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DESARROLLO HUMANO Y

PROBLEMAS PSICOSOCIALES

VULNERABILIDAD
SOCIAL

Ps. Joseline Acuña Fernández


Abril - 2010
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

I. VULNERABILIDAD SOCIAL

En el uso corriente, el vocablo vulnerabilidad denota riesgo, fragilidad, indefensión o daño


y según la Real Academia de la Lengua Española es “la probabilidad de ser dañado o
herido”.

Sin embargo, para las ciencias sociales la condición de vulnerabilidad incluye la posibilidad
de controlar los efectos de la materialización del riesgo, comprendiéndose tanto la
exposición a un riesgo como la capacidad de cada unidad de referencia (comunidad, hogar,
persona u otra) para enfrentarlo, ya sea mediante una respuesta surgida de ellas mismas o
merced a un apoyo externo.

Esta relación puede extenderse para hacer explícita la posibilidad de una adaptación activa
al riesgo que vaya más allá de la simple aceptación, que equivale a la resignación. Para
incluir esta especificación, en la incapacidad de respuesta se distingue entre la ineptitud
para enfrentar los riesgos y la inhabilidad para adaptarse activamente a sus consecuencias:

En términos generales, por vulnerabilidad social se entiende el riesgo o probabilidad de que


un individuo, un hogar o una comunidad pueda ser lesionada o dañada a raíz de cambios en
las condiciones del contexto en que se ubica o en virtud de sus propias limitaciones. En
términos cuantitativos, la vulnerabilidad es la dimensión inversa de la capacidad de
absorción o adaptación que tienen las personas, familias o comunidades ante los efectos
adversos de los shocks de distinta índole posibles de ocurrir.

Pero además, “la idea de vulnerabilidad se refiere a un estado de los actores (comunidad,
hogar, persona) que varía en relación inversa a su capacidad para controlar las fuerzas que
modelan su propio destino, o para contrarrestar sus efectos sobre el bienestar” (Kaztman,
2000).

La vulnerabilidad social de personas, hogares, grupos, comunidades o sectores de población


se expresa ya sea como fragilidad e indefensión ante cambios en el entorno o en su propio
seno; como desamparo ante el Estado, si sus instituciones no están organizadas para
fortalecer ni proteger sistemáticamente a los ciudadanos; como ineptitud interna para, en
cada caso concreto, aprovechar las oportunidades disponibles, actuales o potenciales; como
inseguridad permanente que paraliza, incapacita y desmotiva la posibilidad de pensar
estrategias y actuar a futuro para lograr mejores niveles de bienestar.
Se distingue también entre nuevas y viejas vulnerabilidades sociales. Las formas “nuevas”
de vulnerabilidad se asocian con cambios demográficos y de la familia; transformaciones
de la estructura del empleo y del funcionamiento del mercado de trabajo; coexistencia entre
la pobreza “dura” y persistente y una “nueva pobreza” en gestación; debilitamiento de la
protección ofrecida por el Estado (C. Filgueira, 1998).

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La noción de vulnerabilidad social: definición:

La noción de vulnerabilidad social es una herramienta analítica de los fenómenos


producidos por la exclusión social y la marginalidad económica que pretende superar la
tajante dicotomización resultante de las mediciones de la pobreza por carencias (de
ingresos, consumo o satisfactores básicos) que desestiman el acercamiento a los procesos
que las generan (o a los que permiten superarla), así como a las condiciones oscilantes entre
la pobreza y la no pobreza.

Con la noción de vulnerabilidad social se realiza la convergencia, a escala de individuos,


hogares y comunidades, en tiempos y espacios determinados, de los factores externos e
internos que determinan los riesgos y los daños, permitiendo una visión multidimensional y
multicausal de los diversos fenómenos sociales vinculados a la exclusión y la pobreza.

El enfoque de vulnerabilidad social es una opción alternativa, aunque en construcción, a las


políticas del combate a la pobreza. No se trata ya de una simple categorización de la
sociedad sino que un incursionar en las raíces de la condición vulnerable con el fin de
promover políticas públicas que contribuyan a minimizar los riesgos y mitigar los daños.

La vulnerabilidad social alude a carencias de recursos (activos) o a su desactualización,


como consecuencia de los avances tecnológicos. Las acciones sociales o las intervenciones
públicas diseñadas con el fin de fortalecer esos activos deberían ser útiles para el desarrollo
de estrategias de movilidad social, para salir de la pobreza, y no sólo para enfrentar crisis
económicas. Por otra parte, se entiende que la mera acumulación de activos es insuficiente
para una inserción social satisfactoria o para asegurar el autocontrol de las trayectorias
vitales de las unidades de referencia; también, que se necesita disponer de una estrategia
para hacer de ellos un uso razonable y de oportunidades estructurales que favorezcan su
despliegue.

Vulnerabilidad Factores de Riesgo (-)  Factores Protectores (+)


  

según equilibrio Daño psicosocial Inhiben el daño


(+) (- )

Vulnerabilidad: Es la relación de equilibrio y desbalance entre los factores o mecanismos


protectores y de riesgo, que deja a la persona en una situación de fragilidad que la hace más
propensa a desarrollar conductas de riesgo o problemáticas psicosociales, como por
ejemplo consumo de drogas.

Así, es necesario hablar de “factores de riesgo” y “factores de protección”.

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Factores de riesgo y protección abarcan características psicológicas, sociales, familiares y


de conducta, son múltiples e interactuantes y no son extremos de un continuo, de forma
que la ausencia de un factor de riesgo no se puede considerar como factor de protección.
A mayor concentración de factores, mayor será el riesgo o la protección. Algunos factores
tienen una influencia constante durante el desarrollo (Ej.: relaciones familiares), y otros se
agudizan en una etapa concreta (Ej.: vulnerabilidad a la presión de grupo).
El concepto “factor de riesgo” proviene de la epidemiología médica, y es, en esencia, “un
atributo y/o característica individual, condición situacional y/o contexto ambiental que
incrementa la probabilidad del uso y/o abuso de drogas (inicio), o una transición en el nivel
de implicación en las mismas (mantenimiento)”. El concepto “factor de riesgo”, es
probabilística, no determinista. Es decir, el que un individuo muestre determinados factores
de riesgo no significa que necesariamente vaya a desarrollar conductas problemáticas.

“Factor de protección” es el atributo o característica individual, condición situacional y/o


contexto ambiental que inhibe, reduce o atenúa la probabilidad del uso y/o abuso de drogas
o la transición en el nivel de implicación en las mismas.

La “Probabilidad” de que se produzca un problema social dependerá de la presencia e


interrelación de los factores de riesgo y de protección.

Vulnerabilidad = exposición a riesgos +


incapacidad de respuesta

Vulnerabilidad = exposición a riesgos + incapacidad para


enfrentarlos + inhabilidad para adaptarse activamente. 1

Los componentes subjetivos de la vulnerabilidad


 La sociedad moderna se caracteriza por numerosas y crecientes señales de
inseguridad, incertidumbre y desprotección que se manifiestan en las esferas macro
y microeconómicas, ambiental, social y cultural.
 La vulnerabilidad social se ha convertido en el signo del mundo contemporáneo, en
especial en nuestra América Latina, donde a los persistentes problemas de antigua
data se han sumado otros vinculados a los actuales patrones de desarrollo.
 Tales riesgos se relacionan estrechamente con algunos rasgos centrales de la
globalización de corte neoliberal, los cambios institucionales comprendidos en lo
que se ha dado en llamar la modernización del Estado, la revolución tecnológica y
el choque en todos los campos entre los patrones de relación tradicionales y los
emergentes.

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Componentes de la noción de vulnerabilidad social


 El naciente enfoque de la vulnerabilidad social se integra en tres componentes
centrales: los activos, las estrategias de uso de los activos y el conjunto de
oportunidades que ofrecen el mercado, el Estado y la Sociedad Civil a los
individuos, hogares y comunidades. En este marco, la vulnerabilidad remite al
análisis de la relación dialéctica entre entorno y determinadas características de la
unidad de análisis (el “interno”) que la califican como vulnerable en función de los
riesgos a los que están expuestos.
 En este sentido, la exposición a los impactos y riesgos que provienen del entorno se
combina con las características internas básicas de los individuos, hogares, grupos o
comunidades que enfrentan (a la vez que generan) cambios en su contexto de
referencia.
 La noción de “vulnerable” se refiere a la exposición a algún tipo de riesgo que
proviene de la relación entre la unidad de referencia y su entorno, relación que
define las condiciones de vulnerabilidad.
 El entorno ofrece un conjunto de oportunidades que se vincula directamente a
niveles de bienestar a los que los individuos pueden acceder en un territorio y
tiempo determinado.
 La noción de conjunto de oportunidades se entiende principalmente como la
posibilidad de acceso a las esferas de promoción humana y/o protección social de
los ciudadanos creadas por el Estado y el acceso a los mercados de bienes y
servicios para realizar intercambios y transacciones, con la posibilidad de acceder a
empleo, protección social y a derechos de ciudadanía que permitan a individuos,
hogares y comunidades alcanzar un nivel de bienestar por lo menos no descendente.
 Los activos, conjuntamente con las estrategias, condicionan la capacidad de
respuesta que tendrán los individuos, hogares y comunidades. Al hacer referencia a
la capacidad de respuesta ante cambios o choques externos, el abordaje analítico
centrado en la vulnerabilidad enfatiza en la cantidad, calidad y diversidad de los
tipos de recursos internos o activos (físicos, financieros, humanos y sociales) que
pueden movilizarse para enfrentar la variación del entorno.

Las dimensiones de la vulnerabilidad social

La diversidad y amplitud de situaciones que pueden generar vulnerabilidad son casi


infinitas pero la proyección de las políticas públicas que se diseñe para amortiguarlas
dependerá del tipo de definición utilizado. La noción de vulnerabilidad refiere a múltiples
ámbitos analíticos y áreas posibles de intervención de acuerdo a los fenómenos a que esté
asociada, pero la definición de individuos, hogares y comunidades vulnerables caracteriza
aquellos con mayores desventajas en la disponibilidad de activos como los más expuestos
al riesgo.

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La diversidad de fuentes y tipos de riesgos tienen expresión territorial, secuencia temporal y


características de reproducción social, que producen desafíos complejos para el diseño de
políticas sociales.

La complejidad de la noción de vulnerabilidad se expresa en diferentes niveles de análisis y


en las dimensiones del desarrollo de las condiciones de vida social a las que se refiere
(económica, política, cultural, ambiental). Estas distinciones entre unidades de análisis y
dimensiones de la vulnerabilidad son realizadas sólo con fines analíticos, dado que en la
práctica se presentan conjuntamente. En última instancia las diferentes dimensiones y
unidades de análisis son útiles en la medida en que permiten observar los distintos tipos de
impactos de las políticas públicas.

