Universidad de ARQUITECTURA MODERNA
los Andes Departamento de Arquitectura
Jaime Andrés Cardona Lobo
DESCRIPCION CASA LECORBUSIER
Un tour canino por la Villa Sarabhai
Llegue cuando era muy joven. Confundido, muerto del asfixiante calor, y todavia sin enten-
der la mayorfa de las cosas humanas; me llevaron en una oruga metdlica hasta lo que seria
mi nuevo hogar; la Villa Sarabhai. Me dejaron en el piso, una superficie de ladrillo con tex-
turas irregulares que lograba darme un cosquilleo en mis jévenes patas.
iQué grande era! Algo del pasto circundante lograba pasar a través del ladrillo, como gu-
sanos asomandose por la tierra, cosa que encontré bastante familiar, y decid olfatear esa
textura fuerte, fria de la que salia. Si bien encontraba al comienzo bastante confuso mi
nuevo hogar, no pude ser mas feliz al ver el pasto que encontré en un drea vegetal tan
amplia que me dieron unas incontrolables ganas de ir al bario, mis patitas temblaban de
la emocién; y supe, en ese momento que seria feliz en este sitio. Plantas muy verdes y fron-
dosas me saludaban, parecian felices, mojadas, llenas de insectos, los cuales olfateaba y
deboraba recién pasada la temporada de lluvias. Quise hacerlo mio, marque el territorio
durante mis largos afios en la casa, pero adn asi los amos y sus visitantes parecian no tener
sentido del olfato alguno y usaban el patio por mas que me esforzara en mantenerlos lejos
de él.
Siguiendo olores curiosos, me adelanté a mi nueva familia, y comencé a investigar la gi
gantesca masa que ellos llamaban “hogar”. A medida que pasaban las plantas, veia mas
y més de la casa. Me sentia un poco nervioso, intimidado, que alguien pudiera vivir en una
casa para perros tan grande.. La puerta era gigantesca para mi estatura, sin embargo pa-
recia ser de un tamafio apropiado para mi duefa, la paquidérmica Manorama Sarabhai,
una mujer que como muchas de las mujeres caninas, era madre soltera de dos hijos (su
esposo era un hilandero, como muchos de los habitantes de Ahmedabad, y habia muerto
hacia unos afios). Mi ama, me alenté a entrar con una suave nalgada. Con la cola entre
las piernas y mis largas orejas arrastréndose por el suelo caminé hacia la masa terrosa. El
calor que hacia afuera desapareciéd apenas puse mi patita delantera dentro de la casa, y
sentia la suave brisa acariciarme el lomo como si fuera una de las caricias de mis amos
Cuando entré, mis patas se sintieron un poco més frias. La piedra negra era especialmente
fresca y cémoda a comparacién del insoportable calor que hacia en el patio.
Sentia como el concreto y el ladrillo se lanzaban contra mi, la casa no tenia puertas, y no
podia evitar pensar ilo grande que era esta casa para perros! Era un espacio magnifico,
pues la casa es como el agua, llena de grandes ondulaciones de concreto, y gracias a su
volumen modulado por salones pequerios se puede andar por ella, cambiando de un espa-
cio a otro como si el vacio fuese agua. Las olas de ladrillo viajan de un lado a otro, creando
ritmos, sensaciones visuales, y tactiles de todo tipo, da una sensacién increfble de frescura.Universidad de ARQUITECTURA MODERNA
los Andes Departamento de Arquitectura
Jaime Andrés Cardona Lobo
DESCRIPCION CASA LECORBUSIER
Estuve tentado a echarme y descansar; pero pronto los nifios me buscaron para jugar con-
migo y me lanzaron una pequeria pelota roja, la cual segui. Las bévedas en el techo pare-
cian un cielo nublado, como el de India en el monzén; estructuras grises, pesadas, de con-
creto, lluminadas tenuemente desde los puntos bajos, elevandose, en un decrescendo lumi-
nico. Un espectéculo repetido en cada una de las olas.
Rapidamente me movi a través del gran salén principal, y de inmediato la zona social me
llamé la atencién gracias a los barios de facil acceso, y al delicioso olor de la parte posterior
de la casa (muchos muebles que masticar). Recuerdo con alegria cuando fuimos al techo.
Ahi encontré més baiios, amplias zonas verdes de textutras blandas que me cosquilleaban
las patitas, sin embargo recuerdo descubrir al estar persiguiendo un pdjaro un gigantesco
precipicio en la zona frontal de la casa, y me dio un poco de vértigo asi que decidi nunca
volver a caminar por ahi, aunque curiosamente los amigos de Manorama parecian disfru-
tar de este lugar especialmente, que mal gusto el que tienen los humanos. Vi una forma
triangular a mi derecha que ya me habia causado miedo en la entrada, pero ya habia ad-
quirido un poco mas de confianza y decidi investigar. Una gran rampa del mismo material
duro y gris, llevaba agua de la casa al una piscina en el primer piso, asi que bebi un poco
del agua y me deslicé por ella hasta caer en la piscina tan azul que veia desde arriba, se
sentia maravilloso y refrescante, pero como los perros salchicha no somos los mejores na-
dadores, casi me ahogo, y mis cortas patas a duras penas me sirvieron para llegar hasta la
orilla donde una de los hijos me levanté, y puso sobre el césped nuevamente. “Sano y
salvo”, pensé, mientras veia a los nifios jugar tranquilamente, en aquel oceano en el que
por poco muero ahogado.
Después de un tiempo me acostumbré a inmensa casa. Me acostumbre a los mil cambios
en las 10 galerias de la entrada, a la brisa hmeda que refresca mis orejas todos los dias.
Me acostumbré a que a veces las Iluvias lograban entrar a la casa empapamdo todo el
suelo, me acostumbré a las tardes en el regazo de mi familia, viendo como Manorama
cosia, como los nifios jugaban y crecian, y, eventualmente, vi cémo cuando Manorama
murié, la casa cambié su distribucién, ahora que la usan sus hijos. Manorama siempre le
decia a los visitantes que este “era su hogar”, y de cémo queria que esa casa pudiese ser
usada de mil maneras para sus hijos, para cuando crecieran y ellos también tuvieran sus fa-
milias. Hablaba de cémo le dijo a ese sefior de gafas gruesas y redondas que queria que
su casa fuese abierta y cémoda, que recibiera a los extrafios como familia, como a mi. Que
podré ser sdlo un perro orején, chaparrito y paticortico, pero también puedo disfrutar de
este espacio que mis amos encuentran justo para vivir. Mi casa, mi Villa Sarabhai.