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Adolescencia precoz

Una investigación pionera afirma que durante los últimos años la etapa infantil se ha
acortado de forma considerable

Un estudio español ha tratado de indagar por primera vez en los efectos en el tramo de edad
de 6 a 14 años de los cambios acelerados que ha vivido la sociedad en los últimos años. La
preadolescencia, entre la niñez y la pubertad, se avanza hasta los 11 años, momento en el
que los menores empiezan a sentir y comportarse como auténticos adolescentes. Quienes
más lo acusan son las niñas, aunque la diferencia con el sexo masculino no es demasiado
significativa. A pesar de que el trabajo muestra un porcentaje bajo de problemas
importantes, denota cierta rendición de algunos educadores, el impacto excesivo del
consumismo o la persistencia de diferenciaciones por género en una sociedad que, en
teoría, ha dejado atrás los estereotipos familiares.

 Autor: Por NÚRIA LLAVINA RUBIO


 Fecha de publicación: 2 de agosto de 2010

- Imagen: Dan Foy -

La adolescencia llega antes. Se avanza hasta los 11 años, momento en el que los menores
comienzan a tener sensaciones, por tradición, ligadas al periodo adolescente y a los adultos.
Esto se traduce en las actividades que demandan a los padres y en su modo de vestir. Ésta
es una de las principales conclusiones del estudio "Infancia y familias. Valores y estilo de
educación", llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Valencia, que explica
una gran parte del comportamiento de los niños entre 6 y 14 años.

Según Petra María Pérez, coordinadora del trabajo, el motivo que conduce a menudo a este
cambio es no haber jugado ni leído lo suficiente, que provoca que los menores no sepan
esperar y deseen las cosas de forma precipitada. Estas demandas se convierten en la causa
de conflictos más destacada por los progenitores, en un 22,3%. Esta pérdida de la infancia
se da más en niñas, aunque la diferencia no sea muy significativa. Son ellas quienes,
bastante antes que los chicos, empiezan a usar ropa de adolescentes.

Diferentes modelos familiares


Para hacer hincapié en la realidad social, el estudio ha tenido en cuenta los modelos
familiares más habituales en la actualidad: familias nucleares o convencionales, que
representan el mayor porcentaje (81,6%); monoparentales, es decir, con un sólo progenitor
(13,5%); reconstituidas, en las que al menos uno de los dos miembros tiene un hijo de una
pareja anterior (5,26%); y familias con hijos adoptados, que representan un 3,45% del total.

Aunque puede ser la labor más ardua del mundo, el trabajo de los progenitores acaba por
conformar los hábitos y conductas de los hijos

La descendencia de las familias reconstituidas tiene una mayor dependencia de consumo,


ya que dispone de más bienes materiales, recibe más pagas y dedica más tiempo a comprar
durante los fines de semana. Este grupo también se percibe como el más rebelde. Para estos
padres y madres lo más importante es atorgarles apoyo efectivo y delegan en la escuela, con
mayor proporción que los otros tipos familiares, la educación de los hijos. Además, son
estos chicos quienes muestran menor interés por los estudios y reciben, según el estudio,
una educación más permisiva y menos autoritaria.

Los hijos de familias monoparentales se muestran como los más maduros pero, a la vez,
también más tristes. Son estos progenitores quienes se revelan más inseguros para saber
cómo llevar la educación de los hijos. Respecto al consumo, los hijos de familias
monoparentales tienen, entre otras cosas, un número inferior de teléfonos móviles del que
cabría esperar.

Cuándo surgen los problemas


El grupo más problemático es el comprendido entre 12 y 14 años, frente a los menores de 9
a 11 años. Estos últimos carecen de los problemas típicos de la preadolescencia. Es en esta
edad cuando se generan menos conflictos entre hermanos y se consideran más
responsables. A partir de los 11-12 años, sin embargo, diversas actitudes hacen peligrar esa
antigua responsabilidad preadolescente: la falta de esfuerzo en los estudios, la poca
colaboración en casa, el aspecto (ropa, pendientes, escotes, etc.) y las salidas.

El origen de los problemas en esta etapa se debe, sobre todo, a los cambios psicológicos,
físicos y sociales. Respecto al aspecto físico, el proceso de aceptación será clave para la
futura autoestima del preadolescente, así como para su integración y relación con los
demás. Se dan durante los dos primeros años, con un cambio radical y un tiempo relativo
para aceptar la nueva situación.

Los cambios psicológicos están relacionados con la aceptación de la nueva imagen física.
También empiezan a formularse los primeros interrogantes sobre qué se quiere ser. De
algún modo, se da cabida a un nuevo pensamiento más analítico y reflexivo, útil para
resolver los problemas. Por último, hay un giro en la esfera social que está muy unida a los
cambios psicológicos. La necesidad de aceptación llevará a establecer un nuevo tipo de
relaciones y de situaciones sociales.

Tipos de padres y madres


En última instancia, el trabajo de los progenitores acaba por conformar los hábitos y
conductas de los hijos, de modo que estos cambios se sobrelleven de la mejor manera
posible. Aunque puede ser la labor más ardua del mundo, disciplina y cariño son la clave
para conseguir equilibrar una balanza muy frágil, como lo es hallar la proporción adecuada
entre castigo y recompensa. Respecto a la relación familiar, el estudio concluye que se dan
cuatro grupos: progenitores permisivos/cohibidos, autoritarios/disciplinados,
democráticos/equilibrados y sobreprotectores/controladores.

En el primer caso, se evita a los hijos cualquier esfuerzo y hay miedo a imponerles normas.
Se acostumbran a dar premios excesivos a actividades cotidianas que deberían resultar
normales. Los autoritarios, por otro lado, no usan el diálogo para negociar con los hijos.
Todo se basa en normas, órdenes y castigos excesivos. Los padres y madres democráticos
establecen normas y premios razonados, apoyan la autonomía del hijo, proporcionan
responsabilidades y, por último, tratan sin violencia pero con firmeza. Los sobreprotectores
tienden a limitarles la exploración del mundo, bien sea por miedo a que sufran daño, bien
por un exceso de cuidado.

LA HORMONA DE LA NIÑEZ
Un equipo de investigadores de la Johns Hopkins University (EE.UU.) ha publicado
recientemente en la revista "Journal of Clinical Investigation" un estudio que confirma que
la hormona IGF-1 tiene un papel clave en la coordinación de las fechas de inicio de la
pubertad, la primera fase de la adolescencia. Según los científicos, el inicio de la pubertad
se desencadena por la liberación de la hormona que libera a su vez gonadotropinas (GnRH)
de las células nerviosas en el hipotálamo.

El estudio, llevado a cabo en ratones, mostró que a los roedores que se suprimió el receptor
de IGF-1 se les retrasó el desarrollo de la pubertad, pero su fertilidad era normal. Por otra
parte, la administración de IGF-1 a ratones hembras normales desencadenó la pubertad.

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