La noción de vulnerabilidad puede ser entendida como un proceso que se relaciona en estos
diversos niveles de análisis y que puede existir una sinergia negativa entre sus distintas
dimensiones en la medida que puede llevar a incrementos de los niveles de vulnerabilidad
a partir de una situación de vulnerabilidad inicial, produciendo un “circulo vicioso de la
vulnerabilidad” entre las distintas unidades de análisis y las diversas dimensiones de la
misma.

Las promesas del enfoque se orientan a ofrecer un instrumental analítico que combine
dinámicamente los niveles micro (comportamiento de individuos y hogares), meso
(organizaciones e instituciones) y macro (estructura social y patrones de desarrollo) para
explicar de mejor forma la reproducción de los sistemas de desigualdad y desventajas
sociales.

TIPOLOGÍA DE LA VULNERABILIDAD

En este escenario signado por la incertidumbre laboral, la inestabilidad de la familia y el


debilitamiento de las estructuras comunitarias, las transformaciones que acompañan el
proceso de globalización producen una multiplicación y complejización de los frentes de
batalla de la política social. En lo que sigue, se sintetiza la particular combinación de
vulnerabilidades y activos de algunos segmentos sociales.

Para cada uno de ellos, las instituciones de la sociedad civil, el Estado y/o el mercado
pueden generar estructuras de oportunidades que faciliten la movilización de los activos de
los hogares, o que les provean activos para reducir su vulnerabilidad, mejorar sus niveles de
vida o permitirles el acceso a estructuras de oportunidades más cercanas a los nuevos
caminos de movilidad e integración.

Los vulnerables a la marginalidad

En el extremo inferior de la escala social se encuentra una masa importante de población


que virtualmente ha desistido de invertir en los esfuerzos que demanda la incorporación y el

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tránsito por las vías institucionales de mejoramiento del nivel de vida. Se trata de personas
y hogares que encuentran dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. Malas
condiciones habitacionales, insuficientes activos en recursos humanos dentro de las
familias, alimentación escasa y de poca calidad, alta permeabilidad a los vicios sociales,
precario control y atención de la salud y una baja autoestima son algunos de los factores
que se conjugan para reducir sus expectativas de buena calidad de vida.

Al dictado de la inmediatez de sus necesidades, los escasos activos de esos hogares se


organizan para responder a la sobrevivencia cotidiana. Si bien los apremios que
experimentan dejan objetivamente poco espacio para la acumulación de los activos que
permitirían reducir esa vulnerabilidad, las iniciativas de asistencia externa, específicamente
diseñadas para apoyar a estos grupos, también chocan con la consolidación de ciertos
contenidos mentales: una visión desesperanzada, la ausencia de imágenes que asocien
esfuerzos con logros y el convencimiento que con los activos que poseen no hay beneficios
en la integración a la sociedad. Este es el mundo de la mendicidad, de la delincuencia
asociada a la sobrevivencia, de los niños de la calle, de la prostitución, el alcoholismo y las
drogas, pero también de trabajadores en ocupaciones de baja estabilidad e inserción
precaria en el mercado.

Desde el punto de vista de las políticas, las estructuras de oportunidades que importan son
aquellas que permiten establecer o restablecer la autoestima, la confianza en las propias
capacidades, una mínima esperanza en el progreso y, sobre esa base, el fortalecimiento de
las instituciones primordiales y el vínculo con las instituciones de la sociedad. Los
asistentes sociales, que en general ofician de intermediarios entre estos hogares y los
programas sociales formales, suelen ser testigos frustrados del costo y las dificultades
envueltas en estas tareas de rescate, especialmente en los casos en los que, como en los
guetos urbanos, se ha generado el aislamiento necesario para que germine y cristalice una
subcultura marginal con códigos adversos a los de la sociedad global.
Se habla en estos casos de marginalidad, exclusión, pobreza dura, estructural o crónica.

Sólo con estructuras de intermediación que logren construir un vínculo efectivo con las
instituciones del trabajo y del conocimiento es dable esperar de estos segmentos sociales
una respuesta positiva a los estímulos que crea el crecimiento económico o a la
convocatoria de reformas educativas con una fuerte impronta de equidad. Y sólo será
posible la construcción de ese vínculo si la población que sufre tales carencias logra
internalizar y consolidar la creencia que los esfuerzos canalizados a través de vías legítimas
mejorarán efectivamente sus condiciones de vida. En ese sentido, esa creencia puede ser
considerada como otro de los recursos que conforman, junto con la salud y la educación,
los activos de capital humano de la población.

Los vulnerables a la pobreza


Otro segmento social con características y problemáticas propias está compuesto por
personas que, aunque por distintas razones generan ingresos relativamente bajos, mantienen

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su participación y confianza en las instituciones del trabajo como medio para mejorar su
situación de bienestar, así como en las instituciones del conocimiento, como vía para
materializar las aspiraciones de movilidad e integración para sus hijos. Si bien las
características de su portafolio de activos y sus "enganches" en la estructura de la sociedad
tradicional les permite aprovechar la ampliación de algunas oportunidades en los ámbitos
del mercado, del Estado y de las instituciones de la sociedad civil, y mejorar con ello sus
condiciones de vida, sus edades y responsabilidades familiares les impiden incorporar los
"códigos de la modernidad", cuyo manejo es requerido para transitar por los nuevos canales
de movilidad e integración social.

Tal insuficiencia los hace particularmente vulnerables a los cambios en las oportunidades
del mercado laboral inducidos por las innovaciones tecnológicas y la mayor competitividad,
así como al repliegue de los programas estatales en servicios básicos. En ese sentido, las
personas en esta categoría "deambulan por los bordes del modelo intentando conservar una
precaria pertenencia y, con ello, evitar el desmoronamiento de sus horizontes de futuro".

La mayoría de ellos se ubica alrededor de la línea de pobreza, pero la categoría también


comprende segmentos importantes de clase baja integrada, clase media baja y algunos de
clase media. Como a través de sus grupos de referencia incorporan las metas de consumo
asociadas a los estilos de vida de los sectores modernizados de la sociedad, este segmento
está constantemente expuesto a una ampliación de espacios de frustración.

Las principales políticas para este grupo son aquellas dirigidas a bloquear las rutas a la
pobreza y a la exclusión de la sociedad, que llevan a generar estructuras de oportunidades
que faciliten la acumulación de activos (por ejemplo, en las áreas de vivienda, de créditos
para microempresas, o de ampliación de la cobertura de seguridad social).
Pero siendo insuficientes los ingresos de este segmento para garantizar una inserción
satisfactoria en la sociedad moderna, su seguridad será altamente dependiente del respaldo
que otorgue el Estado a la preservación de derechos ciudadanos vinculados al bienestar, de
modo que un eventual repliegue de éste frente al mercado, o un optimismo ingenuo en la
capacidad de la sociedad civil, pueden agudizar su vulnerabilidad a la pobreza y a la
exclusión.

Los vulnerables a la exclusión de la modernidad


Un tercer segmento está constituido por los jóvenes que "están en carrera", esto es, por
aquellos que tienen la posibilidad de adquirir los activos que los habilitan para aprovechar
los nuevos canales de movilidad e integración. Dado que la calidad del conocimiento y el
capital social son atributos centrales para el acceso a esos canales, las políticas que buscan
proteger la situación de estos grupos deben prestar especial atención a las consecuencias de
los procesos de deterioro de la unidad familiar y de segmentación de las estructuras
educativas, evitando que afecten negativamente la estructura de oportunidades de
movilidad e integración en la sociedad moderna.
En general, estas oportunidades deben ser diseñadas de modo de contrarrestar eficazmente
los efectos de las múltiples fuerzas que actúan hoy día sobre distintos estratos sociales para

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desalentar la inversión educativa Por otra parte, y aún reconociendo el carácter todavía
embrionario de las respuestas a la gran interrogante sobre la modalidad que podrían asumir
los nuevos patrones de integración social, es conveniente que la preocupación por la
generación de espacios de integración (que compensen las falencias que actualmente
presentan en ese aspecto los ámbitos del trabajo y del consumo), se constituya en principio
orientador del diseño de oportunidades para los jóvenes abiertos a la modernidad.

II. VULNERABILIDAD Y POBREZA

Tanto por sus consecuencias sobre la vida de las personas y el funcionamiento de las
sociedades como por su magnitud y persistencia, la pobreza sigue ocupando el centro de la
cuestión social en los países de América Latina. A partir de allí, en paralelo a los avances
metodológicos que revelaban la heterogeneidad de situaciones de pobreza, se impuso la
revisión del marco conceptual utilizado para la orientación de acciones que pretendan
atacar los problemas que de ella derivan.
La necesidad de revisar el instrumental conceptual también surge con claridad cuando se
constata que a pesar de más de dos décadas de aplicación de programas específicos de
combate a la pobreza en la región, el fenómeno persiste.

La medición de la pobreza por carencias (de ingresos, consumo o satisfacción de


necesidades básicas), su tajante dicotomización de la población, no permite un
acercamiento cabal a los procesos que la generan o permiten superarla, así como a las
condiciones oscilantes entre la pobreza y la no pobreza. Las definiciones basadas en la
satisfacción de las necesidades básicas o la línea de pobreza, identifican una categoría de
personas unidas por el atributo común de carecer de ciertos recursos o bienes. Este corte no
permite decir nada respecto del tipo de comportamiento o las formas de organización
social. Los intentos por asociar esta definición con rasgos estructurales o culturales ha
mostrado sus limitaciones porque los pobres no corresponden ni a un grupo ocupacional
específico, ni a una minoría étnica, ni a una fase del ciclo de vida, ni tienen especificidad
territorial, por mencionar algunas. El desdibujamiento de los límites entre los grupos es un
problema mayor a la hora de proponer políticas de focalización, puesto que se trata de
grupos móviles, con límites dinámicos.

El problema de que los pobres constituyan una categoría nominal pero no un grupo especial
motivó la búsqueda de un diagnóstico más dinámico de la condición de pobreza. Esta
demanda provino principalmente del campo de las políticas sociales, interesadas ahora en
reducir o contribuir a superar las situaciones de pobreza. Tales diagnósticos hicieron una
relectura del concepto de heterogeneidad señalando que no todo es carencia, y que los
pobres poseerían recursos susceptibles de movilizar. De aquí la importancia de vincular la
condición de pobreza con la estructura de oportunidades para la movilización de esos
recursos.

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Uno puede definir pobreza sólo desde el punto de vista económico o desde las encuestas
que usa el INE. Sin embargo, hay otras definiciones que involucran los factores
psicológicos: "Un síndrome situacional en el que se asocian el infraconsumo, la
desnutrición, las precarias condiciones de vivienda, los bajos niveles educacionales, las
malas condiciones sanitarias, una inserción inestable en el aparato productivo o dentro de
los estratos primitivos del mismo, actitudes de desaliento y anomia, poca participación en
los mecanismos de integración social y quizás la adscripción a una escala particular de
valores".

