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Corto y filoso

¿QUÉ ES EL AMOR?
Marcko Glijenschi

Me pidieron que escribiera sobre el amor, suponiendo que algo debía de saber, ya
que llevo 42 años de psicólogo e ídem… de casado. Les confieso que sé muy poco
y creo que, en realidad, es lo que ustedes esperaban oír de parte de alguien que
pretende ser honesto. Tanto se ha escrito sobre el tema que sería pedante el
adelantar un criterio, aún bajo la protección de una presunción científica.
Bien, así podré escribir algo sobre lo que no sé. Sólo en un periódico judío le
permiten a uno volverse experto en “amor” como la famosa... ideshe mame.
No obstante, si deseamos pasar revista a esta emoción que a la vez: nos anima y
ahoga; nos impulsa y anula; nos eleva y nos hunde; nos beatifica y envilece, no
podemos dejar de prestar atención a este sentimiento suave y rosado que mueve el
mundo: EL AMOR.
Buscando ayuda, vemos como los criterios son muy variados y contradictorios, lo
que nos impone circunspección y modestia en las afirmaciones, ya que su
complejidad alcanza “altas cumbres de donde reina y tiraniza al individuo humano
adulto, culto, pasional e idealista”.
Por otro lado, y parafraseando a Ortega en Humano... demasiado humano: el que
promete a alguien amarlo y serle fiel eternamente, promete algo que no puede
cumplir. Se podría prometer quizás que: “mientras yo te ame, te prodigaré
acciones propias del amor y luego, cuando deje de amarte, continuarás recibiendo
de mí las mismas atenciones, así persistirán las ‘apariencias’ de que mi amor es el
mismo...” También Russell afirma: “sólo tenemos palabras, frases que hablan de
los sentimientos y éstas, como se sabe, son volubles, pasajeras y no se puede
confiar en ellas por toda una eternidad”. Se puede prometer una conducta de cierta
consistencia o constancia, nunca sentimientos inalterables. ¡Pobre de nosotros, los
que creíamos en el amor eterno!
Estaré todavía pensando sobre el tema aún cuando ya se esté imprimiendo el
escrito. Ello explica porque sobre el amor hay más literatura que ciencia, más
fantasía que realidad, mucho más pre-juicio que juicio.
¿Qué piensa usted? Déjanos saber, si así lo desea... ¡Escriba! El Nuevo Mundo
Israelita se lo publicará, ya que tenemos libertad de prensa, a pesar de lo que
escribió Poplicher.
La verdad es que no sabemos por qué nos enamoramos. ¿Por qué de ésta y no de
otra persona? ¿Es un zivic, destino? ¿Es un accidente? Si es así, ¿podemos
asegurarnos contra él? ¿Cuál sería el costo?
¿Cuánto pesa el amor y de que color es? Los astronautas han determinado que el
universo tiene un color beige. ¿Cuál será el del amor: rojo, rosado o, morado como
un corazón preparándose para un transplante? Algún día lo sabremos pero, por
ahora, no tenemos pistas.
Dicen que amor significa: nunca tener que pedir perdón… Esto será antes de la
boda, después de ésta, significa un río constante de tener que decir: “lo siento”.
Al contrario de los que algunos piensan, casarse no es lo mismo que matrimonio.
Muy pocos sueñan con estar casados, la mayoría, cree que el matrimonio se limita
a su boda, la jupa, la fiesta, la orquesta, la comilona,... No conocen lo que es
vivir juntos todo el tiempo y mucho menos: conocer-se. Averigüen lo que esto
significa... en hebreo.
El punto es que, en las relaciones más íntimas, dos personas muy raras veces saben
ni mucho menos experimentan lo que hay en el mundo interno del otro. A menudo
se oye decir: “quisiera que tu te vieras como yo te veo”. No sé lo que quieren
decir con esto, sospecho que en esta ignorancia –misterio- se mantiene el amor.
Sea lo que sea, es un hecho incontrovertible que en la perpetuación de la vida
debe considerarse como base el amor. Esa fuerza, llamémosla Eros, “soplo
anímico”, “impulso creador”, elan vital,... asegura la condición de supervivencia
del individuo y la especie.
Al amor lo nutre el anhelo de “ser y poder” que es, a su vez, consubstancial y
antinómico a la tendencia tanática de destrucción y muerte. Los más antiguos
pensadores nos han dejado profundas reflexiones acerca de la relación entre el
amor y la muerte. Es curioso que en catalán ambas palabras son tan semejantes
que casi se confunden cuando se pronuncian de prisa: l’amor y la mort.
La paradoja es que el amor es un constante flujo y reflujo vital en el cual el
enamorado se siente simultáneamente: turgente y exhausto; pleno y vacío; más
“viviente” y más “muriente”. Esto explica porque la conducta sexual conlleva en
el mismo acto una posesión y una cesión. Un recíproco intercambio de energías.
En aparente oposición, pero profundamente correlacionado se encuentra la raíz
sádica, cruel, absorbente y tiránica del dinamismo amoroso. Dominio y
“conquista” del objeto o sea persona amada.
Y para terminar una recomendación: si quieres ser feliz, encuentra una persona
que merece serlo y... ¡hazla feliz! Entonces, mágicamente, de alguna manera, por
alguna razón desconocida, también tú serás feliz. Si todos lo hacemos, habremos
salvado el mundo, el OLAM. (Por si acaso, esto último, nada tiene que ver con el
Mashiaj).
No podemos meter “todo el amor” en una sola entrega, continuaremos en
próximos artículos.

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