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Christian Delacampagne HISTORIA DE LA FILOSOF{A EN EL SIGLO XX Traduecién de Gongal Mayos ‘CONTENIDO Prefaco ata edicion espanol Prefcio Introduccién, Nacimiento de la modernidad 5 LA-VIA SEGURA DE LA ctENCIA 1. Progreso de la lgica 2, De la logica ala fenomenologta 3. De la logica ala politica 4 Ladisidencia de Wittgenstein 1s FiLosorfas Det PINAL 1. El inal de Europa 2. El final de la opresién 3. El final de la metafisica 4 Después del final 1, Los caminos del exlio 2. La decisin de Heidegger 3 Primerasinvestigaciones ‘& La instruccin del proceso [BN LA QUERRA FRA 1. Los partdarios del iberalismo 2, El defensor de la libertad 3. ¢Hacia una tercera via? 4 Destinos del marxismo 83 7 2 9 36 8 r04 7 8 168 168 18 204 28 Say 331 242 362 270 8 HISTORIA DE LA FILOSOFIA EN Et. SIGLO XX 5. LARAZGN EN THLA DE sUIEIO 1. «Estructura» frente 2 en cuestin se explica, de hecho, por otra raén: ‘una razén que apunta al proyecto mismo que ha dirgido mi traba- jo, asf como a a extructra de conjunto que exe proyecto me obli- ‘aba a adoptar para componer i libro, ‘Mi proyecto no era escribir un diccionario, una enciclopedia, una especie de «catdlogo> de los Fldsofoso de las grandes floso- fas de nuestro siglo. Otos lo han hecho o lo havin. Mi proyecto que me arrevo a creer, en un cierto sentido, més original—era hacer aparecer, por una parte, las principales mutaciones que han afectado en profuncidad al campo dela ilesofa contemporsneay, Por ot parte, mostrar que para comprender bien las mencionadas ‘utaciones era necesario stuarlas en relaién con el horizonte de Jahistorareal—econdmics, social, polite ycultural—del siglo xx En definitva, lejos de aproximarsea un «inventarion, mi traba~ fo debia basarse en eleeciones, en la fjacién de prioridades, en la Seleccin de algunos de los wcampos teGricos» mis patcularmen- ° 10 HISTORIA DE LA FILOSOFIA EN EL S1GLO 206 te signficativos—con el riesgo, evidentemente, de tener que dejar cen Ia sombra gran cantidad de autores que, por notables que hu~ bieran sido, no habian aportado ninguna contribueién notable ala transformacion de esos «campos teéricos» La tinica pregunta que se plantea entonces es saber por qué, a fin de cuentas, la mayor parte de los grandes filésofos de lengua es- pafiola de estos itimos aftos, de Miguel de Unamuno a Maria Zambrano, o de José Ortega y Gasset a Xavier Zubiri, parecen fencontrarse en esta dima categoria categoria de los que han permanecido en cierta medida «en los mérgenes» de los grandes, de la filosofia en el siglo xx. Deseo también que abra cexmino a otros trabajos andlogos, que, en la medida en que estarian redactados desde perspectivas diferentes, permitrfan dar a cono- ‘cer, ya sea una nueva aproximacién alos mismos problemas, ya sea a problemas oa probleméticas nuevas. En fin, no quisiera terminar sin agradecer a Gongal Mayos, ‘traductor en lengua castellana, el excelente trabajo agut realizado. 5 LARAZON EN TELA DEJUICIO 1. @ESTRUCTURA® FRENTE 4 «SUJETO® Aprisionada entre Auschwitz e Hiroshima, entre el recuerdo m= posible dela Shoah y el insoportable terror del apocalipsis nuclear, escindida por la guerra fia, escéptica con respecta a la constric= cién «comunitatia» que le proponen teenderatasy politicos, la Eu ropa de los afios cincuenta ha dejado de creer ens futuro ‘Nada tiene de sorprendente que, en esas condiciones, reine en- te los intelectuales la més grande confusién. Algunos de ellos reaccionan, como se ha visto, lanzindose al «compromisom, to- ‘mando partido por el modelo americano, por el modelo marxista 0 por una improbable «tercera via». Pero otros estén lejos de com= Parti esos entusiasmos ideol6gicos. En los artistas y escritores, el pesimismo hace estragos. El absurdo reina en el teatro (loneseo, Adamoy). La incomunicacién se express en el cine (Antonioni, Res- nais). Una misma desesperacién, un mismo rechazo dela «civiliza- idm, una misma e6lera fia inspiran las telas de Dubulfer, ls no- velas de Beckett, os aforismos de Cioran." Bajo sus formas extremas, esa desesperacin puede conducir al sucidio. De Paul Celania Primo Levi, de Nicolas de Staél a Mark Rothko, de Lucien Sabag a Niko Poulantzas, un niimero impresionante de ereadores y de pensadores elige poner fin asus dias durante los decenios que siguen a 1945. Atin ms numerosos son aquellos que, por desencanto, deciden alejarse de la politica. Convencidos de su impotencia para actuar 231, Rumano de acento, En Cira (19123995) xb a mayor pre le su obra en ance (Bresade pds, nS ele may 195 La vertain de ert, 1958, Aung sep se neg sr considera oo pensar cprofeconas, so reexioner soe ln sired de in exienc ene {gran nee parle vs 387 288 HISTORIA DE LA FILOSOFIA EN EL sIGLO xx. sobre el mundo, esos desengaftados intelectuales prefieren conten- tarse con observarlo a cierta distancia, considerando que su misién ‘no ¢s transformarlo sino, como maximo, comprenderlo. Entre los Irimos, dos movimientos despuntan Ia conclusion de la guerra El primero se propone reencontrar por la interpretacién» el sen- tido perdido de la cultura moderna; el segundo clarifcar por el anilisis de sus sestructuras+ el funcionamiento de los procesos simbélicos. «Hermenéutica» flosofica y «estructuralismo> cienti- fico constituyen, asi, en el umbral dela segunda mitad del siglo, ddos modos en compecencia de responder ala «crisis» de Europa, a su «miseria» espiritual asf como ala inexorable «decadencia» desu Independencia politica En un primer sentido, el término interna o interpretacién (Verstehen) —por oposicion a la - externa (Erkléren)—es una actividad corriente en muchos otros dominios, comenzando por los de las «ciencias del cspirtu», es decir, las humanidades y las ciencias sociales Con Hans-Georg Gadamer—gue, después de haber sido bre- vvemente rector de la Universidad de Leipzig inmediatamente des- ppués de la guerra, desarrola el resto de su carrera académica en Heidelberg, donde se jubila en 1968—, el término chermenéuati- ‘cam adquiere una dimensi6n més amplia: remite en adelante a un esfuerzo de «desciframiento» aplicable a todas las ciencias y, mis alli, todas las producciones de a cultura, consideradas como con- juntos de «signose. Esfuerzo tanto mis necesario por cuanto, si bien la «crisis de la razdn estaba ya abierta en los aflos veint, la. catistrofe de la Segunda Guerra mundial —«fracaso por excelen- cia de la modernidad—ha creado una situacin tal que el «sentido» de nuestras prodiucciones culturales més elevadas parece perdido en fa actuaidad, o af menos olvidado por la humanidad europea, ‘dems, lo que pide ser «reasumido» no es exclusivamente las con LA RAZON EN THLA DE JUICIO 289 diciones de posbilidad del conocimiento objetivo—como en Kant—, sino mis bien las del propio comprender> La recuperacién—o, més exactamente, la «rememoracién>— del sentido se convierte por tanto para Gadamer en el asunto pro pio de la filosoffa.Implicito en su tesis de doctorado, redactada bajo la influencia directa de su maestro Heidegger y consagrada, a partir de una relectura del Filey, la significa ética del dislo- 0 platdnico, ese proyecto consttuye el ee principal de su trabajo a partir de 1945 y desemboca, en 1960, en la publicacidn de Verad _y métedo, Habiéndose convertido en la referencia principal de la ‘corrience hermenéutica, esa obra monumental se esfuerza ala ver por formula las ambiciones metodol6gicas y ponerlas a prueba en tres campos primordial: los del arte, la historia y el lenguaje en general Contrariamente a lo que era para Kant, la obra de arte no es para Gadamer una pura «forma» ofrecia al juicio del gusto, Pues ‘nos invita, siempre que sepamos elucidar su signficacin ontolégi- ca, aexperimentar un «contenido de verdad» que no se reduce ala ccomprensidn de las intenciones del autor y cuya riqueza objetiva no esinferior ala de un conocimiento cientifico. La historia es, 2si- mismo, el lugar donde se efectia Ia transmisién de las tradiciones que constituyen una «cultura», cultura que también lleva en sf su parte de verdad: éstaes la razén por la que es importance arrancar ‘ala historia del relatvismo historcista, De camino, ese doble ané- lisis conduce a Gadamer a reconocer el papel fundamental que tie- ne el lenguaje en todas las actividades hummanas. Comprender es ponerse de acuerdo sobre el sentido atribuido a cierto signos, La ‘area dela hermenéuticafilosfica noes otra—dentro de esta pers- pectiva—que facilitar a la ver la comprensién intersubjetiva y la ‘comunicacin, savando el lenguaje de la reduccin stecnicsta»im- puesta a nuestros Ienguajes naturales por el formalismo de la cien- ‘ia moderna, Sin duda permanece insuficientemente clara Ia cuestin de se ber sobre qué base—metafsica o teoldgica—se fundan los princi- pios que deben guiar la realizacion de esa tarea. Pero si Verdad y ‘étdo constituye, desde ese punto de vista, una produecién tipi- ‘ca—la iltima en el tiempo—delidealismo aleman y, seguramente, €ltinico gran libro «heideggeriano» publicado en Alemania des- pués del final de la guerra, las conclusiones a que lega Gadamer 290 ‘HISTORIA DE LA FILOSOFLA EN EL SIGLO Xx. estén finalmente bastante alejadas de las de Heidegger. La impor- tancia que concede al lenguaje tiende més bien a aproximarlo a Wittgenstein. De hecho, Gadamer es el primer fil6sofo alemn que ha intentado tender puentes entre la fenomenologia «conti- rental» y la filosofia «analitce>, Es este original aspecto de Perspeetiva lo que—anido a la calidad de sus intuiciones estéticas, ‘su caracteratca fe