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LOUIS ALTHUSSER, NICOLA BADALONI, NORBERTO BOBBIO, EUGENIO GARIN, GIACOMO MARRAMAO, ROBERTO PARIS, ERNESTO RAGIONIERI, MANUEL SACRISTAN, PALMIRO TOGLIATTI, MARIO TRONTI y ALDO ZANARDO ACTUALIDAD DEL. PENSAMIENTO. POLITICO DE | GRAMSCI Seleccién de articulos ¢ Introduccién por FRANCISCO FERNANDEZ BUEY 13 COLECCION «THORIA ¥ REALIDADs R EDICIONES GRIJALBO, S. A. BARCELONA-BUENOS AINES-MEXICO, D. F ort ‘Traducciones de ‘Maroansts Larores, Marra asxpexme, Marzano Lisa, Toxquie SEMPERE y'F. Femrckxosz. BEY © 1977, EDICIONES GRITALBO, S. A. Primera edicion Reservades todos los derechos IMPRESO EN ESPANA PRINTED IN SPAIN ISBN: 8425307325 Depésito Legal: B-40.007-1976 Impreso por Marquez, $. A. Ind. Gréticas, Tgnast Iglesias, 26, Badalona INDICE F. Fuaniwonz Busy: Introducci6n Parseeo Tosuiarrt: Gramsci y el leninismo . Alo ZANARDO: El «Manual» de Bujéitin visto por los commu. nistas alemanes y por Gramsci : Manto TRONTI: Consideracionts acerca del marxismo de Gramsci ca Evesnro Garin: Politica y cultura en Gramsci Nornrrto Bonsto: Gramsci y la concepcién de ta sociedad pail eC ee Exnisro Ractontent: Gramsci y el debate teérico en el mo- vimiento obrero intereacional : Rowerro Parts: Gramsci y Ia crisis teérica de 1923. - Lovis Auritusser: El marsismo no es un historicistno. Louts ALTHUSsrR: Acerca de Gramsci Nico Baostowt: Gramsel historicista frente al marxismo contemporéneo . Soe ae Manwer Sacristin: La formacién det marxismo de Gramsci Giacomo Marrawao: Para una critica de Ia ideologia de iGramen Cee eee ce re 36 e 94 ut 150 it 26 243 28 280 307 34 F. Ferndnpez, Bury INTRODUCCION 1, Se ha hablado y esctito mucho acerca de Ia actualidad de Antonio Gramsci, sobre todo hagiendo referencia 2 st pensamiento politico; pero nunca tanto ni desde dngulos tan diversos como en los dos uiltimos afios, particularmente fuera de Italia. Un ejem- plo: hace relativamente pocos meses aparecfa en Francia el pri mero de una serie de volimenes que han de constituir una amplia antologia de los escritos gramscianos desde 1914 hasta los uiltimos cuadernos redactados en la ciircel; enseguida los escaparates de las grandes librerfas del pafs vecino y las paginas centrales de al- gunias revistas de divulgacién acogieron con solicitud el rostro todavia sereno del Gramsci de 1920 o tos rasgos del propio Gramsci, eadurecidos ya por la constancia en Ja lucha politica y por el su- frimiento del enfermo, que afios atrés, entre 1936 y 1937, habian popularizado las hojas clandestinas editadas por el «Comité inter nacional de ayuda a las victimas del fascismo italiano.» Ahora, en 1976, al pie de aquella dlsima fotografia o de los montajes grificos realizados a partir de ella, una frase nueva sustituye a los llama- mientos solidarios de los afios treinta: «Antonio Gramsci, fe Lenine de TOccident.» Una frase que, pese @ la exageracién publicitaria, indica sin lugar a dudas el momento cimero de Ja «moda Gramscty en Francia! Y no solo en Francia, También en los ambientes marxisias —y entre los marxélogos— de Inglaterra, Estados Unidos 0 Alemania se asiste a un considerable aumento del interés por el pensamiento Politico del que fuera uno de los fundadores del partido comunista de Italia. Es previsible, por lo demés, que la reciente aparieiin de la edicion erftica de los Quaderni det carcere? de Gramsci contr buya a mantener € inchiso a acrecentar el actual auge de los estu- dios gramscianos, pues no puede olvidarse la relativa coincidencia 8 Althusser y otros de esa publicacién con una serie de factores que, como se verd mas adelante, facilitan Ia recuperacién de la peculiar versién gramscia- na del marxismo. Pero antes de entrar en la estimacién de esos factores parece adecuado detenerse al menos un momento a valo- rar la «fortunas de Antonio Gramsci en los casi cuarenta afios que separan el dia de su muerte del relanzamiento de su obra en Buro- pa, al cual estamos asistiendo. Antonio Gramsci murié el 27 de abril de 1937, «Tal ver, —escr- bia Togliatti a los pocos dias— supo que en Espaiia, en un batallén que Ileva el nombre de Giuseppe Garibaldi, los mejores hijos del pueblo italiano —comunistas, socialistas, demécratas, anarquistas— ‘unidos en las filas del ejército popular de la Reptiblica espafiola, han inflingido en Guadalajara [marzo de exe mismo afio] la pri mera derrota seria al fascisino italiano y a Mussolini. Si esa noti- cia Tlegé basta é1, seguro que Gramsci sonrié y que su agonfa se vio iluminada por el rayo de una esperanza. Rs muy improbable que Gramsci muriera con ese rayo de esperaniza; pero si puede afirmarse, en cambio, que en cualquier caso el espiritu de Ia lucha antifascista fue el motivo principal para la primera recuperacién de su obra, Ja que iniciaron, ya en los meses siguientes, algunos de las que habian sido compafieros suyos de armas desde los aftos de estudiante universitario en Turin, Fn efecto, todavia en 1937, en uno de los documentos salidos de Ia clandestinidad de entonces y hoy conservado en el Institute Gramsci de Roma, se lee: «El 27 de abril, Gramsci, el jefe de los trabajadores italianos, ha muerto a consecuencia de diez afios de reclusion, de vejaciones, de sufrimien- tos. Esta destrucci6n, lenta y monstruosa, amenaza también a Te- rracini, a Parodi, a Scoccimarro [dirigentes, los tres, del PCI] y a tantos otros presos politicos y “amnistiados” que han sido envia- dos a las islas de la deportacién. (Salvadlos! jHonrad la memoria de Gramsci reclamando a liberacién de los otros y elevando vucs- tra voz. para exigir la verdsdera amnistial» : Los primeros articulos dedicados 2 Gramsci en esa primera fase que se cierra con el comienzo de Ia publicacién de los Quader- nj del carcere (en 1948) son ante todo memorias, recuerdos par Ciales, esbozos biogréficos centrados en ciertas fechas clave de la existencia del revolucionario sardo; son trabajos escritos que busca, entre sorprendido ¥ desilusionads, apoyaturas dfalécticas para la critica tedrica del estalinismo. De este modo el historicismo gramsciano se transfor- ma a veces en coartada justificatoria de lo dado como socialismo, y olvida la ensefianza tantas veces repetida por el propio Gramsci fen Ios afios veinte y treinta; a saber, la enseffanza de gue una de las consecuencias implicitas en la concepcin materialista de la historia es la necesidad de aplicacién del método también a la rea- Jidad del marxismo y del socialismo. eee iene aaa 0 nae gbreras en Tos afios cincuenta y parte de los sesenta explica esa implicita divisién del trabajo entre tedricos y politicos aceptada mayoritariamente por el marxismo de la época, ¥ que tiene igual- mente su repercusién en las interpretaciones de la cbra de Grams- ci. Hay que decir, sin embargo, que en este caso no se trata de una simple divisidn técnica de tareas favorecedoras del estudio de realidades varias, sino de la técita aceptacién de una concepcién que ve en la teoria 0 bien el adorno de una préctica politica que iscurre por otzos caminos, 0 dien fa justificacién a posteriori de una politica cultural empirista. Es asi como van surgiendo las «es- peciaizaciones» on eiertos aspectos parciales de la obra de Grams- ci —desde sus principios metodolégicos hasta las propuestas rela- tivas a la estética 0 a la pottica— y proliferando las investigacio- nes dedicadas al estucio de uno u otro concepto particular de la roduccién gramsciana escrita, POA difusién de este tipo de Investigaciones, algunas de Tas ct les, por otra parte, han contribuido decisivamente a aclarar as- El pensamiento politico de Gramsci 1B Pectos parciales coneretos de Ja obra de Gramsci? resulté favo- Tecida por la forma y el orden en que, a partir de 1948, fueron apareciendo los escritos de éste: ven primero la luz los ‘ecerites redactados en la cércel desde 1928 y luego, con el paso de los aos, sus escritos de juventud, los testimonios de las batallas po. liticas de 1919/1920, asi como, finalmente, los articulos de la epoca tle construccién del partido comunista, Ademis, el hecho de que las notas de la cdrcel —tos Quaderni— se publicaran siguiendo on cri. terio sistematico, que es ajeno a su elaboracién original, dificultaba | apreciacién del momento, de las fechas en que fueron escritas ¥. por tanto, del contexto histérico y de las motivaciones basicas del Propfo Gramsci, Todo ello ha abierto el camino durante casi un Par de décadas a la difusién de unos estudios que, con excepeiones notables, dividen la presentacién del «corpus gramsciano» en mate. riss, separando —en cajones estancos que respetan en gratt parte Tas ‘radicionales divisiones de ia cultura académica— los varios aspectos del marxisme que ew Gramsci tiene su hilo unificador Primero en Ia teorizacién de los embriones de democracia prolets, Hia nacicos en Turin y mas tarde en la reflexién acerea de la de rrota del proletariado en Occidente y en el intento de de una estrategia obrera acorde con las realidades ital época. De todas formas, sino se quiere dar un peso exagerado a este Problema formal de la publicacién de Ja obra ce Gramsci en los afios cincuettta como factor condicionante de la parcelacién de los estudios posteriores al respecto, bastard con recordar que la disgre- gacién de las Iamadas «partes integrantes del marxismo» y el Puntillismo flolégico han sido una constante en la orientacion de la marxologia de la ultima década; una parte cuantitativamente importante de las investigaciones de esos atias se ha centrado mas en la discusidn especulativa sobre conceptos, 0 en Ia biisqueda de modelos ahistoricos aplicables a cualquier citcunstancia, que en la necesaria continuidad de le reflexiGn te6rica sobre la totalidad con- creta del capitalismo imperialista en su dindmica evolucion hacia nuevas formas de explotacién de las clases trabajadoras y de con. trol politico-ideolégico de tos ciudadanos. La urgencia por refor- zar la teorfa levé por entonces a la utilizacién jneorrecta del tér mino cmarxismo te6rico» con el consiguiente establecimiento de tn tipo de distincién cntre emarxismos y «socislismo» que haria Presagiar el regreso de los ya Iejanos tiempos del debate sobre cl «zevisionismo» si no fuera porque en estos afios fos Hernstein es taban ya decididamente en el campo de la conservacién social, ‘Como se podra comprobar al leer las aportaciones sobre Grams. 16 Althusser y otros ci de Louis Althusser y de Nicola Badaloni recogidas en esta an- tologia, a mediados de los affos sesenta la disputa entre histo- ricismo y estructuralismo, entre defensores de dar le primacia a Ja nocién de «historias y partidarios de privilegiar las nociones de scstructurar o «sistemas, entraba ya en un callején de dificil sa- lida, en un doble discurso que tiene mucho de académico y en el que la garra revolucionaria de la obra de Gramsci parece haberse volatilizado. Pese a toda Ia insistencia de Althusser en sefialar la insuficiencia de la concepcién gramsciana acerca de la relacién entre ciencias y filosofia, no parece que la cpistemologia pro- puesta por el estructuralismo marxista haya representado un paso adclante en ese sentido y, en cambio, sf que ha dado lugar a un notable empobrecimiento’ respecto a la visién gramsciana de la prictica politica. Lo cual no es obstéculo, por otra parte, para re- conocer el acierto de Althusser al indicar los peligros det histori cismo vulgar, es decir, de «las ideologias relativistas del. conoci- miento que creen poder dar cuenta de un contenido te6rico obje- tivo... reduciéndolo exclusivamente a sus condiciones "histéricas”». Pues el historicismo vulgar no es un fantasma inventado por la tendencia especulativa del marxismo francés, smo una realidad existente durante e308 afios en Italia y fuera'de Ttalia, una reali dad cuyo riesgo més visible era, efectivamente, el pragmatismo, un abandono de la teorfa que siempre ha constituido el punto de par- tida del oportunismo en la préctica politica y en ocasiones, ademés, de la difusién de un escepticismo que esta en las antipodas del talante © de la psicologia que ha de crearse en las masas para cumplir tareas revolucionarias #* 3, En cualquier caso, lo cierto es que el sinnulténeo declinar de fa estrella del althusserianismo y de la un dia lamada escue- Ja dellavolpiana ha abierto el camino para el conocimiento de Gramsci a no pocos universitarios europeos dnrante los tiltimos afios. El agotamiento del «marxismo del teorema y de la objetivi- dad», anunciado por el viejo Lukécs a mediados de los afios se- senta y constatado ya no muchos afios después, entre nosotros, por Manuel Sacristan," os soguramente uno de los factores cultu- Tales que estén en la base del auge actual de Ios estudios gramscia- nos fuera de Italia. Y aunque el dellavolpianismo ha seguido sien. do allf durante cierto tiempo un punto de referencia obligado de as investigaciones marxistas, parece obvio que al iniciarse la dé. cada de los setenta no era ya el centro de atraccién de las nuevas Jevas revolucionarias. 1968 es seguramente también para esta crdnica de la «fortuna» péstuma de la obra de Antonio Gramsci un afio clave. Es el mo- El pensamiento politico de Grams. 7 mento de la primavera revolucionaria en Francia, del «otofio ca- lentes en Italia, del rebrote del enfrentamiento entre capital y trabajo en diversos paises protagonistas de los mal lamados ‘. Esta Gltima tendencia no es patrimonio exclusive de Ja dere- cha comunista —la cual suele enlazar los éxitos partamentarios y municipales del partido con una continuada fidelidad a la estrate- gia gramsciana de los afios treinta—, sno que esta también ex- tendida en lo que habitualmente se presenta como su izquierda, es decir, en aquellas corrientes que para apoyar dialécticamente el ataque global a la politica de las reformas propugnada por el PCT cn fa actualidad presentan a Gramsci como un antecesor recto de la ; ‘ade més, cl fracaso de la segunda etapa de Ia revolucién, de la revolt cién proletaria propiamente dicha, ha tenido un dobie efecto: por una parte ha postrado a la clase obrera, por otra ha sido un factor esencial para Ia reorganizacién de la burguesfa con el con siguiente aplastamiento de las incipientes vanguardias comunistas” Pesimismo de la inteligencia. Y, sin embargo, Gramsci seguiré trabajando dfa a dfa en Ja reconstruccién del partido del proleta- indo, seguir buscando férmulas de complementacién de sindi- catos y consejos de fabrica —en Ia linea sefialada por el IT Con greso de Ia IC— que permitan hacer frente a la ofensiva de los Patronos, seguiré polemizando con las diferentes versiones del re formismo y del centrismo cuya debitidad teérica y cuyo oportu- nismo préctico son, en st opinién de entonces, el obstdculo prin- cipal que se opone en el camino de Ia victoria. Los meses que si- guen son meses de vacilaciones; Ia impresién de que el partido co- munista que ha salido de la escisién de Livorno es demasiado dé Dil y esta demasiado alejado de las masas como para cumplir sus tareas apenas se manifiesta entre 1921 y 1922. No parece, pues, que de aquella constatacién de 1920 haya sa cado todavia Gramsci conctusiones nuevas para el futuro trabajo El pensamiento politico de Gramsci 2B Politico. Fl centro de su reflexién en esos dos afios lo constit Je la identificacién de un elemento vinico como factor explica Vo del fracaso de las revoluciones y de Ja involucién del _ movi miento obrero en Europa: la falta de un «partido de la revolucion», Tncluso a veces, en los articulos de propaganda politica escritos Por Gramsci durante esos iiltimos meses, hay ciertas simplificacio- aes de alguna situacién concreta que prueban la posicién atin du. bitativa de su autor: por ejemplo, la equiparacién sin matices de las condiciones de la Europa postbélica a las que se daban en la Rusia de 1917, 0 la subestimacién de Ia funcién de factores estruc- turaies en la tendencia conciliadora mayoritaria en el proletariado inglés, o cierta infravaloracion de Ja capacidad de reorganizarse gue tuvieron las clases dominantes en el perfodo de ascenso del fascismo en Ia misma Halia® En un articulo que seguramente puede considerarse todavia hoy como un magnifico punto de partida para el conocimiento de Ja maduracién de las ideas de Gramsci acerca de Ja revolucién en Occidente, Ernesto Ragioneri® ha sefialado la decisiva influencia que ejercieron en aquél las sesiones del IV Congreso de la IC ce- Iebrado en Mosctt entre noviembre y diciembre de 1922, y part cularmente el informe sobre los «cinco afios de revolucién en Rusia y las perspectivas de la revolucién mundial» presentado en el mis- mo por Y. I. Lenin. La preocupacién principal de Lenin en ese discurso, al que hay que considerar como una de las piezas de su autocritico testamento politico, es una vez mas la naturaleza de las relaciones entre la revolucién rusa y Ia revolucién en Occi- dente, preocupacién determinada en ese momento por la conscien. cia de que en los afios anteriores se habfa sido demasiado optimis. tas acerca de la consolidacién de las instituciones estatales sovié ticas: «Ocurrié que en 1917, después de que tomaramos el poder, los funcionarios del Estado empezaron a sabotearnos. Entonces nos asustamos mucho y les rogamos: “Por favor, vucivan a sus Puestos”. Todos volvieron y ésta ha sido nuestra desgracia. Hoy Poseemos Una enorme masa de funcionarios, pero no disponemos Ese error, al que a finales de 1922 Lenin ya no da un carécter exclusivo de necesidad objetiva, se vincula a otro: el haber impul- sado la adopci6n, por parte de'los partidos comunistas occidenta. les, de una estructura orgénica super-saturada de espiritu ruso, «Tengo ta impresién —afirma Lenin— de que [con ello} nosotros mismos hemos tevantado una barrera en el camino de nucsiro éxito futuro» Y de ahi concluye un sobrio Uamamiento, al que ya 4 Althusser y otros se ha aludido, en el sentido de aprovechar todos, rusos y extran- jeros, los minutos, las horas que dejen libres la actividad militar 0 Politica para estudiar «comenzando ademas desde el principio».