Anda di halaman 1dari 55
Traduecién de CARLOS MARTIN, NORBERT ELIAS La soledad de los moribundos ef FONDO DE CULTURA ECONOMICA Mesico 198 1987 3988 rea eis e send seer Sen en etl, Ee) Tata na ra) “Tuo original: Uber die Einsemeit der Slerbenden © 1942, Surkamp Verlag, Frankfort det Mere TSBN 3S18077724 ew 2, fondo de orn Ean, S.A, Or eee, 918 04D MesED. DF ISBN 968-16-3052-1 Impreso en Mexico Es VARIAS posibilidades de afrontar el hecho de que toda vida, y por tanto también la de lag personas que nos son queridas y la propia vida, tiene un fin. Se puede mitologizar el final de la vida humana, al que lla- mamos muerte, mediante la idea de una posterior vida cn comin de los muertos en el Hades, en Valhalla, en cl Infierno © en cl Paraiso. Es la forma més antigua y frecuente del intento humano de entendérselas con la finitud de la vida. Podemos intentar evitar el pensamiento de la muerte alejando de nosotros cuanto sea posible su indeseable presencia: ocultarlo, reprimirle, O quiz tam- bién mediante la firme creencia en la inmortatidad per- sonal —«otros mueren, pero no yor—, hacia lo que hay una fuerte tendencia en las sociedades desarrolladas de nuestros dias. Y también podemos, por tiltimo, mirar de frente ala muerte como a un dato de la propia existen- cia: aeomodar nuestra vida, sobre todo nuestro compor- tamiento para con otras personas, al limitado espacio de tiempo de que disponemos. Podemos considerar una ta- “yea hacer que la despeditla de los hombres, el final, cuan- 7 do legue, taité el de los demés coma el propio, sea lo més liviano 'y agradable posible,-y suscitar la pregunta de cémo se. cumple tal tarea. Actualmente es ésta, una pregunta que tan sélo unos cuantos médicos se plantean [de una manera clara y sin tapujos. En la soviedad en | general, a cuestién apenas se plantes. ‘Tampoco se trata tinicamente del adiés definitivo a la vida, del certificado de defuncién y el ataid, Muchas" personas mueren paulatinamente; se van Uenando de achaques, envejecen. Las tiltimas horas son sin duda im=_ portantes, Pero, a menudo, la despedida comienza mu- cho aintes/EL quebrantamiento de la salud suele separar ya alos qué ehvejecen del resto de los mortales. Su de- cadencia-losisisla: Quizé se hagan menos sociables, quizé se debiliten'sus sentitnientos; sin que por ello se extinga su necesidad de los demés. Eso es lo mas duro: el técito aislamiefite’ de los senilés y moribundos de la comuni- dad de los ivivos,-el énfriainiento paulatino de sus rela- ciones con:personas que contaban con su afecto, la se- paracién-dejlos demas en general, que eran quienes les proporcionaban sentido y sensacién de seguridad. La de- } cadencia né ‘es diura vinicamente para quienes estin aque- jados de.ilolores, sino también para los que se han que- dado sploajEl-hecho de que, sin que se haga de mane- ra delibérada, Sea tan frecuente el aislamiento precoz de los:moribiindos precisamente en las sociedades de- sarrolladas; constituye uno de los puntos débiles de es- tas sociedades, Atestigua les dificultades que encuentran muchas personas para identificarse con los viejos y los moribundos*: ‘No cabe duda de que el Ambito de la identificacién 8 abide es canes es hoy més amplio que en tiempos pretéritos. Ya no con- sideramos una distraccién dominguera contemplar per- sonas ahoreadas, descuartizadas 0 sometidas al suplicio de la rueda, Vamos a ver partidos de futbol y no peleas de gladiadores. En comparacién con la Antigiiedad, ha ido en aumento nuestra capacidad de identificacién con otros seres humanos, la compasién con sus sufrimientos y su muerte. Contemplar cémo leones y tigres hambrien- tos van despedazando y devorando a personas vivas, ¢6- mo unos gladiadores se esfuerzan denodadamente pot engafiarse, herirse y matarse, dificilmente podria seguir siendo un entretenimiento para el tiempo de ocio que esperdsemos con la misma alegre impaciencia que los purpurados senadores de Roma y el romano pueblo. Nin-_ sin sentient de gualdad unio segsn puree aque= los espectadores con Tos otros seres humands que, allé aBajo, en Ta arena ensangrentada, luchaban por su vi- “da. Como es sabido, los gladiadores saludaban al César afentrar con el lema «Morituri te salutants'. De hecho, algunos ¢ésares Hegaron a creer que, cual dioses, ellos eran inniortales. Habria sido mds exacto si el grito de los gladiadores hubiera sido: «Morituri morituremi salu- tant». Pero es probable que en una sociedad en la que pudiera decirse tal cosa no existieran ya ni gladiadores ni César Poder decir una cosa semejante & los’ gober- nantes —a ellos que, todavia hoy, siguen teniends potes- tad sobre la vida y la muerte de innumerables seres humanos— requiere una desmitologizacién de la muer- 2 Los que ban de morir, te saludan« 2 los que hun de morir saludan al que ha de morire [ {Suna conciencia mucho més clara de la que hasta hoy | se ha podido alcanzar de que la humanidad es una co- * munidad de mortaies y que los seres humanos slo pue- den, en su menesterosidad, recibir ayuda de otros seres [7 humanos. El problema social de la muerte resulta so. | bremanera dificil de resolver porque los vivos encuen- {tan dificil identificarse con los moribundos. ©" La tnuerte es un problema de los vivos. Los muertos no tienen problemas. De entre las muchas criaturas so- bre la Tierra que mueren, tan sélo para los hombres es morir un problema, Comparten con los restantes anima- les el nacimiento, la juventud, la madurez, Ia enferme- dad, la vejez y ia muerte. Pero tan sélo ellos de entre todos los seres vivos saben que han de morir. Tan sélo ellos pueden prever su propio final, tienen conciencia de que puede producirse en cualquier momento, y adop- tan especiales medidas —como individuos y como grupos— para protegerse del peligro de aniquilamiento. Esa ha sido desde hace milenios ta funcién central de 'a convivencia social entre los hombres, y lo sigue sien- do hoy en dia. Pero entre los mayores peligros existen- tes para el hombre se encuentran los propios hombres. En nombre de esa funcién central de protegerse del ani. quilamiento, unos grupos humanos amenazan a otros gru- pos humanos una y otra vez. De siempre, las formacio- nes sociales humanas. la vida comin de los hombres en grupos, ha tenido una cabeza de Jano: pacificacién ha- cia dentro; amenaza hacia fuera. También cn otros se- res vivos, el valor que para la supervivencia tiene la for- macién de sociedades ha conducido a la constitucién de grupos y a la adaptacién del individuo a la vida en co- 1 min como fenémeno permanente. Pero, en su caso, la adaptacién al grupo en el que viven se basa en gran parte en formas de conducta predeterminadas genéticamente 6, alo sumo, en pequefias variaciones aprendidas de un comportamiento innato. En el caso de los setes huma- nos, el balance entre la adaptacién a la vida del grupo adquirida y no adquirida se ha invertido. Las disposi ciones natas a la vida con los demés requieren ser acti vadas mediante el aprendizaje. Por ejemplo, la disposi- cidn para hablar se activa mediante el aprendizaje de una lengua. Los seres humanos, no sélo pueden, sino que deben aprender a regular su modo de comportarse unos con otros atendiendo a las limitaciones 0 normas especificas del grupo. Sin aprender no pueden funcio- nar como individuos ni como miembros del grupo. En ningiin otro caso, esta afinacién con la vida en grupos ha tenido una influencia tan profunda en la forma y de- sarrollo del individuo como en la especie humana. Pero no son sélo las formas de comunicacién o las pautas li- mmitativas las que difieren de una sociedad a otra. Tam- bién Io hace la forma de experimentar la muerte. Esta forma es variable y es especifica de cada grupo. Por na- tural ¢ inmutable que les parezca alos miembros de ca- da sociedad en particular, se trata de algo aprendido, Pero lo que crca problemas al hombre no es la mue: (e, sino el saber de la muerte, No hay que engafarse: una mosca atrapada entre los dedos de una persona pa- talea y se defiende como un hombre en las garras de un asesino, como si supiera el peligro que le aguarda, Pero los movimientos defensivos de la mosca en peligro de muerte son innatos, herencia de su especie. Una mo- i na puedeillevar-consigo durante algtin tiempo a un mo- nito muerfoldhasta’que en alggin punto se Je cae y lo pier de.No sébetlo,que es morit: Ignora la muerte de su hijo comé la éuya-prppia: En cambio,:los hombres lo saben, y por éso:latnuérte:se convierte:para ellos en problema. city bobonbiltand aot ke site aj Bosal Wn’ von os ARESPUESTAa la pregunta de qué es lo que pasa con Lhécho:de:morir ha ido cambiando en el curso dei desarrollo de la sociedad.