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REL SUMO BIEN Y DEL SUMO PTL, A MARCO BRUTO, LIBRO PRIMERO., No ignoraba yo, amigo Bruto, cuando coméncé & exponer en latin lo que Jos fildsofos griegos habian tratado con sumo ingenio y exquisita doctrina, que este nuestro trabajo habia de estar sujeto 4 varias re- prensiones. Algunos, y no del todo indoctos, reprue- ban todo género de filosofia. Otros, sin rechazarlo tan absolutamente, siempre que se haga con moderacién, Nevan 4 mal que yo haya puesto tanto estudio y tanto trabajo en semejante materia. Habré algunos, ins- truidos en letras griegas y despreciadores de las la- tinas, que crean preferible gastar el tiempo en lcer 4 los Griegos. Finalmente, sospecho no ha de faltar quien me estimule 4 dedicarme 4 otro modo de es- cribir, por no ser acomodado éste 4 la dignidad de mi persona. A todos ellos responderé brevemente; aunque de los detractores de la filosofia ya dije bas- tante en el libro donde hice su defensa y alabanza, con ocasién de haber sido acusada y vituperada por Hortensio. Y habiendo aprobado este libro ti y aque- llos de cuyo juicio tengo mas satisfaccién, he em- TOMO Ill. “ll 162 MARCO TULIO CICERUN. prendido mayores coses por temor de que, habiends excitado la curiosidad de nuestros hombres, no pare- ciera que la dejaba sin satisfaccién. Los que, gustando de este estudio, quieren no obs- tante que se haga con moderacién, piden dificil templanza en cosa que, una vez emprendida, no sc puede detener ni reprimir; de tal modo, que me pa- recen mas justos los que procuran apartarme entera- mente de la filosofia, que los que reclaman modera- cién en lo infinito, y mediania en cosa que es tanto mejor, cuanto mas grande. Porque si es posible Ile- gar 4 la sabiduria, no debemos buscarla sdélo, sino gozar de ella; y si es muy dificil, no es posible detenerse en la investigaci6n antes de haber en- contrado la verdad, cuando Ja fatiga de buscarla es torpe, por ser lo que se busca hermosisimo. Si nos de- leitamos escribiendo, jquién ha de ser tan envidioso que nos quite este placer? Si trabajamos, ;quién ha de poner moderacién en la industria ajena? Asi como el terenciano Cremes no quiere que su vecino cave ni are, ni haga ninguna labor rastica, y esto por huma- nidad y por apartarle del trabajo servil; asi hacen es- tos curiosos, 4 quienes ofende nuestro trabajo, nada pesado ni desagradable. Mas dificil cs satisfacer 4 los que dicen que despre- cian todos los escritus latinos. Y aqui es de admirar por qué en cosas tan graves no los deleita su lengua patria, siendo asi que leen no con disgusto las fabulas latinas, traducidas del griego 4 la letra. ;Quién es tan cnemigo del pueblo romano que. desprecie 6 rechace Ja Medea dc Ennio, 61a Antiope de Pacuvio? ;Quién diré que se deleita con las fabulas de Euripides, y aborrece las letras latinas? ;He de leer yo (me pre- guntara alguno) los Synephebos de Cecilio 6 el Andria de Terencie, més bien que los originales de Menan- Dr, SUMO BIEN Y DEL SUMO-MAL. 1€8 dro? Mi opinicn es tan contraria 4 la de éstos, que aun jiabiendo sido Sdfocles admirable en su Zlecira, me creo obligado 4 leerla mal traducida por Attilio, de quien dice Licinio que fué escritor férreo, pero ver- dadero escritor y digno de ser lefdo. El ser de todo punto ignorante de lo que escribieron nuestros poe- tas, arguye 6 muy inerte desidia 6 un paladar muy fastidioso y delicado. A mi no me parecen bastante eruditos los que ignoran nuestras cosas. Si leemos en nuestra lengua aquella escena que principia: «Ojala queen el bosque...», y nos agrada no menos que cn griego, por qué no nos han de agradaren Jatin los prec2ptos que Platén dié sdbre el bien y la felicidad de la vida? Y si no hacemos ofcio de intérpretes, y escogemos entre las opiniones ajenas las que mejor nos parecen, y Jes aplicamos nuestro juicio y nuestro modo de es- cribir, gpor qué han de anteponer las sentencias de los Griegos 4 estas otras que estén espléndidamente dichas y no son traducidas del griego’? Y si dicen quo también los Griegos han tratado estas materias, no veo la razon de leer 4 tantos autores como se leen y deben ser leidos. ;Qué cosa hay en lus estoicos que no haya sido declarada por Crisipo? Y sin embargo, leemos 4 Didgenes, 4 Antipatro, 4 Mnesarco, Panecio, y muchos otros, y principalmente 4 nuestro familiar Posidonio. ¢¥ qué, no nos deleita Teofrasto cuando trata lugares ya tratados antes por Aristételes? JY por ventura los epicfreos dejan de escribir 4 su albedrio sobre lags mismas cosas de que razonaron Epicuro y Jos antiguos? Y silos Griegos leen sobre una misma matcria 4 diferentes autores suyos, ypor qué los nues- tros no han de ser Jefdos por nosotros? . Si yo hubiera traducido literalmente 4 Platén 64 Aristétcles, como tradujeron nuestros poetas & los {cz MARCO THLIO CICERON. tragicos, creo que hubiera merecido bien de mis cori- ciudadauos, dandoles el conocimiento de aquellos divinos ingenios. Pero esto no Jo he hecho todavia, aunque no creo que me esté cerrado el camino de ha- cerlo. Traduciré sélo algunos pasajes, cuando vengan a cuento y la ocasién sea oportuna: no de otro modo que Ennio suele traducir 4 Homero, y Afranio 4 Me- nandro. Yno poreso me opondré, como nuestro Lucilio, 4 que todos me lean. Ojala existiesen ahora aquel Perseo y sobre todo aquel Scipién y aquel Rutilio, cuyo jui- cio en tanto tenia él, hasta decir que escribe para los Tarentinos, y los Consentinos y los Sipulos. Gracia tiene en esto como en otras cosas, pero no habia en- tonces tantos varones doctos 4 cuyo juicio atender, y son ademas ligeros sus escritos, donde aparece guma urbanidad, pero doctrina mediana. Pero yo 34 qué lector he de temer, siendo asi que me atrevo 4 escribirte 4 ti, que ni siquiera 4 los Gricgos cedes en materia de filosofia? Aunque lo hago invi- tado en cierto modo por ti, en aquel gravisimo libro de La Virtud, que me enviaste. Y yo creo que si al- gunos aborrecen 4 los Latinos, es porque han llegado a tropezar con ciertos escritos incultos y hérridos, que eran malos en griego y son peores en latin. Yo me conformo con ellos, con tal que no crean dignos de ser leidos 4 los Griegos que escribieron mal. Pero las cosas buenas, dichas con palabras graves, ;quién no Jas Ieerd sino el que pretenda ser en todo un Griego, como Hamaba el pretor Scé- vola en Atenas 4 Albucio? Lo cuenta con mucha gracia y mucha sal Lucilio, que hace decir 4 Scéyola estas palabras; «Ta, Albucio, has preferido ser llama- do Griego que Romano y Sabino, del municipio de Ponto y el primero de los Centuriones. Yo, pues, Pre- DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAL. 163 tor en Atenas, debo saludarte con el titulo que mas -te