche!
Y así, Elisa emprendió el viaje. . .

Amanece. Sólo que nadie se da cuenta. Las gruesas nubes le estorban al sol y no
dejan pasar más que algunos pocos rayos.
Elisa camina por la calle. Ignora lo que le gritan los que se están inyectando en la
esquina. De repente escucha una guitarra eléctrica, el sonido sale de un edificio
blanco con una enorme cruz.
-Esos bastardos de esa secta de porquería me tienen harta! Porqué siempre
cantan? Ah! Me enferman!
Dice Elisa. Voltea, ve un taxi, le hace la señal y se sube.
Adentro, el vulgar taxista se la pasa viendo con lascivia las blancas piernas de
Elisa por el retrovisor.
-Menos mal que está el acrílico de barrera porque si no este malnacido me viola
Piensa para sí Elisa.
Por fin llega al centro de la ciudad. Como no se permiten taxis en el centro Elisa
desliza su tarjeta por la ranura y sale del vehículo. Camina entre la multitud que no
se voltea para verla.
-El centro es un asco!
Dice para sí Elisa. El sonido distorsionado de los coches pitando y los golpes
secos de las máquinas y hombres trabajando, se conjugan en un aluvión sonoro
que perturba los oídos de Elisa.
-Es una idiotez que vuelen edificios para hacer otros en el mismo lugar. La gente
está enferma!
Es lo que dice Elisa al pasar por donde están levantando un nuevo rascacielos
mucho más alto que su predecesor, en este nuevo cabrá más gente que la que
cabía antes. Es el tercero en la ciudad que se amplia.
Elisa llega a la estación del metro. Las escaleras están cayéndose y sobre los
barandales hay alambradas de púas con basura enredada en ellas.
Al llegar el metro Elisa ve su cara reflejada en el cristal de un vagón. Ve como su
cabello corto hasta los hombros, teñido de un color amarillo que cambia de
tonalidad conforme a la luz, enmarca su cara blanca. Sus párpados y el espacio
entre éstos y sus cejas están maquillados de color arco iris que cambia con la luz
como su cabello. Tiene unos ojos enormes y azules, muy enrojecidos. Es aún muy
joven.
Aborda el metro y ve un asiento vacío, se acerca para sentarse pero no lo hace
pues está manchado. No sabe si de sangre, vómito, semen o todo junto así que se
mantiene de pie. Voltea y ve como un hombre corpulento le gana el asiento a una
anciana. Ésta le reclama, el hombre la empuja mientras la insulta. La anciana al
caer, desde el suelo, lo insulta aún más. Elisa voltea indiferente.
De repente siente como una mano húmeda se introduce bajo su corto pantalón y
hurga entre sus genitales. Se siente bien. Elisa está acostumbrada pues ha usado
el metro varias veces. Suena el celular.
-Hey! Dónde estás?
-Voy en el centro hacia donde me dij. . .
-Espera, espera, en qué estación vas?
-Acabo de pasar la tercera
-Yo estoy en la quinta
-Qué diablos haces ahí? Dónde dej. . .
-Cambio de planes. Sandro me habló, dijo que será más pronto de lo que todos
pensaban así que no te podía esperar, además el muelle ya no es seguro. Supiste
lo de Tokio y Los Ángeles?
-Sí pero no se supone que dij. . .
-Todos están muriéndose de lo mismo, ya empezó en el Pacífico, Tokio y Los
Ángeles es solo el comienzo. Al diablo con las costas!
-Basura!
-Como sea, te veo en la cinco
Y colgó.
De pronto al llegar a la estación cuatro el tren se detiene súbitamente y varios
caen al piso, entre ellos el anciano que manoseaba a Elisa. Se lee un anuncio en
las paredes Servicio interrumpido por falta de suministro eléctrico. Señal para que
todos se bajen.
-A dónde vas? No he terminado contigo perra!
Grita el pervertido anciano mientras se levanta. Elisa le muestra el dedo medio.
Al salir del vagón ve un montón de gente aglomerada bajo una pantalla de esas
que se usan con fines publicitarios.
Desde la pantalla el hombre oscuro de traje dice:
-(. . .) es por eso queridos conciudadanos que debido a la creciente incertidumbre
sobre la seguridad nacional y los cada vez más frecuentes rumores de. . .
Elisa voltea al escuchar como una mujer grita señalando a un niño que corre con
una bolsa plateada y rosada.
-(. . .) por lo tanto desmentimos tales rumores que sólo tienen la intención de
desequilibrar el ritmo de vida de nuestra nación. Seguimos trabajando para
salvaguardar y proteger a todas las familias de este país, no hay nada que temer.
..
-Bah! De seguro ese anuncio lo grabaron hace media hora! Ahorita todos esos
malditos funcionarios han de estar en sus refugios orinándose y abrazándose
como maricas!
Grita un hombre hacia la pantalla.
Elisa era muy joven pero sabía interpretar a los políticos, todo lo que ellos digan
debe ser entendido a la inversa. Lo que gritaba ese hombre era cierto, había que
temer y todos los que estaban ahí lo sabían, por eso caminaron más rápido.
Elisa corrió hacia la estación cinco. Pronto llegó con Hugo.
-Hey! Porqué vienes corriendo y de afuera?
-Se cortó la maldita electricidad otra vez. Crees que tenga que ver con los
apagones de ayer?
-No lo sé, tal vez. Sabes que Nueva York está a oscuras?
-A media mañana?
-Sí
-Pero cómo?
-Pues ya empezó allá. Crees que Rusia no iba a hacer nada? Sandro me lo acaba
de decir, dice que aquí no falta mucho. Te acostaste con él sólo porque es militar?