-Fs una respuesta especifica de los’distintos estadios de este desarrollo y, dentro de cada estadio, es también especifica de cada grupo so- cial. Las ideas acerea de la muerte y los ritnales con ellas vineulados s€ convierten a-su yez en un momento de la socializacién! Las ideas y ritos comunes unen a los hom- bres; las ideas y ritos diferentes separan a los grupos. Valdria la pena hacer un resumen panorimico de todas Jas creencias que los hombres han alimentado en el curso de los siglos:para habérselas con el problema de la muer~ te y con el constante peligro en que se halla su vida. Y también de todo'aquello que han hecho en nombre de una creencia que les prometia que Is muerte no era el fin, y que los rituales con ella relacionados podian ase- gurarles'una vida eterna, Es evidente que no existe idea alguna, por extrafia que parezea, en la que los hombres no estén dispuestos a creer con profunda devocién, con tal de que les proporcione alivio ante el conocimiento de que un dia-ya no existirn, con tal de que les ofrezea Ja esperanza en una forma de eternidad para su existen- cia. 2 | Indudablemente, en las sociedades més desarrolladas ha aminorado considerablemente el apasionamicato con el que determinados grupos humanos mantuvieron an- tafio que tinicamente su propia fe sobrenatural y su ri (ut podian proporcionar a sus miembros una vida infi- ita después de la vida terrena. En la Edad Media, a quienes mantenfan otras creencias se les persegufa con frecuencia a sangre y fuego. En una eruzada contra los albigenses del sur de Francia, en el siglo XIli, Ia comu- nidad de ereyentes mas fuerte aniquilé a la mas débil. Los miembros de ésta fueron estigmatizados, expulsa- dos de sus casas y sus tierras y quemados a cientos en la hoguera. «Con el corazn gozoso vimosles arder en Ta hoguera», dijo uno de los vencedores, No hay aqui el menor sentimiento de identidad de unos hombres eon otros. La fe y el rito los separaban. Con expulsiones, con Ja prisién, la tortura y la hoguera prosiguié la Inquisi- cién su cruzada contra quienes mantenian otras creen- cias. Son sobradamente conocidas las guerras de reli- gidn de comienzos de la Educ Moderna, Sus secuelas se dejan sentir ain en nuestros dias, por ejemplo en Ir anda. También la lucha que thtimamente se ha desa- rrollado en Ir dotes y gobernantes secula- res recuerda la fiereza del sentimiento de co- munidad y la mortal enemistad que eran capaces de de- viedades medievales los silent Ue cee _cias, pore ofrectan la salvacidn de la muerte y una vida eterna. En las sociedades mas desarrolladas ha ido disminu- yendo algo, como ya hemos dicho, la pasién con la que los hombres tratan de conseguir ayuda frente a la me- 13 nesterosidad y la muerte en sistemas de ereencias so- brenaturales, Hasta cierto punto, el apasionamiento se ha desplazado hacia Jos sistemas de oreencias secula- res, La necesidad de garantias frente a la propia caduci- dad ha menguado ostensiblemente en los tillimos siglos, en comparacién con la Edad Media, sintoma de que nos encontramos en otto estadio de civilizacion, En los Es- tados nacionales mis desarvollados, la seguridad de las personas, sti proteccién frente a los mas rudos golpes del destino como la enfermedad y la muerte sibita, es considerablemente mayor que en ¢pocas anteriores, quiz’ mayor que en toda Ta historia de fa humanidad, En com- paracién con los estadios anteriores, la vida se ha vuelto ms previsible en estas sociedades, aunque también exige del individuo una superior medida en cuanto a previ- sién y control de las pasiones. E] sélo hecho del aumen- to relativo de la expectativa de vida de los indivichios que viven on estas sociedades demuestra una mayor seguri dad vital, Entre los caballeras del siglo Xitt, un hombre de cuarenta afios era ya casi un anciano, mientras que en las sociedades industriales del siglo XX —con dife- rencias segtin la clase social— casi se le considera jo- ven. La prevencién y cl tratamiento de las enfermeda- des, aun cuando todavia puedan resultar insuficientes, estan mejor organizacos en el siglo XX de lo que nunca lo hayan estado. La pacificacidn interna de la sociedad. Ja proteccién del individuo frente a todo hecho violento no sancionado por el Estado, asi como frente a Ja mucr- te por inanicién, han alcanzado una mes tras sociedades que sobrepasa lo imaginable por los hom- bres de épocas pretéritas. 4 ida en nue: No cabe duda que una contemplacién mds de cerca reclificaria esta impresién revelandonos hasta qué pun- to sigue siendo grande la inseguridad del individuo en mundo. La marcha a la deriva hacia la guerra sigue ropresentando una constante amenaza en la vida de ca- da persona. Tan sélo una larga perspectiva en el tiempo permite comprobar, en comparacién con épocas ante- riores, en qué medida ha aumentado la seguridad fren- te a la irrupcidn de peligros fisicos imprevisibles y ha crecido la proteccién ante la amenaza incalculable a Ja propia existencia. Al parecer, el aferrarse a una creen- cia sobrenaturat, que promete una proteceién metalisi« a frente a los imprevisibles reveses del destino y sobre todo frente a la propia eaducidad, sigue siendo una ac- titud mucho mas apasionada entre aquellas clases y gru- pos en los que la duracién de la vida es mas incierta y eseapa en mayor medida a su propio control, Pero gross modo, en las sociedades mis desarrolladas los peligros cen la vida de las personas, incluido el peligro de mucr- te, se han hecho mas previsibles, y en esa misma medi- da se ha atemperado la necesidad con la que se necesi- tan poderes protectores sobrenaturales. Al aumentar ka inseguridad de la sociedad, al hacerse mayor la ineapa- cidad del individuo de prever su propio futuro a largo plazo, y de gobernarlo —hasta cierto punto— por si mis- mo, es comprensible que esias necesidades vuelvan a crecer de nucvo. La actitudl ante cl hecho de morir, la imagen de la muerte en ntiestras socicdades no pueden entenderse cabalmente sin relacionarlas con esta seguridad y previ sibilidad del curso de la vida individual relativamente 15 j { / } ? mayoreé, [a'yida se hace’ més larga, la muerte se aplazst mds, ‘Yarnd, 6& cotidiand'la contemplacién de moribun- dos ¥'dé hueAds, Resulta mas fécil olvidarse de la muerte en‘el Hiontial Yivir cotidiano.' A veces se habla hoy en dia 'deiq 1a gente weprime» la muerte. Un fabricante dde isles ‘hdrteamericano observaba hace poco que «la actitéd:éditemporanea hacia la muerte hace que se de- jen pakatihimdthofa los. pines para el entierre, si es qe’ sithierabllegdn a hiicerse».* ve Ash ipa + eT ELA lity we WW sti Vt \ UANDG se’habla hdy de la «represién» de la muerte, ¢: mbénitenderise est utilizando este concepto en un doble snide. Podemos estar contemplando una «repre- sidnien'l plano individual y en el social. En et primer casolséiitiliza el término de represién més o menos en el sentido“que'le‘diera Sigmund Freud. Se hace refe~ renciataiteda una serie de mecanismos de defensa psi- coldgico’yriediante los que se impide el acceso al re- caerdo de experiencias infantiles demasiado dolorosas, cenespécial, de los conflictos de la primera infancia. Esas expériencias’y conflictos influyen’en los sentimientos y en el comportamiento de una’ persona presentindose a través dé’aecesos indirectos y de una forma camuflada. Pero hian degaparecido de Ia memoria. ‘Timbién ef la forma en’ la que una persona se sobre- igure «Par Now, fers '5 Deborah Fries, Your Coffin a al Herald Tabane 2 de Oct, 1979. 6 pone al conocimiento de la muerte que se aproxima tie- nen parte muy considerable las experiencias y fantasias de Ia primera infancia. Hay personas que contemplan con serenidad su propia muerte, mientras que otras sien- ten ante ella un miedo constante que no expresan’ni son capaces de expresar. Quizd este miedo sélo se les haga consciente ante la eventualidad de volar o ante los espa- cios muy abiertos. Una forma conocida de hacer sopor- tables para uno los grandes temores no dominados de la infancia es la idea de que uno es inmortal. Esta idea cobra Jas més variadas formas. Conozco a personas que no son capaces de mirar a un moribundo porque su fan- asta de inmortalidad, que tiene un cardcler compensa- torio y que mantiene en jaque sus imponentes miedos infantile, se ve amenazadoramente debilitada por la cer- cania de aquél. Ese debilitamiento podria propiciar la reaparicidn en la conéiencia del cerval miedo a la muerte al castigo— de-forma indisimulada, y eso se le harfa intolerable. Nos tropezamos aqui, en una forma extrema, con un problema general de nuestro tiempo: la incapacidad de ofrecer a los moribundos esa ayuda, de mostrarles ese afecto que més necesitan a la hora de despedirse de los dem y ello precisamente porque la muerte de los otros se nos presenta como un signo premonitorio de la pro- pia muerte. La visién de un moribundo provoca sacudi- das en las defensas de fa fantasia, que los hombres tien- den a levantar como un muro protector contra la idea de la propia muerte, El amor at si mismos les susurra al ofdo que son inmoriales. Y un contacto demasiado es- trecho con los que estdn a punto de morir amenaza este a suefio desiderativo. Tras una necesidad indomable de creer en la propia muerte, se esconden por lo comin graves sentimientos de culpabilidad, relacionados quiz con deseos de muerte sentidos-contra el padre, la ma- dre o los hermanos, asi como con el temor de que éstos abriguen a su vez idénticos deseos contra uno. Sélo me- diante una creencia especialmente firme en la propia in- mortalidad —por mas que no pueda uno ocultarse del todo la fragilidad de tal creencia— se puede escapar en este caso al miedo a la culpabilidad provocado por. los propios deseos de muerte, en especial