agrada: yatpe, yo te saludo, oh Tito; lictores, escua- drép, cohorte, decid conmigo: salud, oh Tito: por esto tengo yo por enemigo 4 Albucio.» Tenia raz6n Scévola. Y yo no acabo de admirarme de dénde ha procedido este tan insolente fastidio de las cosas domésticas. No es esta ocasién de probarlo, pero yo creo, y muchas veces he defendido, que la Jengua latina, no sélo no es pobre, como el vulgo cree, sino que es mas rica que la griega. Pues jcudndo nos ha faltado, no diré 4 nosotros, sino 4 los buenos orado- res y poetas, 4lo menos después que hemos tenido 4 quien imitar, ornato alguno y copiosa 6 elegante locucién? Pues yo que en los trabajos y peligros fo- renses no Creo haber abandenado nunca el puesto en que me coloc6é el pueblo romano, debo trabajar en cuanto pueda para que con mi estudio y diligencia se hagan mas doctos mis conciudadanos, y no disputar con los que prefieren leer en griego (con tal que lean verdaderamente y no lo finjan), y servir 4 los que quieren usar de uno y de otro género de letras_6 que teniendo las suyas propias, no desean grandemente las otras. Los que prefieren que escribamos otras cosas, deben tener ne cuenta, para ser justus, que hemos escrito mucho, quizé mds que otro ninguno de los nuestros, y acaso escribiremos mas, si la vida nos lo consiente y sin embargo, quien atentamente leyere lo que de filosofia escribimos, juzgaré que nada es de mayor importancia ni mas digno de leerse que Io que ahora disputamos. Pues ;qué cosa hay mas digna de inves- tigarse para la vida humana que el fin, el extremo, la raz6n altima, adonde se han de referir todos los propésitos de bien vivir y de bien obrar, que es lo que busca la naturaleza como lo sumo de lo apete- 16 MARCO TULIO CICERON. cible; que es lo que huye, como el extremo de log males? Y habiendo sobre este punto tanta disensiéu entre los mas doctos fildsofos, jquién ha de creer ajeno de la dignidad que todos me conceden, el investigar cudl es lo mas excelente y verdadero en toda ocupacién de la vida? {Se disputaré entre los principales de nuestra ciu- dad, Publio Scévola, Marco Maninio, Marco Bruto, si ! los partos de la sierva han de contarse en el usufructo (y no niego yo que estas disputas arguyan mucho ingenio y sean Utiles para Ja vida civil), y nosotros leemos y leeremos con. gusto escritos juridicos, y despreciaremos estos otros que se refieren 4 toda la vida humana? Y si es verdad que los otros se venden mejor, también lo es que éstos son mas provechosus, como podra juzgar quien los leyere. Esta cuestién del sumo bien y del sumo mal creo haberla apurado en estos libros, donde no sélo he re- cogido lo que yo pienso, sino también los pareceres de las principales escuelas de filosofia. Y empezando porlo mas facil, expliquemos ante. todo la sentencia de Epicuro, que es gencralmento conocida, y que yo expondré con tanto cuidado como no suelen exponerla sus mismos discipulos. Nos pro- ponemos investigar la verdad, y no convencer @ ningtin adversario. Recucrdo que, en cierta ocasién, Lucio Torcuato, varén erudito en toda ciencia, defen- dié con mucha habilidad la opinién de Epicuro sobre el deleite, y que yo le respondi, asistiendo 4 la disputa Cayo Triario, adolescente de los mas graves y doctos. Habiendo venido uno y otro al predio Cumano para saludarme, hablaron primero de las letras, 4 las cua- les uno y otro tenian amor grande, y dijo luégo Tor- cuato: «Ya que te hemos encontrado alguna vez ocio- 80, oiré con gusto las razones que tienes, no para DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAL. 167 pdiar 4 nuestro Epicuro, como hacen Ja mayor parte de Jos que disienten de él, pero si para no aprobarle en todo; pues yo creo que é] fué el tnico que vid la verdad y que libré de grandes errores los 4nimos humanos, y ensefhid todo lo que pertenece 4 una vida buena y feliz. Pero creo que ta, lo mismo que nuestro Triario, te deleitas menos con él, porque abandon6é esos ornamentos del] discurso de que usan Platén, Aristételes y T'cofrasto. En 1o demas, no puedo yersuadirme que lo que 4 él le parecié bien, no te yarezca verdadero 4 ti. " —Mira cuanto te engaiias, oh Torcuato. No me ofen- je el estilo de ese fildsofo. Dice en pocas palabras o que quiere, y lo dice de un modo llano é inteligi- jle, yen un fildsofo, si se le anade la elocuencia, 10 la despreciaré, pero si no la tiene, tampoco la ycharé mucho de menos. E] fondo es lo que no me satisface, y esto en muchos lugares. Pero cuantos son os hombres, tantos son los pareceres. Lo cierto es jue todos podemos engaiiarnos. -—(Y por qué no te satisfacen? Te tengo por jucz squitativo, con tal que conozcas bien Jo que él dijo. -Si no mintieron Fedro y Zenén (cuyas leccioncs 4, aunque ni 4 uno ni 4 otro les parecia bien en mi rtra cosa que la laboriosidad), conozco bastante todas as sentencias de Epicuro, A uno y otro de los quo vntes nombré, los of con frecuencia, cn compafiia de iuestro Atico, que era grande admirador de entram- 0s y profesaba especial cariho 4 Fedro. Todos loa tias disputébamos sobre Jo que habiamos oido, v 1anca versaba la controversia sobre lo que yo babia mtendido, sino sobre lo que yo aprobaba. --i¥ qué es lo que no aprobabas? Deseo saberio. ~En primer lugar, la fisica, de que tanto te gloriaa, 8 del todo ajena. Anadjé algunas cosas 6 Demécrito, 168 . MARCO TULIO CICERON. modificando muy pocas, pero me parece que Jas que quiere corregir las echa 4 perder. Cree que los dtomos se mueven, agitan y congregan en el infinito vacio. donde no hay sumo, ni infimo, ni medio, ni ultimo; que de estos dtomos resultan todas las cosas que exis- ten y que vemos, y que este movimiento de atomos no tuvo principio, sino que se verifica desde toda la eternidad. Epicuro, en lo que sigue 4 Demoécrito, es en lo que menos resbala, aunque ni de uno ni de otro apruebo el que, debiéndose buscar en la naturaleza dos principios, uno la materia, de que cada cosa se hace, y otro la fuerza, que hace cada cosa, haya tra- tado s6lo de la materia, abandonando la fuerza y la causa cficiente. Pero este es vicio comin; los que si- guen son crrores propios de Epicuro. El cree que to- dos los cuerpos elementales y sélidos son Nevados por su propio peso hacia arriba y en forma de linea; y que este es cl movimiento natural 4 todos los cuerpos. Pero se le ocurrié luégo 4 este hombre tan agudo, que si todo se movia hacia arriba, de frente y en linea, no seria posible el contacto de los dtomos entre si, y por eso inventd la teoria de la declinacién de los atomos, cosa de todo punto imposible. Y dijo que de la com- plexién, copulacién y adhesién de los atomos entre si, resultaba el mundo y todas sus partes. Todo esto, ademas de ser una ficcidn pueril, no