en las vieudes del didlogo y al optimismo que anima su platnica bisqueda del «sentido>—explica la amplitad de su impacto, no solamente en Alemania sino también en Italia y en Francia, en particular sobre Gianni Vattimo (nacido en 1936; Pe siayontologia, x06; Las aventurasde la diferencia, 1980) y Paul Ri- "Nacido en 1913, Ricoeur lleva a cabo—después de la agregacién de ilosofia, la guerra la cauividad en Alemania—lo esencial desu carrera en la ensefanza superior, primero en la Sorbona y a partir dde 1965 en la Universidad de Nanterre. Hhumanista con vastos co- nocimientos, lector atento tanto a la literacura como a ls ciencas sociales, viajeroabierto tanto ala cultura angloamericana como ala tradicién germénica, se vincula en primer lugar al movimiento del ‘existencialismo cristiano—representado en Francia, a parti de los afios treinta, por Gabriel Marcel (1889-1973)—y al personalismo de Emmanuel Mounier. En Marcel deseubre el modelo de una re- flexion filos6fica capaz de otorgar un lugar central ala cuestin re~ ligiosa sin eenunciar al rigor conceptual. Gracias « Marcel se inicia desde antes dela guerra en la fenomenologi, en particular en Hus- serl—cuyas Ideas direcries traduce al francés en 1950—y Jaspers, {quien consagra ss primer libro (Jaspers y a filefia de la exisencia (1974) en colaboracién con Mikel Dufrenne. Después, para dar a sus inquietudes de creyente una respuesta digna de las exigencias del método fenomenolégico—que le pare ce el inico método reflexivo rigueoso por su preocupacién por la fidelidad alas «cosas mismas»—, emprende wna Pilesofia dela v0- Lumtad cuyo primer tomo (La voluntarioy lo involantarie) aparece en 1960, siendo reunidos los ds siguientes (El bamebre faible y La sim- bilics de! mal, 196) bajo wn titulo tnico, Fiitud yeulpabilidad. AL hilo de esos tres volimenes, las preguntas clisicas de que parte su ‘rabajo—zCémo se puede querer el mal? ;Qué es la mala fe? Cul ese sentido de un acto involuntario?—le eonducen a explorar, de- tis de la capa superficial de la conciencia, tanto ls profundidades LA RAZON EN TELA DE JuICIO aor del inconsciente individual como las del universo simbélico en el ‘que la grandes rligiones se esfuerean por expresar el problema del mal. Es asf como encuentra simultancamente el psicoanliis y la hermencutics, Tanto del uno como de la ota retene la iden de aque la realidad humana estéconsttuida ante todo por «signos» cuyo desciframiento es, en buena ley, interminable. Desarolla sta inuiin en sus dos siguientes libros: Del intepretain: Ensayo 0- bre Bread (1963) y El onl de as interpretacione:Enaye de Derm nintica (1969). ‘A través de a euestién del simbolsmo, eta obras abordan ya el problema del lenge. Sin embargo sera necesario el peso de tuna desilusi poltica~Ricoeur,preoeupado por la necesidad de modernizar la unversidad francesa, se deepeiona por el gro que toman los acontecimientos en 1968-1965—para que el fildsoo, ju- biléndose anicipadamente, se dcida a expatrarse parcialmente en los Esuados Unidos donde enseharé reglarmenteen la Universi- dla de Chieago) ya interesarse mis drectamente por las cieneias del lengusje. Culminado en 1970, exe «gio» le permite ser—con Gadamer—uno de los primeros pensadores «continentaes> en entablar un didlogo con l ilosfia que utiliza el historiador para hacer fevivir el pasado, es més bien de aera realidad de lo que nos ha- ba. En efecto el pasado nos perteneceen la medida en que le pet- tenecemos, en que nuestra acién presente se incribe en la conti= nuidad de una memoria, En suma, en la medida en que tanto para Jos individaos como pars los pacblo, la identidad no es algo dado 292 _‘HISTORIA DE-LA FILOSOFIA EN EL. StGLO Xx sino una construccién infinita, cuyo tinico medio posible es ef tiempo. Finalmente, en Si mimo como otro (1990), anlisis—seminti- co y pragmatico—de la nocion de «sujeto» y el disefio de una on- tologia de lx «persona» se asian para ponerse al servicio de una éica—cuya formulacin resulta para Ricoeur una exigencia de la azn prictica, que el filésofo debe esforzarse por satisfcer sin re= snunciar por ello a su independencia con respecto a st propia fe, a los sistemas telégicos y las ideologias politics. Pero si bien, para Ricoeur y en general para los partidarios de la hhermenéutica, el sentido del mundo o de la vida indudablemente ‘existe més ali de los signos que lo expresan, tal ereencia es justa- ‘mente lo que critican con vigor los adeptos del estructuralismo, Pues, para éstos, el «significado» no seri nunca sino un simple efecto» del «significante»,y el «sujeto>, el efecto de las estructu- ras invsibles—linghisticas, inconscientes 0 sociales—que sin sa- berlo lo engendran, FI origen del estructuralismo es una revolucién epistemolégics consumada, a inicios de nuestro siglo, po el Kngtistasuizo Ferdi- rand de Saussure. A gran distancia de la filologta clisca, més preo- cupada por la evoluciGn historica de las lenguas que por si organizacion interna, Saussure intenta sentar las bases de una ver ddadera ciencia del enguaj. En el corazén de esta iltima, una idea lena de furaro: una lengua no es una colecci6n azarosa de palabras, sino un sistema de signos que se aticulan entre sf segin reglas e=- pecificas. Constituye una totalidad auténoma que no remite sino a si misma y que posee su propia estrus. Es el andlisis de esa es- ‘tructura lo que debe, en adelante, orientar el método del lings Publicado tres afos después de su muerte por dos de sus an- tiguos alumnos,el Curio de lingutce general de Saussure (1916) aparece, retrospectivamente, como una de las obras fundadoras de la investigacin en ciencias socials. Sin embargo, en su época no fue demasiado valorado. Salvo por un pequefo grupo de eseri~ toresy lingiistas rusos que, alrededor de 1917, se interesan por los fersémenos del lenguaje y suefian con elaborar, en plena revo- Iuci6n, una teoria nueva dela literatura. De entre esos jévenes LA RAZON EN TRLA DE JUICIO. 295 teéricos emerge una figura excepcional: Ia de Roman Jakobson (1896-1982), Nacido en Mose, Jakobson maniiesta desde muy joven una notable faciidad para el aprendizajede ls lenguas. Adolescente, se ‘enrusiasma con la vanguard arvstica desu tiempo. Siendo amigo el pintor Malevitch y de los poets Khlebnikov y Maiakovsi pa ticipa en marzo de rors en la fundaci del ineulo de Mose na- cido del encuentro enire la escuela lngistica rus representada pore principe Nicos Trubetako (890-1938) las teria futu- ‘ists, Algunos meses antes de a Revolucién de Octubre, crea en Petrogrado una sociedad paael estudio del lenguaje poetic, cuyos rmiembros—que se denominan «formalistas>—se proponen est iar la icratura como una pura construccia lingisticay ven en la poesia, especie de , su misma esenca ‘Conscientes de sus raice eslavas, los formalist se preocupan ‘gualmente del folklore y en particular de la poesia popular, cuyas producciones—generalmenteanénimas—parecen poner de mani- Fiesto una invencin verbal la vex expontines y su Cando constata que el égimen leninita se muestra cada vee menos fivorable a sus investigucionesinmovadorss pero elitists», Jakobson visja a Checoslovaquia (1930) En Prag, establee amistad con Carnapy descubre el Cure de Sausure,cuys ideas van a tans- formar la continuacisn e sus propios trabajos. Paralelamente, ren ‘cuentra en Viena a Niolis Trubetkoi, también en el exo. De sus intereanbios con ese slim nacers muy pronto la fonologa, rma fundamental de Is lingisics estrsctral. Parcipando en la crea- én dl Circulo Lingustico de Praga (1926), posteriormente mis conocido como Escuela de Praga, Jakobson se orienta defntivae mente desde el «formalismos haci el «structuralismom Los acontecimientos le obligarin de nuevo a emigrar, y eins- tala en los Estados Unidos (x942). Alli terminard su carrera, Pero antes de incorporarse a Harvard donde, en 2952, coincide con cl joven Chomsky, entonces un miembro de a Society of Fllows— Ys posteriorment,al Massachusetts Institute of Technology—don- de él y Chomsky son colegas—, Jakobson enscfa durante alg ‘nos aos en Nueva York, en la Bscuela Libre de Altos Estudio, _niversdad francesa en el enilio fundads durante el inwierno de 1941-1942. El secretario general de esta escuela no le es desco- nocidos se trata de uno de sus compatriots, el filsofo ruso—na- 294 HISTORIA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO ¥% cionslizado francés—Alexandre Koyré, Su encuentro en Nueva York sera decisivo para el fururo del estructuralismo. Alexandre Koyré (1892-1969) nace en Taganrog, en una familia jade la burguesia comercial. Muy joven, participa en el movie rmiento nacido de la revolucién de 1905, es arrestado por la polcia y termina sus estudios secundarios en prisién, donde, se dice, lee por primera ver ls Iocstigacones gic de Huser. Liberado, par- te hacia Alemania. De 1908 a 1911 sigue los eursos de Huser! y Hilbert en Gotinga. De la fenomenologfa, que seguird siendo para {mds un método que una metafisia (pues, si bien estéfscinado por la sreduecin eidética», rechaza el giro husserliano hacia el idealismo trascendental),retendrd sobre todo la erica del poste vismo y la preocupacinplatnica por respetar la objetivided inte- Tectual de los conceptoscientifcos 0 filos6ficos. Después de una estanca en aris, durante la cul nicia una te sina sobre La idea de Dias en la filsafa de sam Anselmo (publicada en 1923), se encuentra en Suiza cuando estlla la Primera Guerra mundial. Entonees vuelve a Moses para participaten los combates del frente ruso, asi como en la revolucién de febrero de 