Convencionalmente, la pobreza se ha definido como una situación de carencia de ingresos:


una persona sería pobre cuando los ingresos que percibe no le permiten alcanzar un nivel de
consumo dado por una canasta básica (canasta familiar) de alimentos, bienes y servicios
mínimos.

Guissi distingue dos tipos de pobreza:

1. Pobreza absoluta: en sí misma, independientemente de que las personas afectadas


tengan o no conciencia de ella, sufran o no su malestar. No pueden satisfacer las
necesidades básicas para el desarrollo y conservación de la vida: nutrición,
vivienda, salud, vestuario, educación y ocupación.

Sería la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas para el desarrollo y


conservación de la vida: nutrición, salud, vivienda, vestuario, educación, ocupación, etc. La
pobreza absoluta es pobreza en si, independiente de que las personas afectadas tengan
conciencia de ella, sufran o no malestar.

2. Pobreza relativa: no es pobreza en sí misma, sino sólo en comparación con otros y


con el nivel de aspiraciones. Por consiguiente, está en pobreza relativa aquél que se
considera y/o es considerado pobre en relación a otro.

Pobreza relativa no es pobreza en sí, sino en comparación con otros y con el nivel de
aspiraciones. Todos podemos ser pobres relativos en la medida en que nos comparamos con
otros. No es una categoría excluyente de la pobreza absoluta.

En nuestra cultura, las desventajas materiales son asociadas a limitaciones psicológicas


(intelectuales, emocionales y volitivas) y a limitaciones morales, como si resultara de
aquellos.

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Cultura del merecimiento, donde en un “mundo justo” los que son felices tanto como los
que sufren, es porque se lo merecen. Entonces, lo pobres lo serían porque “lo merecen”, es
decir, porque son deficientes psicológicamente y/o moralmente.

Una segunda generalización es que si los pobres tienen características particulares es


porque “son así”.

a. Compensación
b. Agresividad
c. Resignación:
Consiste en aprender a vivir en una situación de frustración crónica, de modo que se trata
de una reacción tardía, no primaria. Se asocia en las clases populares al fatalismo, al
sentimiento de impotencia, a la pasividad, al vivir el aquí y ahora.

Desesperanza aprendida (Seligman, 1980): se diminuye la motivación para conseguir lo que


se necesita, emocionalmente se cae en un estado depresivo y cognitivamente se pierde la
capacidad para diagnosticar las causas de la frustración y así buscar posibles soluciones.

La desesperanza aprendida implica un sentimiento de impotencia; se vive en un presente


inmediato, con una reducida capacidad para aplazar las realizaciones, deseos o para planear
el futuro.

A las personas se les cierra el tiempo circularmente sobre el presente psicológico, le es


imposible prever hacia el futuro, y se siente determinada por el destino.

Estos efectos se deben a la situación de precariedad económica y no a una predisposición


psicológica; por otro lado, la resignación no es la única respuesta de las personas que viven
en el mundo de la pobreza.

Dentro del grupo que denominamos pobres, existen subgrupos en los cuales los niveles de
satisfacción y frustración de necesidades materiales son heterogéneos y su homogeneidad
es tal solamente vista desde afuera.

Investigaciones con familias pobres y con problemas psicosociales graves durante el


período de crecimiento de los hijos (como padres dependientes de sustancias psicoativas,
enfermedades mentales u otros problemas de salud) señalan como un porcentaje de hijos de
estas familias no muestran carencias en el plano biológico o psicosocial, sino que por el
contrario, tienen una adecuada calidad de vida.

Se trata de potenciar la resiliencia presente en cada familia (sus recursos). Con procesos
capaces de fortalecerla para soportar las crisis o estados prolongados de estrés. Toda familia
tiene la capacidad potencial de actuar con resiliencia.

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Características Familiares:

Familias uniparentales, generalmente la madre a cargo de los hijos, y estructuras


multigeneracionales, en las que conviven 3 o 4 generaciones.

sistema conformado por la abuela-madre, con una estructura matriarcal y con un


alejamiento o debilitamiento de las figuras masculinas; también el abandono de las figuras
parentales y el cuidado de los hijos por otros miembros de la familia. Límites más difusos,
y muchos roles y tareas sean realizados por abuelos, hermanos, tíos o allegados al grupo
familiar

El centrarse en las necesidades de supervivencia desfocaliza de los aspectos emocionales y


de vinculación.

varones ingresen al mundo del trabajo más tempranamente, con escasa preparación y
calificación laboral, con ingresos insuficientes.

se mantienen familias extendidas, “allegados” a parientes lejanos o que migren a otros


lugares en búsqueda de mejores posibilidades laborales.

Las mujeres suelen comenzar su “vida familiar” con un embarazo temprano (con abandono
de estudios e ingreso precoz al trabajo), con una abuela que cría al nuevo miembro y/o una
convivencia con su pareja en casa de alguno de los padres.

Crianza a cargo de la abuela, permanente o hasta que la madre pueda hacerse cargo. Esta a
veces se casa, pero no con el padre biológico del niño.

Tarea evolutiva: transferir la autoridad de la abuela a la madre, cuando esta retoma este rol,
puede generar resistencia en los hijos (percibida más como una hermana mayor que debía
obedecer a la abuela). O dificultades para aceptar la relación de pareja.

Período de formación de pareja muy breve o no existe


crianza prolongada
período escolar más breve
ciclo de vida familiar muestra diferencias que constituyen adaptaciones para resolver de la
mejor forma posible las condiciones de vida, las situaciones de estrés y poder así continuar
el proceso de vida.

En este sentido, parece ser que una estructura más extendida constituye una mejor red
social para que las personas puedan desarrollarse (funcionalidad de la familia extendida).

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III. VULNERABILIDAD Y POBREZA

Tanto por sus consecuencias sobre la vida de las personas y el funcionamiento de las
sociedades como por su magnitud y persistencia, la pobreza sigue ocupando el centro de la
cuestión social en los países de América Latina. A partir de allí, en paralelo a los avances
metodológicos que revelaban la heterogeneidad de situaciones de pobreza, se impuso la
revisión del marco conceptual utilizado para la orientación de acciones que pretendan
atacar los problemas que de ella derivan.
La necesidad de revisar el instrumental conceptual también surge con claridad cuando se
constata que a pesar de más de dos décadas de aplicación de programas específicos de
combate a la pobreza en la región, el fenómeno persiste.

La medición de la pobreza por carencias (de ingresos, consumo o satisfacción de


necesidades básicas), su tajante dicotomización de la población, no permite un
acercamiento cabal a los procesos que la generan o permiten superarla, así como a las
condiciones oscilantes entre la pobreza y la no pobreza. Las definiciones basadas en la
satisfacción de las necesidades básicas o la línea de pobreza, identifican una categoría de
personas unidas por el atributo común de carecer de ciertos recursos o bienes. Este corte no
permite decir nada respecto del tipo de comportamiento o las formas de organización
social. Los intentos por asociar esta definición con rasgos estructurales o culturales ha
mostrado sus limitaciones porque los pobres no corresponden ni a un grupo ocupacional
específico, ni a una minoría étnica, ni a una fase del ciclo de vida, ni tienen especificidad
territorial, por mencionar algunas. El desdibujamiento de los límites entre los grupos es un
problema mayor a la hora de proponer políticas de focalización, puesto que se trata de
grupos móviles, con límites dinámicos.

El problema de que los pobres constituyan una categoría nominal pero no un grupo especial
motivó la búsqueda de un diagnóstico más dinámico de la condición de pobreza. Esta
demanda provino principalmente del campo de las políticas sociales, interesadas ahora en
reducir o contribuir a superar las situaciones de pobreza. Tales diagnósticos hicieron una
relectura del concepto de heterogeneidad señalando que no todo es carencia, y que los
pobres poseerían recursos susceptibles de movilizar. De aquí la importancia de vincular la
condición de pobreza con la estructura de oportunidades para la movilización de esos
recursos.

Convencionalmente, la pobreza se ha definido como una situación de carencia de ingresos:


una persona sería pobre cuando los ingresos que percibe no le permiten alcanzar un nivel de
consumo dado por una canasta básica (canasta familiar) de alimentos, bienes y servicios
mínimos.

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VULNERABILIDAD SOCIAL

Se entiende por pobreza absoluta a la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas


para el desarrollo y conservación de la vida: nutrición, salud, vivienda, vestuario,
educación, ocupación, etc. La pobreza absoluta es pobreza en si, independiente de que las
personas afectadas tengan conciencia de ella, sufran o no malestar.

Por otro lado, la pobreza relativa no es pobreza en sí, sino en comparación con otros y con
el nivel de aspiraciones. Todos podemos ser pobres relativos en la medida en que nos
comparamos con otros. No es una categoría excluyente de la pobreza absoluta.

Psicológicamente hablando, es posible que una persona sufra o se frustre más por su
pobreza relativa. Por ejemplo, no tener radio o televisión.

En nuestra cultura, las desventajas materiales son asociadas a limitaciones psicológicas


(intelectuales, emocionales y volitivas) y a limitaciones morales, como si resultara de
aquellos.

Cultura del merecimiento, donde en un “mundo justo” los que son felices tanto como los
que sufren, es porque se lo merecen. Entonces, lo pobres lo serían porque “lo merecen”, es
decir, porque son deficientes psicológicamente y/o moralmente.

Una segunda generalización es que si los pobres tienen características particulares es


porque “son así”.

a. Compensación
b. Agresividad
c. Resignación:
Consiste en aprender a vivir en una situación de frustración crónica, de modo que se trata
de una reacción tardía, no primaria. Se asocia en las clases populares al fatalismo, al
sentimiento de impotencia, a la pasividad, al vivir el aquí y ahora.

Desesperanza aprendida (Seligman, 1980): se diminuye la motivación para conseguir lo que


se necesita, emocionalmente se cae en un estado depresivo y cognitivamente se pierde la
capacidad para diagnosticar las causas de la frustración y así buscar posibles soluciones.

La desesperanza aprendida implica un sentimiento de impotencia; se vive en un presente


inmediato, con una reducida capacidad para aplazar las realizaciones, deseos o para planear
el futuro.

A las personas se les cierra el tiempo circularmente sobre el presente psicológico, le es


imposible prever hacia el futuro, y se siente determinada por el destino.

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VULNERABILIDAD SOCIAL

Estos efectos se deben a la situación de precariedad económica y no a una predisposición


psicológica; por otro lado, la resignación no es la única respuesta de las personas que viven
en el mundo de la pobreza.

Dentro del grupo que denominamos pobres, existen subgrupos en los cuales los niveles de
satisfacción y frustración de necesidades materiales son heterogéneos y su homogeneidad
es tal solamente vista desde afuera.

Investigaciones con familias pobres y con problemas psicosociales graves durante el


período de crecimiento de los hijos (como padres dependientes de sustancias psicoativas,
enfermedades mentales u otros problemas de salud) señalan como un porcentaje de hijos de
estas familias no muestran carencias en el plano biológico o psicosocial, sino que por el
contrario, tienen una adecuada calidad de vida.