prueba de nin- gun modo lo que se pretende. La misma declinacién es un fingimiento ad lititum y sin causa, y no hay cosa m4s torpe para un fisico que imaginar un fen6- meno sin causa. Quité sin razén 4 los atomos aquel movimiento natural de todo peso hacia cl centro. y no consiguié tampoco el fin que le habia impedido aceptar esto. Porque si todos los dtomos declinasen, no habria cohesién alguna entre ellos; y si unos de- clinasen y otros se moviesen en linca rc cta, seria esto DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAS. hy 1o mismo que seiialar provincias 4 los a4tomos para que unos Sc moviesen recta y otros oblicuamente; y ademas aquel turbulento concurso de dtomos que hizo dudar tanto 4 Demécrito, no hubiera podido producir nunca este ornato del mundo. Ni tampoco es digno de un fisico creer que existe una cantidad minima, Jo cual nunca hubiera 61 juzgado, si hubiera prefe- rido aprender Ja geometria de Polieno, familiar suyo, y no ensefidrsela él mismo. El Sol parecié 4 Demé- crito muy grande, porque Demécrito era hombre eru- dito y versado en la geometria. A éste quizd le pa- yezca que no tiene mas de dos pies, porque le cree igual de lo que como 4 primera vista aparece, 6 poco mayor. Asi, las cosas que muda Jas echa 4 perder, y Jas que acepta son todas de Demdcrito: atomos, vacio idolos 6 imigencs, por medio de las cuales no sdlo vemos, sino que también pensaimos, cl infinito mismo, y los innumerables mundos que nacen y mucren cada dia. Y aunque todo esto de ning&in modo lo apruebo, no quisiera que Demdcrito, tau alabado por todos; fuese vituperado, precisamente por el fildsofo que lo ha seguido 4 él solo. En la segunda parte de la filosofia, que es el arta de investigar y discutir la verdad y que Namamos 16- gica, me parece vuestro maestro totalmente incrme y desnudo. Destierra las definiciones, no ensefia nadade la divisién, ni de] modo de concluir una razén, ni del modo de resolver los argumentos capciosos y distin- guir las ambigtiedades. Pone en los sentidos el criterio de las cosas, y si alguna vez dan Io falso por lo ver- dadero, cree gue con esto ha desaparecido toda nota distintiva de lo verdadero y lo falso. En la tercera parte, que trata de la vida y de las costumbres, al de- terminar el fin, no muestra sabor alguno de Jo gene~ roso nj de lo magnifico, La mayor prueba de esto son 190 MARCO TULIO CICERON. os impulsos con que, segin él, nos excita Ia naturae Jeza 4 buscar el placer y 4 huir del dolor. A esté ori- gen refiere todas nuestras simpatias y repulsiones. Y aunque esta opinién es de Aristipo y la defendieron jos Cirenaicos mejor y mas libremente, con todo eso ninguna me parece mas indigna del hombre. Para Mmayores cosas nos engendré y formé la naturaleza. Puede suceder que yo me equivoque, pero no creo que Torcuato, el primero que alcanzé este sobrenom- bre, quité el collar d su enemigo, para recibir algan deleite corporal, ni que tal fué la causa que le evé en su tercer consulado 4 lidiar con los Latinos junto al rio Véser. Antes creo que, al herir con la segur 4 su hijo, se privaba de muchos deleites, y anteponia 4 la naturaleza y al amor paternal la majestad dela Re- publica y del Imperio. Y qué? Lucio Torcuato, el que fué consul con Cneo Octavio, cuando us6é aquolla severidad con el hijo que habia adoptado, acusdndole los legados maceds- nicos de haber recibido en su provincia dincro siendo Pretor, abocé 4 su tribunal Ja causa, y oidas entram- bas partes, declaré que no sc habia portado en el Im- perio tal como sus mayores, y Je prohibid venir 4 su presencia, jte parece que entonces pensaba en sus deleites? Y omitiendo los peligros, trabajos y dolores gue los varones mas excelentes arrostran por Ja patria y por los suyes, sin ningfiin género de placer, sino por el contrario, despreciindolos todos, y prefiriendo mas sufrir cualesquiera dolores que abandonar ni aun en minima parte su obligacién, vengamos 4 cosas que parecen mas leves, pero que declaran con ne me- nos seguridad esto mismo. Dime, Torcuato, ;qué aprovecha 4 fi amigo Triaria el conocimiento de las letras y de Ja historia. e! re~ volver los poetas y aprenderse tanto namero de ye- DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAL. ra goe de memoria? Y no me digas que éstos son sus de- jeitcs, Como aquéllos eran los de Torcuato. Nunca de- fiende esto Epicuro. ni lo defiendes ta, ni ninguno de los que le entienden 6 le han aprendido bien. Y cuan- do se pregunta por qué hay tantos epicireos, se alc- gan otras inuchas causas; pero lo que principalmente atrae 4 la multitud es que, segin Epicuro, lo recto y Jo honesto basta por si solo para causar alegria y pla- cer. No entienden estos sabios varones que toda razéa se confundiria si asi pasasen las cosas. Si se conce- diese que todas Jas cosas honestas, aunque no se re- refieran al cuerpo, son por si mismas y espontarica- mente agradables, scria apetecible por si misma le virtud y el conocimiento, lo cual él de ning&in modo quicre conceder. No apruebo, dirds, este parecer de Hpicuro. Por lo demas, yo hubiera querido que ci mismo Epicuro fuese mas instruido en aquellas doc- trinas que llamamos de erudicién (lo cual ti mismo concederas), 6 que 41o menos no hubiese apartado a oiros de su estudio, aunque 4 ti no ha bastado para alejarte de él.» Habiendo dicho yo lo que antecede, mas para pre- vocarle que por deseo de hablar yo mismo, dijo ‘rriario, sonriéndose levemente: «Ti destierras absu- lutamente 4 Epicuro del coro de los filésofos. ;Qué le dejas, 4 no ser Ja facultad de expresarse con clari- dad, aunque sin elegancia? En Ja fisica dice cosas que son ajenas, y que ta mismo no apruebas. Lo que quis corregir lo eché 4 perder. Arte de discurrir no tuys ninguno. Dijo que el deleite era el sumo bicn, y ade- mas de ser esto un error, tarnpoco es propio, porqzs antes lo habia dicho Aristipo y mejor que él. Aia- diste por final que habia sido indocto. —De ningin modo puede ser, ob Triatio, que ye deje de decir las cosas en que disiento de un Aldscio 172 MARCO TULIO CICRRON. cuya doctrina no sigo. ;Quién me impediria ser ep! careo, si ine parecicra bien lo que él dice, en especiar siendo cosa de juego el aprender su filosofia? Por lo cual no se ha ds vituperar 4los que le reprenden y acusan. Las maldiciones, las afrentas, las disputas jracundas y pertinaces, son las que me parccen in- dignas de un filésofo.— Asiento 4 tu parecer, dijo Torcuato. No se puede disputar sin censurar, ni dis- putar bien con ira y pertinacia. Pero 4 todo eso que has dicho, yo contestaria faciimente, si no os fuera molesto.—jY crees tii que yo lo hubiera dicho si no quisiera oirte?—;Quicres que recorramos todo el sis- t2ma de Epicuro, 6 que tratemos sélo del deleite, en el cual estriba Ja disputa?