1917. Soalista pero no leninista, emigra definitivamente a Francia en 1919. All prosigue sus investgaciones sobre la filosoffa religiosa ‘medieval, mientras redacta un ensayo sobre La filial problema raconal en Rusia a nico del sgl XIX (1938), donde devel los la- 20s que unen,segin él, el idealismo alemsin con el misticismo es- peculativo del Renacimiento, Mis tarde, trabajando en un libro so- bre La fils de Jacb Boebme (1920), descubre que éste no puede ser comprendido sin aludir ala «nueva» astronomia elaborada, me- dio siglo antes de Boehme, por Copérnico. Desde entonces, Koyré se lanza al estudio dela historia de las ciencas, desde a anigtiedad hasta a edad clésia, En este camino «8 guiado por los consejos del autor de Identidad y realidad (3908) —sumaestro y amigo Emile Meyerson (1859-1933)—,epstemlo- go francés de origen polaco cuya teorfa del eonocimiento se des- area lla ver del positivism y del convencionalismo, asi como por las obras de Duhem y las de Cassirer—que fue uno de los primeros en subrayar el interés propiamentefilos6fio de la historia de as LA RAZON EN TRLA DE JUICIO 29s ideas. Al mismo tiempo, se incorpora a a eccn quinta (ciencias re- ligiosas) de Ia Fscucla Prictica de Altos Estudios y funda (1932) ka revista Rechercher Philamphiqner, que contribuird a dar a conocer a “Heidegger en Francia yen la que publicard toda la vanguardia pais nade laépoca—de Sartre a Klossowski, pasando por Batlle y Lacan, ‘Dos libros de Bachelard—E! nuevo espritu centifio (2934) y La formacin del epiieucientifco(1938)—acaban de convencer a Koy- 16 de la tesis de que el progreso cienifico no se desarrolla de una manera lineal sino discontinua, por el efecto de «cortes» 0 de - con la creacin atistiea, asf eomo ‘una tentativa—atin torpe—por integrar la dimensin psicoanaliti- cacen Ia teoria psiquidtrca 'No obstante, ese trabajo pasa desapercibido excepto para Nie zan, que le consagra un articulo elogioso en L'Humanité, y para Jos surrealistas.Fstos le invitan a colaborar en su nueva revista, Mi- LA RAZON EN TELA DE JUICIO. 299 notaure, Lacan, que paralelamente acaba de comenzar a ser psicoa~ nalizado, publica en 1933 dos provocadores artculos: «El proble- sma del estilo y de la concepcién psiquidtrica de las formas paranoi- cas de Ia experiencia» y «Motivos del crimen paranoico: el crimen de las hermanas Papin». De esa febril época datan su culto por el ‘ y del -siervo>, en particular, le ayuda pensar el tema de la lucha de conciencias, enfrentadas entre f para st matuo reconocimieno,Igualmente, a problemétca hegeliana de aslienacidn se superpone a su propia Teflesin sobre la enfermedad mental. De esa leeturaentrecruzada dle Hegel y Freud—que Kojtve y Lacan intentansistematiarin- cluso en un texto redactadoen comin en 1936 que finalmente no ter a luz, nace la primera cantribucin personal de Lacan ala teorlapsicoanaltca: su conferencia sobre el —-en una ponencia” lida por Lacan en otro congre- so: «Funcidn y campo de a palabra y del lengusje en pscoandiis» (oma, septiembre de 1953). Pero, mientras tanto, otras influencas han ido abadiéndose sabre ese basamento hegeliano. En 1949 Lacan lee, en el mo- mento de su aparicin, Las etractras cementales del parentesc conoce persnalmente a Lévi-Strauss, con el que entabla amistad oe le presentaré al lingtista Roman Jakobson algunos meses Inds ard (50 Poco dsp rai Jean Bet, desde 1951 uno de sus pacientes, Lacan profundiza su compren- sin dela obra de Heidegger, a quien visita en Alemania, a quien a su ver recibiréen 1955 en su propia casa y del que incluso Aduciré un texto («Logos») en el primer mimero de la revista La Prychanahs (1956) ‘Sin duds no hay una verdadera convergencia, en profundidad, ener a reflerign de Heidegger ye trabajo de Lacan-~aunque am- 232, Testo recog en Jacques Lacan, Eri, Pati Edu Sei, 1966. [Tad cast de Tomi Sev Ent stole, Meio Siglo &XL, ye) tay Ts pases LARAZON EN TELA DE JUICIO jor bos hombres compartan, entre otras cosas, idéntco gusto por el estilo «oracular. No obstante, parece que sea Heidegger quien termina de convencer a Lacan de qu la Blosofaha «termina». Pero és no entiende por ello apelar a un «pensamiento del Ser», sean cuales sean los préstamos-perceptibles en el adiscurso de Roma»—aue haga de Ser ompo. Unicamente la teora freudiana, tal como se esfuera cl mismo en reformularl,le parece capaz de «tomar el relevow en el sentido hegelano del traino Aupicen— dela filosofa, Esa es en todo caso la conelusin implica en el in- tercambio levado a cabo, el 10 de febrero de 1954, en el seminatio dle Lacan, entre sey Jean Hyppolie ‘Queda por saber cémo reformolar Ia teora psicoanalites, en «qué vocabularioy sobre qué bass. Voliendo a la letra misma de Ios textos freudinos, esponde Lacan—quien a partir de julio de 1953 hace de esta consign el resumen desu propia andadura, Y, sobre todo, releyendo los textos en cuestidn a la Iz dela lingtist- caestrucaral ‘Agu el papel de Jakobson ha sido decisvo otra ver—y doble- mente, Por una parts e él quien, a partir de 1950, le hace descu- bir a obra de Saussure a Lacan. Est, como Lévi-Strauss, capta inmediatamente el iterés que puede tener importa al psicoanli- sis el métado del anlisis esrvcera,aplicindolo al amo de las producciones ssignifcatvas> del incansciente, los suetosy los sintomas. A partir de junio de 1954, coments la tora saussureana del signo en su seminar semanalque «ofcialmente» comen2d en 1953 en el hospital Sainte-Anne. Muy pronto iré mas lejos puesto que, en 1958, afrmard que el inconsciente tiene ala estruc- tua radical del lenguaje»”*—algo que volverd a proclamar, en la linea dela Glosofia discontnuista» tan cara a Koyr, I identidad fundamental de eas dos grandes «rupturas= que consttuyen los descubrimientos de Saussure y de Freud, Por otra parte, es un articalo publicado en 1956 por Jakob- son— del inconsciente 0 mejor lo contraio: ls dos frmulas se encuentran en Lacan. Lo que es seguro al menos es que el in- consciente esti westructurado como un lenguajes. Y que, dentro de ‘esa «cadena significative», la funcin del se encuentra reduci- dda a la de un shifter (smino tomado de Jakobson), dicho de otro ‘modo, ala de una unidad gramatical encargada de designar el sueto de la enunciaciGn sin por elo significarlo, Radicalmente opuestoa la filosofiacartesiana, husserliana o sartreane del agito, esa concepeiin de un sujeta«dividido> por el inconsciente—en laque se encuentra de nuevo la nocién freudiana de permitiré a Lacan bordar ‘numerosas variaciones sobre eve tema en los alos siguientes, Con la recopilacién en un libro—Eaeitor(1966)—de una selee- cidn de sus articulos y conferencias, Lacan aleanza finalmente la notoriedad. Ciertamente, as peripecias de los conflictos que le ‘oponen a la insttucién psicoanaitica o que alteran las relaciones de las diferentes «fumilias» nacidas de su ensefanza no apasionan demasiado al gran piblico. Por contr un piblico atento se apre tuja en su seminario, que desplaza sucesivamente de Sainte-Anne a la Escuela Normal Superior (1964-1969) y a la Facultad de Dere- cho del Panteén (1969-1980). 226, Tewo reopen Bait 227. Subversion du sue et daeciqu da ds dans Pnconscien feuden text rege cn Ei op. p15. [LA RAZOW EN TELA DE JUICIO 303 No obstante esa tardia notoriedad a la vez le colma y le abra- ma, A medida que envejece, Lacan se distancia de su propio di curso, Lleva a cabo imprevistos radeos por la obra de Wittgenstein (1969-1970) 0 por lade Joyce. Convencido de ser incomprendido enel fondo, incluso por quienes le escuchan, e refugia en los aos, setenta en una reflexin cada vez mds enigmatic sobre la estructu- ra del psiquismo. Abandonando poco a poco el modelo lingtistico, se esfuerza por comprender la psique en términos matemiticos, a ‘wavés de , quieren terminar con el primado de la conciencia caro al autor de Bl existencialsma ex un bumaniome, Segiin ellos, el estudio ciemtifico dela estructuras del lengus je, del inconsciente, de los mitos ode ls relaciones sociales—pru ba la naturaleza ilusoria de la autonomia del «sujetom: efecto ims ginario del narcsismo, éste debe ser expulsado del rono que ocupa desde Descartes. En consecuencia, el voluntarismo de Sartre, su ‘reencia optimista en la posibilidad de accuar sobre el curso de la historia y su gusto por el compromiso pierden toda justficacin. septic respectoalapolitica—aunque Lévi-Strauss haya sido so- Cialista en su juventud y Dumézil monérquico—, los estructuralis- ‘as son en los aos esenta positivstas oestticistas—o ambas cosas ala vez. Siadmiten la necesidad de un conocimiento objetivo de los fenémenos simblicos, no esperan de éste que contribuya a cam= x el mundo. Por lo demés, no se consideran a sf mismos—si atendemos a sus declaraciones-~come filésofos. Sino, en todo.caso, ‘como practicantes de tal o cual otra forma de saber. 