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Coleccién ‘Teorema 303.69 B663t 2 Norberto Bobbio ‘gtEl tercero ausente CATEDRA THOREMA ‘Thulo original de la obra Werzo assente ‘Traduccion de Pepa Linares Resetvados todos los derechos. I contenido de esta obra est protegido porla Ley, que esablece penas de prision y/o mulls, alemis de ls ‘comespondientesindemnizaciones por dafos peruiios, para ‘quienes reprodujeren, plagiaen, dtribuyeren o comminicares| Diilicamente, en too 0 en pate, una obra Ieraria, atistiea ‘© cine, o su wansformacin,Interpretacion 0 ejecueion ‘attic jada en cualquier tipo de soposte 0 combnicada ‘través de cualquier medio, inl preeeptva sutorzacion, © 1989, Raizioni Sonda SR, Ediciones Catedra, 8. A., 1997 “Juan Ignacio Lavca de Tena, 15, 28027 Madd Deposito legal M. 5.234/1997 ISBN. 84376-15089 Printed in Spain Impreso en Fernandez Ciudad, S. Catalina Suarez, 19, 28007 Madrid 2aghRade de loxyte vo Paz o libertad? ; & {Hl conflco termonuclear y las jusifcaciones rales de la guerra oa 31 1a esti de ia guests nin era attic. 42 HL equliodo del teror 5 Pa Demscx0 1a iguaad y ta digaidad de 10s hombres. oO La desobediencia civil ey, {ros derechos humanos y la paz tas Naciones Unidas cutrenta aos des No mataras : En la marcha por la paz {lina sociedad no violenta? {a ética de la potencia y la étca del didlogo a Guerra y moral. os Desarmados de todo el mundo FL dilogo por 1a paz vnnnse Alay Futuro para la paz? cones Auricutos El tertor no conoce equilibrios os dlérigos y el terror. Ia lanza y el escudo. EL juego de la guerra... Tos duetos invencibles. Los glgantes ciegos HI tercero ausente No inaugur6 una nueva ef HL tercero en politica Alabanza de 1a ONU... los sabios equilibristas I t f { t Introduccion. os ensayos y discursos recogidos en este volumen, editado por Pietro Polito, estin destinados a desarro- llar y actualizar parcialmente los temas tratados en el libro El problema de la guerra y los caminas de la ‘paz, publicado por Tl Mulino en‘una primera edici6n de 1979, y en una segunda, reducida pero con nuevo prefacio, en 1984 Fl problema de la paz, como el de la guerra, puede considerarse desde distintos puntos de vista.’ En Ios primeros escritos de esta selecci6n, elaborados hace ms de veinte afios, «Paz o libertad. «El conflicto ter- ‘monuclear y las justficaciones tradicionales de la gue- sma: y Filosofia de la guerra at6mica-, predomina el unto de vista filos6fico. En los Gitimos, compuestos en afios mis recientes, como -Los derechos humanos y la paz, Las Naciones Unidas cuarenta afios después, 4a era de los derechos y La paz. a través del dere- chor, destaca el punto de vista jurdico-insttucional. Fn los escritos fllosficos tomo en consideracién kas principales justificaciones de la guerra que se han ropuesto en los tiltimos siglos y las comparo con un fenémeno tan nuevo como inquietante, el de la posi- bilidad de un conflicto que se combatiera con armas capaces de poner en peligro la propia supervivencia del hombre sobre la ‘Tierra. En otras palabras, intento responder a la pregunta: =¢Cabe justificar la guerra 9 rmuclear con fos antiguos aryumentos que sirvieron a te6logos, filosofos y juristas de otras épocas para pro- poner criterios de distinci6n entre guerras justas y ‘guermas injustas esforzindose por demostrar que, si no todas, algunas guerras pueden encontrar justifcacion?- Por el contrario, en los escritos juridico-instituciona- les intento ilustrar principalmente el choque del pro- (@ceso de democratizacién que ha caracterizad6 la evo- lucién del sistema internagional desde finales de la Primera guerra mundial cota supervivencia del anti- 10 sistema _de equilibrio entre grandes potenci Aunque las potenclas Giese enentan en la actuall- dad, 0 se han enfirentado hasta ahora, por la hegemo- nia mundial sean s6lo dos y el miedo reciproco que sirve de fundamento al actual sistema de equilibtio ‘haya tomado el nuevo nombre, perfectamente apro- piado, de terror. La: pregunta que en realidad trato de responder