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Los estudios afromexicanos: los cimientos y las fuentes locales Adriana Naveda Chdvez-Hita* la conformacién de nuestra nacionalidad, no dejara de ser una gran sorpresa constatar el poco interés que se ha cifrado en los estudios sobre la esclavitud y la importante contribucién que en lo racial, econémico y cultural tuvo el negro africano dentro del mestizaje del México moderno. A casi cincuenta ajfios de que fue publicado el libro pionero de Aguirre Beltran, en referencia a la presencia africana en México, resalta la igno- rancia en torno a uno de los componentes directos de nuestra identidad cultural. Ese poco interés de los investigadores sociales ha empezado a ser subsanado con la realizacién de diversos eventos: (Festival Afrocaribeiio, SEP, Cancan 1987; Jornadas de homenaje a Gonzalo Aguirre Beltran, IVEC, Xalapa 1987; Veracruz también es Caribe, IVEC, Veracruz 1989; y Nuestra tercera raiz, Culturas Populares, México, D.F, 1989), coloquios que han seguido realiz4ndose anualmente, publicando varias de sus memorias. De la misma forma, la convocatoria de] premio “Dr. Gonzalo Aguirre Beltran”, con su primera emisién en 1987 y cumpliendo hasta cuatro con algunas publicaciones (Jornadas de Homenaje, 1988; Montejo, 1990) han promovido los estudios sobre la presencia africana en México y demostrado que la esclavitud negra existié en las diferentes economias regionales de la Nueva Hspaiia, en una diversidad de lugares que hasta hace poco no imaginébamos. Entre los primeros trabajos sobre lo que hoy es Veracruz, tenemos el rescate del material sobre los cimarrones de Amapa en 1951 por don Octaviano Corro, pionero en trabajos afrove- racruzanos. En la década de los 70 empiezan a realizarse estudios sobre Xalapa, Orizaba y Cérdoba, mostrando cémo en cada una de tres paginas P ara quien haga una revisién de los estudios histéricos referentes a * Instituto de Investigaciones Histérico-Sociales. Universidad Veracruzana, 125 de los libros de los archivos locales habia una referencia a la esclavitud, que resaltaba, desde luego, la presencia cimarrona (Davidson D. 1966; Palmer C. 1970; Carroll P. 1973; Naveda 1977; Winfield C. 1984; Garcia B. 1988). Con estos trabajos como base surge el interés de los antropélo- gos por hacer trabajos etnogrdficos en el estado de Veracruz (Cruz C. 1990; Martinez Maranto, 1994). El afin que la doctora Luz Maria Martinez Montiel ha mostrado en la difusién y promocién de trabajos de tesis de sus alumnos de la maestria en estudios latinoamericanos de la UNAM y la importancia de los mismos (Garcia B. 1989; Castafién G. 1990), asi como el empefio en la coordi- nacién de los Seminarios Nuestra Tercera Raiz, Encuentro de afromexi- canistas, cuya sexta versién se realizé este afo en la ciudad de Morelia, han constituido una contribuci6n para las visiones estrechas que se tenian sobre la esclavitud como sistema. Tal vez la aportacién mas impor- tante de este conjunto de esfuerzos ha sido el permitirnos conocer que el esclavo africano y sus descendientes no estaban tnicamente circunscritos al Ambito azucarero, y que sus concomitantes cimarronaje y subleva- ciones sdlo se desarrollaron, al parecer, en las economias azucareras ve- racruzanas (Corro 1951; Carroll 1975,1991; Naveda 1987; Aguirre B.1988; Winfield 1992). Los trabajos sobre el norte del estado de Veracruz nos dan otra visién del trabajo esclavo desempefiado en las costas del Golfo (Herrera Casastis 1990; Reyes Costilla 1992). Los estu- dios pioneros y sistematicos sobre Michoacan, Guanajuato, Colima, Taxco, Guadalajara, Yucatan, Chihuahua, Puebla, Tabasco y Ciudad de México dieron un panorama amplio sobre el tipo de trabajo, las activi- dades y vida cotidiana que el esclavo negro desarrollé en los centros urbanos (Chavez 1990; Guevara 1993; Reynoso 1993; Reyes G. 1993; Serrano 1993; Becerra 1995; Negroe 1995; Urias 1995; Paredes C. 19: Andrade T. 1994). El esclavo dejé de ser un simple dato, se buscaron nuevas fuentes en donde él y su descendencia tuvieron la oportunidad de narrar, indirecta- mente, sus historias de vida, informacién sobre su cultura, creencias, idioma, ancestros; declaraciones que, recogidas por el tribunal de la Santa Inquisicién, emplearia para demostrar su paganismo. Ello