los di tra miembros de la familia, y a la representacién de su venganza, al miedo ante el castigo de Ia propia culpa. La asociacién que se establece entre el miedo a la muerte y el sentimiento de culpa aparece ya en los vie- jos mitos. Adan y Eva eran inmortales en el Paraiso. A morir les condené Dios porque Adin, el hombre, habia desobedecido el mandato del padre divino. También hace el miedo del hombre a la muerte, e) sentimiefito de que és es un castigo impuesto por una figura paterna o ma- terna, asi como la idea de que, tras su muerte, el hom- bre recibiré del gran padre el castigo al que le hayan hecho acteedor sus pecados. No cabe duda de que po- dria aliviarse la agonia de muchas personas si se pudie- ran suavizar o anular estas fantasias de culpabilidad re- primidas. Pero estos problemas individuales de la represién del pensamiento de la muerte se presentan acompafiados de proble ‘ales especificos. El concepto de represién cobra en este plano muy Gistintos significados. En todo 18 caso, se concederd el cardcter peculiar que-tiene @l com- Portamiento en relacién cén la muerte prevaleciente hoy en la éociedad, al comparar este comportamiento con el de épocas anteriores 0 con el de:otras sociedades. Sélo estableciendo esta comparacién se podré,al mismo tiempo situar la transformacién del comportamiento.con la que aqui nos encontramos.en.un-contexto téérico. mas am- plio, con lo que se hace mas susceptible de explicacién, Para decirlo de una vez: la transformacién del compor- lamiento social de los hombies al que se alude cuando se habla en este sentido de la «represién» de la muerte, es un aspecto del empuije civilizador que he investigado més detalladamente en otro sitio’, En el curso de este proceso, todos los aspectos elementales; aniinales, de la vida humana, que casi sin excepcién traen consigo peli- gros para la vida en comin y para la vida del individuo, se ven cercados, de-un modo mas comprehensivo, regu- lar y.diferenciado que anteriormente; por-reglas socia- les, y al mismo tiempo por reglas de la conciencia. De acuerdo con las relaciones de:poder imperantes en ca- da caso, se cubren estos aspectos con sentimientos- de vergiienza o de embarazo, y-algunas veces,-en especial dentro del marco del gran empuje de la civilizacién euro- pea, se esconden detras de las bambalinaside-la‘vida social, o por lo menos se excluyen de la vida social pui- blica. En esta direccién camina la transformacién ‘a lar- go plazo del comportamiento de los hombres ‘con res- pecto a los moribundos. La muerte es uno de los gran- + Weave Norbert Eins, Bl pactso dé ta cvilzacién, Madd. Fondo de Cultura Eeonémica 1987, sobre todo pp. 382 y sk "10 ot 19 : des peligroéibiogocidles.detla vida humana. Al igual que otrbslaspettograpimales; tAmbién-la muerte;ien cuanto proceso yeii ‘cuanto: pensamientay'se va'escondiende éada | veemascor! él:empuje'civilizador, detras de las bamba- linasideslabididixso¢ial Para los propios moribundos, es- to'sighifica‘queitambién‘a'ellés sé‘les esconde cada vez | nis detrdy délas-bamnbalinas; es'decir, que se les aisla._j aiioniss abeabe wi ust obra’ Fstudis:sobreilarhistoria de la muerte en_ | [Odeldenté, Sumaniente interesante y.con-abundancia| id deitnotetial sPhilifpe-Arits séiesfuerza en! presentar a i sus iléciores unarexpresivaamagen delos cambios que : halexpletirhentado el comportarhi i dentalioanereapactova-losimoribundob y.su actitud ante elhecholdermofirsPero este autor. sigue entendiendo la hidtoriacomo-méra! descripcién. : Va‘alineando has ima- genestinattras;otra y-muestra'a grahdes rasgos el-cam- bio-défornibsexperimentadatLo cual es interesante y es- ‘nipendgnPeroino explicd:nada..La'seleceidn que hace Ariasidélée'tiéchésdse basaren una’ opinidn p' daizInferfarcothunicarnos el supuesto que 6) establece deiqueten £pocas anteriorés/los hombres morfan con se- renidadjcalimaSélo én la actualidad; da Arits por su- puést/hanr éambiado las cosds::Animado de-un espiri- tu-tomdhtiéorcontempla:con desconfianza el presente en nombre-dei un pasado mejor. Con todo lo rico que es su libro,en, datos histéricos, hay que afrontar la selee- ciéne interpretacidn de estos datos con gran prudencia. Cuesta trabajo seguirle cuando proclama que los Romans de la Table Ronde, el comportamiento de Isolda y el ar- zobispo Turpin constituyen una prueba de la tranquil dad con la que los hombres medievales esperaban la muerte, No nos indica que estas epopeyas medievales re- presentan. idealizaciones de la vida caballeresca,.imé- genes desiderativas seleceionadas, que Jo que suelen transmitimnos es cémo deberfa ser la vida caballeresca segin la opinién del autor. y de su puiblico, mas que la veraz-exposicién de cémo era-realmente. Y otro tanto cabe decir de las fuentes literarias de las que se sirve Aris. Su conclusién es caracteristica. Muestra una idea pre- concebida: «Asis [dice Arits, e8 decir] tranquilamente, «se mora en el curso de los sigtos 0 de los miledias, (,..)Esta acti- tud para la que la muerte era a la vez algo’ familiar y cercano, stenuado ¢ indiferente, esté-en craga contfa- dieciéri con nuestra propia actitud, en la que la muerte nos infunde miedo hasta tal_punto que ya no-nos'atre- vemos a llamarla por su nombre. De ahi que Dame yo esa muerte familiar la muerte domiada, No quiero de- cir con ello que antes hubiese sido salvgje(...). Al eon- trario: lo que quiero decir es que es hoy cuando se ha ‘vuelto salvajes °, En comparacién con la vida en los Estados nacioria- les altamente industrializados, la vida en los Estados feu- dales del Medioevo era entonces —y lo sigue siendo hoy 5 Philppe Arita udien sur Gevchichie des Tales im Abendland, Mu 1. 1976. p. 25. a —> dondequiera que esos Estados todavia existan— una vi da apasionada, violenta, y por tanto, insegura, corta y salvaje. El morir puede ser penoso e ir acompaiiado de dolor. En épocas més tempranas tenian Jos hombres me- nos posibilidades de aliviar el tormento de la agonia, Ni siquiera hoy ha progresado el arte de los médicos hasta el punto de poder asegurar a todos los seres humanos, una muerte no dolorosa, Pero sf lo ha hecho en medida suficiente para que muchas personas que antes hubie- ran muerto en medio de una espantosa agonfa puedan tener ahora una muerte mis’ tranquila. Lo cierto es que en la Edad Media se hablaba con mas frecuencia y mas abiertamente de la muerte y del morir de lo que se hace en Ia actualidad. Ast lo demuestra Ja literatura popular de la época. En muchas poesias apa- recen muertos, o la Muerte en ‘persona. Tres vivientes pasan junto a una tumba y los muertos les dicen: «Lo que sois, fulmoslo nosotros; lo que somos, lo seréis vo- sotross. O la Vida y la Muerte aparecen enzarzadas en polémica. La Vida se queja de que Ia Muerte pisotea a sus hijos, La Muerte blasona de sus victorias. En com- paracién con la época actwal, e morir era entonces, pa- ra jévenes y viejos, algo menos oculto, mas familiar, om- nipresente, Ello no quiere decir que se muriese mis en “paz. Tampoco se mantuvo idéntico el nivel social del mie- do ala muerte a lo largo de todos los siglos de la Edad Media. Aumenté ostensiblemente en el curso del sigto XIV. Las ciudades crecieron, La peste iba haciendo me- lla en las poblaciones y barrié Europa entera en gran- des oleadas. Los predicadores de Jas érdenes mendican- tes reforzaban e] miedo. En imagenes y escritos hizo stt 22, aparicién el motivo de la danza de la muerte, dé las dan- zas macabras. ;Se moria con mas calma-en-el pasado? ;Qué unilateralidad en la perspectiva histérical No care- ceria de interés comparar el nivel social del miedo a morir en nuestros dias, ante la'contaminacién del medio am- biente y la existencia de las armas atémicas, con el nivel correspondiente a anteriores estadios de’ civilizacién, cuando eran menor la pacificacién interna de los Esta- dos y el control de las enfermedades epidémicas y de otro tipo. Lo que en el pasado resuliaba a veces reconfortante y servia de ayuda era Id presencia de otras peréonas a Ja hora de la muerte. Pero eso dependia de la actitud que éstas adoptaran. De Tomas Moro, canciller de Enri- que VIII de Inglaterra se cuenta® que, cuando su pa- dre, a quien habia querido y venerado durante toda su vida, se hallaba en el lecho de la muerte, le abrazé y Ie besé en la boca. Pero se daban también casos en los que los herederos, rodeando el lecho de! viejo moribundo se mofaban y refan de él. Todo depende de las perso- “has. Como sociedad, la Edad Media se presenta como una era sobremanera inquicta. La violencia era un he- cho cotidiano; las disputas, mas enconadas; la guerra cra antes Ia regla; la paz, antes la excepeién. La peste Y otras pandemias barrfan la faz de la tierra, A millares morfan, en medio del dolor y la inmundicia, hombres, mujeres y nifios, sin ayuda ni consuelo. Cada pocos afios, Ins malas cosechas hacfan escasear el pan para los po- © Wilins open, The Life of Size Thorsas More, Lonlres, 1969 23 bres. Multitude: inendigon deila,egeénaunarmal.en.el paisajerdel Medioevo, La gen- iealeiahinnloree lq spayor. bondad, como: de recat los gona eran mds duros que hoy, con- Wrastessebtre | lalsatisfaccién-desenfrenada de los apetitos