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UNA POSIBILIDAD DE REDENCION

En el fondo, bien en el fondo del Río, tal vez haya peces.


A Clesio S. que, quizá, esté redimido

Aquella canción era tan hermosa, emoción que trae lágrimas y que toma de la mano al
mendigo mugriento y hambriento que hace días camina por las calles apestosas de una
gran ciudad de esas globalizadas con poderosos coches y perros sarnosos y pastores de
esquinas con grandes carteles “jesus viene y ud. te quedas” que me hace pensar que en
realidad es-ya el findelmundo que todo está perdido y que no hay más motivo para cantar,
y también porque después de la lluvia de ayer mi garganta no para de picar y ningún
sonido sale de ese agujerito inflamado desértico de saciedad. Pero la canción era tan
hermosa que empezé a llorar, un llanto incontrolable, oscilación espiritual entre el
neopentecostal y el católico-umbandista arrepentido, mientras agudamente escuchaba el
himno espiritual. Seria una posibilidad de redención? Una puerta, la Puerta de La
Salvación: ya no estaría perdido, triste, tendría un cielo y muchos ángeles para mi confort.
La Puerta de La Salvación y tal vez una garantía de perdón: los ojos de ella destilaban
tanto odio, tu eres basura, carne podrida que se tira a los cerdos, piche de los infiernos
engendrado por el demonio. La maldición del morro largo, se podría llamar, cuando ella
me dijo todo eso y esculpió en mi cara enferma de amor y de ganas de gozar la vida. Era
un deseo tan bello, las caminadas por las avenidas, el balance de las siluetas sensuales,
todas las carnes y los sonidos y los olores y sensuales y balanceados y carnosos y
olorosamente ardidos de deseo y sudor reprimidos y controlados a fierro, a pauladas
secas y gritos mudos exprimidos por ojos de sangre de odio. Pero a todo eso quería sin
miedo, sin escrúpulos, sin religión, preocupación o cualquier carajo de cualquier cosa
escrita por profeta o dios que fuese. Sin embargo, sería la Puerta? Y si fuese, quien me
daría la llave? Me di cuenta que seria la canción, la canción tan linda que cantaban, y que
hacia mis ojos destrozaren montones de arena y barro plasmados en el rostro, revelando
cuanta belleza en ellos había: guardias de un color miel injustamente preso, regalo de
ángeles y pastores en el celo sin sexo. Así: arrojé mi cuerpo a los pies de aquel hombre
que gritaba Aleluyas y de la dulce voz que entonaba aquella canción hermosa que trae
lágrimas y que me toma de la mano, yo, el mendigo sucio.

Originalmente escrito en 17 de enero de 2010.


Modificado en 30 de enero de 2010, en Montevideo, Uruguay.
Traducción: el Autor.

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