ha sido ele- mento valioso para el andlisis de la vida social del grupo racial y étnico en los siglos XViI'y Xvi (Aguirre Beltran 1970; Alberro 1979; Jaécome 1985; Velézquez G. 1995; Guzman P. 1995). Estos nuevos enfoques en la historiografia han ampliado la Percepcién de nuestra historia y contribui- do a una més equilibrada valoracién de nuestros origenes. Pero si para mucha gente, hoy, pasan desapercibidos los remanentes de esa poblacién africana, los especialistas distinguen a simple vista el 126 fenotipo africano. Ha sido trabajo de antropédlogos y etnomusicélogos mostrarnos cémo, de esa primera migracién, la que yo llamaria histérica, quedan elementos africanos, europeos y americanos en la musica, en lugares costeros de Oaxaca, Guerrero y, en Veracruz, particularmente en la cuenca del rio Papaloapan (Arturo Motta y destis A. Machuca 1993; Garcia de Le6n 1993; Pérez Monfort 1991; Pérez Fernandez 1990). Aun con nuevas aportaciones, el vacio es grande, aunque a ello se con- trapone, desde hace algunos afios, el creciente interés popular por lo africano, sobre todo a raiz de la revaloracién que la misica afroantillana ha tenido en el gusto de amplios sectores de nuestra sociedad. Es de esperar, tal vez, que con base en la cultura popular, la investigacién afromexicana contribuya a explicar que la identificacién con cierta miusi- ca es algo mas que un fenémeno superficial y de moda entre nosotros; algo que forma parte de una cultura que es propia del hispanoamericano y que se debe fundamentalmente a la profunda marca cultural que el africano dejé en las tierras adonde se le lev como esclavo. Quisiera sub- rayar que no debemos confundir las migraciones de afrocaribeiios ~jamaiquinos, cubanos, haitianos, norteamericanos— arribadas a nues- tro pais a fines del siglo pasado y principios de éste para trabajar en la cons- truccién del ferrocarril o en los ingenios azucareros y que, a mi parecer, dejaron una profunda huella en la gastronomia, en el baile, en el hablar, Un anilisis especifico sobre el tema nos llevaria a demarcar las dos migraciones que nos identifican con Africa. La primera, de naturaleza hist6rica, que abarca la etapa colonial; y la segunda, afrocaribefia, que se desarrolla en el Porfiriato. En términos generales, la justa valoracién del elemento negro en nues- tra formacién social debe Nevarnos a buscar todas aquellas identidades culturales con los pueblos de la cuenca del Caribe, a la cual pertenecemos y de la cual estamos tan desvinculados. Mas adn, a descubrir las abun- dantes correspondencias histéricas que nos unen con las naciones origi- narias de los esclavos, cuyos habitantes fueron forzados a generar riqueza en nuestras tierras y que, junto con los nativos, contribuyeron fundamentalmente a la creacién de otras acumulaciones y desarrollos en el interdependiente mundo del capitalismo. Si las esferas de los estudiosos,¢ investigadores olvidan la importancia de lo africano, no podemos decir otra cosa de quienes disefian nuestras relaciones con el exterior. A una desatencién académica ha correspondido una desatencién politica, y ambas no pueden seguir privando ahora que se avecina el nuevo siglo. Es por ello que recobra importancia especial el texto de La poblacién negra en México, ya que cualquier intento por adentrarse en los complejos tejidos de la presencia africana en México, 127 tiene que partir de él, y en él nutrirse para cualquier esfuerzo particular. Pocas veces, entonces, ha podido aplicarse con tanta justeza el término de cl4sico para calificar un libro: y pocas veces, en nuestro medio, un texto cobra tan imperiosa vigencia décadas después de su publicacién. En una entrevista —La Palabra y el Hombre nam. 57-, don Gonzalo repite lo que en diversas ocasiones ha asentado: que su interés por estudiar la poblaciér. negra de México surgié del estimulo de don Manuel Gamio, quien lo responsabiliz6 de una investigacién que é1 mismo no pudo desa- rrollar por atender otras ocupaciones. No podemos dudar que esto haya sido asi; sin embargo, es de interés reflexionar en qué medida ello es del todo cierto. ,Acaso su origen tlacotalpefio y su temprana formacién en ese lugar, puerta de entrada de negros esclavos a la Nueva Espaiia, y en donde la misica, el folclore y los rasgos sociales