es la siguiente: vis posible —y si lo es, de qué forma— superar el sistema de equilibrio, por el que la paz. constituye y ha constituido siempre una tregua enire dos guerras, y perfeccionar el proceso de democratizaci6n de la comunidad intemacional, cuyo fin deberia ser el propio de toto sistema democrat 0, es decir, establecer normas e instituir poderes para resolver pacificamente los conflictos entre las partes? Entre los escritos filos6ficas y los juridico-institucio- nales existe una relacién muy estrecha, Los segundos son consecuencia directa de los primeros, Si ninguna {de las justificaciones tradicionales de la guerra resiste \la prueba de la guerra nuclear; si frente a la despro- \porcién enire los fines de las guemras y sus posibles consecuencias, se hace cada vez mas dificil distinguir |) las justas de las injustas, el problema actual no puede | consistis, como en otras épocas, en buscar las razones | adecuadas para elegr la guerra entre varios actos posibles y, en cualquier caso, licitos, sino en otro ‘mucho mas dificil: hacer que la guerra sea imposible, Pero hacerlo, ccémo? De las respuestas a esta pre 10 gunta, entre las cuales las més extremas serian la ac- °) ( ‘én diplomitica, practicable aunque insuficiente, y la | \ educacién para fa paz, més eficaz pero también mis | \ dificil de realizar, yo he preferido, por razones vincu- Jadas a mi formaci6n cultural y’por una tendencia | tural a ver la virtud en el término medio, aquella que aboga por la creacion de auevas instituciones | que aumenten los vinculos reciprocos entre los es dos; 0 por el reforzamiento de las antiguas institucio- | res que han demastrado hasta ahora su. eficacia, Al final he tratado de conducir mi andlisis al pro- blema del Tercero, que en la actalidad atrae el inte- 16s de estudiosos de muy vatiada adsctipcin y proce- enca; las ditintas figuras del Tercero y a la mayor | © menor presencia de éstas en el sistema interna- { ional Un sistema politico estable, duradero y pacifico es aqiiel en pe je ha producido él” paso desde el teteer0 partes al ireeio: por" enciia de Lis partes. Ese paso adn no ha tenido lugar, 6 lo ha hecho de un modo imperfeco, en el sistema interna- clonal. Para dirimir eficazmente los conflictos entre las partes, el Tercero debe disponer de un poder supe- tlor_al de éstas.~-Pero-al-mismo-tiempo;-para~resultar eficaz Sin Sef opresivo, wn Tercero superior a las par- tes ha de disponer de un poder democritico, es de- { cir, furidamentado en él ‘consenso y en el control de | lis partes cuyos conflictos-debé dirimir. En otras pala- | bras, no debe ser despotice. Las cia-despotismo, confluyen una en Gliay nos permiten wazar-ur cuadro err ef que aparecen @ grandes rasgos las dlistintas perspectivas posibles de la historia fumura, + En W@ftio que el despotismo puede ‘Considerarse_ Ia! ccontinuaci6n de la guerra dentro-dél Estado, la demo- ‘en el sistema internacional puede. ser.conside- ada tun modo de éxpandir y asegurar a paz fuera de las fronteras de cada Estado, u | BL porvenir de la paz, se encuentra estrechamente \yinoilado al de Ia democracia, Entendiendo_ por j aquello eliminar los regimenes dictatoriales y ampliar y reafir- mar el proceso de democratizacién del sistema inter- nacional deben proceder al mismo tiempo. Ambas tie- nen como presupuesto y rasgo comin la defensa de | Jos derechos himanos contra los regimenes despéti- | 0s dentro de cada Estado y en la comunidad inter: | nacional, con el fin de consolidar un poder fuerte pero no opresivo que se:sittie por encima de las par tes. Hllo explica por qué he dedicado a los derechos | humanos tantas paginas de este libro. Ta democracia como antiesis del despotismo y la paz como antitesis de la guerra encuentran una inspi- facién comin en el ideal de la no violencia que Aldo Capitini, con una concepeién profética, llamaba el jie cual ora eal dea 0 o>} lencia representa el aspecto ut6pico de estas paginas. No es casual que yo haya hablado, en el sentido kan- tiano de la palabra, de historia