* Volver @ empezar desde el principio es el lema que Antonio Gramsci parece haber adoptado durante la estancia en Viena y en los afios de reconstruccién del partido hasta su detencién en 1926, Cronolégicamente la primera leceién que Gramsci ha apren- dido es la de la decisiva importancia del aparato organizativo para incidir en el desarrollo de las acontecimientus politicossociales, superando asi anteriors dudas. Por ello eseribe a sus antiguos com- pahleros de Ordine Nuovo lamando la atencién sobre la necesi- dad de no repetir el error cometido en 1919/1920; precisamente porque enionces Ja repulsién que el grupo sintié a crear una frac cin tuvo como consecuencia el aisamiento politico, ahora [en 1923] se trata de «crear en el seno del partido un nticleo de ca- maradas con el maximo de homogeneidad ideolégica y capaces de imprimir a la accién préctica una unidad de direccién superiors” Ese debe ser uno de los primeros pasos a dar; pero crradican. que se impuso en el partido después del congreso de Livorno, esto ¢s, superando el otro error —nds importante atin— que consiste en plantearse el problema de ta organizacién del partido de modo abstracto, como si s6lo se tratara de crear un aparato de funcio. narios files y ortodoxos, puesto que piensa Gramsci— la existen- cia de t2l aparato no putde determinar la revolucién, la revolucién no depende tinicamente del aparato organizativo del partido Por eso, porque Gramsci sabe que ] aparato no es el elemento deter- minante, tiene que preguntarse cual ha sido la causa principal de Ja derrota de Ia clase obrera italiana y, una vez dilticidadas las razones de la derrota, tratar de encontrar los instrumentos te6ri- cos, estratégicos y tacticos, para modificar la situacidn nuevamente en un sentido revolucionario. Yarea 4rdua. Gramsci es consciente de ello cuando a finales de 1923 envia al periédico de la juventud comunista de Milén un ar Aiculo sintomaticamente titulado «Qué hacer?» cuya finalidad es, por supuesto, influir en Ia polémica que en ese momento empieza a desarrollarse en Italia sobre las causas del fracaso obrero de 1920. Tarea érdua, porque la pregunta por dénde empezar parece conducir siempre 'a un principio anterior: cierto que la causa de Jo derrota ha sido la inexistencia de un partido revohicionario —argumenta Gramsci—, pero cul ha sido la razén de que dicho partido no existiera todavia en 1919/1920, Nuevamente, como en 1919 al reflexionar sobre el origen de L’Ordine Nuovo, aparecen El pensamiento politico de Gramsci 25 ahora los términos caracteristicos de quien intenta pensar en se- rio y de forma autoctitica acerca de los errores del pasado re. Ciente: hay que empezar preguntandose «quiénes éramos, qué que- riamos, donde pretendiamos egars. Pero incluso antes de Tes. Ponder a esas preguntas hay que establecer los criterios, «los prin cipios, las bases ideolégicas de nuesiz sutocritica» La argumentacién de Gramsci es en esta ocasién muy explicita ¥ adelanta cuestiones que luego serian motivo de maduracién re iexiva on profundidad durante los aflos de la cércel: la debilidad principal de Jos partidos obreros italianos ha sido su desconoce miento de Ia situacién en la cual tenfan que operar. Han faltado libros que estudiaran Ia estructura econémico-social italiana, la evolucién de los partidos politicos més importantes, los vinculos de clase de los mismos, su significacién; no sélo se desconocia la sk twacién italiana, sino lo que es peor—ni siquiera existian los ins. tumentos adecuados para conocerla. ¥ al faltar la ciencia social del marxismo, la capacidad detandlisis de la situacion conereta, era imposible hacer previsiones, establecer hipétesis sobre el de- sarrollo futuro, en una palabra, trazar las lineas de accién que pu. leran incldir’ sobre la realidad con cierias probabilidades de oP «Drames compietamente ignorantes y por eso estamos desorien- tados.» La ausencia de andlisis social —de un analisis social que deberia haber explicado hechos tan relevantes como la significa- cion del sindicalismo en Htalia, el éxito de éste entre los obreros agricolas, la coincidencia espacial de republicanismo y anarquismo, el paso de muchos elementos sindicalistas primero al nacionalis: mo ¥ luego 2 las filas fascistas ® —ha sido la causa de que los par- ‘tidos obreros italianos no tuvieran una «ideologia» propia que di- fundir entre las masas. Por todo ello, a las preguntas qué hacer, por déude empezar Gramsci responde con palabras en las que re. suena el programa leniniano de finales de 1922: estudiar, estudiar Ja doctrina propia de la clase obrera, su filosofia, su soctologta, «reunirse, comprar libros, organizar lecciones y conversaciones so. bre el marxismo, dotarse de sélidos criterios para la investigacién y el andlisis, criticar el pasado para sec més fuertes en el futuro Yy asi vencers* Tal es el principio del principio: un programa de estudios to- davia genérico en el que, sin embargo, despuntan ya los temas cen- trales de la reflexién futura y que, ademés, esta pensado para alejar ficiles ilusiones de los jévenes comunistas y abrir camino a Ia superacién del pesimismo y de la desorganizacién reinante entre la clase obrera de la Italia fascista® 26 Althusser y otros La tarea que Gramsci se propuso durante los aftos siguientes consistia preisamente en tratar de poner on prictica ese progra- ma de estudios mientras —haciendo acopio de las escasas fuerzas fisicas y con una indefinible afirmacion de la voluntad— dirigia el trabajo cotidiano de Ia organizaci6n, buscaba las iniciativas con- cretas que contribuyeran a implantar a ésta en el tejido social vin culindola a las masas obreras y campesinas, 0, ya en la cércel, impulsaba Ia constitucién de circulos para valorar las conditio- nes politicas del momento. La sustancis de la reflexién tedrica de Gramsci hasta su muerte podria resumirse tal vez en tres puntos: delimitacién de la situacién de la clase obrera en el Ambito nacio- nal e internacional después de Ja derrota de la revolucién en la Europa central y occidental, elaboracién de un conjunto homogé- neo de indicaciones metddicas para el anflisis concreto de tas st tuaciones concretas y clarificacién de los aspectos principales de Js estrategia y de la tictica de las clases trabajadoras correspon. dientes a una fase de Ia lucha de clases determinada por la recu- peracién capitalista, En Ia delimitacién de ta condicién obrera en Occidente, con vis- tas a valorar las posibilidades revolucionarias en los pafses ca- pitalistas avanzados, Gramsci empieza por sefialar Ia existencia de un factor general que diferencia esta situacién de aquella que vi- vieron las masas rusas en 1917. Frente a la argumentacién de Ama- deo Bordiga —que en este punto coincide parcialmente con el me- canicismo de Ia socialdemocracia— Gramsci no cree que el tipo de determinacién representada por la mayor madurez de la base ‘econémica del capitalismo en Occidente opere en un tinico sentido, favorable, para impulsar a las masas obreras y campesinas a la conquista del poder. Mas bien al contrario: esa determinacién es en estos paises mds compleja y mediada debido a ta funcién obs- taculizadora gue cumplen tas sobreestructuras politicas derivadas del mayor y més largo desarrotio del capitalisrno. En efecto, a diferencia de la formacién social rusa, donde el «stado lo era todo», en los paises occidentales de los afios veinte el Estado era s6lo una trinchera avanzada, detrds de ta cual se encontraba una robusta cadena de fortalezas y fortines» implan- tados en la sociedad civil, grandes partidos politicos ¢ ideologias ‘cuya influencia ha ido penetrando durante lustros en las cabezas de las masas hasta constituir una sélida linea defensiva de reta- guardia para los intereses dominantes.* ‘La existencia de ese factor general diferenciador complica, sin duda, e1 esqueme elaborado por Lenin en 1915 —y desarrollado en 1920 para caracterizar las situaciones revolucionarias y estable- El pensamiento politico de Gramsci 21 cer las sleyes de Ia revoluciéns. Los elementos de una situacion revolucionaria susceptibles de empujar a las masas populares ha- cia la toma del poder cran, segin Lenin, la imposibilidad por parte de las clases dominantes de mantener su dominio sin mod ficar la forma del mismo (la crisis politica), la agudizacién de Ia aniseria de las clases sociales oprimidas (la crisis econémica) y ef aumento répido y constante de Ja actividad politica independiente entre estas masas. Todo lo cual —matiza Lenin cinco afios des- pués—ha de producir ademés la elevacién a consciencia de la ma- yoria de la masa proletaria atrasada, la neutralizacién de Jas capas, Sociales intermedias y Ta diseregacidn de una parte importante del ejército (la crisis militar). Al introducir en ese esquema otro ele- mento, como es la solidez y la resistencia de las «fortalezas» y «fortiness politico-ideol6gicos consolidados en Ias formaciones so ciales curopeas, Gramsci esta afiadiendo una nueva condicién para la plausibifidad de la revolucién en Occidente: la crisis ideolégica del capitalismo 0, to que es Io ntsmo, In necesidad de que el pro- letariado conguiste, durante et proceso que conduce a la toma del poder politico, la hegemonta, Teniendo eso en cuenta seguramente puede concluirse que Gramsci esta contemplando ya la posibilidad de una gran crisis, de civilizacién del capitalismo como condicién para la desapari- cién de éste en los centros imperialistas de Occidente, una crisis, pues, de mucha mayor profundidad, extensién y duracién que Ia que hizo tambalear a las grandes potencias durante los afios de la primera guerra mundial. Tal parece ser Ia direccién en que se mue- ve Gramsci al meditar sobre la relacién entre In. civilizacién ame- ricana y europea: «EI problema est4 en saber... sf se esté verife cando una transformacién de (as bases materiales de la civitiza- cidn europea, 10 que a largo plazo (aunque no muy largo, puesto gue en el periodo actual todo ocurre con mucha mayor rapidez gue en tos pertodos pasados) conducird a una desarticulacién de la forma de civilizacién existente ¥ al nacimiento forzoso de una nueva civilizacién.»® La particularizacién de ese factor general diferenciador del Oc- cidente, que ha sido el principal obstéculo para el cumplimiento de las previsiones bolchevigues acerca de la revolucién mundial, exi- fe un nuevo reconocimiento pormencrizado de Jos territorios na cionales donde se libre la Tucha de clases puesta que ios hechos hisiéricos prueban, por uma parte, la debilidad de la tesis de Ja ofensiva internacional implicita en la teoria de ta revolucién per manente y, por otra, la inconsecuencia de la exportacién de Ia re- volucién socialista en las puntas de las bayonetas del ejército rojo. 28 Althusser y otros Una nueva forma de snapoleonismor —piensa Gramsci— ademés de no corresponder a la correlacién politico-militar de fuerzas del momento, serfa que Jn que pusieron en préctica los bolcheviques entre febrero y ociu- bre del 17. El reconocimiento del territorio nacional italiano y el examen de Ia correlacién de fuerzas a nivel internacional le Hevan a la constatacién del paso de la «guerra de movimiento» ala «pte rra de posicién» en el plano politico. Pero en esa metéfora militar, varias veces repetida en las notas de la cércel, no sdlo esta expresa la toma de partido on favor de las tesis de Stalin acerca del so- cialismo en un solo pafs y, en consccuencia, no representan sélo tuna aporiacién més a la larga serie de criticas a la teorfa de la re- volucién permanente de Trotski, sino que hay también una pre- visién particular y original del desarrollo de Ia lucha de clases en Europa que enlazaria con las preocupaciones del diltimo Leni En esa perspectiva gramsciana la guerra en el plano politico-so- El pensamiento polttico de Gramsci 2» cial se presenta como un protongado enfrentamiento en el que Ja conquista de las posiciones decisivas por parte del proletariado y de sus aliados supondré una estrategia de cerco reciproco en el que no puede excluirse tampoco la destruccién de ambos adver- sarios: «Si ese proceso de desarrollo se detiene en un determinado momento... la situacién dada es inactiva y pueden producirse con- clusiones contradictorias: la vieja sociedad resiste y se asegura un periodo de *respiro’, exterminando fisicamente a la elite adv. saria y aterrorizando a las masas de reserva; o bien se produce la destriccién reciproca de las fuerzas en conilicto, con Ia instaura- cién de la paz de los cementerios, que pueden incluso estar bajo la vigilancia de un centinela extranjero...»® Por eso, siguiends con el simi] militar, Gramsci piensa que el elemento decisive sera la fuerza permanente organizada de Ja clase y preparada —incluso en un momento en que esta a Ja defensiva— para pasar al ataque en una coyuntura favorable, pues el desgaste de los adversarios, el carécter permanente de las*conquistas en esta estrategia, la consolidacién de Jas trincheras arrebatadas al enemigo y cl aliento necesario para avanzar hacia nuevas posiciones sin perder de vista el objetivo final exigen no sélo un amplio ejéreito, sino tam- bign una vanguardia, un mando politico-militar consciente de que Ja victoria conseguida en Ia larga marcha que es la guerra de posicién tiene un cardcter definitivo. Dificilmente se pueden encontrar en las notas gramscianas de la céreel repercusiones de la tesis un dfa dominante segtin la cual el fascisino seria la ultima fase del capitalismo. Gramsci est pen- sando en plazos largos y cuando, en la discusién con los camara- das de la prisién, expone las lineas generates de aquella estrategia tiene en cuenta que «la miseria y el hambre bajo el fascismo puc- den provocar importantes rebeliones desequilibradoras det orden establecidon, pero insiste sobre todo en la abreciacién de que para destruir el sistema capitalista, ademés del hambre y la miseria, «son necesarias otras muchas condiciones», puesto que han pasado ya los tiempos en que «la diligencia podfa tomarse mediante un Simple asalto>.” No faltaron, ni siquiera entre esos mismos compafieros de cat cel, quienes ya en los afios treinta consideraban esa estrategia de argos plazos propugnada por Gramsci como una inclinacién hacia el reformiismo gradualista de Ia socialdemocracia en contradicciba con la Iinea de ofensiva sefialada por cl VI Congreso (julio/sep- tiembre de 1928) de Ia IC. Y es cierto que Gramsci no cayé nunca en la posicién extrema y ut6pica —propiciada en aquel Congreso— de considerar como un hecho indiscutible la transicién directa des- 30 Althusser y otros de el fascismo a la dictadura del proletariado; pero lo que separa a Gramsci del reformismo clésico es gue en su reflexién y en sus conclusiones para la practica no olvidé nunca el cardcter de clase del estado, de toda forma de estado, ni oscurecié el objetivo final enire las brumas de un movimiento graduatisa que suefia con hax cer salir a la nueva sociedad del vientre de la vieja sin ayuda de Ia comadrona de fa historia, ni tampoco —como en otra ocasién hi- ciera el Hamado «marxismo ortodoxo»—- consideré jams la meta final como una afirmacién tedrica, externa, inconsecuente con una Practica cotidiana escéptica, Al contrario, 1a estrategia paciente, antisectaria, antiblanguista de Gramsci recuerda en mis de un as- pecto —si es que se cree necesario enlazar con Ia historia anterior del marxismo— la Kicida refiexién del viejo Engels mutilada por el reformismo de la socialdemocracia alemana: abierta al recono- cimiento de las causas de las derrotas, abierta al andlisis de los hhechos nuevos que modifican las creencias anteriores, abierta. so- bre todo al examen de ese factor decisivo que son Jas’ transforma. ciones de los aparatos, de las téenicas y de los planes militares, pero, al mismo tiempo, intransigente frente al «oportunismo ho- norabler. En ese doble distanciamiento, tanto del reformismo como del sectarismo, radica probablemente todavia Ia actualidad de Grams- i en un momento en que vuelven a oirse las preguntas de enton- ees: equignes éramos, d6nde estamos? Tal vez, si esa actualidad no debe quedarse en sano —pero insuficiente— recordatorio his- rico, la continuidad de aguella reflexion estratégica pase hoy por desarrollar las indicaciones metédicas de Gramsci en el reconoci miento del terreno sobre el que evoluciona la lucha de clases en los afios setenta, y mds concretamente, por analizar con la pers- pectiva antimecanicista gramsciana el grado de maduracién a que fen estos afios ha legado la fase del cerco reciproco. Un presupues- to de esa continuidad —y no el menos importante— seria profun- dizar el andlisis del factor diferencial entre el Estado de Oriente y el de Occidente en la linea que Gramsci establecié al afirmar que «en Oriente el Estado lo era todo mientras que en Occidente el Estado era sélo una trinchera avanzada». Todo ello implica, desde Iuego, abandonar una vulgar triviali- zacién de Gramsci, bastante extendida en los tltimos tiempos, para la cual parece como si en Occidente el Estado ya no fuera nada, y recuperar la radicalidad con que el te6rico de los consejos de fabrica torineses diferenciaba la democracia obrera de la de- mocracia burguesa: «E] Estado socialista existe ya potencialmente en las inst El pensamiento politico de Gramsci at nes de vida social caracteristicas de la clase obrera explotada, Re- lacionar esos institutos entre ellos, coordinarlos y subotdinarlos en una jerarquia de competencias y'poderes, concentrarlos intensa- mente, aun respetando las necesarias autonomias, significa crear ya desde ahora una verdadera y propia dentocracia obrera en con. traposicién eficiente y activa con el Estado burgués, preparada ya. desde ahora para sustituir al Estado burgués en todas sus fin- clones esenciales de gestion y de dominio del patrimomio na- ional.» F, Fewinpez Bory __ i+, Como en tantos otros casos, también en éste, la produccién edito- tial francesa ha favorecido ef relamzauniento de las obras de y sobre Gramsci en Espatia estos diltimos anos. Pero en este renacimiento de los estudios gramscianos en nuestro pais el elemento de mayor peso tal vez sea, actualmente, la intensidad con que se sigue en fos ambientes demo- eraticos y_socialistas Ja evolucién politica italiana, Los antecedentes mis destacados en Ia introduecién de la obra de Gramsci en Espafia son el capitulo dedicado a A. G. por Manuel Sacristén en el suplemento de filosofia de la Enciclopedia Espasa (1960), los articulos aparecidos en Ja revita Realidad con motivo del teinta aniversario de Tu ynverte de ramsci —uno de ellos, el de Manuel Sacristin, recogido en Ia presente ology la traduction y posentacion Se varas elcctomoy de tek tos gramscianos por J. Solé Tura. Ya en los primeros sctenta Gramsci empezaba a ser uno de los autores motivo de debate en diferentes simposios de filésofos jévenes, como constataba Laso Prieto en su Introduccién al pensamiento dé Gramsci, Madrid, Ayuso, 1973. 2. Axronto Gramsci, Quadernt del carcere (edicion critica prepara- da por Valentino Gerratana), Turis, Einaudi, 1975. Esta edicién reor- dena los, Cuadernos sigufendo un criterio cronoldgico, a diferencia de la anterior ediciéa, publicada también por la casa editora Hinaudl, ‘que se basaba en un criterio tematico. 3. PaLMixo Tostiar, «ll capo della classe operaia italianas (1937), articalo inciuido en P. T., Gramsci, Roma, Riunitt, 1967, pag. 36, 4. Entre los articulos dedicados a Gramsci antes de que estallara Ja segunda guerra mundial hay que destacar, ademas del ya citado de Togliatti, uno de Angelo Tasca, «Ritomo a Gramsci e Gobettiv (1931), y los trabajos recogidos en el volumen antoldgico titulado Grarasct y publicado en Paris también en 1937 (con aportaciones de Grieco, Parodi, ‘Montagnana, Ceresa, Platone, Amoretti, Spano y el propio Togliatti) 32 Althusser y otros Desde el final de la guerra mundial hasta el comienzo: de Ia publica ion de la primera edicién de los Quaderni los textos testimoniales sobre Gramsci aumentaron muy considerablemente. C7. Elsa Fubini, ‘eBibliografia gramscianas, en Gramsci ¢ la cultura contemporaned, 2, Roma, Riuniti/Instituto Gramsci, 1969. 5. PaLAuRO ToGutartt, «Il capo della classe operaia italianar, ed cit, pag. 35. %.. Patan Togtarti, «Antonio Gramsci, un capo della classe ope- saia italiana» (1927), incluido en Gramsci, ed. cit, pag. 3. 7._Patauee Tocuiarni, «If capo della classe operaia italiana», ed. cit, pig, 34. EL mismo motivo en pag. 10. 