Se trata de potenciar la resiliencia presente en cada familia (sus recursos). Con procesos
capaces de fortalecerla para soportar las crisis o estados prolongados de estrés. Toda familia
tiene la capacidad potencial de actuar con resiliencia.

Características Familiares:

familias uniparentales, generalmente la madre a cargo de los hijos, y estructuras


multigeneracionales, en las que conviven 3 o 4 generaciones.

sistema conformado por la abuela-madre, con una estructura matriarcal y con un


alejamiento o debilitamiento de las figuras masculinas; también el abandono de las figuras
parentales y el cuidado de los hijos por otros miembros de la familia. Límites más difusos,
y muchos roles y tareas sean realizados por abuelos, hermanos, tíos o allegados al grupo
familiar

El centrarse en las necesidades de supervivencia desfocaliza de los aspectos emocionales y


de vinculación.

varones ingresen al mundo del trabajo más tempranamente, con escasa preparación y
calificación laboral, con ingresos insuficientes.

se mantienen familias extendidas, “allegados” a parientes lejanos o que migren a otros


lugares en búsqueda de mejores posibilidades laborales.

Las mujeres suelen comenzar su “vida familiar” con un embarazo temprano (con abandono
de estudios e ingreso precoz al trabajo), con una abuela que cría al nuevo miembro y/o una
convivencia con su pareja en casa de alguno de los padres.

15
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

Crianza a cargo de la abuela, permanente o hasta que la madre pueda hacerse cargo. Esta a
veces se casa, pero no con el padre biológico del niño.

Tarea evolutiva: transferir la autoridad de la abuela a la madre, cuando esta retoma este rol,
puede generar resistencia en los hijos (percibida más como una hermana mayor que debía
obedecer a la abuela). O dificultades para aceptar la relación de pareja.

Período de formación de pareja muy breve o no existe


crianza prolongada
período escolar más breve
ciclo de vida familiar muestra diferencias que constituyen adaptaciones para resolver de la
mejor forma posible las condiciones de vida, las situaciones de estrés y poder así continuar
el proceso de vida.

En este sentido, parece ser que una estructura más extendida constituye una mejor red
social para que las personas puedan desarrollarse (funcionalidad de la familia extendida).

III. LAS ARTICULACIONES ENTRE POBREZA, EXCLUSIÓN Y


VULNERABILIDAD SOCIAL

La relación entre pobreza y exclusión ha merecido atención a lo largo de toda la década


pasada, en tanto, la noción de vulnerabilidad recién comenzó a tomar cuerpo en el segundo
quinquenio de los años noventa. Partiendo de algunos trabajos de R. Kaztman, una
alternativa es identificar seis grupos estables en cuanto tipología ideal que vincula pobreza
y exclusión. De este modo, se definen dos polos dicotómicos: por un lado, los integrados
plenos y por otro los excluidos pobres. Dentro de estos últimos pueden ensayarse diversas
distinciones, por ejemplo: 1) por tipo de composición de los activos que disponen los
hogares; 2) por las estrategias de uso de los activos y 3) por los que reciben o no asistencia
del Estado.

En esta última distinción interesan algunos aspectos claves que se desprenden del enfoque
de la vulnerabilidad. En primer lugar, el rol de las políticas públicas en el fortalecimiento o
diversificación de los activos físicos, financieros, humanos y sociales de los excluidos
pobres, que es el de mayores desventajas sociales. En segundo lugar, el escenario que
contribuye a generar el sector público para el acceso al conjunto de oportunidades que
brinda la sociedad, en particular mediante las políticas de regulación de los mercados,
distribución del ingreso y en los incentivos económicos. En este sentido, el origen de la
vulnerabilidad es la contracara de los activos, es decir, de los pasivos que poseen diversos
grupos de población. Los pasivos contribuyen a aumentar los riesgos, exponiendo en mayor
medida a los hogares que los poseen. De este modo, pueden identificarse políticas públicas
que afectan los activos y pasivos, las que pueden contribuir a reducir o no la pobreza, y
favorece o no la integración.

16
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

Otros dos grupos estables son mixtos: los integrados pobres y los excluidos no pobres.
Estos dos grupos estables tienen alguna relación con la vulnerabilidad en la medida en que
están afectados por bajos ingresos y por exclusión de redes sociales y de mercados básicos,
por ejemplo, del mercado de trabajo, financiero y de seguros. En el cuadro 1 se ilustran los
primeros cuatro grupos estables, a partir de los cuales se identifican los dos restantes.

Cuadro 1. Interrelaciones entre pobreza y exclusión.


Situación Integrados Excluidos

No pobre Integrado pleno Excluido no pobre


Pobre Integrado pobre Excluido total

Los otros dos grupos serían áreas de traslape de los casilleros con desventajas del cuadro 1
(integrado pobre / excluido no pobre y excluido no pobre / excluido total). Surgen como un
área que define riesgos diferenciados a partir de las características de los activos que poseen
individuos y hogares.
Otra forma .complementaria a la anterior. de explorar las vinculaciones entre los tres
enfoques es utilizando el gráfico 1 y el cuadro 2, que intentan captar de forma gráfica y
simplificada la diversidad de situaciones que se pueden presentar entre pobreza, exclusión y
vulnerabilidad. Se parte de la identificación de dos esferas, una de las cuales es la esfera de
la integración y la otra es la esfera de la exclusión, en la que se puede observar un continuo
que va desde integración alta o total (área I) hasta la exclusión alta o total (área VII).

La esfera de la integración puede caracterizarse predominantemente por la inserción laboral


en el sector formal, acceso a redes de protección social, alta y diversificada dotación de
activos, derechos plenos de ciudadanía e ingresos que permiten cubrir necesidades
materiales y no materiales. Estas características se van degradando en la medida que se
aproximan a la esfera de la exclusión. La esfera de la exclusión se caracteriza de forma
principal por inserción laboral con precariedad y en el sector informal; bajo, parcial o nulo
acceso a las redes de seguridad social tanto públicas como privadas; acceso parcial o
segmentado a los derechos de ciudadanía; baja y poca diversificación en la dotación de
activos y por ingresos insuficientes para cubrir las necesidades materiales y no materiales
de vida.

La integración media (área II) se diferencia de la integración alta por disponer de menores
ingresos y en la cantidad y calidad de activos. Son no pobres, tienen empleo principalmente
en el sector formal, acceso a protección social, y muestran un promedio alto de años de
estudios y cuentan con derechos plenos de ciudadanía. La integración débil (área III) es la
que está atravesada por la línea de pobreza y su nivel de vulnerabilidad a las variaciones en
las condiciones de vida es más alto que en los grupos de integración alta o media. La
pérdida de ingresos los ubica en el grupo siguiente (como integrado pobre). En el caso de
complementarse las variaciones negativas de ingresos con procesos de exclusión pasarían a
formar parte de la esfera de la exclusión; por ejemplo, un asalariado del sector formal que

17
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

pasa a tener seguro de desempleo pero con ingresos por debajo de la línea de pobreza
estaría mostrando el paso de la integración débil (área III) al área mixta de integrado pobre
(área IVa). En términos del cuadro 1, las áreas I, II y III corresponden a los integrados
plenos.

Alrededor de la línea de pobreza (área IV) se solapan las esferas de integración y exclusión,
se encuentran aquí grupos de integrados pobres y excluido no pobre, definidos de forma
similar a los del cuadro 1. Esta área se subdivide en 1) los integrados pobres (área IV a.),
que están ubicados en la esfera de la integración pero por bajo la línea de pobreza; 2) los
excluidos no pobres (IV b), que se ubican en la esfera de los excluidos pero son no pobres
por ingresos. Las áreas V, VI y VI que se detallan a continuación corresponden, aunque con
diferentes intensidades, a los excluidos totales del cuadro 1. El área V define la exclusión
débil, que al igual que las otras dos áreas presentan necesidades básicas insatisfechas y se
ubican por debajo de la línea de pobreza. Se diferencia de las dos siguientes por que
presentan mejor dotación y potencialidad en sus activos y, también, por procesos de
exclusión menos severos. La exclusión media (área VI) se asocia, en términos generales,
con ciudadanía de baja intensidad y están bordeando la línea de indigencia. La exclusión
alta o total (área VII) se asimila a la indigencia y con formas extremas de exclusión de
derechos de ciudadanía, lo que también se conoce como núcleo duro de la pobreza.

El gráfico 1 permite observar que las áreas difusas definidas en el cuadro 1 como
vulnerable reciente se podrían asociar a las áreas IVa, IVb y V, en tanto que los vulnerables
permanentes o estructurales se asociarían a las áreas VI y VII. Si bien esta es una primera
aproximación, la intención es mostrar que exploraciones de este tipo, al igual que otras que
han surgido en los últimos años, permiten distinguir distintos tipos de políticas que
contribuyen a complementar y superar los enfoques que actualmente se están utilizando
para problemas dinámicos y multidimensionales como la pobreza, la exclusión y la
vulnerabilidad social. Esto es relevante en la medida que puede observarse la fuerte
dependencia que tienen los marcos conceptuales, la caracterización de los problemas y los
criterios de medición con el diseño y aplicación de políticas sociales.
Fortalecer los puntos de contacto al mismo tiempo que se desarrollan analíticamente los
diversos enfoques es una tarea que compleja que recién empieza para las políticas públicas
del siglo XXI.

Sustratos de la vulnerabilidad social

Gráfico 1
La esfera de la integración se caracteriza por la inserción laboral en el sector formal, acceso
a redes de protección social (pública y/o privadas), alta y diversificada dotación de activos,
derechos plenos de ciudadanía e ingresos que permiten cubrir necesidades materiales y no
materiales. Estas características se van degradando en la medida que se aproximan a la
esfera de la exclusión.

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Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

La esfera de la exclusión se caracteriza por la inserción laboral precaria y en el sector


informal; bajo, parcial o nulo a las redes de seguridad social; acceso parcial o segmentado a
los derechos de ciudadanía; baja y poca diversificación en la dotación de activos e ingresos
insuficientes para cubrir necesidades.

Alrededor de la línea de pobreza se solapan las dos esferas: integrados pobres y excluídos
no pobres, donde se combinan grados variables (y alternantes) de pobreza y condiciones de
débil y frágil integración a las instituciones formales de la sociedad.
Gráfico 1: Esferas de integración y exclusión.

ADOLESCENCIA Y VULNERABILIDAD

Surge interesante detenerse en la vulnerabilidad de este grupo etareo específico, dada su


gran importancia en el quehacer de todo profesional del área psicosocial.

Características de la Adolescencia

El ciclo de vida transcurre a través de distintos estadios o etapas cronológicas: la Infancia


temprana, El segundo año, Niñez Temprana, Niñez posterior o Segunda Infancia,
Adolescencia, Adulto joven y Vejez.