—Lo dejo 4'tu arbitrio.—Ex- plicaré una sola cosa y de grande importancia. De fisica hablaremos otro dia, y entonces te probaré la declinacién de los 4tomos, Ja maguitud del Sol, y te demostraré los errores de Demécrito, reprendidcs y corregidos por Epicuro, Ahora hablaré del deleite, y aunque no diga nada nucvo, espero sin embargo convencerte. — Ciertamente no seré pertinaz, y si me pruebas Io que dices, asentiré 4 ello muy gus- toso.—Lo probaré, si has de juzgarme con la equidad que ahora muestras; pero prefiero usar un razona- miento seguido, y no preguntar ni ser preguntado.— Asi me place, respondi.» Y entonccs comenzé 4 ha- blar de esta manera: «Empezaré como quiere que se principie siempre el padre é inventor de esta doctrina. Estableceré la esen- cia y cualidades de la cosa que buscamos, no porque yojuzgue que vosotros la ignordis, sino para que pro- ceda ordenadamente el discurso. Preguntamos, pues, cual es el bien sumo y mis excelente, el cual, segan parecer de todos los filésofos, ha de ser fal, que 4 él se refiera todo, y él no pueda referirse 4 otra cosa DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAL. 1% ninguna. Epicuro hace cousistir el sume bien ev el deieite, y el sumo mal en el dolor, é intenta probarlo asi; todo animal, asi que nace, apetece el deleitc, y goza con él como si fuera el bien sumo, y cuacto puede lo aparta de si; y esto lo hace cuando todavia no esta depravado, y es la misma naturaleza la que juzga integra é incorruptamente. Y por eso niega Bpicuro que sea obra de Ja raz6n y de la inteligencia el buscar el deleite y huir del dolor. Cree que esto ne se juzga, sino que se siente, como el calor del fuego, la blancura de la nieve, la dulzura de Ja miel, nin- guna delas cuales cosas sc han de confirmar con razones exquisitas, sino que basta enunciarlas sim- plemente. Porque hay diferencia entre un argumento y conclusién de razén, y una mediana advertencia: en ésta el argumento esta oculto y como envuelto; on. la otra descubierto y claro. Y asi como, quitados al hombre los sentidos, nada queda, necesario es que Ja naturaleza misma juzgue: lo que es natural 6 anti- natural. ;Y qué razén percibe la naturaleza para bus- car alguna cosa 6 para huir de ella, sino el placer y el dolor? »Hay algunos de los nuestros que quieren sutilizar mas, y niegan que basten los sentidos para conocer el bien y el mal, sino que atribuyen esta distincién al entendimiento, y afirman que el placer debe bus- carse por si mismo y huirse el dolor. Y afiaden que hay en nuestros dnimos una nocién natural y primi- tiva, que nos enseiia 4 apetecer el uno y 4 rechazar el otro. Pero otros, 4 cuyo parecer asiento yo, viendo que muchos fildésofos sostienen que el placer no debe ser contado entre los bienes, ni el dolor entre los males, creen que no debemos confiar tanto en Ja ex- celencia de nuestra causa, sino argumentar y dispu- tat con razoncs sutilisimas sobre el placer y el dolor. wm MARCO TULIO CICERGN. »¥ para que comprenddis de dénde ha nacido esta error de los que acusan al deleite y alaban el dolor, os explicaré desde el principio lo que e] mismo in- ventor de la verdad y, por decirlo asi, arquitecto de Ja vida feliz, nos dejé escrito. Nadie desprecia, odia 6 huye el deleite porque sea deleite, sino por los - grandes dolores que siguen 4 los que irracionalmente quieren usar del deleite. Ni tampoco hay nadie que ame, siga y quicra alcanzar el dolor por ser dolor, sino porque algunas veces, 4 fuerza de trabajo y de dolor, se alcanza gran deleite. »Y, viniendo 4 cosas menores, ;quién de nosotros emprendi6 ningdn ejercicio laborioso del cuerpo, sii10 para obtener de 61 alguna ventaja? ;Quién podra re- prender al que busque un placer tal que no esté mez- clado con ninguna molestia, 6 al que huya aquolia es- pecie de dolor que no engendra ningin placer? Nos- otros censuramos y tenemos por muy dignos de abo- rrecimiento 4 los que, corrompidos con el halago del delcite presente, y ciegos por la codicia, no ven los dolores y las molestias que van 4 pasar: y en semc- jante culpa caen los que abandonan su deber por flojedad de animo, huyendo de los trabajos y dolores. Facil es y expedita la declaracién de estas cosas, por- que en tiempo libre, cuando tenemos la acostumbrada libertad de eleccién, y cuando nada nos impide para que podamos hacer lo que més nos agrada, debemos buscar todo placer y huir todo dolor. En algunas oca- siones, harian nuestros deberes, 6 la necesidad de las cosas, que rechaceimos los deleites y no Jas molestias. Pero siempre tendra el sabio esta regla: si abandona los placeres, seré para conseguir otros mayores; si sufre los dolores, scra para librarse de otros mas 4$- peros. : »Siguiendo yo esta opinidn, zpor qué he de temcr DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAL. 1% que no podré acomodar 4 ella el ejemplo doméstico de nuestros Torcuatos, que ti poco antes recordabas con tanta benevolencia y buena amistad para nos- otros? Ni has logrado corromperme alabando 4 nues- tros mayores, ni me has hecho imposible la respuesta. jC6mo interpretas esos hechos? te pregunto. ;Crees que se arrojaron entre los enemigos armados, 6 quo fueron tan crueles con sus hijos 6 con su sangre, sin pensar nada en la utilidad 6 en el placer que podia yesultarles? Ni siquiera las fieras hacen esto: ni si- quiera ellas acometen de tal modo que no sepamos ad6nde se dirigen sus movimientos é impetus. ;Crees ta que tan ilustres varones hicieron tan grandes ha~ zafias sin causa? Cudl fué esta causa, ]uégo lo examis naré: ahora baste decir que si por alguna causa eje- cutaron-estos hechos, que son sin duda ilustres y magnificos, e] valor por si sdlo no fué Ja causa de ellos. Si quité el collar al enemigo, fué porque ven- ciéndole se libraba de perecer. Si se expuso 4 gran peligro, fué porque tenia el ejército ante Jos ojos. iQué logré de aqui? Gloria y amor, que son las mis firmes defensas para pasar la vida sin temor. Si con- dené 4 muerte 4 su hijo, y lo hizo sin causa, no me tendria yo por honrado con descendér de un hombre tan dspero y crue]. Pero si lo hizo para sancionar con su dolor el imperio de la disciplina militar y conte- ner al ejército por medio de saludable terror, en una guerra gravisima, hizo bic en mirar por la salud de sus conciudanos, én la cual entendia que iba en- vuelta la suya. »Esta razén se aplica 4 todos los casos iguales. Como vosotros solé‘s triunfar (ta, sobre todo, quo te dedicas 4 Ia persecuciOn de las cosas antiguas) con recordar los fuertes é ilustres varones, y alabar jas hazafias que ejecutaron no por utilidad alguna, 173 MARCO TULIO CICERON. “ino por amor 4 la misma