8, Antonio Grawsci, Antologia (scleccién y traduccién castellana de M, Sacristan), Madrid, Siglo XXT, 1974 (22 ed), pig. 154 9. La doble critica al socialismo reformist y al sindicalismo pseu dorrevolucionario es una constante en los articulos escritos por A. G. en L'Ordie Nuoyo durante 1919/1920, Cj, por ejemplo, «Sindacalismo © consigli», en L'Ordine Nuovo, Turin, Einaudi, 1972 (5° ed.), pas. 44-48, Los conscjos de fabrica constituyen precisamente, en opinién de Grams- ci, la superacién tanto de una concepciéu economicista y tacticista de J Incha sindical como de la Hamada teorfa de Ios productores que se limita & la agitacion mediante «los fuegos fatuos» de los discursos, ol- vidando el papel politico de la educacion y de la foripacién de las consciencias. Con respecto al anarquismo de Is época, la posicién de Gramsci es matizada: rechava abiertamente el apoliticismo en tanto ‘que justificacién eneubierta de uma linea politica errénea, pero con- sidera al mismo tiempo que el marxisino es el verdadero’ elibertaris- mo»: «En Ia polémiea entre comunistas y anarquistas © posible le gar aun acuerdo con los grapos anarquistas constituides por obreros conscientes de su pertenencia a la clase; no es posible, en cambio, coin cidir con los grupos anarquistas formados por intelectuales, profesio- nales de la ideologia» La apertura de Gramsci al primer tipo de cola- boraciin est4 testimoniada por la inclusién catre Jos redactores de LOrdine Nuovo de varios obreros y técuicos libertarios. Para un estudio mas detallado de ta polémica de A. G. con los anar- quistas cf. «Lo stato c il socialismo» (LON, 29 de julio de 1919), «Dis corso agli anarchiciv (LON, 310 de abril de 1920), «Che cosa intendiamo per “demagogia"» (Avantil, ed. del Piamonte, 29 de agosto de 1920). 10, PALMMLRO TocLIATTr, «Tl capo della classe wperaia», ed. cit., pag. 28. El esquematismo con que esté trazada aqut 1a evolucién de Gramsci centre 1921 y 1923 seria corregida mas tarde por el propio Togliatti en La formazione del gruppo dirigente del PCI net 1923/1924, Roma, Rive niti, 1962. It. Cf. Studi gramsciani (Actas del simposio celebrado en Roma det Ii al 13 de enero de 1958), Roma, Riuniti, 1969 (2+ ed.). En la se leccién que agui se presenta se han incluide algunas de las comunica ciones al simposio gue inciden mas directamente en Ia interpretacion del pensamiento politico de Gramsci. El pensamiento politico de Gramsci 3 12, Ast, por ejemplo, los trabajos de Norberto Bobbio, Eugenio Ga- rin o Cesare Luporini en los aiios cincuenta/sesenta sobre la concep- ion de la sociedad civil, a cultura y Ia metodologia de ramsci, res pectivamente. En la presente antologia se traducen el polémica tra {ado de Bobbio sobre el tema de la sociedad civil y el sdlido estudio de Garin sobre la problemtica de Ia cultura y el papel de los intelectuales cen Gramsci, Cf. Gramsci ¢ 1a cultura contemporanea, 2 vyoldmenes (ae ecogen las ponencias y comunicaciones al simposio de Cagliarl en 1967), Roma, Riuniti/Instinuto Gramsel, 1969, 1B. Cf,, on esta antologia, Lours ALTHUSSE, «E1 marxismo no es un historicismno» (pigs. 243279) y Nreoua Baoatoxt, «Gramsci historicista frente al marsismo contempordueo> (pias. 280-306). Desde Ia fecha de esa polémica las posiciones tanto de Althusser como de Badalozi han cambiado bastante sensiblemente. 14. Para la reconsideracion del historicismo en el marxismo italiano pueden verse las contribuciones de N. Badaloni y G. Vacca al simposio ‘Srganizado por el Instituto Gramsci en 1971 con ol titulo de J? marzismo italiano degli envi sessanta (ed. castellana, Grijalbo, Barcelona, 1971). 15. «Bfectivamente, Io que e¥té ocurriendo en el marxismo desde €l doble y discorde aldabonazo de 1968 tiene, por debajo de Ins apa- riencias, mucho mds que ver con el marxismo del método y de la sub- Jetividad de Lukécs que con ¢l marxismo del teorema y de la objeti dad de Althusser, por ejemplo, o de los dellavotpianos...» (Manuel Sa- cristin, «Sobre ct “marxismio ortodoxo" de Gyorgy Lukiess, Realidad, 1+ 24, diciembre de 1972.) No puede decirse, sin embargo, que al doblar el arco en el sentido inverso no se haya olvidado Ia condicién que el propio Sacristén establecia a continuacidn: «... sin que, desde luego, se haya de incurtir hoy en et desprocio del conocimiento empirico obje- vo que caracteriza el idealismo de la “ortodoxia” marxista del Lukes de 1923». 0, por lo menos, los pasos dados en la materializacién del marxismo «del método y de la subjetividad> en el campo de los cono- cimientos empiricos objetives parecen todavia insuicientes. 16. Cf, por ejemplo, el articulo de Giacomo Marramao que cierra cesta antologia (pags. 324350) ca cl que se habla de una lejania vestratos- fericas, con Tespecto a los problemas centres actuales, de los concep- tox gramselanos de hegemonia, bloque historic, principe moderno ‘0 ‘cuestin meridional y, en suma, de la «superacions de Gramsci por las ‘nuevas teorizaciones de Ia izquierda revolucionaria europea. 11. En la entrevista publicada en al mimero 86 de New Left Review (traduccién castellana en Zona Abierta, n? 4, pégs. 326). 18. Cf, SrevaNo Ment, «1 nostri conti con la teoria della “rivoluzione senza rivoluzione” de Gramsci», Giovane Critica, n2 17, 1967, pag. 68 y ss: «El partido comunista, Amendola, fos historiadores comunistas no tssurpan nada cuando reivindican la continuidad gramsciana del grapo dirigente centrista o la continuidad gramsciana de la linea de desurro- Iig del movimiento: no hacen més que asumir como canon de interpre. tacidn la historicidad concreta de ua proceso, en vex de la biografia in- at Althusser y otros telectual de tales 0 cuales dirigentes 0 militantes» Probablemente no ces casual que Giorgio Amendola, cn una recension muy critica de las interpretaciones sizquierdistas» de Gramsci trate con respeto y objetivi dad la tesis historidgrdfica de Merli. C. al respecto G. Amendola, «Ri Jeggendo Gramsci», en Critica Marxista, Quaderni 3, 1967, pags. 10-11. 19, Patino TosiiaTn, «Gramsci y el teninismos, en esta antologia, pags. 36-61. 20. ERNEsi Racrowms, «Gramsci y el debate tedrico on el movi miento obrerp internacionale, comunicacion preesentada en la conven: 21. Cf Por gjemplo, la actitud de Amendota en «Rileygendo Grams- ci» con respecto a las sugereneias de Fiori en su bioprafia de Gramsci (art. cit, Critica marzista, Quaderni 3, pags. 2324) y de Leonardo Pag- i (ibid, pag. 8), Bs verdad, por otra parte, que la insistencin en enfren- tar el pensamniento politico de Gramsci y el de ogliatti no e314 exenta tampoco de manipulaciones dexerminadas por la transposieidn de Ia po- lemica politica coatemporénea a eiettos episodios de la historia del PCI ‘en Jos primeros afios de la década de los 30 22. Entrevista, trad. castellana, cit, pgs. 2526, Aunque desde pers- pectivas en ciertg modo diversas, Colletti y ef gltimo Lukées (particu. larmente en la parte texcera de las ya célebres Conversaciones) sugieren lineas de salida ante la crisis del marxism y el impasse estratégico del socialismo, respectivamente, que, pese a su brevedad y carsicter tods- via muy general, pueden resultar muy Fecundas en los préximos tiempos. 23, «Due rivoluzionis, en LON, 3 de julio de 1920, ed. cit, pg. 138, 24. Cf, por ejemplo, los articulos «Russia e Internazionaler, «Ca. poretio Vittorio Veneto» e elnghilterra © Russiay, en A. G., Socialis smo ¢ fascismo, Turin, Emaudi, 1971 (42 ed). 25. eGramsci y cl debate tedrico en el movimiento obrero interna- cloniln, en esta antologta, pézs. 192 y ss. 26, "V. 1. LaxtN, «Cinco afios de la revolucién rusa y perspectivas de la revolucién mundials, en Obras Escogidas, TI, pag. 150751. 21. Carta a Togliatti (18 de mayo de 1923). 28. Carta a Togliatti y Terracini (9 de febrero de 1924), en Antoto- a, 0. cit, pag. 14. 29. ‘eChe fare?» Carta publicada por el periddico Voce della gioven- 14, ol 1 de noviembre de 1923; recogida en A. G. Per ta verita, Roma, Riunitl, 1974, pag. 267 ¥ ss. 30. "Tbid., pig. 263. 31, Ibid, pag. 210. 32._Acerea de la preocupacién gramsciana por combatir et pesiais. ‘mo existente por esas fechas entre companeros ¥ amigos cf, tambien la carta (de 21 de marzo de 1924) a Togliatti, Seoccimarr ¥ Leonetti aas{ como el articulo ttulado «Contra il pessimismor en LON del 15 de marzo de 1924 33. Este tema, que aparece on varias de las notas de ta cfircel, es EI pensamiento politico de Gramsci 35 dabo ya on lu carta (el 9 de febrero de 1924) @ Toglaul y Terri Cf. Antologia, ed. cit., pag. 146. ; : i " 34 Nowe st Machete ila potien e sult stato moder, Tia, intr 1966 pag. 68 3. aCiilid ameNcara ed europess, en Note sul Machivell ed. cit, pig 2, 36, «Internazionalismo ¢ politica nazionales, ea Note suf Machiave- the. cts page HS Tantlogas ts pans 3} a nie 3. Tal era, en fo esencil ta opinkin de Amadeo Bordiga para el cual ol atraso econsmoico de Rusia el peso del campesinade op dso Geerminaba toe la tictca ds Ie TD Internacional, En el moun so Hgo se expresaba Karl Kovtch, quien, afos ms tarde, verla clpeiocsio dees dezradncon {ot ft de Tn orienta matasta) yu-en ee cores sites del propio Marx a tos popusts nasos: La cones ue tea Bonliga como Korsch sacaban de ese razonamiento era In Secetsoed des ruptara con el centro ruso de diecdion Ge la Tl Internacional BD. Note sul Machiavelli dct, pg. 49 (Antologio, cits pag 48]. 49. Cf, los aiversos testmonios publcados sobre las expiaciones de Gramsci‘en la cael al principio de loc acy teint. Un teste dk fon miomos haysen G. Fen, Vie Antonio Gramscr Later, Bar ists (cd) pag 255 y ss. Lat asco citadao eo el fexo procoden dal tesimonio de’ Mario CaruirtFocordado pot ERagioniet! oo 6 at Gato varias vees lindo (cf eh esta antologa, ply B10). fn eDemocriia operias (LON, 2 de halo de 919; traduccia casteilana co dntologia ets Pavano Tocuiartr GRAMSCI Y EL LENINISMO* Pienso que la extensién de las notas que se han distribuide entre los asistentes como sintesis de esta conferencia me exime ahora de recargar el simposio con una exposicién demasiado ex: tensa, ¥ voy a proceder asi con objeto también de dejar mds tierapo para que intervengan en el debate hombres que no estan, como yo, tan directamente involucrados en la lucha politica, Los dos conferenciantes han subrayado con justeza, al comien- 20 de sus respectivas intervenciones, las indicaciones que el propio Gramsci dio sobre el método que debe seguirse cn el estudio del pensamiento de quienes no han desarrollado las ideas provias de ‘una manera sisterastica, con objeto de atribuir un significado y un peso justos a cada afirmacién, de estar en condiciones de crit carla en la medida en que deba ser criticada y —como habria afia- dido el propio Gramsci, segin resulta evidente a juzear por las observaciones preliminares a todos sus escritos de la carcel— de rechazarla cn uno u otro caso si hace falta, Fi mismo dice en estas observaciones que algunas de sus afirmaciones quizé deban incluso entenderse en sentido contrario a como él las ha expuesto. Es diffcil imaginar una invitacién mas explicita al examen critico. EI profesor Garin, sin embargo, ha subrayado oportunamente * Interveneién en el simposio organizado por el Instituto Gramsci durante los dias 11-13 de enero de 1958. Fue publicada inicialmente fen Studi Gramsciani, Roma, Editori Riuniti, 1958. (Traduccién de Jom ‘quim Sempere.) EI pensamiento politico de Gramsci 3 gue el ritmo del desarrollo de un pensamiento es més importante gue las formulaciones de éste tomadas por separado. Pero en el tratamiento del tema que se ine ha asignado, «Gramsci y el lenk nismo», no sé si esta norma ¢s plenamente aplicable, ya que la cuestiin se ofrece, en este caso, de una manera muy’ particular. ‘También en este caso existe un titmo del pensamiento y hay que someterlo a indagacién a través de las formulaciones singulares, pero este ritmo viene directamente acompatiado y medido por el ritmo de la accién, y hay una prucba practica, que surge del hecho de que la accién se ha realizado, ha dado unos resultados, ha deja- do huellas, y sobre estas huellas, que son muy profundas, sigue tra bajando una parte de 1a sociedad italiana. Tienen, por esto mis mo, un valor no s6lo para quien piensa, sino también para quien actiia y sigue Iuchando. Novhay duda de que también en el desarrollo de la accién de Gramsci hay una multiplicidad de fragmentos. Pero yo no diria que su accién pueda considerdtse, como tal, fragmentaria. Ha ha- bido momentos de incertidumbre, dudas, errores y correcciones de errores, y ello puede inducir a considerar ciertas posiciones como fragmentos susceptibles de ser rechazados con un juicio puramen- te negativo. Una investigacién mas atenta revela que no se puede formular un juicio puramente negativo. Quisicra utilizar, a modo de ejemplo, la aceptacién pasiva, 0 relativamente pasiva, que hasta cierto punto mostré Gramsci por la direccién ccrrada, sectaria, como decimos nosotros, del partido comunista en el primer periodo de la existencia de éste, No hay duda de que nos hallamos, en este caso, ante un error que el propio Gramsci mds adelante tuvo que reconocer, que él criticé, rechaz6 y corrigis. Pero ¢de dénde provenia aquel error? Aqui se plantea el pro- dlema del ritmo del pensamiento y de Ja accién. Creo que se puede afirmar que el error provenia, en sustancia, de la adhesién de Gramsci a tma exigencia de negacién total de anteriores orien- taciones politicas, y esta exigencia no partia de una pura eritica del intelecto, sino de una critica que brotaba de los hechos y por esto mismo ‘se habfa convertido, para la vanguardia de la clase obrera en aquel momento, en lo que Gramsci Mamaba «sentido comin», verdad difusa, ampliamente aceptada, sentida de modo directo,’ que se intenta evar a la prictica porque no se puede prescindir de ella. El error contenfa, en stma, un impulso de orden pasional, de orden moral y de orden politico, sin el cual el partido comnista no se habria creado © no se habria creado de la manera que se 38 Althusser y otros cred, recibiendo también de aquel impulso algo que, al correr de Jos acontecimientos, result6 ser ampliamente positivo. Es verdad, fue wn error. Pero Gramsci sentia que labia que dar Ia adhesion @ aquel impulso para lograr transformarfo en un elemento que no siguieta siendo purarnente negativo, sino positivo, constructivo. El error estuvo en la forma de dar su adbesién y en la rapide con qne se intenté corregir Jo anterior; pero también ailf hallamos, un elemento de coherencia ideal y de coherencia practica profunda. También hubo otros errores en el desarrollo de la acciéa po- litica de Gramsci, Son seguros el punto de partida y el punto de Hegada; pero entre uno y otro el alejamiento es enorme, Me pa rece que el propio Gramsci habia tratado de describirlo en una gina que se encuentra al comienzo del volumen Passato ¢ pre- sente [Pasado y presente], donde habla de provesos vitales «..que se caracterizan por el intento continuo de superar un modo de vivir y de pensar atrasado, como el que correspondia —dice— a ‘un sardo de principios de siglo, con objeto de apropiarse un modo de vivir y de pensar no ya regional y de “aldea”, sino nacional, y tanto mas nacional (y mas bien nacional por esto mismo) cuan- to que se esforzaba por insertarse en modos de vivir y de pensar europeos, 0 por lo menos el modo nacional se confrontaba con los modos europeos, las necesidades culturales italianas se con- frontaban con las nevesidades culturales y las corrientes europeas (de la manera en que esto era posible y factible en las condiciones personales dadas, es cierto, pero por lo menos de acuerdo con exigencias y necesidades fuertemente sentidas en esta direccién.)» 1 Es evidente aqui la nota autobiogrifica y Ia nota critica, yo dirja que hasta animada de una vena irdnica, de simpatia irdnica por aquel sardo que avanzaba por el escenario de la vida nacional y por el escenario de la historia europea, al que calificaré en otro pasaje de «tres veces y cuatro veces provinciano», Hegado desde Cerdefia a la Universidad de Turin, que recibia en esta universidad las ensefianzas que ya sabemos y que se iba formando en la vida econdémica, politica y social de la gran capital industrial que en aquel entonces se iba estructurando y empezaba a incorporarse al proceso de direccién de Ia vida nacional. El punto de egada esta bastante alejado de este punto de partida, Es el de un politico de alcance nacional ¢ internacional, Que, a lo largo de toda su existencia, se ha lanzado a la aventura de conocer, estudiar y dar solucién’a los mas. graves. problemas dc] momento histérico nacional e internacional; es el de un hombre gue, en fancién de estas tareas, se ha convertido en fundador de un partido y en dirigente comunista, es decir, en hombre que t El pensamiento politico de Gramsci 39 expresa y realiza con su accién una tendencia, un proceso, que él mismo declararé que estaba en la propia realidad, y que efectiva- mente estaba en la realidad, pero que a través de st accién ha alcanzado una manifestacin mas clevada, de tal manera que su accién ha jugado un papel educativo, organizador y dirigente, {Cuales han sido los factores del desarrollo que ha tlevado det «tres veces y cuatro veces provinciano» al dirigente de un gran partido politico, y dirigente de tal envergadura que sus adversarios hmbieron de tratar del modo que lo hicieron para quitarlo de en ‘medio y estar tranquilos? La investigacion es bastante amplia, y no hay duda de que una de sus conclusiones es que hay que atribuir una parte importante a la tradicién politica y cultural italiana. Gramsci es un politico italiano, que esta ligado a las corrientes més vitales del pensa- ico y de la accién politica de nuestro pais. Pero esto no basta. La sola tradicién italiana no habria hecho de Gramsci lo que é1 ha sido como politito, y come politico en el cual no queda ya ninguna huclla de un provincianisino propio de nuestro pats. A la tradicién del pensamiento italiano se afiadieron el es- tudio del marxismo, el contacto con Ja clase obrera y con la vida internacional y nacional tal como se le aparecian desde los prime- ros afios de su existencia, y Iego, paso a paso, los episodios de una Tucha que se hacia cada vez mas aspera, En este cuadro co- rresponde un lugar especifico, como factor a mi juicio decisive de su desarrollo ideal y practico, a Lenin y all leninismo. Incluso los que no comparten nuestro punto de vista, reco- nocen que Ia obra de Lenin ha modificado el curso de la historia y ha abierto una era nueva en el desarrollo de los aconteciinientos ‘mundiales, Bsta es la realidad. La obra de Lenin no debe situarse, analdgicamente, en el mismo plano en que puede situarse la obra de la Revolucién francesa. Después de la Revolucion francesa, el mundo cambia; cambia la manera de pensar de los hombres. Tam- bién después de Lenin cambia el modo de pensar de los hombres Después de Lenin todos nosotros pensamos de manera distinta a como pensabamos antes. Me refiero en primer lugar a los politicos, pero no s6lo a los politicos; me refiero a todos los hombres que tratan de formarse una consciencia critica de la realidad que les rodea y también de las grandes masas humanas a quienes tos nuevos descubrimientos del pensamiento y de la actividad crea- dora de los hombres Mega bajo forma de fe 0 de informacién le jana, No excluyo, por tanto, a quienes no son politicos pricticos ni excluyo a quienes no estén en condiciones de aleanzar una cons- ciencia critica del curso de los acontecimientos, Una transforma 40 Althusser y otros cién que asume un valor metafisico, como lo fue Ja gran Revolu- cin socialista evada por Lenin hasta la victoria —y ésta es una de las tesis undamentales de Gramsci—, crea también un nuevo «sentido comin», un nuevo elemento de consciencia cuasi religio- sa, nuevas formas de juicio general, una nueva fe. Después de Lenin obramos todos de manera distinta, porque hemos comprendido de una manera nueva la realidad que est ante nosotros y hemos comprendido su sustancia con una penetra- cidn que antes no habiamos logrado alcanzar. Ahora bien, cqué hay en Lenin que sea fundamentalmente nue- ‘vo? Perdonadme si en este punto le exposicién, por ser répida, dcberd ser forzosamente algo esquemitica, Hay en Lenin por fo menos tres capitulos principales, que determinan todo el desarrollo de la accién y el pensamiento: una doctrina del imperialismo como fase superior del capitalismo; una