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id CARLO GINZBURG 1929 - 4/9oH usr 38 af HISTORIA NOCTURNA ‘Traducido del italiano por Alberto Claveria Ibdfiez UNVESSIOAO DE gut Facu ty MUCHNIK EDITORES SA Coleccén dnigida por Encige Lynch 93692 Tiealo de Je edicin original: Storia notturna En le preparacién de Historia nodturne ban interven: Jost Antonio Gonailer Csfrees (correc de estilo) ‘Montserrat de Andes (coerecintipogifia) No se permite lt reprodicin tral o paca de est bro, ni su incorporacioa ua sistema informcin, al su transmis en cualquier tea forma © por aalouier medio, sea Ste eleenin, mecinic,repogrifico, _gammofénio u tr, sin el permiso previo y por escrito eos titles del Copyright: © Carlo Ginsburg, 1986 © 1091 by Muchnik Baicores, S.A, Aiba, 80, 08036 Barcelona Cubes: J&B Toston: Francisco de Goys, Seploner,aguafvere (fragmento) ISBN: 84-7669.149-1 Deplsto legal: B. 38075 mpreso en Espata- Prins in Spain HISTORIA NOCTURNA Introduccién 1 Brujos y brujas se reunfan por la noche, generalmente en lugares solitaros, en los campos 0 en los montes. Unas veces llegaban volendo, tras haberse untado el cuerpo con ungtientos, eabalgando sobre bastones o mangos de escoba; otras veces montados en animales o transfoemados en animales ellos misimos. Los que acudian a la reunién por vez primera tenia ‘que renuaciae ala fe crstiana, profanar los sacramentos y réadi homenaje al demonio, presente en forma humana o, mis 2 menudo, en formna animal (© semianimal. Segufan a continvacién banquetes, danzas y orgies sexuals. Antes de volver cada uno a su casa, brujas y brujos reciblan ungientos ‘malefiens elaboredos con grasa de nfo y ocros ingredientes. ‘Estos son los elementos furdamentales que figuran en I mnayor parte de las descripciones del aquelarce, Las variances locales —sobre todo en cuanto al nombre con que sé designaba a las reuniones—, eran muy frecuentes. Juno al término sabbat, de eximologia oscura y difusi6n tarda, fencontramos expresiones doctas como sagarum symagoga 0 strigiaram convents, que wradvelan una miciada de epltetos populares como striae, darlist, abelarre y asi sucesivamence."*A esta variedad cesminolbgica se ‘pone la extraordinarie uniformidad de las confesiones de quienes patt- cipaban en las reuniones nocuurnas. De los procesos por brujeria celebredos entre principios del siglo Xv y finales del xvit de un extremo al otto de Europa, asi como de los tratados de demonologia que se basaban directa © indisectamente en esos procesos, surge una imagen del aguelarre sustan- calmente aniloga a la que hemos deserio de modo sumarie. Esta imagen sugeria a los contemporéneos la existencia de una auténtica seta de brajas yy bruos rmucho mis peligrosa que las figuras aisladas, conocidas desde hacia siglos, de los hechiceros o de los encantadores. La uniformidad de las confesiones era considerada como una prueba de que fos secuaces de esta secta estaban difundidos por doquies, y por daquier praccicaban Jos mismos * aca ls notes umersdas, que siguen el orden de los capes, véarse pp. 251- 267.(N. del E) n HISTORIA NOCTURNA ritos horrendos? Ast pues, era cl esteretipo del aquelarre fo que sugeria 1 Jos jueces fa posbilidad de arrancara los scusados, por medio de presiones fisicas y psicolbgicas, demncias en cadena que a su ve2 producian veedaderas cleadas de caza de brujas? {Cémo ¥ por qué cristaiz6 la imagen del aquelarce? yen las ideas absurd, nacides de la credulidad campesina y de la histeria Temenina», se convierten en objec legtimo de invesigacin historiogrica sélo a partir del momento en que ehombres cultos,, como inguisidores y ddemondlogos, hen sabido transformer en un xextravagante pero coherente sistema intelectual le informe, edesonganizads credulilad campesing».? 