o
;POBRE NINO!
‘Como de costumbre, dofia Clara llevé a su hijo de cinco
abs l parque pablico, en Izorlla de rio. Seran las tres de
la tarde. El tempo no era ni bueno ni malo, esol aparecia
1 desaparecia cada dos por tres y el viento procedente del
tig soplaba de vez en cuando.
“Tampoco se podia deci que el nif fuera un encanto,
lcontrario,cra mis bien delgaducho, débil, anodino, muy
pilido y de color verde, tanto eraas{quesuscompaferos de
juegos le lamaban Lechuga para butlarse de él. Los nifios
pilidos suelen tener en cambio unos grandes ojos negros
‘gue destacan en su tostro exangii, dindole una expresién
‘atética. Pero ése noerael caso del pequetio Dolf sus ojos,
pequefios e insignificantes, miraban aqui y allé sin ningin
cardcter.
“Aquel dia, el nifio al quellamaban Lechuga tenia un fs-
sil nuevo que disparaba pequefios cartuchos:inofensivos,
porsupuesto, peroal finyalcabo,jcartuchos! Nose pusoa
jugar con los otros nifios porque slian hacerlerabiar y pre-
feria quedarsesolo'en un incSn incluso. costa deno juga.
Porque, mientras qu los animales desconocen Ia condena
‘dela soledad y son eapaces de jugar ells solos, el hombre
‘nolo consigue, ys intenta hacerlo, una angustia todavia
‘mayor se apodera de
Sin embargo, cuandolos ots nifos pasaban por delan-
tede , Dol abrazaba su fusily hacia como que disparaba,
fin animosidad, més bien a modo de invtaci6n, como siles
ijera:«Mirad, yotambién tengo un fusil,yotambién soy un
[guerrero, por qué no me pedis que juegue con wosottos?>.
8sFinalmente los nifios que habia en el parque se
en el nuevo fusil de Dolf. Era un juguete de dos persas,
pero nuevo y muy diferente de los suyos, lo cual bastabe
para susctar su curiosidad y su envidia, Uno de ellos dijo:
—{Habéis visto que Lechuga tiene un fusil?
Otro dijo:
-—Lechuga ha traido su fusil slo para ensedenoslo y
hacernos rabiar, seguro que no quiere jugar con nosotros.
‘Ademas, ni siquiera sabe jugar solo. Lechuga es un cerdo,
Y ademas su fusil es una porquera,
—No juega porque nos iene miedo—dijo un teroero
Yel que habia hablado antes:
-—Tal vez, pero eso no quita que sean cerdo
ois Clr extab sentada en un bance hacen punto,
cll iinin rumen So ip nd deforms
{ona slado nose streviaa moverse pre purge con
clus y lo hacia gia extent ete las manos, an
las te ela trde ye rma de lo bols habia una
fala depo ald gu essa pu
“Vuos, Dal ea jogar—le animé doa Clara sin
alerlo ojos delalaboe
eon qin quieres queue?
Paes on lo tron nfs, con quign va ser! ¢No
soiodon anion?
“No, no lo somer—contests Dol. Cuando me
scerco aja con cl, son de
eo dies pore tellaman Lechoga?
}8% no quiero que mellamen Lechuge!
—Aanime parece queen nombre muy gacos, Yo
cota nome enfadaria pore,
86
iNo quiero que me lamen Lechus
obstinado.
Tse dia, para no perder la costumbre, los otros niios
jugeban ala guerre, Dolf habia intentado participar en el
juego, pro ellos enseguida le habian lamado Lechuge yse
habian reido de él. Casi todos ellos eran rubios; en cam-
bio, era moreno, con un pequeiio mechén quelle caia sobre
Ia frente en forma de coms. Tenia las piernas Fuerte; él,
‘en cambio, las tenia fina y enclenques. Corsian y saltaban,
como liebres; él, en cambio, por mucho que se esforzara,
ro conseguia seguirlos, Tenian fusiles,sables, trachinas,
arcos, cerbatanas,c48c0s; el hijo del ingeniero Weiss tenia,
{incluso une armaduca brillante como la que usan los cora-
ceros. Aungue eran mis o menos de su edad, sabian decie
‘un montén de enérgicas palabrotas que él nose atrevia ni
siquiera a repetie Ellos eran fuerte yl era débil,
Pero esta vez también él habia venido con un fusil
De modo que, después de hacer un concilibulo, los
cotz08 nifos se le acercaron:
—Tienes un fusil muy bonito— dijo Max, el hijo del in
sgeniero Weiss—, Ensééamelo,
Dolf, sin soltarlo, de que el otro lo examinase
No esté mal—sentenci6 con autoridad Max, quien
Ievaba en bandolera una escopeta de aire comprimide que
valia al menos veinte veces més que elfusil de Doli, que se
sinti6 muy halagado.
“—Con este Fusil ti también puedes luchar—dijo Wal:
ter bajando los pérpados con condescendencia,
Es verdad, con este furl podsfas hacer de capitin
—aijo un tercero.
Dolfi los mitaba asombrado. Tedavia no le habtan Il
‘mado Lechuga. Comensé a envalentonerse.
