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a necd ota ri o

El olor del
cu ero
Hermanas Erótida y Antonia Mira Verdú

Esteban Ordóñez · AlicAntE

A
Antes de descubrir el olor del Verdú, reunieron una jugosa herencia:
cuero, Erótida llevaba a la era un gran parte de las viñas del pueblo, un ga-
capazo con cucharas y pan, y una nado numeroso y propiedades como la
olla para los labradores. Cada día casa cazorla, que hoy se hunde a las
su madre le anudaba a la mano una afueras. la puerta delantera de la resi-
pequeña cuerda para que nada se dencia habitual daba al mercado. las ha-
cayera, y ella corría confiada. Una bitaciones se repartían en dos pisos.
mañana, la mula sobre la que Además, cuenta la hermana mayor, había
“montaba a todas horas” descan- dos pozos y una bodega con varias tinajas
saba enganchada al trillo. La niña llenas de vino y aceite de las cosechas. Un
dejó las cacerolas y saltó sobre el mulero les trabajaba las tierras y en
animal. Con un decidido “¡arre Ca- tiempo de cosecha o vendimia contrata- asa para calentarse en el colegio. la más
pitana!” deshizo cinco horas de tra- ban otros cinco o seis braceros. pequeña prefería quitarse el frío de otra
bajo. “La Capitana distinguía mi Pronto dejaron de parecer hermanas. An- forma: “la clase estaba cerca, yo en una
voz”, asegura a sus ochenta años, tonia nació en una recogida habitación de carrera bajaba la cuesta y ¡ala!...”, remata
“en una ocasión intenté atravesar la casa de su abuela, con una desgana que con una palmada. El aula, a la que asis-
el corral a oscuras y me coceó, al duraría hasta bien avanzada la guerra; tían juntas niñas de todas las edades,
reconocerme agachó las orejas y sin embargo, Erótida despertó cerca del ocupaba el piso superior de la casa de la
pasó toda la noche llorando”. barullo del mercado, oliendo los huesos maestra. las lecciones guardaban el ha-
machacados de la oliva y la uva que su- bitual tono religioso de unos años en que
Erótida Mira nació en 1928 en Algueña, bían de los cántaros. la República luchaba para apartar, sin
dos años después de su hermana Anto- En invierno su madre les abotonaba el éxito, cruces y sotanas. En el patio juga-
nia. Sus padres, tomás Mira y Antonia abrigo y les preparaba un brasero con un ban al corro, a tente bonete, a píndola...

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Antonia (izqu ierda) y
Erótida Mira (derecha)
vivieron con su s padres
en Algu eña hasta poco
antes de la gu erra.

ÁlbuM FAMilAr

Erótida reconoce que, como su hermana tienda en el salón de la misma casa. los en las cazadoras de cuero de los soldados,
era más señorita, algunas muchachas se amigos del propietario le procuraron una Erótida descubrió que había un olor
metían con ella: “a veces tensaban la buena clientela, pero estalló la guerra. capaz de roer los terruños y los olivos con
comba para hacerla caer, luego yo las ti- que su Algueña le aliñaba la memoria
raba a ellas”. A DOSCIENTAS cada tarde: “tenía siete años, pero aún
Dos meses antes de la contienda, en Semanas después del levantamiento, al me cuesta aguantar esa peste tan fuerte”.
mayo del 36, unos compañeros conven- volcar la tarde, recién cerrada la bodega, A tomás lo llevaban a la Estación de la
cieron a tomás Mira de abrir una bodega unos golpetazos secos vibraron en la Marina para fusilarlo cuando contó que
en Alicante. El matrimonio, las niñas y puerta. las niñas soltaron unos juguetes conocía a unos jefes republicanos que le
un tío materno, Antuliano Verdú, se tras- que no consiguen recordar. Pistola en estarían buscando. los captores asegura-
ladaron a capitán Segarra 37, en los ale- mano y con el puño en alto dos guardias ron que cumplían órdenes del Frente Po-
daños del Mercado central. Montaron la se llevaron a tomás Mira. Aquella noche, pular de Algueña y, algo inquietos, le

