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LATRADICION
POPULAR
DarioFo
en un profesional, se da cuenta, en el
contacto con el pblico, de la gran
capacidad liberndorn del juego que se
dice obsceno al enfrentar el poder de
la iglesia que usa tambin la represin
moralista pata afmnar la propia hegemona: La licenciosidad no es vulgaridad. La truhanada, el juego con temas
sexuales, es profundamente liberador.
La cultura popular nos ha dejado
debates agudos todos sobre el juego
sexual. Me viene a la mente el dilogo bolotis entre madre e hija del
doscientos: la muchacha expresa su
deseo de estarse abrazada completamente desnuda con su novio, con tal
intensidad que parece que estuviern
gozando ya del abrazo. Y esa otta historia, disfrutabilsima,
tambin
bolotiesa, de las dos mujeres que
hacen una grnn comilona, se acarician
juntas y mientras tanto se hacen confidencias sobre sus deseos amorosos,
despus se orinan por todas partes, y
al fin se ponen de acuerdo en repartirse el amor de un "papanatas". Es
una historia de una obscenidad pantagrulica, gozosa. sin morbosidad. As
est libre de sentido del pecado el debate Rosa fresca aul~ntissima, que
ciertamente es truhanesco -digan lo
que quieran los exgetas de la tllblra
oficial: pero que sana tnihanada, feliz,
sin turbaciones. Y la historia de
Arlequn que suetia con su sexO agigantado? Ah el juego sexual se vuelve grotesco, llega a un diapasn hiperblico. Es tan solo un anovaccio.
Arlequn escucha los grnndiosos discursos que hacen dos fanfarrones a
propsito de sus extIaordinarias cpulas -por lo menos uno de ellos es
con toda seguridad un Capita'n3
Spavento--: "y yo he hecho el amor
con la reina", "y yo con una gigante",
per.asobre el escen8rio.
TraduCd6il
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le Rudollo 0IJt&6D
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