4. Bl ensayo de TrevorRoper, aparecido er 1967, es, ademis de discutible? ajeno —al menos en apariencia— al planteamiento de las ivestgaciones sobre la brujeria aparecidas en los veinte afos siguientes. Se trace de una presentacion de cardcter general que intent seguir las lineas fandamentales de la persecuciin de la brijeria en el ambito europeo, descartando desdefiosamente la posibilidad de servirse dels contribucién de Js antropologia. Por el contri In Fimitacién del campo de investigacion y el recurso a las ciencis sociales caracterizan algunas de las investigaciones mis recientes, como Ia de A. Macfarlane sobre In brojeria en Essex (Witcheraft in Tudor and Stuart Englad (1970), presentada por EE, Evans- Pritchard. Remitigndose al élebre libro de este iio sobre la brojeria entre los azande, Macfarlane deciaraba no haberse preguntado «por qué la gente creia en Ia brujerla, sino ade qué modo famcionaba fs brojeria en siruacién corscerizda por determin: HISTORIA NOCTURNA raleza del mal, sobre los tipas de causelidady sobre los orfgenes del “poder” sobrenaturals, Asi pues, el andlsis se centraba fundamentalmente en los mecznismos que alimentaban la acusacién de brujeria en el seno de la comunidad, si ben Macfarlane 10 exclula (remitindose al Ubro, enconces inminente, de K. Thomas) Ia legitimidad de «ana investigacién sobre las bases filoséficas de I creencia en la brajeriay sobre su relacién con las ideas religosas y cienificas de la época»? En cealidad Macfarlane examinaba la edad y el Sexo de los acusados de brujeria, os motivos de la acusscibn, sus telacones con los vecinos y con la comunidad en general; pero casi no se derenla en lo que aquellos hombres y mujeres crelsn o afirmaban creer ‘Tampoco el contseto con la antropologfa india a analizar desde dentro las creencas de las vitimas de las persecuciones. Esta sustancial carencia de interés se evidencia de modo clamoroso en el caso de los procesos,ricos cn dssctipciones del aquelatre, celebrados en Essex en. 1645. En su nota- billsimo lio The Witch-Cultn Western Europe (1921), Margaret Murray sosteni, basindose ampliamente en estos procesos, que el aquelarre (ritual twitchorft, distinto de los maleficos comunes (operative witeberaft), era 1a czremonia central de un culto organizado, rolacionado con una religién precrstiana de la fertilidad difundida por toda Europa, Macfarlane objeaba: 42) que Murray habia leido erréneamente las confesiones de fos acusados en Jos rrocesas de brujeria, como si fueran informes de hechos reales en vez de creencias; 5) que fa documentacién de Essex no proporciona prueba alguna de la existencia de un aulto organizado como el descrto por Murty. En general, conclufa Macfarlane, xel cuadro del culto brujesco» trazado por Murray «parece excesivamente sofistcado y elaborado (sophirticated and artcelae) para la sociedad de que estamos tretando>.!° Esta dhima afirmaciin planteaba de modo més sutil la superiorided cultual respecto de los acusados de brujeria expresada por Trevor-Roper. Ls primera (y justa) objec puesta « Murray habria permitido a Macfarlane descar, en las deseripciones del aquelare hechas por los acusudos en los procesos de 1645, un documento de creenciar compleas, insertadas en un cootexto simbslico a reconstrur. Creencia... de quién? {De los acisidos? 2De los jueces? {De ambos? Es imposible dar una respuesta a prior: los acusmlos no fueron tortursdos, pero, en efecto suftieron wan fuerte peesién cultwaly psicoldgica de parte de los jueces. Segtin Mackrlane, estos procesos fueron «excepcionales,eanormales, Hlenos de elementos «extrios, «ex travagantesy, que denotaban el «infljo fevidentemente sobre los juees] de ideas que provenian del continente»." Es una hiptesis mas que verosimi, ddeds la tareza de testimonios sobre el aquelarse en laglaterra; si bien de cello ro se deduce necesariamente que todos los detalles particulares referidos 4 los acusados hubieran sido sugeridos por los jueces. En cualquier cxso, tum Ibo que ya desde el subteulo se presenta como investigaciéa «regional 4 comparada>,cabe esperar en este panto un confrontamient analitio entre has descripciones del aquelarre que se repiten en estos procesos de Essex, ¥ las contenidas en los tratados de demonologia y en los procesos de la Buropa continental. Pero la comparacin, a la que Macfarlane dedicaba toda INTRODUCCION tuna sectién de su libro, sc efectuabs solamente con datos extracuropeos, sobre todo afticanos, No est4 claro cémo una confrontacién con la brajeria de los azande, por ejemplo, pueda en este caso sustituir a una confrontaciéa con Ia europea: a fin de cuentas, la presunta influencia de las doctrinas demonobdgicas