-Eso qué importa? Vámonos ya, adónde?
-Hice un arreglo con los del subterráneo
-Ah genial! Esos bastardos de. . .
-Oye! Dice Sandro que hasta el gobierno tuvo que negociar con ellos para poder
refugiarse ahí, sabes? En esta porquería de ciudad, el subterráneo será el único
lugar seguro. Ja, es estúpido que la escoria de la ciudad sea lo único que
sobreviva.
-Ah ya cállate y vámonos!
Y comienzan a caminar por las calles peatonales elevadas. Son los únicos lugares
que tienen árboles, y están situadas sobre las principales avenidas.
-Ah con un demonio! Estos malditos ojos me arden desde que salí. Estúpida
contaminación de porquería!
Dice Elisa mientras se restriega los ojos
-Jaja. Hoy estamos cinco puntos debajo de lo normal, porqué no te echas gotas
como la gente normal?
-Porque se me olvidó imbécil! Apenas me iba a dormir cuando tú me interrumpiste
con tu estúpida llamada. . . por lo menos no ha caído esa bazofia del cielo
-Lluvia?
-Esa cosa.
Siguen caminado por lo alto y desde ahí ven como están desmantelando el único
museo que aún no habían cerrado. También era el único zoológico que quedaba.
-Ya habían tardado
Dijo Elisa.
-A nadie le interesan cosas viejas y mucho menos esos animales enfermos y
apestosos, además cada vez había menos. . .oye Hugo!
-Qué quieres?
-Nunca te has preguntado porqué diablos seguimos vivos?
-Qué?
-Sí. Porqué a pesar de todo y por más que lo intentamos no nos hemos ido al
infierno todos? Digo, qué sentido tiene? De cierta forma creo que esto es
necesario. Ya era hora de que todo esto se fuera al demonio.
-Sabes qué me dijo Sandro que le dijeron? Dice, que le dijeron, que hay una
ciudad refugio, secreta en el cielo, en el espacio. Nueva, que tiene calles de oro y
árboles y aire puro. Agua limpia. Dicen que la diseñaron para que todos los que
vivan ahí no mueran. . .
-Qué estupideces estás ladrando? Por favor! Eres un imb. . .o acaso? No lo puedo
creer, cada vez eres más imbécil! De verdad eres un retrasado. Lo que me acabas
de decir es lo más estúpido que he escuchado en mi maldita vida. Es irreal! Ja!
Aire limpio? Árboles? Claro que en un lugar así no te mueres, eso es irreal,
estúpido. . . en verdad, que estúpido eres Hugo!
-Bueno, es lo que me dijo que le dijeron, nunca dije que lo creía. Ja, la gente está
cada vez más desquiciada, no saben qué inventar para darse esperanza. . .
De repente ven y oyen un estallido que viene del este y en ese momento y desde
arriba ven como la gente que está en las calles corre torpemente y asustada
buscando guarecerse bajo cualquier techo.
-Parecen cucarachas. Todas atontadas. Tropezando unas con otras y
atropellándose entre sí. Mira la niña! Son como cucarachas buscando un lugar
para esconderse, igual que nosotros; parecemos cucarachas. . .
-Es Sandro, dice que ya empezó, vámonos!
Dice Hugo mientras cuelga su celular. Voltean hacia atrás y ven una multitud de
gente corriendo tras ellos. Rápido bajan las escaleras y comienzan a llegar al
subterráneo, mucha gente les sigue.
De repente se escuchan disparos.
Un maniático con una escopeta empieza a disparar hacia la gente mientras corre,
brinca y grita cosas ininteligibles. Varios caen. Después de pocos disparos, el
demente se arrodilla, apunta a su oreja y se vuela el cráneo.
Hugo está agachado como todos. Voltea y ve a Elisa recostada sobre una
columna. Tiene tres agujeros en el pecho y uno en el vientre por dónde le brota
sangre y se ven sus entrañas.
-Elisa! Elisa!
Hugo se acerca a ella, le pasa el brazo por la espalda y la recuesta sobre sus
piernas, puede sentir como la sangre tibia le humedece los pantalones. No sabe
qué hacer.
-Hugo. . .
Lo llama Elisa mientras comienza a escupir sangre.
-Elisa! Elisa, eh. . . ya vamos a llegar, ya. . . Elisa. . .
-No, Hugo, ya no. Ya no por favor. Hazme un favor sí? Ayúdame. Hazme un fav. . .
Casi no puede hablar pues se ahoga con su sangre.
-Qué quieres Elisa? No, no sé. . . qué quieres?
-Cuéntame, cuéntame una historia. . .una, una historia y. . . hazla bonita, sí? Haz. .
.hazla feliz, como de esas que salen cuando duermes. . .en los sueños. . . como
en los cuentos. . .una, una historia bonita, feliz. . .
-Feliz?
Hugo se esfuerza. No sabe qué es feliz. Feliz, feliz, feliz. Historia feliz? Cómo es
eso? No existen historias felices o por lo menos él no las conocía. Feliz? Una en la
que todo sale bien. Sí! Eso es feliz! Eso. . . eso es imposible! Eso es irreal! Es
estúpido! Estúpido e irreal! Exacto! Eso es! Eso era feliz! Así que empezó:
-Sabes? Hay una ciudad de oro, arriba en el cielo. Un lugar donde nadie muere.
Donde nadie morirá. Sí. Donde tú y yo nunca moriremos. . .
Hugo empieza a temblar y llorar mientras se recuesta en el pecho de Elisa. Su
peto era verde. Ella tiene los ojos bien abiertos y muy azules. Mira hacia arriba, no
se mueve.
Ella está muerta.

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