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TRIBUNA: MOISÉS NAÍM

El efecto YouTube
Estas imá genes las captó , en las cumbres del Himalaya, un miembro de una expedició n alpinista
que asegura que se topó por azar con la matanza. El vídeo se vio por primera vez en la televisió n
rumana, pero captó la atenció n mundial cuando se colocó en YouTube, la popular pá gina web de
vídeos compartidos. Los grupos de derechos humanos explicaron que los muertos eran un grupo
de refugiados tibetanos en el que había monjes, mujeres y niñ os. Segú n el gobierno chino, los
soldados habían disparado en defensa propia cuando alrededor de 70 refugiados les atacaron. El
vídeo hace que cueste mucho aceptar esa explicació n. El embajador estadounidense en China se
apresuró a presentar una protesta formal por el trato dado por China a los refugiados.

Bienvenidos al efecto YouTube. Es el fenó meno que consiste en que diversos fragmentos de
vídeo, a menudo producidos por personas que actú an por su cuenta, se difunden rá pidamente y
a todo el mundo gracias a pá ginas de vídeos compartidos como YouTube, Google Video y otras.
Cada día se cuelgan 65.000 nuevos vídeos. En su mayoría son frívolos, producidos por y para los
adolescentes que constituyen el grueso de los visitantes de la pá gina. Pero hay algunos serios. En
YouTube se ven vídeos realizados por terroristas, grupos de derechos humanos y soldados de
Estados Unidos en Irak. Algunos muestran incidentes que tienen consecuencias políticas o
documentan tendencias importantes, como el calentamiento global, la inmigració n ilegal y la
corrupció n. Algunos vídeos revelan verdades. Otros difunden desinformaciones, propaganda y
mentiras descaradas. Todos forman parte del efecto YouTube.

Hace quince añ os, el mundo se asombró ante el legendario "efecto CNN". Se creó la expectativa
de que los ojos impasibles de las cá maras de televisió n, fuera del alcance de los censores, iban a
llevar má s responsabilidad y transparencia a los gobiernos y el sistema internacional. Una
expectativa que, en cierto sentido, quedó satisfecha.

Desde los primeros añ os noventa, hubo fraudes electorales que salieron a la luz cuando podían
haber permanecido ocultos, revueltas democrá ticas que recibieron inyecciones de energía,
hambrunas que se contuvieron y guerras que empezaron o terminaron gracias al efecto CNN.
Ahora bien, el efecto YouTube va a ser todavía má s intenso. Aunque la BBC, la CNN y otras
cadenas internacionales de noticias cuentan con miles de periodistas profesionales, nunca será n
tan omnipresentes como millones de personas con un teléfono mó vil capaz de grabar una escena
en vídeo. Gracias a su ubicuidad, el mundo pudo presenciar una matanza en un paso de montañ a
a 6.000 metros de altura.

Este fenó meno se amplifica gracias a una doble cámara de eco. El primer eco se produce cuando
las cadenas de televisió n convencionales reproducen el vídeo colocado en la red. El segundo,
cuando los instantes televisivos, incluso los má s pasajeros, adquieren una presencia permanente
gracias a los bloggers o a los activistas que los vuelven a distribuir en pá ginas web como
YouTube. Los activistas está n comprendiendo el poder que tienen, como testimonio insuperable,
los vídeos producidos por particulares y difundidos a través de la red. Witness.org provee de
cá maras de vídeo a personas en zonas de conflicto para que puedan grabar y denunciar las
violaciones de los derechos humanos. Los organismos de vigilancia electoral graban elecciones.
Hasta los terroristas islamistas se han adaptado a esta tendencia. Al Qaeda ha creado una unidad
especial de producció n de medios llamada Al Sahab (La Nube), que cuelga habitualmente sus
vídeos en internet, con la esperanza justificada de que los grandes medios de comunicació n y
otras pá ginas web los reproduzcan.

El efecto YouTube ha tenido otras consecuencias ambiguas. Ahora resulta má s difícil saber a
quién creer. ¿Có mo sabemos que lo que vemos en un vídeo colocado por un "ciudadano
periodista" no es un montaje? ¿Có mo estamos seguros, por ejemplo, de que el vídeo aparecido en
YouTube de unos soldados estadounidenses aterrorizados, que lloraban por su vida mientras les
disparaban, se rodó en Irak y no fue una escena preparada en otro lugar para manipular la
opinió n pú blica? Las má s de 86.000 personas que lo vieron en los diez primeros días de su
presencia en la red no lo sabrá n jamá s.

Los gobiernos ya está n sintiendo las presiones del efecto YouTube. El Ejército de Estados Unidos
ordenó hace poco a sus soldados que dejaran de colgar vídeos en la red. El gobierno de Irá n
limita la velocidad de conexió n para restringir la capacidad de sus ciudadanos de ver vídeos en
internet. Estas medidas no han impedido la proliferació n en la web de vídeos filmados por
soldados estadounidenses en Irak ni que los iraníes habilidosos vean las imá genes que deseen. Y,
aunque Pekín ha conseguido censurar eficazmente hasta ahora los contenidos que llegan a sus
ciudadanos, todavía no ha sido capaz de evitar que aparezcan en la red cada vez má s vídeos de
rebeliones campesinas. A largo plazo, todos esos esfuerzos censores fracasará n.

En cuanto a fiarnos de lo que vemos en internet, lo bueno es que el efecto YouTube ya está
creando una fuerte demanda de guías fiables: individuos, instituciones y tecnologías en los que
podemos confiar para que nos ayuden a discernir las verdades de las mentiras. Es importante,
porque la posibilidad de contrarrestar los inconvenientes del efecto YouTube nunca surgirá de la
intervenció n oficial. Los mercados y la democracia son mucho má s eficaces a la hora de filtrar lo
bueno de lo malo en el confuso tsunami de vídeos que nos llegan a través de internet. Los
millones de bloggers que se dedican sin cesar a observar, comprobar los datos y denunciar los
errores son un ejemplo poderoso de lo que puede hacer "la sabiduría de las multitudes". Es
cierto que los mercados y las democracias, muchas veces, fracasan o decepcionan. Pero la
apertura que promueven estas fuerzas políticas y econó micas cuenta hoy con una tecnología tan
omnipresente como nosotros.

Moisés Naím es director de Foreign Policy y autor de Ilícito: cómo traficantes, contrabandistas y
piratas están cambiando el mundo. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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