continentales coincide, como muestra el propio Macfarlane, «con un brusao aumento de los procesos y de las condenas por brujesia en FBssex.? En cualquier caso, los deralles cextrafios» 0 extravegantes» refe- rentes alos acusados en los procesos de 1645 son considersdos eanomalias», curiosidades que pun ser oma por quien se snk en un prspetiva 5. Ta orienracidn y fos limites de la investigacién de Macfarlane son los tipicos de una historiografia fuercemente influda por el funcionalismo antropoligico, por lo cual no tiene un interés sustancial —hasta tiempos ‘muy recientes— en la dimensién simbélica de las creencas! Tampoco la imponente investigaciin de K. Thomas, Religion and the Decline of Magic (1971), se aparta, en el fondo, de esta tendencia. La discuién, o la ausencia de discusién, de determinados aspectas de la brujeris —en primer lugar el aquelarre— resulta una ver mis reveladora ‘Thomas ha recogido una documentaciSn vastisima sobre la creencia en Jn brujeria en la Inglaterra de ls siglos 2xv1 y xvn, como fo he hecho con ‘tras ferdémenos por él investigados. La ha examinado desde tres puntos de vista: 4) psicoligico (aexpliacién .. de fos movimientos de los parti- cipantes en el drama de Ia acusici6n de bruja»); 5) socblégia («andlisis de la siuaci6n a la que mayoricariamence se veian impelidos los acusa dos»); 6) intelecual (cexpliceciin .. de las concepciones que la hacian plausible). En esta lisa falta, como se ve, un examen de significado que Jn creencia en la brajerfa tenia, no para las vctimas de los maleficio, los sacusadores y los jueces, sino para los acusados. En sus confesiones (cuando ‘onfessban, se entiende) nos hallamos inmersos a menudo en una rigueza simbélica que no parece reducible a las necesidades psicoldgicas de reafic~ rmaciin, a las tensiones del vecindatio 0 a las ideas generales sobre la ‘ausalidad difundidas en la Lnglaerra de lu €poca. Cierto es que cuanto més cincidien las confesiones con las docerinas de los demondlogos del con- tinemte, tanto més probable era (observa Thomas) que faesen solicitadas por los jueces. Pero inmediatamente « continuacién, él mismo reconoce que quizds se halle en los procesos elementos demasiaco extravagantes (enconventional) para set ateibuidos ala gestion. Un ands sistematico de estos elementos cn0 habrla podido arrojar alguna luz sobre la cxeeacia ‘en la brujeria por paste de las brujas o de los brujos (verdaderos 0 pre- surtos)? Uns severa critica del reduccionismo psiolégico y de! funcionalismo socioligico de Religion and the Decline of Magic fue formulada por H. Geertz. En su respuesta, Thomas admive haber sido menos sensible : el dela sociedad circunstance. A. través del simbolismo del aquelarre, éta formulaba, en negativo, sus. propios valores. La oscoridad que envolvia los juntas de brujas y brujos expresaba tuna exsltacién de la iz; la explosié de la sexualded femenina en las orgtss dlabélicas, una exhortacén a la cxstidad; las metemorfosis animalescas, wn Limite firmemente trazado entre lo bestaly fo burmano. Exe interpretacion del aquelarre en términos de inversién simbélica 6s certamente plaasible; por ms que, sein el propio Thomas, se estance 1 un nivel relativamente superficial Es fil, pero un canto aptior’stico, sostener que la visién del mundo expresada por la magia popular no era ‘equiparable, por coherencia, con la de los teblogos: en realidad el fondo de las confesiones de brujas y brajos permanece oculto en la oscuridad®* 6. Como se ha visto, todos estos estudios parten de una constatacién ‘que se da por descontads: que en los testimonios sobre la brujeria euro- pea se superponen estratos calturales heterogénecs, dloctos y_ populares. R Kieckhefer (Guropean Witch-Trals, Their Foundations in Popular and Learned Calture, 1300-1300 [1976)) ha hecho una tentativa por distinguir analiicamente los unos de los otros. Ha casificado tz documentaciin anterior a 1500 en virtud de su (llamémoslo asf) grado de contaminaciéa docta: méximo en los tratados de demonologia y en los procesos inguis totiales; minimo en les procesos levados por jucces laicos, sobre todo en Inglaterra, donde la coercién era menor; ¥ casi nolo, finalmente, en los testimonios de los acusadores ¥ en los procesos por difamaciéa iniciados por personas que se velan errGneamente acusadas de brujeria2? Sin embargo, ha ignorado la documentacién posterior a 1500, afirmando que en ella los mentos doctos y fos populares estaban ya inextricablemente fusionados. ‘odo To cual Jo ha levado a concir que, a diferencia dat malefcio y de INTRODUCCION {a invocacién al demonio, el aquelarre (disbolism) no tenia raices en la cultura populae. Esta conclusin se ve contradicha por la difusi, en el &mbito folklérico, de creencias que parcialmente conflufan en el aquelare, Exste, por ejemplo, tuna rie serie de testimonios sobre vuelos nocturnos en los que afiemaban participar algunas mujeres en estado de &xtasis, siguiendo a una misteriosa 1V contra dos mujeres de Milin que habian confesado sus periicos encnent=0s con una misteriose -sefioran: xmedona Horiente>. Aqui no se trata de tradiciones folklbricas tardas ni de un extolterario ni de creencias considera ajenas 2a brujerla (las dos mujeres fueron expresamente condenadas por este motivo). Kieck- hefer sale del aparo argumentando, con evidente embertz0, que los dos cas0s no eneran en la categoria del maleficio ni en la del aquelarre propio y verdadero (typical diabolism): en un. acceso pasajero de «murrayismo> interpreta las reoniones con emadona Horiente> coma descripeiones de ritos © fiestas populares, sin percatarse del evidente parentesco, captado de inmediato por fos inquisdores, entre esta figura y la multiforme divinidad femenina de la cadicin canénica (Diana, Hilde, Perchta..) que poblaba las visiones de las mujeres mencionadas:>” Documentos como éste contra- dicen de modo evidence la cess, ain persistente, que ve en el aquelarre une imagen elaborada exclusivamente o casi exchusivamente, por los persegri- adores 7. Bata tesis ha sido propuesta también, con azgumentos nuevos en parte, par N. Cohn (Europe's Inner Demons, 1975). Segin Cob, la imagen del aquelarre recogia un estereotipo negative més que milensrio, fjado en Ja orgia sexval, cl canibalismo ritual y la adoraciin de una dvinidad de forma animal, Fsta acusacién expresarie obsesiones y miedos antiguisimos, larga- _mente inconscientes. Tras haber sido lanzada contra Is judios, los primeros cxistanos y los herejes medievales, se habela coagulado por fin en torno de la brajesy los brajos ‘A mi ju la seavencia que lev6 a la cristalizacin de fa imagen del aguelarre elaborada por jueces ¢ inquisdores es otra. Como intentaré (congruence) de las dos creencias ofrecerfa a os jueces la prueba de que las cosas nefandas trodiionalmente atribuidas alos herejes eran verdaderss y Ieconfirmacién del antiguo estereosipo aportara las bases de la elaboracion sucsiva de la imagen del aquelarre? Segiin esta reconstruccin, se eraté de un peso histdricamente decsivo; pero el comentario es, evidearemente, inalecuado, asf como la alusién que viene inmediatamente después a las mujeres uilases» (deluded) que, quién sabe por qué, crelan vagar por la noche evorando a recién nacidos. El capitulo dedicado por Cohn a «La bruja nnocurna en la imaginacién popular» no es anés ilustraivo. Afitmar que Ja explicacidn a estas fantasias no ha de buscarse, como sostienen muchos «estadiosas, en la farmacologla —esto es, en cl uso de sustancas psicotrépicas por parte de las brujas— sino en la antropologia® supone formalar un problema sin resolverlo. La confesiéa de una baja africana que se sutoacusa ‘de canbelismo aocurno es utiizada por Cohn solamente para insstir en aque, en ambos casos, se trataba de acontecimientos puramente onitios, y ‘no, como habia sostenido Margaret Murray, reales, ‘A la refutaciin de Ia vieja resis de Murray esté dedicado, no sélo un capleulo,® sino, en cierto sentido, todo el libro de Cohn, empefiado en demostrar Ia inexistenci, en Europe, de una secta orgenizada de brujas. Se xa de una polémica llevada « cabo con argumentos partcularmente eficaces, pro ya finalizada. Su perduracin es un sintoma (J, en parte, una casa) de la unilateralidad que caraceriza 2 muchos estudios sobre la historia de a bruja. Veamos por qué 8. En su libro The Witch-Gult in Western Europe Margaret Murry, egiptbloga y cakivadora de la antropologia tras las huellas de Frazer, sogiene! 