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crecimiento en poder y número. Y nos pinta una situación que no se
corresponde con los datos historiográficos que poseemos acerca del tipo de
esclavitud que se vivía en Egipto. Para nada era la esclavitud que vivieron, por
ejemplo, los negros o los indios en la época Colonial y que tan bien se ha visto
reflejada en imágenes en pinturas o en obras cinematográficas, en las que se
observa una explotación inhumana y una denigración total de la persona.
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pueblo y baja a liberarlo. He aquí los grandes momentos de la dinámica
salvífica de Dios; Escucha, mira y libera. Resulta entonces que la escucha es la
condición previa que inicia el movimiento del corazón de Dios, para
inmediatamente mirar la lastimosa condición de su pueblo. El mirar ya tiene
una honda repercusión antropológica, pues en la mentalidad semita mirar
significa dominar, poseer, acotar, y en último término, cosificar. Sin embargo,
en Dios, el mirar significa amar y por lo tanto, acoger, aceptar, respetar y por
fin, posibilitar la respuesta del hombre a una vida en libertad. Finalmente,
viene la acción liberadora, pero esta llega con intermediarios y así, se respeta
la libertad humana. No todas las tribus arameas y hebreas aceptaron seguir al
prófugo Moisés, solamente unos cuantos se abrieron no sin dificultad a la
invitación de Dios que se hacía presente en la figura de Moisés, y es con esos
que Dios inicia su historia de salvación, los demás, aquellos que decidieron
quedarse al amparo de Egipto, y prefirieron la seguridad que les brindaba su
poderío mundano al desafiante camino que les esperaba en el desierto hacia la
tierra de la libertad, se perdieron en la noche de los tiempos, no entraron en el
torrente salvífico de la salvación. Y es que la salida de Egipto no se realiza
pacíficamente, el pasaje nos habla de una lucha feroz, en medio de signos
portentosos y de gran terror. Sabemos que aquella noche pascual la muerte de
los primogénitos egipcios traída por el ángel de Yahvé sembró el terror entre
los egipcios. Faraón presentó dura resistencia ante la conminación de Moisés
para que dejara salir a los que habían tomado la opción de la libertad. En
magistral recurso literario narrativo, el autor nos presenta a Faraón como
símbolo de la resistencia violenta que las ideologías de poder que se han
apoderado del hombre ejercen sobre él. Pero el pueblo esclavizado es símbolo
del ansia de libertad que clama en todo hombre. Son pues dos fuerzas
antagónicas que luchan en el interior del hombre, lucha que se ha desatado
por la palabra poderosa con la que Dios le abre un horizonte inédito de
plenitud. Sin embargo, en el Éxodo, es Dios el adalid que lucha por el hombre
con mano poderosa y brazo extendido, él garantiza la victoria final y nos ha
introducido (tiempo pasado, pero con el sema de continuidad) en la tierra que
mana leche y miel, que para el cristiano no es ya una tierra física, sino Cristo
Jesús, que nos mete en la vida comunional con Dios.
Gracia y paz.
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