afromestizos perduran, no influyeron en su aceptacin y en la apasionada forma en que lo llevé a cabo? {Acaso su autodidacta aproximacién a los archivos de Huatusco, mientras fungia como médico rural en los aiios treinta, no le facilit6 ya evidencia documental sobre la extendida presencia del esclavo africano? Como quiera que se hayan entrelazado motivaciones y circunstancias, es de congratularse que don Manuel Gamio se haya encontrado absorto en otros trabajos y nos haya proporcionado mds que un estudio afromexi- cano, un excelso investigador de lo afromexicano. La valoracién de su principal obra, en este campo, no debe Ievarnos a olvidar otras fundamentales aportaciones para el conocimiento de la esclavitud en México que contiene la mAs reciente bibliografia de Aguirre Beltran. Ademas de La poblacién negra en México (1946) y Cuijla (1958) hay otras obras en las que su acuciosidad y curiosidad se despliegan en la investigacién de la presencia esclava y su insercién en regiones especifi- cas de Veracruz. Los pobladores del Papaloapan, biografia de una hoya, cayas copias mimeografiadas circularon desde 1956, fue finalmente editado en 1990; en principio publicado como producto lateral, dice con modestia el autor, de la investigacién de archivos para su obra mayor. En realidad es la con- traparte microhistérica de la visién general de la esclavitud novohispana. En ella analiza con precisién el proceso de mestizaje racial y cultural que se llevé a efecto en la regién sotaventina donde la arquitectura, la cultura popular, el habla, los movimientos corporales, la gastronomia y tantos otros detalles se identifican plenamente con los correspondientes del 4rea caribena, tanto insular como continental. | Dentro de su produccién reciente resalta Cuatro nobles titulados en con- tienda por la tierra, volumen en el que, basado sobre todo en fuentes notariales, realiza un fino andlisis de la tenencia agraria colonial y del 128 complejo intrincamiento productivo y racial que la explotacién de aziicar, ganado y tabaco llevé consigo en esa regién donde se eslabona la costa con el altiplano central. Sobre el tema de nuestro interés, Aguirre Beltran siguié escribiendo pequefios estudios de gran valor que no fue facil con- seguir desde esta provincia. Pareciera que don Gonzalo no quitaba el dedo del renglén y seguia asombrando a los lectores con el material tan novedoso que presentaba; es el caso de “Bailes de negros” (1970), articulo que toca los bailes prohibidos por la Inquisicién y muestra, entre otras cosas, que los sones jarochos de hoy tienen mucho de la picardia de los sones del siglo XVIII En 1987 publica “Nyanga y la controversia en torno a su reduccién a pueblo”, trabajo que nuevamente impresiona a los estudiosos del tema, introduciendo elementos a la discusién que cronistas coloniales e investi- gadores recientes tenjan al referirse a la fecha de la fundacién del pueblo de San Lorenzo de los Negros. Hasta ahora, su ultima aportacién es la recopilacién de diversos articulos y ponencias sobre la esclavitud en la Nueva Espaiia, los cuales habian sido editados en varios periédicos y revistas en décadas anteriores, y publicados el afio pasado bajo el titu- lo: El negro esclavo en la Nueva Espaita: la formacién Colonial, la medici- na popular y otros ensayos, compilacién en la que el autor analiza deta- lladamente varios temas sobre el negro que su obra mas general sola- mente sugeria, haciendo énfasis en el esclavo como ser humano, exami- nando diferentes aspectos de la esclavitud en la Nueva Espafia y com- pardndola con la de otros lugares. Este libro pasard a ser otro clasico de la esclavitud en México y en América, ya que el examen que elabora de varios temas se puede generalizar a cualquier lugar en donde hubo escla- vitud negra. Los que nos dedicamos a la investigacién de la esclavitud africana no podemos dejar de lamentar la amplitud y diversidad de intereses que Aguirre Beltran fue desplegando a partir de los aiios cuarenta, llevandolo a investigar, teorizar y actuar politicamente en 4reas hasta cierto punto ajenas a su campo inicial, Algunos hubiéramos querido un investigador de un solo tema, y aunque esto sin duda va en contra de su pluralidad de miras y de sus amplias, aunque polémicas contribuciones a la antropologia