1) que la descrpcibn del aquelare contenida en los proceos por bijerfa no eran patrafas arrancadas a la fuerza por los jueces i infor mes de experientias interiores de caricier miso menos alucinator sino descripeiones exacts de stos efeivamente celebrados; 2) que estos Fits, deformados por los juees en sentido diabéico, en realidad estaban relacionados can un culto preristiano de la fercldad, procedente quiz de 18 INTRODUCCION Ja prehistoria y que sobrevivié en Europa hasta la Edad Moderna, Aongue inmediatamente desautorizado por diversos autores por su falta de rigor y su inverosimilitud, The Witch-Cut obtuvo de todos mocos un amplio consenso, A. Margaret Murray (que volvi6 a formular sus propias tesis de modo todavia mis dogmético) le encomendé la Enyclopuedia Britannica In redacciin de la voz Witch-craft, posteriormente reimpresa sin cambios duratte casi medio siglo Pero la reedicién en 1962 d= The Witch-Cult coincide con la aparicién de una critica siseemética (E. Rose, A Razor for «4 Goat), seguida cn afos sucesivos por una serie de polémicas cada vez més 4speeas contra Murray y sus seguidores, verdaderos 0 presuntas. Hoy da ‘asi todos los historiadores de la brujera esti de aeverdo en defini el libro de Murray (al igual gue ya lo habian hecho sus primeros comentarstas) ‘corno propio de una aficionada, absurdo yfalto de cualquier valor cientifico Esta polémics, en si mis que justifiada, ha tenido, empero el efecto negativo de desalentac implictamente las investigaciones sobre los elementos del aquelarte ajenes 2 los estereotipas dactos. Coma ya hers vst, semejante investigaciin fue descuideda por historiadores como Themas y Macfarlane baséndose en la inexistencia (0, al menos, en la falta ce prucbas) de un «alto brujesco organizado.® La confusién entre comportamientos y creencias justamente achacada a Murray se ha vuelto, parad(jcamente, contra sus de- En el prefacio a I bonandanti hacia yo una afiemscion que todavia suscribo plenamente, por mis que me haya valido la inscripeiba de oficio ela fantasmal (pero desacreditada) secta de ios emurraystasy: que la tesis de Murray, aunque «formulada de modo totalmente acrtcon, encerraba «an nnicleo de verdad>. Evidentemente no se trata del primero de los dos ppuntos en que, como hemos visto, Ja tesis se artieula. Es sintomitioo que, con la intencién ce mantener ls realidad de los aconcecimientos mencionados en las descripciones del aquelarre, Murray se viero obligada @ hacer caso comiso de los elementos mis embarazosos —el vaelo nocturno, las trans- formaciones en animales— recurriendo a aspectos que se cnfiguraba como azténticas manipulaciones textuales.* Es cierto que 10 hay que excluir de ‘modo absoluto la posibiidad de que en algtin caso hembres y mujeres edicados a pricticas migicas se reonieran para celebrar ritos en los que se preveien, por ejemplo, orgias semuales; pero casi todas las descripciones del aquelarre no proporcionan prucbe alguna de acontecimientos de esta fodole, Lo cual no quiere decir, obviamente, que estén fats del valor documenta: simplemente, dacumentan mitos, no ries. ‘Una vez mas hemos de preguntarnos: gereencis y mitos de qué? Como ya hemos sefialado, una larga tradicibn, ain viva, procedente de las polémicas de la Tlustracién contra los procesos por brujria ha visto en las confesiones de las brujas las proyecciones, arrancadas a los acussdos con torcuras presiones psicoligics, de las supersticiones y absesiones de fos jueces. La ereligiin diénicas, esto es, el culto precistiano de la fertlided que Murra reconoce, sin profundizac en él, en las descripciones del aquelare, sugeria una interpreta diferente y ms compleja2® 19 HISTORIA NOCTURNA EL anécleo de verdad» de la tesis de Murray esté aqui. Consist, en. sérminos generales, en la decisién de comarse en serio, frente a cualquier reducciin racionalista, las confesiones de las brojas, como ya habian hecho predecesores mucho mis istres (pero paradéjicamente olvidados), empe- zando por Jakob Grimm, Pero le voluntad, racionalista a su vez, de buscar en dichas Zontesiones descripciones exactas de los ritos Ueva a Murray a un callejéa sin salida, A ello se afiade lo incapacided para aislr, en los testimonios sobre el aquelarre, las inclusiones acaecidas en el curso de las silos por las intervenciones peécticas y docerinales de jueces,inquisidores y demondlogos3* En vez de intentar distinguie los estratos més antiguos ‘de las sucesivas superposiciones, Murray admite de modo acritico (y esto sin contar las manipulaciones textuales ya sefialadas) ol estereosipo ya consolidado del aquelarre como base para la propia interpretacin, hacin- dola completamente inaceptable. 