profétiea, es deci, aquella de la que no buscamos en el presente sus condiciones de posiblidad sino sus signos premoni- torios. He pretendido plasmar sintéticamente una linea de accién posible en ese sentido, aun sabiendo a ciencia cierta que su significado es puramente ideal, en el Jema: -Resarmados de. todo. el. mundo,.junamo- ca 3 Negts 85 TA, Beso, Paco cn Reponsabita delta pace, Escitos etados'¢ inédtoe,celecconados ¢ inwocucdos por U Bass, lemme, Casale Monfersto, 1987, pig 58. B Las dificultades que ha expetimentado durante ¢s- tos afios la extension y consolidacién de Ia democra~ dia internacional; la persistencia del antiguo sistema de equilibrio, siempre incapaz. de asegurar una paz esta- ble; el contraste, por dems evidente, entre las solem- nes declaraciones oficiales sobre la nevesidad de pro- teger en todo lugar los derechos humanos y la enorme cantidad de violaciones de esos mismos de- rechos por parte incluso de algunos gobiernos demo- ‘titicos, por no mencionar sti total ausencia en los regimenes despéticos, que constituyen atin Ia gran mayorfa; el mimero, la duraci6n y la atrocidad de las guerras que han estallado en estos afios pese al com- promiso de convivencia pacifica asumido por todos Tos estados al adherirse al Estatuto de las Naciones Unidas, han contribuido a fraguar el talante mayorita- slamente pesimista de mis escritos. Frente 2 la lucha de las dos grandes potencias por la supremacia, que ha devorado inmensas riquezas indtiimente, sin otro resultado que la confirmacién de la persistencia de la voluntad de poder en la historia humana, obstaculizando ef desarrollo civil y econdmi- ‘co de los paises mas atrasados, a pesar del reconox ‘miento de su igualdad juridica dentro de fa comuni- dad internacional, que ha provocado y alimentado guermas de exterminio, como las de Corea y Vietnam; que ha dividido y enfrentado a gentes, pueblos y na- ciones; y frente a la proliferacion indiscriminada en ambos bandos de armas cada vez mas mortiferas ¢ insidiosas, a pesar de las prolijas conversaciones dliplo- maticas, que raramente concluyen en auténticos trata- dos, por lo dems inmediatamente violados, mi.esia- do de dnimo al escribir la mayor parte de las paginas que componen este libro se expresa_alli-donde, re- fiexionando sobre la hipocresia de las declaraciones dde paz. en perenne contraste con la crud realidad de las acciones de. guerra, me he planteado la pregunta: Quién puede pararlos, quién podré paratlos- ca A juzgar por el tiltimo encuentro importante en Mosc entre Reagan y Gorbachoy, la pregunta ha encontrado una respuesta que yo no preveia; de he- cho, se han parado. Y lo han hecho ellos solos, aun- que es demasiado pronto para saber si el acuerdo est destinado a durar y con qué consecuencias. ‘A menudo me he preguntado también: «Ha cam- biado algo en las relaciones internacionales a. pesar del salto cualitativo en la capacidad destructiva de las guerras futuras Y a menudo he tenido la tentacion de responder: «No ha cambiado nada» Crei que nadie con dos dedos de frente podia dar una respuesta dis- tinta, (Me he equivocado? Puede ser. Nada tengo que afiadir por ahora a las palabras concluyentes de la Gltima pagina, la tinica que fue escrita con posterioridad al encuentro entre las dos otencias: Con tal de que aguante! Dedico idealmente el libro a Ginter Anders, a quien debo la primera inspiracion para dedicarme al problema de la guerra en la era atomica, y cuyo mensaje constituye el argumento del primer escrito de cesta coleccion’. NB, » Sobre Anders, autor poco conocido en Halla, véanse P. P Poninaro, dl principio dsperzzione, La flosofia di Gunther An ers, en Comunia, XL, nd. 188, diciembre de 1986, pigs. 132, Y las alusiones contenidas en G. Fof, Pasgua di magglo, Ui dia- "i pesstmista, Génova, Matiet, 1988, especialmente pags. #224, 15 Paz y guerra @Paz 0 libertad? No quisiera taicionar ni empobrecer el pensamien- to del autor al afirmar que las tesis que recabamos de este Diario’ pueden resumirse en los cinco puntos siguientes: 1. Una guerra atémica podria suponer el aniquila- miento fisico de toda la humanidad. 