social, hubiéramos preferido que se concentrara en los estu- dios afromexicanos y pasara de su gran obra general a la acuciosa inves- tigacién de las peculiaridades de minas, obrajes y plantaciones donde tuvo vigencia la esclavitud. Apasionantes temas se encuentran a la espera de su correspondiente interpretacién: el estudio de la introduccién de esclavos a través de la Nao de China (Herrera C. 1995), sus procedencias y destinos; la contribu- 129 cién del esclavo africano a la mineria novohispana; la descripeién y el efecto de las arribazones en la regién del golfo de México, desde Panuco hasta Campeche; los mecanismos especificos de la fuga, la vida en los palenques y el blanqueamiento racial; la transformacion de la estructura de castas en una estructura de clases, etc. En el Ambito del actual estado de Veracruz son muchas las vetas que, a partir de don Gonzalo, pueden esclarecerse. Por ejemplo, con base en su indagacidn sobre el proceder de los esclavos, ha sido posible completar y enriquecer el conocimiento del origen de los esclavos presentes en las regiones de Xalapa, Orizaba y Cérdoba durante los siglos XVII y XVII. Asimismo, con los estudios regionales se ha puntualizado el papel desempeiiado por el esclavo en la economia azucarera, asi como su resistencia a la institucion de la esclavi- tud y sus métodos de lucha para obtener la libertad. En la actualidad, existen diversas comunidades asentadas en lugares donde se exploté al esclavo, viejas haciendas azucareras, en su ma- yoria: San José del Corral, Coyolillo, Amapa, etc., que presentan definidas caracteristicas africanas, resultando de sumo interés el que les sea apli- cado un estudio bajo el modelo clasico sobre la presencia negra que Aguirre realizé en Cuijla. Si bien se han empezado a realizar trabajos etnograficos en el estado de Veracruz (Cruz C. 1990; Martinez M. 1994), falta mucho por hacer en este campo. También el cimarronaje, comparan- dolo con otros lugares de América, la pirateria, la obtencién de libertades, el comercio interregional de esclavos, su incorporacién a la lucha de la independencia, etc., son temas que iluminaron las proposiciones ge- nerales de Aguirre Beltran y que ameritan un serio tratamiento por parte de la historiografia regional. Por nuestra parte, quisiéramos que esta breve interpretacién en reconocimiento al doctor Gonzalo Aguirre Beltran se convierta en un lla- mado a la comunidad académica para emprender con seriedad y constan- cia investigaciones en los campos histérico, antropoldgico y econémico, en torno a esa parte constitutiva de nuesta realidad actual: la presencia africana en México. Es decir, la tarea de profundizar, aunque con retraso, en las investigaciones que é1 nos proporcioné. Para ello, es necesarig enfatizar la necesidad de explorar las fuentes parroquiales y notariales, en donde sin duda se encontraran abundantes elementos para el Gonocimiento de nuestro pasado, Cada registro, avaltio, testamento, carta de libertad o venta, nos proporciona informacién indispensable en la reconstruccién de esa realidad. 130 Denominaciones raciales en archivos locales A continuacién pasaremos al andlisis de los complejos problemas que pre- sentan las fuentes cuando se refieren al negro esclavo o a sus descen- dientes; es decir, las castas y denominaciones raciales que utilizaron los diversos escribanos para clasificar y estratificar la poblacién negra. La esclavitud, en esencia, consistié en manejar seres humanos como mer- cancias, las cuales, al igual que las bestias de trabajo, eran susceptibles de ser compradas o vendidas: “doy poder para que pueda vender un escla- vo... el cual vendan, truequen o cambien por razon de cualquier potros, caballos, mulas o yeguas o potrancas, reales u otros qualesquiera géneros de mercaderia que les pareciere..."