Cada edad y cada etapa de la vida tiene sus propias y particulares necesidades, así
la Vida Juvenil o Adolescencia, corresponde a un grupo étareo singular, con sus códigos
culturales y desafíos psicosociales específicos, ya no es tan sólo una etapa previa a la
adultez, sino que presenta peculiares características y necesidades, ha creado su propio
mundo y sus propios códigos.

Los psicólogos del desarrollo definen la adolescencia como el periodo evolutivo


comprendido entre el final de la infancia, que suele situarse en la pubertad, (en torno a los
12 años), y el comienzo de la edad adulta (en torno a los 20 años). Es pues un periodo de
transición en el que se ha dejado de ser un niño pero todavía no se es un adulto, y en el que
se experimentan cambios muy importantes y un alto nivel e incertidumbre, entre ellos se
señala:

Área Biológica

Comienza con el periodo llamado Pubescencia, cuando maduran las funciones


reproductivas, los órganos sexuales, y aparecen las características sexuales secundarias
(aumento de los senos, las caderas y aparición de vello púbico y axilar en las niñas;
cambios de la voz y aparición de vello púbico, axilar, facial y corporal en los niños). El
periodo siguiente es el de la Pubertad, que se inicia cuando el individuo es sexualmente

19
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

maduro (12 en las mujeres y 14 en los hombres aproximadamente) (Papalia & Wendkos,
1990).

La primera Menstruación indica la madurez sexual de las niñas, esto puede ser asumido con
diferentes actitudes y vivencias (miedo, malestar, alegría, etc.), básicamente a partir de la
preparación que haya tenido por parte de los adultos. En el caso de los niños, por la
aparición de esperma en la orina y por las poluciones nocturnas (sueño húmedo) (Sarafino
& Armstrong, 1988; Papalia & Wendkos, 1990.

En el caso de las niñas, los cambios físicos y el crecimiento corporal de esta etapa puede
comenzar dos años antes que los varones (Sarafino & Armstrong, 1988). El desarrollo y
crecimiento corporal se torna muy relevante en esta etapa, en la medida que los
adolescentes se consideran atractivos, van a desarrollar una mayor confianza en sí mismos,
situación que se mantiene muchas veces hasta la edad adulta. Según Papalia y Wendkos
(1990), los jóvenes que maduraban más tarde tenían tendencia a tener sentimientos de
inadecuación, a considerarse rechazados y dominados, a ser dependientes, a rebelarse más
contra sus padres, y a pensar en peores términos acerca de sí mismos. Quienes maduraban
temprano, mostraban autoconfianza, independencia y habilidad para desempeñar papeles
adultos en las relaciones interpersonales.

No es el cuerpo biológico o el genético lo preocupante, sino la cercanía o distancia al ideal


de belleza valorizado por los demás. Interesa saber como aprecian su cuerpo los del otro
sexo, cómo lo ven. Así comienza una meticulosa observación de cada detalle corpóreo,
cuidando a su vez la manera de hablar, de caminar, de vestir, de peinarse, etc. (Roa, 1980).

Área Social

La tarea más importante de un adolescente es la búsqueda de su identidad, resolver la


cuestión “¿quién soy en realidad?”. Aunque esta búsqueda no termina en la adolescencia,
sino que continúa a lo largo de toda la vida, es en dicha fase donde adquiere mayor
relevancia (Mussen, 1986; Papalia & Wendkos, 1987).

Los repentinos cambios temporales desconciertan a los jóvenes y les hacen preguntarse qué
personas han sido hasta ahora y en quienes se están convirtiendo. Suelen vivir
simultáneamente en el mundo de los niños y el de los adultos (Mussen, 1986). Tienen una
serie de demandas nuevas que comienzan a plantearse: elección de pareja, independencia
de la familia, elección vocacional, etc. Siempre están en peligro de sentirse confusos
(Papalia & Wendkos, 1987).

En el comienzo de esta etapa, los jóvenes muestran una fase de oposición o negativismo, en
que pueden mostrarse displicentes, algo hoscos, guardando de mantener sus propios puntos
de vista respecto a problemas y conductas prácticas. Esta situación puede tener alguna

20
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

complicación si se prolonga hasta edades más avanzadas, o sí se extremiza hasta el absurdo


(Roa, 1980).

Comienza progresivamente a centrarse en las propias vivencias, asumiendo cierto


egocentrismo, que los hace pensar que los demás viven preocupados de lo que ellos piensan
o hacen. Además, su creencia de que son únicos, los lleva muchas veces a pensar que no
estarían sujetos a las reglas que gobiernan el resto del mundo, y que las cosas que le
ocurren a los demás no les van a pasar a ellos (ej. Embarazo, chocar a alta velocidad, etc. ).
Según Elkind (1967, en Papalia & Wendkos, 1990) este egocentrismo disminuiría cerca de
los 15 a 16 años, en la medida que el joven diferencia sus necesidades y preocupaciones, de
las de los demás.

Las relaciones con sus progenitores pueden ser bastante difíciles en esta etapa, el deseo de
independizarse de ellos y a su vez tomar conciencia de la dependencia que tienen, les
genera un importante conflicto (Papalia & Wendkos, 1990, Roa, 1980). A su vez, los
padres suelen tener actitudes ambivalentes hacia la creciente madurez y alejamiento del
adolescente. Es difícil admitir que sus hijos tienen vida propia (Sarafino $ Armstrong,
1988). Suelen cambiar de opinión de un día a otro, contradiciendo, muchas veces, a sus
padres o hermanos. (Roa, 1980).

Se interesan por las relaciones interpersonales especialmente con un grupo de pares o


amigos, que pueden ser el centro de su proceso de identificación. Los jóvenes tienden a
hacer lo que el grupo hace. Si las relaciones con sus padres se han deteriorado en esta
etapa, el grupo de amigos suele ser una salida. Este grupo les permite compartir sus
sentimientos complejos, sus conflictos y secretos sin temor a los malos entendimientos o el
rechazo (Mussen, 1986)

Las aventuras, hazañas, actos temerarios y desenfadados, y hasta vicios como el fumar e
ingerir alcohol, se realizan no rara vez con el objeto de mostrar seguridad o una imagen
erótica seductora. Es sustantivo en la adolescencia, la preocupación por la varonilidad o
por la femineidad y por no ser tomados como niños (Roa, 1980).

El enamorarse también puede ser considerado un acto de búsqueda de la identidad, a través


de una relación con otra persona uno va mostrando su identidad, la ve reflejada en la
persona amada y a la vez se va conociendo a sí mismo (Papalia & Wendkos, 1990).

En relación con el atractivo hacia personas del otro sexo, aparece la preocupación por la
moda, uno de cuyos objetivos es mejorar la presencia del cuerpo, ocultando defectos,
mostrando virtudes, pero que busca además, un diferenciarse de la moda que usan los niños
y los adultos, mostrando en el modo de arreglarse y de vestirse, una personalidad propia y
autónoma (Roa, 1980).

Área Cognitiva

21
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

La madurez cognitiva es la capacidad para pensar en forma abstracta. Según Piaget se


alcanzaría entre los 11 y 20 años. Esta situación implica que los jóvenes de esta edad no
sólo pueden centrarse en el pensar de una situación concreta, sino que también pueden
imaginar una variedad infinita de posibilidades, hipotetizar, plantearse un problema,
etc.(Papalia & Wendkos, 1987)

El pensamiento se tornaría entonces paulatinamente abstracto y reflexivo, es el inicio del


pensamiento hipotético-deductivo. A pesar de las habilidades de los adolescentes para
conceptualizar ideas y tener un enfoque científico al observar un fenómeno, su pensamiento
aún no es completamente adulto en cuanto a su naturaleza debido a su prolongado
egocentrismo. (Papalia & Wendkos, 1990). Al parecer no todas las personas llegan a esta
etapa llamada de operaciones formales, se necesita para ello tener un cierto nivel de apoyo
cultural y de educación (Papalia, 1972; Clayton y Oberton, 1973; en Papalia & Wendkos,
1987).

Área Moral

El desarrollo de la moralidad se encuentra íntimamente ligado al desarrollo cognitivo que el


niño ha alcanzado. Es decir, para alcanzar un desarrollo moral maduro, es necesario haber
llegado a un nivel de razonamiento que permita asumir una situación desde diferentes
puntos de vista, lo que llamamos pensamiento formal o abstracto (Papalia & Wendkos,
1990). Durante la adolescencia se espera que el joven pueda desarrollar una moralidad
convencional (comienzo de los principios morales autoaceptados). Reconoce la posibilidad
de conflicto entre dos normas socialmente aceptadas y trata de decidir entre ellas. El
control del comportamiento es interno, tanto en la observación de las normas, como en el
razonamiento sobre lo que es correcto e incorrecto (Papalia & Wendkos, 1990)..

La mayor parte de los adolescentes se encuentran en la etapa convencional del desarrollo


moral, y muchas veces algunos jóvenes y adultos no han superado la fase pre-convencional.
En todo caso, de ponerse en el papel de personas con diferentes orientaciones morales, les
permite reorganizar, reformular y avanzar en el razonamiento moral (Papalia & Wendkos,
1990).

Corresponderían a esta edad: Moralidad de contrato (de los derechos individuales y de la


ley aceptada democráticamente. Deseo de la mayoría y bienestar de la sociedad), y
Moralidad de los principios éticos universales (lo que la persona cree correcto). En el caso
de las adolescentes mujeres, Gilligan (en Papalia & Wendkos, 1990), plantea que la
moralidad estaría definida como la capacidad de ponerse en el punto de vista del otro, y
como la inclinación a sacrificarse para asegurar el bienestar del otro.

Sintetizando, de los cambios experimentados por los y las adolescentes, algunos


importantísimo para su desarrollo posterior corresponderían a:

Paso del pensamiento “concreto” al pensamiento “formal”

22
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

En general, el pensamiento formal implica un considerable aumento de la flexibilidad y


distanciamiento de la realidad inmediata. A partir de los 12/13 años empieza a desarrollar la
capacidad de situarse desde diferentes perspectivas ante una misma situación o problema,
lo cual le permitirá, entre otras cosas, descubrir inconsistencias en los argumentos de los
adultos y tendrá la capacidad cognitiva de generar sus propios contraargumentos. Es decir,
comienza a ser capaz de revisar creencias que durante la niñez asumió de modo acrítico.

El “egocentrismo”, que les lleva a sentir inmunidad frente a los riesgos que le pueden
acarrear cierto tipo de conductas, infraestimando las probabilidades de sufrir daños
derivados de conductas problemáticas. Esta distorsión cognitiva podría estar en la base de
las graves conductas de riesgo en que se implican algunos adolescentes con cierta
frecuencia, creyendo que las consecuencias más probables de dichas conductas no pueden
sucederles a ellos porque son especiales. Este egocentrismo va disminuyendo a partir de los
15/16 años, en la medida que las operaciones formales quedan establecidas y se da un
reconocimiento de las diferencias existentes entre sus propias preocupaciones y las de los
demás.