honestidad; todo este argu- mento se destruye, estableciendo la distincién que antes hemos dicho, conforme 4 Ja cual, los deleites se abandonan por causa de otro deleite mayor, y los do- Jores por la esperanza de librarse de otros mayores también. Pero de los hechos ilustres y gloriosos de Jos varones esclarecidos, basta ya con lo que hemos dicho. Ya habra ocasién en que discurramos sobre el modo en que todas las virtudes tienden al placcr. Ahora voy 4 declarar lo que es el deleite mismo, para desterrar el error de los ignorantes, y dar 4 enten- der cudn grave, continente y severa es esta escuela que se tiene por voluptuosa, delicada y muelle. Y no entendemos por deleite solamente aquel que con cierta suavidad conmueve la naturaleza, y que se percibe con cierto agrado, exento de dolor. Porque la misma privacién del dolor y de la molestia es ya un placer y debe llamarse asi, del mismo modo que Jlamamos dolor 4 todo lo que nos ofende. Cuando el hambre y la sed desapareceu con la comida y la be- bida, Ja misma cesacién de la molestia es ya un prin- cipio de placer, y asi en toda cosa la privacién del dolor forma un deleite continuado. »Por eso no admitié Epicuro que hubiese medio en- tre el dolor y el placer. Lo que algunos les parece medio, es decir, el careccr de todo dolor, no sdélo es adeleite, sino el deleite sumo. Todo el que siente, de cualquier modo que esté afectado, es necesario que sienta 6 placer 6 dolor. Epicuro juzga que en la pri- vacién de todo dolor esté la suma felicidad, la cual luego puede variarse y distinguirse, pero no aumen- tarse ni ampliarse. »Mi padre, que solfa burlarse discreta y urbant- mente de los estoicos, me contaba que hay en Atc- nas en el Cerdmico una estatua de Crisipo, sentadd DEL SUMO BIEN ¥ DEL SUMO MAL. 77 on Ja mano extendida, la cual mano significa que se dirige 4 si mismo esta cuestién:—;Qué desea tu mano, ectada como esta ahora? Nada ciertamente. Pero gi el deleite fuese un bien, jlo deséaria? Asi lo creo. tuego el deleite no cs un bien.—Afiadia mi padre ue ni la estatua misma diria esto, si pudiese hablar. ja conclusién bastante aguda que los estoicos sacan contra los cyrenaicos, nada vale contra Epicuro si el deleite es sdlo et que hace titilar los sentidos, digimoslo asi, y afluye y se desliza con suavidad acilos, ni siquiera la mano puede estar contenta con earecer de dolor, sin que al mismo tiempo sienta algan agradable movimiento de placer. Tero si el sumo deleite es, como 4 Epicuro le parecié, no sentir dolor alguno, con raz6n te hemos concedido, oh Cri- sipo, que la mano no desea nada cuando esta afec- tada de cse modo, pero no te podemos conceder que si el deleite fuese un bien, la mano no le desearia. No le desea, porque como carece de dolor, ha conse- guido ya el placer. »Facilmente se puede comprender que el deleite es el sumo bien. Imaginemos un hombre que dis- fruta de muchos y perfectos y grandes placeres de alma y de cuerpo, sin que ningén dolor le estorbe ni le amenace: jqué estado mas apetecible que el de este hombre podremos imaginar? En él habra nece- sariamente firmeza de animo, de Ja que no teme el dolor ni la muerte, porque la muerte carece de senti- do: y el dolor en la Jarga duracién suele ser leve, y en la suma gravedad breve, de tal modo que su intensi- dad se compensa con su rapidez, y con durar largo tiempo parece como que se alivia. Aiiddase 4 esto que tal razén no teme el numen divino, ni lamenta los perdidos y pasados deleites, sino que con su asi- dua recordacién se alegra: ;qué cosa hay que pueda TOMO Ill. 12 18 " MARCO TULI0 CICERON, afiadirse 4 ésta 6 que sea mejor? Imagina por el con- trario un hombre agobiado por dolores de alma y de cuerpo, los mayores que pueden caer en naturaleza humana, sin esperanza de alivio y sin deleite alguno ni presente ni esperado. Y sila vidallena de dolores debe huirse, gran desdicha es ciertamente vivir con dolor. ¥ por analogia, debemos afirmar que el mayor delos bienes es vivir con deleite. No tiene nuestra mente extremo alguno donde fijarse, y todos los mic- dos y pesadumbres los reficre al dolor, ni hay cosa alguna que por su naturaleza pueda solicitar 6 an- gustiar. Ademés, el principio de apetecer y de huir y aun de ejecutar todas las cosas, nace del placer 6 del dolor. De donde se infiere que todas las cosas rectas y laudables tienen por dltimo fin el vivir pli- cidamente. Siendo éste e] sumo bien que los Gric- Sos laman teAos, el cual no se refiere 4 ninguna otra Cosa, sino que 4 él se reficren todas, hemos de confe- sar que el sumo bien es vivir agradablemente. »Los que hacen consistir el sumo bien en una sola virtud, y deslumbrados con el esplendor del nombre no entienden lo que la naturaleza pide, se librarian de un gran error, si quisiesen oir 4 Epicuro. Si vues- tras ilustres y excelentes yirtudes no produjesen el deleite, jquién las tendria por laudables 6 apeteci- bles? Pues asi como alabamos Ja ciencia de los médi- Cos, no por causa de Ja misma arte, sino por causa de la salud; y el arte del piloto, por su utilidad para Ja navegacion, y no por el arte misma; asi la sabiduria, que es un arte de vivir, no seria apetecida si nada produjese, y ahora lo es, porque sirve como de artifi- cio para conquistar y adquirir el deleite. . »Ya entenderéis de qué placer hablo, para que lo odioso de la palabra no disminuya la fuerza de mi argumentacién. Pues como Ja vida humana adolece DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAL. Ww de ignorancia del bien y del mal, y por este error se ve privada de grandes deleites, y atormentada por avisimos dolores de alma, es necesario que Ja sabi- guria, desterrando el terror y la codicia, y la temeri- dad de toda opinién falsa, se nos presente como guia segurisima para Ja vida feliz. La sabiduria es la Gnica que ahuyenta la tristeza de nuestros animos, y quo no nos consiente rendirnos al miedo. Con sus precep- tes podemos vivir en tranquilidad, extinguido el ar- dor de todas las concupiscencias. Insaciables son los deseos, y nosélo han destruido 4 muchos hombres, sino a familias enteras, poniendo 4 veces en trance de perderse 4 la misma reptblica. De los deseos nacen Jos odivs, las discordias, las sediciones y las guerras. Yno sélo salen sus efectos al exterior, causando el arremeter con ciego impetu 4 los demas hombres, sino que, encerradas en el interior de cada animo, andan discordes entre si; de donde es necesario que resulte vida amarguisima, pues s6lo el sabio que amputa y circuucida toda vanidad y error, puede vivir contento dentro de los limites de su naturaleza, sin dolor y sin miedo. {Qué divisién mas atil y més acomodada 4 la vida que la que hizo Epicuro, poniendo en el] primer geéncro los deseos