Gillian Proctor
Introducción.
NHS: National Health Services (Servicio Nacional de Salud del Reino Unido).
haber cumplido una breve sentencia de prisión por asalto. Él también identificaba
experimentar mucha ansiedad y depresión.
El contexto de trabajo.
Siempre hay razones para que alguien esté con rabia y para que pueda
expresarla usando la violencia. Esto puede incluir una compleja mezcla de factores
incluidas experiencias históricas personales y normas culturales que pueden ser más
difíciles de articular para los individuos. Las personas a menudo están con rabia como
un resultado de experiencias de violación, abandono, desprecio e injusticia. Blumenthal
(2002) enfatiza el optimismo de aquellos practicantes que responden al clima político
actual al “ver la conducta ofensiva como un síntoma de una personalidad perturbada
que necesita ser entendida”. Usar la conducta ofensiva como la base de un diagnóstico
(usualmente un tipo de trastorno de personalidad) sitúa la culpa de los problemas
relaciones y sociales en el individuo (individualizando problemas sociales) y dejando
poco espacio para comprender individuos complejos únicos. En adición, la
individualizar y patologizar la rabia y la violencia como un trastorno tiene el peligro de
remover la responsabilidad hacia los individuos debido a su conducta. Cualquier
“comprensión” necesita ser de experiencias relacionales y sociales y sobre cómo el
individuo ha respondido a estas experiencias dentro de su contexto socio-político.
Además, la comprensión es difícil de alcanzar en un sistema donde los trabajadores
también están sirviendo los propósitos de control y castigo.
Dentro de este modelo alternativo de salud mental, las causas del malestar son
sociales, y los individuos viven dentro de contextos sociales que determinan o afectan
su conducta. Por ejemplo, la violencia es común para gente como Paul, una manera de
sobrevivir en ciertos contextos culturales y sociales, tales como algunas clases bajas
de trabajadores que habitan estados del Reino Unido caracterizadas por el desempleo
y el uso de drogas. Él también estaba rabioso acerca de las maneras históricas como
actuales en las que fue tratado por otros. Para Debbie, la rabia es un resultado común
de haber experimentado abuso sexual, físico y emocional cuando niña, por haber
apartado a su hijo de ella, y por su malestar de ser ignorada ahora. Además, ella había
aprendido a expresar su malestar a través de la violencia a partir de la violencia de su
padre hacia ella. Para cada persona, todos los factores históricos y actuales,
personales, relacionales y sociales se combinan para causar rabia y para influir en la
decisión de un individuo de ser violento. Dentro de este modelo alternativo, los
servicios son provistos según lo requieran los usuarios del mismo, y se confía en que
ellos saben qué es más beneficioso para ellos y cómo determinar su propio criterio de
bienestar y felicidad.
Este modelo es posible sólo si el malestar del individuo es separado del daño
hacia los otros. Por lo tanto, los servicios de salud mental y la terapia son separados
de los sistemas de justicia criminal y de control social. Si los dos son combinados, esto
significa que se impone una visión de la salud mental que incluye no ser violento, y
este objetivo puede reemplazar y oscurecer fácilmente cualquier objetivo para que el
cliente se sienta bien por si mismo. En adición, este objetivo externo arrebata el
control, el poder y la responsabilidad del individuo. Para obtener cambios duraderos
dentro del cliente, lo cual puede incluir una reducción de la violencia, el cliente necesita
estar en control de su proceso. Sin control personal sobre este proceso, la única
alternativa es fiscalizar la conducta por contingencias fuera de la persona. Esto ha sido
históricamente el rol del sistema de justicia criminal. Paul y Debbie pueden decidir no
continuar siendo violentos para evitar ir a prisión, pero cuando hay poco riesgo de ello
es probable que sigan siendo violentos.
Cuando los trabajadores de la salud mental tienen la responsabilidad de lidiar
con las ofensas y el riesgo en adición a las necesidades de salud mental del cliente, el
resultado de esto puede ser que se focalizan las ofensas y que los trabajadores,
subsecuentemente, a menudo se identifican con las victimas de estas ofensas.