2Se les ha de creer al pie de la letra? Entonces se tendria que coneluir que no hay filosofia estructuralsta Sin embargo, si bien los estructualistas propiamente dichos—incluso Lacan—niegan ‘en efecto ser filésofos, por contra fildsofos «profesionales» han sido calficados como sestructaralistas» por Ia opinién publica y los medios de comunicacién. Tel es el caso entre otros de Louis Alchusser, Michel Foucaul, Jacques Derrida y Michel Serres. LA RAZON EN TRLA DE JUICIO 305 Hecho destacable, a excepeidn de Serres (nacido en 1930)— cuyo suber enciclopédico, alimentado de Leibniz y de Bachelard, ‘onduce menos al concepto de estructura que al de comunicacion (Hermis I-V, 1965-1980), los otros tres rechazan explictamente Ja etiqueta en euestién. Althusser porque se considera marxista, Foucault y Derrida porque—a despecho de su interés concreto por del ae tor de Zaratutra est jalonada por la publiacié en 1962 de ua lic ‘bo de Gilles Deleuze (1925-1995), Nietshe yl filsmfia. Opuesta 2 todos los pensimicntos dl Sery de la representacin, para De- leuze la de Nietsche es ane todo una filosofa de la voluntad. Le- vantando acta del hecho de que, en ausencia de todo crterio ob- jetivo de lo verdadero, s6lo existe la «vohintad de verdad> del fldsofo, éta le ofrece la ficltad de afrmar su lenguaie personaly por tanto de erear sus propios conceptos sin tener que reercios a una norma trascendente, por definicin imposible de encontrar. ‘Foueaule—por otra parte fscinado por la naturaleza ling «a incluso idea, de la creaci.literaria (a la que consagraré algunos textos marcados por su descubrimiento de Raymond Roussel o de los eseritos «pscSticos» de Jean-Pierre Brisset)—serd sediucido profundamente por Ia letura de Nietzsche propuesta por Baal, Klossowski y Deleuze. En su madurea, invocar cada ‘ex mis fecwentemente a Nietzsche como inspiracion. Sin m= bargo, los primeros maestros que reconoee, cuando comienza escribir, son ante todo historiadores. Historiadores de ofcio co- mmo los que gravtan alrededor de la revista Annales, Fundada «en 1920 por Mare Bloch y Lucien Febve,o como Philippe Ags, pionero en los afos cincuenta de la historia de las mental dades». Pero wmbién fildsofoso historiadores de la cienca,co- ‘mo Gaston Bachelard, Alexandre Koyré y su comin diseipulo Georges Canguilhem (1904-1995)—autor de tabajos sobre la biologiay la medicina y, en 1956, de wn polémicoarticulo atacan- do las pretensiones ciemtifieas de la psiologia académica* Por supuesto sin olvidar al historiador estrucuralista Georges Dumé- 2 quien, duran toda su vida, guiard a Michel Foucaule con sus consejos 228, «Quester que la pcos anal reopdo en Georges Cangul- hom, Eke Phir de piso, Pr Vi 168 a 1LA.RAZON EN TELA DE JUICIO 307 "Nada de sorprendente en consecuencia, sisom 2 la vez libros de historia y de filosofia los tres que aseguran a Foucault su emprana reputaciGn—Enfermedad mental y personalidad (1954; revisado en. 1962 con el titulo de Enfermedad mental ypicologia) Locura ysinra~ ‘in, Historia de la cura nla edad césca (1961) y Naciment de la inca (2963). Obras, por otta parte, situadas en Ia interseccion, sin poco explorads, del estudio de las mentalidades, de los mitos y de los saberes. En primer lugar, esos libros anuncian un nuevo tono. El estilo de Foucault no es el de un erudito voleado sobre el pasado. A pesar de ser considerable, su erudicin no carece de fllos. Especialistas, ‘mejor informados—aunque tampoco desprovistos de prejuicios— se han encarnizado mostrando los errores o descudos que infestan sus primeras obras. Desde su punto de vista tienen razin. Pero ol vidan lo principal: hostil las instiaciones universitarias clisicas, —aque no cesard de rebuir ocupando paestos en el extranjero Suecia, Polonia, Alemania), parcipando en la creacién de la universidad alternativa de Vincennes (1968) y hacigndose elegir para el Colegio de Francia (1970), donde sucederi 2 Jean Hyppolite—, Foucault no pretende hacer obra de anticuario. Suambicion es otra. Consis- teen escribir una historia de la verdad, poniendo en claro los lazos, {que ésta mantiene—tanto por sus condiciones de posibilidad como através de sus efectos—con el campo social y politico. En reste ‘men, consiste en destruir la pretensidn positivist (ola del raciona- listo elisico) de fundar el saber en un suelo estable y asegurado, La mejor iustracin de esta empresa Ia ofrece la Historia de la Jocura—sa ess de doctorado en flosofa,ditigida por Canguilhem. ‘A partir de un corpus de antiguas obras médicas descubierto en ‘Uppsala Suecia)—donde, gracias a Dumézil,obtuvo el puesto de director dela Maison Francaise—, Foucault reconstruye la histor de las sucesivas maneras como ha sido percibida la locura dentro de Ia cultura occidental. Considerado como portador de una sefal sa- ‘grada, como el beneficiario de una eleccién divina e loco es libre Y tolerado durante Ia Edad Media. Con la consolidaci6n de la mo~ ‘narquia absoluta, con la puesta en marcha de un Estado centraliza dor que se lbera de la tutela de la Iglesia, se convierte en un factor de desorden socal, El «gran encierro» llevado a cabo en el siglo xvii no bast6, sin embargo, pars asl la locura en relacién con las ‘otras formas de desviacin. Hay que esperar al final dela edad cli- 308 HISTORIA DF LA FILOSOFIA EN FL SIGLO Xx siea, en los aos 1780-1820, para verla redefinida en términos de ‘. Dificl de discern con precision, e! resultado de esas luchas—que cobrarin répidamnente una dimensién ‘europea—sers hacer retroceder un poco en todas partes lis prctcas deinternamiento abusivo, obligando a los propios psiquiatrasa revi- sar—momentineamente-algunos de sus presupwestos."” Se ha dicho que el pensamiento de Foucault—a pesar de su in- dividualisino, su «minimalismo> y su rechazo del pathar—esta lejos 23g. Soiree coun de xc movimiento, Chritan Delacampg, dn sipyenri Pa, Gre, 974 [Tend cat de one Saree Snipe, Bae ‘elon, Mandigo 1978) 1A RAZON EN TELA DE JUICIO 309 de ser ajeno a la escena de los conflctos sociales. Aportan fin ‘mente la prueba de ello sus dos principales obras de reflexion ep temol6gica—Lar palabras y las costs (1966) y La arqueoogéa de saber (1969), las que se puede afiadir el texto de suleccin inaugural en ‘el Collage de France, El orden del dscurso (1971). Subtirulado «Una arqueologia de las ciencias hummanas» el pri- ‘mero de esos libros vuelve sobre el perfodo estudiado en la Histo~ ria de la locura—desde finales del siglo xv inicios del siglo xix con el objetivo de mostrar que, lejos de ilustrar un progreso com ‘nuo de «la» raz6n, dicho perfodo, muy al contrario, sté enmarc ddo por dos rupturas subterrineas que han dado formas hist6ricas ‘muy distineas a nuestras maneras de pensar. ‘Una primera ruptura, a finales del Renacimiento, marea la ‘emergencia de lo que en Francia ha dado en llamarse «edad cls ‘cam, Para los tedricos del siglo xvi toda actividad intelectual y ar- tistica no puede ser concebida sino en el interior de un problema de la stepresentacién> que ilustran, por ejemplo la linguistics de Port-Royal o Las Meninas de Veli2quez. En el paso entre el siglo xv y el xtx, una segunda ruprura hace desaparecer esta proble~ miética en favor de un modo de pensar centrado en la nocién de “," sino es «sino una inveneién recientes,”” apare= ida a finales de la edad clisica y de la que legtimamente se puede suponer el «cercano fins,” entonces el humanismo teérico» se encuentra completamente condenado. De repente, todas las filo- sofas dialécicas de la historia—fundadas, como el hegelianismo y el marsismo, en la reencia en un progreso engendrado por lane ‘gatividad de la acci6n humana—se hunden sin remisién, dejando su lugar a nuevas figuras del saber sociolégico, asi como a formas inéditas de intervencién politica tA que figuras ya que formas? Esto es lo que Foucault se va a csforzar en imaginar los aos siguientes. Y no sin dificultades: a ‘no conseguira ni explicarse claramente sobre las razones de su re~ chazo del marsismo—e pesar de las numerosas entrevstas durante Jas cuales ha sido invitado a explicarse sobre ese tema, como por ejemplo la concedida en 1978 Duccio Trombadori—,* ni evitar ciertos errores de anélisis—coma los que empaian su elogios apreciacién de los inicios de la «revolucién» islimica en Irin 231 Tip. yo aye Thidsp os. 23. Mp 398. 234. Enc reopen Miche! Foucault, Dis eB (14-198, Pars alae, 1094.1 pp 495 1A RAZON EN TELA DE JUICIO. a (2979). Lo que es seguro es que, preocupado por practicar una mi- litancia individual independiente de los partidos y centrada en la politizacisn de los problemas de la vida cotidiana, se aproxima a Inicios de los alos setentaa la extrema izquierdalibertaria, encon- trindose asi—y casi en contra de su voluntad—en posiciones veci~ nas alas de Sartre, con quien no llegaréa abrir jams un verdadero debate tesrico, En lo sucesivo, pues, las iniciatvas foucaultianas de investiga ign 0 de accién proceden ante todo de una inspiracién fanda- ‘mentalmente «antiaucortaria». Ya sea teniendo por objeto la his- toria de la nocig de exclusién o—como en sus primeros cursos en cl Collige de France—la genealogia del sistema penal, esas inves- tigaciones ilustran el proyecto inédito de una toda su fuerza critica, al arrancarla del Lenguaje de Ta dialética—demasiado «marcado» metafisica- ‘mente—, para reformularla en el lengusje—heredado de Koyré-— de una historia «discontinuistan Probablemente no es ningin azar que ese redescubrimiento del relativismo niewscheano se haya producido en la Francia de los altos sesenta, Llegado 2 adulto bajo el signo de Auschwitz y de Hi- roshima, en un pais debilitado por sus confliceos coloniales a como por la guerra fra, Foucault es en efecto muy representativo histrico ha sido legitimado hasta ahora. Pertenecen tambien a esta generacién sus compatrio- {as Gilles Deleuze—que resulta, con Diferenciayrepetiin (2968) y Ligica del sentido (1960), e1 més consecuente de los nietescheanos actuales—y Jean-Francois Lyotard (1924-1998)—quien, original- ‘mente miemabro del movimiento de Socalismo o Butharie, no ha ‘cesado desde entonces de sistematizar su critica de los grandes wre latos» marxistasy reudianos (Disurs, Figura, x97; Ecmomia lib inal, 1974). Foucault, Deleuze, Lyotard: tres pensadores «néma- das», deliberadamente