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Ser educadora in Panes l, Me UHe- Nt GF O's y Cesencientros entree leqrure ress yore |= Dae ace ‘Mania Teresa GonzALkz CUBERES Sentar a las mufiecas, a las vecinas y los hermanos para jugar “a la escuela” parece haber desaparecido del repertorio de las situaciones lidicas observables hoy en dia, Sin embargo, las mas de las veces, quie- nes se dedican al cuidado y educacién de las nenas y nenes mas pequelios, retrotraen el deseo de ser maestra a aquellos tiempos de infancia en que se transitaba el Jardin o los primeros grados. ¢Qué re- presentaciones se habran tramado entonces, cudles se transmiten, asimilan y reproducen en fos cursos de formacién y en las posteriores capacitaciones? Trabajar con los mas chicos representa un duro de- saflo, tolerar que el deseo nunca se verd satisfecho, que la frustracton acecharé aun cuando se fantasee con la conquista del placer; en el camino, se Hlevard adelante la profesi6n, asumiendo fa incompletud, 0 bien, tarde o temprano, se apelaré a la renuncia, am- parada en variadas racionallzaciones. Aunque breve- mente, en esta nota se abordarén estas cuestiones. LR Quiero ser jardinera... ‘un hoy se multiplican los gestos ‘= alarma e indignacién de no po- S profesoras de educacién supe- cuando, al preguntarles a “las icas” el verdadero motivo por el al quieren ser jardineras, ellas ponden, en su mayoria: “jpor- nos gustan los chicos!” Hace muchos afos que quienes estén daderamente comprometidos la infan mente, el valor que -al menos en principio- puede tener tal afir- cién. Nadie que detestara a ne- ynenes podria prepararse a estudiar mas 0 menos aftos, a graduarse e iniciarse profe- sonaimente. Qué es lo que oct , entonces? ncillamente, el aparato repro: ictor instalado en los formadores formadores no cambia de libre- , repite, incansablemente, aque- s gestos, la misma mésica, la jsma letra. Gestos, musica y le- que supieron aprender de boca sus docentes y que fueran confirmados a través de las pagi ss de los libros que, pese al cam- io de milenio, siguen siendo “los ‘de siempre”. Diferente seria tomar la respuesta de las estudiantes con interés y cuidado, el mismo que elas, luego, tendrfan que procurar ‘ante una criatura. Asi cabria exclamar: qué bien! Para luego indagar cudntos chicos reivindicaron, preci- han tratado en su vida, qué es lo que més les ha gustado y lo que més dificultades les ha creado en la convivencia con ellos; en fin, qué recuerdos ~gratos o ingratos: tie- nen de su propia infancia y qué saben o imaginan que son la infan- cia y la nifez.! Sin pretender en- trar en el campo terapéutico, se podrian analizar las representacio- nes que corresponden al imagina rio social, se podrian vislumbrar algunas motivaciones inconscien- tes y, probablemente, se confirma. ria que las imagenes, como la per- cepcién, son selectivas. Las fotografias, las laminas y los posters que "ambientan” cualquier espacio vinculado con la nifiez no suelen presentar rostros de dolor, cuerpos dafiados, rasgos “diferen: tes” o expresiones que indiquen la presencia de algin tipo de padeci- miento. Sin embargo, no todas las estudiantes 0 las maestras se re- cluyen en la idealizaci6n, tampoco son necias. Aun asf, la reflexion sobre las respuestas y el andlisis de los implicitos que tifien ciertas apreciaciones revelarfa que gustar de los nifios es una condicién ne- cesaria, aunque no su Otros son los riesgos, en cambio, que merecerfan un examen profun- do, como advierte Giberti (1997) iente. «Entre la multiplicidad de peligros que corremos quienes nos ocupamos de eso que llamamos nifiez, uno de ellos es capital: creer que sabemos 51 |14upjuy sopoanpa Jag 52 La Educocién en los primeras affos N°39 quiénes son los chicos, qué necesi- tan, qué desean, qué detestan, qué temen y qué aman. ET otro peligro, y no el menor, reside en perder la no- cién de una nifiez que vive en deter: minado pats, que a su vez forma par- te del Tercer Mundo, y en el cual los profesionales, técnicos y especialis- tas son hijos de una universidad cla: sista que, con frecuencia, promueve la percepcién social de sus estudian- tes segtin modelos que provienen del Primer Mundo.» Es cierto que esta gran luchadora a favor de los derechos de la infan- cia no hace mencién a las maes tras jardineras ni a los institutos de profesorado, no obstante, aquién se animarfa a desdecirla oa suponer que en el campo de la educacién inicial no ocurre algo semejante? iHay una edad para ser jardinera? No faltan argumentos para suponer que la juventud es una aliada en el desempefio del rol docente cuando se trata de trabajar con criaturas pequefias; de hecho, la realidad y el imaginario popular han logrado reunir indisolublemente ciertos rasgos fisicos, actitudes y aparien- cias con la predisposicién o el po: tencial conveniente para el ejerci cio de tal rol. Las conductoras de programas infantiles lo reconfirman, muchas actrices con- fiesan haber iniciado su estrellato en el teatro para nifios, claro, los chicos no arrojan toma tes aunque la actuacién sea de- plorable. Sin embargo, la madu: rez, el compromiso emocional o la experiencia de vida no suelen ser los atributos que més fre. cuentemente acompafian a estas. j6venes “predestinadas”. Nacen asf algunos de los conflictos habituales: la pérdida de la voz, la queja por no poder “manejar la sala”, la demanda de “menos teo: ria y mAs soluciones concretas”, e| agotamiento y el recurso al "hacer como si", alentado por miltiples ofertas -manualidades, plan ciones impresas, organizaciones de actos estandarizadas.. ¥, a me nudo, el desgaste va determinando la tendencia a ensayar otros cami nos supuestamente “menos ago- a biantes": el casamiento, el ingreso a la universidad, la bisqueda de posiciones laborales alternativas en un acuario, en el trabajo como “promotoras” o en otros espacias “menos exigentes” Desde otras perspectivas se alzan voces, entre legos y especialistas, que reclaman que el culdado y la educacién infantil esté en manos de la gente adulta, con mayor for: macién y con una trayectoria de vida que le permita contener a los grupos, acompafiarlos en sus aprendizajes y estimularlos en la adquisicién de principios y valores,

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