UN PREDICADOR DE LUJO
santa,
sermn
le
poca
EL OBISPO CHICHE
En Lima viva un hombre muy humilde e inocente llamado Ramn,
pero era ms conocido por su sobrenombre chiche, ya que era,
prcticamente, lo nico que deca. Un da, unos acaudalados
comerciantes espaoles asentaron su almacn por ese lugar. Tres
andaluces que pasaron por ah, se idearon un plan para apoderarse
de los valiosos objetos, dentro del cual, su herramienta maestra sera
el pobre Ramoncito, disfrazndolo de obispo.
Los comerciantes atienden con sumo respeto al supuesto obispo, En
primer lugar continu el secretario del obispo, necesitamos un cliz
de todo lujo para las fiestas solemnes. Su seora no repara en
precios que no es ningn tacao. No es as, ilustrsimo seor?
Chi, che contest el obispo
el cual responde a cada artefacto diciendo chi che como aval.
Llegado el momento del pago, dijo el secretario:
Iremos por las talegas al palacio arzobispal, que es donde est
alojado su seora y l nos esperar aqu. Cuestin de quince
minutos. No le parece a su seora ilustrsima? Pasaron dos horas y
los clrigos no llegaban con el dinero; los comerciantes fueron al
arzobispado y se dieron con la sorpresa que el Obispo estaba en
Huamanga. Al dase cuenta del engao, Ramn el chi seo es llevado
a la crcel pero luego es puesto el libertad por tonto de capirote.
LA HISTORIA DE UN CAONCITO
Estaba don Ramn en su primera poca de gobierno, y era el da de
su cumpleaos (31 de agosto de 1849). Corporaciones y particulares
acudieron al gran saln de palacio a felicitar al supremo mandatario.
Se acerc un joven a su excelencia y le obsequi, en prenda de
afecto, un dije para el reloj.
Era un microscpico caoncito de oro montado sobre una cureita de
filigrana de plata: un trabajo primoroso, en fin, una obra de hadas.
El presidente agradeci, cortando las frases de la manera peculiar
muy propia de l. Pidi a uno de sus edecanes que pusiera el dije
sobre la consola de su gabinete. Don Ramn se negaba a tomar el
dije en sus manos por que afirmaba que el caoncito estaba cargado
y no era conveniente jugar con armas peligrosas.
Al cabo de un mes el caoncito desapareci de la consola, para
formar parte de los dijes que adornaban la cadena del reloj de su
excelencia, por la noche dijo el presidente a sus tertulios: Eh!
Seores ya hizo fuego el caoncito
Lo que haba sabido es que el artificio del regalo aspiraba a una
modesta plaza de inspector en el resguardo de la aduana del Callao, y
que don Ramn acababa de acordarle el empleo.