2. La guerra at6mica es un acontecimiento posible. 3, Este hecho defintivo de la historia humana no debe considerarse una altemativa, es decir, un objeto de eleccién més entre varios aconteci- imieentos posibles. 4, La constataci6n de‘que se trata de un hecho posible y la imposibilidad de considerarlo una alternativa entre otras nos imponen perentoria- ‘mente una actitud contraria a la continuacion de la politica atémica. 5. Tal actitud podria consistit en aceptar que’ la nueva situacién crea en cada uno de nosotros muevos deberes de cara a nuestros semejantes ©, lo que es igual, una nueva moral "Tas pliginas que se reproducen agul comesponden al pref lo que yo mismo eserbt para la edisn italiana de la obra de G. Anders (sere @ non essere. Diario de Hiresbima e Nagascl, ‘Turn, Einaud, 1960, 19 1a enunciacion de estos cinco puntos podrfa servir para caracterizar Ia posicion del autor respecto a otras cinco actitudes posibles frente a la catistrofe atémica, contra las que el Diario plantea una polémica, ora directa ora alusiva, en la forma de un didlogo con interlocutores mas © menos imaginarios, y de reflexio- nes ocasionales, auténticas tesis flos6ficas y confesio- nes autobiograficas. os adversarios més comunes (y mas vulgares) son. los llamados «minimizadores. Entre éstos encontramos los tipos, segéin digan «no al primer punto 0 al se- gundo. Negar el primer punto significa admitir que la guerra atomica es, en efecto, espantosa, pero que no hhay que exagerar porque representa una extension ‘cuantitativa y no una transformacién cualiativa de las restantes guermas; por muy grande que fuera la ma- tanza, resultaria imposible que murieran todos los hombres, de modo que, de una u otra forma, la hu- manidad sobreviviia. ‘Afirmaciones de este tipo se escuchan a diario; son la forma mis ficil de tranquilizarse y no pensar son numerosos, apremiantes, ¥ estin pronunciados con impaciencia € intitacién evi- dente. Podrfamos disponerlos en ef orden siguiente: ‘Sabemos a ciencia ciera quiénes son hoy los totali- tarios y por quién deberiamos optar si lo que busca- ‘mos ¢s la libertad? Y aunque lo supiéramos, zcreemos realmente que el posible peligro de toulitarsmo es mayor que la seguridad de aniquilamiento total y mayor que lo que podriamos llamar el «peligro abso: Iuto2 Y aunque lo creyéramos mayor, aenemos dere- cho a arsiesgar el futuro en bloque, el de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, por razones de dig- nidad que, en todo caso, afectarian al presente, a nuestra generacion actual?» Y finalmente, , y declaraba que sla sumisi6n de los pueblos al dominio y a la explotacién constituye una negacién de 16s derechos humanos.. La historia, que hha de emitir su juicio sobre esta segunda mitad del siglo xx, no podrd desconocer que el fin de la época colonial’ ha sido uno’ de los mayores esfuerz0s reali- zados por la, humanidad hacia la progresiva liberacion de la tirania; una etapa fundamental para la civiliza- ci6n. ¥ tendri que reconocer también la obra eficaz ¢ indispensable de las Naciones Unidas a este respec- to, Cada etapa representa la solucién de un problema y el nacimiento de otro. Esto vale también para el fe- némeno de la formacién de nuevos estados, surgidos de siglos de esclavitud y explotacién, Pero'la Asam- bea de las Naciones Unidas se ha hecho portadora de estas aspiraciones contra los antiguos modos de ‘pensar, fos antiguos prejuicios y las antiguas resisten- das de los paises en otro tiempo hegeménicos; nadie podrit subestimar este hecho. No conviene, pues, oF ‘vidar la obra realizada para conseguir los fines secun- dasios aunque igualmente esenciales para el progreso hhumano, la proteccién de los derechos, recogidos en a Declaracién universal de los derechos humanas del 19 de diciembre de 1948, y el desarrollo econé- mico y social de los paises més pobres y técnicamen- te mas atrasados, que ha tomado nuevo vigor a raiz del