rrepehtipaignto, el ascetismo.j Ia.penitencia inmo- derados,ibaiida, prgsién,del:terrible.miedo al pecado; ‘entre,el boato de Jos sefiores y la misetia de los:pebgps..B miedo antetelicastigo'después de la muerte, | slipiedqupogla salvacién del alina se-apoderaba @ me- ide, Bobresyy: ricos. Para sentirse mas if rineipes levantaban templos y monasterios; los.pobrégixezaban, y' serarrepentian. ts «Por lo.que'se me alcanza, Arits habla poco del miedo al Infiefnosfiue la Iglesia fomentaba. Pero hay imagertes médievales,queiouestrarilo que, segiin las ideas de la épocayiaguardaba a los hombres tras la muerte. Todavia puede entghtrarae.un ejémplo:en un famoso cemente- i ,daslaiEdad: Mediaign Pisa. Una pintura representa vividamente:los horrores que alli. exists seu aulsjgente,tras.la muerte. Muestra alos énge- »-las almas:salvadas hacia la vida eterna k ya los horribles.demonios.que alormen- tanallos yridénados enfel Infierno/ Con tales imdgenes. de horronjantelosojosno debi resukar ffeil tener una muerté.sepQnasy | En,conjunta, la yida cn sociedad medieval era més breve; log,peligros, menos controlables; la muerte, mu- chas-veces:més dolorosa; el sentido de culpa y el miedo 24 al castigo tras la muerte, eran doctrina oficial. Pero, pa- ra bien o para mal, la participacién de otros en ln muer- te de un individuo era algo mucho mas normal.. Hoy sa- bemos emo aliviar en algunos casos las penalidades de la muerte, y las: angustias de la culpa se reprimen de una manera més completa, incluso egan a dominarse. Pero ha disminuido el grado en que otros viven la muer- te de un individuo y se sienten afectados por ella. Como ceurre con.otras aspectos de un proceso de civilizacién, no es nada féeil hacer el balance entre ganancias y cos- tos, Pero de poco sirve pintar el cuadro en blanco y.ne- {gro que corresponderia al sentimiento de que «todo tiem- po pasado fue bueno; todo presente malo». La cuestién primordial a dilucidar es e6mo fue en realidad, por qué fue asi y por qué ha llegado a ser como es. Una ver en hnuestras manos las respuestas a estas preguntas, quizé estemos en situacién de hacer un balance valorativo, » v IN BL. CURSO de ‘un proceso de civilizacién van cam- biande los problemas de los hombres. Pero no cam- bian de una manera desestructurada y cadiica, Si se con- templa mas de cerca la sucesién de los problemas humano-sociales, puede reconecerse en tal proceso un orden especifico de la consecucién. También estos pro- blemas adoptan una forma de acuerdo con eada estadio especifico. Asi, por ejemplo, se tuvo conciencia de la existencia de enfermedades viricas como problema especifico s6- 25 “NO Jo una vez que se hubo conseguido explicar, y por tanto en gran medida controlar, las enfermedades infecciosas de etiologia bacteriana, La ventaja adquirida no fue en vano, por el hecho del descubrimiento de las bacterias; aunque no significara el final de la lucha contra todos los agentes patégenos, representé sin duda un progreso, aun cuando no fuera un progteso absoluto. ¥ otro tanto cabe decir del crecimiento demografico de la humani- dad. El progreso en combatir las enfermedades, sobre todo el control que se ha llegado a adquivir sobre las epidemias de caracter infeecioso, es responsable en gran medida de este proceso de crecimiento ciego, peligroso, no planificado. ;Qué se pensaria de una persona que, a la vista de este peligro de crecimiento explosivo de la poblacién, deseara volver al «pasado mejor», con los fre- nos malthusianos al crecimiento y sus apocalipticos ji- netes: Peste, Guerra, Hambre y Muerte temprana? En el curso del fuerte empuje civilizatorio que se ini- ciara en las sociedades curopeas hace cuatrocientos a quinientos afios, cambiaron también, entre otras cosas, la actitud del hombre hacia la muerte y el modo mismo del morir. Las grandes lineas, la direccién de este cam- bio, son bastante ambiguas, Pueden ilustrarse con algue nos ejemplos, aun en un contexto en el que no es posi- ble hacer justicia a la compleja estructura de esta trans- formacién. El hecho de morir fue en otra época un asunto mucho més piblico que en la aetualidad. No podia ser de otro modo empezando porque entonces era mis desacostum:- brado para las personas estar solas. Puede que ins monjas y los monjes estuvieran solos en sus celdas. Pero los hom- 26 \ L bres y mujeres normales y corrientes vivian constant. ‘mente unos con otros y junto a otros. La misma disposi- cién de las habitaciones apenas les dejaba otra posi dad. También el nacimiento y la muerte —como otros aspectos animales de la vida humana— tenfan un carde- ter piblico en mayor medida que hoy; eran acontecimien- tos sociales, menos privatizados de lo que lo estén hoy en dfa. No hay nada mas caracteristico de la actitud ac- tual hacia la muerte que el temor que muestran los adul- tos a familiarizar a:los nifios con los hechos'relaciona- dos con ella. Resulta muy notable como sintoma de la medida y la forma en que se reprime la muerte tanto a nivel individual como social. Se les ocultan a log nifios los hechos mas sencillos de la vida por un oscuro'senti- miento de que su conocimiento podria dafiarles, hechos que forzosamente han de acabar por conocer y por com- prender. Y sin embargo, el peligro que corren los nifios no consiste en que conozcan esos simples hechos de la finitud de toda vida humana, por tanto también de la de sus padres y de la propia. Las fantasfas infantiles le dan de todas formas vaeltas a este problema y con har- {a frecuencia lo amplifican con temores y angustia debi- do a la fuerza pasional de su imaginacién.-El familiari- zarse con el hecho de que normalmente tienen una lar- ga vida ante si puede producir en ellos un efecto benéfi- co en compatacién con las fantasias amedrentadoras. La dificultad reside, mas que en comunicarles el hecho en side la muerte, en cémo comunieérselo. Los adultos que 5 muestran reacios a hablar con sus hijos de la muerte quiza sientan, no sin radén, que podrian transmititles sus propias angustias, su miedo a la muerte, Conozco casos 27 reg Ja. madre Hia,muerto.en accidente 1i6rili.aIreaccién deilos nifiés depende de la edadiidedla cstractura’ desu personalidad, pero el pro- fundorefectssiraumdtics: queipuedestener para ellos una cexperianciagemiéjante.me.indsiee.a pensar que.dar a co- noceriaslas.nitigs-los Hechos lefcuetos.de la muerte hu- maharomofundjcoga naturaly hacerles saber que su pro- pia-vida as.faita; camo. la de)los-restantes.seres huma- nos. Jendriann.efecto, benéfico, Sin duda,.el pudor que muestra rloayadultos en-nuestros.dfas a ensefiar a los nifios 19s heghos bioldgicos de Ja:muerte és una caracte- ristica espgcifica del-esquema de civilizacién dominan- te.en.lajactighetapay Antes'los niftos estaban, también presentes cyandg. moria.una,persona, Cuando todo ti ne lugar.ext mayor, medidajanieilos ojos de los semejan- teyla. muerte.sa, producestambién ante los ojos de los Iresfe Sostoneh stlevas bers ‘ y ehinsnyl sy eEntaanledie, INiLOS driteriores estadios del desarrollo social se ob- iservaba.unia actitud menos recatada'en toda la esfera deslas¥ida-Social y:desla convivencia,:y también en el hablaryelipensaryy el escribit. El censor propio, al igual que élrajehowidoptaba:-otra:fornia:' Una poesia.de una época'telativaniente tardiarcomo el siglo XVII quizd nos ayudersiveniclazatnente esta'diferencia. Es del. poeta si- lesiané:hristian: Hofmann yon: Hofmannswaldau y lleva porutituldesGaducidad:de la:belleza: 8 «Con el tiempo al fin la muerte palida con su fria mand acariciard ws. senos empalideceré, el,coral maravilloso de tus labios; la nieve tibia de tus hombros se tornars frfa arenas el reldmpago dulce de tus ojos, el;vigor de tu mano por Jos que tal perece a tiempo cederin, Tu cabello que hoy del oro ef resplandor aleanza como un vulgar cordén desluciran los anos. Tu bien formado pie, tus graciosos andares en parte tornardn al polvo en parte serdn nada, inanidad. Nadie ya ofrendaré a tu hermosura diving, Esto y atin mas que esto ha por fin de extinguirse, Tan sélo tu corazén podra vencer el tiempo pues que en diamante Jo tall6 Natura.» Quizd los lectores de hoy en dia encuentren extremo- 8a, 0 incluso de mal gusto la metéfora de la muerte que acaricia con su fria mano los senos de la amada. O pue- de por el contrario que hallen en el poema una profun- da preocupacién por el problema de la muerte, Peru quiz s6lo podamos reparar en este poema debido al singular impulso informalizador que se inicié en 1918, sulrié una abrupta inversion en 1933 y a partir de 1945 cobré de nuevo fuerza, Al igual que muchos poemas del Barroco, infringe toda una serie de tabties victorianos y guiller- ninos. [ncluso hoy, en medio del suave deshielo de los labiies vietorianos, se antoja seguramente insélito refe- rirse con tanto detalle, de manera tan poco roméntica, 29 y hasta con cierto tono de broma, a la muerte de la ama- da. Mientras no se tenga en cuenta el cambio civilizato- rio, que cobra expresién en la estructura cel presente, © incluso en la de la propia personalidad, no le es posi- ble a uno, en cuanto intérpréte del pasado, en cuanto hermeneut histérico. escapar a la incertidumbre. Las interpretaciones caprichosas se