9. Lo que me indujo a reconocer una intwicién justa en Ia comple- temeate desealificada tesis de Murray (0, mejor, en una parte de la misma) fue el descubrimiento de un culto agrario de carécer exticio difundido en Friuli entre fos siglos 201 y xv. Esti documentado en. una cincweatena se procesos inquisitorial tardios (crea 1575-1675), decididamente atipicos, procedentes de una zona culturalmente marginal, elementos que se oponen 2 todos os criterios externos fijados por Kiecthefer para aislar, mis allé de In. superposicibn docta, las lineas. directrices de Ja brujeria. popular. A pesar de ello, de esta documentacién surgen elementos deciidamente ajenos a los estereotipos de los demondlogos. Hombres y mujeres que se autodefinian como benandanti aficmaban que, habiendo nacido «on la camiseo (esto es, envueltos en el amnio) se velan obligados aie quatro veces al afio, por la noche, a combatir «en espleitur, armados de haces de hinojo, contra brujas y brojos armados de caias de sorgo: lo que se jugaba en la betalla nocturna era la fertilidad de los campos. Los inquisidores, visi blemente estupefactos, inentaron recondacic este relato al equerna del aquelarre diabllico; sin embargo, a pesar de sus soliciaciones, hubieron de pasar casi cincuenta afios antes de que los benandanti decideran, en- tre dodas y arrepentimientas, modifcar sus confesiones en el sentido requerido. La realidad fisca de los encuentros brujesoos no se ve en absoluro confitmads, ni siguiera por vin analigica, por las procesos contra los benandanti. Dedlaraban de modo uninime que salian de noche «invisible: mente con el espiritur, dejando ef cuerpo exnime. Sélo en un c2s0 los riosos deliqnios permiten entrever In existencia de relaciones reales, ‘otidianas, quizis de tipo sectario’” La posibilidad de que los benandanti se reunieran periddlicamente anres de afrontac la experiencia elucinatoca, toralmente individual, descrta en sus confesiones, no puede probarse de modo definitive. ¥ ¢5 precisamente agus, por un curioso equivoco, donde algunos estudiosos hen visto el jugo de ici investigacién. Los bonandanti han sido definidos por J. B, Russell como cla prueba més sélida jamis INTRODUCCION proporcionada de la existencia de la brujrian; para H. CE, Midelfort se ‘rata del atinico culo brujesco documentado hasta hoy en Europa en los pprimeros siglos de ln Edad Moderna. Expresiones como «existencia de la brijria» y eculto brujesco documentado> (poco felces, pues asumen el panto de vista deformante de los inquisidares) tcionan, como se ve por el contexto en que han sido formuladas, la ya mentada confisién entre mitos Y ritos, entre complejo coherente y difundide de creencias y grupo organicado de personas que las hubieran practcado, Esto es paricularmente obvio en el easo de Russell, quien habla de las baallas nocturnas con los «miembros del grupo brujesco loca, olvidando el hecho de que los benandanti deca raban partcipar «invisiblemente con el espiitu»; con mayor ambigiiedad, Midelfort sefala la dificulad de encontrar, en ef rastro de los benandant, cottos casos de «ctual de grupos.® La objecién que me plantes N. Cohn, acerca de que «las experientias de los Benandanti.. eran todas de tipo extitico» (erance experiences) y constitafan «une vatiante local de la que fuera, siglos ats, la experiencia comin de las seuidoras de Diana, He- rodlades y Holday,en realidad esti dirigida a Russell y, en part, a Midelfort. ‘Ami me parece completamente aceprable...porene ademés coincide casi al pie de la letea con To que yo eserbi en mi libro” El valor de la documentacin de Friuli radica, a mi paceces, en un punto completamente distinto. Sobre la brojerfa (es obvio, pero no vendci mal repetirlo) s6lo disponemos de testimonios