marginales y que, sin embargo, comparten luna misma concepeiGn «afirmativa», «enérgica» y pluralista dela rictica filosfica, Si este andlsis es correcto, entonces esas tres obras podrian ‘lustrar un momento estratégico de nuestro pasado reciente, en el 316 HISTORIA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO xx «que la crisis de as ilosofias de la historia —agravada por las miiiples ‘consecuencias de la Segunda Guerra mundial y el triunfo planera- rio de una «sociedad del especticulo» (como dicen los «situacio- nistas»)"" en la que las ideas no son més que mercancias—desem- boca al radicalizarse en una verdadera ors de la rzén, que pone en tela de juicio hasta la posibilidad de un conocimiento cientfico. De aqui resularia que, a despecho de sus lazos acasionales 0 aparentes. con el estructuralismo, esas obras escapan claramente a este imo ‘movimiento—gue nunca ha euestionado la naturaleza trascenden- tal de lo verdadero, no més que el neopositivismo cuyo limo ava- tar represents, Gracias a Foucault, en particular, ya la corriente «postestruc- turalista> que se inicia con del debate sobre el fundamento de la sazén, sobre sus poderes y su futuro se ha convertido en el deba~ te primordial de la filosofia en los éltimos veinte aftos. Pero antes de exponer las diferentes posturas las que da lugar, conviene cordar que ninguna fatalidad vincula la coneepeidn «disconti- ruista» de Is historia a ningun tipo de relatvismo. Esto es lo que ‘muestra, en todo caso, una obra que también procede de Koyré pero que se desarrolla de manera totalmente independiente de Foucault, y que desembocs en la actualidad en conclusiones muy diferentes: la del fldsofo norteamericano e historiador de la cien~ cia Thomas S. Kuhn. "Nacido en Ohio, Kuhn (1922-1996) se dedica a estudios de fsica tedrica hasta que estalla la guerra. Sin embargo, a partir de su pri- mer afto en la universidad cobra interés por la flosofia leyendo la Critica de la razén pura—por entonces ests Fuertemente impresio- nado por la nocién kantiana de «categoria», entendida como con- 238 Fandado en 1957 por el erty inst anes Guy Debord (493- tops Simaocat Ineoutnsl ers un sorinto epontins qe fe pope oem nai ly aubversa dea poll, wot y scare Se lov sntemas capt en a ef tecowrten La te fundamental de Debord [Li sed ed ope (196) eso ooo coeetiente 40s Stray ‘cm eldest marist gin conta ele ae fs conver em eran Se Sager ysmercncee, Depds de gra ae eabers del movin de 168, ‘Timoniieno se disond en upp, Debord se sud en 995 LA RAZON EN TELA DE JUICIO 307 dicién de posibilidad del saber—asi como, poco después, La gran cadena del ser (1933), obra de Arthur O. Lovejoy que le revela la cexistencia de una =dindmica» propia en el desarrollo de Is ideas Después de haber sido uno de los primeros americanos en en traren Paris el dia mismo de laliberacidn (25 de agosto de 1944), vuelve a Harvard para acabar su tesis de fisica. El rector de esa universidad—James B. Conant—e pide dar, simultineamente, un ‘curso para no cientiicos destinado a hacerles comprender lo que puede ser la préctica de la ciencia a parti de casos concretos. Ese ‘abajo de circunstancias—que le leva alee a Arstotees para po- der explicara sus estudiantes cémo se lleva a cabo el paso de fa f- sia griega ala de Galileo y Newton—le hace tomar concienciaim- previstamente de que la imagen del progreso cientfico dada por el ‘empirismo légico esté muy lejos de corresponderse con la realidad de los problemas vivides por los cientiicos. De repente, una vez terminada su tesis, Kuhn decide abandonar la fisica para volearse sobre la historia de la ciencia, Esta nueva orientacin le conduce, a su vez, a sumergise (1937) en los Estuitsgaileanos de Koyré, cuyos prinipios metodol6gicos hace suyos inmedliatamente. Tres alos mis tarde conace en Paris a ‘Koyré, quien le permite obtener una breve entrevista con Bachelard, ‘Kuhn no leeré demasiado los libros de ese wltimo, cuyas orientacio- res filoséfieas esti muy lejos de compartir. Por conta, otros traba~ jos franceses contribuirin a la formacion de sus ideas: Hentidad y realidad de Meyerson (obra célebreen aquel momento en las univer sidades americanas, los textos de Pierre Duhem consagrados ala f- sica medieval (que hacen de ésta una etapa esencial en el camino que leva de Aristteles a Galileo) ylos de Helene Meteger (1889-1944) sobre el nacimiento de la quimnica moderna (Las decrinas quimizs en ‘Prancia desde os inicas del sigle XVII basa el final del sgl XVII, 1923; ‘Newton, Stab, Boerbaaveyledotrina quimica, 1930). ‘A la influencia de esta escuela de historia de la ciencia se fade 1a de la Getalipyeboloie, por una parte, y, por otra, lade los descu- brimientos del psicdlogo suizo Jean Piaget (1896-1986) relatvos al ‘aricter discontinuo—también aqui—del desarrollo intelectual del nfo. Por parte americana, Kuhn esti marcado particulaemente por los filsofos Quine y Sellars. Aprueba tanto la tesis—defendida por Quine en «Los dos dogmas del empirismo» (1951)—de que toda verdad depende ala ver del lengusje y de los hechos, como la critica 328 HISTORIA DE-LA FILOSOFfA EN EL SICLO Xx propuesta por Seis del «ito delo dado». Ambostenden a mos- trie parece aKa, que no se puede continua definiendo—como hacia Popper ispirindose en Tarski—la verdad de una teria por su simple «corespolencia» con a realidad exterior: hay que tomar en cuenta igualmente ota dimensién ain més importante, la del len- frsje en que se formula esa teria ycuyastransformacions consi tuyen el verdadero objet de la historia de la ienca En 1957 y dentro de la perspectiva abierta por Koyré, Kuhn publican taj sobre Le reoulcén copernicaa, tratando de e- sicuar los aspecesestrctamente astronémicos de esta ilkima en su conteato cultural, filoséfico y relgioso. Cinco anos mis tarde (196), pasa de ese «estudio de aso» a una reflesion mis general sobre La erature de as eoluonescemifia. Dervada por igual de la historia del ilosfiay dela sociologta del conocimiento, esta obra generalzal observacion de que el progreso cientifco no se price de modo lineal yacurulativo, sino por esaltos»abrup- tos. Tales «salos» se prodicen cuando un conjunto de teriasen- tran ecrsis»yescliminado, después de un cierto tiempo, en pro- vecho de oto conuntoteéricoorganizado de manera diferent. ‘Koh lama Genta Para Kuhn todos esos cambios son ante todo «conversiones> en nuestro modo de aprehensién mental del realidad, revolucio nes en el orden del lenguae. Los nuevos canceptos no vienen 3 sutra ls vijos dela noche a la maftana:designan otros obje- tos, plantean nuevas pregunta, en resumen sugieren otra manera diferente de «ver» el mundo. Be un modo general, las tors n= tiguas no son retraducibles las nuevas teorias: simplemente unas yotras son «inconmensurables». eDebemos concluir que son légicamente equivalentes? De hecho, un relavista podria estar tentado de subrayar que no existe en Kuho ning eriterio teasendental que perma estableer las perordad de un paradgma sobre otro. Nad prucha, por ejemplo, aque un paradigma prescrito lo sea en su totaldad—puesto que ln propa evolucin galileanaprocede de n retorno,mésall de Ais Grete a una coneepcin matemstica dela naturlezasurgida de Ptén.E inclso evsndo lo es, ello significa que nuestascreencias hha eambiado peo no signifies en absoluto que las creenciasanti- ‘gus hayan sido «errores» en su propio tempo—puesto que nto Ja eora dl «flogistico» como la esis geocéntria no estaban glo= Inlmente en contra de la mayor parte de a observaciones disponi- bles en la épocs cuando esas ereencias eran tenidas por verdaders. De hecho, ls empirstas ligios antes qu los relaivistas urge zon una variacin en esta lines El lsofo dela cienia Emest Na- ge! (1901-1985), cuy obra mayor, La exacts de le deni (1961), two Ia desgracia—como se ha sefalado a menudo—de apaecer un aio antes de La estructura de las revlucone cents, subray6 que cl advenimiento dela elatvidad cinsteniana no vou sébitamente “ que define « &te. En conse- ‘euencia a —dicho de otro modo, del «gra- ‘mas (granimé en griego), dela traza, de la inseripei6n, de a tacha- dura, la «gramatologia» se anuncia asf como el nombre de una futura del psicoanalista—a las lagunas, alas eontradicciones, alo ‘mpensado del discurso metaisco, es decir, a todo lo que, en él es ssintoma». Finalmente se trata, por principio, de una lectura sin asunciones 4 prior, puesto que, sise quiere renunciar a idea de una jerarquia de los conceptos, todos los textos tienen el mismo valor: textos menores de conocidos filésofos (el Ensayo sobre el erigen de as Jenguas de Rowsseav, por ejemplo), textos de flésofos menores (como Coniillac,estudiado por Derrida en La aryuenlga de ori. 4, 1973) textos de escrtores que no son considerados como fidso- fos (labis o Artaud, tratados en La exritura y le diferencia, 1967, 0 Gener en Gias, 1974), incluso obras pintadas 0 dibujadas que no son textos pero que se revelan a fin de cuentas, como construidos por el ‘mismo modelo (La verdad en pintura, 1978; Memarias de ciego, 1990). 