En la adolescencia, la curiosidad por experimentar nuevas e intensas vivencias, Esta


“búsqueda de sensaciones”, unida a una orientación temporal centrada en el presente,
aumentan las posibilidades de implicación en situaciones de riesgo o conductas
antisociales, ya que la gratificación inmediata tiene más peso que las consecuencias a largo
plazo de las acciones realizadas.

La inestabilidad emocional es también un elemento a tener en cuenta en el camino a la


madures del adolescente. En este periodo deberá ir generando estrategias adecuadas de
afrontamiento del malestar emocional (Ej.: control de la ira, disminución de la ansiedad
relacionada con la interacción social, etc...).

La tarea evolutiva crítica de la adolescencia es la construcción de una identidad propia y


diferenciada, pero esto no se suele conseguir antes de los 18/19 años. La crisis de identidad
puede producir una serie de respuestas que reflejan cierto desequilibrio temporal, que
cuando se prolongan en exceso, resultan inadecuadas. El adolescente tiene una gran
necesidad de reconocimiento y aceptación para formarse un concepto positivo de sí mismo.

En la construcción de la identidad el grupo de iguales juega un papel especialmente


determinante, si tenemos en cuenta la disminución del peso específico de los padres y
adultos en general como modelos de identificación. En este contexto, el joven desarrolla las
habilidades sociales y las competencias personales básicas para el desarrollo del papel de
adulto (Ej.: cooperar, negociar, competir, defenderse, crear normas, cuestionar, etc...). El
grupo de iguales tiene un importante papel en la adaptación socio-emocional, en la medida
en que el adolescente se sienta integrado o rechazado.

23
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

Surgimiento de la “moral autónoma”; las normas son fruto de las relaciones de reciprocidad
y cooperación, y no de la imposición de los adultos.

Del proceso evolutivo, destacan tres aspectos:

Además de ser transitorio, se trata de una etapa especialmente dinámica y cambiante, en un


marco social e histórico concreto. “… en este proceso se suceden etapas, acontecimientos y
circunstancias, algunas de las cuales serán enriquecedoras y estabilizadoras, y otras
problemáticas”

Cada adolescente vive esta etapa de una manera particular y subjetiva, en un contexto de
espacios y comunidades humanas que producen diferentes maneras de ser adolescente.

Los adolescentes expresan sus conflictos normalmente en términos sociales. Es decir, la


vivencia individual de conflicto suele normalmente expresarse de un modo social.

Concretamente, el proceso de la adolescencia tiene algunas características, que lo hacen un


período de especial vulnerabilidad. Las más relevantes serían:

Necesidad de reafirmación
La formación de una identidad propia es una de las tareas evolutivas más críticas de la
adolescencia, por ello se puede observar una tendencia a preocuparse en exceso por su
imagen y a como son percibidos por los demás. Sin duda, muchas de las conductas en las
cuales el adolescente se involucrará estarán asociadas a esta imagen. Los adolescentes
necesitan reafirmar su identidad y para ello han de compartir ritos específicos. En la
actualidad, estos ritos se relacionan, por ejemplo, a algunas actividades nocturnas de fin de
semana, entre ellas el consumo de alcohol y otras drogas utilizadas como objetos/sustancias
iniciáticas generadoras de vínculos sociales.

Necesidad de transgresión
A los adolescentes actuales no se les ha dejado el espacio para la transgresión. Los padres
de los adolescentes actuales, a fuerza de querer ser liberales, han perdido la capacidad de
indignación con sus hijos quedándose estos, sin muñeco contra el que tirar sus dardos. “Se
trata de una generación de padres que ha venido predicando la idea de libertad como el
valor supremo, como la idea central del ambiente cultural, del orden de los valores… y
ahora no encuentra ningún otro valor que justifique las limitaciones de ésta”.

De este modo parece ser que el espacio de transgresión para los adolescentes, se reduce a
ciertos temas como por ejemplo, las relaciones sexuales o bien, el consumo de drogas
vinculado habitualmente a sus espacios de tiempos libres. Contravienen el orden social
establecido, viviendo cada acto (o paso al acto) como una provocación frente al mundo
adulto y sus normas.

24
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

Necesidad de conformidad intra-grupal


La necesidad de estar en grupo responde a necesidades educativas, sociales y psicológicas
individuales. En efecto, los grupos son un medio de intercambio de diferentes
informaciones que cada uno puede haber recogido en situaciones familiares, personales,
actividades de ocio o intereses individuales. Además, el grupo permite al adolescente
sentirse integrado en la sociedad y más particularmente a la clase de edad que caracteriza
esta sociedad.

Desde el punto de vista psicológico o intra-psíquico individual, el adolescente puede


también re-elaborar lo que se denomina el Ideal del yo, constituyéndose así, el grupo, en un
medio de acceso a lo que se sueña adquirir, conquistar o ser. El grupo de iguales pasa a ser
un elemento de referencia fundamental, sirviendo como refugio del mundo adulto en el que
pueden explorarse una gran cantidad de papeles. No extraña, por consiguiente, que la
experimentación precoz con el tabaco, alcohol y otras drogas tenga lugar dentro del grupo
de iguales.

Por otra parte, el grupo de iguales puede constituir un factor de riesgo importantísimo en
esta etapa, representando una caja de resonancia o un amplificador potentísimo de
conductas inadecuadas, siendo muy difícil para el joven resistir la presión. Sin embargo,
conviene apuntar que la vulnerabilidad a la presión de grupo, viene modulada en gran
medida por los recursos personales del o la joven, tales como la autoestima, asertividad,
habilidades sociales, etc.

Con relación al grupo de pares varones, el riesgo principal está relacionado con los tipos de
comportamiento y socialización fomentados por él. El grupo de pares varones es el lugar
donde los chicos “prueban y ensayan los papeles de macho” y es este mismo grupo que
hace vida en la calle y juzga qué actos y comportamientos pueden considerarse “viriles”.
Sin embargo, las versiones de virilidad que a veces fomenta el grupo de pares varones
pueden ser homofóbico, cruel en sus actitudes hacia las mujeres, y apoyar la violencia
como forma de demostrar la propia hombría y resolver los conflictos.

Sensación de invulnerabilidad
Existen tres condiciones que se incrementan a esta edad: el egocentrismo, la omnipotencia
y la búsqueda de nuevas sensaciones derivada de su orientación a la novedad y a la
independencia. Los adolescentes tienden a pensar que sus experiencias son tan únicas e
irrepetibles que nadie las ha vivido anteriormente, ni sería capaz de entenderlas. Se sienten
envueltos en una “coraza” personal que les protege mágicamente de todos los peligros.
Pletóricos de salud y vitalidad, no tienen en consideración las advertencias en torno a
conductas de riesgo. Por lo tanto la conclusión más frecuente que ellos hacen frente a los
mensajes atemorizantes y a la vez atemorizados del mundo adulto es: “yo controlo”.

El rechazo a la vida del adulto


La creciente necesidad de autonomía que experimenta el adolescente, le lleva a rechazar la
protección de los adultos y a enfrentar conductas de riesgo que pueden representar una

25
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

importante amenaza para su desarrollo posterior. En este punto es necesario tener en cuenta
la socialización de género, sobre todo en los varones en quienes los comportamientos están
poco orientados a acercarse a los adultos y pedir ayuda. En Alemania, Los estudios de
muchachos de 14 a 16 años pusieron de manifiesto que en épocas de conflicto, el 36%
prefería estar sólo y el 11% decía que no necesitaba consuelo; el 50% de los chicos recurría
a su madre y menos del 2% recurría a su padre.

Susceptibilidad frente a las presiones del entorno


Los adolescentes pueden ser particularmente sensibles a las campañas de publicidad
diseñadas para asociar el consumo de drogas, como por ejemplo el alcohol, con una
determinada imagen. “Temas relacionados con la identidad y la imagen pública, la
curiosidad y las ganas de experimentar sensaciones nuevas… pueden aumentar de forma
sustancial la susceptibilidad general frente a la publicidad y otras influencias sociales que
promueven el uso de sustancias”.

En el logro del entendimiento global de esta etapa, es fundamental plantearse la siguiente


pregunta: ¿Cuáles son las características socioculturales de nuestra sociedad actual en que
se están socializando los adolescentes?

Para dar una respuesta, es necesario consideran algunos valores y actitudes vitales que están
definiendo, según numerosas investigaciones, a cierta parte de la adolescencia y que
podrían ser posibles explicaciones de los comportamientos descontrolados en ciertas
ocasiones, sobre todo en ratos de ocio.

Tendencia al hedonismo y bajo nivel de tolerancia a la frustración.


Una de las características de la sociedad postmoderna es su temor al aburrimiento.
Actualmente, los adolescentes tienden a reproducir un modelo cultural ligado al placer
permanente. Esto adquiere sentido en las palabras de J. A. Marina (2000), “La diversión en
nuestro mundo se ha convertido no sólo en una necesidad individual sino también en una
necesidad social. El no divertirse implica una carencia personal con la consiguiente pérdida
de la autoestima. El hedonismo se hace cada vez más persistente, poniéndose en manos de
la pura experiencia de la diversión, un estado de ánimo que les abstrae del mundo real y de
sus complicaciones”. La facilidad para aburrirse y la incapacidad para soportar el
aburrimiento caracterizan a ciertas personalidades de adolescentes que buscan
compulsivamente excitación y placer inmediato. Esta característica personal puesta en un
contexto facilitador de lo hedónico, está a la base de numerosas primeras experiencias,
entre ellas el consumo de drogas.

La recompensa inmediata sin anteponer un esfuerzo proporcional y recíproco, se potencia


en una sociedad con baja tolerancia a la frustración, de ahí la búsqueda compulsiva,
apresurada e inmediata de la satisfacción y la diversión durante los fines de semana.

“La susceptibilidad al aburrimiento y la incapacidad de soportar la monotonía, junto a la


sed de experiencias, unido a una impulsividad creciente muy extendida en los jóvenes

26
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

actuales conduce a que muchos de ellos se conviertan en buscadores de emociones, que


ansían la estimulación continua y la desinhibición, cobijándose para ello en largos periplos
nocturnos “de marcha”, unido a unos ritos en los cuales el alcohol y el consumo de todo
tipo de drogas recreativas son una manera fácil de conseguir todo esto que se busca”.

Perspectiva de futuro negativas


La incertidumbre y la falta de horizontes claros, hacen que este proceso que debe culminar
en la construcción de un plan de vida que tenga coherencia y sentido, sea visto amenazante,
con altos montos de angustia y un elevado escepticismo. Esto plantea la utilización de
recursos alternativos que prometen “felicidad” a corto plazo, seguridad y olvido
momentáneo de los problemas.