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la absolución del Tribunal
Popular de Alicante no impidió el
encarcelamiento de Tomás Mira

pidieron 200 pesetas para una cena a


cambio de la libertad. Regresaron a capi-
tán Segarra: “mi madre sacó la cartera,
los dos hombres cogieron las 200 y no to-
caron nada más. Salut y adeu”, relata An-
tonia.
Poco después, el tribunal Popular de la
Provincia de Alicante (creado en agosto
de 1936 para detener la ola de asesinatos,
incautaciones e incendios de los primeros
meses de conflicto) absolvió al bodeguero
por no encontrar delito. Según sus hijas,
alguien insistía desde Algueña y, a pesar
de la sentencia, lo encarcelaron en el Re-
formatorio de Adultos de Alicante, donde
entabló amistad con Miguel Primo de Ri-
vera, hermano del líder fascista fusilado
el anterior 20 de noviembre. Años des-
pués de la guerra, Antonia transcribiría
las cartas que su padre enviaba a su com-
pañero de presidio en las que se recorda-
ban cada uno pegado al tabique de su
celda para oír cómo, al otro lado, decía
una misa corta el también recluido Direc-
tor del Seminario de Orihuela.
Erótida Mira en la casa familiar que fue
confiscada ju nto con otras propiedades
BOMBAS Y ALCACHOFAS du rante la contienda .
ÁlbuM FAMilAr
Horas más tarde de los primeros bom-
bardeos, en noviembre del 36, el comité
Popular Provincial de Defensa publicó un
decálogo de normas de conducta frente a los avisos corrió a su casa. Dos paredes único hombre adulto de la casa, se ocultó
los ataques aéreos. El 25 de mayo de explotaron cerca del portal. “la primera en la vivienda. “Por eso me mandaron a
1938, el primer punto no se cumplió y las bomba cayó en la misma esquina de la por pan al horno de la calle Quintana.
sirenas chirriaron cuando los Savoia ya parada donde yo estaba, si me des- llegué mala. Sesos por aquí, brazos por
zumbaban sobre los tenderetes del Mer- cuido...”, niega mirando las baldosas. allá... una chiquita con nueve años”. Su
cado de Abastos de Alicante. A las once tras el bombardeo los alicantinos acudie- vecino nibardo la vio “blanquita y asus-
de la mañana Erótida Mira esperaba su ron al mercado para remover el polvo y tada” y decidió llevarla a Muchamiel.
turno en el puesto de alcachofas. Al oír rescatar cuerpos. Pero Antuliano Verdú, también la hermana mayor regresó a Al-

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a ne c d ota ri o

las niñas pedían como deseo a un


cedazo con unas tijeras clavadas el
regreso de su padre

gueña con su abuela. lianas, un hombre deteriorado de barba


LA GUERRA ENSEÑA A COMER desordenada tocó a la puerta de la casa
A tomás Mira le habían confiscado todas donde las niñas permanecían con su
las tierras y propiedades del pueblo, sólo madre y su abuela. Venía de ciudad
conservó una casa que alquiló tiempo Real. Días antes, Antonia Mira y una
antes de la incautación. Sin bodegas, sin amiga pedían deseos a un cedazo sobre
cosechas rezumando en el patio; te- el que habían clavado unas tijeras,
niendo, a veces, que rebuscar en el cuando el artilugio se volteaba la peti-

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campo habas o bainas para hervir, la ción se cumplía. Su padre había regre-
niña de la desgana aprendió a comer: sado.
“entonces siempre quería poner y quitar Poco a poco, tomás Mira recuperó peso
la mesa para ir pellizcando el pan. Des- y todas sus propiedades. “todas”, matiza
pués de la guerra muchos pasaron ham- Erótida, “menos la capitana”.
bre, pero nosotros no porque todavía
guardábamos harina y mi madre la ama-
las sirenas chirriaron cuando los
aviones sobrevolaban el mercado,
saba y la cocía en una cocinilla que tení-
amos”.

LA VIDA, JUEGO DE NIÑOS


Una madrugada, poco antes de la en-
nadie llegó al refugio
trada en Alicante de las escuadras ita-

13trecén memoria viva

Que no se pierdan siglos de vida

Envíanos tu hitoria o la de tu familia a: historias.alicante@trecén.es

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