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Aunque las mujeres han producido conocimientos a través de toda la historia humana , sus
saberes han permanecido sin visibilidad ni reconocimiento académico. Hay que recordar que
sólo se permitió el acceso de las mujeres a las universidades a finales del siglo XIX. En los
centros de conocimiento establecidos se pensaba desde el lugar masculino y sus formas de
entender el mundo. El conocimiento científico y humanístico, pretendidamente universal y
objetivo, fue producto de la visión androcéntrica, es decir, expresaba solamente el punto de
vista del varón adulto, blanco y propietario.
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Esta construcción social y sexual del conocimiento tiene varios efectos: impide la integración
de las mujeres en las comunidades que desarrollan y legitiman la ciencia, la técnica y el
pensamiento, y veta las cualidades consideradas “femeninas” de este desarrollo, viéndolas
como un obstáculo para la objetividad y la “racionalidad”. La historia de la filosofía y la
ciencia, y la supuesta interpretación que sobre las mujeres produjo, está plagada de ejemplos
sexistas, basados en la determinación biológica de roles y aptitudes que presentan a la mujer
como menos apta para el conocimiento objetivo.
A partir de los años 60 del siglo XX se comenzó a desarrollar una teoría crítica del
conocimiento que comenzó a demostrar que la objetividad debe ser revisada a la luz de las
relaciones sociales que forman los contextos de investigación. Se fue revelando cómo el
conocimiento se hace en un ambiente social que propone una u otra dirección de producción
teórica y de modelos de aplicación. Y por esta misma época se fue gestando el feminismo de
la tercera ola, el feminismo de los años 70, que fue mostrando como el ambiente cultural, a
pesar de que las mujeres ejercieran al derecho al voto y fueran ejerciendo su derecho a la
educación seguía siendo el patriarcado. Este feminismo de la tercera ola avanzó más allá del
hacer revindicativo, buscó las raíces de la opresión y empezó a revisar todos los ámbitos de la
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vida buscando descubrir los mecanismos ocultos de la jerarquía de los sexos. Se iba
conformando así una teoría feminista o más bien, el feminismo como teoría explicativa del
orden social, y propuesta emancipatoria.
Las mujeres de los años 70, en forma paralela, en diálogo y confrontación con el pensamiento
de izquierda, nos fuimos congregando en grupos de discusión y reflexión dentro o fuera de los
movimientos políticos para pensar desde nuestra experiencia y desde nuestra identidad, bajo la
premisa de que “lo personal es político”. El objetivo era la transformación de la vida cotidiana
de las mujeres que incluía el cuestionamiento de roles y estereotipos, el derecho a la
sexualidad, a la participación política igualitaria, la denuncia sobre la doble jornada, la
democratización de la familia. Ante la necesidad de fundamentar las críticas a las situaciones
vividas, las demandas y propuestas para superarlas y, en términos más amplios, comprender la
condición femenina y los procesos que desembocan en ella, las feministas se plantearon
procesos de investigación.
Se fue consolidando un corpus teórico a partir de textos fundantes, que fueron leídos y
discutidos sobre todo entre las jóvenes que habían tenido acceso a las universidades, que
proponían explicaciones sobre los orígenes de la subordinación femenina y sus consecuencias.
Estudiamos a Engels, Bebel, Alexandra Kollontai, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Levi
Strauss; se convocó un modo de pensar feminista con las maestras Simone de Beauvoir y
Betty Friedan y se produjeron textos tales como Kate Millet: Política sexual (1970), Germaine
Greer: La mujer eunuco (1970), Shulamith Firestone: La dialéctica del sexo (1970), Carla
Lonzi: Escupamos sobre Hegel (1970), Luce Irigaray: Speculum (1974); Nancy Chodorow: La
reproducción de la maternidad (1978). En Latinoamérica, junto con los combates por un
mundo mejor, el aprendizaje reflexivo constante nos empezó a desvelar la especifica opresión
sexual y su relación con la dominación social, textos pioneros fueron los de Rosario
Castellanos: Mujer que sabe latín (1973), y Julieta Kirkwood: Feminismo y participación
política (1981). En 1976, apareció en México, fundada por Alaide Foppa, FEM, la primera
revista feminista latinoamericana.
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El año de 1975, fue establecido por Naciones Unidas como Año Internacional de la Mujer y se
convocó la primera conferencia internacional sobre discriminación de la mujer, que permitió
que los temas de las mujeres llegaran al debate público. La Conferencia de México D.F. dio
lugar a la creación del Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación para la
Promoción de la Mujer (INSTRAW) y del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la
Mujer (UNIFEM) con el objetivo de proporcionar el marco institucional para la investigación,
la capacitación y las actividades operacionales en la esfera de la mujer y el desarrollo. En
1979, la Asamblea de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre la Eliminación de
todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW en inglés u CEDIM en
castellano). Las segunda, tercera, y cuarta conferencias internacionales sobre la mujer fueron
Copenhague en 1980, Nairobi en 1985 y Beijing en 1995, donde se establecieron
compromisos mundiales para mejorar la inequidad y desigualdad de género.