El presentismo
Una sociedad que plantea el vivir el aquí y el ahora, hace que muchos individuos insertos
en ella sean marcados por este modo de funcionamiento. A los jóvenes, el futuro se les
presenta incierto y no sintiéndose motivados por los estudios y ante un panorama laboral
poco optimista, optan por vivir el día (Arbex, 2004)

Jessor (1992) define “conducta de riesgo” como cualquier conducta que puede
comprometer el desarrollo psico-social del adolescente. Además, desarrolla un modelo
teórico conceptualizando el riesgo psicosocial de los adolescentes a través de la influencia
que diversas variables tienen sobre su conducta. En este modelo explica el desarrollo de
diferentes conductas consideradas como problemáticas durante la adolescencia (consumo
de drogas, la delincuencia, actividades sexuales prematuras o arriesgadas...) reconociendo
que diferentes tipos de conducta desviada responden a los mismos determinantes. Esta
teoría fue la que acuñó el término “conducta problema” para definir diversos
comportamientos de los adolescentes que son objeto de reprobación por la sociedad
convencional, y que pueden ser explicados por los mismos factores de riesgo.

Se trata de un modelo explicativo que a diferencia de otros, considera la interacción


persona-contexto como imprescindible, recogiendo múltiples factores o variables que
pueden intervenir en el desarrollo de las conductas.

Jessor considera unos factores de riesgo y protección, unas conductas de riesgo y unos
resultados de riesgo.

Jessor ( 1991) En este modelo teórico se destaca la instrumentalidad o funcionalidad de la


conducta de riesgo, y para comprenderla surge necesario considerar tanto los costes como
los beneficios que supone, ya que el adolescente suele implicarse en estos comportamientos
con el fin de alcanzar importantes metas para su desarrollo. ( Ej.: el consumo de alcohol o
drogas puede ser utilizado por el adolescente para ser aceptado por el grupo de iguales,
afrontar la ansiedad, rechazar las normas, autoafirmarse frente a los padres, etc...).

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Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

CONDUCTA
MEDIO MEDIO
Factores de BIOLÓGICOS SOCIAL PERCIBIDO PERSONALIDAD
Riesgo y
Protección

CONDUCTAS DE RIESGO / ESTILO DE VIDA DEL ADOLESCENTE


Conductas de
Riesgo Conductas Problema Conducta relativa a la Salud Conducta Escolar

RESULTADOS DEL COMPROMISO SALUD / VIDA


Resultados
De Riesgo Salud Roles Sociales Desarrollo Personal Preparación para la Vida

El concepto de alto riesgo se refiere a una particular constelación de factores que


determinan que ciertos niños se encuentren en un estado de mayor desprotección o
vulnerabilidad a sufrir trastornos en su desarrollo; los cuales pueden manifestarse luego en
forma de conductas socialmente desadaptadas, fracaso escolar, consumo de drogas,
promiscuidad sexual, etc.

RESILIENCIA

En Metalurgia, se refiere a la capacidad de los metales de resistir un impacto y recuperar su


estructura. En Oesteología (disciplina médica), la capacidad de los huesos de crecer en el
sentido correcto después de una fractura (Romero, 1998).

En Física, la elasticidad de un material, su tendencia a oponerse a la rotura por choque;


traducido literalmente del inglés significa entereza (Walsh, 1998).

28
Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

En las Ciencias Sociales, la capacidad humana de hacer frente a las adversidades de la vida,
superarlas y salir de ellas fortalecido o incluso transformado (Grotberg, 1996; en Romero,
1998). La capacidad de soportar las crisis y adversidades y recobrarse (Walsh, 1998).

Mientras que una crisis o un estado persistente de estrés puede derrumbar a un individuo,
familia o grupo social más amplio, otros emergen de ellos fortalecidos y con mayores
recursos.

El tema de la resiliencia surge de observaciones de algunos niños que, expuestos a


condiciones de vida altamente estresantes logran sobreponerse constructivamente, mientras
otros terminan siendo adultos dañados. A partir de esas observaciones, nace el estudio de
factores protectores y de riesgo que favorecen o perjudican el desarrollo de la resiliencia.

Los estudios de los factores de protección que fortalecen los recursos de los niños y les
permiten desarrollar su resiliencia estuvieron orientados inicialmente hacia la comprensión
de la manera en que algunos hijos de padres perturbados mentalmente o provenientes de
familias disfuncionales eran capaces de superar sus tempranas experiencias de abuso o
negligencia y llevar una vida fructífera, y también hacia el estudio de las cualidades de
adultos sanos que mostraban resiliencia individual pese a haber crecido en familias
alcohólicas disfuncionales y a frecuentes experiencias de maltrato. Otros se orientaron a la
investigación del riesgo y la resiliencia de los individuos que padecen situaciones sociales
devastadoras, como la pobreza y la violencia comunitaria, y cuyas vidas familiares se
complicaban por el abuso de drogas, la enfermedad mental, el delito y la violencia. Muchas
de estas personas, a pesar de encontrarse insertos en esos contextos sociales, se volvieron
adultos competentes demostrando capacidad resiliente.

Otros estudios, como los sobre el estrés y conductas de superación que propusieron el
concepto de “fortaleza”, y los referidos a los situaciones de guerra, han aportado a la
conceptualización de la resiliencia.
Características:

Esta capacidad se prueba en situaciones de estrés severo y prolongado (guerra, catástrofes


naturales, pérdidas afectivas, enfermedad, maltrato, tortura, abuso, cesantía, extrema
pobreza), en condiciones biopsicosociales y culturales que generan mayor vulnerabilidad (o
resistencia).

Es una capacidad dinámica: No es permanente ni absoluta, sino que cambia dependiendo de


las condiciones específicas en que ocurre la crisis (personalidad, estado de salud, etapa del
ciclo vital, factores protectores o de riesgo del contexto específico). Esto hace que un
mismo acontecimiento (estímulo) pueda afectar diferencialmente a una misma persona o
grupo, dados los factores protectores o de riesgo que operan en ese momento. Se puede
estar más que ser resiliente.

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Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

La resiliencia surge de la interacción entre factores personales y sociales, y se manifiesta de


una manera específica en cada individuo; es un resultado único que surge como
consecuencia de las diferencias individuales en el procesamiento interno del ambiente. La
promoción de la resiliencia individual implica el enlace con una resiliencia comunitaria
dentro de un ecosistema. No solo la persona enfrenta situaciones de dificultad extrema, sino
que una localidad, región y país necesitan resistir de manera resiliente embates y
catástrofes, situaciones de deprivación y carencias. En este contexto aparece el concepto de
comunidad saludable y el de resiliencia comunitaria en la obtención de la equidad social, en
la superación de la pobreza y la obtención de una mejor calidad de vida para todos los
ciudadanos.

La resiliencia parte de la base que todo ser humano tiene un potencial de recursos
manifiestos y/o latentes para vivir y desarrollarse, aún en condiciones adversas (optimismo
antropológico subyacente a la orientación humanista). Además, supone que el hombre, aún
estando en circunstancias tremendamente precarias y restringidas, tiene un grado de libertad
para elegir y hacerse responsable de sí mismo y parcialmente responsable por los otros y el
entorno (autonomía e interdependencia).[Frankl, Maslow, Rogers, Mahr, etc.].

La resliencia supuso un cambio de foco, del daño al desafío: Esta mirada se centra en
aquellos aspectos que dan cuenta de los recursos personales y ambientales de que dispone
el niño, la familia y la comunidad cuando debe enfrentar crisis agudas y prolongadas. No se
enfoca en los daños, carencias y precariedades.

La resiliencia se forja a través de la adversidad, no a pesar de ésta. En un estudio sobre


familias sólidas (Stinnet y otros, 1981, 1985; en Walsh, 1998) se encontró que el 75 % de
ellas, en momentos de crisis, habían atravesado circunstancias positivas en medio de su
dolor y desesperación, y creían que algo bueno había surgido de todo eso (como que sus
relaciones recíprocas se tornaron más cariñosas y preciadas que antes; “gracias a Dios
tuvimos un hijo drogadicto”).

El desarrollo del concepto de resiliencia ha pasado de centrarse en la resiliencia del


individuo, a menudo como sobreviviente de una familia disfuncional, y fortalecida por la
influencia decisiva de las relaciones y del apoyo social, hacia un concepto de resiliencia
relacional, desplazando el foco de los rasgos individuales hacia los procesos interactivos
que se dan en un contexto ecológico y evolutivo. Esto es, los procesos que fomentan la
resiliencia relacional como unidad funcional (objeto de estudio). Desde una perspectiva
sistémica familiar, el enfoque centrado en la resiliencia procura identificar y apuntalar
ciertos procesos interactivos que permiten a las familias soportar los desafíos y recobrarse.

El concepto de resiliencia genera dos ideas contrapuestas: la aprehensión que el objetivo


termine siendo una mera adaptación funcional a los desequilibrios del modelo económico
cultural; por otro lado, abre la posibilidad de que los individuos, grupos y comunidades
manifiesten ese potencial latente que permite la superación de situaciones límite. Mirado

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Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

sistémicamente (relaciones e interdependencia), el ser humano, la familia o los grupos


sociales y los fenómenos sociales constituyen elementos de circuitos de interacción.

El concepto de resiliencia genera dos ideas contrapuestas que, desde una perspectiva
sistémica, pueden conciliarse en tanto los fenómenos sociales y las comunidades que los
producen interactúan reciprocamente:
el privilegiar una mera adaptación funcional a los desequilibrios del modelo económico
cultural.
la posibilidad de que los individuos, grupos y comunidades manifiesten ese potencial
latente que permite la superación de situaciones límite.

Resiliencia individual:

Walsh (1998) resume algunos hallazgos respecto de tres ámbitos interrelacionados que
influyen en la resiliencia individual:

Rasgos individuales:

Temperamento despreocupado y alegre y un alto grado de inteligencia contribuían a forjar


resiliencia, aunque no eran esenciales. Estas cualidades suelen provocar en los demás
reacciones positivas y facilitan la adquisición de la capacidad para resolver problemas y de
estrategias de superación. A su vez, estos individuos tienen una gran autoestima,
caracterizada por un sentido realista de la esperanza y del autocontrol.

La autoestima y la creencia en la propia eficacia torna más probable la superación de las


dificultades, en tanto que el sentimiento de impotencia aumenta la probabilidad de que un
suceso adverso lleve a otra.

Las personas fuertes poseen tres rasgos generales: creen que son capaces de controlar los
sucesos de su experiencia o de gravitar en ellos; se sienten profundamente involucradas o
comprometidas con lo que hacen; ven el cambio como un desafío apasionante que los
puede conducir a un mayor desarrollo.

Convicciones de poder soportar las penurias sustentadas en fuentes morales y espirituales


de coraje (valentía).

Confianza en que es posible superar la adversidad.

Inclinación optimista, que permite apelar a cualquier excusa para tener esperanza y fe en
que pueden recobrarse, y movilizar activamente todos los pensamientos y recursos capaces
de contribuir a dicha recuperación.