doctrima de la revolucién y, por ende, del estado y del poder, y una doctrina del partido. Son’ tres capftulos estrechamente unidos, fundidos casi uno en otro. Cada uno de ellos contione una teoria y una prdctica, es el momento de una realidad efectiva en desarrollo; se trata, en suma, de una doctrina que no s6lo viene formulada, sina sometida a la prueba de Jos hechos, de Ia experiencia histérica, y que bajo la prueba de la experiencia histériea se desarrolla, abandana posiciones que debian set abandonadas, conquista posiciones nuevas y crea, de esta forma, realidades nuevas. Lenin restituye al marxismo este caricter creativo que le es propio, lo libera de la pedanteria de las interpretaciones materia- listas, economicistas, positivistas de la doctrina de Karl Marx, hhace del marxismo, de esta manera, lo que debe ser: Ja guia para ‘una accién revolucionaria. Pienso que la apaticién y el desarrollo del leninismo en el acontecer hist6rico mundial ha sido el factor decisivo de toda la evolucin de Gramsci como pensador y coma potitico de accién. Es ef factor que determina el ritmo de! movimiento, da un caréc- ter lineal a Jos desarrollos ideales y précticos, admite la necesidad de valorar justamente los errores, su valor y su critica, y de in- sertarse en un complejo unitario. En los escritos juveniles de Gramsci —cuya publicacién no ha sido posible, por desgracia, antes de esta reunién como habria sido de desear# —es patente el desarrollo de una investigacién que tiene un carécter ansioso y no excluye una cieria contusion. La influencia idealista sobre ella es evidente: basta tomar el némero inico de La citta futura, de 1947, escrito todo por Gramsci en su arte original, con amplias citas de los que entonces eran los El pensamiento politico de Gramsci “a maestros de Ja filosofia idealista. La influencia idealista no se puede negar. En aquel periodo del desarrollo del pensayniento de Gramsci y Ya anteriormente, diria yo, en sus afios universitarios, la eficacia del pensamiento idealista se manifiesta, sin embargo, esencialmer- te en una direccién: en el impulso a’ investigar y asumir como propio un concepto de Ia dialéctica entendida como desarrollo histérico de la realidad. Bs cierto que en las sotuciones dadas también a este problema ‘en aquel periodo hay expresiones que hoy no aceptariamos, El nexo entre realidad y accién, que es la sustancia del desarratio hist6rico, no se busca todavia en fa Taterialidad del proceso conjunto de la historia, Todavia se manifiesta la tendencia a buscarlo slo en Ia esfera de las puras relaciones ideales, de pensamjento. Pero est influencia del idealismo sobre el pensamiento del joven Gramsci viene acompafiada en su caso por un esfuerzo continuo e insisten- te hacia una indagacién concreta de las relaciones econdmicas y de clase, como trama constitutiva de toda la sociedad. No quiero repetir cosas que he dicho otras veces, evocando de nuevo las Investigaciones que durante los aflos universitarios él efectuaba y me estimulaba # mi a hacer, por ejempio, sobre la es- sructura de fas relaciones comerciales de la isla de Cerdefia con la Italia continental, con Francia, con otros paises, y de la relacién {que se podfa establecer entre la modificacién de estas relaciones y hechos de orden aparentemente bastante lejano, como por ejemplo el desarrollo de Ia delincuencia, Ja frecuencia de los episodios de bandidismo, la difusion de la miseria y otros. Ya en aquel momento mistoo no cabfa duda de que tendian a fundirse estos dos elementos, la eficacia del idealisino que trata de apropiarse del concepto de la historia como desarrollo y el esfucrzo por Investigar las relaciones econdusicas y sociales, Arabos elementos debfan fundirse e iban a fundirse en el ulterior desa- rrollo de! pensamiento de Gramsci. Pero, gcuAl era el elemento que determinaba la fusién? Ahi es donde interviene Ia experiencia his- torica de la revolucién, cl leninismo, el pensamiento y la accién de Lenin. Si tratamos hoy de evocar cudles eran Ia doetrina y la propa ganda del movimiento socialista italiano anterior a Gramsci, ad- vertimos inmediatamente que faltaba en é1 um concepto fundamen- tal, el concepto mismo de revolucién. Qué era la revohucién para un socialista italiano de finales de! sigfo x1x 0 principios del xx? INo fo sabfa! Se sucedian debates, interminables debates, sobre Ja diferencia que podia haber entre la simple revuelta, la insurreceién y la revolucién everdadera» o «efectivas, entre una sublevacién ar- i Althusser y otros mada y un movimiento no armado, y las eventuales relaciones entre ellos. Se discutia si uaa huelga general podia conducir a una re- volucién, si bien ésta era ya una forma mas conereta de la inves- tigacién. O bien se confuundia, identificindolos, el concepto de revolucién «permanentes —como ha dicho uno de los ponentes— con el concepto de desarrollo histérico, que es algo muy distinto, No habia una visi6n precisa de Io que es el derrocamiento revo- Tucionario de las relaciones sociales. Quisiera recordar aqu{ una observacién en broma hecha por Gramsci que quizA describe con mayor precisién esta deficiencia. Es una observacién hecha polemizando con los reformistas. Aduce el ejemplo de ciertas lecciones de filosofia que habia oido en la universidad de Turin, y evoca al viejo profesor de la universidad que desde hacfa cuarenta afios se proponia desarrollar un curso de filosofia teorstica sobre el «Ser evolutivo final». «Cada alo empezaba una “panorimica” sobre los precursores del sistema, y hablaba de Lao-Tse, el viejonifio, el hombre nacido a Jos ochenta ‘ios, de Ia filosofia china, Y cada afio volvia a hablar de nuevo de LaoTse, porque se habian incorporado nuevos estudiantes y también ellos debian ser instruidos scbre Lao-Tse por boca del profesor. Y asf el “Ser evolutivo final” se convirtié en una leyenda, luna quimera evanescente y la tinica realidad viva, para los estu diantes de tantas y tantas generaciones, fue La0-Tse, el viejo- nifio, el chiguillo nacido a los ochenta afios. Eso cs lo que ocurre ‘con fa Iucha de clases en la vieja Giustizia de Camillo Prampolin también ella es una quimera evanescente, y cada semana se es: cribe de lo mismo, del viejo-nifio que nunca se hace maduro, que nunca evoluciona, que munca se convierte en el "Ser evolutivo final", aunque se deba esperar finalmente su eclosién, después de tan prolongada y Ienta evolucién, después de una obra tan per- severante de educacién evangélica»* so mismo era lo que ocurria con los que hablaban de revo- lucién en Italia antes de Lenin. Les faltaba ¢l concepto mismo de revolucién. Quiero decir que incluso en Antonio Labriola, si se ahonda en su obra, se descubre, sin duda alguna, la concepciér mis valida que se haya elaborado en nuestro pais de la filosof de la prictica como visiOn auténoma de la realidad y del mundo, pero el concepto de revoluciéa tampoco en él aparece directamen: te unido a un andlisis preciso de las condiciones abjetivas en que se desarrollaba la concreta revolucién italiana, la revolucién de los obreros y campesinos, del pueblo italiano, por transformar y dom nar el curso de la historia, Labriola —he tenido ya ocasién de re- cordarlo y creo que, por otra parte, esta observacién se admite El pensamiento politico de Gramsci a hoy ya como vilida— no consiguid alcanzar el concepto de impe- rialismo, y ésta fue la mas grave deficiencia del desarrollo de su pensamiento, deficiencia que explica también algunos de los con- ceptos erréneos formulados por él, en los uiltimos afios de stt vida, sobre la politica colonial del imperialismo. En los apuntes que tras wia cierta reelaboracién, segin creo, han sido presentados como un sctarto ensayo» sobre la concep: cin materialista de Ia historia, con el titulo Da un secolo allaltro, Antonio Labriola aborda este problema, el problema del imperia lismo. Su investigacién, dice, aspira a «iluminar el escenario ac- tual del mundo civil, describirlo sucintamente en sus contornos, ‘en sti aspecto interior y en el entrelazamiento de las fuerzas que la configuran y la sostienens. Son éstos unos términos que il tran toda la habitual complejidad del pensamiento de Labriola. Asi habla, yendo a lo concreto, de la politica imperialista de los es- tados de aquel fin de siglo, de la guerra del Transvaal, de la ex pansién de Rusia en Asia, que*repite en sentido contrario la inva- sin mongélica. Tntenta también dar, a partir de esto, una defint cién del periodo anterior. Quiere decir qué es el siglo que termina y lo define asi: «El siglo anterior no empezd en 1800; empez6, en todo caso, el 14 de julio de 1789, sobre poco mas o menos, o en el momento en que quiera fecharse el irrumpir vertiginoso de la era liberal. El siglo que se cierra es la “era liberal ¥ equé podra ser el siglo que se abre? Al viej iano ‘le faltan los clementos de anilisis, de demostracién y de conviccién que le consientan afirmar que el siglo que comienza es Ia era del paso al socialismo. Su investigacién se cierra, en este punto, con una nota de incertidumbre y desconfianza: «No sabe- mos —dice— adénde nos abocara la historia» Cierlo es que inme- diatamente después aflade una justificacion de esta frase que ted Ticamente es justa; pero no se puede por menos de subrayar que la incertidumbre y la desconfianza, que permanecen, son conse- cuencia de la incapacidad para dar aquel paso, aquel salto que Lenin, en cambio, cfectuaba, cuando partiendo de un andlisis bas- tante ‘mds profando de la estructura de la economia capitalista tanto del primer perfodo como del momento de paso al periodo siguiente, el del imperialismo, estaba en condiciones de definir con exactitud el cardcter de la época que comenzaba, de proclamar que era la época del paso del capitalismo al socialismo, de la era li- Beral a la era socialista. Todo el movimiento obrero italiano habia sufrido, desde sus comienzos, en sustancia, de esta falta de una clara perspectiva his térica. ¥ sufri6 esta carencia particularmente en la primera dé “4 Althusser y otros cada de este siglo, cuando el movimiento de Ia clase obrera, que habia pasado ya las pruebas de las clases elementales, debia hacer frente a los exdmenes de nivel superior, es decir, los exémenes de la organizacion de una lucha politica con perspectivas revolucio- naries precisas y adecuadas a ta situacién de aquel momento. Se habjan producido y seguian produciéndose entonces luchas sindi- cales por reivindicaciones inmediatas, de gran envergadura ¢ im- pacto, en la industria y en el campo, También se habjan producido yy segufan produciéndose luchas politicas por Ia libertad y contra Ja politica del imperialismo. Basta recordar Ia oposiciGn de las vanguardias de la clase obrera y de las masas campesinas a la guerra de Libia. Pero no aparecia ningin lazo visible entre estos grandes movintientos y una lucha revolucionatia por el poder. Esta fue la tragedia del movimiento socialists italiano a principios de siglo. Mi critica no se dirige dnicamente contra los grupos revo” lucionarios. Si uno dirige la vista a Jos reformistas, las cosas an- daban ain peor. Ni siquiera a un nivel reformista, de colaboracién con grupos burgueses, conseguian éstos elevarse por encima de las agitaciones inmediatas, Esto tuvo como consecuencia que no aban- donaron el campo del movimiento sociatista, a diferencia de [o que hicieron los reformistas de otros paises. Se quedaron, aferra- dos como rémoras a la quilla de la nave, incapaces sin embargo de darse a s{ mismos objetivos y perspectivas que fueran evidentes y claros, y esto dio al reformismo italiano un aspecto también mas mezquino, autocontradictorio y escudlido que en otros lugares. Abt radicaban, en sustancia, las consecuencias negativas de una concepcién pedante, mecanicista, del marxismo y del propio pro- ceso del movimiento obrero. Faltaba ta concepcién del desarrollo histérico, que no puede cntenderse sélo como elevacién objetiva de las relaciones econdmicas a través de las transformaciones de Ja técnica y del crecimiento de las fuerzas productivas, como desa- rrollo de Jas Tuchas parciales econémicas y politicas de los traba- jadores y como catdstrofe milagrosa que culminarfa aquella evolu- cién y este desarrollo. Lo que faltaba era Ja nociéa misma de las modificaciones y del derrocamiento de las relaciones de poder en Ja socicdad, de ta raptura del bloque histérico dominante y de la creacién revolucionaria de un nuevo bloque. Esta fue, en cambio, la nocién que Gramsci puso en la base de todo su pensamiento y de su accion posterior. Esta fue la mayor conquista que efectué. Tas dificultades fueron grandes, incluso para un pensador que tenia una poco frecuente riqueza de informaciones y una excepcio- nal agudeza para la investigacidn critica. Cuando se leen sus Notas El pensamiento politico de Gramsci 45 de la prisién, redactadas por él sin tener a su disposicién una bi blioteca sino dnicamente la misera maleta de libros que de mes en mes Je permitfa tener la direccién de la cércel, se tiene fa im- ptcsién de una mente parangonable a la de Voltaire, universal por sl conocimiento y armada de una intencién no sélo critica, sino casi agresiva en todas las direcciones de su conocer. No hay nunca en él una tendencia al compromiso degradante, ni a contentarse con lo descriptivo o exterior. Siempre se da la tendencia a llegar hasta el fondo, a descubrir las contradicciones, a hacerlas estallar, de tal modo que salga a la luz su valor a la vez destructivo y creador. Esta agresividad del pensamiento tampoco contradice el métodlo suyo, que rehiiye las superficiales calificaciones negativas y no llega ala negacién mas que a través de la busqueda atenta de lo posi- tivo que pueda haber en cualquier posicién adversaria. Pero pre- cisamente por esto cuando destruye lo hace de la manera mas radical y cuando se equivoca o se muestra atin dubitativo, nos re- vela siempre algo nuevo © nog coloca en la via justa para deseu- brirlo. ‘Estas cosas resaitan particularmente evidentes cuando se len los primeros escritos de Gramsci sobre la revolucién rusa, en parte ya publicados y en parte atin no. Estos escritos contienen sin duda también errores, afirmaciones que no podemos aceptar y que no son aceptables. Me refiero en particular al famoso articulo titulado La revolucién contra el «Capital» donde el Capital es el libro de Karl Marx y la revolucién es 1a de los bolcheviques rusos de octu- bre de 1917. El planteamiento, como se ve, es equivocade y equi vocados son también algunos de sus juicios. Pero de este escrito me parece que emerge casi un grito de liberacién del joven Grams- ci, quien, viendo lo que ha sucedido en Rusia, siente finalmente gue puede liberarse de la envoltura pesada y embarazosa de la interpretacién pedante, mezquinamente materialista y positivista que se haba dado del pensamiento de Marx en Italia, incluso por parte de grandes y bien conocidos agitadores del socialismo. Fl Capital se habia convertido, en Rusia —puede leerse en este articulo—, en sel libro de los burgueses mas que en el de los proletarios. Era la demostracién critica de Ia fatal necesidad de que en Rusia se formase una burguesia, se iniciase una era capita Ista, se instaurase una civilizacién de tipo occidental, antes de que €1 proletariado pudiera ni siquieza pensar en su levantamiento, en sus reivindicaciones de clase, en su revolucién. Los hechos han superado las ideolosias. Los hechos han hecho estallar los esque- mas criticos dentro de los cuales [a fhistoria de Rusia deberia haberse desplegado segiin los cénones del materialismo histérico.» 46 Althusser y otros Aqui estd el error, pero no es de gran entidad. Lo que Gramsci denuncia y rechaza es, de hecho, la falsa interpretacién que habian dado del ‘materialismo histérico los sedicentes marxistas legales. Fero sigue diciendo: «Los bolcheviques reniegan de Karl Marx, ‘afirman, con el testimonio de la accién explicada, de las conquis- tas realizadas, que los cdnones de! materialismo histérico no son tan férreos como se pudiera pensar y coma de hecho se ha pen- sado... Esto es todo... [Los bolcheviques] no han recopilado a partir de las obras del Maestro una doctrina extetior, hecha de afirmaciones dogmiticas e indiscutibles. Viven el pensariento mar- xista, el que munca muere, que es continuacién del pensamiento idealista italiano y aleman y qne en Marx se habia contaminado de incrustaciones positivistas y naturalistas.» También ésta es una alirmacién hoy inaceptable para nosotros, No cs en Marx donde se habis producido fa contaminacién, sino en los tratadillos y opiisculos de propaganda quintaesenciada, donde el pensamiento maraista se habia visto reducido a lo que no era ni podia ser. «Este pensamiento —prosigue Gramsci— pone siempre como factor maximo de la historia no Ios hechos econdmicos, bruto: sino cl hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se aproximan entre si, que se entienden unos con otros, gue de- sarrollan @ través de estos contactos (civilizacién) una voluntad social, colectiva, y comprenden los hechos econémicos, emiten un juicio sobre ellos y tos adecuan a su voluntad... Marx previé lo previsible, No podia prever la guerra europea, 0 mejor dicho, no podia prever que esta guerra debia tener la duracién y los efectos que ha tendo, No podia prever que esta guerra, en tres afios de sufrimientos indescriptibles, de miserias indescriptibles, babia de suscitar en Rusia la voluntad colectiva popular que ha suscitado.» He indicado cudles son, en este escrito notable, algunas afirma- ciones erréneas. Pero lo gue cuenta es la sustancia, que es, Tepito, ‘un grito casi de liberacién por haber dado por fin con Ia necesaria guia para liberarse de las interpretaciones pedantes, mezquina- mente materialistas y economicistas del marxismo. En todos los comentarios de los dos o tres anos posteriores sobre los aconteck mientos de Rusia tras la conguista de} poder, cada vez es elaborado yes precisado mejor este momento, mientras que, por otra parte, el estuerzo se dirige a captar el nexo entre el momento interna: sional y ¢} momento nacional de la revolucién. Lo que los bolche viques rusos han estado en condiciones de hacer ha sido conse- cuencia de una transformacién cualitativa de la situacién interna. onal. La cadena del imperialisino sc ha roto. Se ha abierto un nuevo periodo de la historia mundial. Pero la victoria de la clase El pensamiento politico de Gramsci 7 Qbrera y de los bolcheviques ha sido posible porque éstos han sido los mejores intérpretes de todo el desarrollo histérico de la socic- Gad nacional rusa, del cual han sabido extraer, con su accién, las Consecuencias. De esta manera se determina la funcién nacional dle la clase obrera en el desarrollo del movimiento jnteruacional Las condiciones mismas del mundo capitalista, legado a la fase def imperialismo, crean tas premisas generales de la ruptura te Yolucionaria, pero en cada pais la ruptura tiene sus premisas par ticulares, derivadas de su historia. La clase obrera es, en todo el mundo, la enterradora del capitalismo. Esta es su funcién hist6- rica, en el sentido mas amplio de la palabra, y es una funcién gue se realiza, concretamente, con la solucién que ella da a los Problemas que hay que resolver en los paises donde ella actin, No se pueden conocer estos problemas si no es con un atento andlisis de las estructuras econémicas, de todas las sobrestructuras de la economia y de las influencias que las mistias sobrestructuras ejer citan sobre la economia misma yfsobre todo el complejo del tejido social. Aqui radica el origen de la atencién que presta Gramsci a la historia del Risorgimento