(Carta de venta de esclavo, archivo notarial de Cérdoba). Por ello, los movimientos econémicos realizados con los esclavos quedaron asentados en los libros notariales; sus cartas de compra o de venta, asi como las escrituras de libertad se registraban como cualquier otra transaccién comercial, En los avalitos de propiedades, espe- cialmente de haciendas, se incluia a los esclavos de la misma manera que a las construcciones o ganados de ellas, detallandolos minuciosamente, es decir, personalizando su valor con base en caracteristicas de procedencia, edad, sexo, oficio y comportamiento, Ahi en donde existen libros notariales antiguos podra verse con facilidad la importancia que localmente tuvo la esclavitud con sélo hojear algunos de sus volimenes. Asi, encontraremos ventas, trueques, cartas de libertad, eteétera Ademdés del notarial, los archivos municipales y parroquiales son de suma importancia para documentar la problematica esclavista. El archi- vo municipal aporta informacién sobre propietarios, produccién, litigios, aspectos politico-administrativos y, especialmente, sobre la resistencia esclava a aceptar la sujecién forzada a que los sometieron, Ahi se encuentran registros de alzamientos, huidas, cimarrones y las medidas disciplinarias con que la elite local intenté mantener la estabilidad social. El archivo parroquial guarda rica informacién de caracter demografi- co, a partir de los libros de bautizos y defunciones. También en este tipo de acervo se puede estudiar el proceso de mestizaje y el tipo de relaciones que se establecieron. Analizando los libros de casamientos de: “negros libres”, “espaoles y gente de razén” 0 bautizos de “negros esclavos”, podemos encontrar la “casta”, el lugar en donde residian, el oficio de los contrayentes, los lazos de compadrazgo y, en cierto momento, el registro en el que se bas6 el blanqueamiento racial y el pase de color. Pero aun contando con los archivos histéricos necesarios, siempre nos encontraremos con dificultades y limitaciones intrinsecas de las fuentes. 131 La clasificacin racial de origen y mezcla de los esclavos en los documen- tos, ademds de no existir siempre, quedaba sujeta a la subjetividad del escribano o redactor, de forma que se dificulta enormemente esclarecer la procedencia de los esclavos y apreciar las mezclas de su sangre con otros grupos, en el transcurso del tiempo. Diversos estudios afroamericanos privilegian, en diferente forma, el tema de la procedencia de los esclavos. La importancia del asunto resalta a simple vista: del conocimiento detallado referente al lugar de origen de la poblacién esclava se desprenderia una adecuada valoracién de la con- tribucién racial y cultural, que las diferentes naciones africanas apor- taron a nuestras actuales sociedades mestizas. En muchos casos resulta casi imposible reconstruir con precisién el origen de los esclavos que fueron asentados en toda la Nueva Espafia. Ademas de lo fragmentario de la documentacién obtenida, es conveniente mencionar obstAculos que presentan las fuentes en si mismas. Si el documento de analisis, por ejemplo, es una carta de venta de un esclavo recién importado, encon- traremos que mientras nunca falta informacién en torno al factor 0 com- pafia que lo habia ingresado, en lo que se refiere al esclavo mismo, s6lo se menciona genéricamente su procedencia africana, —esclavo bozal— es decir, esclavo traido directamente de Africa. Pero si el documento que te- nemos es un avalio de propiedad, y el esclavo referido no poseia alguna calificacién técnica especial, suele aparecer la nacién 0 procedencia, aunque el registro de ésta haya quedado a la consideracién del escribano. Si el documento es una reventa y el esclavo poseia algin oficio, entonces no aparecen datos referentes a la “casta” u origen -en los documentos coloniales se usaba la palabra casta como denominacién racial, al igual que la palabra nacién: casta malavar o nacién caribali, o casta raiada, por citar solo algunos ejemplos-, limitandose a justificar un mayor valor para la pieza, en razén de su oficio, Las ventas de esclavos se hacian bajo una escritura ante escribano. Al elaborarse una carta publica se asentaba el nombre del vendedor, lugar y fecha en donde se habia comprado anteriormente al esclavo, nombre y ocupacién del comprador y datos relativos a la vecindad de los anteriores. Entre los datos del esclavo se incluian el nombre, nacién o casta, en caso de que fuera bozal; o, en su lugar, la denominacién racial correspondiente si era criollo y, a diferencia de los avaliios, rara vez se especificaba el ofi- cio. En contraste a los avaliios de las haciendas en donde el valor se determinaba por el desempeiio laboral y se especificaba el oficio. También se incluia el precio de la “pieza de