que son naturales y necesarios; en el segundo jos que son naturales, pero no necesarios, y en el terc2ro los que no son ni naturales ni necesa- trios? Y la raz6n es que los descos necesarios no re- quieren mucho trabajo ni mucho gasto, para satis- facerse. Ni tampoco los deseos naturales requieren mucho, porque la misma naturaleza tienc dispuestas y al alcance de su mano las riquezas con que se con- tenta. Pero 4los deseos vanos no se les puede encon- irar pi moderacién ni término. »¥ si vemos que cl error y Ja ignorancia perturban fuda la vida humana, y que Ja sabiduria es Ia finica’ 180 MARCO TULIO CICERON. que nog libra del impetu de la liviandad y de Jos va- nos terrores, y nos ensefia 4 llevar con moderacién Jas injurias de ja fortuna, y nos muestra todos los caminos que guian 4 la tranquilidad y 4 Ja paz, {por qué hemos de dudar en decir que la sabiduria se hia de apetecer por el deleite, y la ignorancia debe ser huida por la molestia que causa? Y por la mis- ma raz6a tampoco hemos de decir que la templanza ha de ser apetecida por si misma, sino porque da la paz al alma, y establece en cella placida concordia. La templanza es la virtud que nos amonesta 4 se- guir 4 la razén, en apetecer una cosa 6 huir de ella. No basta juzgar lo que se ha de hacer 6 dejar de hacer, sino permanecer firme y constante en lo que se ha juzgado. Muchos que no pueden mantenerse fieles 4 lo que determinaron, vencidos y debilita- dos con una sombra de deleite, se entregan al do- minio de Ja liviandad, y no preven lo futuro; y de este modo, por causa de un deleite pequefio y no necesario, que podrian adquirir de otro modo, 6 del cual podrian carecer sin dolor, caen en enfermedades graves, 6 en dafios y deshonras, 6 quedan sujevos 4 las penas del juicio y de las leyes. Pero los que quieren gozar de los deleites de modo que de ellos no se siga dolor alguno, y los que retienen su juicio para que, vencidos por el deleite, no hagan lo que conocen que no se ha de hacer, éstos alcanzan un gran deleite con dejar otro menor; y 4 veces sufren algan dolor, para no caer en otro mas grave. De donde se infiere que ni Ja intemperancia se ha de huir por si misma, ni ape- tecerse la templanza porque huye del deleite, sino porque consigue otro placer mas alto. »Lo mismo digo de la fortaleza. El sufrir traba- Jos y dolores no es cosa que atraiga por sf misma; ni tampoco la paciencia, ni Ja asiduidad, ni las vigi- DEL SUMO BIEN ¥ DEL SUMO MAN. 18 Has, nila misma industria que tanto se pondera, sino que nos sirven como de medios para vivir libres de temor y de cuidado, y librar de molestia nuestros animos y nuestros Cuerpos, en cuanto podemos. Pues asi como el miedo de la muerte perturba toda la quie- tud de la vida, y asi como es iniserable cosa sucum- bir al dolor y sufrirle con animo humilde y timido, y por esta debilidad de duimo muchos perdieron 4 sus padres, muchos 4 sus amigos, yla mayor parte se perdieron 4 si mismos desdichadamente; asi el dnimo robustoy excelso esté libre de todo cuidado y angus- tia, porque desprecia la muerte, dado que los que la ban padecido estén en el mismo caso que los que nunca nacieron; y esta dispuesto 4 arrostrar los dolo- res, recordando que los mas grandes acaban con Ja muerte, qué los pequefios tienen muchos intervalos de quictud, y que de los medianos no somos dueiios; de modo que, si son tolerables, los sufriremos, y si no lo son, saldremos resignadamente de Ja vida cuando nos agrade, como quien sale de un teatro. Por Jo cual se prueba que ni la timidez y la flojedad son vitupe- rables, ni Ja forta‘eza y la paciencia dignas de ala- banzas por si propias, sino que se rechazan Jas unas porque engendran el dolor, y se apetecen las otras porque son causa de placer. »Resta la justicia, de la cual podemos decir las mismas cosas que de las otras virtudes. Pues asi como * he probado que la sabiduria, la templanza y la forta- leza estén enlazadas entre si, de tal modo que no pucden separarse, lo mismo se ha de pensar de la justicia, que no sélo nunca daiia 4 nadie, sino que por el contrario alimenta siempre por su fuerza y natureleza algo que tranquilice los animos, con la esperanza de que no ha de faltar ninguna de aquellas cosas que una naturaloza no depravada desea. Asi 1g2 MARCO TULIO CICERON. . como la temeridad, la liviandad y la cobardia ator. inentan siempre el 4nimo, y le traen solicito y tur~ bulento; asi la injusticia, si algo maquina, aunque sea ocultamente, no espera que su crimen ha de perma- necer siempre oculto. A los hechos de los malvados Jos sigue primero la sospecha, después la voz de la fama, luégo el acusador y el juez: muchos se han de- latado 4 si propios, como sucedié en tu consulado. Y Jos que se creen bastante defendidos y fortificados contra la conciencia de los hombres, tienen sin em- bargo el temor de los Dioses, y creen que las angus- tias que atormentan sus noches y sus dias son un su- Plicio enviado por los Dioses inmortales. ;Qué placer hay que pueda compensar tantas molestias como la maldad causa 4 la vida, cuando contribuye 4 aumentarlas, primero la propia conciencia, y luego Ta pena de las leyes y el odio de los ciudadanos? Sin embargo, en algunos no hay moderacidn ni de di- nero, ni de honor, ni de imperio, ni de liviandad, ni de gula, ni de los demas deseos y codicias; que nin- guna presa, aunque sea injustamente arrebatada, disminuye, sino mas bien aumenta é inflama, de tal modo que parecen mas dignos de reprensién que de correccién. »La verdadera razén invita, pues, 4 los entendi- mientos sanos 4 la justicia, 4]a equidad, 41a buena fe; y al hombre, débil é impotente como es, no le aprovecha la injusticia, porque ni puede conseguir facilmente lo que desea, niretenerlo silo consigue; y los recursos de fortuna y de ingenio convienen mas 4 la liberalidad, por medio de 1a cual se concilia la be- nevolencia, que es tan necesaria para vivir bien, en especial no habiendo causa ninguna para pecar. Los deseos que proceden de la naturaleza fécilmente se atisfacen sin injuria de nadie; y 4 los deseos que son DEL SUMO BIEN ¥ DEL SUMO MAL. 183 ‘yanos no se ha de condescender, porque nada verda- deramente apetecible desean, y hay mas detrimento en la misma injusticia, que ganancia en las cosas que con injusticia se adquieren. Y asi nadie dira, para ha~ blar con propiedad, que la justicia es cosa apetecible — por si misma, sino porque causa el placer de ser amado y querido, y ademas porque hace la vida mas segura y el deleite mas entero. Y asi, no sélo por jas calamidades que sigucen 41a injusticia, dcbemos huirla, sino mucho mas porque, en asentandose en el énimo de alguno, no le deja respirar, ni le da tregua ni sosiego. »Por tanto, si Ja