346, Vs, por samp, Freud et ste de ste (98 reo rxoido mucus Dera LF tl Dif opt, 293, Sb lsat de i ‘er ease a enzevista de Deacon Hey Ronse en Pate 526 HISTORIA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO XX. {Como defnr, en la acuaidad, los de su pensamiento, Derrida aborda este terreno con la mayor prudencia. A pesar de ad” rmitir que la «desconstruccidn» engendra forzosamente efectos de naturaleza poltica, acta como si éstos no fueran reductibles a fr rmulas demasiado esqueméticas. Fllo no le impide por lo demés ‘combatir el racismo y el apartheid, ni comprometerse en favor de los «sdisidentes» checoslovacos—compromiso que le valié en 1681 un breve arresto en Praga. Ni abordar, més reciente y frontalmente, la ‘cuestién del fururo del maraismo en el que es, hasta el momento, uno de sus mejores libros: Espero de Mare (1993) Nacido de una voluntad de denuncia del mito del «final de la historia» propagado por Francis Fukuyama, es libro recuerda que Ja democracia liberal no esté realmente establecida en la mayor pat te del mundo ni es eapar—por si sola—de resolver los problemas suscitados por el agravamiento de a injusticay la miseria constan- te, en Occidente y en todas partes. Mostrando que no es init vol- ver, para descifrar nuestra coyuntura histérica presente, a ciertas, pista abiertas por Marx y enlazando—a través de una referencia cexplicita a Benjamin'’—con la inspiracién «mesiinica» del mar- xismo, Derrida ha conseguido asi anclar su propia reflexién en una tradicin critica que—mis alls de FI capital—se remonta sin equi vvoco posible a la vertiente «positiva» dela Iustracin, pce Mare Pati, Cali, 1993 99:95-96 “la Solan profsor de fice de Univerid de Nusa Vor, dead xu interpetconsdeeconsocionite dela eo cena que msde free ‘cdo como un eat delbersdarent sin set, La core de Soko las Sci, matric, de lor averaor de Dewi, apt de gut no prucha Sada, excepto qu el cent etoral de cers rvs noel basen cago clenar ss propuess La publican en Francia de unre de Sokal Jean, Brcmone,Inacarer nlerale (193), ha ere na pequeta torment and ‘stun vidal debate tes del Ata. 24 Jboqes Deri, 328 HISTORIA DE LA FILOSOFIA EN FL SIGLO xx. Por contra, ain no ha conseguido liberarse completamente de Jas dudas que pesan sobre los origenes teéricos dela «esconstruc ciénm; su doble referencia a Heidegger y Blanchor, es decir, ados pensadores que fueron atraidos en los afios treinta por ideologtas sevolucionarias» de extrema derecha—el nacionalsocialismo en cleaso del primero, el fascismo maurrassiano en el caso del segun- do, Extraftamente slencioso, durante afios, sobre este peliagudo tema, Derrida ha terminado por abordarlo en dos textos—Del espi- itu: Heidegger yl uestin y Pogue: Invencines del orro—aparecidos fen 1987, De todas maneras,no tanto para condenar sin ambajes a Heidegger cuanto, més bien, para incentar deshacer pacientemen- telo que, en el tejido mismo de los textos heideggerianos, vincula ain alos vaivenes de una «metafisica de le presencia» el proyecto {e una superaciny,finalmente,arrancar a &ta de tales titabeos. Este proyecto de larga duracién, que no ha hecho ms que co- ‘menzar con estos dos libros, conduce a Derrida a subrayar que hay también, entre el discurso nacionalsocialista de Heidegger y el dis- curso humanista de Husserl y de Valéry, extras galerias subt sriineas de las que sélo nos podremos desembarazar a condicién de desanudar de cabo a rabo los embrollados hilos. La serenidad ‘que requiere tal ejercicio de desciframiento ha sido perturbada no fobstante por la aparicin en Francia de las dos biografias de Hei- ddegger ya mencionadas (Victor Farias, 1987; Hugo Ott, r990) que, provocindo una mini-crisis medistica, han obligado @ Derrida a replegarse provisionalmente en una posicién defensiva, Paralelamente a ese «caso» Heidegger, oto «caso» proyecta en los Estados Unidos una sombra sobre Paul de Man: el descubrimien- to—cuatro aifos después de su muerte—del pasado hasta bora ig norado de ese universtario belga que, durante la guerra colaboré en spas con diariosantisemitas. Herido por la revelacin de es0s he~ chos, Derrida ha reaccionado sin embargo publicando un largo tex- 0 (Memoria: Para Paul de Men, 1988), donde se esfuerza por clasi~ ficar ala ver la situacién de su antiguo amigo y las dudas que estos distintos «casos» han podido susctar contra la «desconstruccién>. de esas peripecits, no esta prohibido interrogarse de manera general sobre la estrecha relaci6n que contindan mante~ niendo con el pensamiento heideggeriano dos fildsofos nacidos en familias judfas—Levinas y Derrida—, ai como sobre las complejas relaciones que mantienen entre si LA RAZON EN TELA DE JuICIO 329 Amigo de Blanchot (el que conocié en Estrasburgo en los aos veinte), precursor de los estudios husserlianos y heideggerianos en Francia pero al mismo tiempo diseipulo de Bergson, de Jean Wahl yy de Gabriel Marcel, Levinas se dedicé—a partir de 1945-0 eluci- dar en un estilo existencalista los fundamentos metafsioos de la tia, rechazando disociarlos de una exigencia de naturaleza reli- giosz: para él a verdad tlkima que libera el anlisis timo del Da- sin es inseparable de a «revelacién de una trascendencia absolu- ‘2, por la que el hombre no podria sino dejarse inundar. Después, cen sus libros mayores—Totalidad e infinite (1961) y Diferente que ser © mis allé de la esenca (1974)—, se incorpora abiertamente a una forma de meditacién donde—a diferencia de lo que pasa en Marcel © Ricoeur—el elemento propiamente filosofico parece totalmente s que éste ha podido mantener—al menos hasta 1933— ‘con el antiracionalismo de Schmitt o Heidegger. Pero, si bien es sensible la proximidad de esos pensamientos, Derrida loes también Tos riesgos de «deriva» (hacia la violencia y el fascismo, por ejem- plo) que comporcan en si mismos. Y no titubea, sta ver, en marcar caramente lo que separa—segrin élel tema benjaminiano o hei ddeggeriano de la «destruccidn» de lo que él lama—en la sltima p gina de Fuerza de ky—una «afirmacién desconstructiva». Como si, {en este extrafio juego de espejos, hubierafinalmenteidentificado la ‘rampa de a que la «desconstruccin>, como toda critica dela az6n, deberi esforzarse por escapar a toda costa ‘Si Kuhn y Foucaule muestran que la verdad tiene una historia, si Derrida observa que a metafisica occidental se «desconstruye> asf ‘misma, Rickard Rorty da un paso més: denuncia como «ilusoria» toda tentativa por fundar la razén en un terreno estable y seguro, ‘Nacido en 1931, Rorty—que se fue a ensefara la Universidad de Virginia, después de haber sido durante veinteafos profesor en Princeton—se hace famoso en primer lugar al editar (1967) una antologia de ariculos que tienen la ambicién de ser? ier aflos més tarde, Rorty desarrolla, con la claridad que le 2st. Tea reo en Geir Beningony Jacques Deri, Jags Deri Paris da Se, ss (Trace de Maria Lass Rogues Tap: Jue Dede, Madi, Cela, 1594) LA RAZON EN TELA DE JUICIO 331 caracteriza, una concepeién de la racionalidad que termina por ne- garle a ésta toda esencia permanente. Como consecuenci, redu- ‘endo la cienciay a flosofia al range de simples pricticas «cultu- rales», condena sin paliativos su pretensin de decir lo verdadero: tal pretensién no le parece solamente irrealizable sino injustiica- ble e instil en su propio principio, Desde entonces, Rorry se man- ‘ene en el punto més radial que haya aleanzado, en la actualidad, elrelativismo historico, del que es el principal representante en los Estados Unidos. ‘Con vistas a captar la Logica propia de esa rapid evolucién, hay aque recordar que se han ejercido tres influenciasdistintas, al ‘nos, sobre el pensamiento de Rorty. La primera es la del pragma- tismo de Dewey. La segunda, la de [a filosofia «continental» de Heidegger a Derrida. La tercera la de cierto aspectos de la filoso- fia «analitica», de la que ha sabido sacar consecuencias muy perso- rales. El recuerdo de Dewey esti vinculado, para Rorty, al de su pro- pia infancia."* Su padre—antiguo comunista—después de haber roto con el Partido acompané efectivamente a Dewey a México —donde éste estaba encargado de presidir una comisin de inves- tigacién sobre los «erimenes» de Trotsk, Era también amigo de Sidney Hook, pragmatista de tendencia «marxstizantes pero ri sueltamente antistalinista. De ese ambiente familiar, Rorty here- 6 ala vez una sensibildad politica «progresista» y una precoz cu- rosidad por el pensamiento de Dewey—quien, en los aos sesenta, no estaba demasiado de moda en los Estados Unidos. Es a este ppensamiento, en todo caso, al que debe su preocupacién por la so- lidaridad humana, asi como la conviccién de que el valor de una idea se mide por los efectos que produce—y por tanto no hay nece- sidad de que sea fundada a prior para ser considerada como «justa» Otro interés de juventud es el que Rorty experimenta muy pronto por a filosofia europea, de la que es, con Stanley Cavell, ‘uno de los mejores conocedores americanos. Fse interés le condu- ce, a partir de los primeros afios setenta, a descubrir la obra de Derrida, quien—a su ver—le orienta hacia Heidegger. De este iti- 2s. Sobre et punt ae el ao suabigefco de Rony, Teo ys or gues slesjen, en Lie Rory bea elec gia por Jean-Pierre Comet Combay Eade Feta, 998, 25655 332 HISTORIA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO xx. ‘mo, que era por entonces person non grata en la universidad ame- ricana, Rorty retiene sobre todo la idea de que la metafisica—en- tendida como esencia de ls flosofiaoccidental—estéacabeda, que yaa llegado el momento realmente de «pasar a otra cosa». Silas preguntas de la flosofiaclisica no son ya snuestras» preguntas, fex0 se debe al hecho de que estaban ligadas a una época dela cul~ ‘ura occidental que comenzé con Platén y que slo tenian sentido enel interior del lenguaje propio de esa época. Con sufi, que vi- vimos en e siglo xx, ese enguaje e ha descompuesto, arrastrando consigo las viejas preguntas. Lejos de ser eternas,éstas no tienen imas que un interés hist6rico: se pueden, por tanto, abandonat. En ese camino