“Entonces le expicaron eémo combatiian ese dia. Por
1—repuso él
87‘un lado estaba el eército del general Max, que ocupal
,y por otro el del general Walter, que intentaria
cruzar el paso. En realidad, las montafas eran dos taludes
dehierba cubiertos de matorrales irregulares, ye paso una
ppequefa senda en pendiente. Dolf fue asignado al eército
de Walter com el grado de capitén. Después las formacio-
nes se separaron para preparar en secreto sus respectivos
planes de batalla
Por primera vez, Dolfisitié que los dems chiguilloe
le tomaban en serio, Walter le atigné una tarea de gran
responsabilidad: mandaria en la vanguardia, De hecho, le
asignaron como escolta a dos nifios de aspecto bastante
hhoseo armados con tiachinasy lo enviaron al frente de
la unidad con la misién de explorar el paso. Tanto Walter
como los ottos le sonteian benévolos, de una forma casi
‘Dolfi se dirigié entonces hacia Ia pequefa senda en
cuesta. A ambos lados, los dos taludes herbosos con los
matorrles. Estaba claro que los enemigos, eapitaneados
por Max, le habfan tendido una emboscada oculténdose
entre los arbustos, pero no se veia nada sospechoso.
—iVamos, capitin Dolf, inzate al ataque, los otros
‘no han Hlegado todavia! —le ordené Walter en tono conf
dencial—. En cuanto estés abajo, llegaremos nosotros y 0s
spoyarencs Peotone crrelomisripidoqupuedas
Dolfi se volvis para mirarlo. Not6 que tanto Walter
como sus otros compaferos de armas esbozaban une ex-
‘raiiasontsita. Tavo un momento de vacilacién,
—eQué pasa?—pregunts.
Vamos, capi, al ataque! le acuci el general
En ese mismo momento, al otro lado del ti invisi
bile, pas6 una fanfarria militar Los sones maravillosos de la
a8
irope NiRot
trompeta penetraron como una cleada de vida en el cora
z26n de Dolf, que empuié orgullosamente su ridicule fusil
1yse sintié lamado alla gloria ~N
Al ataque, chicos!—grit6, como nunca habria ten
doc valor de hacerlo en condiciones normales, ¥ selanzé
‘toda velocidad porla senda en pendiente.
En ese mismo instante, una carcajada salvaje estall6 a
sus espaldas. Pero no le dio tempo a volverse. Ya estabs
Ianzadoy, de pronto, sintié que algole rereniae pie. A diez
‘centimetros del suelo habjan tensado una cuerda.
‘Cay6 de bruces al suelo, golpeindose dolorosamente
cn la nariz. El fusl se le escapé de la mano, Una bulla de
Brits y golpes se mezclé con los ecos ardientes dela fan
farria. Intent incorporarse, pero los enemigos stlievon de
los matorralesylelanauton grandes bolas de batro. Todos
disparaben contra él, Uno delos proyectile le dio de lleno
ten la ore yl hizo caer de nuevo. Después saltaron sobre
€ para pisotearlo, ;Incluido Walter, su general, y también
sus compaiieros de armas!
— Toma! ;Toma, capitan Lechuga!
Finalmente advetié que los otros hufan: el sonido he
oico dela fanfarria se desvanecia més allé del rf. Sacudi
do por un llanto desesperado, buscé el fusil a su alrededor.
‘Cuando al fn lo encontrd, de él sélo quedaban los estos:
alguien le habia arrancado el cafén y ano ervia para nada
Con aquel dolorato desecho en a mano, sangrando por la
nariz, con las rodillas desolladas, manchado de tierra de
pies a cabeza fue a buscar asu madre al paseo.
"—Dios mio, Delfi, zqué has hecho?
No le pregunté qué le habfan hecho, sino qué habia.
hecho él, Era la instintiva irvtacién del ama de casa al ver
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eee eee ee ee ee eee eee a«su hijo con la ropa completamente destrozada. Pero ext
‘también la humillacién de la madre: zen qué pobre des
agraciado se converttia su hijo con el tiempo? Qué mise
table destino le esperaba? ¢Por qué no habia conseguido
ella traer al mundo a uno de esos nlios rubios y fuerte
{que poblaban el parque? ¢Por qué su hijo no tenia sangre
en las venasy se dejaba siempre bumillar por los dems?
‘Trat6 de imaginérselo al cabo de quince, veinte aos. Le
haabria gustado figurarselo vestido de uniforme, al frente
« deun escuadrén de eabaleria,o abrazado a une megnifi
muchacha, o duefio de una gran tienda, o capitan de bazco,
pero nolo conseguia, Siempreselo imaginaba sentadocon
tuna pluma estilogrfica en la mano y grandes montones de
papeles delante de él, encorvado en los bancos dela escue
la,encorvado sobre a escribania daméstica,encorvadoso-
bre la mesa de una polvorienta oficina. Un buréerata, un
hhombre gris y ordenado. Siempre seria un pobre diablo,
un perdedor.
—iOh, pobre nifiol—se apiad6 Ia elegante joven que
hablaba con dofa Clare. Y, moviendo Is cabeza, acarici la
carita asustada de Daf.
El nifio, agradecido, alz6 los ojos y trat6 de sontet.
Por un segundo, una especie de lu iuming su palido ros-
tuo. En ella estaba contenida toda la amarge soledad de
‘una criaturafréil, inocente, humillada eindefensa el de-
sco desesperado de un poco de consuelo; un sentimiento
puro, doloroso y bellisime que era imposible defini. Por
‘un instante—y por tlkima vea—, fue un nifio sumiso,tier-
no y atribulado, que no entendia nada y pedia un poco de
bbondad al mundo que le rodeaba,
Pero fue sélo un instante
—iVamos, Dolf, ven a cambiarte!—le ordené airad
‘mente su madre, ylo arrastré de forma enérgica de vuelta a
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casa, Entonces el nifio volvi6 a sollozar desconsoladamen
te;su cara de pronto se volvi6 fea, un duro rietus le torcis
Iaboca, :
{Que lata de nifios!—exclamé la otra seiora des
iéndose—. ;Hasta la vista, sefiora Hitler!