Programa de las Naciones Unidas para el desarro- lo (UNPD), aprobado por la Asamblea General a fic rales de 1965. ‘UNA StTUAcION unre Si he quetido llamar la atencién ante todo sobre el problema de la guerra y de la paz es porque repre- senta el gran dilema de todas las &pocas y, con ma- yor tazén, de la nuestra. Hemos llegado a lo que el filésofo Jaspers, autor del primer libro importante so- 150 bre la bomba atémica y el destino del hombre, lam situaci6n limite, es decit, aquella mas allé de la cual no existe ninguna otra; s6lo la nada, 1o que significa la ausencia de cualquier tipo de situacién, Pero estoy convencido de que al emitir un juicio sobre cualquier fen6meno grandioso, como lo ¢s la COrganizacion de las Naciones Unidas, hay que huir de dos actitudes extremas, el idealismo y el escepticismo. El idealista es aquel que, como ya hemos dicho, atr- buy6 en su momento cometidos extraordinatios las Naciones Unidas y ahora las acusa de haber fracasa- do; el escéptico es aquel que siempre sostuvo que las Naciones Unidas son una manifestaci6n hipGcrita o malintencionada, incapaz de producir algin efecto benéfico. Personalmente no me considero ni un idea- lista arrepentido ni un escéptico receloso. Y no acon- sejaria a nadie que adoptara cualquiera de estas acti- tudes a a hora de juzgar los asuntos humanos. Me sitio ante las Naciones Unidas como ante cual ‘quier otro acontecimiento hist6rico, con el realismo de «quien ha aprendido una lecci6n de la historia, terble si se quiere, pero que no habria que olvidar aunque fuera la Gnica: las relaciones humanas no se rigen por Ja buena voluntad, sino por la voluntad de poder. Para los actos humanos, tanto de los individuos co- munes como de los grandes protagonistas, las pasio- nes y los intereses inmediatos cuentan mas que la raz6n, capaz de ver mucho més allé. La prucba es que nadie hasia ahora ha descubierto el remedio para frenar el estalido de Ja guerra El Gnico remedio que los hombres han conseguido inventar para detener la fuerza ajena es la amenaza 0 el empleo de la fuerza propia, El resultado est a ta vista 'No debemos pretender de las Naciones Unidas lo que no ha sido capaz. de lograr ningtin poder en el ‘mundo, ni siquiera los grandes poderes espirituales de las iglesias o del pontificado romano, que hablan y 151 predican en nombre de religiones universales cuyo principal mandamiento es amar al pr6jimo. Las Nacio- nes Unidas comparten su debilidad, su impotencia, su ineptitud con todos aquellos que acttian al margen de las instiuciones de gobiemo contra el fantasma de la guera, Pero lo que distingue a la ONU de otras fuerzas de ‘paz. €5 que su impotencia no es sustancial, sino hist6- rica, Tan clerto 5 que, contrariamente a lo ocurrido con la Sociedad de Naciones, resisten al tiempo, a las crisis, a la supervivencia y a la superposicién, en de- finktva, a la primacia atin vigente del antiguo sistema internacional basado en el equilibrio de las potencias, ‘no, como habia debido ser, en un poder comin, En el Gltimo informe anual, el Secretario General invita a reflexionar sobre el concepio de autoridad internacional y sobre su ausencia 0 insuficiencia, es- Pecialmente si la comparamos con el principio de autoridad que rige dentro de los estados. Existen dos clases de autoridad, la politica y la moral, Una de las razones que explica el recorrido perverso de la histo- ria es que dificiimente se encuentran ambas en la misma persona o en la misma institucion. Los profe- tas estén desarmados, y los armados no suelen ser profetas. Sin embargo, Ia una no puede estar sin la otra, Creo que el problema de fondo de las Naciones Unidas esti en conservar la primera y en resistirse a perder la segunda, Sin autoridad moral, la autoridad Politica se destruirfa lentamente. La autoridad politica depende de sus miembros, especialmente de las mas podetosos. La autoridad moral depende del compor- tamiento de todos ellos, indiscriminadamente, pero en especial de-los mas pequefios, que deben acosar'a los ‘grandes