y a toda la historia italiana. El busca en la historia det Risargimento, busca en los andlisis sobre distintos momentos de la historia italiana, busca en el andlisis de la funcion que han tenido los intelectuales en Ia historia de nuestro pais —y que fue una funcién particular, distinta a Ia que han tenida en otras partes~, busca con esta rmiltiple indagacién suya una def nicién de las relaciones de clase de la sociedad italiana mas exacta gue las que suelen darse habitualmente, Con la atenciéa puesta continuamente en 1a accién reciproca entre la estructura dc las relaciones de produccién y las sobrestructuras (politicas, milita- res, organizativas, ideol6gicas, etc.), llega a individualizar lo que é1 Jama el «bloque histéricos, las fuerzas que lo dirigen y los con- trastes interiores que determinan su movimiento, En la primera jornada de este simposio se ha desarrollado un interesante debate en torno a las afirmaciones ya la critica de Gramsci a las fucrzas motrices det Risorgimento italiana por la ausencia de jacobinismo. Me parece, sin embargo, que quicn ha intervenido sobre esta cuestién no ‘ha situado bajo el enfoque apropiado un determinado momento que tiene una gran impor- tancia. No se trata de que Gramsci culpara a las capas burgues*s de no haber hecho to gue podian hacer. Este modo de entender la historia no correspondia a su. metodologia. Lo que él buscaba no era eso, sino una definicién exacta de lo que estas capas han hecho, fo cuai debia servirle para dar una definicién exacta de la 48 Althusser y otros estructura de la sociedad italiana tal como surge de la revolucién nacional. No se puede negar que, en los momentos criticos de la historia, las clases dirigentes pueden hacer cosas distintas, Lenin aplicé este criteri al andlisis del desarrollo del capitatismo et Rusia, y de la manera en que hubiera podido resolverse, en particu- lar, la cuestién agraria tal como venia planteada por el desarrollo secular de la economia rusa, por la supervivencia del régimen feu- dal. Eran posible dos vias; {cual habrian elegido las clases dirigen- tes rusas?, y ¢qué camino ‘lige el proletariado? La via que fue elegida por las clases dirigentes fue la expresiOn de un determina- do bloque histérico, en el cual evaba la detantera —si bien hu Diera podido iguaimente no Mevarla— el grupo social de la aris- tocracia terrateniente, aliado de una manera particular —y tame ign esta alianza hubiera podido ser distinta— con los capitalis- tas. A este bloque histérico, al que corresponde un cierto desarrollo de todas las relaciones sociales, la clase obrera opone su alianza con las masas campesinas para luchar ya sea contra la atttocracia, ya contra el capitalismo, y crea asi fas condiciones para su victo- ria revolucionaria. Asi eS como se despliegan el andlisis histérico y la accién de Lenin, y el pensamiento de Gramsci se coloca en el mismo plano. La burguesfa italiana ha tomado el poder y ha organizado Ja sociedad y el estado aliéndose con determinadas fuerzas y no con otras. Esio ha sido consecuencia de su naturaleza y es lo que hay que tener en cuenta, Por esto la sociedad italiana, la del Risorgi- ‘mento y Ia posterior a él, ha tomado el aspecto particular que la caracteriza, Se ha creado un En la respuesta que Lenin dio a los problemas de Ia revolucién rusa no estaba contenida la pregunta que Rodolfo Mondolfo creia que debe formularse al politico de acuerdo con el modo en que interpreta ef marxismo. En cambio, estaba contenida la respuesta adecuada a la realidad del desarrollo historico de Rusia, de la vida social, econdinica, colectiva, del pueblo uso. Ahora bien, ;contiene acaso la doctrina del partido la justifi- cacién de una tiranfa? Se pueden hallar en Gramsci, sobre todo en las primeras paginas de las Notas sobre Maquiavelo, ciertas afirmaciones que, aisladas de su contexto, pueden espantar a un ignorante. Son, en cambio, afirmaciones plenamente comprensibles, El pensamiento politico de Gramsci aT légicas y justas cuando la doctrina dei partido se entiende tal como Ia entendian Lenin y Gramsci. Gramsci afronta este problema de manera bastante compleja ¥ con distintos enfoques, Porque reconoce que puede existit el peligro. #1 mismo habia’ tenido experiencia de ello al conocer de qué manera habia sido dirigido su partido, el Partido comunista italiano, en los primeros afios de su existencia, transformandolo en una secta, en una organizacién de tipo pseudomilitar, carente de vida propia, de vivacidad y de dialéctica interna, ¢ incapaz por es0 mismo de ejercitar las funciones que debe ejercitar el partido en su contacto con las masas que tienen necesidad de su Gireccién; De ahj las indicaciones bastante interetantes —aunque quiz4 los que no tengan una practica de vida politica no puedan captar todos los matices—, que él da, sobre todo en las notas de Passaio e presente sobre lo que el partido debe ser, cual ha de ser su dis- ciplina y cuél su democracia interna, qué’ significa en el partido la centralizacion y cémo el partido no puede quedar reducido, en su vida normal, 2 una organizacién militarista, y cudmdo y cOmo y debido a qué defectos puede Negar a convertirse en ella, y otras cosas por el estilo. <¢Cémo hay que entender la disciplina, si se entiende con esta palabra una relacién permanente y continuada entre gobernantes y gobernados que realiza una voluntad colectiva? Ciertamente no ‘como recepeién pasive y servil de Ordenes, como ejecucién mecé- nica de una consigna (cosa que, sin embargo, seré quizi necesaria en determinadas ocasiones, como por ejemplo en medio de una accién ya decidida ¢ iniciada), sino como asimilacién consciente y icida de las directrices a realizar. La disciplina, por lo tanto, no anula Ja personalidad en sentido orgdaico, sino que sélo Timita lo arbitrario y la impulsividad irresponsable, por no mencionar la fatua vantidad de sobresalir. Si uno se fije en ello, también el con- cepto de “predestinacién”, propio de algunas corrientes del cris- tianismo, no anula el llamado “libre albedrio” en la concepcién catdlica, puesto que el individuo acepta “voluntariamente” Ia volun- tad divina... con la cual, ciertamente, no podria enfrentarse, pero con la que colabora mas o menos con todas sus fuerzas morales, La disciplina, por lo tanto, no anula la personalidad ni Ja libertad: la cuestin de la “personalidad y libertad” tiene gue ver, més que con fa disciplina, con el “origen del poder que impone la discipli: na’. Si este origen es “democriitico”, si por consiguiente Ia autori- dad es una funcidn ténica especializada y no un “arbitrio” o una imposicién extrinseca y exterior, la disciplina es un elemento ne- 58 Althusser y otros cesario de orden democrético, de libertad. Se podré hablar de fun- cién técnica especializada cuando la autoridad se elerza en un grupo homogéneo socialmente (o nacionalmente); cuando se ejer- za, en cambio, por parte de un grupo sobre otro grupo, ia discipli- na ser auténoma y libre para el primero, pero no para el se gundo.r6 La cuestién, sin embargo, tiene otro aspecto, més general, y que ha adquirido un gran relieve en el desarrollo del movimiento obre- 10 internacional en los diltimos afios: el de la validez. de los com ceptos formales de democracia y libertad, en relacién con las nece- sidades de la edificacién histérica de un nuevo régimen, de su defensa, del paso de uno a otro estadio de su desarrollo. Aqui se ingresa en un campo que es el mas actual, en el que para mo- verse el pensamiento de Grarnsci es una guia y requiere un desa- rrollo. Lo que interesa sobre todo es la manera en que Gramsci considera el problema del poder, esto es, del ejercicio de la auto- tidad ditigente por parte de determinados grupos sociales. Ah{ él introduce el concepto de hegemonfa, pero este concepto no puede oponerse formalmente al concepto de dictadura, del mismo modo gue no se pueden oponer formalmente los conceptos de sociedad Givit y sociedad politica como si indicaran cosas orgénicamente distintas. La diferencia no es orgénica, sino de método. La clase dirigente efectia la propia direccién de maneras di- versas, a tenor no sdlo de la diversidad de las situaciones histé- ricas, sino también de las diferentes esferas de la vida social. And- logamente, una clase subalterna, que actiia con el objetivo de conquistar la direccién polftica,’ eva a cabo una lucha por la hegemonia a distintos niveles y en todos los campos, y también puede ocurrir que, en momentos determinados y gracias a cir- cunstancias particulares, aleance a obtener éxitos importantes tam- bign antes de conseguir conquistar el poder politico. En este Ambito hay que considerar la accién que tiende a con- quistar para esta clase ciertas alianzas y, por lo tanto, el con- senso de Ia mayoria de Ia poblacién; a neutralizar otras fuerzas politicas y sociales; a preparar el cambio cultural que siempre acompafia a los cambios econdmicos y politicos; y la misma ac- cién educativa, que corresponde esencialmente al estado, pero que corresponde también al partido politico, en cuanto que el partido politico anticipa ya algunas de las funciones dirigentes que ma- fiana corresponderan a ta clase hoy todavia subalterna. Como puede verse, son milltiples los medios a través de los cuales la clase que tiende a la conquista del poder se esfucrza por crear lis condiciones de su hegemonia, EL pensamiento politico de Gramsei 59 Para profundizar este tema, seria necesario adentrarse en el campo de Ia actividad politica’ actual concreta, cosa que no me parece oportuna en este momento, Quisicra tan sélo aludir a la distincién, muy interesante y muy rica de sugerencias y desarro- los si se la examina a fondo, que Gramsci introduce, refiriéndose a la lucha por el poder, entre la «guerra de movimiento» y la «guerra de posiciéns, Con el primer término designaba, en sustan- cia, el ataque revolucionario para la conquista del poder, Con el segundo, designaba el contraste de clases que madura, bajo la direccién del partido revolucionario, cuando el ataque revolucio- nario no es posible o antes de él, para prepararlo, También en este segundo caso se leva a cabo wna accién que tiende al derroca- miento de las cstructuras y del bloque histérico dominante. No es la paz, por consiguiente, pero la guerra que se Heva a cabo es algo completamente distinto del ataque directo. Qué querfa decir Gramsci cuando insistia sobre esta diferencia? Lo que queria decir se hace patente en la referencia explicita, que se halla en una de las Notas sobre Maquiavelo, a la accién de Le- nin para instruir a las vanguardias de Ja clase obrera del mundo occidental y de todo el mundo sobre la lucha politica que debian y deben evar en las condiciones de la sociedad capitalista, cuando no estin maduras las condiciones, objetivas ni subjetivas, de un ataque revolucionario. «Me parece de Mici [Lenin} habia com- prendido que hacia falta pasar de la guerra de movimiento, ap\t- cada victoriosamente en Oriente en 1917, a la guerta de posicion, que era la Gnica posible en Occidente... Me parece que es esto lo que significa Ia formula del “frente unico”...»7 ‘A-csta posicién se unen tanto la critica a la doctrina de la revo- jucidn permanente de Trotski, que Gramsci considera la doctrina del ataque cuando el ataque debe conducir inevitablemente a la derrota, como la referencia a los trabajos de Lenin anteriores al III Congreso de la Internacional comunista ¥ a la obra misma de Lenin en este Congreso comunista. El hecho de atribuir un valor no organico sino metodologico a la distincién entre sociedad politica y soviedad civil lleva, por otra parte, a arrojar luz sobre la cuestién de las formas de la dictadura de la clase obrera. Es inevitable que sean diferentes en situaciones diferentes, que sean mas o menos amplias, mds 0 menos préximas a la pura dominacién politica y, por consiguiente, al puro poder militar, de acuerdo con las necesidades histéricas. El cambio de clase dirigente sobrevenido con el derrocamiento de Ias clases ex: plotadoras asegura por otra parte que en todas las situaciones la sustancia del nuevo régimen serd mas democritica que Ia de todos 0 Althusser y otros los regimenes anteriores. En cuanto a las formas, todo depende de las condiciones histéricas y de la misma lucha que sc desarrolla en torno a ellas, La accidn que las fuerzas progresistas y el partido mismo de la clase obrera despliegan antes de la conquista del poder conduce a distinguir en la organizacién politica de la socie- dad tal como resulta del desarrollo histérico precedente to que es valido y lo que no lo es, 1o que puede conservarse, lo que debe modificarse y lo que debe destruirse. in entrar en demasiados detalles, €s evidente que el problema del parlamentarismo debe verse bajo esta luz. Era absurdo exigir @ la revolucién proletaria que diera vida a un régimen parlamen- tario precisamente en un pais donde nunca habia existido parla- mentarismo. Pero en otros paises donde el parlamento ha logrado tener un contenido democrético, como forma de consulta y de cxpresién de la voluntad popular, también a través suyo se puede resolver el problema de dar acceso a las masas trabajadoras, no s6lo a la expresién de su voluntad, sino incluso a wna participa. cién activa en la direccién de la vida econémica y de la vida polt- tiva, sin que esto excluya que el acceso de la clase obrera al poder signifique siempre una extensién de las formas de la democracia directa. Todas estas investigaciones tienen un punto de partida y un fondamento en Ta afirmacién de que son posibles y necesarias di versas vias de desarrollo del movimiento revolucionario de la clase obrera, en diferentes situaciones histéricas. De mevo Ia guia vuelve a ser Lenin, El que ha Ilegado més lejos y se ha movido con mayor audacia en la determinacién de las diversidades historicas obje- tivas y en la afirmacién de la necesidad de adecuarse a ellas ha sido el dirigente mismo de la revolucién bolchevique. Basta recor- dar cémo, escribiendo en 1921 a los comunistas georgianos, es de- cir, de un pafs que formaba parte de Rusia, pero a la vez distinto por su estructura econémica y politica, aconsejaba no atenerse at esquema ruso, sino seguir un camino distinto para resolver los problemas de la organizacién de la produccién, de las relaciones con la pequefia y media burguesia productiva y con sus formacio- nes politicas. Basta recordar cémo Lenin alcanzaba a hablar de variaciones en las formas del poder cuando entraran en accién Jas grandes masas humanas de Oriente, como est4 ocurriendo hoy. Ef pensamiento de Gramsci se ha movido por este camino, que es el camino del desarrollo creador del marxismo, En é1 ha’ sido guiado por Lenin, Nosotros buscamos y hallamos en su pensamien: to no formulas, sino una gufa para comprender los problemas del mundo de hoy, para contribuir a resolver las contradicciones que i i El pensamiento politico de Gramsci a hoy se presentan en el escenario econémico y politico, y que surgen incluso alli donde ¢l poder esta ya en manos de la’ clase obrera, requiriendo en tal caso un tratamiento y una solucién con métodos particulares, distintos a aquellos con que se resuelven las contra- dicciones antagénicas del mundo capitalista. Pero al llegar a este punto es preciso detenerse. El examen de las cuestiones nuevas, que hoy se nos plantean en Ia lucha polt tica cotidiana, exige nociones concretas que no podemos hallar en Ja obra de Gramsci, £1 sigue siendo, sin embargo, la luz que ilumina nuestro camino. Ha caminado hacia adelante hasta donde ha podido. Ha conocido la realidad que estaba ante él, ha hecho todo cuanto estaba en sus manos para modificarla con una accién consciente. La creacién del partido de la clase obrera es, por ende, no una accién secundaria o paralela, sino la culminacién de toda su actividad intelectual y de toda su accién, En una de sus cartas habla con amargura, pero con orgullo, de su propia existencia. «Yo no hablo nunca —dice— del aspect ne- gativo de mi vida, ante todo porque no quiero ser objeto de com- pasién; he sido un combatiente que no ha tenido suerte en la lucha inmediata, y los combatientes no pueden ni deben ser com- padccidos cuando han luchado no empujados por Ia obligacién, sino por haberlo querido ellos mismos asi con plena consciencia.» Pues bien, a Gramsci nosotros no lo compadecemos; nos esfor- zamos por continuar Ia obra que empezé. 1. Passato e Presente, Turin, Einaudi, 1951, pég. 3. 2, En los Scritti giovanili (Turin, Einaudi, 1958), que se publicaron pocos meses después del simposio, estén incluidos todos los escritos del perfodo 191418. 3. Il grido del popolo, Turin, 25 de mayo de 1916. 7 4. Hl grido del popolo,'s de enero de 1918. Se volvid a publicar inte- gramente en Rinascita, a. XIV, n.° 4, abril de 1957, pags. 146-147 5. Passato e Presente, cit, pag. 57. 6 Passato e Presente, cit, pas. 5, 7. Note sul Machiavelli, Sulla potitica e sullo Stato moderno, Tu. rin, Eunadi, 1949, pag. 68. Atpo ZanaxDo EL «MANUAL» DE BUJARIN VISTO POR LOS COMUNISTAS ALEMANES Y POR GRAMSCI* Analizar la critica de Gramsci a la Teorla def materialismo his- torico de Bujérin supone un primer paso en el intento de insertar Ja original interpretacién gramsciana del marxismo Giloséfico den- tro del marco complejo y contrastado de las interpretaciones que se sucedieron inmediatamente antes y después de la constitucién de la Tercera Internacional. Las notas de Gramsci sobre Bujérin fueron escritas en los afios 193334, pero idealmente pertenecen a aquella época y representan, como veremos, Ia maduracién de los presupuestos que fermentaban en e} mundo intelectual de entonces. La fijeza, la unidad y fa simplicidad que caracterizaron el mar- xismo filosdfico a partir de los afios 193031, la posicién periférica en la que se encontraba Italia en Jo que respecta a las discusiones tedricas sobre el marxismo, la solidez y el limite especulative y abstracto de la cultura idealista, asf como las condiciones politicas del pafs impidicron que existicra en Ttalia no slo una tradicién consistente y continuada de estudios y de intereses, sino ni siguiera tuna informacién adecuada, Con el retorno a la democracia politica, el problema a resolver era fundamentalmente dar a conocer 1os Clasicos del marxismo @loséfico y estimular el estudio de las expe- riencias intelectuales que confluyeron en el marxismo. Bs ahora cuando se dan los primeros pasos en lo relativo a las investigacio- * Comunicacién presentada al simposio de cncro de 1958 orgeuiza- do por el Instituto Gramsci. Publicado en Studi Gramsciani, Roma, Edi- tori Riuniti, 1958, (Traduccién de Margarita Latorre.) t El pensamiento politico de Gramsci 8 nes de historia del marxismo y, més en general, de historia del so- lismo internacional, Pero estamos muy lejos de poder propor cionar resultados sistematicos y de poder definir, por lo que a no- sottos se refiere, el cardcter de la insercidn-historica precisa de la critica de Granisci a Bujérm. Tampoco podemos ofrecer un pano- rama completo y una valoracién exacta de las posiciones adopta- das en el seno de los partidos socialistas y de la Tercera Interna cional respecto al Marual popular. Ademas, el material del que puede disponerse en Italia permite solamente una documentacién, exhaustiva en Io que se refiere al socialismo y al comunismio ale- manes. Sin embargo, es precisamente en Alemania donde existe un ma- yor interés por los aspectos filoséficos del marxismo, y ¢s allf don- de son mas mumerosos, mas cultos y activos los intclectuales liga dos al movimiento obrero. Durante toda la Segunda Internacional y la Tercera hasta los afios 30, el marxismo tedrico constituye, esencialmente, un hecho alemétf 9 ruso. Incluso las revistas socia- listas y comunistas italianas y francesas entre los afios 20 y 30 muestran el peso que tuvieron los cuadros intelectiales del movi- miento obrero alemin en la elaboracién de fos problemas filos6fi cos y cientificos. La riqueza, la variedad, los vinculos internacio- nales, el prestigio de la cultura socialista y comunista alemanas de Jz época son tales que las observaciones que se hacen sobre clla alcanzan una cierta plenitud y tipicidad, Por tanto, el hecho de considerar Ia critica de Gramsci a Bujérin en este contexto no es casual, sino que supone enlazarla con algunos de los términos esenciales de la situacién ideolégica de la época. 