de «salida>, Rorty encuentra un paraddjico ext ‘mulo en los trabajos de Thomas Kuhn y, através de ellos, en la eri- tica del empirismo propuesta por Quine y Sellars. Llevando al cextremo las tes desarrolladas por Quine en «Dos dogmas del ‘empirismos llega ala conclusin de que no existe ni «lo dados (aqut sehace eco del argumento de Sellars) ni (confor mes auna «realidad» cualquiera) importa menos que nuestra c pacidad para inventar nuevos «wocabularios» para expresar lo que pensamos o sentimos, Esa actitad puede parecer forzada 0, por lo menos, en desa- ‘cuerdo con la realidad de las précticas cientificasexistentes. No ‘esti demasiado alejada, no obstante, de la teoria quc abre cs relatvismo, Rortyse ve conducido as, en la coriente de los aos setenta, romper abirtamente con la flosofia . Esta, en efecto, se toma por una flosfia cienificamenterigurosa Por ello, participa todavia dela pura tradicin kandana, dicho de otra manera, del «mito» metafsco por excelenca, Para combatir ese mito, sn tubear al apoyarse sobre Heidegger tanto como so= bre Derrida y Foucault, Rortyintenta desempefar—con respecto 4 flosofia litle, Su funeidn ha sido, ante todo, terapéutica: iberando en su dia a las mentes del dominio de la metafisica, como en su momen +0 los fildsofos de la Tstracin nos habian iberado de lateologia, hhan contribuido tambign a «seculatizar> Ia cultura, puesto que la ‘etafisica no era en el fondo sino una forma claborada de ilusiin religiosa, una religion laica, En 1982, Rorry reunis con el titulo de Conscwencia del pragma- tom un conjunto de aticulos publicados entre 1972 y 1980. Alli ex- plica en qué sentido puede considerarse pragmatista reivindicar Ia preocupacién solidaria de Dewey y, al mismo tiempo, valorar las ‘obras de Heidegger y de Derrida, pesentadas como «juegos del len~ uaje»particularmente originals creativos.Igualmente jastifica el sentido de su lectura del «segundo» Wittgenstein, Las instigacio- nes filosifcas constituyen, sein él, el esfuerzo mis conseguido por amunciar que el proyecto «fundadon»—proyeeto trascendental en sentido kantiano, dl que todavia participa el Tractanus—esté dein 1A RAZON EN TELA DE JUICIO as tivamente muerto:%* La flosoia ya no es, ise coma al pie de la le= ‘a esta lectura sino una forma de -conversacién» separada de todo acceso privilegiado a lo verdadero y, por eso mismo, libre para ira donde quiere, Si sobrevive tan sélo puede hacerlo como «génerox Titerario, permitiendo expresar sin constriceiones su personalidad a quien se libra ella y experimentar un placer estético a su lector. En 1989, Contingencia,ireniay solidaridad vuelve a la carga con- tra la idea—particularmente perniciosa—segtin la cual el papel de Ja filosfia consistra en «fundar> nuestras ereencias. Nuestascreen- ciasson, por definicién, contingentes. La esperanza de fundarlas es vana, Ello no quiere decir, precisa Rorty, que todas las creencias tengan el mismo valor. Algunas son més «tiles» que otras, Es bbueno, por ejemplo, reer en la necesidad del desarrollo individual, asi como en mejorar Ia sociedad en que vivimos. Estas dos aspira- ciones parecen, es verdad, dificilmente compatibles entre si a me- nos si se las lleva hasta sus extremas consecuencias. Pero, para no vivir esa situacién como wn problema «metafisico», basta con de- jar—xen la prictica»—de verla como una contradiccién. En la utopia que Rorty—segtin sus propias palabras—se esfuer- 22 por constrir, el filésofo ideal serfa un «ironista liberal. Libe> ral porque, estimando que la crueldad es la peor de las cosas, se dedicaria a desarrollar la solidaridad entre los hombres. Ironsta, porque sabrfa que la precedente conviccién no tiene un fundamen- to trascendental y que no le impide en absoluto buscar su felicidad personal, en el marco definido por el rechazo de la erueldad. En suma, su lengusje «pblico» y so lengusje «privado» podrian des- jmultineamente y—puesto que se situarfan a niveles di- Una «ironia» pareeida inspira el sltimo libro de Paul Feyera- bend, Adis a la razén (1987) que viene a llevar el agua al molino 254. Vase sore ete pane ensayo tao «Carder pel plosophin, ‘en Richard Rory, Coeur pragma, af, Pais da Sea 995, ‘en parole la pp segs. [Ten cane de Jon Miguel Esaban Clogul Ca ‘ena del ragatinn, Maid, Tecmo, 1996) 355. Lt aucbiograb de Feyebarend, completa pcs semanas ants de st musty paca pstarsmentscnel le de Kiln ome (Chicago, Unies of ‘Chg Bren 99) area por ua fois eens expres ps Slgune po ssc propane Segunda Gers anal lend lwo ‘an Su srl n a en ut as desde del de Heeger (Glen y sine sigs, deln I opornidad de cone en #965, 336“ MISTORIA DELLA FILOSOFIA EN EL SIGLO Xx de Rory. Desurollando la tess de que el sentido—estrechamente ligado al evolucign de muestra culeura—de ls palabras eraciona~ lidade y cobjtividade puede variar sega los lugares yls €poas, Feyerabend propane poner en un mismo plano el art, lacencia Yylaflosofiay no consideralas ya como actividades «imitativas» Sino como actividades wcreatvas». En resumen, precisa que el ~aadidsw al que se refereen su titulo no significa que tengamos que renunciar a comporarnos como seresracionales. Import smple~ ‘mente reconocer que, sein el context, la nocién de compos tamiento racional puede abarcar conductas muy diferentes. As Jn acttud de ls poblaciones pigmeas que rehyen todo comtacea con la ivlizacién ocidental—por volver a tomar el ejemplo de Fe- yerabend—no constituye en absolutol prueba desu iracionalidad. Sigifics al contrario, que eses poblaciones han hecho—estratég ‘amente—la mejor electin para ells: ln de evtar una cvlizacion «que, desde su punto de vst, no puede sino destruir el odode vida allque—con pena legitimidad-permanecen vincladss. Es verdad, se podria objeta a Feyerabend, que la elecisn de los, pilgmeos esti dela que, sn embargo, rechaan la pretensdn dominadors? Constiente de a precariedad desu posicién, Rory ha intenta- do consolidarla en distints textos reunidos, en 1991, en dos vo limenes tiulados Objeivioma, relatciomo y verdad y Easy bre Heidegger yore exits, Vale a pena destacar, en particular, dos as- pectosde'su defensa. Por una parte Rory, siendo incapaz de ao Giarse con ning ipo de univeraismo, cada ver mds dende a res- suardarse detris de la nocin de «juego de lenguaje>. Asi como Heidegger no tiene otro mérito que el de haber inventado un «v0 256. Pal Feyeribend Adieu raion, ead. fe, Par, a. dw Seal, 198, 34) (Trad. eat de Jud Re de Rivers: dial rain, Madi, Tecmo, 198) 1A RAZON BN TRLA DE JUICIO 337 ‘cabulariow, el «heideggeriano»,’ de la misma manera el «rortya- ‘nom podria ser considerado como una tentativa original para curar Jas «enfermedades» engendradas por la torturante obsesin «fun dacional>, Esta terapia no conducira, si le creemos, a desacreditar la preocupacién argumentativa en tanto que tal, sino simplemente a liberarnos de la ilusién de que—para defender una convieeién ddada—hay un argument mejor en io absolute que otros. Por otra parte, concediendo como Feyerabend que podria exis- tir, sino uno, al menos algunas métodos cientificos aceptables y «que no se podria prescindir, en la vida coviiana, de a raz, en- tendida en el sentido «téenico» de facultad de discernimiento, Rorty se propone recordar que, para él, ciertaselecciones intelec= ‘uales resultan—a juzgar por su efectos, al menos—eobjetivamen- te» superiores a otras. Afrma, por ejemplo, que la democracia es ‘en si preferible a su contrario y presenta incluso esta evidencia ‘como mis «cierta» que todo discurso filosfico que pretendiera justificarla por un criterio .’" Estas itimas tesis pueden ser vistas como estableciendo los limi- ‘esque el relativism roreyano no estédecidido a cruzar. :Bastan, sin ‘embargo, para preservarlo contra todo riesgo de deriva iracionalis ‘a? Duda profundamente de ello el fldsofo Jacques Bouveresse, ‘por otra parte abierco a las propuestas de Rorty. El relativismo, se- ‘iin él, no escapa aun doble reproche. Por una pare, resulta incom patible con el reaismo que, 2 pesar de sus propias insuficiencis, ‘continga alimentando la actividad cotidiana de la mayor parte de los cientificos. Por otra parte aceptando 2 priori todos los «juegos de lenguaje» posibles, contribuye 2 devaluar la préctica del debate ar- ‘gumentado—hasta el momento, esencial en I filosofia—en relacion ‘con lainvencién de «vocabularios»inéditos. Desde ese punto de vis- ‘a, destaca Bouveresse, casi nada separa el relativism de Rorty del 257. Richard Romy, Esai Heidegger ot aus dts wal Par, PUR, 1995p. tos 06 [Tad at. Jonge Vg Rr Exar nee Hider y es cmt, Batson ris, 1993] S58, Vea chp leneyo ila Ls pint dee Sémocrase ub losophin, en Richard Rory, Obivimg Relme ex Vert ta Pais, PUP, ogg. tots (Trad et de Jorge Vig Rabo: Oba else ‘yore, rel, aids, #598 Soo Jacques Bauer, Su quelque consquencesindésibls do pgm mene Lire RO of. 19°56 338 MISTORIA DE LA FILOSOFIA EN HL SIGLO Xx niewscheanismo de Deleuze—quien a su vex reivindica, en Qué fila? (1991, el derecho a rechazar toda discusién con sas pares ‘por parte del ildsofo en tanto que puro «creador» de conceptos. Se desea evitar el desizamiento hacia tal (1986)—contra el «revisionismo de Ernst Nolte, historiador conservador(y dscipu- lo de Heidegger) que—pretendiendo explicar el nazismo por la ne~ cesidad de combatir el comunismo—afirma que el exterminio de los judios no constituye sino uns «copia» dela purgas salnistas y re duce Auschwieza la dimensién de una mera innovacién técnica—la, «técnica» del gaseado—susctada por el temor que los nazis experi- mentaban, por aguella époce, de ser ellos las victimas de una agresin venida del sce.” La publicacin de la biografia de Farias, conduce a Habermas a volver (1988) sobre los presupuestos poli- tico-ideolégicos del pensamiento heideggeriano.” Finalmente, la reunificacin de Alemania, el debate que le sigue sobre su papel en Ja Europa del fusua y el simulténco retorno de laxenofobia y el ra- cismo mantienen en él una constanteatencién por la acrualidad. 