hosts, procedentes de (0 fltrados por) demondlogos, inquisidores y jueces. Las voces de los aqusados no Hlegan sofocadas,alterada, distorsionadas; en muchos casos no concuer- dan. De aqui —pata quien no se conforme con escribir por endsima vez Ia historia desde el punto de vista de los vencedres— la importancia de les anomalies, de las grieas que Se abren en ocisiones (muy raramente) fen la documentacién, hendiendo su compacidad. De la prolongada bis- ‘queda entre los relatos de los benandantd y ls extereotipas de los ingui- sidores surge un estrato profundo de mitos campesinos vividos con inten- sidad extraordinaria. Poco a poco, por medio de ia introdacciin ce un mnodelo cultural host, se eransformé en el aquelacre. (Se hablan verificado en otros Jugares vivencias andlogas? ¢Flasta qué punto era posible generalizar el cas0 —ddocamnentalmente excepeional— de los benandant?? Entonces no estaba en sitwacibn de responder a estas preguntas. Pero a mi me parece que implicen cun planteamiento en gran paste auevo del problema de los origenes popalares de la bruja. 10. Hoy hablaria més bien de las eraices flklbricas del aquelarren ‘Ain me parece necesario subrayar el juico sobre ls novedad del plantea- miento. Con pocas excepciones, la investigacién sobre la brujera ha seguido de hecho caminos muy distintos de los que entonces preveia. Ciertamente, un prejuiio (no siempre inconsciente) de sexo y de clase he contribuido 2 ofientar la atencién de los estudiosos principalmente hacia Ia historia de la persecucién de Ia brujeria!® Términos como «extravagancias y supers- ticiones» «credulidad campesinay, ehisteria femenine», cextraficea», «rere~ HISTORIA NOCTURNA ‘asm, repeidos, como hemos vist, en algunos de los estudios mis novorios, reflean una eleccién preliminar de nacuraleza ideolbgica, Pero también una cstadiosa como Lame, ue partis de may distintos presupuestos, ha acabado centrindose en la historia de Ja persecucidn’ La sctitud de solidaridad pésmima con las victimas es ciertamente muy distinta de la superiorided ‘ostentosa frente a su rusticidad culeural; pero también en el primer caso cl escindalo intelectual y moral constituido por la caza de brijas ha ‘monopolizado casi siempre la atencién. Las confesiones de los perseguis, mujeres y hombees —sobre todo si se tefieren al aquelarce—aparecen, segén loc eats, como intrinsecamente ietelevantes o coniaminiatas por la violencia de los perseguidores. Quien haya intentado entenderlo litealmente, como documento de una cultura femenina separaa, ha acabado ignorando sv ‘denso contenido iitica.* Muy raras, en verdad, han sido las tencativas pot aprozimarse a estos documentos con los instrumentas analiticos que ofrecer la historia de ls religiones y el folklore, disciplinas de las que los histo- sadoces mis serios de la brujeria se han mantenio habieualmente alejados, come side campos minados se tratase." Miedo 2 caet en el sensacionalismo, increialidd frente a los poderes magico, desconciero ante el caricer ect universal» de creencias como la de la metamorfosis zoomérfica (y n0 digamos, nacuralmente, le inexistencia de una secta brujesca organizada) se ‘veniam entre los motives aducidos para justificar una dristica, ya fa larga cstécl,delimitacién del campo de la investigacion.© “Tanto los perseguidores como los perseguidas se hallan en el cen- tro de la investigacién que ahora presento, He creido poder recoaocer cen destereotipo del aquelarre una eformmacién cultural de compromi- so»: el resultado hibrido de un conflicto entre culture folklérica y culara dct.” IL. La heterogencidad del tema ha modelado la estructura del libro. Se compone de tres partes y un epffogs. En la primera recoasteuyo la paceida de la imagen inquisitorial del aquelarre; en la seguncla, ef pro fundsimo estrato miico y ritual del que brotan las creencias populares que posteriormence se hacen confluie a la fuerza en el aquelarte; en la tercera, las posbles explcaciones de esta dispersiin de los mitos y de ls rtos; en el epflogo, la afirmacién del estereotipo, ya crstalizado, del aquelarre como ‘ompromiso entre elementos de origen docto y elementos de origen popular. La primera parce cene una andadura narrativa finel: los