1 El Manual de Bujarin aparecié en 1921. Las primeras tomas de posicidn al respecto en Occidente datan, sin embargo, de 1922, cuan- do aparece la traduccién alemana# La’ traduccién inglesa aparece en New York en el 24? y la francesa en Parts en el 27, y es posible que también en torno a éstas se produjera un conjunto de reac- cioness En Alemania, los socialistas no prestaron niucha atencién al li: bro. Las grandes revistas del socialismo alemén y austriaco, aten- tas por otra parte a las experiencias econémicas y polfticas’sov ticas, no hablaron de él, En el campo socialista faltaba el estimulo para evar a cabo el andlisis particular de una obra rusa del mar- xxismo filoséfico, ya fuera porque el interés por los problemas filo- “4 Althusser y otros séficos era escasy y ecléctico, limitado, a Jo sumo, a algunos expo- nentes de tendencia neocriticista; o bien porgue entre los asuntos soviéticos ocupaban un primer plano los problemas politicos de la revolucién, del Estado, de la economia; o bien, finalmente, porque la socialdemocracia tenfa un concepto muy elevado del nivel de su desarrollo teérico. La discusién con el comunismo soviético, sobre todo después de la conquista del poder por parte de los bolchevi- gues (entre Jos mencheviques se encontraban Plejénov, Axelrod, Zassulich, es decit, aquellos que habfan tenido una relacion muy estrecha con los alemanes), se articulé fundamentaimente entre los dos polos de democracia 0 dictadura, La discusién versaba acerca del Socialismo que aparece cuando estén maduras las condiciones econémicas y sociales, cuando el proletariado constituye ya una mayorfa y forma un grupo compacto ideolégicamente, y acerca del socialisme que aparece antes de que se den esas condiciones, soci lismo éste gue serfa un nuevo brote de aque! bakuninismo que ‘Marx combatié, del poder violento de una minoria no distinta del régimen prusiano 0 Zarista. Se trataba del socialismo que tiene en cuenta el desarrollo global de la doctrina, o del socialismo que se mantiene firme en las posicioncs abstractas del Manifiesto, La revolucién rusa y Ia revolucién alemana son dos cosas distintas. Tal es el dmbito en ei que se movieron (Jimiténdose a aquellos que escribieron las cosas mas significativas), Bernstein, Otto Bauer y finalmente, después de algunas dudas, Kautsky; y ese es tam- dign el Ambito en el que se movié, durante un perfodo de dura- cién discutida y con todas las diferencias imaginables, Rosa Lu- xemburg. Mehring, que mantenfa otra posicién, no tuvo tiempo de elaborarla, Aunque con retraso y de forma menos clamorosa, debido a Ia felta de rigidez de la tradicién filoséfica de 1a socialdemocracia ale- mana, era J6xico que la distincién entre democracia socialista y dic- tadura bolchevique diera lugar a Ja distincién entre marxismo filo- séfico ruso y marxismo filos6fico europeo. Serfa interesante seguir, a través de la vastisima literatura socialdemocratica sobre la Unién Sovitica, el proceso de formacién de esa distincién. Parece ser ‘que esa distincidn se elabord en su forma madura relativamente tarde, hacia 1925-27. En 1927, cuando aparece la primera traduccién alemana de Materialismo y empiriocriticismo, esa distincin se bace Ya definitiva a través de la polémica con la que fue acogida por los intelectuales socialistas 0 prdximos al socialisimo de tendencia neocriticista (Max Adler’ Siegfried Marck...) En un articulo de 1925, «Eine materialistische Geschichte des El pensamiento politico de Gramsci 6 menschlichen Denkens», que es una recensién de la traduccién ale- mana de un libro de Bogdanov,” Kautsky critica a los niarxistas Tusos su simplismo, el no saber salirse del conocimiento doctrina- rio de Marx, el moverse dentro de principios abstractos, el ser in capaces de ver el terreno en el que se apoyan estos principios y Por ello, de enriquecerlos para convertirse sustancialmente en los exponentes rigurosos de una tradicién culta. En un articulo de Alexander Scbifrin de 19278 puede encontrarse una distincion mas espetifica entre marxismo filos6fico soviético y marxismo filoséfico europeo occidental (westeuropitisch). Los rasgos caracteristicos del marxismo soviético serian el desarrollo del aspecto filossfico impli- cito en e} marxismo, el desarrollo del marxismo como sistema to- tal, la afirmacién dé que el materialisme filaséfico es {4 filosofia especifica del marxismo, la unidad entre posicién politica y posi cién filos6fica, la acentuacién sustancial del aspecto filoscfico por encima de otras partes mas concretas de la doctrina, la ingerencia de la autoridad politica en las cfiestiones de filosofia. Al marxismo europeo, mas politico, menos doctrinario, unido con multiples hilos 2 las posiciones tedricas mas modernas, el materialismo filoséfico y Ja «indivisibilidad» entre politica y filosofia le parecen toscos, simplistas ¢ infundados. También en 1921, en la Die materialistiche Geschichtsauffassung, Kautsky juzga el Manual de Bujérin como una de Jas expresiones més toscas del materialismo econémico? y observa que casi todos los socialistas rusos son materialistas. En esta distinciéa, sobre todo tal como la formulé Schifrin, pue- de verse una exigencia de criticismo, de antimetafisica, propia de Jos JungMarxisten austriacos Otto Bauer y Max Adler. Las pocas cosas que escribié Bauer sobre tifosofia (en Der Kampf) y las tue has que escribié Adler representan lo mas interesante, moderno y sistematico escrito por los socialdemécratas. También puede verse en esta distincién la continuacién de la originalidad que ha carac- terizado siempre, aunque no abiertamente, el marxismo alemn respecto del rus¢. Pueden compararse al respecto los argumentos filoséficos de Plejénov contra Bernstein y Konrad Schmidt en los aos 189899 con el contenido esencialmente politico de 1a polémica do Rosa Luxemburg contra el revisionismo. Basta con recordar la perplejidad de Kautsky respecto del materialisino filosdfico, desde Ja correspondencia con Plejénov y la conocida carta a Friedrich Adler de 1909 hasta la Concepcidn materialista de la historia; 0 con Feflexionar sobre lo que escribié Bernstein a Victor Adler: «En mi opinida, la doctrina no es lo suficientemente realista, y por decirlo de alguna forma, est4 atrasada respecto del desarroflo practico det movimiento, A lo sumo podré ser util para Rusia... pero en 5 86 Althusser ¥ otros Alemania, en su forma anticuada, es algo totalmente superado. Recuérdese, por gltimo, el materialismo histérico exclusivo de Meh- ring. Entre nosotros, en Italia, Antonio Labriola, en alguna de las cartas a Kautsky, critica a Plejénov porque concibe el marxismo como Allweisheit, como ciencia que ha resuelto por anticipado to- dps los problemas. Se trata, por lo dems, de cuestiones sabidas. La PUblicfstica de la ‘Tercera Internacional intenté arduamente poner en claro la diferencia entre el marxismo filos6fico ruso y el alemén. Pero la distincién entre marxismo soviético y marxismo eu- sopeo, tal come ha sido efaborada por los socialdemécratas, no con- siste simplemente en la reorganizacién de algunos aspectos tedri- cos, ni en hacer explicita y consistente toda una tradicién. No se trata de estar presentes, con caracteristicas propias, en la unidad articulada del marxismo, Dicha distincién constituye un aspecto de Ia total solucién de continuidad existente entre dos sectores del movimiento obrero, La sociaidemocracia alemana se encontraba ya en camino de conver- tirse en un movimiento estrictamente politico y afilos6fico. Por ello fueron olvidados los evidentes elementos tedricos comunes, en ge neral de tipo positivista, que se encontraban por ejemplo en Ple~ janov, en Kaustky y en Bujérin. Asf, como se ha visto, se tiende Sobretodo a subrayar el «filosofismos, el «doctrinatismo» del mar xxismo soviético y no solamente un determinada contenido doctrinal. Para Ia socialdemoeracia, la ruptura no signifies una reorgant zaciGn tedrica, sino la aceleracién del proceso —ya iniciado— de cristalizacién de las concepciones generales. Los jdvenes intelectua: Jes se hacian comunistas; los viejos cuadros intelectuales, en pri- mer lugar los positivistas y luego los neokantianos, desaparecian sin ser capaces de renovarse 0 reproducirse; la filosofia era con siderada como una especie de Priveimeincmg y —to que es mas importante— en ver de avanzar por la via de le democratizacién y de la socializacién se acabé finalmente en la catéstrofe. A nivel filoséfico, no era mucho ni tampoco muy coherente y esencial lo que podia tenerse en cuenta del marxismo socialdemé- crata alemén, pero alyén aspccto, especialmente de los altimos in- tentos de combinacién con el kantismo y de una justa interpreta- cién del problema de la Ergircung, si podia extraerse o hacerse valer contra el marxismo soviético. No es cierto que entre la con- cepcién del socialismo como acabada terminacién de un proceso y la concepcién de tn socialismo que debe crear, en parte, sts pro- pias condiciones, no pudiera haber a nivel filoséfico un intercambio Util El planteamiento del problema gnoscologico, algunos clemen tos del criticismo, la acentuacién del historicismo materialista, so- El pensamiento politico de Gramsci 67 ciolégico, un determinado sentida de Ia distincién entre politica iat a cetmmund ene eatin nie pany divulgadores de Engels, podian ser utilizados para moderar el ma- terialismo metafisico de algunos soviéticos y el ultrasubjetivismo de algunos alemanes. Algin aspecto de la herencia filosdfica de la socialdemocracia puede hallarse, ciertamente, en los intelectuales comunistas que estamos considerando. Pero serén solamente as- pectos secundarios en e} marco de un desarrollo ideolégico 21 que la revolucién, la ruptura con Ja socialdemocracia, el ligamen con tuna nueva fase de la cultura europea, imprimirén un cardeter par ticular. Tal es, en resumen, la situacién del campo socialista, el ambien: te en el que cl libro de Bujérm aparece probablemente como la despreciada expresi6n de un mundo totalmente distinio. Las po. siciones de los zrandes intelectuates alemanes tespecto del marxis. mo a lo Bujérin tienen algungs puntos en conxin con las de los socialistas, aunque son, en general, més complejas. Para Sombart, por ejemplo, Bujérin da una richtige Darstellung del marxismo,!* es decir, tiende en general a concebir cl marxismo como algo com: acto, como algo que desde Marx a los bolcheviques ha sido y sigue Siendo iaterialismo vulgar, economicista.!* Pero si se exctuye a algunos que han exagerado esta tesis, que hablan de Bebel-Bolschewiki-Socialismus, la distincién entre mar: xismo filoséfico soviético y marxismo filosdfico europeo, en el sen tido que se ha indicado, se convierte a partir de este momento en un dato ‘permanente de la historiograffa filoséfica no comunista, 9 al menos de aquella parte de ésta mas preparada y libre de prejul- cios en lo que respecta al marxismo considerado globalmente. 0 Las recensiones del libro de Bujérin por parte de algunos inte. lectuales comunistas alemanes (0 que vivian en Alemania) no bas- tan, evidentemente, para documentar de manera adecuada si los comunistas, o una’ parte de cllos, aceptaban la distincién entre marxismo ruso y marxismo curopeo, si eran conscientes de ciertos valores auténomos propios del marxismo aleman y europea, y si esta consciencia era orgénica y arraigada, Para ello serfa necesacio Ro &6lo considerar el conjunto de la produccién tedriea de estos intelectuales, sino tener también en cuenta la historia polftica © ideolégica del partido durante aquetios afios: el concepto de un comunismo alenvin ¢ incluso occidental, el concepto de un modo 68 Althusser » otros occidental de la revolucién protetaria, todo el conjunto de cucstio- nes que se plantean en relacién con el probleme de la revofucién mundial, asi como la conexién entre la revolucién rusa y la ale- mana, Por io que hace a los afios que van de 1918 a 1922 —y sobre todo de 1919 a 192I—, éstos son, en mi opinién, algunos de los problemas en primer plano para el movimiento comunista alemén. Por ello, el examen de las recensiones de que hemos hablado no nos permite legar precisamente a hacer observaciones sobre estos hechos generales ni a conclusiones sobre el hecho ruismo también general y, en mi opinién significativo— de que los cuadros politicos ¢ intelectuales auténomos y de tipo occidental del comu- nismo alemén duraron poco tiempo. Pero nos ofrece, en cambio, la posibilidad de establecer algunos aspectos del problema: lle garon a elaborar algo sélido, a nivel filoséfico, los cuadros inte- Tectuales de estos primeros afios?; gcudl era la perspectiva de desarrollo del marxismo filoséfico en que estaban comprometidos? Ante todo, hay que tener presentes algunos elementos origina- les de la situacién intelectual y politica del mundo comunista y especialmente del mundo comunista alemén de Ia época. Todavia no existian unos dogmas filosdfeos rigidos. BI marxismo no era un sistema completo, clasico, en el cual los diversos componentes hubieran alcanzado un tratamiento y un equilibrio definitivos. La sistematizacién completa, la concepcién del mundo, era algo no aleanzado y alcanzable a’ través de la eliminacién de las adheren~ Cias socaldemocraticas de la doctrina y el estudio renovado de los textos originales. Los problemas filos6ficos no eran todavia inme- diatamente problemas politicos, no interesaban raucho a los polt ticos. No fueron éstos, sino los intelectuales, quienes con més es crupulosidad se interesaron por el libro de Bujérin. ¥ estos inte- lectuales, en general, habian tenido una formacién cultural digna de la mejor tradicién universitaria alemana, no provenfan de Ia socialdemocracia, eran heterogéncos, no tenian responsabilidades politicas elevadas. La adhesién reciente al movimiento comunista no habia determinado en ellos, en general, una transformacién cul- tural radical, ni habfa simplificado y uniformizado las orientacio- nes te6ricas y Ia sensibilidad histérica. El mayor grado de acuerdo con el Manual de Bujarin esté en relacién con la prevalencia, en el juicio, del punto de vista politico. Desde este punto de vista, lo que contaba en medio de una lucha que imponia la movilizacién rapida y continua de grandes masas, no era tanto la riqueza interna y la coherencia de una posicién tedrica, como el hecho de que ésta fuera instrumento de dicha movilizacién, asi como la forma de expresar, de la manera més | ' E t El pensamiento potitico de Gramsci 0 simple, Je ruptura con la Segunda Internacional y la posicién ori- ginal, especifica, exclusiva, del proletariado en Ja historia. Con ese Planteamiento se tiende a concebir el proletariado como una so- ciedad in nuce totalmente separada y distinta a la burguesfa, como una sociedad con un patrimonio ideolégico exclusivo. Se trabaja basicamente con ecuaciones como materialismo-proletariado, idea- lismo-burguesia, 0 bien, dialéctica-proletariado, evolucionismo-bur- guesfa-socialdemocracia. Tales son, en lo esencial, los presupuestos de las recensiones de Hermann Duncker y Fritz Rickert al libro de Bujérin. Hermann Duncker, que lo recension6 en la Internationale Pres- se Korrespondenz* y'en Die Internationale ¥ sefiala como aspecto Positive del mismo su antirrevisionismo radical, su adhesién abier- ta a la concepcién materialista de la realidad (la cual constituye también una adhesién a las posiciones genuinas de Marx, Plejénov, ‘Mohring). El hecho de que Bujérin no discuta los problemas de ta teorfa del conocimiento significa simplemente que el marxismo es ajeno a la escoléstica neokantiana. El comunismo ruso proporciona no s6lo el ejemplo de una lucha revolucionaria, sino también obras teoricas magistrales. Duncker, sin embargo, pone de relieve algu- nos puntos que estén presentes en el Manual, pero que no estan desarrollados: el materialismo de Marx no es mecanicista; la ideo- logia no es una mera apariencia; existe una reciprocidad entre base y sobrestructura; materialismo no significa fatalismo. La recension de Fritz Rickert, en la Jugendinternationate,* di- fiere de la anterior sélo en parte, Riickert hace hincapié no en el materialismno, sino en la dialéctica, en el segundo término de la po- Jémica filossfica contra la socialdemocracia. ¥ Ia dialéctica, la ad- misién, de que en la sociedad y en la naturaleza exision saltos, re- voluciones, es lo que permite distinguir el comunismo de la social- democracia. «Ei marxismo os una doctrina de la realidad, de lo viviente, de la acciény; el hombre no es un instrumento ciego del destino, sino un elemento activo en el proceso necesario del desa- rrollo de la sociedad, Pero esos temas se desarrollan en continu dad con el texto de Bujérin, sin poner de relieve la distinta con- cepcién implicita, la critica implicita al determinisino. Se trata de textos tan exiguos que es dificil extraer de ellos elementos realmente indicativos. Son interesantes las reservas, par- ticularmente el que se ponga de relieve la importancia de la acti vidad humana, to cual 5 un eco del redescubrimiento que el mar- xismo alemén hace en estos aftos de la primera de las Tesis sobre Feuerbach. Pero, ¢qué relacién existe entre estas rescrvas y la acep- facion de las tesis de Bujérin? ¢Cémo consiguen conciliar Bujérin 70 Althusser ¥ otros y Lenin? Se trata de posiciones confusas, apresuradas, en las que probablemente se reflejan las predominantes preocupaciones poli- ticas, el prestigio del «més brillante» tedrico ruso (como se lama entonces a Bujérin),” la escasa informacién sobre el marxisimo ¥ €l juicio implicito sobre Ia falta de oportunidad que representaria poner de relieve en ciertos casos la existencia de eventuales con- trastes en el frente ideolégico, No es casual que los que atacaron directamente a Bujérin fueran dos intelectuales de oficio, Fogarasi y Lukécs. Fogarasi habla cola- borado, al igual que Lukécs, eu ls afius 192021, em la revista Kommunismus de Viena, la revista que durante algin tiempo fue stevista de Ja Internacional comunista para Ios pafses de la Euro- pa suroriental». En el afio 1924, en la polémica sobre Geschichte und Klassenbevsusstsein, seria atacado por Deborin y Thalheimer ® como discipulo de Lukacs. Lukécs, Korsch y en segundo plano, Fogarasi, Revay y algunos otros formaron entonces el grupo que claboré, filoséficamente, con una mayor originalidad (tuvieran va- lor transitorio o permanente sus conclusiones) el marxismo, la ex- periencia soviética, las experiencias comunistas europeas. Fogarasi admite ® que el Manual de Bujérin colma una laguna en la literatura marxista. Los trabajos de Plejénov y Gorter han envejecido y el reciente de Cunow es reformista. Fl primer pro- blema que Fogarasi plantea es de naturaleza politica: «Nos pregun- tamos si [el libro de Bujérin] satisface las exigencias a las que debe responder un manual de este tipo para el proletariado aleman y para el europeo occidental, y en qué