alabanza de las mismas virtudes, en que tanto sc complace el razonamiento de los filéso- fos, no puede encontrar término si no se dirige al de- leite, y el deleite es cl Gnico que los Nama 4 si y por su propia naturaleza los atrae, no puede ser dudoso que él es el sumo bien, y que vivir con felicidad no cs otra cosa sino vivir con deleite. »Explicaré en pocas palabras todo lo que esti en- lazado con este parecer cierto y seguro, No hay error alguno en el sumo bien y en el sumo mal, esto es, en el] placer 6 en el dolor, pero yerran en esto los que ig- noran su origen. Confesamos que los placeres y dolo- res del alma nacen de los placeres y dolores del cuer- po. ¥ asi, concedo lo que antcs decias, que algunos de nosotros los estiman de otro modo. Sé que son mu- chos, pero ignorantes. Pues aunque el placer del alma nos cause alegria y el dolor molestia, uno y otro, sin embargo, nacen del cuerpo, y no por esta causa dejan de ser mucho mayores los placeres y dolores del alma que los del cuerpo. Con el cuerpo nada podemos sentir sino lo presente, y con el alma lo pasado y lo futuro. Parece que hasta el dolor del cuerpo se acrecienta cuando imaginamos que nos 184 MARCO TULIO CICERON. amenaza algfin mal eterno é infinito. ¥Y lo mismo ea licito decir del deleite, que nunca es mayor quo cuando no hay tales temores. »Es claro que un gran placer 6 dolor de alma con- tribuye més 4 hacer la vida miserable 6 feliz que si los suponemos corporales. No es cierto que, perdido el placer, siga inmediatamente la amargura, 4 no ser que el placer venga 4 sustituir el dolor; al contra- rio, la ausencia de dolor es ya un goce, aunque no la acoinpaiie ningdn deleite de los que se dirigen 4 los sentidos, y asi podemos entender cudnto placer es no tener dolor. Y asi como nos alientan los bienes que esperamos, asi nos alegran los que recordamos. A los necios les atormenta la memoria de los males: alos sabios les deleita el bien pasado renovado en grata recordacién. Es condicién nuestra que sepulte- anos Ja adversidad en perpetuo olvido, y que nos acordemos de los sucesos présperos dulce y agrada- blemente. Pero cuando consideramos con atencién lo que pasé, nace en nosotros el dolor si los sucesos son maios, la alegria si son buenos. »{Oh excelente y abierto y sencillo y derecho cami- no para vivir felizmente! Si nada puede haber mejor Para el hombre que carecer de todo dolor y moles- tia, y gozar de grandes deleites de alma y de cuerpo: ya veis c6mo no se olvida nada de Jo que puede con- tribuir al alivio de la vida 6 llevarnos al sumo bien apetecido. Epicuro, de quien decis vosotros que fué tan dado 4 los deleites, clama que no se puede vivir agradablemente sino se vive conforme 4 sabiduria, honradez y justicia, pero que, viviendo asi, no se pue- de menos de ser feliz. Si una ciudad en sedicién no puede ser fe'iz, ni tampoco una casa cuyos duefios estén discordes, tampoco el dnimo discorde consigo mismo puede guster ningGn deleite verdadero y li DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAL. 185 pre, suo que, lidiando siempre entre afanes y resolu- ciones contrarias, no podra llegar 4 ninguna tranqui- lidad y quietud. »Y silas graves dolencias del cuerpo son un obs- taculo para la vida feliz, ;cuanto mas deben serlo las del 4nimo? Llamo enfermedades del dnimo las codi- cias inmensas y vanas de riquezas, de glorias, de do- minacién y de deleites licenciosos. Aiddause 4 esto las penas, las molestias, las tristezas que agobian y consumen el dnimo, porque en cl hombe no inteli- gente no hay dolor espiritual que pueda separarse de un dolor del cuerpo presente 6 futuro. Y no huy nin-~ gan necio 4 quien no persigan estos males. No hay, pues, ninguno que no sea infeliz. »ADddase 4 esto la muerte que nos amenaza siem- pre, como la roca dispuesta a caer sobre Tantalo; y la supersticién, que 4 quien esta imbuido en ella no le permite reposar un momento. Ademas, no se acucr- dan de los bienes pasados; no gozan de los presentes; esperan sélo los futuros; y como éstos no pueden ser ciertos, se consumen entre angustias y temores, y se atormentan todavia mas cuando liegan 4 conocer, aunque tarde, que en vano han anhelado por las ri- quezas, por el imperio 6 por la gloria. Y asi, no consi- guen ninguno de los deleites cuya esperanza Jos in+ flamaba para sufrir muchos y grandes trabajos. »Otros hay mezquinos y estrechos, 6 que desespe- ran siempre de todo, malévolos, envidiosos, dificiles, enemigos de la luz, maldicientes, monstruosos; otros, dados 4 las ligerezas amatorias; otros, petulantes, au-~ daces, protervos, y al mismo ticmpo intemperantes y cobardes, sin permanecer nunca en un mismo pare- cer, por lo cual no hay en su vida intervalo alguno de molestia. Por consiguiente, ninguno de los necios es feliz, y ninguno de los sabios doja de serlo: y esto 168 MARCO TULIO CICERGW. - Jo entienden los nuestros mucho mejor que los esto}- cos. Ellos niegan que el bien sea otra cosa que una sombra que Haman honesfo, con nombre no tan sdlido como espléndido, y suponen que la verdad fundada en esta honestidad no requiere ning&n placer, y que para la felicidad de la vida la virtud esta contenta consigo misma. »Pucden darse de esto aparentes razones, sin que nosotros lo repugnemos, antes bien aprobindolo. Y asi, Epicuro al sabio Ie llama siempre feliz, porque tiene limitados los deseos, desprecia la muerte, siente Ja verdad acerca de los Dioses inmortales, sin temor alguno en emigrar de esta vida. Con estas preven- ciones vive siempre deleitosamente, y no hay tiem- po alguno en que no tenga mas placeres que dolores. De los pasados se acuerda con agrado, y de los pre- sentes goza, advirtiendo cudn grandes son y cuan deleitosos, y no pende de los casos futuros, sino que jos espera, y disfruta de los presentes; y_distando mucho de los vicios que antes decfamos, cuando ve Ja vida de los necios y la compara con la suya, siente gran satisfaccidn. Los dolores mismos, si es que al- gunos le aquejan, nunca tienen tanta fuerza que no tenga mas el sabio por qué gozar, que por qué angus- tiarse. »Muy bien dijo Epicuro que una modesta fortuna le bastaba al sabio, y que su entendimiento y su razén eran la normade muchas y graves cosas, y que no Podia percibirse mayor delcite en toda la eternidad, que el que se percibe en este tiempo que vemos ser finito. Pero crey6 que vuestra dialéctica no encerraba virtud alguna, ni para vivir mejor, ni para discurrir con més acierto. A la fisica dié grande importancia. Porque si es verdad que la dialéctica nos ensefta la fuerza de las palabras, y la razén de las consecuen- DEL SUMO BIEN-¥ DEL. SUMO MAL. 187 cias y de las negaciones, sélc conociendo ‘la natura- Jeza de las cosas nos libramos