La intensidad del entrenamiento es determinante en los resultados de éste. Así, según la Ley del
Umbral o de Schultz-Arnodt, el estímulo de entrenamiento debe superar un umbral de intensidad
para poder desencadenar una respuesta de adaptación, es decir, para que sirva de algo.
Así, en los entrenamientos, podemos encontrar lo siguiente:
1. Estímulos inferiores al umbral o de intensidad excesivamente baja: no tienen efectos de
entrenamiento ni precisan recuperación alguna. Por ejemplo, si pretendo hacer pesas levantando un
globo.
2. Efectos superiores al umbral:
De intensidad media: tienen una función de mantenimiento del nivel funcional en períodos cortos de
tiempo.
Óptimos: desarrollan el nivel funcional, es decir, entrenan y son los más propios de los deportistas.
Excesivamente fuertes: producen daños funcionales y pueden llevar al sobreentrenamiento y las
lesiones.
La ubicación de este umbral o frontera entre lo que produce beneficios y lo que no, depende del
nivel de forma o rendimiento del deportista.
Además, a lo largo de la temporada, mientras el deportista va mejorando, el umbral también va
cambiando y elevándose. Es decir, lo que antes era beneficioso, más tarde puede que no sirva casi
de nada.
Por eso, periódicamente hay que ir adaptando las cargas de entrenamiento.
El umbral óptimo para trabajar la fuerza se encuentra a partir del 30 o 40 por ciento de nuestras
posibilidades máximas; en resistencia, por lo menos debemos trabajar entre el 50 y el 60 por ciento
de las posibilidades cardiovasculares máximas; y en velocidad, los estímulos han de ser máximos,
con lo que se llega al 90 o al cien por cien.