sentido» Desgraciadamente este esbozo de analisis politico no esta ands desarrollado y se pasa, dejando un vacio, al examen de la obra en su aspecto cientifico. Bujérin hace el marxismo demasiado facil, lo confunde y mantiene al mismo tiempo la ilusién de que no se Sacrifica también su sen- tido profundo. Apunta a dar el contenido més que el método de Ja doctrina, Su punto de vista es el del materialismo de las ciencias naturales, es decir, un punto de vista superado por el conocimiento moderno de la filosofia y de la naturaleza, La primacfa de la ma- teria sobre ei espiritu afirmado por Bujérin es una simple Inver sion de la metafisica espiritualista y ya fue criticada por Marx en las Tesis sobre Feuerbach. El mérito de Marx consiste no en haber definido Ia primacta metafisica de cualquier elemento, sino en haber relativizado las cosas en sf, en haber creado aquel «relati vismo metédico» que corresponde a la moderna teoria de la rela: tividad. El objeto unico de las ciencias sociales lo constituyen las elaciones sociales, las funciones, las correlaciones, no las cosas en si, En ese sentido es positivo siempre en opinién de Fogarasi A & El pensamiiento potitico de Gramsci m €l que Bujérin tome en consideracién los resultados de la ciencia burguesa actual, los andlisis de Max y Adolph Weber y de Simmel. «Buen marxista es aquel que no ignora ni rechaza de forma acriti ca los resultados titiles de la ciencia burgtiesa, sino que los integra en el edificio de la doctrina marxista.» Todavia més compleja, aunque est todavia més limitada a los aspectos cientificos, es Ia posicién de Lukées. En la critica que hace a Bujérin en el Griinbergs Arckiv® subraya con fuerza que se trata de un manual, de un intento de popularizacién y de siste- matizacion y, dentro de estos limites, hay algunas consideraciones positivas. Pero el resto es bésicamente critico. Aunque acertado como divulgacién, el Manual rompe la tradicién de Plejénov y Mehring, quiones habfan demostrado cémo podia aunarse divulga- ccién y cientificidad. La posicién filoséfica de Bujérin es el materia- lismo vulgar, intuitivo. Este materfalismo es una comprensiva reac- cién contra el idealismo de los socialdemdécratas, de Bernstein a ‘Cunow, pero excluye del método marxista todos los elementos que provienen de la filosofia clésica alemana y en particular, la dia- Iéetica, que es Io tinico que hace inteligible el proceso histérico. Bujérin transforma la dialéctica, un método, en una ciencia obje- ta, positivista; admite una cosificacién no resuelta, una objeti vidad en si, fetichista. Por el contrario, para el marxismo es esen- cial «definir todos los fenémenos de Ia economfa y de la sociologia en términos de relaciones sociales de los hombres entre sf». Es ‘ipico el planteamiento objetivista, materialistico-vulgar el hecho de que Bujérin considere la técnica como determinante de las relacio- nes de trabajo. Por el contrario, la economia, Ia estructura ¢co- nomica de la sociedad, es decir, las relaciones sociales de Ios hom- bres entre si en el proceso productivo, constituye el elemento dl- timo y decisivo de las transformaciones técnicas y s6lo secundaria- mente éstas influyen en la estructura, La argumentacién se basa ‘en el conocido capitulo sobre el fetichismo de la mercancfa, un texto esencial en aquel momento para Lukécs (y no solamente para 41) y que es interpretado como negacién de la objetividad histérica, aparente, del tipo de mercancia y de la objetividad mas general, propia del materialismo filoséfico. Otro motivo central de la posi- ‘eign de Lukécs (asi como de la de Gramsci) es la critica de la doc- trina de la previsién. Lukécs afirma, basdndose fundamentalmente en algunos textos de Lenin, que existe una imposibilidad metodo- Idgica para prever wn hecho con una certeza absoluta: la estruc- tura de la realidad no es la exactitud, la matemitica, sino la ten- dencia, la posibilidad, el movimiento. Las leyes del marxismo son tendenciales, no estéticas. R Althusser y otros Bujarin se ha situado fuera de la gran tradici6n del morxismo (Marx, Engels, Mehring, Plejénov, Luxemburg); en vez de criticar las ciencias naturales apoyandose en el método del materialismo dialéctico, aplica el método de estas ciencias, el materialismo vul- gar, al estudio de la sociedad. ___Algunos conceptos de estas dos recensiones resaltan de manera inmediata: el proletariado alemén y europeo considerados como algo especifico, la exclusién de Bujérin de la tradicién central del marxismo, el poner el acento en el aspecto sociolégico, materialis- twhistérico, no gnoseoldgico y economicista del marxismo (insis- tencia en el relativismo, en la correlacién entre los fenémenos, en Ja stotalidads, no en el condicionamiento de la economia), el liga- men con la gran cultura, Pero existen también otros puntos im- portantes: la estructura de posibilidades de la realidad y todo lo gue ésta comporta, la dialéctica, Ia actividad humana, la posicién Fespecto de las ciencias naturales, el acento humanistico. Esos motivos tedricos y esas obsctvaciones criticas respecto de Bujérin, que se hallan en Lulsécs, se integran ya en una elaboraciéa sistemstica, en una ideologia articulada. Con respecto a Korsch puede decirse también que unos presupuestos andlogos dan lugar un cuerpo intelectual andlogo. No se trata, en suma, de algo difu- so en la atmésfera, sino de procesos culturales que tienen una di- reccién determinada y unas dimensiones considerables. Hay que decir, sin embargo, que en Ja complejidad, en Ia ma~ duracién de esta unidad ideolégica, ha faltado un importante, vio- lento y determinante contacto con la realidad politica. Verdad es que se hace referencia a ciertos textos de Lenin o de Rosa Lu- xemburg, pero sélo se consideran los problemas muy generales. Se trata de elaboraciones intelectuales, abstractas. Eso se prueba igual- mente por el hecho de que estas dos criticas tienea en cuenta esencialmente el aspecto cientffico mientras que falta una conside- racién sobre lo que es realmente un manual de divulgacién. Los escritos de Lukacs (cuya biografia intelectual esté ins documen- tada) de hacia 1920 no son sino ilustracién del modo en que un intelectual reelabora, basindose en las premisas de su formacién cultural, Ias nociones generales de clase, proletariado, consciencia de clase y libertad, es decir, los conceptos elementales del Mani- fiesto. Nos encontramos, pues, ante un proceso de transicién, ante un distanciamiento determinado por la situacién revolucionaria y por la experiencia leninista, de algunos intelectuales de la cultura filo- séfica y humanista alemana; estos intelectuales, con la perspectiva de convertirse en intelectuales de la clase obrera alemana, intro- eosseanesers omer a El pensamiento politico de Gramsci B ducen en el patrimonio ideal del proletariado Jo mejor de la cul- tura europea, le aportan todos los valores implicitos en el ambito mental de los grandes intelectuales y dotan a Ia clase obrera de un grupo de intelectuales de prestigio universal. Pero su unién con ef movimiento obrero todavia no se ha reall- zado, Te6ricamente, esa limitacién intelectualista, ese contacto con Ia clase obrera que todavia no se ha realizado, se expresa en cl modo independiente y aislado con que se aborda la claboracién cientifica y el activismo revolucionario, subjetivista, En Lenin, la actividad es actividad revolucionaria de una determinada clase que ocupa una posicién determinada en Ia historia y en la estruc- tura econémica, Lukécs, en unas conocidas dectaraciones de 19332 observaba que uno de los presupuestos de sus andlisis de 1909 a 1911 era la separacién, basada en la influencia de Simmel, de la sociologia respecto de los fundamentos econémicos, concebidos todavia de forma muy abstracta. Pero esta separacién se encuen- tra también més tarde y es, en esencia, la premisa tedrica del sub- jetivismo, es decir, Ia falta de comprensin de las raices esencia- les que la clase obrera tiene en el mundo econdmico, en la reax lidad en general. De ese modo se permanece como bloqueados en la oposicién abstracta a la Segunda Internacional (de la que es caracteristica precisamente esta ultima tesis) y en la incapacidad de asimilar los momentos positivos de aquélla. La posibilidad de salir, aunque fuera lentamente, de ese intelec- tualismo esta demostrada por la actividad desarrollada por Lu- acs en los afios 1922-24, En sus articulos de finales de 1920, tanto en aquellos incluidos en Geschichte und Klassenbewusstsein como en aquellos otros que consideré oportuno excluir (aparecidos en Kommunismus y en otros periédicos) es muy visible el simplismo, cl hegelianismo, el sectarismo. De forma mecanicista, estan tra- tadas, por ejemplo, las relaciones entre materialismo de las cien- cias naturales y capitalismo, entre materialismo hist6rico y pro- Ietariado. Compérese la abstraccién del articulo «Klassenbowusst- seiny# en el que Lukées intenta establecer las relaciones entre clases y concepciones ideales, con la sensibilidad histérica con que Gramsci analiza el desarrollo y los nexos reales de las idcologias. Sélo se ven los aspectos considerados fundamentales del marxis- mo y ademds se interpretan éstos como absolutos. A través del esfuerzo por comprender la concreta realidad politica, este mundo intelectual se complica, se refina, asimila realmente la dialéctica, Puede verse a este propésito el articulo de 192% sobre el opitsculo de Rosa Luxemburg acerca de la revolucién Tusa; y véase, sobre todo, el trabajo sobre Lenin de 1924* Es precisainente en ese tltimo "4 Althusser y otros escrito, en el debate sobre la naturaleza del leninisino, en la distin: cidn entre marxismo y leninismo, entre weitgeschichiliche Pers- pektive y Tagesfrage donde aparece clarameute la Telacién dialéo- tica entre esencia y fenémeno; es ahf donde se forms la osamenta categorial relativamente rica que sostiene, hasta la actualidad, el trabajo intelectual de Lukacs. Pero este desarrollo quedé bloqueado. Fue una de tantas con secuencias de la ausencia de una revolucién proletaria alemana. Aquellos intelectuales, destinados a ser los idedlogos de la revolu- cidn alemana y europea, se sintieron incémodos en el seno de la Tercera Internacional y acabaron en las universidades americanas, 0 en Londres, 0 en Mosca ocupandose de problemas literarios en Ja Internationale Literatur. El proceso de cristalizacién que tuvo su arranque hacia 1931 no sélo tuvo como punto de partida una situacién ideolégica en la que, en general, los intelectuales de este tipo ya no tuvieron ninguna infiuencia, sino que se inicié con una ruptura violenta con el centro y la izquierda politica de la social democracia alemana. E bolchevismo, el comunismo, incluso por lo ‘que hace al periodo anterior a 1914, fue definido como un hecho esencialmente ruso (carta de Stalin, en 1931, a Rivotuzione pro- letaria). Los filésofos sacaron de ahi su conclusiones y en Jas mue- vas exposiciones sisteméticas, incluso en Alemania, fue reservado tun capitulo a la critica del materialismo mecanicista de Mebring y Rosa Luxemburg. Y, sin embargo, lo cierto es que ese marxismo se habia liberado de Bujérin, lo cierto es que combatfa el materia lismo vulgar que subrayaba una vez mds los aspectos dialécticos. Pero todo esto no impidié la involucién dogmatica, no creé cua- dros filoséficos de alto nivel, no significé la asimilacién, la traduc- cién, para el proletariado, de los resultados mas avanzados de la cultura filosdfica europea, Lo que, desde un cierto punto de vista, constituy6 el inicio todavia incompleto e incierto de un intento en ‘este sentido, aparece esencialmente como una desviacién de iz- quierda a la que el idealismo habria proporcionado los instrumen- tos ideologicos. mm La critica de Gramsci a Bujérin se sitéa, en definitiva, en el mismo surco por el que se mueven las criticas de estos comunis- tas alemanes. Es cierto que las paginas sobre «La revolucién con- tra El Capitaly de 1918 tenfan afinidades mucho més visibles con la posicién de Lukéics, que las paginas sobre el Manual. Pero tath- El pensumiento politico de Gramsct 5 ign éstas siguieron 1a misma direceién, con mucha mayor ampli tud y en una fase mucho mas avanzada, clertamente; en cualquier aso la orientacién es similar: la sintesis de dos componentes, la cultura historicista y humanista europea y el movimiento obrero. Sin embargo, en Gramsci, contrariamente a 10 que sucedié con los alemanes, el proceso de confluencia entre cl intelectual y cl hom bre politico, entre cultura y movimiento obrero, pudo legar a rea- lizarse realmente, aunque Jo fuera en condiciones excepcionales. Y pudo realizarse de tal modo que en el punto final de ese proceso se recuperan y funden toda Ja riqueza de los dos términos del mismo, de manera que ninguna campaia contra el materialismo metafisico y contra el idealismo, y mucho menos la reorganizaci6n teérica qué se inicié hacia 1931, consiguié entorpecer su normal desarrollo. Lo que permitié a Gramsci resistir ante e505 inilujos (y fueron muy pocos los que no capitularon, totalmente 0 en parte) fue, ademés de Ia situaciOn extraordinaria en que vivi6, el liga men estrecho e inmediato con gu movimiento obrero, el hecho de que comprendié y acepté las direcciones del desarrollo implicito en este determinado movimiento obrere y en este determinado pais {de ahi ciertas concepciones del partido, de la propaganda) sin im ponerlas desde fuera. Cierto es que este complejo proceso se vio viciado en parte por el aislamiento en el que se desarrollé y, con- siguientemente, por la —en mi opinién— insuficiente elaboracién de los temas internacionales de la politica del proletariado, asi como por el hecho de que se acentuara bastante unilateralmente el elemento humanista de la cultura. Pero fue también un aisla- miento én el que pudieron desarrollarse, en las condiciones S6gi- cas, radicales e imperturbables de un laboratorio, las experiencias acumuladas en un momento incomparable, -y por ello, denso de la historia de este siglo. Las paginas sobre Bujarin, escritas en esa fase de madurez, no s6lo Tepresentan por su contenido filos6fico una posicién mas com- pleja comparada con la de los alemanes, sino gue proporcionan ademds un anélisis politice de! Manuat,'es decir, la explicacién consciente de tos problemas politicos relativos a la’ propaganda, la educacién ideol6gica, y las condiciones para el desarrollo de una concopcién del mundo, que estan implicitos en cualquier intento de divulgaién de una doctrina, Nuestro propésito es ilustrar breve- mente Ia critica politica y la critica filoséfica hechas al Manual e intentar sacar de ab{ algunas conclusiones, Empecemos por la critica politica. Es precisamente de la dis cusién sobre el sentido comtn de donde emerge claramente Ia con- traposicién entre dos formas diversas de concebir el marxismo, 6 Althusser 9 otros el proletariado, el socialismo. Para Bujérin el marxismo se des rrolla en continuidad con el sentido comtm, con los elementos ma- terialistas, realistas, acriticos del sentido comtin; viene a ser una especie de sistematizacién del sentido comtim. Lo que parece im- portarle es reducir la distancia entre el sentido comin y el mar- xismo; de Ios dos términos que inspiraban los aspectos més intere- santes de la accién politica de la Tercera Internacional —las ma- sas y el nivel intelectual al que logran elevarse— Bujérin parece tener en cuenta solamente el primero. Estas masas, esponténes- mente, con sus concepciones dispersas, se consideran ya préximas al marxismo. Fs evidente que no hay que olvidar la situacién par- ticular y general del pafs en el que Bujérin escribe. La observacién gue hace en el prefacio «la necesidad de una visién sistematica de la teorfa del materialismo histOrico» s6lo se satisface en et Aa nual en lo que hace a la presente fase, y no a los emomentos agu- dos» #"— no significa que las necesidades précticas fuesen menos agudas. En el dmbito de la teoria era necesario disponer de un con- junto de ideas, de férmulas, relativamente ordenado, fécil, adap- tado para la difusién; um instrumento simplificado, capaz de pe- netrar répidamente en las amplias masas, de movilizarlas, ilumi- narlas y conseguir que de ellas salieran cuadros™ Con un plan: teamiento de ese tipo permanece inabordado, sin embargo, el pro- blema de la formacién de los cuadros politicos ¢ intelectuales su- periores, el problema de Ia educacién ideolégica permanente de las masas populares, el problema de Ia relacidn de los dirigentes ‘con las masas, el problema de la actividad y de la pasividad cul- tural y politica de estas masas. Para Gramsci, e! marxiso mantiene una relacién bésicamente critica con el sentido comin® La tarea de persuasién politica es indisociable de tm complejo trabajo de culturalizacién, El pro- blema consiste en «clevar el tono y el nivel intelectual de las ma- sas»? en darlas capacidad para participar activa y concientemen- te en Ia evoluci6n politica, en ayudar a elaborar criticamente el pensamicnto. Es necesario clevar a los mas simples al nivel de los ms cultos, Es necesario Uegar a la toma de consciencia, porque la adhesién a una causa debe ser individual y por convencimiento. Se trata de «reformar intelectual y moralmente a estratos sociales culturalmente atrasados».t No hay que considerar a los simples como «personas toscas y poco preparadas a los que se convence autoriamente 0 por conducts emocionales® Sélo lo que es inte- riormente educativo resulta ser inspirador de verdaderas ener- gias.