262, «Lidell ees penser jie texto recog en Pri phi pbs pig, sc 26) Le eb der herent ecogid e Jrgen Habermas is po gas eas, ass Ed da Cts, pare Fay una elec de ste ‘itor duis al eavellns por Ramin Garis Corl: Baan ple, Barc. tons, Peni, 988) 36g Jeg Habermas, Marin Heider: Lae Pengagemont tf Po sd Ca 9h Te cugc ire abern, Ta Contr) ta ara, bd Cat tp, 69-108. [Trad ct. de Mi el Giméner Redondo: Ten omens, Busan, Ase, 1998] aberss, Profil pilose pois (971), af, Pat, Gala, col ‘Teg. [Ted ca de Manel inenes Redondo Perle li pains, 340 HISTORIA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO xx El racionalismo habermasiano se expresa tambign, por supues- to, en su obra propiamente teria, Esta reposa sobre la idea de «que lo que importa es superar, no la filosofia misma, sino la ops cidn tradicional entre filosofia y ciencia, Aungue no pueda con- tinuar como si no hubiera pasado nada entre 1933 ¥ 1945, la flo sofia debe proseguir su misién critica. Y¥ no puede hacerlo sino acercéndose alas ciencia sociale, trabajando con éstas en un espi- view interdsciplinar y utiliando todos sus recursos (lingistica, psicoanaliss,sociologia) para dar un nuevo contenido al proyecto de la Tstracin. En resumen, analizando sin complacencia lo no- dicho de las relaciones humanas, esa «parte de sombrt» sobre la {que se apoyan el conservadurismo y el conformismo para impedir todo progreso social Esa orientaci6n inseribe a Habermas en la tradicién de la es- ccucla de Frankfurt. De hecho, despues de haber defendido (1954) su tesis de doctorado sobre la filosofia dela historia de Schelling, Habermas (1956) se convierte en el ayudante de Adorno en Franke fare, Su talento de escritor es apreciado por Adorno pero, en cam- bio, la inspiracién de su primer libro—una investigacién sobre Ja conciencia politica de los estudiantes de Alemania del Este—es considerada demasiado iquiedista por Horkheimer. Deseoso de Alejarlo de s, Horkheimer impone entonces a Habermas condicio- nes tan draconianas para concederle su habilitacin que, fatigado dela lucha, éstevaa obtenerla en la Universidad de Marburg con un trabajo~E espacio piblea—publicado en 1962. Después de pa sar por Heidelberg, donde coincide con Gadamer y Lowith, Hi bberinas vuelve (1964) a la Universidad de Frankfurt. Ocupa la c tedra de Horkheimer y ensefa hasta 1971, fecha en la que acepta la direccion del Instituro Max Planck en Starnberg. Bjerce esta fun- . Mis interesado—como Marcuse—por el joven Marx que por Ed ‘capital, Habermas estima que el marxismo tiene seriamente la ne- LA RAZON EN TELA DE Juicio 34 ‘esidad de ser renovado para adaptarse al andisis del capitalismo “, se tiene que dar un segundo impulso al debate democritico, , Habermas—como ya se ha visto—particip6 en los encuentros de ‘Tubinga (1961) en el transcurso de los cuales critics a Popper su au- sencia de reflexién sobre los presupuestos de la actividad cient, Popper estima que el proyecto de una critica de la sociedad no tie- ne lugar dentro de las ciencis sociales. Esta tesis depende—segin Habermas—de un puro «decisionismo». No se apoya en ninguna verdaderajustificacién. Partidario de no imponer a priori ningiin limite a la actividad del investigador, Habermas observa que 10 se podrian mantener separadas la estrctaexigenciaflosfica de una critica» y el trabajo de investigacién empirica. Sin embargo no ccondena pura y simplemente la ciencia «positvista». Su propia perspectiva es, en ese sentido, mis verdaderamente socioligica que lade Horkheimer y Adorno. No sélo integra los resultados de la antropologia , sino que se interesa directamente por [a Bilosofia del lengusjey, en particular, por la filosofia«analitica. Interés que contribuye a desarrollar en élainfluencia de uno de sus colegas en la Universidad de Frankfurt, e fldsofo Karl-Outo Apel Nacido en 1924, Apel es uno de los primeros pensadores es segiin un dato objetivo. Lejos de ser una dimensin dela subje~ Sividad trascendental, no podria se separada de la existencia social empiric, Estee el punto de partida de las investigaiones que de- sarrollaen ls aos setenta y cuyos resultados se encuentran eX- pests en Teoria del acincomaizativa (1981) y Moral ycomuni- cacin (1983). En el transfondo de esos dos libros se registra Ia voluntad de arranca la «tcoria erica» de sis origenes idealists, con vistas a darle un Fundamento mis sélido. Horkheimer y Adorno se queda- ton aprisionados, en efecto, en una flosofa dela historia heredada de Hegel, es decir, de una dalética de la cultura. Para Habermas, al contario—como para Marxy la mayora de los socslogos—, a historia debe ser comprendia, ane todo, como un conjunto deinte- raeciones cae, por lo ano, lalgica de esas interacciones—y en primer lugar su logic discusiva, puesto que toda interaccén iss por a comunicacin verbal que hay que econstrur Para hacerlo, Habermas comienza por recordar que, desde “Mas, los fésofos ya han reeorido un largo camino para salir de Jametasica, Yano esnecesaro dramatiar esa sada» ala mane- raheideggeriana. La «auperacién de la metafisia esti profunda mente realizada por Peirce (al que Apel ha consagrado, en 1975, tuna importante obra) y, todavia mas, por la filosofa logico-in- silstia surgida de Frege y Russel. Eleamino que queda por tran- Sitar—si bien evitando caer en el legitimo, pero desprovisto de valor absoluto, Diez sfios més tarde, Habermas se esfuerza por responder a estas objeciones. A Lyotard, le opone la necesidad de privilegiar el consenso frente al desacuerdo (lo que Lyotard llama «disenso™). ‘A Derrida, le eprocha—como « Gadamery, finalment, al propio ‘Adorno—que se encierre en una visin estetizante de lo real, que termina por ahorrarse la historia. Contra Rory, finalmente, no deja de subrayar la naturaleza contradictoria de ura posicién que, rechavando a priori el concepto de fundamento, e priva asf misma de base sida, ademis sin oponer resistencia suficiente ala amena~ za que constituye-en este fin del siglo xx—el potente retorno de un irracionaismo difuso y polimorfo. AL ilo de estas polémicas, ue distan mucho de estar conclui- das, el debate sobre el fundamento de la razén se ha enriquecido ‘con numerosas contribuciones norteamericanas, Entre otras, las deJohn Rawls, Stanley Cavell y Hilary Purnam—, todos ellos pro- fesores de flosofia en la Universidad de Harvard Nacido en 1921, John Rawls es ante todo el hombre de un libro, ‘Teoria de le justcia (1972)—trabajo que ha conocido en el mundo ‘entero un éxito considerable, debido a su carter triplemente in- novador. En primer lugar, si bien laintenciGn de Rawls no debe casi nada al empirismo logico, ese libro es el primero en aplicar al debate po- litico un estilo de reflexién que se puede caliicar de «analitico» En segundo lugar, puesto que rechaza el utilitarismo de Bentham y de Milly enlazallevindola a su maximo punto de abstracein— ‘con la teoria del contrato social tan querida por los jurists de los sighos xvu y xvi, nos obliga a repensar desde la base yen conjun- 1 los principios sobre los que reposa la organizacién de ls socie- LA RAZON EN TELA DE JUICIO. sas ddades modernas, Finalmente, puesto que se inscribe en la prolon- izacidn de las luchas impulsadas en los Estados Unidos—durante Jos aos cincuenta y sesenta—en favor de los «derechos civiles» de los ciudadanos negros, hace revivir una tradicién liberal de iz~ ‘quierda (liberab> en el sentido americano) que no habia estado demasiado representada, en se pais, desde la muerte de Dewey.* Partiendo de una «posicin original» equivalente aun estado de naturaleza» en el que los hombres—privados de informaci estarfan situados «bajo un velo de jgnorancia» en cuanto ala situa~ én real que sera la suya en la sociedad por construir, Rawls se esfuerza en mostrar que todo hombre razonable desearia perte- rnecer—en una situacion similar—al sistema més «equitativo» po- sible. entendida en el sentido de , lv Sess de Rawls quits escn ena acta nde moda en Europa queen los Exados Unidos aunque hayanapoysdo, n certo moo a> rain, a teri sobre la ley preponderant hoy en AMET, [llamada por Ronld Dworkin (nacido en 1931, a tei fande Inet de ayo in Taking igh Seri (177) conse en a de Iman individual de que los cndadanoedxaten de unos dere hos morales (entre otra el derecho a ntmiad) que pedan Set dfenios rent al Edo, Liegada desde un horzone totalmente diigo, esque es espeilita en eset, a refleion de Stanley Cavell (pai en To16)enlaca, 2s vets con la inguctdespropas de lost “oninentals.Convenco, coma Rory, de que ls investiga tes santo» noson sin el imo gee de wn agotao Kans tno, Cael ext deseoso-por ont —de are prs el pensamin- to una vera vin que ayes este airman conta un mando Cadaver nis cuntimersonas La apertura de eta ie parece lo dems pereeptbleen los abuts de Astn—en quien reo- Roe tu veradero masro—y de segundo» Wigenstin, en parila cn Su interés por los apestor mis —es de- cir, minimo—que le aproxima directamente a la gran tradicién de Peirce y de Dewey. En la linea de estos iltimos (pero también de Austin), rechaza Ia dicotomia carnapiana entre

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