esclavo” y seiias particulares ~de tenerlas~ tanto fisicas como de comportamiento: huido, perezoso, ladrén, borracho, tuerto, quebrado de la ingle, manco, enferma de la 132 madre, enfermo de “bubas patrossa” etc.; obviamente, cualquier defecto fisico 0 moral incidia tremendamente en el precio de la venta, sobre todo en el caso de que el esclavo tuviera antecedentes de cimarrén, ya que era creencia generalizada que tal comportamiento se repetiria casi con certeza. Respecto de los esclavos que trabajaban en la ciudad era més comin que se mencionara algin atributo personal como “negro fino” de “buen porte”, “alto de cuerpo”, “de gran maxilar’, etc. Visualmente se hacia notar en tales escrituras una descripcién de la calimba o marca di fuego a que eran sometidos los esclavos. Por ejemplo, la Real Compaii Portuguesa de Guinea los marcaba con las letras CR en el brazo izquier- do, los de la Compaiiia Inglesa mostraban una marca més complicada en el torso. Ademas de las subastas o almonedas publicas que se realizaban en la Nueva Veracruz, y de la compraventa de esclavos que realizaban viajeros comerciantes, otra forma de adquirir esclavos era por medio de las subas- tas publicas que se efectuaban sobre bienes de algtin muerto, o cuando se intervenia a una hacienda por quiebra. Eran frecuentes las donaciones 0 entrega de esclavos, en calidad de dote, junto a joyas y propiedades al contraer matrimonio. Una peculiar costumbre fue la de donar a nifias ricas, esclavas de su misma edad. Igual existen donaciones a conventos, monjas y cofradias. No fueron los hacendados coloniales los Gnicos involucrados en la com- pra de esclavos negros; una amplia gama de individuos compraban o vendian esclavos: duefios de recuas, maestros barberos, sargentos, maes- tros caldereros, boticarios, oficiales, capitanes, notarios del Santo Oficio, clérigos, presbiteros, alcaldes, regidores, duefios de ranchos, escribanos, viudas, etc. Practicamente todos los sectores dominantes o medios parti- cipaban en la explotacién esclavista. Si lo que revisamos son documentos parroquiales, encontraremos informacién que enfatizaré la casta y el color del individuo. Ello obedece a la rigidez de la sociedad cerrada, en la cual, la definici6n racial en el registro jugaba el importante papel de asignar al individuo un status social determinado. El escribano o cura aplicaban conforme a su percepcién, experiencia o intereses, una clasificacién determinada de mezcla racial, que podia tener o no correspondencia con la realidad biolégica. Al paso del tiempo, cuando el proceso del mestizaje erosioné la base de la sociedad de castas, el “pase de color” se fundamenté principalmente en estos re-gistros parroquiales. Es conveniente diferenciar las denominaciones raciales que se dieron a los africanos y sus descendientes, producto de mezclas con otros troncos raciales: indo-americano y blanco-europeo. Cuatro son las clasificaciones 133 que Aguirre Beltrn ha analizado: geografica, dependiendo de la nacién de donde Iegaban (Angola, Cabo Verde, Congo) o del grupo racial al que pertenecian, como jolofe y mandinga. Colorida; fue la mas comin; el parroco y los escribanos designaban la casta o calidad étnica segian el color y los rasgos somAticos: pelo rizado, ancho de boca, etc. Eufemistica, aquella que intentaba disfrazar las caracteristicas reales, evocando asi nombres de animales: mulato —de mula—, coyote, lobo. Y erudita, es decir, una taxonomia o clasificacién hecha desde un escritorio, que no corres- pondia a la realidad local ni a la cultura del escribano promedio y que raras veces fue usada (A. Beltran 1972). Estas denominaciones se fueron transformando a través de los siglos, en la medida que se ampliaron las mezclas, En un principio eran Ilamados negro, mulato —blanco y negra- 0 zambaigo —negro e india-; después, lo mas comun fue nombrar a los esclavos recién importados como: negro de nacién o negro bozal, asentan- do muchas veces su procedencia, es decir, el lugar africano en donde fueron embarcados. A los esclavos de padres esclavos, pero ya nacidos en América: negros criollos; también se les llamé asi a los esclavos nietos de padres bozales. (Avaltios de haciendas azucareras en archivos notariales.) De esta primitiva forma denominativa se derivaron una serie de