# Finalmente (teniendo en cuenta los dos térmninos, cultura y masas, indicados anteriormente), el marxismo es ® Granisci sigue con mucha atencién la lucha contra el mecank cismo de Bujdrin que se desarroifa en la Unién Soviética, y que habia conocido de una forma indirecta! La decadencia del fata- lismo y del mecanicismo le parece un indicador de un giro histo rico importante, que es precisamente el paso de la fave ceonémice. corporativa a la de la lucha por la hegemonfa. Lejos de haber encontrado su completitud en ta integracién positivista, el marxismo es «una doctrina que se halla todavia en un estadio de discusién, de polémica, de claboraciéns.2 Aunque se tengan algunas ideas claras sobre ciertas cuestiones filosdficas par- ticulares, ‘aungue se esté ya al nivel de Ia ciencia, no se est atin al nivel del sistema. Lo que hay que desarrollar y llevar a una elaboracién completa es la filosoffa impticita en el marxismo, es decir, un modo original, espectfico y nuevo de resolver los problemas filosdficos; pero para esa tarea ‘no basta un solo libro o un solo hombre. Existe, por tanto, una filosofia del marxismo al margen de los elementas que ha tomado prestados de la sociologia y de las ciencias naturales. La experiencia intelectual mis indicativa para este desarrolts es Ia de Labriola. «En realidad, Labriola, al afirmar que la filosotia de Ja praxis es independiente de cualquier otra corriente filoxéfica, que es autosuficiente, es el tinico que ha intentado claborar cien- tiicamente Ja flosofia de la praxis.» El marxismo debe conver- tirse en «una concepcién del mundo total e integral, en una file sofia y una teorfa totales de las ciencias naturales», «debe tratar toda la parte general de la filosoffa, debe desarrollar, por tanto, cohereniemente, todos los conceptos generales de una metodolo. sfa de la historia y de Ia politica, asi como del arte, de la eco. nomfa, de Ja ética y debe hallar fugar en el nexo general para una teorfa de las ciencias naturales». Este desarrollo no puede tener lugar al margen de Ia historia de la cultura y de la filosoffa. Hay que rechazar las sumarias y presuntuosas valoraciones negativas que hace Eujarin de las otras filosofias. Un pensamiento que quiere convertirse en «el exponente hegeménico de la alta culturay# s6lo puede tener una postura documentadamente crftica, en particular hacia los elementos mas importantes y resolutivos de la historia de la filosofta. No se trata, sin embargo, de revivir mecdnicamente la situacién en la que na. ci6 y se formé cl pensamiente de Marx. «{La investigacién] debe plantearse centréndose en la postura de la filosoffa de la praxis 86 Althusser y otros respecto de la continuacién actual de la filosofia clésica alemana representada por 1a moderna filosofia idealista italiana de Croce y Gentile, ¢Cémo hay que entender Ia afirmacién de Engels acerca de la herencia de la filosofia clasica alemana? ¢Hay que entenderla como un circulo histérico ya cerrado, en el que la absorcién de la parte vital del hegelianistio se ha completado ya definitivamente, de una vex por todas, 0 puede entenderse como un proceso histé- rico que esta todavia’en acto, a través del cual se reproduce una necesidad nueva de sfntesis cultural y filoséfica? Esta segunda res- puesta es Ia que me parece acertada; en realidad, todavia se re- produce la posicién recfprocamente unilateral —criticada en la pri- mera tesis sobre Feuerbach— entre materialismo ¢ idealismo y al igual que entonces, aunque en una fase superior, es necesaria la sintesis en un momento de desarrollo superior de Ja filosofia de Ia praxis. Ez este esbozo de desarrollo del marxismo filosélico es inne gable la presencia de la cultura histérica y humanistica europea, de la contraposicién entre dialéctica, historicidad y criticismo, por una parte, y metafisica, materialisino, positivismo y realismo in- genuo, por otra. La distincién de origen gnoseolégico entre idealis- mo subjetivo y objetivo, distincién aceptada por Bujérins es aje- na al planteamiento de Gramsci; y también son ajenas a dicho planteamiento las consecuencias que aquella distincién ha teuido para el marxismo en la periodizaci6n de Ja historia de la flosotia. Falta el periodo moderna, de lucha contra el idealismo subjetivo, elaborado en conexién con el desarrollo de las ciencias fisicas, que encontré su definicién clasica en Materiatismo y empiriocriticismo, Lenin escribe que Marx y Engels, los cuales se habian formado en Ja escuela de Feuerbach, «dedicaron naturalmente sus mayores ¢sfuerzos a la elaboracién de la filosofia del materialismo, no en el sentido de la gnoseologia materialista, sino en el de la concep- cién materialista de la historia. Bsa es la raz6n por la que, en us Obras, Marx y Engels ponen el acento en el materialismo dialéctico aig que en el materialisma dialéctico». Actualmente, por el contra. rio, «en un periodo hist6rico totalmente distinto», se trata de poner cl acento en el materialismo dialéctico.” Gramsci, en cambio, esctis be: «Con respecto a esa expresién [“materialisino historico"] se ha olvidado mny frecuentemente que habia que poner el acento en ‘el segundo término (*historico") y no en el primero, de origen me- tafisico, La filosofia de la praxis es el “historicismo” absoluto, la mundizacién y Ia terrenalidad absoluta del pensamiento, un huma- nismo absoluto de la historia. En esta direccién hay que excavar ef filén de 1a nueva concepciin del mundo.» apsoroarpenengres Semmens cm El pensamiento politico de Gramsci 87 Para Gramsci, la relacién Marx-Lenin, fase primitiva y fase avane zada del marxismo, se configura esencialmente como una relacion clencia.seciéns Vivimos en la misma amplisima época cultural de Marx y en ella el marxismo debe actualmente wehacer [a sintesis entre idealisma y niaterialismo, debe participar en la lucha contra la metafisica y'el positivismo que leva a cabo el pensamiento europeo mis avanzado, conducir el marxismo filoséfico a su ple. nitud y a Ia hegemonia cultural, Si Se reflexiona acerca de Ins temas que hemos tratado de po- ner en evidencia— el concepto del partido educador, la critica 8 la sociologia y al materialismno metafisico, la fase infantil del marxismo, su imperfeccién, la importancia de Hegel y del neohe- gclianismo— no parece que puedan subsistir dudas respecto del ambiente intelectual que Gramsci respira. También es cierto que de esta cultura historicista y humanista dependen algunas deficiencias: lg infravaloracién de la tradicién ilustrada, la concepeién en general negativa de las ciencias matt Tales, la consideracién insuficiente —aunque contenga aspectos de gran relieve~ de la I6gica, de la metodologta, de la problema tica del materialismo. Parece, sin embargo, que un estudio orien. tado a esclarecer estas lagunas deberia encontrar su contrapeso en el estudio de los plantcamientos polémicos de Gramsci respecto de los exponentes de fas formas mas racionales y realistas del his- toricismo, en el estudio de las diferencias reales existentes entre el marxismo de Gramsci y el historicismo, por ejemplo, de un Croce o de un Vierkandt. Memos sefialado ya cémo en algunos Puntos el enunciado de posiciones historicistas va acompafiadg de la asimilacién de los valores materialistas del marxismo, Parece dificil que en Ia Alemania y en la Italia de entonces Podiera elaborarse un marxismo mds actual y mas complejo que cl ée Gramsci. El punto de mediacién, de conéro! de las posiciones neobegelignas al que ha \legado el marxismo de Gramsci es in comparablemente superior al de los comunistas alemanes que he- mos analizado. En el marco de este control, de esta correccién Podian desarrollarse incluso aquellos aspectos relativos a la supe- racién de los Iinites huinanisticos existentes. Lo esencial parece ser esta insercidn, sin prejuicios y critica, del marxismo en la gran cultura europea, esta nocién de un mar- xisino que debe completarst: en contacto con los elementos més progresivos de Ja cultura mundial. Piénsese en Jo que ha sucedido con c] marxismo de fa Tercera Internacional. La critica » Feuer. bach, la vuelta a Hegel, la dialéctica que habian caracterizado st impulso inicial, perdieron terreno frente a la necesidad de criticar 88 Althusser y otros Ja expansién del neobegelianismo con sus implicaciones politicas. La argumentacién filoséfica de la lucha en dos frentes, los dos episodios filoséticos que estin caracterizados con los nombres de Bujérin y Deborin y su fin, parecen haber sido los motivos de orden inielectual en que se apoyé la introduccion de la idea de la perfeceién, del clasicismo formal del marxismo. En una elabora- cién sistemdtica en Ia que estaban representados los elementos intelectuales mas diversos, se creyé que existia algo que represen- taba Ia berencia, Ia absorcién adecuada de todo el pensamiento humano. En Gramsci, tos conceptos de herencia, de desarrollo del mar- xismo, de época cultural, son conceptos mucho mas profundos, mas amplios, rads realistas. Pero, por encima de estos aspectos generales, hay en él una comprensién de algunas de las exigen- las originales de la Tercera Internacional en lo que concierne al marxismo filoséfico: la recuperacién de la dialéctica como ele mento permanente ¢ integrante del marxismo, la afirmacién de 1a actividad humana, Ia elevaciOn del marxismo al rango de Ja gran cultura, Con el fracaso de la revolucién en Europa y el surgimiento del fascismo desaparecicron las condiciones necesarias para que, por una parte, pudiera consolidarse, ampliarse y completarse esta linea de evolucién, y para que, por otra parte, el marxismo filosé- fico sovigtico pudiera desarrollarse en fecundo didlogo con el mar xismo occidental e historicista. 1. Theorie des historischen Materiatismus. Gemeinverstiindliches Lehrbuch der marxistischen Soziologie. Hamburgo, Verlag det kom- munistischen Internationale, 1922. Esta es Ia traduccién que utiliza. mos, [Existe una traduccién castellana reciente: Madrid, Siglo XXI de Espaia Editores, 1974.1 2, Historical Materialism. A System of Sociology. New York, Inter- national Publishers, 1925. 3. Le théorie du matérialisme historique. Manuel populaire de so- ciologie marxiste. Paris, Editions sociales internationales, 1977. 4. Por lo que hace ‘a Italia son conocidas las péginas de Evaro Curie en Classi ¢ generazioni nel secondo Risorgimento, Roma, 1955. 5, Lehrbuch der materialistiscken Geschichtsauffassung, I Band, 1930, capitulos 6, 7, 8. El pensamniento politico de Gramsci 89 seg eet at, 1928, pigs. 48487, Steer Manes, Lenin als Br enmutnistheoretier 7. Die Gesellschaft, 1925, 1, pigs. 564578. 8._Die Gesellschaft, 1971, 11, Max WaRNER (A. Schifrin), Der Sowjet. marxismns, pats. 242. Otro artfculo del mismo autor y, en parte, sobre €l mismo tema, «K. Kautsky und dic marxistische Soziologie», en Die Geseltschaft, 1929, pp. 149189. 9. 28 edic,, 1999, 1, pigs. 15, 19, 20. 10, Ibid, pag. 41. 11. Victor Abisx, Briefwechsel mit August und Karl Kautsky, Wien, Verlag der Wiener Volksbuchhandhung, 1954, péq. 269, Carta del 3 6 marzo de 189. 12. Der proletarische Socialismus, Jena, 1924, 1, pig. 127. 15, Es claro que por parte de la socialdemocracia (por ej, BERN rain, Der Soztatismus einst und jetzt, Berlin, 1923, pag. 125, y también fn Bauer, Kautsky...) se prefiee subrayar la helerogencidad del bok chevismo respecto al marsisino, presentarlo como algo especifieamente uso 0 asiitico y reducible al biangtismo, al sindicalismo, al anarquis- mo, etc. 14, 1922, 23 dic, pags. 1829-1830 15. 1922, dic, pags. 239354 16, 1923, fede, pas. 1867. 17, Pero Iéase también lo que escribe Lenin en el ‘Testamento: cQuisiera tambien decir algunas palabras sobre los miembros, jévenes Gel comité central, sobre Bujérin y Piaiakov. A snl entender, éstos re presentan las fuctzas mas capacés entre 10s jévenes, poro no puede Slvidarse este hecho Bujérin es no 3610 el més valido y mis binpor tante tebrico del partido, sino que ademés puede ser considerado como su predilecto, Sin embargo, sus concepciones teéricas s6lo pueden con. iderarse totalmente marristas con las mayores reservas, porque en él Se sislambra al escolastico y nunca ha estudiado la dialéctica (ereo que rnunca Ia ha entencdido).» El texto ha sido publicado en varios lugares. Gitado por Rum Fiscitue, Stalin sod der deutsche Kommuenismus, Fnklur alls 3, pas, 243, [¥éae trad catellana dl texto de T- hin en Obras Bscogidas, 3, pag. 165.) 18. Arbeiterliteratur, 1928, 18, Diz rote Fahne, 1922, 19 de noviembre. 20. Archiv f, Geschichte des Sociaismus u. der Arbelterbewegumg, Xd, 1983, pigs. 216224, : 421, Internationale Literatur, 1933, n¢ 2, pags. 1857, Han sido publi cadas de nuevo con el titulo «Mein Weg mi Marks (Laikdes zon sieiztes Sten Geburtstag, Berkin, 1955). 2. En Geschichte und Klassenbewusstsein. Es del afio 1920. En Kommunismus apazeeis s6lo una parte en el mémero 14 y 15 de abil 1920, (cfr, traduccion castellsna en G.L. Historia y consciencia de ela se, Grijalbo, México, 1969.1 0 Althusser y otros 23, También en Geschichte und Kiassenewusstsein, (Cf, traduecién ae citada.] Sree . Lenin, Studie iber den Zusanmemhang seiner Gudanken, Wien, 1924. [Traduccién castellana: Lenin (ta coherencia de su pensamientoy, México, Grijalbo, 1970; Barcelona, 1974 (2. ed.).] 25. "Regpecto a. Alemania, vse también Kis Swurmuave, Der letische Matern, erin, 13D Parcs er in mejor represtee cién, todavia lena de problemas, de la fase inl de ore proce de cristalizacion. p ee - 26. ‘Rexpecto a Alemania wénse también Kore Saunataso, «teber ten ampt an dee theoreischen Pronts, ea Dic Imemonarals toe 1931, pags. 157, marco, pp. 128133. Vease en particule fe nie Eh tmatéralismo mecaniist in sido muy tifundido y sspears mentado por ln Teorla del materlaliomto histories de Boke ae due es una perfec contradioion y ud carfentora el neice, dialectic, pero que al mismo tiempo es uno de lov Iisroe ae hee didos y tds estudlados en los circlos del partido y emus shame zantes'y"bu eausado tna gran coufusién (platforms ‘esta neat Viaciones de derechas y de tendencias conciliadoras).» 21. ‘Theorie des historischen Materlatenus, pag. V. Sobre la teria subordinada a la practic Wass MLS. pay. 12. M.S. pig TL ae. 137. SM. SS pa 68 MS. be, 137. ML SY Blak 15.6, M.S! pap 10s ‘No caste organizacin sin intelectuales, es decir, sin organiea Y irgentes, estos, sn que ol aepectotebriee 4a) hexo Seon prdcticn se distingn concretamente en ua etrato de’ personae eapeete Haas en hn elaboracion conceptual y iosolcas: M.S. pag. 12 36. Vease en particular la earta a Gorki del 7 de febrero de 1908 (Obras, vol. 34, phy. 295). scSe puede, Se debe liar Ta hlosoka con la Ovientacign del irabajo del partido, con el bolehevismo? Cio que sho Fa no pede hacerse: Deserhos. que nuestros flssofon del pare. tea bajen fodavia durante tn cierto tiempo, sobre a Teoria, dhe dseuan yan que lleguen a ponerse de, acuerdo, Por abot, teuderenos a many {eset esas diseusiones hlossicas entre rauerialigtes 9 “empario® ale jadas del verdadero trabajo. de parillon 37M. Se pa. 18 Bh Es menos claro —a mi entender ol nexo entre Ja autonomia ftosdia del marnisimo (conesbida com toda ln ampiitad posibie)'y marxismo que tiene como objetivo evivilcar una integral organiracin Dréctiea de Ia sociedad, convertirse en toa Total e integral civiiza, lon (M.S, pag. 152) Es necesario ver si para Gramsci dl marvisine 5 la unica ieologia de Ia clase obrera (que pensa, por elemplo, del ‘movimsonto abrevo inglés) ys le results reulmente’extraio el coe | i i E 5 ' k i EI pensamiento politico de Gramsci 1 cepto de marxismo como algo muy amplio en el que coniluyen prest- puestos diversos y alin contradictorios (como, por ejemplo, en el libe. ralismo). Muchos de los términos reales que han lievado este problema 2 Ia conciencia del movimiento obrero parecen ser posteriores a Gramsci, 39. M.S, pag. 125 40. M.S, pag. 62. AL, M.S. pg, 126, @. M.S, pags. 6162 43. M.S, pag. 127. 44. M.S, pag. 100, 45. Sobre la particular historia de la sociologia en Rusia véase el articulo «Die russische Soziologie im zwanzigsten Jahrhunderts, de P. SonokiN en Jahrbuch fiir Soziologie, 1926, pag, 462 ss. Sorokin explica entre otras cosas; «Hacia 1909, en la Uaiversidad y en los colleges rusos, a sociologia no se ensefaba todavia como una disciplina cientifica au- tnoma. La catisa principal de este hecho era de naturaleza politica: el goblemo zarista pensaba que soclologia significaba una doctrina revo- Tucionaria y socialista. Por esta raz6n, confiseé también la Dynamic Sociology de L. Vard, pues Jo cousideraba un escrito propagandistico del terrorismo y del socialismo... Fin 1909 la sociologia se introduce for- malmente como una disciplina auténoma a nivel de ensefianza en el Institute Psiconeurolégico y del P. F. Lesgaft de Petrogrado... En la Universidad, sin embargo, 1a sociologia no fue reconocida con este nombre hasta 1917, El gobierno comunista, después de la revolucin Bolchevique, tenfa una actitud muy benévola respecto de 1a sociologia porque crefa que fa sociologfa y el manifiesto comunista de Karl Marx, Que sociologia y comunismo, eran cosas idénticas... Pero, sin embargo, Ios dirigentes comtnistas comprendieron muy pronto su error y que la sociologia, tal como se ensefizba en Ia mayor parte de Jas universida. des, era algo muy distinto del dogma comunista. Esto levé a un gran ¥ sibito cambio de le politica seguida en este sector y en 1922 se pro- hibio ltacer cursos de sociologia en la Universidad y en los colleges. Tan solo estaba permitido el “marxismo”, la "teorfa del comunisino” y Is “concepeién materialista de la historia”, materias que podian ser ensefiadas exclusivamente por profesores comunistas.» Estas notas de- ben ser controladas y complementadas. Sorokin se exilid en 1922. Ha evado a cabo ua extenso andlisis del Manual de Bujérin en El econo- mista ruso, 1922, que no he tenido ocasién de leer. 46. M. S,, pag. 125. 41, M. S., pags. 98-100. HE 48. P., pig. 214: «flay que examinar si cl principio de correlaci6n fs titil, exacto y fecundo en la sociologia, més alla de la pura metéfora, Parece que puede contestarse claramente que si. Pero hay que tener presente que en lo que respecta a la historia pasada, el principio de la correlacién (como el de analogia) no puede sustituir al documento, es decir, sélo puede conducir a una historia hipotética, verosimil, pero 2 Althusser y otros hipotética, Pero es distinto el caso de Ia accién politica y del principio ae correlacién (como el de analogta), aplieado a lo predecible, a In construccién de hipétesis posibles y prospectivas. Entonces se’ entra precisamente en el campo de las bipétesis y se trata de ver qué hips. ‘esis es més verostmil y mis fecunda para la conviceién y la educe- sion, Es cierto que, cuando se aplica el principio de correlaciéa a los actos de un individuo o de un grupo, se corre siempre el riesgo de caer en Jo arbitrario, puesio que los individuos y los grupos no obran siempre “Iégicamente”, “coherentemente”, “con conseeweneta”, ete; pero siempre es itil partir ‘de la premisa de que lo haran ast.» Véase am ign (M, S., pag. 165) lo que escribe sobre Ja teleologia y él concepto de misién histérica, 49. M. S., pag. 16, 50. M. S., pag. 61, 51. M.S, pag. 133, 52. M.S. pag, 554, 53. M.S. pag. 54, SOM. S,, pag. 1412. 55. M. S., pig. 138. 56. M.S, pag. 23, 52 M.S, pag. 143, 58. M.S. pag. 142. 58. M.S, pag. 5S. 0. M.S. pag. 54 61. M.S. pag. 35, 2. M.S, pig. 9, 63. Por cjemplo, en M.S, pag. 28. . M.S, pag. 34. 65. M.S. pags. 54, 56, 162. 66. M. S., pigs. 1589. Un ejemplo de interpretacién muy distinta de las ciencias naturales se halla en la pig. 142 de M.S: «La ciencia experimental ha ofrecido hasta ahora cl lerreao en’ el que una tal unidad cultural ha alcanzado el méximo de extensida; ha sido el ele- mento de conocimiento que mds ha contribuido a umificar el espirite, Es decir, que las ciencias naturales son un elemento de ia. luc! por la objetividads, por el conocimiento verdadero. Es necesario ver todo el contexto, 61. M. S, pag. 81 68. M.S. pags. 8284. 68. Marxismo y revisionismo. 20. M. S., pig. 139. Ti. M.S, pig. 140, Sobre In creatividad, véase M. S. pig. 23; s0- bre la diaiéctica M. S., pig. 32. 7. M.S, pig. 139. 73, Actualmente, se tiende desde varios ngulos (por ejemplo, en- tre los estudiosos del Marxismusstudien de Tubinga) a buscar elemen- tos de continuidad entre Kautsky, y mas en general entre el kautskis- El pensamiento politico de Gramsci 8 mo y el dogmatisme del sitime periodo do la Tereera Internacional Sin embargo, durante la Tercera taternacional 1a poléraiea contra ei ‘Kautsky teorico fue hosta un determinado momento bastante viva y se aliments de Ia tesis de que el materalismo histérico no tiene nada que ver con la trasposicién a fa historia de las leyes bioldsicas (incluso Bu- Jain indica este aspecto: as leyes de Darwin no pueden aplicarse a In sociedad», op. cit, pag. 61). Este aspecto y el de la posible coneili- cién —por parte de’ Ranieky— del marxismo con otras flosofias, Da recen ser loc dos puntos de partida para el andlisis de este problema 73, M. S, poe. 84. 35. M.S. Dae 98, 76, M. S., pag. 156. Tl MS, pée. 12. 78. M.S) pag. 13 2. M.S. pa. 1 8. M.S. bi. 19. 81, MS. pags 13,20, Desdichadamente no he podido ver el articulo de Mirsky por el que dice Gramsci que tuvo esta noticia. 82. M.S, pag. BI. + BMS. pie. 79. 84. M.S. pa. 157. 85. M.S. pag. 128. 86M. 8, pés. 19. 37. M.S. pas. 91. a8 M.S, pie. 54 : 2. Materialism ed empiriocriticismo, trad. tsa. Roma, 1953, pig 309. [Existen varias ediciones castellanas de la obra. Cfr. V. I. LaNiN, Materitismo y empirtocriticismo, Grijalbo, Barcelona, 1975.) 90. M.S. pag. 159. 91. M. S., pags. 39, 75.

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