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Además de estos elementos socio-filosóficos, otro elemento que debemos considerar es que a
partir de los años ’70 se fue produciendo en el mundo y en América Latina un aumento
constante de la incorporación de las mujeres a la Educación Superior. Mientras que para la
primera mitad del siglo XX, la matrícula femenina era inferior al 30%, para fines del siglo
XX, en muchos países las mujeres alcanzaron al 60% del estudiantado universitario.
Venezuela no ha escapado a esta tendencia: para 1970 las estudiantes representaban el 43% de
la matrícula total y en 2001 el 59% por ciento de la misma. Igual tendencia se manifiesta en
los egresados; en 1970 las mujeres constituyen el 45% de los egresados mientras que para
2001 representaban el 67% del total. Sin embargo, las estimaciones de UNESCO destacan
que, a nivel mundial, la proporción de mujeres en la investigación representan una cuarta parte
del total, y por otra parte, la desigualdad de género se mantiene en la esfera productiva y en la
participación en el bienestar económico.
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El desarrollo teórico feminista produjo el concepto de género, introducido por Ann Oakley en
1972 en su libro “Sexo, Género y Sociedad” y elaborado en el año 1975 por la antropóloga
feminista Gayle Rubin en su libro “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del
sexo”. El sistema de género/sexo se define como el conjunto de prácticas, símbolos,
representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la
diferencia sexual anátomo-fisiológica. El concepto de género se refiere a la existencia de una
normatividad femenina edificada sobre el sexo como hecho anatómico, y a la subordinación
social y política que se ha construido sobre la determinación sexual femenina. Pone de
manifiesto que no hay una relación "natural" entre conductas y palabras como masculinas o
femeninas: en ambos casos se trataba de convenciones sociales.
El género es una categoría de análisis que pone el énfasis en la ubicación de los sujetos a partir
de las relaciones de poder. La perspectiva de género revela la existencia y los efectos de una
relación de poder, de una diferencia –la sexual- que es socialmente vivida como encuentro
desigual y dominación. Una vez que los dos sexos se observan como objetos culturalmente
construidos, lo femenino y lo masculino son susceptibles de ser estudiados como productos de
una construcción cultural. En un principio, género se introdujo para suplementar sexo y no
para reemplazarlo, pero a partir de los ´80, se pensó que el sexo mismo era también una
construcción y, por lo tanto, no separable del género.
Y en base a estas elaboraciones, los Estudios de la Mujer se fueron identificando con los
Estudios de Género, como una manera de hacer más digerible y menos subversivas las
propuestas feministas. Una conceptualización emancipatoria del género no puede quedarse
solamente en lo relacional, debe incluir el análisis del poder. Se trata de dilucidar los tres
niveles de constitución del género: el primero implica la formación de la identidad de de los
sexos; el segundo es el campo social donde las identidades determinan roles de trabajo,
culturales, la educación, etc., y, por último, el nivel que conforma un sistema normativo, un
deber ser de la valoración humana en la sociedad. Por ejemplo, a través del lenguaje del
género se otorgan valores: una cosa femenina o afeminada es en efecto una cosa peyorativa.
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Argumentar que las mujeres debían ser estudiadas, comenzando la década de los ´70 era una
noción insurgente y radical; pero al finalizar la década, los Estudios de la Mujer/es y Estudios
de Género, comenzaron a tener un crecimiento fenomenal al interior de la academia. Veamos
algunas fechas de creación de centros de investigación, cátedras, y programas en nuestra
América:
1981 – Universidad de Rìo de Janeiro – Núcleo de Investigación sobre la Mujer
1983 – Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco - Área Mujer, Identidad y Poder
1983 – El Colegio de México - Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer
1984 – UNAM - Centro de Estudios de la Mujer en la Facultad de Psicología.
1986 – CLACSO – Programa de Investigación y Formación sobre la Mujer
1987 – Universidad de Buenos Aires – Primer programa de Estudios de la Mujer
1987 – Universidad de la República de Uruguay – Primer Seminario sobre la Mujer
1987 – Universidad Nacional de Colombia – Grupo de Estudio Mujer y Sociedad
1989 – Instituto Pedagógico de Villa Clara – Cátedra de Mujer y Familia
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Al interior de las universidades, grupos cada vez más numerosos de mujeres, organizados
como comunidades de investigación y acción, dieron lugar a una producción sistemática de
conocimiento inexistente hasta entonces, las mujeres fueron objetos de estudio pero desde una
visión propia, con comprensiones más amplias sobre la condición femenina. Ninguna
disciplina en las ciencias sociales y las humanidades quedó al margen de estos nuevos
enfoques, aunque algunas estuvieron presentes con más fuerza desde el inicio: la antropología,
la historia, la psicología, la literatura y la filosofía.