Entonces es muy difícil para los trabajadores entender al cliente en oposición a sentir
rabia contra ellos y querer que ellos sean controlados o castigados. A menudo se
perpetúa un ciclo donde los trabajadores toman más control sobre los clientes, quienes
se ponen más furiosos como resultado de su creciente falta de poder. Cuando fueron
hecho intentos para controlar la violencia de Debbie por medios de “apaciguamiento”,
ella se volvió más y más rabiosa y violenta como resultado de su frustrante situación.
El contexto socio-político.
Kring (2000) discute la discrepancia entre la literatura clínica que sugiere que
las mujeres internalizan y los hombres externalizan la rabia y los hallazgos de la
investigación experimental que generalmente no soportan estas diferencias de género
en la población general. Ella sugiere que hay más similitudes que diferencias en la
experiencia de la rabia en hombres y mujeres pero que las diferencias son encontradas
en contextos particulares. La mayoría de las diferencias son encontradas en la
experiencia y la expresión de la rabia entre hombres y mujeres en el contexto de las
relaciones interpersonales. Los hombres reportan más ataques físicos hacia objetos y
personas y ataques verbales, considerando que las mujeres lloran más a menudo
cuando tienen rabia. Ella reporta evidencia que sugiere que las características del rol
sexual femenino están asociadas con la supresión de la rabia y las características
masculinas son asociadas con la expresión de la rabia tanto en hombres como en
mujeres. Algunos autores sugieren que las diferencias de género en la expresión y la
experiencia de la rabia pueden reflejar variaciones en el poder o el estatus más que
diferencias en el género.
Kring (2000) sugiere que la literatura clínica tiende a perpetuar los estereotipos
de los hombres y las mujeres respecto de la expresión de la rabia. Aunque la conducta
no tiende a representar estos estereotipos, los estereotipos persisten, de modo que
aunque las mujeres pueden experimentar y expresar la rabia, ellas aún son más
juzgadas que los hombres por hacerlo. Sin embargo, hay evidencia de que dentro de
los contextos forenses las mujeres y los hombres experimentan y expresan la rabia de
manera diferente (Suter et al., 2002). Los resultados inconsistentes entre las mujeres
en la población general y las mujeres en muestras clínicas pueden representar una
diferencia en cómo las mujeres negocian sus estereotipos de rol sexual. Parece que las
mujeres que se conforman demasiado o se rebelan fuertemente pueden ser sobre-
representadas en las muestras clínicas como opuestas a las muestras de la “población
general”, que tienen más mujeres que luchan menos con sus estereotipos de género.
Esto puede reflejar la asociación de cómo las mujeres negocian estereotipos de roles
de género con la patologización y el diagnóstico.
Chesler (1972), por ejemplo, acuñó el término “doble vínculo” para describir el
proceso por el cual las mujeres pueden ser patologizadas tanto por conformarse con, y
por fallar en conformarse a las expectativas de la pasividad femenina. El diagnóstico
de Trastorno de Personalidad Limítrofe, por ejemplo, puede ser aplicado a mujeres que
fallan en vivir de acuerdo a su rol de género porque ellas expresan rabia y agresión. En
adición, el diagnóstico es dado a mujeres que se conforman “demasiado”, por
internalizar la rabia, y por expresarla a través de conducta auto-focalizada tales como
la auto-flagelación. Las diferencias clínicas también pueden reflejar la asociación del
malestar y la falta de poder en tales contextos con cómo las mujeres pueden usar los
estereotipos del rol sexual para experimentar más poder. Por lo tanto, una situación es
establecida en lo contextos clínicos que refuerza los estereotipos de los roles de
género, dejando estos estereotipos más disponibles para las mujeres en estos
contextos que los usan para incrementar su poder.
Rabia y trauma.