convierten en tal caso en norma; las conclusiones erréneas, en regla. El hecho de que generaciones pretéritas hablaran de forma mds des- carnada de la muerte, de la tumba, de los gusanos, puede interpretarse de ese modo como un interés mérbide por Ja muerte; el que se hablara con mas franqueza de tas relaciones fisicas de hombres y mujeres, puede antojar- se signo de una moral menos estricta. Sdlo cuando se #8 capaz de un mayor distanciamiento de s{ mismo, del propio estadio de civilizacién y del carécter especifico de este estadia que tiene su propio umbral de la ver- giienza y de la eserupulosidad, es posible hacer justicia ala obra de hombres de otra ctapa. Una poesia como ésta surgi probablemente de un mo- do mucho més inmediato del trato social y convivencial de hombres y mujeres que la poosta altamente indivi- dualizada y privatizada de nuestros dias. En ella se unen la seriedad y a broma de un modo que dificilmente en- cuentra hoy parangén. Quiza se tratara de un pooma de ocasién que encontrara acogida en Jos citeulos frecuen- tados por Hofmannswaldaus y fucra muy celebrado por sus amigos y ainigas. Faltan en este caso las notas so- lemnes o sentimentales que posterior mente solian ie uni das a los recordatorios de la muerte y la tumba. Que tal admonicién vaya aqui unida a una alusién jocosa, 30 muestra de manera especial la diferencia de actitud. Los amigos del poota disfrutaron sin duda de este’ aspecto Jocoso que muy facilmemte escapa al lector actual. Hof- mannswaldau dice a la melindrosa bella que toda su be- lleza se ajaré en la tumba: sus ojos relampagueantes, su cuerpo entero, se descompondra... a excepcién de su co- razén, que es duro cual un diamante, ya que no escu- cha sus cuitas, En la paleta de los sentimientos —y de os poemas— contemporaneos es raro encontrar un pa- ralelo con esti mezela entre lo funerario y la travesura: una descripeién detallada de la caducidad humana co- mo estratagema’en un flirt, : Podria pensarse que el tema de este poema expresa el sentimiento individual y personal de su autor. Desde el punto de vista de la historia de la litefatura es muy facil que se interprete en este sentido, Pero es en este contexto, como testimonio de la’ actitud hacia la muerte en este estadio de la civilizacién, donde el poema toma precisamente su significado por el hecho de que su te- ma es todo menos una inveneién individual. Es, en el mas amplio sentido de la palabra, un tema de moda en Ja poesfa barroca europea, que nos trainsmite algo del modo en que se desarrollaba el galanteo amoroso entre hombres y mujeres cn la sociedad patricio-cortesana del siglo XVII. En esta sociedad eran numerosos los poemas sobre el mismo tema. Tan sélo la forma poética que adop- tan en cada caso es individual y de formato diverso. El poema mas bello y famoso sobre este tema procede del inglés Andrew Marvell y leva como titulo: «A su amada esquiva». Seftala con idéntica desenvoltura lo que con cl hermoso cuerpo ocutrird en la tumba, como admoni- 31 + deyneindividuaraislado, El hirotabite pation enamorado/‘También este poema Ralf pidcticament'igorado durante varios aeoe [6)?'alguntos’verso$ dél'mismo se han convertido ri parté“del tesoro de citas:favcritas en lengua inglesa, tales eine i Se RUE eo RSA an 4s ayy eu cay 2 the One cpVariagionessebre. el mismo,tema se feneuentran en Pie- 15 slg, Rionsaiehi Martin, Opitz, v,otros poctas de la épo- ca.yRepresentan.un umbral diferente del nuestro para iseptimigniages yereiienzay embarazo, y por tanto una distinta gebuiclura social fae personalidad, No,¢s cosa hablar de la muerte, de la tumba, y.#¢/tod0s los. detalles de Jo que en el sepulcro acon\gesigas,la psmonaimperiano, era algo, que estu- vigva pammel jean unaestricta censura social. La con- wpanos.en descomposicién ; Hay, las, ¢osas son diferentes. Nunca anteriormente, en toda Ja, historia dela, humanidad; se hizo. desaparecer a los, mgribundos de, modo tan, higiénico de la vista de los vivientes, para esconderlos.tras las bambalinas de Is jot : 7 ta usiia'es un lugar prvado y herinoso peto nadie, que yo wep, all sé abrazo" Andrew Marvell To His Coy Mistress. 2 Ja vida social; jamas anteriormente se transportaron los cadaveres humanos, sin olores y con tl perfeccién tée- nica, desde la habitacién mortuoria hasta la tumba, vil IN ESTRECHA relacién con la mayor relegacién posi- ? ble del morir y de la muerte de la vide social y con- vivencial de la gente, y con el correspondiente: oculta- miento del hecho de morir, sobre todo ante los niftos, se halla en nuestros dfas un peculiar sentimiento de em- barazo por parte de los vivos en presencia de un mori- bundo. Con frecuencia no saben qué decir, El voabut- lario a utilizar en tal situacién es relativamente pobre. Los sentimientos ante una situacién penosa contienen las palabras. Para los moribundos puede resultar bastante amargo. Se sienten abandonados mientras atin estén vi- vos. Pero tampoco aqui se presenta sislado el problema que cl morir y la muerte plantea a quienes quedan de- Inds, Este laconismo, esta falta de espontaneidad en ta expresién de la compasién en situaciones eriticas de otras, personas, no ve limita a la presencia de un moribundo 0 del allegado de un muerto, Se muestra, en el actual estadio de nuestro proceso civilizadur, en muchas oca- siones que requieren la expresién de una fuerte partici. pacién emocional sin pérdida del autocontrol. Algo pa- recido ocurre también respecto a situaciones en las que ha de expresarse amor 0 ternura. En todos estos casos, los individuos, sobre todo en las gencraciones mis jéve- ries de nuestto tiempo, se ven reducidos, a la hora de 33 expresar sus sentimientos, a sus propias reservas. a st propia capacidad de invencién. y elle en mayor medida que en Jos siglos pasados. La tradicién soc na a la gente, en menor medida que antes. formas de cexpresidn estercotipadas, formas de comportamicnios es tandarizados que pudicran aliviar ka fuctte carga emoti- va que conllevan tales situaciones. Las formulas y ritos convencianales de antes se siguen efectivamente wilizan- do, pero cada vez son mas las personas que enewtentean «t proporcio- embarazoso servirse de cllas porque se les antojan va- cias y triviales. A los ofdos de muchas personas javenes, los reeursos retiricos rituales de la vieja sociedad, que facilitaban 1 dominio de situaciones criticas de la vida, suenan rancio y falso, Y no existen todavia nuevos r+ tales que puedan corresponderse con las normas de la sensibilidad y el comportamiento presentes y que puc- dan por tanto aligerar la superacién de las situaciones vitales criticas que se repiten con una cierta frecuencia Presentariamos un cuadro falso si despertiramos ka impresién de que esta problematica de la relacién entre sanos y moribundos, entre los vivos y los muertos, espe- cifica de la época, es algo aislado. Lo que aqui se nos presenta es un problema pareial, un aspecto de la pro- «a global de la civilizacién en nucsivo actual Quizd se vea con mayor elaridad to pocutiar de la si- tuacién presente si se trav a eolacién un ejemplo del pa- sado relacionado con este problema. A finales de oetu- bre de 1758, la margravina de Bayreuth, hormana de Federico II de Prusia, yacia en su lecho de muerte, El rey no podia acudir a su lade, pero se apresuré a en- 34 viatle a su médico de c&mara Cothenius, por si podia servirle-aiin de alguna ayuda. Al mismo tiempo le envié unos versos y la siguiente carta, fechada el 20 de oct bre de 1758: «Mi mds tiernamente querida hermana: Revibe con benevolencia los versos que junto-con la presente te envio, Estoy tan leno de ti, det peligro que cores y de mi gratitud, que tu imagen esté constante- mente ensefioreada de mi alma y gobierna todos mis pensamientos; en la vigilia o en el sueiio; escriba prosa © poesia, ;Quicra oir el Ciclo Jos deseos que a diaria le hago Megar por tu reeupcracién! Cothenius esta en camino; le idolatraré si preserva a la persona que en todo cl mundo mas me importa, a la que en mis es ma tengo, a la que venero y de la que, hasta el momen- en que también yo haya de devolvet mi cuerpo a los clementos, segura siendo mi mas tiernamente querida hermana, Tu leal y devoto hermano y amiga. Fi iedrich. E] rey eseribidé esta ria de despedida a su: hermana en Tengtia alemana, lo que no solia hacer: Es de supo- net que, si pudo legar a leerla, la carta trajera consucto ala moribunda y le hiciera mas liviana su despedida del mundo. EL idioma aleman no es especialmente rico cn expre- siones matizadas para expresar los sentimientos que gen cuando existen lazos afectivos de caricter no sexual: no sexual con independencia de cual sea su origen. Fak lan por ejemplo términos equivalentes a las palabras in- slesas affections y waffectionater. Las palabras «Zunei- 35, Bunge -y eeugetans, ‘que impliean- «inélinaciénm. no se aproxilllfdel todo ‘al eald»'que tiene la expresién in- glesa} Wiihipocd'son tan ustiales."La expresién que uli- liza Federico «Mi mds tiernaménte querida hermana» es sin duda una'fiel expresién de'sus sentimientos. ;Se uti- lizarfa hoy'todavia? La relacién afectiva de Federico con su heriana'fié:probablemente la relacién afectiva mas fuerte.coi ‘uha