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Kathleen O’Brien 
 
Noche Blanca (1997) Título Original:
White midnight (1996)
Editorial:
Harlequin Ibérica
Sello / Colección:
Bianca 877
Género:
Contemporáneo
 Protagonistas:
Drake Daniels y Amanda Larkin
 
 Argumento:
Drake Daniels había traicionado a Amanda seis años atrás aceptando el dinero ofrecido por su familia a cambio de que la abandonara. Durante todo ese tiempo. Amanda había estado deseando volver a verlo para poder decirle lo que pensaba exactamente de él. Pero cuando Drake volvió, y tuvo oportunidad de hacerlo, se encontró con que, en vez de sentir odio, lo que quería era que la estrechara en sus brazos e hiciera desaparecer el dolor de aquellos años.
 
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Nº Paginas 2-96
Capítulo 1
A medio camino, Amanda comprendió que no podría alcanzarlo. Las piernas le temblaban por el cansancio y veía alejarse a toda velocidad las luces del coche. Era como si Drake estuviera deseando librarse cuanto antes de Mount Larkin, de la familia Larkin y, especialmente, de ella. Pero no podía darse por vencida, se dijo mientras intentaba llenar de aire sus pulmones. El viento de agosto secaba las lágrimas que corrían por sus mejillas antes de que pudieran alcanzar sus labios. Se tropezó con una piedra y tuvo que aferrarse a una rama para no caer. —¡Drake! —gritó. Pero Drake no podía oírla. Entre otras cosas, el coche necesitaba un silenciador… Habían estado bromeando sobre ello justo el día anterior—. ¡Drake, espera! Pero estaba demasiado lejos. Oyó la respuesta de un a su grito, pero ya ni siquiera se escuchaba el motor del coche. Las luces se habían desviado de la carretera de Larkin para perderse en la autopista por la que Drake se alejaría para siempre de allí. Había una esperanza de detener a Drake: tomar un atajo. Giró en el redondo y se precipitó corriendo hacia un escarpado camino que había al final de la propiedad. Las vides y lo resbaladizo del terreno hacían que le resultara casi imposible correr. En un instante de pánico, volvió a perder de vista las luces del coche y mientras las buscaba ansiosamente con la mirada, perdió el equilibrio, pero consiguió enderezarse rápidamente y observó los faros que se alejaban de ella como dos estrellas fugaces. De pronto, el terreno se hizo mucho más empinado y se encontró corriendo hacia delante, a una velocidad que sus cansadas piernas no podían soportar. Sentía que el corazón se le subía a la garganta como si quisiera sal írsele del pecho y los pulmones luchaban para llenarse de aire. Pero al menos las luces ya estaban más cerca. ¡Demasiado cerca!, pensó asustada. Sólo una milésima de segundo antes de que el coche la alcanzara, empezó a pensar fríamente otra vez. Fue consciente de que se había equivocado; aquél no era el coche de Drake; aquél no era Drake. Se oyó a sí misma gritar de dolor y se vio rodeada de fuego. —¡No! —Amanda se incorporó bruscamente en la cama y se quedó mirando la habitación iluminada por la luna—. Dios mío, no, otra vez no —susurró desesperada. Se mordió el labio para que no escapara una sola palabra más de su boca, se apartó un mechón de pelo de la cara y escuchó con atención. ¿Habría despertado a su tía? Lo único que oía al principio eran los latidos de su propio corazón, pero al poco
 
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Nº Paginas 3-96
rato advirtió que algo se movía en la habitación de al lado. Cicely ya debía de estar poniéndose la bata para ir a verla. Amanda apoyó la cabeza en la mano y esperó la inevitable pregunta, que no tardó en llegar. —¿Mandy? —como siempre, su tía permanecía tímidamente en el marco de la puerta que separaba sus respectivas habitaciones, permitiendo que Amanda pudiera recuperarse en la intimidad—. ¿Estás bien, cariño? ¡Aquel maldito sueño otra vez!, se dijo Amanda exasperada. Eso significaba que Cicely comenzaría a preocuparse, y no había ninguna razón para ello. Aquella pesadilla se le repetía desde hacía seis años, pero ya había dejado de tener significado. Era como una vieja cinta de vídeo que se conectaba por error durante el sueño, pero era casi imposible intentar convencer a Cicely de que realmente no tenía importancia. —Estoy bien, de verdad —le dijo Amanda, mientras empujaba las sábanas y apoyaba los pies en el suelo; forzando una sonrisa, preguntó—: ¿Por qué no te acuestas e intentas volver a dormir? Como si aquella pregunta fuera la señal que había estado esperando, su tía cruzó la habitación y se sentó al borde de la cama. —Has tenido otro de esos sueños, ¿verdad? —No me acuerdo —mintió Amanda, y se levantó para evitar la mano consoladora de su tía. Sabía que las intenciones de Cicely eran buenas, pero tenía derecho a que al menos sus sueños fueran algo privado. La luz de la luna se filtraba por las ventanas del dormitorio y, a falta de otro destino mejor, Amanda se dirigió hacia ellas. Caminaba lentamente; cuando empezaba a andar, siempre sentía un poco rígida la pierna derecha. Pero en cuanto hacía algo de ejercicio, la cojera se hacía casi imperceptible. Le había costado seis años, pero había conseguido recuperarse tanto física como emocionalmente mucho mejor de lo que nadie esperaba. Sólo en sueños volvían a tener alguna importancia Drake, el accidente y las ligeras secuelas que le había dejado. Ignorando el silencio de su tía, Amanda permaneció mirando hacia el patio, donde una alfombra de hojas anunciaba otra mañana típicamente invernal, tristemente fría y lluviosa. Aquella imagen la desilusionó. Pensaba ponerse a pintar aquel día, pero su estilo no encajaba bien con los colores fríos del invierno. Necesitaba colores brillantes, el azul del cielo, el amarillo del sol… En Florida ya debía de ser de día y el cielo estaría lleno de nubes de algodón flotando sobre los verdes campos. Le habría encantado pintar a Julie bajo el cielo azul de Florida… Al pensar en ello, la asaltó una terrible nostalgia de su hija. Frecuentemente, después de aquellas pesadillas, iba de puntillas hasta su cama, buscando consuelo. Y lo encontraba en los mechones dorados y despeinados que enmarcaban su carita y en las manitas que descansaban semiabiertas sobre las

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