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Durante la década de los ´90, se fue ganando espacio e interés al interior de las universidades
venezolanas:
— En 1992, se creó el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de
Venezuela (CEM-UCV), adscrito al Rectorado, y cuya primera Directora fue la
Profesora María del Mar Álvarez. Fue organizado a partir de iniciativas pioneras de la
Cátedra Libre de la Mujer Manuelita Sáenz y dos talleres realizados en 1988, con
participación de todas/os las/os interesadas/os que ya tenían asignaturas sobre el tema
en diferentes Facultades de la UCV, y otras luchadoras del área, que redactaron el
Anteproyecto del Reglamento del CEM-UCV, que se sometió a la discusión del
Consejo Universitario, que lo aprobó por unanimidad. El CEM-UCV se propone, desde
sus inicios, realizar, promover y fomentar la investigación sobre la problemática de la
mujer; así como presentar alternativas de soluciones viables a las demandas que la
Universidad y la sociedad requieran en su área de acción. Realiza de manera articulada
investigación, docencia y extensión, apoyando a instituciones públicas y comunidades
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Con todo lo valioso y comprometido que esto resulta, se trabaja en base a mística y convicción
pero con escasez endémica de recursos, lo cual impide la ampliación del alcance y el impacto
intra y extra académico. Veamos que existe dos publicaciones académicas sdedicadas a la
difusión de las investigaciones sobre las mujeres: la Revista Venezolana de Estudios de la
Mujer, que tiene ya quince años continuos de ediciones, y aparece en versión impresa y
digital, y Otras Miradas, revista electrónica semestral; y un único Centro de Documentación
dedicado al género: el Centro de Documentación e Información “Tecla Tofano”. Estas
realidades indican la marginalidad en que el status quo del conocimiento ha mantenido a los
Estudios de la Mujer/es y de Género.
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Los Estudios de la Mujer y de Género crearon nuevos conceptos, a partir de las posturas
epistemológicas y metodológicas feministas, para abordar la construcción social y simbólica
de la “condición femenina”. Algunas categorías de trabajo feminista son: espacio privado –
espacio público, trabajo del hogar / trabajo doméstico / trabajo de cuidado, doble y triple
jornada, acción positiva / discriminación positiva, empoderamiento de las mujeres, acoso
sexual, violencia de género y por supuesto, las categorías centrales: patriarcado y género.
Los Estudios de la Mujer/es y de Género han sido inter y transdisciplinarios porque ponen el
énfasis en la ubicación de los sujetos a partir de las relaciones de poder cruzando así los
sistemas de clase, edad, etnia y raza, lo que lleva a la ruptura disciplinaria, y al planteamiento
necesario de la interdisciplina. Han trabajado la intersección del género con otras dimensiones
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como las etnias, la raza y la sexualidad, incorporando dos valores alternativos: la diversidad y
la diferencia sin jerarquía y sin hegemonía.
En la dimensión política las teorías de género desnudan las dimensiones de poder instaladas en
los cotidianos de la vida social y de la actividad universitaria. Interpelando a estos espacios
desde diversas perspectivas que van desde las maneras de concebir, producir, valorar y
diseminar los saberes; la ubicación diferenciada por género en las diferentes disciplinas y
áreas del conocimiento, la cultura y las estructuras universitarias, las relaciones de género en
el mundo académico y los modos en que se ejerce el poder. La institucionalización de los
estudios feministas en las instancias de la educación superior ha tenido diferentes impactos: en
el desarrollo del conocimiento y en el impacto de la estructura misma de las instituciones.
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Por nuestra parte, las feministas de la academia venezolana reunidas en el Año 2006,
manifestamos lo siguiente
ACORDAMOS
— Realizar los esfuerzos necesarios para lograr la mejor integración entre
nuestras instituciones con la finalidad de potenciar los Estudios e
Investigación en Género de nuestras universidades.
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En las universidades se presenta cada vez con mayor frecuencia interés por la investigación
sobre las mujeres o el desarrollo de conocimiento con perspectiva de género, han aumentado
los trabajos de tesis presentadas en distintas disciplinas sobre la temática. Políticas públicas
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que pretenden ser sensibles al género y leyes que promueven la equidad impulsan la necesidad
de información y reflexión que les permita tener bases para la acción.
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Bibliografía
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