mujer, o’en’geiieral con una persona, que el teyithiviera’en toda'su'vida: Podemos asumir que los sBntimibnioe aa “sado’ ci @sta Barta eran sinceros. La “inélif€idn'€nire hermano y hermana fue rectproca. Es evideri “tet ‘lambiéi‘entendié que el ascgurarle su afecto no. ‘nengua by haris bien, a la moribunda. Ahora bien, esta slat ig la expresi6n de esos sentimientos resulta- ba misifdeil por,el hecho de poder servirse sin reparo de. detertijniadas -convenciones del lenguaje de su socie- dad quellevaban su pluma. El lector actual, con un ofdo demasiado sensible para con los clichés del pasado, quiz cencuérltr® cbtivericionales expresiones como «tu imagen esid ¢oiiétantemente ensefioreada de mi alma», o halle de ur batt@quismio teatraliexpresiones como «quiera oir elicield'lés!deseos», sobre todo en labios de un monar- éaial‘que"ng:se tenia précisamente por excesivamente devotd: Federicb ‘utiliza aqui efectivamente férmulas con- vencionales como expresién de suis sentimientos. Pero las, usa'Borr tél-aciertéque dejan traslucir a sinceridad de sug selitinilentos, y puede darse por supuesto que la teceptora'dé'latearta parcibé esa sinceridad. La estruc- inifa'detla*Comunicacién estaba‘organizada de tal modo que loS'destinatarios eran’capaces de distinguir entre el ‘uso Siniéaro’y tl do insincero'de'las frases corteses, mien- °36 tras que nuestro ofdo ya no oye adecuadamente tales ma- lives de la cortesta, Esto arroja al mismo tiempo un stibite tayo de luz so- bre nuestra situacién presente. El breve empuje infor- malizador, en cuyo curso nos encontramos, nos yuel- ve sobremanera suspicaces ante las férmulas y los ritua- les bien establecidos de generaciones anteriores. Muchas formulas socialmente prescritas llevan el aura de pasa:, dos sistemas de dominacién; no es posible seguir utili- zandolos de una maneras mecénica, como el omani pat- me o las ruedas de plegarias de los monjes budistas. Pe- 0 al mismo tiempo, el cambio civilizatorio genera en stu etapa actual en muchas personas un considerable temor y a menudo una incapacidad para expresar emociones fuertes, tanto en piiblico como en la vida privada. Estas ‘emociones s6lo encuentran al parecer una vilvula de es- cape en las luchas sociales y politicas, En el siglo XVII los hombres todavia podian lorar en ptblico, mientras que hoy es mucho més raro y dificil. Unicamente las mu- jeres conservan esta capacidad. Tan sélo a clas se les permite socialmente. Y no sabemos por cuanto tiempo. En presencia de los moribundos —o de los allegados de los muertos— aparece por tanto con especial clari- dad un dilema caracteristico del actual proceso de ci lizacidn. Una tendencia hacia la informatizacin que se manifiesta 8 oT Ginso de este proceso ha lévado a que * Con respecte «ta infaernaaueign. wanes Cas Winters, laformalisiee nang tnd der Prasecs dle Zivilisaton, en: Materiation su Norbert Elias Bit Aivutlonsthenne. ed. poe Peter Cleichimmann, Johan Goudsblon y Hermann Korte, Frankfant am Main, 1979, 37 toda una serie de rutinas tradicionales del comportamien- to, entre ellas el uso de formulas rituales, se hayan vuel- to sospechosas; y en parte embarazosas, en las grandes situaciones criticas de la vida humana. La responsabili- dad de encontrar la palabra y el gesto adecuados vuel- ven a recaer, como hemos dicho, en el individuo. La preo- cupacién por evitar formas y rituales preparados de an- temana aumenta las exigencias que se imponen a la ca- pacidad ideativa y expresiva de cada persona. Pero pre- cisamente debido a las peculiaridades del actual estadio de la civilizacién, mucha gente no esta actualmente en condiciones de cumplir tal eompromiso. La forma de vi- Ida en comiin en la que se basa este estadio de la civi zacién exige y genera un grado bastante alto de automé- tica reserva ante la expresin de emociones y afectos es- ; pontaneos fuertes entre las personas unidas entre si de | esa manera. Muchas veces sélo pueden superar la ba- rrera que les impide actuar movidos por fuertes senti: mientos, y verbalizarlos, cuando se encuentran bajo una presién excepcional. Asi, el hablar sin embarazo con mo- ribundos, o el dirigirse a ellos sin sentir inhibicién algu- | na, resulta dificil. Tan sélo las rutinas institucionaliza- | das de los hospitales configuran socialmente la situacién del final de la vida. Crean unas formas de gran pobreza emotiva y contribuyen mucko al relegamiento a la sole- |_ dad del moribundo. A los partidarios de una creencia ‘en lo sobrenatural quiz los rituales moztuorios les trans- mitan el sentimiento de que hay gente que se preocupa personalmene por ellos, lo que a buen seguro constitu: ye la funcién real de tales rituales. Pero por lo demas, | la situacisn del teinsito hacia la muerte carece en nes. 38 ( tra sociedad de forma en medida considerable: es un espacio en blanco en nuestro mapa social. Los rituales seculares se han vaciado en gran parte de sentimiento: a las formulas seculares tradicionales les falta el poder de conviccién, Hay tabties que prohiben mostrar unos sentimientos demasiado intensos, aun'cuando esos sen- timientos existan. También el aura tradicional de miste- rio que rodea al hecho de la muerte, con sus résiduos de gestos magicos —se abren las ventanias, se paran los relojes— hace més dificil el tratamiento de la muerte co- mo problema humano social, que los hombres tienen que resolver unos con otros y unos para otros. En-la actuali- dad, las personas allegadas 0 vinculadas con los mori- bundos se ven muchas veces imposibilitadas de ofrecerles apoyo y consuelo mostrdndoles su ternura y su afecto. Les resulta dificil cogerles la mano o acariciatlos a fin de hacerles sentir una sensacién de cobijo y de que si- guen perteneciendo al munido dé los vivos, El excesivo tabi que 1a civilizacién impone a la exptesién de senti- mientos esponténeos les ata muchas veces manos y len- gua, También puede oourrir que los vivientes sicntan de un modo semiinconsciente que la muerié tiene chracter contagioso y que es una amenaza, e involuntariamente se apartan de los moribundos. Y sin embargo, al igual que ocurre con toda despedida de personas intimas, quizd sus gestos de afecto fntegro sean de la mayor ayuida' pa- ra quien parte definitivamente, aparte del alivio para sus dolores fisicos que puedan proporcionarle quienes que- dan detrés. cor ewestdamabiess. NETL, acstie anthidedoes oj A JETIRADA ¢ de,los, vivientes, aparténdose de los que stan a puntg de morir, y el silencio que poco a poco se.esparge,en.torno a ellos, cantindan una vez que el final ha, egado,,Se,muestran por ejemplo en la forma de,tralar, alos cadaveres y en el cpidade de las sepultu- .osas lag han dejado hoy, en gran, medida de su,mapo.familiares, parientgs y amigos, y han pasa- do a mangs,dejespecialistas a, los que se paga por ha- cerlo,,Buetle que,laumemoria de Jos muertos se manten- ga viva en lasconciencia de sus allegados, pero cadave- res y sepulturas han perdido importancia como foco de los sentimigntos. La. Pietd,,de Miguel Angel, la madre doliente,gon el.eadaver de'su hijo, sigue siendo inte ble como;gbra de arte, pero resulta diffcilmente imagi nable, come, acontecimiento real.., Hasia. qué punto el cuidado de las tumbas ha pasado de,manos lela familia a la de.especialistas, queda pa- lente, entrg,ottos. ejemplos, en, un folleto editado por el gremilg,dg.los.jardineras de cementerio alemanes®. Co- ges, naturakadyiertenicontra.los competidores u opo- nentes.que,podrfan empobrecer el adorno floral de las sepulturasgHay.que-dar;por,supuesto, por lo demis, que la,agencia. de marketing:se ha encargado ya de que el folleto,sintonice al maximo con Ja mentalidad de los clien- © Predhif, Griner Raum in der Stadt, ed por In Zentrale Marketing ge~ sellschaft de deutschen Agrawirschafi mbH, en Bundesfachgranpe Fried hofegetner 40 tes en perspectiva. ¥ en consecuencia es précticamente tolal el silencio en tomo a la importancia de las sepultu- ras como lugares en que se entierra a las personas falle- cidas, Falta también totalmente, como se comprendera, cualquier ahusién al hecho de que el trabajo profesional de los jardineros de cementerio tenga algo que ver con la inhumacién de cadaveres. La cuidadosa ocultacién de este hecho, reflejo de la mentalidad de los potenciales clientes, aparece con especial claridad caando se recuer- da la mentalidad que revelaba el poema del siglo XVII que anteriormente citamos, La naturalidad con la que alli se hablaba de lo que acontece con el cadaver en la tumba contrasta palmariamente con la higiénica inhibi- cién de las asodiaciones penosas de que hace gala el texto contempordneo, y que sin duda se produce también en las conversaciones sociales de nuestros dias. El que Mar- vell pudiera esperar conseguir el favor de su adorada aludiendo a que los gusanos acabarian saboreando en Ja tumba su virginidad demasiado tiempo guardada. ofrece una indicacién de hasta qué punto ha avanzado eneste terreno el umbral de la escrupulosidad en el curso. de un proceso de civilizacién no planificado. Alli, hasta los poetas hablan sin embozo de los gusanos de la tum- ba; aqui, hasta los jardineros del cementerio evitan re- cordar que las tumbas tienen algo que ver