émbitos crono- légice y geogtifico considerados estin circonscritos; la red documental 3 relatvarsente densa. El bloque central dt libro, por ef concrario, abandona continuamente ef hilo de la narracién’e ignora a propésito ‘sucesiones cronolégicss y contigiidades espaciales, en el intento de reconstrui por via de ainidad algunas configuraciones miticas y rituals, documentadis a fo lange de milenios y en ccssiones a miles y miles de quilimetros de distancia. En Iss piginas dedicadss a fas conclusiones, historia y morfologia, presen- tacién narrative y presentacién (idealmente) sindptica se alrernan encabal- glodkse. INTRODUCCION 12, Se empieza con el tiempo breve, febril, medido al ilo de los dias, de la actividad politica y del complot. A la larga esto pone en movimiento ‘mecanismos imprevisibls. La trama que, en el transcurso de medi siglo, llewé de la persecucibn de los leprosos y de lo judios a los primeros procesos referentes al aquelarse diabblien es en ciertos aspectos anfloga a la que reconstruye Marc Bloch en su espléndido libro Les Rois Thauraatarges. Fue ‘una maquinacién para y verdadera la que difundi6, en beneficio de les monarguias francesa e inglesa, Ia creencia que atribula = los. soberanos legicimos de ambos paises el poder de curae con la imposicién de manos «Tos enfermes de czcrofulosi. Pero logeé imponerse de modo daredero porque estaba apuncelada por actitudes difundidas en la Europa preindus- tril: la generalizade nocesidad de protectin, la atribucibn a los soberanos de poeres migicos: Los motivos de fondo que aseguraron a principios del siglo x1v el éxito del complot contra jadios y leprosos eran diversos la inseguridad nacida de una profunda crisis econémica, socal, politica y religiosa; la hostildad creciente hacia los grupos marginales; fa bisqueda coavalsva de un chivo expiatorio. Pero la analogla indudabie entre los dos fenémeros plantea un problema genera Las explicaciones de los movimientos sociales en clave conspiratoria son simplifcadoras, cuando no grotescas; empezando por la lanzada a finales del siglo xvit por el abace Barrucl, quien defini la Revolucibn Francesa com un complot masénico.” Pero las conjuras existen: son, sobre todo hoy dia, una realidad cotidiana. Conjuras de los servicios secrets, de los terro- ristaso de ambos, (Cal es su peso efectivo? :Cusllestriunfan y cafes fllan respecto de su verdadero objetivo y por qué? Ta reflexiin sobre estos fendmenos y sobre sus implicaciones parece curiosamente inadecuada. Al fin y al cabo, el complot ao es més que un caso extrem, cas caricarurizado, de un fenémeno mucho mis complejo: el intento de transformar (0 ‘manipular) Ia sociedad. Las crecientes dudas sobre la eficacia y sobre los resultados de los proyectos, sean revolucionarios 0 teenoerétcos, obligan a replantearse el modo en que la accién politica se inserta er las estructaras sociales profundas y su verdadera capacidad para modificatlas. Son varios los signos que hacen suponer que los historiadores atentos a los Jargos perlodos de tiempo de la economia, de los movimientos sociales, de las meatalidades, han empezado a reflexionar sobre el significado del aconte- cimiento (también, aunque no necesariamente, politico.» Fl andlisis de un fendmeno como el nacimiento de la imagen inquisitorial éel aquelarre se inserea en esta tendencia. 13, Pero en el estereotipo del aquelarre surgido alrededor de Ia mitad del siglo Xr¥ en las Alpes occidentales afloran también elementos foiklrioas ajenos & la imagen inquisitorial, difundida en un deea mucho més vaste. Gomo se ha visto, los historiadores de la brujeria generslmente la han ignorado, En la mayor parte de los casos han extrado, explicita o impli citamente, el objeto de su investigacin de las categorias interpretativas de los demondlogos, de Jos jueces 0 de los testigos de la acwacién, Cuando HISTORIA NOCTURNA, ‘Lames, por ejemplo, identifica la brujesia con ef «poder de hacer et mal de origen sobrenatural,”' propone una definicién que es cualquier cosa ‘menos neutral En una sociedad transida por los conflicws (esto es, presu rmiblemente, en cualquiee sociedad) lo que es malo para un individuo pede

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