clasi- ficaciones cada vez mas amplias. En el siglo XVIII, cuando por lo general son pocos los esclavos bozales y las mezclas entre gente que tiene sangre negra, india y blanca, son abundantes; hay una gran complejidad entre las denominaciones que se registran en los documentos de la época Investigaciones sobre la presencia africana en Veracruz arrojan la con- clusién de que, a excepcién de la villa de Cérdoba, que por sus caracteri ticas especificas fue distinta en cuanto al desarrollo de la institucion esclavista, las otras villas y lugares de lo que hoy es la entidad de Veracruz no basaban ya su economia en el trabajo de los esclavos sino en descendientes de ellos que ya tenfan la categoria de “libres” (Carroll 1991; Naveda 1987). Es por ello que las denominaciones raciales tendran entonces otro cambio en el siglo XVIII, el descendiente de un esclavo al ser libre, aunque su color fuera negro recibia una clasificacién diferente. Las nomenclaturas variaron en diferentes partes de la Nueva Espana, depen- diendo del concentrado de grupos raciales y la mayor o menor coinciden- cia de mezcla entre estos grupos. La casta mas comin fue la de pardo —india con negro— y sus sucesivas mezclas. Al hijo de un mulato unido a una parda deberia llamarsele morisco; sin embargo, en el documento se le denominaré pardo, es decir, que se designé como pardo a aquellos que presentaban una predominancia de sangre india. Asi encontramos en documentos las siguentes nomina- ciones: quebrado —de color quebrado—, membrillo y sambo, sin embargo, 134 nunca se antepuso la palabra pardo, como en el caso de los mulatos. La palabra “moreno”, sin denotar ninguna mezcla especifica, se utilizd sobre todo en el siglo XVIII para referirse a cualquier mezcla entre espaiiol y negra que tuviera color obscuro, abarcando con ello todas las clasifica- ciones en que los razgos del negro y el blanco fueran perceptibles. Un ejemplo de estas generalizaciones la vemos en la denominacién de las “Milicias de Pardos y Morenos libres” (archivo notarial de Cérdoba), cuerpo militar compuesto de personas de sangre negra en donde entraban todas las mezclas. En el caso de los mulatos, como tenfan sangre blanca, siempre se hacia hincapié en el mayor o menor grado de blancura; de esa forma tenemos mulatos: achinado, chino, anegrado, atesado, blanco, cocho, prieto, ladino, lobo. Queda la pregunta de por qué en las ventas de esclavos casi no se especificaba la categoria “pardo”, sino que al descendiente de esclavo se le nombra solamente negro; sin embargo, en los archivos parroquiales hay suficientes referencias a pardos esclavos y pardos libres como para suponer que si habia abundantes mezclas raciales entre indios y negros, El siguiente ejemplo es ilustrativo: mientras en el avaliio de la Hacienda de San Nicolds Tolentino en Atlixco, Puebla, todos los trabajadores son esclavos pardos, cuando éstos son vendidos a un hacendado cordobés se registran como esclavos mulatos; aqui pareceria ser que al escribano le fue mas cémodo asentar una denominacién racial igualitaria, en lugar de ir preguntando 0 recordando el color o casta de cada trabajador esclavo, Por todo lo anteriormente expuesto es dificil hacer un anilisis de procedencia esclava o especificar los segmentos raciales; debera tenerse mucho cuidado al hacer trabajos cuantitativos. Se podra Iegar a una estimacién global, por regiones, del numero de personas descendientes de esclavos africanos, es decir, de afromestizos 0 “personas de sangre negra’, pero el subjetivismo de la fuente deberd ser analizado por el investigador antes de emitir cualquier juicio en torno a la composicién racial y demografica, en un espa- cio social determinado. Con todo, seguir profundizando en esta linea seria una buena aportacién para continuar en el rumbo que don Gonzalo nos trazé, 135 Bibliografia Aguirre Beltrén, Gonzalo, Lo poblacién negra de México, FCE, 2a. ed., México, 1972. ——, Cuijla, Esbozo etnogréfico de un pueblo negro, FCE, México, 1958. ‘Bailes de negros”, Revista de la Universidad de México, vol XXV, nim. 2, UNAM, México. ., “Nyanga y la controversia en torno a su reduccién de pueblo”, Jornadas de homena- je a Gonzalo Aguirre Beltrén, VEC, Xalapa, 1988. ——, Pobladores de! 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