para impediries caer en la tentacién de -ac- tuar por su cuenta; una tentacion que los pequefios fi tienen ni pueden tener. En conclusion, el ‘nico deseo que puedo formular es que dentro de diez afios, cuando se cumpla el me- 152 dio siglo de la Carta, quien tenga, como ahora yo, el honor de hablar con esta solemne ocasién no se vea impelido por las circunstancias a comenzar su dliscur- 50 constatando la existencia de «in mundo sin paz, ‘ino que pueda anunclar la realizaci6n, no en abstrac- to sino en conereto, de las condiciones para una -paz perpetuar. Bien entendido, que no se trate, como ad- vertia Kant al comienzo de su optsculo y como se ha producido hasta ahora con demasiada frecuencia, de la paz de los cementerios. 153 Ta era de los derechos No hace mucho tiempo que un entrevistador, des- pués de conversar largamente sobre ciertas caracteris fieas de nuestra époct para el porvenit de lt human dad, especialmente el aumento cada vex més ripido y hhasta ahora incontrolable de la poblacion y de la de- ‘gradacién del medio ambiente, y el no menos ripido € insensato del poder destructivo de las armas, acabo por preguntarme si yo apreciaba algéin signo positivo entre tantas causas previsibles de desventura. Respon- di que sf, que al menos vefa uno: la creciente impor- tancia concedida por las politicos y los hombres de cultura en los debates internacionales, las conferencias gubernamentales y los congresos de estudio al proble- ‘ma del reconocimiento de los derechos humanos. 1 problema no es de hoy, naturalmente. Provede al menos del comienzo de la Edad Modema, gracias ala difusi6n de las doctrinas iusnaturalstas y a las declara- ciones de los derechos del hombre incluidas en las constituciones de los estadas liberales, para continuar después en paralelo al nacimiento, desarrollo y consoli- dacién del Estado de derecho en una parte cada vez ‘mayor del mundo. Pero no es menos cierto que s6lo al acabar la Segunda guerra mundial adquirié el problema dimensiones internacionales, hasta abarcar por primera ‘vez en la historia a todos los pueblos. Se han consolidado los tres procesos evolutivos de 154 Ja historia de los derechos humanos que presenta y comenta. la Introduccion general a la antologia de documentos editada por Gregorio Peces Barba, Dere- cho positivo de las derechos humanos:: positvizacién, ‘generalizacion e internacionalizacion LA FERSPECTVA DE LA FLOSOHA DE LA HISTORA Son varias las perspectivas que se pueden adoptar para desarrollar el tema de 10s derechos humanos: &tica, filos6fica, historica, juridica y politica. Cada una de ellas se relaciona con las restantes, pero se puede adoptar por separado. Para nuestra conferencia de hoy he preferido una distints, que teconozco arries- gada y quiz pretenciosa, porque debe englobar y superar a todas las demas; la perspectiva que yo solo sabria llamar de la filasofia de la bistoria, Sé bien que la filosofia de la historia esté desacre- dlitad, especialmente en el ambiente cultural italiano, después de que Benedetto Croce decretara st muer- te. La filosofia de la historia se considera hoy, un sa- ber tipico de la cultura decimonénica, superado por el tiempo. FI tiltimo gran intento de filosofia de la historia fue la obra de Karl Jaspers, Vom Ursprung und Ziel der Gescbichte (1949¥", que, pese al encanto que emana de esa presentacién por grandes épocas de la historia de Ia humanidad, se ha olvidado rapi- damente_y no ha suscitado ningtin debate serio. Pero frente a un tema como el de los derechos hhumanos es dificil resistirse a la tentacion de superar Ja historia meramente narativa. Segiin la opinién comin de los historiadores, tanto Jos que la defienden como los que la rechazan, hacer * G. Feces Barba (ed), Derecho pasion de fos derechos buma- ros, Madd, Fltoral Debate, 1987, pgs. 1314 7 Kc Jaspers, Origine e senso dalla storia, Min, Communit, 1965 edicién Paperback. 1982) (rad, esp. Onigon 9 meta de la bisto- ia, Madrid, allnza, 1985). 155

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