Claramente, la manera de lidiar con las dificultades que se derivan del abuso,
la deprivación y la falta de poder es no imponer más poder y control a través del
sistema psiquiátrico. Los sistemas psiquiátricos son mucho más exitosos en controlar
personas que experimentan malestar que en ayudar a aliviar tal malestar. Un ejemplo
de esto es la respuesta común a la auto-flagelación dentro de los hospitales
psiquiátricos, donde los pacientes son puestos en “observación” para tratar y prevenir
la auto-flagelación. Sin embargo, raramente hay intervenciones para ayudar a los
pacientes con su malestar subyacente. O, cuando estas intervenciones están
disponibles, los pacientes a menudo son forzados a hablarle al equipo, independiente
de si quieren o no. No podemos resolver el malestar (como opuesto a ejercer un rol
policial sobre el malestar) al tomar más poder-sobre las personas (Proctor, 2002;
Starhawk, 1987). Una relación donde el poder del individuo no es arrebatado y donde
él es tratado con respeto, provee la mejor oportunidad para que las personas sanen de
las experiencias y desarrollen otras formas de sentir su propio poder-interior, en lugar
de tener poder-sobre otros.
“La visión de que la naturaleza del individuo es tal que no se puede confiar
en él – que él debe ser guiado, instruido, cuidado, castigado y controlado
por aquellos que están más alto en estatus”. (p.8)
Principios éticos.
Este proceso puede ser relevante de muchas maneras para los clientes que son
rabiosos. En el proceso de percibir y entender más adecuadamente su experiencia
interna, es probable que el cliente esté mejor al identificar todos sus sentimientos en
reacción a sus experiencias. Puede ser que clientes que previamente reaccionaban con
rabia a muchas experiencias, sean capaces de diferenciar sus sentimientos con mayor
amplitud e identificar sentimientos diferentes a la rabia, tales como el sentirse herido,
lo que ellos previamente entendían como rabia. En la medida que el cliente se siente
más congruente y experimenta más auto-consideración positiva y empatía, es menos
probable que él o ella distorsione y niegue experiencias tanto en el presente como los
recuerdos de experiencias previas. Por lo tanto, es probable que un cliente que ha
tenido experiencias que le llevaban a la rabia esté conciente de estas experiencias en
una mayor amplitud y así, quizás, experimenta más rabia; sin embargo, es más
probable que esta rabia sea experimentada y comprendida como asociada con estas
experiencias específicas. Es probable que la rabia de un cliente hacia si mismo
disminuya en la media que la auto-consideración se incremente. Es probable que la
violencia contra otras personas decrezca en la medida que el entendimiento y la
consideración positiva del cliente hacia otras aumente.
Los clientes vistos en un contexto forense a menudo son dados como ejemplos
de cómo debe ser difícil mantener las condiciones actitudinales para el terapeuta en la
TCP. Los estudiantes de la TCP a menudo preguntan: ¿Cómo puedes experimentar
consideración positiva incondicional (CPI) o comprensión empática por un cliente que
ha violado o asesinado? ¿Cómo puedes ser congruente si te sientes horrorizado,
disgustado o enojado acerca de lo que tu cliente ha hecho o sentirte libre de ser tu
mismo si te sientes asustado del cliente?
Trabajando con Debbie, por algún tiempo encontré difícil entender y aceptar
cómo ella era incapaz de tomar responsabilidad por herir a la gente que ella asaltaba.
Sin embargo, con el paso del tiempo, su confusión acerca de su falta de
responsabilidad por esto, aunque fuera detenida por la policía, se hizo más clara en la
medida que ella exploró las conexiones entre su conducta actual y sus experiencias de
ser herida cuando niña y siempre creyendo que era su culpa y responsabilidad, debido
a que su conducta molestaba a su padre.
En lugar de la naturaleza del cliente mismo en este sistema o las ofensas que
ellos han cometido, mi mayor dificultad al hacer PCT está en ser parte de tal sistema
coercitivo, enjuiciativo, castigador y parentalista. El estigma enfrentado por los clientes
que están o han sido parte del servicio de psiquiatría forense es inmenso, ya que el
cliente es etiquetado tanto como un criminal (malo) como un loco. Las personas en el
Reino Unido que han sido trasladados desde prisión a un contexto de salud mental son
proclives a ser encarcelados por mucho más tiempo que si ellos hubieran permanecido
en un contexto de justicia criminal, y a veces con muy poco en la línea de
“tratamiento” de la que podría ser ofrecida en una prisión estándar. Hay trabajadores
atraídos a esta área porque ellos disfrutan el poder de controlar y castigar a las
personas y toman orgullo en la imagen de “macho” de este trabajo.
Conclusión.
Referencias.