de la supersticién, nos libramos del miedo de la muerte, y no somos ate- rrados por la ignorancia, engendradora de horribles fantasmas. Y nunca obraremos mas rectamente que cuando aprendamos lo que Ja naturaleza desca. Pero si llegamos al conocimiento firme de las cosas, guar- dando aquel canon 6 regla que parece caido del ciclo para conocimicnto de todos y para dirigir todos nuestros juicios, no habra razonamiento de nadie que nos haga desistir de nuestro parecer. Si no conocemos ja naturaleza de las cosas, de ningtn modo podremos defender el criterio de los sentidos. De ellos procede cuanto el entendimicnto conoce. Sélo siendo verda- deras todas sus perfecciones, como la escuela de Epi- curo ensefia, podra conocerse y percibirse algo. Los que niegan su testimonio y hasta la posibilidad de la perfeccién, destruyen con sus mismos argumentos lo que afirman; y ademas, desterrando el conocimiento y Ja ciencia, quitan toda razon 4 la vida y 4 las accio- nes humanas. Asi se aprende de los fisicos la fortaleza contra el temor de la muerte, y la constancia contra el miedo de la religién, y la tranquilidad de é4nimo desterrando Ja ignorancia de Jas razones ocultas, y Ja moderacién explicando la naturaleza y las especies del deseo; y como he ensefiado poco antes, fijando la regla del conocimiento y el criterio que de ella de- pende, ensefia la distincién de lo verdadero y de lo falso. »Resta sélo tratar dela amistad, que, segan vos- otros, no es posible que exista si el deleite es el sumo bien. Pero Epicuro nos ensefia que de todas las cosas que la sabiduria reuni6 para vivir felizmente, ninguna hay mayor que la amistad, ninguna més rica ni més fecunda. ¥.no sdlo lo probé con Ja razén, sino mucho 188 MARCO TULIO CICERON. mas con Ja vida, con los hechos y las costumbres. ¥ bien podemos compararle con los amigos de que se habla en las fabulas antiguas, pues en tantos y tan varios casos, repetidos desde la mas remota antigtie- dad, apenas hallardés tres iguales, empezando por Te- seo y acabando por Orestes. Pero Epicuro,en una sola casa, y ésta muy estrecha, jcudntos amigos tuvo, y cuadn unidos por el lazo de amor! Y lo mismo hacen ahora los epicireos. »Pero volvamos al asunto: no es necesario apurarlo todo. De varios modos han disputedo los nucstrus s0- bre la amistad. Negando los unos que las satisfac- ciones de nuestros amigos deban ser apetecidas por si mismas (lo cual 4 algunos les parece contrario 4 la firmeza de la amistad), se defienden no obstante, y 4 mi modo de ver resuelven el argumento. Niegan que la amistad y las virtudes puedan separarsé del deleite. Y¥ como la soledad y Ja vida sin amigos esta llena de asechanzas y de micdo, la razdu mismaconvida 4 pro- curarse amistades, con las cuales se serena el animo y no se pierde Ja esperanza de futuros deleites. Y asi como el odio y la envidiase oponen al placer; asi la amistad no sélo es fautora -fidelisima, sino también causadora de deleites, tanto para los amigos como para si, y no sélo deleites inmediatos, sino tambien futuros y esperados. »Y como de ningin modo podemos sin la amistad tenér una firme y perpetua serenidad de vida, ni conservar Ja misma amistad si no amamos 4 Jos ami- gos como 4 nosotros mismos, resulta que la amis- tad no puede separarse del placer. Nos alegran las prosperidades de nuestros amigos lo mismo que las nuestras, y de igual modo nos mortifican sus do!ores. Por Jo cual, el sabio tendra al amigo el mismo afecto que 4 si mismo; y los trabajos que arrostre por obte- DEL SUMO BIEN Y DEL SUMO MAL. isa ner alguna satisfaccién propia, uo dudara en arros- trarlos por proporcionarsela @ su amigo. En suma, todo lo que hemos dicho dela virtud y de su co- nexién necesaria con el deleite, otro tanto debe de- cirse de la amistad. Por eso son tan admirables aque- lias palabras de Epicuro: «La ciencia robustecié el yanimo para que no temicse ningain mal sempiterno »6 perdurable, viendo que en este espacio de vida era vla amistad cl presidio mas firme.» »Hay alguncs epicireos mds temerosos de vuestros dicterios, pero, sin embargu, no faltos de agudeza. los cuales temen que si la amistad se busca por el delei- te, no ha de quedar vestigio de amistad en e] mundo. ¥ asi, sostienen que cl primer cambio de voluntades se hace por el delcite, pero que cuando el trato ha producido la familiaridad, entonces nace el amor, y los amigos se aman por si mismos, aun cuando no perciban utilidad alguna de Ja amistad. Si amamos los lugares, los templos, las ciudades, los gimnasios, el campo, los perros, los caballos, el juego y la caza, jcuanto mas justo serd que se amen los hombres en- tre si? »No falta quien diga que hay cierto pacto entre Jos sabios para no amar 4 los amigos menos que 4si mis- mos. Esto es posible y muchas veces lo vemos, y de todos modos resulta claro que nada contribuye tanto al agrado de la vida como estas relaciones amistosas. »De todo Jo cual se puede inferir no sélo que la ra~ z6n de la amistad subsiste, aunque se ponga el sumo bien en el deleite, sino que apenas se concibe la amis- tad sin é]. . »Si todo lo que he dicho es més claro que Ja luz del sol; si todo esta tomado de Ja fuente de la naturaleza; si todo nuestro razonamiento se apoya en el integro é¢ incorrupto testimonio de los sentidos; si los nifios 190 MARCO TULIO CICERON, sin hablar, y hasta las bestias mudas, dicen a gritos, sin mds guia y maestro que la naturaleza, que nada es préspero sino el deleite, nada aspero sino el do- lor, jno hemos de dar muchas gracias 4 aquel que, oyendo esta voz de la naturaleza y repitiéndola con firmeza y gravedad, Nev6 4 todos los hombres sanos de entendimiento, por el camino de la vida sosegada, tranquila y feliz? Y site parece poco erudito, es por- que ringuna erudicién juzg6 util sino la que podia aumentar la dicha de la vida. ;Habia de perder su tiempo, como hacemos yo y Triario, por cousejo tuyo, en revolver los poetas, de los cuales no se saca ninguna sdlida utilidad y sdlo un dcleite pue- Til, 6 hubiera debido, como Platén, gastar su tiempo en la musica, en la geometria, en los nameros y los astros, artes que, nacidas de falsos principios, no pueden ser verdaderas, y silo fuesen, nada util con- tendrian para hacer la vida mds agradable ni mejor? jHabia de perseguir estas artes, abandonando el arte de vivir, tan trabajoso y sin embargo tan fructuoso? No es que Epicuro sea indocto; es que Jo son los que creen que basta la extrema vejez pueden estar aprendiendo las cosas que no es torpe aprender cuando nifio. »Ya he explicado mi opinidn sdlo para conocer ta juicio. Hasta ahora nunca me habias concedide facul- iad de hacerlo 4 mi albedrio.»

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