con la muer- te de las personas, El mero vocablo muerte se evita 8 toda costa: aparece una sola vez en el folleto "Andrew Marvell. To His Coy Mit long-preservd virgity, / And your q hoe worms shal try / That honour rato dua a —tnicamente cuando se menciona el dia de los difumtos— y enseguida se trata de quitar la mala impee- sidn aludiendo al dfa de la boda, en el que también se necesitan flores. Las asociaciones peligrosas que pueda sugerit el cementerio tratan de evitarse presentindolo simplemente como un eespacio verde de ta ciudad: «Los jardineros de cementerio alemanes (..) quisie- ran despertar en la concieneia priblica el interés por el cementerio como espacio de cultura y tradicién, co- rio lugar de recogimiento y como parte de las zonas vordes de la ciudad. Pues una mayor conciencia pili cen es el mejor garante de que la imagen tradicional del cementeria verde y leno de flores no se ponga un di en peligro como consccuencia de unos usos inhumato- ios foréneos, de unas imposiciones formales hasadas tinicamente en criterios econémicos, de una incontro- Jada anarquia de formas, o de una planificacién tocno- critica det cementerio basada tinicamente en la racio- nalizacién,» Seria interesante exponer en detalle las tdctieas de hu- cha que se uiilizan para oponerse a los distintos compe- tidores comerciales, pero no lo haremos aqui. Lo que €s evidente es que se aleja en todo lo posible el pensa- miento de la muerte y tode lo que conlleva. Y es que esa idea se ha hecho penosa para la clientela previsible. Pero lo que a su ver se hace penoso es el esfuerzo por evitar y ocultar el hecho. Seria muy bonito que de verdad pudieran convertirse los lugares dedicados a la memoria de los muertos en parques pata el solaz de los vivos. Esa es la imagen que quieren suscitar los jardineros —wuna isla de paz, verde 42 y florida, en medio del agobio y el ajetreo'de la vida cotidiana», $i sdlo se tratara’ de parques para 16s vivos, de parques en los que los adultos pudieran comerse tran- quilamente un bocadillo y los nifios jugar unos con otros. Antes quid fuera posible, pero hoy lo impide la inclina- cidn a Ja solemnidad, la tendencia a alejar las risas y las bromas como algo:impropio en la proximidad de los muertos: sintomas del esfuerzo semiinconsciente de tos vivos por distanciarse de los muertos, y por ocultar tam- bién todo lo posible este aspecto de la animalidad hu- mana, que se ha yuelto’ intolerable, tras las bambalinas de la vida normal, A los nifios que quisieran jugar ale- gremente alrededor de las tumbas, les leerfan la cartilla los guardianes de los cuidados y floridos arriates, por su irreverencia para con los muertos, Pero los muertos nada saben ya de silos vivos los tratan 0 no con respeto. Ix ‘ASTA LA forma en que se utiliza la expresién «los muertos» es curiosa y reveladora, Suscita la impre- sién de que las personas muertas siguen existiendo en algiin sentido; no meramente en el recuerdo de los vi- vos, sino con independencia de éstos. Pero los muertos. ya no existen. O existen, como hemos dicho, en la me- moria de los vivos, tanto de los actuales como de los del futuro. Es sobre todo a los vivientes desconocidos de las generaciones futuras a los que se vuelven lés hombres det presente con todo cuanto sean capaces de hacer 0 crear dotindolo de sentido. Pero habitualmente no tie- 43 nen clarajeqnejencia de este hecho, El miedo ante la moet también, sin,duda,.un miedo a perder o ver lo: mnortales consideran que tie- la vida, Pero sélo ante el foro de los para itfos sergs humjanos, Incluso las Cibt (en su simplicidad, se dirigen a ese fo- paso, Jegjalgus dia, en esa piedra ibava ser imperecedera, que aqui esta ings determinados.padres, de aquellos bisabuelos,o, de. aquellos hijos.,Lo que esté escrito en Ja,lépida inmqrtal es un, mudo mensaje de los difuntos alos que,viyen en cada momento, dado: simbolo de una sensacién quizé-aiin no articulada de que la nica for- ma en.queysiguen viviendg los muertos.es en la remo- ria de los vivos. Cuando se interrumpe Ia cadena del re- cuerdo, cuando queda interrumpida la continuidad de una sociedad determinada;o cuando se interrumpa la continuidad de la sociedad humana en general, el re- sultadaies,.9,g¢74,,¢l desvanecimiento simulténeo. del sen- tido de todo;aquello que los. hombres han realizado a través de_log silos y de Jo que en cada caso les ha pare- Hoy, sigue siendo dificil hacer. comprender a alguien hasta, qué, punto, ¢s. profunda la dependencia de unos hombres respecte, dg otros. Que, el sentido de todo cuanto un hombre.o una mujer hace reside en Io que significa para los demads, y no.s6lo para sus eoetineos, sino tam- bién.paralos hombres y. mujeres yenideros, Es decir, humana del progreso de la socie- dad a través de las generaciones forma parte sin duda de las dependencias mutuas fundamentals. Pero la com- prensién de esta dependencia se dificulta en la actuali- dad sobremanera precisamente por el intento empeci- nado de no enfrentarse cara a caru con lo limitado de Ja vida humana individual, también de la propia, y con la decadencia venidera de la propia persona, porque no se tiene en cuenta este conocimiento en la forma en que se organiza la propia vida —en relacién con ef trabajo, los amigos~ y, también y sobre todo, en la forma de com- portarse con los demés. , Con harta frecuencia, las personas se ven hoy como | individuos aislados, totalmente independientes de los de- mais. Perseguir los intereses propios, entendidos aisla- damente, parece por tanto lo mas sensato que puede ha- | cerse. Se presenta entonces como la principal tarea de { la vida la busqueda de una especie de sentido para uno | solo, un sentido que es independiente de todos los de- mas, Nada tiene de particular que, en la bisqueda de ese sentido, a la gente le parezea absurda su existencia. En primer lugar, es evidente que s6lo con dificultad pue- de la gente verse, dadas las citcunstancias, dentro del entramado de su dependencia de los dems, dependen- cia que puede ser recfproca, Es decir: es diffeil que una persona pueda verse como miembro limitado de la ca- dena de las generaciones, como portadora de una an- torcha en la carrera de relevos, que al final ha de entre- | gar la untorcha a otro. al Y sin embargo, la represién y eneubrimiento de ia f- nitud de la vide humana individual a buen seguro no s, como se ha pretendido a veces, una caracterfstica del 45 {siglo XX. Es probablemente tan antigua como la concien- del fin, como la previsién de la propia muerte. En el curso de la evolucién bioligica, cabe supones, se de- sarrollé en los seres humanos una especie de concien cia que les permitié relacionar consigo mismos el fin que conoefan en otros seres vivos, que en parte les servian de alimento, Gracias a una fuerza imaginativa tnica en- tre los seres vivos, aprendieron poco a poco a reconocer por anticipado este final como conclusidn inevitable del curso dle toda vida humana, incluida la propia. Pero la previsién del propio final fue seguramente acompafiada desde siempre por el intento de reprimir y encubrir este desagradable conocimiento con ideas mas placenteras, y a ello contribuyé la capacidad imaginativa tinica del ras son probablemente, asi pues, fruto de la misma hora de la evolucin. Desde la perspectiva de hoy, euando dis ponemos de una imponente acumulacién de experien- cia, no podemos ya por menos de preguntarnos si, a la larga, las mentiras piadosas no han tenido unas conse- cuencias mucho mas desagradables y peligrosas para ke humanidad de las que hubiera tenido el conocimiento de la verdad desnuda. La ocultacién y represién de la muerte, es decir, de fo irrepetible y finito de cada existencia humana, en la conciencia de los hombres, es algo ya muy antiguo. Pe- ro la forma de esta ocultacién se ha ido transformando de una manera espeeifica con el curso del tiempo. En épocas anteriores predominaban las fantasiay colectivas como medio para sobreponerse al conocitiento huma- no del hecho de la muerte. Sin duda estas fant ot | hombre. El inoportuno saber y las fantasias encubrido- si. guen desempefiando hoy un importante papel, De ese modo se rediice ef miedo ait Ta propia Bnitud con ay da de itusiones colectivas en tgrne a una supuesta su- pervivencia eterna en otro lugar Dado que la exploiw. cidn-de'los miedos y femores humanos ha sido una de Jas principales fuentes de poder de unos hombres sebi8 otros hoinbres, estas fantasfas han constituide una base para el désairollo sel mantenimiente de gran profusién de sistemas ile’ dominacign. Hoy en dia y en el curso dé“una tendencia de gran alcanee hacia la individual ns es mis Treenentequede Ie Gissaa Tees Tore, slas oleciivas sobre la inmortalidad, surjan preponde- rantemente fantasias de cardeter meramente personal y comparativamente privada'". Tengo la sensaeiin de que, a pesar de sw porteninsa erudicién, en Ja que na falts el conocioniento de las fanasias de inmortalidad de sus coe Lincos, no aproein Aride debiddamente Ia estructura del eambio que ha te nico lugar: Tanto mis cuanto que carece de un modelo teirico para lain leceidin de Jos prucesos histdrieas prolangados y pot taka tambitn del con: cept let pa ias deinmortaidad