Eunice Odio
Te acuerdas, Louis Armstrong,
del da en que viajamos por un corredor de sonidos
que ambamos hasta la muerte?
Recuerdas la onomatopeya que no sali al paso
y que nos dio un trono de un solo golpe?
Parece mentira, Louis, amor mo,
que hayamos compartido tantas cosas,
tantas ramas
y tan gran nmero de espumas.
Parece imposible, Louis,
que entre nosotros se deshagan
las formas del azul que nos acompaaban;
que t, dardo, arma del ngel vivo,
te lances a donde nadie podr reconocerte sino por tu alegra,
por tu voz de durazno,
por tu manera de prolongarte en la luz
y crecer en el aire.
No creo que haya desaparecido del mundo
la manada de resplandores que nos segua.
Ms bien creo que se ocultan en el tiempo
y que no ser consumidos.
T, continuacin del fuego,
pedestal de la nube,
desinencia de mariposa,
andas hoy al garete entre harinas
y entre otras materias incorruptibles que te guardan
como guardan a todos los justos,
a todos los hermosos
cuya hermosura viene de lejos y no se va nunca,
y se incendia cada da
igual que la altura.
Satchmo, querido hasta la msica,
soado hasta el arpegio,
las arpas de David y sus graves de cobre
te estn tocando el alma
y los clavicmbalos el cabello sin fin.