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Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

Ilusiones positivas, es decir, a quienes asumen selectivamente posturas positivas frente a


situaciones amenazadoras tiende a irles mejor que a las que se aferran a la realidad en toda
su dureza, en tanto tales creencias les permiten conservar la esperanza ante una situación
sombría.

Capacidad sanadora de las emociones positivas, como la risa y el buen humor.

Optimismo aprendido (versus impotencia aprendida), o el convencimiento de que las


propias acciones y esfuerzos son fructíferos para resolver problemas, a partir de
experiencias de dominio (saber que la propia capacidad de respuesta importa)

Recursos familiares que fomentan la resiliencia individual (aporte de la familia):


Centrándose en el clima emocional que se vive en la familia, se ha señalado la importancia
del cariño, el afecto, el apoyo emocional y la existencia de una estructura de límites claros y
razonables. Si los padres no pueden brindar este clima, pueden cumplir la misma función
otras relaciones con otros miembros de la familia (abuelos, hermanos mayores, otros
parientes cercanos).

Apoyo social: El apoyo a la resiliencia familiar también puede venir de amigos, vecinos,
maestros, instructores particulares, sacerdotes, etc. A menudo, en familias perturbadas, los
niños resilientes establecen vínculos con otros adultos positivos. También la vinculación
con individuos o grupos que enfrentan dificultades similares favorece su resiliencia
individual.

Romero (1998) sistematiza áreas de desarrollo de la resiliencia en niños y niñas


(individual):

Autoestima y Autoconcepto: El desarrollo de un buen autoconcepto y una autoestima


adecuada implica el desarrollo de la capacidad resiliente, puesto que un autoconcepto y
autoestima de este tipo se asocian a motivación de logro, sentimiento de autosuficiencia,
actividad dirigida a la resolución de problemas, menor tendencia a la evitación de
problemas y al fatalismo en el enfrentamiento de situaciones difíciles, sentimientos de ser
querible, valioso y capaz, capacidad de proximidad afectiva, relativa independencia del
juicio externo, etc.

Vínculo afectivo: Sin una o más experiencias de vinculación significativa para el niño, es
imposible desarrollar resiliencia. En la infancia temprana el factor protector más fuerte es la
existencia y disponibilidad de una relación de cuidado cálido y estable en el tiempo (madre
u otra figura adulta sustituta). De esta relación, el niño adquiere la capacidad de
experimentar confianza, fe y la constancia objetal necesaria para nutrirse de la imagen
interna de la madre o de la figura sustituta cuando esta no está. Esta relación
suficientemente buena, a su vez inserta en una realidad familiar que puede ser un refugio
que proporciona calor y estímulo, conforman un “lugar de pertenencia” que da seguridad y
bienestar, al que se puede echar mano toda la vida en forma concreta o simbólica. Tener la

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Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

experiencia profunda y nutriente de la vinculación afectiva parece ser la base para


desarrollar una autoestima positiva, el humor y la creatividad, ser capaz de desarrollar un
sentido de pertenencia en el contexto de las redes sociales (capacidad de vinculación) y de
abrirse al sentido de trascendencia de la propia vida.

Humor y creatividad: Ambos factores constituyen recursos para enfrentar y superar


situaciones adversas. El potencial creativo y el humor del niño puede ser estimulados o
restringidos por las relaciones que este establece con los adultos significativos y con las
instituciones de su entorno (familia, educación, etc.). La creatividad se relaciona con la
curiosidad, la sensibilidad, la tolerancia a la ambigüedad, la autoconfianza y la búsqueda de
soluciones desde sí, la apertura y flexibilidad frente a soluciones, la observación sin juicio
previo, el deseo de probar después del fracaso, volar con la fantasía e imaginación, jugar sin
prescripciones y con espontaneidad, la originalidad de lo insólito y la capacidad de nuevas
perspectivas ante un problema. La capacidad de reírse de si mismo y de las circunstancias
permite enfrentar circunstancias de gran precariedad, puesto que el humor juega con lo
insólito, lo ridículo y absurdo, puede ser irreverente y crítico de una forma socialmente
aceptable, suaviza las asperezas, aminora el dolor, alude a situaciones que de otra forma
costaría más elaborar y puede producir el placer de disparatar, desafiando las limitaciones
de la razón para hacer frente a las situaciones coercitivas.

Red social y de pertenencia: La red social es un grupo de personas, miembros de la familia,


vecinos, amigos y otras personas, capaces de aportar ayuda y un apoyo tan reales como
duraderos a un individuo o familia. Cuando esta red existe y está disponible, se crean las
condiciones para el desarrollo de la resiliencia, en términos de favorecer un sentido de
pertenencia y la integración e inserción social.

Ideología personal y voluntad de sentido: El trascender las circunstancias adversas y darle


un sentido esencial a la experiencia de dolor y sufrimiento constituye un factor que potencia
la resiliencia de niños, jóvenes y adultos. Todos tienen una necesidad natural de encontrarle
sentido a las experiencias, ligados estos a la fe, escala de valores, amor hacia otro, etc. .

Resiliencia Relacional - Familiar:

Se ha avanzado hacia una concepción sistémica de la resiliencia por dos tipos de hallazgos:

La significación que tienen las relaciones personales estrechas para cultivar la resiliencia
individual (hasta el surgimiento de rasgos individuales genéticamente determinados se da
en un contexto relacional).

La necesidad de adoptar una visión ecológica y evolutiva para dar cuenta de los procesos de
mediación en el contexto social a lo largo del tiempo. Así, se considera a la familia, el
grupo de pares, la escuela, el lugar de trabajo o los sistemas sociales más amplios como
nichos contextuales para la competencia social. Por otro lado, los mecanismos de

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Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

adaptación y superación no son un conjunto de rasgos o atributos fijos, sino procesos que se
extienden en el tiempo y son determinados por múltiples factores.

La resiliencia relacional abarca numerosos y variados procesos recursivos a lo largo del


tiempo, desde el modo en que una familia se prepara ante una crisis hasta las disociaciones
causadas por sus secuelas inmediatas y adaptaciones mediatas. Procesos muy eficaces para
abordar ciertos desafíos pueden no servir para otros. La resiliencia relacional incluye los
esquemas organizativos, los procesos de comunicación y de resolución de problemas, los
recursos comunitarios y la reafirmación de los sistemas de creencias. Tiene especial
importancia una coherencia narrativa que ayude a los miembros de la familia a conferir
sentido a sus experiencias de crisis y genere colaboración, eficacia y confianza en la
superación de los retos que sufre la familia.

Elementos básicos de la resiliencia familiar: Procesos relacionales e interactivos tales como


la cohesión, la flexibilidad, la comunicación franca, la capacidad para la resolución de
problemas y la reafirmación del sistema de creencias.

Se puede sostener que determinado sistema de creencias (por ejemplo, una visión confiada,
esperanzada y potenciadora) y los procesos narrativos que le dan sentido a las experiencias
favorecerán la resiliencia familiar mientras que otros no lo harán. Un conjunto de creencias
y narrativas compartidas, que fomenten sentimientos de coherencia, colaboración, eficacia
y confianza, son esenciales para la superación y dominio de los problemas.

Las creencias comunes conforman y refuerzan las pautas de interacción, determinando el


modo en que la familia enfoca una nueva situación y responde a ella. Comprobaciones:

Un suceso crítico puede catalizar un gran número de cambios en el sistema de creencias de


una familia, con repercusiones en su reorganización inmediata y su adaptación a largo
plazo.

Por otro lado, estas percepciones familiares sobre el evento estresante se suman a las
experiencias previas en el sistema multigeneracional, forjando el sentido que la familia
asigna al desafío y a sus pautas de reacción.

Los valores espirituales y el legado cultural confieren un sentido y propósito que trasciende
a la unidad familiar.

La forma en que la familia da sentido a la situación crítica es esencial en lo que atañe a la


resiliencia familiar.

También es pertinente a la resiliencia familiar la existencia de recursos comunitarios y el


hecho de que la familia se disponga a utilizarlos, ya que a través de ellos puede obtener
seguridad económica, asistencia práctica, apoyo social y un sentimiento básico de conexión
con las redes de parentesco y amistad, así como con los grupos religiosos afines y otros. Si

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Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

se carece de una reacción comunitaria ante las penurias de la familia, ésta puede disociarse,
por más que haya en su seno capacidad para la resiliencia.

Cambio de paradigma desde la familia como una entidad perjudicada hacia una entidad
desafiada, que reafirma su capacidad de autorreparación.

En cada individuo, familia y ambiente social más amplio operan numerosos procesos
recursivos en curso, cuya interacción decide si la vulnerabilidad cederá paso a la resiliencia
y a una vida provechosa, o si se intensificará y desembocará en la disfunción y la
desesperación.

El marco de la resiliencia familiar es útil para evaluar el funcionamiento de la familia


tomando en cuenta su estructura, sus demandas psicosociales, sus recursos y limitaciones.

Los procesos necesarios para un funcionamiento eficaz pueden variar en distintos marcos
socioculturales y ante distintos desafíos evolutivos. Este marco de la resiliencia presenta la
ventaja de poder examinar el funcionamiento familiar en contexto y vincular los procesos
con los desafíos. No se trata de definir un modelo de familia resiliente, sino de indagar en la
resiliencia presente en cada familia, delimitando ciertos procesos claves que son capaces de
fortalecer al grupo familiar para soportar las crisis o estados prolongados de estrés. Toda
familia tiene la capacidad potencial de actuar con resiliencia. Por otro lado, hay muchas
maneras de hacerlo. Todas la s familias tienen problemas, lo que las distingue es lo que
hacen con ellos.

La resiliencia constituye una herramienta conceptual que apunta a examinar la fortaleza,


que visualiza las potencialidades de la familia, que estimula la colaboración entre sus
miembros, que renueva o genera nuevas competencia, apoyo mutuo y confianza en su
capacidad de superar las adversidades. Al mismo tiempo, va más allá de la resolución de
los problemas actuales, actuando preventivamente al ganar resiliencia para abordar otros
probables problemas futuros.

Resiliencia Comunitaria:

Los pilares de la resiliencia comunitaria son, por ejemplo, la vida cultural, la democracia
activa y la autoestima colectiva (Suarez Ojeda, 1996; en Romero, 1998).

A fin de logra que las familias manejen mejor las situaciones estresantes, conviene que los
esfuerzos en favor del cambio no solo incluyan a la familia, sino además a las redes de
apoyo y a sistemas más amplios, con el objeto de estimular vínculos comunitarios que la
mayoría de las familias han perdido (grupos de autoayuda, grupos multifamiliares, etc.). Al
tomar contacto con otras familias que afrontan problemas similares se gana resiliencia, y
cada familia puede aprender de otras.

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Ps. Joseline Acuña Fernández

VULNERABILIDAD SOCIAL

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Bibliografía
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 Sarafino, E. Armstrong, J (1988): Desarrollo del niño y del adolescente Editorial
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