Madrid
2010
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Dedicatoria
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Nota
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El hombre moderno está hacinado en
las ciudades como en una cárcel de oro,
con barrotes invisibles. Si no tiene coche
no puede salir de ella, está atado a los
autobuses, a los trenes de cercanía, a la
autopista. Está encerrado en su propia
ratonera.
Hace unos días he querido ver si soy
capaz de ir de la plaza de Castilla, en
Madrid, a la Moraleja, unos 17 Km.
“más abajo”, donde trabajo, enseñando
Tai Chi Yao 384, en Holmes Place
Health Club, de Diversia, a pie. Son
como unos 17 kilómetros, casi nada.
Me levanto con ánimo en la mañana,
y luego de servir el desayuno a mis dos
niñas, me largo a pie rumbo a la
Moraleja.
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“¿Con quién vamos?” – grita el capitán
de un barco, al salir del puerto.
“¡Con Dios y la Virgen!” – gritan los
marineros y el bajel zarpa, sin mirar
para atrás . . .
Yo digo que la Virgen y Dios es uno
lo mismo, no son distintos, pero, ¿Qué
más da? . . .
¡Ay de mí! . . . Nada de aceras, había
que pasar arroyos y depresiones,
montículos y barrancos, autovías y
puentes, ¡parecía el infierno mismo!
Por supuesto que algún arrimado ha
llamado a la policía viendo un loco
transitando por los campos de alrededor
y acto seguido, dos motorizados me
paran y me estiran una multa,
dejándome ir, con las consabidas
averiguaciones.
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Me amenazaron que la próxima vez la
multa será mayor . . . Tenían toda la
razón . . .
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Compostela!
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diciéndome: Oye, Daniel, ¿estás en
Escocia, o qué? ¿Necesitas dinero para
regresar?
¡No, noo, no necesito nada, amigo, es un
SCAM, un Spam, un robo de identidad,
pues el texto de la carta era tan
impersonal que todos los comemierda
del mundo se darían cuenta de ello.
No me he sentido mal, pero la
actitud de los congéneres me ha dejado
algo atónito.
Mientras caminaba hacia la
Moraleja, entre valles y coches, me veía
a mi mismo por el camino de KISO, en
Japón, donde sí he hecho el peregrinaje
a los Templos Zen de la zona de Kyoto,
con mi excelso amigo William Scott
Wilson, en el invierno del 2006. Ni hay
comparación entre esto y la Moraleja,
en el buen sentido de la palabra.
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Pasará mucho tiempo hasta que los
jóvenes se percaten del control férreo
que ejerce un puñado de mequetrefes en
nuestras vidas privadas.
Pero, bueno, ahí vamos, espantando
las moscas como el barón de
Munchausen, y dejando nuestras
monturas en la torre de la iglesia.
Hay unos lamas tibetanos que poseen
el carisma de viajar por los desiertos del
Tibet grandes distancias, a grandes
velocidades, caminando pero casi
deslizándose, a gran velocidad. He visto
algunos . . . Yo también tengo la suerte
de haber recibido como regalo no
merecido, el carisma de viajar rápido
por mis propios pies. Pero no me ha
servido de nada en Madrid, aunque
practico cada día, junto con mi niña, el
caminar hasta Arturo Soria a pie, por
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supuesto, desde el estadio Bernabeu.
Las comodidades del viajar no son
buenas para los niños. La sed y el dolor
muscular de las piernas, la respiración
controlada y el dolor del bazo, sin
embargo, son una bendición.
Así deberíamos educar a los
chiquillos, a joderse desde pequeños,
para no ser unos pobres inútiles, como
la mayoría de los jóvenes de la ciudad
moderna.
Mis reflexiones sobre la ciudad
moderna me llevan hacia una actitud
crítica de la electricidad, de la
comunicación vial, del hacinamiento
elegante y del control de las autoridades
para con el gran público, cuya mayoría
son gente buena y discreta, elegante y
atenta. Pero los tratan como a
delincuentes, no dejo de verlo. ¿Qué hay
que hacer??Qué solución darle a este
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problema?
¡Mamma mía!
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