de los bombers contemporieos habla con ostensible menosprecioy casi con e- Pugnancia, contraponigndloias sin a menor matieacién a lo que tl erce ser Ja actiud adicional le los hombres que afrontaban la muerte con la ms ser tranquilidud. ¥ coineidiende com un elavo ataque ee faneo contra los comemporaneos, cla @ Alexander Selshestsin en Pabelén del Cincer, cua Ho és afiema que los hambres tradicionales sno se zebelaban ni se de fenutian conta el hecho de tener que mori, i slardesban de que ctlos ve morinfan minea» (Studien zur Gesehichie, p. 25). No sé realmeiite ses. ciewto que nvesties contempordneas se rebelan en mayor medida contra fete hecho, La mayntia de las personas a kas que eonozee y que tienen amass de inmortlidal, son plenanerge comscientes de que se tata efec tee fantani. Pero. sea eoma fuers, el lewa del que aqui tratamos, mprenele telativamente mejor si se contempla en si estructuca. En jnres proponderaban en mayor medida las fantasias eoectivas aT vs? PreUgGre) iquica ala que él la. : mnara!TEhtéstdecitiel éstrato ‘animal, mds'cereano a “las physi ‘economia 'psiquica,'a la que é| trataba coi Spequend pena,’ Se tenia por inmortal, Pe- 10 y'ndleted que’ Hoypodairiés seguir aceptando esta ‘tedtfa?Allnivel del «Ellow!'el’hombre carece de capaci- {pulStia, y no tiene por tanto conocimiento previo algiito de la’ propia condicién mortal. Sin un conocimie: to'anti¢ipaiotig'de'la propia miortalidad tampoco es po- sible‘cotitebir'la idea consoladora y compensatoria de la'propid it miortalidad, Carééerid de funcionalidad. Freud pregupétie ‘aqui a los iinpulsos del «Ello», orientados to- talmerite'é ld'inmediatez del aqui y ahora, una altura de refléxiént que'no puede serles' accesible 6 insttuelotinisndas que’ gararizabar la inmovtaidud a los hombres. y pre Cionalizacin'yde la creeneia coleciva hacia ean imposible legar a cos cer el tairfctet fantistico de'tales ideas. Hoy la fuerza de esas ideus de inmoraldidl Slttvas dobre el duimo de los tales se ha eeducido ab 1, ¥ én conéeueiicia pasan algo mAs a primer plano ls Fantasias inv ‘duales,’qu¢'ehpartéxe recotocer como tales. Los modelos tedricas sabre los procdsos a largé'plaza, conto los que‘eubran expresin en el euneeplo del impiasoThdividializador, no son ningtin dogma. No es prevso viol: tue coh Sivayida los hechos observables, y tampoco es Keto violentrlos Extcs'ridelo'puieden ambiarke,rrientra que les dogmas ~seinittivos 4G la tate beivisferibles, Esde lamentr, dada la gran riqueza de cone. cuentra a este nivel de desarrollo Social} sobre todo en casos en que-las mujeres, las madres, forman:el-céntro afectivo integrador de-la familia: no-existe eni el-marco ce la familia extensa’ Ja-neutralidad: afectiva. En cierto modo, esto puede ser una ayuda para‘ los:moribundos. Se despiden de] mundo de una manera publicay'dentro. de un circulo de personas la mayoria dé las-cuales tiene para ellos un fuerte valor emocional; al-tiempo:que ellos tienen ese mismo valor para los demds:"Muéren,con fal- 107 ta‘de ‘higieneripérd no mueren:solos..En las unidades de:euidados interisivos:de.un iméderno hospital, puede gile‘albésinioribundos los cuiden de acuerdo con los il- tinidsicEnoolmidntos biofisicos especializados, pero a me- nudo estarSen‘una situacién neutra por lo que se refiere allos senitimientos: pueden morir en el més completo ais- Tamientose titi ashes oF. sgriltiet 3 set ge aby VO habits ested H* QUE afiadir ademds qué-la perfeccién técnica en la,prolongacién-de la vidaino es a buen seguro el ‘inico factor que contribuye al aislamiento de los mori- buidos-er!inuésteds dias. EY mayor grado de pacifica- cién interna. imperante en los Estados industriales y el marcad6 avaiiée del umbral del sentimiento de embara- 70 que noslembarga ante la violencia da origen en estas sociedadésia una‘antipatfa, que suele ser técita pero no porlello‘menos perceptible, de los-vivos hacia los que estén mutiégndot una antipatia que muchos miembros de estas sociedades»no son capaces de superar aun cuan- dorné Ja‘aprueben, El:hecho de ‘morir, se mire como ire,/e8 unacto de violencia. El que sean otros seres, famands Tos que lo alee 3 jue sea el ciego curso de la natiiraleza el, que’ provoca.el declive gradual de-un ser‘humanoyné'tiene grin importancia, en sus illimas conseéuenéia:para el que mueke. En consecuencia, tam- bién'tummayor.nivel de-pacificacién interna contribuye a lalaversién,qué'se.sienté porda muerte y de modo més piecisopoiilos inotibuhdos.¥ otro' tanto ocurre con el 108 . 1 es, wiayor nivel de constrefiimienty civilizatorio. Ejemplos no faltan, La prolongada muerte de Freud como consecuen- cia de un cancer de laringe. El tumor despedia un olor cada vez mas nauseabundo, Ni siquiera su fiel perro se acercaba ya a él, Tan solo su hija Anna Freud, con in- domable fortaleza y amor por el padre moribundo, si- guid ayudandole en las iiltimas semanas y le salvé de sentirse ubandonado, Simone de Beauvoir ha descrito con pasmosa exactitud los dltimos meses de la vida de su amigo Sartre, que ya no podia contener la orina y-te- nfa que ir con una bolsa de plistico atada y que con frecuencia rebosaba. El declive del organismo humano, el proceso al que llamamos morir, es muchas veces cual- quier cosa menos inodoro, Pero las sociedades desarro- ladas inculean a sus miembros una sensibilidad bastante alta para los olores fuertes. Todo esto no son en realidad mas que ejemplos de c6- mo, en las sociedades desarrolladas, no hemos sabido resolver Jos problemas que plantea el hecho de morir. Y lo que aqui digo es solamente una pequefa contribu- cidn al dingnéstico de estos problemas. Pero entiendo que habra que seguir trabajando en este diagnéstico.-A grandes rasgos puede decinse que todavia no acabamos de darnos cuenta de que el morir trae consigo en las sociedades desarrolladas una serie de problemas espe- cificos que todavia no afrontamos como. tales. Los problemas que yo he suscitado aquf son, como puede comprobarse, problemas de sociologia de la me- dicina, Las medidas médicas de hoy en dia se relacio- nan principalmente con los aspectos médicos del fun- cionamiento fisiolégico de la persona —el funcionamiento 109 del corazén, de la vojiga, de Tas arterias, ete, y por lo que se refiere al funcionamiento de los drganos. la técnica médica para preservar y prolongar la vida esti sin duda mas adclantada que en ningun otro momento. Pero centrarse en corregir médicamente los distinlos ér- ganos o sistemas orgénicos que van fallando en su fun. cionamiento, sélo vale la pena por el bien de la persona en la que estan integrados todos esos procesos parcia- les. ¥ si los problemas de los procesos parciales indivi- duales hacen que nos olvidemos de ios problemas de Ja: persona en su integridad, lo que estamos haciendo en realidad es devaluar incluso cuanto hacemos por esos procesos parciales. La decadencia de las personas a la que llamamos envejecimiento y muerte plantea para sus congéneres, inclaidos los médicos, una serie de tareas que hoy no se llevan a cabo ni se reconocen en gran { paite como tales. Las tareas en las que estoy pensando | permanecen ocultas mientras se considere y se trate a | la persona individual como si existiera tinicamente por i i y para si misma, con independencia del testo de la gen- te. No estoy seguro de hasta qué punto los médicos.son conscientes de que las relaciones de una persona con ! otras tienen una influencia dcterminante tanto en la gé- || nesis de los sintomas patolégicos como en el curso de las enfermedades. He suscitado aqui el problema de la , telacién de la gente con los moribundos. Como hemos i visto, esta relacién adopta una forma especifica en las ' sociedades més desarrolladas, porque en ellas el proce- s0 de morir se aisla de la vida social normal en un gra- do mayor que anteriormente. Una consecuencia de este aislamiento es que la experiencia que tiene la gente del no envejecer y del morir, qué en sociedades anteriores es- taba organizada por institueiones publicas y dominada por creencias imaginarias, ende a oscurecerse como consecuencia de la represién a la que se ve sometida con las sociedades posteriores. Quizé apuntando a la so- ledad de los moribundos se consiga hacer mas percep- tible, dentro de las soviedades desarroliadas, un niicleo de tareas que quedan por acometer. Soy consciente de que los médicos disponen de poco tiempo. Y también sé que actualmente estén prestando mas atencién a la gente y sus relaciones, de loi que Jo hacian hace unos afios, gQué hace uno cuando sabe. que Jos moribundos preferirfan mort en casa que en el hos- pital, pero sabe también que en casa van a morirse an- tes? Aunque quizé sea eso lo que quieran. Quizé no sea del todo superfluo decir que cl cuidado de los érganos de las petsonas se antepone a veces al cuidado de las personas misma mM “aba Bitsolédad de los nioribundos ... .. . 7 tApeyidide: El envéjécimiento-y la muert iniad "sociolégidos: 85 ine pagan and uber Bg ght bor + ate beo se termind de imprimir y encuader- paren ef met de marzo de 1989 en fon alleres e Encuadernacién Progreso, 8. A. de CV, “Gal. de Sam Loreneo, 209; 09830 Méaeo, DF ir ‘Se draron 8000 eemplares ie

Anda mungkin juga menyukai